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Condiciones para una vida digna JORGE IVÁN BULA • . . .
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Medir el impacto de la crisis económica en el seno de las unidades familiares en todas sus dimensiones es una tarea que aún demanda muchos afinamientos a pesar de los avances en materia de medición de condiciones y calidad de vida (v.g. índice de Desarrollo Humano, índice de Calidad de Vida). Pero por orro lado, habida cuenta de lo reciente de la crisis, la dificultad de contar con información actualizada para construir los indicadores disponibles, impide poder realizar este tipo de evaluación con mayor precisión. Pero un mejor entendimiento de la dinámica de cómo las titularidades de las familias y los individuos, como lasde-finc el profesor Amartya Sen, pueden verse afectadas por efecto de una crisis, lo^i.i permitirnos dimensionar los alcances que ésta puede tener, en particiil.n dependiendo de su nivel de vulnerabilidad. Dotaciones iniciales y capital global En primer lugar es importante entender que toda persona o familia consta de lo que el profesor Pierre Bourdieu (1979, pp. 128-129) denomina el volumen de capital global, que él define como el conjunto de recursos y poderes que son efectivamente utüizables por ella y que depende de las estructuras patrimoniales de acuerdo con una distribución del mismo dentro de un espacio geográfico jerarquizado, es decir, dentro de un territorio que contiene una determinada estructura social. Dicho capital global consta fundamentalmente de tres tipt)s de cajiit.il: un capital económico, constituido por las rentas o fuentes de ingreso de l,i pcr.sona o la familia; un capital cultural, que equivale ,i su bagaie ciiliiiral coiiin producto de los procesos educitivos formales o informales dentro de lo.s cuales ha tenido 283
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oportunidad de participar, y un capital social que corresponde al conjunto de contactos y relaciones sociales a los que la persona o la familia tiene acceso o ha desarrollado. Éstos son pues los capitales que constituyen la estructura patrimonial de un individuo o de una familia, estructura que puede variar incluso en medio de un mismo estrato social (algunos podrán poseer más capital económico que cultural o viceversa, por ejemplo). Y éste es el capital con el cual las personas se enfrentan en el mercado. Pero adicional a estos tipos de capital, cabría adicionar un cuarto aspecto, que aquí llamaremos, para no apartarnos de la forma como nuestra sociedad exige categorizar, el capital genético, o lo que el profesor Sir James Edward Meade (Premio Nobel de Economía en 1977), denomina el componente genético. En efecto, en el proceso de reproducción genética, tiene lugar el fenómeno de autopoiesis, un proceso de producción continua de sí mismos que da lugar a un proceso hereditario que hace de nuestra evolución un sistema histórico, donde a •la vez se conjugan la herencia de "configuraciones estructurales fundamentales propias" (v.g. ADN= genes) y variaciones reproductivas que constituyen variaciones continuas que diferencian los nuevos individuos de sus antecesores (Maturana & Várela, 1996, pp. 44-45). Ello significa que todo individuo llega al mundo con unas dotaciones iniciales que están compuestas por el capital económico, cultural y social acumulado por su familia, y el capital genético que hereda de sus progenitores. Y es a partir de estas dotaciones iniciales que se define el poder de negociación que la persona tiene en el momento de intercambiar bienes y servicios en el mercado. De acuerdo con esa capacidad de negociación las posibilidades de reproducir o ampliar su capital global serán mayores o menores. En términos del profesor Meade (1985, 184): "Las dotaciones estructurales básicas de buena o mala fortuna las dan los padres a los hijos; pero el niño, a medida que crece, moldea y modifica las dotaciones básicas que recibió cuando niño de su padre y de su madre, antes de amalgamarlos con los de su mujer y pasar ese paquete modificado y mezclado de dotaciones de fortuna a sus propios hijos" (subrayado mío). Reconoce Meade que son estas dotaciones iniciales, las que en condiciones de competencia perfecta (es decir, en ausencia de barreras artificiales a la movilidad de factores de producción y de políticas públicas redistributivas) conllevan a las desigualdades en la distribución del ingreso.
