CONSIDERACIONES SOBRE LA DIALECTICA TERRITORIAL DE LOS PARQUES TEMATICOS. EL CASO DE PORT AVENTURA. Turismo: recursos y estrategias

CONSIDERACIONES SOBRE LA DIALECTICA TERRITORIAL DE LOS PARQUES TEMATICOS. EL CASO DE PORT AVENTURA Turismo: recursos y estrategias Anton Clavé, Salvad

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CONSIDERACIONES SOBRE LA DIALECTICA TERRITORIAL DE LOS PARQUES TEMATICOS. EL CASO DE PORT AVENTURA Turismo: recursos y estrategias Anton Clavé, Salvador Universitat Rovira i Virgili

Resumen: ¿Puede considerarse que parques temáticos y propuestas análogas de grandes equipamientos recreativos se están convirtiendo en retos importantes para la ordenación y el desarrollo territorial en este fin de siglo? ¿Hasta qué punto es posible asociar, en el contexto español, el desarrollo de complejos lúdicos con espacios multiusos preparados para la ciencia, la tecnología y la investigación? ¿Bajo qué condiciones tematizar se está convirtiendo en un criterio y una estrategia para la creación de propuestas recreativas cuyo objetivo es la valorización de recursos culturales y naturales? Si bien el desarrollo de instalaciones temáticas es todavía reciente en España, obvia decir que la reflexión y el estudio de situaciones, experiencias y perspectivas concretas puede aportar, en un campo de investigación por el momento escasamente trabajado, elementos de respuesta a preguntas como éstas. En este sentido, la comunicación que se presenta pretende contemplar someramente algunas de estas cuestiones bajo el punto de vista de las posibilidades y las limitaciones de los parques temáticos en tanto que instrumentos para la ordenación territorial y el desarrollo económico. Su contenido se ilustra, principalmente, a través de la consideración -en el apartado final- de algunos aspectos relativos a la inserción territorial de Port Aventura. .

CONSIDERACIONES SOBRE LA DIALECTICA TERRITORIAL DE LOS PARQUES TEMATICOS. EL CASO DE PORT AVENTURA

Los parques temáticos representan en España una nueva etapa en la organización de la producción y el consumo de ocio. Además de generar nuevas posibilidades recreativas, plantean una forma diferente de proyectar el espacio y tienen importantes implicaciones económicas tanto durante la fase de su construcción como durante su explotación. De ahí que el objetivo fundamental de esta comunicación sea plantear algunas cuestiones relevantes en relación a las posibilidades y a las limitaciones de los parques temáticos en tanto que instrumentos para la ordenación territorial y el desarrollo económico. Para ello se propone utilizar dos tipos de materiales: a) los resultados de diferentes estudios realizados sobre los efectos del parque temático Port Aventura en su entorno territorial y productivo -que se exponen fundamentalmente en el apartado final- (véanse, principalmente, Anton Clavé, 1996a y COCIN, 1996) y b) diversas aportaciones analíticas e interpretativas referidas a los impactos y a las implicaciones del desarrollo de parques temáticos en otros contextos sociales y económicos. En este sentido, se ha considerado de gran interés atender a los procesos y dinámicas generadas por este tipo de instalaciones en los Estados Unidos de América, país pionero y con mayor tradición al respecto (Adams, 1991, Loverseed, 1994), y en algunos países de Europa, especialmente Francia, lugar donde la localización de parques temáticos, aunque más reciente, cuenta ya con realidades diversas y consolidadas, además de algunos fracasos (McEniff, 1993, Monory, 1993). Si bien esta comunicación se refiere fundamentalmente a la dialéctica territorial de los parques temáticos, intenta no perder de vista, sin embargo, la necesidad de avanzar en el conocimiento de hasta qué punto y en qué condiciones es posible asociar estos equipamientos y sus efectos territoriales y económicos a otros tipos de instalaciones -también con componentes recreativoscreadas ya sea para el consumo de masas -al estilo de los grandes centros comerciales (Crawford, 1992)- o, en un sentido muy diferente, para la educación y la ciencia o, incluso, para la tecnología y la investigación (Robillard, 1993). Cuestiones como éstas podrían ilustrarse, por poner un ejemplo español que está todavía en una fase inicial de proyectación, a partir de la iniciativa de construir un gran parque temático en la Comunidad de Madrid. Es así que este equipamiento prevee, además de las atracciones ligadas a la imagen tradicional de los parques de atracciones, áreas temáticas dedicadas al mundo de la naturaleza, la educación ambiental y la ecología y al mundo del futuro, la ciencia, la imagen y las nuevas tecnologías además de áreas de estancia y lugares de encuentro. En una línea complementaria, no debería olvidarse que una reflexión más amplia debería tener en cuenta la progresiva reducción de la distancia entre el concepto recreativo tradicional asociado a la idea de parque temático y el concepto cultural que

