COLONIZACIÓN Y MANEJO DE LOS RECURSOS NATURALES: EL CASO DE LAS FAMILIAS AYMARAS DEL ALTO TAMBOPATA

COLONIZACIÓN Y MANEJO DE LOS RECURSOS NATURALES: EL CASO DE LAS FAMILIAS AYMARAS DEL ALTO TAMBOPATA Marco Aurelio Lozano Fernández Yuliana Edith Rome
Author:  David Araya Ayala

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COLONIZACIÓN Y MANEJO DE LOS RECURSOS NATURALES: EL CASO DE LAS FAMILIAS AYMARAS DEL ALTO TAMBOPATA

Marco Aurelio Lozano Fernández Yuliana Edith Romero Cahuana

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RESUMEN En la zona del Alto Tambopata, ubicada en el Departamento de Puno en la selva del sudeste peruano, confluyen una alta biodiversidad, un frágil ecosistema de selva alta y una población de aymaras procedentes del altiplano. Estas características hacen vulnerable esta área, que también forma parte de la Zona de Amortiguamiento del Parque Nacional Bahuaja Sonene, uno de los más importantes y diversos del Perú. La presente investigación tiene por objeto describir los sistemas socio productivos que actualmente desarrollan las familias campesinas aymaras en el Alto Tambopata, de tal manera que podamos analizar cualitativamente aquellos factores que estarían amenazando el ecosistema, así como las bases naturales de los procesos de reproducción social de los colonos. Uno de los principales resultados de esta investigación es la identificación de lo que hemos denominado los factores críticos del impacto ambiental que son eminentemente sociales. Además de la vulnerabilidad natural del Alto Tambopata, especialmente de sus suelos y bosques, los factores críticos que hemos identificado son 1) las tecnologías productivas utilizadas para la agricultura comercial del café, 2) la organización social del trabajo que requiere grandes volúmenes de mano de obra y que hace imprescindible los flujos migratorios desde el altiplano, y 3) las estrategias familiares de reproducción social orientadas hacia el altiplano. Estos factores causan impactos diferenciados dependiendo de las zonas donde se encuentren asentadas las familias aymaras. Otro resultado del presente estudio consiste en un sistema de clasificación que combina variables ambientales, productivas y sociales con la finalidad de poder desarrollar políticas de conservación y desarrollo sostenible diferenciadas. De esa manera identificamos tres zonas agro ecológicas: 1) Zona agroecológica de micro cuencas cafetaleras, 2) zona agroecológica del eje carretero frutícola, y 3) zona agroecológica de bosques agrodiversos.

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ABSTRACT In the Alto Tambopata, an area located in south-eastern Peruvian rainforest in Puno, there is a gathering of high biodiversity, a fragile high forest ecosystem and an aymaras’s population that comes from the highlands. These characteristics make this area vulnerable, the one that also takes part on the Buffer Area of the Bahuaja Sonene National Park, one of the most important and diverse of Peru. This research project aims to describe the social and productive systems that are currently being developed by the aymaras’ families in Alto Tambopata, thus we are able to analyze in a qualitative way the factors that would be threatening the ecosystem, as well as the natural basis for the social reproduction of the settlers. One of the most important outcomes of the research is the identification of what we have called the critical factors of the environmental impact, which are eminently social. Apart from the natural vulnerability of Alto Tambopata, especially the soil and forests, the critical factors we have identified are the following: 1) the productive technologies used in the commercial agriculture of coffee, 2) the social organization of work, the one that requires a great deal of man labor and that makes the migratory flows from the highlands mandatory, and 3) the strategies of the families in terms of social reproduction oriented towards the highlands. These factors cause a different impact, depending on the location of the aymaras’s families. Another outcome of the current research consists on a classification that combines social, environmental and productive variables in order to develop differential preservation and sustainable development. Therefore, we have identified three agricultural and ecological areas: 1) the micro river basin of Coffee, 2) the Fruit area along the road, and 3) the agricultural and ecological area of the agro diverse forest.

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Mapa Nº 1 Ambito de la Investigación en Sectores del Alto Tambopata

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1. INTRODUCCIÓN 1.1.

Identificación del Problema

El área correspondiente al Alto Tambopata, ubicada en el Distrito de San Juan del Oro, Provincia de Sandia, Departamento de Puno, está comprendida dentro de la Zona de Amortiguamiento del Parque Nacional Bahuaja Sonene, considerado uno de los ecosistemas con más altos índices de biodiversidad de los Andes Tropicales y probablemente del planeta (CI Perú 1999). Además de sus impresionantes registros de flora y fauna, el Alto Tambopata ha soportado, desde el siglo XVII, la presión significativa de contingentes humanos para la explotación de diferentes recursos como el oro y la cascarilla (Martínez 1969a). Más recientemente, desde mediados del siglo XX, se ha incrementado el ingreso de colonos aymaras, procedentes de las provincias circunlacustres de Moho y Huancané, alentados por la construcción de la carretera de penetración y el desarrollo del mercado de productos agrícolas, como el del café y los cítricos. Este proceso de ocupación y aprovechamiento no planificado de la selva, a partir de una cultura y técnicas productivas adaptadas inicialmente a la sierra, viene generando consecuencias negativas sobre el ecosistema: empobrecimiento del suelo, roce y quema de extensas áreas de bosque, disminución de fauna nativa, etc. Así, la confluencia de una gran biodiversidad y una población migrante de matriz cultural andina, aunque en proceso de cambio y adaptación, han generado un espacio con especiales características socio culturales, de interés para los estudios sobre migraciones andinas hacia la selva (Aramburu 1982, Martínez 1969a) y acérca de los efectos de la ocupación de colonos en ecosistemas frágiles (Recharte 1982, Chicchón y Glave 1995). Por otro lado, la limitada capacidad del Estado para planificar y promover una ocupación ordenada de la selva, aunado a la ausencia de poblaciones nativas con prácticas productivas mas sostenibles, configuran un ecosistema particularmente vulnerable y amenazado. De ahí la necesidad de realizar investigaciones que permitan medir cualitativamente el impacto de la actividad productiva de los colonos aymaras sobre el ecosistema y los recursos naturales de la selva alta de San Juan del Oro. 1.2. Contexto Físico y Natural: Bosque Tropical y Agricultura Ubicada en el sudeste peruano, la cuenca alta del río Tambopata conforma un valle de ceja de selva, de colinas y montañas, caracterizado por una gran complejidad florística en sus diferentes formas de vida, con presencia de hierbas, lianas y arbustos. Asimismo, la extrema humedad existente en sus niveles altitudinales superiores posibilita la proliferación de epífitas y musgos (INRENA 1996: 75), los cuales disminuyen en diversidad a medida que se asciende a mayores altitudes. Al ascender también cambia la fisonomía, tornándose gradualmente en un bosque menos exuberante, con árboles más delgados, retorcidos y de menor altura. 21

Las cuencas del Tambopata y el Inambari, constituyen los dos únicos y extensos valles tropicales del Departamento de Puno. Ambos se originan a partir de las estribaciones andinas de las provincias de Sandia y Carabaya, desde donde discurren riachuelos y quebradas de origen glacial, a través de una topografía abrupta y escarpada, para luego formar los sistemas hidrográficos del Inambari y Tambopata, que desembocan 200 Kms. al norte, en el río Madre de Dios, en la selva baja del departamento del mismo nombre. La zona que abarca el presente estudio se encuentra circunscrita políticamente en el Distrito de San Juan del Oro, ubicado entre los 14° 1’00” de latitud sur y 69°09’50” de longitud oeste, sobre tierras de la Provincia de Sandia, aproximadamente a 330 Kms al norte de la ciudad de Puno. La cabecera del valle del Alto Tambopata se ubica en las inmediaciones de la localidad de Quiquira, perteneciente al Distrito de Yanahuaya, donde predominan precipicios y laderas con fuertes pendientes. Debido a su accidentada topografía, el valle presenta altitudes máximas de hasta 1800 msnm, hasta los 650 msnm en las partes más bajas. Toda ésta área corresponde a dos zonas de vida: Bosque muy húmedo – premontano tropical y bosque muy húmedo - sub tropical, habitado por colonos de origen serrano, dedicados a la producción de cultivos comerciales, y en ciertos aspectos comparable a otras zonas de la selva peruana, como Chanchamayo y Quillabamba. La topografía de la zona se caracteriza por presentar relieve ondulado, con pendientes que van desde inclinadas a muy empinadas, llegando hasta un 70% de inclinación, con laderas largas mayores a 50 metros. Así mismo, se observan algunas terrazas bajas inundables y esporádicamente inundables, ubicadas en las riberas del río Tambopata. Dentro del paisaje colinoso existen terrazas medias y altas como en los sectores de San Ignacio, Azata y Pauji Playa. En las quebradas en pie de monte se observan conos de deyección con material aluvial y coluvio aluvial. Respecto a los suelos, en general podemos mencionar que son de textura variable, con horizontes superficiales franco, franco arcillo arenoso, franco arcilloso y arcillo arenoso. Como la gran mayoría de suelos en la amazonía peruana, los del Alto Tambopata son zonales, es decir que el clima participa en su formación y presenta severas limitaciones para su uso agrícola debido a sus condiciones de fertilidad media a baja (Malleux, 1978). Estos suelos son altamente susceptibles a la erosión y lixiviación, producto de la deforestación y la actividad agrícola en laderas de gran pendiente, salvo en áreas relativamente pequeñas en los márgenes de algunos ríos como Azata o el mismo Tambopata. Siendo en su mayoría suelos franco arcillosos, estos suelen presentar problemas de drenaje que no permiten una adecuada evaporación, haciendo notables los procesos de laterización. Dichos procesos consisten en la formación de rocas ricas en óxido de hierro y aluminio que generan una masa terrosa, de color rojizo, pobre en elementos nutritivos. Sin embargo, a pesar de las condiciones adversas del suelo, debemos recordar que 22

la productividad en las zonas de bosque tropical está determinada por la interacción entre los diferentes componentes del ecosistema, donde el mayor porcentaje de nutrientes se encuentra principalmente en la biomasa del bosque (hojas, ramas y troncos) mas que en el suelo mismo Estas particulares características naturales permiten que la agricultura bajo el sistema de roza y quema presente una alta productividad en sus primeras cosechas, la cual va disminuyendo paulatinamente debido a la alta fragilidad del ecosistema de bosque tropical (Recharte 1982: 110 - 111). Por otro lado, las temperaturas medias mensuales en el Alto Tambopata tienen poca variación a lo largo del año, lo que significa que no existen temperaturas críticas que restrinjan la actividad agrícola. El clima en la zona es cálido y húmedo, con una temperatura media anual de 23 °C . La precipitación fluctúa entre los 2193 a 4376 milímetros cúbicos anuales (Chichón y Glave 1995: 566), siendo la época más lluviosa entre diciembre y marzo, y la más seca, de agosto a octubre (CI Perú 1997), de acuerdo a lo cual las familias campesinas organizan sus labores agrícolas. 1.3. Valor Ecológico del Tambopata: El Parque Nacional Bahuaja Sonene Diversos estudios científicos han llevado a considerar a la cuenca del río Tambopata como uno de los ecosistemas con mayores índices de biodiversidad en el mundo. La diversidad biológica o biodiversidad se expresa en tres niveles estrechamente relacionados: diversidad genética, diversidad específica y la diversidad de los ecosistemas (Fa y Morales, 1993 citado en CI Perú 1999: 22). En cada uno de estos aspectos, la cuenca del Tambopata presenta registros impresionantes que han justificado largamente el establecimiento del Parque Nacional Bahuaja Sonene por parte del Estado Peruano, con la participación de la cooperación internacional y de organizaciones de la sociedad civil. Pero además, otro de los factores a tomar en cuenta es la presencia de la micro cuenca del río Candamo, que es una de las últimos y más importantes áreas de bosques vírgenes que aun quedan en el planeta. Tan sólo para tener una idea general del gran valor ecológico del Tambopata, podemos mencionar que en el área de las cuencas del río Tambopata (Madre de Dios) y el río Candamo (Puno) podemos hallar casi el 30% de las especies de anfibios, reptiles y peces de aguas continentales, y el 50% de la diversidad de mamíferos y aves, reportados para el Perú (Ver Cuadro Nro 1). Si bien es cierto que los valores más altos de diversidad en especies se encuentran en la llanura amazónica de Madre de Dios, en las partes altas de la cuenca del Tambopata, ubicadas en el departamento de Puno, hallamos mayores tasas de endemismo, es decir, especies que solamente se pueden encontrar en dichas áreas. Por otro lado, la zona sur del Parque Nacional Bahuaja Sonene y su Zona de Amortiguamiento en San Juan del Oro estarían incluidas en el denominado refugio pleistocénico de Inambari, que constituye uno de los actuales centros de alta biodiversidad y endemismo, los cuales habrían cumplido un rol fundamental en los procesos de formación de especies de plantas y animales (Aguilar, 1987; 23

Connor, 1986 citados en CI Perú 1999: 24). Por último, es ampliamente conocida la importancia de los bosques premontanos que conforman las cuencas amazónicas, bajo el criterio según el cual toda alteración o impacto de la actividad humana sobre las nacientes de los ríos en la selva alta terminarán afectando las partes bajas y toda la cuenca en general. Cuadro Nro 1: Diversidad Biológica registrada en Tambopata - Candamo, Madre de Dios y Perú (1998)

Fuente: Conservación Internacional Perú “Zona Reservada Tambopata Candamo (Madre de Dios y Puno – Perú)”. Lima, 1999. Atendiendo a los valores ecológicos mencionados, en enero de 1990 el Gobierno Peruano estableció la Zona Reservada Tambopata Candamo (ZRTC), área natural protegida de carácter transitorio, con una extensión de más de un millón y medio de hectáreas, ubicada entre los departamentos de Madre de Dios y Puno. La zona alta de la cuenca del Tambopata fue siempre la menos estudiada desde que se inició el proceso participativo para lograr una categoría de protección definitiva de esta extensa área, a pesar de que ya en ese entonces, el 60% de la ZRTC se encontraban dentro del departamento de Puno, incluyendo el célebre río Candamo, ubicado en el Distrito de Coasa, en la Provincia de Carabaya. En el mes de julio del año 1996, se crea el Parque Nacional Bahuaja Sonene (PNBS) como área de protección estricta, con 323 mil hectáreas de extensión. Dicha área se encontraba limitada por la presencia del Lote 78 para exploración petrolera del consorcio Mobil-Shell. El 4 de setiembre del 2000 se amplía el área del Parque Nacional Bahuaja Sonene a 1’091,046 Has, que incluye territorios del desactivado Lote 78, además se crea la Reserva Nacional Tambopata en Madre de Dios (274,690 Has), y se establecen Zonas de Amortiguamiento en Madre de Dios y Puno ( 271,582 Has). El presente ensayo tiene como área de estudio la Zona de Amortiguamiento del Parque Nacional Bahuaja Sonene, correspondiente al Departamento de Puno, que se inicia en el Centro Poblado Menor de Putina Punco, incluyendo a las poblaciones rurales – comúnmente llamadas sectores - ubicadas en el margen derecho del río Tambopata, hasta el límite del PNBS, a pocos kilómetros al norte del río Azata (Ver Mapa 1), aunque de cara a los alcances de nuestro estudio, hemos considerado ambos márgenes del río Tambopata. 24

Así mismo, es importante señalar que además de los procesos ecológicos y biológicos, en el Alto Tambopata hallamos, principalmente, complejos procesos sociales, económicos y culturales íntimamente vinculados con el altiplano, región de donde proviene la gran mayoría de colonos. A continuación presentamos algunas manifestaciones socio culturales que confirman esta característica central. 1.4. Contexto Socio Cultural: La Matriz Andina de los Colonos del Alto Tambopata Sin duda, el dato más importante para comprender la dinámica socio cultural en el Alto Tambopata, es el origen mayoritariamente altiplánico de la población que ocupa la zona de estudio. Las familias aymaras asentadas en el Alto Tambopata provienen principalmente de las Provincias de Huancané y Moho, al norte del lago Titicaca (Martínez 1969a, CI Perú 1995, Lozano 2001), y recrean un patrón andino ancestral de acceso y aprovechamiento de recursos en diferentes pisos ecológicos (Murra 1975). A través de los procesos migratorios hacia la selva alta, las familias campesinas de estancias o comunidades de la sierra, vienen reproduciendo comportamientos y costumbres que forman parte de lo que podemos denominar una matriz cultural andina. Evidentemente, esto no significa un traslado mecánico de elementos culturales del altiplano a la montaña, ya que al tratarse de espacios ambiental y socio económicamente distintos, suponen respuestas adaptativas diferenciadas por parte de las familias aymaras que, como veremos mas adelante, desarrollan estrechos vínculos sociales y productivos con ambos ecosistemas. Las manifestaciones más visibles de la matriz cultural andina de la población asentada en el Alto Tambopata se presentan, en varios elementos de su vida cotidiana. La vestimenta es una de ellos. Si bien es cierto hallamos vestimenta similar a la que suele usar la población rural en el altiplano, también podemos observar algunos cambios que son producto de cierta adaptación al ecosistema de selva y a las condiciones económicas de la zona. Es por esta razón que predominan las prendas más ligeras, la mayoría elaboradas con material sintético, y procedentes de los mercados mayoristas de Juliaca o de la frontera con Bolivia en el altiplano. El caso de las mujeres adultas es el más representativo de este aspecto cultural. Encontramos el uso de faldas y de polleras que, a diferencia de las utilizadas en el altiplano, suelen ser de tela más delgada e ir acompañadas con una sola enagua. También se utilizan blusas de manga corta, elaboradas con lanilla sintética, mientras que en la sierra predominan las de lana más gruesa y de alpaca. Respecto al calzado femenino, se ha venido generalizando el uso de un tipo particular de sandalias ligeras, fabricadas de plástico, con planta y cintas muy delgadas, conocidas en la zona como ñustas. El uso de largas trenzas es una costumbre que aun se mantiene en el Alto Tambopata, las cuales suelen estar adornadas con las q’ana borlas o borlas para el cabello, igualmente elaboradas con lana sintética. En los centros poblados también se mantiene el uso de sombreros hechos con lana de oveja, sobre todo en las mujeres de mayor edad. La alimentación es otro indicador de la matriz cultural andina predominante en 25

