Control de la Lectura y Reformulación en El Evangelio En Solentiname, de Ernesto Cardenal

1 “Control de la Lectura y Reformulación en El Evangelio En Solentiname, de Ernesto Cardenal”. Varias investigaciones han estudiado, desde el campo

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“Control de la Lectura y Reformulación en El Evangelio En Solentiname, de Ernesto Cardenal”.

Varias investigaciones han estudiado, desde el campo historiográfico (Gilmont, 2001; Julia, 2001).y de la teoría crítica y literaria (Alter y Kermode, 1987), los múltiples controles de los que ha sido objeto la interpretación de la Biblia en diversos momentos históricos. Por otra parte, los lingüistas y analistas del discurso, en especial Fuchs (1994), se han interesado en la práctica de la exégesis bíblica en cuanto subtipo de reformulación explicativa que tiende a fijar y a explicitar el sentido del texto fuente para interlocutores no especialistas, centrándose en el contexto de enunciación en que éstos se ubican. El problema del control de la lectura ligado al de la reformulación será analizado en esta comunicación en un caso particular de lectura de la Biblia: El Evangelio en Solentiname, de Ernesto Cardenal. En el marco del análisis del discurso, nos referiremos a cómo la coyuntura socio histórica y el contexto dialógico conversacional de lectura inciden en los procesos de reformulación (Fuchs, 1994; Gaulmyn, 1987) y en las estrategias discursivas (Kerbrat Orecchioni, 1992, 1996) puestos en juego en la construcción del sentido del texto bíblico. Asimismo, destacaremos que estas reformulaciones y estrategias manifiestan una tensión entre una tendencia que nivela el poder de la palabra de Cardenal respecto de la de otros interlocutores y otra tendencia que la convierte en una palabra autorizada que se impone sobre la de los demás.

1. La lectura de la Biblia en Solentiname

Solentiname es el nombre de un retirado archipiélago situado en el Lago de Nicaragua, donde en 1966 Ernesto Cardenal, luego de ser ordenado sacerdote, funda una pequeña comunidad llamada Nuestra Señora de Solentiname. En medio de una vida semicontemplativa, se destacan dos tipos de actividades: la creación de una escuela de pintura que llegaría a ser reconocida en todo el mundo, y el proyecto de lectura del Evangelio entre los campesinos del lugar. Cada domingo, en la Iglesia pero también en un rancho cercano construido para el almuerzo o en las islas más alejadas donde se

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traslada Cardenal para que sus habitantes participen de la lectura del texto sagrado, se implementa una lectura colectiva de la Biblia. Entre quienes sabían leer, se repartía un ejemplar de los Evangelios y quien mejor oralizaba la lectura, en general alguien joven, leía en voz alta el pasaje entero que comentarían luego todos versículo por versículo. Los más viejos, en cambio, en general analfabetos, dependían de los jóvenes para acceder al Evangelio. Estos detalles que rodean a la práctica de la lectura de la Biblia en Solentiname manifiestan desde el principio la voluntad de Cardenal de descentrar la figura del sacerdote como polo disciplinador en su interpretación. En efecto, no es su voz la que hegemoniza la lectura oralizada, no es la Iglesia el único espacio donde se lee sino que se legitiman otros no institucionalizados como un rancho usado para almorzar, no es privativa del sacerdote la ventaja de contar con el texto impreso del Evangelio sino que todos tienen una copia, lo que facilita un primer seguimiento atento de la lectura y una posterior relectura que contribuye a adoptar una posición activa para comentar lo leído. Asimismo, Cardenal ha explicitado que en vez del género discursivo (Bajtín, 1982) del sermón, género rígidamente estructurado desde las Artes de Predicar establecidas en la Edad Media (Murphy, 1990), a la lectura del Evangelio seguía en Solentiname un diálogo entre los integrantes de la comunidad. Este diálogo responde al género conocido como homilía dialogada, que permite tomar la palabra a los laicos sin imponer limitaciones a sus intervenciones y que acentúa la dimensión cofraterna de una comunidad más que la orgánica y jerárquica (Urdeix, 1994). Por consejo de algunos amigos, Cardenal comenzó a registrar en una grabadora estos diálogos, que publicó en forma de libro en 1975 bajo el título de El Evangelio en Solentiname. Cardenal permaneció en el Lago de Nicaragua hasta 1977, cuando debió huir de la guardia somocista, que destruyó Nuestra Señora de Solentiname como represalia ante la participación de algunos de sus jóvenes miembros en una operación guerrillera que asaltó un cuartel militar.

