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The handle http://hdl.handle.net/1887/20841 holds various files of this Leiden University dissertation. Author: Ulloa Hung, Jorge Title: Arqueología en la Linea Noroeste de La Española. Paisaje, cerámicas e interacciones Issue Date: 2013-04-23

Arqueología en la Línea noroeste de La Española. Paisajes, cerámicas e interacciones

CAPÍTULO V. CERÁMICAS, INTERACCIONES Y PAISAJES EN LA REGIÓN CENTRO-NORTE DE LA ESPAÑOLA. PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y METODOLOGÍA

5.1 Introducción La diversidad cultural asociada a las comunidades indígenas de la región norte de La Española ha sido una de las más manejadas por los investigadores de la Arqueología y la Antropología del Caribe (Arrom 1990:3-21; Granberry y Vescelius 2004:12-18; Oliver 2008:75-93; Vega 1990:52-58; Wilson 1999:7-10, 2007:144-145). Éstos la han usado desde ópticas e intereses diferentes, sin embargo, esa reiteración no obedece a un conocimiento arqueológico integral, profundo y sistemático de la región, más bien parece estar en asociación con las informaciones históricas emanadas desde las crónicas de la conquista, o con el establecimiento de una cerrada correspondencia entre los datos arqueológicos disponibles y el núcleo de informaciones emanadas desde ese tipo de fuentes (Arrom 1975; Guerrero y Veloz Maggiolo 1988; Ortega 1988; Pagán Perdomo 1992). Sobre todo si tomamos en cuenta que este espacio parece ser uno de los más ampliamente reseñados como culturalmente diverso en la documentación sobre la colonización europea de las Antillas Mayores (Colón 1947; Mártir de Anglería 1964; Las Casas 1875 T. V; Pané 1990). A partir de lo anterior, la dinámica sociocultural vigente para esta región desde siglos anteriores al contacto europeo, no ha sido ampliamente investigada, lo que no solo señala hacia las carencias en la investigación arqueológica ya mencionadas en capítulos anteriores, sino también hacia una desconexión al interior de su propia historia, y en sus vínculos con otros espacios del Caribe. En el presente capítulo se exponen las principales características del paisaje cultural del norte de La Española desde los fundamentos etnohistóricos y arqueológicos hasta ahora conocidos. Además de analizar los rasgos que han distinguido los estudios cerámicos en esa región de la isla. Ambas aproximaciones constituyen el preámbulo para presentar los fundamentos teóricos- metodológicos utilizados en la presente disertación, los cuales se concentran en la combinación de dos enfoques, el análisis espacial de patrones de asentamiento y paisajes manejados a una escala regional y local, y el análisis integrado de atributos tecnológicos, morfológicos y estilísticos de la cerámica. Este último constituye la vía principal de acercamiento al estudio de ese componente de la cultura material en la región noroeste de la República Dominicana (norte-central y noroeste de la actual provincia de Puerto Plata y el extremo noreste de la provincia Montecristi), y como parte del mismo se percibe la tecnología vinculada con su creación como cultura, lo cual deriva hacia el empleo de un concepto más amplio de estilo. El propósito de registrar parte de la alta concentración de asentamientos en el sector estudiado también cumplimenta uno de los principales objetivos sociales de la investigación, generar un núcleo de informaciones arqueológicas básicas sobre un área prácticamente desconocida desde ese punto de vista, en aras de fomentar medidas de protección y mitigación de impactos al patrimonio arqueológico en un espacio en el que ya comienzan a darse con intensidad los pasos para el desarrollo de nuevas infraestructuras turísticas.

5.2 El paisaje cultural de la región desde las fuentes etnohistóricas Como se ha planteado en la introducción, la región norte de La Española ha sido objeto de varios acercamientos que toman como puntos de referencias los datos etnohistóricos. Esto básicamente ha sido motivado porque en algunos de ellos se recrea una interesante relación entre diversidad de lenguas, culturas y espacio geográfico que involucran esta zona de la isla. En ese sentido, no está de más analizar algunos pasajes importantes tomados desde diferentes fuentes etnohistóricas, donde se ilustra sobre la relación antes mencionada, y desde los cuales trascienden algunos de los datos que han dado lugar a los tópicos más abordados, en relación con el paisaje social y cultural de la región. Uno de los cronistas que resalta por los detalles en ese sentido es fray Bartolomé de Las Casas, quien en su Historia General de Las Indias nos ha legado algunas de las descripciones más elocuentes sobre la zona en el período post-contacto.

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Cerámicas, interacciones y paisajes en la región centro-norte de La Española. Perspectivas teóricas y metodología

Hacen esta Vega cércanla, desde que comienza hasta que se acaba, dos Cordilleras de altísimas y fertilísimas y graciosísimas sierras, de que ya hemos hecho mención, que la toman en medio (…); la una destas sierras, de la parte del Sur, es la que habitaban los Cigüayos , y otra parte della la gente de los Macoriges del Macorix de arriba (…); y esta Cordillera comienza desde la provincia de Higiey e de la comarca del pueblo del Macao, y se acaba en el Monte-Christi , y, a lo que yo creo, corre más de 100 leguas. Es toda esta sierra muy fértil, tan fértil en las cumbres como en el medio y en el principio, para labranzas y ganados (…) y es llena de grandes arboledas, y estaban de pueblos y gentes rebosantes (Las Casas 1875, T. V:291). Pasado este monte o sierra de Plata, síguese de la cordillera de sierras, altísimas como el, hacia el Oriente, y luego está la provincia de Cubao, que es el Macorix de arriba, que así lo llamamos a diferencia del de abajo. Macorix quiere decir como lenguaje extraño, cuasi bárbaro, porque eran estas lenguas diversas entre si y diferentes de la general desta isla. Esta provincia de Cubao terna 15 o 20 leguas de luengo y 8 o 10 de ancho; de una parte, hacia la mar, se descuelgan muchos arroyos y ríos; (…) son infinitos los ríos y arroyos (...), que caen y hacen riberas muy fértiles, aunque angostas y estrechas, para las labranzas de los indios (…) (Las Casas 1875, T. V:256). Un análisis de las citas anteriores, nos puede ayudar a comprender la lógica de los principales criterios metodológicos que se han manejado al momento de evaluar el paisaje social y cultural de la región norte de La Española a partir de este tipo de datos. Desde esas descripciones se perfila una idea de división regional, en relación con aspectos geográficos específicos, como ríos u otras características geomorfológicas del relieve, división que ha sido humanizada, y los límites geográficos se perciben como límites entre grupos humanos y lenguajes. Ese punto de vista es uno de los más referenciados y repetidos por las investigaciones históricas, arqueológicas y lingüísticas, sobre esta región, de hecho es una de las asociaciones más usadas para tratar de dilucidar el llamado problema de los Macoriges y Cigüayos. El manejo de una cerrada relación entre fronteras geográficas, grupos humanos y leguajes, se ha extrapolado al contraste entre la información etnohistórica y arqueológica. En ese sentido, es posible percibir, aunque a menor escala, el uso de un criterio de área cultural que parece haber redundado hacia tres consecuencias esenciales que funcionan desde la siguiente lógica. La primera es el énfasis en los intentos por establecer, aclarar o distinguir las fronteras geográficas expuestas en los documentos etnohistóricos como forma de establecer o delimitar fronteras culturales y lingüísticas y en algunos casos políticas (Guerrero y Veloz Maggiolo 1988:4344; Granberry y Vescelius 2004:15 tabla 1); Pagán Perdomo 1992:53-54; Tavares 1996:36-39; Vega 1990:2438). En ese caso hay un interés marcado por definir la cantidad exacta de cacicazgos que tenía la isla de La Española y hasta dónde se extendía cada uno. Con esa lógica, los cacicazgos son considerados cotos cerrados a partir de los límites geográficos manejados para cada uno (a manera de divisiones políticas y administrativas actuales) y la tendencia también ha sido a relacionarlos uno a uno con un cacique o caudillo mencionado por la documentación histórica, por lo que el paisaje político y social de la región, automáticamente se diluye en los vínculos que derivan desde la relación entre esos jefes, o entre estos y los colonizadores europeos. El segundo criterio, derivado de esa lógica de pensamiento, es la asociación o la elevación de los complejos arqueológicos predominantes dentro de esas supuestas fronteras geográficas o espaciales a la categoría de grupo étnico particular. En el caso específico de la región objeto de estudio, ese fenómeno se materializa en la asociación directa entre el estilo cerámico Meillac y los llamados Macoriges, y la cerámica de la subserie Chican Ostionoid (Rouse 1992:107-109) como la representación de los llamados “taínos” (Vega 1990:64-67; Veloz Maggiolo et al. 1981:344-346; Guerrero y Veloz Maggiolo 1988:13; Pagán Perdomo 1992:52). El tercer y último punto, que se desprende de esa lógica de pensamiento que maneja cerrada relación entre geografía, lenguaje y cultura, es la extrapolación del patrón de paisaje sociocultural creado a partir de las crónicas para ese momento específico en la región, a la comprensión e interpretación de toda su historia pre-colonial.77

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Un ejemplo claro de como funciona esta lógica de pensamiento se percibe en el siguiente pasaje. Macorís de abajo estaba ubicado en el extremo oriental de Marién y dentro de la Vega Real y al oriente de la villa de Santiago. El Macorís de arriba era la gente que poblaba la cordillera de las sierras que cercaba la Vega por la parte norte. Existía una relación fronteriza entre ambos, pues los ríos del de arriba vertían sus aguas en la misma provincia del Macorís de Abajo. Desde el punto de esa división político administrativa ambos Macoriges se relacionaban con el cacicazgo de Maguá, el de abajo incluido en el valle y el de arriba en las sierras que rodean por el norte el valle de la Vega Real. Arqueológicamente en el Macorís de Abajo se han registrado yacimientos como Cutupú (Río Verde), López, Amina, El Carril, Arroyo Caña, Walterio y Buen Hombre. Mientras en el llamado Macorís de arriba se encuentran Playa Grande, Río San Juan, El Choco, La Llanada, Jamao y Las Espinas. En ambos espacios abundan yacimientos Chicoides, sobre todo en los estratos superficiales de asentamientos como El Carril, Río Verde, López, El Jamo y La Llanada (Guerrero y Veloz Maggiolo 1988:44)

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Gonzalo Fernández de Oviedo, quien fuera el cronista oficial de la corona española en América, y a través del cual se perciben algunas de las experiencias y los choques intelectuales y espirituales de toda una generación dentro de la conquista, es otro de los cronistas que se refiere al norte de La Española en los pasajes de su Historia General y Natural de Las Indias (Fernández de Oviedo 1988:183-199), obra en la que se trasluce de manera paulatina y gradual una especie de hechizo por la naturaleza americana (sobre todo de La Española), mientras sus opiniones sobre la condición y el destino de los aborígenes constituyen un tributo a la necesidad de hallar una explicación racional a la propia conquista. Desde algunas de sus descripciones, es posible inferir la diversidad y flexibilidad de patrones de asentamiento inherentes a la población indígena de esta isla, así como la riqueza demográfica de la región objeto de estudio al momento del arribo europeo. Vivian los indios desta isla de Haití o Española en las costas o riberas de los ríos, o cerca de la mar, o en los asientos que más les agradaban o eran en su propósito, así en lugares altos como en los llanos, o en valles o florestas; porque de la manera que querían, así como hacían sus poblaciones e hallaban disposición para ello. E junto a sus lugares tenían sus labranzas e conucos (…), de maizales e yuca, e arboledas de fructales (Fernández de Oviedo 1988:183). Yuna se llama otro río que es de los más poderosos de toda esta isla; el cual pasa por la villa del Bonao, y va a fenescer y entrar en la mar en la costa que esta isla tiene de la banda o parte del Norte. Y es río de muchas haciendas y heredamientos, y de muy buenos pastos en sus comarcas y riberas. (…) de otro llamado Yaque (…) que entra y va a fenescer en la mar, de la banda o parte que esta isla mira al Norte, a par de Montecristo. E hay cerca dél unas buenas salinas (…). Este río es poderoso, e de grandes e muy buenos pastos y hermosas vegas y haciendas (Fernández de Oviedo 1988:199). Otros pasajes importantes que reflejan rasgos ilustrativos sobre el paisaje sociocultural del norte de La Española al momento del arribo europeo, se encuentran en el propio diario del almirante Cristóbal Colón durante su primer viaje. Documento referido por fray Bartolomé de las Casas en su Apologética Historia de Las Indias (Las Casas 1988a ), en ese caso, al describir su navegación por la costa norte de La Española, Colón ilustra sobre aspectos importantes relacionados con la diversidad de paisajes de la zona vinculados con importantes aspectos sociales. Entre ellos, actividades económicas, defensa y relaciones políticas entre sus habitantes, elementos que, aunque se circunscriben a ese momento en la historia regional, constituyen puntos de referencia interesantes para la aproximación al paisaje social desde criterios propiamente arqueológicos. (…) ésta fue la isla que después que llegó a ella la llamó la Tortuga, y así hasta hoy se llama (…). Esta era pobladísima y había un gran señor en ella. La isla grande parecía altísima, no cerrada con montes, sino rasa como hermosas campiñas, parecíale toda labrada o grande parte della (…). Viéronse muchos fuegos aquella noche y de día muchos humos, como atalayas, parecía estar sobre aviso alguna gente con quien tuviesen guerra (…) (Las Casas 1988a:253). Toda aquella costa es tierra muy alta, y la mar tiene gran fondo hasta dar en tierra, veinte o treinta brazas (…) los árboles (…) pequeños. Antes que llegase al Cabo de Cinquin, con dos leguas, por una abertura de una sierra, descubrió un valle grandísimo, y vido que estaba todo sembrado como de cavadas, y parecióle que debía de haber por él grandes poblaciones, y a las espaldas dél había grandes montañas y muy altas (Las Casas 1988a:254). Dice que la vía toda muy labrada, y creía que las poblaciones della debían estar lejos de la mar de donde vian cuando llegaba con sus navíos, y por esto huían todos, llevando consigo todo lo que tenían y haciendo ahumadas como gente de guerra. (…) envió seis hombres (…) que fuesen dos o tres leguas la tierra dentro, para ver pudiera haber lengua de la gente desta isla. Fueron y volvieron sin haber topado alguna gente ni casa, sino unas cabañuelas como ranchos, y lugares donde se habían hecho muchos fuegos, y los caminos muy anchos, indicios, en fin, de mucha gente; y esto debía ser que venían a pescar a la mar, de sus poblaciones, y como duermen en el suelo y andan

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Cerámicas, interacciones y paisajes en la región centro-norte de La Española. Perspectivas teóricas y metodología

Figura 5. Un campamento actual vinculado a un conuco en las inmediaciones del sitio arqueológico Popi (Punta Rucia) que ilustra la posible supervivencia de la tradición indígena descrita por Las Casas para el norte de La Española. Foto José Oliver.

desnudos siempre, hacen, cada dos o tres indios, un gran fuego y cenan y duermen alrededor de él (Las Casas 1988a:256). De las citas anteriores se puede colegir una estrecha relación entre patrones habitacionales más al interior y en zonas altas, con un importante sistema de visibilidad y formas particulares de manejo y control territorial. Desde estas narraciones también es posible inferir la existencia de sistemas de aviso y de comportamiento ante peligros inminentes, lo que incluso podía implicar el abandono y el reagrupamiento comunitario en otros espacios específicos ante situaciones de esa naturaleza, aspecto que ha comenzado a ser estudiado desde una perspectiva propiamente arqueológica, en relación con los desastres naturales vinculados a efectos de cambios climáticos en el pasado (Cooper y Boothroyd 2011:401-402; Cooper 2012:96-106). La información etnohistórica también ilustra la existencia de campamentos con diferentes propósitos en zonas cercanas a la costa, y trasmite la impresión de que estos podían funcionar o estar asociados a propósitos económicos específicos, como las actividades pesqueras, de recolección o actividades agrícolas. Aunque no se debe desechar la idea de que su disposición o ubicación también pudiera responder a los propósitos mencionados en relación con la defensa y el control del acceso a ciertos recursos, esto señala hacia su posible uso con sentido multifuncional, y a sus posibles vínculos con esferas de interacción a niveles regionales, locales o de otra índole, muy importantes en esta zona. Por último, al abordar el reflejo del paisaje cultural de la región desde las fuentes etnohistóricas, no es ocioso reseñar y analizar criterios de otros dos cronistas, cuyas descripciones han sido importantes puntos de