se sostiene actualmente para determinados centros de interpretación del patrimonio natural e histórico (Montpetit, 1993) y, en especial, no debería dejar de plantearse cuáles podrían ser las implicaciones que la hipotética mayor proximidad entre uno y otro podrían tener sobre las propias posibilidades de desarrollo de este tipo de instalaciones recreativas, especialmente en territorios con vestigios patrimoniales de interés y, por el contrario, escasa capacidad económica o, incluso, marginales (Thomin, 1993). Estas son, sin duda, reflexiones necesarias en España aún a pesar de la todavía escasa implantación de parques temáticos. Ello es así porque, de hecho, aunque en algunos casos puedan tener dificultades, estas instalaciones y otras afines están empezando a adquirir un lugar propio en la economía y la organización del territorio españolas. Lo pone de manifiesto la espectacular eclosión de proyectos recreativos -muchos de ellos todavía en fase de concepción o de estudio y sólo en algunos casos en proceso de materialización- que -a menudo bajo algún epíteto tematizador- pretenden atender, desde el lado de la oferta, a las nuevas necesidades de ocio racionalizado que supuestamente está demandando la población española (véanse al respecto, por ejemplo, Anton Clavé, 1996b, Barciela, 1996, o el número correspondiente a la segunda quincena de septiembre de 1996 de la revista Hostelmarket, página 15). Se trata, en cualquier caso, y de ahí la necesidad de estas aclaraciones iniciales, de proyectos que hacen referencia a instalaciones de muy diversa dimensión, concepto y mercado y cuya variabilidad discurre desde la idea de parque temático de grandes y medias dimensiones (además de Port Aventura, en funcionamiento desde 1995, en 1997 ha abierto sus puertas Isla Mágica en Sevilla y existen expectativas de nuevos parques en la Costa Blanca, la Costa Brava, Baleares, Madrid, etc.) hasta la propuesta de tematizar -con otras características en cuanto a contenido y a producto- recursos patrimoniales, culturales e incluso lúdicos (dede el Port Vell de Barcelona al proyecto de parque de dinosaurios en los Pirineos catalanes pasando por la tematización de recorridos específicos en el parque de atracciones de Madrid). Por otra parte, en los márgenes de esta dinámica deben contemplarse, como ya se ha apuntado, las grandes superficies comerciales que se generalizan en los entornos metropolitanos y los parques de ocio familiar especializados de pequeña dimensión localizados también generalmente en las periferias de las ciudades. Mayor interés tienen, aún si cabe, estas reflexiones y las que puedan hacerse al respecto si se tiene en cuenta que en la mayoría de los casos el desarrollo de parques temáticos, instalaciones recreativas y educativas tematizadas o entornos lúdico-comerciales periurbanos suele exigir, además, por lo menos en España, el compromiso explícito del sector público en materia de decisiones fiscales y financieras, de programación de infraestructuras y de ordenación territorial. Es decir, suele exigir estrategias públicas o políticas específicas destinadas a orientar, facilitar o incluso promover tales instalaciones. Es desde esta perspectiva, pues, que los parques temáticos

