CONOZCA LOS PROFETAS MAYORES Y MENORES

CONOZCA LOS PROFETAS MAYORES Y MENORES Contenido Capítulo CAPITULO UNO El Príncipe de les Profetas CAPITULO DOS El Profeta de Consuelo CAPITULO TRES

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Vida de los Profetas En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso Vida de los Profetas TomoII Seyed Naimatullah Musawi Yazairi Biblioteca

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CONOZCA LOS PROFETAS MAYORES Y MENORES

Contenido Capítulo CAPITULO UNO El Príncipe de les Profetas CAPITULO DOS El Profeta de Consuelo CAPITULO TRES El Profeta Llorón CAPITULO CUATRO El Profeta del Castigo CAPITULO CINCO El Profeta Cautivo CAPITULO SEIS El Profeta Apocalíptico CAPITULO SIETE A.

Oseas—El Triunfo del Amor 1. El Hombre 2. El Mensaje 3. El Estilo

B.

Joel—Dios Castiga el Pecado 1. 2. 3. 4.

La Plaga de Langostas Los Ejércitos Invasores El Día de Jehová Arrepentimiento y Promesa

CAPITULO OCHO A.

Amós—La Lucha Entre la Justicia y el Ritual 1. El Llamado del Profeta 2. La Predicación del Profeta 3. El Profeta de Justicia

4. Justicia Antes que Ritual 5. El Pecado de Samaria 6. Cinco Visiones B.

Abdías—La Tragedia del Odio Entre Hermanos. 1. 2. 3. 4. 5.

Jacob Versus Esaú Israel Versus Edom El Orgullo de Edom La Crueldad de Edom con Israel El Mensaje Para Nuestros Días

CAPITULO NUEVE A.

Jonás—Salvación Para Todas las Naciones 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

B.

La Ciudad de Nínive Las Protestas del Profeta Las Oraciones del Profeta La Predicación del Profeta Los Berrinches del Profeta La Interpretación del Libro Los Milagros en Jonás El Valor del Libro

Miqueas—El Defensor de los Pobres 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

El Llamamiento del Profeta La Opresión de los Pobres Sentencia de Muerte Promesa de Restauración El Pleito del Señor La Religión Verdadera La Perspectiva La Mirada Hacia Arriba

CAPITULO DIEZ A.

Nahum— Maldición de Dios Sobre la Crueldad 1. 2. 3. 4. 5.

La Crueldad de Nínive La Fecha del Libro Una Descripción de la Ciudad La Captara de Nínive El Hogar del Profeta

6. La Ira de Dios 7. El Mensaje de Nahum Para Nuestro Día B.

Habacuc—El Combate con la Duda 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

El Problema del Profeta La Respuesta de Dios Fecha del Libro La Perplejidad del Profeta La Paciencia del Profeta La Respuesta del Señor La Oración del Profeta

CAPITULO ONCE A.

Sofonías—Cuando Dios Invade el Escenario Humano 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

B.

La Adoración de Baal Otras Idolatrías El Castigo de Jerusalén El Día de Jehová Un Llamado al Arrepentimiento Fecha del Libro El Gozo de Dios en su Pueblo

Haggeo—Un Hombre de Acción Inspirada 1. 2. 3. 4. 5. 6.

El Primer Mensaje La Respuesta del Pueblo El Segundo Mensaje El Tercer Mensaje El Cuarto Mensaje La Naturaleza de Haggeo

CAPITULO DOCE A.

Zacarías—El Triunfo Final de la Santidad 1. 2. 3. 4. 5.

B.

La Primera Súplica del Profeta Ocho Visiones El Asunto del Ayuno La Unidad de Zacarías La Esperanza Mesiánica

Malaquías—Cuando la Gente es Tacaña con Dios 1. El Método de Malaquías

2. 3. 4. 5. 6.

El Pecado de los Sacerdotes El Pecado del Divorcio “Mi Mensajero” El Diezmo El Mesías Viene Ya

NOTA: PARA LA APROBACION DE ESTE SEMINARIO ENVIAR UN ENSAYO NO MENOR DE 3 PAGINAS [email protected] o [email protected]

CAPITULO UNO EL PRINCIPE DE LOS PROFETAS Isaías 1—39 Nombre: Significa “Jehová salva.” Ciudad Natal: Jerusalén. Fecha de su Ministerio: Aproximadamente entre 740 y 700 A.C. Lugar de su Ministerio: El Reino del Sur o Judá. División del Libro: I. II.

Profecías Concernientes a Judá y Jerusalén (capítulos 1—12). Sentencias en Contra de las Naciones Extranjeras (capítulos 13—23).

III.

Mensajes de Salvación (capítulos 24—27).

IV.

Advertencia en Contra de la Alianza con Egipto (capítulos 28—35).

V. VI.

Historia del Tiempo de Ezequías (capítulos 36—39). El Mensaje de Consuelo (capítulos 40—66).

Versículos para memorizar: 9:6; 26:3; 32:17; 41:10, 13; 53:5; 55:6-7. I. PROFECIAS CONCERNIENTES A JUDA Y JERUSALEN (capítulos 1—12) A. EL TITULO (1:1) Al igual que otros libros proféticos del Antiguo Testamento, el primer versículo de Isaías nos da el título del libro. Por tanto, la profecía propiamente dicha, comienza con el versículo dos. El encabezado nos indica el lugar que el libro ocupa en la cronología de la historia. Isaías profetizó “en días de Uzzías, Jotham, Achaz y Ezequías, reyes de Judá.” El primer versículo del libro de Oseas menciona los mismos cuatro reyes, pero agrega el nombre de Jeroboam II de Israel, siendo que Oseas profetizó en el Reino del Norte. El ministerio de

Isaías fue en el Reino del Sur—Judá; por eso sólo menciona los reyes de ese reino. Las fechas serían alrededor de los años 740-700 A.C. Parece que Isaías fue un ciudadano de Jerusalén y consejero de sus reyes. Fue tanto un estadista como un profeta. B. EL PREFACIO (1:2-31) El primer capítulo de Isaías debe ser considerado como un prefacio al libro, escrito después del resto del mismo, como generalmente se escriben los prefacios. Esto se deduce por el carácter general y comprensivo del capítulo, y también porque el primer versículo del capítulo dos dice: “Lo que vio Isaías, hijo de Amoz, tocante a Judá y a Jerusalén.” Estas palabras parecen indicar el principio del cuerpo principal del libro. El tono de este prefacio es de un castigo severo. En el versículo cuatro el profeta señala a su país como “gente pecadora, pueblo cargado de maldad.” En este versículo se encuentra la frase clave sobresaliente de Isaías, el “Santo de Israel,” que se encuentra como veinticinco veces en el libro. Sin duda que hay una relación entre esta frase típica y la visión que el profeta tuvo de la santidad de Dios. Para él, Jehová era sobre todas las cosas, “el Santo de Israel.” La triste condición moral de la nación se describe en el versículo seis como la de una persona enferma, cubierta con llagas podridas de pies a cabeza. Esto se debe a la rebelión del pueblo en contra de Dios. En el versículo nueve se hace mención de un énfasis importante de Isaías—el “remanente.” No importa qué tan perversa fuera la nación, siempre habría unos pocos fieles. En los versículos 10-15, Isaías hace que su trompeta suene la misma nota de su contemporáneo Amós—que la justicia es más importante que el ritual. Dios dice que está harto de ver a la gente traer sus sacrificios y hollar sus atrios. El ritualismo, cuando no está respaldado por la justicia, es rebelión en contra del “Santo de Israel.” Entonces Dios dice a Judá: “Lavad, limpiaos;... dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien” (vrs. 16-17). Y luego viene esa gran invitación de la Deidad a la humanidad: “Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (v. 18). C. LAS TRES JERUSALENES (capítulos 2—4) 1. La Jerusalén Gloriosa (2:2-5). Isaías nos dice “lo que él vio... tocante... a Jerusalén” (2: 1). La primera visión es la vislumbre de una gloria futura. “En lo postrero de los tiempos” Jerusalén será la capital de las naciones, y todos los pueblos correrán a

ella para adorar. La palabra del Señor saldrá de Jerusalén, y la guerra será sobrepujada por la paz. Todo esto se cumplió parcialmente en la Crucifixión, Resurrección y Pentecostés en Jerusalén, y en la predicación del Evangelio que comenzó allí. Pero para su cumplimiento completo debe esperarse la segunda venida de Cristo. 2. La Jerusalén Sucia (2: 6—4: 1). La mayor parte de estos tres capítulos describe el pecado de Jerusalén y el castigo subsecuente. Aparentemente las cosas reflejaban mucha prosperidad. La tierra estaba “llena de plata y oro” y también “llena de caballos” (v. 7). Pero también estaba “llena de ídolos” (v. 8). La prosperidad y la idolatría a menudo van juntas. En el capítulo dos, versículo doce, encontramos otra frase clave de Isaías y otros profetas—“el día de Jehová.” Será un día de castigo sobre la gente por su soberbia. Siempre hay el eterno contraste entre el justo y el impío. “Decid al justo que le irá bien: porque comerá de los frutos de sus manos. ¡Ay del impío! mal le irá: porque según las obras de sus manos le será pagado” (3:10-11). La descripción que el profeta hace de las mujeres de Judá en aquel tiempo (3:1623), tiene por desgracia mucha actualidad. La humildad y la sinceridad siguen siendo las virtudes cardinales del reino de los cielos. 3. Jerusalén la Piadosa (4:2-6). Un remanente redimido, lavado de sus pecados, será llamado santo. Dios mismo habitará en medio de esta Jerusalén gloriosa. D. LA VIÑA DEL SEÑOR (capítulo 5) 1. La Viña del Señor (vrs. 1-7). Esta hermosa parábola es un cuadro del cuidado amoroso de Dios en proteger, preparar y plantar su viña; El “habíala cercado, y despedregádola, y plantádola de vides escogidas” (v. 2). También edificó una torre para que los ladrones no se acercaran, e hizo un molino para trabajar las uvas. Pero cuando buscó fruto, sólo encontró uvas silvestres. La viña se identifica como “la casa de Israel” y las vides plantadas en ella son “los hombres de Judá” (v. 7). Por cuanto la viña no produjo buen fruto, será destruida (vrs. 56). 2. Uvas Silvestres (vrs. 8-23). Aquí se enumeran seis clases de uvas silvestres, cada una de ella antecedida por un “¡ay!” La primera es avaricia insaciable (vrs. 8-10). “¡Ay de los que juntan casa con casa, y allegan heredad a heredad hasta acabar el término! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?” ¡Qué figura patética de los que se pasan la vida adquiriendo propiedades y amasando fortunas, sólo para dejarlo todo en la muerte! No hay una tragedia más tonta que ésta.

La segunda clase de uvas silvestres se identifica como la embriaguez (vrs. 11-17). Con toda nuestra educación y hazañas vanidosas, estamos convirtiéndonos rápidamente en un mundo de alcohólicos, como Judá lo era en los días de Isaías. El tercer “¡ay!” se pronuncia en contra del desafío a Dios (vrs. 18-19). La gente lleva el pecado como en carretas y luego desafían al Santo de Israel a que apresure su castigo. Pero esa obra de juicio vendrá más pronto de lo que ellos desean. La cuarta uva silvestre es confusión moral (v. 20): “ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo.” Esto todavía se hace en nuestros días. El quinto mal es la soberbia (v. 21). Las personas eran “sabias en sus ojos.” El sexto “¡ay!” repite la acusación de la embriaguez (vrs. 22-23), con su resultante injusticia en los negocios. 3. Las Consecuencias (vrs. 24-30). Toda esta condición de pecado resultará en castigo, que será como fuego que devora la madera y como llama que consume la paja. Esto es porque “desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del santo de Israel” (v. 24). “Por esta causa se encendió el furor de Jehová contra su pueblo, y extendió contra él su mano” (v. 25). E.

LA VISION DE ISAIAS (capítulo 6)

Fue en el año en que murió el rey Uzzías. Ese rey grande y piadoso había levantado la nación de Judá a su nivel más elevado de prosperidad desde los días de David y Salomón. Durante los cincuenta y dos años de su ilustre reinado, conquistó a los filisteos en la costa occidental y a los árabes en los desiertos del este. Los ammonitas del otro lado del Jordán se sometieron trayendo regalos, y el nombre de Uzzías se hizo famoso desde Egipto hasta el Eufrates. Al mismo tiempo fortificó la capital, Jerusalén. Edificó torres de observación sobre las esquinas de sus macizas murallas y también sobre las puertas. Algunos de sus “expertos” inventaron catapultas que pudieran arrojar grandes piedras desde las murallas sobre cualquiera que quisiera tomar la ciudad. Estos fueron los precursores de los cañones del siglo XIX. Otras catapultas antepasadas de las ametralladoras modernas, arrojaban flechas. La pequeña Judá estaba en su apogeo de poder y prosperidad. Isaías, el joven profeta-patriota, se sentía orgulloso de su pueblo. Quería estar al frente del desfile cuando el reino marchara hacia su edad de oro. El futuro estaba adornado de promesas. Pero de repente todo se arruinó. En un momento de soberbia y voluntad propia el rey decidió ofrecer incienso en el altar de oro del lugar santo. Esto era prerrogativa del

sacerdocio. Ochenta sacerdotes entraron al templo para impedir que el monarca hiciera tremenda locura. El furor de Uzzías se desató en contra de ellos. ¿Quién se atreve a desafiar al rey? Por un momento se olvidó de que estaba desafiando al Rey de reyes. De repente vio que los sacerdotes se volvieron de él con horror. La terrible marca de la lepra se veía claramente en su frente. Uzzías era un hombre castigado por Dios. Aterrado, huyó del lugar santo para ir a vivir una vida solitaria en un leprosario por el resto de sus días. Sus conquistas llegaron a su fin porque él no pudo conquistarse a sí mismo. Había olvidado que la sumisión a la voluntad de Dios es la victoria más grande que un hombre puede ganar. El corazón del pobre profeta se llenó de quebranto. Pero quizá él haya orado así: “Oh Dios, tú sanaste a María de su lepra, cuando murmuró en contra de Moisés en el desierto. ¿No te agradaría sanar al rey y restaurarlo al trono otra vez?” Toda esperanza se desvaneció cuando un día el temido mensaje vino: “El rey está muriendo.” 1. Su Dios Santo. En esa hora triste Isaías hizo lo único que puede hacer el hombre mortal. Fue al templo y se postró delante del Señor. Mientras estaba orando, levantó sus ojos humedecidos por las lágrimas, tuvo una visión, y ¡qué visión! Parecía como que miraba el trono de Judá, ahora vacío, perdiéndose de vista, y su corazón se hundió juntamente con él. Pero súbitamente, vio otro trono levantándose sobre el horizonte. Y este no estaba vacío. En él estaba sentado el Rey de reyes y Señor de señores. El joven profeta aprendió aquel día que aunque los reinos terrenales pueden tambalear y los tronos caer, el eterno reino de Dios permanece seguro. En el centro del universo está sentado el Rey Todopoderoso, supremo, sereno, tranquilo en la confianza de su infinito poder para enderezar todos los errores y restaurar todas las ruinas causadas por el hombre. Pero Isaías no sólo vio “al Señor sentado sobre un trono alto y sublime.” Alrededor del trono había serafines. Estas criaturas santas, hechas para habitar en la presencia de la Deidad, cubrían sus rostros y sus pies con reverencia delante del Santo de Israel. La necesidad más grande que hay en el mundo hoy día, es de la renovación del sentido de lo sagrado de la vida. El pecado se tiene como un chiste. La santidad se menosprecia con mofa. Es necesario encarar al hombre con Dios. El profeta no solamente vio; él oyó. A través del espacio infinito, se oyó el eco de los serafines: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria.” Pero ¡cuán pocos son los que tienen ojos para ver, oídos para oír, y corazones para sentir la gloria de Dios—brillando en una hermosa puesta de sol, abriéndose en la hermosura y la fragancia de una rosa, sonando en el cántico de los pájaros, palpitando en

las pulsaciones de una nueva vida en la primavera. ¡Cuánto pierde el hombre en su desenfrenada carrera! Isaías no sólo vio y oyó; él sintió. Los quiciales de las puertas del templo comenzaron a temblar como si el Todopoderoso las estuviera sacudiendo. El umbral debajo de sus pies también tembló. 2. Su Yo Pecaminoso. ¿Cuál fue el efecto de todo esto? ¡Temblores de terremotos en el alma del profeta! Fue conmovido hasta lo más profundo de su ser por la santidad de Dios. Toda su auto-suficiencia y su auto-satisfacción fueron conmovidas y hechas pedazos. La noticia de la muerte del rey hizo que los castillos que Isaías se había edificado en el aire se vinieran abajo, cayendo los pedazos sobre su cabeza hasta que todas las ruinas quedaran a su alrededor. Pero ahora algo de mayor significado había tenido lugar. Su auto-complacencia interior había sido deshecha por el poderoso impacto de lo divino. En realidad, nosotros nunca nos vemos a nosotros mismos sino hasta que vemos a Dios. La visión de la santidad de Dios dio al profeta una revelación de su propio pecado. El clamó en desesperación: “¡Ay de mí! que soy muerto.” El hebreo dice: “Que soy cortado.” Vio una abertura entre Dios y su alma que no podía cerrar; en su imaginación vio un inmenso cañón que él no podía cruzar, un abismo hondo y ancho que no podía atravesar. El pecado siempre hace separación. 3. El Remedio Divino. Isaías no sólo vio la santidad de Dios y su propio pecado; él también vio el remedio. De repente un serafín voló hacia donde él estaba. Con un carbón encendido tomado del altar simbólicamente con tenazas, tocó los labios del profeta y dijo: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” La limpieza había venido en respuesta al clamor del profeta. Toda verdadera visión es una experiencia transformadora. No podemos ver a Dios y seguir siendo los mismos. Podemos mirarnos a nosotros mismos y quedar satisfechos. Parece que la mayor parte de la gente lo hace así, porque hace muy poco por mejorar. Podemos mirar a otros y quedarnos satisfechos con la comparación. Pero nunca podemos mirar a Dios y sentirnos cómodos. Su santidad absoluta nos hace caer sobre nuestras rodillas con una súplica por su gracia. Nadie puede mirar a Cristo y sentirse satisfecho. Su perfección será siempre un desafío a nuestras imperfecciones. La visión de El en toda su belleza siempre creará en nuestros corazones un descontento divino. Algunos han interpretado esta visión de Isaías—registrada en el capítulo seis— como su llamado inicial al ministerio profético, aunque escrito después del capítulo

cinco. Pero puede ser que en este momento el profeta haya recibido una experiencia más profunda con Dios que enriqueció y amplió su ministerio grandemente. F.

LA PERPLEJIDAD POLITICA (capítulos 7—12)

1. Achaz y Asiria (cap. 7). En el año 734 A.C. el reino del Norte de Israel y su vecino hacia el norte, Siria, fueron amenazados por el creciente poderío de Asiria, la que estaba procurando conquistar todo el oeste de Asia. Sintiendo la necesidad de una alianza fuerte en contra de Asiria, Peca, el rey de Israel, y Rezín, el rey de Siria, evidentemente pidieron a Achaz, el rey de Judá, que se uniera a ellos. Cuando éste rehusó —prefiriendo aliarse a Asiria—Peca y Rezín decidieron atacarlo (v. 1; véase II Reyes 16:5). Precisamente en este momento, el profeta Isaías tomó cartas en el asunto. El sabía que Achaz estaba pensando pedir ayuda a Asiria. Tomando a su hijo, quien tenía el nombre simbólico de Sear-jasub, “un remanente retornará” (v. 3), fue al encuentro del joven rey. Su mensaje fue: “Guarda, y repósate” (v. 4). Traducido en términos de la situación, esto quería decir, “¡No hagas alianza con pueblos extranjeros!” El profeta le dijo que no temiera de esos “dos cabos de tizón,” los reyes de Israel y Siria. Su furia pronto se acabaría y serían consumidos por Asiria. Todo lo que Achaz tenía que hacer era confiar en Dios y dejar que El arreglara todo el negocio. Debe notarse también que Siria se menciona por su capital, Damasco, lo mismo que Israel se menciona por Samaria, su capital. Al Reino del Norte también a veces se le llama Efraín a causa de su tribu más importante, en cuyo territorio estaba Samaria. Los reyes de Israel y Siria estaban amenazando invadir a Judá, deponer a Achaz, y poner en su trono a Tabeel (v. 6), quien colaboraría con ellos. Pero Dios aseguró a Achaz que esto no sucedería (v. 7). Luego le lanzó un desafío con esta advertencia: “Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis.” Todavía es verdad que la fe en Dios es la única base estable de seguridad, ya sea individual o nacional. Entonces se ordenó a Achaz que pidiera una señal de que Dios iba a hacer esto (v. 11). Pero el rey ya había hecho la decisión de desobedecer a Dios y seguir adelante con la alianza con Asiria. Así que caprichosamente rehusó pedir una señal (v. 12), para evitar ser puesto en aprietos por su cumplimiento. Entonces Dios le dio una señal: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (v. 14). Es obvio que Isaías 7:14 podría ser una señal para Achaz solamente si se cumpliera en su día. Antes de que el hijo creciera hasta una edad de responsabilidad, Siria e Israel habrían perdido ambos sus reyes a quienes Achaz tanto temía. Esto pasó cuando Asiria tomó a Damasco en el año 732 A.C., y a Samaria en el 722 A.C.

La profecía también tiene un significado que va a través de siete siglos más adelante hasta el nacimiento virginal de Jesús. Una de las características de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento es que tienen un cumplimiento inmediato y parcial en el tiempo del profeta, y luego un cumplimiento distante y completo en la venida de Cristo. Este cumplimiento se registra en las palabras de Mateo: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho por el Señor, por el profeta que dijo: He aquí la virgen concebirá y parirá un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios” (Mateo 1: 22-23). Puesto que Achaz rehusó obedecer, Dios le advirtió que Asiria vendría y “raerá” (v. 20) a Judá. Este era el precio de la desobediencia. 2. La Insensatez de las Alianzas Extranjeras (8:1—9:7). Al profeta se le ordenó tomar un rollo—probablemente de papiro—y con una pluma escribir acerca de su hijo Maher-salal-hash-baz—”la fuerza de Damasco y los despojos de Samaria.” Este nombre simbólico significaba la rápida invasión de Siria e Israel por Asiria. Esto sucedería antes de que el niño aprendiera a hablar (v. 4). El pueblo estaba desechando “las aguas de Siloé, que corren mansamente” (v. 6), probablemente una referencia a las aguas tranquilas del estanque de Siloé (Juan 9:7) —y en su lugar querían hacer alianza con Asiria. Entonces Dios les advirtió que Asiria vendría como impetuoso río desbordado, inundando toda la tierra (v. 7). La ironía de todo esto fue que cuando Asiria, por invitación de Achaz conquistó Siria e Israel, continuó adelante e invadió a Judá como un castigo. Achaz recibió más de lo que había pedido. Isaías era tanto un estadista como un profeta, y sabía muy bien que las alianzas con países extranjeros terminan en guerra. La única salvación para la nación yacía en una confianza serena en Dios. El pueblo decía con temor nervioso, “¡conjuración!” (v. 12). Pero el consejo del profeta era: “A Jehová de los ejércitos, a él santificad: sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo” (v. 13). Si ellos hubieran temido a Dios en lugar de temer a las naciones extranjeras, hubieran permanecido seguros. El profeta sabía muy bien que su nombre y los nombres de sus hijos eran simbólicos para que fueran “por señales y prodigios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos” (v. 18). Isaías era el hombre clave en ese tiempo en Judá, pero los reyes rehusaron reconocerle como tal. Esta sección se cierra con otra gran profecía mesiánica. No hay descripción más hermosa de Cristo en el Antiguo Testamento que la que encontramos en Isaías 9: 6— “Porque un niño nos es nacido”—el Bebé de Belén—“hijo nos es dado”—el Hijo de Dios sin pecado, dado como un Sacrificio por nuestros pecados—“y el principado sobre su hombro”— la administración de nuestras vidas puesta sobre los hombros anchos y grandes de su infinita y eterna potencia—“y llamaráse su nombre Admirable, Consejero,

Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” ¿Qué más podría haber inspirado el majestuoso oratorio de Handel, El Mesías? 3. La Ira Acumulada (9:8—10:4). Aquí tenemos un poderoso poema de cuatro estrofas, cada una de ellas terminando con el trágico refrán: “Ni con todo eso ha cesado su furor, antes todavía su mano extendida” (9:12, 17, 21; 10: 4). En la primera estrofa (9: 8-12), se señala a la gente por su actitud arrogante, y la predicción es que Israel será devorado por los sirios en el norte y los filisteos en el sur. La segunda estrofa (9: 13-17), describe la actitud no arrepentida de la gente, y amenaza con la destrucción en la batalla. La tercera (9: 18-21), predice confusión y anarquía: “Manasés a Efraín, y Efraín a Manasés, y entrambos contra Judá.” Con las nubes de las amenazas de guerras de parte de las naciones extranjeras, pesando sobre sus cabezas, las tribus todavía se pelearían entre sí. La cuarta estrofa (10:1-4), describe la despiadada crueldad de los ricos al oprimir a los pobres, acumulando propiedades injustamente, siendo que todo se perdería pronto en la cautividad. ¡Qué insensatos somos los mortales! Y, no obstante, muchos siguen haciendo lo mismo en la presencia misma del tormento eterno. 4. El Instrumento de Dios Para el Castigo (10:5-34). La clave de esta sección la encontramos en el primer versículo: “Oh Assur, vara y bastón de mi furor: en su mano he puesto mi ira.” Asiria es el instrumento de Dios para castigar a una “nación hipócrita.” ¡Qué terrible es que Judá sea llamada “el pueblo de mi ira”! (v. 6). Pero Asiria es inconsciente de que está siendo usada por Dios (v. 7). Ha destruido (v. 10) naciones más grandes que Judá (Jerusalén) e Israel (Samaria). Una vez que el Señor haya usado a Asiria para castigar a su pueblo, El a su vez le castigará a ella por su arrogante crueldad (vrs. 12-15). El versículo once nos indica claramente que esta profecía se pronunció después de la caída de Samaria en el año 722 ó 721 A.C. Asiria decía: “Como hice a Samaria y a sus ídolos, ¿no haré así también a Jerusalén y a sus ídolos?” La conquista de Samaria, marcando la caída del Reino del Norte de Israel, sucedió casi exactamente a la mitad del ministerio de Isaías (740-700 A.C.). La doctrina del “remanente” se subraya enfáticamente en los versículos 20, 21 y 22. Una de las contribuciones más importantes de Isaías es que un remanente retornará después de la destrucción de la nación. 5. El Retorno de la Cautividad (cap. 11—12). Esta sección comienza con otra hermosa profecía mesiánica: “Y saldrá una vara del tronco de Isaí y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” El Mesías debe ser “del tronco de Isaí;” quiere decir, “el hijo de David.”

Teniendo como base este pasaje y otros más, los escribas del tiempo de Cristo enseñaban esto (véase Marcos 13:35). Las dos características principales del reino del Mesías serían justicia (11: 4-5) y paz (11: 10). En lo tocante a Israel, sería un remanente que retornaría de Egipto y del este (11: 11-12). La eterna disputa entre Judá y Efraín—que condujo a la división del reino bajo Roboam y Jeroboam (I Reyes 12) —al fin será curada (11:13), y las naciones circunvecinas se someterán a su gobierno (11: 14). No se revela exactamente cuándo y cómo se cumplirá el pasaje de 11: 15-16. El capítulo 12 es un hermoso himno de acción de gracias que será cantado por el remanente redimido a su regreso de la cautividad. Nos recuerda a uno de los himnos de Moisés después del cruce del Mar Rojo (Éxodo 15). II.

SENTENCIAS EN CONTRA DE LAS NACIONES EXTRANJERAS (capítulos 13—23) A.

BABILONIA (13:1—14:23)

La prominente frase profética, “el día de Jehová,” aparece aquí otra vez (13:6-13). Es un día de “asolamiento del Todopoderoso” (v. 6), “para tornar la tierra en soledad” (v. 9). Esto va de acuerdo con todas las descripciones del día de Jehová. Se indica que los conquistadores de Babilonia son los Medos (13:17). Ellos tomaron la ciudad en el año 538 A.C. y el imperio Medo-Persa sucedió al babilónico. La descripción de la desolación de Babilonia (11:19-22) se ha cumplido literalmente. Por más de dos mil años ha permanecido en ruinas, como Sodoma y Gomorra (v. 19) lo han estado por muchos siglos más. A menudo en el libro de Isaías hay breves predicciones de la restauración de Israel. Una de ellas se encuentra aquí (14:1-3). Luego viene una “parábola”— mejor dicho, “una canción burlesca”—en contra del rey de Babilonia (14:4-23). En ella se incluye uno de los pasajes más notables del libro (vrs. 12-15), el lenguaje del cual parece ir más allá del rey de Babilonia hasta el gran opresor de la humanidad, Satanás. La tradición afirma que en el principio, Satanás era un hermoso ángel llamado Lucifer, o “estrella del día.” Fueron su orgullo y su voluntad propia los que causaron su caída. Es interesante notar que los verbos en primera persona, se usan cinco veces en dos versículos (13-14) —subiré, ensalzaré, sentaré, subiré y seré. Esta es la verdadera naturaleza del pecado. Es rebelión en contra de Dios. Parece que el pecado tiene su origen en la voluntad propia, y ciertamente encuentra su expresión principal en esa actitud. El pecado hace que el hombre desee usurpar el lugar de autoridad en su vida que sólo Dios debe tener.

B.

ASIRIA (14:24-27)

Esta nación era la principal amenaza a la paz del Asia occidental. Ahora Dios declara su destrucción, la que tuvo lugar con la caída de Nínive en el año 612 A.C. C.

FILISTEA (14:28-32)

Esta sentencia tiene que ver con “Palestina” (v. 29). Hoy es comúnmente aceptado que el nombre moderno de Palestina deriva de los filisteos, quienes ocuparon la parte del sur de la llanura costera de Judá. Finalmente dieron su nombre a todo el país. Esta “carga” está fechada “en el año que murió el rey Achaz” (v. 28). Eso fue alrededor del año 727 A.C., el año en que Tiglatpilneser III, rey de Asiria, murió. Los filisteos se estaban regocijando porque la vara que les había azotado tanto había sido quebrada. Pero el profeta les advierte que “de la raíz de la culebra saldrá basilisco, y su fruto, ceraste volador” (v. 29). Tiglatpilneser III (“la serpiente”), sería sucedido por Salmanasar IV (“culebra”), y por Sargón II (“serpiente voladora”), cada cual más cruel que su predecesor. Las crónicas de las cortes de estos reyes, descubiertas y descifradas recientemente, han confirmado abundantemente esta predicción. El versículo 32 sugiere que cuando el “humo” de la venida de Asiria apareció en el “aquilón” (norte) (v. 31), algunos mensajeros habían venido de las ciudades filisteas, buscando una alianza con Judá para protección mutua en contra de los ejércitos invasores. Pero la respuesta de Jerusalén fue: “Jehová fundó a Sión, y a ella se acogerán los afligidos de su pueblo.” Desafortunadamente para Judá esta política sabia no se sostuvo más tarde. D.

MOAB (capítulos 15—16)

En el año 734 A.C., el rey de Asiria, Tiglat-pilneser había invadido Galilea y Jordania, amenazando así a Moab hacia el sur. La honda aflicción de este país se deja ver en los sentimientos de compasión del profeta por causa de su inminente caída (15: 5; 16: 9, 11). La sección se cierra con una breve sentencia (16:13-14), evidentemente pronunciada más tarde que la otra, en la cual Isaías predice de una manera definitiva la caída de Moab “dentro de tres años.” Esto ocurrió alrededor del año 711 A.C. E.

DAMASCO (capítulo 17)

Esta sentencia incluye en su contenido al Reino del Norte, o Israel (véase vrs. 3-5). Es una advertencia de que los dos aliados, Siria e Israel, serán desolados. Esto tuvo lugar, por lo menos en parte, en el año 734 A.C. Sin embargo, la profecía se cierra con una predicción de que el destructor mismo será destruido, y esto súbitamente (v. 14). Esta sería la suerte que correría Asiria.

F.

EGIPTO Y ETIOPIA (capítulos 18—20)

En el primer período de Isaías, estas dos naciones eran gobernadas por el mismo rey. Por tanto, las tres sentencias que se encuentran en estos tres capítulos se consideran juntas. 1. Etiopía (cap. 18). Cuando Asiria tomó a Damasco (732 A.C.) y a Samaria (722 A.C.), la gente de Etiopía se alarmó con la posibilidad de una invasión del norte. Así que enviaron embajadores en todas direcciones (v. 2) para pedir ayuda. Pero “Isaías ordena a los embajadores volver a su país para que observen silenciosamente cómo Jehová detendría el intento de Asiria de subyugar a Judá.” 2. Egipto (cap. 19). Este capítulo se divide muy naturalmente en dos partes: una advertencia de la destrucción venidera (vrs. 1-17) y una promesa de restauración futura (vrs. 18-25). Se profetiza que Egipto, en medio de su dificultad, se volverá al Señor y le adorará. El capítulo se cierra con la maravillosa predicción de que Egipto, Asiria e Israel, se unirán en la adoración del Señor. Sin duda que algunos aspectos de esta profecía todavía tienen que cumplirse. 3. Egipto y Etiopía (cap. 20). En el año en que la ciudad filistea de Asdod fue capturada por Thartán (comandante en jefe) de Sargón, rey de Asiria, Isaías recibió de Dios la orden de caminar descalzo y medio desnudo. (Entre los semitas se consideraba una desgracia exponer el cuerpo humano entre el cuello y los tobillos). Por espacio de tres años el profeta se presentó en público vestido como un cautivo, un símbolo patente de la vergüenza de Egipto y Etiopía. Los pueblos de estas dos naciones serían llevados como prisioneros en desgracia por los asirios. Esto tuvo lugar en la conquista de Egipto en el año 711 A.C. G.

EL DESIERTO DE LA MAR (21: 1-10)

Se acepta generalmente que esta sentencia se refiere a Babilonia. Las palabras “Ha caído, ha caído Babilonia,” se repiten en Apocalipsis 14:8 y 18:2. Se sugiere que los elamitas y los medos serían los que depondrían el poderoso imperio babilónico. H.

EDOM (21:11-12)

Estos dos versículos son valiosos especialmente por su apelación evangelística. En medio de las tinieblas de la última parte del siglo octavo A.C., la gente preguntó al profeta, puesto como un atalaya sobre el muro: “¿Qué de la noche?” La repetición de la pregunta revela la urgencia y el temor. El profeta de Dios debería dar hoy la misma respuesta que se da aquí: “La mañana viene, y después la noche.” Para cada persona la eternidad será un día que nunca verá la oscuridad, o las completas “tinieblas de afuera” de una noche que nunca tendrá un amanecer. Para la gente de Edom (“Seir”) el futuro estaría mezclado con esperanza y temor.

I.

ARABIA (21: 13-17)

Robinson explica este breve oráculo como. “una súplica cordial a los temanitas para que den pan y agua a las caravanas de Dedanim, las que habían sido desviadas por causa de las guerras, de sus rutas normales de viaje.” El versículo 14 debe traducirse como una petición y no como una declaración. J.

EL VALLE DE LA VISION (capítulo 22)

Estrictamente hablando, esta sentencia no era para una nación extranjera, sino en contra de Judá mismo. Quizá la razón de que se halle aquí es que incluía a las alianzas extranjeras, uno de los pecados habituales de Judá en esta época. El tiempo fue la invasión de Judá por Sargón en el año 711 A.C. (Robinson), o la destrucción de Jerusalén en el año 711 A.C. (C. A. Smith). En cualquiera de los dos casos, la ciudad estuvo en verdadero peligro. Mientras que el corazón del profeta estaba destrozado por la tristeza (vrs. 4-5), la gente estaba de fiesta en lugar de estar ayunando (vrs. 12-13). Dios reveló a Isaías que este pecado nunca sería perdonado (v. 14). En vez de orar a Dios para recibir ayuda, los habitantes de Jerusalén fortificaban sus defensas materiales (vrs. 8-11). En la segunda mitad del capítulo se compara a dos personajes. Sebna, el tesorero (vrs. 15-19), había formado su propio medio ambiente, pero sería llevado al cautiverio. Quizá fuera un extranjero, de descendencia siria, quien pertenecía al grupo partidario de los egipcios. Su posición se daría a Eliacín, (vrs. 20-25). Este último sería puesto como un clavo en lugar firme (v. 23), una expresión semita típica. Pero desafortunadamente, el trataría de colgar a toda su familia en ese clavo (v. 24) —favoreciendo a sus parientes injustamente— así que el clavo eventualmente cedería bajo el peso (v. 25). A menudo el poder y las posiciones importantes, arruinan a hombres buenos. K.

TIRO (capítulo 23)

Tiro era una de las grandes ciudades comerciales de los tiempos antiguos. Los barcos salían de sus muelles a todas partes del Mediterráneo, y algunos aun se aventuraban a navegar por la costa occidental del África. Pero este orgullo altanero sería derribado, y su extenso comercio llegaría a su fin. Es interesante notar que se predijo que este período de eclipse duraría setenta años (vrs. 15, 17) como el de Judá. Luego su prosperidad anterior volvería (vrs. 17-18). III.

MENSAJES DE SALVACION (capítulos 24—27) A.

ADVERTENCIA DE JUICIO (capítulo 24)

La cautividad que se aproxima se ve claramente en la visión del profeta: “Del todo será vaciada la tierra, y enteramente saqueada” (v. 3). Sin embargo, quedará un

remanente fiel semejante al rebusco de las viñas y los olivos (v. 13). Pero las cosas estarán en una confusión tal que “temblará la tierra vacilando como un borracho” (v. 20). B.

GOZO DE LOS REDIMIDOS (CAPÍTULO 25)

Este capítulo es un himno de alabanza a Dios por su liberación. Quizá represente la acción de gracias de los judíos por la liberación de la amenaza asiria, o posiblemente vislumbre el retorno futuro de la cautividad babilónica. Notablemente bellos son los versículos 4, 8, y 9. C.

LA ALABANZA DE JUDA (capítulo 26)

El nombre Judá significa “alabanza.” Por tanto, es adecuado entonar un himno de alabanza en tierra de Judá (v. 11). Una de las muchas expresiones hermosas de Isaías la encontramos en el versículo tres: “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado.” En nuestros días turbulentos como en los de Isaías—la fe es siempre el fundamento de la paz. El capítulo termina con una exhortación (vrs. 20-21) al pueblo de Dios para que se refugie en El hasta que la tormenta pase. D.

OTRO CANTICO SOBRE UNA VIÑA (capítulo 27)

La mayoría de los profetas antiguos usaron mucho el lenguaje simbólico. En el primer versículo de este capítulo Isaías menciona la serpiente rolliza (Asiria), la serpiente retuerta (Babilonia), y el dragón del mar (Egipto). Estos tres poderes que habían destruido muchas naciones y que habían amenazado la seguridad de Judá, serían destruidos. En este cántico sobre la viña (véase cap. 5), se hace la predicción de que, aunque temporalmente dañado, “echará raíces, florecerá y echará renuevos Israel” (v. 6). Pero antes de eso vendría el castigo y la destrucción, la purgación de los pecados de Judá (vrs. 9-11). IV.

ADVERTENCIA EN CONTRA DE LA ALIANZA CON EGIPTO (capítulos 28—35) A.

SEIS AYES (capítulos 28—33)

Esta sección contiene seis ayes, los cuales se consideran relacionados con la invasión de Senaquerib en el año 701 A.C. Sin embargo, los primeros seis versículos del capítulo 28 describen a los ebrios de Efraín. Luego la escena parece pasar a Jerusalén. 1. Ay de los Políticos y Sacerdotes Ebrios (cap. 28). Las cosas estaban muy mal cuando Isaías tenía que decir que “el sacerdote y el profeta erraron con la sidra, fueron trastornados del vino” (v. 7). Luego lanza una acusación sobre los políticos

burlones—“varones burladores, que estáis enseñoreados sobre este pueblo que está en Jerusalén” (v. 14) —quienes dicen que han hecho un convenio con la muerte (v. 15). Reprende su cinismo petulante advirtiéndoles que el juicio viene de seguro (v. 17). Frente a su burla él da esta promesa: “He aquí yo fundo en Sión una piedra, piedra de fortaleza, de esquina, de precio, de cimiento estable: el que creyere, no se apresure” (v. 16). En el Nuevo Testamento (Mateo 21:42; Hechos 4: 11), se indica que esta piedra es Cristo. 2. Ay de Jerusalén (29: 1-14). Ariel significa “león de Dios,” y aparentemente se usa como un nombre para Jerusalén. Aquí estaba el centro de la adoración a Jehová. Pero esta era la evaluación de Dios de los adoradores: “Este pueblo se me acerca, y con sus labios me honra, mas su corazón alejó de mí” (v. 13). 3. Ay de Aquellos que Esconden de Dios sus Pensamientos (29:15-24). Se pronuncia un ay sobre aquellos que dicen: “¿Quién nos ve, y quién nos conoce?” Ellos olvidan que Dios ve y sabe todo lo que ellos hacen. Probablemente la referencia sea a sus planes secretos de hacer una alianza con Egipto y rebelarse en contra de Siria. 4. Ay de los que se Vuelven a Egipto (cap. 30). Rehusando el consejo de Dios, los líderes de Judá van a Egipto para buscar ayuda (vrs. 1-2). Pero la ayuda egipcia será en vano (v. 7). El mensaje de Dios es: “su fortaleza sería quedarse quietos,” esto es, confiar tranquilamente en Dios en vez de hacer alianzas extranjeras. A aquellos que corrieron a Egipto el Señor les dice: “En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza” (v. 15). Pero ellos rehusaron: “Y no quisisteis.” Luego viene esta hermosa promesa de la dirección divina: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él” (v. 21). Si el pueblo se abstuviera de hacer una alianza con Egipto, y pusiera su confianza completamente en Dios, El destruiría los asirios con su palabra (v. 31). 5. Ay de los que Confían en Egipto (caps. 31—32). Como notamos anteriormente, Isaías era un destacado estadista tanto como un inspirado profeta. El veía claramente la fatuidad de ir a Egipto en busca de ayuda. Esa nación sería pronto conquistada por Asiria. El estar envueltos en una alianza con Egipto resultaría solamente en doble castigo a manos de los asirios. Así que clamó: “¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su confianza ponen en carros... y no miran al Santo de Israel!” (31: 1; véase 30: 2). Dios era una defensa mucho más grande para Judá que lo que podrían serlo los caballos y los carros de Egipto. En una de sus muchas y hermosas promesas, Isaías dice: “Como las aves que vuelan, así amparará Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, pasando, y salvando” (31:15). ¿Qué más podía pedir Judá?

El profeta predijo que los israelitas quitarían sus ídolos (31:7). Luego Dios vencería y haría retroceder a los asirios con su poder (31:8). De nuevo encontramos otro de los grandes pasajes mesiánicos de Isaías: “He aquí que en justicia reinará un rey... Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como acogida contra el turbión” (32: 1-2). Una de las características de Isaías es su poderosa y clara condenación de las mujeres de Judá (32:9-12; véase 3:16-24). Siempre es verdad que como la mujer, así la nación. Las mujeres pueden hacer más para elevar o destruir un país, que los hombres. El profeta no ve esperanza “hasta que sobre nosotros sea derramado el espíritu de lo alto” (32: 15). El sector partidario de Egipto estaba constantemente urgiendo una alianza militar con aquel país. Pero el consejo consistente de Isaías, juntamente con las promesas, cierra esta sección. El dice: “Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz; y en habitaciones seguras, y en recreo de reposo” (32: 17:18). Lo único que debía preocupar al pueblo era practicar la justicia; entonces Dios les protegería. 6. Ay de los Ladrones (cap. 33). Los asirios habían estado destruyendo naciones a izquierda y derecha. Ahora ellos serían destruidos. El profeta dice al pueblo: “Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia” (v. 6). Ellos tenían que olvidar a Egipto, tomar su consejo y confiar en Dios. Su juez no era Egipto, sino Dios. El era su Legislador y Rey—“él... nos salvará” (v. 22). B.

AMENAZA Y PROMESA (capítulos 34—35)

George L. Robinson escribe: “Lo más sorprendente de estas profecías es la constante alternación de amenazas y promesas.” Esto está bien ilustrado por los dos capítulos de esta sección: el primero es principalmente una advertencia de castigo, mientras que el segundo es uno de los pasajes más hermosos de promesas del Antiguo Testamento—un capítulo que sería bueno memorizar. 1. Castigo sobre Edom (cap. 34). Edom—llamado también Idumea—había sido un enemigo empedernido de Israel (véase Abdías). Dios se refiere a la nación como “el pueblo de mi anatema” (v. 5). El castigo y la desolación sobrevendrán sobre aquellos que han perseguido a los israelitas en su camino a Canaán. 2. Un Poema de Promesa (cap. 35). Este es uno de los muchos y hermosos pasajes devocionales de Isaías. Fuera de los Salmos no hay un libro más rico en el Antiguo Testamento en el cual el cristiano pueda meditar. Aquellos que aman su Biblia a menudo la abren en Isaías para buscar consuelo y fuerzas espirituales. Este capítulo es un himno de alabanza que requiere poco comentario. Lo recomendamos al lector.

V.

LA HISTORIA DE LOS TIEMPOS DE EZEQUIAS (capítulos 36—39)

Generalmente se sostiene que los capítulos 38 y 39 cronológicamente preceden a los capítulos 36 y 37. El orden quizá se deba a que la historia de la invasión de Asiria (701 A.C.) relatada en los capítulos 36 y 37, encaja en una forma más natural con los capítulos 1—35, por tanto, la mención de la enfermedad de Ezequías en el capítulo 38 (714 A.C.), y de la embajada babilónica en el capítulo 39 (712 A.C.), une en forma más lógica los eventos siguientes. Estos cuatro capítulos forman una transición entre la primera parte de Isaías (caps. 1—35) y la segunda (caps. 40—66). Comprenden un interludio histórico entre ambos. Esta sección se repite casi al pie de la letra en II Reyes 18:13—20:19. Fue una gran liberación que Dios hizo por su pueblo, la que era digna de relatarse dos veces. A.

LA INVASION DE SENAQUERIB (capítulos 36—37)

1. El Sitio de Jerusalén (36: 1—37: 8). En el año 701 A.C. —difícil de identificar con “el año catorce del rey Ezequías” (36: 1) —Senaquerib invadió a Judá y tomó muchas de sus ciudades. Según los anales sirios, tomó cuarenta y seis ciudades. Deteniéndose en Lachis, Senaquerib envió a Rabsaces —literalmente, “jefe de los oficiales”—hasta Jerusalén con un gran ejército (36:2). Este inteligente representante de su monarca trató primero de intimidar a la ciudad para que se rindiera. Deteniéndose cerca de las murallas, envió un arrogante mensaje a Ezequías, a quien no quiso honrar con el título de “rey.” En lugar de eso, dijo: “El gran rey, el rey de Asiria, dice así” (36: 4). Pero esto sería contrarrestado más tarde por las palabras de Isaías: “Jehová Dios de Israel, dice así” (37:21). Era un duelo entre Dios y Senaquerib. Rabsaces justamente reprendió a Judá por confiar en el “bordón de caña frágil, en Egipto” (36: 6). Pero cuando se mofó de ellos por confiar en Jehová (v. 7), se pasó de la cuenta. La censura y el sarcasmo de sus palabras se ven en su manera de preguntar si ellos podrían proveer 2,000 cautivos para montar sus caballos (v. 8). Cuando los representantes de Ezequías pidieron a Rabsaces que hablara en aramaico (“siriaco”) en vez de en hebreo (“el lenguaje de los judíos”), para no asustar a la gente que escuchaba por sobre el muro, el oficial asirio contestó con vulgar sarcasmo. El honor de un Dios santo estaba en peligro cuando Rabsaces anunció al pueblo de Dios sus amenazas a voz en cuello (36:13-21). Cuando su mensaje fue llevado a Ezequías, el rey rasgó sus vestidos como una señal de mucha tristeza, se vistió de saco, y fue al templo (37:1). Envió un mensaje a Isaías, pidiéndole que orara (vrs. 2-4). El profeta mandó decir al rey que no temiera las amenazas de los asirios, porque cierto rumor haría volver al enemigo a su patria otra vez (vrs. 6-8).

