Carlos Mayolo: un intenso cine de autor

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Carlos Mayolo:

un intenso cine de autor

Georgina Hernández Samaniego Enrique Ortiga Pareja (Editores)

méxico 2015

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Carlos Mayolo: un intenso cine de autor / Georgina Hernández Samaniego, Enrique Ortega Pareja (editores). – Primera edición. Páginas. – (Colección Miradas en la Oscuridad) ISBN 978-607-02-4798-9 (Colección) ISBN 978-607-02-6242-5 1. Mayolo, Carlos, 1945-2007. 2. Directores y productores de cine – Colombia. I. Hernández Samaniego, Georgina, editor. II. Ortega Pareja, Enrique, editor. III. Serie PN1998.3.M386.C37 2015

Carlos Mayolo: un intenso cine de autor Primera edición en la unam: 16 de diciembre de 2014 Fotografía de portada: Carlos Mayolo y Adriana Herrán en el rodaje de La mansión de Araucaíma. © Eduardo Carvajal Fotografía de contraportada: © Eduardo Carvajal Las entrevistas que se incluyen en este libro fueron realizadas por Georgina Hernández Samaniego en Colombia, en septiembre de 2014. D. R. © Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, 04510, México, D. F. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial Dirección General de Actividades Cinematográficas Festival Internacional de Cine unam

ISBN de la colección: 978-607-02-4798-9 ISBN de la obra: 978-607-02-6242-5

Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita del titular. Hecho e impreso en México

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Contenido



Presentación 11

Georgina Hernández Samaniego

Carlos Mayolo: 17 hacia el gótico tropical Isaac León Frías

Mayolo, padre nuestro 29

Daniel D. Flórez y Pedro Adrián Zuluaga



De casas y haciendas azucareras en el gótico tropical: 61 Carne de tu carne y La mansión de Araucaíma



Los tres avisos de Mayolo 83



Mayolo a retazos 87



Facsímil de la crítica de Oiga vea en Ojo al Cine 100



La puesta en escena 107





Juana Suárez

Óscar Losada

Beatriz Caballero

Andrés Caicedo Carlos Mayolo

Entrevistas 114

Biofilmografía 147

Los autores 159 Agradecimientos 161

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Al corazón de Beatriz Caballero A Luis Ospina

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Presentación Carlos Mayolo: un intenso cine de autor está dirigido a los cinéfilos que cons­ tantemente buscan un acercamiento a la historia del cine, al descubrimiento de otro tipo de expresiones —fuera de la maquinaria del cine comercial— que han constituido la piedra fundacional del cine independiente que vemos hoy. Este libro es la ocasión para relacionarse con uno de los exponentes del cine de autor colombiano que, pese a las dificultades de censura, falta de recursos económicos y de distribución de sus películas, se aventuró a hacer un cine con­ testatario, concepto recurrente en los años setenta para clasificar al cine a contracorriente, apartado de las fórmulas de producción del cine de estudio y del cine por encargo, en los que poco se pueden verter con libertad las ideas de un realizador para imprimirle un carácter más personal. Carlos Mayolo no estuvo solo en este lance, pues unió fuerzas con el cineasta Luis Ospina, ambos de Cali. Abrevaron del cine de autor que había surgido en Francia en los años sesenta pero disintieron del cinéma vérité, del cine directo que pretendía retratar la realidad tal cual, porque a final de cuentas ese cine no es tan directo; del cine de Roger Corman para aprender cómo hacer cine de bajo presupuesto, y al mismo tiempo se nu­ trieron también del Cinema Novo, el cine político y combativo del brasile­ ño Glauber Rocha quien manifestó que para hacer cine bastaba una idea y una cámara.

◀◀ Carlos Mayolo en el rodaje de Fuga de Nello Rossati, 1980. © Archivo Luis Ospina. 11

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Obsesionados por la fuerza de la imagen, Mayolo y Ospina fueron cons­ cientes de que toda imagen es cuestionable y como bien apunta Ospina en una de las entrevistas que integran este libro, “los mismos dispositivos que se utilizan para decir la verdad se pueden utilizar para decir la mentira”. Los dos se volcaron a las calles para recoger los reclamos sociales y aprovecharon la coyuntura política que atravesaba Colombia y América Latina en general para demostrar mediante un nuevo lenguaje cinematográfico que no todo lo que se mira es la realidad. Con este bagaje a cuestas, juntos filmaron, con unas cuantas notas como guía, su primer documental: Oiga vea, crítica mordaz a la parafernalia que rodeó a los Juegos Panamericanos realizados en Cali en 1971.

