CARLES CALAVERA

COLOMBIA SANTA CRUZ DE MOMPOX / CARLES CALAVERA Vestigios coloniales a orillas del río Magdalena en su apariencia, algo decadente, radica el princi

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SANTA CRUZ DE MOMPOX / CARLES CALAVERA

Vestigios coloniales a orillas del río Magdalena en su apariencia, algo decadente, radica el principal atractivo de una localidad sostenida en el tiempo.

LA IMPORTANCIA DEL RÍO Fuente de la vida, de la gloria y del olvido. La historia de Santa Cruz de Mompox no puede desligarse del río Magdalena.

SANTA CRUZ DE MOMPOX

EL PRESENTE La electricidad y las motocicletas son los pocos elementos que recuerdan al visitante en que época se encuentra. A la derecha, dos pescadores .

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trapada en el tiempo. Aislada de la modernidad, de la globalización, de las aglomeraciones. En Santa Cruz de Mompox, únicamente el ruido de las motocicletas o la luz que alumbra sus bohemias calles recuerdan al visitante que no ha realizado un viaje al pasado. Esta pequeña población, custodiada por las tranquilas aguas color tierra del río Magdalena,

cayó en el olvido a principios del siglo XX. Los tiempos de gloria que imperaban desde su creación, trescientos años atrás, se desvanecieron. La decadencia se instauró en la localidad. Una decadencia que, sin embargo, ha permitido mantener intacta la esencia y la belleza de una de las joyas coloniales mejor conservadas de Colombia. Mompox se encuentra en una pequeña isla en el corazón del río Magdalena, el más importante del país. Con más de 1500 kilómetros de longitud, la mayoría navegables, comunica las poblaciones del mar Caribe con las del interior. En el año 1540, Alonso de Heredia —hermano de Pedro de Heredia, fundador de la ciudad de Cartagena de Indias—edificó los primeros cimientos de la localidad. Su peculiar situación geográfica ha jugado, para bien o para mal, un papel clave en el devenir del lugar. De difícil acceso —la única forma de llegar era la vía marítima—Santa Crux de Mompox se convirtió en un enclave mercantil esencial para la Corona Española.

Fiebre dorada

El mayor de los incentivos durante la conquista del Nuevo Mundo fue la búsqueda y el tráfico del material más preciado por el hombre: el oro.

SANTA CRUZ DE MOMPOX

EL MERCADO La venta de los peces pescados en el río constituye una estampa típica de Mompox.

Enormes cantidades cruzaban el océano Atlántico rumbo a España y abastecían un Imperio que dominaba el mundo. Santa Cruz de Mompox era la localidad perfecta para almacenar el metal y mantenerlo a salvo del asedio de los piratas que surcaban los mares del continente americano. Importantes cargamentos esperaban su turno para ser trasladados hasta los galeones españoles. La población se transformó. El excedente de oro propició la búsqueda de aquellos expertos que trabajaban el material. Orfebres procedentes de la península se establecieron en Mompox y trajeron bajo el brazo las técnicas aprendidas de los árabes siglos atrás. El nuevo oficio empezó a popularizarse entre unos momposinos que, con el transcurso de los años, cultivaron un estilo propio mezcla de las técnicas europeas y árabes con toques autóctonos. De entre todas las artesanías, las llamadas filigranas destacan por encima del resto. Compuestas por hilos de oro y plata con una perfección abrumadora, constituyen una pieza única de joyería. De gran valor aún en la actualidad, la filigrana momposina se caracteriza por representar motivos de la naturaleza tales como flores, pétalos, insectos… o bien, figuras geométricas.

Estampa colonial

La frenética actividad a la que estaba sometida la pequeña urbe atrajo la atención de caudalosos españoles que cruzaron el atlántico para instalarse y apoderarse de vastas propiedades. Procedentes, en su amplia mayoría, de tierras andaluzas, transformaron el casco urbano con edificaciones basadas en la arquitectura sevillana de la época. Espectaculares caserones de un blanco inmaculado. Imponentes patios interiores. Santa Cruz de Mompox tenía una personalidad especial… vivía una época dorada. Su fisonomía relucía, el oro seguía circulando y los lugareños

sacaban tajada de ello. Pero la llegada de los inmigrantes andaluces modificó algo más que su aspecto físico. Las procesiones de Semana Santa típicas de la región peninsular se convirtieron en una auténtica tradición de Mompox. Desde 1564, los habitantes de la localidad adornan las figuras de los santos con sus joyas y desfilan por las calles con una particularidad que las hace únicas en Colombia. Durante las procesiones del Jueves y el Viernes Santo, los participantes marchan al ritmo de la música dando dos pasos adelante y uno hacia atrás. Una tradición que perdura intacta y constituye un gran atrac-

tivo para todos aquellos visitantes que se acercan a la localidad.