los centros poblados y los sectores del valle de Tambopata. En la dieta común de las familias aymaras campesinas, a los productos propios de la selva, como papa japonesa (Colocasia esculenta), balusa y plátano; se suman otros productos frescos del ecosistema de sierra, como las habas (vicia faba), la papa de la sierra, quinua (chenopodium quinoa) y cebada. Así mismo, es frecuente el consumo de tubérculos y carnes tratados con técnicas tradicionales de deshidratación, cuyo origen es eminentemente andino. Es así que se encuentra muy extendido el consumo de chuño negro y blanco (papa deshidratada), charqui (carne seca y salada de alpaca o cordero) e ispi (pejerrey - bacilichis bonaerensis – deshidratado). El arroz y las hortalizas también se incluyen en la dieta campesina, ya sean comprados en algún centro poblado o, en algunos casos, producidos en los mismos sectores. Pero tal vez los elementos más distintivos de la matriz cultural andina en esta zona de la selva sur, son el uso del dialecto aymara y la celebración de fiestas de origen andino. Dichas particularidades son, además, distintivas de la cultura tradicional aymara, cuya zona de influencia abarca las Provincias circunlacustres de Moho y Huancané, y gran parte del Departamento de La Paz, en Bolivia, de donde procede buen porcentaje de la primera generación de colonos. Distintos estudios indican que el aymara es la lengua materna de una gran parte de la población asentada en el Alto Tambopata (Martínez 1969a, CI Perú 1995 y 1997). En el caso de la población campesina asentada en las zonas de más reciente colonización, se ha llegado a identificar un 90.85% de población adulta cuyo dialecto original es el aymara (Lozano 2001: 43) Pero además de ser la lengua aprendida durante la niñez de gran parte de la población, el dialecto aymara presenta una gran vitalidad, de tal manera que su uso es cotidiano y frecuente, en especial al interior de la unidad doméstica o en ocasiones festivas (Lozano 2001: 44). Como sucede en otras culturas tradicionales, el dialecto original suele ser utilizado y transmitido principalmente por la madre y miembros mayores del hogar, mientras que el idioma oficial, en este caso el castellano, es manejado más fluidamente por los varones adultos, quienes son los que tiene mayor contacto con agentes externos u oficiales. La costumbre de organizar celebraciones de carácter religioso y festivo en honor a los denominados Santos Patrones de los pueblos o ciudades de la sierra se encuentra ampliamente documentada en la bibliografía antropológica andina. Esta costumbre está especialmente arraigada en el Departamento de Puno, donde se ha desarrollado un rico acervo cultural de danzas, cantos y trajes tradicionales para rendir homenaje a diferentes santos, vírgenes, cruces y otras deidades de carácter sincrético1. La diversidad de estas expresiones artísticas le ha valido al Departamento de Puno el título de Capital Folklórica del Perú y América. A través de los procesos de colonización y de migración cíclica, el carácter festivo de la cultura aymara se ha extendido al ámbito del Alto Tambopata, donde podemos 26

observar dos fiestas patronales de gran importancia: La fiesta de Santa Rosa de Lima, patrona del Distrito de San Juan del Oro, celebrada cada 30 de agosto en la capital de distrito; y la fiesta de San Pedro, patrón del Centro Poblado Menor de Putina Punco, cuyo día central es el 29 de junio de cada año. Ambas fiestas recrean en la selva tropical, las características de celebraciones similares en ciudades y pueblos del altiplano. En la fiesta de Santa Rosa se aprecian comparsas con grupos de danzas autóctonas, como el Carnaval de Arapa, Ayarachis de Cuyo Cuyo, Llameritos, entre otros. Por otro lado, en la fiesta de San Pedro de Putina Punco predominan las comparsas en traje de luces, como Diabladas, Morenadas y Rey Moreno, pero además se han desarrollado expresiones artísticas que recogen elementos particulares de la selva, como el Baile del Paucar, que representa el vuelo de esta ave propia de la zona. En ambas fiestas, cada grupo de danzantes está acompañado por su respectiva banda musical, al estilo tradicional andino, compuesta por instrumentos de viento y percusión. Los bailes en traje de luces, además, van acompañados de “figuras”, que son danzantes disfrazados de osos y conejos, ello a pesar del sofocante calor que tienen que soportar bajo sus lanudos trajes y enormes máscaras2. Al igual que en el altiplano, el responsable de organizar y solventar los gastos que suponen estas celebraciones, son los denominados alferados, que son la pareja de cónyuges nombrados el día central de cada fiesta para asumir la responsabilidad en la celebración del próximo año. Los alferados se encargan de contratar la banda, alquilar los trajes, y proporcionar cerveza y comida a los invitados. Dichos gastos son compartidos con un grupo de allegados, compadres o familiares, de acuerdo a un compromiso pactado en un Cuaderno de Actas, durante la fiesta del año anterior. Finalmente, cabe concluir que la selva de Puno en el Alto Tambopata constituye un área de expansión de la cultura y sociedad aymaras procedente del altiplano, desde donde fluyen permanentemente costumbres, fiestas y símbolo. De esta manera ceja de selva y altiplano constituyen variantes de un mismo espacio socio cultural3. 1.5. Planteamientos Teóricos Las bases teóricas del presente estudio se fundamentan en conceptos e ideas que vinculan medio ambiente, procesos socio culturales y sostenibilidad. En ese sentido, como punto de partida entendemos que la problemática de la conservación del medio ambiente es eminentemente humana, ya que es el hombre quien hace conservación orientada, en última instancia, para el beneficio de la actual y las próximas generaciones de seres humanos. Esta es la idea de lo que las Naciones Unidas acepta por desarrollo sostenible, que es “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades” (Comisión Brundtland 1987 citado por Barrantes 1993: 2). Respecto a este concepto, consideramos acertado colocar en el centro de la preocupación ambiental, el énfasis en la satisfacción de necesidades humanas concretas, en especial para numerosas poblaciones rurales pobres para quienes sus únicos “activos” son los 27

recursos naturales a los que tienen acceso. Así mismo, la teoría nos indica que existe un vínculo causal entre pobreza y medio ambiente a través de dos vías, tal como lo sostiene Gonzáles de Olarte: “La primera [de estas vías], que es directa trata del comportamiento positivo o negativo de los pobres sobre los componentes del medio ambiente (suelos, bosques, aguas, aire). Si este comportamiento es positivo, como es el caso de muchas comunidades campesinas que debido a su pobreza se organizan para preservar sus pastos naturales, el uso del agua o los suelos, el medio ambiente se puede reproducir sin deterioro y hasta mejorar. En cambio si es negativo, se produce la sobreexplotación de recursos y su ulterior agotamiento. Una segunda vía, que es indirecta, trata de la influencia que tiene el medio ambiente sobre los pobres (...) En el segundo caso las externalidades que afectan el medio ambiente llevan a la pobreza; por ejemplo debido a los humos de la refinería minera los campesinos de Cerro de Pasco perdieron sus pastos y su ganado y se empobrecieron” (Gonzáles de Olarte 1997:19-20) Para el caso de las familias aymaras, la primera vía es la que nos interesa explorar con mayor profundidad. Partimos de reconocer que determinadas situaciones de pobreza estarían generando deterioro ambiental en la selva, a través de la sobre explotación y el uso inadecuado de los recursos. Dicha “pobreza depredadora” no tiene su punto de partida en la selva misma, sino mas bien en el lugar de origen de los colonos. Efectivamente, en las parcialidades del altiplano se viene dando una presión demográfica creciente sobre recursos naturales escasos, principalmente suelos y pastos, lo cual actúa como fuerza expulsora de familias campesinas pobres hacia la ceja de selva. Por esta razón, los elementos de demografía y acceso a recursos serán tomados en cuenta para analizar el impacto de la colonización sobre el ecosistema del Alto Tambopata. El aprovechamiento de los recursos por parte de los colonos aymaras se enmarca en estrategias familiares productivas (sistemas agrícolas y extracción de recursos del monte) y reproductivas (acceso a educación, matrimonio, concepción y crianza de hijos), que se basan en determinados intereses individuales, familiares o de grupo. Entendemos que las estrategias familiares aymaras forman parte de patrones de acceso más amplios geográficamente, ya que involucran diferentes ecosistemas, como el altiplano, la ceja de selva y sus variantes por altitudes y cuencas. En ese sentido, creemos fundamental explorar hacia que espacio se estaría orientando la reproducción social de las familias aymaras: si es hacia el altiplano de origen como espacio tradicional de subsistencia, si es hacia la selva como nuevo lugar de residencia y espacio de reproducción, o si es hacia alguna ciudad intermedia como Juliaca, Tacna o Arequipa, como destinos de reinversión para el capital generado en el Alto Tambopata. Según Golte, las familias campesinas de los Andes adoptan una estrategia básica orientada al empleo de la fuerza de trabajo campesino un máximo de días en el año agrícola (Golte 1980: 38). En ese sentido, las labores productivas de las familias aymaras en la selva y el altiplano deben ser consideradas como un todo inseparable que les otorga la posibilidad 28

de producir para la subsistencia o para el mercado, haciendo el máximo uso de la mano de obra disponible. Esto da lugar a los denominados calendarios agrícolas paralelos que articulan los ecosistemas de sierra y selva. Esta idea es central en el desarrollo del estudio y supone tener claro cuales son las características básicas de la economía campesina y como se vincula con el fenómeno de la migración. Annelies Zoomers (1998) al realizar un balance de los diferentes estudios acerca de la economía campesina en los Andes, identifica determinadas características recurrentes: •

Heterogeneidad o diversidad, según la cual los campesinos en los Andes están comprometidos en muchas actividades al mismo tiempo. • Interdependencia, que se refiere a la dependencia mutua de las actividades y relaciones de producción que desarrollan cada uno de los miembros de la familia o entre unidades domésticas distintas. • Dispersión del riesgo, que es el motivo más importante de la conducta de los campesinos ( Zoomers et al 1998: 17) Sobre la base de estas características generales, las familias campesinas desarrollan particularidades relacionadas a menudo con su medio ambiente y su articulación al mercado, que para el caso del Alto Tambopata son variables fundamentales respecto al potencial impacto sobre el ecosistema. Por otro lado, las teorías acerca de la migración rural – rural, nos permite distinguir, además de los conocidos factores de expulsión y atracción (Martínez 1969b: 167-198), una diferenciación entre migración estacional y permanente (Martínez op cit, Aramburú 1979), que sin embargo, para analizar el caso del Alto Tambopata podría resultar un tanto rígida ya que no admite los diferentes grados de estacionalidad que se observan en el Alto Tambopata. 1.6. Objetivos Específicos Los objetivos del presente estudio son los siguientes: 1.

Describir y analizar los sistemas de uso y aprovechamiento de los recursos por parte de las familias de colonos aymaras, asentados en la zona del Alto Tambopata, con énfasis en las estrategias migratorias y calendarios productivos paralelos.

2.

Evaluar cualitativamente el impacto de las actividades productivas y económicas de los colonos aymaras sobre el ecosistema de selva alta.

3.

Analizar la correlación entre procesos migratorios, actividades productivas y económicas, e impactos ambientales en el Alto Tambopata.

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1.7. Justificación A partir de 1998, la presencia de organismos de desarrollo alternativo y de conservación del medio ambiente en el Alto Tambopata se ha ido incrementando, aunque sin llegar a los niveles de acción que se dan en otras zonas más conocidas de la selva como Loreto y Madre de Dios, a pesar de compartir las cuencas de Tambopata e Inambari con esta última. Por otro lado, el Estado tampoco ha realizado esfuerzos consistentes ni sostenidos para promover el bienestar y el desarrollo en esta zona. Es por ello que es necesario decir claramente que la integración del Alto Tambopata a los procesos económicos y sociales de la región y el país es producto de la iniciativa privada de las familias aymaras de colonos que han ocupado la zona, provistos únicamente de sus organizaciones de base (cooperativas, comités, asociaciones, etc.), sus estrategias socioculturales de adaptación, y una gran perseverancia y laboriosidad. Pero también es necesario mencionar que esta ocupación lenta y espontánea del espacio (Chichón y Glave 1995) podría estar amenazando las bases naturales de los procesos productivos y socio económicos que se han venido consolidando en el Alto Tambopata. De ahí que sea de suma importancia empezar a discutir científicamente acerca de la sostenibilidad ambiental, social y económica de dichos procesos de ocupación, para lo cual es imprescindible generar los estudios e información sobre esta particular zona del país, que hasta el momento son escasos. El ensayo que presentamos pretende establecer líneas de análisis y temas críticos para futuros estudios acerca de los impactos de la intervención humana sobre el ecosistema del Alto Tambopata. Además de contribuir con un estudio de caso al debate actual sobre el desarrollo ambiental y económicamente sostenible del espacio rural, consideramos necesario aportar un insumo teórico con el cual los organismos de cooperación técnica y organizaciones de base puedan atender los requerimientos de las poblaciones locales, sobre la base de sus particulares condiciones culturales y dinámicas socio económicas, todo esto con la finalidad de hacer compatibles la conservación, el desarrollo y el bienestar.

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2. MÉTODOS 2.1. Muestra 2.1.1 Unidades de análisis En la presente investigación se establecieron dos tipos de unidad de análisis, una socio demográfica y otra agronómica. Para el primer tipo se seleccionaron unidades domesticas que por lo general coincidían con una familia nuclear conformada por una pareja de padres y sus hijos. En otros casos, la unidad doméstica corresponde a familias extensas que incluyen hijos casados o convivientes, nietos y cuñados. Por esta razón el número de encuestas aplicadas no coinciden con el número de familias. Para el análisis agronómico se seleccionaron unidades productivas constituidas por lotes, que son las porciones de terreno correspondiente a una unidad doméstica. Los lotes se dividen en parcelas o chacras de diferentes cultivos comerciales, pan llevar y sus diversas asociaciones, además de áreas de bosque primario y purma. Las áreas de estudio para la selección de estas unidades de análisis fueron determinados sectores tanto en el margen derecho como izquierdo del río Tambopata. Los sectores son circunscripciones políticas en las que se organizan las familias del ámbito rural y fueron seleccionados como representativos de las variantes ambientales (microcuenca y valle), edafológicas (de mayor a menor calidad del suelo), por tiempo de ocupación (migración antigua o reciente) y acceso a la carretera que existen en el valle. 2.1.2. Casos examinados Los criterios iniciales utilizados para la selección de los sectores se basaron en hipótesis a partir de observación y trabajos de campo anteriores. Nuestras hipótesis iniciales para clasificar los sectores se fueron matizando al observar que el manejo de los recursos depende en buena medida de las estrategias productivas de cada familia, además de los factores ambientales o de suelos en cada sector. Por otro lado, se sumaron otras zonas sobre los que no contábamos con información de suelos. Finalmente se eligieron cuatro sectores del margen derecho para la aplicación de encuestas, entrevistas a profundidad, croquis de parcelas y calendarios productivos (Bajo Tunquimayo, Charuyo, San Ignacio y Azata). En otro grupo de sectores también se levantaron muestras de suelo y muestras botánicas (Paujil Playa, Pampas de Moho y Pampas Salinas). En el siguiente cuadro se pueden apreciar los sectores representativos, y las herramientas y muestras que se recogieron en cada uno.

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Cuadro de información de campo recogida por instrumentos y sectores

2.2. Datos 2.2.1. Instrumentos Los Instrumentos utilizados para el recojo de información se dividieron por cada tipo de unidad de análisis: Para unidades socio demográficas: • Encuestas a unidades familiares con preguntas acerca de la composición familiar, lugar de origen, educación, propiedad y residencia, y hábitos de consumo. • Entrevistas a profundidad semi dirigidas a informantes claves de los sectores y el centro poblado de Putina Punco, para recabar información sobre la ocupación del valle, labores agrícolas, acceso a tierra y manejo de recursos. 32

Para las unidades agronómicas • • •



Recojo y análisis de muestras de suelo, mediante calicatas en zonas de cultivos permanente, cultivos anuales, bosque primario y secundario. Recojo e identificación forestal de plantas medicinales aprovechadas por las familias campesinas. Croquis participativos de lotes donde el agricultor elabora un esquema dirigido de sus parcelas, asociación de cultivos, sistema agrícola y modalidad de asentamiento. Calendarios agrícolas donde el agricultor detalla sus actividades productivas a lo largo de la campaña agrícola, tanto en el valle como en el altiplano.

2.2.2. Trabajo de Campo El recojo de la información de campo estuvo a cargo de los investigadores quienes contaron con un equipo mutidisciplinario de jóvenes profesionales de la Universidad del Altiplano. También pudimos contar con la colaboración logística del equipo técnico de Conservación Internacional Perú (CI Perú) en Putina Punco. Durante reuniones de trabajo en Puno y en Putina Punco se afinaron las herramientas de recojo de información, se terminaron de definir los sectores y unidades de análisis, así como un cronograma de actividades en el campo. Siempre que fue posible se contacto previamente con los Tenientes Gobernadores de los sectores elegidos y con los Coordinadores del Programa Café Orgánico, que son líderes en su sector, para que faciliten la entrada y trabajo del equipo. Se formaron dos grupos, uno para la aplicación de encuestas sobre el aspecto social y el otro para el recojo de muestras de suelo y forestales. Ya en los sectores, cuando la circunstancias y el tiempo lo permitían, se llevaron a cabo asambleas con la población para explicar el propósito del estudio y las actividades a realizar. En muchos casos se aprovecharon las charlas de capacitación convocadas por CI Perú y el Programa de Café Orgánico. Para la apertura de calicatas y recojo de muestras se contó con la amplia colaboración de los pobladores locales, a quienes se les proporcionó algunos alcances acerca de las características más saltantes de sus suelos, en especie de charlas improvisadas que además facilitó el recojo de mayor información. Otros espacios para recabar datos fueron algunas actividades de su vida cotidiana y aproximación a las cooperativas cafetaleras los días de pago. Además, se proporcionaron materiales de capacitación acerca del tema de café a manera de retribución a los colonos informantes. Las entrevistas semi dirigidas fueron grabadas en su mayoría pero también se sostuvieron conversaciones informales con anotaciones de campo. Ambos equipos contaban con GPSs con los cuales se recogió información georeferenciada. El alojamiento y la alimentación fueron cordialmente facilitadas por familias aymaras, la mayoría participantes del Programa de Café Orgánico. 33

2.2.3. Almacenamiento y Ordenamiento La información recogida durante el trabajo de campo se almacenó y sistematizó de la siguiente manera: Unidades Socio Demográficas: Vaciado de encuestas en formatos Excel para su análisis con la utilización de filtros y fórmulas estadísticas básicas. Vaciado de entrevistas grabadas a Word y al programa Etnograph para clasificación y análisis de contenidos. Unidades Agronómicas: Vaciado a mano de información sobre distribución de parcelas y calendarios agrícolas en formatos establecidos. Análisis de caracterización de suelos en laboratorio y descripciones de los perfiles modales de las unidades por sectores, todos en formato Word. Muestras de suelo almacenados en los laboratorios de suelos de la Universidad Nacional del Altiplano en Puno. Identificación forestal en los laboratorios de botánica de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco en formato Word. Información cartográfica: Para la elaboración de los mapas del presente estudio se utilizó información digitalizada del Ministerio de Educación (centros poblados, curvas de nivel e hidrografía), Instituto Nacional de Estadística e Informática (límites internacionales) y de la Universidad de Maryland – EEUU (imágenes satélite de la zona). Los datos corresponden al sistema coordenado UTM – Zona 19 Sur Datum / Elipsoide WGS84. El trazo de la carretera, puntos de calicata y ubicación de parcelas fueron actualizados con información georeferenciada recogida en el campo. 2.2.4. Limitaciones del Estudio De haberse dispuesto con los fondos de manera oportuna se habrían podido realizar dos salidas al campo o una salida más prolongada con la finalidad de aplicar mayor cantidad de encuestas que nos permitiera contar con una mejor muestra, especialmente para los datos demográficos. Debemos advertir que nuestro análisis acerca de los impactos ambientales es cualitativo, a partir de la observación de los procesos productivos y reproductivos de las familias aymaras. Queda pendiente un estudio cuantitativo del impacto ambiental de la agricultura, si es que eso es posible, y especialmente de la carretera de penetración. En este estudio no se presentan tasas de deforestación pero si es posible entender los procesos sociales que propician la deforestación. También debemos advertir que debido a la estrechez de los plazos no fue posible realizar una evaluación más profunda de algunos indicadores del ecosistema como el estado del bosque y observación de fauna, que resulta complementario al aspecto de suelos.