y las instalaciones afines pueden ser interpretados, además y fundamentalmente, como retos para la ordenación territorial y urbanística. LOS PARQUES TEMATICOS COMO INSTRUMENTOS PARA UNA ESTRATEGIA TERRITORIAL Chassé (1993) caracteriza el parque temático como a) un lugar lúdico consagrado a la distracción y al juego; b) un espacio cerrado organizado alrededor de uno o diversos temas; c) un sitio donde la vocación comercial es importante; d) un lugar concebido para todos los miembros de la familia; y e) una ordenación que requiere grandes inversiones. Su finalidad (véase una propuesta tipológica en Milman, 1993) es generar experiencias de consumo turístico y recreativo y prácticas culturales y educativas en un marco territorial ficticio basado en la simulación a escala de otros espacios reales o imaginarios que, en ocasiones, hasta pueden superar la realidad (Cazes, 1988). Este circunstancia condiciona necesariamente la dialéctica territorial de este tipo de instalaciones. El desarrollo de un parque temático significa la materialización de un lugar "tan complejo como una pequeña ciudad aunque provisto de una eficiencia mayor de la que alcanzan la mayoría de las ciudades, tengan el tamaño que tengan" (versionado de Darling, 1978). Característica fundamental de este simulacro de ciudad (Eco, 1989) es que, aún manteniendo un uso público y simulando en sus formas el propio espacio normalmente público, es de concepción y gestión privada. De hecho, asociada a la idea de parque temático hay una manera diferente a la convencional de proyectar el espacio construído (Findlay, 1992). Los complejos temáticos suelen estar concebidos de manera integral a partir de un diseño único que comprende desde la accesibilidad a la imagen pasando, por ejemplo, por la implementación de rigurosos sistemas de control para la gestión de flujos (tanto de visitantes como de recursos hídricos para el riego, por poner sólo dos casos). En definitiva, tal como se ha ido generalizando en diversos contextos y para diferentes tipos de instalaciones temáticas y afines o funcionalmente muy delimitadas, los parques temáticos son el resultado necesario de una concepción global. En concreto, puede plantearse que dos cuestiones fundamentales condicionan su materialización en tanto que espacios construídos: a) la racionalización de la producción y el consumo del ocio (Ritzer, 1996) y, por lo tanto, del espacio dónde ese ocio se produce, y b) la artificialización y desparticularización de los componentes del lugar (Sorkin, 1992) hasta el punto de convertir cada localización concreta en una manifestación específica de cualquier lugar. Desde el punto de vista de su articulación territorial, es necesario tener en cuenta, finalmente, su progresiva y generalizada integración en complejos recreativos, turísticos y de consumo de

mayores dimensiones (que pueden incluir otros equipamientos lúdicos, centros comerciales y de esparcimiento e, incluso, entornos turísticos hoteleros y residenciales de gran envergadura), y que tienden a concebir el espacio no sólo a partir de un equipamiento específico -que puede ser complementario a otros puesto que para este tipo de instalaciones las economías de aglomeración son importantes- sino como un verdadero complejo urbano diversificado y polivalente con tendencia a la autonomía -e incluso a la autarquía y a la extraterritorialidad (Alphandery, 1993)-. De ahí, por lo tanto, que el avance urbano propiciado por un parque en su entorno pueda ocasionar resultados que no necesariamente sean coherentes con la estructura y la dominancia de los tejidos urbanos, periurbanos, turísticos o rurales convencionales que se suelen localizar en sus márgenes. Ello es debido a que, de hecho, si bien existen relaciones que, al fin y al cabo, hacen posible hablar de ellos en tanto que instrumentos para el desarrollo regional, los parques temáticos suelen estar disociados material y conceptualmente de su entorno en tanto que su ejecución y morfología no están afectados, a diferencia de lo sucede en otras formas convencionales de creación de espacio urbano, por la necesidad de adaptarse a las las características, usos y funciones preexistentes en el lugar. En otros casos puede hablarse, sin embargo, tal como se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, en Florida -el caso más acabado de una estructura territorial de cuño reciente propiciada por el desarrollo de complejos temáticos (Dorél, 1988)-, de la influencia de la arquitectura, la localización, el desarrollo y el urbanismo de los parques temáticos en la propia creación de espacio urbano (Sudjic, 1992). IMPLICACIONES DE LOS PARQUES TEMATICOS PARA EL DESARROLLO REGIONAL Dada la progresiva generalización de instalaciones recreativas y de ocio y, en concreto, dado el desarrollo inicial de parques temáticos en España, es conveniente interpretar, además de su inserción territorial, el potencial impacto económico y las implicaciones que puede tener su desarrollo a diferentes niveles y en un contexto de competencia territorial. Ello debe hacerse teniendo en cuenta que el desarrollo es resultado del potencial productivo de una región, de su capacidad de innovación y de su potencial sinergético y que no puede concebirse al margen de la optimización de los recursos sobre los cuáles se fundamenta y, por lo tanto, de su correcta gestión bajo criterios de sostenibilidad ambiental y, por consiguiente, económica a medio y largo plazo. Por lo tanto, la valoración de los procesos que potencialmente pueden catalizar los parques temáticos en tanto que mecanismos para el desarrollo deberá tener en cuenta, más allá de estimaciones de impacto siempre difíciles de evaluar, entre otras cosas: a) si las dinámicas generadas en torno al parque han ido acompañadas de programas o proyectos complementarios de carácter urbanístico, recreativo o empresarial; b) si el parque ha facilitado la captación de

