Los últimos días en prisión en 1936 y 1937 del republicano gallego José Mejuto Bernárdez
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GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO El libro clandestino de 1937 ANÓNIMO FALANDO CLARO A historia do anarquista Claro José Sendón Lamela PEPE SENDÓN LEANDRO CARRÉ: UN SÉCULO DE CULTURA E COMPROMISO XOSÉ M. MACEIRA FERNÁNDEZ CANTARES GALLEGOS, HOXE Unha lectura actualizada de Rosalía de Castro M. PILAR GARCÍA NEGRO CANITROT Cen anos de esquecemento CARLOS GEGÚNDEZ
Treinta y cuatro cartas escritas, entre octubre de 1936 y julio de 1937, en las cárceles de Vigo, San Simón y Pontevedra por el preso republicano gallego José Mejuto Bernárdez (1906-1937). Custodiadas en Argentina por su mujer y su nieta, y despositados los originales desde 2015 en la Real Academia Galega, ven ahora la luz por vez primera en una edición al cuidado de Olivia Rodríguez que cuenta con la participación de Eduardo Galeano, Xesús Alonso Montero y de la propia nieta de José Mejuto, Ana Paula. «La sencilla historia de este obrero gallego, culpable de nada, es la historia de España, condenada a cuarenta años de miedo y casi cuarenta años de amnesia». EDUARDO GALEANO colección OESTE
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CARTAS DE UN CONDENADO A MUERTE
UN TESTIMONIO ÚNICO, DESGARRADOR, DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
José Mejuto
ALVARELLOS EDITORA
CARTAS DE UN CONDENADO A MUERTE
«Estas cartas, como un tesoro inestimable, transmiten el ser de mi abuelo, sus últimas sonrisas, sus últimas palabras que lo rescatan del dominio de la muerte injusta. Hablan por todos los seres humanos que sufrieron el mismo destino. Sobre cada uno de los fusilados reposa un universo».
ANA PAULA MEJUTO
Prólogo XESÚS ALONSO MONTERO
Con la participación de EDUARDO GALEANO
OESTE
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divulgación & ensayo
También en el catálogo de
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LOS ÚLTIMOS DÍAS EN PRISIÓN EN 1936 Y 1937 DEL REPUBLICANO GALLEGO JOSÉ MEJUTO BERNÁRDEZ
CARTAS DE UN CONDENADO A MUERTE Textos introductorios de XESÚS ALONSO MONTERO y ANA PAULA MEJUTO Edición al cuidado de OLIVIA RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Colaboración especial de EDUARDO GALEANO
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OESTE [divulgación & ensayo] Esta publicación recibió financiación del Ministerio de Economía y Competitividad a través del proyecto de investigación “Ex-sistere”. (FFI2012-35872).
© ALVARELLOS EDITORA, 2015 Sempre en Galiza, 4 15706 Santiago de Compostela Galicia (España)
[email protected] www.alvarellos.info © © © ©
Herederos de José Mejuto Bernárdez Ana Paula Mejuto y Olivia Rodríguez González Xesús Alonso Montero Eduardo Hughes Galeano
Fotografías interiores: archivo personal de los herederos de J. Mejuto y Archivo Intermedio Militar Noroeste (Ferrol) Diseño y maquetación: Alvarellos Editora Impreso en Tórculo Depósito Legal C 272-2015 ISBN 978-84-89323-91-9 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
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ÍNDICE
PALABRAS PREVIAS
por Eduardo Galeano
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PRÓLOGO
por Xesús Alonso Montero
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LAS PALABRAS TIENEN LA ESENCIA DE LA LUZ
por Ana Paula Mejuto
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CRONOLOGÍA
por Ana Paula Mejuto y Olivia Rodríguez LAS CARTAS DE JOSÉ MEJUTO
Nota a la edición I CONFUSIÓN Y ESPERANZA II EL PROCESO III DESPEDIDA Y TESTAMENTO GALERÍA GRÁFICA
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EXTRACTO DEL EXPEDIENTE DE LA CAUSA POR
Ana Paula Mejuto y Olivia Rodríguez
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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PALABRAS PREVIAS
A
na quería conocer al abuelo que no conoció. Él estaba, está, en las cartas que había escrito desde la cárcel. Este obrero gallego fue detenido porque sí, fue encarcelado por las dudas y por las dudas fue fusilado y enterrado sin nombre y con número. “Hemorragia interna”, dictaminó el certificado oficial. La sencilla historia de este obrero gallego, culpable de nada, es la historia de España, condenada a cuarenta años de miedo y casi cuarenta años de amnesia.