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2.2.5. Plan de Análisis El plan de análisis sigue los pasos establecidos en los objetivos de la investigación. Lo primero era tener claro como se aprovechaban los recursos en el Alto Tambopata para luego identificar los elementos que estrían generando impactos negativos, y en algunos casos positivos, en el ecosistema, principalmente en el suelo. Esta primera fase abordaba los aspectos más visibles como las labores culturales y la tecnología productiva. Posteriormente se esbozan las estrategias familiares, que articulan estas actividades que podríamos denominar menores, a través del análisis de los sistemas agrícolas, flujos migratorios y calendarios paralelos. En este momento ya es posible deliniar algunas diferencias entre familias sobre la base de algunas variables demográficas y ambientales. Finalmente, identificamos los procesos sociales mayores que estarían a la base de una determinada modalidad de ocupación del espacio y aprovechamiento de los recursos, de acuerdo a zonas agroecológicas mas o menos diferenciadas.

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3. RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN 3.1. Uso y aprovechamiento de los recursos en el Alto Tambopata En este acápite describiremos las actividades y tareas que desarrollan las familias aymaras con el fin de aprovechar los recursos del valle de San Juan del Oro. Tratándose de un contingente poblacional colono, la ocupación principal es la agricultura, por lo tanto haremos mayor énfasis en ese punto, aunque sin dejar de hacer una breve referencia acerca del uso de recursos naturales extraídos directamente del bosque. 3.1.1. Labores Agrícolas y Tecnologías Productivas de las familias aymaras Podemos afirmar que el mayor factor de atracción que ejerce el Alto Tambopata sobre las familias campesinas aymaras del norte de Puno, se sustenta en la posibilidad que dicho ecosistema les brinda de acceder al “recurso dinero”, mediante la comercialización de café y cítricos. Pero además, la economía campesina de dichas familia requiere de la siembra de cultivos de subsistencia adaptados al ecosistema de selva, los que se complementan con productos procedentes del altiplano. A pesar que las características topográficas y edafológicas del Alto Tambopata no lo hacen apto para la actividad agrícola, los cafetales y plantaciones de mandarina y naranja, son parte importante del paisaje. A lo largo de la ruta de penetración a la selva, en el tramo que se inicia en Yanahuaya hasta la punta de carretera en Pampa Grande, se puede observar la ocupación de laderas muy empinadas con parcelas de café, así como plantaciones de cítricos y otros frutales en los terrenos más próximos a la carretera. Algunas chacras con cultivos de pan llevar, como plátano y maíz, se pueden observar en las riveras del río Tambopata, y además en los sectores, cercanos a la vivienda de las familias campesinas. Dadas las amplias extensiones de bosque que se han abierto con el objetivo de practicar la agricultura comercial y de subsistencia, es necesario caracterizar las labores culturales asociadas al manejo de estos cultivos, de tal manera que podamos determinar cualitativamente su potencial impacto en el ecosistema del Alto Tambopata, y en especial cuáles han sido los efectos de la agricultura comercial sobre los frágiles suelos en donde se viene practicando. Además, debemos tomar en cuenta que el proceso de ocupación de laderas y bosques primarios se viene intensificando, dada la velocidad con la que se viene construyendo la carretera de penetración. 3.1.1.1. Cultivos Comerciales: Café y Cítricos El cultivo de café y cítricos son, sin duda, las actividades productivas de mayor relevancia del Alto Tambopata, no sólo debido a los importantes ingresos económicos que suponen para las familias de colonos aymaras, sino también por el movimiento comercial que generan en la zona, tanto en servicios como en mercancías, así como por los circuitos de mano de 37

obra y productos agrícolas que se tejen a partir del aprovechamiento de estos dos cultivos. Pero además, su importancia a propósito de la conservación del ecosistema radica en que son los cultivos que cubren la mayor extensión de terrenos en una zona cuya aptitud es mayormente de protección. Según el último Censo Agropecuario Nacional, para el Distrito de San Juan del Oro (Ministerio de Agricultura 1996: 694-696) se registraron 4997.83 Has de cultivos permanentes, principalmente de naranja y café, lo que representa el 36.62 % de una superficie agrícola total de 13649.35 Has4 (Ver Gráfico Nro 1). Así mismo, en términos de propiedades o parcelas, se hallaron cultivos permanentes en 2540 unidades agrícolas de un total de 3331 en el distrito, lo que significa el 76.25 % de las parcelas existentes en San Juan del Oro

Fuente: INEI. Resultados del III Censo Nacional Agropecuario. Lima, 1994 A continuación expondremos las fases más importantes del manejo agronómico de estos cultivos permanentes, así como algunas referencias acerca del proceso histórico de su introducción y manejo en el valle. Para el caso de los cítricos, nos referiremos a las dos variedades más extendidas en el Alto Tambopata, la naranja y la mandarina, aunque también se comercializan otras frutas, en mucho menor volumen, como papaya, palta y plátano. El Café: El cultivo que llegó de Bolivia La historia reciente de la colonización en el Alto Tambopata está íntimamente ligada a la producción y aprovechamiento del café, cultivo que desde su introducción ha jugado un papel importante en la migración y asentamiento de población altiplánica en la selva alta (Martínez 1969a: 87). A la explotación de las riquezas naturales del valle de Tambopata a lo largo de diferentes etapas históricas, como el oro durante el incanato y la colonia, la cascarilla a mediados del siglo XIX, y el caucho a inicios del siglo XX, le siguió el denominado ciclo del café (Martínez 1969a: 83-89, Lozano 2001: 36-39), el cual se inicia con la llegada de los primeros colonos aymaras, la gran mayoría de ellos procedentes o naturales 38

de las yungas bolivianas de Coroico y Chulumani (Spedding y Llanos 1999: 38). Una primera oleada migratoria habría llegado en la década del 30, cuando familias campesinas aymaras de la Provincia de Conima, que tradicionalmente trabajaban y migraban a las yungas bolivianas, se ven obligados a retornar al Perú ante la amenaza de ser reclutadas para combatir en la Guerra del Chaco, que se inició en 1931, ente Bolivia y Paraguay. Con conocimientos acerca del cultivo del café adquiridos en la selva de Bolivia, los colonos aymaras reorientaron sus estrategias migratorias hacia el Alto Tambopata, zona de la cual ya tenían referencias a través de algunos coterraneos que habrían participado en la explotación de cascarilla y caucho (Martínez 1969a: 88). De esta forma sentaron las bases para la segunda oleada migratoria a partir de la década del 50, cuando se inicia el apogeo de la Reforma Agraria en Bolivia. A partir de este hecho los campesinos peruanos ven limitado su acceso a tierras, lo que sumado a maltratos y sobornos por parte de las nuevas autoridades y sindicatos, motivaron el retorno de los aymaras peruanos a sus pueblos de origen, y de ahí al Alto Tambopata. En esa oportunidad, trajeron consigo un renovado interés por el cultivo del café debido al alza de precios que se da en la década del 60. A pesar de la introducción de ciertos cambios en las labores agrícolas y en la tecnología para beneficiar el café, aun es posible incluir la caficultura del Alto Tambopata dentro de la denominada agricultura tradicional, propia de las familias campesinas de los países en vías de desarrollo. De acuerdo a estas características, podemos apreciar cafetales que no suelen exceder las 2.5 Has de extensión (CI Perú 1995: 13), un importante uso o auto explotación de la mano de obra familiar, y la utilización de herramientas y tecnologías sencillas y artesanales (Lozano 2001: 58). Las labores culturales más importantes del cultivo de café en el Alto Tambopata5 se inician con la ubicación de un terreno considerado apropiado por el agricultor, generalmente en una zona de bosque primario. El criterio de selección combina la apreciación del suelo, la pendiente y, en menor medida, la presencia de algunas plantas indicadoras, todo ello con las limitaciones de dimensión y ubicación de la parcela entregada por el padre de familia, o de acuerdo al lote asignado por la autoridad del sector. Las consideraciones acerca del suelo no suelen ser uniformes y, tampoco son, necesariamente, las más acertadas. Algunos colonos caficultores afirman que una tierra de color negro o, en otros casos, rojizo pueden asegurar una buena producción de café. Respecto a la pendiente, esta característica no suele ser considerada una limitación seria, ya que muchos de los cafetales se ubican en terrenos con mas de 45 % de inclinación, donde el agricultor y su familia casi tienen que colgarse de los plantones para cosechar la cereza. Una vez elegida el área donde se instalará la chacra, se procede a su limpieza, en dos etapas: el sacomeo y la roza. El primero consiste en desbrozar el terreno, 39

eliminando hierbas y arbustos con ayuda de machetes, y con la participación de varones y mujeres. La etapa de la roza comprende la tala, con hacha o motosierra, de los árboles más grandes que quedan después del sacomeo, dejándose en pie algunas especies que pueden ser aprovechadas en el futuro como leña o madera. La roza es ejecutada por los varones de la unidad familiar o pagando el servicio de un agricultor que cuenta con motosierra. En el Alto Tambopata, a los árboles se les otorga principalmente un valor de uso, ya que la comercialización de madera es muy limitada, de ahí que los agricultores prefieren, en la medida de lo posible, tumbar todos los árboles que quedan dentro de su parcela para facilitar su manejo. Luego que los árboles y hierbas cortadas se secan, los agricultores suelen quemar estos restos vegetales, con la finalidad de plantar sobre “terreno limpio” y obtener una mejor producción. La limpieza del terreno, incluida la quema, se suele realizar entre los meses de agosto y noviembre, cuando ya culminan las labores de cosecha y antes del inicio del periodo de lluvias. Culminada esta etapa, con barretos y picos se abren hoyos en la tierra donde se transplantarán los cafetos. Luego, aunque no siempre de inmediato, se realiza el transplante, colocando dos o tres plántulas por hoyo, en caso alguna de ellas muera durante su crecimiento. Los agricultores prefieren realizar el transplante entre los meses de enero y marzo, en plena época de lluvias, para asegurar el crecimiento de plantas más fuertes y sanas. El distanciamiento entre plantas e hileras varía de acuerdo a la variedad del café y la inclinación del terreno, pero para todos los casos se suele sembrar a favor de la pendiente. Además, a partir de marzo se realiza el refalle o reposición de plántulas secas o de escasa vitalidad. No existe en la zona la costumbre de producir plantones mediante viveros, salvo en algunos casos en los que esta práctica ha sido introducida por organismos de cooperación técnica. Los agricultores acostumbran recoger plantas silvestres que crecen espontáneamente en el monte o de pequeños almácigos improvisados en algún lugar de su lote. Los deshierbos periódicos del cafetal se llevan a cabo por lo menos dos veces al año, dependiendo de los calendarios productivos de cada unida familiar, y de acuerdo al crecimiento de hierba en la parcela. Por lo general, los deshierbos suelen realizarse culminado el periodo de cosecha o poco antes de iniciarse el periodo de lluvias. Esta es otra de las tareas que requiere buen cantidad de mano de obra y donde participa la familia en pleno.

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A partir de mayo se inicia el periodo más crítico del calendario productivo del Alto Tambopata: la cosecha del café. Esta fase supone la activación de circuitos comerciales y de mano de obra entre las parcialidades y pueblos de Moho y Conima, la ciudad de Juliaca y los sectores del Alto Tambopata. El consumo de mercancías y servicios en los principales pueblos y caseríos del valle aumenta notablemente, la circulación de camiones y buses se incrementa, y los centros de acopio y ventanillas de pago de las cooperativas cafetaleras presentan una actividad febril. Los meses punta de la cosecha se da entre mayo y julio, pero puede extenderse, en los sectores de mayor altitud, hasta el mes septiembre, donde se recogen las últimas cerezas. Provistos de sabanillas amarradas a sus cinturas, los miembros de la unidad familiar, incluidos adolescentes y miembros mayores, y frecuentemente con la ayuda de peones y vecinos, recogen las cerezas maduras desde las primeras horas de la madrugada hasta el atardecer. Es conveniente que esta tarea se realice con destreza y rapidez, ya que se necesita evitar que los granos se sobre maduren o que una eventual lluvia “sacuda” las plantas y haga perder la producción. Casi paralelamente al recojo de los granos, se llevan a cabo las labores de post cosecha que consisten en el despulpado de la cereza, selección, fermentación, lavado y finalmente secado de los granos beneficiados. Esta es una de las fases productivas que probablemente ha recibido mayores cambios tecnológicos en las últimas décadas. Para finales de los 60, Héctor Martínez ya daba cuenta de la introducción de máquinas despulpadoras, construidas artesanalmente de madera, que iban reemplazando la antigua técnica de pisotear la cereza para desprender la cáscara, con lo cual “obtienen un mejor producto y no el llamado café abombado, que sale manchado, por lo que pierde en calidad” (Martínez 1969a: 160). A partir de la década del 90, ya se puede observar el paulatino aumento en el uso de despulpadoras de metal, procedentes de Quillabamba, que disminuyan el porcentaje de granos “mordidos” o dañados. Otro cambio sustancial con respecto a las prácticas agrícolas más antiguas es la selección más escrupulosa, aunque no siempre eficiente, de los granos en diferentes calidades, lo cual responde a las exigencias del mercado internacional del café6. Actualmente las cooperativas cafetaleras acopian cinco calidades o tipos de café pergamino: convencional (o “normal”, como se le conoce en la zona), extra (café de mejor calidad, orientado a los mercados solidarios o fair trade), segunda (granos brocados o vanos, de menor precio), natural (conocido como “café bola”, son frutos sobremaduros que se entregan sin despulpar) y, en los últimos años, café orgánico (granos procedentes de chacras con certificados ecológicos y libres de agro químicos. Suelen ser de mejor calidad que el café convencional). El fermentado y lavado de los granos sin cáscara se realizan en bateas de madera con agua canalizada de alguna quebrada cercana a la chacra. De inmediato se inicia el secado en el patio de la casa del agricultor, sobre arpilleras de lona 41

sintética o de plástico. Finalmente, después de tres o cuatro días de sol intenso, el café pergamino está listo para ser entregado a los centros de acopio de las cooperativas cafetaleras. Los Cítricos: el cultivo complementario Desde su introducción a la zona, la producción de frutales en general, siempre ha estado asociada con el cultivo del café (Martínez 1969a: 162), orientados principalmente al consumo de la unidad familiar. Sin embargo, a partir de los primeros años de la década del 60, algunos pobladores locales asentados en el pueblo de San Juan del Oro, y en las localidades de Challouma y Yanamayo, empiezan a acopiar y comprar cítricos, primero naranja y luego mandarina, para su comercialización en mercados locales. Esta actividad estuvo a cargo de colonos de origen quechua, procedentes de Sandia y San Antonio de Putina (Entrevista Nro. 1 P.Paricahua: Líneas 529-539). En ese entonces, estas familias de origen quechua dominaban la actividad comercial de la zona, incluyendo la compra de café a los agricultores aymaras (Martínez 1969a: 165). Con la llegada de la carretera a San Juan del Oro, aproximadamente en el año 1975, el comercio de cítricos se dinamiza y empieza a articularse con el mercado regional de Juliaca. Ya para entonces los asentamientos colonos aymaras más próximos al pequeño caserío de Putina Punco, se habían consolidado como una pujante zona cafetalera, a partir de la conformación de las cooperativas y una central de cooperativas cafetaleras que las agrupa (CECOVASA)7. De este modo, mediante las cooperativas cafetaleras se logró desarrollar una lógica de economía de escala para el comercio más rentable del café. En los últimos veinte años se han realizado esfuerzos similares para la venta directa y en mayor volumen de los cítricos, a través de los llamados Comités de Productores. A comienzos de los 90, CECOVASA y algunos organismos de cooperación pretendieron desarrollar un proyecto de industrialización de cítricos y algunos productos derivados, con sedes en San Juan del Oro y Yanamayo. Sin embargo, todos estos intentos han resultado inútiles y actualmente la mayoría de familias vende individualmente su producción a los compradores mayoristas, que luego colocan, con mayores ganancias, la fruta en el mercado de Juliaca. Fue de esta manera que para la gran mayoría de familias aymaras el cultivo de cítricos ocupó una función complementaria a la actividad cafetalera. Esto es especialmente cierto para aquellos hogares que se ubican lejos de la carretera, en las partes altas de los afluentes del Tambopata, para quienes los costos de oportunidad que supondría transportar frutas en vez de café, resultan demasiado altos.

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La producción y el manejo de cítricos requiere de un menor número de labores culturales que el café, pero dado su bajo precio por unidad de volumen, requiere de un esfuerzo mayor para su transporte hasta el punto de venta al mayorista. Al momento de realizar el presente estudio el ciento de naranja tenía un costo aproximado de S/. 3.00, es decir a 86 centavos de dólar, al tipo de cambio vigente. La mandarina tiene un precio ligeramente superior, pudiendo llegar a S/. 5.00 por cada ciento, que equivale a US$ 1.43. Aunque el promedio por productor que hemos recogido para el sector frutícola de Charuyo es de 126 cientos para naranja y 130 cientos para mandarina, es posible encontrar familias que llegan a producir hasta 600 cientos de cada cultivo. Al no tener las bruscas fluctuaciones de precio del café, los cítricos pueden ser el ingreso de emergencia más importante y más seguro para paliar las crisis cafetaleras. Para el plantado de cítricos, se suelen escoger terrenos con mucho menor pendiente que para el café, porque además, al estar situados al pie de carretera, se aprovechan terrenos más planos. Como ya se mencionó anteriormente, los cítricos suele ir asociados a cafetales pero en caso de tratarse de áreas predestinadas se realiza el desbosque, hoyado y plantación aprovechando las épocas de lluvia. Las labores de mantenimiento prácticamente se reducen a tres deshierbos al año que pueden coincidir con los del café. Al igual que para los cafetales, es poco frecuente la poda pero se suele realizar para árboles con mas de quince años de producción. No se lleva a cabo ningún tipo de control fitosanitario, aunque es poco importante la presencia de plagas o enfermedades. Tampoco se practican injertos orientados al mejoramiento de la variedades de cítricos, salvo en algunos casos bajo la asistencia técnica de programas de desarrollo alternativo. La época de cosecha para los sectores ubicados entre Charuyo y la punta de carretera se inicia en marzo y puede prolongarse hasta el mes de julio. En las partes más altas cercanas a San Juan del Oro el periodo de cosecha se inicia más tarde, en el mes de mayo. El transporte a la carretera se realiza sobre la espalda o en carretillas. Los productores que cuentan con una vivienda sobre la carretera, destinan un ambiente como almacén a la espera de la llegada de los comerciantes mayoristas, con los que se hacen tratos con anticipación. En algunos casos las mismas familias productoras se organizan para contratar un camión y sacar su fruta en volumen, pero esto no suele ser lo más común.

