COMENTARIOS AL CÁNTICO ESPIRITUAL (1ª,2ª Y 3ª ESTROFA)- JUAN DE LA CRUZ - Introducción siguiendo a Jesus Martí Ballester

COMENTARIOS AL CÁNTICO ESPIRITUAL (1ª,2ª Y 3ª ESTROFA)- JUAN DE LA CRUZ - Introducción siguiendo a Jesus Martí Ballester CANCIONES ENTRE EL ALMA Y E

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COMENTARIOS AL CÁNTICO ESPIRITUAL (1ª,2ª Y 3ª ESTROFA)- JUAN DE LA CRUZ -

Introducción siguiendo a Jesus Martí Ballester

CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO Esposa: ¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti, clamando, y eras ido. Pastores, los que fuerdes allá, por las majadas, al otero, si por ventura vierdes aquél que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero. Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras. (Pregunta a las Criaturas) ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado! (Respuesta de las Criaturas) Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura. Esposa: ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero. Y todos cantos vagan, de ti me van mil gracias refiriendo. Y todos más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo. Mas ¿cómo perseveras, oh vida, no viviendo donde vives, y haciendo, porque mueras, las flechas que recibes, de lo que del amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste? Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados, formases de repente los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados!

ya cosa no sabía y el ganado perdí que antes seguía. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa; allí le prometí de ser su esposa. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal, en su servicio; ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio.

¡Apártalos, amado, que voy de vuelo!

Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que me he perdido; que andando enamorada, me hice perdidiza, y fui ganada.

Esposo: Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma, al aire de tu vuelo, y fresco toma.

De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos las guirnaldas en tu amor florecidas, y en un cabello mío entretejidas:

Esposa: ¡Mi amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos;

en sólo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste; mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.

la noche sosegada, en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora; nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado!

Cuando tú me mirabas, tu gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían. No quieras despreciarme, que si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme, después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.

A zaga de tu huella, las jóvenes discurran al camino; al toque de centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.

Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.

En la interior bodega de mi amado bebí, y cuando salía, por toda aquesta vega,

Deténte, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores, aspira por mi huerto,

y corran sus olores, y pacerá el amado entre las flores. Esposo: Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor reposa, el cuello reclinado sobres los dulces brazos del amado. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di al mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada. O vos, aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches veladores, por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen vuestras iras y no toquéis al muro, porque la esposa duerma más seguro.

Esposa: Oh ninfas de Judea, en tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros umbrales. Escóndete, carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas. Esposo: La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado, y ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado. En soledad vivía, y en soledad he puesto ya su nido, y en soledad la guía a solas su querido, también en soledad de amor herido. Esposa: Gocémonos, amado,

y vámonos a ver en tu hermosura al monte o al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustaremos. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías allí tú, vida mía, aquello que me diste el otro día: el aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire, en la noche serena con llama que consume y no da pena; que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía

El Cántico Espiritual fue escrito por Juan de la Cruz mientras estaba en prisión por los monjes carmelitas “calzados”, gracias a la ayuda del hermano carcelero. Es una lírica desbordante guiada por el espíritu que venia de experiencia unitiva. Es, quizás el texto mas importante de la mística española. Los intentos posteriores de comentarlo por parte del mismo Juan de la Cruz están en otro plano, el de la teología escolástica. Por ello los comentarios a realizar deben surgir de forma mas libre, ya que el lenguaje poético de la mística es universal y transreligioso. Realizar comentarios a estos versos desde una visión espiritual no religiosa no nos parece tampoco una irreverencia. El mismo Juan de la Cruz estimula este ejercicio “en función de lo que el Espíritu dicte”. En lo que sigue se ha recogido unos extractos de los comentarios introductorios de Jesus Martí Ballester, realizados desde los planteamientos católicos confesionales, para posteriormente adentrarnos en comentarios mas personales, mas libres. Conviene antes realizar un perfil actualizado del autor. Teresa de Jesús lo realiza al referirse a él en carta a una de sus hermanas: "En gracia me ha caído, hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá a mi padre Juan de la Cruz, que es un hombre celestial y divino; pues yo le digo a mi hija que, después de que se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervor en el camino del cielo. No creerá la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tiene allá en ese Santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu y perfección, porque le ha dado Nuestro Señor para esto particular gracia Certifícolas que estimara yo tener por acá a mi padre -Juan de la Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de que más provecho le hacían al comunicarle. Háganlo ellas, hijas, con toda llaneza, que seguro la pueden tener como conmigo mesma, y que les será de grande satisfacción, que es muy espiritual y de grandes experiencias y letras. Por acá le echan mucho de menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias

a Dios, que ha ordenado que le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo las acuda, y sé de su gran caridad que lo hará en cualquier necesidad que se ofrezca” (Teresa de Jesús) Advierte San Juan de la Cruz en la “Subida del Monte Carmelo” que para comenzar a recorrer este camino “lo primero, traiga un constante apetito de imitar a Cristo en todo, identificándose con su vida, y para eso meditar mucho en ella, para saber imitarla y hacerlo todo como él lo haría” (l Subida 13,3). Hoy, que dicen que se va buscando lo auténtico, resulta de rabiosa actualidad un maestro que evita el desangramiento verbal e ideológico y que cierra el camino a la dispersión. Fray Juan además resulta uno de los hombres más simplificadores de todas las culturas de la historia. Precisamente por esto, y por su personalización del hecho cristiano, cuando está desapareciendo a galope el cristianismo sociológico, y nos estamos quedando a la intemperie con solo lo sustancial y personal, Juan de la Cruz, que estima que lo puramente cristiano es la relación de persona a persona, es actualísimo El ha sido, y va a ser, maestro y pedagogo, o, mejor, mistagogo, de cristianos vigorosos y compactos. Mistagogo porque enseña las “grandes cosas que entendió” cuando: “Entréme donde no supe, / y quedéme no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo”. Sabe también que rompe hasta donde puede, en la expresión de que aprendió en la Universidad de Salamanca, con el Dios conceptualizado, porque Dios es inconceptuable. Por la misma razón él no lo define sino que, con belleza impresionante, lo sugiere en símbolos y en poemas dulcísimos, cargados de teologalidad y de fino lirismo. ¡Qué sugerentes intuiciones los símbolos evocadores del Amado!: “Mi Amado, las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos; / La noche sosegada / en par de los levantes de la aurora / la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora”. Juan de la cruz es pionero y promotor hoy ¡quién lo dijera en su tiempo!, de ecumenismo. Testigos, Atenágoras, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa, Roger de Taizé, Ramsey, anglicano. Porque es amigo de la anchura que no estrecha en dogmatismos, pues Dios no es estrechura. Agnósticos como Baruzi son sus fervientes panegiristas. El Hinduismo, el Taoísmo, el Yoga y el Zen lo consideran 1 como el Pantanjali de Occidente en expresión de Suami Sid-deswarananda. El centro de su mensaje es el amor. El señala: “Amar, pues, no es hacer el amor, sino hacer el despojo”. "Amar es trabajar en despojarse y desnudarse por Dios, de todo lo que no es Dios" Y por ello: "Ya no guardo ganado, / Ya no tengo otro oficio, / que sólo en amar es mi ejercicio".

1 Pero nadie es profeta en su tierra. Hoy hay muchos santos modernos que llevan la huella de San Juan de la Cruz: Teresita de Lisieux, ya Doctora de la Iglesia; Edith Stein, mártir de Autswich y recién Santa canonizada; Carlos de Foucauld, que no sé por qué no le beatifican, y sus hijos Hermanitos de Jesús, Voillaume y Carlo Carretto, quien le llama "mi gran maestro espiritual"; Maritain, filósofo y Raïsa, judía convertida y mística, que formaron un matrimonio excepcional, y constituyeron en este siglo, una academia, que integraba a los más conspícuos pensadores de Francia, entre ellos Garrigou Lagrange, profesor en el Angelicum de Karol Woytila a quien dirigió la tesis para su doctorado de la fe en San Juan de la Cruz; el Papa mártir de tantas causas, Juan Pablo II que le debe el sacerdocio y su hondura mística y se declara sin complejos, “hijo espiritual de España”, por Juan de la Cruz, su padre. Católicos, Polacos, como Kalinowski; evangélicos, como Schering; anglicanos, como Ramsey y Trueman Dicken; luteranos, como Rotger Schutzs, fundador y prior de Taizé; ortodoxos, como Atenágoras; agnósticos, como Baruzzi; hinduistas, taoistas, suamis de Yoga y de Zen, como Suami Sid-Deswarananda, que le consideran el Pantánjali de Occidente, filósofos y judíos, como Bergson, y hasta marxistas, como Garaudy, son sus lectores. No podemos en su patria, los españoles conformarnos con autores de tercera o cuarta división para salir del paso.