Hacia la pista de Mayolo Ha pasado más de un año desde que mi amigo colombiano Enrique Ortiga —uno de los estudiosos del cine más tenaces que haya conocido e investiga­ dor del cine de Mayolo— me preguntó dónde podría, en México, proponer un ciclo dedicado al cineasta Carlos Mayolo. Mi respuesta fue inmediata: en el Festival Internacional de Cine de la unam por su apuesta al rescate del cine de autor y nuevas formas del cine actual. Empezó entonces un largo y vertiginoso intercambio de correos electrónicos para afianzar el proyecto y pre­ sentárselo a la directora del Festival, Eva Sangiorgi. Ella no sólo se entusiasmó con la idea sino que sugirió publicar un libro. La encomienda no era fácil, pues si bien en Colombia se ha escrito mucho acerca de Carlos Mayolo, era necesario seleccionar autores que ya habían abordado el tema y al mismo tiempo pedir a críticos que escribieran algo nuevo desde la conveniente distancia del tiempo, así como hablar con aquellos que habían conocido a Mayolo al participar como parte del equipo de filmación o en la grabación de series televisivas. Así comenzó esta historia, y como Thompson, el reportero de El ciudadano Kane de Orson Welles, viajé a Colombia para entrevistar a varios de sus excolaboradores más cercanos y a su compañera de los últimos diez años, la escritora y guionista Beatriz Caballero, para ir tras la pista de Mayolo y construir un emotivo retrato hablado de esa vitalidad impetuosa que fue este director. 12

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Presentación

Mayolo no me era totalmente desconocido; una amiga mía, la guionista caleña Socorro González, me había hablado de él y del Grupo de Cali, aquel ensamble de “locos” que en los años setenta hicieron de esa ciudad un polo cultural sin precedentes. Iniciaron, junto con Andrés Caicedo, un cineclub —“El templo cinéfilo”, según palabras del asistente de dirección de algu­ nas películas de Mayolo y ahora escritor Sandro Romero Rey—; crearon la revista Ojo al Cine y la productora Cine al Ojo. Algunos vivían ahí —eran los tiempos del hippismo pero también de los ideales revolucionarios—, en Ciudad Solar, una casa que albergaba a todo aquel que amara el cine. Con el tiempo a ese grupo se le denominó Caliwood (Luis Ospina, Carlos Mayolo, Hernando Guerrero, Eduardo Carvajal y Ramiro Arbeláez, entre otros), una ocurrencia también de Sandro Romero Rey. Enrique Ortiga trazó un itinerario para encontrarme primero en México, D. F., con Luis Ospina, que presentaba en la Cineteca Nacional un ciclo de sus principales películas. Nos vimos en el hotel donde se hospedaba para hablar de Mayolo, en especial del documental-ficción Agarrando pueblo, con el que los dos se dieron a conocer en el mundo y que causó tanto escozor, aun entre los cineastas latinoamericanos de la época. En Bogotá visité a Beatriz Caballero, quien, después de una estupenda comida en la que habló emotivamente del que fuera su compañero, me mos­ tró el enorme departamento que compartieron ella y Mayolo, y en el reco­ rrido siempre estuvimos acompañadas por su gatita Alicia —que Mayolo le regaló a Beatriz—, que nos seguía con pasos sigilosos. Al día siguiente me recibió entusiasta Alejandra Borrero —protagonista de la famosa serie Azúcar—, quien se atropellaba con las palabras al hablar del cineasta en Casa Ensamble, una bella construcción de finales de los años cin­ cuenta, espacio cultural para el teatro, y cuyo bar tiene un mural con la imagen de Carlos Mayolo. No hace mucho, Alejandra montó Pharmakon, la única obra de teatro escrita por Mayolo, actuada por ella y dirigida por Sandro Romero Rey. Otro momento memorable fue la larga conversación con una de las actri­ ces más solicitadas por Mayolo, Vicky Hernández, que vive en un departamen­ to en la ladera de las hermosas montañas que rodean a Bogotá. Fue una conmovedora charla para rememorar al director de cine y televisión que la trastornaba por sus arriesgadas puestas en escena y las geniales improvisacio­ nes producto de su ilimitada imaginación acentuada por las drogas y el alcohol. 13