3.1.1.2. Cultivos de subsistencia Como se puede observar en el Gráfico Nro 1, los cultivos de subsistencia estarían incluidos en las categorías de cultivos transitorio y asociados, que juntos hacen el 26.39% de las tierras agrícolas disponibles. Sobre las tierras clasificadas como barbecho es necesario hacer una precisión. Por lo observado en el campo, podemos afirmar que este 32.06% de tierras en barbecho corresponden, en la mayoría de casos, a cultivos permanentes 43

remontados, que potencialmente podrían ser reutilizados para cultivos de pan llevar, dependiendo del nivel de producción de su cafetal. Sin duda mucha de estas áreas remontadas no vuelven a ser utilizadas una vez que concluye su ciclo como cafetal o cítricos. Los cultivos de subsistencia que tradicionalmente han sostenido la dieta de las familias aymaras en el Alto Tambopata son los que se conocen con el nombre genérico de raizales: papa japonesa o pituca y la balusa o walusa (Martínez 1969a: 213). Estos cultivos anuales fueron trasladados con las primeras colonizaciones, desde las Sud Yungas Bolivianas donde aun se producen (Spedding y Llanos 1999: 112). Aunque los raizales son abundantes, son en realidad alimentos pobres en calorías (74 calorías en 100 gramos) y con alto contenido de agua (Martínez op cit) lo cual explicaría en parte la necesidad de complementar la dieta con productos del altiplano que son ricos en carbohidratos, y además deshidratados, lo cual facilita su almacenamiento más prolongado. También son importantes en la alimentación diaria de las familias aymaras el maíz, el plátano y el arroz que, a diferencia de los raizales, no se producen en todos los sectores del valle. Otros cultivos de pan llevar que se consumen en menor volumen son el maní, soya, fríjol y yuca. en algunos sectores los frutales como la papaya, la naranja y la mandarina son considerados también parte de la alimentación familiar, aunque su producción y consumo son marginales, por lo que no es raro encontrar fruta que se pudre regada en el camino, o que es consumida por las aves de la zona. La mayoría de las veces estos cultivos se manejan de forma asociada y mediante el sistema de roza, quema y barbecho. Luego del desbosque y deshierbe del terreno elegido, se dejan secar los troncos y hierbas para su posterior quema. Por dicha razón, esta primera labor debe realizarse entre agosto y septiembre, que es la época mas seca y de mayor brillo solar en el año. El tiempo que demore el secado de los restos vegetales será menor si se trata de un bosque secundario o purma, y mayor en el caso de bosques primarios. Luego de la quema, se limpia el terreno levantando los troncos y palos que no han sido consumidos por el fuego. Después de esta labor el terreno queda listo para la siembra. La papa japonesa, maíz, fríjol, arroz y maní tienen un periodo de germinación de aproximadamente unos cinco meses, de tal manera que si se siembra en septiembre se dispondrá de alimento entre marzo y abril para la cosecha de café. El proceso de siembra varia de acuerdo al tipo de cultivo. Para la siembra por esquejes de yuca, plátano, papa japonesa y baluza se lleva a cabo el hoyado, mientras que el maíz, arroz, fríjol y maní se siembran por semilla, para lo cual se puede usar un piquillo que facilita la tarea. Adicionalmente se realizan deshierbos, cuya periodicidad también depende de cada cultivo. El maíz, papa japonesa y fríjol se deshierban una sola vez antes de la cosecha. Además, la papa japonesa requiere de un aporque que se realiza junto con el deshierbo. El arroz, balusa, maní y yuca se deshierban por lo menos dos veces al año. Todas estas labores dependerán 44

del crecimiento de la maleza y la disponibilidad de mano de obra para atender estas tareas, sin embargo los agricultores tienen mucho cuidado en aplicar el deshierbo en el momento apropiado pues si la maleza se desarrolla en exceso la producción de los cultivos se ve fuertemente mermada (Recharte 1982: 135) Existen cultivos que se pueden cosechar gran parte del año como la baluza y el plátano. Este último es el producto que acompaña casi todos los alimentos que consume la familia aymara, su producción es permanente y su manejo es muy sencillo. Una importancia similar tiene el arroz en algunos sectores propicios para su producción, como en el sector Azata. Por otro lado, la yuca se debe ir cosechando paulatinamente de acuerdo a la necesidad de la familia, ya que la raíz de esta planta contiene sustancias que al contacto con el aire deterioran su sabor (Recharte 1982: 136). Esta podría ser una de las razones de su poco consumo en el valle, donde en la mayoría de sectores apenas supera un quintal por familia al año. Por otro lado, muchos agricultores aducen que se debe a los daños que el sajino (Tayassu tajacu) suele provocar en los sembríos de este raizal, incluso en sectores de alta intervención humana donde ya es difícil encontrar animales de monte con frecuencia. Después de la cosecha de todos estos cultivos, en algún momento del año la tierra se deja descansar durante diferentes periodos. Incluso los cafetales de varios años, con muy baja producción, se dejan remontar para luego ser sembrados con cultivos de pan llevar. En consecuencia, en cultivos de subsistencia se estarían dando algunos casos de reaprovechamiento del suelo, a diferencia de los cultivos comerciales para los que se suelen buscar nuevas tierras de monte virgen que aseguren mayos productividad. 3.1.2. El Sistema Agrícola del Alto Tambopata Una de las conclusiones que se desprende al observar el Gráfico Nro 2, es que el sistema agrícola predominante entre las familias aymaras es el de plantación, siendo el café el cultivo eje, en torno al cual se combinan cultivos anuales y semi permanentes. El resultado es un sistema agrícola especializado, con un cultivo principal, que para los sectores de la muestra cubre entre 18 y casi el 29 % del área agrícola, y cuatro o cinco cultivos de pan llevar, semi permanentes o anuales, que combinados llegan a cubrir entre 13 y 19% del terreno disponible. A lo largo de la vida productiva de una parcela, las familias con ciclos más prolongados de permanencia en el valle suelen combinar diferentes cultivos mediante la asociación y sustitución paulatina de cultivos, y en algunos casos el barbecho sectorial (Ver Cuadro Nro. 2). En estos casos, y dependiendo de la actitud del terreno, se siembran maíz y papa japonesa, mediante el sistema de roza y quema. Luego, en esta misma parcela se combina la primera plantación de café con papa japonesa, plátano o frijoles. De esta manera se aprovecha la sombra temporal que pueden proveer dichos cultivos a las plántulas de café. Al cabo de dos o tres años, cuando el café empieza a dar sus primeras cosechas, es posible incorporar papayas y mantener las palmeras de plátano, las 45

cuales además de seguir brindando sombra, inyectan potasio al suelo. Cuando los cultivos permanentes se encuentran en plena etapa de producción, no es muy frecuente su asociación con cultivos de pan llevar, ya que el agricultor entiende que sus plantas de café no deben competir, por lo menos en esta fase, con otras especies exigentes en nutrientes del suelo. Es más común observar papa japonesa, asociada con papaya y plátano. Al cabo de diez a quince años, cuando el café empieza a declinar su producción, lo que varia de acuerdo al manejo de la chacra y la calidad del suelo, se puede iniciar la plantación de cítricos o piña. También es posible dejar remontar el cafetal, y luego rozarlo para el sembrío de maíz y plátano. Como ya hemos mencionado, no es usual el manejo de sombra permanente para el café, sin embargo es posible observar algunas chacras donde se mantienen algunos pacaes.

Fuente: Datos propios. Encuestas Octubre 2001 El cultivo principal suele ser el café, ya que tradicionalmente es el que siempre proveyó mejor de ingresos monetarios a las familias aymaras, sin embargo, este macro sistema agrícola cafetalero presentaría algunas variantes en determinadas zonas del valle. Una de estas variantes, o sub sistemas derivados del sistema mayor, es el de las familias fruticultoras. En dichas zonas hallamos recurrentemente la asociación entre café y cítricos, en particular con naranja y mandarina. Dentro de nuestra muestra, gran parte de las familias asentadas en el sector Charuyo cuentan con este tipo de sub sistema agrícola, al igual que otras familias ubicadas en Pampas de Moho, Chocal, San Benigno, Pauji Playa, entre otros. La 46

vida productiva de los cítricos suele ser mayor que la del café, por lo tanto en unos cuantos años los cafetales pueden terminar siendo reemplazados por frutales, en especial aquellos con mas de 20 años de producción. En estos sectores también hayamos un mayor porcentaje de bosque secundario, en el caso de Charuyo con 23.42% del lote promedio. Por otro lado tenemos el sub sistema correspondiente al sector Azata, que sería común a gran parte de las familias asentadas más allá de la punta de carretera, en el cual observamos un mayor peso relativo de las áreas de monte virgen, que en el caso de Azata llega hasta 62.19 % de la extensión promedio por lote. Además el promedio de extensión de cultivos anuales supera ampliamente a los demás sectores de la muestra. El peso relativo de los cultivos anuales (8.76%) indican una mayor disposición de permanecer en la zona, a lo cual se suma una mayor diversidad de cultivos de subsistencia. Finalmente, un tercer sub sistema es el que podemos observar en las micro cuencas de los riachuelos y quebradas menores que desembocan en el río Tambopata, como son los casos de Bajo Tunquimayo y San Ignacio, donde apreciamos un mayor peso relativo de los cultivos de subsistencia, pero sin las condiciones naturales para la diversificación como sí se aprecia en Azata. Por esta razón predominan los sembríos de papa japonesa y plátano, mientras que buena parte de la producción de cítricos y frutales suelen orientarse al autoconsumo. Los terrenos de bosque primario disponibles son ya bastante limitados, con un promedio de 2.92 Has en Bajo Tunquimayo, y de 4.01 Has en San Ignacio.

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Cuadro Nro. 2: Distribución promedio del uso de tierras por asociaciones en 4 sectores del Alto Tambopata

X = Promedio s = Desviación Estándar (*) Dificultades para la aplicación de la encuesta no permitieron recoger estos datos para el sector Azata. Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2001. Cuadro Nro 3: Asociaciones de Cultivos más recurrentes en el Alto Tambopata

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2001.

3.1.3. Aprovechamiento de los Recursos Naturales Es conocido que la poblaciones nativas de la selva son las que aprovechan mejor los recursos que brinda el monte, como plantas medicinales, fauna silvestre e incluso madera. Algunas historias locales cuentan que hasta 1950 aproximadamente, uno de estos grupos de nativos, ataviados con taparrabos y adornos de plumas, subían hasta el pueblo de San Juan del Oro a intercambiar productos del monte con los colonos aymaras y quechuas. Ha sido imposible 48

corroborar estas versiones con otras fuentes, pero lo que si es cierto es que los colonos del Alto Tambopata nunca tuvieron un contacto sostenido con algún pueblo originario de la selva, que de alguna manera les permitiera acceder a un conocimiento más profundo acerca de las diferentes especies y usos de los árboles maderables o como aprovechar mejor los recursos que ofrece el bosque en pie. Por un lado es ventajoso para la conservación de la zona que no exista mayor interés por el aprovechamiento comercial de la madera, pero por otra parte es difícil desarrollar en las poblaciones locales una percepción que valore mejor el bosque si es que, en principio, sólo lo concibe como un obstáculo para la agricultura intensiva. Aun así, es importante hacer un breve repaso de los usos que le dan las familias aymaras a los recursos naturales del valle de San Juan del Oro. El aprovechamiento del recurso forestal en el valle se limita a la extracción de algunas especies forestales maderables y no maderables con fines casi exclusivamente de autoconsumo. El conocimiento de los árboles maderables se limita a unas pocas variedades, siendo las mas comunes el laurel, nogal y cedro. Menos aprovechadas y conocidas son el aguano, bálsamo, ishpingo, caoba, leche leche, romero, albicia, manzano y lacre. Tal como ya hemos mencionado, la madera se extrae para el uso de la familia , en especial para la construcción y refacción de la vivienda, fabricación de muebles y tarimas para el secado de café. El laurel es la especie maderable que mas veces fue mencionada por los pobladores encuestados, quienes incluso pueden reconocer hasta tres variedades: corriente, amarillo y blanco. El pacace o siquiele no se mencionó muchas veces ya que al crecer dentro de las chacras, no es considerado como un recurso del monte; sin embargo es bastante apreciado como sombra para el café y también como leña. Habría que mencionar que la mayoría de viviendas se construyen bajo el sistema del tapial, que consiste en levantar paredes con barro apisonado en moldes, con lo cual el uso de madera se limita solamente a la estructura del techo para el soporte de la calamina. En el Cuadro Nro 4 se pueden apreciar las principales variedades forestales aprovechables de la zona y el uso que le dan las familias:

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Cuadro Nro 4 : Principales especies forestales y su uso en el Alto Tambopata

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. Las plantas medicinales se utilizan dependiendo de la existencia o no de alguna dolencia o síntoma de enfermedad. Para ello se ingieren a manera de infusión, o se utilizan como frotación, emplasto o baño de vapor, haciendo uso de las hojas y tallos de las plantas. En algunos casos estas especies se recogen directamente del monte o se siembran cerca de la vivienda. En el Cuadro Nro 5 se presentan las plantas medicinales que se recolectaron e identificaron en los sectores estudiado y que son las mas utilizadas por parte de los colonos

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Cuadro Nro 5: Clasificación científica, nombre común y uso de las principales plantas medicinales del Alto Tambopata

(*) Salvo la raíz china, de todas las plantas se aprovechan las hojas tallos y flores Fuente: Laboratorios de identificación botánica de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco.

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Debido a la presencia de la carretera, y en general de la actividad humana perturbadora del medio ambiente, el habitat natural de las especies de fauna silvestre se ha visto alterado. Aun así, en algunas zonas poco intervenidas como los sectores Azata, Victoria y Colorado aun es posible observar algunos mamíferos grandes como los monos maquizapas negros (Ateles paniscus), el ronsoco o puyuli (Hydrochaeris hydrochaeris), el sajino o chancho de monte (Tayassu tajacu) y el picuro o jayupa (Agouti paca). También es común observar aves como loros y paucares, y otras más raras como el cóndor de la selva y la pava de monte. Desde las primeras colonizaciones, la caza nunca fue una práctica común entre los aymaras de la zona. Esto se debería no sólo al limitado acceso a armas de fuego, sino también a un profundo desconocimiento y temor hacia la selva, entre otras razones, por la presencia de animales considerados peligrosos. La caza es sumamente eventual y es muy poco común encontrar carne de monte en la dieta de las familias campesinas. La actividad de la pesca es mucho más generalizada, aunque no deja de ser una práctica eventual con fines más de entretenimiento que de subsistencia, en especial para los colonos más jóvenes. Se utilizan anzuelos, redes y atarrayas para pescar carachama (Liposarcus sp), paco (Piaractus brachypomum), zúngaro (Zúngaro zúngaro) y sábalo (Brycon sp.) Algunos pobladores manifiestan que en años anteriores esta actividad era más frecuente ya que se podía encontrar mayor cantidad de peces en el río Tambopata. Hoy en día, los peces se concentran en las zonas más bajas del valle, lo que podría indicar un repliegue del recurso pesquero a ríos menos intervenidos como Azata, Victoria o Colorado. (Lozano 2001: 48). 3.2. La Organización Socio-Productiva de las Familias Aymaras En las economías campesinas la unidad de consumo suele coincidir con la unidad productora, de ahí la importancia de la mano de obra familiar y la necesidad de incorporar el trabajo de todos los miembros sin distinción de generaciones (niños y ancianos) y géneros (mujeres). En este contexto la organización de la familia para producir al interior de la unidad doméstica y con otras unidades afines, cuenta con componentes técnicos y socio culturales. Las normas que regulan el acceso, uso y aprovechamiento de los recursos involucran comportamientos sociales determinados, de ahí que a veces resulta difícil distinguir la esfera productiva de la esfera familiar, ritual o política (De la Cadena 1989: 82) En el presente acápite haremos mención a tres aspectos socio productivos de la organización familiar aymara que aunque no son los únicos, consideramos que son los tres más importantes ya que involucran los dos recursos fundamentales para la actividad agrícola: tierra y mano de obra. 3.2.1. El Uso de Tierras en el Alto Tambopata El tema de la tierra presenta gran complejidad por ser uno de los recursos más apreciados en las economías campesinas. A continuación analizaremos los temas del acceso a la tierra , tanto dentro como fuera de la unidad doméstica, y la manera en que se distribuyen y utilizan los terrenos. 52

En el Alto Tambopata la tierra se distribuye a través de unidades agrícolas denominadas localmente lotes. Los lotes suelen ser franjas de terreno que se extienden a lo alto de las laderas de algún cerro, siendo su límite inferior algún río o quebrada, mientras que su límite superior suelen ser las cumbres de dicha montaña. Hacia los flancos, la colindancia con otros lotes se determina de común acuerdo con las familias vecinas, con las cuales se suele estar emparentado. Es bastante común, en todos los sectores estudiados, que los lotes colindantes pertenezcan a una misma familia extendida, procedente de alguna parcialidad del altiplano. Es el caso de los sectores Bajo Tunquimayo y Charuyo respecto a las parcialidades de Mililaya y Cucuraya. De esa manera, una unidad familiar está literalmente rodeada de hermanos, primos y cuñados, asentados en los lotes vecinos. Los límites del lote pueden cambiar a lo largo del tiempo, a medida que la familia nuclear va distribuyendo la tierra entre sus hijos, o a raíz de un conflicto por linderos con algún vecino, aun a pesar de ser parte de la misma familia. Como producto de todo ello, podemos hallar lotes que tienen acceso limitado a las cumbres o que ya no cuentan con salida directa a las principales fuentes de agua, aunque estas limitaciones son parcialmente llevaderas debido, precisamente, a las relaciones de parentesco que vinculan a los vecinos. Al igual que en el altiplano y otros sitios de la sierra, las tierras se distribuyen al interior de la unidad familiar mediante la asignación de padres a hijos, que viene a ser como una especie de herencia adelantada, y a través del matrimonio. Podría creerse que de esta forma, con el transcurro de los años y las generaciones, podría darse un proceso de atomización de la tierra; sin embargo los conceptos y normas culturalmente determinadas respecto al acceso de la tierra tienden a limitar dicho proceso. Normalmente los padres de familia inician el reparto de las tierras del lote a partir de la unión de sus hijos con sus conyuges, la cual queda establecida a partir del embarazo de la mujer. Es más frecuente que el hijo varón traiga a su mujer a vivir consigo, pero también es probable que tratándose de una hija ésta pueda convencer a su pareja de vivir o por lo menos pasar una temporada en la casa paterna. En ambos casos, las familias jóvenes establecerán su vivienda al costado o muy cerca de la casa de los padres. Por lo general se acostumbra construir la nueva vivienda compartiendo el mismo patio, posiblemente manteniendo una sola cocina, aunque también es probable que construyan la suya propia. El hecho relevante es que los hijos que recibe la tierra de sus padres no la consideran como suya. Es interesante notar que aunque el hijo heredero asuma la responsabilidad de hacer producir el cafetal, como parte de su herencia, reconoce explícitamente que el lote no le pertenece y que la tierra es de su padre. A pesar de que no se menciona claramente, es evidente que este modelo de asentamiento concentrado y la idea de que todas las chacras a su interior, incluyendo cafetales y cultivos de subsistencia, mantienen un “dueño mayor”, permiten una mejor coordinación de la mano de obra familiar. En otras palabras, prevalece la autoridad del padre, como primer dueño del terreno, y de 53