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Las posibilidades de movüidad social y de mejorar la calidad de vida dependen, por tanto, de estas condiciones y de lo que el profesor Bourdieu (1979, p. 145 y ss.) llama las estrategias de reproducción, que constituyen el conjunto de prácticas a través de las cuales los individuos y las familias tienden, consciente o inconscientemente, a conservar o a aumentar su patrimonio, y en consecuencia mantener o mejorar su posición en la estructura de relaciones de clase que caracteriza una determinada sociedad. Pero también son el producto de lo que él denomina las estrategias de reconversión, donde se busca modificar la estructura patrimonial (o de los distintos capitales) como mecanismo de reproducción o ascenso social. Asi, por ejemplo, una persona puede hacer uso de sus contactos sociales (capital social en términos de Bourdieu) para mejorar su situación económica. Estas estrategias condicionan los cambios que una persona puede sufrir durante su vida en cuanto al conjunto de titularidades de las que puede disponer para intercambiar en el mercado y obtener el conjunto de bienes y servicios que requiere para su propio desarroUo. „. . i i Así, una persona ocupa un lugar en la sociedad de acuerdo con su dotación inicial de bienes (ya sean estos mercantiles, no mercantiles, tangibles, no tangibles, de mérito, etc.), lo cual posibilita potenciar sus capacidades, su libertad de desempeño y su rango de oportunidades; entendiendo que en el uso de esa libertad se ejercen derechos, como el del dominio sobre un conjunto de bienes y servicios y un espacio de reconocimiento y participación social, que se traducen, finalmente, en la calidad de vida de la persona, en su manera de ser y hacer. Existen en los seres humanos dos tipos de poderes, de habilidades, que condicionan su forma de relacionarse con los demás y, en consecuencia, afectar su nivel de calidad de vida: Extractivo: habilidad del hombre para hacer uso de las capacidades de otras personas (individualismo posesivo = homo economicus). Un poder a través del cual una persona se sirve de los poderes de la otra para su propio beneficio. Es la racionalidad que impera en el tipo de sociedad moderna que el hombre ha venido construyendo. ... , , ,,, >, , •-b. . • •'•^'.K Para el desarrollo: habilidad para hacer uso de sus propias capacidades humanas (comprensión racional de las cosas, ejercicio de juicios y acciones morales, contemplación o creación estética, actividades de amistad y amor, etc.). Es el poder que con base en la alteridad permite desatrollar las capacidades de las personas. Es el tipo de poder que esta sociedad ha relegado a un segundo plano.
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Las condiciones del desarrollo humano Si entendemos el desarrollo humano, o más bien el desarrollo a escala humana de una sociedad, como la define el premio Nobel de Economía, el profesor Amartya Sen, como la expansión de las capacidades humanas, lo que equivale a decir la ampliación del conjunto de alternativas de desempeño social dentro de las cuales una persona puede escoger llevar un tipo de vida determinado (Sen, 1992, p. 40), el acceso a las titularidades, o a un cierta estructura de capital global, influirá inequívocamente en el tipo de desarrollo resultante. Dos condiciones se derivan de lo expuesto, por tanto, para la expansión de dichas capacidades: 1. Las dotaciones iniciales, que equivale a lo que Bourdieu llama el efecto de inculcación ejercido por la familia o las condiciones de existencia originales, y 2. Las titularidades de intercambio que la persona pueda generar, que responderían, en términos de este autor, al efecto de la trayectoria social. Veamos cómo interactúan estos aspectos. El capital económico de una persona puede verse afectado positiva o negativamente por diversos factores: en cuanto a los activos económicos por el tamaño de la familia (entre mayor el número de hermanos, menor la participación en d patrimonio familiar); la rentabilidad de los mismos depende de las condiciones del mercado o de poseer buenos contactos sociales (una buena relación con el gerente del banco, por ejemplo, puede garantizar unas mejores condiciones de inversión); o bien de un factor de suerte (haber acertado en la elección del tipo de inversión). En cuanto al nivel de ingresos, éste puede depender de las habilidades de que dispone la persona, las que ha desarfoUado gracias al tipo de educación que haya podido obtener o las que ha heredado genéticamente, de la estructura de salarios del mercado laboral para ese tipo de habilidades, de la demanda de fuerza de trabajo en el mercado laboral, de los contactos sociales (apalancamiento de puestos), y algo de suerte en cuanto a éxitos o fracasos.
