Story Transcript
Consecuencias y causas asociadas a los trastornos de personalidad Comorbilidad Son los resultados que puede llegar a traer la adicción a nivel de diagnóstico psiquiátrico, concurrentes en el Eje II (trastornos de la personalidad). Son diferentes del doble diagnóstico cuando el compromiso es con el Eje I (trastornos mentales y del comportamiento). Aun así, debemos entender con claridad que siempre hay compromiso de rasgos compartidos entre el Eje II, es decir, lo relativo al consumo compulsivo por el asocio con desórdenes de la personalidad, y factores premórbidos en el Eje I. Es muy importante que tanto el terapeuta como el paciente sean conscientes de estas implicaciones compartidas en los dos ejes para poder elaborar un adecuando programa, pues sin un proceso coherente y científico nunca se alcanzarán los resultados de regulación en el aspecto cognitivo (pensamiento, intelecto, creencia), emocional, afectivo (humor), del temperamento y el del control de los impulsos, en este caso autodestructivos. Toda forma de inteligencia busca instintivamente sobrevivir. El caso del ser humano no es la excepción, y estos trastornos, mejor llamados por su traducción del inglés desórdenes de la personalidad, son pseudohabilidades de supervivencia. Quienes las desarrollan consciente o subconscientemente (condicionamiento, instinto y automatismos) lo hacen en alteración de su sistema de creencias, pensando y actuando, conscientemente o inconscientemente, en el error de que sobrevivirán emocionalmente de una mejor manera. Es allí donde alteran o desordenan la mecánica básica de la personalidad, la percepción, la reacción y la relación consigo mismos y con los entornos, afectando las relaciones inter e intrapersonales. Por eso es tan importante, en el aspecto cognitivo, saber pensar y saber creer, y por otra parte saber sentir, ya que este principio genera la asertividad y la resiliencia idóneas para el desarrollo de un pensamiento asertivo (libre de autoengaño) y su consecuente actitud trascendente o proactiva para que la persona logre pasar a través de los agentes vulnerantes del entorno y del sí mismo. Estos agentes pueden ser de origen endógeno (genético) o exógeno
(aprendido) y se forman, según sea el contexto social, en la preadolescencia, la adolescencia y la adultez temprana, y son el hilo conductor del abuso de sustancias psicoactivas. Del uso se pasa al abuso, según los distintos rasgos de los agentes, y del abuso a la dependencia de acuerdo con las manifestaciones de su desarrollo, sin olvidarnos del fenómeno concurrente de los diferentes complejos y síndromes psicológicos, que serán tratados más adelante. La adicción encamina en sus fases activas finales al desarrollo pleno de los trastornos de personalidad. Éstos pueden ser reversibles, por lo cual debe tenerse en cuenta de manera imperativa su diagnóstico. Hoy por hoy no se puede hablar de una completa liberación de la enfermedad si no se tratan los desórdenes de la personalidad, que, con sus rasgos distintivos, están presentes en todos los casos de abuso y dependencia de sustancias y de comportamientos adictivos (el consumo es un comportamiento). El profesional idóneo para su tratamiento es el médico psiquiatra, aun cuando hay muchos psicólogos y consejeros espirituales que manejan muy bien el tema en su diagnóstico y tratamiento. Por la parte preventiva, ellos son el factor más importante de las políticas de prevención para que los jóvenes conozcan los rasgos de los diferentes tipos de personalidad definidos actualmente, y luego de un vaivén de quizá más de 2500 años, en una búsqueda de los problemas del carácter y del temperamento del ser, presentes desde el origen mismo del ser humano consciente y exacerbados bajo presión, pues estos problemas afloran cuando el individuo es sometido a presión social, estrés y factores de competencia y competitividad que hacen cada vez más difícil la tarea de sobrevivir afectiva y emocionalmente. Por esta razón, es en los últimos tiempos que estos problemas se han hecho mucho más presentes, no sólo hacia la producción de
adicciones sino hacia el desarrollo de múltiples dolencias que afectan el comportamiento del individuo. En todas las adicciones se presentan síntomas o patrones desadaptativos que menguan la respuesta eficaz ante los diversos problemas de la vida. Así, de manera curiosa y bastante irracional el individuo termina desadaptándose a sus entornos y a sí mismo con la pretensión de que las manifestaciones de su violencia emocional, bien sea implosiva o explosiva, lo harán obtener un adecuado lugar entre sus entornos afectivos y sociales. Es muy importante conocer que el adicto entra en estados mentales alterados debido al influjo de la sustancia, por la presencia del síndrome, por la práctica adictiva o por efectos de la abstinencia. Si todo ello se entiende se evitará dar un diagnóstico equivocado. Entre las consecuencias de orden mental más relevante se