esta forma se conserva la “unidad de mando” sobre el aprovechamiento del lote y de la fuerza de trabajo. Como consecuencia de ello, muchos jóvenes aymaras consideran la necesidad de acceder a un lote diferente al de sus padres o suegros, pensando en el futuro de su joven familia. Estas nuevas tierras si podrán ser consideradas como de su propiedad. A pesar de la aparente abundancia de tierras de libre disponibilidad en la zona, el acceso a un lote de terreno en los sectores de reciente colonización no es tarea sencilla. El futuro propietario deberá cumplir con una serie de requisitos y normas socialmente establecidas, cuya regulación está a cargo del Teniente Gobernador del sector y por grupos de poder con más tiempo de ocupación en la zona y con tierras o propiedades en otros sectores. Uno de los requisitos más importante es el cumplimiento de faenas a favor del sector, principalmente en la limpieza de caminos, construcción o mantenimiento del local comunal y en la construcción de la carretera de penetración. En algunos casos se llega a exigir hasta un total de doce días de trabajo para el sector8, además de cuotas adicionales en efectivo para solventar algunas gestiones de las autoridades locales (Entrevista Nro 4: Líneas 659-672). En algunos ocasiones el teniente también exige un certificado de buena conducta del colono expedido por la autoridad de su sector de origen o de su parcialidad en el altiplano. En los últimos tiempos también es una exigencia contar con documentos de identidad en regla, y de preferencia con residencia oficial en el distrito de San Juan del Oro. Después de todos este proceso que puede demorar mas de un año, la asamblea general da por aceptado al nuevo miembro del sector y es ubicado por el Teniente Gobernador en un área de monte virgen. Otra alternativa es la compra directa de un lote nuevo o parte de uno ya trabajado, sin embargo el mercado de tierras no se ha desarrollado lo suficiente como para sustituir las relaciones de parentesco, a través de las cuales suelen circular más fluidamente las tierras en el Alto Tambopata. Actualmente los sectores donde se viene dando procesos de colonización de nuevas tierras son Victoria, San Fermín y Colorado, en la margen izquierda del río Tambopata; y en la zona de Miraflores Lanza, ubicada en la micro cuenca del río Lanza, cercano a la frontera con Bolivia. 3.2.2. Distribución y Usos Según los datos del Programa de Café Orgánico de CECOVASA9, la extensión promedio con la que cuenta una familia en los sectores que conforman el Alto Tambopata, es de 9.67 Has (Ver Cuadro Nro 6 ). Esta cifra está muy por debajo del promedio para la provincia de Sandia, que es de 19.54 Has, pero bastante cercano al promedio distrital de 10.36 Has por unidad agropecuaria (Ministerio de Agricultura 1996). Este dato, que podría indicar una cantidad de tierra importante por familia, debemos contrastarlo con la extensión que efectivamente se dedica a la agricultura. Para el caso del café, el cultivo más importante de la zona, suma un promedio de 2.35 Has por lote, mientras que el promedio de terrenos de bosque secundario, también denominado purma o callpería, es de 2.02 Has. Dichas áreas 54

suelen ser destinadas a cultivos anuales de subsistencia o, eventualmente, para la producción de cítricos. La extensión promedio restante es de 5.30 Has y corresponde a tierras de monte o bosque primario, terrenos que las familia aymaras generalmente reservan para futuras campañas agrícolas, para ser repartida entre los hijos, o que, en el menor de los casos, no son considerados aptos para la agricultura (roquedales, derrumbes o laderas muy empinadas). En conclusión, lo que indican estas cifras es el carácter micro parcelario de la agricultura que practican los colonos aymaras, lo cual estaría acorde con las características generales del agro a nivel nacional10. Cuadro Nro 6 : Distribución absoluta y promedio del uso de tierra en el Alto Tambopata

Fuente: Programa de Café Orgánico – CECOVASA. Padrón de Productores, Diciembre del 2001. En cuanto a la dimensión de los lotes podemos afirmar que aquellos que son relativamente más pequeños suelen encontrarse en sectores de colonización más temprana, mientras que los de mayor extensión estarían ubicados en los sectores que han sido ocupados más recientemente. Esta situación responde al proceso de distribución de la tierra que hemos explicado anteriormente. Las limitaciones propias de los cultivos comerciales que se aprovechan en el Alto Tambopata, no alienta, sin embargo, una fragmentación parcelaria como si se observa en el altiplano o en el paisaje rural serrano en general (Gonzáles de Olarte 1994: 8687). Sobre este punto podemos comparar los sectores Charuyo y Azata. El primero fue uno de los primeros en ser colonizado por familias que migraron desde las parcialidades altiplánicas de Mililaya y Cucuraya, de la provincia de Moho, entre 1950 y 1964, cuando en ese entonces la carretera sólo llegaba hasta el pueblo de Sandia (Entrevista Nro 2: Líneas 6-20). Según la información del PCO, Charuyo presenta lotes con una extensión promedio de 10.28 Has (Ver Cuadro Nro 7 ). Esto es corroborado por la información recogida en campo, que nos da como resultado una extensión promedio de 10.47 Has. Una situación distinta observamos en el sector Azata, donde encontramos lotes de hasta 30 Has de extensión, siendo el promedio por familia de 17.21 Has, según los registros del PCO (Ver Cuadro Nro 7 ), y de 18.75 Has, 55

según lo recogido durante el trabajo de campo. Azata es un sector de colonización más tardía, cuya ocupación más permanente se inició a mediados de la década del 60, con familias procedentes de los distritos de Rosaspata, Vilquechico y Conima (Entrevista Nro 3: Líneas 12-44; Entrevista Nro 4: Líneas 20-29). Pero además, este sector, al igual que Alto Azata, Monte Sinai y Victoria, no tienen acceso fácil a la carretera de penetración, tampoco cuentan con servicios básicos y están expuestos a los mayores rigores de una selva poco intervenida, por lo que la presencia permanente de mayor cantidad de familias se ve desalentada, en una zona que aun cuenta con grandes extensiones de bosque virgen11. Precisamente, otra de las particularidades de los sectores más recientemente colonizados es la mayor disponibilidad de tierras. En efecto, mientras que un lote promedio en Charuyo cuenta con 4.66 Has. de terreno aun sin cultivar, en Azata casi se triplica esta suma, siendo la extensión promedio de bosque virgen de 12.15 Has. por cada lote, todo esto de acuerdo a los datos recogidos durante el trabajo de campo (Ver Cuadro Nro 7 ). El PCO también recoge la misma tendencia, con 5.56 Has. de monte en Charuyo. y 11.21 Has. en Azata. Las familias aymaras suelen poseer mas de un lote, ya sea en el mismo sector, o en otro sector del valle, lo cual les permite manejar las diferencias altitudinales con relación a la cosecha de los productos agrícolas comerciales. Esta tendencia a diversificar el acceso a distintas unidades agrícolas, también es una práctica recurrente en el altiplano (CI Perú 1998: 25), aunque respondería a condicionantes tecnológicos diferentes y a las variables de mayor riesgo agrícola de la sierra (Gonzáles de Olarte: 88). Cuadro Nro 7 : Distribución promedio de cafetal, purma y bosque primario en 4 sectores del Alto Tambopata

Fuente: Programa de Café Orgánico – CECOVASA. Padrón de Productores, 2001 56

Por último, no podemos dejar de precisar un elemento que muchas veces se ha mencionado acerca del campesinado andino, pero que sin embargo a veces se acostumbra a olvidar o minimizar: la gran heterogeneidad que existe entre familias campesinas, que bajo una situación común de pobreza y carencias generalizadas, ocultan diferencias sustanciales, siendo una de las mas importantes el desigual acceso a la tierra. En el Cuadro Nro 3, correspondiente al acápite 1.2., se puede observar que para cada sector las extensiones promedio de los cultivos anuales son efectivamente representativos ya que cuentan con una baja desviación estándar. Sin embargo, en ciertos sectores habría una mayor desigualdad respecto a los cultivos permanentes, siendo el Sector Bajo Tyunquimayo con menos desigualdad. Consideramos que ello estaría indicando diferencias en la disponibilidad de mano de obra, tanto familiar como contratada, que vendría a ser el recurso crítico para las economías familiares campesinas del Alto Tambopata. 3.2.3. Los calendarios agropecuarios Paralelos del Alto Tambopata y el Altiplano Diversos autores han reconocido que el patrón ancestral andino de acceso y uso de recursos en diferentes pisos ecológicos, es reproducido parcialmente por las familias aymaras del Alto Tambopata (Aramburu 1982, Martínez 1969, Painter 1983, CI Perú 1998). De esta manera, la vinculación entre los ecosistemas de ceja de selva y del altiplano se viene dando a través de las estrategias productivas y reproductivas de las familias aymaras, guiadas por una racionalidad con objetivos inmediatos y de largo plazo. La lectura de esta racionalidad y sus estrategias es más accesible si logramos traducirla en calendarios agropecuarios que nos permita determinar como se movilizan productos y mano de obra entre sierra y selva. Como hemos visto anteriormente, el sistema agrícola en el Alto Tambopata se basa en la asociación de cultivos comerciales con cultivos de pan llevar. La estrategia dominante indica que las familias campesinas buscarán hacer coincidir la mayor cantidad de producción de pan llevar, como maíz, papa japonesa y arroz, con el ciclo de cosecha del café, época en la que se incrementan los requerimientos alimenticios para la mano de obra que participa en dicha labor. De ahí que es fundamental programar la siembra de estos productos entre agosto y diciembre, precisamente cuando disminuyen las tareas de cosecha de los cítricos y el café de la campaña anterior. Sin embargo, en muchos sectores el volumen y variedad de los cultivos de pan llevar producidos en selva no resultan suficientes. Dado que varios de los familiares o peones que participan en la cosecha viven el resto del año en el altiplano, sus costumbres alimenticias obligan a la familia propietaria de la parcela a dotarlos con productos de la sierra. Es entonces que se hace necesario el manejo de un calendario agropecuario en el altiplano, a través de la migración estacional de una parte de la unidad familiar, entre los meses de agosto y diciembre, o entre enero y marzo. También es posible recurrir a miembros de la familia extendida con mayor permanencia en la sierra para la provisión de chuño, quinua, habas y papa serrana. Pero además de proveer de alimentos, el vinculo con el altiplano permite el acceso a la mano de obra necesaria para el aprovechamiento agrícola en la selva. En ese sentido, podemos afirmar que la ocupación simultanea del Alto Tambopata y el altiplano ha sido posible gracias 57

a la coordinación en el uso de la fuerza laboral al interior de las unidades domésticas y con otras unidades afines (CI Perú 1995: 3), en un contexto en el cual el recurso crítico es el de la mano de obra. Ya que sobre pasa los objetivos de este estudio, es necesario mencionar que hemos obviado deliberadamente el análisis de las actividades no agrarias que se realizan en pueblos y ciudades intermedias, siendo de especial importancia el comercio de productos que ingresan como contrabando, a través de la frontera entre Perú y Bolivia. El contrabando y las actividades comerciales derivadas de esta práctica ilegal pero muy difundida en el Departamento de Puno sería, según varios testimonios, uno de los principales destinos de reinversión de los ingresos generados en el valle. Los calendarios agrícolas que presentamos (Ver Gráfico Nro 4), toma como base las tareas más relevantes que las familias aymaras realizan a lo largo de una campaña agrícola, que se inicia en agosto, con el primer deshierbo en cafetales y cítricos, y la siembra de papa en el altiplano. Las actividades que requieren mayor fuerza laboral son la cosecha de pan llevar en la sierra, entre diciembre y abril, y la cosecha de café en la selva, entre marzo y agosto. El éxito de la estrategia productiva familiar dependerá, entonces, de su capacidad para movilizar la mano de obra suficiente en estas épocas del año. Por otro lado, existen variables de riesgo que las familias campesinas deben afrontar por medio de lo que podemos llamar “sistemas de seguro campesino”. Uno de ellos consiste, precisamente, en la diversificación de la propiedad en distintos pisos ecológicos del altiplano, que actúa como una dispersión del riesgo climático de esta zona, azotada frecuentemente por heladas y sequías. No debemos considerar, sin embargo, que la actividad productiva en la selva está exenta de fracasos, aunque estos se deben fundamentalmente a razones de mercado: la baja en los precios del café y, en menor medida, de los cítricos, puede tener efectos más devastadores que una mala cosecha. Las organizaciones cooperativas y su carácter eminentemente redistributivo serían la respuesta a las impredecibles fluctuaciones del mercado internacional y el producto de la conocida aversión al riesgo de la racionalidad campesina. Es por esta razón que hemos considerado, como una de las tareas importantes la participación de algunos miembro de la familia en las asambleas generales de las cooperativas, que se llevan a cabo en diciembre. Tomando en cuenta estas variables y la capacidad de coordinar y movilizar mano de obra, podemos identificar tres grandes variantes de calendarios agrícolas que corresponderían, aunque no de forma absoluta ni rígida, con un mayor o menor grado de estacionalidad en la ocupación del espacio. En suma, podemos identificar, sobre la base del acceso y uso de mano de obra familiar a lo largo de una campaña agrícola, tres estrategias familiares que se traducen en tres tipos de calendario agrícola: Calendario agropecuario orientado al altiplano Este ordenamiento de las actividades corresponde a una unidad familiar con bases productivas y de recursos mejor asentadas en el altiplano o fuera del valle. Pueden 58

contar con lote propio en el Alto Tambopata, sin embargo sus actividades agrícolas en dicha zona se limitan prácticamente a la cosecha de su cafetal, entre junio y julio, y a un solo deshierbo al año, que suele efectuarse en agosto o septiembre, antes de retornar a la sierra. Ya que sus cultivos de pan llevar en la selva son limitados, suple este déficit con una mayor producción de papa, habas, quinua y la elaboración de chuño en el altiplano, donde además cuenta con ganado que suele manejar directamente. Estos alimentos pueden intercambiarlos por papa japonesa, maíz o frijoles que producen sus parientes o allegados en el valle. Es posible que también se trate de familias que no cuentan con terrenos propios en la selva, parejas jóvenes que llegan eventualmente a trabajar como peones o como parte de sus relaciones de parentesco o compadrazgo con algún propietario de un lote, en cuyo caso no desarrollan ninguna de las denominadas labores comunales (faenas, participación en asambleas, etc.). Este calendario correspondería a las llamadas “familias flotantes”12 y habría que agregarle las labores vinculadas con la ganadería, como el descole y trasquila de ovinos entre marzo y abril. Calendario agrícola orientado a la ceja de selva Este tipo de calendario agrícola cuenta con mayor cantidad de actividades en la ceja de selva, ya que involucra a familias que tienen su base productiva en el valle, y menos intereses económicos y productivos en el altiplano. Debido a esto, son familias que participan más activamente en labores comunales de su sector, en especial para el mejoramiento de la escuela donde sus hijos menores estudian todo el año. Toman parte activa de los asuntos de su cooperativa hacia la cual destinan casi la totalidad de su producción de café, y donde alguno de sus miembros podría tener algún cargo directivo. A los cultivos de subsistencia mas comunes, como plátano, papa japonesa y maíz, le suman otros que le ayudan a sostener su alimentación durante los meses posteriores a la cosecha, como yuca, camote o frijoles, que se siembran en septiembre y octubre, y se cosechan entre enero y febrero. Los vínculos con el altiplano son débiles, difícilmente la familia completa deja su lote en el valle para visitar la sierra e incluso, cuando lo hace, sólo salen hasta alguna ciudad intemedia, donde se proveen de algunas mercancías o “toman aire”, pero difícilmente llegan hasta la parcialidad donde nacieron o donde aun viven los primeros colonos del valle. Estas familias suelen realizar más actividades vinculadas con el manejo del café, realizando hasta tres deshierbos al año y otras tareas de mantenimiento. Calendario agropecuario de las familias extendidas La particularidad de este calendario es que la unidad familiar que lleva a cabo estas actividades no está constituida por una sola unidad doméstica, sino que corresponde a una familia extendida, que puede incluir una pareja de padres con dos o tres hijos (as) casados (as) o convivientes, también con hijos, con los que comparten una misma unidad productiva (lote). Este calendario implica un mayor grado de coordinación de la mano de obra pero supone, a diferencia de los casos anteriores, un manejo mucho más paralelo que sucesivo de los ecosistemas de sierra y selva, y que coincide mucho mejor con el ideal de acceso simultaneo a diferentes pisos ecológicos que plantean Murra (1975) y 59

Golte (1980). Apreciamos, entonces, que mientras los padres mayores o pareja dueña del lote, pueden permanecer casi todo el año en el sector; las familias más jóvenes se desdoblan para poder atender las tierras y animales con los que cuenta la familia extensa en la sierra, para lo cual la nuera, junto con el menor de los nietos, viajan al altiplano entre los meses de enero y marzo, para participar en los aporques y cosechas de la papa, y luego retornar trayendo consigo habas, arvejas y otros productos. También es posible que la pareja mayor se divida temporalmente, ya sea para atender algún pequeño negocio en la sierra o para asegurar la contratación de peones, que pueden ser sobrinos o primos sin tierras en la selva, para la próxima cosecha o deshierbo. A estas familias, así como las del caso anterior, se les suele llamar permanentes y mantienen un vinculo estrecho pero dinámico con el altiplano, lo que se ve facilitado por su mayor disponibilidad de fuerza laboral, a través de relaciones de parentesco que probablemente sean más sólidas, o por lo menos mucho más densas. Para los calendarios orientados a ceja de selva y de las familias extendidas, es posible que las familias cuenten con mas de un lote, tanto dentro como fuera del sector, con lo que podrían acceder a diferentes altitudes en el mismo valle. De esa manera, está en posibilidad de poder iniciar la cosecha de uno de sus cafetales entre marzo y abril, si es que este se encuentra ubicado por debajo de los 1000 msnm (ver Gráfico Nro. 3). Si la unidad familiar se encuentra articulada al mercado, a partir de abril puede iniciar la cosecha de cítricos para la comercialización, o si es que cuenta con cafetales sobre los 1000 msnm, entonces comenzará una segunda cosecha aproximadamente entre mayo y junio, ya que a esta altitud el grano madura más lentamente. También es necesario mencionar que el inicio de las fases más relevantes del calendario productivo está marcado por alguna festividad o evento ritual. Es lo que sucede con las fiestas patronales de San Miguel Arcángel en Conima (29 de septiembre) y de la Exaltación en Moho (14 de septiembre) que inicia la movilización de parte de las unidades domésticas para participar en las celebraciones y contribuir con la siembra de papa, quinua y oca (Lozano 2001: 50). Similarmente sucede con la coincidencia entre el Día del Cooperativismo (14 de diciembre) y las asambleas para la elección de nuevos directivos. 3.2.4. Acceso a la fuerza de trabajo fuera de la unidad doméstica A lo largo de la investigación hemos podido observar que el recurso central en los procesos productivos de las familias aymaras es la mano de obra, que permite cumplir con las labores agrícolas más críticas, en este caso, en las cosechas del café y cítricos, deshierbos y apertura de nuevos cafetales. Por lo observado podemos decir que la familia nuclear conformada por la pareja de padres y los hijos no conforma necesariamente la unidad productiva en el Alto Tambopata ya que difícilmente podrá cubrir los requerimiento de fuerza de trabajo mínimos a lo largo de una campaña agrícola. Por lo general se requieren estrategias y mecanismos que permitan movilizar mano de obra de otras unidades domesticas que, 60

en el caso más ventajoso, pueden ser parte de una familia extendida, aunque también puede recurrirse a las relaciones de parentesco social (compadrazgo) o a los vecinos del sector. La modalidad de acceso a fuerza de trabajo extra familiar más conocida y documentada en la literatura es el ayni (Golte 1980, Mayer 1989, Gonzáles de Olarte 1994, Blum 1995, entre otros) que consiste en el intercambio de mano de obra, de tal manera que una familia pueda contar con la colaboración de otra en las fases más duras de la producción agrícola. En esta situación lo que valora la familia receptora de la ayuda no es tanto el rendimiento del trabajo del pariente o del vecino, sino sobre todo el carácter oportuno de la colaboración (Entrevista Nro 4: Líneas 347-353). Tal como sostiene Marisol De la Cadena respecto a los llamados grupos de cooperación entre familias campesinas andinas, “la valoración del trabajo tiene características cualitativas de las cuales una de las mas importantes es el compromiso de retribuir las prestaciones recibidas” (De la Cadena 1989: 90) Pero además debemos tomar en cuenta que para los cultivos comerciales existe un alto costo de oportunidad en caso no se realice una cosecha eficiente y en el momento adecuado. Esto es importante para los cítricos que son productos perecibles, pero es crucial para el café que, aunque puede ser almacenado, debe cosecharse antes de que sobre madure o caiga al suelo producto de algunas lluvias esporádicas13. Es por ello que el ayni es una práctica más común con los vecinos o con otras familias asentadas en el valle, ya que ello facilita la retribución del trabajo recibido. Cuando el ayni por sí solo no alcanaza para cubrir los requerimientos de la chacra entonces se recurre a la contratación de peones. La contratación de peones se encuentra intermediada por relaciones que suelen ser de parentesco o de confianza que van más allá de lo estrictamente mercantil (De la Cadena op cit). Los peones que llegan eventualmente al valle lo hacen mediante un trato verbal previo, ya sea con el dueño de la chacra o con algún familiar suyo que reside en el altiplano. El pacto entre ambos se suele cerrar con la entrega de una suma determinada para cubrir los costos del traslado a la selva. Es conveniente mencionar que los peones que llegan al Alto Tambopata para la cosecha o para periodos más largos de estadía, establecen una vida cotidiana común con la familia que lo recibe, comparten los alimentos, ayuda en tareas diferentes como la cosecha de pan llevar, preparación de alimento y recojo de leña. Los lazos que unen al peón con su “patrón”, permite además que su pago se difiera de acuerdo a la disponibilidad de dinero en las cooperativas o se establecen modalidades de pago en producto. Las modalidades de contratación combinan pagos salariales y pago en producto, siendo la más común la denominada payaca, que consiste en determinar un día a la semana durante el cual el peón se queda con todo el café que recoge ese día. De esta manera se pueden establecer payacas de cuatro por uno o tres por uno, es decir que el peón trabaja cuatro o tres días para el patrón y uno para si mismo. Este sistema, aunque está muy difundido, puede ser una fuente de conflictos ya que el peón puede aumentar su rendimiento el día que le toca payaca, aunque una vez mas, las relaciones de parentesco ayuda mejor a superar estos posibles entredichos14. 61