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Existen pues interrelaciones entre los distintos tipos de capital, el tipo de entidad escolar y el nivel educativo pueden mejorar el nivel de contactos sociales de una - persona; el tipo de relaciones sociales de la persona puede llevarlo a distintos tipos de aprendizaje adicionales que afectan su capital cultural (disrinto es una banda de barrios a una sociedad de profesionales). De estas interrelaciones, dependen las posibilidades de desarrollo social y humano de las personas. ^''
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Condiciones para uiu vida digna
Ejemplos de mecanismos a través de los cuales las condiciones socioeconómicas influyen en el crecimiento de los niños: El crecimiento de los niños puede ser influido por las condiciones socioeconómicas familiares, por medio de diversos mecanismos que afectan la disponibUidad de nutrientes en el nivel celular, por ejemplo, la capacidad familiar de compra (nivel de ingreso) o de acceso a los alimentos sin intermediación del dinero (acceso directo a la tierra), influye en la posibilidad de acceso a los recursos alimenticios; las condiciones socioeconómicas definen prácricas tales como la de la alimentación infantil y las de salud que influyen en la absorción nutricional y la respuesta del cuerpo a las infecciones conjuntamente con el nivel de salubridad presente en el medio ambiente. Luego, el desarrollo humano sostenible como concepto y como práctica es en última instancia, el resultado de un esfuerzo permanente por superar las condiciones de pobreza, de inseguridad, de discriminación y de dependencia, que impiden la realización de una vida digna a un número cada vez mayor de seres humanos; debe estar presente en la formulación de las estrategias de desarrollo sostenible, resumido en los principios de equidad (igualdad de oportunidades para todos en la sociedad); sostenibilidad (responsabilidad con las generaciones futuras); productividad (aumento constante en la productividad), siempre que no se reduzca a las necesidades del crecimiento económico sino que, se convierta en base e indicador del progreso de todos los miembros de una sociedad; poder de participación (inserción activa, directa y creciente de los ciudadanos en la solución de los problemas económicos, sociales, culturales y políticos que afectan su vida...); y la seguridad humana (condiciones materiales sociales y culturales que deben permitir la satisfacción permanente y creciente de las necesidades de los hombres y mujeres) '. i • . . . • -.• Impedimentos para un adecuado desarrollo humano Las condiciones dentro de las cuales puede lograrse una mayor expansión de las capacidades puede verse afectada al menos por tres aspectos: 1. La ausencia de medios adecuados de vida; 2. La ausencia de acceso adecuado a los medios de trabajo y; 3. La ausencia de protección a una posible injerencia de otros en nuestras vidas (Macpherson, 1987). El primero puede depender de las propias titularidades producto de los esfiíerzos de una persona, pero también de los esfuerzos que la sociedad, y en particular el Estado, hacen para garantizar unas condiciones de Informe sobre Desarrollo Humano. Honduras 1998: 11,12
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vida digna a sus ciudadanos, más específicamente en lo que concierne a los Uamados bienes meritorios (aqueUos que se derivan de! estatus de ciudadano en su propio derecho). El segundo, está sujeto a las dinámicas del mercado, pero también a las regulaciones que tiendan a garantizar el pleno empleo. El último, son las garantias a gozar de los derechos individuales. El entorno macroeconómico establece, en consecuencia, los parámetros dentro de los cuales los individuos pueden ver aumentadas o disminuidas sus posibilidades de mejorar su nivel de titularidades. Entorno que, a su vez, influye en las decisiones que en el nivel medio las instituciones del sector privado y del sector público adopten (v.g. reestructuraciones empresariales) y de las respuestas (las estrategias de reproducción y reconversión) que en el nivel micro las familias y los individuos adopten. En una situación de bajo crecimiento económico y de altos niveles de desempleo como la que atraviesan la mayoría de los países de América Latina, y en particular Colombia (con el índice más alto de desempleo de la región), acompañada de un claro deterioro del sector de la salud, del quiebre presupuestal de los municipios para inversión en servicios sociales básicos, mostraría que por lo menos dos de los impedimentos mencionados arriba tienen lugar como producto de la crisis. Si se tiene en cuenta, como dice el profesor Meade, que las desigualdades