encuentran las descritas a continuación. TRASTORNOS DE PERSONALIDAD (T.P.) La mayor parte de las personas tienen un modo individual y recurrente de afrontar las situaciones difíciles. Unas, ante un problema, piden ayuda; otras piensan que pueden solas; algunas minimizan los problemas, otras los magnifican; otras forman fuertes dependencias a personas o grupos sociales, otras a sustancias. Las personas con trastornos de personalidad debilitan su funcionalidad, ya que, sin caer en una cosificación del ser humano, el individuo es un ser con un fuerte compromiso individual, familiar, social y espiritual, y al alterar su funcionalidad surgen los déficits entre lo real y lo esperado e imaginado, con la consecuente frustración y el dolor y/o el temor y/o la culpa. Estas alteraciones funcionales pueden ocurrir por distorsión y/o dispersión cognitiva, hemofilia y/o violencia emocional y los bajos o muy altos niveles en el tono afectivo (humor) desarrollados desde las dialécticas pensamiento asertivo/pensamiento
dicotómico,
habilidades
reales/habilidades
imaginadas,
reconocimiento social deseado/reconocimiento logrado, personalidad compacta y auténtica/personalidad disociada y fragmentada. En el caso de las adicciones, se presenta la evitación química de la culpa, bien sea por estas dialécticas fundamentales o por el pensamiento de constructos fantasiosos. Por otra parte, la falta de aceptación social genera propensión a la inestabilidad en las relaciones inter e intrapersonales; en la personalidad tipo A surge el estrés, la violencia emocional en el cluster B y la ansiedad social en el cluster C. Ello puede dificultar el proceso de recuperación integral y sólida; por ello es imprescindible, en caso de que existan, resolverlos mediante la transformación de actitudes y comportamientos, iniciando con su aceptación y la determinación a su superación (ver diagrama “La Inteligencia Espiritual”). Los trastornos de personalidad que adelante se describen no están considerados como enfermedades mentales sino como trastornos que debilitan la sana agencia en búsqueda del bienestar y tienen la tendencia a alejar o aberrar a la persona de sus objetivos primordiales a nivel espiritual, emocional, afectivo, sexual, intelectual, económico, ético, moral, laboral y legal, entre otros campos vitales del ser humano. Estos trastornos son manejables mediante terapia profesional, involucrándose en ella de manera imperativa inteligencias afectivas, sociales, emocionales y espirituales desde la sólida base del fortalecimiento de los valores cognitivos (autoconocimiento y autoaceptación) y la transformación de las actitudes mediante el automonitoreo y la autorregulación. Producen abuso de sustancias y llevan a dependencias químicas y no químicas. La adicción puede desarrollar algunos de ellos y son bastante comunes en un 38% de los casos de adictos. Como diagnóstico base, son detectables en más del 75% de las personas que acuden a consulta, y cuando menos un 55% de la población los padece, teniendo en cuenta que aun cuando algunos de ellos diezman considerablemente la capacidad operativa y funcional de un individuo, muy pocas personas acuden a consulta,
ya que sobre todo las cluster A, muy ensimismadas, y las cluster B, son excepcionalmente egodistónicas (no hay conciencia de daño instaurado) y los individuos en estos dos grupos de personalidad acuden por presión de los allegados afectivos. En cambio, los cluster C sí acuden con cierta regularidad dados los niveles de ansiedad que manejan y en todos hay asocio con abuso de sustancias y por ende desarrollo de adicciones tanto químicas como no químicas. Se ofrecen los siguientes, dejando claro que no en todos los adictos se dan la totalidad de los síntomas, y se deja a criterio del lector su identificación, con el fin de superarlos a partir de su identificación (pensamiento asertivo) y el fomento de los niveles de asertividad y resiliencia, que son los que pueden manifestarse en una actitud proactiva para su mejoramiento. Quienes adolecen con antelación de estos trastornos son población con altos factores de riesgo de contraer la enfermedad adictiva o los trastornos alimenticios. Se reitera que una adecuada educación sobre su existencia se hace imperativa para políticas de prevención de adicciones, de salud mental y emocional de la población. Como se ha expuesto, dado que especialmente los trastornos en el cluster B son egosintónicos (así los identifique, la persona no considera necesario entrar en modificación), una buen política de prevención y tratamiento es llevarlos a que los considere egodistónicos; esto quiere decir que la persona realmente interioriza con plena honestidad que sí son patrones desadaptativos y asume el deseo de cambio. Esto se logra con grandes resultados en terapias de grupo específicas, coadyuvadas por terapias individuales, bien sea con abordaje cognitivo conductual, psicodinámico o sistémico, y en algunos casos con apoyo farmacológico.