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Otra tipo de relación laboral es el contrato, que se aplica principalmente para el roce o deshierbo de una determinada área. En el primer caso se suele contratar el servicio de un agricultor que cuenta con motosierra, y en el segundo caso se trata de una pareja de cónyuges que además del pago puede incluir los alimentos que produce la propiedad. La aparcería o trabajo al partir es otra de las formas de acceder a mano de obra y consiste en la entrega de un cafetal a una familia para ser trabajada y repartirse le cosecha. Por último debemos mencionar que antiguamente una forma de retribución a los peones era la entrega de un terreno por parte del propietario. Esta modalidad de trabajo, muy cercana a una relación de parentesco, habría permitido en muchos casos el establecimiento de nuevas familias en el Alto Tambopata. Hoy en día es poco frecuente este tipo de retribución, debido a que los contingentes de jornaleros temporales presentan gran movilidad, con cambios muy seguidos de empleador y por cortos periodos de tiempo. Este flujo de mano de obra entre altiplano y ceja de selva tendría una condición fundamental: la escasez de recursos en la sierran supone para muchos peones eventuales un bajo costo de oportunidad frente a las alternativas de trabajo en la ceja de selva, sin que ello suponga el establecimiento definitivo en la zona.

3.3. Elementos Demográficos de la Colonización Aunque no ha sido posible recoger una muestra lo suficientemente grande que nos permita realizar generalizaciones acerca de las características demográficas de la población que ocupa el Alto Tambopata, contamos con algunos indicadores básicos que, sumados a la observación de campo, pueden proporcionarnos algunas pistas acerca de la dinámica social de la zona de estudio. Los indicadores demográficos que analizaremos son la composición familiar por edad y sexo, la migración y lugar de nacimiento, y los niveles de educación. Con estos datos intentaremos establecer algunas aproximaciones respecto al proceso de ocupación de la zona y la orientación de las estrategias familiares de reproducción, tratando de identificar algunas diferencias interesantes entre las familias asentadas en distintos sectores del valle.

3.3.1. Composición familiar Como hemos visto, la unidad familiar es la principal fuente de mano de obra para el aprovechamiento de los recursos tanto en el altiplano como en la ceja de selva, por lo tanto, un primer elemento a tomar en cuenta es la composición por edad y por sexos de las familias aymaras. En este sentido, el Cuadro Nro 8 nos muestra que en todos los sectores la disponibilidad de fuerza de trabajo familiar es insuficiente para cubrir los 64

requerimientos de la agricultura intensiva comercial. De acuerdo a la información de campo, la vida productiva de una persona se inicia a los 12 años, cuando un niño puede empezar a ayudar en la cosecha o secado del café (CI Perú 1995: 8 ), y culmina o disminuye notablemente a partir de los 65 años. Vemos entonces que una familia promedio en el Alto Tambopata cuenta con un máximo de 4.50 individuos que potencialmente podrían colaborar en las labores productivas del hogar, esto sin tomar en cuenta si es varón o mujer, a cada uno de los cuales se les asigna tareas diferentes. Ante esta situación, las familias campesinas de los Andes utilizan mecanismos tradicionales para acceder y coordinar el uso de mano de obra de otras unidades domésticas, a través de la práctica del ayni entre parientes o compadres; y también con la contratación de peones con los que, en muchos casos, también se suelen tener lazos de parentesco. En algunos sectores, en especial en Bajo Tunquimayo y San Ignacio, esto se ve facilitado gracias al asentamiento concentrado de varias unidades familiares, conformadas por un matrimonio y sus hijos, al interior de una misma unidad de residencia o lote, que en algunos casos opera como si fuera una sola unidad de producción, aun cuando cada familia nuclear reconoce y acepta la parcelación individual de la tierra para cada miembro (Ver Acápite 2.1.1) Como en la mayoría de zonas de colonización, la población masculina suele ser mayor que la femenina debido a que son los varones los que suelen iniciar el proceso de migración primero; luego buscarán establecerse con su familia completa en la zona, si es que llega a desarrollar ciertas condiciones materiales mínimas que pueden ser el acceso a la parcela propia, el cafetal en producción o la construcción de una vivienda adecuada. Este fenómeno es el que Aramburu denomina efecto de arrastre (Aramburu 1979: 8), aunque sólo lo aplica a la migración rural – urbana. Debemos mencionar además que hasta el día de hoy, las colonizaciones a nuevas tierras vírgenes en sectores como Victoria, San Fermín y Colorado son tarea casi exclusiva de los varones (Lozano 2001:55).

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Cuadro Nro 8 : Disponibilidad promedio de mano de obra familiar en 4 sectores del Alto Tambopata

UD = Unidades Domésticas Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002.

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002.

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Respecto a esta tendencia, en las cifras que recoge el último censo de población para el Distrito de San Juan del Oro (INEI 1994: 223), se aprecia que del total de la población rural (8731 habitantes), el 57.35% es masculina (5008 habitantes), mientras que la población femenina es de 42.65% (3723 habitantes). En el caso de la población urbana de San Juan del Oro la diferencia se reduce casi a la mitad, con lo cual los porcentajes son mas parejos:para varones es de 53.64% (1742 habitantes) y para mujeres de 46.36% (1505 habitantes). Una tendencia similar fue recogida mediante las encuestas familiares, con un 56.91% de población masculina, frente a 43.09% en cuanto al número de mujeres. Según la estructura demográfica del Alto Tambopata por grupos de edad, recogida en las encuestas (Ver Gráfico Nro 4 ), vemos que la mayoría de varones y mujeres adultas se concentran entre los 20 y los 29 años de edad. Los pesos relativos de cada sexo en todos los grupos etareos presenta siempre una ventaja por parte del número de varones, la cual va disminuyendo a medida que aumenta la edad de los individuos, como parte del efecto de arrastre. Esta composición por sexo tendría también su explicación en el hecho que en muchos sectores son las mujeres las que suelen movilizarse más continuamente al altiplano, probablemente para atender algún pequeño comercio, la chacra o el ganado, mientras que el varón se queda cuidando el hogar y las tierras en la selva u ocupando algún cargo dirigencial en su sector o cooperativa. La división de tareas y atribuciones por género explica en parte la composición de las familias aymaras asentadas en el Alto Tambopata.0

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. 67

Teniendo como marco general esta dinámica, resulta revelador observar la estructura demográfica de cada uno de los sectores de nuestra muestra. En el sector Bajo Tunquimayo hallamos una población joven (Ver Gráfico Nro 5 ), donde los padres y madres de familia presentan un promedio de edad de 39 años. Las familias suelen ser numerosas, con un porcentaje importante de individuos entre los 5 y los 14 años de edad, lo cual podría indicar que las estrategias familiares de reproducción se están orientando hacia la selva . Parejas jóvenes con cinco o seis niños, compartiendo una unidad residencial con sus padres, hermanos y cuñados, sería la constante en este tipo de sectores.

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. En el sector Charuyo se aprecian familias mucho menos jóvenes (Ver Gráfico Nro 6), con una mayor presencia de individuos entre 40 y 64 años, lo que responde a un periodo mayor de ocupación, que sin embargo no ha supuesto una migración de relevo. La población permanente en estos sectores sería cada vez de mayor edad. El promedio de edad de los padres y madres de familia es de 44 años, y si se trata sólo de los jefes de hogar es de 46 años. Llama la atención que en Charuyo es mayor el número de mujeres en los grupos de edad que suele orientarse a la actividad agrícola, es decir entre los 20 y los 29 años. Podría interpretarse esto como un paulatino viraje a otro tipo de actividades productivas, como el comercio y los pequeños negocios que suelen atender las mujeres. Por su parte, la población asentada en el Sector Azata presenta algunas características demográficas similares a las de Charuyo, a pesar de ser una zona de ocupación más reciente. Los padres de familia presentan un promedio de edad de 42 años y la población adulta se concentra mayoritariamente entre los 20 y los 29 años de edad y entre 40 y 64 (Ver Gráfico Nro 7 ). La encuesta no reporta una mayor presencia de niños y adolescentes, aun cuando la escuela primaria del sector cuenta con aproximadamente 60 estudiantes permanentes a lo largo de todo el año escolar. Probablemente se esté dando un desplazamiento de los miembros más jóvenes de las unidades familiares hacia otras zonas menos aisladas que Azata, ya sea 68

Putina Punco con la finalidad de estudiar secundaria, o en el menor de los casos a San Juan del Oro o Juliaca. Aun así mantiene un peso relativo alto de los varones en el grupo de edad de 20 a 29 años, que podría indicar un proceso de colonización aun en proceso.

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. Una situación similar se observa en el Sector San Ignacio ( Ver Gráfico Nro 8 ), donde la población masculina también se concentra entre los 20 y los 29 años, aunque tal vez responde a motivos distintos. A diferencia de Azata, San Ignacio lleva un proceso de ocupación mucho más antiguo, con presencia incluso de colonos quechuas de Sina y San Antonio de Putina, y de algunos pobladores bolivianos que llegaron a la zona en la década del 50 (Entrevista Nro 2: Líneas 69-86, 134-136; Entrevista Nro 6: Líneas 17-27). Los padres y madres de familia de San Ignacio son los más jóvenes de los cuatro sectores estudiados, con un promedio de 34 años. Este grupo constituiría la segunda generación de pobladores aymaras en proceso de establecerse permanentemente, aunque no pierde sus vínculos con el altiplano o ciudades intermedias.

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Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. 3.3.2. Migración y lugar de origen Según la hipótesis de Aramburu, la migración al Alto Tambopata tendería a ser cada vez menos pendular, y se estaría pasando a una etapa de estabilización de la población y luego a una fase de migración de relevo (Aramburu 1983). Aunque este no un indicador definitivo, para los sectores estudiados hemos podido determinar una mayor permanencia, es decir un menor número de familias que viajan periódicamente al altiplano, en los sectores Azata y San Ignacio (Ver Gráficos Nro 9 y 10). Bajo Tunquimayo y Charuyo presentan una mayor estacionalidad con gran número de familias que migran entre octubre y marzo. Lo que es necesario aclarar es que no toda la unidad doméstica se moviliza, por lo tanto sería poco preciso hablar de una ocupación pendular. No estamos en condiciones de establecer un número o porcentaje exacto de familias permanentes a nivel de todo el valle, pero contamos con dos indicadores que pueden ser útiles: la crianza de animales menores y el lugar de nacimiento.

Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. Fuente: Datos propios. Encuestas, Octubre 2002. 70

Nº familias

Gráfico Nro 10: Movimiento migratorio anual al altiplano por sectores

Mese s Bajo T unquimayo

Azata

Charuyo

San ignacio

Una familia campesina, que no cría animales menores, sobre todo aves de corral que tienen la ventaja de buscarse su propio alimento, tiene probablemente una condición de “flotante”. Esto supone que, en algún momento del año tiene que viajar por un largo periodo al altiplano, dejando completamente sola su casa en el sector. En la investigación realizada por CI Perú en seis sectores del Alto Tambopata se concluyó que el 52.38 % de las familias encuestadas no criaban animales menores, mientras que el 47.62% restante sí lo hacía (Lozano 2001: 70). Por otro lado, la elección acerca de donde concebirán las mujeres tiene que ver con las condiciones de vida en la selva y el soporte social que requiere la madre para dar a luz. Varones y mujeres de las familias campesinas aymaras nos han indicado que es mucho más seguro para la salud de la mujer y el niño que el parto se lleve a cabo en el altiplano. El excesivo calor y el peligro que supone el denominado sobre parto que se manifiesta en las mujeres luego de alumbrar, son las razones que se aducen para esta decisión. En muchos casos, los problemas de salud de las gestantes se deben a algunas prácticas propias del altiplano pero inapropiadas para la selva, como el excesivo abrigo después del parto, lo que produce erupciones en la piel o la construcción de viviendas inadecuadas para la selva (CI Perú 1995: 13). Pero lo que sí es claro es que a medida que las estrategias familiares de reproducción se orienten hacia la selva, lo cual también supone el mejoramiento de las condiciones de vida en el valle, aumentará el contingente de “sanjuaneños netos de la zona”, como se suelen llamar con orgullo algunos pobladores. De acuerdo a los datos recogidos en el campo (Ver Gráfico Nro 11), un 47.98% de los miembros de las familias aymaras han nacido en el altiplano, mientras que los nacidos en el valle hacen un 42.32% del total. Si descontamos a los nacidos en zonas de valle interandino como Sandia, Sina o Quiaca (5.39%), a los de ciudades intermedias como Juliaca y Tacna (a 71

los nacidos en Bolivia (0.27%) y los que no precisan su lugar de origen (0.27%); tenemos que los naturales del altiplano suman el 53.13% y los nacidos en el valle hacen 46.87%. Salvo por pocos puntos porcentuales, estas cifras muestran la misma tendencia que la encontrada por CI Perú, por lo tanto es posible concluir que el Alto Tambopata se reparte casi de igual a igual entre aquellos nacidos en alguna parcialidad altiplánica y los nacidos en el ámbito del valle de San Juan del Oro.

Gráfico Nro 11 : Porcentaje de miembros de la unidad familiar por lugar de nacimiento 0.27% 0.27% 5.39% 3.77% 47.98%

42.32%

Altiplano

Alto Tambopata

Valle interandino

Ciudad intermedia

Bolivia

No precisa

Fuente: Datos propios. Encuestas familiares, Octubre del 2002 Otro indicio de este paulatino proceso de estabilización de las familias aymaras en el Alto Tambopata lo podemos observar en el Cuadro Nro 9 donde detallamos los nacimientos en función a los grupos de edad. Es así que los niños (as) y jóvenes de cada familia son los que suelen haber nacido en el valle, ya que entre los 0 y los 19 años se ubica el 62.18% de los naturales del Alto Tambopata. Por el contrario, los miembros de mayor edad en la familia, es decir los padres y abuelos con edades entre los 30 y mas de 65 años, concentran el 52.25% del total de los nacidos en el altiplano. Finalmente, en cuanto los sectores de la muestra, hemos hallado una extraordinaria consistencia entre sus características demográficos y la distribución de los nacimientos en altiplano o selva (Ver Gráfico Nro 12). De esa manera podemos observar que mientras que las familia asentadas en Bajo Tunquimayo y Charuyo se encontrarían aun en un estado pendular, con un mayor peso relativo de pobladores nacidos en el altiplano, las familias de San Ignacio ya habrían cruzado el umbral de la estabilización poblacional, bajo el predominio de una generación de aymaras nacidos en la selva. Por su parte Azata muestra un equilibrio perfecto entre sanjuaneños y altiplánicos.

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Cuadro Nro 9: Porcentaje de nacidos en el Alto Tambopata y Altiplano, por grupos de edad

(

*) No incluye a los nacidos en Bolivia, valles interandinos y ciudades intermedia Fuente: Datos propios. Encuestas familiares, Octubre del 2002

Nro Miembros

Gráfico Nro 12 : Lugares de Origen de miembros de la unidad familiar por Sectores (*) 80 70 60 50 40 30 20 10 0

Bajo Tunquimayo

Azata

Charuyo

San Ignacio

Sectores Altiplano

Alto Tambopata

(*) No incluye a los nacidos en Bolivia, valles interandinos, y ciudades intermedias Fuente: Datos propios. Encuestas familiares, Octubre del 2002 73

Desafortunadamente, la realidad no es tan simple como aparece en estos gráficos, con los que sólo pretendemos proporcionar una mirada esquemática y muy general de la dinámica demográfica de las familias aymaras. Tan sólo bastaría decir que aunque Bajo Tunquimayo y Charuyo presentan estructuras poblacionales-migratorias similares, con un mayor peso de los nacidos en el altiplano, sus proyecciones a mediano plazo son totalmente distintas. Por las condiciones de su ecosistema y la aptitud productiva de su suelo, las familias de Bajo Tunquimayo parecerían ir rumbo a la estabilización en la selva, sentando las bases para una reproducción social más sólida en el valle. Las familias de Charuyo estarían desarrollando una trayectoria opuesta: Las siguientes generaciones de charuyanos tendrán que decidir si seguirán trabajando en suelos cada vez más pobres, con más énfasis en el cultivo y venta de frutales, o si se orientarán a actividades no agrícolas como el comercio o la profesionalización. Si bien se han encontrado en el camino, las familias de Charuyo y Bajo Tunquimayo tienen rumbos y lógicas poblacionales diferentes.