resultan en buena parte de las dotaciones iniciales, es de esperarse que los grupos que poseen un volumen de capital global menor, sean los más vulnerables frente a la crisis y quienes se verían más afectados en un desarrollo potencial de sus capacidades humanas. Vale la pena recordar que aquello que es propio de las «sociedades de trabajo», como dice Gorz, es que el trabajo es considerado a la vez como un deber moral, una obligación social y como la vía hacia el éxito personal. Y como dice Max-Neef (1986, p. 28): "Es sabido que un individuo que sufre una prolongada cesantía cae en una especie de 'montaña rusa emocional, la cual comprende, por jo menos, cuatro etapas: a) shock, b) optimismo, c) pesimismo, d) fatalismo. La • última etapa representa la transición de la inactividad a la frustración y de allí a un estado final de apatía donde la persona alcanza su más bajo nivel de autoestima". DUemas para una política social
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Enfrentar el impacto de la crisis tanto en sus efectos en la calidad de vida de las personas y las famüias y en su incidencia en la profundización de la desigual distribución del ingreso supone articular la política social con las demás estrategias económicas de una política pública. Como lo sugiere el profesor Lance Taylor 288
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(1997, pp. 442 y ss.), es indispensable mantener un enfoque sinérgico en ttes niveles de intervención: en la búsqueda de una reducción de la pobreza medida por ingresos, a través de medidas de redistribución del ingreso y de activos económicos y sociales (e incluso políticos) como una forma de corregir la inequidad en cuanto a dotaciones iniciales que el mercado por sí mismo no hace; en el propósito de restablecer el crecimiento económico sostenible, por medio d d incremento dd capital fisico, el capital humano y la generación de divisas, y en los esfuerzos por mejorar el desarroUo social con niveles mayores de inversión en servicios sociales básicos. En ese sentido, se trata de evitar establecer relaciones causales simplisras como aquellas que consideran que el crecimiento económico per se conduce a una reducción de la pobreza, o que el gasto social suprime la pobreza por ingresos. Por el contrario, se busca entender mejor las relaciones sinérgicas existentes entre estrategias y acciones de reducción de la pobreza (que pueden ampliar la demanda por bienes y servicios), programas de desarrollo social (gastos en salud mejoranlos niveles de productividad de la población) y estrategias de crecimiento económico (contribuyen a mejorar los niveles de ingreso), no porque una sea prerrequisito de la otra, sino porque su articulación a través de una acción decidida del Estado, garantiza colocar al país en la vía del desarrollo humano y, por tanto, de la expansión de las capacidades de sus ciudadanos y ciudadanas. Entorno macroeconómico y condiciones socioeconómicas de la famiUa: el caso de América Launa La caída del producto nacional se traduce para las familias en un bajo nivel de dotaciones iniciales (en disponibilidad de tietra y en nivel de capital humano) y el uso insuficiente de los recursos productivos (hmitaciones legales en el uso de los derechos). . . - •,. ' f. -,. - '• Para América Latina, la década de los ochenta se inicia en términos generales con un duro proceso de inserción en el mercado mundial, en términos de un alto costo de transformación debido esencialmente a que el producto interno bruto creció menos que la población y este crecimiento (máximo del 4.5%), sirvió para pagar el servicio de la deuda (el aliorro interno no financió la inversión y, por lo tanto, se tuvo que recurrir al constante endeudamiento externo como única alternativa para garantizar los pagos de los intereses de la deuda externa). Adicionalmente, se tuvo que reducir el consumo interno o la demanda doméstica, con lo que de ser países receptores de capital extranjero, se tornaron en exportadores de capital a los países desarrollados. 289
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Para financiar los déficit públicos y externos se aumentan las cargas tributarias, se reducen las importaciones y se inician las devaluaciones, lo que derivó en el encarecimiento de las importaciones y, en consecuencia, de los insumos y la tecnología procedente del exterior, mientras que las exportaciones, a pesar de verse favorecidas por el tipo de cambio, no aumentan según lo esperado, dada la baja de la demanda externa, pues la crisis internacional del capitalismo y la revolución agrícola genera tanto autosuficiencia en los países del norte, como una caída de los precios de las materias primas.