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partida en el manejo de las particularidades culturales inherentes al norte de La Española, nos referimos a fray Ramón Pané (1990) y Pedro Mártir de Anglería (1964). La obra del primero de estos autores78 representa el interés del colonizador por conocer la religión y las costumbres de los indígenas, y sus descripciones en ese sentido se convirtieron (aún lo son en alguna medida), en la base esencial para interpretaciones, comparaciones y el abordaje de esos temas por parte de otros cronistas —en especial por Fray Bartolomé de Las Casas y Hernando Colón—, así como por la mayoría de los historiadores y arqueólogos (Arrom 1975, 1986; García Arévalo 1984; Guarch y Querejeta 1992; Jiménez Lambertus 1978; Oliver 1998:133-160, 2008:185-198; Robiou Lamarche 1992, 2005:131-149 ; Stevens-Arroyo 2006; Veloz Maggiolo y Zanin 1999:182-217). La trascendencia de la obra Pané, no sólo se encuentra en su carácter seminal y casi único en el abordaje de las esferas espirituales de la vida aborigen, sino también en la forma en que realizó la colecta de la información y el propio sentido que mueve a sus descripciones. En particular, en la región que Las Casas denomina como Macorix de Abajo (Las Casas 1988, T. I:633-634), aspecto que ha sido asimilado con cierto sentido de confiabilidad, veracidad y se pudiera decir de unicidad, al momento de estudiar los aspectos religiosos de los indígenas antillanos, además de propiciar no pocas extrapolaciones miméticas de las descripciones para esta región de La Española, a la compresión de la iconografía y aspectos de orden religioso y simbólico de cualquier momento de la etapa precolombina, y de otras islas del Caribe. En el caso de Pedro Mártir de Anglería, en el aspecto que nos ocupa, es digno señalar dos pasajes de su obra Décadas del Nuevo Mundo (1964 T. I) relacionados con el segundo viaje de Cristóbal Colón. Los mismos parecen arrojar mayor información y corroborar la existencia de cierta relación entre los aspectos del manejo y control social del territorio en esta región con la disposición de los asentamientos y poblados en zonas elevadas, además de la existencia de dinámicas de interacción entre las zonas litorales y los espacios más al interior. Diéronse cuenta que en el puerto en cuestión desembocan dos ríos, de no mediano caudal, y cuando estaban explorando la tierra situada entre ambos, vieron a lo lejos una casa alta, y pensando que allí estaba escondido Guacanasil, (i. e. Guacanagarix) se encaminaron a ella; al acercarse, salióles al encuentro un hombre de arrugada frente y altiva mirada, acompañado por cien individuos, todos ellos armados con arcos, flechas y lanzas muy agudas, y en actitud amenazadora, gritando que eran “taynos”, es decir , nobles, y no caníbales (…) Los que midieron la casa afirman que tenía treinta y dos pasos largos de circunferencia a circunferencia (pues era esférica), y que está rodeada por otras treinta plebeyas, techadas con cañas lacustres de diversos colores, entretejidas por modo maravilloso. Habiéndoles preguntado por Guacanasil (i. e. Guacanagarix) del mejor modo que les fue posible, respondieron que aquel no era imperio del reyezuelo que buscaban, sino del que allí estaba presente. Confesaron estar enterados de que Guacanasil había huido de la costa a las montañas (Pedro Mártir de Anglería 1964, T. I:123). Como colofón a este acápite relacionado con las fuentes etnohistóricas y paisaje, no es ocioso cerrar con un pasaje del propio Mártir de Anglería, en el que se hace evidente la importancia del intercambio en las relaciones sociales entre los habitantes de esta región y de la isla en su conjunto, además de algunos comentarios a los cambios que debieron producirse en su paisaje cultural y social al colapsar estas redes sociales y los propósitos que las sostenían, en particular cuando el norte de la isla de La Española comenzó a desempeñar roles decisivos en la colonización de otras islas en momentos posteriores. Tienen los indígenas bosques llenos de aromas, aunque estos no son los mismos que nosotros usamos; cógenlos de igual modo que el oro, o sea que cada cual recolecta la cantidad que necesita para procurarse por canje con los habitantes de las islas vecinas las cosas que les agradan, como son platos, asientos y

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Como es conocido, fray Ramón Pané fue encomendado por Cristóbal Colón para que aprendiera la lengua de los aborígenes además de vivir un tiempo entre ellos y estudiar sus costumbres y creencias. Sus descripciones constituyen prácticamente la única referencia de primera mano sobre la religiosidad de los aborígenes de las Antillas al momento de la conquista, en especial de la isla de La Española. Sus experiencias e informaciones fueron recopiladas por el padre Las Casa y publicadas bajo el título Relación acerca de las antigüedades de los indios en la obra de Hernando Colón Vida del Almirante Don Cristóbal Colón.

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otras semejantes, que en esos lugares se fabrican con una madera negra de que ellos carecen (Pedro Mártir de Anglería 1964, T. I:132). Si bien la información de la cita de Mártir de Anglería y las evidencias arqueológicas dan fe de una estrecha relación del norte de La Española con otros espacios de las Antillas Mayores y las Bahamas (Berman 2011; Keegan 2007; Sinelli 2010), lo cual señala hacia su importancia en la forma en que se configuraba su paisaje sociocultural, la documentación sobre momentos coloniales posteriores, muestra cómo esas relaciones adquirieron un matiz completamente distinto y estuvieron determinadas por la necesidad de mano de obra. En ello las islas Bahamas o Lucayas fueron un reservorio importante para empresas establecidas en La Española, las cuales precisamente tenían su centro en Puerto Plata y en el llamado Puerto de Santiago. Un ejemplo claro de esto se registra durante el gobierno de los Padres Jerónimos a partir de 1519, quienes se preocuparon, o al menos se interesaron por controlar el tráfico de indios Lucayos hacia la isla y su venta en los dos espacios antes mencionados (Deive 1995:171, Hodges y Lyon 1995:97). En ese sentido, el norte de La Española pasaría de ser una región con articulaciones sociales importantes que incidían en un paisaje social durante el periodo precolombino y al momento del contacto, a una región con importantes roles en la desarticulación de las estructuras precolombinas de otros espacios, lo que de hecho afectó y transformó el paisaje cultural de la región de estudio durante ese período.

5.3 El paisaje cultural desde criterios arqueológicos. Aspectos generales Una caracterización del paisaje cultural de la región norte de La Española desde criterios propiamente arqueológicos, hasta el momento es solo inferido por una conexión o sistematización de resultados de estudios desarrollados en sitios aislados, además de consideraciones de rasgos sobresalientes de su cultura material fundamentados en observaciones de carácter general (Hatt 1978; Moore 1991; Moore y Tremmel 1997; Veloz Maggiolo 1971, 1972; Veloz Maggiolo y Ortega 1980; Koski-Karell 2002). La integración de ambas perspectivas permite definir algunos aspectos arqueológicos distintivos de la región, que constituyen un punto de partida para el abordaje del paisaje social en el espacio objeto de estudio, además de proveer elementos para propósitos comparativos con otras áreas de La Española y de las Antillas Mayores que serán tratados posteriormente. A groso modo, el resumen de esos aspectos arqueológicos sobresalientes incluye: En general, para el área se ha reportado una alta frecuencia de metates y güayos de coral, así como una alta presencia de hachas llamadas mariposoides, tipo poco usual en las culturas agricultoras del sudeste de La Española (Krieger 1931:37-38). Otros rasgos interesantes son la poca aparición de aros líticos, en particular se reportan fragmentos de la variedad maciza delgada (Hatt 1978) en el valle de Constanza, y en la zona más al norte algunos fragmentos poco elaborados han sido asociados con sitios de cerámica de estilo Meillac como Hatillo Palma (Ortega y Veloz Maggiolo 1972) y Arroyo Caña (Ortega, et al. 1990). El material pétreo reportado en la región revela una mayor riqueza en relación con la cerámica. Esta última también parece responder a un esquema expresivo diferente respecto a la del sur y sureste de la isla. En conjunción con ese rasgo, la distribución de objetos como los sellos de cerámica y los grandes trigonolitos parece haber estado básicamente circunscrita al flanco sur de la cordillera central, y en relación con cerámica de estilo Boca Chica. A diferencia de lo anterior, más hacia el norte, hacia la zona de La Isabela y Puerto Plata, los motivos de la cerámica son cercanos a la expresión estilística Carrier de Haití. También es común la existencia de amuletos y la profusión de hachas petaloides. Es interesante la presencia de ciertos tipos de puntas pedunculadas, logradas en material de sílex de buena calidad, objetos que más bien parecen relacionarse con tradiciones “arcaicas” o pre-Arauacas, y cuya presencia esencialmente se constata en sitios con cerámica Meillac de la Cordillera Septentrional (como El Carril y Hatillo Palma), donde además se han reportado raspadores y cuchillos en este material (Veloz Maggiolo 1971). En la región (centro-norte) existen espacios ceremoniales o plazas con características muy singulares, las más destacadas son las de forma predominantemente elíptica o rectangular, y su delimitación es a partir de camellones o terraplenes, los cuales pueden llegar a alcanzar hasta 1 o 1,50 m de alto. Estas plazas, por lo general, presentan calzadas paralelas separadas entre sí, las mismas en algunos casos pueden conducir hacia fuentes de agua, ríos o arroyos, en cuyo lecho se han registrado rocas con petroglifos. Dentro de los espacios con esas características, se encuentran plazas como La Cacique (en las montañas próximas al poblado de Monción); Chacuey; Potrero (Mao); Cañada Seca (Constanza); Palero (Constanza); Los Ingenitos (Mao) y Merger (Haití); (Alegría 1983:33-57; Boyrie Moya 1960; Marichal 1994; Veloz Maggiolo 1972a:314; Wilson

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Arqueología en la Línea noroeste de La Española. Paisajes, cerámicas e interacciones

1992:23-24). Excavaciones limitadas y colectas al interior de algunos de esos emplazamientos, han localizado fragmentos que responden a diversos tipos de cerámica, una cerámica que presenta aspectos Ostionoides; y otras relacionables con estilos como Carrier79 y Meillac.80 Esas estructuras también han sido reconocidas por sus mayores similitudes con las del este Cuba, y distintas a las de Puerto Rico y el sudeste de las isla de La Española (Hatt 1978; Oliver 2008:154-158; Wilson 2007:132133), entre otras cosas, porque su tipología señala hacia una delimitación a partir de montículos de tierra y no de estructuras líticas. La diferencia en la construcción de los recintos ceremoniales del norte de La Española respecto a otros espacios de esa isla y de Puerto Rico, ha sido asimilada como una muestra de la inexistencia de un estilo único al respecto y, de hecho, como evidencias de la ausencia de una centralización, bajo la autoridad única de un líder político principal. El fenómeno también parece encontrarse vinculado con el complejo proceso de formación de una diversidad de identidades dinámicas de lo que se ha dado en llamar “cultura taína” o “tainidad” (Rodríguez Ramos 2011:199-202; Oliver 2008:157-158; Wilson 2007:133-136). Las dimensiones y características de las plazas en el noroeste de La Española, y la menor importancia de los cemíes monumentales, ha hecho pensar que quizá tuvieran mayor incidencia en la región los llamados ídolos portátiles como parte de los atuendos de los jefes o caciques. Un rasgo que parece asociado con ese fenómeno, es que los trigonolitos y las llamadas cabezas Macorís son más sobresalientes en la región sur y sudeste de La Española y Puerto Rico, mientras para la región noroeste de La Española, no se han reportado trigonolitos decorados ni aros líticos con esas particularidades. Situación que es similar para Cuba, Jamaica y Las Bahamas, en estos últimos espacios, al igual que al noroeste de La Española, este tipo de objetos es realmente escaso y raro (Oliver 2008:158-161). Existen reportes de entierros en cuevas o pequeñas cavidades ubicadas en las laderas de las montañas en la zona de Constanza que fueron utilizadas para fines funerarios. Sus bocas son pequeñas y fueron tapiadas, los cráneos junto a otras osamentas aparecen generalmente alineados sobre el piso de las cuevas sin recubrimiento alguno de tierra (Boyrie Moya 1960:72-85). La existencia de cementerios es escasa, solo se ha excavado de manera sistemática el cementerio conocido como La Unión, vinculado a entierros con cerámicas Chicoides. El mismo presenta rasgos distintivos respecto a los excavados para el sur de La Española, vinculados a esas ocupaciones. Dentro de los rasgos más sobresalientes se cuentan: la existencia de una gran pobreza en la presencia de ofrendas, consistentes en cantos rodados de piedra sobre la cabeza, así como entierros con ofrendas de caracoles de Cittarium pica y pesas de red. La presencia de ofrendas vinculadas a ollas sobre la cabeza o sobre el cuerpo es mínima. El yacimiento arqueológico con el que se relaciona directamente este cementerio, aunque es predominante una cerámica definida como Chicoide, también presenta tiestos o fragmentos de cerámica estilo Meillac (Luna Calderón 1973:132-137; Veloz Maggiolo et al. 1973:38).

5.3.1 Los modelos de ocupación Existen referencias a diferentes modelos de ocupación en la región. Un modelo de ocupación que se vincula con lugares muy altos (más de 400 m), y que ha sido asociado con supuestos montículos agrícolas (de hasta dos metros de altura) y viviendas sobre los mismos. Los enterramientos y pisos de ceniza se encuentran alrededor de los montículos. Ese modelo ha sido descrito a partir de sitios como El Carril, ubicado en una meseta del cerro del mismo nombre en la ladera sur de la Cordillera Septentrional. La existencia de montículos agrícolas, también ha sido relacionada con elementos de complejidad social y con un modelo de poblamiento particular (Veloz Maggiolo et al. 1981:330-333) para ocupantes con cerámica de estilo Meillac, sin embargo, hasta ahora no existen elementos consistentes que avalen un uso agrícola para esas monticulaciones, o que desechen su vinculación con basureros u otro de tipo de estructuras.

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En las descripciones consultadas esta cerámica aparece referida bajo la denominación más general de Chicoide.

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En relación con este aspecto en otros sitios de la región como, El Flaco y El Carril, hemos observado la existencia de zonas más o menos rectangulares con camellones alargados que demarcan posibles plazas. En ambos casos el espacio de la posible plaza aparece hundido “cortado” y nivelado. Además, aparecen una buena cantidad de montículos cónicos, algunos de ellos creados de forma artificial (¿bases de viviendas?). A simple vista ninguna de las dos posibles plazas parecen haber sido demarcadas con lajas o monolitos, sin embargo es necesario realizar trabajos de excavación para corroborar esto. En el caso del sitio El Flaco las cerámicas predominantes presentaban aspectos Meillacoides y Chicoides (cercanos a la expresión estilística Carrier) y algunos ejemplares “híbridos” o con presencia de aspectos de ambas manifestaciones cerámicas.