3.3.3. Educación Es conocido que a partir de la década del 70 el Estado impulsó la expansión de la educación formal, en especial en las áreas rurales del país, lo que dio como resultado un aumento significativo en la tasa de escolaridad entre 1970 y 1991. A lo largo de los últimos años la educación se convirtió en un mecanismo de movilidad social, sobre todo para las familias campesinas de los Andes. Desafortunadamente, dicho proceso social no estuvo acompañado por un desarrollo económico del país que le permitiera a las nuevas generaciones de jóvenes escolarizados y profesionales, ver cumplidas sus aspiraciones y acceder al bienestar que les prometía el “mito de la educación” (Barnechea 1995, Gonzáles de Olarte 1995). Este desencanto respecto a lo que puede lograr la educación por si sola, sin que vaya aparejada con el crecimiento económico y la modernización del país, se deja sentir en algunas familias aymaras del Alto Tambopata. Como parte de la estrategia diversificada de las familias campesinas podemos apreciar casos en los que uno de varios hijos, puede llegar a estudiar alguna carrera profesional. Sin embargo, ello está condicionado a la capacidad que muestre para los estudios, que “la cabeza le de” como manifiesta un padre de familia del sector San Ignacio. Además, mientras uno de los hijos estudia (la mayoría de veces son los varones los que tienen mayor opción para estudiar), los demás deben seguir trabajando en la chacra o dedicarse a un pequeño negocio para solventar los gastos de su hermano en la ciudad. Si el joven culmina con éxito su profesión y consigue un buen trabajo, entonces está obligado a devolverle el favor a sus demás hermanos y solventar sus gastos, si es que su deseo también es estudiar. Aunque es posible encontrar casos exitoso de profesionalización, no son muy comunes. Algunas familias aymaras saben que la educación de un hijo, más allá del colegio, supone un costo que no pueden afrontar así que orientan sus esfuerzos a dotarlos de tierra. “No tengo platita para hacerlos estudiar pero mi terreno es grandecito” nos manifiesta un agricultor de Azata respecto al futuro de sus siete hijos (Entrevista Nro 3: Líneas 126-138). 74

Además de este realismo frente a la opción de la educación como vía de progreso, las encuestas realizadas en el valle nos permiten dar cuenta de este explosivo proceso de escolarización en el campo. Es claro que el acceso a la educación formal ha dado un impresionante salto en el lapso de sólo 30 años. La tendencia en todos los sectores es que cada generación ha estudiado más años que la anterior (Ver Cuadro Nro 10). Una primera consecuencia de ello ha sido la disminución en los niveles de analfabetismo: Una taza de 37.25% de analfabetos en la primera generación de colonos (los abuelos), ha disminuido a 1.82% en la segunda generación (padres y madres de familia), y a 1.61% en la tercera generación (hijos e hijas mayores de 18 años). Así mismo, podemos observar que en la generación de los abuelos y padres los periodos de educación formal no solían pasar de los 6 años, con un 60.78% en los primeros colonos del valle, y 51.78% para los actuales padres de familia del Alto Tambopata. A partir de la segunda generación de colonos, el acceso a educación secundaria aumenta paulatinamente, de tal manera que en la actualidad el 56.45% de la tercera generación mayor de 18 años ha estudiado de 10 a 11 años. Otro de los cambios importantes con relación a las generaciones anteriores, es el mayor acceso a centros de educación superior. En la mayoría de casos se eligen carreras profesionales de la Universidad Nacional del Altiplano, en Puno, como agronomía y administración. Otra alternativa son las carreras técnicas de mediana calificación en el Instituto Tecnológico de San Juan del Oro, aunque con severas limitaciones en profesores y equipos. La mayor cantidad de jóvenes profesionales los hallamos en el sector San Ignacio, con cinco profesionales, además de cuatro jóvenes que actualmente cursan estudios universitarios. Bajo Tunquimayo y Azata cuentan con un profesional cada uno, y cuatro estudiantes universitarios en el primero y tres en el segundo. El sector Charuyo exhibe tres profesionales y un estudiante.

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Cuadro Nro 10: Porcentaje de miembros de la unidad familiar por generación y años de estudio

(*) Se han incluido los datos de los padres y madres de los jefes de hogar, tanto los fallecidos como los que viven actualmente en el altiplano. (**) Incluye a los que vienen cursando estudios universitarios y los que han concluido una carrera profesional o técnica. Fuente: Datos propios. Encuestas familiares, Octubre 2002. En cuanto a diferencias por sectores, siguiendo el patrón general ya mencionado, se dan algunas diferencias respecto al promedio de años estudiado por los jefes de las familias asentadas en cada uno de ellos, así como el lugar donde se ha recibido la educación escolar. Esto último, al igual que el lugar del alumbramiento de los niños, tendría que ver con las estrategias familiares de reproducción, ya que la educación es un mecanismo de movilidad social, pero también se vincula con las estrategias productivas. Niños y adolescentes también deben adecuar su calendario de vacaciones escolares (de enero a marzo y de julio a agosto) con labores agropecuarias en el altiplano y en la selva. Los padres de familia de Bajo Tunquimayo tienen en promedio 9 años de estudio, en todos los casos en escuelas del altiplano. Los hijos menores suelen haber cursado toda o parte de su primaria en las escuelas de su parcialidad de origen, y actualmente algunos estudian secundaria en Putina Punco o, en menor medida, en San Juan del Oro. Este hecho sería otro 76

indicador de estabilización en la selva, facilitado por el acceso a un centro educativo secundario y otros servicios (biblioteca, medios de comunicación, etc) que son facilitados por su cercanía al centro poblado menor de Putina Punco, distante a una hora y media de caminata. El panorama es diferente en el sector Azata, el cual cuenta con la última escuela primaria del valle y una de las mas distantes respecto a la carretera. Bajo estas circunstancias, las familias que desean que sus hijos continúen con sus estudios secundarios deben resignarse a enviarlos fuera del sector, a Putina Punco o San Juan del Oro, con lo cual pierden parte de su fuerza laboral agrícola. De ahí que no es raro que muchos jóvenes opten sólo por culminar su primaria o dejar inconclusa la secundaria. En consecuencia, en el mediano plazo podrían estar más cerca que lejos, del promedio de años de escolaridad de sus padres que es de 6.3 años. En Charuyo y San Ignacio los padres de familia cuentan con promedios de estudio similares, 7.7 años para el primero y 7.47 para el segundo. Ambos sectores cuentan con escuelas secundarias cercanas. Hasta hace unos años el sector San Ignacio incluso llegó a contar con un centro educativo secundario en su centro poblado pero tuvo que ser reubicado al pie de la carretera para facilitar el acceso de otros sectores. Es significativo la orientación hacia los estudios universitarios de varias familias, en donde se puede notar un mayor desarrollo de estrategias familiares con el objetivo de logra que mas de un hermano sea profesional.

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4. DISCUSIÓN Cuantificar el deterioro ambiental en la zona del Alto Tambopata es una tarea pendiente que este estudio no aborda, sin embargo es posible afirmar que existen algunos indicadores que medidos históricamente, pueden darnos una idea de cuanto está afectando la actividad humana al ecosistema. Estos son: el nivel de empobrecimiento de los suelos, la tasa de deforestación y los cambios climáticos en la zona. El empobrecimiento de los suelos se puede corroborar a partir de los cambios en el sistema agrícola, con el paso de café a cítricos y, posteriormente, podría ser al cultivo de la piña. Los estudios de suelo realizados corroboran este proceso de deterioro, que se suman a la baja aptitud agrícola de la zona y a problemas observados de topografía, salinidad y acidez. Pero sea el deterioro del suelo por la agricultura comercial o la deforestación por el avance de la carretera, lo fundamental es identificar los procesos sociales mayores que estarían a la base de una determinada modalidad de ocupación del espacio y aprovechamiento de los recursos. Es lo que hemos intentado hacer a lo largo de esta investigación, por lo que a continuación presentamos un análisis de los componente socio productivos y reproductivos de la colonización al Alto Tambopata. 4.1. Técnicas y tecnología agrícola En principio debemos señalar que la agricultura de roza y quema es la que genera los impactos más negativos sobre el suelo, en el mediano y largo plazo. El motivo por el cual las familias aymaras utilizan este sistema en gran parte de sus cultivos, en especial para sus cultivos de pan llevar, son los beneficios que obtienen en el corto plazo. La quema permite transferir rápidamente los nutrientes de la biomasa vegetal del bosque al suelo, trastocando el ciclo natural mediante el cual las hojas, ramas y troncos son desintegrados por insectos y micro organismos que se desarrollan a la sombra de los árboles. Los agricultores al rozar y quemar el bosque aceleran dicho proceso a costa de eliminar esta micro fauna descomponedora y su habita natural. Las consecuencia de esta modalidad de siembre son claramente descritos por Jorge Recharte (1982: 111-112), por lo tanto vale la pena citarlo textualmente: 1) 2) 3) 4)

Aumenta la cantidad de agua que llega directamente al suelo Aumenta la temperatura del suelo, lo cual elimina la población de hongos y bacterias descomponedoras Se registra en términos generales un incremento de los elementos nutrientes. Se produce una reducción de la acidez del suelo.

Las consecuencia 3 y 4 producen la alta productividad de las primeras cosechas, las que después van descendiendo debido a que la capa superficial del suelo es rápidamente lavada por la lluvia, con mayor razón si es que el terreno se encuentra en pendiente, que es el caso más común de la ceja de selva. Al mismo tiempo los nutrientes son lixiviados y el incremento de la radiación solar sobre el suelo despejado acelera la mineralización de la 79

materia orgánica, lo que a su vez genera un rápido descenso del contenido de nitrógeno del suelo (Recharte op cit). Al descender año a año la producción, el agricultor se ve en la necesidad de buscar nuevas tierras de bosque virgen que contengan los nutrientes que halló al comienzo en su parcela. Este proceso de empobrecimiento del suelo se constituye entonces en lo que podemos denominar el círculo de la insostenibilidad agrícola en la selva. Sin embargo, los efectos de este proceso son mitigados por la instalación de cultivos permanentes como el café, los cítricos o el palto. De hecho el follaje de estas plantas minimizan el efecto de la caída de la lluvia sobre el suelo, mas aun si ello se agregan algunas variedades de pacae y plátano. Además, tanto el fríjol, el maní y el mismo pacae, por su carácter de leguminosas, inyectan nitrógeno al suelo reemplazando, aunque nunca del todo, el que pierde durante el proceso de lixiviación. Por lo tanto, es evidente que las familias aymaras que puedan manejar una mayor variedad de especies agrícolas combinadas, con diferentes estratos foliares y con capacidad de transferir nitrógeno y otros minerales al suelo, se estaría mitigando los efectos del círculo de la insostenibilidad. Habría que reiterar que la tecnología utilizada en la agricultura del Alto Tambopata es tradicional, con escasos elementos de la agricultura convencional o de la denominada revolución verde. Las razones de ello tienen que ver con lo poco rentable que es para las familias aymaras acceder a insumos externos a su chacra, muchos de ellos industrializados y a costos relativamente altos, tomando en cuenta la permanente escasez de dinero en las economías campesinas15. Pero también habría una sana limitación por el lado de la demanda ya que en general se ha observado una baja incidencia de plagas y enfermedades especialmente en el café (Mejía 2001: 23), aunque también podría observarse lo mismo en cítricos y otros frutales. La biodiversidad que aun conserva el entono ha propiciado la presencia de hongos e insectos controladores de plagas y enfermedades que afectan los cultivos. Si el círculo de la insostenibilidad agrícola consiste en una rápido deterioro de los suelos que obliga a la colonización de nuevas tierras con mayor productividad, entonces la baja productividad agrícola se convierte en un elemento que atenta contra el ecosistema, propiciando la deforestación. Según algunos estimados en otras zonas cafetaleras, la producción mínima rentable de un cafetal por hectárea es de 15 quintales. Si la producción disminuye a menos de dicha cifra, entonces el agricultor se verá obligado a buscar un nuevo cafetal o renovar el que ya tiene. Esto último, como hemos visto, no es una práctica común y mas bien se suelen reutilizar los cafetales antiguos como chacras de pan llevar o cítricos. La otra alternativa entonces es la de incorporar nuevas técnicas y tecnología que aumenten la productividad del cafetal en un determinado periodo de tiempo. En este punto debemos tomar en cuenta que la única manera de conseguir alta producción en corto tiempo es con el uso del cultivo en limpio y de agroquímicos (principalmente fertilizantes) propios de la agricultura convencional, con costos inaccesibles para las familias campesinas. Lo que parecería más viable, es mantener una promedio de producción aceptable (por ejemplo, 25 quintales) a lo largo de un periodo de tiempo más prolongado, que podría ser de 8 a 10 años. 80

Sin embargo, no se ha podido demostrar fehacientemente que técnicas sostenibles de producción como la instalación de barreras para protección de suelo, aplicación de abonos naturales, entre otras vayan a aumentar o mantener la producción del café en niveles aceptables. La experiencia del Alto Tambopata sugiere que los principales cambios tecnológicos de los últimos años se ha orientado hacia la búsqueda de mejorar la calidad de la producción de café. La introducción de las máquinas despulpadoras, primero de madera y luego de metal, la selección de granos por calidades, hasta la construcción de una planta procesadora en Juliaca no están orientadas a aumentar volúmenes de producción sino a darle un mayor valor agregado al grano. Las últimas corrientes tecnológicas introducidas, como el mejoramiento del secado mediante tarimas y secadores solares, y la construcción de algunas plantas de beneficio en húmedo estarían indicando la misma tendencia. Y sin duda todo ello favorece la concentración de mayor valor en menor extensión de bosques, a lo cual habría que agregar los sobre precios que se pagan por cafés con valor ambiental certificado. Tanto para el cultivo de frutales como para los productos de autoconsumo las técnicas productivas estarían más orientada hacia la producción de mayor volumen, pero es claro que siendo el café el cultivo eje de la zona, entonces ambos estarán atados a las zonas hasta donde lleguen los cafetales. Algunos autores afirman que la limitada disponibilidad de mano de obra propicia prácticas agrícolas no sostenibles, como el deshierbo profundo, que consiste en arrancar la hierba desde la raíz, lo que provoca la erosión del suelo al dejarlo expuesto directamente a la lluvia (Collin 1984 citado por Chicchón y Glave 1995: 555). Aquí cabría hacer una distinción teórica. Por un lado tenemos el componente técnico, estrictamente práctico, que consiste en la manera de deshierbar. Dicha técnica responde a su vez a un condicionante productivo que es la limitación en la mano de obra que permitiría realizar varios deshierbos al año, “como negro”, es decir dejando alguno centímetros de hierba como cobertura del suelo. El cambio en los componentes técnicos no sostenibles tendría que partir entonces de un cambio en la base socio productiva que, por lo observado en la zona, ya se estaría dando en varias familias aymaras del Alto Tambopata, bajo lo que hemos denominado el calendario agropecuario de las familias extendidas, el cual articula la mano de obra de varias unidades domésticas. Por otro lado, ya se estaría dando un cambio a nivel ideológico a partir de la asistencia técnica y promoción rural de CI Perú y el Programa de Café Orgánico. Varios agricultores conocen cual es el deshierbo correcto, lo necesario que es manejar árboles de sombra y la elaboración de compost y otros abonos naturales. Sin embargo, más allá de afirmar su disposición a aplicar estas técnicas de agricultura sostenible, deberán ser objeto de análisis las condiciones socio productivas que las hagan viables en la práctica, entre ellas, la organización de la mano de obra. 4.2. La organización social del trabajo: el rol de los flujos migratorios La demanda de mano de obra del Alto Tambopata es cubierta en gran parte por los flujos migratorios de grandes contingentes de población aymara proveniente del 81

altiplano. Este circuito de fuerza de trabajo se complementa con un circuito de productos en ambas direcciones mediante el cual es posible que las familias aymaras mas permanentes del valle puedan contar con alimentos andinos deshidratados, como el chuño y la chalona, que se adaptan convenientemente a las condiciones de almacenamiento de la selva. Estos flujos migratorios suponen también vínculos de parentesco real y ritual entre los dueños de tierras en el Alto Tambopata y familiares-peones provenientes del altiplano. Es claro que desde que se inicio la colonización en la selva no se ha desarrollado un mercado interno de mano de obra en el valle, donde más bien se han impuesto las formas tradicionales de intercambio de fuerza de trabajo con otras unidades domésticas. Lo más común es que ambas modalidades se presenten de manera combinada. El efecto que la situación descrita pueda tener en el medio ambiente está relacionada con la calificación de la mano de obra eventual que llega al valle y con su posible asentamiento en la zona lo que de todas maneras implicaría acceso a tierra de monte virgen. Las repercusiones que la calificación de la mano de obra podría tener en el uso de los recursos son de hecho negativas ya que se tratan de individuos cuya experiencia agrícola más cercana es la que ha tenido en el altiplano. La contratación de peones también obliga a cambios en los patrones de consumo que generan contaminación tanto en los ectores como el los centros poblados menores. El incremento de consumo de enlatados y gaseosas en envases descartables aumenta durante la cosecha de café. No ha sido posible estimar cuántos de los peones eventuales terminan por establecerse en el valle pero esa posibilidad aumentará en la medida que los factores de expulsión del altiplano se agudicen, es decir las alternativas para generar ingresos ya sea en el campo o en las ciudades intermedias. Los factores de atracción de la ceja de selva tiene que ver mas con al acápite siguiente relacionado con las estrategias de reproducción social de las familias aymaras. El otro punto relacionado con la organización social del trabajo tiene que ver con el acceso a tierras. Como ya hemos visto, la organización de las unidades domésticas tiende a mantener unificado el lote paterno, lo cual supone que a medidad que la estrategia familiar de los hijos más jóvenes se oriente hacia la selva tendrán que buscar sus propios lotes. Dado que no se ha desarrollado un mercado de tierras fluido en el valle, y eso es evidente en muchas parcelas abandonadas, este sería un factor que propiciaría la entrada al monte para deforestar más extensiones de bosque virgen. 4.3. Las estrategias familiares de reproducción social Luego de ver los componentes técnico-productivos de las estrategias familiares de producción podemos esbozar las estrategias de reproducción social de las familias aymaras del Alto Tambopata en donde se enmarcan. 82