PIB V PIB por hab. De América Latina v el Caribe. Periodos 1981-1990 y 1991-1999
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Fuente: Cepal. Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe • 1999
Finalmente, la inflación acompaña un proceso generalizado de desempleo y surgimiento de la llamada «economía informal». Todas la economías del área implementan políticas económicas de «ajuste», que asumen la pérdida del poder adquisitivo en la pugna precios-salarios, las inversiones productivas se van a las bolsas locales o a engrosar los depósitos bancarios y no a generar nuevos empleos. En los casos más dramáticos, la «fuga de capitales» acaba con la base del ahorro nacional que en el mejor de los casos se dolariza. Así, tras la «década perdida» de los ochenta, en que el impacto de la crisis de la deuda externa provocó varios años consecutivos de crecimiento negativo, y un balance general para la década de -1 % de crecimiento en el PIB por habitante, la economía recuperó su tono expansivo, aunque con tasas de crecimiento del PIB per cápita que no Uegan siquiera al 1,5%, según cifras de la CEPAL.
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CondicioiKs para una vida digna
Al final de los noventa, la trayectoria de las tasas de crecimiento del PIB latinoameticano es moderada e inestable, marcando la década con una crisis en 1995 y otra en 1999 donde las tasas de crecimiento del PIB por habitante fueron negativas, motivadas por factores externos que golpearon economías en fase de transición. En 1995 México sufrió las consecuencias de la pérdida de confianza de los propietarios de títulos de deuda, que iniciaron una retirada sistemática del mercado afectando incluso a Argentina. En 1998 y 1999 la crisis estaba ligada a los efectos de la crisis asiática, donde las economías emergentes sufrieron el ataque de los capitales volátiles, una vez que se pusieron en evidencia las presiones devaluadoras sobre sus monedas. En alguna medida, las estadísticas del crecimiento dd PIB latinoamericano están favorecidas por el efecto de las crisis: en un principio, en las etapas depresivas aumenta el desempleo y se reduce la actividad económica, dejando capacidad instalada ociosa, y cae el producto, en consecuencia, luego la recuperación del PIB es favorecida por los bajos índices iniciales, los del año de crisis, así como por la abundante oferta de fiierza de trabajo, que presiona los salarios hacia abajo y potencia la economia informal, al mismo tiempo que se recupera la actividad de la capacidad instalada, con lo cual el PIB vuelve a crecer con fuerza, pero no de forma sostenida.
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La forma en que se deben medir los niveles de deuda externa que pueden tolerar los paises ha generado un intenso debate. Algunos criticos sostienen que muchas de las definiciones de lo que constituye una «deuda de carácter sostenible», ayuda a imponer condiciones tan graves que para los países pagar el servicio de la deuda tienen que realizar sacrificios inaceptables en sus servicios sociales básicos a un enorme costo humano. Esta Tabla de la relación deuda-PNB no contempla los factores relativos al carácter sostenible de las esferas económica y social, pero brinda una perspectiva útil para el estudio y la comparación de los niveles de deuda de los países.