Amar es darse. Amar es sembrarse, dulcemente. Sembrarse donde El pida: En tierra árida o en dilatada playa. En la calle y en casa. Florecer a su gusto, es amar. Abandonarse en sus brazos. Fuertes, suaves, exigentes, Vitalísimos, Providentes. Brazos de Dios-Hombre, Brazos de túnica rozagante que acarician el alma; Brazos que nos hacen omnipotentes. Amar es dejarse.. ¡Oh! ¡Sí! ¡Dejarse! ¡Dejarse siempre! ¡Dejarse en todo! Sin pensar en el cuándo, ni en el qué, ni en el cómo.

Dejarse que nos trate como a El le convenga. Amar es trenzarse, hiedra de uñas verdes, con el Amado. Con Él, por Él y en Él. ¡Oh!, ¡qué ansia! ¡Oh qué vuelo! ¡Oh que hambre de cielo! Abrazo soldante. Abrazo volcánico. Abrazo exquisito. Abrazo sin tiempo. Abrazo infinito, universal, sereno, casto, fecundo. ¿Cuándo, Amor? ¿Cuándo, Amado, me estrechas, me tronchas, me identificas en tu Regazo? ¿Cuándo, Abismo, me estrujas como un manojo de rojísimos jacintos?.

Sequedades y apuros, angustias y desamparos, soledades y túneles negros. Y la suma pobreza. Y el pensamiento de que Dios es cruel y está hecho un erizo con ella. Es un verdadero pequeño purgatorio el que padece. Lo que estimula a decidirse a tal empresa (la del camino místico) que tiene su precio, por algo se llama "caridad", es saber que tras ella viene la pacificación total y el amoroso abrazo de Dios que ampara e identifica con El. Llegada aquí el alma su anhelo vuela más alto: es la muerte de amor lo que desea y pide mansa y tiernamente. Morir de amor impetuosamente al compás del romper de la tela. La imagen del cisne que nunca canta, sino sólo cuando muere, y entonces suavemente, es la pincelada poética de San Juan con que ilumina la gloria del justo 2 que se va a decir los maitines al cielo , al tiempo que los ríos, tan anchos y profundos que semejan mares, van a desembocar en el océano de Dios. Y en el misterio de la llaga el serafín con el dardo fulminante que se clava en las entrañas y las revuelve, las incendia y las sublima en un amor calenturiento, impetuoso y sin límites. Fuego de amor que avanza en oleadas siempre crecientes que inundan de felicidad ardiente toda el alma cada vez más llagada. Mares de fuego en el alma que está engolfada en un universal mar de amor, y que siente tal dolor que sólo tiene igual en la dulzura. En el Cántico, y a través de su poesía y de la belleza de sus imágenes, Juan de la Cruz revela el rostro verdadero de Dios tal y como él lo experimenta, que no es un pensamiento intelectual, sino una visión profunda que penetra el corazón. Es una expresión de amor personal que transforma la existencia. En esto se une a los grandes místicos sufies. Por ello, San Juan de la Cruz nos dice en Cántico 26, 4: "Lo que Dios comunica al hombre en la unión de amor con El es totalmente indecible, lo mismo que no se puede decir algo que sea como El". Y en la tercera canción de Llama, cuando comenta el verso "¡Oh lámparas de fuego...!", escribe: Todo lo que se puede decir en esta canción es menos de lo que hay, porque la transformación del alma en Dios es indecible. Todo se resume en esta palabra: que el alma está hecha Dios en Dios, por participación de El y de sus atributos" (Llama 3, 8). "Dios no quiere otra cosa del hombre más que amor, porque todas nuestras obras y trabajos, aunque sean los mayores que se pueden hacer, no son nada delante de Dios; porque en ellos no le podemos dar nada ni cumplir su deseo, que es sólo de engrandecer al hombre. Para El nada desea, pues no lo necesita...

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Juan de la Cruz murió con esta frase en los labios