EDUARDO GALEANO
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Xesús Alonso Montero
PRÓLOGO PARA UN EPISTOLARIO SINGULAR EN TIEMPOS DE GUERRA E INJUSTICIAS: UNAS CUANTAS REFLEXIONES
J
osé Mejuto Bernárdez, el autor de este epistolario, cumpliría en estas fechas ciento nueve años. Nació en Coiro, aldea de Cangas do Morrazo (Pontevedra), el 19 de marzo de 1906. Pero murió hace mucho tiempo, el 27 de julio de 1937, con treinta y un años de edad. Lo fusilaron ese día los peones de quienes, armados, se habían sublevado contra la República Española en el trágico verano de 1936. Antes, José Mejuto padeció un juicio militar protagonizado por la total indefensión del acusado. Nada nos permite pensar, ni siquiera sospechar, que José Mejuto protagonizó actividades políticas negativas para los sublevados de julio de 1936, que, desde el día 20 de ese mes, se adueñaron de Galicia. Se impone decir, una vez más, que en Galicia no hubo Guerra Civil; solo hubo represión, feroz represión. La "retrató" en dos álbumes de dibujos un artista magistral que se llamaba Castelao. Ambos son de 1937: Galicia mártir y Atila en Galicia. Antes de julio de 1936, José Mejuto estaba dedicado por entero –era mecánico desde la adoles-
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Xesús Alonso Montero
cencia– a su trabajo y a su hogar, ya con cuatro hijos en esas fechas. Sabemos que los domingos "y fiestas de guardar" dedicaba horas y horas a jugar con ellos y también a cantarles canciones, una de sus facetas artísticas. Es cierto que José Mejuto no omite, en sus escritos, que "tenía un ideal político de izquierda". Lo dice en la penúltima de sus cartas, la del 10 de julio de 1937, carta que ignoramos cómo llegó a su familia, pues de leerla un funcionario de la prisión –era preceptivo–, tal afirmación no favorecería en nada al prisionero, ya condenado "legalmente" a muerte, y en un momento en que su esposa, Alejandra, en un gesto más desesperado que esperanzado, estaba en Burgos para solicitar un indulto de Franco, del Generalísimo, como consignan las cartas. Alejandra Nogueiras Lagoa no logró en Burgos, capital política de los sublevados, romper la barrera que protegía el despacho de aquel Jefe de Estado frío, distante, cruel. Alejandra llevaba en su alforja de mujer enamorada y decidida papeles que demostraban que su marido era víctima de medias verdades, falsedades e insidias, procedentes, en buena parte, de falangistas que nunca toleraron que José Mejuto les reclamase un puñado de pesetas que le adeudaban. Aquí, en esta trama, está la familia Moldes, parientes suyos de infausta memoria, y un sacerdote, Vicente, cómplice, por acción u omisión, de las maniobras de Moldes y otros aprovechados. El sacerdote era hermano de Alejandra: cuñado, pues, del infortunado José Mejuto. José Mejuto y Alejandra Nogueiras se habían casado a finales de 1930 y, poco después, él deja de ser operario, como tornero, para instalar en la
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PRÓLOGO
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villa de Cangas un taller mecánico de reparación de barcos. Era el año 1935. Lo habitual, cuando José Mejuto no estaba en su trabajo o jugando o cantando con sus hijos, era verlo con un libro en sus manos. Así lo recuerdan muchos. Estamos ante un lector ávido, un verdadero lletraferit, como se dice en catalán balear. Este ciudadano letraherido –herido por la letra impresa– leyó mucho con fruición y aprovechamiento. Hay una prueba irrefutable: estas treinta y cuatro cartas, que no son obra de un universitario ni siquiera de quien cursó completo el bachillerato, fueron escritas con ortografía, sintaxis y puntuación verdaderamente aceptables y con un léxico rico por quien todo lo aprendió, autodidácticamente, en las lecturas de libros diversos y también de periódicos, lecturas estas frecuentes en todos aquellos que tenían inquietudes políticas. José Mejuto, como epistológrafo, es también un comunicador muy didáctico, tanto que, ya condenado a muerte, es capaz de explicar a sus hijos –para cuando tengan algunos años más– en qué consistió su tragedia dentro de la tragedia española del 36 y qué manos sucias, en aquel arbitrario contexto, propiciaron su condena a muerte. El comunicador José Mejuto sabe muy bien cómo dirigirse a su esposa pero también a su madre o a otros allegados. Era, este escritor intitulado, un óptimo explicador, siempre en una prosa cuidada, culta, de vocabulario muy escogido. Su prosa, en ocasiones, es un poco libresca: su castellano recuerda el de los libros y los periódicos de la época bien escritos. Apenas hay vulgarismos o galleguismos en un hombre que, sin duda, conocía bien el idioma gallego y lo utilizaba con frecuencia en no po-