2. La Carta Amenazadora (37:9-38). Aunque los asirios tuvieron que levantar el sitio para enfrentar los ejércitos de Etiopía, enviaron cartas de amenaza a Ezequías. El rey la llevó al templo y “la extendió delante del Señor” (v. 14). Como contestación a su oración, Dios le aseguró que Jerusalén sería perdonada (vrs. 21-35). Aquella noche, “el ángel del Señor” hirió a 185,000 soldados asirios, y el peligro terminó. B.

LA ENFERMEDAD Y EL ERROR DE EZEQUIAS (capítulos 38—39)

1. La Enfermedad y la Sanidad (cap. 38). Isaías hizo saber al rey que moriría a causa de su grave enfermedad. Pero Ezequías oró y Dios le extendió su vida por quince años más. Ezequías expresó su gratitud en un himno de acción de gracias (vrs. 920). El método de la curación se describe como una cataplasma de higos (v. 21). 2. La Embajada de Babilonia (cap. 39). Merodachbaladán, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías, felicitándole por su recuperación. Obrando con poca cordura, el rey de Judá mostró a los babilonios todas sus riquezas y tesoros de oro y plata. Isaías le advirtió que los babilonios volverían un día para tomar todas las riquezas que ellos habían visto y para llevar a sus descendientes al cautiverio.

CAPITULO DOS EL PROFETA DE CONSUELO (Isaías 40—66) El cambio de tono que notamos comenzando con el primer versículo del capítulo 40 es muy marcado. Mientras que el énfasis principal de los primeros treinta y nueve capítulos es el juicio y el castigo, la nota sobresaliente de los capítulos 40 a 66 es el consuelo y las promesas. En los últimos años se ha venido aceptando la idea de que esta segunda parte no fue escrita por el Isaías del octavo siglo A.C., sino por un segundo Isaías de mediados del siglo sexto A.C. Se sostiene que el punto de vista que se despliega aquí es el de la última parte de la cautividad babilónica, cuando el pueblo de Israel comenzaba a pensar en volver a su propia patria. Especialmente se sostiene que nadie en el octavo siglo hubiera podido predecir por nombre la venida de Ciro (44:28; 45:1) para permitir a los judíos volver a Palestina. La solución de todo el asunto reside en si uno puede creer en una inspiración sobrenatural o no, porque esta es la única forma en que se puede explicar este fenómeno. Este breve estudio no nos permite una consideración más detallada sobre el asunto. Sin

embargo, uno puede alentarse por el hecho de que un distinguido erudito del Antiguo Testamento, George L. Robinson, después de una vida de estudio de Isaías, escribió en la edición revisada (1938) de su breve pero excelente El Libro de Isaías (en inglés), estas palabras: “A menudo, a través de los años, mis amigos me han preguntado, ‘¿Cree usted todavía en la unidad de Isaías?’ e invariablemente he contestado con toda franqueza: ‘Estoy más convencido que nunca.’” Uno de los argumentos sobre el cual Robinson pone mucho énfasis, es que el nombre divino, “el Santo de Israel”— que se encuentra veinticinco veces en Isaías y solamente seis veces en el resto del Antiguo Testamento— aparece más o menos en la misma proporción en las dos partes: doce veces en los capítulos 1—39 y trece veces en los capítulos 40—66. Y dice: “La presencia de este nombre divino en todas las diferentes porciones del libro es de más valor para identificar a Isaías como el autor de estas profecías que si su nombre se hubiera escrito al principio de cada capítulo.” I.

LA INSENSATEZ DE LA IDOLATRIA (capítulos 40—48) A.

EL DIOS INCOMPARABLE DE ISRAEL (cap. 40)

El capítulo cuarenta de Isaías es uno de los discursos más elocuentes en toda la literatura. Se dice que Edmund Burke, uno de los oradores más distinguidos que Inglaterra haya tenido, acostumbraba leer el libro de Isaías antes de ir al parlamento. 1. Consolaos (vrs. 1-11). Las palabras iniciales de este capítulo nos dan la clave de la segunda parte del libro. Después de las advertencias y amenazas, Dios habla con una seguridad consoladora. El versículo tercero se cita en cada uno de los cuatro Evangelios, en relación con el ministerio de Juan el Bautista. En el versículo cuatro, se explica cómo alguien puede preparar el camino del Señor: alzando los valles, cortando los montes y los collados, enderezando las curvas y allanando lo áspero. Esta es la fórmula divina de cuatro puntos para un avivamiento. Cuando la seguimos, la promesa es nuestra: “Y manifestaráse la gloria de Jehová, y toda carne juntamente lo verá” (v. 5). Eso es un verdadero avivamiento. El cuidado cariñoso de Dios por los suyos se expresa en una forma hermosa en el versículo 11: “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo cogerá los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente las paridas.” 2. El Dios Incomparable de Israel (vrs. 12-31). La grandeza de Dios se describe en términos de omnipotencia (v. 12), omnisciencia (vrs. 13-14), y trascendencia (vrs. 15-17). Luego viene la clave de esta sección: “¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (v. 18). Esto se repite en el versículo 25: “¿A qué pues me haréis semejante, o seré asimilado? dice el Santo.” El marcado contraste entre el

verdadero Dios y los ídolos muertos (vrs. 19-24) se presenta de una manera muy clara. El capítulo se cierra con una admonición combinada con promesa: “Mas los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán sus alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (v. 31). B.

EL PODER DE LA PREDICCION (capítulo 41)

Parece que el segundo versículo de este capítulo se refiere a Ciro. Es una anticipación de la profecía más específica en 44: 28—45: 13. Dos de las promesas más preciosas de la Palabra de Dios aparecen en este capítulo, en los versículos 10 y 13: “No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Porque yo Jehová soy tu Dios, que te ase de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudé.” La prueba suprema de que Jehová sólo es el verdadero Dios consiste en su poder para predecir el futuro. Vez tras vez se lanza el desafío a los dioses falsos de las naciones paganas a que prueben su deidad prediciendo el futuro. Esto empieza en el versículo 22— ”anúnciennos lo que ha de venir”—y continúa en el versículo 23: “Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses.” Sólo el Dios de Israel sabe el futuro. C.

EL SIERVO DEL SEÑOR (capítulo 42)

Después de haber anunciado a Israel la soberanía de Jehová en el capítulo 40, y a los paganos en el capítulo 41, Isaías proclama el programa misionero de Dios para evangelizar a las naciones. Esta nota, que es prominente en los capítulos 40—66, ha hecho que la gente se refiera a veces al libro como “El Evangelio Según Isaías.” 1. El Primer Cántico Sobre el Siervo (vrs. 1-9). Este párrafo es el primero de cuatro “cánticos sobre el Siervo” en Isaías. El segundo es 49: 1-13, el tercero 50:4-11, el cuarto 52: 13—53: 12. Mientras que “el Siervo del Señor” es el tema principal de la próxima sección (capítulos 49—57), aparece ya como un tema prominente en esta sección. La primera mención se encuentra en 41:8-9. Allí se identifica a Israel como “mi siervo.” En la mayoría de los pasajes que se refieren al siervo en los capítulos 40—48, el énfasis se pone sobre la nación de Israel como si fuera el siervo del Señor. Esa es la interpretación general de los judíos hasta el día de hoy. Sin embargo, en “el cántico sobre el Siervo” hay más evidencias para identificar al siervo como un individuo. La Iglesia Cristiana admite ambas interpretaciones: en un sentido limitado a la nación de Israel, y en un sentido más completo, al Mesías de Israel.

El lenguaje de este primer cántico sobre el siervo es prominentemente personal. Se habla de “él.” El Espíritu de Dios morará en él (v. 1). Será tierno y manso (v. 2), como ciertamente lo fue Cristo. Además de la ternura del siervo, se pone énfasis en su misión mundial (vrs. 1, 4, 6). Su ministerio se describe abriendo los ojos a los ciegos y liberando a los presos de la cárcel (v. 7). El cántico termina con la nota de predicción del futuro. 2. Un Mosaico (vrs. 10-25). Como a menudo sucede en los libros proféticos, el resto de este capítulo se refiere a varios asuntos cuya relación es difícil de percibir. Aquí encontramos alabanza (vrs. 10-12), juicio (vrs. 13-15), promesa (v. 16), reprensión por los ídolos (v. 17), otra referencia al siervo del Señor (v. 18), y el castigo de los pecados de Israel (vrs. 22-25). D.

REDENCION (capítulo 43)

Israel pertenecía a Dios tanto por creación como por redención (v. 1). El segundo versículo parece describir los sufrimientos de Judá en la cautividad babilónica. El énfasis de Isaías sobre el monoteísmo resalta claramente a través de todo el capítulo. Jehová dice: “Antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí” (v. 10). Y en cuanto a la redención agrega: “Yo, yo, Jehová; y fuera de mí no hay quien salve” (v. 11). Otra nota de redención aparece en el versículo 25: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí; y no me acordaré de tus pecados.” Otra vez en este capítulo, como en 42:9, el Señor dice que hará “cosa nueva” (v. 19). Esto puede referirse al retorno del exilio. E.

LO ABSURDO DE LA IDOLATRIA (capítulo 44)

El ataque más duro en contra de la adoración de las imágenes—entre muchas otras en esta sección—la encontramos en este capítulo (vrs. 9-20). Después de declarar “fuera de mí no hay Dios” (v. 6), y más adelante, “no hay Dios sino yo. No hay fuerte: no conozco ninguno” (v. 8), Dios procede, por medio de su profeta a mostrar la insensatez de la idolatría. Un hombre corta un árbol. Una parte de él lo usa como combustible para calentarse Y cocinar, y con el resto hace un dios y se arrodilla ante él y lo adora. ¡Qué insensatez! En los versículos 21-23, tenemos un pasaje glorioso de redención. El versículo 22 se asemeja mucho a 43:25. Este es el Evangelio Según Isaías. La redención trae perdón de los pecados. F.

CIRO, SIERVO DE DIOS (capítulo 45)

1. El Ungido de Dios (44: 28—45: 4). Ciro será el “pastor” de Dios para ordenar la reedificación de Jerusalén y su templo (44:28). Pero lo más sorprendente es que Ciro es llamado el “ungido” de Dios (el término hebreo que significa “mesías”). El sería como un mesías para los judíos, liberándolos de la cautividad y restaurándolos a su tierra. Dios le había llamado y le había dado su nombre, aunque Ciro mismo no conocía a Dios (v. 4). 2. No Hay Otro Dios (vrs. 5-25). La frase monoteísta se repite aquí con marcado énfasis: “Yo Jehová, y ninguno más hay: no hay Dios fuera de mí” (v. 5); “Yo soy Jehová y ninguno más que yo” (vrs. 6, 18); “Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador: ninguno otro fuera de mí” (v. 21). Este Dios único es también el único Salvador: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra: porque yo soy Dios, y no hay más” (v. 22). Es difícil pensar cómo el monoteísmo podría ser expresado en una forma más clara. Jehová no es solamente el único Dios verdadero de Israel; El es el único Dios que existe. Los dioses de las naciones son solamente criaturas de sus pensamientos. G. LA CAIDA DE BABILONIA (capítulos 46—47) 1. El Derrocamiento de su Religión (cap. 46). Bel era el Dios principal de la religión babilónica; Nebo era el intérprete de los dioses. Pero el peso inerte de sus imágenes, era una carga penosa para las bestias que los llevaban (v. 1). Estos dioses no tenían poder, por el contrario, eran inútiles, y fueron llevados al cautiverio (v. 2). En contraste a ellos, Jehová lleva a su pueblo (vrs. 3-4), desde la cuna hasta el sepulcro. Una vez más Dios lanza el desafío: “¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que sea semejante?” (v. 5). Lo absurdo de la idolatría es subrayada una vez más (vrs. 6-7). Vez tras vez se hace resaltar la nota monoteísta: “porque yo soy Dios, y no hay más Dios, y nada hay a mí semejante” (v. 9). Su deidad se muestra, como se repite a menudo en esta sección, por el hecho de que El es capaz de anunciar “lo por venir desde el principio” (v. 10). 2. El Derrocamiento de la Ciudad (cap. 47). La vergüenza de la triste caída de Babilonia se describe vívidamente (vrs. 1-5). Ella ha tratado al pueblo de Dios con una crueldad criminal (v. 6). Ahora su destrucción ha venido, y ninguno de sus dioses falsos le puede ayudar (vrs. 12-14). H.

UN SUMARIO (capítulo 48)

Los énfasis recurrentes de esta sección (caps. 40— 48) se resumen aquí en conclusión. Jehová es el único que puede predecir el futuro (vrs. 3-8). Los ídolos no pueden hacerlo (v. 5). Israel ha sido puesto en el horno de la aflicción para ser refinado (v. 10). Dios es el Creador (v. 13). El pueblo saldría de Babilonia para que todo el mundo supiera que Dios había redimido a su gente (v. 20).

De nuevo notamos una preciosa promesa en el versículo 17: “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel Yo Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente que te encamino por el camino que andas.” II.

EL SIERVO DEL SEÑOR (capítulos 49—57)

Ya en la sección previa el profeta ha mencionado al siervo del Señor por lo menos una docena de veces. Pero ahora viene a ser el tema dominante. Tres de los cuatro “cánticos sobre el siervo” se encuentran en esta sección. A.

SALVACION (capítulo 49)

1. El Segundo Cántico Sobre el Siervo (vrs. 1-13). Al principio el siervo parece ser identificado como Israel (v. 3). Pero luego se le presenta como el siervo de Dios “para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures los asolamientos de Israel... por luz de las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra” (v. 6). Por tanto, el siervo se diferencia de la nación que él va a restaurar. Algunos han interpretado al siervo como el remanente fiel en Israel. Pero de una forma clara, el cumplimiento más elevado de este lenguaje puede encontrarse solamente en Cristo. 2. La Restauración de Israel (vrs. 14-26). La perspectiva universal es más prominente en Isaías que en cualquier otro profeta del Antiguo Testamento. El resultado de la restauración de Israel será que “conocerá toda carne que yo Jehová soy Salvador tuyo, y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob” (v. 26). B.

EL SIERVO SUFRIENTE (capítulo 50)

1. Vendidos por sus Propios Pecados (vrs. 1-3). Jehová recuerda al pueblo que es su propio pecado lo que les causó ser vendidos a la esclavitud (v. 1). El podría haberles salvado, pero ellos no escucharon (v. 2). 2. El Tercer Cántico Sobre el Siervo (vrs. 4-11). Aquí predomina la nota personal. Se nos da una vislumbre anticipada del Siervo Sufriente descrito más ampliamente en el capítulo cincuenta y tres. Hablando en la primera persona, el Siervo se describe a sí mismo de la siguiente manera: “Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos” (v. 6). Solamente en Cristo encontró cumplimiento todo esto. C.

ESCUCHA Y DESPIERTATE (51:1—52:12)

1. Escucha (51: 1-8). Tres veces en estos ocho versículos, Dios, por medio de su profeta, pide a su pueblo que escuche (vrs. 1, 4, 7). La primera vez les dice que recuerden su origen. Así como El bendijo a Abraham, les bendecirá a ellos. La segunda vez les pide que reconozcan su ley. La tercera vez les exhorta a que no teman los reproches de los hombres.

2. Despiértate (51:9—52: 12). Tres veces el profeta clama: “Despiértate, despiértate” (51:9, 17; 52:1). La primera es un llamado a Dios para que despierte en favor de su pueblo. Como respuesta a este llamado viene la promesa de redención y restauración: “Cierto, tornarán los redimidos de Jehová, volverán a Sión cantando, y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: poseerán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán (51:11). En la segunda oportunidad es un llamado a Jerusalén para que despierte y se levante, porque su castigo terminará en bendición. El tercer llamado también es a Jerusalén. Debe despertar y ponerse sus hermosos vestidos, porque ya no será oprimida (52:1). A menudo en estos capítulos Dios consuela a su pueblo. D.

EL CUARTO CANTICO SOBRE EL SIERVO (52:13—53:12)

El capítulo cincuenta y tres de Isaías debería comenzar con 52:13, donde “mi siervo” es presentado. Esta sección generalmente se considera como el punto culminante de la profecía hebrea. Robinson dice: “Los pensamientos más profundos en la revelación del Antiguo Testamento se encuentran en esta sección... Ocupan el primer lugar en la profecía mesiánica.” Era el capítulo cincuenta y tres de Isaías que el eunuco etíope iba leyendo en su carro cuando Felipe se le acercó para hablarle (Hechos 8:32). El evangelista le pudo mostrar que las palabras se referían a Cristo, como el Siervo Sufriente del Señor. Ningún otro pasaje presenta este aspecto tan claramente. Las palabras del versículo tres han captado la imaginación de los hombres en todas partes: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores experimentado en quebranto.” Se dice que cuando Handel alcanzó este punto en la composición de El Mesías se le encontró llorando con su rostro sobre la mesa. Ninguna persona seria puede leer estas palabras sagradas sin conmoverse. Pero el versículo cuatro hace una aclaración muy importante: Sus sufrimientos no fueron por El mismo, sino por nosotros. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores.” Este aspecto vicario se lleva aún más adelante en el versículo quinto, donde se subrayan el propósito y el resultado de su sufrimiento: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados.” Luego viene el pasaje que toca la sensibilidad del corazón de cada pecador penitente: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino: mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (v. 6). ¡No nos extraña que a este capítulo se le llame el Evangelio Según Isaías!

La sumisión mansa de Cristo frente al sumo sacerdote y Pilato se prefiguran en el versículo 7. Su muerte vicaria es descrita una vez más en el versículo 8. Su muerte no es solamente vicaria, sino también eficaz: “Cuando hubiere puesto su vida por expiación del trabajo de su alma verá y será saciado; con su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y él llevará las iniquidades de ellos” (vrs. 10-11). El Padre estaría satisfecho con el sacrificio de su Hijo y lo aceptaría por la justificación de muchos. El cántico cierra con la nota de redención: “Fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.” E.

LA RESTAURACION POR MEDIO DE LA REDENCION (capítulo 54)

La redención es un asunto costoso. Incluye sacrificio y sufrimiento (cap. 53). Pero acarrea bendición y gozo. La atmósfera del capítulo 54 es la de cautivos redimidos cantando y gozándose. El versículo segundo es un desafío constante para cada cristiano: “Ensancha el sitio de tu cabaña, y las cortinas de tus tiendas sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y fortifica tus estacas.” Dios quiere que continuemos ensanchando nuestras vidas continuamente, tanto interiormente en una experiencia espiritual, como exteriormente en servicio efectivo. Pero uno no debe extender sus cuerdas a menos de que fortifique sus estacas. Mientras más grande sea la tienda y largas las cuerdas, más firmemente deben enterrarse las estacas en la tierra, o de lo contrario la tienda se vendrá abajo. Esto es lo que ha pasado a algunos obreros cristianos. Tomemos la figura de los rascacielos modernos: para ir más alto uno debe ir primero más profundo. La estabilidad de la estructura depende de la fortaleza del cimiento. Una fase del evangelismo de Isaías se ve en su énfasis en lo universal. El tenía una visión más amplia que cualquier otro escritor del Antiguo Testamento. La salvación es para los gentiles tanto como para los judíos. “Tu simiente heredará gentes (gentiles)” (v. 3). “Dios de toda la tierra será llamado” (v. 5). F.

LA INVITACION DEL EVANGELIO (capítulo 55)

El capítulo cincuenta y cinco de Isaías contiene una de las anticipaciones más hermosas de la predicación evangelística de esta era que se encuentre en el Antiguo Testamento. La salvación es gratis (v. 1). “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (v. 6). Estas palabras son tan significativas hoy día como lo fueron hace dos mil años. Lo mismo es el versículo siguiente: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” Las palabras del versículo once han consolado a los predicadores veces sin fin:

“Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” ¿Y quién no se ha conmovido con los últimos dos versículos? Solamente citaremos el versículo 12: “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso.” Este es un capítulo que todo cristiano debería memorizar. G.

JUICIO Y JUSTICIA (capítulos 56—57)

1. La Importancia del Día de Reposo (56: 1-8). Una bendición especial se pronuncia sobre aquellos que guardan el día de reposo y no lo quebrantan (v. 2). El quebrantamiento del día de descanso es uno de los pecados más vergonzosos en el mundo hoy día. El verdadero cristiano dará un testimonio fiel al rehusar comprar en el día domingo en los muchos negocios que ahora permanecen abiertos. Mientras más fácil sea quebrantar el día del Señor, más grande será la tentación. Este es un punto en el cual nosotros debemos ser diferentes, no indiferentes. Aquellos que guarden el día del Señor debidamente, estarán gozosos en la casa de oración, y las ofrendas que traigan serán aceptas al Señor (v. 7). Uno no puede emplear la tarde del domingo en asuntos seculares—para no mencionar placeres mundanos—y esperar ser bendecido en la iglesia. El versículo termina con la nota universal otra vez: “Mi casa, casa de oración será llamada de todos los pueblos.” 2. Atalayas Ciegos y Perros Mudos (56: 9—57:2). En el Israel de aquel entonces, como a menudo sucede hoy día, los pastores del rebaño de Dios eran como atalayas ciegos y perros mudos. Codiciaban las ganancias personales, en vez de cuidar a las ovejas. 3. Otra Vez la Idolatría (57:3-21). Una de las causas principales de la cautividad babilónica fue la idolatría de los israelitas. En ese horno de aflicción ellos fueron purgados de su amor por los ídolos, así que desde entonces no han caído en ese mal, aunque antes de eso lo habían hecho frecuentemente desde los días del éxodo. Por tanto, el punto de vista del capítulo 57 es pre-exílico. La gente de Judá había caído en las clases de idolatría más aborrecida, sacrificando sus propios niños en los altares de los dioses falsos (v. 5). Eso todavía se practica espiritualmente hoy día por aquellos que sacrifican sus hijos a Mammón y los placeres. Sin embargo, incrustada en este antecedente tan negro, hay una joya brillante: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (v. 15). El prerrequisito absoluto para el compañerismo con Dios es la humildad.

Esta sección del libro, como la anterior, termina con la expresión “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.” III.

LA GLORIA FUTURA DEL PUEBLO DE DIOS (capítulos 58—66)

El sufrimiento siempre precede a la gloria. Isaías sobresalió por cierto entre los profetas que “profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas” (I Pedro 1:10-11). Así que esta sección de la gloria futura sigue a la del Siervo Sufriente del Señor. Todavía es cierto que el verdadero cristiano debe, como su Señor, experimentar primero el sufrimiento antes de que pueda gozar la gloria. A.

EL AYUNO Y LA OBSERVANCIA DEL DIA DE REPOSO (capítulo 58)

1. El Ayuno (vrs. 1-12). El pueblo observaba la religión exteriormente, pero sus corazones estaban lejos de Dios. Ayunaban, pero lo hacían sólo en una forma legalista (vrs. 3-4). Como acertadamente se ha observado, la Biblia no dice “Orad y trabajad,” sino “Ayunad y Orad.” El único valor espiritual que hay en el ayuno consiste en la actitud del intenso deseo y sacrificio desinteresado que representa y produce. No hay beneficio en el ayuno si empleamos el tiempo como siempre en el trabajo y los placeres. Tiene valor sólo como un medio para la oración concentrada e ininterrumpida. El ayuno no es una manipulación mecánica de la Deidad para obtener los resultados que nosotros deseamos. Eso es magia, no verdadera religión. Nosotros no forzamos a Dios con nuestro ayuno, sino que podemos entonces rogarle con más humildad y vehemencia. Se indica que el verdadero ayuno (vrs. 5-7) consiste de una actitud adecuada de amabilidad, justicia, generosidad y atención propia al compañerismo de familia— “no te escondas de tu carne.” A veces es más fácil huir de la vida a la seclusión que enfrentarse a ella con un verdadero espíritu de amor semejante al de Cristo. El verdadero ayuno producirá luz, no oscuridad (vrs. 8-12). Acarreará gozo y buena salud (v. 8). Traerá los resultados deseados: seguridad de que Dios oye nuestra oración (v. 9). El producto más importante de la oración, la dirección divina, se nos garantiza: “Y Jehová te pastoreará siempre.” 2. La Observancia del Día de Reposo (vrs. 13-14). El día del Señor no es para trabajar o divertirse, sino para descansar y adorar. El verdadero cristiano no leerá literatura secular, ni escuchará o tendrá diversiones seculares en el domingo. Hay tantos libros buenos y espirituales para leer y tantas oportunidades para el servicio cristiano hacia otros, que no hay excusa para buscar nuestros propios “caminos” en el domingo. B.

EL PECADO Y LA SALVACION (capítulo 59)

1. El Pecado (vrs. 1-8). Los dos primeros versículos proclaman el principio importante de que la falta de salvación no se debe a la falta de poder de Dios— “no se ha acortado la mano de Jehová para salvar”—ni tampoco por falta de deseo—“ni se ha agravado su oído para oír”— sino más bien por causa del pecado del hombre— “Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros.” El pecado es lo único que separa al hombre de Dios. La profundidad del pecado se describe en términos muy vívidos en los versículos 38. Los últimos dos versículos se citan en Romanos 3:15-17 en una figura del hombre natural, apartado de Dios. 2. Confesión (vrs. 9-15). Consciente de sus pecados, Israel los confiesa a Dios. La confesión es siempre el camino que conduce del pecado a la salvación. 3. Salvación (vrs. 16-21). Aunque no había hombre que intercediera, Dios mismo obró la salvación. La confesión del pueblo preparó el camino para que El lo hiciera. Esta promesa se da para los que confían en El: “Porque vendrá el enemigo como río, mas el espíritu de Jehová levantará bandera contra él” (v. 19). C.

LAS BENDICIONES DE LA REDENCION (capítulos 60—61)

1. Un Evangelio de Alcance Mundial (cap. 60). En este capítulo el énfasis característico de Isaías en la universalidad de la redención se presenta más claramente. En el versículo tercero dice: “Y andarán las gentes (gentiles) a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.” Otra vez clama: “La fortaleza de las gentes (gentiles) haya venido a ti” (v. 5). El mismo pensamiento se repite en el versículo 11. En otras palabras, la salvación de Israel resultaría en la bendición espiritual para todo el mundo. Naturalmente, esta profecía ha tenido su cumplimiento solamente en Cristo y en la salvación que El ha provisto para todo el mundo. Las bendiciones derramadas sobre los judíos en tal abundancia y medida en el día del Pentecostés, pronto alcanzaron a todo el Imperio Romano. Dios prometió que la luz de su presencia nunca se apagaría (vrs. 1922). 2. Las Bendiciones de la Salvación (cap. 61). El versículo primero y el principio del segundo fueron citados por Cristo en la sinagoga en Nazaret declarando que se cumplían en El (Lucas 4:16-21). Son otra descripción del Siervo del Señor. Cristo se detuvo en el “año de la buena voluntad de Jehová” porque eso describía la salvación que El proveía en su primera venida. El “día de venganza de nuestro Dios” se refiere a la Segunda Venida. El plan y propósito de Dios era que todos los hijos de Israel fueran “sacerdotes de Jehová” y “ministros del Dios nuestro” (v. 6), y trajeran las bendiciones del cielo a todos

los habitantes de la tierra. Pero ellos fallaron en su misión, excepto en proveer el Antiguo Testamento y el Mesías. Fue Cristo, el Siervo individual del Señor, quien vino a ser el medio de salvación para todo el mundo. D.

LA SALVACION DE ISRAEL (62:1—63:6)

1. Jerusalén Restaurada (62:1-9). Dios promete que no descansará sino hasta que Jerusalén brille como una luz resplandeciente vista por todos los gentiles. Ella será “corona de gloria en la mano del Señor” (v. 3). Jerusalén había sido como una viuda “desamparada,” su tierra en “asolamiento.” Pero sería llamada Hephzibah—”mi deleite está en ella”— y su tierra, Beulah— “casada” (v. 4). Se exhorta al pueblo a orar para que Jerusalén sea hecha una “alabanza en la tierra” (v. 7). 2. La Gente Santa (62:10-12). Cuando un camino se haya construido (véase 40:3) Dios vendrá rápidamente en salvación. Entonces su pueblo será llamado “Pueblo Santo, Redimidos de Jehová,” y Jerusalén será llamada “Ciudad Buscada, y no desamparada” (v. 12). 3. El Día de Venganza (63:1-6). Los tres primeros versículos de este capítulo a menudo se usan como la base para sermones evangelísticos sobre la muerte de Cristo, cuyos vestidos están manchados con su propia sangre, derramada por la salvación de los pecadores. Pero aun la lectura superficial del pasaje, nos muestra que esta referencia es acerca de la destrucción de los enemigos de Dios. Es la sangre de ellos, no la de Cristo, la que se derrama. Este pasaje se aplica a la Segunda Venida de Cristo para juzgar, no a la primera en sacrificio. E.

LA ORACION DE ISRAEL (63:7—64:12)

1. Un Llamamiento al Pasado (63: 7-19). Los “siervos” de oración (v. 17) del Señor llaman la atención a su trato maravilloso con el pueblo de Israel bajo la dirección de Moisés (vrs. 11-14). Así como El había redimido a su pueblo de la esclavitud egipcia, también los debía restaurar de la cautividad babilónica. El punto de vista aquí es definitivamente el del exilio. Las tribus necesitan ser retornadas (v. 17), pues “nuestros enemigos han hollado el santuario” (v. 18). Los versículos diez y once son de especial interés puesto que son el único lugar en el Antiguo Testamento donde la expresión “Espíritu Santo” se usa como el Espíritu de Dios, excepto Salmos 51:11. 2. Una Petición Para el Presente (cap. 64). A menudo las palabras del primer versículo se han repetido por aquellos que han sentido carga por un avivamiento: “¡Oh si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes...!” Y el versículo cuatro ha engendrado muchas veces fe para bendiciones superiores a cualquier cosa esperada.

La figura del alfarero y el barro (v. 8) siempre ha tenido su atractivo. Jeremías desarrolla más vívidamente la figura, que sólo se menciona aquí. El punto de vista de la cautividad babilónica parece indicarse muy claramente en los versículos 10 y 11: “Sión es un desierto, Jerusalén una soledad. La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria (el templo de Salomón), en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego.” La invasión asiria de los días de Isaías (siglo octavo A.C.) había causado mucha desolación a Judá. Pero el templo quemado—eso parece requerir la destrucción de Jerusalén por los babilonios en el año 586 A.C. Para muchos eruditos del Antiguo Testamento, eso fija la fecha para el “Segundo Isaías” (capítulos 40—66). Pero aquellos que aceptan la inspiración sobrenatural no tienen dificultad en creer que el profeta pudo proyectarse a sí mismo en espíritu, a través de dos siglos hasta los tiempos de la cautividad. El asunto básico en esta cuestión es el creer o no creer en la inspiración divina. Sin embargo, debemos insistir en que suponiendo que pusiéramos los escritos del “Deutero-Isaías” en el siglo sexto, todavía quedan rasgos de visiones claras que penetran el futuro desconocido, y que no pueden explicarse sobre una base meramente humana. F.

LA RESPUESTA DE DIOS (capítulos 65—66)

1. Un Pueblo Rebelde (65:1-16). “Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde” (v. 2). En vez de oír a Jehová, se están hundiendo más profundamente en la idolatría (vrs. 3-4). Y todavía dicen “soy más santo que tú” (v. 5). Pero hay un remanente fiel (vrs. 8-10). Son llamados “mis escogidos,” y “mis siervos” (v. 9). Dios dará su tierra “a mi pueblo que me buscó” (v. 10). Los rebeldes, sin embargo, serán muertos. No sólo no buscaron a Dios, sino que rehusaron responder cuando El les buscó (v. 12). Sus “siervos” serán protegidos, pero ellos sufrirán castigo (vrs. 13-15). 2. Nuevos Cielos y Nueva Tierra (65: 17-25). La edad mesiánica se describe como un tiempo de regocijo y de longevidad de vida (vrs. 18-20), de prosperidad y paz (vrs. 21.25). Los humildes y los obedientes pueden reclamar la promesa: “Antes que clamen responderé yo; aun estando ellos hablando, yo habré oído (v. 24). El versículo 25 es un breve eco de la descripción más completa que hallamos en 11:6-9, cuando aun las bestias feroces no dañarán a ninguna otra criatura. Este lenguaje debe considerarse como un símbolo de la experiencia espiritual del cristiano santificado en nuestros días. Hasta qué grado será literal el cumplimiento de esta profecía durante el reino milenial sobre la tierra, tendremos que esperar para saberlo. Mientras tanto, lo principal es saber que el reino de Cristo se ha establecido completamente en nuestros corazones. Sólo

mediante una completa consagración a su voluntad podremos nosotros gozar estas bendiciones ahora. 3. Mensaje Final de Consuelo (cap. 66). La clave de este capítulo final la encontramos en el versículo 13: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros.” El amor divino se expresa así en términos muy tiernos. Pero este consuelo se promete a aquel “que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (v. 2). La pregunta “¿nacerá una nación de una vez?” (v. 8) recibió una respuesta pasmosa el 15 de mayo de 1948, cuando la nueva nación de Israel súbitamente y sin que nadie lo esperara volvió a surgir, después de casi exactamente dos mil años de una existencia no independiente (desde el año 63 A.C.). De seguro que todo está listo, como nunca antes en esta era, para la Segunda Venida de Cristo. Pero la bendición futura para el pueblo de Dios en “los cielos nuevos y la nueva tierra” (v. 22), con “toda carne” adorándole a El (v. 23), debe ser inevitablemente acompañada por el castigo de los malos. Las terribles palabras del último versículo de Isaías—“su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará”—fueron repetidas por Cristo en su advertencia del fuego de la Gehenna (Marcos 9:48).

CAPITULO TRES EL PROFETA LLORON Jeremías 1—25 Nombre: Significa “a quien Jehová ha designado.” Ciudad Natal: Anathoth, cerca de tres millas al noreste de Jerusalén. Fecha de su Ministerio: 626-586 A.C. Lugar de su Ministerio: El Reino del Sur o Judá. División del Libro: I.

Profecías Concernientes a Judá (capítulos 1—25)

II.

Vida Personal del Profeta (capítulos 26—45)

III.

Profecías Concernientes a las Naciones Extranjeras (capítulos 46—

IV.

Apéndice Histórico (capítulo 52)

51)

Versículos para memorizar: 6:16; 10:23; 17:7, 9; 29:13; 33:3 INTRODUCCION El profeta Jeremías es uno de los personajes más peculiares del Antiguo Testamento. Sabemos más acerca de su personalidad que la de cualquier otro profeta. Tan pronunciada es que se le conoce universalmente como “el profeta llorón.” Hay varios pasajes en el libro que sostienen esta descripción. Entre ellos sobresale 9: 1—“¡Oh si mi cabeza se tornase aguas, y mis ojos fuentes de aguas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” La costumbre tradicional de adjudicar a Jeremías el libro de Las Lamentaciones ha servido para confirmar esta característica. Fue el triste destino de este profeta contemplar la caída de su pueblo. Tuvo que ver a su pueblo eclipsarse sin poder hacer nada para evitarlo. El tuvo la triste e indeseable tarea de anunciar la caída de la nación y la destrucción de su capital. En tres oportunidades se le ordenó: “No ores por este pueblo” (7: 16; 11: 14; 14: 11). ¿Qué misión más triste podría tener un profeta? El ministerio profético de Jeremías coincidió con los postreros días del reino de Judá. Durante el reinado de sus últimos cinco reyes, el profeta suplicó en vano el arrepentimiento que solamente podía salvar a la nación y evitar su caída. Ante sus ojos llorosos Jerusalén fue destruida y Judá fue llevada al cautiverio. Aunque Jeremías fue un profeta inspirado del Espíritu, fue también intensamente humano. Las frecuentes notas autobiográficas en su libro, revelan una personalidad muy sensitiva a las actitudes de aquellos que le rodeaban. Esta no fue señal de un carácter débil, porque lo mismo notamos en las epístolas de Pablo. Por el contrario, indican que él estaba despierto y alerta. Jeremías fue el profeta más perseguido. Vez tras vez leemos que era castigado o puesto en prisión. Sacerdotes y profetas, los príncipes y el pueblo— todos se volvieron en su contra. Quizá en ocasiones le haya parecido a él que se trataba de Jeremías contra todo el mundo. Sólo Dios estuvo con él. I. A.

EL LLAMADO DEL PROFETA (capítulo 1) EL ENCABEZADO (versículos 1-3)

En cada uno de los doce Profetas Menores el primer versículo compone el encabezado. (El versículo primero de Abdías debiera ser dividido). Esto es verdad también en relación con Isaías. Pero en el caso de Jeremías y Ezequiel, el encabezado comprende los tres primeros versículos. Jeremías es identificado como un profeta que vivía en Anathoth. Esta villa sacerdotal (Josué 21: 18) era un suburbio del norte de Jerusalén. Esta última,

Jerusalén, originalmente estaba en “la tierra de Benjamín,” con las fronteras de su tribu alcanzando hasta el Valle de Hinnom, al sur de Jerusalén. Pero David la había escogido como su capital (II Samuel 5:6-9), y desde entonces se contó con Judá. Tres reyes se mencionan aquí: Josías, Joacím y Sedequías. El primero reinó desde por el 638 hasta el 608 A.C. “El año décimotercio de su reino” sería entonces el 626 A.C. Joacím y Sedequías, reinaron durante once años cada uno. Entre Josías y Joacím, y entre Joacím y Sedequías, un rey reinó durante tres meses. Estos dos no se mencionan aquí. El reinado de Sedequías terminó con “la cautividad de Jerusalén” (v. 3) en el año 586 A.C. Como en el caso de Isaías, el ministerio activo de Jeremías duró cuarenta años. B.

EL LLAMAMIENTO (versículos 4-10)

A Jeremías se le notificó que había sido santificado (apartado) antes de su nacimiento y ordenado “por profeta a las gentes” (v. 5). Su ministerio alcanzaría más allá de Judá. La reacción del joven profeta fue inmediata y enérgica: “¡Ah! ¡ah! ¡Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (v. 6). Este versículo no apoya la idea de “niños predicadores” de seis u ocho años de edad. Jeremías tenía probablemente veinte años de edad. Los levitas no debían ministrar sino hasta que tuvieran treinta años de edad (Números 4:3), y Jeremías sabía que no había alcanzado la edad normal para su ministerio público. Todavía era un “niño.” El ministerio de Jeremías era “para arrancar y para destruir, y para arruinar y para derribar, y para edificar y para plantar” (v. 10). El terreno debe ser limpiado antes de que una nueva estructura se levante. Todavía es así en la predicación evangelística. C.

DOS VISIONES (versículos 11-16)

1. Una Vara de Almendro (vrs. 11-12). Esta simbolizaba el hecho de que Dios iba a castigar a su pueblo pronto. “El árbol de almendro es el primero que despierta en la primavera; así Jehová es como uno que despierta, levantándose para juzgar.” 2. Una Olla Hirviendo (vrs. 13-16). Esta visión significaba que el juicio vendría desde el norte. Puesto que los invasores provenientes desde el área mesopotámica venían por el Creciente Fértil, prácticamente arribaban a Palestina por el norte. Así que esto podía aplicarse a Babilonia. D.

LA NECESIDAD DE TENER VALOR (versículo 17)

A Jeremías se le advirtió que su predicación se enfrentaría con ruda

oposición. Pero Dios sería con él. El profeta debería tener valor para enfrentarse a la gente. II.

LA TRAICION DE JUDA (capítulos 2—6) A.

PECADOS GEMELOS (2:1—3:5)

1. Dejando a Dios (2:1-13). El versículo 13 une las dos partes del capítulo dos: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme a mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen agua.” Ellos habían dejado a Dios para buscar alianzas extranjeras que no les podían ayudar. En la primera parte del capítulo, se les acusa de idolatría. Han cambiado al verdadero Dios, quien milagrosamente les libertó de la esclavitud egipcia (v. 6), por los dioses falsos de los paganos (v. 11). Fue un mal negocio. 2. Buscando Alianzas Extranjeras (2: 14—3:5). En vez de confiar en Dios, el pueblo de Judá se volvía al sur, a Egipto, o al norte, a Asiria (2: 18). “El río” en el Antiguo Testamento generalmente se refiere al Eufrates, en la vecindad del cual Asiria estaba ubicada. Judá rechazaba “la fuente de agua viva,” para beber de estos ríos. El hombre no puede lavar sus propios pecados, no importa qué tan fuertemente trate de hacerlo (2:22). La idolatría era el pecado dominante de Israel. Salomón había introducido la adoración de Baal (2:8), el principal Dios de los fenicios. El plural masculino “Baales” (2:23) se usa a menudo para referirse a los dioses masculinos en general, mientras que Astarot (plural femenino) se refiere a las diosas. Tan prevaleciente había llegado a ser la idolatría, que el profeta podía decir: “según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses” (2:28). Asiria no les había ayudado (véase Isaías). Ahora se estaban volviendo a Egipto. Jeremías pregunta en medio de la desesperación: “¿Para qué discurres tanto, mudando tus caminos? También serás avergonzada de Egipto, como fuiste avergonzada de Asiria” (2:36). La volubilidad de Judá era patética. La idolatría se compara con la fornicación (3:1-5; véase 2:20). Oseas también había acusado a Israel de adulterio espiritual. B.

LA REBELDE JUDA (3:6—4:2)

1. Judá Peor que Israel (3:6-11). Esta sección registra el segundo mensaje profético, dado “en días del rey Josías” (v. 6). Evidentemente, la reforma nacional instituida por Josías después del descubrimiento de la ley en el templo (II Reyes 22—23), había sido superficial. Judá es acusada de no haberse vuelto al Señor “de todo su corazón, sino mentirosamente” (v. 10). Aunque tenía delante de ella la advertencia del fracaso que había venido al Reino del Norte, o Israel, cien

años antes (en el año 722 A.C.), continuaba en su idolatría (fornicación, v. 8). En relación a Israel, es llamada dos veces “la rebelde... Judá” (vrs. 7-8). El Señor declara por medio de su profeta: “Justificado ha su alma la rebelde Israel en comparación de la desleal Judá” (v. 11). 2. Un Llamado al Rebelde Israel (3: 12—4: 2). Al profeta se le ordena ir y clamar “estas palabras hacia el aquilón” (Israel). La invitación es dada al remanente allí—los que no han ido a la cautividad—para que vuelvan al Señor (3: 12). Si reconocieran su pecado, El sería misericordioso con ellos (3: 13). La lección de esta sentencia es que la confesión trae perdón. C.

EL DIA DEL SEÑOR (4:3-31)

1. Un Llamado al Arrepentimiento (vrs. 3-4). Una vez más el profeta se vuelve a Jerusalén y Judá. Su clamor es: “Haced barbecho.” El suelo duro e incultivable de sus corazones necesitaba ser arado con oración y rastrillado con arrepentimiento. 2. El Látigo del Norte (vrs. 5-18). La olla hirviendo (1: 13) está a punto de derramar su furia desde el norte en “quebrantamiento grande” (v. 6). Sería una invasión espantosa: “He aquí que subirá como nube, y su carro como torbellino; más ligeros con sus caballos que las águilas” (v. 13). La única esperanza de escapar es apartándose del pecado (v. 14). El castigo sobre Judá es justo: “Tu camino y tus obras te hicieron esto” (v. 18). 3. Destrucción Total (vrs. 19-31). Este pasaje contiene una de las descripciones más vívidas de gran destrucción que se encuentren en la Biblia. La expresión “asolada y vacía” se encuentra sólo aquí (v. 23) y en Génesis 1:2, donde se describe el primer caos. El efecto de este cuadro terrible en Jeremías fue una profunda agonía de corazón (v. 19). El verdadero profeta siempre paga el precio del sufrimiento debido a los pecados del pueblo. D.

SE NECESITA UN HOMBRE (capítulo 5)

Este ha sido llamado a veces “El Capítulo de Diógenes.” Así como este filósofo griego caminaba por las calles de Atenas durante el día con una linterna encendida, buscando un hombre honesto, al profeta se le ordenó buscar por las calles de Jerusalén un hombre íntegro. Si él encontraba uno, Dios perdonaría a la ciudad. Pero Israel y Judá “resueltamente se rebelaron” en contra del Señor (v. 11). Rechazaron sus advertencias, declarando que el mal no les alcanzaría (v. 12). Como respuesta, Dios repitió la amenaza de la invasión (v. 15). Esta vendría a causa de la idolatría de ellos (v. 19). Luego viene este lamentoso clamor: “Vuestras iniquidades han estorbado estas cosas; y vuestros pecados apartaron de nosotros el bien” (v. 25). Cada pecador se engaña a sí mismo.

E.

LA PROFUNDIDAD DEL PECADO DE JUDA (capítulo 6)

A los hijos de Benjamín que vivían en Jerusalén se les ordenó huir hacia el sur, a Tecoa, una villa de pastores, a doce millas al sureste de la capital, donde el profeta Amós había vivido. Un fuego se encendería como señal sobre la sierra de Beth-haccherem, para guiarles; “porque del aquilón se ha visto mal, y quebrantamiento grande” (v. 1). La abundancia del pecado de Judá se describe así: “Como la fuente nunca cesa de manar sus aguas, así nunca cesa de manar su malicia” (v. 7). Toda la gente, aun los sacerdotes y los profetas, son malos (v. 13). Los profetas, como falsos doctores, “curan el quebrantamiento de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo, Paz, paz; y no hay paz” (v. 14). Mientras Jeremías clamaba “¡Guerra!” (vrs. 4-6), los profetas falsos calmaban al pueblo diciendo, “Paz.” “Ni aun saben tener vergüenza” (v. 15; véase 8: 12) expresa la actitud temeraria de la gente, tan a menudo reflejada hoy día. Jeremías les rogó que preguntaran “por las sendas antiguas” (v. 16), pero ellos rehusaron. Por tanto serían llamados “plata desechada,” porque Dios les había rechazado (v. 30). III.

CONFIANZA FALSA EN EL TEMPLO (capítulos 7—10) A.