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Continué con Sandro Romero Rey, el serio, el estudioso de Andrés Cai­ cedo y de Mayolo, el adolescente de aquel grupo vallecaucano que asistía al Cineclub de Cali y que posteriormente se convertiría en su asistente de dirección. Seguir la pista de Mayolo en Cali fue una experiencia apabullante; tenía en la mira al ahora curador de arte, Miguel González, director de arte de Carne de tu carne y La mansión de Araucaíma, quien vive exactamente frente a lo que fue Ciudad Solar y a unas cuadras de la casa donde se filmó la es­ cena de la explosión en Carne de tu carne. Con su testimonio él me ayudó a entender la personalidad de Mayolo en cuanto a sus exigencias de produc­ ción; Ramiro Arbeláez, el historiador y profesor de cine, escribió junto con Mayolo un artículo para la revista Ojo al Cine, llamado “Secuencia crítica del cine colombiano”. Arbeláez me contó que en varias ocasiones, en los últimos años de Mayolo, lo invitó a impartir clases de dirección de actores en la Universidad del Valle porque era muy buen maestro; Óscar Campo, el documentalista, mucho más joven que Mayolo, me dio otra visión, la del cineasta que a él no le gustaba: Agarrando pueblo era una película que la veíamos como un poco tonta. Una película de un par de niños burgueses (Mayolo y Ospina) que entran a buscar mendigos. Ahora la aprecio mucho, es una película que en Latinoamérica tuvo un momento muy importante porque pone en duda muchas de las cosas del documental, no solamente sobre la forma de hablar de los procesos sociales de Latinoamérica, sino también del documental que ya en ese momento se estaba poniendo en duda… Después de la posmodernidad cinematográfica, conceptos como la verdad del documental y la objetividad, la película reaparece como una de las primeras en estar en esos debates.

Finalmente tuve la oportunidad de hablar con Óscar Losada, joven director de televisión de la Universidad del Valle que participa en esta publicación con el texto “Los tres avisos de Mayolo” y que compartió la realización de la serie Los miniserios cuando Mayolo quiso apartarse de Bogotá y regresar a Cali para producir televisión. Escuchar estas apasionadas confesiones sobre Carlos Mayolo fue una experiencia única, irrepetible, al igual que resultó conmovedor recibir los textos que integran este libro por parte de Isaac León Frías, Daniel D. Flórez 14

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y Pedro Adrián Zuluaga, Juana Suárez, Beatriz Caballero y Óscar Losada. Cuánto se puede escribir acerca de Mayolo y con tanto conocimiento. Cuánto se sigue aprendiendo de él y cómo ha dejado secuelas en el cine colombiano. Estamos seguros, Enrique y yo, que las nuevas generaciones encontrarán en estas páginas una historia a rajatabla que tal vez tenga relación con los tiempos que corren porque el ser humano está condenado a repetirse aunque a veces parezca imposible, pero sólo al paso de los años se ve con asombro que las narrativas reaparecen, se reinventan. Y como Charles Foster Kane, Carlos José Mayolo también un día se quedó dormido en su sillón favorito. Lo que siguió después fue el inicio del mito. Georgina Hernández Samaniego

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Carlos Mayolo:

hacia el gótico tropical Isaac León Frías

Caliwood En los años setenta se llevó a cabo en Cali una actividad cultural bastante intensa, que ya venía forjándose desde varios años atrás, convirtiendo a esa ciudad en un polo cultural como no lo había sido antes. Entre 1961 y 1970 el Club Cultural La Tertulia realizó los Festivales de Arte de Cali y alentó la actividad creadora, estableciendo entre otras cosas un museo. Las uni­ versidades, por su parte, pusieron lo suyo en el fomento de las actividades intelectuales y artísticas. El Teatro Experimental de Cali (tec), dirigido por Enrique Buenaventura, se convirtió en uno de los más importantes y avan­ zados a escala regional y lo siguió siendo por un buen tiempo. Carlos Mayolo se formó en el tec, aunque más adelante su participación actoral fuera muy fugaz. Pero la influencia que Buenaventura y el tec ejer­ cieron sobre él es indudable. Con esos antecedentes inmediatos, en la década de los setenta se perfila una nueva generación en la que se combinan intereses variados: la litera­ tura, la música, el arte en general y, en lo que toca directamente a nuestro ◀◀ Carlos Mayolo. En busca de “María” (1985), de Luis Ospina. © Eduardo Carvajal 17