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Total de deuda externa expresado c o m o porcentaje del p r o d u c t o n a c i o n a l b r u t o (PNB)
307 1 Somalia Malasia
51
Haití
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Colombia República de Corea
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República Dominicana Media América Latina
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Condiciones para una vida digna
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Entre-1.9 y-0.2 Entre -0.1 y 0.1 Entre 0.2 y 1.0 Entre 1.1 y 2.0 Entre 2.1 y 3.0 Más de 3.1
Fuente: CEPAL, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, 1998
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% HOGARES POBRES
Fuente: CEPAL, Panorama Social de América Latina, 1998. Participación en el ingreso, del 20% más rico y el 40% más pobre de los hogares, 1990-97
Asiii Meridioal
Asia Orieniiil
Am •rica L a t i a a y el Ca i be
Pakes induslríali?:adu(i
Fuente: DNICEV, El Estado Mundial de la Infancia, 1999 • •
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Participación en el ingreso, 40% más pobre Participación en el ingreso, 20% más rico
Püiscs en ilusa nutiu
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Cotidiciúncí para una vida digna
La severa contracción económica de América Latina entre 1998 y 1999, producto de la crisis financiera internacional, agudizó sus índices de pobreza. Según cifras de la CEPAL, 220 millones de personas (45% de la población regional), se encuentran en situación de miseria, por el retroceso en el crecimiento y el aumento del nivel de desempleo, interrumpiéndose "la tendencia a la reducción de la pobreza observada en gran parte de los años 90"^. Del total de pobres en la región, aproximadamente 117 miUones (más del 50%) son niños y adolescentes de los cuales, 37 miUones integran el grupo más vulnerable que son los niños menores de 6 años. No obstante, pese a la crisis económica que golpeó en los últimos dos años a la mayoría de Latinoamérica, un grupo de países logró reducir sus niveles de pobreza en ese período: México (crecimiento promedio de 5,9 % anual entre 1996 y 1998, la desocupación abierta se redujo desde un 7,4% en el tercer trimestre de 1995 a un 2,8 % en el cuarto trimestre de 1998, lo que permitió que los hogares en situación de pobreza se redujeran de un 43 a un 38 % entre 1996 y 1998 y población indigente decreciera del 16 al 13%); América Central y las mayores naciones del Caribe «mantuvieron e incluso incrementaron su ritmo de crecimiento económico, redujeron los niveles de desempleo y elevaron las remuneraciones reales»,^ sin embargo, la mayoría de países redujo o estancó el producto de su economia (en Chile el desempleo se elevó de 5,7 a 9,9% entre noviembre de 1996 y noviembre de 1998, la economía creció un promedio de 4,9% anual en ese periodo, mientras que en 1999 se contrajo un 1,1 %, este retroceso en el crecimiento aminoró el ritmo de disminución de la pobreza, con reducción de 20 a 18% de la población. La indigencia prácticamente no varió), adicionalmente «aumentaron su desempleo y cayeron sus remuneraciones reales, con lo que mantuvieron o aumentaron sus niveles de pobreza»''.
Disparidades en la región, 1990 - 1997 Participación en el ingreso del 40% más pobre Brasil Venezuela Colombia
7.0
11.0 11.0
Participación en el ingreso del 20% más rico 68.0 58.0
56.0 1
^ CEPAL. «Panorama Social de América Latina» ' Ibid ' Ibid
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CÁTEDRA MANUEl ANCfZAR Ériea y bioética - I Semestre de 2 0 0 1
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Para la CEPAL, la inestabilidad laboral es uno de los factores de mayor influencia en el empeoramiento de los índices de pobreza regionales. El panorama social de América Latina de 1998 de la CEPAL, ha puesto de relieve algunos de los ra.sgos menos venturosos del progreso. El porcentaje de hogares que vivían bajo la línea de pobreza en América Latina entre 1990 y 1997 se redujo pasando del 41 al 36%, nivel de pobreza que se aproxima al 3 5 % que había en 1980, antes de la gran crisis económica de la década anterior.
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