actividades de producción -de servicios o industriales-, de investigación, de comercialización o residenciales para la zona donde se localiza; y c) si ha implicado, efectivamente y en último término, la creación neta de actividad. Más allá de su dimensión y de su disposición sobre el espacio, debe valorarse, por lo tanto, la movilización de recursos públicos y privados hacia una localización determinada y la dispar generación de empleos en diferentes sectores y segmentos del mercado de trabajo que provoca. En este sentido, debe considerarse que los parques temáticos suelen reforzar de manera efectiva el funcionamiento normalmente segmentado del mercado de trabajo en las actividades de servicios y, en particular, de la ocupación vinculada al turismo y a la recreación (Cuadrado y del Río, 1993). En cualquier caso, es conocido que los parques temáticos localizados en lugares poco desarrollados pueden generar enclaves de actividad que no tengan conexión con el resto de funciones localizadas en su entorno. Sin embargo, en lugares donde su desarrollo se ha integrado en la estructura productiva local (aunque en ocasiones ésta sea turística convencional o de escaso rango), su capacidad para generar y redistribuir rentas puede considerarse muy elevada. Tanto es así que, de hecho, instalaciones de este tipo se han convertido, junto con otros elementos y bajo condiciones concretas -como sucede para el caso de Disney en Orlando- en verdaderos impulsores del desarrollo urbano y, por lo tanto, en constructores de nuevas centralidades territoriales (Zukin, 1995). Sea como fuere, es fundamental tener en cuenta que por sus dimensiones, por su disposición en el espacio y por la magnitud de la inversión que se requiere, un gran parque temático puede asimilarse a una gran factoría. Además, está fuertemente condicionado por estrictos criterios de localización y por una estrecha dependencia entre magnitud de inversión y área de mercado. Dado, por otra parte, que el desarrollo de un parque temático es una operación de alto riesgo, su puesta en marcha suele exigir la concurrencia de un número notable de participantes con un alto conocimiento de este tipo de productos. Es por ello que su materialización precisa de agentes susceptibles de invertir para convertir la idea en producto, de una sociedad que se haga cargo del proyecto, y del concurso de múltiples empresas a diferentes niveles (financiación, ordenación, diseño y desarrollo, gestión turística y recreativa) que deben aportar el saber hacer necesario. LA INSERCION TERRITORIAL DE PORT AVENTURA: LOGROS Y DIFICULTADES Como es conocido, el parque temático Port Aventura propone entre los meses de marzo a octubre, período del año en que se mantiene abierto, una experiencia recreativa basada en la realización de un viaje escénico -una aventura, según sus promotores- a cuatro zonas del mundo exóticas (Méjico, Polinesia, China y Far West) partiendo de un puerto Mediterráneo. Sin duda