EL SERMON DEL TEMPLO (7:1—8:3)

El primer versículo de esta sección indica que un mensaje nuevo e importante está a punto de presentarse. Al profeta se le ordena dar este sermón “a la puerta de la casa de Jehová.” Se informa al pueblo que lo único que le salvará de la destrucción es un arrepentimiento genuino: “Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar” (v. 3). No es demasiado tarde para evitar la cautividad. La gente de Jerusalén tenía un sentido falso de seguridad por el hecho de que el templo estaba allí (v. 4). Puesto que éste era inviolable, la ciudad estaba a salvo. Pero Jeremías les advierte que el primer altar sagrado en Silo estaba ahora en ruinas (v. 12). La misma destrucción llegaría al templo (v. 14). La gente de Judá iría al cautiverio como Israel había ido (v. 15). Dios ordena a Jeremías no orar por ellos porque El no le oiría (v. 16). Los versículos 22 y 23 son un comentario excelente de las palabras de Samuel “El obedecer es mejor que los sacrificios (I Samuel 15: 22). Jeremías predicaba una religión espiritual en vez de una formal. La gente en los días de Jeremías, era, en un sentido muy peculiar, “la nación de su ira” (v. 29). Eran ellos quienes serían echados de su tierra. Pero su castigo iba de acuerdo con su maldad. Habían levantado ídolos en la casa misma de Dios (v. 30). Habían descen-

dido a la profundidad de la idolatría, ofreciendo sus propios niños en el fuego de Moloch. El Valle de Hinnom al sur de Jerusalén, donde esto sucedía, vendría a ser un “Valle de Matanza” (vrs. 31-33). “Su santuario se convertiría en su cementerio.” B.

DESOBEDIENCIA E IDOLATRIA (8:4—10:25)

1. Rebeldía Perpetua (8:4-9). La gente de Jerusalén estaba deslizándose constantemente hacia atrás, hacia el borde del abismo. A pesar de todo lo que el profeta pudiera hacer, ellos no querían “volverse” (v. 5). 2. Doctores Falsos (8:10-22). Una vez más el Señor dice: “curaron el quebrantamiento de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz: y no hay paz” (v. 11). Y luego pregunta: “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿no hay allí médico? ¿Por qué pues no hubo medicina para la hija de mi pueblo?” (v. 22). 3. El Profeta Llorón (9: 1-8). El profeta se siente embargado por el sufrimiento al ver que el pueblo se está acarreando a sí mismo tal sufrimiento por causa de su pecado. El pecado principal de ellos es el engaño (vrs. 3-8). 4. Un Dios Ofendido (9:9-26). Jerusalén y Judá serían puestas en asolamiento (v. 11). Sus habitantes serían esparcidos entre las naciones (v. 16). La verdadera sabiduría consiste en conocer a Dios (v. 24). 5. La Insensatez de la Idolatría (cap. 10). Casi en cada capítulo el pueblo de Judá es acusado de adoración idólatra de los dioses paganos. Pero este es uno de los pasajes más largos sobre la impotencia de los ídolos en contraste con la omnipotencia de Jehová (vrs. 2-16). La sección termina con otra predicción de la invasión del norte, la cual vendrá “para tornar en soledad todas las ciudades de Judá, en morada de culebras” (v. 22). Las nubes de la guerra se mueven muy bajas durante todo el ministerio de Jeremías. IV.

EL PACTO DE DIOS (capítulos 11—12)

Es probable que la mención que se hace aquí del pacto de Dios con Israel, se refiera al hallazgo del libro de la ley en el templo, que resultó en la reforma religiosa de Josías en el año 621 A.C. Así que esta profecía debe haberse pronunciado cerca del principio del ministerio de Jeremías. A.

UN PACTO QUEBRANTADO (11: 1-10)

En el Monte Sinaí, Dios hizo con su pueblo el pacto de darles la Tierra Prometida (v. 5). Pero ellos habían quebrantado el pacto (v. 10) y por tanto habían perdido el derecho a vivir en Canaán. B.

DEMASIADO TARDE PARA ORAR (11: 11-17)

Por segunda vez Dios ordena a Jeremías no orar por el pueblo. Ellos habían rehusado oírle, así que El rehusaría oír sus oraciones en los momentos de dificultad (11:14). C.

LA CONSPIRACION EN CONTRA DE JEREMIAS (11: 18-23)

Los hombres de Anathoth, su pueblo natal, tramaron un complot secreto en contra de Jeremías. El profeta era como un cordero conducido al matadero hasta que Dios le reveló los planes de los conspiradores. No pasaría mucho tiempo sin que ellos fueran sorprendidos por la invasión de Jerusalén y fueran destruidos. D.

LA PROSPERIDAD DE LOS IMPIOS (12: 1-6)

El problema que afrontaba Jeremías es un problema antiguo: “¿Por qué es prosperado el camino de los impíos?” El profeta ruega que se le dé permiso para discutir el asunto con Dios (v. 1). La respuesta de Dios se da en el lenguaje simbólico del versículo 5: “Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz estabas quieto, ¿cómo harás en la hinchazón del Jordán?” El problema de Jeremías era cómo competir con otros corredores. ¿Cómo podría competir en contra de los caballos? esto es, ¿cómo podría afrontar verdaderas dificultades? Si en el campo raso y tranquilo se fatigaba, ¿qué haría él en la jungla enmarañada y sin caminos del Jordán—las dificultades más serias que le esperaban en el futuro? La conspiración de los hombres de Anathoth era nada en comparación con las que habrían de venir. E.

EL LAMENTO DIVINO (12:7-17)

Al par que Jehová contemplaba la triste caída de su pueblo, se expresa a sí mismo por medio de su profeta en estas dolientes palabras. Se había visto obligado a apartarse de su casa y de su heredad. V.

CINCO ADVERTENCIAS (capítulo 13) A.

EL CINTO PODRIDO (vrs. 1-11)

Una de las características sobresalientes del ministerio de Jeremías fue la de las parábolas expresadas mediante ciertas acciones. Dios ordenó al profeta comprarse un cinto de lino, usarlo, y luego esconderlo en el agujero de una roca en el “Eufrates.” (Difícilmente podría referirse al río Eufrates, el cual está a doscientas cincuenta millas de ese lugar; probablemente la referencia fuera a un pueblo pequeño a tres millas de distancia con el mismo nombre hebreo). Cuando Jeremías volvió a buscar el cinto, éste se había podrido y no servía para nada. El cinto era un símbolo de Israel y Judá, a quienes Jehová había tomado para sí, pero ahora “para ninguna cosa” eran “buenos” (v. 10). B.

LOS ODRES HENCHIDOS DE VINO (versículos 12-14)

Dios dijo que todos los odres serían henchidos de vino. La gente, interpretando esto como prosperidad, estuvo de acuerdo. Pero el significado divino era que la gente estaría tan borracha que no podría defenderse a sí misma. Serían lanzados unos contra otros como vasijas de barro hechas pedazos. C.

EL ORGULLO DEL PUEBLO (versículos 15-17)

El orgullo siempre precede a la destrucción (véase Proverbios 16: 18). Esta fue una de las causas principales de la caída de Judá. D.

EL ORGULLO REAL (versículos 18-20)

Al rey y la reina—quizá Joacím y su madre (597 A.C.) —se les ordenó que se humillaran. Su reino sería destruido por la invasión que alcanzaría hasta las ciudades del Neguev. E.

EL PECADO INCAMBIABLE (versículos 21-27)

Judá no podía dejar su pecado más de lo que los etíopes podían cambiar su piel obscura o el leopardo sus manchas (v. 23). Sólo Dios podía limpiar a Jerusalén, y ella rehusó ser limpiada. VI.

LOS SIMBOLOS DE LA CAIDA (capítulos 14—21) A.

LA SEQUIA (capítulos 14—15)

La sequía es una de las calamidades más grandes en el Oriente, donde puede ser la causa de inanición entre las masas. En los Estados Unidos las sequías han causado pobreza, pero el sufrimiento ha sido limitado. Sin embargo, la descripción en 14: 1-6 de que “no había hierba” para el alimento de los animales, puede ser familiar para algunos. A pesar de la advertencia por medio de la sequía— la cual era sólo un símbolo de la destrucción que se aproximaba—los falsos profetas decían a la gente que no habría espada ni hambre (14: 13). Una vez más captamos un vislumbre del profeta llorón: “Córranse mis ojos en lágrimas noche y día” (14: 17). La seriedad del pecado de Judá se indica muy claramente por la afirmación del Señor: “Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, mi voluntad no será con este pueblo: échalos de delante de mí, y salgan” (15: 1). Estos dos—los intercesores más notables del Antiguo Testamento—no hubieran podido evitar con sus intercesiones que el castigo de Dios descendiera sobre Judá y Jerusalén. Una de las causas principales de la cautividad babilónica fue el reinado malvado del hijo de Ezequías, Manasés (15:4), quien condujo a la nación a una idolatría espantosa (II Reyes 21: 1-18). Puesto que el pueblo se apartó de Dios, Dios se apartó de ellos.

Jeremías lamentaba el hecho de que él había nacido un “¡... hombre de contienda y hombre de discordia a toda la tierra!” A pesar de que no se había visto envuelto en préstamos de dinero—una de las causas prevalentes de disensión—todos le maldecían (15: 10). Pero él encontró consuelo en la Palabra de Dios: “Halláronse tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (15: 16). Una vez más, como en su llamado inicial (1: 17-19), a Jeremías se le advierte que tendrá que afrontar fiera oposición (15:20). Pero también una vez más se le promete protección y liberación. B.

EL CELIBATO DEL PROFETA (capítulo 16)

Dios ordenó a Jeremías que no tomara una esposa (v. 2). Su celibato sería una señal de los horrores que vendrían a las esposas y los niños en la destrucción que se aproximaba. También le fue prohibido entrar a la casa de luto (v. 5) y a la casa de convite (v. 8). Lo primero era un símbolo de que los que perecieran no serían llorados. Lo segundo, por supuesto, significaba que el gozo y la alegría pronto cesarían en la cautividad. Cuando la gente preguntara porqué serían castigados tan severamente (v. 10), el profeta debería decirles que era porque habían dejado a Jehová para adorar otros dioses (v. 11). La idolatría fue la causa principal de la cautividad babilónica. Allí ellos se hartarían de idolatría (v. 13), hasta que fueran curados para siempre. Ese fue el resultado sobresaliente del exilio. C.

LO INDELEBLE DEL PECADO DE JUDA (17: 1-18)

“El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro, y con punta de diamante” (v. 1) —Dios describe así lo indeleble del pecado de su pueblo. Por causa de esto la caída de Judá era inevitable. “Maldito el varón que confía en el hombre” (v. 5), era otra advertencia en contra de alianzas con extranjeros. “Bendito el varón que se fía en Jehová” (v. 7), era un llamado para depender sólo en El. El lenguaje del versículo 8 es muy semejante al de Salmos 1:3. Jeremías tenía sobrada razón para llorar: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (v. 9). La única respuesta es: “Yo Jehová, que escudriño el corazón” (v. 10). Una persona no puede conocer ni aun su propio corazón sino hasta que el Espíritu de Dios se lo revele. D.

LA VIOLACION DEL DIA DE REPOSO (17:19-27)

A Jeremías se le ordena actuar como centinela en todas las puertas de Jerusalén para advertir a la gente que no lleve cargas en día sábado. Si ellos escucharan su mensaje,

la prosperidad y la paz de la ciudad estarían garantizadas. Si ellos rehusaban obedecer, la ciudad sería destruida por fuego. Esto último tuvo lugar en el año 586 A.C. E.

EL VASO DE BARRO RAJADO (capítulo 18)

Obedeciendo al mandato de Dios, Jeremías descendió a la casa del alfarero. Mientras él observaba, un vaso de barro se quebró en las manos del alfarero, pero éste lo volvió a hacer de nuevo. Por medio de esta ilustración Jeremías recibió un mensaje para sus oyentes: aunque ellos habían sido quebrantados por causa de su desobediencia, por medio del arrepentimiento podían volver a ser modelados de acuerdo a los planes de Dios. Lo mismo, por supuesto, se aplica al individuo. Una vez más el profeta se enfrenta a la oposición. La gente decía: “Venid, y tracemos maquinaciones contra Jeremías;... Venid e hirámoslo de lengua, y no miremos a todas sus palabras” (v. 18). F.

EL VASO DE BARRO QUEBRADO (capítulo 19)

Dios ordenó al profeta que tomara un vaso de barro, llevara algunos de los ancianos y de los sacerdotes al Valle de Hinnom, y allí quebrara el vaso delante de sus ojos (v. 10). Luego tenía que decirles que así Dios quebrantaría a Judá y a Jerusalén (v. 11). Una vez más él predice que el Valle de Hinnom se convertiría en el Valle de la Matanza (v. 6). G.

PASHUR, EL SACERDOTE (capítulo 20)

No era nada nuevo para el profeta ponerse en conflicto con los sacerdotes. Pero Pashur, el gobernador principal de la casa del Señor, era perverso en extremo. Castigó a Jeremías y lo puso en el cepo que estaba cerca del templo (v. 2), donde todo el pueblo pudiera ver su desgracia. Cuando Pashur puso al profeta en libertad el día siguiente, Jeremías tenía unas palabras muy significativas que decirle. Hizo la predicción más definida que hubiera hecho hasta entonces: “A todo Judá entregaré en manos del rey de Babilonia, y los trasportará a Babilonia” (v. 4). Dio por entendido que Pashur y su familia serían llevados a Babilonia y morirían allá. Luego viene uno de los frecuentes pasajes autobiográficos del libro (vrs. 7-18). Jeremías se queja de ser escarnecido cada día, diciendo que todo el mundo se burla de él (v. 7). Decidió no hablar más en el nombre del Señor, “empero fue en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo y no pude” (v. 9). Mientras tanto sus amigos estaban observándolo, esperando la oportunidad para atraparle y vengarse por causa de su predicación (v. 10). Pero él tenía la seguridad de que Dios estaba con él “como poderoso gigante” (v. 11). Alabó al Señor (v. 13), pero en su próxima frase maldijo el día de su nacimiento (v. 14). En esto nos recuerda a Job (3:1-

10). H.

EL SITIO BABILONICO (capítulo 21)

Esta profecía nos conduce hacia el fin del ministerio de Jeremías. El sitio de Jerusalén había comenzado ya (v. 4). Sedequías, el último rey de Judá, envió mensajeros para pedir a Jeremías que orara para que Nabucodonosor se retirara de Jerusalén. Pero el profeta le contestó que Dios estaría peleando del lado de los babilonios (vrs. 4.6). Luego predice que tanto el rey como el pueblo serían llevados cautivos por Nabucodonosor (v. 7). Jeremías presenta entonces el asunto claramente: “He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte” (v. 8). Los que quedaran en la ciudad perecerían por medio de la espada, el hambre o las pestilencias. Los que se entregaran a los babilonios vivirían (v. 9), porque el rey de Babilonia tomaría la ciudad y la quemaría (v. 10). Por supuesto, esto parecía una traición. VII.

LOS ULTIMOS REYES Y PROFETAS DE JUDA (capítulos 22—25) A.

LOS REYES (capítulo 22)

1. Introducción (vrs. 1-9). Dios ordenó a Jeremías que fuera a la casa del rey de Judá para dar un mensaje. Es una exhortación general a reinar justamente, con la seguridad de que el resultado será la continuación de la dinastía de David en el poder. El rehusar obedecer significaría la destrucción de Jerusalén (vrs. 8-9). 2. Joachaz (vrs. 10-12). La orden era: “No lloréis al muerto” o sea a Josías, quien había sido muerto por Faraón Necao en Megido en el año 608 A.C. Más bien debían llorar por Joachaz—llamado aquí Sallum—quien después de un reinado de sólo tres meses fue llevado a Egipto y murió allá en el exilio. 3. Joacím (vrs. 13-23). Este rey reinó por espacio de once años. Fue malo, ambicioso (v. 13), y orgulloso (v. 14). Su padre, Josías, había sido bueno (vrs. 15-16). Así que Dios no proclama luto para él (v. 18), sino sepultura de asno—sin funeral (v. 19). 4. Joachin (vrs. 24-30). Este rey—llamado aquí Conías—sucedió a Joacím pero reinó sólo tres meses. Luego fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor (597 A.C.). Treinta y siete años más tarde fue puesto en libertad. B.

LOS PROFETAS (capítulo 23)

1. Pastores del Rebaño (vrs. 1-8). Hay cierta duda aquí acerca del término “pastores,” si se refiere a reyes o a profetas. El título puede aplicarse a ambos. Quizá la razón principal para interpretarse como refiriéndose a reyes sea la promesa de que Dios levantará de la línea de David “renuevo justo,” el cual será llamado “Jehová, Justicia Nuestra.” El pasaje es claramente Mesiánico.

2. Profetas Falsos (vrs. 9-40). Jeremías expresa en un lenguaje bastante fuerte su profunda inquietud por los profetas falsos. Su corazón está quebrantado, sus huesos tiemblan, y se siente como un borracho (v. 9). La vida religiosa de Judá estaba en un nivel muy bajo cuando “así el profeta como el sacerdote son fingidos” (v. 11). Los profetas de Samaria habían guiado al Reino del Norte, o Israel, a la adoración de Baal (v. 13). Los profetas de Jerusalén cometieron adulterio, dijeron mentiras, y animaron a los malhechores. Ante los ojos de Dios ellos eran como Sodoma y Gomorra (v. 14). Habían profanado toda la tierra (v. 15), y todavía estaban prediciendo paz (v. 17). Dios no los había enviado (v. 21). El se oponía a que usaran la expresión “carga de Jehová” (vrs. 33-40), pues su uso pertenecía sólo a los mensajes divinos dados por medio de los profetas verdaderos. C.

HIGOS BUENOS E HIGOS MALOS (capítulo 24)

Después de que Nabucodonosor hubo llevado a Joaquín—llamado aquí Jechonías—cautivo a Babilonia en el año 597 A.C., juntamente con los príncipes y los obreros especializados, Jeremías tuvo otra visión simbólica. Vio dos canastas de higos, una con higos muy buenos y la otra con higos muy malos. Se le dijo que los higos buenos representaban aquellos que ya habían sido llevados al cautiverio, los cuales se volverían a Dios (vrs. 5-7). Los higos malos representaban a Sedequías y la gente de Jerusalén, juntamente con aquellos que ya habían ido a Egipto (v. 8). Acerca de estos últimos no sabemos nada definido, aunque parece que habían sido llevados por Faraón Necao, juntamente con Joachaz. Aquellos que estaban representados por los higos malos serían esparcidos y destruidos (vrs. 9-10). D.

LA VISION DEL FIN (capítulo 25)

“El año cuarto de Joacím,” y “el año primero de Nabucodonosor” sería el año 605 A.C. En ese año tuvo lugar la batalla decisiva de Carchemis, en la cual los babilonios derrotaron a los egipcios terminando así con el dominio de Faraón Necao sobre Palestina. Por tanto la amenaza de Judá era Babilonia. El ministerio de Jeremías se había extendido desde “el año trece de Josías” (626 A.C.). Los “veintitrés años” (v. 3) serían entonces—de acuerdo a la costumbre hebrea de incluir el primero y el último años—el año 605 A.C. El profeta recuerda al pueblo su celo y fiel predicación. Una vez más Jeremías predice definitivamente que Nabucodonosor, rey de Babilonia, destruirá a Judá. Sin embargo, su predicción más sorprendente es que la cautividad durará “setenta años” (v. 11). Después de los setenta años, Dios castigará a los babilonios (vrs. 12-13). La tierra de los caldeos se volverá “en desiertos para siempre” (v. 12). Esto se ha cumplido al pie

de la letra. Jeremías se ve a sí mismo como tomando la copa del vino de la ira de Dios y haciendo que todas las naciones la beban (vrs. 15-28). Estas incluían a Judá (v. 18) y a todas las naciones circunvecinas enumeradas aquí en detalle. Después de que Dios termine de castigar a su propia ciudad, Jerusalén, también castigará a las otras naciones (v. 29). La expresión “Jehová bramará desde lo alto” (v. 30) es casi idéntica a las palabras introductorias de la profecía de Amós (1:2), quien había profetizado un siglo y medio antes en el Reino del Norte, o Israel. Esta sección termina con el lamento sobre la futura caída de Jerusalén. El fin estaba a la vista.

CAPITULO CUATRO EL PROFETA DEL CASTIGO Jeremías 26—52 Lamentaciones 1—5 I.

LA VIDA PERSONAL DEL PROFETA (capítulos 26—45)

Los primeros veinticinco capítulos—casi la primera mitad— del Libro de Jeremías consisten de profecías en contra de Judá. La segunda parte del libro se ocupa mayormente con narrativas históricas, siendo la principal excepción la sección que se dedica a profecías contra naciones extranjeras. A.

LOS SACERDOTES Y PROFETAS CONTRA LOS PRINCIPES Y EL PUEBLO (capítulo 26)

Esta profecía está fechada (v. 1) al principio del reinado de Joacím (608 A.C.). Se le ordenó a Jeremías pararse en la casa de Dios y advertir a los adoradores que si ellos no se volvían de sus malos caminos, el Templo de Jerusalén sufriría la misma suerte que el Tabernáculo en Silo (v. 6). Este último había sido el centro de adoración durante los días de los jueces. La arqueología ha descubierto que Silo fue destruida por fuego en la mitad del siglo décimoprimero A.C., confirmando así el cuadro presentado en Primero de Samuel, y también la referencia de Jeremías a su condición en ruinas en sus días. La declaración del profeta de que Jerusalén sería destruida (v. 6), se consideró como un acto de traición por el cual debía morir (v. 8). Esto provocó un levantamiento

popular (v. 9). La casa del rey (v. 10) estaba ubicada al sur del área del templo. Oyendo el clamor, los príncipes pronto aparecieron en el Templo y se llamó a una sesión extraordinaria de la corte. Los sacerdotes y profetas actuaron como abogados acusadores, pidiendo la pena de muerte (v. 11). Los príncipes y el pueblo constituían el juez y el jurado. La única defensa del acusado era que Dios le había ordenado dar la profecía (v. 12). En su defensa incluyó una súplica al arrepentimiento (v. 13). En esta ocasión Jeremías fue más afortunado que en otras. Los príncipes y el pueblo rechazaron la acusación de los sacerdotes, y en su veredicto lo declararon inocente (v. 16). B.

LA SUPREMACIA DE BABILONIA (capítulos 27—29)

1. Sumisión a Babilonia (cap. 27). El primer versículo de este capítulo lleva la misma fecha que el principio del capítulo anterior—”En el principio del reinado de Joacím.” Pero los versículos 3 y 12, juntamente con 28: 1, demuestran que se refiere a Sedequías. Young, el erudito más distinguido del Antiguo Testamento, dice: “Evidentemente, la palabra ‘Joacím’ en el versículo 1 se usó erróneamente por los escribas en lugar de ‘Sedequías.’” Cawley está de acuerdo con esto cuando dice: “Es casi de seguro un error de los escribas.” Dios ordenó a Jeremías que se hiciera coyundas y yugos para usar en su cuello (v. 2), y luego que los enviara a los reyes de Edom, Moab y Ammón—todos ellos al este de Palestina—y a los reyes de Tiro y Sidón—al norte. Con ellos debía ir el mensaje de que todos estos reyes se someterían al gobierno de Nabucodonosor. La nación que no estuviera bajo sujeción sufriría castigo (v. 8), mientras que a aquellos que se sometieran, les sería permitido permanecer en sus propias tierras. Babilonia era el poder escogido por Dios para este período (v. 6), y la paz vendría sólo por la sumisión a su gobierno. El mismo mensaje se dio específicamente a Sedequías, el rey de Judá (vrs. 12-15). Este mismo énfasis se repite varias veces en el libro. Los profetas falsos estaban diciendo al pueblo que los vasos del templo que habían sido llevados a Babilonia serían pronto devueltos (v. 16). Jeremías lanzó este desafío: si los profetas falsos tenían razón, que impidieran que el resto de los muebles del templo fueran llevados a Babilonia (v. 18). Pero el hecho era que éstos pronto serían llevados por Nabucodonosor (vrs. 19-22). 2. Jeremías Contra Hananías (cap. 28). “En el principio del reinado de Sedequías” (598 A.C.)—evidentemente el mismo tiempo del capítulo 27—Hananías, un profeta falso, desafió la posición de Jeremías. Citó a Dios diciendo que había dicho: “Quebrantaré el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años de días tomaré a este lugar

todos los vasos de la casa de Jehová” (vrs. 2-3). También predijo que Jechonías (Joaquín), quien había sido llevado cautivo después de un reinado de tres meses (597 A.C.), juntamente con los otros cautivos en Babilonia, sería devuelto a Judá (v. 4). Hananías quebró entonces el yugo de madera que Jeremías tenía en su cuello (v. 10), declarando que Dios rompería así, dentro de dos años, el yugo de Nabucodonosor en todas las naciones (v. 11). Jeremías respondió que Dios pondría un yugo de hierro en los cuellos de todas estas naciones y les obligaría a servir a Nabucodonosor (v. 14). También predijo la muerte de Hananías en ese mismo año. Cuando esto sucedió, la gente debería haber reconocido que Jeremías estaba hablando verdaderamente en nombre de Dios. 3. Un Mensaje a los Cautivos (capítulo 29). El profeta envió una carta a los habitantes de Judá que habían sido llevados a Babilonia por Nabucodonosor en el año 597 A.C. Les dijo que edificaran casas, que plantaran jardines, que se casaran y que se establecieran allá (vrs. Que los profetas que les habían dicho que pronto retornarían a Judá los habían engañado (vrs. 8-9). Una vez más (véase 25: 11) Jeremías predijo que la cautividad babilónica duraría setenta años (v. 10). Luego vendrían la paz y la restauración (vrs. 11-14). Dos de los profetas falsos en Babilonia se conocen por nombre—Achab (v. 21) y Semaías (v. 24). Este último había llegado al extremo de enviar cartas de Babilonia a Jerusalén, instando a los sacerdotes que callaran a Jeremías porque había aconsejado a los cautivos que aceptaran su condición, pues duraría por largos años (vrs. 27-28). C.

ALBORADA A MEDIANOCHE (capítulos 30—33)

Esta es la única sección extensa de Jeremías que está llena con mensajes de esperanza, consuelo y gloria futura. Se levanta como el pico de una montaña sobre la niebla de lobreguez y castigo en los valles circunvecinos. El capítulo treinta y dos está fechado “el año décimo de Sedequías, rey de Judá” (v. 1), y se cree que toda la sección pertenece a ese tiempo. Esto fue justamente un año antes de que Jerusalén cayera en el año 587 ó 586 A.C. Así que estos capítulos fueron escritos en la medianoche de la historia de Judá. El profeta estaba en la prisión, el rey estaba sellando el castigo de la nación con su desobediencia, el hacha del verdugo estaba a punto de caer. Pero en esta hora tan obscura, la luz brilla con más intensidad en los escritos de Jeremías cuando él vislumbra un futuro glorioso. 1. Jacob Retornará (caps. 30-31). Aquí encontramos la primera referencia a la escritura en Jeremías. Dios ordena al profeta: “Escríbete en un libro todas las palabras que te he hablado” (30: 2). El propósito es que cuando el pueblo vuelva de la cautividad, tenga una prueba de que Dios había hablado verdaderamente por medio de su profeta (v.

3). La clave de esta sección la encontramos en 30: 10— “Tú pues, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel: porque he aquí yo soy el que te salvo de lejos, y a tu simiente de la tierra de su cautividad; y Jacob tornará, y descansará y sosegará, y no habrá quien le espante.” Este pensamiento se repite vez tras vez en estos dos capítulos. El pasaje más sobresaliente de esta sección es el que describe el “nuevo pasto” (31: 31-34). Este se cita completo en Hebreos 8: 8-12. Es una de las predicciones más significativas en el Antiguo Testamento de la naturaleza espiritual del cristianismo en comparación con el judaísmo. En vez de que la ley de Dios fuera escrita en tablas de piedra, sería escrita en los corazones humanos. El versículo 33 es una descripción gráfica de la experiencia de la entera santificación. 2. La Fe es Costosa (caps. 32-33). El año antes de que Jerusalén fuera tomada, Jeremías recibió una orden de parte de Dios la cual era un verdadero desafío. La ciudad estaba rodeada por el ejército babilónico. El profeta había sido silenciado en la prisión por el rey, por haber predicho que Jerusalén sería tomada y Sedequías llevado al cautiverio. Faltaban apenas unos pocos minutos para la medianoche, y no había señales del amanecer. Sin embargo, en esta hora obscura Dios ordenó a Jeremías que hiciera algo aparentemente absurdo. Debería comprar a su primo Hanameel un campo en Anathoth, que probablemente estuviera en ese momento en posesión del enemigo. Frente a la posibilidad de la victoria babilónica que ya era inminente, el valor comercial de la propiedad era prácticamente nulo. Sin embargo, Jeremías pagó un buen precio por el campo (32: 9). Dos contratos se firmaron; uno “sellado” y el otro “abierto” (v. 11). Ambos deberían ser puestos por Baruch “en un vaso de barro,” donde quedarían bien guardados por muchos años (v. 14). Esta costumbre de guardar manuscritos valiosos en vasijas de barro ha recibido gran publicidad en los recientes descubrimientos de los Rollos del Mar Muerto. ¿Por qué Jeremías compró el campo? Esto sería una evidencia concreta de su fe en sus propias predicciones divinamente inspiradas sobre el retorno de la cautividad (v. 15). Si él realmente creía que la gente sería retornada a su tierra, lo probaría pagando al contado el precio de propiedades que ahora no valían nada. En ninguna otra parte se demuestra tan claramente la humanidad característica de Jeremías, como en sus reacciones después de cerrar el contrato. Con fe desesperada ora: “ni hay nada que sea difícil para ti” (v. 17), pero al mismo tiempo recuerda al Señor del sitio que pronto terminaría en la destrucción de Jerusalén (v. 24).

La respuesta no tardó en venir. Jehová hizo eco a la pregunta de Jeremías: “¿Encubriráseme a mí alguna cosa?” (v. 27). Luego reitera la predicción de que Jerusalén sería destruida (vrs. 28-29). La razón de ello era la idolatría del pueblo de Judá (vrs. 2935). Pero luego el Señor consuela el corazón del profeta asegurándole que los cautivos serían retornados a Judá y que los campos volverían a ser comprados por dinero (vrs. 3644). La propiedad que Jeremías había comprado volvería a tener su valor. El capítulo 33 contiene un segundo mensaje para Jeremías mientras que él estaba todavía en la prisión (v. 1). Está lleno de nuevas seguridades del retorno de la cautividad, y hermosas descripciones de la gloria futura de la nación. Para fortificar la fe del profeta, el Señor le dice: “Clama a mí, y te responderé, y te enseñaré cosas grandes y dificultosas que tú no sabes” (v. 3). Aquí tenemos una profecía mesiánica: “En aquellos días y en aquel tiempo haré producir a David Pimpollo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra” (v. 15). Sólo en un sentido limitado se cumplió esta profecía en el retorno de la cautividad. El cumplimiento completo tuvo que esperar hasta la venida del Hijo de David, el Mesías. La verdad es que este pasaje señala hacia la Segunda Venida de Cristo para su cumplimiento final. El capítulo treinta y tres se cierra con la reiteración de la seguridad de que el pacto de Dios con Israel no será quebrantado (vrs. 19-26). Una vez más ha de decirse que sólo en Cristo se ha confirmado el Pacto de David. D.

PACTOS QUEBRANTADOS (capítulo 34)

1. Un Mensaje Para Sedequías (vrs. 1-5). Mientras que el sitio continuaba, Dios ordenó a Jeremías que dijera al rey otra vez que Jerusalén sería destruida por fuego y que Sedequías sería llevado cautivo a Babilonia. Pero se le dio la seguridad de que él moriría allá en paz (v. 5). 2. Falta de Fe (vrs. 6-22). Durante el sitio, los temerosos dueños de esclavos de Jerusalén habían hecho un pacto para libertar a todos los esclavos hebreos, a quienes ellos habían mantenido en contra de la ley de Moisés. En el Sinaí, Dios había hecho un convenio con su pueblo de que cada esclavo israelita debería ser puesto en libertad en el año sabático (v. 14). Pero ellos habían estado quebrantando ese convenio. Ahora, como añadiendo a su pecado, quebrantaron la promesa que habían hecho durante el sitio, y volvieron a subyugar a los esclavos que habían libertado (v. 16). Dios dijo que proclamaría para estos pecadores una “libertad… a cuchillo, y a pestilencia y a hambre” (v. 17). E.

LOS RECABITAS (capítulo 35)

Una de las características más extrañas del libro de Jeremías es la falta de orden cronológico. Muchas de las profecías están fechadas, pero no están colocadas en orden de tiempo. Los capítulos 27—34 tienen su antecedente histórico durante el reinado de Sedequías, el último rey de Judá. En el capítulo 35 retornamos a los tiempos de Joacím (véase capítulo 26), el antepenúltimo rey. Jeremías llevó a los recabitas dentro del templo y les ofreció vino para beber. Ellos rehusaron, diciendo que nunca habían desobedecido la orden de sus antepasados de abstenerse de beber vino, tanto como de evitar vivir en casas y trabajar en la agricultura (vrs. 6-10). Ellos debían seguir permanentemente la vocación de pastores, habitando en tiendas. El mensaje del Señor por medio de Jeremías fue éste: Si los recabitas habían sido fieles a los mandamientos de los antepasados, ¿por qué no podía Judá ser fiel a los convenios con Dios? Los recabitas habían dado un ejemplo que ponía en vergüenza a los israelitas. F.

LA PRIMERA Y LA SEGUNDA EDICION DE JEREMIAS (capítulo 36)

Este capítulo es único en el Antiguo Testamento al darnos una idea de la historia literaria de uno de sus libros. La evidencia es clara de que el Libro de Jeremías tuvo por lo menos cuatro ediciones, y quizá más. En este capítulo se nos dice de dos. La última frase del capítulo 51 indica el final de las palabras de Jeremías. La edición final incluyó el apéndice histórico del capítulo 52. Este fenómeno ayudará a entender porqué el texto de Jeremías en la Septuaginta es solamente siete octavos del texto Hebreo Masorético. En el año cuarto de Joacím (605 A.C.) el Señor ordenó al profeta que escribiera sus profecías en un rollo. Así que éste llamó a su escriba, Baruch, y le dictó el mensaje (v. 4). Puesto que Jeremías estaba confinado en la prisión, pidió a Baruch que leyera el rollo en un día de ayuno, cuando la multitud estaría congregada en el templo. Al año siguiente (v. 9) — ¡el tiempo avanza muy despacio en el Oriente!—Baruch leyó el contenido del rollo al pueblo. Siendo llevado ante los príncipes, lo leyó también en su presencia (v. 15). Finalmente, el rey se enteró y el rollo le fue leído (v. 21). (Estas tres lecturas del rollo, probablemente en un mismo día, indican que no era muy extenso). La actitud de Joacím hacia la Palabra de Dios se demuestra en forma sorprendente. Tan pronto como se leía una de las columnas del rollo la cortaba en pedazos con su navaja y desdeñosamente la arrojaba al fuego. (El hecho de que el rollo se quemara, indica que era probablemente de papiro). La conclusión de todo el asunto se presenta en el versículo 32: “Y tomó Jeremías otro rollo, y diólo a Baruch hijo de Nerías escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacím rey de Judá; y aun fueron

añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes.” Esta es la segunda edición ampliada de Jeremías. Cubrió la primera mitad del ministerio del profeta (626-604 A.C.). G.

UN PROFETA EN LA PRISION (capítulos 37—38)

1. Contestando al Rey (37: 1-10). Durante el sitio de Jerusalén por los babilonios hubo una breve tregua que levantó indebidamente la esperanza de la gente dentro de la ciudad. El ejército egipcio entró a Palestina, y los caldeos (los babilonios) se retiraron de Jerusalén por un tiempo (37: 5). Pero Jeremías advirtió al rey que los babilonios volverían y quemarían la ciudad (37: 8). 2. Acusado de Traición (37: 11-15). Cuando el sitio se interrumpió temporalmente, Jeremías salió por la puerta de Benjamín para inspeccionar su nueva propiedad en Anathoth, como a tres millas de distancia, en “tierra de Benjamín” (v. 12). Pero fue arrestado, acusado de desertar a los caldeos, golpeado, y puesto nuevamente en la prisión. 3. Apelando al Rey (37: 16-21). El rey Sedequías es un ejemplo patético de un carácter vacilante. Secretamente sacó a Jeremías de la prisión y le preguntó: “¿Hay palabra de Jehová?” (v. 17). Por respuesta el profeta repitió su predicción de que el rey sería llevado cautivo. Luego rogó al rey que no le enviara de vuelta al calabozo, donde corría peligro de morir. Así que el profeta fue dejado en el patio de la cárcel y se le daba una torta de pan cada día (una torta de pan entonces era como una galleta hoy día). 4. Amenazado de Muerte (38:1-6). Cuando algunos de los líderes oyeron a Jeremías aconsejando abiertamente que se rindieran a los babilonios, rogaron al rey que se le ejecutase por traición. La respuesta de Sedequías fue muy típica de él: “Helo ahí, en vuestras manos está; que el rey no podrá contra vosotros nada” (v. 5). Una nación está en lamentable situación cuando es gobernada por un rey sin conciencia y con una voluntad débil. 5. Rescatado por un Etíope (38: 7-13). El profeta tenía un amigo en el palacio, “Ebed-melec, hombre etíope.” Este sirviente africano consiguió permiso del rey para sacar a Jeremías de la mazmorra. Cuidadosamente proveyó trapos como almohadas para poner debajo de sus brazos, para que el agotado profeta no se lastimara con las sogas mientras que ellos lentamente lo sacaban del cieno. Millones de lectores han alabado la bondad de este oscuro sirviente. 6. Aconsejando al Rey (38: 14-28). Una vez más el voluble Sedequías llamó a Jeremías a una conferencia secreta. Después de que el rey juró no herirle, el profeta le declaró el mensaje de Dios valientemente. Era lo mismo que había aconsejado antes: ríndanse a los babilonios. Una terrible responsabilidad fue depositada sobre el rey cuando Jeremías le informó que si él se rendía, la ciudad no sería destruida; de lo contrario, sería

destruida. La suerte de Jerusalén dependía de la decisión de un hombre. ¡Qué tragedia que aquel hombre fuera Sedequías! De acuerdo con su carácter, el rey dijo: “Témome” (v. 19). Jeremías le advirtió una vez más que si él no obedecía, el rey de Babilonia a “esta ciudad quemará a fuego” (v. 23). El rey fue cobarde y la ciudad fue destruida. Sedequías siempre llevará la culpa de esto. H.

LA CAIDA DE JERUSALEN (capítulo 39)

1. El Fin del Sitio (vrs. 1-3). Nabucodonosor sitió a Jerusalén en el mes décimo del año noveno del reinado de Sedequías. En el cuarto mes del año once (587 ó586 A.C.) los babilonios rompieron las murallas. El sitio había durado un año y medio. 2. La Captura del Rey (vrs. 4-10). Sedequías trató de huir durante la noche, rumbo al valle del Jordán. Pero fue capturado en las llanuras de Jericó. Lo último que él vio fue la ejecución de sus dos hijos. Luego, con esa visión estampada vívidamente en su memoria, le fueron arrancados los ojos. ¡Qué precio tuvo que pagar por una voluntad débil y voluble! 3. El Cuidado de Jeremías (vrs. 11-14). Evidentemente, Nabucodonosor había oído sobre la predicación de Jeremías. Sin duda que sus censores habían leído las cartas que Jeremías había enviado a los cautivos en Babilonia. Así que ordenó al capitán de la guardia que tratara a Jeremías con generosidad. 4. La Recompensa de Ebed-melec (vrs. 15-18). Ningún acto de bondad pasa sin su recompensa. Puesto que el etíope confió en Dios y rescató al profeta, se le prometió su libertad. I.

LAS CONSECUENCIAS (capítulos 40—43)

La secuela a la caída de Jerusalén es una historia de crímenes, intriga, decepción y desobediencia. Estos cuatro capítulos describen lo que ocurrió. 1. El Nuevo Gobernador (cap. 40). Una vez que a Jeremías se le devolvió su completa libertad y se le dio alimento y dinero en abundancia (v. 5), se dirigió al nuevo gobernador, Gedalías, en Mizpa (v. 6), probablemente ocho millas al norte de Jerusalén. El gobernador aconsejó a la gente que se sometiera pacíficamente al gobierno babilonio (v. 9). Los judíos que habían huido al este del Jordán volvieron a sus antiguos hogares (vrs. 11-12). Al gobernador se le advirtió que Ismael estaba planeando matarle, por orden del rey de Ammón. Pero Gedalías rehusó creer tal cosa (vrs. 13-16). 2. El Asesino Malvado (cap. 41). El gobernador perdió su vida porque dio oídos sordos a las advertencias (vrs. 1-3). Ismael, el asesino, no quedó satisfecho sino

hasta que hubo muerto a hombres de Siquem, de Silo y de Samaria, quienes habían venido a ofrecer ofrendas a la casa del Señor. La vileza de su engaño, se describe en los versículos 4-7. Finalmente fue atacado y huyó a Ammón (vrs. 11-15). 3. El Remanente Engañoso (caps. 42-43). Johanán, el nuevo líder de los judíos que habían sido dejados, vino con sus seguidores a Jeremías para pedir consejo. Ellos juraron solemnemente obedecer lo que el Señor les indicara que hicieran por medio de su profeta (42:5-6). Las órdenes del cielo fueron muy definidas: Queden en esta tierra; no teman al rey de Babilonia; yo les protegeré (vrs. 10-12). Además, el profeta advirtió al pueblo que si ellos desobedecían las órdenes de Dios y huían a Egipto, sufrirían por ello (vrs. 13-17). La espada que temían, les seguiría hasta allá. El profeta rogó al pueblo: “Oh reliquias de Judá: No entréis en Egipto” (v. 19). Luego les acusó de engaño y falta de sinceridad cuando vinieron a pedir dirección divina (vrs. 20-21). Que el profeta tenía razón se comprobó por lo que sucedió después (43: 1-7). El pueblo acusó a Jeremías de hablar falsamente (v. 2) y de ser influido por Baruch para dar consejos que resultarían en el castigo de ellos por los caldeos (v. 3). Con una actitud desafiante, emigraron a Egipto, llevando a Jeremías y a Baruch con ellos (vrs. 5-8). En Egipto, Jeremías predijo que Nabucodonosor conquistaría ese país y destruiría sus dioses (43: 8-13). Esto se cumplió en el año 568 A.C. J.

LOS JUDIOS EN EGIPTO (capítulo 44)

En vista de la destrucción de Jerusalén como castigo por la idolatría de los israelitas, es difícil entender la actitud de los judíos en Egipto. Se hundieron aún más profundamente en la idolatría. Quemaban incienso a los dioses de Egipto (v. 8). Por tanto, Jeremías predijo la destrucción del remanente (v. 12). El desafío de los judíos hacia Dios y su profeta, se describe en el lenguaje duro del versículo 16. Alegaban que al quemar incienso a la reina del cielo (Ishtar) estaban mejor materialmente (v. 17). Pero el profeta les recuerda que fue la idolatría de ellos lo que trajo la cautividad. Este parece ser el último mensaje de Jeremías. K.

BARUCH, EL BIOGRAFO (capítulo 45)

Baruch actuó como el escriba de Jeremías, según se indica en varios lugares del libro. Pero parece que también escribió algunas de las secciones históricas del libro, especialmente las descripciones biográficas de Jeremías en tercera persona. Así que probablemente no esté fuera de lugar llamar a Baruch el Boswell de Jeremías. Debemos mucho a este fiel siervo del profeta.

II.

PROFECIAS CONCERNIENTES A NACIONES EXTRANJERAS (capítulos 46—51)

En Isaías la colección de profecías contra las naciones extranjeras, viene en la primera parte (capítulos 13—23), pero en Jeremías viene al final. En Ezequiel se encuentra más o menos en la mitad del libro (capítulos 25—32), como sucede en la Versión Septuaginta de Jeremías. A.

EGIPTO (capítulo 46)

1. La Derrota de Faraón Necao (vrs. 1-12). La batalla de Carchemis (605 A.C.) fue uno de los momentos decisivos de la historia antigua. Aquí el orgulloso y ambicioso Faraón Necao fue completamente humillado, mientras que Nabucodonosor se convirtió en el poder dominante del Asia Occidental. Aunque Egipto se levantó “como río” (vrs. 7-8) con orgullo abrumador, cayó “junto al río Eufrates” (vrs. 6, 10). La descripción que Jeremías hace de la batalla, es digna de un elocuente Isaías. 2. La Conquista de Nabucodonosor (vrs. 13-26). El profeta siguió describiendo la futura conquista de Egipto por Nabucodonosor. Egipto se gloriaba en sus dioses, pero éstos habían sido humillados en una oportunidad por Jehová mediante Moisés, y lo serían una vez más por Nabucodonosor. El capítulo termina con palabras de consuelo para el pueblo de Dios (vrs. 27-28), que señalan más allá de la cautividad, a la restauración. B.

FILISTIA (capítulo 47)

La profecía está fechada “antes que Faraón hiriese a Gaza” (v. 1). Pero describe la conquista de los filisteos por Nabucodonosor. C.

MOAB (capítulo 48)

Moab está situada al oriente del Mar Muerto. Este país se gloriaba porque había evitado ser conquistado y llevado al cautiverio (v. 11). Pero sufriría por sus pecados (v. 26). D.

AMMON (49:1-6)

Ammón estaba ubicada al noreste de Moab, teniendo su capital en Rabba (v. 2) donde ahora es Ammán (la capital de Jordania). Sería castigada por oprimir a los israelitas. E.

EDOM (49:7-22)

Este país estaba al sur del Mar Muerto. Era muy notable por su sabiduría (v. 7), pero sería destruido. F.

DAMASCO (49:23-27)

Esta capital antigua de Siria, ahora la ciudad más antigua del mundo, sería igualmente tomada. G.

CEDAR (49:28-33)

Cedar era una tribu ismaelita de pastores nómadas, orgullosos e independientes. También sería conquistada por Nabucodonosor. H.

ELAM (49:34-39)

Este país estaba al este del valle Tigris-Eufrates. Su poder sería quebrantado, pero finalmente sería restaurada. I.

BABILONIA (capítulos 50—51)

Tanto en Isaías como en Jeremías, Babilonia recibe el tratamiento más extenso. Su importancia en la historia y el orgullo de su poder se ven en el uso que se le da en Apocalipsis como nombre simbólico de las fuerzas en contra del cristianismo. La destrucción de Babilonia (51: 54-58), ha sido bien comprobada por la arqueología. El profeta ordenó que su profecía en contra de Babilonia fuera arrojada en el Eufrates como símbolo de que la ciudad se hundiría, para nunca levantarse otra vez (51: 59-64). III.

EL APENDICE HISTORICO (capítulo 52)

La frase final del capítulo 51, “Hasta aquí son las palabras de Jeremías,” parece indicar claramente que el capítulo 52 es un apéndice añadido por alguien. Es muy semejante a II Reyes 24: 18—25:21. La rebelión de Sedequías en contra de Babilonia fue considerada como un acto de falta de fe. Su triste fin se describe más o menos en detalle (vrs. 4-11), como también la destrucción de la ciudad (vrs. 12-14). Los tesoros del templo que fueron llevados a Babilonia se enumeran (vrs. 17-23). Se da el número de los cautivos—4,600 (vrs. 28-30). El libro se cierra con una descripción de cómo Evil-merodach, el sucesor de Nabucodonosor, liberó a Joaquín, y le trató amablemente (vrs. 31-34). IV.

