CAPÍTULO III CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD

412 CAPÍTULO III CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD JUAN CARLOS TORRES-MURA, SERGIO CASTRO Y DORIS OLIVA INTRODUCCIÓN Existe consenso en que la div

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CAPÍTULO III

CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD

JUAN CARLOS TORRES-MURA, SERGIO CASTRO Y DORIS OLIVA

INTRODUCCIÓN Existe consenso en que la diversidad biológica de nuestro planeta se encuentra globalmente en crisis, debido a su empobrecimiento y al hecho de que las futuras generaciones probablemente no tendrán la misma opción de gozar de los múltiples beneficios, servicios y recursos con que actualmente contamos. Por esta razón, un modelo de desarrollo sustentable (crecimiento económico con equidad social y conservación ambiental) necesario para mantener las condiciones de vida de las futuras generaciones requiere pensar críticamente en la conservación y protección de la biodiversidad actual. La biodiversidad entrega a la sociedad bienes y servicios, tiene un valor productivo, recreativo, estético, ecológico, etc., por lo que en torno a su conservación confluyen distintos intereses que es necesario conciliar. Estos hechos fundamentan el desafío y la preocupación de nuestra sociedad por lograr la conservación de la biodiversidad, a través del diseño de políticas participativas que permitan su utilización con un enfoque precautorio. En esta sección ofrecemos una breve descripción de los principales factores que inciden en el estado de conservación en Chile. Para ello, hacemos énfasis en las plantas vasculares, los vertebrados y los organismos marinos, que son los grupos de organismos más conspicuos de nuestra riqueza biológica, así como aquellos de los que más se conoce su biología. Página izquierda: Diversos estudios confirman que el bosque nativo de Chile continúa talándose a una tasa no sostenible en el tiempo, alterando valiosos ecosistemas. A la llegada de los españoles un 45 por ciento del territorio nacional estaba cubierto por bosque nativo de gran calidad; unos 25 millones de hectáreas. En 1944 quedaban 16 millones y la cifra actual es de poco más de 13 millones de hectáreas. Esta cifra no parece tan alarmante, pero preocupa si se considera que gran parte de éstas son renovales de baja calidad respecto de su biodiversidad. Foto: Nicolás Piwonka.

Al examinar la historia evolutiva del planeta es posible notar que tanto la extinción como la generación de nuevas especies son procesos que han estado siempre presentes. El registro fósil muestra numerosas especies que se han extinguido e incluso episodios de extinciones masivas en una gran escala geográfica. Se conoce la ocurrencia de cinco extinciones masivas, todas causadas por eventos globales, como la caída de meteoritos o cambios climáticos repentinos. El actual episodio de extinciones presenta diferencias cualitativas y cuantitativas respecto de los del pasado. En la actualidad la mayor parte de las extinciones son atribuibles a causas humanas, y las estimaciones y proyecciones de la tasa de extinción para diversos grupos de organismos son mayores a su equivalente del registro fósil. Desde el año 1600 la acción humana ha llevado a la extinción de al menos 385 especies de plantas vasculares, 300 de vertebrados y 100 de invertebrados; pero se estima que son muchas más las especies extintas antes de ser descritas por los científicos. Entre estas últimas habría numerosos invertebrados y microorganismos cuya desaparición está vinculada principalmente a la pérdida de sus hábitat. Además; numerosas especies han alcanzado una “extinción funcional”, esto es, son tan poco abundantes que su desempeño ecológico ha perdido importancia. La mayoría de las extinciones actuales se concentran en sistemas insulares (islas oceánicas, islas continentales, sistemas dulceacuícolas). Esta situación se explica porque estos ecosistemas son particularmente vulnerables, en tanto sus especies tienen usualmente restricciones a la dispersión y presentan por tanto una distribución geográfica limitada. Por ello, la simple desaparición de su hábitat conlleva inmediatamente su extinción (la alteración del hábitat en este tipo de ecosistemas conforma un importante factor en la reducción de la abundancia de las especies insulares). Además, sus especies han coexistido evolutivamente con menos especies, por lo que la introducción de una nueva especie en esos sistemas, por ejemplo un depredador o un competidor, pue413

Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

de llevar a la extinción de especies locales que no estaban habituadas a esta presión externa. La extinción es irreversible, ya que, una vez extinta una determinada especie ésta no puede volver a ser recuperada, se pierde su genoma y su función ecológica. Adicionalmente, la extinción de una especie puede tener consecuencias para las otras especies con que aquella coexistía. Por ejemplo, la pérdida de un polinizador puede cambiar la estructura y la dinámica reproductiva de todas aquellas plantas que polinizaba. Desde el punto de vista ecológico, las extinciones implican también la pérdida de la función que cumplía originalmente la especie en el ecosistema, su función ecológica. Asociado a lo anterior, se ha desarrollado el concepto de extinción funcional para describir situaciones en que una especie ha reducido su abundancia a niveles tan bajos que funcionalmente puede ser considerada extinta. Cuando la eliminación de una especie tiene un gran impacto sobre una comunidad se habla de una “especie clave”. Las especies clave pueden pertenecer a cualquier grupo biológico o nivel trófico y su importancia no necesariamente está relacionada con su densidad. La desaparición de especies clave usualmente tiene efectos en cascada que facilitan la desaparición de gran parte de las especies que originalmente conformaban la comunidad. Para la conservación, la identificación de especies clave en cada comunidad es importante, para evitar extinciones en cadena, es decir, extinción de una especie derivada de la extinción de otra.

GRANDES FACTORES DE PÉRDIDA DE BIODIVERSIDAD Usualmente, los diversos factores que inciden en la pérdida de biodiversidad se agrupan en tres grandes categorías: las modificaciones del hábitat, la introducción de especies exóticas y la sobreexplotación de especies. Junto a la antes

mencionada extinción en cadena, se les denomina el “cuarteto malvado”.