Lo único que quiere Dios es que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso sólo quiere que le ame porque el amor iguala al que ama con la cosa amada" (Cántico 28,1). "Tanto es el amor con que Dios se comunica en esta interior unión al hombre, que no hay cariño de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hijo, ni amor de hermano, ni amistad de amigo, que se le compare; porque es tan grande la ternura y amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a este humilde hombre y amoroso, ¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!, que se somete a él para engrandecerlo, como si El fuese su siervo y el hombre su señor. Y con tanta solicitud le regala, como si El fuese esclavo y el hombre fuera su Dios. Se realiza el servicio que El dice en el evangelio que hará a sus escogidos en el cielo, que él mismo les servirá... Se emplea Dios en regalar y acariciar al alma como la madre en servir y regalar a su niño, criándolo a sus mismos pechos" (Cántico 27,1). En el prólogo al CANTICO dirá "que si no se lee con sencillez de espíritu de amor, las palabras parecerán disparates más que razones". Pues "no podemos ni imaginar hasta dónde llega Dios para engrandecer a un hombre. Lo hace como Dios" (Cántico 38,8). Existe una fuerza ontológica que impulsa al hombre y un movimiento que le dinamiza a conseguir la igualdad de amor. Esta fuerza la explicará Eckhart como la que impulsa a la criatura a descubrir quien realmente es, y en este sentido se iguala al ser original, que ahora llamamos Dios, pues no es otra cosa que él Mismo. Luego el origen es amor, personal e impersonal en expresión. Es comunión actuante. San Juan de la Cruz siente una divina urgencia por llevar al alma a la contemplación que es conducirla al trabajo amoroso de Dios santificador. Mientras el alma esta razonando o usando la imaginación no esta en contacto directo con Dios, porque su inteligencia y voluntad están movidas por motivaciones naturales. Cuando el alma trasciende esas actividades de las potencias naturales es cuando empieza a actuar la fe y con ella la acción de Dios ya es directa. Se realiza entonces la comunicación de sustancia a sustancia.

Comentarios a la primera y segunda canción Dice el mismo Juan de la Cruz: “Me parece, Madre, que estas canciones se han escrito en momento de fervor de amor de Dios. Su sabiduría y amor son tan inmensos que « alcanza con vigor de extremo a extremo»” (Sab 9,1)...”Como estas canciones han sido redactadas en momentos de amor intenso y abundante inteligencia mística no las podré explicar exhaustivamente, ni siquiera lo voy a intentar. Sólo pretendo iluminar de una manera amplia”: ¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti, clamando, y eras ido. Pastores, los que fuerdes allá, por las majadas, al otero, si por ventura vierdes aquél que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.

Son “versos de vuelta” segun Celaya, tras haber experimentado la luz, entiende la llamada divina, que exige respuesta. Debe responder desatando el alma, el centro del corazón humano de todo aquello que le ata, debe despojarse y marchar tras la llamada, pero debe aceptar la realidad de la ausencia, pues “el Amado anda

escondido, era ido”, y exige salir en búsqueda, exige experimentar la herida de la ausencia, y por tanto el desamparo, el abandono. De acuerdo con Juan de la Cruz, estas primeras canciones hablan de la vida purgativa, que es la vida de los principiantes. Posteriormente vendrá la vida iluminativa que es el encuentro con el Amado, y después cantará de la vida unitiva, que es el matrimonio espiritual. Por fin termina con el estado beatifico, como meta final del alma en su accesis mística. Debemos pues quedarnos por ahora en la primera fase para comprender bien nuestro estado y tarea, como principiantes en este camino. “El Cántico” expresa todas las etapas del camino místico, mientras “la Subida” y “la Noche” realizan solo en principio del proyecto, y “la Llama” empieza cuando el camino está avanzado. Las explicaciones de Juan de la Cruz (dentro de “la teología escolástica”, como él define) se quedan muy cortas en la explicación del proceso que se describe. Fray Juan nos permite que interpretemos el poema según nos inspire el espíritu, y eso haremos: ¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? La primera estrofa habla de ausencia. Esta es una ausencia esencial. Es el resultado de la perdida de la conexión original, la perdida de nuestro estado esencial, ocurrido al asumir nuestra actual conciencia, ocurrido al revestirnos de la forma de vida que actualmente somos. Esta sensación de perdida, esta experiencia de ausencia, es el actual estado de la humanidad, incompleta y perdida, ausente y con sensación de haberse alejado de lo que era real. Es como vivir un sueño del que hemos de despertarnos. La sensación de ausencia, de perdida, es del amor que representa nuestro estado real, nuestra verdadera sustancia. Esta perdida, esta ausencia, es fuente de dolor. Porque no encontramos al que (lo que) perdimos, porque no encontramos el reposo necesario, gemimos de dolor. Este gemido es mutuo, del amado y del alma, (que viene a ser lo mismo). Es el gemido de la realidad al atravesar el drama de la existencia, del que nosotros somos manifestación. Es el gemido que es consustancial a las cosas y los seres en su proceso de crecimiento y transformación. Es la existencia universal de Dukkha, de la realidad del sufrimiento de la que habla el Buddha en la primera noble verdad. Pero la realidad no esta desaparecida, “esta escondida”, y ¿donde esta escondida?; donde siempre estuvo, respondo, en el fondo de la realidad, en la misma urdimbre que contemplamos, que es fuente de gemido y también de amor entretejido. Solo cuando el alma y el espíritu deja brotar libremente el verso es cuando expresa con claridad lo que ocurre: El amado está presente, no esta ausente. Es nuestro actual estado el que clama “¡eras ido!”, que es así como sentimos y experimentamos la ausencia, pero en realidad estás escondido en nuestra urdimbre, en “bosques y espesuras” Por ello... Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura. Y lo que busco es mi amor, aquello que da sentido a mi vida, y la llena de plenitud. Este amor, en el verso de Juan, es un amor personal, es un amor cuyo encuentro es personal, pero que solo encuentra su plenitud en la unión y en la fusión. También puede expresarse como una plenitud no personal, que no es impersonal sino