LAS LAMENTACIONES DE JEREMIAS (capítulos 1—5)

Este libro, el cual tradicionalmente se asigna a Jeremías, contiene cinco elegías, o himnos fúnebres. La forma de estos cinco poemas es de especial interés. Los primeros cinco están en orden alfabético, o como acrósticos. En los dos primeros capítulos cada versículo comienza con una nueva letra del alfabeto hebreo y tiene tres partes. En el tercer capítulo hay tres versículos para cada una de las veintidós letras del alfabeto hebreo. El capítulo cuatro tiene dos líneas en cada versículo, y cada versículo comienza con una nueva letra en el orden alfabético. Mientras que el quinto capítulo contiene veintidós versículos, no están en orden alfabético. Una forma especial de metro para

elegías, llamado qinah, se usa para expresar profundo dolor, dando un tono melancólico a la lectura. Aparentemente, estos himnos fúnebres se escribieron para lamentar la muerte del Reino de Judá. El capítulo final es una oración por la restauración de la nación de la cautividad.

CAPITULO CINCO EL PROFETA CAUTIVO EZEQUIEL Nombre: significa “Dios Fortalece.” Ciudad Natal: Jerusalén Fecha de su Ministerio: 593-571 A.C. Lugar de su Ministerio: Babilonia División del Libro: I.

Profecías Antes de la Caída de Jerusalén (capítulos 1—24)

II.

Profecías en Contra de Naciones Extranjeras (capítulos 25—32)

III.

Profecías Después de la Caída de Jerusalén (capítulos 33—48)

Versículos para Memorizar: 11:9, 20; 33:11; 36: 25-27 INTRODUCCION Lo mismo que Jeremías, Ezequiel era sacerdote (1:3) y profeta. A diferencia de Jeremías, él pasó los días de su ministerio en tierra extranjera. Siendo llevado cautivo por Nabucodonosor en el año 597 A.C., vivió a orillas del río (o canal) Chebar, en Babilonia. Allí ministró a los cautivos de Judá. Hasta la caída de Jerusalén (586 A.C.), dirigió mensajes a la gente en Judá. Ese evento marca la línea divisoria de su ministerio. Mientras que Isaías y Jeremías profetizaron por espacio de cuarenta años cada uno, el ministerio de Ezequiel duró sólo veintidós años. La fecha inicial, 593 A.C. se indica en 1:2. La última profecía fechada (29:17) fue en el año 571 A.C.

Ezequiel es único entre los tres profetas en el uso de imágenes apocalípticas. También hace más uso de hechos simbólicos para ilustrar sus mensajes que los otros dos, aunque hemos visto que Jeremías tiene varios ejemplos de ello. En general, Ezequiel es más difícil de entender y es menos leído que Isaías y Jeremías. Esto es verdad especialmente de la última parte del libro. I. A.

EL LLAMADO DEL PROFETA (capítulos 1—3)

EL ENCABEZADO (1: 1-3)

Ezequiel comenzó su ministerio “a los treinta años.” Se acepta generalmente que esto se refiere a los treinta años de la vida de Ezequiel. Los levitas no podían comenzar su ministerio público sino hasta que tuvieran treinta años de edad (Números 4:3). Así que este era un tiempo lógico para que Ezequiel comenzara su obra profética. El “Río Chebar” se identifica generalmente con un canal de irrigación al sur de Babilonia. Aquí “los cielos se abrieron y vi visiones de Dios” (v. 1). Esto es característico del Libro de Ezequiel que da un lugar prominente a las visiones apocalípticas. El principio del ministerio de Ezequiel se fecha en forma definida “a los cinco del mes, que fue en el quinto año de la transmigración del rey Joachín” (v. 2). Puesto que ese gobernante fue llevado a Babilonia en el año 597 A.C., el año quinto sería 593 A.C. B.

LA VISION DE LA GLORIA DE DIOS (1:4-28)

El llamado de Isaías estuvo relacionado con una visión de la santidad de Dios (Isaías 6). El de Ezequiel vino por medio de una visión de la gloria de Dios. Jeremías, por otro lado, parece haber sentido una convicción creciente del llamado divino. El escenario del llamado de Ezequiel, parece haber sido un “viento tempestuoso.” El lenguaje del versículo 4 tiene una gran similitud con el siguiente relato de una tormenta en el Eufrates: Densas masas de nubes negras, manchadas de color anaranjado, rojo y amarillo, aparecieron viniendo del suroeste, aproximándose con temible velocidad... Las nubes eran impresionantes. Debajo de la más obscura de ellas, había una gran colección de materia, de un color carmesí oscuro, que corría hacia nosotros a una velocidad espantosa... Todo se volvió sereno y claro como antes, y apenas veinticinco minutos habían

visto el principio, el desarrollo y la culminación de este temible huracán. Es notable que Ezequiel usa la palabra “parecer” vez tras vez (vrs. 5, 10, 13, 22, etc.). El profeta trata de describir lo indescriptible con figuras conocidas; así que lo único que puede hacer es decir que lo que él vio tenía el “parecer” de otra cosa. Se da por entendido que Ezequiel nunca tuvo la intención de que sus lectores interpretaran su lenguaje literalmente. Es lenguaje simbólico y debe tomarse como tal. C.

EL LLAMADO Y LA COMISION (capítulos 2—3)

1. El Llamado (2:1—3:33). Al profeta se le habla frecuentemente llamándolo “Hijo del hombre” (2:1, 3, 6, 8, etc.). Este título “recalca su condición como una mera criatura en contraste con la majestad del Creador.” El “espíritu” que entró en él durante su llamado, fue el Espíritu Santo. A Ezequiel se le advirtió que estaba siendo enviado a un pueblo rebelde (2:3), como lo fueron Isaías y Jeremías. No era tarea placentera ser un verdadero profeta en Israel. Pero ya fuera que el pueblo escuchara o rechazara su mensaje, el profeta debía darlo fielmente (2:5-7). Luego al profeta se le ordenó tomar un rollo que se le daba (2:9). Parece que era un rollo de papiro, escrito en ambos lados (2:10). Siguiendo las instrucciones de comer el rollo, el profeta lo encontró dulce a su paladar. Esto simboliza que el ministro debe alimentar su propia alma con la Palabra de Dios antes de poder predicarla a otros. 2. La Comisión (3:4-27). La comisión del profeta era dar el mensaje de Dios “a la casa de Israel.” Una vez más se le advierte al profeta que la gente no le escuchará, puesto que ha rehusado escuchar a Dios (v. 7). En una forma específica, fue comisionado para predicar a los cautivos en Babilonia (v. 11). El Espíritu levantó al profeta y le transportó (vrs. 12, 14) hasta donde estaban los cautivos de Tel-abib (Tel Aviv, nombre de una gran ciudad en Israel hoy día), junto al canal de Chebar. Allí “asenté donde ellos estaban asentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos” (v. 15). Luego vino una fase importante de su comisión. Dios dijo: “Hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel: oirás pues tú la palabra de mi boca, y amonestarlos has de mi parte” (v. 17). Si él no amonestaba a los malos, “su sangre demandaré de tu mano” (v. 18). Pero si él daba la amonestación y los malos no

escuchaban, “tú habrás librado tu alma” (v. 19). Estas palabras son de gran calibre, y todo ministro debe meditar en ellas. Dos veces más encontramos “la gloria de Jehová” (vrs. 12, 23). Esta puede considerarse como una frase clave del libro de Ezequiel, el cual comienza con varias visiones de la gloria de Jehová y termina con una vista telescópica de la gloria futura. II.

CUATRO ACTOS SIMBOLICOS (capítulos 4—5)

Si alguna vez hubo un predicador dramático, ese fue Ezequiel. En esta sección encontramos cuatro actos simbólicos con sus interpretaciones. A.

LA INVASION DE JERUSALEN (4:1-3)

Dios ordenó al profeta que tomara un adobe y formara con él un modelo de la ciudad de Jerusalén con armas de sitio puestas en contra de ella. Esto significaba la inminente invasión de Jerusalén (587-586 A.C.). B.

EL EXILIO (4:4-8)

El profeta debería acostarse sobre uno de sus lados durante un período de 390 días (190 en la Versión de los Setenta) cargando los pecados de Israel, y 40 días llevando los pecados de Judá. Esto simbolizaba las cautividades de los dos reinos (el de Israel ya había comenzado en el año 722 A.C.). C.

EL HAMBRE (4:9-17)

Ezequiel debería medir cuidadosamente la pequeña cantidad de alimento y bebida que podría tomar durante este período. Por tanto, Jerusalén sería afligida con hambre durante el sitio (véase Jeremías 52:6). D.

LA DESTRUCCION DE LA VIDA (5:1-4)

El profeta debería afeitarse el cabello de su cabeza y su barba. Una tercera parte del mismo, por peso, debería quemarla, una tercera parte debería herirla con la espada, y una tercera parte debería desparramarla al viento. E.

EL SIGNIFICADO DE LOS SIMBOLOS (5:5-17)

Todos estos actos simbólicos se referían a Jerusalén (v. 5). El cabello quemado tipificaba aquellos que morirían de enfermedades y hambre durante el sitio, la segunda parte del cabello simbolizaba los que serían muertos a espada, y la tercera parte, aquellos que serían esparcidos al exilio (v. 12). III.

LA DESTRUCCION DE ISRAEL (capítulos 6—7) A.

LAS MONTAÑAS DE ISRAEL (capítulo 6)

A Ezequiel se le ordenó volver su cara hacia las montañas de Israel y profetizarles a ellas (v. 2). Su mensaje era de destrucción y juicio. Para dar énfasis a su predicación le fue dicho: “Hiere con tu mano, y huella con tu pie” (v. 11). Ezequiel era un predicador enérgico. La arqueología ha arrojado luz sobre una palabra que se usa dos veces en este capítulo (vrs. 5-6). Los términos “ídolos” e “imágenes del sol,” en la Versión de ReinaValera, fueron traducidos así casi adivinando su significado. El verdadero significado del término hebreo hammanin no se conoció sino hasta hace poco tiempo, cuando se descubrió un pequeño altar en unas excavaciones con esta palabra (en el singular) inscrita en él. El término, correctamente traducido, significa “altares de incienso.” B.

EL CASTIGO DE ISRAEL (capítulo 7)

El profeta clama: “El fin, el fin viene sobre los cuatro cantones de la tierra” (v. 2). En un lenguaje más fuerte todavía, el profeta presenta una figura de la inminente caída de la nación: “Así ha dicho el Señor Jehová: Un mal, he aquí que viene un mal. Viene el fin, el fin viene: háse despertado contra ti; he aquí que viene.” Una vez más clama: “He aquí el día, he aquí que viene” (v. 10). Es el día del Señor, el día del juicio, el día de la caída y la destrucción. ¡Y está cerca! IV.

EL PECADO Y EL FIN DE JERUSALEN (capítulos 8—11) A.

IDOLATRIA EN EL TEMPLO (capítulo 8)

Esta profecía se dio “en el año sexto” de la cautividad (592 A.C.), “en el mes sexto” (agosto-septiembre). Mientras Ezequiel estaba sentado en su casa y los ancianos de Judá con él, tuvo otra visión. Vio “una semejanza que parecía de fuego” (v. 2). Esta parece ser la visión más cercana que tuvo de Dios. Una mano le tomó por el cabello y el espíritu le transportó en visión a Jerusalén (v. 3). Allí—en una visión espiritual, no física— vio lo que estaba pasando en el templo. Al norte del altar vio “la imagen del celo” (v. 5); eso es, una representación idólatra que provocó el celo de Dios. En un cuarto secreto, al cual se llegaba por una entrada oculta, descubrió setenta ancianos de Israel ofreciendo incienso delante de unas figuras idólatras dibujadas sobre la pared. Luego, en la puerta del norte de la casa del Señor, vio mujeres llorando por Tammuz, el dios babilónico de la vegetación. Y lo que es peor todavía, entre el atrio y el altar vio veinticinco hombres, con “sus espaldas vueltas al templo de Jehová y sus rostros al oriente, y encorvábanse al nacimiento del sol” (v. 16). En el mismo lugar donde los sacerdotes tenían que ofrecer sus oraciones (Joel 2: 17), de cara hacia el altar, estos hombres, con sus espaldas hacia la casa de Dios, estaban adorando el sol. B.

EL CASTIGO DE JERUSALEN (capítulo 9)

El profeta vio entrar en la ciudad a seis verdugos. En medio de ellos había uno vestido de lienzos, con escrituras alrededor de su cintura. El debía marcar a todos aquellos que lloraban por los pecados del pueblo. El resto de los habitantes de la ciudad deberían ser muertos (v. 5). Luego viene esta adición significativa: “Y habéis de comenzar desde mi santuario.” C.

LA GLORIA DEL SEÑOR SE LEVANTA (capítulo 10)

Una vez más Ezequiel tiene una visión simbólica muy elevada de la gloria de Dios, hasta que todo el atrio estaba lleno de ella (v. 4). Pero finalmente vio la gloria de Dios juntamente con los querubines que salían del templo por la puerta del este (vrs. 18-19). Esta visión mostraba el hecho de que el Shekinah—la presencia de Dios—estaba apartándose de su casa a causa del pecado de la gente. D.

CASTIGO SOBRE LOS PRINCIPES (11: 1-13)

En la puerta oriental del templo, el profeta vio veinticinco hombres que habían conspirado juntos para desafiar la ley de Dios. Cuando Ezequiel profetizó su destrucción, Petalías, un príncipe, cayó muerto. E.

RESTAURACION FUTURA (11: 14-25)

Aun en la cautividad Dios promete ser “un pequeño santuario en las tierras a donde llegaren” (v. 16). La naturaleza espiritual de la religión del futuro se sugiere así: “Y darles he un corazón, y espíritu nuevo daré en sus entrañas; y quitaré el corazón de piedra de su carne, y daréles corazón de carne” (v. 19). En el capítulo anterior la gloria de Dios había dejado el templo. Pero ahora (v. 23), abandonó del todo la ciudad. Ezequiel, en el espíritu, volvió a Babilonia e informó a los cautivos todo lo que había visto en la visión (vrs. 24-25). V.

LA NECESIDAD DE LA CAUTIVIDAD (capítulos 12—19) A.

SU INMINENCIA (capítulo 12)

1. La Mudanza Simbólica del Profeta (vrs. 1-16). Dios ordenó a Ezequiel que hiciera otro acto simbólico. Debía mover todas las cosas de su casa delante de los ojos de la gente. Esto era una señal de que la cautividad final de Judá pronto se llevaría a cabo. Su príncipe sería llevado a Babilonia; “mas no la verá, y allá morirá” (v. 13). Esta extraña profecía se cumplió en el caso de Sedequías, a quien se le sacaron los ojos antes de ser llevado cautivo a Babilonia. 2. El Hambre (vrs. 17-20). El profeta tenía que comer el pan con temblor y beber su agua con estremecimiento (v. 18), como señal de las terribles calamidades del sitio de Jerusalén. Esto es similar a lo que se dice en 4:16-17.

3. No Más Tardanza (vrs. 21-28). La gente decía que el tiempo estaba pasando y que cada visión había fallado (v. 22). Pero Dios declaró que las profecías de la destrucción de Jerusalén se cumplirían durante esa generación; no serían detenidas ya por más tiempo (vrs. 25, 28). B.

PROFETAS FALSOS (capítulos 13—14)

1. Esperanzas Falsas (13: 1-7). Los profetas falsos, como en el caso de Jeremías, se distinguían por un optimismo sin fundamento. Levantaban la esperanza del pueblo diciendo que las profecías divinas de castigo no se cumplirían (v. 6). 2. Blanquear (13: 8-16). El Señor acusa a los profetas falsos de tratar de blanquear (revocar con tiza, v. 10, V.M.) las paredes. Ciertamente, mucha de la predicación moderna sólo “blanquea” el pecado. Pero Dios dice que El derribará las paredes blanqueadas, para que su verdadero color se vea (v. 14). 3. Mujeres Profetas (13: 17-23). Estas tendrán un castigo especial. Se suponía que las “almohadillas” que ellas cosían en los brazos de la gente (v. 18) tenían poderes mágicos. Estas mujeres son acusadas de cazadoras de almas (vrs. 18, 20). 4. Inquiridores no Sinceros (14:1-11). Algunos de los ancianos de Israel visitaron a Ezequiel. Pero el Señor les dijo que ellos practicaban la idolatría (vrs. 3, 6). Dios pronunció un juicio especial sobre aquellos que continuaron practicando la idolatría. 5. Juicio Inevitable (14: 12-23). La presencia de algunos justos no salvaría a los muchos impíos de la destrucción. Si “Noé, Daniel y Job” (v. 14), estuvieran viviendo en Judá, ellos hubieran salvado solamente sus propias almas. Probablemente el Daniel que aquí se menciona, sea un anciano patriarca, y no el profeta contemporáneo de Ezequiel. C.

LA PARABOLA DE LA VID (capítulo 15)

Así como una vid que no sirve es cortada y echada al fuego para ser quemada, la gente de Jerusalén debe ser castigada por sus pecados. El hecho de que ellos se consideraran a sí mismos la vid escogida de Dios (véase Isaías 5), no les salvaría. D.

UNA ESPOSA INFIEL (capítulo 16)

En una alegoría bastante extensa, Ezequiel pinta una figura de la historia de Israel. El lenguaje franco y pintoresco es típico de un narrador de historias del Oriente. 1. La Hija Desamparada (vrs. 1-5). El profeta primero presenta a Israel como a una niña pequeña, despreciada, y por tanto expuesta a morir—una costumbre muy común en el Oriente.

2. La Doncella Casada (vrs. 6-14). Dios descubrió a la indefensa infante y la cuidó. Luego la tomó como su esposa, adornándola con todo el lujo de una boda típica Oriental. 3. La Esposa Infiel (vrs. 15-34). A pesar de todo lo que Dios había hecho por ella, Israel fue infiel a su esposo. Vez tras vez cometió adulterio con los dioses paganos y las naciones extranjeras—los egipcios al sur (v. 26), los asirios al norte (v. 28), y finalmente los babilonios (v. 29). Es condenada “como una mujer adúltera, porque en lugar de su marido recibe a ajenos” (v. 32). 4. El Rechazo (vrs. 35-52). Puesto que Israel se había apartado del Señor, El le rechazaría como su esposa y le enviaría con sus amantes, a quienes ella había escogido (v. 37). Ellos le tratarían con desprecio y crueldad (vrs. 39-41). Esto se cumplió con la destrucción de Jerusalén en el año 586 A.C. Dios va hasta el punto de afirmar que Judá es peor que su hermana mayor Samaria (vrs. 46, 51) y que su hermana menor, Sodoma (vrs. 46, 48). Esto era porque Israel había tenido privilegios más grandes. Mientras más grande sea la luz que uno tiene, más grande es el castigo. 5. El Perdón Futuro (vrs. 53-63). A pesar de la testarudez de su infiel esposa, Jehová le promete perdonarle y restaurarla otra vez. Era el mismo mensaje que Oseas había proclamado cerca de dos siglos antes. E.

LOS BUITRES Y LA VID (capítulo 17)

1. La Parábola (vrs. 1-10). Ezequiel era aficionado a las alegorías, como lo indican este capítulo y el anterior. La “grande águila” (v. 3), o buitre, es Nabucodonosor. “El orgullo del cedro” (v. 3), se refiere a Joacím, y “el principal de sus renuevos” (v. 4), a sus príncipes. Estos fueron llevados cautivos a Babilonia en el año 597 A.C. “La simiente” plantada (v. 5) era Sedequías, a quien Nabucodonosor puso sobre el trono de Judá. La otra águila grande (v. 7) es Faraón Hofra, cuya ayuda Sedequías buscó en su rebelión contra Nabucodonosor (Jeremías 44:30). 2. La Interpretación (vrs. 11-21). Sedequías había jurado alianza a Nabucodonosor (v. 13). Pero ahora se estaba rebelando en su contra y buscaba la ayuda de Egipto (v. 15). El resultado sería la cautividad de Sedequías en Babilonia (v. 20), porque había quebrantado su convenio (v. 16). 3. Otra Alegoría (vrs. 22-24). El capítulo se cierra con una breve profecía mesiánica. El renuevo (v. 22) es el rey del linaje de David que al fin reinará. F.

RETRIBUCION Y RESPONSABILIDAD (capítulo 18)

Este es uno de los capítulos más significativos de Ezequiel por su enseñanza sobre la responsabilidad individual. Esta se necesitaba para equilibrar la idea de culpabilidad nacional. Había entonces un proverbio popular muy conocido: “Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos tienen la dentera” (v. 2). La generación que había sido llevada cautiva se quejaba de que estaba sufriendo injustamente por causa de los pecados de generaciones anteriores. La respuesta del Señor fue: “El alma que pecare, esa morirá” (v. 20). Esta expresión resume la enseñanza de todo el capítulo. Cuando el hijo de un hombre justo (vrs. 5-9) se vuelve impío (vrs. 10-13), sufrirá por sus propios pecados (v. 13). Por otro lado, si el hijo de un hombre impío es justo (vrs. 14-17), vivirá. Así Dios se defiende a sí mismo de la acusación: “No es derecho el camino del Señor” (vrs. 25, 29). G.

LAS LAMENTACIONES DE EZEQUIEL (capítulo 19)

Dios ordenó al profeta que entonara una endecha, un himno fúnebre, por los príncipes de Israel (v. 1). Este se da en forma de dos poemas alegóricos. 1. La Alegoría de los Leones (vrs. 2-9). Los príncipes se presentan primero como leones. La madre leona es Judá. El primer cachorro de león (v. 3) es Joachaz, quien fue llevado cautivo a Egipto por Faraón Necao en el año 608 A.C. El segundo cachorro de león (v. 5) es Joaquín—algunos dicen que fue Sedequías—quien fue llevado a Babilonia en el año 597 A.C. Estos dos reyes reinaron sólo tres meses cada uno. 2. La Alegoría de la Vid (vrs. 10-14). Una vez más, la vid es Judá. Su vara, de la cual el fuego salió para destruir la vid, es Sedequías. Fue su desobediencia lo que causó la destrucción de Jerusalén en el año 586 A.C. VI.

LA CAIDA DE JERUSALEN (capítulos 20—24) A.

LA JUSTICIA DE JEHOVA (20: 1-44)

Esta profecía está fechada “en el año séptimo” de la cautividad de Joaquín (véase 1:2); eso es, el año 591 A.C. Fue en el mes décimoprimero después de la última fecha mencionada en 8:1. Algunos “ancianos de Israel” vinieron a Ezequiel para hacer preguntas al Señor (véase 14:1-11). Como respuesta, el profeta trazó brevemente la historia del apóstata Israel (vrs. 5-32), con su idolatría crónica. Luego pronunció el juicio justo de Jehová al permitir la cautividad (vrs. 33-44). B.

LA ESPADA DEL SEÑOR (20: 45—21:32)

En el original hebreo, el capítulo 21 incluye el último párrafo del capítulo 20 de la Biblia en castellano. Al parecer, esta es la división correcta.

1. Fuego y Espada (20: 45—21: 7). Al profeta se le pidió decir una parábola “contra el bosque del campo del mediodía” (Judá), anunciando su destrucción por fuego. Luego viene esta oración interesante: “¡Ah, Señor Jehová! ellos dicen de mí: ¿No profiere éste parábolas?” (20:49) ¡La misma queja se escucha de los lectores modernos de Ezequiel! Otra vez se ordena al profeta gemir amargamente (v. 6). Y cuando se le preguntara la razón, debería explicar que era por la destrucción que se aproximaba. 2. El Cántico de la Espada (21: 8-17). Una impresionante descripción (vrs. 9-10) se da de la invasión babilónica: La espada, la espada está afilada, y aun acicalada; para degollar víctimas está, acicalada está para que relumbre. 3. El Camino de la Espada (21: 18-27). Al profeta se le ordenó poner un poste de señal y marcar dos caminos que salían de él, uno hacia Ammón y el otro hacia Judá. Esto simbolizaba que Nabucodonosor estaba indeciso entre atacar primero a Ammón o a Judá. Ambos se habían rebelado en contra suya. Después de consultar a tres formas de adivinación (v. 21), sintió que debía atacar primero a Jerusalén. La ruina resultante duraría hasta que el Mesías viniera (v. 27; véase Génesis 49: 10). 4. La Espada de Ammón (21:28-32). Después de la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor, los ammonitas saquearon a Judá (II Reyes 24:2). Pero la espada de ellos debía retornarse a su vaina y ellos serían castigados por su crueldad (vrs. 30-32). C.

TRES SENTENCIAS EN CONTRA DE JERUSALEN (capítulo 22)

1. Los Pecados de la Ciudad (vrs. 1-16). A Jerusalén se le llama “la ciudad derramadora de sangre” (v. 2). Se le acusa de crímenes e idolatría (vrs. 3-6), desobediencia a los padres y opresión de los pobres (v. 7); de profanar el templo y el día de reposo (v. 8), de inmoralidad (vrs. 9-11), de usura y fraude (v. 12). La lista es larga y sórdida. 2. El Horno de la Furia (vrs. 17-22). La casa de Israel era escoria que debía ser derretida en el horno. En el fuego de la cautividad babilónica fue purificada de su idolatría. 3. Condenación de las Clases (vrs. 23-31). Los profetas (v. 25), los sacerdotes (v. 26), los príncipes (v. 27), y la gente en general (v. 29), habían todos pecado gravemente en contra de Dios y sus semejantes. Desgraciadamente, no había ningún

intercesor: “Y busqué de ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese al portillo delante de mí por la tierra, para que no la destruyese; y no lo hallé” (v. 30). D.

AHOLAH Y AHOLIBAH (capítulo 23)

Una vez más Ezequiel da su profecía en forma de alegoría, la de dos hermanas, Aholah y Aholibah. La primera representa a Samaria, y la segunda a Jerusalén. Igual que en el capítulo 16, dice que Judá ha sido más culpable que Israel, porque no prestó atención a las advertencias dadas por la caída de Samaria en el año 722 A.C. Por el contrario, adulteró con Asiria (v. 12) y Babilonia (v. 14). El lenguaje usado aquí es típicamente Oriental, pero la lección trágica no se debe pasar por alto. E.

SIMBOLOS DEL SITIO (capítulo 24)

Esta profecía está fechada “en el noveno año, en el mes décimo, a los diez del mes” (v. 1). Esto fue enero del año 588 A.C. Se le dijo al profeta que este sería el día en que Nabucodonosor comenzaría el sitio de Jerusalén. 1. La Olla (vrs. 3-14). Quizá el profeta estuviera destazando un cordero y poniéndolo en una olla para hervirlo cuando el Señor le dio esta parábola. La olla era Jerusalén. Los pedazos escogidos (v. 4) representaban a los principales líderes de la ciudad. El fuego era el sitio. La “espuma” es la sangre derramada en la ciudad. El derramamiento de la olla significa la cautividad, y su fundición en el fuego la destrucción de Jerusalén. 2. La Muerte de la Esposa de Ezequiel (vrs. 15-24). El profeta pagó un precio muy elevado por su ministerio. Se le dijo que su esposa moriría, pero que él no debería llorarla públicamente según la costumbre de aquellos días (v. 17). Esto sería un símbolo de los horrores trágicos de la invasión. Ezequiel era una señal para Judá (v. 24). 3. El Habla Restaurada (vrs. 25-27). Estos versículos parecen conducirnos atrás a 3: 25-27, donde se le dijo a Ezequiel que sería restringido de aparecer en público y que no podría hablar sino hasta que Dios soltara su lengua. No parece probable que él haya permanecido en silencio hasta este momento, ni siquiera que su ministerio fuera privado. De cualquier manera, ahora se le dice que cuando los mensajeros lleguen con la noticia de la caída de Jerusalén, el profeta podrá hablar otra vez. VII.

EL PROFETA DE RESTAURACION (capítulos 25—48)

La última sección del libro de Ezequiel consiste de dos partes: profecías en contra de naciones extranjeras (caps. 25—32) y profecías después de la caída de Jerusalén (caps. 33—48). Esta última parte tiene que ver con la restauración de la cautividad (caps. 33— 39), y la gloria del reino futuro (caps. 40—48).

A.

PROFECIAS EN CONTRA DE NACIONES EXTRANJERAS (capítulos 25— 32)

Es un fenómeno notable que los tres profetas dediquen una gran porción de sus sentencias a profecías en contra de naciones extranjeras. Esta era una parte de su comisión (véase Jeremías 1: 5—“te di por profeta a las gentes [naciones]”). Siete naciones se consideran aquí, siendo Egipto la que recibe el tratamiento más extenso (caps. 29—32) y Tiro en segundo lugar (caps. 26-28). Lo sorprendente es la omisión de Babilonia, la cual recibe mayor atención que cualquier otra nación en Isaías (caps. 13— 14) y Jeremías (caps. 50—51). 1.

NACIONES CIRCUNVECINAS (capítulo 25)

Las cuatro naciones consideradas aquí—Ammón, Moab, Edom y Filistia—habían hostigado las fronteras de Israel por muchos siglos. Ahora que Israel y Judá habían sido llevados a la cautividad, dieron rienda suelta a su gozo por medio de actos rencorosos. a. Ammón (vrs. 1-7). Los ammonitas eran descendientes de un hijo de Lot, el sobrino de Abraham (Génesis 9: 38). Pero ellos habían tratado a sus parientes con insaciable crueldad. Ahora se gozaban por la destrucción de Jerusalén y su templo (v. 3). El profeta les advierte que ellos también serán invadidos del oriente (v. 4). Su gozo fue exuberante por causa de la caída de Judá, como se describe en el versículo 6. b. Moab (vrs. 8-11). Los habitantes de este país eran también descendientes de Lot (Génesis 10: 37). Puesto que ellos también se habían gozado con la caída de Judá serían igualmente invadidos por tribus del desierto. e. Edom (vrs. 12-14). Los edomitas eran descendientes de Esaú, el hermano de Jacob. Pero la rencilla que hubo entre estos dos hermanos había continuado a través de los siglos. Los edomitas habían tomado ventaja de la caída de Jerusalén para vengarse rencorosamente de Judá (véase Abdías). Mas ellos no escaparían sin ser castigados. d. Filistia (vrs. 15-17). Los filisteos no estaban relacionados con los israelitas, sino que arribaron de Creta en el siglo doce A.C. Desde los días de los jueces habían sido una espina en el costado de Israel. También se habían vengado cuando Judá cayó (v. 15). Dios dice que talará los “Ceretheos” eso es, los cretenses. 2.

TIRO (capítulos 26—28)

a. La Caída de Tiro (cap. 26). La profecía está fechada “en el undécimo año” (26: 1), esto es, el año 586 A.C., cuando Jerusalén fue destruida. La gente de Tiro se había gozado por este evento, pensando que la pérdida de Judá sería la ganancia de ellos (v. 2).

A causa de su posición en una isla, que la hacía casi inconquistable, Tiro era orgullosa y arrogante. Se dice que Nabucodonosor la sitió por un período de doce años (585-573 A.C.) antes de que se sometiera. Le dio a Alejandro el Grande más trabajo que cualquiera otra ciudad. Al fin éste resolvió el problema construyendo un camino de media milla de ancho desde tierra firme hasta la isla. Ahora se puede transitar en auto sobre ese terraplén y ver las ruinas antiguas. La profecía de que “tendedero de redes será en medio de la mar” (v. 5) se cumplió literalmente. Fenicia, de la cual Tiro era la ciudad principal, fue la nación más sobresaliente en el comercio marítimo en los tiempos antiguos (véase v. 17). Había desarrollado colonias por todo el norte de África, hasta el Océano Atlántico. Pero se hundió en el olvido, de acuerdo a lo que Dios predijo por medio de su profeta. Hoy día, el puerto y capital de El Líbano (la antigua Fenicia) es Beirut, al norte de Tiro y Sidón. b. Endechas Sobre Tiro (cap. 27). A Ezequiel se le ordena lamentarse por Tiro. El alcance tremendo de su comercio marítimo se describe vívidamente en los versículos 3-25. Las ciudades y las naciones anotadas aquí, componían casi todo el mundo conocido de aquellos días. Pero su destrucción también se describe (vrs. 26-36). La caída de Tiro causaría una amargura y consternación exageradas alrededor del mundo Mediterráneo. e. Sentencia del Rey de Tiro (28: 1-19). Esta sección se compone de dos poemas dirigidos en contra del gobernante de Tiro. El primero (vrs. 1-10) es dirigido al príncipe de Tiro; el segundo (vrs. 11-19), al rey de Tiro—probablemente el mismo individuo. El orgullo de la ciudad estaba personificado en su príncipe. Este príncipe arrogante pretendía ser divino (v. 2) y omnisciente (v. 3). El Daniel al cual se hace referencia aquí es una representación antigua de la sabiduría (véase 14:14, 20), no el Daniel del período de la cautividad. Generalmente se ha admitido que el lenguaje de los versículos 12-15 abarca más allá del rey de Tiro. Muchos lo interpretan como refiriéndose a Lucifer antes de su caída para convertirse en Satanás. Admitiendo toda la extravagancia típica del lenguaje oriental—reflejada, por ejemplo, en las tablas de los reyes de Asiria y Babilonia—la terminología usada aquí es verdaderamente admirable. Note las expresiones: “Tú echas el sello a la proporción, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste... Tú, querubín grande, cubridor... en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado.” El versículo 15 es especialmente significativo: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad.” El príncipe de Tiro era un símbolo de Satanás.

d. La Destrucción de Sidón (vrs. 20-24). Esta ciudad, situada entre la antigua Tiro y la moderna Beirut, fue en cierta ocasión la ciudad madre de Fenicia. Pero Tiro pronto la sobrepasó en grandeza. Quizá el remanente de Judá temiera que Sidón sucediera a Tiro como una amenaza para su paz. Pero la promesa se dio de que “nunca más será a la casa de Israel espino que la punce” (v. 24). El capítulo termina con una promesa de la restauración de Israel (vrs. 25-26). Las otras naciones serán destruidas, pero Israel volverá a ser reunida otra vez en su propia tierra. 3.

EGIPTO (capítulos 29—32)

Excepto por el párrafo de 29: 17-21, el cual tiene la fecha del año 571 A.C., todas las otras profecías en contra de Egipto se pronunciaron precisamente antes de la caída de Jerusalén o inmediatamente después, eso es, en los años 587-585 A.C. Egipto era responsable de haber introducido la idolatría entre el pueblo de Dios (16:26), y había animado a Judá para rebelarse en contra de Asiria y Babilonia. a. La Caída de Egipto (29: 1-16). “En el año décimo, en el mes décimo” (v. 1), (enero de 587 A.C.), se le ordenó a Ezequiel que pronunciara la profecía en contra del Faraón Hofra, “el gran dragón.” Este rey orgulloso pretendía ser creador del Nilo (v. 3). Pero Dios dijo que El pondría anzuelos en sus quijadas y lo arrojaría al desierto (vrs. 4-5). Egipto había sido a Israel sólo un “bordón de caña,” que se rompió fácilmente (véase Isaías 36:6). Después de cuarenta años, Egipto sería restaurado (v. 13). Pero sería el más humilde de los reinos (v. 15), y ya no una amenaza para Israel. b. El Salario de Nabucodonosor (29:17-21). Esta es la profecía fechada más tarde en todo el libro, en abril del año 571 A.C. Nabucodonosor acababa de subyugar a Tiro después de un sitio de doce años (585-573 A.C.). Pero los tirios tuvieron suficiente tiempo para despachar por barco todas sus mercaderías de valor, de manera que los babilonios recibieron muy poco botín a cambio de su arduo trabajo (“gran servicio”) en contra de Tiro (v. 18). Por tanto, Dios prometió dar el acaudalado Egipto a Nabucodonosor como su pago. Este monarca marchó hacia el sur en el año 586 A.C. y colectó su recompensa. El punto de vista es que Dios había usado a Nabucodonosor como instrumento para castigar a las otras naciones, y por tanto se le pagaría por sus servicios. c. El Día de Juicio de Egipto (cap. 30). “El día del Señor” (v. 3) —el día del juicio—vendría sobre Egipto. Nabucodonosor sería el mensajero que visitaría a Egipto con destrucción (v. 10). Los ídolos de Egipto serían destruidos (v. 13). Los versículos 20-26 están fechados en el año 587 A.C. (v. 20), poco antes de la caída de Jerusalén. Algunos quizá todavía se preguntaban quién ganaría al fin, si Egipto o

Babilonia. Ezequiel categóricamente dijo que Jehová estaba del lado de Nabucodonosor, quien, a su vez, conquistaría a Egipto. Sólo mediante la inspiración divina pudo el profeta saber el fin de la lucha por el poder. d. La Caída de Faraón (cap. 31). El término “Asirio” en el versículo 3 es sin duda un error, debido quizá a una confusión de t’asshur (cedro) con ‘asshur (Asiria). La última frase del capítulo claramente dice: “Este es Faraón y todo su pueblo, dice el Señor Jehová.” Así que el capítulo comienza (v. 2) y termina con Faraón. Se le presenta como un cedro alto, orgulloso y vanidoso (vrs. 3-10). Pero por causa de su orgullo será talado (vrs. 11-18). e. El Derrocamiento Final de Egipto (cap. 32). Este capítulo está claramente dividido en dos himnos fúnebres. Uno para Faraón (vrs. 1-16) y el otro para Egipto (vrs. 17-32). El primero está fechado en el primer día del mes décimosegundo (febrero del año 585 A.C.), seis meses después de la caída de Jerusalén. El segundo está fechado dos semanas después, en el día quince. En el primer himno se compara a Faraón con un dragón de los mares (v. 2) a quien Dios echaría en tierra. Nabucodonosor pondría fin al reinado orgulloso de Faraón (v. 32). B.

EL RETORNO DE LA CAUTIVIDAD (capítulos 33—39)

Las profecías de Ezequiel acerca de Judá, pronunciadas antes de la caída de Jerusalén en el año 586 A.C. (caps. 4—24), sobresalen mayormente por la condenación de la gente por sus pecados y las advertencias de castigo. El mismo tono caracteriza a las sentencias en contra de las naciones extranjeras (caps. 25-32). Pero en la última sección del libro (caps. 33-48) él mira más allá de la cautividad, a la restauración y la gloria futura de Israel. 1.

LA RESPONSABILIDAD PERSONAL (capítulo 33)

a. Del Profeta (vrs. 1-9). Esta sección es muy similar a la comisión original del profeta (3:17-21). En ambos se pone énfasis sobre la responsabilidad de un atalaya. b. Del Pueblo (vrs. 10-20). Cada individuo determina su propio destino. Esta es la verdad que ya se ha expresado más ampliamente en el capítulo 18. De acuerdo a lo que se dice allí, la gente decía: “No es recta la vía del Señor” (v. 20). c. De los Sobrevivientes (vrs. 21-29). El “año duodécimo” (v. 21) parece que es el equivalente “del undécimo año” en Jeremías 39:2. Si es así, las nuevas de la caída de Jerusalén en el año 586 A.C. llegaron hasta Ezequiel después de seis meses del evento. Fue entonces cuando dejó de “estar callado” (v. 22). Parece que poco antes de ese tiempo, él había escrito algunas profecías en contra de las naciones extranjeras, pero no le fue posible profetizar a los judíos.

Este fue el mensaje para los sobrevivientes de Judá: “Los que habitan aquellos desiertos en la tierra de Israel” (v. 24). Fue una advertencia de castigo por su idolatría (v. 25) y adulterio (v. 26). d. De los Cautivos (vrs. 30-33). Dios informó a Ezequiel que los judíos en Babilonia que vinieron a él no estaban acatando su mensaje. “Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, gracioso de voz y que canta bien: y oirán tus palabras, mas no las pondrán por obra” (v. 32). 2.

PASTORES Y OVEJAS (capítulo 34)

a. Pastores Egoístas (vrs. 1-10). Los gobernantes de la nación se comparan con pastores que se alimentan a sí mismos en vez de alimentar a las ovejas (v. 2). Esquilaban las ovejas en vez de alimentarlas (v. 3). Pero Dios requerirá las ovejas de sus manos (v. 10). b. El Buen Pastor (vrs. 11-16). El Buen Pastor buscará sus ovejas, y las traerá a su redil y las volverá a alimentar. El lenguaje usado aquí nos recuerda el de Salmos 23 y Juan 10. c. Ovejas Contra Carneros (vrs. 17-31). El Buen Pastor actuará como juez, separando las ovejas de los carneros. La promesa del versículo 23 es Mesiánica. Cristo, el Hijo de David, será el Buen Pastor. 3.

EL JUICIO DE EDOM (capítulo 35)

Edom será castigada por causa de sus “enemistades perpetuas” con Israel (v. 5). Será puesta “en asolamientos perpetuos” (v. 9). 4.

RESTAURACION Y REGENERACION (capítulo 36)

Aquí se promete que Dios juntará a todos los israelitas de todos los países y los traerá a su propia tierra (v. 24). Luego viene uno de los pasajes más sobresalientes sobre la regeneración en el Antiguo Testamento: “Y esparciré sobre vosotros agua limpia; y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis mandamientos, y guardéis mis derechos, y los pongáis por obra” (vrs. 25-27). 5.

AVIVAMIENTO Y REUNION (capítulo 37)

a. El Valle de los Huesos Secos (vrs. 1-14). Ezequiel vio un valle lleno de huesos secos. Luego se le preguntó: “¿Vivirán estos huesos?” (v. 3). En otras palabras, ¿podría la nación muerta de Judá volver a vivir? Cuando él profetizó, los huesos esparcidos se juntaron y formaron esqueletos, y los esqueletos se convirtieron en cuerpos,

y finalmente los cuerpos se pararon con vida. Por medio de esta visión Dios prometió el avivamiento de Israel (vrs. 11-14). b. Dos Palos (vrs. 15-28). El profeta tenía que tomar dos palos, escribir en uno, “Judá,” y en el otro “Efraín.” Luego tenía que juntarlos el uno con el otro para que se volvieran uno en su mano (v. 17). Esto simbolizaba la reunión de las doce tribus. 6.

GOG Y MAGOG (capítulos 38—39)

Gog, el príncipe de la tierra de Magog, vendrá contra el pueblo de Dios (38:14-16). Pero el Señor peleará en contra de él. Llevará a Israel siete meses para enterrar a los muertos (39:12). A menudo se ha identificado a Magog—correcta o incorrectamente—con Rusia. Ciertamente, los eventos de los últimos años añaden significado a esta interpretación. C.

LA GLORIA FUTURA DE ISRAEL (capítulos 40—48) 1.

EL NUEVO TEMPLO (capítulos 40—43)

En el año veinticinco de la cautividad (40: 1) — el año 573 A.C. —Ezequiel recibió una visión del templo futuro. Las medidas y el mobiliario se dan en detalle. Algunos sostienen que estas son las medidas de un templo literal que ha de ser edificado antes o después de que Cristo venga. Parece mejor interpretarlo como un símbolo del nuevo reino espiritual. La cosa importante es que la gloria del Señor llenó la casa de Dios (43:2-5). 2.

REGLAS PARA EL TEMPLO (capítulos 44—46)

Se dan instrucciones detalladas para el príncipe (44:1-3), los sacerdotes (44:9-31), las porciones para los sacerdotes (45: 1-6) y el príncipe (45: 7-25), la adoración del príncipe y el pueblo (cap. 46). Las reglas son tan específicas como las que encontramos en Levítico. 3.

EL RIO DE LA VIDA (47:1-12)

Esta descripción es paralela a Apocalipsis 22: 1-2. El profeta ve un río de la vida corriendo desde el santuario que trae bendición cerca y lejos. 4.

LA TIERRA SANTA (47:13—48:35)

Al profeta se le dicen las fronteras de la tierra (47:13-23) y las asignaciones de las tribus, sacerdotes y príncipes (48:1-29). El libro se cierra con la descripción de la Ciudad Santa (48:30-35).

CAPITULO SEIS EL PROFETA APOCALIPTICO DANIEL Nombre: “Dios ha juzgado” Fecha de los Eventos: cerca de los años 606-536 A.C. Lugar de su Ministerio: Babilonia División de su Libro: La Historia de Daniel (capítulos 1—6) Visiones de Daniel (capítulos 7—12) Versículos Para Memorizar: 1:8; 12:3, 10 INTRODUCCION El Libro de Daniel ha sido objeto de más controversia que casi cualquier otro libro en la Biblia. La mayoría de los eruditos liberales lo sitúan en el segundo siglo antes de Cristo, alrededor del año 165. Esto se debe a que describe en detalle los cambios de escena de ese período. Los conservadores sostienen el punto de vista judío y cristiano, de que el libro se escribió por Daniel en el sexto siglo A.C., quien por inspiración divina, pudo ver el futuro por varios siglos. Uno tiene que creer en lo sobrenatural a fin de aceptar a Daniel como el autor de este libro. Edward Young— ampliamente reconocido como el erudito conservador de mayor calibre en asuntos del Antiguo Testamento—ha dado las razones que tenemos para sostener que Daniel escribió el libro que lleva su nombre. El ha dado en sus obras una respuesta adecuada a los argumentos de los que niegan que Daniel escribió el Libro de Daniel. I. A.

HISTORIA DE DANIEL (capítulos 1—6) LA CAUTIVIDAD DE DANIEL (capítulo 1)

El principio de la cautividad de Daniel está fechado “En el año tercero del reinado de Joacím” (v. 1). Esto sería el año 606 ó 605 A.C. Aquí se afirma que Nabucodonosor, el rey de Babilonia, invadió a Judá y sitió a Jerusalén. Habiendo tomado la ciudad—no la destruyó sino hasta veinte años más tarde—tomó “parte de los vasos de la casa de Dios” (v. 2) y los llevó a la tierra de Sinar (Babilonia), donde los puso en la casa de sus dioses. Nabucodonosor también ordenó que algunos de los jóvenes de la familia real fueran llevados a Babilonia, donde serían instruidos en la sabiduría del palacio imperial.

Entre ellos estaban Daniel y sus tres amigos. Así que Daniel era un príncipe de Judá. A los cuatro jóvenes se les dio nombres babilónicos (v. 7). Algo curioso, mientras Daniel se conoce siempre por su nombre hebreo, los otros tres se conocen por sus nombres babilónicos—Sadrach, Mesach, y Abed-nego (véase 3:12-20). Una de las lecciones espirituales sobresalientes del libro se encuentra en el versículo ocho del capítulo primero: “Y Daniel propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber.” Fue una gran decisión para un joven—cautivo en una tierra extraña, y lejos de la influencia piadosa de sus familiares y amigos. Fue una decisión valiente, que muy bien le podría haber costado la vida. Rodeado por religiones y normas morales paganas, este joven permanece como un ejemplo inspirador para los jóvenes de todas las generaciones. Daniel vivió de acuerdo a convicciones que Dios le había dado, y ése ha sido siempre el precio que hay que pagar para obtener la bendición divina. Puesto que Daniel permaneció fiel, descubrió que Dios estaba de su lado y le puso en favor con el príncipe de los eunucos (v. 9). El encargado de los cuatro jóvenes hebreos, al fin consintió en que tuvieran una dieta de agua y vegetales por espacio de diez días. Al fin de este período los cuatro jóvenes se veían mejores que los que habían sido alimentados con el alimento ordenado por el rey (v. 15). Así que se les permitió continuar con la dieta que ellos habían escogido. Los cuatro jóvenes hebreos no sólo prosperaron físicamente, sino que “dióles Dios conocimiento e inteligencia en todas letras y ciencia” (v. 17). Daniel fue honrado con un don especial: “entendimiento de toda visión y sueño.” Al fin del período de tres años de prueba (véase v. 5), el príncipe de los eunucos trajo a todos los príncipes hebreos delante del rey. Nabucodonosor descubrió que Daniel y sus tres amigos eran más sabios que todos los otros. Así que fueron retenidos en la presencia real. El rey se dio cuenta de que en sabiduría e inteligencia eran “diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (v. 20). El último versículo de este capítulo introductorio dice que “fue Daniel hasta el año primero del rey Ciro.” Pero una visión está fechada en “el tercer año de Ciro rey de Persia” (10: 1). Eso sería alrededor del año 536 A.C. B.

EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR DE UNA IMAGEN (capítulo 2)

Muchas interpretaciones se han dado de este y los capítulos siguientes de Daniel. A fin de no confundir al lector con una variedad de interpretaciones, nos pareció mejor, para simplificar el asunto, adoptar la interpretación más ampliamente aceptada por los premilenialistas hoy día.

1. El Dilema del Rey (vrs. 1-11). En el segundo año de su reino, Nabucodonosor tuvo un sueño que le turbó mucho. Desgraciadamente, no podía recordarlo. Sin embargo, demandó de sus sabios que le dijeran su significado. Los caldeos (los sabios) contestaron al rey “en arameo.” Una de las características sobresalientes del libro de Daniel es que una gran parte del mismo (2:4— 7: 28) está escrito en arameo—un lenguaje semita relacionado con el hebreo, pero diferente. Los judíos aprendieron el arameo en Babilonia y lo llevaron a Palestina, donde se convirtió en el idioma principal durante el tiempo de Cristo. Hoy día, el idioma común de Israel es otra vez el hebreo. 2. La liberación de Daniel (vrs. 12-24). Enojado porque los caldeos no podían decirle su sueño y su interpretación, Nabucodonosor ordenó que todos los hombres sabios fueran ejecutados. Pero antes de que la espada cortara su cabeza, Daniel escapó de una muerte segura. Pidiendo que se le diera tiempo (v. 16), llamó a sus tres amigos para orar. Aquella misma noche, mediante una visión, Dios reveló a Daniel el sueño y su interpretación. Después de dar gracias a Dios (vrs. 20-23), Daniel pidió que se le trajera ante la presencia del rey. 3. El Revelador de Misterios (vrs. 25-30). El rey preguntó al joven hebreo si él podría interpretar el sueño. Daniel se despojó de toda pretensión de sabiduría humana (v. 30), pero declaró que “hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios” (v. 28). Este Dios estaba mostrando a Nabucodonosor lo que pasaría en el futuro. La ocasión del sueño era la preocupación del rey acerca de lo que pasaría con su imperio (v. 29). 4. El Sueño (vrs. 31-35). Nabucodonosor había soñado una gran imagen, con forma de hombre. La cabeza era de oro, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de metal (bronce), sus piernas de hierro, y sus pies de una mezcla de hierro y barro cocido. Una piedra “cortada, no con mano,” golpeó y destruyó la imagen. Luego se convirtió en una gran montaña que llenaba la tierra. 5. La Interpretación (vrs. 36-45). La imagen representaba cuatro imperios: (1) babilónico—”tú eres aquella cabeza de oro;” (2) el medo persa; (3) el griego; (Greco) —de Alejandro el Grande y sus sucesores; (4) el romano. La mezcla de hierro y barro cocido (dictadura y democracia) recibe la mayor atención (vrs. 41-43). Pero todos estos imperios serán derrocados y destruidos por el reino de Dios, el cual “permanecerá para siempre” (v. 44). 6. La Recompensa de Daniel (vrs. 46-49). Con una extravagancia típica del oriente antiguo, el rey adoró a Daniel. Luego lo puso por “gobernador de toda la pro-

vincia de Babilonia, y por príncipe de los gobernadores sobre todos los sabios de Babilonia” (v. 48). A los amigos de Daniel también se les dio una posición elevada. C.

EL HORNO DE FUEGO (capítulo 3)

1. La Imagen de Oro (vrs. 1-7). Lleno de orgullo como estaba, el rey mandó hacer una gran imagen de oro de veinte metros de altura. Luego llamó a todos los oficiales de su reino para un gran servicio de dedicación. Un heraldo proclamó la orden del rey de que cuando la música comenzara, todos los presentes deberían inclinarse y adorar la imagen. 2. La Gran Negación (vrs. 8-18). Los tres amigos de Daniel arriesgando sus vidas (véase v. 6), se negaron a adorar la imagen. También se negaron en una segunda oportunidad. No hay fe y fidelidad más grandes que las que se describen en los versículos 17 y 18: “Nuestro Dios... puede librarnos... y nos librará... Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has levantado.” Esa clase de valor y fe son absolutamente inconquistables. 3. El Horno de Fuego (vrs. 19-23). El rey estaba tan airado que ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo normal. Los hombres más fuertes del ejército fueron nombrados para atar a los tres rebeldes y arrojarlos al fuego. Tal era el calor del horno, que estos tres oficiales militares murieron quemados con sólo acercarse a él (v. 22). 4. La Gran Liberación (vrs. 24-30). De repente, el rey se puso de pie y clamó sobresaltado, al ver a cuatro hombres caminando tranquilamente dentro del horno de fuego. Con gran temor y respeto, ordenó que los jóvenes hebreos fueran sacados del horno. Cuando los examinaron, no tenían ni siquiera el olor del fuego. La lección de este incidente es demasiado clara como para pasarse por alto. Como hijos fieles de Dios, nunca nos encontramos en el horno de fuego de la aflicción de cualquier clase—físico, financiero, social o de cualquier otra clase—sin la seguridad de que el Hijo de Dios, Amor Eterno, camina a nuestro lado. Y todo lo que el fuego puede hacernos es quemar las ligaduras que nos limitan, y así liberarnos para un servicio y un compañerismo más grande. Esta historia ha sido una inspiración para incontables generaciones de cristianos. D.

EL SUEÑO DEL ARBOL (capítulo 4)

1. El Sueño (vrs. 4-18). La segunda visión, o sueño, de Nabucodonosor concernía más al futuro cercano que el anterior. Esta vez, el rey recordaba el sueño, pero aun así los sabios no podían interpretarlo. Así que llamó a Daniel para que le diera su interpretación.

El rey había visto un gran árbol que llegaba hasta el cielo. Pero un vigilante, un santo, descendió del cielo para decretar que el árbol sería cortado. Por espacio de siete años (v. 16) la persona representada por las cepas de las raíces que habían sido dejadas; moraría con las bestias del campo “para que conozcan los vivientes que el Altísimo se enseñorea del reino de los hombres” (v. 17). 2. La Interpretación (vrs. 19-27). El árbol era Nabucodonosor quien se había exaltado a sí mismo con orgullo. Pero sería humillado a un estado de anormalidad mental por siete años (v. 25), después de lo cual sería restaurado (v. 26). Daniel luego rogó al rey que se arrepintiera y evitara así la calamidad. 3. El Cumplimiento (vrs. 28-37). Un año más tarde, el rey estaba proclamando jactanciosamente que él había edificado la magnífica ciudad de Babilonia— los esplendores de la cual la arqueología ha revelado sin medida—cuando el decreto de la condena se cumplió. Por espacio de siete años, el rey vivió una vida demente en medio de las bestias del campo. Cuando se le restauró a su mente normal, adoró al Dios verdadero. E.

LA FIESTA DE BELSASAR (capítulo 5)

1. El Sacrilegio (vrs. 1-4). En una gran fiesta dada en honor de mil de sus príncipes, Belsasar ordenó que se trajeran los vasos del templo de Jerusalén. Mientras que la orgía continuaba, los invitados tomaban vino con los vasos sagrados y alababan a los dioses paganos. 2. La Escritura en la Pared (vrs. 5-16). De repente, las rodillas del rey comenzaron a temblar debido al miedo. En la pared del lado opuesto, los dedos de la mano de un hombre estaban escribiendo unas palabras. En medio de su terror, el rey llamó a los sabios, pero ellos no pudieron interpretar su significado. Al fin, la reina mencionó a Daniel. Inmediatamente fue traído al palacio y se le ofreció una gran recompensa si leía e interpretaba la escritura. 3. La Interpretación (vrs. 17-31). Daniel predicó al rey acerca de sus pecados. Luego le declaró que su reino sería conquistado y sería dado a los medos y a los persas (v. 28). Belsasar honró a Daniel con una recompensa adecuada. Pero esa misma noche Babilonia fue tomada por el enemigo y el rey fue muerto. Hace una generación, la veracidad del libro de Daniel se puso en tela de duda porque parecía afirmar que Belsasar había sido el último rey del imperio babilónico. Los registros seculares nombran a Nabonido como el último rey, y ni siquiera mencionan a Belsasar. Pero al fin la verdad salió a luz. Algunas tablas de Nabonido fueron descubiertas en las cuales cuenta de su amor por los viajes y la cacería. En ella dice que él había dejado a su hijo Belsasar encargado de Babilonia como gobernador. Así que de un solo golpe se

dio confirmación a la veracidad de este relato, y también una explicación de porqué Belsasar hizo a Daniel “el tercer señor en el reino” (v. 29). Belsasar era el segundo gobernante. F.

DANIEL EN EL FOSO DE LOS LEONES (capítulo 6)

1. El Decreto de Darío (vrs. 1-9). El rey había nombrado a Daniel como el principal de tres presidentes sobre todo el reino, y estaba pensando hacerlo algo así como primer ministro (v. 3). Esto provocó celos en los otros oficiales. Daniel era tan fiel que no podían encontrar ninguna falta en su conducta. Lo único que podían atacar en él era su religión. Así que manipularon al rey para que proclamara un decreto de que nadie podía orar a ningún dios u hombre por espacio de treinta días, excepto al rey. 2. La Fidelidad de Daniel (vrs. 10-15). Cuando Daniel supo del decreto continuó con sus oraciones tres veces al día, con su ventana abierta hacia Jerusalén. El temía a Dios, así que no tenía temor del rey, de sus enemigos o los leones. 3. La Liberación de Daniel (vrs. 16-28). Dios cerró la boca de los leones y los enemigos de Daniel fueron al fin lanzados al foso. El rey proclamó un nuevo decreto ordenando adorar a Jehová. Mientras tanto, Daniel continuó prosperando. II.

VISIONES DE DANIEL (capítulos 7—12) A.

LAS CUATRO BESTIAS (capítulo 7)

Esta visión está fechada “En el primer año de Belsasar rey de Babilonia.” Como dijimos anteriormente, Belsasar reinó juntamente con su padre durante el último año del imperio babilónico, el cual llegó a su fin en el año 538 A.C. Esta visión es muy semejante a la imagen del sueño de Nabucodonosor (cap. 2). 1. La Visión (vrs. 1-14). Daniel vio cuatro bestias grandes que salían del mar. La primera era “como león” (v. 4), con alas de águila. Esta representaba el Imperio Babilónico establecido por Nabucodonosor. La segunda bestia era “semejante a un oso” (v. 5), y representaba al Imperio MedoPersa. La tercera bestia era “semejante a un tigre” (v. 6), y simbolizaba el Imperio Griego de Alejandro el Grande. Las cuatro alas y las cuatro cabezas simbolizaban las cuatro divisiones que resultaron después de la muerte de Alejandro. La cuarta bestia era “espantosa y terrible, y en grande manera fuerte” (v. 7), con grandes dientes de hierro que devoraban. Esta bestia indescriptible representaba al Imperio Romano. Daniel estaba perplejo por el hecho de que un pequeño cuerno sobresalía de entre los diez cuernos y arrancó tres de ellos. Pero luego vio “un Anciano de grande edad”

sentado en el trono (v. 9) juzgando (v. 10). La terrible bestia fue muerta (v. 11). La visión se cierra con uno “como un hijo de hombre” recibiendo del “Anciano de grande edad” un reino universal y eterno (vrs. 13-14). 2. La Interpretación (vrs. 15-28). Las cuatro bestias eran cuatro reyes (v. 17). “Después tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos” (v. 18). Daniel estaba especialmente interesado en la cuarta bestia y sus cuernos. Se le dijo que los diez cuernos representaban diez reyes. El pequeño cuerno que se levantó entre ellos desafiaría a Dios “y a los santos del Altísimo quebrará” por tres años y medio (v. 25). Pero el reino sería quitado de él y dado a los “santos del Altísimo” (vrs. 26-27). El cuerno pequeño de Daniel 7:8 se interpreta generalmente por los premilenialistas como refiriéndose al Anticristo, al fin de esta edad. El perseguirá al pueblo de Dios, pero será derrotado. B.

EL CARNERO Y EL MACHO CABRIO (capítulo 8)

La segunda visión de Daniel está fechada “en el año tercero de Belsasar.” Tuvo lugar en “Susán,” eso es, Susa, la antigua capital de Persia. Fue en “la provincia de Elam” (V.M.), al este del valle del Tigris y el Eufrates. 1. La Visión (vrs. 1-14). Daniel vio primero un carnero con dos cuernos (v. 3). Este representaba el Imperio Medo-Persa. El cuerno más alto, que apareció al último, representaba al segundo y más fuerte elemento, Persia. El Imperio Persa se extendía hacia el oeste hasta el Asia Occidental, hacia el norte hasta Grecia, y hacia el sur hasta Egipto (v. 4). No iba muy lejos hacia el este. Luego Daniel vio un macho cabrío que venía del oeste. Se movía tan rápidamente que “no tocaba la tierra” (v. 5). Este describía vívidamente la asombrosa y rápida conquista de Alejandro el Grande, quien arrasó Asia Menor, Mesopotamia, Siria, Palestina, Egipto y aun la India—todo eso en unos pocos años. Por tanto, el macho cabrío representaba el Imperio Griego. El “cuerno notable” (v. 5) era Alejandro el Grande, quien quebró el poder (“cuernos”) del Imperio Medo-Persa. Pero cuando “engrandecióse en gran manera el macho de cabrío” (v. 8) el cuerno se quebró—Alejandro el Grande murió repentinamente (en el año 323 A.C., a la edad de treinta y dos años). Cuatro cuernos—cuatro divisiones del imperio—le sucedieron. De uno de ellos surgió el “cuerno pequeño.” El pequeño cuerno de Daniel 8: 9 se interpreta refiriéndose a Antioco Epífanes, el gobernador de Seleucia, “el cual creció mucho al mediodía, (Egipto) y al oriente (Mesopotamia) y hacia la tierra deseable (Palestina).” “Por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (v. 11); eso significa que Antioco Epífanes detuvo los sacrificios

diarios en el templo de Jerusalén y profanó el lugar santo al ofrendar un puerco en el altar. Esto tuvo lugar en el año 168 A.C. Pero más tarde el altar sería limpiado (v. 14). Esto sucedió en diciembre del 165 A.C., y se conmemoraba en días de Cristo mediante la Fiesta de la Dedicación (Juan 10: 22). Todavía se celebra por los judíos con el nombre de Hanukkah o el Festival de las Luces, una de las épocas más brillantes del año judío. 2. La Interpretación (vrs. 15-27). El carnero se identifica claramente con el Imperio Medo-Persa (v. 20). El macho cabrío es Grecia (v. 21). El cuerno grande es el primer rey, Alejandro el Grande, quien fue sucedido por cuatro reyes, ninguno de los cuales tuvo su poder (v. 22). El “rey altivo de rostro” (v. 23) es Antioco Epífanes, el rey de Seleucia, de Siria. El destruiría a los “fuertes y al pueblo de los santos” (v. 24) —los judíos. C.

LAS SETENTA SEMANAS (capítulo 9)

Esta visión tuvo lugar “En el año primero de Darío” (v. 1). Daniel leyó en el libro de Jeremías que la cautividad duraría sólo setenta años. 1. La Oración de Confesión de Daniel (vrs. 3-19). Cuando a uno se le da la seguridad de que Dios enviará un avivamiento, no debe dejar de orar. Todo lo contrario, ese debe ser el momento de oración, petición insistente y confesión, preparando así el camino para el avivamiento. Este fue el curso que siguió Daniel. Aunque él era justo, confesó los pecados de la nación. Todo intercesor debe, en cierta medida, identificarse con aquellos por quienes ora, confesando sus pecados casi como si fueran suyos. 2. Las Setenta Semanas (vrs. 20-27). La mayoría de los eruditos están de acuerdo en que en este caso las “semanas” representan siete años. Las setenta semanas entonces serían 490 años. Se afirma que “desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén” hasta que al Mesías se le quite “la vida,” serán 69 semanas (vrs. 25-26) — 483 años. Si uno identifica el primer evento con el decreto de Artajerjes para edificar los muros de Jerusalén en el año 445 A.C. (Nehemías 2:4-8), la cronología es casi perfecta. Notemos que no es el nacimiento del Mesías, sino su muerte, que se menciona. Substrayendo 30— Cristo murió probablemente en el año 30 D.C. —de los 483 años, nos da 453, que es muy cerca de 445. Pero ¿qué de la septuagésima semana? Los premilenialistas generalmente la colocan al fin de esta era, sosteniendo que este período de la iglesia gentil—de una extensión indeterminada—está insertado entre las semanas 69 y 70 de la historia de

Israel. Sin duda que hay muchas dificultades con esta y cualquier otra interpretación de este capítulo. El versículo 27 se interpreta generalmente como referencia a un convenio entre el Anticristo y los judíos. “A la mitad de la semana” él quebranta el convenio, y tres años y medio de “La Gran Tribulación” siguen. Otra interpretación relaciona la primera mitad de la semana setenta a los tres años y medio del ministerio de Cristo, seguido por su muerte, la cual puso fin a la necesidad de sacrificios de animales. D.

LA ULTIMA VISION DE DANIEL (capítulos 10—12)

Esta visión tuvo lugar “En el tercer año de Ciro rey de Persia” (10:1), después de un período de tres semanas de lamento y ayuno. Daniel estaba a orillas del río Hiddekel (v. 4) —el río Tigris. Quizá él estuviera acongojado por falta de una respuesta entusiasta de parte de los judíos cautivos hacia el decreto de Ciro permitiéndoles volver a su propia tierra. Sin duda estaría preocupado con el resultado final de todo eso. 1. El Mensaje del Cielo (cap. 10). Un visitante angelical apareció a Daniel y le informó que él había comenzado a ayudarle desde el primer día de su oración (v. 12). Pero que había sido estorbado por “el príncipe del reino de Persia” hasta que Miguel vino en su ayuda (v. 13). El propósito de la visión era hacer saber a Daniel “lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días” (v. 14). 2. Los Períodos Persa y Griego (11: 1-35). El mensajero declaró que tres reyes seguirían en Persia. Estos eran Cambises, Pseudo-Smerdis, y Darío Hystaspes. El cuarto, más rico que todos (v. 2), era Jerjes, quien intentó la invasión de Grecia pero fue derrotado en Salamina en el año 480 A.C. El “rey valiente” que se enseñorearía “sobre gran dominio” (v. 3) era Alejandro el Grande. A su muerte el reino se dividió en cuatro partes (v. 4). Luego sigue un resumen (vrs. 5-20) de las actividades rivales del “rey del mediodía”—los Ptolomeos de Egipto—y del “rey del norte”—los Seleucios de Siria. — El hecho de que este material se dé en minucioso detalle ha guiado a muchos eruditos a sostener que el libro de Daniel fue escrito durante este período. El gobernante de mayor importancia para los judíos fue Antioco Epífanes. Así que sus hechos se registran más ampliamente (vrs. 21-35). El es llamado “una persona vil” por su agrado en profanar las cosas sagradas. El quitaría “el continuo sacrificio,” y pondría “la abominación espantosa” (v. 31). Esta última frase la encontramos en el discurso de Cristo en el Monte de las Olivas (Mateo 24:15; Marcos 13:14). La referencia de Daniel es probablemente a la profanación del templo de Jerusalén por Antioco en el año 168 A.C., cuando éste ofreció un puerco en el altar. “Mas el pueblo que conoce a su Dios, se esforzará, y hará” (v. 32), es una alusión a la rebelión de los Macabeos.

3. El Tiempo del Fin (11: 36—12:13). La escena parece cambiar súbitamente al Anticristo, al fin de esta era, de quien Antioco Epífanes fue un tipo muy vívido. Se sostiene, al menos por los premilenialistas, que la parte final de este capítulo (11: 36-45) es una descripción del Anticristo levantándose de la figura de Antioco. Lo que generalmente se conoce como “La Gran Tribulación” se describe en el primer versículo del capítulo 12 como un “tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente hasta entonces.” Esta afirmación tan fuerte fue repetida por Cristo (Mateo 24:21; Marcos 13:19). Luego el mensajero reveló a Daniel que habría dos clases de resurrecciones—”unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (v. 2). El versículo tres es una hermosa promesa para los “entendidos” quienes “enseñan a justicia la multitud.” El libro concluye con una admonición a Daniel para que selle el contenido del libro “hasta el tiempo del fin” (vrs. 4, 9). Evidentemente, el significado de esto no se entenderá hasta más tarde. Se le dice que “muchos serán limpios, y emblanquecidos, y purificados,” mientras que los impíos continuarán en sus pecados. Esa ha sido la historia de la humanidad desde los días de Daniel hasta el presente.

CAPITULO SIETE OSEAS y JOEL A.

Oseas—El Triunfo del Amor

Nombre: Significa “salvación,” “liberación.” Fecha: Aproximadamente entre 750 y 736 A.C. Lugar de su ministerio: El reino de Israel (Norte). División de su libro: I. II.

La Vida Hogareña de Oseas (capítulos 1—3). El Mensaje de Dios a Israel (capítulos 4—14).

Versículos sobresalientes para memorizar: 10:12; 14:4. 1.

EL HOMBRE

La tarde caía en un humilde hogar del norte de Israel. Un personaje solitario sollozaba con el rostro hundido entre sus manos. El ser amado había dejado el hogar y el desconsolado esposo compartía el funeral en su corazón. ¿Por qué había sucedido todo aquello? Esta pregunta obsesionaba la mente y atormentaba el alma de Oseas, nuestro joven profeta. a. Luna de Miel que se Vuelve de Angustia. La memoria tomó a Oseas de la mano y lo condujo hacia atrás por los senderos del tiempo. ¡Cuán vívidamente recordaba la ocasión en que conoció a la hermosa doncella llamada Gomer! La escena aparecía de nuevo ante sus ojos. El encanto de la juventud, la belleza fascinadora... la memoria de aquel momento agitaba y traspasaba su corazón en esta noche. Dándose cuenta de su llamamiento, el mozo profeta había orado intensamente sobre el asunto. La instrucción divina había llegado con la claridad de una campanada: “Cásate con Gomer.” Y así, un día se unieron en matrimonio. Muy a pesar de la tragedia subsecuente, Oseas no podía dudar de que Dios le había indicado que se casara con la mujer que llegó a ser su esposa. Pero, ¿por qué? ¿Por qué? Esta interrogación resonaba como un lamento por todos los ámbitos de su alma. Los primeros años de su matrimonio fueron muy felices. Oseas y su joven compañera estaban mutua y profundamente enamorados. Como la fragancia de las lilas en primavera, las brisas de la memoria le traían el aroma de la dulzura de aquellos primeros días. El aún ardiente enamorado prorrumpió en nuevos sollozos. ¡Cómo recordaba al primer hijo que había arrullado! Cuando se llenó de orgullo por tener su primer hijo, le pareció que la copa de su gozo rebosaba. Cuando oró sobre ello, se le indicó que llamara al niño Jezreel. El niño era una señal para Israel de que Dios vengaría la sangre de Jezreel sobre la casa de Jehú. Pero de pronto apareció un distanciamiento en la vida de la feliz pareja. Oseas observó con creciente congoja la atención señalada que algunos jóvenes demostraban para con su esposa. Sus ojos comenzaron a interceptar algunas miradas veladas, pero acariciadoras. No fue muy difícil descifrarlas. La belleza misma de Gomer estaba resultando ser una trampa para ella. Poco tiempo después, otro bebé nació en el hogar, sólo que esta vez fue una hija. Pero el entusiasmo de Oseas se enfrió no porque aquel vástago fuera mujercita, sino porque en las honduras de su corazón se agitaba la negra sombra de una tremenda incertidumbre— ¿era esta niña realmente hija suya? El horizonte del profeta se obscureció con una horrible interrogación. La voz divina le dio muy poco consuelo al indicarle el nombre de la niña: “Ponle por nombre Loruhama: porque no más tendré misericordia de la casa de Israel” (1:6).

Loruhama—“la no compadecida,” “la no amada.” Lenta, pero seguramente, la cruz caía sobre sus hombros: la cruz oculta de un temor indescriptible. La senda del profeta se estaba volviendo una verdadera vía dolorosa. Finalmente, otro hijo vino al hogar. En esta ocasión no hubo duda alguna... tan sólo quedaba una horrible certeza. Dios le dijo: “Ponle por nombre Loammi: porque vosotros no sois mi pueblo ni yo seré vuestro Dios” (1:9). Loammi—“no pueblo mío,” “no mi familiar.” Aturdido y ofuscado, Oseas andaba como si estuviera soñando. Gradualmente, como uno que vuelve en sí, el agudo dolor regresó. El alma sensitiva del profeta fue bombardeada con la realidad innegable de la verdad horrible—el niño no era su hijo. Gomer, su esposa, le había sido infiel. b. El Pecado Resulta en Separación. Por fin, un día Gomer dejó el hogar. Cuando el ruido de sus pasos se perdió, un horrendo sentido de vacío y soledad se apoderó del alma del profeta. Parecía como si la luz del amor se hubiera apagado en su espíritu. Después, los sentimientos estallaron y Oseas encontró descanso dejando salir un torrente de lágrimas. Parecía que muchas horas habían transcurrido ya. Pero en realidad fue a los cuantos minutos que los niños llegaron corriendo. “¿A dónde va mamacita? No contestó cuando la llamamos. ¿Por qué se va?” Sí— ¿Por qué? Oseas no supo qué contestar. Esa noche, un extraño silencio reinó a la hora de la cena. Todos se daban cuenta del asiento vacío en aquel círculo familiar. De pronto, la pequeña Loruhama levantó su carita y preguntó, “¿Dónde está mamá?” La interrogación penetró el alma del profeta como un agudo puñal. En vano procuró Oseas contener las lágrimas. Loruhama se subió a sus rodillas y comenzó a llorar, mientras repetía, “Yo quiero a mi mamacita.” El profeta puso su cabeza junto a la de la inocente, y lloró con ella. Pero comprendió que debía dominarse delante de los niños. En silencio se reunieron para tener su altar familiar. Con labios temblorosos imploró desde lo más profundo de su alma: “Bendice a mamá, cuídala, y tráela pronto a casa.” Cuando los niños se acostaron, Oseas se ocupó en limpiar y arreglar la casa. Los pequeños dormían profundamente. Entonces, en el rincón más alejado de aquel hogar que solamente tenía un cuarto, Oseas se echó sobre su rostro y dio rienda suelta a su dolor. Derramó toda la angustia de su corazón delante de Dios, el único que podía escucharle. Le pareció que la pesada cruz del sufrimiento que experimentaba se había plantado y que los clavos más crueles lo sujetaban a ella. La angustia se volvió agonía, y de los profundos de su desesperación, clamó: “Dios mío, ¿por qué?” La respuesta vino de manera inesperada. Agotado por el llanto, el profeta se había quedado quieto por un momento. Y fue en aquella pausa de silencio que escuchó un

ruido. Sorprendido, levantó la cabeza. No, los niños dormían profundamente y no tenían alterada la respiración. ¿Qué sería ese ruido? c. Las Lágrimas de Dios. Una vez más sepultó el rostro entre sus brazos, pero de nuevo escuchó un ruido. Alguien estaba sollozando—Alguien que estaba junto a él. ¿Quién podría ser? Casi sin atreverse a respirar esperó en silencio perfecto. De nuevo se escucharon los sollozos. En esta vez alcanzó a oír algunas palabras. ¡Escuchad! “¿Cómo tengo de dejarte, Efraín?... ¿Qué haré de ti, Efraín?” (11:8; 6:4). Era el sollozo del corazón quebrantado de Dios. Esa noche Oseas aprendió que no sufría solo. En el centro mismo del universo había un Dios de amor quien sufría por los pecados de su pueblo. Así como Gomer había sido infiel a su esposo, Israel había sido infiel a su Dios. Oseas encontró en el compañerismo del sufrimiento no solamente la solución a su problema personal, sino también un mensaje nuevo para la nación. El pecado más grande de Israel era el rechazamiento del amor de Dios; sin embargo, el amor de Dios, aunque despreciado, permanecía incólume. Pero el Calvario es sólo el principio de la redención. El precio que se paga en el sufrimiento no debe quedar sin galardón. El amor debe encontrar un camino, y lo encontrará. d. El Perdón no Conoce Fronteras. Una noche, cuando el profeta estaba orando, la Voz habló claramente a su corazón: “Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel” (3: 1). El día siguiente Oseas envió a los niños a jugar con sus amigos vecinos. Entonces tomó el mismo camino que Gomer había seguido varios meses antes. Aquel camino llevaba de su humilde finca campestre a la gran ciudad que quedaba a unos cuantos kilómetros. Cuando llegó a las calles de Bethel, Oseas observó los mismos espectáculos y ruidos que habían escandalizado a Amós algunos años atrás. Mucha gente vivía aún en medio del lujo, aunque la cubierta de la prosperidad estaba cayéndose ya. Oseas atravesó la mejor parte de la ciudad hasta llegar a los barrios bajos. Todo lo que veía le era novedoso pues nunca había visitado aquel lugar. Pero indagando llegó hasta el mercado de los esclavos. Al acercarse le llamó la atención cierta esclava. Estaba vestida en harapos inmundos y, sin embargo, había algo de familiar en su parecer. En ese instante la esclava volvió su rostro hacia él; sus ojos se encontraron por un segundo y ella viró rápidamente la vista en otra dirección. Mas en aquel segundo Oseas captó una mirada de reconocimiento. Era difícil creerlo, pero era cierto— la esclava era Gomer.

Mientras su corazón latía agitadamente, Oseas trató con el vendedor: “Compréla entonces para mí por quince dineros de plata, y un homer y medio de cebada” (3:2). Cuando el profeta se acercó para recibir su prenda, aquella mujer que había sido tan bella ocultó el rostro avergonzada. Se había vendido a sí misma como esclava al pecado, y ahora se encontraba en la esclavitud literal. No obstante, su esposo había venido a redimirla. Oseas la tomó amorosamente de la mano, la dirigió a través de los barrios bajos y por entre las avenidas donde vivía la gente rica, hasta el campo libre y el sendero que conducía al hogar. e. El Amor lo Conquista Todo. Nadie había dicho una sola palabra, pero ya en el camino las palabras tiernas y amorosas de Oseas produjeron una conmoción profunda en el alma de Gomer. “Gomer, te amo con todo mi corazón. Nunca he dejado de amarte. Todos los días he orado por ti y he anhelado tenerte conmigo. Ni por un instante te he dado por perdida. Ahora te he comprado para que seas mía para siempre. Todo lo pasado queda perdonado. Debes quedarte conmigo y no serme infiel jamás. Estableceremos un hogar feliz y seremos fieles el uno al otro mientras vivamos.” Gomer caminaba difícilmente, cegada por las lágrimas. Por fin divisaron la casita que abrigaba su hogar. ¡Cómo se veía encantadora comparada con las madrigueras del pecado y el horrible mercado de esclavos! Oseas abrió la puerta y amorosamente le indicó que entrara. Cuando Gomer se encontró de nuevo en su propio hogar con su esposo, la invadió un tremendo sentido de pecaminosidad. Se vio a sí misma como en realidad era y odió intensamente su yo malvado. Cayendo de rodillas, abrió su corazón y derramó su alma en confesión y arrepentimiento; llorando y clamando, imploró perdón. No parecía posible que Dios la perdonara, pero si Oseas le había perdonado quizá Dios también se compadecería de ella. Súbitamente, el resplandor del cielo brilló en su corazón entenebrecido. Levantó sus ojos y a través de sus lágrimas se dejó ver el destello de una sonrisa radiante. Oseas la estrechó entre sus brazos. De nuevo ella era verdaderamente su prometida. El amor había encontrado una solución. La esposa pródiga regresaba al hogar para siempre. Como producto de la tragedia doméstica acontecida en la vida de Oseas, encontramos el mensaje más sobresaliente del Antiguo Testamento—la historia del amor redentor de Dios. Amós había dejado oír su voz en tonos vigorosos de austera justicia— Oseas imploraba con notas del amor más tierno. ¿A qué se debió esta diferencia? En parte, al sufrimiento y al quebranto que tocara en suerte al último profeta.

¡Qué precio tan exorbitante pagó por su ministerio! Pero nadie puede proclamar el mensaje del Calvario sin haber comprendido primero el significado de la cruz. Oseas descubrió que sin sufrimiento no hay verdadero amor, y que mientras más se ama, más se sufre. En la tragedia sin fondo de su propio dolor, descubrió el secreto del amor expiatorio. Solamente así pudo comprender el amor redentor, aun cuando rechazado, de Dios. Los ruegos apasionados del ministerio de Oseas fueron un eco del sollozo que una noche escuchara en la oscuridad. 2.

EL MENSAJE

El libro de Oseas se divide muy naturalmente en dos secciones. En los primeros tres capítulos encontramos la historia de un corazón y un hogar hechos pedazos. En los capítulos cuatro al catorce, inclusive, tenemos el mensaje de Dios a Israel basado en la experiencia del profeta. Dios tenía un gran mensaje para su pueblo; un mensaje de amor que redime. Mas ¿dónde hallar un mensajero que estuviera a la altura de la tarea? No habiendo ninguno disponible, el Señor preparó a su propio profeta. a. La Redención Requiere Sufrimiento. El amor abstracto significa exactamente nada. No se puede aprender a amar escuchando conferencias sobre el amor, ni estudiando volúmenes que lo encomien. Es preciso experimentarlo. Por esta razón, Dios arrojó a su profeta a los abismos de una tragedia dolorosa. Sobre el sensible espíritu de aquel hombre cayeron golpe tras golpe, y el corazón se abrió a pedazos hasta el límite. Oseas tuvo su Getsemaní y su Calvario, y en el sitio del sufrimiento vicario encontró el secreto del amor redentor. Sólo un amor que sufre puede ser un amor que salva. Cuando Oseas encontró a su esposa descarriada, hundida en el cieno de su pecado, su vergüenza, su degradación y su desgracia; cuando sintió un gran borbotón de amor inmenso fluyendo de su corazón hacia ella, y se vio poseído por un deseo incontrolable de libertarla de los grillos de su esclavitud; cuando pagó el precio en dinero contante y sonante, como ya lo había pagado con el sufrimiento desgarrador; cuando tomó a Gomer de la mano con toda su inmundicia y sus harapos para regresarla al corazón y al hogar—entonces el profeta comprendió el amor de Dios que redime. Entonces pudo dirigirse al pueblo con lágrimas en sus ojos y voz entrecortada, diciéndole que Dios le amaba también, y que deseaba que regresara al hogar. b. El Amor Verdadero es Tierno. Solamente un profeta que amara con ternura podría proclamar el mensaje que encontramos en 2: 14-15: “Empero he aquí, yo la induciré, y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Y daréle sus viñas desde allí y el valle de Achor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida a la tierra de Egipto.”

Este mensaje es un eco de lo que sucedió en el camino del mercado de esclavos al hogar, cuando Oseas cortejó y conquistó de nuevo el corazón de Gomer. Los felices días que siguieron cuando el profeta escuchaba a su esposa cantando mientras hacía las labores domésticas y cuidaba de los niños, reservando para él las sonrisas que revelaban el amor que ella le brindaba, fueron recompensa suficiente por las horas de angustia. Verdaderamente, había valido la pena. Oseas estaba aprendiendo que el amor es la posesión más valiosa de la humanidad. c. El Gran Pecado. El gran pecado de Israel era su trasgresión en contra del amor. Es cierto que la gente era culpable de “perjurar, y mentir, y matar, y hurtar, y adulterar” (4:2), pero en último análisis, todos estos pecados contra las demás personalidades humanas eran consecuencia de su pecado en contra de Dios. El pecado básico, del cual brotaban todos los demás pecados, era el rechazamiento del amor de Dios. Y porque ellos se apartaron de Dios, El dijo que se apartaría de ellos. “Andaré, y tornaré a mi lugar hasta que conozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia madrugarán a mí” (5:15). Oseas estuvo de acuerdo con Amós en poner más énfasis en la rectitud que en el ritual. “Porque misericordia quise, y no sacrificio; y conocimiento de Dios más que holocaustos” (6:6). 3.

EL ESTILO

El libro de Oseas abunda en figuras sencillas de lenguaje, aunque vívidas. Casi todas ellas están tomadas del campo y parecen indicar que el profeta vivía en las afueras de la ciudad. Por ejemplo, en 4:16 encontramos una figura indeleblemente fija en la mente de todo muchacho criado en el campo: “como becerra cerrera se apartó Israel.” Y más adelante Dios dice al pueblo: “La piedad vuestra es como la nube de la mañana, y como el rocío que de madrugada viene” (6:4). En 7:9 tenemos una figura triste: “Vejez se ha esparcido por él, y él no lo entendió.” Es un símbolo gráfico de la decadencia inconsciente. Al insistir con urgencia en que la gente se volviera a Dios, Oseas recurre al campo para tomar una figura: “Arad para vosotros barbecho: porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia” (10:12). Una figura hermosa, aunque patética, la encontramos en 11: 3—“Yo con todo eso guiaba en pies al mismo Efraín, tomándolos de sus brazos, y no conocieron que yo los cuidaba;” y agrega el Señor: “Con cuerdas humanas los traje, con cuerdas de amor.” El punto culminante del libro se encuentra en el último capítulo. He aquí el llamado amoroso de Dios: “Conviértete, oh Israel, a Jehová tu Dios: porque por tu pecado has

caído. Tomad con vosotros palabras, y convertíos a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y daremos becerros de nuestros labios.” Entonces Dios los recibe misericordiosamente. Escuchad su respuesta: “Yo medicinaré su rebelión, amarélos de voluntad” (14:4). El mensaje final del libro se refiere al triunfo del amor. Cierto es que encontramos endechas fúnebres y cantos quejumbrosos en claves menores, pero el oratorio termina en un resonante acorde de victoria. El amor venció al pecado. B.

Joel—Dios Castiga el Pecado

Nombre: Significa “Jehová es Dios.” Fecha: Incierta; quizá el siglo octavo, o el cuarto A.C. Lugar de su ministerio: Probablemente el reino del sur, o de Judá. División de su libro: I. II.

Joel Habla (1:2—2: 17). Jehová Habla (2: 18—3: 21).

Versículos sobresalientes para memorizar: 2:21; 2:25; 2:32a. 1.

LA PLAGA DE LANGOSTAS

Era una cálida tarde de verano. Mientras Joel se detenía en el umbral de su hogar amparándose bajo la sombra del techado, pensaba atemorizado en los resultados de la sequía que ya se dejaba sentir. El campo se divisaba aún verde y hermoso, pero, ¿qué tanto tiempo permanecería así? Recorriendo su vista por el rumbo noreste, observó de pronto una nube en el horizonte. La nube se acercaba rápidamente. Entonces llegó a sus oídos un ruido sordo, el cual aumentó gradualmente hasta volverse como rugido de catarata, como huracán en la costa. Apresuradamente, Joel entró a la casa y dio el grito de alarma: “¡Viene una nube de langostas!” En unos cuantos minutos el aire se llenó de miríadas de insectos. El suelo, los árboles, las plantas, las paredes, las casas—todo quedó cubierto con aquella masa viviente. Cuando Joel oyó el ruido que los insectos hacían al devorar hojas y tallos, espigas y troncos, un sentimiento de terror lo invadió. Esto era destrucción; destrucción incesante, incontenible. Por más animales que se mataran, decenas de millares avanzaban sobre los

espacios despejados. Joel vio a los insectos subir por las paredes de la casa y entrar por las ventanas. Por todos lados no se veía sino un continuo fluir de devastación y muerte. No fue sino hasta que todo lo verde desapareció, que los millones de animales levantaron el vuelo. Con un estruendo ensordecedor avanzaron hacia los campos de algún pobre vecino indefenso. Cuando Joel examinó sus sembrados, se sintió enfermo. Todos los árboles habían quedado desnudos de hojas y de corteza. Su jardín estaba tan desierto como si nunca hubiera arado y sembrado. En las parcelas no quedaba ni siquiera una hoja seca para una cabra hambrienta. Todo a su derredor era desolación y ruina. Generalmente las plagas de langosta duran de dos a cinco meses. Cuando terminó esta plaga en el tiempo de Joel, él escribió: “Lo que quedó de la oruga comió la langosta, y lo que quedó de la langosta comió el pulgón; y el revoltón comió lo que del pulgón había quedado” (1:4). Algunos eruditos han pensado que se alude a ciertas etapas sucesivas de la misma plaga, pero George Adam Smith sostiene que el verso se refiere a cuatro plagas distintas de invasores. Las cuatro palabras hebreas eran nombres distintos dados a la langosta para describir sus diferentes actividades destructivas. El traduce así este versículo: Lo que dejó el marchitador, comió el trepador; Lo que dejó el trepador, comió el pulidor; Lo que dejó el pulidor, comió el devorador. 2.

LOS EJERCITOS INVASORES

Mientras Joel observaba la aparición y actividad de la langosta, con la terrible desolación resultante, Dios le dio un mensaje para su pueblo. La devastadora plaga constituía una advertencia para Judá sobre los ejércitos enemigos que pronto invadirían sus fronteras cual símbolo de los inminentes castigos de Jehová sobre la tierra. Es en esta forma que Joel nos ha dejado una descripción vívida fácilmente aplicable tanto a la plaga de langostas como a los ejércitos invasores. Observad las expresiones tan apropiadas de 2: 3-10: Como el huerto de Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado; ni tampoco habrá quién de él escape. Su parecer, como parecer de caballos; y como gente de a caballo correrán. Como estruendo de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como sonido de llama de fuego que consume hojarascas, como fuerte pueblo aparejado para la batalla... Como valientes correrán, como hombres de guerra subirán la muralla; y cada cual irá en sus caminos, y no torcerán sus sendas... Correrán

por el muro, subirán por las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones. Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos: el sol y la luna se obscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. Hay tres divisiones en la profecía de Joel. En la primera describe una plaga reciente de langostas y declara que es un castigo de Dios por los pecados del pueblo. En la segunda advierte a la nación malvada que los ejércitos enemigos descenderán pronto del norte como una gran plaga de langostas, dejando una cauda de muerte y destrucción. En la tercera división toma el poderoso lente de la profecía y echa una mirada a través de los siglos hasta distinguir el gran día final cuando Dios ha de juzgar a todos los pueblos. 3.

EL DIA DE JEHOVA

La frase clave de Joel es “el día de Jehová,” que ocurre cinco veces en los tres capítulos de su breve profecía (1:15; 2:1, 11, 31; 3:14). a. El Día de Castigo. Pero, ¿qué significa “el día de Jehová”? Joel lo describe como el día de castigo de Dios. Dice: “¡Ay del día! porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso” (1:15). El trazo más vívido del profeta se encuentra en los primeros versículos del segundo capítulo. En ellos le oímos decir: “Tocad trompeta en Sión, y pregonad en mi santo monte: tiemblen todos los moradores de la tierra; porque viene el día de Jehová, porque está cercano. Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra.” Más vigorosas todavía son las palabras que usa para cerrar el versículo once: “porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿y quién lo podrá sufrir?” Esta expresión encuentra eco en el versículo 31, en donde se menciona “el día grande y espantoso de Jehová.” El día de Jehová es un día de juicio, de castigo, de oscuridad y destrucción. b. Día Inminente. El profeta recalca la inminencia del día de Jehová. Por ejemplo: “viene el día de Jehová, porque está cercano” (2:1). Más adelante declara: “cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión” (3:14). ¿Cuándo exactamente vendrá este día? Para responder a esta interrogación hemos de reconocer la veracidad de lo que se ha llamado el principio telescópico de la profecía. Muchas predicciones del Antiguo Testamento encierran un cumplimiento parcial inmediato, y un cumplimiento absoluto mediato. El profeta se dirige a sus propias generaciones, pero también a las generaciones futuras.

En esto, Joel nos ofrece un ejemplo magnífico. La ocasión para su profecía la proveyó una plaga reciente de langostas. Ese fue “el día de Jehová;” un día de castigo divino sobre la nación. Pero el día de Jehová aún está por venir. Muy pronto, ejércitos enemigos invadirán a Judá. Dios visitará a su pueblo y lo castigará por sus pecados. e. Día de Culminación Final. En seguida, el vidente lleva el telescopio de la inspiración divina a sus ojos y divisa a través de los siglos el día grande y espantoso de Jehová. Será el día en que Dios tome las riendas del gobierno, sujete a todos sus enemigos, y reine supremo. El período de tiempo que el hombre usa para gobernar y arruinar el mundo, será substituido por el día de Jehová. Este sentido de contemporaneidad y a la vez de contemplación de lo futuro, se ha expresado bien por G. Campbell Morgan en su obra Voices of Twelve Hebrew Prophets (Voces de Doce Profetas Hebreos). Este autor comenta: “El día de Jehová es siempre presente y siempre futuro.” Cada día es un día de castigo divino, pero en la historia humana hay crisis especiales de visitación divina. Estas crisis pueden denominarse con toda propiedad: “el día de Jehová.” Puesto que la enseñanza principal de Joel se refiere al castigo, es muy natural que la fraseología del libro sea vigorosa. Esto se aprecia mucho más en hebreo que en cualquiera traducción al castellano. George Adam Smith —un sobresaliente exégeta de los profetas menores— describe esta singularidad del estilo de Joel: Joel sobrecarga sus frases con las palabras más expresivas que puede encontrar y las dispara vertiginosamente, repitiendo una y otra vez el mismo vocablo contundente, como queriendo sacudir al pueblo indiferente y despertarlo a algún sentido del peso de la calamidad que pende sobre él. 4.

ARREPENTIMIENTO Y PROMESA

a. Llamado al Arrepentimiento. Pero el profeta no se detiene cuando termina de anunciar el castigo, sino que proclama un llamado al arrepentimiento. En 2:12-17, invita al pueblo a buscar la misericordia del Señor. Si el pueblo obrare así, la bendición de Dios se derramará (2:18-27). El tendrá compasión de los suyos (v. 18). “Yo os envío pan, y mosto, y aceite, y seréis saciados de ellos” (v. 19). Los árboles darán fruto en abundancia (v. 22). Dios mandará abundantes lluvias para sus cosechas (v. 23). “Y las eras se henchirán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite” (v. 24). b. Las Promesas son Brillantes. En seguida encontramos uno de esos hermosos pasajes de promesas con que uno se tropieza a menudo en los libros proféticos. Joel escribe (2:25-27): “Y os restituiré los años que comió la oruga, la langosta, el

pulgón, y el revoltón; mi grande ejército que envié contra vosotros. Y comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros: y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro: y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.” Así como Dios los libró de la plaga de langostas, los libraría de los ejércitos enemigos que pronto invadirían sus fronteras. Las frases que Joel usa en este pasaje (2:20) traen a la memoria el hedor producido por los millones de langostas muertas. Y haré alejar de vosotros al del aquilón, y echarélo en la tierra seca y desierta... y exhalará su hedor; y subirá su pudrición, porque hizo grandes cosas. Este pasaje conmovedor encuentra su culminación en la profecía más importante de Joel—la predicción del día de Pentecostés (vrs. 28-29): Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones. Y aun también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Pedro identificó inequívocamente esta profecía con los acontecimientos del día de Pentecostés, descrito en el segundo capítulo de los Hechos: “Esto es aquello,” declaró. La profecía esperó largos siglos antes de realizarse, pero por fin, la hora llegó. Así sucederá con todas las promesas de Dios que permanecen sin cumplimiento. Cristo Jesús sí regresará y establecerá su reinado de pureza y paz. Una de las lecciones más importantes que los seres humanos debemos aprender, es la de esperar pacientemente a que Dios lleve a cabo sus planes y propósitos. “En el cumplimiento del tiempo,” Dios siempre aparece en escena. c. Destrucción de Jerusalén. Pero he aquí que la descripción del derramamiento del Espíritu viene seguida inmediatamente (vrs. 30-31), por un anuncio de oscuridad y destrucción. ¿Cuál es la relación entre ambos? George L. Robinson ha dado una buena explicación: “La gracia y el castigo siempre caminan de la mano. La caída de Jerusalén no fue sino la secuela al día de Pentecostés.” La ciudad de Jerusalén fue testigo de la visitación de Dios con una bendición especial en el Pentecostés, en el año 30 D.C. Y porque la ciudad en masa rechazó la venida de Cristo y el descendimiento del Espíritu Santo, el castigo vino en el año 70 D.C. Con una venganza terrible. La ira de Dios siempre viene después del rechazamiento de su amor.