Modificaciones del hábitat El hábitat de un organismo corresponde al espacio físico que éste ocupa durante su vida y donde concurren sus recursos y las condiciones ambientales que permiten su desarrollo y sobrevivencia. Debido a que las actividades humanas usualmente modifican la disponibilidad de recursos y las condiciones ambientales necesarias para su subsistencia, se condiciona así el futuro de muchas especies. Diversas actividades humanas en los sistemas naturales contribuyen a la pérdida y fragmentación del hábitat: urbanización, deforestación, contaminación, habilitación de zonas agrícolas, entre otras. Los seres vivos pueden responder de diferente forma a las modificaciones de su hábitat. Algunas especies, más vulnerables, requieren condiciones de hábitat muy específicas y generalmente no son capaces de tolerar modificaciones importantes. En Chile se ha registrado la extinción de al menos dos vertebrados por modificación de su hábitat. Es el caso de un ave migratoria del hemisferio norte que invernaba en las pampas patagónicas, el zarapito boreal (Numenius borealis) del que sólo quedan pequeñas poblaciones en Alaska y Canadá, pero se desconoce dónde migran, y de una subespecie (o raza geográfica) de un roedor subterráneo, el tuco tuco de isla Riesco (Ctenomys magellanicus dicki) que habitaba praderas naturales de la isla Riesco en Magallanes, las que ahora están muy modificadas debido el pastoreo por ovinos. La fragmentación de los bosques temperados de la zona centro sur debido a la tala (corta para leña, carbón, producción de astillas), la sustitución por plantaciones forestales o la conversión agropecuaria compromete la conservación de muchas especies (véase la figura 1). Las aves de estos bosques, muchas de ellas endémicas de estos ambientes, se conside-

La producción de chips está en auge en todo el mundo; estos son pequeños trozos rectangulares de madera de hasta 5 cm que se utilizan en la obtención de celulosa para elaborar papel. Antes se empleaban restos de troncos que no tenían un uso, ahora se derriban bosques enteros. Durante 1992 se produjeron 5,03 millones de metros cúbicos de astillas en Chile, de los cuales el 47 por ciento correspondió a bosque nativo, exportándose casi el 100 por ciento de la producción. Foto: Nicolás Piwonka.

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La construcción de caminos forestales exige la tala de vegetación y el movimiento de tierras y rocas para conseguir estructuras capaces de soportar el paso de vehículos pesados, aun en los períodos de condiciones ambientales adversas. Esta actividad ocasiona, inevitablemente, un aumento de la erosión, por lo que es altamente recomendable limitar al mínimo su longitud. Foto: Nicolás Piwonka.

ran un buen indicador de este fenómeno por su sensibilidad a los cambios, ya que responden a nivel de tres parámetros importantes: la densidad poblacional, el éxito reproductivo y la capacidad de dispersión. La densidad de muchas especies disminuye cuando se reducen los fragmentos de bosque. Aves como el carpintero negro (Campephilus magellanicus), la cachaña (Enicognathus ferrugineus) y el choroy (Enicognathus leptorhynchus) requieren de fragmentos más grandes y árboles altos y viejos para reproducirse; en cambio, aves como el fío-fío (Elaenia albiceps) y el zorzal (Turdus falcklandii) se encuentran también en fragmentos más pequeños o incluso en árboles aislados. Varias especies que habitan fragmentos y ponen sus nidos en las ramas de los árboles son más depredados (sus huevos y pollos) en estos ambientes, que en el bosque fuente. En las aves que nidifican en el suelo o en troncos este efecto es menor (la depredación es más similar a la de la fuente). Una vez que los juveniles de las aves crecen, deben dispersarse, establecerse y emparejarse. Para ello, deben moverse a distancias variables (pueden ser pequeñas o grandes). Especies migratorias como picaflores (Sephanoides sephanoides), viuditas (Colorhamphus parvirostris) y fío-fíos, y generalistas como los zorzales pueden moverse entre los fragmentos y cruzar otros ambientes; pero especies sedentarias como el chucao (Scelorchilus rubecula), el huet huet (Pteroptochos tarnii) y el colilarga (Sylviorthorrhinchus desmursii) tienen menor movilidad. No atraviesan áreas abiertas y necesitan de corredores de vegetación densa para su dispersión, o sea,

sus jóvenes tienen dificultades para establecerse en bosques fragmentados. La presión inmobiliaria sobre las dunas de nuestro litoral constituye otro ejemplo de modificación de ambientes de valor ecológico. En el campo dunar de Concón, al sur del río Aconcagua, se registran en las dunas cuatro comunidades vegetales dominadas por matorrales y con 60 especies de arbustos, hierbas y suculentas (cactus y chaguales). Entre la arena y la vegetación vive una gran variedad de invertebrados (arañas, insectos, entre otros) y vertebrados (anfibios, reptiles, aves y mamíferos). Actualmente una buena parte de las dunas están urbanizadas, formando parte de las ciudades de Concón y Reñaca, y sólo queda una pequeña parte de la duna original libre de construcciones o plantaciones, de las que 45 hectáreas fueron declaradas Santuario de la Naturaleza en 1993, pero posteriormente la superficie afectada se redujo a sólo 12 hectáreas que siguen sometidas a las presiones del desarrollo inmobiliario. Su preservación depende de si se logra una efectiva sensibilización de la población local, una conexión con otras áreas protegidas regionales conformando corredores y redes, y se desarrolla su potencial educativo y turístico a nivel comunal y regional. La contaminación de los humedales, frecuentemente utilizados como receptores de aguas residuales domésticas e industriales, que llegan sin tratamiento desde las ciudades y poblados, constituye otra forma de alteración de ecosistemas que compromete la conservación de muchas especies. Esto cambia las propiedades fisicoquímicas y biológicas, median415

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70°O

FORMACIÓN VEGETAL Bosque caducifolio Bosque esclerófilo Bosque espinoso 34°S

Bosque laurifolio 34°S

Bosque resinoso de coníferas Bosque siempreverde Herbazal de altitud Matorral bajo de altitud Figura 1. Modificación y fragmentación del bosque nativo. Se muestra los cambios en fisionomía que ha sufrido la zona central de Chile a través de la cobertura del bosque nativo entre el pasado y el presente (Basado en Pliscoff y Luebert, véase el capítulo II).

N 38°S

38°S

CHILE

Isla San Félix Isla San Ambrosio Isla Salas y Gómez Isla de Pascua

ARGENTINA

OCÉANO PACÍFICO

Arch. Juan Fernández

Territorio Chileno Antártico 90°

53°

Islas Diego Ramírez

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Acuerdo 1998

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N

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Uno de los ecosistemas más diversos en Chile es el bosque esclerófilo o de hojas duras que se distribuye en quebradas y faldeos cordilleranos de la zona central. Sin embargo, esa riqueza está poco protegida debido a que en esta zona existe tan sólo una pequeña extensión de parques nacionales. Foto: Nicolás Piwonka.