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Xesús Alonso Montero
cos ámbitos de su acontecer diario. Solo registro “dean” (por “den”) y en alguna carta se percibe un extraño voseo. Es cierto que hay un sufijo –iña, frecuente cuando se dirige a su Alejandra ("Alejandriña"), recurso, en el estilo afectivo intencionado e incluso frecuente en el castellano utilizado, en la época, por las clases acomodadas ajenas a la lengua del pueblo. Por lo menos en una carta José Mejuto llama a una de sus hijas "vidiña". En todo caso, los lectores de este prólogo tengan en cuenta las observaciones lingüísticas de la cuidadora de esta edición. Ignoramos por qué conducto llegaron las cartas de José Mejuto a su familia, algunas, sin duda, a través de los funcionarios de la prisión, que tenían la obligación de leerlas. Cuando, en 2009, publiqué, en un grueso volumen, Cartas de republicanos condenados a morte (1936-1948) percibí con precisión, en bastantes casos, qué cartas salieron de la cárcel por vía legal o por vía clandestina, pródigas estas en descripciones de las condiciones dantescas de la prisión; también, en estas, no escaseaban, entre los comunistas, las dirigidas al Partido o a alguno de sus dirigentes ("Pasionaria", por ejemplo), con expresiones a las que la censura carcelaria no hubiera dado curso. El epistolario de José Mejuto dista notablemente de cartas como las señaladas. Aun así, debemos pensar que algunas fueron escritas sin autocensura, con la garantía de que no pasarían por las manos del funcionario censor. En una, dirigida a su hermana Carmen, después de reiterar que siempre fue "un trabajador honrado y un enamorado de la familia", concluye: "Estas cualidades que constituyen la esencia de
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LAS CARTAS
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Olivia Rodríguez González
NOTA A LA EDICIÓN
Las treinta y cuatro cartas que componen el epistolario de José Mejuto Bernárdez en prisión han sido distribuidas en tres secciones, atendiendo a su contexto, contenido y tono. Las primeras doce fueron escritas en el Frontón de Vigo y en San Simón. Podría hacerse una distinción entre las iniciales en Vigo, más formales y escuetas, y enviadas por conducto oficial, como exigían las condiciones de la cárcel; y las que escribe una vez trasladado a la isla, donde recupera la luz y cierta ilusión de libertad. Allí decide contar a los suyos sus recuerdos y esparcimientos, y dejar lo más tenebroso. Comprueba entonces que las cartas se convierten en desahogo para sí mismo y lenitivo para la familia. Las entrega junto con los bultos de la ropa, como se puede deducir de la nº 12. Otras veces las hace llegar por mediación de la gente de Cangas de visita a otros presos, como vemos en la nº 6. El segundo grupo lo forman cuatro cartas que Mejuto escribe cuando se inician las vistas públicas del proceso en abril de 1937. Se puede apreciar en ellas la rápida transformación de su situación anímica y cómo su caligrafía refleja la pesadilla que está viviendo y que apenas puede
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Olivia Rodríguez González
disimular ante los seres queridos. Son cartas con instrucciones para gestiones familiares, posible conmutación de la pena y, más tarde, solicitud de indulto. Las terceras son las dieciocho cartas posteriores a la sentencia. Cuando sabe que ya no hay nada que hacer e imagina que lo llamarán pronto, redacta cartas de amor y de despedida a cada uno de los suyos. Pero la ejecución tarda más de lo que él había imaginado, y entonces escribe un relato de su vida y de lo sucedido en los últimos meses, tanto desde un punto de vista personal como social. Son una gran lección para sus hijos. Y son también una petición de reparación por su muerte injusta tras la farsa de un Consejo de Guerra que no cumple ni un mínimo requisito de legalidad. Sabe por qué y quiénes van a causar la orfandad de sus hijos, y no duda en dejar sus nombres. Las cartas que llegaron hasta este libro no son todas las que José Mejuto escribió. Prueba de que debieron de existir más la tenemos en la