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Cerámicas, interacciones y paisajes en la región centro-norte de La Española. Perspectivas teóricas y metodología

Existen otros dos patrones ocupacionales relacionados con sitios de cerámica estilo Meillac que se vinculan a ambas vertientes de la cordillera septentrional, los mismos han sido caracterizados por su vinculación con lugares altos y las márgenes de arroyos o ríos. En ese caso se han tomado como referencia los sitios Río Joba (Veloz Maggiolo et al. 1981:336-337) y Arroyo Caña (Ortega et al. 1990:31-32). La preferencia es por las partes altas de las márgenes de los ríos con presencia de montículos de ocupación erosionados. En el caso del sitio Arroyo Caña, aparecen monticulaciones (calculadas en número de 27) en un área de aproximadamente 4 000 m2, las mismas presentan cerámica, ceniza y restos de alimentos, y su distribución es circular alrededor de un área plana sin restos arqueológicos. El material lítico recuperado es también interesante por la existencia de fragmentos de aros líticos (en un total de cinco), además de una alta profusión de materiales como hachas petaloides, manos de moler, cuentas de collar en forma cilíndrica y martillos. Es también muy notorio que, a pesar de su ubicación en una zona de montaña, a unos 12 km del mar y en la vertiente sur de la cordillera septentrional, existen mayores evidencias de restos alimenticios vinculados a especies de moluscos marinos de la zona costera, esto indica la existencia de importantes redes de intercambio en la región, u otros mecanismos de acceso eficientes a las zonas litorales (Ortega et al. 1990:32-35). Llama la atención en ese sentido la propia ubicación del residuario, el cual pudo funcionar como un punto vigía para controlar el paso desde el Valle de la Vega Real hacia la costa norte, a través de la Cordillera Septentrional, posición muy similar a la del ya mencionado sitio de El Carril, además del sitio El Flaco, precisamente situados frente a la entrada del paso de Los Hidalgos, a través del cual se controla el acceso desde el valle del Cibao hacia el Valle del Bahabonico, lugar este último donde se fundara villa de La Isabela en 1494. Otro caso interesante que llama la atención por la alta presencia de fauna marina, es el sitio Río Verde, ubicado en pleno valle del Cibao a unos 60 km de la costa (Veloz Maggiolo 1972:301), este asentamiento es una muestra fehaciente de la existencia de redes de distribución e intercambio importantes entre la costa y las zonas interiores, además de mostrar la importancia de las rutas terrestres en la comunicación entre ambos espacios (costa-valle), a través de la Cordillera Septentrional (Veloz Maggiolo et al. 1981:286, 330; 334-335). Un tercer modelo de ocupación básico para los sitios de cerámica de estilo Meillac de la región, ha sido descrito para el yacimiento Río Joba (Veloz Maggiolo et al. 1981), ubicado en la vertiente norte de la cordillera septentrional. El mismo expresa una ubicación más cercana a zonas cercanas al litoral, y una vinculación con la desembocadura del río. Este modelo se asocia con una mayor explotación de los recursos del litoral marino, y quizás es el tipo de sitio que constituye un eslabón inicial importante en la relaciones de intercambio, que suple de ese tipo de productos a los asentamientos del interior, además de que puede constituir una de las varias puerta de entrada que debieron existir para objetos de intercambio que vienen desde fuera de la isla, a la vez que ejercían un control directo sobre el acceso a la explotación de ciertas zonas litorales para recolección y pesca. Un aspecto interesante en relación con lo anterior, es que sitios con cerámica de estilo Meillac, ubicados en la llamada línea noroeste de la República Dominicana como Hatillo Palma (Ortega y Veloz Maggiolo 1972), Buen Hombre y Las Aguas o Walterio), también asociados a lugares altos y barrancales junto al cauce principal de ríos importantes como el Yaque, reflejan la presencia de material alfarero relacionable con estilos de las series Ostionoide y Chicoide (Marichal 1994), y una alimentación esencial que sugiere un posible intercambio con los habitantes de asentamientos ubicados en la costa.

5.3.2 Las mezclas en las cerámicas En esta zona de la línea noroeste, también existen reportes de asentamientos donde excavaciones limitadas y colectas de superficie generaron material alfarero mixto de los estilos Meillac y Carrier. Ese fenómeno se reporta, además, en asentamientos con indicios de bateyes y plazas ceremoniales, y en todos los casos existe gran presencia de moluscos marinos y terrestres (Marichal 1994). En los sitios donde se percibe la vinculación de más de un tipo de cerámica (Meillac o Carrier), casi siempre es posible definir el predominio de uno de ellos81 (Deagan y Cruxent 2002:27-28; Guerrero y Veloz Maggiolo 1988:44-47; Olsen Bogaert et al. 2000; Rouse 1941:91; Veloz Maggiolo y Ortega 1980). Ese fenómeno arqueológico, a partir de la lógica de pensamiento criticada en acápite anterior (5.2), ha sido asumido como los

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Un ejemplo bien definido al respecto se encuentra en el sitio La Isabela donde una parte muy pequeña de las cerámicas no decoradas (0,2 % o 18 tiestos) y decoradas (2 % de todas las decoraciones, 142 fragmentos) fueron identificadas dentro de la cerámica Meillac. Mientras el 98 % de la cerámica decorada representa la tradición Chicoide (Deegan y Cruxent 2002:321-322).

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síntomas de la hibridación entre los Taínos y los Macoriges, y sus inicios son atribuidos entre el siglo XI al XIII d.C. Desde el punto de vista contextual, hasta el momento el mismo ha sido registrado de la siguiente manera: ♦ Sitios con cerámicas Meillacoides y Chicoides mezcladas en superficie. ♦ Sitios con cerámicas Meillacoides y Chicoides mezcladas en un mismo nivel. ♦ Sitios con cerámicas Chicoides y Meillacoides junto a cerámica de un estilo que los arqueólogos dominicanos han bautizado como “transicional” u Ostiones tardío. ♦ Sitios con cerámicas Meillacoides ubicados en zonas contiguas a sitios con cerámicas Chicoides (Guerrero y Veloz Maggiolo 1988:45). Otro dato interesante en relación con la dispersión de estos tipos de cerámica dentro de la región norte, es la presencia de algunos elementos cerámicos Meillacoides en espacios más hacia al este, como la porción oeste de península de Samaná (Krieger 1929:fig. 18; López Belando 2012), además de la diferencia en las expresiones cerámicas Chicoides de esa zona respecto a las del noroeste de la región y su mayor cercanía a las del sudeste de la isla, en particular a las de la zona de Macao. Ese rasgo abre interrogantes interesantes acerca de la conformación de un paisaje cultural matizado por la diversidad, y donde las cerámicas desempeñan un rol importante al reflejar identidades inherentes a ciertos sectores dentro de la región. En relación con las mezclas de cerámicas en un mismo contexto en este espacio también es importante destacar la existencia de sitios donde se observa la mezcla de cerámicas Ostionoide y Meillacoide (Keegan 1999; Rouse 1941, 1992; Veloz Maggiolo et al. 1981), lo cual (como ya se ha discutido en capítulos anteriores), ha sido interpretado en función de diversos modelos para explicar los orígenes del estilo Meillac en esta parte de La Española (en especial en el Valle del Cibao) y su desplazamiento o difusión hacia los espacios más occidentales del Caribe.

5.3.3 Actividades económicas Dentro del conjunto de actividades económicas predominantes en los asentamientos de la región, se ha registrado un énfasis marcado en actividades de colecta, tanto las realizadas en ambientes marinos de playa con fondos arenosos o arrecifes, así como en zonas de manglares. Ambos ecosistemas parecen haber sido vitales en las actividades económicas de subsistencia relacionadas con los sitio del área (De Grossi et al. 2008; Keegan 1999; Ortega y Guerrero 1981). Incluso, en algunos casos existen evidencias de posible sobre-explotación de ciertas especies o de cambios en el ambiente. Esto último, se refleja en la alta frecuencia de conchas (e.g., Anadara sp, Codakia sp), presentes en las capas más profundas del sitio Ile a Rat (ubicado en el norte de Haití) mientras en su capas superiores son más comunes los gasterópodos pequeños o juveniles. La diversidad de moluscos exhumada en ese sitio es tan grande, que puede llegar a alcanzar 88 tipos diferentes de almejas y caracoles (Keegan 1999:235) que igualmente incluyen una alta cantidad de ejemplares pequeños. En otros asentamientos de la región, como el sitio Loma Perenal cercano a La Isabela, el análisis de una muestra de 65 kg de material asociado a restos de dieta determinó que los bivalvos marinos se representaban al menos por 16 especies y constituían la mayoría del muestrario (93,1%). Por su parte los gasterópodos con 22 especies constituyeron el restante 6,9%, y las especies de ostras o bivalvos por si sola constituyeron el 60% de todos los restos malacológicos recuperados, lo que en esencia muestra la intensidad de las actividades económicas realizadas en ambientes marinos como en zonas de manglares (De Grossi et al. 2008:318). Por su parte, los registros de información existentes para el espacio más al noroeste (costa norte del actual Haití) (Krieger 1931; Koski-Karell 2002; Moore 1991; Moore y Tremmel 1997; Rainey 1941:24-27; Rouse 1941) de la isla de La Española, revelan la presencia de un intenso conglomerado de diferentes culturas arcaicas y ceramistas que habitaron en distintos paisajes y espacios geográficos de ese sector. Dentro de ese conglomerado sobresale, por su amplia dispersión, diversidad de espacios ocupados y cantidad de ocupaciones registradas, la llamada expresión cultural Meillac. Las cronologías disponibles hasta el momento resaltan la habitación de grupos humanos en diferentes momentos (Moore 2007), aunque no se descarta la coexistencia entre gentes de ambos periodos (arcaicos y ceramistas) al igual que entre los portadores de diferentes estilos cerámicos.

5.3.4 Montículos y patrones de asentamiento Una descripción interesante sobre los patrones de asentamiento inherentes a esa diversidad de culturas, ha sido registrada en detalle para la región de Fort Liberté (Koski-Karell 2002; Rainey 1941). Un rasgo sobresaliente

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que precisamente la distingue, es la presencia de montículos basureros, donde los residuos fundamentales son marinos y su profundidad es variable, por otro lado, el empleo de las cuevas presentes en esa región sugiere un uso como fuentes de agua o lugares de enterramiento (Rainey 1941:22), además como espacios rituales con expresiones de arte rupestre (Beauvoir Dominique 2009:79-81) y no como lugares de habitación permanente. Una descripción de los montículos del emblemático sitio Carrier ubicado en esta zona, registra interesantes aspectos a tomar en cuenta. En primer lugar, se trata de montículos compuestos por una capa esencialmente de conchas asociadas a cenizas y carbón donde se registran la mayor parte de las evidencias arqueológicas. Por debajo de esta capa aflora una capa de tierra clara generalmente estéril. La estratigrafía es similar para todos los montículos, y en todo caso el área de mayor concentración de restos es hacia el centro de cada montículo,82 donde además los residuos alcanzan mayor profundidad. Por otro lado, la disposición de los montículos conforma una especie de formación circular, y solo conchas y tiestos aislados se presentan en las áreas intermedias entre ellos lo que fue interpretado como posibles localizaciones de viviendas (Rainey 1941:30-33). La ubicación de los montículos en Carrier, también parece definir claramente un área central y a diferencia de algunos yacimientos dominicanos como El Carril (Veloz Maggiolo et al. 1981:332), los mismos han sido considerados como marcadores de espacios de vivienda separados, y no como montículos agrícolas.83 Por otro lado, su estratigrafía también revela la presencia de algunos instrumentos de sílex, propios de los “arcaicos” de la región, lo que ha sido valorado desde alternativas de reutilización, más que desde opciones de interacción. En general, el patrón de asentamiento para ese tipo de sitios en esta área, revela una ubicación tanto en zonas relativamente bajas como en elevaciones, y sobre todo formando conglomerados o agrupaciones en torno a zonas específicas (Koski-Karell 2002; Rainey 1941:32-33). Las descripciones del patrón de asentamiento para otro sitio emblemático de esa región, el sitio Meillac, lo representan con rasgos muy similares a los descritos para los asentamientos de ese tipo reportados en el noroeste de la actual República Dominicana. En él predominan los montículos de concha, localizados en la cresta de una elevación ubicada por encima del banco de un río, mientras su estratigrafía muestra depósitos de concha, ceniza, huesos, tiestos de cerámica e implementos de concha. Las informaciones obtenidas de algunos informantes de la zona (Adriano Rivera y Neftaly Cruz: comunicación personal) así como las investigaciones (Rainey 1941:35) también revelan que es común encontrar restos humanos en las márgenes de esos montículos, lo que indica que estos fueron inhumados o al menos depositados expresamente en ese tipo de espacios. Incluso, se reportan vasijas asociadas a algunos de ellos, aspecto este último que, como ya se ha dicho, coincide con la poca incidencia de grandes cementerios reportados para toda esta región, y de hecho parece ser un rasgo de las ocupaciones vinculadas a las llamadas cerámicas Meillacoides de varias islas de las Antillas Mayores. En el caso de Meillac, los montículos de concha son de formas más bien alargadas, y a diferencia de los montículos en los sitios Carrier, su orientación no siempre es regular ni con una disposición circular con espacio central, al contrario, su disposición se muestra mucho más variable y sobre todo predominan la ubicación en hileras sobre la cima o cresta de lometones o elevaciones, mientras en otros casos se observa una combinación de esta forma con una disposición relativamente semicircular de una parte de los montículos (Rainey 1941:32 fig. 9). Otro aspecto descrito es que a diferencia de los montículos en el sitio Carrier las huellas de hogares con alta concentración de cenizas en el medio de los montículos no está presente (Rainey 1941:37). Los instrumentos líticos y de concha son semejantes para ambos tipos de sitios y las descripciones también hablan en algunos casos de una mezcla de tiestos Meillac y Carrier (Koski-Karell 2002; Rainey 1941:42-45).

5.3.5 El paisaje cultural y la ocupación “arcaica” La distribución de sitios “arcaicos” registrada en la región, muestra otros aspectos peculiares a tomar en cuenta en el paisaje cultural. Su tendencia es a ser más representativa e intensa en la medida que se avanza hacia el 82

Esta característica marca un contraste importante respecto a algunos de los montículos observados en el área objeto de estudio en la presente disertación. En esta última algunos de los montículos presentan como rasgo predominante la existencia de piedras de rellenos en la zona central y la acumulación de evidencias o basura arqueológica se concentra en las zonas periféricas. Esta disparidad señala hacia la existencia de distintos tipos de montículos, posiblemente asociados con diferentes funciones o estructuras, y creados a partir de procesos específicos. 83

A pesar de las consideraciones de los montículos de este sitio como montículos agrícolas, en una visita al mismo en el año 2008 en compañía del Dr. José Oliver, pudimos observan la posible disposición de algunos de ellos en torno a un espacio central de forma cuadrangular, espacio que precisamente era delineado por camellones y/o modificaciones del terreno. A juicio nuestro esto genera una situación más compleja para la presencia de montículos en el Carril que solo sería dilucidada a partir de la realización de excavaciones de amplias dimensiones en el asentamiento.

