CARACTERISTICAS DE LA PERSONA QUE MINISTRA (Las Ciudades de Refugio)

No. 387 CARACTERISTICAS DE LA PERSONA QUE MINISTRA (Las Ciudades de Refugio) INTRODUCCION: Después de haber sacado al pueblo de Israel de la esclavitu

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Colunga La function operative de la ciudades La función operativa de las ciudades El caso de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, México Dr. Leopoldo COLUN

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No. 387 CARACTERISTICAS DE LA PERSONA QUE MINISTRA (Las Ciudades de Refugio) INTRODUCCION: Después de haber sacado al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, Dios comenzó a darles mandamientos, estatutos y decretos que habrían de regir los diferentes aspectos de la vida, dentro de los cuales se incluyen ordenanzas específicas referentes al homicidio y la violencia. Dentro de estas leyes estaba establecido que si una persona cometía un homicidio también debía morir, pero si había cometido homicidio sin intención o por accidente, debía refugiarse en un lugar señalado para ello (Exo. 21:12­13). Luego, cuando Dios le dio instrucciones al pueblo de Israel con respecto a las ciudades que deberían dar a los levitas para que pudieran habitar en medio del pueblo, estableció que deberían darles cuarenta y ocho ciudades en total, de las cuales deberían escoger seis como Ciudades de Refugio, siendo los lugares señalados para que el homicida huyera y fuese librado del vengador de la sangre (Núm. 35:1­ 8), lo cual constituye una figura para nosotros que somos el Israel de Dios. (

DESARROLLO: Cuando ocurría un homicidio en Israel, Dios había establecido conforme al Antiguo Pacto, que la persona que hería de muerte a otra persona, tenía que morir también, porque la sangre derramada contaminaba la tierra y la única forma de hacer expiación por la tierra a causa de la sangre derramada en ella, era por medio de la sangre de la persona que la había derramado (Exo. 21:12; Núm. 35:33­34), sin embargo Dios también estableció que si lo había herido de muerte sin intención, sin haber tenido enemistad anteriormente con él o por accidente, el homicida debía huir del vengador de la sangre a una ciudad de refugio hasta que compareciera delante de la congregación para ser juzgado (Exo. 21:13; Núm. 35:9­15), Ahora bien, si entendemos que las cosas que fueron escritas en tiempos pasados fueron escritas para nuestra enseñanza, a fin de que por medio de la perseverancia y el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza (Rom. 15:4), es indudable que todo lo que se ha descrito anteriormente con respecto a las leyes sobre el homicidio, contiene una enseñanza para nuestra vida en el Nuevo Pacto que habrá de darnos consuelo y esperanza, de manera que es importante que analicemos cada uno de los personajes y aspectos que intervienen en esta figura, tal como se describe a continuación.

EL HOMICIDA: En términos generales describe a una persona que ha pecado, por cuanto el homicidio es un hecho que quebranta la Ley de Dios (Exo. 20:13), sin embargo Dios hace una clasificación entre la persona que cometía homicidio de manera premeditada y el que cometía homicidio sin intención o por accidente, de tal manera que cuando el homicidio era premeditado, el homicida moría indefectiblemente (Núm. 35:20­21), siendo figura de una persona que practica el pecado (1 Juan 3:8­9) para quien no queda sacrificio alguno por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio (Heb. 10:26­ 31) pero cuando el homicidio era sin intención o por accidente, el homicida debía ser librado del vengador de la sangre en una ciudad de refugio (Núm. 35:22­25) lo que representa a una persona que cometió un pecado, para el cual ha sido designado el Señor Jesucristo como Abogado para con el Padre y como propiciación por el pecado (1 Juan 2:1­2) por cuanto Dios es tan misericordioso que no juzga solamente las acciones, sino también las actitudes de la persona que ha pecado contra El. LA CONGREGACIÓN: En el Antiguo Pacto el homicida debía comparecer ante la congregación de Israel, representada por los ancianos, quienes debían oír y juzgar el caso (Núm. 35:24; Jos. 20:1­4) para determinar si el homicida era culpable o si había cometido homicidio sin intención, debiendo también entregarlo al vengador o a la ciudad de refugio, según lo que hubieren juzgado (Núm. 35:25; Deut. 19:11­13). Esto significa que en el Nuevo Pacto los ancianos de una congregación deben juzgar los diferentes casos de pecados y determinar si la persona debe ser entregada al vengador o debe ser restaurada en una ciudad de refugio. EL VENGADOR: Es la persona que debía dar muerte al homicida cuando se encontrara con él, a fin de hacer expiación por la tierra, a causa de la sangre que había sido derramada en ella. El término vengador se traduce del vocablo hebreo Go’el que también se utiliza para describir a un redentor o a un pariente cercano, de manera que en el Antiguo Pacto era el pariente más cercano a la persona que había muerto quien debía dar muerte al homicida, siendo figura de tres personas diferentes que hacen la función de vengador en el Nuevo Pacto, disciplinando, castigando o azotando a una persona que ha cometido un pecado en contra del Cuerpo de Cristo, con el propósito de hacer expiación y quitar la contaminación. Dios (Nahúm 1:1­2; Salmos 94:1­2; 1 Tesalonicenses 4:3­6). Una Autoridad (Romanos 13:1­4). Satanás (1 Corintios