te procesos de contaminación y eutroficación (aumento de la productividad biológica) y ha contribuido a deteriorar la calidad del medio acuático, tanto en la costa, como en aguas interiores. Frente a todos estos procesos, la protección de ambientes es una de las maneras más usadas para preservar la diversidad biológica. A fines del siglo XIX, en Estados Unidos y a comienzos del siglo XX, en Chile, se establecieron las primeras reservas naturales, grandes áreas destinadas a proteger cuencas hidrográficas para asegurar la provisión de agua, lugares de alto valor escénico o asegurar la explotación maderera y como un efecto secundario, se lograba la protección de las especies de plantas y animales que vivían en esas áreas. La tendencia actual es que las áreas protegidas, que pueden ser privadas o estatales, deben estar amparadas por un sistema legal que estimule la preservación; deben permitir diferentes grados de uso tradicional y/o comercial por parte de comunidades locales y debe permitirse y estimularse en ellas la recreación y la investigación científica. Para la creación de áreas protegidas estatales (ver sección Áreas Protegidas en Chile, p. 506), Chile sigue los lineamientos establecidos en la Convención para la Protección de la Flora, la Fauna y las Bellezas Escénicas Naturales de América (Convención de Washington, 1941), aprobada como Ley de la República en 1967, y que estableció las siguientes categorías: Parque Nacional, Reserva Nacional y Monumento Natural. El Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE) es administrado por la Corporación Na418

cional Forestal (CONAF) y cuenta actualmente con 32 Parques Nacionales, 47 Reservas Nacionales y 15 Monumentos Naturales, cubriendo una superficie de 14 millones de hectáreas, lo que representa un 19 por ciento de la superficie de Chile continental. A ello deben agregarse los Santuarios de la Naturaleza, amparados por la Ley de Monumentos Nacionales, que son áreas terrestres o marinas cuya conservación es de interés para la ciencia o para el Estado, por cuanto poseen especies, bienes o formaciones naturales importantes desde el punto de vista de la zoología, paleontología, geología, de la botánica o de la ecología. Además se cuenta con un sistema de áreas marinas protegidas, de reciente implementación en Chile. Las áreas marinas protegidas son una forma de administración pesquera y fueron creadas al amparo de la Ley General de Pesca y Acuicultura. Estas áreas son declaradas por la Subsecretaría de Pesca y quedan bajo la tuición del Servicio Nacional de Pesca, SERNAPESCA. El concepto de áreas marinas protegidas incluye los parques marinos y las reservas marinas. Complementario al Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado y a partir de la Ley de Bases del Medio Ambiente se está reglamentando un sistema de áreas protegidas de propiedad privada, fundamentado en la Ley de Bases del Medio Ambiente de 1993. Asimismo, la cooperación internacional promueve una aproximación práctica de planificación de conservación denominada “conservación basada en ecorregiones”, unidades de tierra o agua que contienen un conjunto distintivo de co-

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En la precordillera de la provincia de Colchagua —donde quedan escasos remanentes de bosque nativo— hace una década atrás un incendio intencional destruyó varios cientos de hectáreas cercanas al Santuario de la Naturaleza Alto Huemul, predio donde hay grandes extensiones de robledales y cipresales. Foto: Nicolás Piwonka.

munidades y especies y cuyos límites buscan representar las comunidades naturales, mantener poblaciones viables de todas las especies nativas, mantener procesos ecológicos y evolutivos, mantener hábitat lo suficientemente grandes como para afrontar perturbaciones de gran escala y/o largo plazo.

Introducción de especies exóticas En los últimos 500 años adquiere importancia el desplazamiento de numerosas especies hacia áreas geográficas a las que probablemente nunca hubiesen llegado de no mediar la acción humana, y ese proceso de intercambio e introducción de especies continúa en la actualidad. Este movimiento de especies a escala planetaria no tiene precedentes en la historia de la vida en la Tierra y ha sido descrito como una de las más grandes convulsiones de la biota mundial. La mayoría de las especies trasladadas no llega a establecerse porque no encuentra las condiciones necesarias para ello. Sin embargo se estima que el 1 por ciento de estos intentos resulta exitoso. Aunque el papel de las especies exóticas en facilitar la extinción de las nativas es un aspecto controvertido, en la práctica es posible notar que las invasoras pueden llegar a reemplazar a las nativas. Parte de este reemplazo está mediado además por las prácticas humanas que directa o indirectamente favorecen la expansión de las especies exóticas. En el caso de la flora chilena, unas 800 especies exóticas ha podido naturalizarse, contando con poblaciones que se expanden en el medio natural desplazando especies nativas, y comprometiendo su estado de conservación. Esta flora se

distribuye en ambientes naturales, rurales, semirrurales y urbanos, presentando un alto recambio de especies entre distintos tipos de hábitat. El examen de la presencia de flora naturalizada a lo largo de Chile continental ha revelado la existencia de tres núcleos o centros de diversidad para estas especies: el extremo norte (I-II Región), la zona centro-sur (IV-X Región) y el extremo austral (XI-XII Región). Cada una de estas se caracteriza por la presencia de especies naturalizadas propias, no compartidas con el resto de las regiones. Aunque las causas de este patrón no son del todo claras, probablemente factores climáticos y ecológicos, así como la historia de ocupación de estas áreas puedan explicar esta composición diferencial de especies exóticas naturalizadas. El matorral mediterráneo de Chile central es un ejemplo de cómo las invasoras pueden influenciar la estructura y composición de toda una comunidad, alterando los ciclos de los nutrientes y del agua. El paisaje de la Depresión Intermedia (o valle central) en tiempos precolombinos estaba cubierto por un matorral arborescente combinado con bosques de algarrobo (Prosopis chilensis), que dominaban la parte norte de esta área. En la actualidad, esta formación está restringida a parches en el piedemonte andino y de la cordillera de la Costa; los bosques de algarrobo han desaparecido y sólo quedan algunos árboles aislados y dispersos. La comparación de varios sectores representativos de su distribución, usando fotos aéreas tomadas entre 1954 y 1980, confirma la marcada reducción de esta especie. En la actualidad la mayor parte de la superficie está cubierta por el espinal; una 419

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Durante el siglo pasado, la Región de Tarapacá albergaba entre 60 y 70 mil hectáreas de un floreciente bosque de tamarugos. La demanda de leña de la industria salitrera condujo a le deforestación de casi el 90 por ciento del bosque nativo de la región. Actualmente, el bosque nativo de tamarugos está bajo severa amenaza por el sobrepastoreo de cabras, la extracción de leña y producción de carbón. Foto: Nicolás Piwonka.

sabana de espino (Acacia caven), con una densa cubierta de hierbas anuales exóticas. El espino estaba originalmente restringido al Chaco (región compartida por Argentina, Bolivia y Paraguay) y ahora presenta una amplia distribución en Sudamérica. La tardía aparición de semillas de espino en el registro arqueológico indica que es un colonizador más reciente que ha aprovechado las modificaciones antrópicas para expandir su distribución, cubriendo grandes áreas. Sin la presencia de herbívoros exóticos, la tasa de germinación del algarrobo es mucho mayor que la del espino; sin embargo, cuando las semillas de espino han pasado por el tracto digestivo del ganado, la tasa de germinación de sus semillas es cinco veces mayor; en cambio la germinación del algarrobo se reduce a una quinta parte. En terreno, con vacunos y conejos presentes, la sobrevivencia de las plántulas es mucho mayor en el espino y además sus plantitas son más tolerantes a las sequías; además el espino rebrota cuando es cortado o cuando los campos son arados. Todos estos factores explican su actual abundancia. La distribución espacial de las hierbas exóticas presentes en el piso de los espinales también se relaciona con la presencia de herbívoros; las exóticas son más abundantes en terrenos pastoreados y en suelos pobres, por su habilidad para soportar pastoreo, sequías y baja disponibilidad de nutrientes, lo que probablemente está relacionado con el hecho que tanto las hierbas como los herbívoros provienen