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noroeste. Por ejemplo, Rainey tempranamente reporta unos cinco sitios “arcaicos” de los once investigados en Fort Liberté (incluido el importante yacimiento Couri), donde incluso cuatro de ellos contenían múltiples componentes culturales, incluido dos donde aparecía cerámica (Rainey 1941:24, 27). Posteriormente, la cifra se ha ampliado a más de cincuenta en toda esa zona (Koski-Karell 2002:143; Moore y Tremmel 1997), mientras en la misma medida en que se avanza hacia el noreste, la tendencia es hacia una presencia menor con hasta ahora pocos sitios representados en la región objeto de estudio sobre la República Dominicana (Ortega et al. 1973; Veloz Maggiolo 1980). Esa distribución espacial de los asentamientos “arcaicos”, también indica hacia tres patrones fundamentales hasta el momento. El patrón predominante en el norte del actual Haití, como espacio de mayor concentración de este tipo de ocupaciones, son los pequeños (66%) y medianos campamentos (28.9%), y no es posible definir asentamientos clasificados como muy grandes. Ambos tipos de sitios han sido localizados unos muy cercanos de otros, y se encuentran situados en zonas de costa cerca del litoral (96%) sobre un nivel con buen drenaje en la zona de la llanura costera cercanos a cursos de agua. Solo unos pocos sitios (2 hasta ahora) se encuentran en localidades interiores cercanos a fuentes de agua en zonas de terrazas elevadas sobre la llanura del norte (Koski-Karell 2002:148-149). Algunos contextos “arcaicos” dentro de ese segundo patrón también se mencionan por Alfred Krieger (1931:35-38) en la zona de Montecristi (actual República Dominicana), cuyo material ha sido catalogado como similar al de los sitios “arcaicos” Batey Negro y Hoyo de Toro (Vega 1973), estudiados por Veloz Maggiolo (1980:70; Veloz Maggiolo y Ortega 1973:3-4; Veloz Maggiolo 1976:137). En este mismo orden, existen reportes de evidencias relacionables con asentamientos “arcaicos” en las cordilleras central y septentrional de la República Dominicana consistentes en puntas, cuchillos y navajas de sílex similares a la de los sitios haitianos de Cabaret y Couri, cuya presencia se achaca a la conexión de ambos accidentes geográficos con los poblamientos tempranos de la zona de Fort Liberté, en Haití (Veloz Maggiolo y Ortega 1973:9; Veloz Maggiolo 1976:151). Un tercer patrón de ocupación de sitios “arcaicos” se reporta en el espacio más al noreste como la península de Samaná. En este caso, ese tipo de sitios ha sido localizado en cuevas para las cuales se detectaron dos niveles de ocupación. Un primer nivel correspondiente a expresiones culturales “arcaicas” a las que ya Krieger (1929:57) menciona como pre-Arauacas o pre-Cigüayas (Krieger 1931:20, 29-30), en ellas predominaban instrumentos de concha, piedra tallada en lascas, martillos con desgastes, e incluso se reportan perforadores y cuchillos de sílex. Las observaciones al respecto hablan de una uniformidad tipológica en todos los casos registrados, y además distinta a la de las capas superiores de estos sitios, en estas últimas existen manifestaciones de cerámica decorada y otro tipo de atributos. Esa observación remite a la posible utilización de esos espacios de cuevas en dos momentos diferentes. Los sitios con esas particularidades se encuentran en la llamada Cueva del Ferrocarril (también conocida como Cueva del Infierno) y Cueva San Gabriel,84 ambas ubicadas en la porción sur de la bahía de Samaná (Krieger 1929:6-9; Veloz Maggiolo 1976:87). Un contexto “arcaico” también ha sido reportado para la terraza inferior del río Yaque del Norte, y sus características coinciden con la descrita para la mayoría de los sitios del norte de Haití. Se trata del yacimiento conocido como Tavera, con una industria lítica muy rica y diversa que ha sido comparada con la de sitios como Ortoire y Banwari Trace de Trinidad (Veloz Maggiolo y Ortega 1973:6-7), además de una amplia variedad de lascas que incluye cuchillos de sílex fragmentados o completos. Un rasgo interesante que acompaña a ese ajuar, es la existencia de macro-restos botánicos, entre los que se incluyen semillas de palma (Roystonea hispaniola) y Corozo (Acrocomia quisqueyana). Es importante destacar que dos fechas de radiocarbono obtenidas sobre muestras de carbón (2095±135 AP y 1085±70 AP) (Veloz Maggiolo 1972:282; Veloz Maggiolo y Ortega 1973:13) para ese residuario, lo sitúan en un rango que en general abarca desde el 402 a.C a 390 d.C cal 2 sigma con CALIB 6.1.0 (Stuiver et al. 1986-2011). Por otro lado, algunos de los instrumentos característicos o propios de ese tipo de ocupación, como las hachas mariposoides, los metates planos y convexos, entre otros, también han sido reportados en posteriores ocupaciones ceramistas de la zona (Veloz Maggiolo 1972a:281-283), lo que de hecho, como ya se ha mencionado, parece constituir un aspecto llamativo que contribuye a perfilar las particularidades en la distribución de la cultura material que distingue a toda la región. El único contexto “arcaico” propiamente ubicado dentro del sector objeto de estudio, es el yacimiento Estero Hondo, estudiado a partir de una excavación sistemática y con una fecha sobre carbón que lo ubica en 2570±85 AP lo que equivale a un rango entre 846 a 412 a.C cal 2 sigma con CALIB 6.1.0 (Stuiver et al. 19862011), el mismo se vincula al patrón número tres de los antes mencionados para este tipo de sitios, al ubicarse en un farallón calizo próximo al litoral con cuevas y abrigos rocosos. En el interior de una de las tres cuevas presentes en el sitio (que contiene aguas cenagosas), se recuperaron materiales típicos de este tipo de ocupaciones, 84

Para esta última, las descripciones incluyen la presencia de un contexto arcaico con escasa cerámica no decorada.

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que incluyeron lascas de roca ígnea, además de varas de madera de guayacán (Gayacum sp) con muescas y señales de fuego realizadas de manera intencional. Por otro lado, la presencia de un entierro secundario colocado entre los restos de comida, y cubierto de ceniza y arena, asociado con una mano de roca ígnea y restos de ocre usado como colorante (Ortega et al. 1973:119), muestran aspectos que son recurrentes en otros sitios “arcaicos” reportados para la isla (Veloz Maggiolo et al. 1977; Veloz Maggiolo 1980). En general, la información existente hasta el momento muestra un solapamiento de la que hasta ahora ha sido llamada edad arcaica con la agricultora en la región, con una fuerte incidencia en la llanura costera del norte Haití. Esta observación hay que tomarla en cuenta al momento de evaluar el paisaje cultural de la región, en su vinculación con los orígenes del llamado estilo Meillac, además de que parece marcar la existencia de dinámicas que intervienen en las peculiaridades y distribución de algunos de los componentes de cultura material que han sido anteriormente mencionados.

5.3.6 Las expresiones de arte rupestre Otro aspecto interesante que llama la atención sobre la región objeto de estudio, es la baja frecuencia de expresiones de arte rupestre en la Costa Atlántica, las cuales son más comunes hacia el sector noreste vinculado a la bahía de Samaná. Los datos disponibles hasta hora indican que, en la provincia de Puerto Plata de la República Dominicana, hasta el momento solo existen cuatro estaciones de arte rupestre, lo que representa solo el 0,88% de ese tipo de manifestaciones en esa parte de la isla (Atiles Bido 2009:91). En el norte de Haití, los reportes de expresiones rupestres consisten esencialmente en petroglifos ubicados en la región de Limbé y Morne Deux-Tetes los que parecen estar asociados a la amplia ocupación Meillac de esa zona (Beauvoir Dominique 2009:80). En contraste con lo anterior los registros indican que los yacimientos con arte rupestre en zonas de montaña, se encuentran más relacionados con las áreas centrales de la República Dominicana, sobre todo con las estribaciones de la Cordillera Central y cercanos a los valles fluviales. En las tierras llanas de valles interiores ese tipo de expresiones aparece con menos frecuencia. Además de que parece estar asociado solo a sitios de tradición Chicoide (Pagán Perdomo 1980). Sobre el arte rupestre también es importante destacar que en las informaciones existentes para las Antillas Mayores no ha reportado una alta presencia de arte rupestre para zonas con predominio de yacimientos de tradición Meillacoide y donde estas existen en su mayoría corresponden a estaciones petroglíficas (Gutiérrez Calvache et al. 2009; Allworth-Jones 2008:104-105) que mayormente aparecen de manera aislada y en poco casos forman conjuntos. Este rasgo fue tempranamente señalado por Irving Rouse (1942:164) para las lomas de Maniabón en el oriente de Cuba e incluso contemplado como uno de los distintivos para la división entre lo que entonces se denominaban taínos y subtaínos.

5.3.7 Paisaje cultura y colonización europea Parte del paisaje cultural de la región también está matizado por la superposición de villas españolas sobre espacios que anteriormente habían sido ocupados por comunidades indígenas (Hodges et al. 1995; Deagan y Cruxent 2002:18-20), lo que implica una reutilización y modificación del espacio desde dos perspectivas diferentes. En algunos de esos primeros enclaves coloniales, existen zonas donde las ocupaciones indígenas iniciales no aparecen distorsionadas y aisladas de los restos europeos, en ellas, las fechas de radiocarbono muestran su ocupación en un período previo y su identificación es básicamente con cerámicas de estilos Carrier o de estilo Meillac en las que predomina una de estas. En otro orden, contextos indígenas del período de contacto, como En Bas Saline, han mostrado una continuidad y mantenimiento de prácticas culturales y de habitación registrados para los momentos precolombinos en momentos posteriores al arribo europeo. Esto ha sido relacionado con la naturaleza de los roles de género entre los indígenas, y con la mediación de la jerarquía social entre los taínos como parte importante en la interacción e implementación de los propios mecanismos de dominación españoles (Deagan 2004; Wilson 1990). Entre los indicadores de esos aspectos, a niveles arqueológicos, se encuentra la amplia consistencia en prácticas culturales relacionadas con la producción cerámica y la preparación de alimentos, además de una continuidad en las actividades rituales relacionadas con festines y otras acciones sociales comunitarias reflejadas en una distribución espacial que no fue alterada en sus aspectos básicos. Esa particularidad muestra lo erróneo de la idea del colapso monolítico de la población taína de La Española (especialmente dentro de esta región) después de 1492 y, por el contrario, señala hacia una diversidad de experiencias en los procesos de instauración

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Arqueología en la Línea noroeste de La Española. Paisajes, cerámicas e interacciones

de la dominación española y hacia las supervivencias indígenas (Cusick 1991; Deagan 2004) que moldearon este paisaje cultural desde fechas anteriores.

5.4 Los análisis cerámicos y la región norte de La Española. Modelos predominantes 5.4.1 El sistema modal Como se ha analizado en el capítulo cuatro, desde el establecimiento por Irving Rouse (1941) en la arqueología de las Antillas Mayores de un sistema de clasificación cerámica, a través del cual se conjugan tres aspectos básicos, cronología (tiempo-espacio), atributos, y vínculos filogenéticos (Siegel 1996:672), la determinación de los orígenes estilísticos en la cerámica ha sido el factor recurrente y predominante en las investigaciones arqueológicas en el norte de La Española. Los conceptos aplicados al estudio del material cerámico en esta región, entre los que destacan: modo, tipo, escala de tiempo, proceso, difusión y persistencia, han constituido la plataforma que define la interconexión entre los contextos arqueológicos analizados en esta zona de La Española, además de que el concepto de “cultura arqueológica” desarrollado por Rouse (1939; 1941) en sus estudios sobre la cerámica haitiana, resulta clave para comprender toda la perspectiva posterior de las investigaciones sobre cerámica en las Antillas Mayores. Una cultura arqueológica, en opinión de Rouse (1939:15, 1978), está referida a través de los artefactos depositados en un sitio por gentes relacionadas, lo que permite asumir que todos los grupos de especímenes del mismo tipo, o de tipos similares, tienen un mismo origen y pueden considerarse bajo una unidad histórica. Ese concepto constituye el fundamento sobre el cual se operacionalizan los conceptos ya mencionados (sobre todo los de modo y tipo), y una aplicación a fondo del mismo en sentido cerámico, perfila la visión histórico-cultural de la “interpretación” que rige este modelo. En ese sentido, el concepto de cultura arqueológica, asumido y desarrollado a partir de los estudios pioneros en el norte de La Española (específicamente en Fort Liberté) (Rouse 1941), y posteriormente ampliado por estudios regionales en otros contextos de las Antillas Mayores (Rouse 1942, 1952), remite a una idea de pureza de estilos cerámicos (idea normativa) en contraste con las nociones de sincretismo, hibridación, transculturación, dinamismo, agencia, etc. Esto, evidentemente, ha tenido importantes incidencias al momento de evaluar por parte de la arqueología las relaciones/interacciones sociales entre diferentes grupos expresadas a través de la cerámica85 dentro de la región de estudio. Un aspecto a destacar de este modelo, es el valor básicamente organizacional que se atribuye a los modos, sobre todo porque su distribución en tiempo y espacio les otorga la perspectiva más importante dentro del mismo, la determinación de las relaciones genéticas de una cultura (estilo) respecto a otra. En esa idea, si el análisis cerámico procede con el objetivo de reconstruir las normas mentales de quien produjo la cerámica, no existe manera de acceder a estas si no es a través de su clasificación. Esto demuestra el porqué una clave en los estudios cerámicos desarrollados desde esta visión en el norte de La Española, ha sido la distinción de atributos (modos) y la creación de listas (patrones) de aquellos que son inherentes a un estilo específico (Rouse 1941:6468; Rouse 1960:313-315). El manejo de un concepto de estilo cerámico definido como un set único de materiales, formas, o atributos decorativos, usados para identificar un área, un período, y las gentes responsables de su manufactura (Rouse 1952:327; Cruxent y Rouse 1982:22-23; Rouse 1965:503), ha sido la base para la aparición de otros dos conceptos o categorías más amplios con el fin de trazar su continuidad y sus cambios. Se trata de los conceptos de series y subseries (Vescelius 1980; Rouse 1992:33-34), los cuales han señalado las relaciones entre los estilos y regiones de las Antillas Mayores (incluido el norte de La Española) a partir de establecer las correspondencias y continuidad en ciertos modos cerámicos.86 Esto ha contribuido a definir los aparentes orígenes y desarrollo de las cerámicas del norte de La Española, vinculados a una única tradición cerámica (Rouse 1965, 1989, 1992:97-99). 85

Este concepto de cultura arqueológica también lleva implícito otros aspectos esenciales con respecto a la relación entre cultura y sociedad. Sus apreciaciones se fundamentan en el establecimiento de una analogía entre esos dos elementos que es similar a la establecida para lo que se denomina clases y tipos en el sistema de clasificación cerámica. Las clases y los tipos se pueden usar de manera intercambiable. Las primeras se restringen a los objetos. Los objetos similares de una colección pueden ser separados y cada uno de esos grupos se transforma en una clase. Por su parte, los tipos serían los atributos que definen cada una de las clases establecidas, por tanto en el plano cerámico serían el conjunto de atributos que distinguen una particular clase de cerámica. De esta misma manera, las sociedades se consideran los individuos que forman los grupos, y la cultura son los rasgos y normas que dominan su comportamiento (Siegel 1996). A partir de aquí sí el objetivo central de la Antropología y la Arqueología es el estudio de la cultura, su meta esencial se reduciría a extraer las normas y establecer tipos como forma de entender el comportamiento social. 86

Posteriormente Rouse (1992) adicionó el concepto de Ware, el que estaría caracterizado por un set de modos de material, tecnología, forma y decoraciones, que podían representar parte de un estilo cerámico.

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Llevado al plano del norte de La Española, ese tipo de acercamiento a la cerámica desde una clasificación modal, se ha preocupado más por reflejar la variabilidad y diversidad estilística de este componente de la cultura material en sus aspectos formales y decorativos. La idea central ha sido la búsqueda de estándares y las variaciones que pueden ser inferidas desde estos, generalmente han sido consideradas el reflejo de patrones de comportamiento social limitados, como la migración, colonización y aculturación.87 Desde estas últimas, básicamente se explican las transformaciones en el conjunto de modos que distinguen los estilos cerámicos de la región, además de explicarse su propia presencia en esta área o su paso y dispersión hacia otras. Lo anterior reafirma que los intereses centrales, y la forma en que ha sido aplicado ese tipo de análisis cerámico, en especial en La Española, han sido demostrar las relaciones culturales e históricas entre los elementos que se clasifican más que comprenderlos.