alguna, la calidad en la tematización de las diferentes áreas (edificios, espectáculos, vestuario, oferta culinaria, vegetación, productos comercializados, etc.) es una de sus características fundamentales y una de las claves de su éxito en un contexto social, cultural y turístico en el que los aspectos cualitativos son cada vez más valorados. En 1995, el primer año de funcionamiento, Port Aventura fue visitado por 2'7 millones de personas mientras que en 1996 la cifra superó los 3 millones. En su segunda temporada la facturación fue de 15.399 millones de pesetas, cifra que supuso un incremento del 13’8% respecto a la temporada anterior, y el beneficio neto registrado de 403 millones de pesetas. Según un estudio realizado por la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Tarragona pesetas, el efecto total del gasto turístico originado en los 5 municipios localizados en su entorno inmediato (Salou, Vila-seca, Cambrils, Tarragona y Reus), se estimó en 20.755 millones de pesetas en 1995 y representó el 15% del total del gasto generado por el turismo en el área. Asimismo, el estudio ha calculado que, si bien sólo el 50% de la demanda de Port Aventura que pernoctó con motivo de su visita al parque lo hizo en el entorno turístico inmediato (Salou, Vila-seca y Cambrils), durante 1995 el parque generó más de 1'6 millones de pernoctaciones adicionales en esta zona que tuvieron repercusión principalmente en la oferta hotelera (otras formas de alojamiento -fundamentalmente la apartamentista- no notaron sus efectos en la misma medida). El estudio ha permitido detectar, finalmente, fugas de la economía local en determinados sectores de actividad y localidades de su entorno. Esta última es, de hecho, una de las cuestiones clave al abordar la cuestión del impacto económico del turismo a nivel local en términos de competencia territorial (COCIN, 1996). Ahora bien, más allá de los positivos resultados empresariales y territoriales a corto plazo -en términos generales- y de su evolución -previsiblemente al alza según sus promotores aunque con posibles dientes de sierra- a medio y largo plazo, es importante señalar que el parque temático Port Aventura, situado en el centro de la Costa Daurada de Tarragona, está catalizando y acompañando un proceso de recualificación que tiene implicaciones directas sobre el potencial de desarrollo del área (Anton Clavé, 1997a). De hecho, su propia ejecución ya se inscribe en el marco de una serie de actuaciones estratégicas destinadas a la reestructuración del espacio turístico central de la Costa Daurada que en su fase más primitiva se inician a mediados de la década de los años ochenta y que han continuado durante la década de los años noventa. Pueden considerarse, en términos generales, cinco tipos de efectos positivos derivados de su apertura en la zona turística inmediata: a) mayor contratación de turistas tanto directa como a través de agencias; b) ajustes en la oferta derivados principalmente del alargamiento de la temporada turística, del mayor nivel de ocupación, del mayor número de estancias cortas y de la captación de nuevos y más cualificados segmentos de demanda, fundamentalmente española; c)