2. Reformulación, diálogo y control de la lectura

Del análisis de los procesos de reformulación y de las interacciones verbales que se identifican en El Evangelio en Solentiname surge, hemos dicho, una tensión entre una tendencia que equipara el poder de la palabra de Cardenal con la del resto de los

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integrantes de la comunidad para interpretar el texto bíblico y una tendencia que jerarquiza su palabra frente a la de los otros interlocutores. En la misma línea que los detalles ya nombrados que manifiestan el deseo de Cardenal de no ocupar un lugar jerárquico (su voz no hegemoniza la lectura oralizada del Evangelio, esta lectura se realiza en espacios no institucionales, todos manipulan un texto impreso, los comentarios se desarrollan en el género homilía dialogada), sobresalen los casos en los que Cardenal manifiesta que desconoce el sentido que tienen los versículos leídos. Este desconocimiento lo desplaza del lugar del explicador, poseedor del saber capaz de desentrañar el sentido del texto fuente, y lo equipara al resto de los integrantes de la comunidad, con quien intercambia los roles de explicadorexplicatario (Zamudio y Atorresi, 2000). Así sucede, por ejemplo, en el siguiente diálogo, donde un campesino, llamado Oscar, le pregunta por qué en el episodio de la curación del paralítico quienes vieron el milagro sienten miedo: “Y él: Te pregunto porque en realidad no sé. Y yo: ¿Vos no tenés la respuesta? Yo tampoco la tengo. A ver si alguien la tiene. Si a alguien le inspira el Espíritu Santo para que le responda a Oscar….”1 Por otra parte, cuando Cardenal produce reformulaciones explicativas del texto fuente, es recurrente que las modalice espistémicamente hacia la no certeza mediante verbos como “creer” o “parecer”, como sucede, por ejemplo, en “A mí me parece que el mensaje principal de Jesús es que los ricos no se van a convencer ni con la Biblia…”2, modalidad que también se manifiesta, aunque con mayor frecuencia, en las reformulaciones explicativas emitidas por los campesinos. La nivelación de la ubicación de Cardenal respecto de los otros integrantes de la comunidad se expresa también en algunos comentarios metadiscursivos sobre sus propias reformulaciones explicativas, como cuando afirma “Esto lo acabo de descubrir en esta reflexión junto con ustedes”, demostrando que su explicación fue posible gracias al intercambio con los otros interlocutores. Otra señal de que Cardenal busca una interacción simétrica se expresa en los turnos de la conversación considerados como taxemas verbales (Kerbrat Orecchioni, 1992, 1996), es decir, indicadores de ubicación en el eje vertical alto-bajo. En efecto, Cardenal no hegemoniza el sistema de turnos en cuanto a la cantidad de veces que toma 1 2

Ver El Evangelio en Solentiname, Bs. As., Editorial Nueva América, 1985, p. 156. Op. Cit., p. 391.

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la palabra durante cada encuentro dominical, pues se observa que sus intervenciones son pocas y que los miembros de la comunidad hablan más tiempo que él. En cuanto a las violaciones en el sistema de turnos, en las interrupciones no se identifica un predominio estable de alguno de los interlocutores, pues así como Cardenal interrumpe a veces a los demás, en otras oportunidades él mismo es interrumpido, lo es que es explicitado con comentarios del tipo: “Laureano me interrumpe”3 . En tensión con esta tendencia niveladora, sin embargo, encontramos múltiples huellas de que la palabra de Cardenal y su interpretación del Evangelio se ubican en un lugar superior al del resto de los interlocutores. Por un lado, se destacan sus reformulaciones explicativas del texto bíblico, que dan cuenta de su mayor competencia cultural y que lo posicionan como poseedor de la clave de interpretación del mensaje contenido en el texto fuente. Valga como ejemplo esta cita: “Digo yo: Jesús dice primero que van a ser recogidos todos los ´escándalos´ y los que hacen el mal. ´Escándalo´ es una palabra que viene del griego y quiere decir una piedra de tropiezo. En la Biblia se entiende por esa palabra un causante de injusticia, y no como se entiende hoy la palabra escándalo. Jesús dice aquí que van a ser removidos todos los obstáculos (o sea los que se oponen a la unidad), y los que hacen el mal”.4