5.4.2 Las modificaciones al sistema modal El desarrollo de algunos modelos alternativos para explicar el desarrollo y la transformación de las cerámicas en la isla de La Española, se desarrollaron esencialmente a partir de la década del setenta del siglo XX. La formación de esas propuestas asumió dos vertientes esenciales que no se encuentran desconectadas de los procesos de revisión que por momentos han inundado la arqueología del Caribe: a) Los intentos de modificar aspectos específicos dentro de los sistemas explicativos prevalecientes a partir de la obtención o reinterpretación de nuevos datos arqueológicos. b) Los intentos de producir modelos alternativos desde enfoques teóricos que cuestionen los basamentos centrales del modelo tradicional imperante. Dentro de la primera vertiente, sobresalen las ideas que conectan a la isla de La Española con (Arvelo y Wagner 1984; Callaghan 2001; Cassá 1992:64-70; Hofman y Bright 2007; Hofman y Hoogland 2004; Hofman et al. 2011; Mol 2010, 2011; Pagán Jiménez y Rodríguez Ramos 2007:252-259; Rodríguez Ramos 2011:164192; Zucchi 1984, 1990) las Antillas Menores y con otras regiones del Caribe continental. En ellas sobresale la consideración de las interacciones a una escala macro, que es avalada por la cerámica y por otros elementos de cultura material, indicativos de la existencia de ciclos de interacción multi-vectoriales. Sin embargo, la evaluación de las interacciones desde un escenario regional que considere su importancia en la formación de las sociedades que habitaron diferentes espacios dentro de la isla aún reclama mayor atención. Además demanda de enfoques comparativos que no solo incluyan la observación de los objetos o los elementos similares al momento de establecer los vínculos entre las perspectivas de región y de sitio.88 Dentro de las ideas generadas a partir de enfoques teóricos alternativos, una vez más resalta la influencia del marxismo y la ecología cultural. Ambas líneas de pensamiento, aunque no pueden considerarse homogéneas, se han caracterizado por los intentos de aproximación a la vida social como forma de ofrecer una visión integral y de continuidad histórica de las comunidades indígenas (Tabío y Rey 1966; Tabío 1984; Veloz Maggiolo 1976, 1978, 2003; Guarch 1990). En ocasiones esto ha generado criterios de validación, generalizaciones y reconocimiento de transformaciones o cambios sociales a partir de datos arqueológicos realmente limitados y escuetos.89

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Estudiar los atributos de la cerámica para definir o integrar los complejos en conjuntos estilísticos, series y subseries se convirtió en el proceso equivalente a estudiar toda la cultura y la sociedad a diferentes niveles. Observar las relaciones filogenéticas entre las cerámicas e inscribirlas dentro de las normas propuestas se convirtió en la forma básica de aproximación a los movimientos migratorios, y de hecho en la forma de acceder a la transformación y evolución cultural de los grupos humanos. 88

La diversidad y variabilidad en la Edad Cerámica en las Antillas Mayores en este caso ha sido vista preferentemente desde posiciones difusionistas, con énfasis en la opción migratoria. A partir de ella, la explicación del origen de las diferentes expresiones cerámicas de este espacio se fundamentan por similitudes estilísticas de la cerámica con otras regiones. Sobre todo porciones de las Antillas Menores (Bullen 1973), el noroeste de Sudamérica (Arvelo y Wagner 1984) o el litoral Caribe de Colombia (Meggers y Evans 1971). 89

Los modelos sustentados en aspectos económicos (Veloz Maggiolo 1978, 1985; Veloz Maggiolo et al.1981, Veloz Maggiolo y Ortega 1986) recurrieron a elementos culturales, así como a los de base étnica y de vida cotidiana y espiritual, que supuestamente eran inferidos desde la arqueología. En particular, a partir de la distinción de fases de ocupación obtenidas por la seriación cerámica. Sin embargo, el gran peso en la delimitación de esos aspectos se asumió a partir de leyes sociales. A través de ellas, se trataba de explicar, establecer u organizar los esquemas y modelos propuestos. En ese sentido, la información de los complejos culturales, expresada en formulaciones generales, aún cuando se reconocían factores de variedad (no solo cerámica), seguían recurriendo básicamente a patrones o normas (económicas, leyes sociales, modos de vida, patrones cerámicos), como las base esencial para las explicaciones (Keegan y Rodríguez Ramos 2004).

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Esos enfoques aunque no necesariamente recurren al ordenamiento cronológico y periodizado de la historia cerámica, el énfasis se desliza hacia cuestiones económicas y sociales que en muchos casos justifican la diversidad y el cambio cultural o social a partir de una visión ecológica (Veloz Maggiolo 1977) o económica-evolutiva (generalmente lineal) (Guarch 1990; Tabío y Rey 1966; Tabío 1984), por lo que las interpretaciones inevitablemente asumen en sí mismas un sentido de temporalidad. La repercusión de esas ideas en los estudios cerámicos de La Española, ha sido básicamente el cambio del sistema clasificatorio “modal” por un sistema clasificatorio “tipológico” o “taxonómico” (conocido como método Ford), según los ajustes desarrollados al mismo por Betty Meggers y Clifford Evans (Meggers 1999, 2009:1734; Meggers y Evans 1969).90 En este caso el paralelismo entre cultura y biología, aparece como el medio para explicitar semejanzas entre grupos sociales a partir de las fases obtenidas por las seriaciones cerámicas, lo que en el fondo repite la idea de que las causas de la variabilidad y diversidad cultural son resultado de la divergencia desde un mismo ancestro, y además tributa hacia la idea de la evolución asumida como un árbol de ramas interconectadas y reconectadas. A tono con esto, también es posible discernir un concepto de cultura limitado a la selección de rasgos adaptativos, ya sea de la tecnología, economía, organización sociopolítica, ambiente físico, social, o biótico (Veloz Maggiolo 1977, 1979). Esto, una vez más, inclina la balanza hacia la generación de patrones, donde la adaptación cultural y las leyes sociales son primordiales para entender avances, crisis o transformaciones a nivel tecnológico (incluida la cerámica) (Meggers 1999:6). Al final, al igual que en otros modelos normativos, el sentido histórico-cultural como basamento de investigación, se fundamenta en la combinación de patrones y procesos. Los primeros básicamente asumidos como fases, cuya existencia y posición dentro de un continuo cronológico-cultural, está determinado por la clasificación tipológica de la cerámica, y su reflejo se expresa en forma de secuencias seriadas de ese material.91 Dentro de la arqueología de La Española (en especial de la República Dominicana) ese sistema se implementó para estudiar complejos con cerámicas Ostionoides y Chicoides de la región sudeste (Veloz Maggiolo et al. 1976; Veloz Maggiolo y Ortega 1986, 1996), mientras en la región norte alcanzó su materialización en los estudios sobre las ocupaciones con cerámicas de tradición Meillacoide del Valle del Cibao, cuyas secuencias seriadas fueron las bases para proponer un nuevo esquema al explicar los orígenes y la dispersión de esa expresión cultural.

5.5 Cerámica, interacciones y patrones de asentamiento. Una nueva perspectiva teóricametodológica 5.5.1 Los conceptos de estilo y tradiciones cerámicas Como ya se ha evidenciado, los estudios desde una visión holística y un enfoque social en la arqueología de la región más occidental del Caribe, no han sido los más frecuentes. A partir de aquí, para aproximarnos al estudio del norte de La Española, en particular a la región centro-occidental de la provincia de Puerto Plata, lo hacemos desde una perspectiva que combina el análisis integrado de aspectos morfológicos, estilísticos y tecnológicos, de la cerámica, en conjunción con los elementos del paisaje y los patrones de asentamientos existentes en esa zona. Esto, como una forma de caracterizar desde una escala regional y local, un espacio hasta ahora poco conocido por la arqueología de esta isla y del Caribe, y donde la alta densidad de asentamientos arqueológicos, y la diversidad y compleja variedad en estilos cerámicos y modelos de ocupación parecen ser la nota predominante.

90 Uno de los rasgos sobresalientes presentes en la base de esas propuestas (Meggers 1999a, 2009; Veloz Maggiolo 1977, 1978) estuvieron en la comparación de la complejidad y diversidad de los fenómenos biológicos con los culturales. En ese parangón determinados conceptos como selección natural y deriva genética se constituyeron en mecanismos para explicar la estabilidad (selección estabilizadora) o los cambios en las culturas precolombinas. La selección funcionaba como un ente conservador en conjunción con factores ambientales mientras la deriva enfatizaba en un proceso opuesto vinculado a las mutaciones y el flujo genético. Las contrapartes culturales de estos conceptos biológicos se focalizaban en la invención (descubrimiento), y la difusión (aculturación) las cuales constituían mecanismos vitales para explicar la variabilidad cultural y su ordenación. En síntesis la deriva cultural fue considerada como un fenómeno capaz de revelar divergencias entre complejos culturales relacionados además ofrecer una guía para valorar sus conexiones. 91

Desde esa óptica se generó un sentido de explicación del pasado que se cerraba únicamente en mecanismos económicos o aspectos ambientales, y donde determinadas categorías sociales o ecológicas determinaban o llevaban el peso en la reconstrucción histórica. Al final esto desembocó en la formación de patrones o esquemas que pre-definían el fenómeno estudiado (Keegan y Rodríguez Ramos 2004).

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Con ese enfoque, también nos proponemos generar una aproximación inicial a los aspectos sociales vinculados con las variaciones en las tradiciones cerámicas propias del norte de La Española, para ello, se toma como base esencial la distribución de los atributos cerámicos (formales, estilísticos y tecnológicos) inherentes a cada complejo en relación con el paisaje cultural de la región, y a partir de ahí se intenta reconocer los modelos de intercambio o interacción con los que pudieron estar vinculados. Con esta finalidad, el estilo es considerado como una amalgama particular de elementos tecnológicos, formales, iconográficos y epigráficos (Rice 1987:244-245) que se manifiesta en objetos que, consciente o inconscientemente, pueden llevar un mensaje, por tanto en sí mismo contiene imaginería y ejecución (técnicas). A partir de este concepto, se realiza un análisis detallado de los atributos de orden tecnológico y formal de la cerámica, en aras de obtener una visión más holística de los estilos/complejos representados en el norte de La Española. Esta combinación también tiene el objetivo esencial de salir de la dicotomía que generalmente solo enfatiza en la caracterización de cuestiones estilísticas puras o en aspectos tecnológicos derivados desde estudios arqueométricos. Con el objetivo de superar esta dicotomía, en el presente estudio hemos asumido como lineamiento teórico la existencia de una firme relación entre la tecnología cerámica, el contexto, las condiciones ambientales, y las prácticas económicas, sociales y políticas. La consideración anterior se inserta dentro de la visión que maneja la naturaleza cultural de las opciones tecnológicas, lo que de hecho se constituye en un foco de interés sobre los aspectos tecnológicos de la cerámica, al evaluar la variabilidad e interacción estilística a nivel regional. En concordancia con esto, también nos hacemos eco del concepto de estilo tecnológico (Lechmant 1977; Sillar y Tite 2000), en el centro del cual se encuentra la idea de que cada estado o etapa del proceso tecnológico es el reflejo de elementos que, consciente o inconscientemente, inciden en su selección, por lo que cada actividad tecnológica es el resultado de posibilidades prácticas que son revividas y seleccionadas a través de criterios culturales. Por tanto, los aspectos tecnológicos también brindan información sobre relaciones sociales y la identidad grupal. En consonancia con esa visión, estudios arqueométricos como análisis de composición mineralógica de la cerámica, análisis de texturas, lámina delgada, nos proveen de datos que permiten examinar a algunos aspectos de las opciones tecnológicas empleadas en los asentamientos de nuestro espacio regional. De esta manera, y en conjunción con los aspectos morfológicos, se genera una línea de datos sobre la cual el rol de los factores culturales y sociales vinculados a las interacciones, los cambios y fusiones estilísticas, y la posible movilidad intra-regional o extra-regional de los grupos son ponderadas (Descantes et al. 2007, 2008; Fitzpatrick, et al. 2008; Hofman y Jacobs 2000, 2003, 2004; Hofman et al. 2008; Isendoorn et al. 2008). Esto último también se ajusta a la idea de que las propiedades estilísticas se consideran en el contexto cultural de la tecnología, así como en el ambiente sociocultural de las comunidades que poblaron este espacio de las Antillas Mayores. Sobre la base de lo anterior se toman en consideración los factores sociales que pudieron crear las variaciones en los estilos cerámicos representados en la región, sobre todo, las relaciones entre comunidades y la competencia que pudo generar la convivencia de grupos sociales distintos en un mismo espacio. Entre los aspectos considerados se encuentran la emulación y la imitación. La emulación que por lo general puede resultar en la transformación de la asociación simbólica de ciertos atributos dentro de un estilo, también puede generar la introducción de otros nuevos sin que esto necesariamente produzca cambios o altere las jerarquías o las posiciones de los grupos involucrados en la misma. En ese sentido es necesario apuntar que autores como Wiessner (1990:109) han señalado algunas situaciones que son propicias o conducentes a que las expresiones estilísticas reflejen emulación o imitación, entre ellas se cuentan el miedo, las competencias por el acceso a ciertos recursos, las agresiones, o la necesidad de cooperación para alcanzar determinados objetivos, además de la imposición de control político. En ese mismo orden Hodder (1982:31) también ha referido que precisamente es en escenarios donde existe competencia por el acceso o control de territorios o por el uso de determinados recursos, donde la negociación de las identidades puede ser más claramente desplegada a través del estilo y redundar en variaciones estilísticas marcadas. A partir de las consideraciones anteriores, aunque estimamos que el estilo constituye un recurso de expresión de la identidad, también asumimos que este puede ser utilizado como una herramienta de estrategia social, donde copiar o imitar el estilo o los atributos del estilo de otro grupo puede disfrazar diferencias, así mismo los préstamos o la asimilación de atributos desde un estilo específico a otro pueden expresar solidaridad y alianza sin perjudicar la identidad del grupo, o reforzar las relaciones entre grupos y demostrar que además de dependencia existe complementariedad. En esencia, el ambiente estilístico que puede ser motivado u originado por una o varias estrategias sociales o por situaciones especificas, tributa hacia la visión esencial que sobre variación estilística de la cerámica asumiremos al momento de analizar la región norte de La Española. Desde ese punto de vista los estilos en ella

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representados son para nosotros más que formas de hacer, más que conjuntos de atributos reflejados de forma pasiva, más que simples opciones entre otras alternativas constreñidas culturalmente, o más que formas de comunicar la identidad social. En ese caso también los consideramos un conjunto de reglas que pueden ser manipuladas o pueden variar ante un conjunto de alternativas concebidas en negociación de la propia identidad o del acceso a espacios importantes para la propia reproducción social del grupo. Elementos que en este caso se consideran en una estrecha relación con los aspectos del paisaje cultural y los patrones de asentamiento. Desde ese último punto de vista, en esta disertación la cerámica no se concibe como un simple mecanismo de datación, o solo para conectar o separar ciertos sitios o fases a partir del uso de cerámicas similares o distintas. Aunque no se niega que una cerámica similar pudiera ser usada al mismo tiempo en diferentes sitios, y que esto pueda tener una cierta vinculación cronológica, tampoco se asume que su producción fue siempre un proceso contemporáneo. Una percepción unilateral al respecto, ignoraría un complejo de opciones que se vinculan o se encuentran detrás de una misma forma o tipo de cerámica presente en varios asentamientos. En este caso, se intenta analizar la sociedad detrás de los objetos de cerámica, más que asumir ésta última como un simple elemento de conexión cronológica entre un conjunto de asentamientos. Otro concepto importante manejado en este estudio es el de tradiciones cerámicas. En ese caso se toma en cuenta que las tradiciones definen la vida de cada ser humano. Éstas son valores, métodos, costumbres que se trasmiten entre las gentes en ciertas regiones y a través de cierto espacio y tiempo. Llevado al plano cerámico, según Franken (1995:99) sería un set recurrente de rasgos en la producción cerámica, recurrencia que se relaciona con la arcilla utilizada, el método de concebir las formas, la terminación, secado, quemado, y además de las maneras en que se distribuye la cerámica. Por tanto, es un concepto vital al momento de percibir el estilo, en tanto un objeto no solo puede ser considerado desde su forma, su proceso tecnológico y su composición. El estilo también abarca una tradición, un proceso complejo de selecciones conscientes o inconscientes, las cuales son dictadas por los constreñimientos tecnológicos y la esfera cultural en la cual este es producido (Groot 2011:6). Desde esta última perspectiva, las tradiciones cerámicas no serán consideradas complejos fijos o estáticos de opciones. La transmisión del conocimiento de las opciones a través de generaciones en forma de “paquete”, puede ser influenciada por un conjunto de factores de diverso rango. Entre ellos, las circunstancias naturales, sociales, políticas, económicas en las cuales esas tradiciones existen, lo que de hecho puede traer aparejado consecuencias para su propia naturaleza. Es por ello que se asume que los cambios en las tradiciones cerámicas (además de otros elementos), pueden ser reflejo de la propia evolución y los cambios en una sociedad (Groot 2011:8). Como bien expresan Sillar y Tite (2000), el intercambio activo de opciones individuales o locales, puede revelar la vía por la que los artesanos pueden alterar o extender las prácticas existentes y las opciones culturales. En ese caso, los cambios o variaciones de una tradición cerámica, a la larga dependen de la activa relación entre las opciones individuales, las que pueden tener una naturaleza innovadora frente a la naturaleza conservadora de las propias opciones culturales.92