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del mediterráneo europeo, donde han coexistido por largo tiempo expuestos a intensas presiones de selección. La ausencia en Chile central de fuegos naturales es otro factor que afecta diferencialmente a las plantas nativas y las exóticas, ya que estas últimas parecen mejor preparadas para soportar los fuegos de origen antrópico (causado por actividad humana). En el caso de los animales, no se conoce en la mayoría de los casos su efecto sobre la vegetación, la flora o la fauna nativas. Sin embargo, para el conejo (Oryctolagus cuniculus) y la liebre (Lepus capensis) se han documentado efectos negativos sobre la vegetación nativa. La introducción del coatí (Nasua nasua) carnívoro de origen mesoamericano en la isla Robinson Crusoe ha puesto en riesgo la persistencia de varias especies de aves marinas que anidan en la isla. Un anfibio depredador nativo de África, como el sapo de garras (Xenopus laevis), que desde la Región Metropolitana está extendiendo su distribución por toda la zona central de Chile depredando peces y anfibios nativos. El mirlo (Molothrus bonariensis), especie introducida desde Argentina, tiene un efecto negativo sobre aves nativas como diucas (Diuca diuca), chincoles (Zonotrichia capensis), tencas (Mimus thenca) y loicas (Sturnella loyca), a las que parasita los nidos. Entre los invertebrados, la avispa chaqueta amarilla (Vespula germanica), introducida accidentalmente desde Europa en los años setenta, está presente desde Atacama hasta Magallanes, afectando el turismo, la producción de frutas, etc.

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La introducción desde fines del siglo XIX de especies hidrobiológicas exóticas, involuntariamente o para la acuicultura, la pesca deportiva, el comercio o el control biológico, ha resultado en la naturalización de 26 especies. Entre estas el pez dorado (Carassius auratus) y el chanchito (Cichlasoma facetum) fueron traídos como peces de acuario y de allí pasaron a nuestros cuerpos de agua; las gambusias (Gambusia holbrooki y Cnesterodon decenmmaculatus) se introdujeron para el control biológico de huevos y larvas de zancudos. Con fines de pesca y alimentación se liberaron (y se siguen liberando) en nuestros ríos y lagos peces como el pejerrey argentino (Odontesthes bonariensis) y varias especies de salmonídeos como la trucha café (Salmo trutta), la trucha arco iris (Oncorhynchus mykiss), la trucha de arroyo (Salvelinus fontinalis), entre otras. En 1993, se trajo al país el esturión blanco (Acipenser transmontanus), con fines de cultivo experimental en una piscicultura en Peñaflor, Región Metropolitana, y ya en 1998, pescadores lacustres capturaron con redes cuatro ejemplares en Tejas Verdes, en la desembocadura del río Maipo, lo que indica su posible aclimatación al país. Todas estas introducciones se hicieron sin evaluar los perjuicios o beneficios que dichas introducciones traerían. Varios trabajos científicos demuestran un fuerte impacto sobre los peces nativos, tanto por competencia por los mismos recursos como por depredación. Una presión adicional la representa el desarrollo de la salmonicultura en los últimos 25 años, que ha convertido a Chile en el segundo productor y exportador de salmones después de Noruega, pasando de 80 toneladas producidas en 1981 a 560.000 toneladas en 2004. Los principales sal-

monídeos cultivados son el salmón del Atlántico (Salmo salar), el salmón del Pacífico o coho (Oncorhynchus kisutch), la trucha arcoiris (Oncorhynchus mykiss) y el salmón chinook o rey (Oncohynchus tshawytscha). Debido a fuertes tormentas u otros eventos accidentales, varios millones de salmones han escapado de las jaulas. Estos escapes significan un gran impacto sobre la fauna local por competencia o por depredación —los salmones son carnívoros—; sin embargo, el seguimiento de algunos escapes masivos producidos en 1994 y 1995 en aguas interiores de Chiloé mostró que los salmones fueron disminuyendo a través del tiempo y se produjo su desaparición al cabo de unos cuatro años. En el ámbito marino, hay un enorme movimiento de especies exóticas transportadas alrededor del mundo en el “agua de lastre” de los navíos. Hoy, los diseños de las naves les permiten bombear agua de mar hacia sus tanques para lastrarlos. Esta agua de lastre, tomada a gran distancia, contiene una diversidad enorme de especies y constituye el principal vector para la transferencia de especies marinas a través del mundo. Más de 100 millones de toneladas de agua son transportadas anualmente y se calcula que se mueven diariamente alrededor de 3.000 especies en todo el mundo y que se introduce una especie cada 15 días en alguna parte del planeta. Estas especies pueden así incorporarse a un ecosistema acuático distinto de su hábitat nativo y realizar una invasión biológica que puede tener un impacto ecológico y económico significativo. En las aguas de lastre se transportan por ejemplo las algas unicelulares llamadas dinoflagelados, que son las responsables de algunas “mareas rojas” o floraciones

Los peces dulceacuícolas chilenos constituyen un grupo pequeño de especies y su gran importancia biológica está estrechamente ligada a su alto grado de endemismo. Muchas de estas se ubican —de acuerdo a las categorías de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)—, como Vulnerables o en Peligro de Extinción. Las causas de esta grave situación radican en la modificación de los hábitat, la contaminación, la pesca exagerada y sin control, y la introducción de especies exóticas, esta última vinculada principalmente a la acuicultura, en la foto vista aérea de un centro de cultivo en la Isla Grande de Chiloé. Foto: Nicolás Piwonka.

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algales. En Chile hay un piure (Pyura praeputialis) que se encuentra en la bahía de Antofagasta y que fue introducido a través de aguas de lastre desde Australia. En la actualidad se distribuye por cerca de 70 kilómetros de costa en la zona intermareal y submareal somera, aunque su efecto sobre nuestro ecosistema todavía no es bien conocido. El Océano Austral (o Antártico) se consideraba el último ecosistema marino libre de especies exóticas; sin embargo, recientemente se ha registrado una especie introducida: se trata del cangrejo araña (Hyas araneus), una especie originaria del Océano Ártico y del Atlántico Norte y que ha sido encontrada en las cercanías de la península antártica. Considerando que el tráfico de embarcaciones ha aumentado en los últimos años, la llegada de esta especie se habría producido a través del transporte accidental en aguas de lastre. Como parte del Plan de Acción de País para la implementación de la estrategia nacional de biodiversidad, Chile está estableciendo un programa nacional de control de especies invasoras que apunta a un marco regulatorio integrado, y a iniciativas de investigación sobre las especies invasoras y su impacto sobre la diversidad biológica y las actividades productivas. Se pondrá especial énfasis en el control y prevención de introducción de especies invasoras en el archipiélago Juan Fernández. Se constituirá un comité de coordinación interinstitucional y se avanzará en proyectos de control de especies invasoras terrestres y acuáticas, incluyendo medidas para controlar las aguas de lastre y el lavado de redes de la acuicultura. En el mediano plazo (2010) se contempla iniciar medidas de control respecto a especies exóticas invasoras, contando para ello con un marco regulatorio adecuado.