Una manera gruesa de clasificar las estrategias familiares es hablar en términos de permanentes y flotantes, lo cual se acerca a las clasificaciones que plantean Aramburu (1979) y Martínez (1969b), teniendo como elemento central la migración. Consideramos que los flujos migratorios al igual que los calendarios productivos se encuentran dentro de un contexto mayor que son las estrategias familiares de reproducción social, las cuales pueden ser clasificadas siguiendo otros criterios teóricamente mucho más interesante que el de las movilizaciones periódicas entre diferentes espacios. Pero antes debemos precisar que el objetivo general hacia el cual se orientan las diferentes estrategias de reproducción social es el bienestar intergeneracional de la familia, sea esta extensa o nuclear. Para el caso de las familias aymaras es poco probable que encontremos familias cuyo umbral de bienestar no esté por encima de la línea de la simple sobre vivencia16. A través de la clasificación de calendarios agropecuarios y la revisión de algunos indicadores demográficos hemos tratado de intuir hacia donde se estarían orientando las estrategias familiares de reproducción social en términos espaciales: ceja de selva o fuera de ella. En principio debemos reconocer que los años transcurridos desde las primeras colonizaciones en los años 40 no han sido suficientes para que las familias aymaras del Alto Tambopata se establezcan más permanentemente. Ya hemos visto que aproximadamente el 50% de las familias asentadas aun mantiene un patrón de ocupación pendular. Sin embargo el hecho que persista una mayor movilidad hacia el altiplano de las mujeres, sin que la familia abandone el valle indicaría que el Alto Tambopata se viene articulando más dinámicamente con el mercado , y en suma, con la sociedad nacional. En ese sentido, la mayor cobertura de la carretera de penetración – lo que no quiere decir que haya dejado de ser riesgosa – , así como de servicios de comunicación – a las radio comunicaciones se le empiezan a sumar servicios de teléfono satelital e internet en Putina Punco – podría facilitar y ampliar el desarrollo de los tradicionales circuitos de mano de obra y productos. Ante estas condiciones, algunas unidades domésticas han implementado lo que hemos llamado los calendarios agropecuarios de las familias extendidas, lo que les permitiría hacer un mejor uso de estas ventajas. Hemos encontrado una mayor tendencia de este tipo en San Ignacio y Bajo Tunquimayo. En todos los sectores del valle es posible encontrar familias que vienen orientando sus estrategias de reproducción social hacia la descampesinización o la búsqueda de ingresos no agrícolas mediante actividades vinculadas con el comercio y el acceso a estudios superiores, ya sea técnicos o universitarios. Esto no significa que vayan a perder sus vínculos con la ceja de selva, por el contrario, resulta altamente beneficioso para las familias campesinas hacer uso de los circuitos económicos entre altiplano y valle. Para graficarlo podemos tomar el caso de una familia de varios hermanos en algún sector frutícola. Mientras que el hermano mayor se dedica a la actividad agrícola junto con su esposa y su padre dueño del lote original (quien antes fue cafetalero), otro de los hermanos se 83

ha especializado en el acopio y venta de frutas que produce su familia y otras unidades domésticas del sector con las que mantiene algún parentesco. Estos ingresos se complementan con aquellos que genera el comercio de mercancías traídas desde Juliaca – aprovechando la salida para la colocación de la fruta – en Putina Punco, a través de los establecimientos comerciales o tiendas de abarrotes de propiedad de otros hermanos o hermanas de la misma familia. Mientras tanto, el nivel de acumulación alcanzado permite que los hermanos e hijos menores terminen su secundaría o educación universitaria en Juliaca o Puno, donde han logrado construir una casa de material noble. Esta sin duda es una historia exitosa de bienestar creciente intergenaracional sobre la base de una estrategia orientada a aprovechar la oportunidad de diversificación de ingresos que ofrece el circuito altiplano – ceja de selva. Esto no necesariamente es lo que sucede en todos lo casos, ni es la única forma de generar bienestar y cambio social, sin embargo podría ser el que produce cambios más acelerados. Analicemos el caso de una familia ubicada en un sector sin acceso a carretera pero con una producción importante de café. Con un número similar de hijos que la familia anterior, la estrategia ha consistido en incorporar a la unidad doméstica a las esposa de los hijos al lote original del padre. Con una cantidad de mano de obra importante y adecuadamente calificada para realizar las tareas vinculadas al café, el padre y algunos de sus hijos pueden acceder a un nuevo lote ubicado en una zona de mayor altitud, en le mismo sector, de tal manera que cuentan con dos cosechas por campaña. Las esposas de los hijos viajan periódicamente al altiplano principalmente para traer algunos productos alimenticios para la cosecha y para contactar a sus hermanos o primos como peones eventuales. Sus salidas se han hecho mas prolongadas a partir de la baja en el precio del café, ante lo cual la unidad doméstica ha respondido con una ampliación de los cafetales pero también con la ejecución de tareas adicionales (construcción de composteras, pozos sépticos, etc) que les permita acceder a una certificación orgánica de sus chacras y con ello a mejores precios por su grano. Esta crisis retrasará el ingreso de los hijos menores a la secundaria o probablemente a la universidad. El nivel de acumulación y cambio integeneracional es limitado. En estos dos ejemplos lo que tenemos son dos efecto bastante diferenciados sobre el medio ambiente. En el primer caso podemos suponer que la orientación hacia ingresos no agrícolas desalienta el acceso a mas tierras de bosque virgen para la instalación de mas chacras. El impacto indirecto se da debido al traslado de mercancías que en muchos casos generan basura urbana (botellas, enlatados, papeles, etc.) para lo cual no existe un sistema de tratamiento de desperdicios, ni en San Juan del Oro ni en ninguno de los caseríos del valle. En el segundo ejemplo, las limitaciones para diversificar el ingreso por falta de una articulación más fluida con el mercado, hace que la unidad doméstica haga un uso más intensivo del suelo, acelerando su empobrecimiento y por tanto su búsqueda de nuevas zonas de bosque virgen. El impacto es más directo aun cuando pueden contarse con mecanismos de mitigación como los programas de certificación orgánica que propician la recuperación o cuidado del suelo y la puesta en valor de la agricultura sostenible. 84

Aun así, a pesar de los efectos que de todas maneras ocasiona la actividad productiva del ser humano en ecosistemas frágiles como el Alto Tambopata, el hecho que un contingente importante de familias empiece a establecerse para reproducirse socialmente en la zona supondría, de todas maneras, impulsar la mejora de las condiciones de vida en las que sus hijos van a crecer y a la vez reproducirse. Entre otras cosa, esto pasa por implementar o mejorar ciertos servicios públicos de acuerdo a prioridades, expectativas y conceptos de lo que la población local entiende como “progreso”. Al respecto resulta de gran importancia tomar en cuenta la percepción que el poblador andino tiene del monte. Tal como sostienen Chicchón y Glave (1995: 557), la visión que los colonos aymaras tienen de la selva es de un espacio natural peligroso al cual hay que transformar en un ambiente conocido, ya sea en una chacra o en un pueblo con una amplia plaza central, sin árboles. El conocimiento incipiente de flora local por parte de algunos agricultores podría estar indicando algún tipo de cambio de actitud, sin embargo con referentes educativos y culturales basados en el ecosistema y los recursos del altiplano y la sierra será difícil que prosperen comportamientos más adaptativos. Esta es una labor pendiente de las Universidades del Departamento de Puno y de los pocos Centros tecnológicos ubicados en la zona. La otra posibilidad es que el patrón de ocupación pendular de las familias aymaras siga siendo el predominante, lo cual supondría un camino sin salida para el desarrollo sostenible del Alto Tambopata. Las consecuencias no sólo serían el agravamiento de los impactos negativos que ya hemos mencionado (deterioro del suelo, transformaciones micro climáticas, etc.) sino la perdida del stock natural que han hecho posible un cierto grado de capitalización campesina, tanto a nivel colectivo con las cooperativas y CECOVASA, como a nivel individual. Parte importante de este capital generado en la selva debería reinvertirse en mejorar las calidad de vida en el Alto Tambopata, lo cual incluye un medio ambiente saludable y un ecosistema conservado. 4.4. Las Zona Agro ecológicas del Alto Tambopata Desde las múltiples vertientes de la literatura científico social se han elaborado diversas propuestas para dividir conceptualmente el espacio rural en unidades que permitan una mejor comprensión de los procesos naturales y sociales del campo, y para la aplicación de políticas más eficientes de desarrollo y conservación. Para la clasificación que proponemos hemos optado por la idea de zonificación agroecológica propuesta por Mario Tapia (1996)17, que toma como base tres niveles de diferenciación para la clasificación macro de la sierra: latitud, altitud y exposición. Desde luego que para nuestro zona de estudio aplicaremos el nivel micro que también contempla Tapia (1996: 441) y que permite establecer sistemas homogéneos de producción, con factores diferenciales como fertilidad del suelo y la topografía, sumado a otras variables productivas generados por la actividad humana como el riego, acceso a centros urbanos, entre otros. El área que hemos sometido a esta clasificación ve desde los sectores más próximos centro poblado de Putina Punco hasta las partes bajas próximos a la punta de carretera (Ver Mapa Nro 1). 85

La utilidad de una zonificación de este tipo consiste en la posibilidad de poder definir las condiciones de sostenibilidad de cada área y las posibles amenazas al ecosistema y el medio ambiente. Hemos utilizado como insumos los mapas de altitud y relieve (Ver mapas Nro 2 y 3) elaborados a partir de información proporcionada por el Ministerio de Educación y el INEI, así como imágenes satélite de la Universidad de Maryland. A continuación, hacemos una descripción sucinta de las tres zonas agroecológicas que hemos identificado y esbozado sobre el Mapa Nro 4: 4.4.1. Zona Agro Ecológica del Eje Carretero Frutícola Las frutas, principalmente los cítricos, tendrían un carácter complementario al del café. Sin embargo, en los sectores ubicados sobre el eje carretero, donde los suelos ya se encuentran bastante degradados debido a su mayor periodo de uso, los cítricos pueden superar en importancia al café, en especial durante aquellos años en los que el precio del grano baja sustancialmente. La producción de los cultivos de pan llevar es marginal por lo que los alimentos industrializados como los fideos, aceite y gaseosas forman parte importante de los hábitos de consumo. Los terrenos ubicados a lo largo de los sectores Santa Ana, Santo Tomas, Charuyo y Tunquipata son en su mayoría fuertemente empinados o extremadamente empinados, lo que sin duda ha acelerado los procesos erosivos del suelo. También se observa una alta pedregocidad, con macizos de roca a orillas del río Tambopata. A partir del sector Chocal, pasando por Ñacaría, Arco Punco y San Ignacio, se pueden observar algunas áreas empinadas y moderadamente empinadas, así como alguna zonas de playa que son utilizadas para el cultivo de pan llevar y frutales. A lo largo de esta zona se ubican caseríos como San Ignacio, Chocal o Arco Punco, donde se concentran pequeños comercios de abarrotes y herramientas, restaurantes, radiocomunicaciones y los centros de acopio de las cooperativas cafetaleras. En esta zona agro ecológica, las familias pueden optar por buscar nuevas tierras en zonas de selva virgen río abajo o diversificar aun mas sus actividades económicas, restándole peso a los ingresos provenientes de la agricultura. También existen familias que mantienen una vivienda sobre la carretera y acceden a una parcela en las cabeceras o micro cuencas de los ríos que desembocan el Tambopata, y que constituye parte de otra zona agro ecológica. La contaminación con desechos sólidos y líquidos, y la perturbación que genera la carretera son las principales amenazas al medio ambiente en esta zona agro ecológica. 4.4.2. Zona Agro Ecológica de Micro Cuencas Cafetaleras Aunque todo la actividad agrícola del Alto Tambopata tiene su eje en el cultivo del café, las microcuencas formadas por los ríos que desembocan en el Tambopata son las que presentan 86

la mayor producción del valle, especialmente en los sectores ubicados en la margen izquierda. En sectores como Bajo Tunquimayo, Pampas Salinas y las partes altas de Pampas de Moho y Pauji Playa se ha encontrado una particular combinación de suelos profundos de textura media a moderadamente gruesa, buen drenaje y altitudes entre los 1000 y 1500 metros que favorecen la buena producción cafetalera. Sus limitantes son la topografía, así como la salinidad y gravosidad del suelo. Los mayores porcentajes de inclinación se observan en las micro cuencas de Pablo Bamba y Tunquimayo, y más moderado en las de San Benigno y Chunchusmayo. En la imagen satélite correspondiente a mayo del 2001, se distingue claramente una mayor concentración de chacras en las zonas de Pampa Gloria, Chunchusmayo y San Benigno, llegando incluso hasta las cumbres de las cuchillas que dividen los ríos. La particularidad de las familias asentadas en estas micro cuencas cafetaleras son el origen común de muchas de ellas, correspondientes a parcialidades determinadas de Titali, Vilquechico, entre otros; así como el patrón de ocupación concentrado que permite organizar la mano de obra de varias unidades familiares. Sus vínculos con el altiplano, especialmente con sus parcialidades, serían altamente dinámicos. La principal amenaza a la conservación en estas zona es el peligro de erosión característico de los valles profundos en micro cuencas con gran inclinación. 4.4.3. Zona Agro Ecológica de Bosques Agrodiversos La particularidad que mejor define esta zona agro ecológica es la menor alteración del ecosistema del bosque, con una mayor extensión de monte sin explotar por habitante, y donde aun es posible observar mayor variedad de roedores, aves y algunas especies de primates. Así mismo, se ha desarrollado una mayor diversidad de cultivos agrícolas, por lo cual la dieta de las familias también cuenta con maní, frijoles y principalmente arroz, haciéndolas menos dependientes de los productos industrializados. También se cultiva gramalote para las mulas que permiten el transporte del café a los centros de acopio en la punta de carretera. Esta diversidad de cultivos es posible gracias a la mayor disponibilidad de áreas con menor pendiente, zonas inundables y playas. La pesca también es más frecuente por la disponibilidad del recurso. En esta zona los rendimientos de café por hectárea son los más altos en comparación a otros sectores ubicados en el margen derecho del Tambopata, probablemente debido a las pendientes moderadas y la aun poca presión que soporta, por ser de colonización más reciente. Aunque no figuran en la imagen satélite, colindan con Azata otros sectores como San Fermín, Victoria y Colorado, donde la permanencia irá aumentado a medida que la carretera avance y se agoten los suelos en otros sectores. Esta zona más diversificada y menos intervenida es directamente colindante con el Parque Nacional Bahuaja Sonene, lo cual le otorga especial importancia como área de transición que conecta el área protegida con zonas de agricultura más intensiva. 87

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Mapa Nº 2 Relieves en el Alto Tambopata

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Mapa Nº 3 Elevación y Ubicación de sectores de la Muestra

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Mapa Nº 4 Carretera de Penetración en el Alto Tambopata

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Mapa Nº 5 Zonas Agro-Ecológicos en el Alto Tambopata

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NOTAS 1

Sobre religiosidad popular y sincretismo en la sierra peruana se puede consultar: Luis Millones “El rostro de la fe: Doce ensayos sobre religiosidad andina”. Universidad Pablo Olavide. Sevilla, 1998; y Manuel Marzal “Estudios sobre Religión Campesina”. Pontificia Universidad Católica. Lima, 1998, y “El rostro indio de Dios”. Pontificia Universidad Católica. Lima, 1991.

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Una descripción completa de música y danzas folclóricas en Puno se puede consultar en Ignacio Frisancho “Puno: música, danzas y canciones”. Biblioteca Nacional y Pontificia Universidad Católica. Lima, 2001.

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Los procesos históricos de la zona han hecho que la población de origen quechua, la otra gran cultura prehispánica andina, se haya concentrado principalmente en las zonas colindantes a la capital de provincia, Sandia, en las inmediaciones de San Juan del Oro, y en la cuenca del río Inambari, que discurre hacia el noreste del Tambopata.

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Según el Ministerio de Agricultura, los otros cultivos permanentes de mayor importancia en la Provincia de Sandia son la coca (910.15 Has.) y el cacao (73.34 Has.). Sin embargo, las cifras se encontrarían largamente subestimada, especialmente para la coca, cuyo cultivo ilegal en la cuenca del Inambari hace difícil una mejor cuantificación. Para el café en la zona de estudio, que no incluye la totalidad del Distrito de San Juan del Oro, hemos utilizado datos más actualizados de las cooperativas cafetaleras.

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Las labores culturales que describimos son aquellas que tradicionalmente se han venido practicando en el Alto Tambopata desde aproximadamente la década del 40, según nuestros informantes de mayor edad. Sin embargo, existen prácticas agrícolas que podemos denominar “sostenibles”, que vienen siendo difundidas en el valle a partir de proyectos de asistencia técnica, como el Programa de Café Orgánico promovido por Conservación Internacional, y que en algunos casos recogen procesos de adaptación productiva de los agricultores más permanentes del Alto Tambopata, como la elaboración de abonos naturales, la instalación de barreras vivas y muertas para la protección del suelo, etc.

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La calidad en el café está fuertemente determinada por la uniformidad de los granos en pergamino tanto en tamaño como en color y por un determinado número de granos defectuosos en una muestra. Otras características como el sabor y el aroma se toman más en cuenta para mercados especiales más exigentes e involucran otros factores como altitud, clima, variedad, manejo en chacra, etc.

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Siglas de Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia. Fundada en 1970, agrupa a ocho cooperativas y una asociación de productores cafetaleros, de las cuales cuatro son las más importantes del Alto Tambopata (San Jorge, San Ignacio, Charuyo y Unión Azata.), con casi 3000 socios activos.

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Al precio del jornal registrado en la zona, este aporte de mano de obra equivale a S/. 180.00 o algo mas de US$ 51.00 93

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A diciembre del 2001, el Programa de Café Orgánico de CECOVASA contaba con los datos agrícolas básicos de 996 familias campesinas, pertenecientes a un total de 38 sectores del Alto Tambopata, lo cual lo hace una muestra representativa de la zona.

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En el Perú, aproximadamente el 77% de las pequeñas propiedades cuentan con una superficie agrícola menor a 5 Has (Blum 1995). Además, existe 0.67 Has de cultivo por cada habitante rural (Gonzáles de Olarte 1997).

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Esta situación de relativo aislamiento estaría cambiando rápidamente. Hasta 1999, la caminata desde la escuela de Azata, hasta la punta de carretera, en el sector Chocal, tomaba aproximadamente 8 horas. Para el año 2002, con el avance de la carretera hasta Pampa Grande, el recorrido hasta punta de carretera se ha reducido a tres horas, aunque sigue siendo una distancia considerable para las familias asentadas en las partes altas y en las cabeceras del río Azata.

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Flotantes y permanentes son dos categorías que la población local suele usar en la zona, y aunque es difícil hallar algún poblador que se reconozca como flotante, son conocidas las familias que migran por largas temporadas a l altiplano o que vienen al valle sólo durante las cosechas.

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Cabe repetir que las cooperativas vienen a ser una especie de sistema de seguro campesino que muchas veces lo que hace es redistribuir el café de mala calidad en toda la producción de la campaña y prorratear la penalidad entre todos los socios. Este esquema habría empezado a cambiar lentamente con el acceso a mercados especiales (orgánico, solidario), mas restringidos en demanda, más exigentes en calidad pero con mejores precios.

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Las relaciones de parentesco no aseguran la ausencia de conflictos, por el contrario, en algunos casos, debido a que varias unidades domésticas comparten recursos productivos, pueden ser motivo de constantes entredichos. Sin embargo, las relaciones familiares son canales mucho más efectivos de resolución de conflictos, aunque una de las partes termine ganando más que la otra, lo que es común en casi todo conflicto humano.

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Aun así el sistema cooperativo permitió en una época la compra y distribución entre algunos socios de algunos agroquímicos para el control de enfermedades y de maleza. En general estas nuevas prácticas no tuvieron mayor aceptación y en la actualidad ninguna cooperativa, ni CECOVASA cuentan con estos insumos.

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Es probable que aquello que llamamos el ámbito de la sobre vivencia se ubique en las parcialidades del altuplano donde además de mayor variedad de cultivos de pan llevar se ubica el último soporte social de la mayoría de los colonos. Siendo el Alto Tambopata la zona generadora de dinero resulta difícil creer que sea el ámbito del autoconsumo.

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Aunque no se desarrolla con extensamente, la propuesta de zonificación de Tapia supone una síntesis de otras visiones y aproximaciones de geógrafos (Carl Troll y Javier Pulgar Vidal), ecólogos (Antonio Brack y Joseph Tossi) y antropólogos (Enrique Mayer, Alejandro Camino y Jorge Recharte), entre otros especialistas.

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