5.5.2 Los conceptos de agencia e interacción cultural Como ya se ha dicho, en la mayoría de las arqueologías de las Antillas Mayores las preguntas tradicionalmente manejadas en relación con los cambios en las cerámicas, han sido respondidas en términos de relaciones interculturales superficiales y generalmente han estado vinculadas a los efectos de las migraciones. Sin embargo, preguntas como: ¿Qué otros factores sociales incitaron estos cambios?; ¿fueron cambios generales o colectivos inherentes a todos los complejos, regiones y espacios donde una tradición cerámica se manifiesta o solo ocurren a niveles locales más limitados?; ¿en qué medida las interacciones pueden constituirse en factores de cambio y dispersión de los mismos? han sido poco valoradas. En aras de intentar responder algunas de esas preguntas, la forma en que se llevará adelante la aproximación a los aspectos sociales reflejados a través de la cerámica, manejará una percepción inversa a su proceso de elaboración. En particular, el estudio parte del análisis de tres aspectos subsecuentes y relacionados.

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Consecuentemente, consideramos que cada opción tecnológica seleccionada es co-dependiente de otra, y es realizada dentro de cierta chaine operatoire (cadena operatoria) (Leori-Gourhan 1993:305, 319). Sin embargo detrás de esa consideración puramente tecnológica está situado un contexto sociopolítico y cultural específico, el cual puede imponerle ciertos límites o motivaciones al rango o conjunto de opciones que son realizadas o materializadas.

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a) Los aspectos formales y decorativos. b) Las características tecnológicas. c) La materia prima utilizada. Esos tres aspectos serán analizados a una escala local y regional en una muestra de asentamientos de la zona del norte de La Española, y especialmente los dos últimos se desarrollaran a manera de un componente arqueométrico en la investigación. Este último, en conjugación con los aspectos formales y decorativos, se constituye en una vía para penetrar en las formas de producción cerámica y en las particularidades con las que esta se manifiesta en la región. Esa aproximación a su vez se erige en un elemento vital para observar los posibles procesos de interacción social que tuvieron lugar a distintas escalas. Las perspectivas teóricas de agencia e interacción, unidas a una óptica comparativa, son las otras bases sobre las que se asienta el procedimiento heurístico que registra las variaciones estilísticas formales y tecnológicas de la cerámica en los complejos analizados. En particular, porque estas perspectivas contemplan que los atributos formales y tecnológicos de las cerámicas son el resultado de la actividad de comunidades que no solo fueron capaces de reproducirlos, sino que también tuvieron la capacidad para cambiarlos, redefinirlos y reinterpretarlos (Renfrew y Bahn 2005:3-4). En ese caso, esta capacidad de agencia contempla que las formas de hacer y reproducir los estilos o las tradiciones cerámicas son parte de los conocimientos sociales, y que estuvieron imbuidos de acción y por tanto pudieron ser modificados para contestar o redefinir significados de diversa índole. En cuanto al concepto interacción que se maneja en el presente estudio, el mismo se asume a partir de la perspectiva definida como interacción política entre pares (peer polity interaction) (Renfrew y Cherry 1986). Esta refiere o da cuenta de la dinámica social y de los procesos de intercambio y de flujo de informaciones, ideas, símbolos, objetos, etc. que tuvieron lugar entre sociedades que ocuparon una misma región. El concepto además sugiere que entre las comunidades interactuantes existe la tendencia a experimentar cambios y transformaciones más o menos similares. Por otro lado, esa interacción también puede acarrear la intensificación de la producción a partir de una emulación o competencia, que incluso favorece la tendencia a la aparición de sociedades más complejas (Renfrew y Bahn 2005:147-150). En esencia, el modelo que se desprende desde este concepto de interacción considera que el intercambio cultural que tiene lugar en contextos regionales (peer polity interaction) puede favorecer el desarrollo de nuevos niveles de producción y formas de especialización en las comunidades involucradas, contribuir a concertar alianzas, o propiciar el desarrollo de instituciones para gestionar la asignación y distribución de bienes y recursos dentro de un espacio específico. Aspectos que van de la mano con la idea de que esos procesos de interacción entre comunidades pares a nivel regional pueden crear cambios en los sistemas simbólicos o estilísticos de la cerámica inherentes a cada grupo participante, además de promover cambios socioeconómicos, y favorecer la formación de nuevos grupos étnicos, la dispersión de lenguas, y la distribución de ciertos tipos de objetos, fenómenos que son comunes y tienen gran vigencia en el paisaje social y cultural del norte de La Española. En conclusión se trata de un concepto que prioriza una visión de cambios y transformaciones culturales y sociales que pueden ser implementados a partir de una dinámica de relaciones locales o regionales, y no necesariamente siempre concebidas por la incidencia de la irrupción de factores externos vinculados a las migraciones o la difusión. En esos procesos, entre otras cosas, puede tener un peso importante la explotación de distintos recursos locales por diferentes comunidades, lo que no solo hace más necesaria e importante la interacción sino también puede generar especialización.

5.5.3 La taxonomía. Una aclaración necesaria Otro elemento importante a tomar en consideración en relación con el análisis de la cerámica se refiere a la significación de la taxonomía con la que distinguen los complejos cerámicos en el presente estudio. En ese sentido, a diferencia de los criterios tradicionales (Rouse 1992:33), no se utilizaran denominaciones taxonómicas referidas a las llamadas subseries en tanto su uso implica un reconocimiento directo y absoluto del origen de todos los complejos relacionados con la región norte de La Española desde la llamada tradición cerámica Saladoide-Ostionoide, desechando las posibilidades de otras incidencias e influencias culturales, aspecto que no es compartido por nosotros ni avalado por el estado actual de las investigaciones arqueológicas en las Antillas Mayores y el Caribe en su conjunto. El uso del sufijo “oide” en la taxonomía empleada para denominar los complejos cerámicos (Meillacoide, Chicoide, Ostionoide) por tanto no tiene una referencia directa y mimética a las llamadas series cerámicas según los criterios de Irving Rouse (1965, 1992); en este caso su empleo se encuentra conectado con el criterio

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de tradiciones cerámicas anteriormente definido, y sobre esa base hemos contemplado solo dos niveles taxonómicos relacionados, estilo/complejo y tradiciones cerámicas. Esas tradiciones tienen implicaciones respecto a lo que consideramos un conjunto recurrente de atributos, es decir, ciertas normas (y sus variaciones). Aquí se hace necesario aclarar que cuando hablamos de normas lo hacemos en el sentido de poder argumentar el grado o los niveles de variación que se pueden apreciar en torno a ciertos atributos establecidos (tradición), y no en el sentido de normas que son equivalentes a gentes o culturas completas, y que solo son dominantes o exclusivas de un área o tiempo específico. En relación con ese último criterio, el empleo de la taxonomía Meillacoide, Chicoide u Ostionoide desde la identificación de tradiciones implica una manifestación a través de los complejos/estilos implícitos a nivel regional, que puede asumir connotaciones diversas en relación con el momento en que se produjeron, los contextos ambientales o geográficos particulares, las situaciones sociales y culturales específicas, y los actores involucrados en las mismas. En esa perspectiva los desarrollos o las expresiones regionales de esas tradiciones pueden ser variables, aún cuando en ellas se mantengan parámetros que las identifiquen como relacionadas entre sí. En otras palabras, cuando hablemos de Meillacoide estaremos refiriéndonos a un conjunto de formas cerámicas que pueden ser diversas o con variaciones en torno al nivel o expresión de identidad mayor que expresa esta tradición. En esencia, la idea es que la tradición es una forma de identidad general, cuyas variaciones se ligan a la capacidad de agencia de sus portadores en diferentes espacios o regiones, esa capacidad se expresa a través de los llamados estilos/complejo locales o regionales. Otro aspecto importante en relación con la taxonomía utilizada se refiere al término atributo. El mismo tiene trascendencia metodológica debido a que la primera etapa en el establecimiento de una clasificación cerámica es la selección de un número de atributos. Por tanto en este caso, atributo se considera una cualidad, una característica, un rasgo o variable de la unidad que se analiza. Las agrupaciones de atributos interconectados o relacionados se distinguen como atributos recurrentes, y un rasgo de ellos es que pueden ser transferidos desde un artefacto o grupos de artefactos a otro siguiendo implicaciones culturales cuya manifestación puede o no asumir siempre los mismos raseros cronológicos o las mismas causas. Por tanto, un aspecto característico de estos grupos de atributos relacionados es que en si mismos constituyen un mensaje, trasmiten información acerca de la intención y de las circunstancias en que se encontraban quienes los produjeron

5.5.4 Transculturación y sincretismo términos dinámicos Es necesario referir que, el hecho de considerar el contacto cultural y las interacciones como herramientas básicas para comprender la geografía cultural del norte de La Española, implica que tomemos en cuenta los conceptos de transculturación y sincretismo. Sin embargo, antes de pasar a explicitar la forma en que ambos se imbrican en la presente disertación, se impone considerar la manera en que concebimos el contacto cultural en relación con nuestro objeto de estudio, lo que facilitará la comprensión de este aspecto. El contacto cultural en este caso lo asumimos como la disposición de los grupos humanos de interactuar con otros, con los de fuera, necesidad que es creada a partir de la propia diversidad humana, de los patrones o las formas de los asentamientos, el propio deseo de intercambiar, o incluso el deseo de obtener el control en ese intercambio, entre otros factores. Esa necesidad de establecer relaciones con diferentes gentes, en distintas situaciones, constituye una condición necesaria e inicial para que esas relaciones sean continuas y sostenidas, es decir, para que se desarrolle la interacción. A través del contacto cultural también se crea consciencia de la necesidad de establecer y mantener el control sobre determinados espacios, lo que incluso contribuye a considerar o visualizar la existencia de ciertos contextos o sitios en los que el contacto cultural es inevitable, y en los que las formas en que la gente interactúa son altamente variables (Cusik 1998:3-4). Esa última idea implica que consideremos el contacto cultural como un concepto estrechamente vinculado con el de interacción, y ambos como conceptos claves para comprender la ruptura de los atributos tradicionales (tradiciones), que distinguen la cultura material (sobre todo la cerámica) de los grupos indígenas que habitaron el norte de La Española. Aspecto que de hecho se relaciona de manera estrecha con el criterio de agencia que asumimos al estudiar los estilos de cerámica predominantes en esta región. En esencia, a partir de asumir como guía de la investigación los enfoques de contacto cultural, interacciones y agencia, podremos definir como expresaron su identidad estas sociedades indígenas a través de la cerámica, pero también podremos definir mejor cuales fueron sus transformaciones en una arena propicia para innovaciones que pudieron estar mediadas por objetivos y decisiones individuales o de grupos sociales. Es precisamente el hecho de conferir un rol activo a los individuos, lo que permite considerar que en el caso de las comunidades indígenas del norte de La Española las identidades expresadas a través de su cultura material (en particular través de sus estilos de cerámica) pudieron ser estratégicas o posicionales, pudieron incluso ser

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híbridas o múltiples, con intercepciones de diferentes tipos, aspecto que precisamente constituye uno de los puntos más enriquecedores y que demandan más esfuerzos en los estudios arqueológicos actuales. En el caso del concepto transculturación,93 en el plano propiamente arqueológico, su empleo ha estado muy vinculado al estudio de los procesos de intercambio o interacción cultural entre europeos e indígenas (Deagan 1998; Domínguez 1978, 1980, 1995; García Castañeda 1949, Morales Patiño y Pérez Acevedo 1945; García Arévalo 1977, Rives et al. 1991; Valcárcel 1997, 2012:52-56). En el ámbito de los grupos culturales precolombinos del Caribe, la transculturación y la etnogénesis han sido menos valoradas. Un preámbulo de su reconocimiento, quizás se localiza en las críticas a la evolución lineal de los llamados aspectos culturales del Ciboney (arcaico) antillano (Veloz Maggiolo 1976:289-304). Otros antecedentes los encontramos en el estudio de comunidades que dentro de la llamada Edad Cerámica de las Antillas Mayores fueron incluidas en una fase de desarrollo a la que se denominó modo de producción proto-teocrático (Veloz Maggiolo 1977:7-13). A pesar de lo anterior, la utilización del término en el abordaje de fenómenos relacionados con el periodo precolombino esencialmente se ha esgrimido de manera crítica (Curet y Hauser 2011:3; Curet 2011:19; Hauser 2011:225; Oliver 2009:231-244; Rodríguez Ramos 2011:165) al modelo normativo que concibe el desarrollo de la historia precolonial caribeña desde una perspectiva lineal, y de hecho ha sido considerado como un fenómeno esencial que incide en la formación de particularidades regionales dentro de una misma tradición cultural (Guarch 1990). En otros casos, su empleo se afianza al evaluar lo que se consideran fenómenos más concretos en el ámbito arqueológico, sobre todo los llamados contextos multi-componentes o mixtos, y al considerar las relaciones e interacciones entre los llamados arcaicos y los agricultores (Celaya 1990; Godo 1994; Rouse 1992:90-91; Veloz Maggiolo 1991:206), o las variaciones estilísticas de las cerámicas en algunas regiones de las Antillas Mayores (Veloz Maggiolo y Zanin 1999:127, Wilson 2007:82, 101). En particular, el concepto transculturación expresa las diferentes fases de un proceso transitivo, no se limita solo a la adquisición de una cultura distinta, proceso al cual se refiere el término aculturación,94 sino que también implica la pérdida de una cultura precedente o una parcial deculturación, además de la creación de nuevos fenómenos culturales o neoculturación. Transculturación es, por tanto, un término o concepto que incluye a todas estas fases (Ortiz 1963:103). En ese sentido es holístico y dinámico, y es en lo que precisamente se encuentra su mayor complejidad y capacidad para referenciar cualquier cambio cultural. De aquí que la transculturación como fenómeno que lleva implícito el contacto e intercambio cultural, no puede ser necesariamente considerada como un proceso pasivo, armónico y coherente, el mismo puede llevar implícito el caos, el conflicto, la competencia, e incluso como ya se ha dicho, la supervivencia, por lo que cualquier sistema resultante será siempre distinto. En sus esencias, este término sugiere movimiento, mientras otros términos que también se vinculan a los procesos de cambio cultural, como sincretismo, sugieren resultados, conclusión. Sin embargo, el movimiento es constante, puede ser más rápido o más lento, pero es ininterrumpido, por lo que los resultados siempre serán relativos, puntos de referencia dentro del movimiento, y su valor está en que nos ayudan a comprender cómo cambia el sentido o las velocidades de ese movimiento. Esto último es algo vital a tomar en cuenta en la arqueología, donde los llamados ciclos de interacción o las interacciones sobre todo en espacios regionales, deben ser inevitablemente estudiados con un sentido histórico, cambiante, dinámico. A la luz de la transculturación o las transculturaciones como procesos necesariamente relacionados con los intercambios culturales, también surgen una serie de factores que se expresan tendencialmente y que constituyen mecanismos incidentes en el desenvolvimiento de estos. Aspectos como el espacio social, visto en términos de lo abarcado por sectores, estamentos, grupos, clases, aldeas, regiones, espacios domésticos, etc.; las funciones o urgencias que motivan la interacción, además del tiempo que estas perduran, entre otros. En ese sentido, transculturación comporta tanto el contacto como la interacción cultural, sobre todo porque uno es condición para el otro. De aquí se desprenden (James 2000:5) algunos elementos que

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Los conceptos y categorías no son de ninguna manera eternos, sino que tienen un carácter contingente. En ese sentido, se hace vital para evaluar su utilización tomar en cuenta los propósitos para los que fueron creados, así como el momento en el que fueron creados. El término transculturación enunciado en 1946 por el etnógrafo cubano Fernando Ortiz no escapa a esta condición. El término, entre otras cosas, se ajustaba mejor a las designaciones de la hibridación cultural resaltada sobre todo al momento de estudiar los movimientos migratorios. Por otro lado, su propio enunciado llevaba implícito el reconocimiento del intercambio cultural asociado a factores históricos, lingüísticos y sociológicos, como la base esencial para explicar la aparición de una identidad cultural propia. 94

El concepto de aculturación se encuentra muy vinculado con las relaciones de poder en situaciones de contacto cultural. Enfatiza en el impacto cultural de las sociedades occidentales sobre grupos no occidentales, para explicar el cambio cultural solo en el término de adquisición de ideas. También ha funcionado con capacidad predictiva acerca de los efectos del contacto cultural (Cusick 1998a).