Sobreexplotación de especies La sobreexplotación de las especies constituye también un importante factor de pérdida de biodiversidad. Particularmente sensibles a esta forma de presión han sido nuestras especies insulares. En Isla de Pascua fueron extintas dos especies endémicas, la palma Paschalococos disperta y el toromiro Sophora toromiro, ambas utilizadas por los primeros colonizadores polinesios como recurso maderable y para la obtención de fibras. La escasez de plantas leñosas alternativas y el rápido crecimiento de la población nativa condujo rápidamente a la extinción de la palma, que alcanzó a ser vista por viajeros europeos de los siglos XVI y XVII. Aunque muchos botánicos dudaban de la veracidad de estos registros, el descubrimiento reciente de semillas semifósiles en yacimientos arqueológicos permitió establecer su extinción en tiempos históricos. En el caso del toromiro, la existencia de ejemplares vivos en jardines botánicos y colecciones de Europa ha permitido desarrollar iniciativas de conservación para la reintroducción de la especie; sin embargo, los intentos no han mostrado resultados alentadores en condiciones silvestres, críticamente condicionados por la variación genética ya perdida y la fuerte modificación del ambiente isleño (no queda un hábitat natural para la especie). La extinción del sándalo de Juan Fernández (Santalum fernandezianum) es otro ejemplo de explotación irracional de los recursos naturales. Hasta inicios del siglo XVII, el sándalo se hallaba en las dos islas principales del archipiélago, Alejandro Selkirk y Robinson Crusoe. La extracción continua de ejemplares por su preciado valor maderero hizo que a finales del siglo XIX sólo un sándalo quedase vivo, el mismo que fue utilizado para la descripción científica formal de la especie, ya en clara vía de extinción.

En 1935 se creó el Parque Nacional Archipiélago Juan Fernández, uno de los lugares de mayor interés botánico en el mundo. Sólo en 1974 se estableció una oficina de administración del Parque y en 1976 se publicó su Plan de Manejo. El año 1977 fue declarado Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco y a partir de 1985 comienzan los ensayos de propagación de las especies nativas, teniendo a la fecha más del 60 por ciento de las especies endémicas en cultivo. Foto: Nicolás Piwonka.

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No obstante haber sido intensamente cazado durante el siglo XIX, actualmente las poblaciones de lobo fino antártico se han recuperado, aunque hay una alta incidencia de albinismo por pérdida de variabilidad genética. Foto: Doris Oliva.

Un ejemplo en relación a la presión de especies para jardinería lo constituye el azulillo Tecophilea cyanocrocus, planta de bulbo —geófita—, descubierta en 1862 cerca de Santiago. Ya en 1865, estaba disponible en los mercados de bulbos de Europa, donde ha sido usada profusamente en jardinería y propagada principalmente en forma vegetativa. La especie fue considerada extinta en su entorno natural, hasta que hace poco se redescubrió una pequeña población en la zona andina de la Región Metropolitana. El análisis genético de bulbos cultivados en un jardín botánico inglés indicó una baja variabilidad genética de aquellos bulbos cultivados hasta 1994. Con posterioridad a esa fecha, se adicionaron a la colección bulbos provenientes de otros viveristas, especialmente de Holanda, lo que permitió aumentar la diversidad genética. La variabilidad genética de la población redescubierta en la naturaleza aún no ha sido evaluada y se desconoce si los bulbos cultivados son capaces de sobrevivir en su ambiente original de la cordillera. Si para los vegetales la sobreexplotación de especies leñosas o de valor ornamental ha constituido históricamente una amenaza importante para la conservación de especies, para los vertebrados la caza para obtención de pieles ha constituido un factor tradicional en la extinción de especies. La chinchilla (Chinchilla lanigera), roedor cuyo pelajes es uno de los más finos y suaves de todos los mamíferos, es representativo. Su caza comercial comenzó en 1828 y desde entonces el mercado y la demanda por sus pieles en Estados Unidos y Europa fueron en aumento, a tal punto, que el número de pieles exportadas entre 1900 y 1909 sobrepasó las 250 mil por año. La intensa explotación no fue sustentable y el número de chinchillas cazadas por año declinó hasta declararse comercialmente extinta en 1917. Esto, unido a la veda impuesta sobre la especie, provocó un aumento de los precios y de la demanda por pieles, lo que redundó en la caza furtiva y más sobreexplotación. Posteriormente, el establecimiento de criaderos donde se logró la mejora de sus características peleteras —por ejemplo, establecer colores y calidades uniformes— redujo la presión sobre los animales silvestres. Sin embargo, entre 1935 y 1965 se exporta-

ron cerca de 1.200 chinchillas vivas para nutrir los criaderos (principalmente para producción de mascotas). Durante años, se consideró, que sus poblaciones podían estar extinguidas, hasta que en los años setenta se descubrió la existencia de algunas áreas naturales con presencia de la especie. En la actualidad, las chinchillas están consideradas en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y han sido incluidas en el apéndice I de CITES (convenio que regula el comercio internacional de flora y fauna silvestre). Además, una población de la Región de Coquimbo está protegida, a través de una Reserva Nacional, de amenazas como la caza, el sobrepastoreo por cabras o la explotación de su hábitat (por extracción de leña, entre otros). Junto con las chinchillas, Chile exportó grandes cantidades de pieles de nutria (Lontra felina y Lontra provocax), zorros (Pseudalopex culpaeus y Pseudalopex griseus) y lobos finos (Arctocephalus australis y Arctocephalus philipii). Entre 1910 y 1984, Chile exportó más de 5 millones de pieles, de las que 1.550.000 fueron especies nativas. Como la caza no tenía ningún control, se produjo una sobreexplotación, que hizo prácticamente desaparecer especies como los lobos finos y las nutrias. Tras la disminución de los lobos finos, la explotación se volcó hacia los “popis” (neonatos) del lobo común (Otaria byronia). Las pieles de los adultos no tienen valor peletero; en cambio, la de los recién nacidos es equivalente a de los lobos finos adultos (aunque mucho más pequeñas, por lo que se requiere de más animales). Con la promulgación de la Ley de Caza, en 1929, se logró un mejor control y una mayor protección; sin embargo especies nativas de gatos (familia Felidae) sólo fueron protegidos en 1972 y el zorro culpeo fue protegido recién en 1980. Cuando las especies silvestres disminuyeron, la caza se dirigió hacia especies introducidas, como la liebre y el conejo. El lobo fino antártico (Arctocephalus gazella), fue intensamente cazado durante el siglo XIX en las islas Georgia y Shetland del Sur. Con el cese de la explotación lobera, la población de las islas Georgia del Sur comenzó a recuperarse y a colonizar zonas de reproducción en las islas Shetland del Sur. Los primeros ejemplares se observaron en la década de 423

Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

1950 y luego el crecimiento siguió un modelo exponencial. La homocigosidad se expresa en una alta incidencia de lobos albinos en la población. La captura de ejemplares como mascotas constituye también una fuerte presión para ciertas especies. Anfibios y reptiles recibieron una fuerte presión en Chile entre 1984 y 1988 cuando se exportaron para su uso como mascotas más de 170 mil ejemplares de diversas especies de ranas, sapos, culebras y lagartos, la mayoría de ellos extraídos de las regiones centrales (IV a IX). Además se exportaron más de 5 mil mamíferos (alpacas, chinchillas, varias especies de roedores) y más de 16 mil ejemplares de aves (loros, tórtolas, paseriformes). Se estima que, al menos para anfibios y reptiles, sólo entre el 25 y el 30 por ciento de los animales capturados fueron exportados y el resto corresponde a pérdidas por mortalidad o deterioro —por ejemplo, mutilaciones—, ocurridas por manejo inadecuado en cautiverio. Frente a la sobreexplotación, la respuesta usual ha sido establecer medidas específicas de control; por ejemplo, en Chile la caza y explotación comercial de fauna se ha realizado sin mayor control, lo que ha provocado una marcada disminución de varias especies. Por ello, ya en 1893, se comenzó a regular la caza de lobos marinos; en 1910 se vedó la caza de la chinchilla y en 1929 se promulgó la Ley de Caza, una de las primeras de Latinoamérica, que estableció la prohibición de cazar ciertas especies y reguló la caza de muchas otras, fijando períodos de veda y números máximos de piezas por cazador. Algo similar ocurrió con la flora, especialmente aquella de tipo arbóreo. En 1855, el Código Civil estableció que quien haga uso de un predio debe “conservar el bosque en su ser”, reponiendo los árboles que se derriben. El Reglamento General de Corta, de 1883, se considera la primera ley de bosques ya que establece normas de protección del bosque, que se mantuvieron en los decretos leyes de 1925 y 1931. Este mismo año se promulgó la Ley de Bosques, la que definió terrenos de aptitud forestal, permitió crear Parques y Reservas Nacionales, condicionó el uso del fuego y creo un sistema de sanciones a las infracciones relacionadas con el uso del bosque. Actualmente hay varios reglamentos específicos que protegen especies como quillay (Quillaja saponaria), ulmo (Eucryphia cordifolia), tineo (Weinnmania trichosperma), yareta (Azorella compacta), palma chilena (Jubaea chilensis), tamarugo (Prosopis tamarugo), chañar (Geoffrea decorticans), guayacán (Porlieria chilensis), olivillo (Aextoxicon punctatum), carbonillo (Cordia decandra), espino (Acacia caven), boldo (Peumus boldus), maitén (Maytenus boaria), litre (Lithrea caustica), bollén (Kageneckia oblonga), araucaria o pehuén (Araucaria araucana), alerce (Fitzroya cupressoides) y copihue (Lapageria rosea). En los sistemas marinos la pérdida de biodiversidad a nivel específico requiere de un análisis que varía según el tipo de población y los ciclos de abundancia de esas poblaciones, que están relacionados con ciclos ambientales y temporales de mediana y gran escala. En el caso de un recurso apetecido como el loco (Concholepas concholepas), con la apertura de los mercados externos a mediados de los años setenta se produjo una disminución drástica de sus poblaciones y de 424

las tallas de los ejemplares extraídos, por lo que en 1987 se decretó una veda total para la especie en todo el territorio. El stock explotable de locos quedó restringido a zonas de difícil acceso en la zona norte del país, zonas profundas donde los buzos no pueden acceder y zonas en la XI y XII Región donde la actividad económica no estaba muy desarrollada. Al tratarse de una población abierta con estados larvarios largos con una alta dispersión fue posible la repoblación natural de las zonas sobreexplotadas. Por lo tanto, a pesar de la sobreexplotación, el loco no llegó a estar en peligro de extinción y es difícil que llegue a estarlo. Otros invertebrados como la jibia (Dosidicus gigas) tienen poblaciones que siguen ciclos ambientales de largo plazo. En algunos períodos, la jibia desaparece de las costas de Chile y en otros presenta abundancias muy altas que afectan las poblaciones de sus presas (peces pequeños y merluzas). En los últimos años se reconocen tres momentos de abundancia: a fines de los años sesenta, a principios de los noventa y durante los años 2004-2005.

ESTADO DE CONSERVACIÓN A nivel internacional se han implementado los “Libros Rojos”, listados que categorizan las especies de flora y fauna en diferentes grados de amenaza y que sirven de base para planes de protección, manejo o restauración. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) introdujo hace más de 40 años la modalidad de categorizar las especies en diferentes grados de amenaza, opción que ha sido reconocida y utilizada a nivel internacional. Su valor es que designan de una manera fácil de comprender las especies en riesgo y permiten desarrollar y dirigir medidas específicas y priorizadas de protección. Para jugar un rol efectivo en la conservación, las categorías usadas en los Libros Rojos deben contar con ciertas características, como, por ejemplo, ser aplicables a un amplio rango de grupos taxonómicos —aun cuando estos difieran en historias de vida y rasgos biológicos básicos—, ser aplicables a niveles de especie, subespecie o variedad y a escalas regionales o nacionales. Asimismo, la clasificación debe ser factible, independiente del nivel de información que se posea sobre el taxón a clasificar. Varias especies chilenas han sido categorizadas por la UICN y algunos de sus criterios están a la base del procedimiento de clasificación de especies en categorías de conservación contemplado en la Ley de Bases del Medio Ambiente, e implementado desde 2005 por la Comisión Nacional del Medio Ambiente, CONAMA. En Chile, en la década de 1980, la CONAF organizó reuniones de especialistas para producir los primeros Libros Rojos (flora terrestre, vertebrados, y sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad); posteriormente, la CONAMA y el Museo Nacional de Historia Natural, usando también la consulta a expertos, complementaron o actualizaron la información de los primeros Libros Rojos. El Reglamento de la Ley de Caza también establece estados de conservación para los vertebrados terrestres —anfibios, reptiles, aves y mamíferos— y se ha utilizado como referencia en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. En el cuadro 5 se

Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad

El crecimiento industrial impulsado sin criterios de sustentabilidad medioambiental ha ido en detrimento de importantes recursos vegetacionales del país; afectando finalmente el desarrollo futuro de la sociedad. En las fotos, algarrobo (San Pedro de Atacama) y palma chilena (Parque La Campana), algunas de las especies consideradas amenazadas por los expertos. Con el objeto de conservar la diversidad biológica y la preservación de dichas especies, la Ley General de Bases del Medio Ambiente establece que deben mantenerse actualizados los inventarios de nuestra flora silvestre. Fotos: Nicolás Piwonka.

muestra un ejemplo de categorización de anfibios usando el criterio de experto (publicada por CONAF en 1993) y una reciente, realizada usando características biológicas como distribución geográfica, abundancia, uso de hábitat, dieta, etc. Los anfibios están declinando en todo el mundo, su disminución es mayor que la de otras especies de vertebrados (reptiles, aves o mamíferos), y ocurre más marcadamente en América. La causa de esto aún no es clara (se le llama “declinación enigmática”) y se ha relacionado con fenómenos como lluvia ácida, aumento de radiación ultravioleta, contaminación química del agua y el aire, y la diseminación a gran escala de un hongo patógeno; pero a ella se suman los factores antes mencionados: sobreexplotación —para uso como mascotas— y destrucción del hábitat. Otros documentos producidos por los especialistas dan cuenta de la situación de conservación de ciertos grupos. Recientemente, un conjunto de especies de árboles y arbustos del centro-sur del país, considerados amenazados según criterio de expertos fue reclasificado usando los criterios de la UICN, utilizándose para ello la información publicada e información poblacional y distribucional recolectada en terreno, en una iniciativa conjunta de la Universidad Austral de Chile y el Real Jardín Botánico de Edimburgo. Se realizan además recomendaciones para la propagación de las especies estudiadas. En el cuadro 4 se muestra un ejemplo de una clasificación realizada por criterio de expertos convocados por CONAF y la clasificación con los criterios UICN. Para los líquenes, extremadamente sensibles a las modificaciones incluso atmosféricas, por lo que son considerados bioindicadores de contaminación, se ha determinado que 58 especies (4,2 por ciento de la riqueza del país) se encuentran con algún estatus de conservación comprometido (véase el cuadro 1), en todo o sólo una porción de su rango de distribución. Especialmente destacables son las regiones I, II, IV, V (incluyendo el archipiélago Juan Fernández), RM, VII, VIII, y XI, ya que concentran diez o más especies de líquenes con estatus de conservación comprometido, siendo la principal causa de pérdida de flora liquénica las modificaciones del hábitat, incluida la contaminación del aire. Para los helechos (o pteridófitas), una evaluación reciente

consideró que el 73,5 por ciento de las especies presentan un estatus de conservación comprometido en todo o parte de su rango de distribución. Nuevamente, las modificaciones del hábitat parecen ser la principal causa de este hecho. La mayor parte de estos casos están concentrados en el archipiélago Juan Fernández (véase el cuadro 3). Las angiospermas (plantas con flores) representan la flora vascular más diversa, con unas 4.600 especies, representadas por 1.100 monocotiledóneas y 3.500 dicotiledóneas. De ellas, sólo 65 especies han sido incluidas en el “Libro Rojo de la Flora de Chile” (que incluye los arbustos y árboles y no las hierbas ni las suculentas). Esto equivale al 1,2 por ciento de las especies de todo el grupo (véase el cuadro 1). La mayor parte de estas especies se encuentran entre la IV y la X Región, el área de Chile continental con mayor tasa de endemismo, pero también la de mayor impacto humano. De estas especies, el 10 por ciento se encuentra en peligro (muy alto grado de amenaza), el 40 por ciento es vulnerable (alto grado de amenaza), mientras que el 50 por ciento es considerada rara (muy baja abundancia en condiciones naturales). Esta última categoría se asocia al estrecho rango distribucional de tales especies, las que se hallan en sólo una o dos regiones administrativas de Chile continental y en algunos casos están restringidas a una o unas pocas localidades o a un alto grado de modificación del ambiente donde viven. Ejemplos de estas especies son la avellanita (Avellanita bustillosii), el belloto del sur (Beilschmiedia berteroana), el voqui fuco o michay rojo (Berberidopsis coralina), el michay de Paposo (Berberis litoralis), la dalea (Dalea azurea), el keule (Gomortega keule), la metarme (Metharme lanata), el ruil (Nothofagus alessandrii), el pitao (Pitavia punctata), el lucumillo (Myrcianthes coquimbensis) y la valdivia (Valdivia gayana). En vertebrados, los animales más conocidos porque son las especies más grandes, más conspicuas y muchas de importancia comercial —como los peces—, la diversidad alcanza a 1.866 especies, 1.030 peces (tanto marinos como de agua dulce), 51 anfibios, 135 reptiles (incluyendo las tortugas marinas), 502 aves (terrestres, acuáticas y marinas; residentes y visitantes) y 148 mamíferos (terrestres y marinos) (véase el cuadro 2). Se incluye en esta cifra tanto las especies 425

Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

Cuadro 1. Composición florística de Chile y proporción de especies que han sido sugeridas en algún estatus de conservación comprometido.

Clase

Riqueza específica

Plantas con flores Pinos y cipreces Helechos Musgos Hepáticas Líquenes Hongos

5.000 16 160 950 350 1.380 3.300

% de especies comprometidas 1,2% 12,5% 73,5% No determinado No determinado 4,2% No determinado

Cuadro 2. Riqueza de especies nativas de vertebrados de Chile y proporción de especies que han sido consideradas en algún estatus de conservación comprometido.

Clase

Riqueza específica

Peces continentales Anfibios Reptiles Aves Mamíferos

46 51 125 502 148

% de especies comprometidas 95% 72% 90% 14% 47%

Cuadro 3. Descriptores florísticos para las islas oceánicas chilenas, archipiélago de las Desventuradas; Isla de Pascua; archipiélago Juan Fernández.

Taxa

Flora pre-europea Desventuradas

I. de Pascua

J. Fernández

Total

0 2 21 23 87% -

14 15 15 44 13.6% -

52 39 110 201 59.7% -

24.6 % 20.9 % 54.5 % 268 50.9 % -

Helechos Monocotiledóneas Dicotiledóneas Total de especies Endemismo Naturalizadas

Flora post-europea Desventuradas

I. de Pascua

J. Fernández

Total

0 7 26 33 60% 30%

14 40 67 121 2% 83%

52 79 282 413 27.2% 51.3%

11.6 % 22.2 % 66.1 % 567 24.6 % 36.7 %

Monocotiledóneas = el embrión lleva una hoja o cotiledón que almacena reservas alimentarias. Dicotiledóneas = el embrión lleva dos hojas o cotiledones, que son reservas alimentarias.