apersonal, ya que es la misma sustancia divina de pertenencia. Y esa sustancia es la esencia original, es el entramado amoroso que se desarrolla en todas las cosas. Por ello “todo queda vestido de su hermosura”. Es el ejercicio de la evolución, que empuja hacia la manifestación del amor, la hermosura de la plenitud y la vida divina. Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti, clamando, y eras ido. Pero mientras tanto sentimos la noche. Este cántico tiene conexión y es paralelo a aquel en el que “en una noche oscura,/ en ansias de amores inflamada,/ ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser notada...” Por ello la perdida se acompaña de la sensación de herida divina. Es como si nos despertáramos de un sueño y sintiéramos que no podemos movernos, que hemos perdido nuestra vida o nuestra esencia, es como si hubiéramos perdido al que nos da vida, pero que además, como huella de su presencia, nos dejo la herida que nos recuerda la ausencia. Esta sensación de perdida se vuelve mas aguda para los que, tras una experiencia de plenitud, de despertar, caen de nuevo en un vivir egoico y separado. O la de aquellos y aquellas que han vivido una experiencia de muerte, y al tiempo de vida, y han de volver, tras un coma o una experiencia profundamente dramática. Ellos han vivido por un momento “en la otra orilla” y sienten mas vivamente “la herida”. Viven con intensidad la añoranza del Amado cuya presencia ha sido experimentada. La primera toma de conciencia en este cambio de visión es la sensación de perdida, de herida, y esto nos impulsa a salir, salir de nuestro lugar común, salir de lo que parece resuelto, de lo que es seguro, de quien somos y sentimos. “Salí tras ti clamando...” Nuestro clamor es nuestra búsqueda en el silencio, es nuestro grito en la oscuridad. Marchamos por caminos no transitados clamando de amores. Nos acordamos de los primeros versos de “La Búsqueda del Buey”: En los prados de este mundo, me abro camino constantemente entre los altos pastizales en busca del buey. Siguiendo ríos sin nombre, perdido en caminos impenetrables de lejanas montañas, Mi fuerza flaquea y mi vitalidad se agota, no puedo encontrar al buey. Sólo escucho las langostas trinando a través de la selva por la noche.

Por eso en la Nube del No-saber se nos estimula a (Aprender) a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver como el divino que eres, ha de ser dentro de esta oscuridad y de esta nube

Y el propio Juan de la Cruz ante la pregunta ¿A donde te escondiste? comenta: Le responderemos enseñándole el sitio donde está escondido con más seguridad, para que allí lo encuentre con la perfección y sabor que puede en esta vida y no pierda el tiempo desorientada e indagando. El Verbo Hijo de Dios con el Padre y el Espíritu Santo está escondido en lo íntimo del alma por esencia y presencia. El alma, pues, que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad y entrar dentro de sí misma con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existieran. San Agustín habla con Dios en los Soliloquios y le dice: «No te hallaba, Señor, por fuera, porque mal te buscaba fuera, pues estabas dentro.» Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿Adónde te escondiste?