Al igual que otros profetas menores, Joel termina su libro con una promesa de bendición futura para el pueblo de Dios (3:18-21). También la Biblia se cierra con “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apocalipsis 21:1). Ese es el punto final de toda historia.

CAPITULO OCHO AMOS y ABDIAS A.

Amós—La Lucha Entre la Justicia y el Ritual

Nombre: Significa “carga” o “cargador.” Hogar: Tecoa, una villa de pastores, como dieciocho kilómetros al sur de Jerusalén. Fecha: Alrededor del 760 A.C. (probablemente el primero de los profetas que escribieron sus mensajes). Lugar de su ministerio: El norte de Israel, especialmente Beth-el, como diecinueve kilómetros al norte de Jerusalén. División de su libro: I. II. III.

Ocho Juicios Contra Naciones Vecinas (capítulos 1—2). Tres Mensajes Contra Israel (capítulos 3—6). Cinco Visiones de Juicio (capítulos 7—9).

Versículos sobresalientes para memorizar: 4: 12b; 5:15; 8:11. 1.

EL LLAMADO DEL PROFETA

Era medianoche en el desierto de Judá. A la tenue luz de las estrellas titilantes, una figura solitaria se distinguía apenas acurrucada junto a una colina. Amós, el pastor, estaba sumido en profunda meditación. Mientras movía su capa hasta sus hombros para arroparse mejor y protegerse del helado cierzo nocturno, por la pantalla de su memoria desfilaban una tras otra una serie de imágenes. Su atención estaba concentrada en escenas indelebles e inolvidables. a. Un Viaje a Beth-el. Hacía apenas unas cuantas semanas que Amós había partido de su aldea natal, Tecoa —situada en la cumbre de un lomerío desde donde se divisaba el Mar Muerto. Sobre los lomos de sus asnos había atado las grandes pacas de lana, trasquilada de las ovejas que él pastoreaba; animales pequeños y feos, pero famosos por la excelente calidad de su lana.

Cuando todo estuvo dispuesto, Amós se había despedido de su familia. Dirigiéndose hacia el poniente, había tomado la vereda que llevaba hasta el camino principal entre Hebrón y el norte. Una hora más tarde, Amós y sus acémilas llegaban al camino principal y tomaban el rumbo de la Ciudad Santa. Como a las diez pasaron por la ciudad de David, Bethlehem, que se encontraba como diez kilómetros al norte de Tecoa. Ya era mediodía cuando llegaron a las calles de Jerusalén, a dieciocho kilómetros de Tecoa. Se encontraban a la mitad del camino. Caía la tarde cuando divisaron Beth-el, que Jacob llamara “casa de Dios,” porque allí sintió la presencia divina cuando huía de su hermano Esaú. Actualmente, el rey Jeroboam había edificado en Beth-el un gran templo para adorar a un becerro de oro. No obstante, la idólatra población conservaba su nombre sagrado. Amós pasó la noche al abrigo de las murallas de la ciudad, y se levantó antes de que despertara el día. De hecho, el sol lo sorprendió tratando ya con los compradores en el mercado del pueblo. Siendo buen negociante, y honrado, pronto vendió su mercadería a buen precio y entonces volvió su atención a la ciudad. b. El Pecado de la Ciudad. Las escenas que contemplaron sus ojos sacudieron las sensibilidades de su alma. Criado en el regazo de la naturaleza y acostumbrado al aire claro y limpio del desierto, el pastor de Tecoa se asombró ante los espectáculos y los ruidos de la civilización degenerada de la ciudad. Con un ojo penetrante y una percepción aguda, Amós abarcó toda la situación. La idolatría y su hermana gemela, la inmoralidad, controlaban la sociedad de Beth-el El lujo y el libertinaje eran la orden del día. Por todas partes vio Amós injusticia y opresión de los pobres, iniquidad y borrachera. Su alma retrocedió ante aquel espectáculo y resurgió con una reacción tremenda. Indudablemente que el corazón de un Dios santo se henchiría de indignación al contemplar a los pecadores de esta ciudad perdida. La justicia exigía un castigo, y los pasos del morador del desierto se encaminaron pesadamente hacia el hogar. e. EL Llamado del Señor. Todas estas escenas desfilaban vertiginosamente por la mente del pastor mientras revivía las horas del viaje a Beth-el. La indignación y el temor se disputaban el dominio de su razón. Unas pocas horas antes había observado cómo Dios corría el velo de la noche sobre el firmamento y colocaba diez mil lentejuelas para indicar a sus hijos que los estaba vigilando. Pero ahora aun la brillantez había desaparecido. Un silencio profundo dominaba el desierto solitario. El sentido de pavor ante lo infinito se apoderó del espíritu de Amós. Las raíces mismas de su alma se cimbraron. Parecía como si Dios mismo fuera a hablar. Repentinamente—sin aviso alguno—el silencio de la noche se rompió con un rugido ensordecedor. Un león merodeaba junto a las ovejas que Amós estaba vigilando.

Probablemente estuviera matando a alguna ovejita, paralizada de terror. “¿Bramará el león en el monte sin hacer presa?” (3:4). Mientras el pastor se apresuraba a reavivar el fuego para ahuyentar al merodeador, tembló a pesar del calor sofocante. El rugido de un león a media noche estremece el corazón más valeroso. Pero no sólo el león buscaba presa en esa noche. El Dios de Israel se acercaba para castigar. Amós escuchó en su corazón el rugido del cielo. El aviso de lo alto había resonado en su alma. He aquí la probable descripción que el profeta mismo hace de su llamamiento en aquella noche a la vera de la colina, mientras meditaba en los pecados de Israel y en los juicios que inevitablemente seguirían: “Bramando el león, ¿quién no temerá? hablando el Señor Jehová, ¿quién no profetizará?” (3:8). Fue un momento dramático en la historia de Israel. A la mañana siguiente, cuando el sol se asomó por sobre las colinas de Moab, Amós encargó a otros la vigilancia de las ovejas y se dedicó a seguir las huellas del león, hasta encontrar su guarida. Pero todo lo que encontró de la ovejita desafortunada fueron los huesos y unos pedazos de piel. Y de nuevo escuchó la voz divina entregándole un mensaje de Dios para su pueblo: “Así ha dicho Jehová: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de la cama, y al canto del lecho” (3:12). 2.

LA PREDICACION DEL PROFETA

Los días y las semanas continuaron pasando—días y semanas de oír y de aprender—en la vida del nuevo profeta. Una tarde lo encontramos de nuevo en Beth-el. Muy pocos reconocieron al mercader que había estado allí unos cuantos días antes. Esta vez no había venido a vender lana, sino a pregonar un aviso. Amós buscó alguna prominencia segura desde donde fuera fácil verle y escucharle; observó a la gente por unos momentos, viendo cómo llegaba con sus ofrendas y sacrificios para el becerro de oro erigido en los santuarios del rey. Súbitamente gritó con todas sus fuerzas: “Jehová bramará desde Sión y dará su voz desde Jerusalén” (1:2). Un ciento de ojos asombrados se volvieron para verlo, y un ciento de oídos atónitos le pusieron atención. El Vocerío se apagó por completo. ¿Quién era este fanático imbécil, este extraño rústico del desierto salvaje, este demagogo con su grito de guerra? a. Ayes Para los Vecinos de Israel. Habiendo captado la atención del auditorio, Amós procedió con astucia y rapidez, aprovechando su ventaja. Con mucho tacto—con esa sabiduría divina que acompaña a la revelación de Dios—el profeta llevó a sus oyentes en un rápido viaje circular por las naciones vecinas antes de llegar a casa. “Así ha dicho Jehová: por tres pecados de Damasco y por el cuarto, no desviaré su

castigo... (1:3-5). Ya nos parece escuchar a alguien exclamando: “¡Muy bien dicho! Eso es lo que se merecen.” El profeta continúa: “Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no desviaré su castigo...” (1:6-8). La multitud aplaude con mucho entusiasmo este ataque contra sus enemigos jurados—los filisteos. De la costa suroeste, el profeta se mueve hacia el norte, hacia Tiro, la antiquísima fortaleza fenicia (1:9-10). Y de nuevo oímos a alguien decir “¡Amén! Dáles duro.” Habiendo divisado hacia el noreste, suroeste y noroeste, el profeta vuelve sus miradas hacia el sureste y declara juicio contra Edom (1: 11-12). Todavía del lado oriental del Jordán, toca a Amón (1:13-15) y a Moab (2:1-3). La multitud se enardece de entusiasmo con la predicación de este desconocido. Pero luego el profeta se acerca. “Por tres pecados de Judá...” (2:4-5). Algunos vuelven a aplaudir, pero otros guardan silencio sintiéndose un poco incómodos. ¿En qué dirección seguirá el profeta? b. Ayes Sobre los Pecados de Israel. Amós responde luego a su pregunta mental. “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no desviaré su castigo...” (2:6-8). La muchedumbre oye con un silencio hosco, mientras Amós traza el negro cuadro de las transgresiones de Israel. El profeta es el abogado acusador en nombre de Dios. Las acusaciones: opresión del pobre, esclavitud, injusticia, inmoralidad, idolatría y embriaguez. Implacablemente, el predicador continúa. Dios destruyó a los amorreos y os dio sus tierras, mas vosotros habéis seguido sus pisadas de perdición. “Pues he aquí, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de haces” (2:13). La sentencia de Dios estaba para caer sobre su pueblo desobediente, y no habría escape alguno (2:14-15). 3.

EL PROFETA DE JUSTICIA

a. La Fealdad de la Injusticia. Amós es el gran profeta de la justicia. Su alma se rebela contra la codicia y la avaricia de los ricos. Mientras viven en sus lujosas mansiones de invierno, de verano y de marfil (3:15), oprimen a los pobres y quebrantan a los menesterosos (4:1). Amós describe con términos altamente figurativos la avaricia extremada de ellos. En una de las hipérboles más expresivas de toda la literatura, indica que “codician hasta el polvo de la tierra que está sobre la cabeza de los desvalidos” (2:7, V.M.). Cuando la ira se apoderó del alma del vidente, su mensaje tomó giros de ironía: “Id a Beth-el, y prevaricad; en Gilgal aumentad la rebelión, y traed de mañana vuestros sacrificios, y vuestros diezmos cada tres años;… pues que así lo queréis, hijos de Israel,

dice el Señor Jehová” (4:4-5). Como muchos otros individuos de todas las edades, creían que las observancias religiosas podrían tomar el lugar de una vida pura. El triste lamento de que “no os tornasteis a mí” ocurre nada menos que cinco veces en el capítulo cuatro (vrs. 6, 8, 9, 10, 11). En cada caso está precedido de un recordatorio de los castigos del Altísimo. El hambre, la sed, la destrucción de las cosechas, la peste y la guerra—todos estos fueron avisos del cielo. Pero la gente había tomado una actitud de insensatez y desprecio. Por tanto, Dios envía una última palabra de solemne advertencia: “Aparéjate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel” (4:12). b. La Misericordia de Dios es Menospreciada. Pero la misericordia da sazón a la justicia, y una vez más la voz de Dios se vuelve súplica angustiosa. “Buscadme, y viviréis” (5:4). No es demasiado tarde para el arrepentimiento. Sin embargo, el pueblo se resintió del aviso. “Aborrecieron en la puerta al reprensor” (5:10). Dios torna a enviar otro recordatorio: “Porque sabido he vuestras muchas rebeliones, y vuestros grandes pecados” (5:12). Entonces la gente—mal encaminada por conceptos halagadores de victorias nacionales—comenzó a inquirir sobre el día del Señor. “¡Ay de los que desean al día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no luz: como el que huye de delante del león, y se topa con el oso; o si entrare en casa y arrimare su mano a la pared y le muerde la culebra. ¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?” (5:18-20). Las expresiones usadas en este trozo traen a la memoria el refrán moderno sobre el que brinca de la sartén para caer en el fuego. Aquel pueblo no sabía lo que estaba pidiendo. El cuadro trazado por Amós sobre el día de Jehová, concuerda con el que se encuentra en otros profetas menores. Es un día de oscuridad y destrucción. Es el día de castigo. 4.

JUSTICIA ANTES QUE RITUAL.

El corazón del mensaje de Amós se encuentra en 5:21-24: “Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me darán buen olor vuestras asambleas. Y si me ofreciereis holocaustos y vuestros presentes, no los recibiré; no miraré a los pacíficos de vuestros engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, que no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Antes corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo.” Lo que Dios quiere no es tanto religiosidad como rectitud. Ninguna cantidad de la primera puede tomar el lugar de la segunda. Amós comprendió con absoluta certeza que la religión consiste en una vida pura y no en ceremonias. a. Predicción de la Cautividad. El profeta termina esta parte de su mensaje con un aviso claro de cautividad: “Haréos pues transportar más allá de Damasco, ha dicho

Jehová, cuyo nombre es Dios de los ejércitos” (5:27). Era difícil que sus oyentes no comprendieran que se refería a Asiria, la nación que ya había debilitado a Siria, y que constituía una amenaza a la seguridad de Israel. Pero la gente perdía el tiempo en una languidez indiferente y descuidada. Por eso el profeta concentró su atención en la capital: “Ay de los reposados en Sión, y de los confiados en el monte de Samaria” (6:1). Omri, el padre de Acab, edificó Samaria en la cumbre de una colina, escogiendo un lugar muy propio para proteger y fortificar la ciudad. El y sus descendientes levantaron fuertes defensas, tanto así que más tarde los asirios tardaron tres años en tomar la ciudad. Pero la gente se arrullaba a sí misma con un falso sentido de seguridad. Sus pecados causarían la destrucción de la capital israelita. 5.

EL PECADO DE SAMARIA

Amós visitó a Samaria en uno de sus viajes anuales al norte para vender lana. Allí fue testigo del lujo y la comodidad que caracterizaban a los círculos elevados de la sociedad. El Reino del Norte, o de Israel, había alcanzado su gran período de poder, prosperidad y paz bajo Jeroboam II (787—747 A.C.). Esta “era de bienestar” nos ayuda a situar el libro de Amós alrededor de los años 760 ó 750, a mediados del siglo octavo A.C. El espectáculo de Samaria provocó al profeta a denunciar severamente la situación: “Vosotros que dilatáis el día malo, y acercáis la silla de iniquidad; duermen en camas de marfil, y se extienden sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño y los becerros de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta... Beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José” (6:3-6). Reclinados en mullidos y suaves cojines, sobre costosos divanes, los israelitas comían y bebían al sonido de la música. Es una descripción típica de una sociedad amante del placer que cuadra a cualquier siglo. 6.

CINCO VISIONES

a. Una Plaga de Langostas. Amós vio en su primera visión una plaga de langostas que devoraba todo lo verde (7:1-3). Esto significaba hambre—una de las desgracias más temidas en un país donde casi toda la gente vivía al día. El profeta imploró misericordia y Dios retiró su amenaza de castigo. b. Un Fuego Devorador. En la segunda visión, Amós vio un fuego destructor que amenazaba la tierra (7:4-6). De nuevo Dios escuchó el ruego del profeta y retiró su mano. c. Una Plomada de Albañil. La tercera visión reveló a Dios con una plomada de albañil en su mano (7:7-9). En esta ocasión ninguna rogativa le hizo cambiar su propósito. Cuando Dios colocó su plomada de justicia junto a la vida económica, religiosa, moral y social de Israel, el profeta reconoció con gran aflicción el resultado. La

nación se encontraba fuera de nivel, tan inclinada, que su pronta caída y ruina eran evidentes. Interludio: Amós y Amasías. En este punto se interrumpió súbitamente la predicación del profeta. Amasías, el sacerdote de Beth-el, había estado escuchando con enojo creciente al predicador rústico, pero implacable, del desierto de Judá. Las últimas palabras que escuchó demandaban que hiciera algo. El profeta estaba clamando: “Levantaréme con espada sobre la casa de Jeroboam” (7:9). Como representante del rey, Amasías no podía permitir que estas amenazas quedaran sin protesta. Después de enviar un mensajero a toda prisa para que llevara las nuevas a Jeroboam, el sacerdote enfrentóse al profeta. “Vidente, vete, y huye a tierra de Judá, y come allá tu pan, y profetiza allí: y no profetices más en Beth-el, porque es santuario del rey, y cabecera del reino” (7: 12-13). Inmediatamente Amós negó la acusación de que fuera un profeta asalariado, que predicara para ganarse el pan. “Entonces respondió Amós y dijo a Amasías: No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y cogedor de cabrahigos: Y Jehová me tomó de tras el ganado, y dijome Jehová: Ve, y profetiza a mi pueblo Israel” (7:1415). Era un hombre llamado y comisionado divinamente. Su ocupación no se debía a un capricho momentáneo. Dios lo había “tomado,” se había apoderado de él y lo había arrojado al trabajo. Bien podía Amós decir, al igual que Pablo: “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” La ocupación normal de este profeta era boyero— es decir, uno que conduce los bueyes—y cogedor de cabrahigos, o cosechador. Parte de su tarea era hendir, o pellizcar, los higos para hacer que maduraran más pronto. El menciona una clase inferior de higos que sólo los pobres comían. d. Un Canastillo de Fruta de Verano. Después vino una cuarta visión—un cesto lleno de fruta de verano (8: 1-3). En este pasaje encontramos un juego de palabras hebreas que no es posible traducir. En hebreo, el vocablo para verano es muy semejante al término que significa fin. Y Dios está declarando: “Venido ha el fin sobre mi pueblo Israel; no le pasaré más.” Así como la fruta de verano pronto se pudrirá en el cesto por causa del calor, la nación ha de perecer. De nuevo el profeta denuncia vigorosamente las injusticias de los ricos. “Oíd esto, los que tragáis a los menesterosos, y arruináis los pobres de la tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el mes y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los alfolíes del pan, y achicaremos la medida, y engrandeceremos el precio, y falsearemos el peso engañoso; para comprar los pobres por dinero y los necesitados por un par de zapatos, y venderemos

las aechaduras del trigo?” (8:4-6). Estos eran hombres que ya tenían abundancia, pero que codiciosamente buscaban más. Aun profanaban los días santos, separados para la adoración; tan ansiosos así estaban de ganar un céntimo más si les era posible. Dios anuncia que ellos perderán el derecho a la herencia espiritual debido a su pasión consumidora por las ganancias materiales. “He aquí vienen días, dice el Señor Jehová, en los cuales enviaré a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír palabra de Jehová” (8:11). e. El Señor Sobre el Altar. La última visión del profeta revela al Señor de pie sobre el altar o junto a él (9:1). Aquel lugar, desecrado por la idolatría, se vuelve un lugar de castigo. Dios advierte que ni un solo pecador escapará de su ira. No importa a dónde huya uno, el Señor lo encontrará. En seguida tenemos una figura gráfica del juicio de Dios. No es sólo para la destrucción de los malignos, sino también para la salvación de los justos. “Porque he aquí yo mandaré, y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las gentes, como se zarandea el grano en un harnero, y no cae un granito en la tierra” (9:9). El proceso de cernir es un proceso de separar. Pero solamente la paja se arrojará lejos. Todo el buen grano se almacenará cuidadosamente. El libro de Amós se cierra con una nota de esperanza y promesa. Los últimos versículos trazan un incomparable cuadro de paz y prosperidad. Dios restaurará a su pueblo de la cautividad y lo bendecirá en su tierra. La última promesa—que serán plantados ahí, y jamás desarraigados de nuevo—está cumpliéndose en nuestros días. En medio del caos y la confusión actuales, podemos refugiarnos en la seguridad de que los propósitos de Dios jamás son derrocados. Por muy negra que sea la noche del pecado, nos espera un glorioso amanecer mañana. B.

Abdías—La Tragedia del Odio Entre Hermanos

Nombre: significa “adorador de Jehová.” Fecha: probablemente los siglos octavo o sexto A.C. Lugar de su ministerio: Judá. División de su Libro: I. II.

Destrucción de Edom (vrs. 1-16). Restauración de Israel (vrs. 17-21).

Versículo sobresaliente para memorizar: v. 17.

1.

JACOB VERSUS ESAU

Se trata de un pleito familiar antiquísimo. Un pleito muy intenso y de gran repercusión. La madre estaba para dar a luz a su primer hijo. Pero cuando sintió el movimiento de la vida en su vientre, gradualmente percibió la lucha de dos vidas. Cuando oró sobre el asunto, se le informó que en su interior latían ya “dos gentes,” “dos pueblos” (Génesis 25:23). Y así fue. Rebeca fue madre de gemelos. Los dos muchachos, Esaú y Jacob, crecieron juntos. Pero desde el principio fue evidente que integraban dos personalidades enteramente distintas. No se trataba sólo de que Jacob fuera un hombre de tiendas y Esaú un cazador que recorría los campos. La diferencia fundamental se encontraba en sus actitudes hacia la herencia ancestral. Esaú vendió impertinentemente su primogenitura por un plato de lentejas. Habiendo despreciado los derechos de nacimiento, perdió también la bendición. Este acontecimiento avivó los celos y las rivalidades de la infancia y la juventud. Fue muy censurable el hecho de que Jacob tomara ventaja de su hermano hambriento, pero mucho peor fue que engañara a su anciano padre ciego. Las cosas habían llegado demasiado lejos. Habiéndose propuesto asesinar, Esaú esperó el momento. Pero la madre obró con astucia y rapidez, y evitó el fratricidio. Sin embargo, la disensión entre los dos hermanos se volvió odio malvado entre dos naciones—Israel y Edom. Los descendientes de Jacob pagaron un precio muy elevado por el engaño de su padre. 2.

ISRAEL VERSUS EDOM

Los siglos pasaron y el nuevo pueblo de Israel se dirigía a la tierra prometida. Al llegar a la frontera de Edom, se envió una atenta súplica de parte de “tu hermano Israel,” pidiendo salvoconducto para atravesar aquel país montañoso. La respuesta fue una negativa terminante, acompañada de una amenaza: “No pasarás por mi país, de otra manera saldré contra ti armado” (Números 20:18). De manera que los hebreos tuvieron que dar un largo rodeo por las fronteras de Edom. Cuando llegaron los siglos de monarquía, Saúl guerreó contra los edomitas, y David los conquistó. Desde aquellos años la lucha había sido dura y prolongada. Pero probablemente haya sido en relación con la destrucción de Jerusalén en el año 586 A.C., que Edom se gozó con toda perversidad en la dulzura de la venganza. Cuando los ejércitos de Nabucodonosor invadieron Judá, depusieron al rey y dejaron en ruinas la

capital, encontraron un aliado voluntario en el vecino Edom. En aquella hora tremenda de la caída de Judá, su hermano se puso a un lado y rió alegremente. Probablemente haya sido en esta invasión, o alguna otra anterior, que se provocara la explosión de acusaciones proféticas que encontramos en Abdías. Los veinticinco versículos de este libro, el más corto del Antiguo Testamento, rebosan de protestas y declaraciones de castigo. Paterson lo ha llamado “un himno de odio.” Pero eso no es justo. Es más bien una declaración de la oposición eterna de Dios a la ausencia del amor entre los hermanos. Las características sobresalientes de Edom eran las que el amor divino aborrece. 3.

EL ORGULLO DE EDOM

a. Petra, la Inconquistable. El orgullo de Edom se debía principalmente a dos cosas: La primera era la posición casi inexpugnable de su capital, Petra. Este era un nombre apropiado, pues que en griego petra significa roca. La ciudad se encontraba situada en el extremo de un valle largo y angosto, de manera que era casi imposible capturarla. En Los Sarcófagos de una Civilización Antigua, (en inglés), George L. Robinson nos ha dado una descripción extensa y vívida de la ciudad de Petra como está hoy. Todo un capítulo se dedica al desfiladero que conduce directamente a la ciudad. El autor señala que en la antigüedad, una docena de hombres podía defender el paso en contra de todo un ejército de invasores. Este hecho—junto con el círculo de montañas inexpugnables que cercan la ciudad—dio a los habitantes un tremendo sentido de seguridad. La estrecha cañada es sinuosa y torcida, como el rastro de una serpiente. En ambos lados las paredes naturales se levantan a una altura de como setenta metros, ocultando la luz del sol, aun en mediodía. En algunos lugares el paso no tiene más de 3 ó 6 metros de ancho. Esta hendidura en las montañas se prolonga por un poco más de dos kilómetros, quebrándose de pronto en un pequeño valle situado transversalmente. Y allí, frente a los ojos del viajero, está el Khazneh, o templo de Isis, que tiene treinta metros de altura y veinte de ancho, labrado en la hermosa piedra color de rosa de la región. Los que han visto el lugar lo describen como un cuadro increíblemente bello. Por supuesto, el templo que mencionamos está allí desde tiempos romanos. Después de seguir el desfiladero por medio kilómetro más, se llega al sitio donde se encontraba Petra, la capital de los edomitas. En Petra se ven murallas con cientos de tumbas y habitaciones cavadas en ellas. Es la ciudad que vivía segura en su fortaleza montañosa y miraba con indiferencia—si no con desprecio—al mundo que le rodeaba.

Teniendo en nuestra imaginación esta descripción de la ciudad y sus alrededores, podremos comprender y apreciar mejor las palabras del profeta de la antigüedad. En los versículos tres y cuatro de su breve profecía, clama: La soberbia de tu corazón te ha engañado, Oh tú que habitas en las hendiduras de la peña, Y cuya morada está puesta en alto; El mismo que dice en su corazón: ¿Quién me hará bajar a tierra? ¡Aunque te remontares como el águila, Y entre las estrellas pusieras tu nido, De allí te haré bajar yo! dice Jehová. (V.M.) En cierta ocasión estuve en una plataforma de observación llamada Punto de Inspiración, del Cañón de Yellowstone, en los Estados Unidos. Mientras contemplábamos absortos los colores indescriptiblemente bellos de la cañada a nuestros pies, distinguimos un nido de águilas colocado firmemente sobre un solitario picacho. Cuatro aguiluchos se removían en el nido ignorantes de que los observábamos por nuestros binoculares de larga vista. Se encontraban absolutamente seguros, porque ningún hombre ni bestia alguna podrían llegar a su “nido entre las estrellas.” Así se encontraba la antigua Petra. Pero Dios declaró por medio de su vidente: “De allí te haré bajar yo.” Y hoy día, Petra, como Babilonia y Nínive, es tan sólo un cúmulo de ruinas. Aun los aliados de Edom la abandonarían y traicionarían (v. 7). La expresión “los que comían tu pan,” se refiere evidentemente a una costumbre muy popular en aquellas regiones del mundo. Aun en la actualidad es una ley no escrita entre los árabes, que si una persona come pan con otra, no le puede hacer daño después. Comer juntos es símbolo de pacto y paz. Quien rompe esta costumbre comete uno de los crímenes más graves entre los habitantes de los desiertos orientales. b. Los Sabios de Edom. Mencionamos anteriormente que el orgullo de Edom tenía dos fuentes. La segunda era la gran fama que como sabios gozaban los descendientes de Esaú. “¿No haré que perezcan en aquel día, dice Jehová, los sabios de Edom?” (v. 8). Se mencionan específicamente “tus valientes, oh Temán.” La ciudad de Temán era considerada como uno de los grandes centros de sabiduría en tiempos antiguos. Uno de los tres supuestos consoladores de Job era “Eliphaz Temanita.” Indudablemente, algún sabio famoso de aquel día. 4.

LA CRUELDAD DE EDOM CON ISRAEL

El orgullo de Edom condujo a la crueldad para con su hermano Israel. De esta manera llegamos a la médula del lamento de Abdías en los versículos 10 al 14: “La injuria de tu hermano Jacob te cubrirá de vergüenza, y serás talado para siempre.” a. Saqueadores Voraces. ¿Exactamente qué fue lo que hizo Edom? “El día que estando tú delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y los extraños entraban por sus puertas y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos” (v. 11). El siguiente versículo expresa con mayor claridad esta actitud: “Pues no debiste tú estar mirando en el día de tu hermano, el día en que fue extrañado: no te habías de haber alegrado de los hijos de Judá en el día que se perdieron, ni habías de ensanchar tu boca en el día de la angustia” (v. 12). Pero no se trataba solamente de una actitud negativa. Edom era culpable de acciones positivas: “No habías de haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento... ni haber echado mano a sus bienes el día de su calamidad.” La arqueología ha descubierto que cuando los cautivos judíos en Babilonia regresaron a Palestina, encontraron que los edomitas se habían posesionado de una parte considerable de Judá. Bajo la presión de los árabes nabateos—habitantes del desierto oriental—los edomitas habían avanzado sobre el desierto de Negueb, la región sureste de Palestina. De hecho, tenemos suficientes evidencias de que habían tomado posesión aun de Hebrón, muy al norte, tan sólo a unos treinta kilómetros de Jerusalén. En tiempos de Jesucristo, esta región era conocida como Idumea, y fue de allí de donde salió el temido y odiado Herodes. b. Traidores en. Tiempo de Necesidad. El verso catorce registra una descripción mucho más vívida de las actividades de Edom. “Tampoco habías de haberte parado en las encrucijadas (o pasos en las montañas), para matar los que de ellos escapasen; ni habías tú de haber entregado los que quedaban en el día de angustia.” Cuando los perseguidos habitantes de Judá quisieron huir cruzando el Jordán, cayeron en manos de los edomitas, quienes vigilaban su escape, los aprehendieron y los entregaron al enemigo. Aparentemente, Edom quería estar en el lado ventajoso de los invasores del oriente, pero su manera de obrar en contra de Israel no tuvo excusa alguna. Por tal razón, el profeta deja caer sobre esta nación pagana las proclamas divinas de ruina y destrucción (vrs. 15-20). Dios librará a los suyos. Y como casi todos los profetas, Abdías termina con una nota de triunfo: “El reino será de Jehová.” 5.

EL MENSAJE PARA NUESTROS DIAS

¿Cuál es la lección de este libro para nosotros actualmente? Una parte de la respuesta se encuentra en la descripción que Hebreos 12:16 anota sobre Esaú. Le llama “profano.” G. Campbell Morgan escribe: “Una persona profana es la que no tiene ideas espirituales, cuya vida es un materialismo absoluto.”

Evidentemente, esta característica marcó a los descendientes de Esaú. Es muy significativo que el Antiguo Testamento no hace referencia alguna a los dioses de Edom, aunque la arqueología ha descubierto algunos restos de idolatría edomita. Abdías habla en nombre de Dios asegurando que en fin de cuentas, el bien triunfará; que Dios humillará a los soberbios y ensalzará a los humildes. Es un mensaje adecuado para todas las edades.

CAPITULO NUEVE JONAS y MIQUEAS A.

Jonás—Salvación Para Todas las Naciones

Nombre: significa “paloma.” Hogar: Gath-hepher (II Reyes 14:25), en Galilea, seis kilómetros al norte de Nazaret. Fecha: Durante el reinado de Jeroboam II, rey de Israel (787-747 A.C.). Lugar de su ministerio: Nínive. División de su Libro: I. II.

Jonás desobediente: huye de Dios (capítulo 1). Jonás arrepentido: corre hacia Dios (capítulo 2).

III.

Jonás predicando: camina con Dios (capítulo 3).

IV.

Jonás disgustado: se adelanta a Dios (capítulo 4).

Versículo sobresaliente para memorizar: 2:9. 1.

LA CIUDAD DE NINIVE

Allí estaba Nínive, extendida ante él con toda su majestuosa grandeza. Jonás contempló la ciudad con mezcla de asombro y enojo. Esta era su destinación divinamente señalada. Diódoro, un historiador griego del primer siglo antes de Cristo, anotó el dato de que la circunferencia de Nínive era de como noventa kilómetros. Muy de acuerdo con la indicación de Jonás (3:3), de que Nínive era “ciudad sobremanera grande, de tres días de camino,” es decir, alrededor de treinta kilómetros por día a pie.

Los arqueólogos han descubierto las murallas de Nínive antigua, que se extendían como cuatro kilómetros y medio de largo y dos de ancho. Pero es evidente que el término Nínive, tanto en Diódoro como en Jonás, se refiere a la ciudad y sus suburbios. Este gran centro contenía una población de más de medio millón de habitantes. 2.

LAS PROTESTAS DEL PROFETA (capítulo 1)

Jonás fue enviado a este pueblo pagano, pero se resistió a cumplir su misión. Conocía el amor de Dios lo suficiente como para adivinar que el arrepentimiento de Nínive tendría como probable consecuencia el perdón de Jehová. Y no quería que esta metrópoli pagana fuera perdonada; quería que fuera destruida. Porque—después de todo— ¿acaso no era Nínive el gran enemigo de la humanidad, el despiadado opresor del pueblo de Dios? ¿Por qué habría de permitírsele continuar sus crueles conquistas? Y así, en lugar de iniciar la prolongada jornada hacia el norte y luego hacia el este, hasta Nínive, el rebelde profeta se dirigió hacia el poniente. Descendió a Joppe, el principal puerto marino israelita de aquel tiempo, y abordó un buque hacia Tarsis. Indudablemente que esta ciudad era Tartessus, en España, no lejos del estrecho de Gibraltar. Se dirigía hacia el extremo occidental del Mediterráneo, lo más lejos posible de “la presencia de Jehová” (1:3). Aparentemente todo salía a pedir de boca. El profeta pagó su pasaje y descendió a su camarote (?) en los costados del navío (1:5). Pronto se quedó dormido—y roncando, como agrega la Versión Griega. Evidentemente roncaba tan fuerte que no escuchó el creciente bramido de la tormenta sobre la mar, ni el rechinido de la madera al ser azotada por las olas. Pero pronto despertó de su sueño (el original emplea el mismo término hebreo para sueño profundo empleado en Génesis 2:21), y encontró sobre sí al capitán que lo zarandeaba y le gritaba al oído: “Levántate, y clama.” Mas he aquí que el pobre Jonás huía para esconderse de Dios y no estaba de humor para orar. La situación se volvió tan desesperada que los marinos dedujeron que indudablemente había “un Jonás a bordo” como diríamos ahora. De acuerdo con sus costumbres, echaron suertes para ver quién era el provocador de sus aflicciones, y de esta manera Jonás se mudó de una nave marina a un camarote submarino. Arrojado al mar enfurecido descubrió que Dios ya le tenía preparado un gran pez que le estaba esperando. 3.

LAS ORACIONES DEL PROFETA (capítulo 2)

No se nos dice que Jonás haya orado en el buque aun por orden del capitán mismo. Pero ahora, con las olas sobre sí y su cabeza envuelta en algas marinas, imploró auxilio

con desesperación. Cuando obtuvo respuesta a su oración y estuvo dispuesto a acatar la voz de Dios, el pez lo depositó sano y salvo sobre la playa. Dios habló de nuevo y en esta ocasión el profeta obedeció. Aun en sus mejores momentos los hebreos eran muy malos marineros y Jonás no tenía deseo alguno de repetir sus hazañas en el mar. De manera que aunque de mala gana, se encaminó hacia Nínive. Por fin lo encontramos sobre las márgenes del río Tigris. No quería avanzar, pero no se atrevía a retroceder. ¿Qué efecto tendría su predicación? En todo caso, no le quedaba otra alternativa. 4.

LA PREDICACION DEL PROFETA (capítulo 3)

Jonás se abrió paso hasta las orillas de la ciudad y empezó a gritar con todas las fuerzas de sus pulmones: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (3:4). Por tres días recorrió las calles y puso sobre aviso a los habitantes. Y entonces sucedió exactamente lo que había temido tanto. La gente se arrepintió—desde el rey en su trono hasta el último esclavo en la choza más apartada. Dios también se arrepintió de acuerdo con el cambio de los ninivitas, y la ciudad condenada a desaparecer se salvó. 5.

LOS BERRINCHES DEL PROFETA (capítulo 4)

Eso puso a Jonás de un humor insoportable. Un día suplicó a Dios que lo rescatara de cierto sepulcro muy húmedo, pero ahora pedía morir. Después de censurar a Dios por su misericordia, expresa quejumbrosamente su dolor: “Ahora pues, oh Jehová, ruégote que me mates; porque mejor me es la muerte que la vida” (4:3). El capítulo cuatro es una extraña mezcla de humoradas y sentimientos. Alguien ha dicho que indudablemente Dios tiene un buen sentido de humor, o no hubiera hecho algunos de los animales tan extraños que vemos. Ciertamente, el Señor no está privado de una de las cualidades más saludables de la personalidad humana. Jonás estaba portándose no como un varón maduro de Dios, sino como un niño consentido. En este capítulo lo vemos quejándose y haciendo berrinches, rencilloso y malvado. ¡Qué predicador! ¡Disgustado porque la gente se arrepentía cuando le oía predicar! Dios lo trató como un padre sabio trata a un niño malhumorado. Le dijo: “¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (4:4); o como dice la Septuaginta: “¿Estás muy enojado?” Quizá no debamos decir que Dios estaba bromeando con el pobre profeta, pero cuando menos estaba procurando avergonzarlo y hacerle ver cuán necias eran sus actitudes y acciones.

Todo lo que Dios recibió por respuesta fue un silencio completo. Jonás estaba portándose de acuerdo con todas las reglas. Estaba malhumorado al extremo y no se detenía en demostrarlo. En lugar de responder, se salió de la ciudad y construyó una choza pequeña. Luego se sentó bajo su sombra para ver qué acontecía a la ciudad. Entonces Dios decidió darle una buena lección allí mismo. Le dio una calabacera que aumentara la sombra y el fresco, pero luego la quitó. Y para acrecentar la incomodidad del profeta desató un viento oriental caliente desde el desierto cercano. Muy pronto Jonás se encontró otra vez con ganas de asistir a su propio funeral: “Mejor sería para mí la muerte que mi vida” (4:8). Dios, entonces, aplicó la lección al profeta perverso. Jonás se había regocijado por la calabacera que aparecía para protegerle, y después había tenido compasión de sí mismo porque la mata se había secado. Ahora, pues, Dios pregunta: “Y ¿no tendré yo piedad de Nínive?” (4:11). Este es el versículo más importante de la profecía de Jonás. El vocablo lástima en el versículo 10, es la misma palabra empleada para piedad en el versículo 11. Pudiéramos traducirla como “tener cuidado de.” El asunto que conmovía era que Jonás tenía más cuidado de una planta insignificante que de cientos de miles de almas en Nínive. Y el asunto es que una cantidad innumerable de supuestos cristianos cae diariamente en el mismo pecado. 6.

LA INTERPRETACION DEL LIBRO

¿Cómo debemos interpretar este libro? Algunos dicen: “No es más que otro cuento exagerado.” Pero esa afirmación no sólo niega la inspiración divina de las Escrituras, sino que constituye un insulto tanto para la inteligencia de los judíos como para la de los cristianos, quienes han aceptado esta profecía como parte de su canon sagrado. De hecho, los judíos tienen este libro en muy alta estima y lo escogieron como el pasaje especial para leerse en el Día de la Expiación. Los eruditos bíblicos han sostenido tres interpretaciones principales: la mítica, la alegórica y la histórica. ¿Cuál debemos escoger? a. La Teoría Mítica. El punto de vista mítico sostiene que el libro de Jonás es puro cuento, el producto de alguna imaginación. Pero Raymond Calkins (en The Modern Message of the Minor Prophets, p. 168), ha señalado acertadamente que un escritor de historietas cortas le hubiera dado a su cuento un final diferente. Y tampoco puede tomarse como un reflejo de los mitos paganos, como lo aseguran algunos. b. La Teoría Alegórica. La interpretación alegórica encuentra simpatizadores entre los eruditos modernos, como George Adam Smith. De acuerdo con esta teoría, Jonás representa al pueblo de Israel, y el pez representa la cautividad

babilónica. Dos escritores insignes recientes sobre los profetas—Raymond Calkins y John Paterson—ofrecen una buena presentación de este punto de vista. Obviamente, esta opinión tiene mucho en su favor. Pero George L. Robinson (The Twelve Minor Prophets, pp. 86 y ss.), ha señalado dos objeciones a esta interpretación. La primera es que ninguna otra alegoría del Antiguo Testamento tiene a un personaje histórico como su héroe. La segunda es la presencia del milagro, lo cual, según lo afirma Robinson, nunca se encuentra en las parábolas ni en las alegorías. c. La Teoría Histórica. El tercer punto de vista es la interpretación histórica sostenida casi universalmente por judíos y cristianos hasta el siglo pasado. Robinson cita en favor de esta teoría la forma narrativa del libro; el testimonio de Tobías, III Macabeos, las Antigüedades de Josefo, y la actitud tan distinta hacia la profecía de Oseas que por algún tiempo se creyó ser una alegoría, pero que ahora prácticamente todos la interpretan como historia verídica. (1) Jonás, su Lugar en la Historia. Por supuesto que uno de los principales argumentos en defensa de la historicidad de Jonás es la referencia hecha a él en II Reyes 14:25. Los críticos admiten que en verdad hubo un hombre llamado Jonás, que profetizó durante el reinado de Jeroboam II rey de Israel (787-747 A.C.). Que descendió de Gath-hepher, en Galilea, como seis kilómetros al norte de Nazaret. Y se ha sugerido con propiedad que ningún escritor de años posteriores querría usar a Jonás como ejemplo de un fanatismo estrecho, si no tuviera bases históricas para trazar la imagen del profeta. (2)

Jonás, Mencionado por Jesucristo.

La mención que Cristo hizo de Jonás obtiene proporciones gigantescas en las consideraciones de los eruditos conservadores. El se refirió a la experiencia de Jonás en el pez como un símbolo de su propia muerte y resurrección. También mencionó la predicación de Jonás en Nínive en la misma conexión con la visita de la reina de Seba a Salomón. Ciertamente, este rey no fue tan sólo una alegoría. d. Para Nosotros: Una Combinación. ¿Qué teoría, pues, hemos de aceptar nosotros? Probablemente una combinación de las últimas dos. La historia de Jonás como historia, y también como una alegoría de lo que habría de suceder a la nación en los días infaustos de la cautividad babilónica. Una de las razones que tenemos para incluir la interpretación alegórica, es la sorprendente semejanza entre las expresiones de la experiencia de Jonás, y las de Jeremías 51:34, 44— “Comióme, desmenuzóme Nabucodonosor rey de Babilonia... tragóme como dragón, hinchió su vientre.” Y Dios responde: “Y visitaré a Bel en

Babilonia, y sacará de su boca lo que ha tragado.” En ambos libros se emplea el mismo término (bala) para tragar. 7.

LOS MILAGROS EN JONAS

a. Un Gran Pez. Hay dos milagros en este libro que han causado mucha dificultad a los críticos. El primero es el del gran pez. Alguien ha comentado que “el monstruo marino se ha tragado no sólo a Jonás, sino también a los comentaristas.” G. Campbell Morgan observa: “Los hombres han estado tan ocupados con las medidas tratando de encontrar las dimensiones del vientre del pez, que no parecen haber tenido tiempo para sondear las profundidades de la revelación divina.” Lo primero que debe decirse es que en el libro de Jonás no se menciona ninguna ballena. Lo que se dice es que “Jehová había prevenido un gran pez que tragase a Jonás” (2:1). En Mateo 12:40 se usa una expresión popular y se dice que este “gran pez” era una “ballena.” A menudo se ha afirmado que los tiburones, los cuales son peces, han tragado a hombres enteros. Posiblemente el monstruo marino que se tragó a Jonás haya sido creado especialmente para esa ocasión. Pero la explicación más natural para el vocabulario del pasaje es que Dios arregló la aparición de un gran monstruo marino en el momento apropiado. Problema más difícil es el que presenta la supervivencia de Jonás adentro del pez. Y no se puede arrancar de la Biblia lo milagroso sin hacer pedazos todo el edificio de la revelación divina. Es parte integrante de la urdimbre y la textura de la Palabra de Dios. Como creyentes en la Biblia, no vacilamos en aceptar este milagro. b. Un Gran Avivamiento. El segundo milagro que ha sido censurado es el de la conversión de Nínive. Muchos eruditos occidentales no han tomado en cuenta la naturaleza tan voluble de los orientales. Entre los pueblos primitivos la histeria en masa se induce fácilmente. Además, no carecen de significado los registros antiguos que describen un ayuno de cien días ordenado por los gobernadores de Nínive poco antes de su destrucción final en el año 612 A.C. Por supuesto que no podemos identificar este ayuno con el que se menciona en Jonás, pero provee un paralelo sorprendente realizado en un siglo posterior. Muy común ha sido burlarse de la inclusión de animales en el decreto del rey sobre el ayuno. Pero de nuevo cerramos los ojos a las costumbres del oriente. Herodoto, el historiador griego, describe cómo los persas cortaron el pelo a sus caballos y a sus bestias de carga como parte del luto nacional por la muerte de un famoso general. Cuán lejos están las palabras del gran erudito alemán C. H. Cornill, del modo burlón con que a menudo se considera a Jonás:

He leído el libro de Jonás cuando menos cien veces, y lo he de afirmar públicamente porque no me avergüenzo de mi debilidad, que no puedo ni siquiera tomar este libro maravilloso en mis manos, ni siquiera hablar de él, sin que las lágrimas fluyan a mis ojos y mi corazón lata más aprisa. Este libro aparentemente trivial es uno de los más profundos y grandiosos que jamás se hayan escrito, y he de decir a todos los que se acercan a él: “Quita tus zapatos de tus pies; porque el lugar que pisas suelo santo es.” 8.

EL VALOR DEL LIBRO

a. La Salvación es Internacional. Por encima de todas las discusiones sobre este libro, encontramos lecciones obvias. El mayor mensaje de esta historia profética es el deseo divino de salvar a todos los hombres. Jonás es un ejemplo de la actitud intolerante de muchos judíos hacia los gentiles. Según el Talmud, los gentiles eran “como el escupitajo que cae de la boca de un hombre.” Esta actitud despreciativa ha tenido terribles repercusiones en tiempos modernos. La salvación era sólo para los judíos. Los gentiles no estaban incluidos en el pacto de Dios con su pueblo. Para ellos no había esperanza. El libro de Jonás fue como el toque de una trompeta en contra de esta opinión nacionalista y estrecha. George Adam Smith cuenta que una vez preguntó a un culto laico de la Iglesia Ortodoxa Griega por qué Dios había creado tantos mahometanos. La respuesta rápida y fervorosa fue: “¡Para llenar el infierno!” Esta actitud es muy semejante a la que el profeta demostró hacia los miles de habitantes de Nínive. El se hubiera regocijado al contemplar la ciudad y a todos sus habitantes, sepultados en ruinas. De esta manera vemos que el libro de Jonás es uno de los libros misioneros más grandes de todos los tiempos. Junto con el pequeño libro de Ruth, demuestra que los gentiles pueden participar en el pacto de Dios. La salvación depende del arrepentimiento, no de la raza. b. Otras Lecciones. Podríamos mencionar otras lecciones definidas de este libro. No es posible huir de la presencia de Dios. La desobediencia resulta muy costosa. Las amenazas de Dios son condicionales—si nosotros cambiamos, El también cambiará. La senda de la desobediencia siempre conduce hacia abajo. En este día de prejuicios raciales, religiosos y económicos, cuando la urgencia de las misiones extranjeras es crucial, haríamos bien en considerar de nuevo el mensaje del libro de Jonás. Dios tiene “otras ovejas.” B.