Aquí se observan, siguiendo a Fuchs (1994), las características canónicas de la reformulación explicativa:

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Quien reformula, Cardenal, es conocedor tanto del código del texto fuente, el griego, como del código usado por los lectores actuales, que le dan otro sentido a la palabra “escándalo”.

-

La reformulación busca evitar las dificultades y los errores de interpretación, de allí que explicite el sentido literal del texto fuente mediante la reformulación de los términos lingüísticos poco claros u obsoletos amplificando dicho texto mediante una expansión por definición, como sucede en la cita con el término “escándalo”.

-

Con el objetivo de sortear los errores de interpretación, la refomulación explicativa hace explícito, asimismo, el sentido no literal del texto fuente, en nuestro ejemplo con la aclaración de que el escándalo en tanto piedra representa a los obstáculos, a los que se oponen a la verdad.

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Op. Cit., p. 165 Op. Cit., p. 165.

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-

El anclaje del sentido del texto fuente y la búsqueda de la claridad y de la comprensión

determinan

que

el

texto

reformulador

esté

integrado

por

reformulaciones explicativas intradiscursivas encabezadas por operadores del tipo “es decir” u “o sea”, que es el aparece en nuestra cita: “todos los obstáculos (o sea los que se oponen a la unidad)”. -

El texto reformulador constituye un texto “mixto” que presenta reimplatados, más o menos literalmente, algunos pasajes del texto fuente seguidos de reformulaciones explicativas. Es lo que sucede en el ejemplo citado, donde primero Cardenal refiere en estilo indirecto las palabras de Jesús proferidas en el Evangelio, para luego sellar su sentido en la reformulación explicativa.

Como señala Fuchs (1994), cualquier actividad de reformulación se realiza desde determinada posición ideológica y toda reformulación explicativa se centra en la situación de enunciación del texto refomulador. Además de confirmar estas consideraciones generales, el Evangelio en Solentiname presenta la particularidad de que la coyuntura socio histórica de reformulación, signada la llamada Teología de la Liberación, por la presencia en Latinoamérica de los grupos armados y la lucha en Nicaragua contra la dictadura de Anastasio Somoza, lleva a la comunidad de Solentiname a leer el Evangelio en clave revolucionaria. En efecto, en los comentarios producidos tanto por Cardenal como por los otros integrantes de la comunidad, es constante una isotopía integrada por lexemas como “proletariado”, “opresor”, “explotadores”, “injusticia”, “capitalistas”, por sólo nombrar algunos, que pertenecen al campo de lo político y que dan cuenta de aquella clave de lectura. Comentando al pasaje del Evangelio de San Mateo referido al huerto de los Olivos, por ejemplo, Cardenal compara la muerte de Jesús con la de Sandino y el Che Guevara y afirma que “lo interesante es que estas escrituras también han dicho que el mundo tendrá una liberación definitiva de toda opresión”.5 Este tipo de interpretación del Evangelio da cuenta de un problema asociado al de la reformulación explicativa y que Fuchs (1994) denomina “umbral de distorsión”. En efecto, para esta autora toda actividad de reformulación implica una deformación del contenido del texto fuente, por ello el “umbral de distorsión” establece los límites aceptables de esta deformación para seguir reconociendo el texto reformulador como una reformulación explicativa del texto fuente. Este umbral, agrega, varía según las