Y este clamor constituye nuestro ejercicio, nuestra práctica del silencio, durante años sin termino, en los que dejamos que “tu espíritu grite en aquel a quien amas”

...decidle que adolezco, peno y muero. El clamor “es de noche” y de conciencia de dolor y de muerte, que significa un amor de despojamiento, como comentábamos mas arriba. La necesidad de morir experiencialmente, de atravesar la vida depurativa, es citada en Juan de la Cruz como el proceso de la noche espiritual, que él divide en tres periodos, de los sentidos, experiencial y espiritual, a través de las cuales la persona se prepara para el proceso de vaciamiento necesario. Es esta una salida en búsqueda, preguntando por el “Amado” (significado, contenido) a los pastores “que son los afectos, los deseos y pulsiones, las imágenes que aparecen en el silencio, los gemidos que escucha en la noche” Y ante ello solo surge la manifestación de la realidad, ya sin pedir nada, sin clamar por deseos y por cambios, “dejando al Amado la iniciativa de solucionar(la) la situación de perdida y ausencia”. En medio de nuestro actual forma de sentir y percibir, de pensar y de identificarnos, cuando la noche viene, cuando salimos y afrontamos el vacío, aceptamos no saber y no tener y no ser; entonces no debemos pedir, no debemos suplicar por cambios o por llegar a ninguna parte, solo hemos de manifestar la realidad. Éste es el estadio de despojamiento de nuestro camino de contemplación

Comentarios a la tercera canción Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras. Estos versos evocan aquellos otros del Cantar de los Cantares: "En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma; Me levanté y recorrí la ciudad, por las calles y plazas, buscando al Amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré" (Cant 3,2) Ire pues “...siguiendo ríos sin nombre, perdido en caminos impenetrables de lejanas montañas...”, por los trayectos que mi vida lleve, en medio de mi silencio, clamando por este amor escondido, mientras acepto mantenerme en la oscuridad. Juan continua: “Por eso en esta tercera canción manifiesta que le quiere buscar por sus propias obras. Dice cómo le buscará para encontrarlo: practicará las virtudes y los ejercicios espirituales de la vida activa y de la contemplativa. Para hacer esto no ha de admitir ni gustos ni regalos. Y, una vez comenzado este camino, no serán capaces de detenerla todas las fuerzas y asechanzas” He de salir pues, no es suficiente que me siente a esperar, No vendrá el Amado (no recobraré mi ser original) con tan solo desearlo. He de practicar en la oscuridad, he de buscar, he de salir de mi lugar propio. ¿Y cual es la razón para salir? La búsqueda de mi amor es la razón para salir, ...en ansias de amores inflamada... Es pues la búsqueda de la unión, de la vida en comunión, del encuentro del amor que es mas

intenso y mas intimo que el del hermano, el del padre o el de la madre, y que sin él no podré descansar, no podré realizar mi vida. Saldré pues a la intemperie, saldré pues allí donde siempre temí perderme, allí donde no veo nada y donde tengo que renunciar a mis posesiones y saberes, para clamar por el amado en medio de la noche. Aceptaré tanto las penalidades y las dificultades como los caminos angostos “...ire por esos montes...” y también cuando toque la vida humilde y simple, los caminos que aparentan ser rectos y sin dificultad “...y riberas...” No cogeré las flores ni temeré las fieras “Para buscar (a Dios) se requiere un corazón desnudo y fuerte y libre de todos los males y bienes”. El caminante ha de seguir un camino de desnudez, de limpieza y vaciamiento, incluso de los consuelos espirituales. No se trata de condenar aquello que esta penetrado por lo divino, sino de realizar un proceso de transformación para percibir, para “despertarse”, y por ello se requiere el abandono de todo aquello que nos causa apego y nos entretiene en el camino, incluyendo nuestras propias imágenes y visiones de lo divino. En el camino también se han de presentar nuestros propios demonios, nuestros miedos, nuestros fantasmas particulares. Esto es así porque es un camino interior de depuración, y nuestras neurosis de identificación, nuestras angustias y nuestras dependencias aparecerán como obstáculos en el camino. Ante ello, muchos contemplativos se echan para atrás y no aceptan el camino árido y el enfrentamiento con todo aquello que parecía resuelto, allanado. Pero el contemplativo fiel, el totalmente decidido e impulsado por la llama de amor buscado, “...irá mas allende las fronteras...” Seguirá caminando, avanzando sean cual sean las circunstancias, y por mucha ceguera y oscuridad que le acompañe. Fray Juan hace referencia a las amenazas de la perdida de fama, de amigos y lugares comunes, al pánico por entrar por donde nadie va, por volverse loco. También hace referencia a las tribulaciones y trabajos que aparecen en el silencio, que forman parte del subconsciente en el que se plantea la batalla de la no identificación, de la perdida de identidad, que hace temblar y sufrir. Solo si la determinación es completa, y el coraje es el instrumento de la práctica, es posible repetir con el místico: “El alma muy enamorada, que estima a su Amado más que todas las cosas, confiada en su amor y en su ayuda, dice con confianza: Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras”.

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