Miqueas—El Defensor de los Pobres

Nombre: “¿Quién como Jehová?” Hogar: Moreseth-Gath, o Morasti, como treinta kilómetros al suroeste de Jerusalén. Fecha: Alrededor de los años 740-700 A.C. (la misma época de Isaías). Lugar: El reino de Judá, o reino del Sur. División del Libro: I.

Juicio (capítulos 1—3).

II.

Consuelo (capítulos 4—5).

III.

Reprensión y Promesa (capítulos 6-7)

Versículos sobresalientes para memorizar: 4:1-2; 5:2; 6:8. 1.

EL LLAMAMIENTO DEL PROFETA

a. Crepúsculo en la Tierra. El sol se ponía sobre el Mediterráneo. Desde un punto elevado sobre una colina, como a trescientos metros sobre el nivel del mar y treinta kilómetros distante del mismo, Miqueas observaba los rayos de plata volverse amarillo oro y por último rojo vivo. En la quietud del atardecer algunas avecillas cantaban y volaban de aquí para allá. Era la hora de meditación del profeta, su cita con Dios a la puesta del sol. A sus pies se extendía la ancha llanura entre la Shefelah y el mar, punteada con las ciudades del enemigo tradicional de Israel—los filisteos. En las cercanías se encontraba su villa natal, Moreseth-gath, o Morasti, que le daba su nombre de “Miqueas de Morasti.” A su espalda, sobre colinas más elevadas, se hallaba la cueva de Adullam, donde David se había escondido de Saúl. Esa noche parecía como si las cañadas entre las colinas resonaran con los clamores de años idos. Su mente lo llevó aún más allá, hasta la aldea de Bethlehem, encaramada sobre la altiplanicie de Judá a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar. ¡La ciudad de David! ¡Oh, que Dios enviara otro libertador a su pueblo, otro rey que los gobernara en justicia! El enclenque y malvado Jotham tenía su corte asentada en esos días en el palacio del rey en Jerusalén, unos cuantos kilómetros al norte de Bethlehem. Indigno sucesor de su padre Uzzías, había descarriado a la nación por la idolatría y el pecado. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la ira de Dios descendiese sobre aquel pueblo desobediente? Tristemente, el profeta volvió sus ojos al sol poniente. Precisamente antes de que el globo de fuego se hundiera en las profundidades del océano para extinguirse por otra noche, una nube obscura se levantó del mar y cubrió el rostro del sol. Un temblor frío estremeció el paisaje cuando la nube ascendió más y más.

La oscuridad se tendió silenciosa por colinas y valles, y la noche le siguió en sus talones. El día dejó caer sus instrumentos de ruido y desapareció. b. Crepúsculo de una Nación. Sentado en medio de la oscuridad creciente, el profeta tembló poseído por un presagio que le infundía temor. Le pareció que en la quietud de la noche se escuchaban pasos que se acercaban. Y dentro de su alma resonaron con gran significado profético: “Porque he aquí, Jehová sale de su lugar, y descenderá, y hollará sobre las alturas de la tierra. Y debajo de él se derretirán los montes, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por un precipicio” (1:3-4). Pero, ¿por qué habría de visitarlos Dios? “Todo esto por la rebelión de Jacob, y por los pecados de la casa de Israel” (1: 5). ¿En dónde caería primero el castigo de Dios? El profeta no esperó mucho la respuesta: “Pondré pues a Samaria en majanos de heredad, en tierra de viñas; y derramará sus piedras por el valle, y descubriré sus fundamentos” (1:6). Miqueas pertenecía al reino de Judá, o reino del Sur. Era una verdadera lástima que el castigo estuviera para caer pronto sobre Samaria, la capital del reino del Norte, o Israel. Pero, ¿qué de Jerusalén? La respuesta fue: “Todavía no.” El profeta contempló la inundación de la ira de Dios llegar hasta las murallas de Sión. “Llegó hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén” (1:9). Pero ahí se detuvo. El castigo quedó detenido por aquel tiempo. Y entonces, mientras pensaba en las ciudades y aldeas a sus alrededores, su mente inspirada encontró expresión en una serie de retruécanos. Moffat ha procurado reproducir en inglés el juego de palabras relacionadas con los nombres de estos pueblos: ¡Derramad lágrimas en la Ciudad del Llanto (Gath), Revolcaos en el polvo en la Ciudad del Polvo (Beth-leaphrah), Encaminaos despojados a la Ciudad de la Feria (Saphir)! Ciudad de la Agitación (Saanan), no te atrevas a agitarte, ……………………………………………………………………………….. ¡Apareja tus corceles y anda, oh Ciudad de los Caballos (Lachis), Oh fuente del pecado de Sión! ¡Donde los crímenes de Israel se concentran! Oh Sión, doncella, has de apartarte de Moreseth de Gath; y los reyes de Israel son siempre impedidos en la Ciudad del Impedimento (Achzib). 2.

LA OPRESION DE LOS POBRES

De regreso en casa, la pluma del profeta se mojó en lava ardiente. “¡Ay de los que piensan iniquidad, y de los que fabrican el mal en sus camas! Cuando viene la mañana lo ponen por obra, porque tienen en su mano el poder. Y codiciaron las heredades, y robáronlas: y casas, y las tomaron: oprimieron al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad” (2:1-2). El interés primordial de Miqueas era el pueblo sencillo del campo, oprimido por los ricos. Criado en un ambiente humilde, alejado de la capital por las montañas, Miqueas observó lo que aconteció al pueblo común. Se transformó en “el profeta de los pobres.” Cuando los ricos tenían que pagar fuertes impuestos al rey Jotham de Jerusalén, tan amante de lujo, pagaban las alcabalas apoderándose de las tierras de los campesinos pobres. El rey siguiente, Acaz, se vio en la necesidad de pagar tributos a Asiria, y llevar, además, una costosa guerra contra Siria y Efraín (734 A.C.). Los terratenientes avaros tuvieron buen cuidado de que los pobres llevaran el peso de estas cargas. El corazón del profeta se rebeló iracundo en contra de todo esto. Le parecía que los codiciosos terratenientes no se detenían ante nada. “A las mujeres de mi pueblo echasteis fuera de las casas de sus delicias: a sus niños quitasteis mi perpetua alabanza” (2:9). a. El Pecado de los Príncipes. De Jerusalén llegaron algunos informes que avivaron el fuego en el alma de Miqueas. El origen de muchos de los males prevalecientes se encontraba en la ciudad sagrada misma. “Y dije: Oid ahora, príncipes de Jacob, y cabezas de la casa de Israel: ¿No pertenecía a vosotros saber el derecho? Que aborrecen lo bueno y aman lo malo, que les quitan su piel y su carne de sobre los huesos; que comen asimismo la carne de mi pueblo, y les desuellan su piel de sobre ellos, y les quebrantan sus huesos y los rompen, como para el caldero, y como carnes en olla” (3:13). ¡Palabras mayores estas! Para Miqueas, los gobernantes crueles, avaros y egoístas, eran caníbales. Arrancaban la piel al pueblo menesteroso; quitaban la carne que rodeaba los huesos y hacían pedazos los huesos para ponerlos en el cocido. Era una acusación cáustica, presentada en palabras que quemaban como fuego. En el alma del profeta resonaba el eco de la justicia santa de Dios. ¿Cuál sería la consecuencia? “Entonces clamarán a Jehová y no les responderá; antes esconderá de ellos su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicieron malvadas obras” (3:4). Ellos habían dado oídos sordos a los ruegos suplicantes de los pobres. Ahora Dios rehusaba escuchar sus clamores. b. El Pecado de los Profetas. El heraldo de Dios volvió su atención de los príncipes a los profetas. “Así ha dicho Jehová acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, que muerden con sus dientes, y claman, Paz, y el que no les diere qué coman, aplazan contra él batalla” (3:5). Aun los profetas se habían vuelto avaros y codiciosos.

Puesto que predicaban por salario, se volvían salvajemente en contra de los que no les daban de comer. La nación se encontraba en mala situación cuando aquellos que debían hablar en nombre de Dios estaban interesados solamente en ellos mismos. ¿Cuál fue el veredicto de Dios? Ni visión, ni luz, ni respuesta de parte del Altísimo (3:6-7). Los profetas falsos serían avergonzados y confundidos. Eso no acontecía con Miqueas. “Yo empero estoy lleno de fuerza del espíritu de Jehová, y de juicio y de fortaleza, pero denunciar a Jacob su rebeldía, y a Israel su pecado” (3:8). Esta era la fuente de su ministerio profético: el poder del Espíritu de Dios. c. El Pecado de los Sacerdotes. Los sacerdotes se unieron a los príncipes y a los profetas en esta cabalgata de crimen. “Sus cabezas juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y apóyanse en Jehová diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros” (3:11). Este era su peor crimen—el pecado de presunción. Cometieron el error tan común de suponer que porque eran el pueblo escogido de Dios, nada malo podría sucederles. Era la misma clase de actitud que muchos miembros de iglesia sostienen hoy día. 3.

SENTENCIA DE MUERTE

Estos hombres poseían una manera de pensar muy turbia. Miqueas vio claramente que un Dios justo castigaría inevitablemente el pecado. Jerusalén no era más inviolable que Samaria. La misma suerte de su hermana norteña esperaba a Judá por su testarudez, su obstinación y su desobediencia. La sentencia pronunciada sobre Jerusalén era notablemente similar a la de Samaria. “Por tanto, a causa de vosotros será Sión arada como campo, y Jerusalén será majanos, y el monte de la casa como cumbres de breñal” (3:12). Miqueas pronunció esta profecía más de cien años antes de su cumplimiento en el año 586 A.C., cuando Jerusalén fue destruida. 4.

PROMESA DE RESTAURACION

Esta sentencia de asolamiento fue seguida inmediatamente por una promesa de restauración. En los primeros versículos del capítulo cuatro, Miqueas traza uno de los cuadros más brillantes de la gloria futura de Israel que puedan encontrarse en el Antiguo Testamento. Esto es lo que dice el versículo citado con tanta frecuencia: “Y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces: no alzará espada gente contra gente, ni más se ensayarán para la guerra” (4:3). Y Miqueas no se limitó a predecir la devastación de Jerusalén, sino que señaló el lugar de la cautividad. A Babilonia irá Judá, y de Babilonia será rescatada (4:10). Entonces aparece una de las grandes profecías mesiánicas del Antiguo Testamento—la misma que los escribas le citaron a Herodes cuando Cristo Jesús nació:

“Mas tú, Beth-lehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo” (5:2). El Mesías vendría de la familia y de la ciudad de David. 5.

EL PLEITO DEL SEÑOR

El sexto capítulo se intitula “El Pleito del Señor” (6: 2). Tristemente, el Señor pregunta: “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí” (6:3). Les recuerda su amor y sus cuidados en años pasados. Miqueas se identifica con Amós y Oseas en su actitud hacia el ritualismo. “¿Con qué prevendré a Jehová, y adoraré al alto Dios? ¿vendré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Agradaráse Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mi vientre por el pecado de mi alma?” (6:6-7). 6.

LA RELIGION VERDADERA

La respuesta viene en uno de los pasajes más grandiosos del Antiguo Testamento. Resume lo que Dios demanda del hombre. “Oh hombre, él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová: solamente hacer juicio, y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios” (6:8). Nadie puede cumplir estos requisitos sin agradar a Dios, porque es necesario hacer la paz con Dios antes de caminar humildemente en su presencia. El Talmud dice que en el Salmo 15 David redujo a 11 los 613 requisitos de la ley mosaica. Miqueas los reduce a tres. Jesús resumió toda la ley en dos mandamientos. En todo esto hay una pronunciada unicidad de énfasis. La religión significa tener buenas relaciones con Dios y buenas relaciones con los hombres. La justicia es la base de toda vida moral. Pero para ser cristiano hay que amar la bondad. Y no hay religión verdadera aparte de la comunión con Dios. 7.

LA PERSPECTIVA

Al llegar al último capítulo podemos imaginarnos a Miqueas de regreso en sus colinas de Morasti, observando otra puesta de sol. Había entregado fielmente el mensaje de Dios al pueblo. ¿Cuál era el resultado? “¡Ay de mí!” dice (7:1). “Faltó el misericordioso de la tierra” (7:2). En lugar de hacer el bien, el pueblo procura “completar la maldad con sus manos” (7:3). Y el profeta se siente decididamente pesimista: “El mejor de ellos es como el cambrón; el más recto, como zarzal” (7:4). No se puede confiar en nadie, ni siquiera en el mejor amigo o el ser más amado (7:5). Es, realmente, un cuadro trágico que se acopla bien con la más profunda oscuridad nocturna. Todo está oscuro. ¿Hacia dónde volverá su vista el profeta?

8.

LA MIRADA HACIA ARRIBA

Entonces viene la declaración de fe. “Yo empero a Jehová esperaré... Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (7:7-8). La presencia de Dios provee consuelo y seguridad. Y debido a que Miqueas elevó su vista hasta que distinguió la luz, su profecía se cierra con una nueva visión de la fidelidad y la misericordia de Dios. En medio de las tinieblas reinantes, distinguió al Salvador. “¡Qué Dios como tú, que perdonas la maldad?... echará en los profundos de la mar todos nuestros pecados” (7:18-19). Con esta nota evangélica termina su profecía. Solamente faltaba que el Niño de Belén cumpliera esta descripción de la salvación.

CAPITULO DIEZ NAHUM y HABACUC A.

Nahum—Maldición de Dios Sobre la Crueldad

Nombre: “Consolador.” Hogar: Elkosh, posiblemente como a treinta kilómetros al suroeste de Jerusalén. Fecha: Entre los años 663 y 612 A.C. Lugar de su ministerio: Judá. División del Libro: I.

Declaración Sobre el Asolamiento de Nínive (capítulo 1).

II.

Descripción de la Ruina de Nínive (capítulo 2).

III.

Defensa de la Destrucción de Nínive (capítulo 3).

Versículos sobresalientes para memorizar: 1:3; 1:7. ¡Oyese estruendo de látigos, Y estruendo de ruedas impetuosas, Y de caballos que corren, Y de carros que vuelan, Y de caballería que carga! ¡Se ve también el brillo de la espada, Y el relampagueo de la lanza!

Y hay una multitud de muertos; Montones de cadáveres; Y no hay fin de los cuerpos muertos: Tropiezan las gentes contra los cuerpos muertos. (3:2-3, V.M.) ¡Un momento! ¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa? ¡Hombre, Nínive está siendo destruida! ¿Nínive? ¡No! ¡Sí, Nínive! Nínive la grande. Nínive la inconquistable. Nínive la poderosa. El monstruo cruel lucha desesperadamente en las garras de la muerte, derrotado, vencido, acabado... muerto. ¿Cómo? ¿Por qué? “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos” (2:13; 3:5). Esa es la respuesta. El Señor de los ejércitos está atacándola. Su destrucción se decretó. Pero, ¿por qué? “Porque fuiste vil” (1:4). Las atrocidades inhumanas, las crueldades indescriptibles de la antigua Nínive, le hicieron sumamente vil a los ojos de Dios. “Ay de la ciudad de sangres, toda llena de mentira y de rapiña” (3:1). Una ciudad así debería ser destruida. 1.

LA CRUELDAD DE NINIVE

Más de un siglo había transcurrido desde la profecía de Jonás. Nínive había caído de nuevo en su carrera de conquistas crueles. El reino de Israel, donde Jonás vivió, había sido pisoteado por las plantas del opresor. En el año del 732 A.C., el territorio nativo del profeta, Galilea, fue capturado. Con la caída de Samaria, la capital, en 721, el reino de Israel desapareció. Pero las conquistas sangrientas siguieron. Senaquerib invadió el reino de Judá en el 701. Su sucesor, Esarhaddon, conquistó Egipto extendiendo así las fronteras del imperio asirio hasta los límites del Asia. El siguiente rey, Ashurbanipal, reinó sobre Asiria cuando ésta se hallaba en el cenit de su gloria. Este rey era una mezcla extraña. Por un lado, probablemente haya sido el patrocinador más grande de la literatura en tiempos antiguos. Por dondequiera que iba coleccionaba manuscritos antiguos. El descubrimiento de su biblioteca real en Nínive, conteniendo miles de tablas de barro, ha sido uno de los descubrimientos principales de los tiempos modernos. Pero la cultura de Ashurbanipal quedaba opacada por su crueldad. Se jactaba de despedazar a los reyes; obligó a tres reyes cautivos a tirar de su carro real por las calles. Obligó a un príncipe a llevar colgado de su cuello la cabeza sanguinolenta de su rey, y celebró un gran banquete teniendo la cabeza de un monarca caldeo colgando sobre sí. Los

asirios eran famosos por su crueldad desenfrenada, pero parece que Ashurbanipal los superó a todos. Desde este punto de vista hemos de considerar las profecías de Nahum. El motivo del libro lo proveyó la crueldad extremada de Asiria. 2.

LA FECHA DEL LIBRO

Es probable que Nahum haya profetizado precisamente durante el reinado de Ashurbanipal. Sabemos que su profecía se pronunció después del 663 A.C., porque fue en ese año cuando Ashurbanipal conquistó a Tebas en el Egipto superior. El profeta advierte a Nínive: “¿Eres tú mejor que No-amón (Tebas) que estaba asentada entre ríos?... También ella fue llevada en cautiverio” (3: 8-10). La capital asiria correría la misma suerte que la capital egipcia. Por otra parte, la última fecha posible para Nahum sería el año 612 A.C., cuando Nínive fue tomada por los ejércitos combinados de los medos, los babilonios y los scythas. Los ninivitas declararon un ayuno de cien días en un esfuerzo por aplacar a sus dioses (véase Jonás 3: 15). Pero esto no explicaba sus crueldades diabólicas. Algunos eruditos colocan el libro de Nahum poco después de la caída de Tebas en el 663 A.C. Pero los estudios modernos parecen indicar que se escribió en el período inmediatamente anterior a la caída de Nínive. Después de la muerte de Ashurbanipal en el 626 A.C., el imperio asirio declinó rápidamente. Perdió todos sus territorios extranjeros y pronto la ciudad misma cayó. 3.

UNA DESCRIPCION DE LA CIUDAD

George Adam Smith nos ha dado una descripción bastante extensa de Nínive y sus alrededores. La ciudad tenía la forma de un eje, de donde salían los caminos en todas direcciones. A lo largo de estos caminos se encontraban numerosos fuertes, torres y guarniciones. El profeta anunció la caída inminente de estas avanzadas de defensa. Declaró: “Todas tus fortalezas cual higueras con breva; que si las sacuden, caen en la boca del que las ha de comer” (3:12). Todo el que haya sacudido un árbol cargado de fruta madura, puede apreciar la vividez de la expresión. La ciudad estaba protegida con una elevada muralla que medía más de once kilómetros de largo, y era tan ancha que permitía que tres carros anduvieran ampliamente por su terraza. A cierta distancia de la muralla se encontraba un foso de como cincuenta metros de ancho. La tradición dice que tenía veinte metros de profundidad. El agua para el foso venía de un canal y del río Khusur, un tributario del Tigris. Todavía puede apreciarse la solidez de las murallas por sus ruinas, que se levantan aún hasta casi veinte metros sobre el nivel del terreno natural, notándose aquí y allá las ruinas más elevadas

aún de los torreones. En su día, Nínive fue la fortaleza más importante de Asia Occidental. Pero todos estos fuertes formidables son como nada. “He aquí, tu pueblo será como mujeres en medio de ti: las puertas de tu tierra se abrirán de par en par a tus enemigos: fuego consumirá tus barras” (3:13). Y así, a la ciudad llegó el aviso de que se preparara para el sitio. El orgulloso sitiador de una gran ciudad tras de otra, debería probar ahora de su propio brebaje amargo. “Provéete de agua para el cerco, fortifica tus fortalezas; entra en el lodo, pisa el barro, fortifica el horno” (3:14). En otras palabras, prepárate para lo peor. 4.

LA CAPTURA DE NINIVE

Dos de los versículos más vívidos en todo el libro describen el primer ataque furioso a los suburbios de la ciudad: Los carros se precipitarán a las plazas, discurrirán por las calles: su aspecto como hachas encendidas; correrán como relámpagos (2:4). Sonido de látigo, y estruendo de movimiento de ruedas; y caballo atropellador, y carro saltador (3:2). La arremetida de los carros viene acompañada de otra por la caballería: “Caballero enhiesto, y resplandor de espada, y resplandor de lanza” (3:3). Los cuerpos muertos se apilarían en las calles al grado de que los defensores y los invasores tropezarían sobre ellos. Cuando los asirios se retiraron tras de la protección de las murallas, los sitiadores se prepararon para la tarea final de abrirse paso a la fuerza. El primer paso fue la construcción de burdos puentes sobre las zanjas. Los arqueólogos han encontrado el foso del lado este lleno con desperdicios frente al gran hoyo abierto en la muralla. La tradición asegura que una inundación de las aguas del Tigris o de su tributario, facilitaron la captura de la ciudad. Evidentemente, echaron el agua contra las murallas o a través de las compuertas, ayudando así a abrirse paso hacia la ciudad. Nahum previó esto cuando escribió: “Las puertas de los ríos se abrirán, y el palacio será destruido” (2: 6). En consecuencia, Nínive quedó completamente destruida. El profeta ve la ciudad como un depósito de agua en cuyas paredes se ha abierto brecha para que toda el agua salga. Y así sucedió en Nínive. Aunque algunos clamaron: “Parad, parad” (2:8), el pueblo huyó aterrorizado. Dejaron la ciudad “vacía, asolada y despedazada” (2:10). La vanidosa Nínive ha quedado asolada desde el día en que fue destruida. Dos mojones, identificados en 1842, son todo lo que queda del sitio. En el año 331 A.C., Alejandro el Grande pasó por aquí en su camino hacia la conquista del mundo. Aunque no

pudo reconocer las ruinas de Nínive, ya que estaban enteramente cubiertas, bien pudieron ellas haber susurrado una palabra de advertencia: “Todo lo que el hombre edifica sin Dios, caerá ciertamente.” 5.

EL HOGAR DEL PROFETA

Casi todos los pasajes observados hasta aquí se han tomado de los capítulos segundo y tercero de Nahum. Volvamos ahora nuestra atención al primer capítulo. El primer versículo nos da el encabezamiento del libro. “Carga (u oráculo) de Nínive. Libro de la visión de Nahum de Elkosh.” El pueblo natal de Nahum, Elkosh, no ha podido identificarse. Algunos creen que haya estado en una localidad al otro lado de Nínive, donde los habitantes señalan aún la supuesta tumba del profeta. Otra tumba tradicional de Nahum se señala al sur de Babilonia. Jerónimo dijo que había sido un pueblo en el norte de Galilea, mientras que otros creen que fue Capernaum— cuyo nombre arábigo significa: “ciudad de Nahum.” Quizá el sitio más probable sea en el sur de Judea, como a treinta millas al sureste de Jerusalén. Es muy probable que Nahum haya venido de Judá, puesto que Israel, el Reino del Norte, ya se encontraba en cautiverio. 6.

LA IRA DE DIOS

G. Campbell Morgan ha hecho la interesantísima observación de que en los primeros ocho versículos de Nahum se encuentran todos los vocablos del Antiguo Testamento hebreo que significan “ira.” En nuestra Biblia castellana de Reina y Valera, se traducen como “celo,” “venganza,” “ira,” “furor,” “enojo,” (en una ocasión, “indignación” se traduce como “ira”). Y Campbell Morgan señala con su método expositivo y analítico tan característico, que “celo” es el resultado del amor herido. “Venganza,” significa retribución y no desquite. “Ira,” significa una actitud que ha cambiado por causa del pecado. “Enojo e indignación,” expresan la actividad de la ira. “Furor,” significa calor y consunción por el fuego. Mas, ¿cuál es la causa del furor del Señor? Es su amor por su pueblo oprimido. Su misma ira es una expresión de amor. No podemos creer en el amor de Dios sin creer también en la ira de Dios, porque el amor debe indignarse en contra del mal. El amor moral es más que un mero sentimiento. 7.

EL MENSAJE DE NAHUM PARA NUESTRO DIA

El mensaje de Nahum es definitivamente un mensaje para nuestro día. A la luz de las atrocidades cometidas por los nazis en Europa, es más fácil apreciar los fuertes sentimientos del profeta. Las crueldades indestructibles de los asirios de antaño han

quedado en evidencia en su libro de leyes recientemente descubierto. Los castigos infligidos incluían arrancar los ojos, cortar las manos, rajar las narices, tajar las orejas y derramar brea hirviendo sobre la cabeza. Cuando a los cautivos inocentes e indefensos se les hacía víctimas de tales crueldades, podemos comprender cuán justificada era la indignación de Nahum. George A. Gordon dijo una vez que hay tres grandes pruebas de un gran carácter: la capacidad para amar intensamente; la capacidad para entusiasmarse intensamente, y la capacidad para indignarse intensamente. Sin un sentido de indignación contra el pecado y el mal, no hay amor verdadero. Por lo tanto, necesitamos escuchar el mensaje que Dios tendría para este siglo nuestro por medio de Nahum. Raymond Calkins ha señalado su importancia. El escribió esta palabra de comentario: Indudablemente que hay lugar para un libro como el de Nahum en la revelación de la gracia. En lugar de quitar de la Biblia esta profecía de Nahum, es mejor que la dejemos. La necesitamos. Nos recuerda que a menos de que el amor esté equilibrado con la capacidad para indignarnos justamente, degenera en un sentimiento bondadoso, vago y difuso. Un hombre verdadera y profundamente religioso es siempre un hombre de ira. Porque ama a Dios y a sus semejantes, odia y desprecia la inhumanidad, la crueldad y la perversidad. Todo buen hombre profetiza a veces como Nahum. Y terminamos nuestro estudio de Nahum con un versículo sobresaliente para memorizar, que encontramos en 1:7: “Bueno es Jehová para fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían.” Esta es una joya incomparable, que brilla mucho más intensamente por su posición sobre la tenebrosidad intensa de la profecía de Nahum. Siempre, dondequiera, Dios es amor. B.

Habacuc—El Combate con la Duda

Nombre: “Abrazo.” Fecha: Alrededor del 603 A.C. Lugar de su ministerio: Judá. División del Libro: I.

El Castigo de Judá (capítulo 1).

II.

El Castigo de Babilonia (capítulo 2).

III.

La Oración del Profeta (capítulo 3).

Versículos sobresalientes para memorizar: 2:2; 2:4; 2:20; 3:2. ¿Hasta cuándo, oh Jehová, He de clamar, sin que tú me oigas? ¿Hasta cuándo daré voces a ti, A causa de la violencia que se me hace, Sin que tú me salves? (1:2, V.M.). ¿Cansado de orar? Parece que sí. ¿De qué sirve orar si Dios no presta atención? ¿Para qué implorar ayuda si Dios no salva? Pero el profeta era perseverante. Estaba convencido de que había un Dios que oía la oración, y se propuso continuar orando hasta recibir alguna clase de respuesta. Por lo tanto, continuó implorando: ¿Por qué me haces ver la iniquidad, Y miras tú innoble la maldad? Pues que la opresión y la violencia Están delante de mí; y hay contienda Y se levantan pleitos. (1:3, V.M.). 1.

EL PROBLEMA DEL PROFETA

A dondequiera que el profeta volvía sus ojos en Judá, encontraba iniquidad y violencia, lucha y contención. Una y otra vez informó al cielo sobre esta situación corrompida, pero el cielo no parecía estar interesado. Parecía que a Dios no le importaba el que su pueblo continuara pecando. Parecía que había cerrado los ojos a los vicios de los suyos, y los oídos a la voz del profeta. ¡Y eso no estaba bien! El silencio de Dios empeoraba las cosas. La gente hacía lo que le venía en gana, puesto que Dios no hacía nada. De seguir esto así, la moral de todo el pueblo se vendría abajo. Cualquiera podía ver eso. ¿Por qué, entonces, Dios no podía ver las cosas así? El profeta nos dice lo que estaba sucediendo. Por tanto, se paraliza la ley, Y el juicio ya no sale conforme a la verdad; Porque el inicuo asedia al justo; Por tanto procede el juicio pervertido. (1:4, V.M.).

La ley estaba entumecida, “paralizada,” porque Dios no la aplicaba rigurosamente con castigos adecuados. La justicia era cosa del pasado. De hecho, había desaparecido, “el juicio no sale verdadero.” En lugar de ello, “sale torcido el juicio.” Las cosas estaban vueltas al revés nuevamente. El bien estaba en el cadalso, y el mal en el trono. 2.

LA RESPUESTA DE DIOS

“¿Hasta cuándo?” había preguntado Habacuc. Como ha señalado Robinson, el profeta no se quejó en contra de Dios, sino con Dios. Era el proceder más justo y más sabio porque Dios y solamente Dios, tenía la respuesta. a Dios Obra Silenciosamente. La respuesta vino. Dios indicó que se estaba preparando para realizar algo tremendo, algo horrible. “Mirad en las gentes, y ved, y maravillaos pasmosamente; porque obra será hecha en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” (1: 5). Dios estaba ocupado aunque el profeta no pudiera contemplar sus operaciones. Esta fue una de las lecciones más importantes que habría de aprender el profeta. Algunas de las faenas más grandiosas de Dios se desarrollan tras del escenario, fuera de la vista. Entonces, hemos de creer aun cuando no podamos ver. b. El Método Extraño que Dios Usa. Pero, ¿cuál era esta cosa maravillosa que Dios estaba por hacer? “Porque he aquí, yo levanto los Caldeos, gente amarga y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las habitaciones ajenas” (1:6). Los caldeos se acercaban. Ellos eran la respuesta de Dios al clamor del profeta. Los judíos sí serían castigados por sus pecados. Los caldeos serían el instrumento en las manos de Dios para realizar este castigo. Esta “gente amarga y presurosa.... espantosa es y terrible: De ella misma saldrá su derecho y su grandeza” (1:6-7). La corrección no sería agradable: “Espantosa… terrible” (1: 7). El pueblo de Dios no le había temido a El, ahora sentiría el espantoso azote de una invasión. Los ejércitos enemigos barrerían la tierra como bestias salvajes. “Y serán sus caballos más ligeros que tigres, y más agudos que lobos de tarde, y sus jinetes se multiplicarán… Volarán como águilas que se apresuran a la comida” (1:8). No había escape alguno de la furia del asolamiento por el enemigo. El pueblo de Judá se había regocijado en la violencia. Pero ahora las huestes invasoras vendrán a la presa (1:9). Por fin, la justicia se gozará en su día. 3.

FECHA DEL LIBRO

La referencia a los caldeos nos ofrece la clave central para encontrar la fecha de la profecía. A diferencia de casi todos los demás profetas, Habacuc no nos dice nada sobre quién era ni de dónde venía. No asienta ningún dato cronológico al presentar su libro,

pero la predicción de la inminente invasión babilónica señala hacia cierto período definido en la historia de Israel. Aparentemente, los hebreos comenzaron a entregarse a un falso sentido de seguridad después de la caída de Nínive en el 612 A.C. Su gran enemigo, Asiria, estaba caído y deshecho. Y no comprendieron la importante significación del creciente poderío de Babilonia. Cuando los babilonios derrotaron al ejército egipcio en Carchemis, en el 605 A.C., aseguraron la posición dominante de su imperio. Bajo Nabucodonosor, Babilonia vino a ser el gran centro del poder mundial. Por esto, casi todos los eruditos colocarían la fecha de este libro de Habacuc entre el 605 A.C. y la invasión de Judá por Nabucodonosor en el 598 A.C. El nuevo imperio se levantaba poderoso sobre el horizonte noroeste, pero el pueblo judío no había despertado a la amenaza contra su paz y seguridad. Continuaba confiado en sus pecados. Mas los cúmulos indicadores de tormenta aumentaban, y ya un oído alerta podría escuchar el ruido del trueno en la distancia. 4.

LA PERPLEJIDAD DEL PROFETA

a. ¿Para qué Usar a los Caldeos? El profeta escuchó atento la respuesta de Dios. Pero he aquí que ahora se encontraba más perplejo que nunca. Reconoció el propósito de la venida de los caldeos. “Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar” (1: l2cd). Eso es bastante claro, pero, ¿por qué usar a los babilonios? ¡Ellos son peores que los hebreos! El problema se volvió más difícil y Habacuc se sentía más profundamente perplejo, por lo que se quejó de nuevo: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio: ¿por qué ves los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él?” (1: 13). Muy cierto, los habitantes de Judá eran bastante malos. Pero eran mejores que los caldeos. ¿Por qué habrían de usarse los más inicuos para castigar a los menos impíos? Eso no parecía muy correcto. b. ¿Por qué ha de Sufrir el Justo? Este otro asunto confundía al profeta mucho más que el anterior. ¿Por qué debería prosperar el impío a costa del justo? Ese es el problema imperecedero de las edades. Parece que el universo no está sentado sobre principios de justicia. No obstante, nosotros necesitamos hacer lo que Habacuc hizo: esperar en el Señor hasta que venga la luz. El libro de Habacuc se divide en tres capítulos. El primero explica el problema— que era de hecho un problema doble—que tenía confundido al profeta. El segundo ofrece la solución, la respuesta de Dios al problema. El tercero registra la invocación del profeta, una oración saturada de alabanza.

5.

LA PACIENCIA DEL PROFETA

La respuesta a la segunda pregunta de Habacuc (1:13), no vino tan pronto como la respuesta a la primera pregunta (1:2-4). Pero Habacuc rehusó satisfacerse con el silencio. Se había propuesto esperar hasta que Dios respondiera. Asumió una actitud de espera vigilante. Me pondré, dije, sobre mi atalaya, Me colocaré sobre la fortaleza, Y estaré mirando para ver qué me dirá Dios, Y lo que yo he de responder tocante a mi queja. (2:1, V.M.). Si queremos aprender hemos de escuchar. Debido a que escuchamos tan poco, aprendemos casi nada. En este siglo en que literalmente miles de voces llegan a nuestras conciencias reclamando nuestro tiempo y atención, parece que no es posible encontrar un rincón tranquilo para meditar brevemente. Pocas personas piensan seria y verdaderamente de manera de hacer preguntas inteligentes en sus propias mentes. Y más pocas todavía se toman el tiempo para ponderar sus dudas y orar acerca de ellas hasta que sean transformadas de piedras de tropiezo en peldaños ascendientes por los cuales puedan elevarse a los pináculos de la fe y la confianza en Dios. 6.

LA RESPUESTA DEL SEÑOR

El profeta recibió una respuesta a su problema porque esperó paciente y persistentemente. Se le dice: “Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella” (2:2). A veces se traduce mal la última expresión, como si dijera: “Para que el que corre pueda leer.” Pero no dice eso. Debe escribirse claramente para que los que lean reciban instrucciones precisas de apresurarse en su sendero, e indicaciones sobre cómo conservarse en el camino recto. Y continúa la respuesta del Señor: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas al fin hablará, y no mentirá: aunque se tardare, espéralo, que sin duda vendrá; no tardará” (2:3). Los planes de Dios estaban hechos; sus propósitos darían inevitablemente los resultados deseados. Pero se necesitaba tiempo. Mientras tanto, el consejo divino era: “Paciencia.” ¿Qué actitud debería conservar el profeta mientras esperaba el cumplimiento de su visión? Debería ser fiel y verdadero: “El justo en su fe vivirá” (2:4). Parece como si el énfasis principal de esta expresión fuera la fidelidad, pero el Nuevo Testamento toma estas palabras y las eleva haciéndolas una de las piedras de esquina de la revelación cristiana. Tres veces las encontramos mencionadas (Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38). Fue la visión de Lutero sobre esta verdad lo que

ayudó a provocar la gran Reforma Protestante. Ha sido siempre un faro en las tinieblas del pecado mundanal que ha dirigido al marino al refugio del amor de Dios. Este gran pasaje básico está precedido por una declaración significativa de Habacuc: “He aquí se enorgullece aquel cuya alma no es derecha en él.” La referencia a Babilonia es obvia. Sería destruida por causa de su orgullo. “Porque tú has despojado muchas gentes, todos los otros pueblos te despojarán” (2:8). La Palabra de Dios declara: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” (Proverbios 16:18). George Adam Smith ha destacado esta verdad en el epigrama que usa como título de un capitulo: “La Tiranía es Suicidio.” La historia ha confirmado este hecho en más de mil ocasiones. Solamente hemos de recordar nombres como Alejandro el Grande, Julio César y Napoleón Bonaparte. Nuestra generación ha contribuido más que la porción que le correspondía, con Mussolini, Hitler y Stalin. Pero la gente justa, temerosa de Dios, vive aún mucho después de que los tiranos hayan muerto y desaparecido. El futuro pertenece siempre a los fieles de Dios. Esta es, entonces, la respuesta al segundo problema del profeta. Después de que Dios use a los babilonios para castigar al impío Judá, los castigará a ellos a su vez por su vanidad y crueldad. En el año de 586 A.C., los ejércitos de Nabucodonosor destruyeron Jerusalén, pero menos de cincuenta años más tarde, en el 539 A.C. el gran imperio que él había fundado se desmoronó cuando Ciro el Persa conquistó a Babilonia. De esta manera se cumplieron tanto la profecía de 1:6, como la de 2:8. Dios tuvo una respuesta para los problemas del profeta. El siempre tiene una respuesta. Y El siempre está listo para compartir su solución con nosotros si nos detenemos y escuchamos. Demasiados de nosotros no estamos dispuestos a esperar. En un pasaje por demás hermoso de su obra reciente (The Modern Message of the Minor Prophets) , Raymond Calkins señala la lección del segundo capítulo de Habacuc. La Biblia, recordemos, nunca termina en signo de interrogación. Siempre termina en punto. Los escritores bíblicos hacen preguntas, pero siempre obtienen respuestas. Los escritores modernos formulan muchas preguntas, provocan muchas dudas, planean toda clase de dificultades. Pero no presentan respuestas, no ofrecen soluciones. Nos dejan en una confusión mental y moral. No así la Biblia. También hace muchas preguntas, presenta toda pregunta que torture la mente del hombre. Pero siempre termina dando las respuestas y señalando el camino que saca de la duda y el desaliento. Esta es una de las razones por las cuales la gente ama sus Biblias. El capítulo dos concluye con una serie de cinco ayes (vrs. 6, 9, 12, 15, 19) pronunciados sobre el cruel déspota que está para oprimir a las naciones de la tierra. Este

tirano, que “ensancha como el infierno su alma, y es como la muerte” (2:5), tendrá un fin seguro y rápido. En este pasaje Habacuc pronuncia la ruina de los que codiciosamente acaparan todo debido a su interés egoísta. El capítulo termina con un pasaje muy conocido: “Mas Jehová está en su santo templo: calle delante de él toda la tierra.” Habacuc ha hecho una contribución sobresaliente a la teología y a la adoración cristianas. 7.

LA ORACION DEL PROFETA

El tercer capítulo es una incomparable invocación de acción de gracias, que surge espontáneamente del corazón satisfecho del profeta. Se inicia con una petición por la preservación del pueblo de Dios: “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos” (5:2). Esta plegaria se ha repetido por corazones consagrados e interesados a través de las edades. Luego, el profeta alaba a Dios por su grandeza y bondad. Se puede sentir el descanso que ha venido a su corazón. Dios, por fin, ha escuchado y respondido a su oración y Habacuc da rienda suelta a su gratitud. Habacuc era como uno “a quien su madre consuela.” Reposa en los brazos de Dios con un sentido renovado y más profundo de la confianza segura y de la certidumbre completa. Los últimos versículos del libro revelan cuán ilimitada era su fe. En palabras que constituyen un reto para todos nosotros, Habacuc declara: “Aunque la higuera no florecerá, ni en las vides habrá frutos; mentirá la obra de la oliva, y los labrados no darán mantenimiento, y las ovejas serán quitadas de la majada, y no habrá vacas en los corrales. Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salud.” ¡Oh fe sublime! Pero fue comprada a un precio—la agonía de la duda. La oración perseverante y la espera paciente condujeron al profeta a una nueva experiencia con Dios. Ahora disfrutaba de la comunión de la fe, la cual es para todos los que se abren paso hasta el corazón de Dios. Y así, Habacuc nos llama a seguirlo a tales alturas. “Jehová el Señor es mi fortaleza,” declara, “el cual pondrá mis pies como de ciervas, y me hará andar sobre mis alturas.” Los paisajes más elevados esperan a los que quieren escalar los picachos. Demasiadas personas se satisfacen con vivir en los pantanos cenagosos de la incredulidad, siendo que el aire purísimo de las montañas las invitan a terrenos más elevados.

CAPITULO ONCE SOFONIAS y HAGGEO

A.

Sofonías—Cuando Dios Invade el Escenario Humano

Nombre: “El protegido u ocultado de Jehová.” Hogar: Probablemente Jerusalén. Fecha: Alrededor del 625 A.C. Lugar de su ministerio: Judá. División del Libro: I.

Castigo Sobre Judá (capítulo 1).

II.

Castigo Sobre las Naciones Extranjeras (2:1—3:7).

III.

Salvación del Remanente (3:8-20).

Versículos sobresalientes para memorizar: 2:3; 3:17. ¡Silencio! “Calla en la presencia de Jehová.” ¡Escucha! “Porque el día de Jehová está cercano.” Con estas palabras en el séptimo versículo de su libro, el profeta anuncia el corazón de su mensaje. Sofonías tiene un solo tema: el día de Jehová. El sonido de su primera declaración es como el toque de la trompeta. “Destruiré del todo todas las cosas de sobre la haz de la tierra, dice Jehová.” ¿Qué? ¿Hablas en serio? Sí señor, hablo en serio. “Destruiré los hombres y las bestias; destruiré las aves del cielo, y los peces de la mar, y las piedras de tropiezo con los impíos; y talaré los hombres de sobre la haz de la tierra, dice Jehová” (1:3). Seguramente te refieres a los paganos y a las naciones gentiles. No. Me refiero a la nación de mi pueblo: “Extenderé mi mano sobre Judá, y sobre todos los moradores de Jerusalén.” Pero, ¿por qué? ¿Qué pasa? 1.

LA ADORACION DE BAAL

Sencillamente esto: mi pueblo se ha vuelto pagano. Adora a ídolos paganos y a los astros del cielo. Me ha abandonado y ha abrazado la idolatría. Observa tú cuidadosamente los registros: Exterminaré de este lugar el remanente de Baal, y el nombre de los Chemarim con los sacerdotes; y a los que se inclinan sobre los terrados al ejército del cielo; y a los que

se inclinan jurando por su rey; y a los que tornan atrás de en pos de Jehová; y a los que no buscaron a Jehová, ni preguntaron por él (1:4-6). ¡Qué cuadro! ¡El pueblo de Dios! ¡Y en la ciudad santa! Sus cuerpos tan cerca del santuario sacrosanto y sus corazones tan llenos de pecado. Con razón Dios tuvo que hacer algo. Baal… qué de memorias provocaba ese nombre. Los israelitas establecieron contacto con la adoración de Baal cuando entraron en Canaán. La perversa Jezabel inició la adoración de Baal en el reino de Israel, al norte. Su hija Atalia quiso imponer su culto en el reino del sur, el de Judá, y Elías desafió en una ocasión a Baal en el monte Carmelo, dando lugar a una de las escenas más grandiosas de la historia sagrada. Jehú destruyó a Jezabel y a los adoradores de Baal, pero el culto sobrevivió en ambos reinos y fue una de las causas de la cautividad. Una de las características más desventuradas de la adoración de Baal era sus ritos inmorales. A Baal se le consideraba el dios de la fertilidad, y en sus templos y altos había prostitutas sagradas quienes eran usadas para los ritos religiosos de la reproducción. Moralmente, el baalismo era degradante en grado sumo. Por esa razón los profetas de Dios lo atacaron duramente. Amenazaba destruir la fibra moral de la nación. Evidentemente, los Chemarim eran los sacerdotes idólatras de Baal. 2.

OTRAS IDOLATRIAS

Algunos de los habitantes de Jerusalén se postraban sobre los techos de sus casas y adoraban al sol, la luna y las estrellas. Aunque era un tipo de religión más elevado en muchos sentidos, que la adoración de Baal, de cualquiera manera rehusaba al Creador la adoración que le correspondía. Otras personas juraban en nombre de Milcom, o Moloch, el dios de los amonitas. La característica horripilante de la adoración de Moloch era la quema de los niños. La ley de Moisés prohibía estrictamente tal práctica en todo israelita, diciendo: “No des de tu simiente para hacerla pasar por el fuego a Moloch” (Levítico 18:21). Sin embargo, aquí estaban los hebreos adorando aún a este repugnante dios pagano. Dios tiene una respuesta a todo esto. Por medio de su profeta anuncia que “el día de Jehová está cercano.” El castigará a los príncipes y a los líderes de la rebelión en contra de El. La mención de los príncipes es muy significativa si tomamos en cuenta el hecho de que Sofonías mismo era biznieto de Ezequías, probablemente el famoso rey hebreo (1: 1). 3.

EL CASTIGO DE JERUSALEN

En seguida encontramos una excelente descripción de lo que sucedería en Jerusalén cuando se realizara la invasión divina.

Habrá voz de clamor Procedente de la puerta del Pescado, Y un aullido de la ciudad segunda, Y un gran crujido desde las colinas. Aullad, oh habitantes del Mortero, Porque toda la gente traficante está callada. (1: 10-11, V.M.). Muy vívido es el cuadro que se nos da de Jerusalén. La Puerta del Pescado era, evidentemente, una extensión del barrio residencial donde vivían los ricos, como lo era también la ciudad segunda. Entre ellos se encontraba Mactes con sus mercados y enjambre de mercaderes. El profeta describe los alaridos de angustia de estos grupos, cuando cae sobre ellos la vara iracunda de Dios. Pero la visitación divina no será un asunto superficial. En una de las figuras más sobresalientes de todos los escritos proféticos, Sofonías describe a Dios recorriendo las calles de Jerusalén con lámparas, buscando el pecado. Nos recuerda a Diógenes recorriendo las calles de Atenas, al mediodía, con una lámpara encendida en su mano. Sólo que el objeto de la búsqueda es distinto. Diógenes dijo que andaba en busca de un hombre honrado. Dios andaba en Jerusalén a caza de los impíos para descubrirlos y castigarlos. Los habitantes de Jerusalén, contra los cuales Dios tenía un pleito especial, eran aquellos que se describen como “sentados sobre sus heces.” La figura es del vino que se deja reposar demasiado sobre su sedimento, hasta que se echa a perder. En otras palabras, el profeta se refería a los indiferentes, a los descuidados, a los que decían: “No importa cómo nos comportemos, de cualquier manera Dios no nos hará nada.” Pero Dios no pierde tiempo en decirles que El está por hacer algo, algo drástico. Sus bienes serán atrapados como botín de guerra, y sus propiedades destruidas. Sus hogares quedarán desiertos y sus viñas abandonadas. 4.

EL DIA DE JEHOVA

Y entonces viene la descripción notable de Sofonías del día de Jehová (1: 14-18). Primero recalca su inminencia: “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy presuroso.” a. El Día Está Cercano. El día de Jehová está siempre cercano. Siempre que una persona olvida a Dios— lo que sucede en todas las generaciones—es de esperarse el castigo. No siempre viene de inmediato, pero la justicia divina es inescapable.