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personaje, pero también a todo ese ambiente de la época, el cine. En 1971 se funda el Cineclub de Cali que se convierte muy pronto en un espacio de encuentro de quienes contribuirán desde esa ciudad a darle por primera vez a Cali un claro protagonismo en la actividad fílmica del país. El Cineclub de Cali es fundado y dirigido por una figura capital en la vida cultural de esos años, el muy joven Andrés Caicedo, de personalidad magnética, quien fallecerá en 1976 a los 25 años, después de una etapa muy agitada dedicada al Cineclub, a la crítica de cine, a la escritura novelesca y de guiones y, sin duda, a una vida acelerada, consciente de que sus plazos eran perentorios. En torno al Cineclub y a Andrés Caicedo, aparecen de inmediato Carlos Mayolo y Luis Ospina, entre otros amigos cinéfilos como Ramiro Arbeláez. Aun cuando Mayolo y Ospina participan con firmeza en el Cineclub y acompañan a Caicedo en la creación de la revista Ojo al Cine, que publicó sólo cinco pero influyentes números, ellos se decantan muy pronto por la realización, sin dejar de ser muy cinéfilos, que es uno de los rasgos que en mayor medida los va a identificar en su recorrido posterior. La actitud ya no independiente, sino provocadora y crítica del grupo frente a la realidad del cine del país y al establishment cultural fue bastante notoria. Ellos hacen de la actividad cultural y de su propia vida una amalgama difícilmente separable y comparten un “espíritu de época” en que el cine, el rock, la salsa naciente, la droga y las amistades entrañables se entremezclan. Según Katia González Martínez en su libro Cali, ciudad abierta. Arte y cinefilia en los años setenta,1 “tanto en Carlos Mayolo como en Luis Ospina son claves las corrientes del cine negro, la ‘nueva ola’ francesa, el cinéma vérité, así como las filmografías de Ingmar Bergman, Billy Wilder, Federico Fellini y Luis Buñuel, entre otros”. De más está decir que esto no había sido, ni era tampoco en ese entonces, muy común en el ambiente colombiano y menos aun en esos años en los que el cine de “urgencia” se imponía casi como una consigna tanto en Colombia, como en varios otros países, especialmente los sudamericanos. Son los años de ese nuevo cine latinoamericano, identificado con las posiciones de izquierda, con el cual no se sentían identificados los cinéfilos caleños, de raíces más anarquistas, pese a que Mayolo había militado en el Partido Comunista de su país.

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Editado por el Ministerio de Cultura de Colombia en 2012. 18

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Carlos Mayolo: hacia el gótico tropical

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Mayolo-Ospina

© Archivo Luis Ospina.

Entre 1971 y 1978 la dupla Mayolo-Ospina estará ligada en varios proyectos fílmicos que hacen de Cali, además de la ciudad de la movida cultural ciné­ fila, una ciudad que aporta obras fílmicas como no había ocurrido antes, al menos no con la misma notoriedad. No es que se produzca una obra amplia ni mucho menos, porque, si no los únicos que hacen películas en esa ciudad, Mayolo y Ospina son, ciertamente, los más activos y conocidos, pero lo que realizan se reduce al campo del cortometraje. Aun así, se trata de cortos que van a trascender los límites de la ciudad, especialmente el último de ellos, Agarrando pueblo (1978), de 27 minutos. Los tres primeros son Oiga vea (1972), de la misma duración del anterior; Cali: de película, de 14 minutos, y Asunción, de 15 minutos, el único abiertamente de ficción entre los cuatro, pues Agarrando pueblo está un poco a caballo entre la ficción y el documental. Para empezar con los cortos documentales, hay que decir de entrada que ninguno de los dos, que son los primeros, es un documental convencional, pues ambos se plantean desde una mirada satírica, poco común en el cine colombiano y latinoamericano de esos años. Esa misma mirada que se va a repetir en empeños individuales posteriores, especialmente en la obra de Luis Ospina, que ha podido tener un desarrollo mayor que la de su colega y amigo Mayolo.

◀◀ Luis Ospina, Carlos Mayolo y Eduardo Carvajal. Cali: de película (1973). 20

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