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convenciones, los sujetos y la situación de enunciación y puede ocasionar divergencias o conflictos respecto de su establecimiento. El contexto dialógico conversacional de lectura del Evangelio y específicamente el género diálogo en que Cardenal elige encuadrar los comentarios lleva a que los integrantes de Solentiname también produzcan refomulaciones explicativas del texto bíblico, provocando, dijimos, un intercambio de roles entre explicador y explicatario. Sin embargo, se destaca cómo las reformulaciones emitidas por Cardenal funcionan como las más autorizadas de modo que se imponen frente a las de los demás. Esto sucede, por ejemplo, en el siguiente diálogo inserto en el comentario de la parábola del Buen Samaritano: “Yo: (…) Y por eso también el joven rico le pregunta qué debía hacer para salvarse, Jesús le enumera los mandamientos del amor al prójimo, sin mencionar el del amor a Dios. Laureano: En otras palabras, está diciendo que no hay Dios, pues; que Dios es el prójimo. Yo: Está diciendo que Dios es el amor Laureano: Está diciendo que amar a los demás: eso es Dios. Digo yo: Él dice que sí hay Dios, pero Dios es eso. Laureano: Dios somos todos pues. Yo: El amor. Todos, pero unidos; no todos separados, odiándonos o explotándonos. En realidad, no somos todos, porque estos dos que pasaron allí no eran tampoco prójimos del otro. Si tenemos una reunión en la que hay explotadores y asesinos, vos no vas a decir: ¨Dios somos todos¨. Laureano. Dios somos todos los que nos queremos. Y todos los que no nos quieren, y están jodiendo al pueblo, ése es el diablo. Yo: Dice San Agustín que Dios es el amor con que nos amamos”6 El diálogo mantenido entre Cardenal y Laureano da cuenta de una tensión motivada en la lucha por el establecimiento del sentido del texto bíblico. No lo analizaremos con detenimiento, pero baste señalar que Laureano explicita el sentido que para él tiene el versículo bíblico comentado: no hay Dios. Cardenal produce reformulaciones correctivas (Gaulmyn, 1987) de los enunciados de Laureano, como cuando afirma “En realidad, no somos todos”, e insiste en su propia lectura, hay Dios y Dios es el amor, a la que finalmente legitima mediante una cita de autoridad tomada de San Agustín. El silencio de Laureano y el hecho de que Cardenal se quede con la última palabra son indicadores de que ha impuesto su interpretación.

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Op. Cit., p. 531. Op. Cit., p. 319

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El poder de la palabra de Cardenal frente a la de los otros interlocutores se manifiesta también en diversos taxemas verbales. En cuanto a la organización estructural de la conversación, se observa que, en comparación con los otros miembros de la comunidad, Cardenal asume con mayor frecuencia la responsabilidad de la apertura y cierre del diálogo mantenido en cada encuentro dominical. En lo referente a la alternancia de turnos, Cardenal es el único participante que asume la responsabilidad de la elección del siguiente locutor, lo que en general se manifiesta en una fórmula interrogativa que incluye un verbo de decir que invita a hablar y un vocativo identificatorio de la persona elegida, como sucede en los siguientes ejemplos: “Yo: ¿Qué opinás vos, Teresita?”7 “Yo: ¿Qué decís vos, Laureano? Veo que no te está gustando el versículo éste”8

Hay otro tipo de reformulación que produce Cardenal y que lo posiciona en un lugar dominante respecto de los otros integrantes de la comunidad: Se trata de la reformulación de la oralidad a la escritura que da lugar al texto mismo conocido como El Evangelio en Solentiname. En efecto, la reformulación de la oralidad a la escritura lo sitúa a Cardenal en un lugar jerárquico porque en él recae la responsabilidad de las operaciones de reformulación que llevan al establecimiento del texto escrito publicado en forma de libro, con el consiguiente prestigio de la autoría del impreso. Más allá de la evidente omisión de indicadores de oralidad (Calsamiglia Blancafort y Tusón Valls, 2001), como repeticiones, discordancias, autocorrecciones, entre otros, se destaca la importancia de un elemento discursivo agregado por Cardenal en la reformulación escrita: se trata de la inclusión de un breve marco introductorio a la desgrabación de los encuentros dominicales. Este marco cobra básicamente dos funciones. Por un lado, suele introducir otro tipo de reformulación, el resumen del contenido de un versículo bíblico leído los domingos, resumen que fija su sentido para los lectores del libro. Por otra parte, el marco suele explicitar el contexto de lectura en Solentiname. En estos casos, es claramente recurrente la referencia a dos motivos, la comida previa a la lectura y el estado del lago. El motivo de la comida posee dos resonancias semánticas fundamentales: en principio, connota la obligada satisfacción, aunque austera, de las necesidades materiales para poder ejercer una práctica cultural 7 8