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tienen incidencia en el plano arqueológico. En este último, constituyen aspectos vitales que hemos tomado en cuenta como raseros en la presente investigación, en relación a la aplicación de este concepto. a) La representación de aspectos inconclusos tienen tanta importancia como los aspectos que reflejan de manera más directa y visible supuestos resultados sincréticos o transculturados. Como parte de ello, se han sopesado o tomado en cuenta las expresiones del contacto e intercambio cultural reflejadas en las expresiones o estilos cerámicos en diferentes momentos, incluidas aquellas cuya continuidad puede ser limitada o incluso nula en momentos posteriores, en tanto constituyen opciones inicialmente seleccionadas, pero no completamente desarrolladas por los agentes participantes en el intercambio. b) El concepto sincretismo adquiere importancia trascendental al evaluar las interacciones al interior de la región norte de La Española, a pesar de que algunas definiciones de este concepto lo señalan como un proceso en el que dos culturas se amalgaman en un punto dado del tiempo, o como el resultado de la fusión de los más diversos y variados elementos (Steward 1999). En nuestro caso, el sincretismo es percibido como una estrategia de negociación social, o de síntesis momentánea, más que como algo definitivo. Esta estrategia tiene lugar paralela al discurso que los actores participantes manifiestan a través de la cerámica como un componente de su cultura material, por lo que un elemento básico de la investigación es tratar de conocer cómo ha ocurrido el amalgamamiento, qué tradiciones están envueltas, y cuál es su marco de relevancia. Esto debido a que la noción de sincretismo no se percibe como la mezcla de grupos sociales y culturas en estado puro (Steward 1999). c) Se reconoce la posible existencia de una voluntad de enmascaramiento u ocultamiento en algunos de los procesos y resultados sincréticos, esto implica que las interacciones no son necesariamente asimiladas o consideradas a partir de coincidencias estilísticas plenas. d) Reconocimiento que detrás del contacto e interacción cultural y como resultados de estas se encuentra el enigma, lo que se desconoce. Desde ese punto de vista el instante, lo súbito, lo imprevisto, cobra valor en la investigación. Este criterio intenta evadir un peligro real al estudiar el pasado desde la arqueología, el hecho de considerar que realmente conocemos el comienzo y el final de la historia y tratamos de llenar solo el vacío intermedio (Keegan 2010).

5. 6 El análisis espacial. Paisajes y patrones de asentamiento 5.6.1 Área cultural vs. región geohistórica El concepto de área cultural ha sido uno de los instrumentos heurísticos más utilizados en la arqueología del Caribe en el siglo XX, y en su visión más tradicional se considera como un núcleo cultural espacialmente confinado o delimitado, donde la gente exhibe un conjunto de rasgos que han sido definidos sobre la base de patrones, ecológicos, geográficos, así como de aspectos de orden lingüísticos, étnicos y culturales (Alcina Franch 1989:31; Kroeber y Kluckhohn 1952; Steward 1974; Willey 1971:3-5).95 Las críticas recientes al uso de este concepto en arqueología (Curet 2011:15; Curet y Hauser 2011:5; Hoppes y Fonseca 2004; Hauser y Curet 2011:221; Rodríguez Ramos 2010; Lyman et al.1997), se han enfocado en su sentido a-histórico así como en la sobrecarga difusionista, para interpretar los rasgos culturales que exhibe cada sociedad dentro de un área cultural específica. Esto también se vincula con la subestimación de la variabilidad interna y sus causas, con un predominio de las consideraciones de homogeneidad que minimizan el potencial analítico del propio concepto. Debido a su carácter a-histórico, el concepto área cultural tampoco reconoce la existencia de expresiones regionales de cultura precolombinas matizadas por la conjugación de procesos históricos y culturales diversos, y no necesariamente sincrónicos, por el contrario, los supuestos límites de la definición se concentran esencialmente en la búsqueda de similitudes. Lo anterior ha contribuido a generar la imagen de que las formas básicas en las que se organiza la diversidad y variabilidad arqueológica, dependen solo del espacio y del tiempo (Rouse 1955, 1977; Siegel 1996; Wilson

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En ocasiones el concepto abarca espacios excesivamente amplios y ha sido dividido o fraccionado en unidades o escalas menores como sub-áreas, que comprenden regiones, y estas a su vez localidades y sitios. En ese caso adquiere cierto dinamismo desde el punto de vista espacial, al reconocerse que las fronteras que delimitan esas subdivisiones pudieron transformarse a través del tiempo, lo que envuelve la imposibilidad de una definición geográfica estricta o completamente cerrada (Willey 1971: 3).

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2007:4-6, 95-101), donde incluso el manejo de este último se produce en largos períodos, y el cambio gradual y los desarrollos divergentes a partir de grupos con ancestros diferentes no es contemplado. En ese sentido, las interacciones vistas en perfiles macro como las zonas de pasaje entre islas y entre estas y otras áreas del continente, han constituido una de las bases esenciales sobre la que se eslabonan definiciones geo-culturales básicas (Rodríguez Ramos 2010). Esos límites, asumidos arqueológicamente, inciden en la proyección de una imagen desmembrada y obnubilada de la historia de gentes que habitaron ciertas regiones o espacios específicos dentro de las islas.96 En síntesis, la definición de área cultural viene aparejada de la segmentación de las historias pre-coloniales, además de considerar intrascendentes los procesos culturales y sociales que tienen lugar al interior o más allá de determinadas fronteras o espacios. A partir de estos criterios, el enfoque de las interacciones y el análisis espacial de patrones de asentamiento para aproximarnos a la región objeto de estudio, no será asumido desde una escala macro que solo la contempla en sus posibles relaciones con otros espacios del Caribe, sino en sus posibles vínculos y distinción respecto a otros espacios dentro de la propia isla de La Española, así como en las dinámicas que pudieron funcionar en su interior y que contribuyeron a generar sus propias distinciones como región. En este sentido, en lugar de considerarla a partir de los criterios que definen un área cultural, lo hacemos desde la visión de región geohistórica (Vargas Arenas 1990:80-82), esto con la idea de congeniar sus realidades como espacio plural, y de hecho dirigir la atención hacia los procesos históricos de las gentes que se encuentran relacionadas de distintas maneras, lo anterior también se encuentra en conjunción con la consideración de que todas las área geo-culturales son realmente porosas e inter-actuantes. Región geo-histórica, en este caso, se asume para referirnos a los procesos que implican el uso de una misma área o territorio geográfico, por parte de grupos históricamente diferenciados, esto remite al propósito de comprender cómo esa misma región geográfica ha sido utilizada o humanizada, y cómo cada momento histórico ha contribuido para que ocurra un enlace con los subsecuentes. Esta percepción nos emancipa de la idea de fronteras temporales sincrónicas, además de conducirnos a la dinámica de las interacciones sociales y culturales a diferentes escalas.97 En consonancia con lo anterior, coincidimos con lo expresado por José Oliver (1999:261), cuando reclama la necesidad de enfocar este tipo de estudios a diferentes niveles de resolución taxonómica, en el que cada unidad clasificatoria debe ser usada para responder a un problema específico, un sitio específico, una región específica o incluso una isla completa. Esta idea es la que nos induce a pensar en la formulación de un estudio que va desde los marcos intermedios de región, a una dimensión isleña con un rejuego comparativo y de conexiones entre ambos. En esencia, un juego de aproximaciones a diferentes escalas que también permita visualizar y tratar problemáticas a diferentes niveles.

5.6.2 Paisajes y patrones de asentamiento La percepción de la región de estudio desde la dimensión de región geo-histórica, junto al enfoque teórico de las interacciones y sus expresiones a través de la cerámica, demanda efectuar una reevaluación de las relaciones entre las comunidades y el ambiente desde la óptica de los patrones de asentamiento y el paisaje cultural. Esto, a manera de evaluar las posibles incidencias de aspectos socioeconómicos y productivos en el desarrollo de diferentes sistemas de asentamiento. En ese sentido, es vital no dejar de lado otras particularidades observadas en aspectos de orden tecnológico instrumental, así como en los sistemas iconográficos y de representación simbólica. Todos son elementos ponderados, con mayor o menor énfasis al momento de evaluar el nacimiento, desarrollo, y distinción de manifestaciones socioculturales de esta región del norte de La Española. Sin embargo, en el caso de los aspectos de orden instrumental, así como en los sistemas iconográficos y de representación simbólica, los datos disponibles no permiten una aproximación a niveles de resolución específicos por debajo de la escala regional. En relación a esta necesidad, la concepción del paisaje que se maneja en la presente investigación es que este constituye una red de lugares relacionados, los cuales pueden ser gradualmente revelados a través de las actividades habituales de las gentes y su interacción, y por la cercanía y afinidad que ellos han desarrollado con 96

Las críticas a esas limitaciones impuestas por el concepto de área cultural al momento de definir los espacios de interacción también se fundamentan en las restricciones que este impone a otras perspectivas teóricas (esferas de interacción y sistema mundo) desarrolladas por la disciplina arqueológica. En particular, al encapsularlas en confines predeterminados de espacio y tiempo. (Rodríguez Ramos 2010:22). 97

Esto es posible debido a la plasticidad vertical del concepto región geohistórica y su capacidad para reflejar la actividad humana a través de patrones fluctuantes que recogen las interacciones a través del tiempo y detrás de las supuestas fronteras de cualquier índole.

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algunas locaciones, a través de eventos (producción, fuentes de materias primas, festivales, calamidades y sorpresas), lo cual implica que estos puedan ser recordados o incorporados en sus historias98 (Pagán Jiménez 2002). Desde la perspectiva anterior el abordaje del paisaje incluye la posición física de los asentamientos, y sus relaciones con la topografía y la geografía del área, además de sus relaciones con otros sitios vecinos. Esto de hecho tributa hacia los factores culturales envueltos en la selección de un lugar para establecerse, y como esto se relaciona con los patrones de asentamiento. Otro aspecto tomado en cuenta es la importancia de la subsistencia, se estima que esta puede estar estrechamente conectada con la decisión de uso de un espacio determinado, lo cual se vincula con la forma de ubicar los asentamientos dentro de la región (Aston 2002:93). En ese caso se ha considerado que, en la distribución espacial de la actividad humana sobre el sector estudiado del norte de La Española, un factor de peso es la distancia. La lejanía respecto a ciertos recursos y respecto a otros establecimientos se toman en cuenta como factores influyentes al momento de ubicar un asentamiento. Desde esa idea, el sentido de minimizar estos efectos y garantizar aspectos de accesibilidad se asumen como factores para evaluar los patrones de despliegue de los sitios sobre el paisaje inherente a la región de estudio. A partir de lo anterior, el paisaje es concebido como un elemento social que representa un sistema de referencia en el cual acciones humanas son inteligibles. Es asumido como el mundo familiar dentro del cual la gente recrea o realiza sus tareas cotidianas, y los paisajes vividos son entidades relacionales constituidas por la gente y su ajuste con el mundo. Esto también se vincula con cómo diferentes gentes pueden experimentar y entender el mismo paisaje de diferentes formas, y cómo cada una ocupa una posición distintiva en relación con este (Anschuetz et al. 2001:164; Thomas 2001:173-174). A partir de aquí, las comunidades estudiadas del norte de La Española no solo pueden tener diferentes imágenes de un mismo paisaje, sino que se encuentran inmersas en diferentes conjuntos de relaciones vividas, aún cuando se encuentren en el mismo espacio físico. Esto de acuerdo a la idea de que el paisaje es relacional y puede ser seguido a partir del significado o los significados que se le concedieron.99 En ese sentido, consideramos que la gente que habitó y generó el paisaje cultural indígena del norte de La Española no necesariamente constituye una comunidad homogénea, sino que de hecho, diferentes relaciones sociales existieron dentro y entre sus miembros, relaciones que pueden emerger a través del análisis del paisaje social del pasado en esta región. Esta percepción es fundamental en un área donde, como se ha tratado en el capítulo cuatro, las investigaciones previas (Veloz Maggiolo y Ortega 1980; Veloz Maggiolo et al. 1981; Olsen et al. 2000; Ortega 2005:321-420) son escasas y aisladas en comparación con el sector más al este de la isla, pero a su vez han demostrado una gran diversidad de tipos de cerámica (Ulloa Hung 2007) entre y dentro de los sitios hasta ahora localizados, lo que señala hacia sociedades dinámicas y diversas desde el punto de vista económico y de su cultura material. La interacción, en conjunción con el enfoque de paisajes y patrones de asentamiento, es vital además al momento de evaluar la posible formación de estrategias (en todos los sentidos) para solucionar problemas que enfrentaron los grupos sobre ese espacio. En particular, cómo se refleja esto a través de los atributos estilísticos, formales y tecnológicos de la cerámica. La posible combinación de algunos de ellos en contextos de la región, los intercambios de grafías o de otra índole que pueden ser expresión de alianzas políticas y sociales, intercambios a distintos niveles, o redes de interacción cuyas expresiones simbólicas y tecnológicas también adquieren representación a nivel de esta manifestación de la cultura material (cerámica). Un análisis complementario de ambos puntos de vista (patrones de asentamiento y estilos cerámicos), en relación con los datos obtenidos, nos acerca a un cuadro más completo del manejo del paisaje por parte de las comunidades indígenas del sector estudiado. En ese sentido, es justo destacar que en los criterios de comparación sobre el uso y conformación de los patrones de asentamiento, tanto dentro de la región como con otros espacios de La Española y de las Antillas Mayores, se ha tomado en cuenta, en primera instancia, la identificación

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Desde los noventa el paisaje reemergió como objeto de reflexión teórica dentro de la disciplina arqueológica, y el concepto ha sido elevado como una particular creación de la experiencia social. Desde ese enfoque el paisaje no se percibe solo como un elemento meramente físico sino también como una construcción simbólica. El uso del término en ese caso está en relación con una concesión de importancia a lo local, lo regional, y no está divorciado del levantamiento de un sentimiento de celebración de la experiencia subjetiva de la naturaleza vinculado a todo el rango de las actividades humanas, incluso a aspectos sociales intangibles (Anschuetz et al. 2001). 99

Desde la idea anterior el paisaje nos ofrece un cuadro general para comprender o aproximarnos a la gente y su historia. A lo cual contribuye la variación observada a nivel de los registros arqueológicos y en particular en los patrones de asentamiento del espacio estudiado.