5:1­5).

LA CIUDAD DE REFUGIO: Era el lugar designado por Dios para que acudiera allí la persona que hubiese cometido homicidio sin intención, tanto antes de ser juzgado por los ancianos con el propósito de librarle del vengador de la sangre, como después de haber sido juzgado, a fin de ser restaurado allí hasta la muerte del sumo sacerdote (Núm. 35:12,24,25). Las ciudades de refugio representan para el Nuevo Pacto a las personas que han alcanzado cierto nivel de madurez y tienen la capacidad para ministrar a aquéllos que han cometido un pecado, con el propósito de librarlos del vengador y de restaurarlos con un espíritu de mansedumbre (Gál. 6:1). Estas personas deben tener características específicas que les permitan hacer correctamente la función para la cual han sido designadas por Dios, las cuales están descritas en los siguientes aspectos: Características Generales: Es interesante notar que Dios designó seis ciudades de refugio, porque en el contexto bíblico el número seis es número de hombre, porque a lo largo de toda la Biblia siempre aparece relacionado con la humanidad. Esto significa que Dios designó a seres humanos para hacer la función de ministrar a su pueblo, con el propósito de que el pueblo no ponga su confianza en los hombres sino en Dios, sin tomar este aspecto como una excusa para no buscar ministración. De la misma manera, la persona que ha sido designada por Dios para ministrar debe obrar con benignidad o compasión para con las personas que ministra, porque él mismo está sujeto a flaquezas (Heb. 5:1­3). Por otra parte, también es importante notar que las ciudades de refugio debían estar ubicadas en el centro de un campo de pastoreo (Núm. 35:1­5 – Dios Habla Hoy), lo cual significa en primer término que las personas que ministran deben estar bajo la autoridad y la cobertura de un ministerio pastoral; en segundo término, es muy importante que haya un lugar específico dentro de la congregación destinado para la ministración, para que el pueblo pueda acudir allí y ser atendido, de manera que no es correcto que una persona vaya a ministrar a otra en su casa, excepto por alguna delegación pastoral en casos específicos. Características Específicas: Además de lo que se explicó con anterioridad existen otras características importantes que debe tener la persona que ministra, las cuales están descritas en la Biblia, tomando como figura el significado de los nombres y la ubicación de cada una de las ciudades de refugio, según están descritas en Josué 20:1­9. Cedes (Heb. Kedesh): Significa Lugar Santo y se deriva del verbo Kadash que puede ser traducido como consagrar o santificar, dando a entender que la persona que ministra debe buscar la santidad y consagrarse a Dios. Cedes estaba ubicada en Galilea (Heb. Galiylah) que significa distrito, y era el nombre de un grupo de veinte ciudades al Norte de Samaria; esto nos enseña que la persona que ministra no debe ser una persona solitaria o aislada (ver Prov.