carta número 6, donde también alude a la forma en que se las hacía llegar a su familia. Tampoco se conservaron los sobres, que encarga comprar en la carta 5. A esto se une la pérdida inevitable de alguna durante la custodia por la familia durante más de setenta años (una de ellas, la 6, afortunadamente se hallaba ya transcrita). La carta 16 fue acompañada de documentos copiados a mano: pruebas de la defensa y texto de la solicitud de indulto, que preferimos no transcribir porque nunca llegó a su destinatario. También José recibió cartas, por lo que se puede leer en la nº 7. En cuanto al soporte material, José utiliza hojas de carta de tamaño inferior al folio, y algunas
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NOTA
A LA EDICIÓN
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veces cuartillas. Cuando la escritura se convierte en hábito, usa hojas pautadas o blancas, de blocs. Escribe con pluma y tinta negra, que se hace gris a medida que se agota. Alguna carta se redacta con la pluma despuntada (nº 10). Otras, cartas urgentes o desesperadas, aparecen escritas con lápiz negro o añil, destacando entre todas la que, con caligrafía deshecha, dirige a Alejandra para que llegue antes de que le comuniquen oficialmente a ella la sentencia de muerte. Esta edición, aunque ajusta la puntuación y la ortografía a la norma actual, trata de respetar la forma original en que fueron escritas las cartas, en ocasiones con construcciones agramaticales. Algunas de estas incorrecciones no están exentas de belleza estilística, como la expresión que repite varias veces: condenado inocentemente a muerte (cartas 16, 23, 27, etc.). Por interferencia lingüística, Mejuto escribe un castellano con galleguismos especialmente léxicos y sintácticos: tengo dicho, me traes azúcar que no tengo ninguno (cartas 12 y 7), etc. A veces, afloran a su escritura como gallego puro: poalla, dean, vós (carta 4). El lector podrá comprobar que la escritura de José Mejuto va ganando en intensidad e, incluso, belleza, logrando algo tan difícil como es expresar autenticidad y hondura humana.
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José Mejuto Bernárdez
I CONFUSIÓN Y ESPERANZA
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LAS
CARTAS
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[Carta nº 1] VIGO, 3 DE OCTUBRE DE 1936 Sra. DOÑA ALEJANDRA NOGUEIRAS CANGAS Querida esposa: sabiendo como sabes cuánto os quiero, ya sabrás comprender mi sufrimiento por no poder estar con vosotros y compartir como siempre nuestra vida en el hogar. Como una cinta15 interminable van desfilando por mis sentidos las gratas horas vividas con vuestra compañía, con nuestros hijos, amores de mis amores. También yo me doy cuenta lo mucho que vosotros sufriréis por no tenerme a vuestro lado, mas no tener pena, pues como mi conciencia está tranquila de que ningún delito he cometido, confío en que pronto estaré en libertad para consagrarme como siempre a nuestro hogar. Al día siguiente de estar tú aquí vino Vicente, hermano, a visitarme.16 No encuentro palabras adecuadas para expresarle mi agradecimiento y ante la imposibilidad material de abrazarlo, dale uno de mi parte y sentiré la satisfacción espiritual como si fuese yo mismo quien lo hiciese, pues el cuerpo podrá estar ausente de los seres queridos mas el alma marcha siempre a unirse con ellos. Corre insistentemente estos días por aquí el rumor de que van a enviarnos al Lazareto de San Simón. No sé el día que lo harán pero creo que será dentro de pocos días. 15 16
Se refiere a una cinta cinematográfica o película. Vicente Nogueiras Lagoa, hermano de Alejandra.
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José Mejuto Bernárdez
Última foto de José Mejuto.
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GALERÍA
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Carta primera.
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CARTAS DE UN CONDENADO A MUERTE
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José Mejuto
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«Estas cartas, como un tesoro inestimable, transmiten el ser de mi abuelo, sus últimas sonrisas, sus últimas palabras que lo rescatan del dominio de la muerte injusta. Hablan por todos los seres humanos que sufrieron el mismo destino. Sobre cada uno de los fusilados reposa un universo».
ANA PAULA MEJUTO
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