efectos inmediatos como la mejora de infraestructuras (especialmente las relacionadas con el ciclo del agua y las vías de comunicación) y servicios en el área; d) importante reposicionamiento en términos de imagen de los principales núcleos turísticos del área, especialmente Salou, como destino; e) estímulo inicial a la creación de nuevos productos recreativos y turísticos (Anton Clavé, López Palomeque, Marchena y Vera Rebollo, 1997). Aún así, las inversiones realizadas tanto por el sector privado (por ejemplo, cerca del 25% de las plazas hoteleras del sector central de la Costa Daurada fueron remodeladas sólo en 1996 con una inversión superior a los 1.500 millones) como por el sector público (cerca de 2.200 millones de pesetas invertidas tan solo en el municipio de Salou para la mejora de la escena e infraestructuras urbanas en 1996), que están apuntando hacia una cualificación del producto y del destino y hacia una mayor integración funcional y territorial del producto parque con su entorno, deben todavía completarse en múltiples aspectos. Esta tendencia puede verse impulsada en los años venideros a partir de la concreción de diversos proyectos e iniciativas que afectan la zona y que se han empezado a gestar en 1996 (Plan de Calidad para hoteles y apartamentos, planes de excelencia específicos para Salou y Cambrils o dotación de nuevos equipamientos recreativos de media dimensión, etc.). Ahora bien, más allá de lo económico y de lo relativo al tejido empresarial y a la atmosfera productiva del área, la puesta en funcionamiento de Port Aventura también ha permitido poner de manifiesto algunos problemas que tienen en la limitada capacidad inversora, financiera y de riesgo de determinados productores locales y/o regionales algunos de sus principales fundamentos. En este mismo sentido, debe recordarse, en primer lugar, que Port Aventura no es resultado de una iniciativa empresarial local o regional sino que forma parte de un proyecto de más amplio alcance planteado inicialmente por la compañía norteamericana Anheuser Busch operadora de parques temáticos e instalaciones recreativas en Estados Unidos-de acuerdo con la Ley 2/1989 del Parlamento de Cataluña sobre centros recreativos turísticos. Este proyecto, en el cual se inscribe el parque, debería incorporar en el futuro otras actividades además de la temática -la comercial y la residencial-deportiva (fundamentalmente golf)-hasta completar el desarrollo de una superficie de más de 825 ha. Circunstancias sociales, políticas, financieras e institucionales han condicionado su ejecución hasta el momento de manera que en 1996 sólo se ha completado la construcción del primero de los parques temáticos previstos (que ocupa un total de 115 ha de las cuales 52 son de acceso público). La inversión realizada hasta el momento de apertura se había cifrado en cerca de 50.000 millones de pesetas (Anton Clavé, 1997b). Las dificultades para continuar el desarrollo del proyecto hasta el momento condicionan, de hecho, el sentido de algunos de los aspectos que sobre creación de ciudad y estímulo productivo se han comentado como características de este tipo de instalaciones en los epígrafes anteriores. Más aún, tales dificultades no ayudan a que Port Aventura se consolide como destino turístico

por sí mismo -posibilidad y voluntad expresada desde un principio por sus promotores- y, en cambio, tenga que mantenerse como un equipamiento recreativo singular -execepcional si cabeen un marco turístico predominantemente de sol y playa, aunque renovado. La situación de paro de la iniciativa es también poco favorable para la zona si se tiene en cuenta que la lentitud en la puesta en marcha de las nuevas fases del proyecto o la ausencia de nuevas propuestas recreativas dificulta la posibilidad de crear las economías de aglomeración que a la escala española podrían considerarse necesarias para optimizar los efectos externos que pudiera generar la inversión -tanto privada como pública- ya realizada y crear condiciones productivas y territoriales todavía más favorables en un contexto de competencia territorial. Los esfuerzos realizados, especialmente por las instituciones, a pesar de sus limitaciones, en ofrecer no sólo recursos sino especialmente vías de acuerdo y estrategias para nuevos desarrollos temáticos o para la conversión de recursos históricos y patrimoniales localizados en el entorno del sector central de la Costa Daurada en productos turísticos tematizados todavía no han surtido efecto. Ello, a pesar de la necesidad de generar nuevos equipamientos antes de que el propio ciclo de vida del parque temático entre en fases menos favorables y la propia instalación pueda llegar a generar, en un escenario hipotético poco deseable, inercias territoriales de signo adverso difícilmente manejables. Sea como fuere, en 1996 se ha aprobado el planeamiento parcial que debe regular la zona lúdico-comercial de 64 ha aneja a Port Aventura promovida por GP Comercial S.A donde deberían localizarse comercios, hoteles, restaurantes, actividades y equipamientos recreativos. Ahora bien, y esta es otra cuestión a considerar -la de la receptividad de los agentes locales a las nuevas propuestas-a pesar que el proyecto a realizar y el calendario de actuación no han sido definidos por completo, la iniciativa ha despertado en 1996 recelos por parte de algunos sectores, principalmente comerciales, radicados en el área. Tales recelos deben añadirse a las contradicciones que, a pesar de los innegables efectos sinérgicos que se han generado entre el parque temático y el empresariado turístico de la zona (orientado casi exclusivamente al sector de alojamiento), han aparecido entre unos y otros a causa, principalmente, de la diferente percepción de su papel, de los efectos que generan sus respectivas actividades y de su importancia en la dinámica turística y económica local y de la traducción de esta diferente percepción en los acuerdos para la promoción y la comercialización de sus respectivos productos. Tales contradicciones impiden, por otra parte, un mejor aprovechamiento de los efectos externos que genera la actividad.

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