18:1 – La Biblia de las Américas), sino debe formar parte de un equipo ministerial que trabajan en armonía. Por otra parte, estaba dentro del territorio de la tribu de Neftalí (Heb. Naphtaliy) que significa lucha o contienda, dándonos a entender que la persona que ministra debe ser alguien dispuesto a pelear batallas espirituales por sí mismo y por las personas a quienes ministra. Siquem (Heb. Shekem): Significa hombro que, en el contexto bíblico representa responsabilidad; además de esto, los levitas transportaban el Arca del Pacto sobre sus hombros (1 Cro. 15:15), dándonos a entender que la persona que ministra debe ser responsable en la función que le ha sido encomendada y debe hacerlo con el Arca del Pacto sobre sus hombros, es decir, teniendo comunión constante con Dios, de manera que también pueda colocar un manto sobre sus hombros para cubrir la desnudez de aquéllos a quienes ministra, tal como hicieron los hijos de Noé (Gén. 9:20­23). Siquem estaba ubicada en la región montañosa de Efraín (Heb. Ephrayim) que significa doblemente fructífero, dando a entender que la persona que ministra debe abundar en frutos agradables a Dios. Quiriat­arba (Heb. Qiryath ha­Arbá): Significa Ciudad de Cuatro que es un número que representa equilibrio, de manera que la persona que ministra debe ser equilibrada en los diferentes aspectos de su vida. Además de esto, Quiriat­ arba también era conocida con el nombre de Hebrón que significa asociación y se deriva del verbo Habar que significa unir o unirse a alguien, lo cual denota que la ministración siempre debe ir enfocada hacia la unidad, tanto dentro del contexto familiar como dentro del Cuerpo de Cristo. Hebrón estaba ubicada en el territorio de Judá (Heb. Yehuwdah) que significa alabado, dando a entender que quienes ministran deben ser personas de buen testimonio, lo que hace que sean alabadas por otras personas (comparar Rom. 13:3; 1 Cor. 11:2;). Beser (Heb. Betser): Significa fuerte o fortaleza por lo que se entiende que las personas que ministran deben ser personas fuertes en los diferentes aspectos de su vida, principalmente en cuanto a su carácter y su conciencia sabiendo que no son fuertes por su propia fuerza, sino por la fuerza que proviene de Dios (ver 2 Cor. 12:9­10). Esta ciudad se ubicaba en el territorio de la tribu de Rubén que significa Ved, un hijo, dándonos a entender que las personas que ministran deben conducir a la persona que es ministrada a no poner su mirada en él, sino en el Hijo de Dios que es el único que nos puede librar de la ley, del pecado y de la muerte (Rom. 7:24­25). Ramot (Heb. Ra’moth): Significa alturas, se ubicaba en la región de Galaad (Heb. Gilad) que significa región rocosa y representa el lugar que busca el águila para ser rejuvenecida (Sal. 103:5), es decir, una roca que se encuentra en las alturas de los montes, en donde ser transformada. Esta ciudad se encontraba dentro del territorio de Gad, cuyo significado es fortuna o afortunado y nos habla de una vida plena o vida en abundancia, Golán (Heb. Go’lan): Se origina del verbo Galah que significa descubrir o remover, haciendo referencia a la función de la ministración de descubrir por medio de los dones y las manifestaciones del Espíritu Santo (1 Cor. 12:4­11) la

condición interna de la persona que está siendo ministrada. Esta ciudad pertenecía a la región de Basán (Heb. Bashan) que significa fructífero o fértil, siendo figura del corazón del hombre en donde se siembra la semilla que es la Palabra de Dios y da fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno. Golán se encontraba en el territorio de Manasés (Heb. M’enashsheh) que significa el que hace olvidar que debe ser una característica importante de la persona que ministra. CONCLUSION: La ministración es el medio que Dios ha establecido para que su pueblo sea perfeccionado y pueda alcanzar la estatura del varón perfecto, designando para este efecto a personas con características específicas que les permiten ser semejantes a una ciudad de refugio, a donde puede acudir toda persona que ha quebrantado los mandamientos del Señor, a fin de ser librado del vengador y ser restaurado por medio de la sangre que fue derramada por el Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto, es decir, el Señor Jesucristo.

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