Cuadro 4. Estado de conservación de algunos árboles y arbustos.

Nombre común

Nombre científico

CONAF 1989

Araucaria Ciprés Avellanita Belloto del Sur Coralillo o Michay Rojo Naranjillo Keule Palma Chilena Lucumillo Ruil Radal enano Mañío Lleuque

Araucaria araucana Austrocedrus chilensis Avellanita bustillosi Beilschmiedia berteroana Beberidopsis corallina Citronella mucronata Gomortega keule Jubaea chilensis Myrcianthes coquimbensis Nothofagus alessandrii Orites myrtoidea Podocarpus salignus Prumnopitys andina

Vulnerable Vulnerable En Peligro En Peligro En Peligro Rara En Peligro Vulnerable En Peligro En Peligro Rara No citada Rara

Hechenleitner y otros, 2005 Vulnerable Vulnerable En Peligro Crítico En Peligro En Peligro Datos insuficientes En Peligro Vulnerable En Peligro En Peligro Crítico En Peligro Crítico Vulnerable Vulnerable

Comité Clasificación CONAMA 2006-2007 Vulnerable Fuera de Peligro En Peligro y Rara En Peligro En Peligro y Rara No clas. aún por el Comité En Peligro Vulnerable En Peligro En Peligro y Rara No clas. aún por el Comité No clas. aún por el Comité No clas. aún por el Comité

Cuadro 5. Estado de conservación de algunos anfibios de Chile.

Nombre común

Nombre científico

Sapo de rulo Bufo arunco Sapo de rulo nortino Bufo atacamensis Sapo de rulo andino Bufo spinulosus

426

Vulnerable Vulnerable Vulnerable

Díaz-Páez y Ortiz, 2003 Fuera de Peligro Fuera de Peligro Inadec. Conocido

CONAF 1993

Ranita de ceja

Batrachyla taeniata

Vulnerable

Fuera de Peligro

Sapo de isla Mocha Sapo popeye Rana chilena

Rara Eupsophus insularis En Peligro Alsodes nodosus Caudiverbera caudiverbera Vulnerable

Rara Inad. Conocido Vulnerable

Rana dorada

Hylorina sylvatica

Inad. conocida Fuera de Peligro

Sapo cuatro ojos

Pleurodema thaul

Inad. conocida Fuera de Peligro

Ranita Darwin

Rhinoderma darwini

Vulnerable

Vulnerable

Ranita Darwin café Sapo de Miguel

Rhinoderma rufum Eupsophus migueli

En Peligro En Peligro

En Peligro Rara

Comité Clasificación CONAMA 2006-2007 No clas. aún por el Comité No clas. aún por el Comité No clas. aún por el Comité Regiones V a VII: Insuficientemente Conocida En Peligro y Rara No clas. aún por el Comité Vulnerable Regiones VIII a IX: Insuficientemente Conocida No clas. aún por el Comité

Regiones VIII a IX: En Peligro Regiones X a XI: Insuficientemente Conocida Insuficientemente Conocida y Rara

En Peligro y Rara

Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad

nativas (y las endémicas) como las introducidas, y las especies residentes y las migratorias (aquellas que se mueven de una región a otra en forma cíclica y predecible). Las tortugas marinas, varios mamíferos marinos (cetáceos) y muchas aves marinas (por ejemplo, albatros y petreles), costeras (como chorlos y playeros) y terrestres (algunas golondrinas, el fíofío) son consideradas especies migratorias. Entre estos grupos, los peces de agua dulce, los anfibios y los reptiles se consideran amenazados de extinción por diversos factores (depredación, competencia, explotación, entre otros). Existen especies con distribuciones muy reducidas como los “carachis”, pequeños peces del género Orestias que viven en ríos y salares del altiplano. Muchos cuerpos de agua actuales son los remanentes de un gran lago que existió en el pasado; el aislamiento en que han vivido ha permitido su separación en diferentes especies como Orestias ascotanensis en el salar de Ascotán, Orestias agassii en el salar del Huasco, Orestias chungarensis en el lago Chungará y Orestias laucaensis restringida al río Lauca. El sapo de isla Mocha (Eupsophus insularis) y el degú de isla Mocha (Octodon pacificus) son especies endémicas y amenazadas que habitan en esa isla ubicada a 35 kilómetros del continente en la Región del Biobío. Numerosas especies ven su estado de conservación comprometido por enfrentar procesos significativos de pérdida de su patrimonio genético. A ese respecto la identificación de los patrones de variación genética entrega mucha información respecto a su estado de conservación. Hasta la fecha, se han realizado pocos estudios que hayan explorado los patrones de variación genética en especies chilenas de interés en conservación, aunque su número es creciente. Un análisis preliminar realizado para el picaflor de Juan Fernández (Sephanoides fernandensis), endémico de la isla Robinson Crusoe, reveló que presenta menor variación genética que la que muestra el picaflor chico (Sephanoides sephanoides), un pariente que habita tanto en la isla como en el continente. Un estudio genético realizado sobre el zorro de Darwin (Pseudalopex fulvipes), considerado una subespecie o raza geográfica del zorro chilla (Pseudalopex griseus), permitió validar su estatus de especie plena y establecer también su menor variabilidad génica en relación a las otras dos especies de más amplia distribución en el país: la chilla y culpeo (Pseudalopex culpaeus). Esta evidencia ha sugerido que el zorro de Darwin —cuya distribución actual incluye la Isla de Chiloé y las partes más altas de la cordillera de Nahuelbuta—, estaría constituido por poblaciones relictas, esto es, remanentes de un antiguo linaje que antes tuvo una mayor distribución geográfica. Un estudio similar, realizado con el gato montés andino (Oreailurus jacobita), conocido por unos pocos ejemplares de museo, ha revelado que su variación genética es mayor a la esperada para sus reducidos tamaños poblacionales. Para el puma (Puma concolor), los estudios genéticos han mostrado que esta especie muestra una marcada variación entre poblaciones. En el ámbito de la flora, un estudio de la distribución espacial y los niveles de variación genética del alerce (Fitzroya cupressoides), mostró que la mayor parte de la variación genética de esta especie se halla entre poblaciones ubicadas en distintas localidades, mientras que al interior de cada pobla-

ción se registra un mayor nivel de homogeneidad genética. Debido a que algunas poblaciones han mostrado mayores niveles de variación genética que otras, se ha propuesto enfocar la conservación del patrimonio genético del alerce a través de la protección de dichas poblaciones.

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