Op. Cit., p. 526. Op. Cit , p. 529

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como la lectura. Asimismo, el motivo de la comida se inserta en la tradición teológica del cristianismo y remite al pan eucarístico metaforizando la palabra de Dios como “alimento del espíritu”. El motivo del estado del lago se ubica en general en secuencias descriptivas que funcionan como desplazamientos metonímicos del estado interior de los individuos, apelando al tópico de la correspondencia entre macrocosmos y microcosmos. A su vez, se trata también del retorno del tópico del locus amoenus bajo el tamiz ideológico de la opción política de Cardenal por el socialismo, pues la armonía y la paz idílica que se desprenden de las descripciones connotarían el bienestar experimentado en una sociedad sin clases en la que existe una auténtica comunidad de pares como busca ser Solentiname. Los marcos agregados por Cardenal en la reformulación escrita, en particular los tópicos introducidos a partir de los motivos de la comida y del estado del lago, son otra muestra de sus competencias en la cultura letrada e introducen en el libro una dimensión literaria que lo posiciona como escritor y que lo vuelve a ubicar en un lugar jerárquico respecto del resto de los integrantes de Nuestra Señora de Solentiname.

3. Para concluir

Junto con las huellas de la voluntad de Cardenal de construir en Solentiname una comunidad de lectura extraña a las jerarquías y de la valoración de los comentarios de los campesinos, que, sostiene, “suelen ser de mayor profundidad que las de muchos teólogos”9, se observa que su palabra tiende a ser la autorizada para fijar el sentido del Evangelio y que ella se manifiesta con más poder con respecto a la de los demás. De esta manera, tanto en los procesos de reformulación como en las interacciones verbales se percibe que, más allá de su intención, la palabra de Cardenal opera en muchos casos como un control de la lectura del Evangelio. Esta tensión entre el establecimiento de un diálogo simétrico y el poder asimétrico de su palabra puede ser explicada considerando no solo la distancia entre el capital cultural de Cardenal y el de los otros integrantes de Solentiname, sino también que, a diferencia de los campesinos, su palabra está investida de una autoridad que, en términos de Bourdieu (1985:67), le llega “desde afuera”. Se trata de la autoridad que le confiere la Iglesia, pues él, a pesar de todas las críticas que dirige a aquella institución,

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es un sacerdote, y en tanto tal, su palabra concentra el capital simbólico acumulado por el grupo al que pertenece y de cuyo poder está investido.

Referencias bibliográficas

Alter, R. y F. Kermode (1987) The Literary Guide to de Bible. Bajtín, M (1982) “Los géneros discursivos”, en Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI Bourdieu, P. (1985) ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Madrid: Akal Calsamiglia Blancafort, H. y A. Tusón Valls (2001) “El discurso oral”, en Las cosas del decir. Barcelona: Ariel Fuchs (1994) Paraphrase et énonciation. París: Ophrys Gilmont, Jean-Francois (2001) “Reformas protestantes y lectura”, en Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental. Madrid: Taurus Gaulmyn, M. M. (1987) “Reformulation et planification metadiscursives”, en Cosnier, J. y C. Kerbrat Orecchioni (Ed.) Décrire la conversation. Lyon: Presses Universitaires de Lyon. Julia, Dominique (2001) “Lecturas y Contrarreforma”, en Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental. Madrid: Taurus Kerbrat Orecchioni, C. (1992) Les Interactions verbales, Tomo II. París : Armand Colin. Kerbrat Orecchioni, C. (1996) La Conversation. París : Éditions du Seuil.

Murphy, J. J. (1990) La retórica en la Edad Media. Madrid : Gredos Urdeix, J. (1994) « A propósito de las homilías dialogadas », El arte de la homilía. Dossiers cpl 3. Barcelona : Centre de Pastoral Liturgica. Zamudio, B y Atorresi, A. (2000) La explicación. Bs. As. : EUDEBA

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Op. Cit, p. 9.

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