Un azar desafortunado

La naturaleza es, a veces, caprichosa. A principios de siglo XX, un fenómeno natural cambió el devenir de una urbe, Santa Cruz de Mompox, que se encontraba en el cenit de su esplendor. A causa de la erosión y la sedimentación de la tierra, el caudal del río Magdalena, punto clave para entender tanto el éxito como el posterior hundimiento de la población, varió de forma dramática. El agua que corría por el brazo de Mompox era insuficiente. Había disminui-

JOYAS PASADAS La calle de la Albarrada guarda algunos de los caserones coloniales más bellos.

SANTA CRUZ DE MOMPOX

do de una forma tan considerable en favor de su brazo vecino, el de la Loba, que los grandes barcos de vapor ya no podían navegar. La principal vía de comunicación con el mundo quedaba considerablemente afectada. En pocos años, la gloria se tornó decadencia y Mompox quedó anclada en el siglo XX.

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Mompox, hoy

Las tranquilas aguas del río Magdalena.

Ciudad Valerosa

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ajo el lema “Ser libres o morir” finiquitó Mompox su relación colonial con España. Era el 6 de agosto de 1810, y en el antiguo Reino de la Nueva Granada una pequeña población había dado el primer paso hacia la independencia de Sudamérica. Simón Bolívar, líder de la revuelta para la liberación de los territorios del continente, acudió a la localidad y tomó con él a 400 momposinos. Éstos se unieron a los hombres del general y se dirigieron a Caracas con el objetivo de emanciparla. “Si a Caracas debo la vida, a Mompox debo la gloria”, proclamó años más tarde Bolívar. La valentía de la urbe contribuyó enormemente a alcanzar la difícil meta y le valió el apodo de Ciudad Valerosa.

ambientación literaria y cinematográfica

Simón Bolívar no fue la única personalidad que pisó las calles de la localidad. Gabriel García Márquez recorría con asiduidad las aguas del río Magdalena y encontró en Mompox un enclave que se ceñía a su imaginario literario. Años más tarde, la adaptación cinematográfica de “Crónica de una muerte anunciada” se filmó en la urbe momposina.

En la actualidad, pasear por sus calles produce un cruce de sensaciones opuestas. Por un lado, una cierta nostalgia te invade al observar el estado actual de algunos de los rincones. La calle de la Albarrada, el paseo que sigue el curso del río, presenta un aspecto un tanto descuidado. Siglos atrás, este sector albergaba la carga y descarga del oro de la Corona Española. Hoy, las chalupas rebosantes de piñas son una de las estampas más destacadas. No obstante, la apariencia de Mompox sigue siendo la misma que en sus tiempos dorados. ¿Más decadente? Tal vez… Aunque es una decadencia bella, agradable. Sus moradas coloniales ya no brillan con la intensidad que debían hacerlo, pero su encanto no puede discutirse. Declarada Monumento Nacional en 1959 por su arquitectura colonial y sus procesiones de Semana Santa, y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, los efectos de la masificación turística no han llegado, afortunadamente, hasta la localidad. Su autenticidad permanece intacta. Tan solo algunos hoteles boutique varían el tono clásico de

sus callejuelas. Tan solo algunos hoteles PARA SABER MÁS boutique varían el tono clásico de sus • Novela históica sobre el libertador Simón Bolívar: El general en callejuelas. su laberinto. GABRIEL GARCÍA Entrar en alguno de los preciosos MÁRQUEZ. Literatura Random patios que esconden sus edificios coHouse, 2002. loniales. Contemplar a los lugareños • Ensayo con ilustraciones del postrados en sus mecedoras observando enclave: Tesoros de Santa Cruz el lento transcurrir de la tarde. Pasear a de Mompox. DAVIDA ERNESTO orillas del río junto a la tenue luz crepusPEÑAS. El Sello Editorial, 1995. cular. Y olvidarse del tiempo presente para sumergirse en un mundo en el que CARLES CALAVERA, graduado el reloj deja de marcar las horas. Santa en humanidades y cursando un Cruz de Mompox, un tesoro atrapado en Máster en periodismo de viajes. el tiempo. l En el verano de 2013, recorrió Colombia durante un mes y quedó enamorado de sus paisajes y de su gente.

UN ENTORNO GENUINO La tranquilidad está presente en cada una de las calles de una localidad que no ha perdido la autenticidad.

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