¿Cómo es el día de Jehová? No se nos deja en duda alguna. En términos sobrecargados de asolamiento y amenazantes como tormenta, el profeta proclama el día de Jehová. Día de ira es aquel día; Día de apretura y de angustia, Día de devastación y desolación, Día de tinieblas y de espesa oscuridad, Día de nubes y de densas tinieblas. (1:15, V.M.). Es interesante observar que las dos últimas expresiones ocurren también en Joel 2:2. También Joel, como Sofonías, las precede con un aviso de que “viene el día de Jehová, porque está cercano.” Ambos profetas estaban poseídos por el sentido de la inminencia del día del Señor. Ambos declaran que es un día de ruina y destrucción, de muerte y asolamiento, de tinieblas y angustia. No pintaron estos hombres con luces de esperanza el cercano día de Jehová. ¿Cómo aparecerá este día? En el caso de Judá vendría como una invasión enemiga. Un día “de trompeta y de algazara.” b. Un Día de Castigo. Tan terribles serán los tiempos, que los hombres “andarán como ciegos,” tropezando y cayendo en las tinieblas creadas por su propia desobediencia. La muerte los alcanzará en la matanza general, hasta que “la sangre de ellos será derramada como polvo.” Los ricos no podrán comprar su libramiento, “ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día de la ira de Jehová.” Dios no acepta cohecho. El día de Jehová, tal y como se describe aquí y en todos los profetas, es el día de castigo divino. Es el día cuando Dios toma en sus manos los asuntos, cuando el día del hombre queda arrumbado, cuando lo eterno invade lo temporal, cuando lo infinito interrumpe lo finito. Es “el día de la ira de Jehová” en contra del pecado. e. Más de un Día de Jehová. Ese día ha venido muchas veces y sigue viniendo. A menudo parece distante, sin embargo, siempre está a la mano. Cada generación ha visto algún día de Jehová, cuando Dios visitó y castigó. La destrucción de Jerusalén en el día de Jeremías y en el año 70 D.C., puede identificarse con el día de Jehová. Y también podríamos llamar así al día en que Sodoma y Gomorra fueron destruidas, y aquel otro cuando Pompeya quedó sepultada. La causa fue la misma en todas las ocasiones—el pecado del hombre. Dios es magnánimo, más allá de toda comprensión humana. Pero si El ignorara el pecado, la justicia del universo se vendría por los suelos. Porque Dios es santo, y justo, y recto, su naturaleza misma demanda que

haga cuentas con el pecado. Esas maneras de pensar sentimentales y delicadas sobre el pecado, nos dejan hundidos en el lodo y la miseria, la ruina y la bajeza de un mundo sin Dios. Necesitamos capturar de nuevo el profundo sentido que el profeta tenía sobre lo terrible del pecado. Sus severas palabras en contra de la injusticia abrieron el camino para que el espíritu humano se elevara a mayores alturas. Nuestra religión nunca será más poderosa que nuestra actitud en contra del pecado. 5.

UN LLAMADO AL ARREPENTIMIENTO

El segundo capítulo de Sofonías se abre con un ruego en favor del arrepentimiento. El tercer versículo es uno de los pasajes más bellos en todo el libro: “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, que pusisteis en obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre: quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová” (2:3). El nombre Sofonías significa “protegido de Jehová.” Puede reflejar el hecho de que sus devotos padres hayan sido amenazados durante el largo reinado del impío Manasés. Sofonías nació durante el reinado de este monarca. Comenzando con el verso cuatro, y a través del resto del capítulo dos, el profeta se dirige a los países circunvecinos. Primero profetiza la destrucción de las grandes ciudades filisteas. Habían de ser asoladas. 6.

FECHA DEL LIBRO

Esto nos trae al asunto de la fecha de la profecía de Sofonías. En el primer versículo que sirve como encabezado del libro se nos dice que la palabra de Jehová vino a él en los días de Josías, rey de Judá. Josías reinó del 639 al 609 A.C. Parece que los scythas invadieron la región costera de Palestina incluyendo Filistea, entre el 630 y el 624 A.C. Casi todos los eruditos sitúan el libro de Sofonías alrededor del 625 A.C., poco antes de las reformas de Josías, iniciadas en el 621 A.C. De manera que es muy probable que Sofonías estuviera prediciendo la invasión scytha de la tierra de los filisteos. De no ser así, entonces la referencia fue a la próxima invasión caldea. Los primeros siete versículos del capítulo tres continúan los mensajes sobre las naciones. Los versos ocho al trece prometen que un remanente de Israel se salvará. “Ellos serán apacentados y dormirán, y no habrá quien los espante” (v. 13). 7.

EL GOZO DE DIOS EN SU PUEBLO

Los versículos 14-20 tienen un tono distinto del resto del libro. Se incita a Sión a cantar, a regocijarse y a alegrarse. Dios, su Rey verdadero, está en medio de ella y la protegerá. El versículo más hermoso en todo el libro se encuentra en 3: 17—”Jehová en medio

de ti, poderoso, el salvará; gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar.” El versículo describe lo que Alexander Maclaren ha llamado atinadamente, “La alegría de Dios.” La comunión entre Dios y sus hijos significa gozo mutuo. ¡Qué privilegio producir gozo en el corazón de Dios! ¡Cómo debiéramos buscar los momentos de tranquila soledad con Dios, cuando nuestros espíritus se inspiran y elevan, y Dios mismo se regocija al tener comunión con nosotros! Los últimos tres versículos hablan especialmente de la restauración de Judá de la cautividad. Obviamente, la primera aplicación es al retorno de Babilonia. Pero las palabras ven más allá del período de la postrestauración. “Os daré por renombre y por alabanza entre todos los pueblos de la tierra.” Solamente en Cristo encuentra cumplimiento esta promesa. Esto es verdad también de muchas otras promesas del Antiguo Testamento. Puede verse en la historia un cumplimiento parcial e imperfecto, pero sólo Cristo es el cumplimiento de la esperanza humana y las profecías. ¡Qué privilegio tan grande tenerle en nuestros corazones, cumpliendo todas las “preciosas y grandísimas promesas” de la Palabra de Dios! Jamás podremos exagerar todo lo que Cristo significa para nosotros. B.

Haggeo—Un Hombre de Acción Inspirada

Nombre: “festivo” (posiblemente haya nacido en un día de fiesta). Fecha: 520 A.C. (septiembre—diciembre). Lugar de su ministerio: Jerusalén. División del Libro: I.

Exhortación a Reanudar la Construcción (1: 1-11).

II.

Iniciación de los Trabajos (1:12-15).

III.

Estímulo para los Constructores (2:1-9).

IV.

Contaminación de los Inmundos (2:10-19).

V.

Exaltación de Zorobabel (2:20-23). Versículos sobresalientes para memorizar: 1:7; 2: 7.

Era septiembre del 520 A.C. Las calles de Jerusalén se apretaban ya con las muchedumbres que habían acudido a la fiesta de la nueva luna. El corazón del pueblo estaba embargado por distintos sentimientos. Había sido un

mal año para las cosechas. La sequía y la ausencia de rocío habían dejado el suelo seco y abierto. Con grandes esperanzas habían trabajado la tierra durante la primavera, sembrando gran cantidad de semilla con el anhelo de tener un buen año. Pero las lluvias de primavera nunca llegaron. Las plantas se marchitaron, los olivares y las viñas estaban casi sin fruta. La gente acudió a adorar en Jerusalén con bolsillos vacíos y corazones entristecidos. La decepción y el desaliento se leían fácilmente en los rostros. Pero, ¿qué los atraía? La ciudad destruida había sido reparada tan solo en parte. Las murallas permanecían casi todas en ruinas. Y ¿el templo? Sus esplendores eran tan solo un recuerdo inquietante en la memoria de los más ancianos. Era como si la, Jerusalén que había sido, jamás volvería a ser. Junto al rudo altar, sin techo protector, estaban tres varones observando la multitud apretujada. Tino de ellos era Zorobabel, el gobernador de Judá. El otro era Josué, el sumo sacerdote, y el tercero era Haggeo, el profeta. Súbitamente, Haggeo se volvió a sus dos compañeros. “Jehová de los ejércitos habla así, diciendo: Este pueblo dice: No es aún venido el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada.” Alrededor de dieciséis años antes, el primer grupo de cautivos había regresado de Babilonia como resaltado del decreto de Ciro. Ese edicto, registrado en la última parte del Segundo Libro de las Crónicas y en la primera parte de Esdras, estipulaba que el templo debería reconstruirse. En el registro más detallado que nos da Esdras, se menciona tres veces que la reconstrucción de la Casa de Dios en Jerusalén era el propósito central del decreto. Pero ¿qué sucedió? Los pocos que regresaron limpiaron de ruinas el sitio y atacaron la empresa de reconstruir el templo. Primero limpiaron lo suficiente de escombros como para poder sentar el altar del sacrificio y celebrar la fiesta de los Tabernáculos (Esdras 3:1-4). Esto aconteció en el otoño. Y en la primavera siguiente se lanzaron a trabajar, propuestos a edificar la casa del Señor. Mas había sido una tarea desalentadora. Cuando se terminaron los cimientos celebraron una gran fiesta (Esdras 3:10-13). Mientras unos gritaban de gozo, otros lloraban al reconocer que este segundo templo apenas si podría ser un substituto muy pobre al glorioso edificio que Salomón había levantado. Los meses pasaron y se volvieron años. El aburrimiento y la inercia se combinaron con las amenazas de los oposicionistas para detener por completo las manos de los obreros. En el 520, el templo todavía estaba sin reconstruir. De pronto, sobre el ruido del movimiento humano una voz se dejó oír, “¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de

morar en vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta?” (1: 4). Sorprendido, el pueblo se volvió para ver junto al altar a un profeta con su rostro encendido por el mensaje urgente de Dios. Y cuando todos guardaron silencio, los labios de Haggeo se abrieron de nuevo: “Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos; pensad bien sobre vuestros caminos” (1: 5). 1.

EL PRIMER MENSAJE (1: 1-11)

Dólares Para Mí y Céntimos Para Dios “Pensad bien sobre vuestros caminos.” Este fue el grito de guerra del profeta. “Sembráis mucho, y encerráis poco… En trapo horadado.” Bien que sabían ellos todo esto, pero, ¿qué iban a hacer? “Así ha dicho Jehová de los ejércitos. Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré honrado, ha dicho Jehová.” ¿Por qué sufrían adversidad en lugar de disfrutar prosperidad? La respuesta era sencilla: “Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.” ¿Conque esa era la razón? ¿Esa era la explicación de la sequía y las mañanas sin rocío, de los campos sin grano y las huertas sin fruta? Bueno, pues en ese caso, ¡hagamos algo! “Amén,” dijeron Zorobabel y Josué, y todo el resto del pueblo. Ya estaban hartos de la maldición de Dios. Ahora estaban listos para hacer algo con el fin de obtener su bendición. Tan pronto como el profeta notó la buena disposición y obediencia, entregó un nuevo mensaje de consuelo y estímulo. “Entonces Haggeo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová, al pueblo, diciendo: Yo soy con vosotros, dice Jehová.” ¡Qué excelente modelo para los predicadores—el mensajero del Señor presentando el mensaje del Señor! 2.

LA RESPUESTA DEL PUEBLO (1: 12-15) De Regreso al Trabajo

¿Qué cosa fue la que provocó la acción en lugar de la inercia? “Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel… y el espíritu de Josué… y el espíritu de todo el resto del pueblo.” Cuando la gente está despierta, se mueve.

De manera que el pueblo se entregó a la obra con todo empeño. A las tres semanas de que Haggeo había empezado a profetizar (1: 15), la obra de reconstrucción estaba en plena actividad. Cuando las paredes comenzaron a levantarse, el corazón de los obreros se llenó de orgullo y decepción al mismo tiempo. ¡Qué maravilloso sería tener de nuevo un santuario para adorar! Pero ¡cuán pobre se vería en comparación con el gran templo de Salomón! 3.

EL SEGUNDO MENSAJE (2:1-9)

La Gloria Depende del Espíritu, no del Tamaño El Señor envió entonces otro mensaje al pueblo por medio de su profeta. Fue en octubre del 520 A.C., cuando se proclamó este segundo oráculo. El pueblo se hallaba reunido para la fiesta de los Tabernáculos. Algunos de los presentes habían visto el templo de Salomón (2:3), el cual había sido destruido apenas 66 años antes. Ahora eran ancianos, pero tenían memorias imborrables del antiguo esplendor. ¡Cuán lastimosa sería la comparación de este nuevo templo con aquél! Mas ellos no habrían de debilitar las manos de los albañiles. “Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová, esfuérzate también Josué, hijo de Josadac, gran sacerdote; y cobra ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y obrad: Porque yo soy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos” (2:4). El privilegio de los hijos de Dios a través de las edades es compartir con El la obra de reconstruir su templo. Enseguida viene una profecía atrevida (2:9), en vista de las perspectivas actuales del nuevo templo “la gloria de aquesta casa postrera será mayor que la de la primera.” O como lo dicen algunos traductores modernos: “La gloria futura de esta casa será mayor que la anterior.” Esta traducción no es tan asombrosa como la primera, pero aun ella requería un gran paso de fe de parte del profeta, pues tan pobre y pequeña en número así era la gente. Y, ¿cómo vendrá esta gloria mayor? El versículo siete nos da la respuesta: “Y haré temblar a todas las gentes, y vendrá el Deseado de todas las gentes; y henchiré esta casa de gloria, ha dicho Jehová de los ejércitos.” La mayor gloria vendrá cuando “un mayor Salomón” apareciere. Cristo fue el cumplimiento de esta profecía. Esta ha sido la interpretación de la iglesia cristiana desde el principio. Cuando Jerónimo tradujo la Vulgata, lo hizo evidente; es más, él aprendió esto de sus mentores judíos, porque algunos de los rabinos judíos aplicaban este pasaje al Mesías.

Algunos eruditos modernos han llamado la atención al hecho de que el término traducido como “Deseado,” va acompañado de un verbo en plural. Las naciones, estremecidas por los castigos de Dios; traerán sus “tesoros” para embellecer la casa del Señor. Una versión traduce: “cosas preciosas” que es una traducción exacta del original hebreo. Es difícil llega a una interpretación dogmática de este pasaje. Adam Clake discute el problema y concluye que la referencia al oro y la plata en el siguiente versículo, está de acuerdo con el punto de vista más lógico de que las naciones traerán sus “cosas deseables” para glorificar la casa del Señor. Dice: “No veo cómo puedan aplicarse las palabras a Cristo Jesús.” Como punto de vista opuesto, es interesante notar que Raymond Calkins, un prominente predicador de nuestros días, dice que aun en la nueva traducción este pasaje “pierde muy poco de su significado mesiánico.” En esto estamos de acuerdo. Es muy cierto que los deseos más profundos y las aspiraciones más elevadas de todas las naciones se cumplen en Cristo, y sólo en El. El tercer y cuarto mensajes se presentan el mismo día, en diciembre de 520 A.C. Exactamente tres meses habían transcurrido desde que el pueblo, en obediencia al mandato de Dios, por medio del profeta, se había lanzado a la tarea de restaurar el templo. ¿Por qué no había recompensado Dios su trabajo? 4.

EL TERCER MENSAJE (2:10-19) El Contagio del Mal

Dios envió otro mensaje para responder a sus interrogaciones internas. Su tema fue la contaminación de los inmundos. El profeta señaló que si bien es cierto que una cosa o persona limpia se vuelve inmunda al entrar en contacto con la inmundicia, no sucede así a la inversa. Es una de las lecciones obvias de la vida. Una manzana buena no hará buena a la caja más pequeña llena de manzanas podridas. Pero una manzana podrida, si se le deja el suficiente tiempo, echará a perder todo un barril de manzanas buenas. Una persona enferma no se alivia por entrar en contacto con una persona sana, pero una persona sana puede fácilmente contraer la enfermedad si establece contacto con una persona infectada. La gente había esperado que la restauración del ritual los haría santos. Pero el profeta quería que vieran que su pecado ya tenía mucho tiempo y requería un tratamiento más drástico para ser limpiado. Su peor pecado era el de no querer arrepentirse (2:17). Dos veces en el versículo dieciocho el profeta llama al pueblo a “poner” el corazón, es decir, a reconsiderar. Está muy bien traducido, “Poned ahora vuestro corazón.” Todos los avivamientos verdaderos han principiado cuando la gente se ha detenido y ha reconsiderado sus caminos.

Los cautivos que regresaban de Babilonia se preguntaban por qué Dios no había comenzado a prosperarlos por su obediencia a reconstruir el templo. El profeta tuvo una palabra de estímulo de parte del Señor: “Desde aqueste día daré bendición” (2:19). Su actitud diferente no había pasado desapercibida. 5.

EL CUARTO MENSAJE (2:20-23) Después del Alboroto—Paz

El mismo día Dios habló de nuevo por medio de su mensajero. Este mensaje estaba dirigido especialmente a Zorobabel, el gobernador. Su perspectiva es mesiánica y su forma es apocalíptica. Dios dice que sacudirá a las naciones y aniquilará su poderío. Entonces tomará a Zorobabel y lo asentará como su escogido. Aquí encontramos otro vistazo clarísimo del Mesías. La época de Haggeo se distinguió por un sacudimiento general de las naciones al cual él se refiere cuando menos cuatro veces (2:6, 7, 21, 22). Al asesinato de Cambises en el año 522 A.C., el sucesor de Ciro, siguió una era de disturbios. Un usurpador trató de apoderase del trono, pero fue asesinado a los pocos meses. Cuando Darío tomó el trono, en ese mismo año, tuvo que sostener una batalla tras otra para establecer su dominio sobre las distintas naciones que integraban el imperio persa. Podemos ver un buen paralelo en nuestros días, en el sacudimiento de naciones y gobiernos nacionales. Es en tales tiempos que hacemos bien en elevar nuestros ojos con una esperanza renovada del Mesías. Es probable que el Príncipe de Paz no venga tan pronto como quisiéramos o esperamos. Pero algún día, tan cierto como que la palabra de Dios es verdad, El reinará como Rey de reyes y Señor de señores. Nuestro es aún el privilegio de cantar el gran antema “¡Aleluya!” 6.

LA NATURALEZA DE HAGGEO

El nombre Haggeo significa: “festivo.” Aunque vivió en tiempos tumultuosos, y afrontó un pueblo desanimado y descorazonado, se distinguía por su espíritu fervoroso y exuberante. Fue capaz de inspirar en otros el entusiasmo para la acción. Se ha dicho de él que “lo decía con ladrillos.” Creía no sólo en hablar, sino también en hacer algo. Bien podríamos aplicar a él la expresión “una locomotora en pantalones.” A veces se ha acusado a Haggeo de tener una mente simple. La verdad es que vio que era necesario hacer algo cuanto antes, y puso toda su atención en conseguir que se hiciera. También se le ha censurado por concentrar la atención en cosas terrenas, pero es que comprendió que la vida religiosa de Judá necesitaba concentrarse en un santuario central en Jerusalén. De otra manera, la nación corría el peligro de ser asimilada por su medio ambiente pagano, y de perder a Dios. Una parte de nuestra herencia religiosa que

viene de los judíos—que incluye la ascendencia humana de Cristo— la debemos al ministerio fiel de Haggeo, el profeta. A diferencia de casi todos los profetas menores, el libro de Haggeo no es poesía, sino prosa. Es que, como dice Raymond Calkins, necesitamos más palabras claras sobre nuestros deberes diarios, sobre “la ejecución prosaica de tareas descuidadas.” Todo el libro de Haggeo es un comentario extenso sobre las palabras de Jesucristo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Haggeo nos enseña a poner primero lo primero.

CAPITULO DOCE ZACARIAS y MALAQUIAS A.

Zacarías—El Triunfo Final de la Santidad

Nombre: “Aquel a quien Jehová recuerda.” Fecha: Noviembre de 520 A.C. —diciembre de 518 A.C. Lugar de su ministerio: Jerusalén. División del Libro: I.

Tres Mensajes (capítulos 1—8). 1.

Un Llamado al Arrepentimiento (1:1-6).

2.

Ocho Visiones (1: 7—6: 15).

3.

Fiestas en Lugar de Ayunos (capítulos 7—8).

II.

Dos Oráculos (capítulos 9—14). 1.

La Restauración de Israel (capítulos 9—11).

2.

La Purificación y Bendición de Israel (capítulos 12—14).

Versículos sobresalientes para memorizar: 14:9; 14:20. Es el mismo año de 520 A.C. Sólo dos meses habían pasado desde que Haggeo había iniciado su ministerio público. Ahora aparece otro profeta en escena, estimulando también la reconstrucción del templo. Los dos se mencionan juntos en Esdras 6:14, donde leemos: “Y los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban conforme a la profecía de Haggeo profeta, y de Zacarías, hijo de Iddo.”

¿Quién era este Zacarías? Nehemías 12:16 indica que era un sacerdote y no sólo un profeta. En este respecto se asemejaba a Jeremías y a Ezequiel. 1.

LA PRIMERA SUPLICA DEL PROFETA

¿Cuál fue el mensaje principal de Zacarías? El nos da la clave de su ministerio en el tercer verso de su primer capítulo: “Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros.” El primer clamor del profeta es un llamado al arrepentimiento. Pero volverse a Dios significa alejarse del pecado (1:4). No se puede permanecer en Dios a menos de que se haya abandonado el pecado. El arrepentimiento significa más que sentirse triste. Significa abandonar los pecados personales y volverse a Dios con todo el corazón. La introducción del libro (1: 1-6), se cierra con el testimonio de que Dios ha guardado su palabra. La nueva generación no necesita poner a prueba este punto. Puede muy bien aceptar el testimonio de sus padres, de que la verdad ha quedado plenamente demostrada. 2.

OCHO VISIONES

Esta primera súplica presentada en noviembre de 520 A.C., fue seguida por un segundo mensaje en febrero de 519 A.C. El segundo mensaje hace resaltar una de las características sobresalientes de Zacarías, a saber, su contenido apocalíptico, o revelaciones de Dios. Aparentemente, todo el material en 1: 7—6: 15 se proclamó en el mismo día. Consiste de una serie de visiones simbólicas, escritas en términos altamente figurados. Zacarías tuvo estas visiones “de noche” (1:8). Calkins ha comentado de manera muy atractiva esta expresión: “La inspiración de la profecía apocalíptica está en que cuando es de noche y otras personas pueden ver solamente tinieblas y oscuridad, los videntes de Dios descubren los poderes divinos operando en favor de la redención humana.” a. Los Exploradores de Dios. Las visiones son ocho. La primera (1:7-17), pudiera llamarse “los exploradores de Dios.” El profeta vio entre los mirtos de una hondonada cerca de Jerusalén, lo que parecía ser un grupo de jinetes persas en viaje de exploración y reconocimiento. Pero pronto descubrió que eran ángeles exploradores de Dios, reconociendo los asuntos terrenales. Y ¿cuál era su informe al jefe? “Hemos recorrido la tierra y he aquí, toda la tierra está reposada y quieta” (1:11). (1) Quietud Antes de la Tormenta. Hay dos maneras de interpretar esta visión. En realidad, el período fue bastante alborotado. Cuando Darío ocupó el trono en el 522 A.C. después de la muerte de Cambises, tuvo que aplastar una revolución tras otra. Aparentemente, vino un período de calma en la tormenta. Pero la calma estaba cargada con presagios para lo futuro.

(2) Adelante a Toda Velocidad. Otra interpretación relacionaría esta visión a la tarea de reconstruir el templo. La oposición estaba acallada y el trabajo podría proseguirse en paz: “Será edificada mi casa” (1: 16). Las ciudades de Judá rebosarían de prosperidad. b. Los Obreros de Dios. La segunda visión (1: 18-21), podría llamarse “los obreros de Dios.” El profeta vio cuatro cuernos y cuatro carpinteros. Los cuatro cuernos representan a todos los enemigos de Israel, sus enemigos de todas las direcciones. Pero los carpinteros de Dios están ocupados destruyendo los cuernos. Aquellos que un día esparcieron al pueblo de Dios, son ahora quebrantados por el poder de Dios. Estas dos visiones se suplementan. La primera enseña que Dios nos vigila amorosamente en cada instante. La segunda nos dice que los obreros de Dios están siempre con la mano puesta en la obra, y que el poder de las tinieblas será inevitablemente destrozado. c. El Hombre con un Cordel de Medir. La tercera visión (c. 2), es la visión de la ciudad sin murallas. Zacarías vio a un hombre con una cuerda para medir en su mano, que se disponía para medir el ancho y el largo de Jerusalén. Pero un ángel le fue enviado para indicarle que las antiguas medidas no serían suficientes para la gran cantidad de habitantes que la ciudad tendría en lo futuro. Jerusalén sería como las aldeas sin murallas, extendiéndose por los lomeríos. La relación de la visión en sí (2:1-5) termina con una bellísima declaración: “Yo seré para ella, dice Jehová, muro de fuego en derredor, y seré por gloria en medio de ella” (2:5). Nuestra mejor defensa no son las murallas de piedra, ni de acero, sino la gloria de la presencia de Dios. La visión viene seguida por un poema lírico (2:6-13), en el cual Dios asegura a Israel su protección. El corto pasaje está repleto de preciosas promesas. El Señor dice a su pueblo: “El que os toca, toca a la niña de su ojo” (v. 8). Qué cuadro tan claro de un cuidado amoroso. El poema termina con una palabra que combina el consuelo, y la advertencia: “Calle toda carne delante de Jehová; porque él se ha despertado de su santa morada.” d. Josué y Satanás. La cuarta visión (c. 3), es la de “Josué y Satanás.” El profeta vio a Josué, el gran sacerdote, de pie ante el ángel del Señor. Esto es, en la presencia de Dios. La segunda parte del primer versículo está traducido con mucha exactitud: “Satán estaba a su mano derecha para serle adversario.” La palabra “Satán,” significa “adversario.” La figura es la de una escena de juicio. Los judíos creían que aquellos que se veían fustigados por el infortunio, habían sido acusados por el adversario, como en el caso de

Job. Las muchas desgracias de los días del exilio, y posteriores, habían hecho que el pueblo hebreo se preguntara si acaso Satanás no estaría acusándolos delante de Dios. Pero por medio de esta visión, el profeta aseguró a la gente que Dios había reprendido al adversario y había defendido a los suyos, “un tizón arrebatado del infierno” (v. 2). Pero quedaba otro problema. Josué estaba cubierto de trapos inmundos. Era urgente obtener purificación tanto como perdón. Por esta razón le mandaron su vestidura y el profeta agregó: “Pongan mitra limpia sobre su cabeza,” lo cual se hizo inmediatamente. Ahora, el gran sacerdote estaba en pie, vestido con vestiduras limpias y coronado, un símbolo del Mesías venidero. La relación se sugiere en el versículo ocho: “He aquí yo traigo a mi siervo, el Pimpollo.” Es probable que la piedra mencionada en el verso nueve simbolice el templo terminado. Los “siete ojos” en la piedra tipifican el cuidado absoluto de Dios sobre los suyos. El los vigila con tierno amor. El cuadro final del tercer capítulo es una imagen de paz y prosperidad: “En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros llamará a su compañero debajo de la vid, y debajo de la higuera.” Es el día del reinado del Mesías. La lección central de la cuarta visión es que la purificación moral debe preceder a la paz y la prosperidad; Dios no puede derramar sus bendiciones sobre un pueblo inmundo. Cuánto se necesita este mensaje en nuestros días. e. El Candelero del Templo y las Dos Ramas de Olivas. La quinta visión (c. 5), es la visión “del Candelero del Templo y las Dos Ramas de Olivas.” El ángel despertó al profeta para que comprendiera enteramente bien la nueva visión. Ante él estaba el templo iluminado por el candelero de oro. Las siete lámparas eran alimentadas de aceite por siete canales que traían el aceite directamente de dos ramas de olivas. Estas dos ramas de olivas—que tenían perplejo al profeta en particular (vrs. 11-13) —son los dos ungidos, o “hijos de aceite,” Josué y Zorobabel. Así como la visión anterior fue especialmente para consuelo de Josué, esta otra visión lleva el propósito de alentar a Zorobabel. El mensaje de Dios para él ha servido como exhortación y consuelo a todas las generaciones posteriores. El versículo seis es uno de los pasajes más grandes en el Antiguo Testamento: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” La energía más poderosa en el mundo no es la potencia militar, ni el poderío fanfarrón, antiguo o atómico, sino el Espíritu de Dios. Una de las más claras tergiversaciones de la religión ha sido el cambio que la iglesia ha hecho en ocasiones, de armas carnales por potencia espiritual.

El versículo diez contiene otra expresión citada muy a menudo: “los que menospreciaron el día de las pequeñeces.” Aunque los principios del segundo templo aparecían despreciables, Dios capacitaría a Zorobabel para terminar su hazaña. Esta visión describe a la nación recibiendo su luz tanto de los dirigentes civiles como de los religiosos. El gobernador y el sacerdote por igual habrían de buscar el bienestar del pueblo. f. El Rollo Volador. La sexta visión (5:1-4), es la visión “del Rollo Volador.” Este rollo era grande, como de diez por cinco metros. En él se encontraban escritos los crímenes de la gente, especialmente el robo y el engaño. El rollo traía una maldición sobre el hogar de todo ladrón y de todo mentiroso. Todos los pecadores deberían ser cortados, y, como en la cuarta visión, se recalca el hecho de que la nación debe ser purificada de sus pecados. g. El Epha. La séptima visión (5:5-11), describe lo que Paterson ha llamado “Doña Maldad.” El profeta vio un Epha, o medida de siete galones. Súbitamente, la cubierta se levantó y vio a una mujer sentada sobre el barril. Esta mujer fue arrojada adentro del epha, encerrada, y dos mujeres la elevaron y volaron con ella hacia Babilonia. El significado es que el pecado será purgado de sobre la tierra. George Adam Smith señala que, mientras que la visión anterior trató de las transgresiones actuales, esta visión tipifica la remoción del principio de pecado. No es suficiente que nos sean perdonados los pecados. Debe haber una purificación del corazón arrancando la raíz misma del pecado. h. Los Cuatro Carros. La octava visión (6: 1-8), es la de “Los Cuatro Carros.” Estos carros representan “los cuatro vientos de los cielos” (v. 5). Alguna versión traduce: “espíritu,” en lugar de vientos, siendo que el término hebreo es el mismo para los dos vocablos. Estos cuatro vientos protegen al pueblo de Dios en todas direcciones. El carro con los caballos negros salió hacia el norte. El carro de los caballos blancos lo siguió, o, como traducen algunos, “salió hacia el oeste.” El cuarto carro, con los caballos overos, o del color del melocotón, se dirigió hacia el sur. No ha sido posible entender qué significa “los rucios” o de color blanquecino, pues que el término hebreo significa “fuertes.” La visión termina con la declaración de que las condiciones en el norte se han calmado. En esa dirección quedaba la peor amenaza contra la seguridad de Judá, porque el centro del poderío mundial radicaba en el norte. Egipto, en el sur, no era una potencia temible en aquel entonces. A la serie de ocho visiones sigue un corto epílogo (6:9-15), que describe una coronación. El gran sacerdote Josué, está para ser coronado (algunos eruditos creen que la referencia debería ser a Zorobabel). El pasaje tiene implicaciones mesiánicas. De nuevo

encontramos la alusión al “Pimpollo” (v. 12). El templo será reconstruido. La terminología del versículo quince parece extender la vista hacia la era cristiana, por su aplicación espiritual. 3.

EL AUSNTO DEL AYUNO

El capítulo séptimo se abre con otra fecha definida en el ministerio de Zacarías. Este mensaje se presentó en diciembre de 518 A.C. Por esto sabemos que el ministerio profético de Zacarías cubrió dos años, ya que su primer mensaje tiene la fecha de noviembre del 520 A.C. Es probable que su ministerio haya continuado por mucho tiempo todavía. Una comisión llegó a Jerusalén para solicitar consejo de los sacerdotes y los profetas. “¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia, como hemos hecho ya algunos años?” (7:3). El hecho de que hayan llegado en el noveno mes, sugiere la probabilidad de que las preguntas vinieran de Babilonia, ya que el viaje se tomaba varios meses. Al responderles, el profeta menciona el ayuno del mes séptimo, y también el del mes quinto. a. La Cautividad ha Pasado. Ellos habían observado estos ayunos por setenta años (7:5). Generalmente se fijan los setenta años de la cautividad babilónica, entre los años 606-536 A.C. Pero la única referencia al 606 A.C. —“el año tercero del reinado de Joacim, rey de Judá”— la encontramos en Daniel 1:1. En Reyes, Crónicas o Jeremías—los tres libros que registran el término de la historia de Judá—no se hace mención alguna de esta invasión de Nabucodonosor. Es claro que los setenta años mencionados aquí se refieren al período cuando el templo estuvo en ruinas después de su destrucción en el 587 A.C. Si preferimos una fecha mejor conocida—586 A.C. —sería entonces más apropiado fijar la cautividad babilónica en los años 586-516 A.C. (casi todos los eruditos aceptan el año 516 A.C. como la fecha en que se terminó el segundo templo). Si queremos ser exactos, bien podemos decir que los setenta años mencionados en Zacarías 7: 5, fueron los años de 587-518 A.C. b. La Religión Debe ser Moral. Sin embargo, mucho más importante que las fechas es la verdad imperecedera, pero siempre actual, que contiene la respuesta del Señor por medio de su profeta. Dios no deseaba el ayuno de los alimentos, sino la abstinencia de la injusticia. “Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano: No agravéis a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero, ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano” (7:9-10). Esta es la clase de ayuno agradable a Dios. El pasaje nos recuerda las palabras muy semejantes de Isaías en su capítulo 58. La gente se inclina siempre a ofrecer actitudes religiosas en lugar de vidas religiosas. Uno de los énfasis más pronunciados de los profetas hebreos, como también de la predicación del Señor Jesús, es que la religión significa justicia, rectitud. Una religión

sin principios éticos es peor que inútil. El capítulo octavo es uno de los pasajes más bellos del Antiguo Testamento. Describe las glorias del reinado del Mesías. No obstante, esas bendiciones no pueden disfrutarse sin verdad y justicia (vrs. 16-17). Entonces, los ayunos serán verdaderamente fiestas (v. 19). El ayuno del cuarto mes conmemoraba la caída de Jerusalén en el 587 o el 586 A.C. (Jeremías 52:6); el del quinto mes, la quema del templo (Jeremías 52:12); el del mes séptimo, el asesinato de Gedalías (Jeremías 41:1-2), quien fue nombrado como gobernador sobre Judá por los babilonios; el del mes décimo, el principio del sitio de Jerusalén (II Reyes 25:1). Ha de observarse que todos estos ayunos estaban relacionados con la gran catástrofe, la destrucción de Jerusalén por los ejércitos de Nabucodonosor. 4.

LA UNIDAD DE ZACARIAS

Durante los últimos trescientos años se ha puesto en tela de duda la unidad de la profecía de Zacarías. Los primeros ocho capítulos están cuidadosamente fechados, pero el resto del libro—los capítulos 9 al 14—parecen haber sido escritos en un período distinto. Los eruditos están en desacuerdo sobre si se escribieron antes o después de la primera parte. Los liberales sostienen que estos capítulos no fueron anotados por la pluma de Zacarías, pero los eruditos conservadores han sugerido la posibilidad de que los escribiera en su vejez. Dado que el nombre del profeta no se menciona en los capítulos 8 al 14, nuestra creencia en la inspiración divina no nos ata a ninguna teoría sobre quién haya sido el autor. Pero nos parece más adecuado sostener la unidad del libro. 5.

LA ESPERANZA MESIANICA

Esta sección contiene notablemente un número grande de pasajes mesiánicos. La llamada Entrada Triunfal de Cristo en Jerusalén se profetiza en 9:9, y se cita en Mateo 21:5. La expresión “Mirarán a mí, a quien traspasaron” (12:10), se cita en Juan 19:37. El capítulo trece contiene cuando menos dos referencias mesiánicas sorprendentes. El primer versículo declara “En aquel tiempo habrá manantial abierto para la casa de David y para los moradores de Jerusalén, para el pecado y la inmundicia” (13:1). El versículo sexto tiene un tono triste: “Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.” El libro se cierra con una imagen de la santidad triunfante. “En aquel tiempo estará sobre las campanillas de los caballos: SANTIDAD A JEHOVA; y las ollas en la casa de Jehová serán como los tazones delante del altar. Y será toda olla en Jerusalén y en Judá santidad a Jehová de los ejércitos.”

B.

Malaquías—Cuando la Gente es Tacaña con Dios

Nombre: “Mi mensajero.” Fecha: Alrededor del 450 A.C. Lugar de su ministerio: Jerusalén. División del Libro: I.

Pecados de los Sacerdotes y del Pueblo (capítulos 1—2).

II.

Castigos y Bendición (capítulos 3-4).

Versículos sobresalientes para memorizar: 3:8; 3:16, 17. Yo os he amado, dice Jehová; Y dijisteis: ¿En qué nos amaste? Con esta declaración divina y esta respuesta humana se abre el libro de Malaquías. Dios afirma su amor; Israel desafía la afirmación. ¿Qué sucede? Probablemente podamos encontrar la respuesta en los dichos de los dos profetas anteriores. Predijeron que las bendiciones de Dios estaban para derramarse sobre el pueblo redimido y purificado. Pero pasaron varias décadas y las profecías de esperanza permanecían sin cumplirse. Los días se habían vuelto tediosos y lentos. Era un período de decepción, de desilusión, de desaliento, de esperanzas deshechas y corazones quebrantados. La respuesta del pueblo en forma de interrogación parece amarga. Suena sarcástica, casi petulante. Quizá lo mejor que podamos decir sea que tenemos aquí una explosión de amarga decepción debido a los sueños rotos. A menudo el margen entre las lágrimas y la ira es muy estrecho. Las primeras al borde de la segunda. Con frecuencia la decepción se expresa en reprensión. Es probable que los largos días de tediosa espera hayan dejado al pueblo lleno de dudas y embotado. El profeta tiene una respuesta, la prueba del amor de Dios. La primera evidencia es Edom. Dios ha escogido a Jacob y rechazado a Esaú. Ved lo que ha sucedido a los edomitas, los descendientes de Esaú. Poco después del principio de la cautividad babilónica, los árabes nabateos los echaron fuera de su tierra y destruyeron cuanto encontraron. Ni siquiera se les permitió regresar a su tierra, como le fue permitido hacer a Israel. No, el infortunio de Judá no podía compararse con el de Edom. Dios amaba aún a su pueblo escogido. Después de este “round” con la gente (1:2-5), el profeta vuelve su atención a los

sacerdotes (1:6-14). Los censura por la pobre opinión que tienen de la majestad de Dios. No muestran a Dios ni siquiera el respeto que un hijo tiene para su padre, o un criado para su amo. Y entonces los acusa directamente de despreciar el nombre del Señor. Inmediatamente, el aire se vuelve denso. Casi podemos ver a los sacerdotes montar en cólera y erizarse de resentimiento. “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” Cualquiera que sea el manto de bondad que podamos prender sobre el “¿en qué?” del pueblo en el verso dos, parécenos que no es posible ofrecer apología alguna aquí. El tono de voz es definitivamente petulante, sarcástico, rencilloso, insolente. Casi nos parece oír una actitud respondona. Esta es la fanfarronería que raya en blasfemia. La conversación continua revela claramente que esta fue la reacción de los sacerdotes. Cuando Dios respondió su primera réplica con: “Ofrecéis sobre mi altar pan inmundo,” ellos protestaron inmediatamente: “¿En qué te hemos amancillado?” Cuando la gente responde a Dios de esta manera, es porque el pecado la ha endurecido. ¿Cómo habían amancillado a Dios y a su casa? “En que decís: la mesa de Jehová es despreciable.” El desprecio por las cosas sagradas es la mayor bajeza en la religión. 1.

EL METODO DE MALAQUIAS

La expresión “decís,” o “dijisteis,” es la clave del libro. El autor usa el método didáctico—dialéctico; afirma algo y presenta enseguida una supuesta objeción en la forma de una pregunta precedida de “decís,” o “dijisteis.” A esto sigue una refutación de la objeción, probando la proposición original. A través del libro encontramos alrededor de siete ejemplos señalados de este método (1:2-3, 6-7; 2: 10-16, 17; 3: 7, 8, 13-14). La lectura de estos pasajes revelará la fuerza de este método de argumentación. No es que el profeta inventara las objeciones. Sin duda alguna las había escuchado o cuando menos habla visto ejemplos evidentes de actitudes que expresaban tales ideas. 2.

EL PECADO DE LOS SACERDOTES

¿En qué forma demostraron los sacerdotes su desprecio por Dios y su casa? Ofreciendo animales ciegos, cojos y enfermos para el sacrificio. ¿Ofrecerían ellos estos animales al gobernador? ¿Los aceptaría él? Entonces, ¿deberían ofrecerlos a su Dios? Mientras que los gentiles alababan el nombre de Dios (1: 11), los judíos lo profanaban. ¿Cómo? “En que decís: La mesa de Jehová es despreciable.” Pero eso no era lo peor. “Habéis además dicho ¡oh qué trabajo! y lo desechasteis.” ¡Qué actitud tan insolente! En 2:1-9, el profeta produce una nueva acusación en contra de los sacerdotes. Es su deber instruir al pueblo en la ley (v. 7), pero en lugar de ello, ni siquiera ellos mismos han guardado la ley, y de esta manera han hecho que el pueblo yerre (v. 8).

3.

EL PECADO DEL DIVORCIO

De nuevo el profeta se vuelve a los laicos (2: 10-16), y reprende a la gente por su pecado del divorcio. Dios declara que ya no le interesan sus ofrendas (v. 13). “Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu mocedad, contra la cual tú has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.” Este profeta tenía ideas muy elevadas sobre el matrimonio, y odiaba el divorcio, como el Señor Jesús. Para ambos, el matrimonio era un arreglo para toda la vida. El mensaje de Malaquías es urgente en este día, cuando es tan fácil divorciarse. Dios avisa que el castigo es inminente debido al pecado (2: 17—3: 6). Ellos habían rendido un servicio de labios para afuera, pero eso no expiaba sus pecados. “Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras. Y diréis: ¿En qué le hemos cansado? Cuando decís: Cualquiera que mal hace, agrada a Jehová, y en los tales toma contentamiento; de otra manera ¿dónde está el Dios de juicio?” 4.

“MI MENSAJERO”

La última pregunta encuentra respuesta inmediata en los primeros versículos del capítulo tres. Una parte del versículo se cita en los evangelios sinópticos, y se aplica a Juan el Bautista. Hemos de notar que la expresión Malaquías, significa “mi mensajero,” en hebreo. Es exactamente la misma forma de 1:1. No hay manera alguna de saber si se aplica como nombre propio, o como sustantivo común, como en este pasaje. Si este es el caso, entonces el libro es anónimo. Esta es la forma en que la Septuaginta traduce 1:1, que es el encabezado del libro. Pero es probable que el autor haya adoptado el nombre Malaquías en el principio de su ministerio público. El primer versículo del tercer capítulo anuncia que “Vendrá a su templo el Señor.” Y para que nadie tome estas palabras de manera superficial, el profeta describe el carácter de Dios y el propósito de su venida. “Y ¿quién podrá sufrir el tiempo de su venida? ¿Quién podrá estar cuando él se mostrará? Porque El es como fuego purificador y como jabón de lavadores. Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata.” Cuando el Señor venga probará y purificará a su pueblo, pero contra los impíos vendrá con castigo apresurado (v. 5). Esta advertencia viene seguida de una súplica de arrepentimiento y una reprensión por el olvido del diezmo (3:7-12). “Dijisteis” se menciona aquí dos veces en versículos sucesivos. “Tornaos a mí, y yo me tornaré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de tornar?” 5.

EL DIEZMO

Al responder, Dios revela al pueblo otro pecado que le impide a El bendecirlos. Para regresarse a El deben cesar de transgredir la ley. “¿Robará el hombre a Dios? Pues

vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias.” En algunos, una sensación extraña les recorre la espalda tan pronto como oyen la mención de este tema prohibido. Pero una de las pruebas más seguras de la consagración cristiana es nuestra actitud hacia el dinero. Es enteramente inconsistente que una persona afirme amar a Cristo, pero se rehúse a ofrendar el diezmo. El diezmo es solamente el reconocimiento de que Dios es nuestro dueño y dueño de todo lo que poseemos. Rehusarnos a pagar el diezmo es negar que El sea el dueño. Evidentemente, el pueblo objetó ruidosamente, porque Dios continúa: “Vuestras palabras han prevalecido contra mí, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: por demás es servir a Dios.” La gente afirma que el impío tiene mejor suerte que el justo (v. 15). Es otra manera de decir: “¿Dónde está el Dios de juicio?” (2:17). Algunas personas esperan que Dios haga balance todos los sábados por la tarde. La respuesta de Dios es que El conoce a los suyos (vrs. 16-17), y que eventualmente todos podrán ver la diferencia entre el justo y el malo (v. 18). Las promesas de los versículos 16 y 17 han sido de gran consuelo al pueblo de Dios en horas de tentación y prueba. En el cielo se lleva un registro cuidadoso de todos los que confían en el Señor (“Confiar” en el Antiguo Testamento, se relaciona con “creer” en el Nuevo Testamento). 6.

EL MESIAS VIENE YA

El último capítulo de Malaquías es breve. Se abre con una declaración del juicio venidero, que será ardiente como un horno. Pero a él sigue inmediatamente la seguridad de que a “vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia y en sus alas traerá salud.” La venida del Cristo será como la aurora del sol, que provee vida, luz y calor. Cada amanecer proclama las glorias de nuestro Cristo. Hemos de iniciar cada día con una realización nueva de su presencia para iluminar nuestro sendero, para alentar nuestro corazón y para llenarnos con el sentido de la grandeza de Dios. El libro se cierra con la profecía de que Elías aparecerá “antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.” Así encontramos de nuevo esta frase que es tan prominente en los profetas menores. No se nos deja en duda sobre la certeza de la venida del Señor, pero al mismo tiempo se nos asegura que Dios hará lo mejor por avisar a los hombres y procurar que se vuelvan a El. Y así llegamos al término de nuestro estudio sobre los doce profetas menores. Fueron varones cuyos mensajes eran temporales y eternos. Predicaron a sus tiempos y a todas las generaciones. Los pecados que reprendieron son los mismos que acosan a la

humanidad hoy día. Todavía es verdad que la esencia del pecado es el egoísmo y la voluntariedad. Los hombres se inclinan aún a abandonar a Dios y seguir sus deseos torcidos. Y aún el amor de Dios, inmutable, llama al arrepentimiento y ofrece salvación. Las diferencias entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, parecen a veces muy agudas en la superficie. Pero un estudio más detenido revela inevitablemente que la naturaleza de Dios es la misma, y que la naturaleza humana también es la misma. El pecado sigue siendo esencialmente el mismo de siempre y la salvación es una obra divina, y siempre lo ha sido. El tema central del Antiguo Testamento, tanto como el del Nuevo Testamento, es la redención. A la luz de las condiciones religiosas, morales, sociales y económicas de nuestra vida, no podemos menos que reafirmar de nuevo nuestra convicción de que los profetas menores tienen verdaderamente un mensaje moderno para estos tiempos en que vivimos. Necesitamos que el eco de sus palabras llegue hasta los oídos de nuestros contemporáneos. Ojalá que su ministerio profético continúe.

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