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cultural de los sitios. La misma ha sido asumida a partir de su pertenencia o integración dentro del estilo o tradición cerámica predominante para cada contexto registrado. Ese criterio, unido a los datos de cronología disponibles para la región, intenta definir la presencia de particularidades en la percepción del paisaje desde tres perspectivas esenciales: Los criterios diacrónicos, las diferencias culturales prevalecientes en el poblamiento de la región, y los posibles procesos de interacción o relación entre las comunidades que lo habitaron. A partir de lo anterior, un aspecto vital tomado en consideración es la idea de que los modelos cerámicos referentes a estilos no necesariamente se encuentran de manera directa relacionados con un único modelo o modo de asentamiento. Por tanto, las formas de apropiación de la naturaleza y los patrones de paisaje que se pueden desprender de ellos o son inherentes a los mismos, pueden ser variables y diversos, no solo en tiempo y espacio, sino también en función de otros elementos vinculados a procesos sociales de interacción, a su vez cimentados en procesos históricos que pueden contemplar una alta diversidad de posibilidades. En ese caso no se asume una necesaria correspondencia entre un estilo o una tradición cerámica, un tipo de patrón de asentamiento, y un modelo económico o de modificación del paisaje.

5.7 Perspectivas metodológicas 5.7.1 Los métodos en el análisis espacial. Trabajos de campo Los métodos empleados y los resultados obtenidos desde este enfoque (paisaje cultural y patrones de asentamiento), están fundamentados en la sinergia de dos esfuerzos de investigación estrechamente vinculados. Los resultados de los trabajos de campo desarrollados en aras de obtener los datos necesarios para la presente disertación, y la tesis Mapping History, desarrollada por Samantha de Ruiter para obtener el grado de maestro (magister) en la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden. La cooperación e interacción científica entre ambas investigaciones, se fundamentó en la complementación de intereses comunes sobre una misma región desde dos puntos de vista distintos, aunque estrechamente relacionados, las interacciones a través de los aspectos cerámicos y el paisaje cultural en relación con la diversidad de estas expresiones presentes en el área. La combinación de los resultados de ambos puntos de vista, ha redundado previamente en varias presentaciones y artículos conjuntos, resultados más terminados y completos serán expuestos en el capítulo seis de esta disertación. Como se ha mencionado, el área en la que se concentraron las investigaciones en la porción norte de La Española, comprende básicamente la región norte-central y noroeste de la actual provincia de Puerto Plata y el extremo noreste de la provincia Montecristi, ambas localizadas al noroeste de la actual República Dominicana. Algunas de las principales preguntas vinculadas al proceso de investigación desde el enfoque social y cultural del paisaje y los patrones de asentamiento (De Ruiter 2012) en relación con este espacio, precisamente se desprendieron de la combinación de los puntos de vista antes referidos, y constituyeron una guía en la obtención de los datos, y para la aplicación de algunos de los métodos que posteriormente se describen. Las principales preguntas incluyeron aspectos como: 1. ¿En qué tipo de ambientes pueden ser encontrados los sitios en esta región? 2. ¿Cuáles son los espacios geomorfológicos y ecológicos que cubren? 3. ¿Existe algún tipo específico de sitio (ceremonial, o u otros tipos de asentamientos) vinculado con un patrón particular? 4. ¿Existe algún patrón visible o distinguible en la localización de los sitios en relación con los estilos o tradiciones cerámicas predominantes, o con las combinaciones o mezclas identificadas en algunos de ellos? 5. ¿Existe alguna indicación de que la visibilidad y la distancia desempeñaron un rol importante en la ubicación de los sitios? ¿Qué rol desempeñaban? 6. ¿Es posible desarrollar un patrón predictivo para el área? Todas ellas tributaban hacia una más importante y central ¿Qué pueden revelar ciertos patrones de ubicación de los sitios en la región acerca del paisaje social en el pasado?

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5.7.1.2 Las diferentes exploraciones y sus objetivos Los trabajos de campo llevados a cabo en la región noroeste de la República Dominicana se desarrollaron en diferentes períodos o momentos. En estas exploraciones y visitas a los sitios, conjuntamente con el autor participaron investigadores pertenecientes a diferentes instituciones. Por otro lado, cada campaña fue realizada con diferentes propósitos, aunque siempre tuvieron como centro el área geográfica de referencia. Los datos fueron obtenidos durante seis campañas de trabajos de campo, cuya descripción y resultados de manera más rigurosa y en detalle hemos incluido en el capítulo seis, en el que se ofrecen datos específicos sobre cada uno de los asentamientos visitados, además de levantamientos topográficos u otros tipos de croquis o mapas, y cualquier otra información considerada de interés. El principal objetivo, en ese caso, ha sido sistematizar la información para cada sitio a partir del auxilio de todos los datos disponibles. Como parte de esos de trabajos de campo, fueron visitados un total de 48 sitios arqueológicos de los cuales 44 constituyen nuevos registros para esta zona de la isla. También fue posible constatar amplios niveles de alteración en algunos de estos asentamientos, producto de la actividad ilegal de huaqueros (buscadores ilegales de objetos arqueológicos) y otros factores entrópicos como, trabajos agrícolas, pastoreo de ganado, construcción de viviendas, extracción de caliza para fines constructivos, etc. Estos factores, en algunos casos, han dejado pocas posibilidades de una identificación cultural de los asentamientos debido a su alto nivel de obliteración y remoción. Las dos primeras campañas de trabajo de campo en la región de estudio, fueron desarrollados entre el 15 y el 25 de agosto y el 17 y 22 de octubre del 2007. En ambos se realizaron exploraciones y excavaciones arqueológicas en el área centro norte y noroeste de la República Dominicana. Esas expediciones tuvieron lugar en el marco del proyecto Mobility and exchange: the relationship between material and ideological relations in the pre-Columbian insular Caribbean que llevaba adelante la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden a partir de un equipo internacional de investigadores dirigido por la Dra. Corinne Hofman. Los objetivos fundamentales de esas dos primeras intervenciones de campo fueron: 1. Obtener una muestra más amplia de cerámica de estilo Meillac o enmarcada dentro de la tradición Meillacoide de la República Dominicana, con vistas a desarrollar una caracterización más amplia y precisa de este componente de cultura material, en particular dentro del contexto del centro-oeste de la isla de La Española. 2. Observar el comportamiento estratigráfico y la secuencia de ocupaciones culturales en contextos donde aparecía este tipo de alfarería, a fines de compararlo con las descripciones realizadas por otras investigaciones, sobre todo las llevadas adelante por el Dr. Marcio Veloz Maggiolo et al. (1981) en la parte central de La Española, e Irving Rouse (1941) para la parte occidental. 3. Obtener muestras para nuevos fechados de radiocarbono, a fines de ampliar el espectro cronológico establecido hasta ese momento para este tipo de ocupaciones en la isla de La Española y en las Antillas en general. 4. Obtener muestras de alfarería dentro de esta tradición, con el fin de someterlas a análisis arqueométricos de rigor y comparar sus resultados con los obtenidos para otros estilos o expresiones cerámicas de las Antillas. 5. Realizar una ubicación exacta de los nuevos yacimientos con presencia de cerámica de estilo Meillac o de tradición Meillacoide y comprobar su posible mezcla o vinculación con otros estilos o expresiones cerámicas de la isla. 6. Definir la posible existencia de agrupaciones o conjuntos de yacimientos arqueológicos en esta región de La Española. 7. Realizar un levantamiento topográfico inicial de los sitios más importantes, y registrar los datos correspondientes a sus patrones de asentamiento y las características ecológicas de la zona de estudio. 8. Establecer vínculos y relaciones de trabajo con coleccionistas y conocedores de las características arqueológicas de la zona, con la finalidad de obtener información sobre nuevos asentamientos y estudiar sus colecciones.

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Una tercera visita al campo se desarrolló entre los días 15 y 20 de agosto de 2008, conjuntamente con el Dr. José Oliver, del Colegio Arqueológico de Londres (UCL), y el profesor Adriano Rivera del poblado de Imbert. El recorrido incluyó el paso por varios de los asentamientos localizados y referenciados durante las dos primeras campañas de trabajos de campo, así como por otros sitios ubicados en la falda o ladera sur de la cordillera septentrional. Durante esta visita también se efectuó la revisión y fotografiado de parte de la colección del profesor Rivera en el poblado de Imbert, además de la ubicación cartográfica y la realización de croquis con ayuda de un GPS de algunos de los asentamientos visitados. El recorrido sirvió para seleccionar un residuario100 donde se realizarían excavaciones en extenso en el futuro por parte del Dr. Oliver y un equipo de trabajo, además de visitar asentamientos aledaños cuyas posibilidades de sondeo con excavaciones, completarían el cuadro cultural y cronológico de la región. Algunos de esos asentamientos estaban ubicados cerca del trayecto que Colón siguió durante su viaje desde La Isabela hasta el valle del Cibao en 1494. Ese es el caso de los sitios arqueológicos El Carril y El Flaco, previamente referenciados en la bibliografía arqueológica dominicana (Guerrero y Veloz Maggiolo 1988:85-86, Veloz Maggiolo et al. 1981:332-334). El trabajo de campo también incluyó visitar asentamientos para verificar su estado de conservación, y la colecta de algún material de superficie. En los casos donde fue posible, se determinó el área de dispersión de la basura arqueológica, así como la presencia de montículos, una última tarea, aprovechando lo extenso del recorrido, fue la colecta de muestras de suelo. La cuarta jornada se efectuó en el mes de octubre de 2008 y en ella participaron investigadores de la Universidad de Roma (Italia). El equipo de esta universidad había efectuado una visita exploratoria en la región durante el mes de octubre de 2007 como parte de un proyecto de ayuda de la Misión Italiana a las investigaciones arqueológicas en la República Dominicana, a través del Dr. Alfredo Coppa. Los objetivos esenciales de esta visita fueron la localización de nuevos asentamientos a partir de exploraciones, y la colecta de material arqueológico en superficie en cada uno de ellos (en aquellos donde fue posible), con vistas a ofrecer su diagnóstico cultural inicial. Otros de los objetivos esenciales fue obtener información o recuperar algún material de restos óseos humanos que pudiera existir en la región. Durante esta campaña, se tomaron fotografías de material arqueológico existente en manos de campesinos del lugar, además de evaluar el estado de conservación y las posibilidades de acceso a los nuevos sitios localizados. La quinta jornada de trabajos de campo se efectuó en julio de 2009, en esta ocasión participaron investigadores de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden. El nuevo recorrido se efectuó en compañía de los investigadores de esa institución; Dra. Corinne Hofman; Dr. Menno Hoogland; Angus Mol y Loe Jacobs. Durante esta campaña, además del autor, también participó Harold Olsen (subdirector del Museo del Hombre Dominicano) y el profesor Adriano Rivera. Los objetivos esenciales de ese recorrido estuvieron dirigidos a la localización de fuentes de arcilla en las zonas inmediatas a los yacimientos, con el fin de obtener muestras y someterlas a diferentes análisis en los laboratorios de la Universidad de Leiden. Durante la campaña, también se revisaron y estudiaron, en compañía de Loe Jacobs (experto en estudios de cerámica), dos de las más importantes colecciones cerámicas de la región. Una de ellas ubicada en el poblado de Guananico y perteneciente al Dr. Cesar Estrella, y otra en el poblado de Imbert y perteneciente a nuestro colaborador, el profesor Adriano Rivera. Los trabajos también incluyeron la realización de pequeñas calas y sondeos excavatorios de prueba con vistas a obtener nuevas muestras para fechados de radiocarbono. Durante esa campaña de campo, fue posible visitar el sitio arqueológico conocido como Los Patos, ubicado dentro la reserva natural (área protegida) que actualmente forma parte del sistema de parques nacionales de la República Dominicana, y donde aún es posible observar la existencia de manatíes.101 Los trabajos de campo también se extendieron a la provincia de Samaná (en particular a los alrededores de la región de Las Galeras). El objetivo esencial de la visita a esa provincia del noreste, fue obtener una perspectiva más clara del material arqueológico de esa región. Durante la visita se colectaron muestras de arcilla y material arqueológico de superficie en el residuario conocido como El Francés, así mismo se reportó un nuevo asentamiento en la zona (en Las Galeras), bautizado con el nombre de El Pozo. La última y sexta campaña de trabajos de campo en la región de estudio, se desarrolló entre los días 10 y 30 de julio de 2010. Durante la misma se efectuó un reconocimiento arqueológico de nuevas locaciones en el oeste

100

A esos efectos se escogió el sitio bautizado como Edilio Cruz para el desarrollo de un futuro proyecto.

101

A pesar de que teníamos conocimiento de la existencia de este residuario, nunca había sido visitado, por lo que no conocíamos datos exactos sobre su ubicación y características culturales más generales.

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de la provincia de Puerto Plata. El trabajo incluyó exploraciones en búsqueda de nuevos asentamientos, excavaciones arqueológicas de sondeo en los sitios reportados durante las campañas anteriores, así como el levantamiento topográfico de algunos de los sitios excavados. Esas investigaciones constituyeron el tercer recorrido arqueológico desarrollado en la región en compañía de estudiantes e investigadores de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden. Los principales objetivos de esta última campaña fueron los de ampliar la muestra de cerámica y de datos concernientes a los asentamientos, con vistas a desarrollar una caracterización más amplia y precisa de sus posibles procesos de interacción (a partir de esos indicadores arqueológicos). Determinar a partir de excavaciones controladas (calas de prueba o trincheras) la composición cultural y las características estratigráficas de algunos de los asentamientos localizados durante las campañas anteriores, y de los que se carecía informaciones básicas sobre su adscripción cultural, además de colectar muestras (también con control estratigráfico) para obtener nuevas cronologías absolutas (fechas de radiocarbono) del área en estudio. Definir con mayor precisión la ubicación de los asentamientos en relación con el paisaje de la zona, y determinar la presencia o recurrencia de diferentes modelos de poblamiento y su relación con los rasgos culturales que se derivaban de las características cerámicas. Precisar mejor los datos esenciales como: altura del sitio, distancia al mar, distancia a ríos o fuentes de agua, zonas climáticas y geológicas, tipos de suelo, vegetación, etc. Esto permitiría obtener una visión más clara de la relación de las comunidades con un entorno, o con entornos y espacios específicos dentro de la región de estudio. En ese sentido, se creaba la posibilidad de caracterizar los asentamientos no solo de manera independiente, sino en su dinámica de relación con el medio y con otros sitios del territorio. En síntesis, los trabajos de campo del año 2010, permitieron acercarnos claramente a la posible correspondencia entre determinados modelos de ocupación y las expresiones culturales presentes en la zona. La imbricación o combinación de todos estos detalles, permitiría obtener una visión más clara de las ocupación humana del área, lo que además unificaría parte de la información dispersa que existe sobre esa región del país.

5.7.1.3 Mapeo. GIS Este procedimiento se realizó combinando datos arqueológicos, mapas actuales y los datos de coordenadas obtenidos con GPS, además de las referencias etnohistóricas generales sobre los sitios de la región. Desde esta óptica se generó un estudio piloto que produjo un Sistema Geográfico de Información (GIS), que contiene a los sitios conocidos para el área (De Ruiter 2012). Esta base de datos contribuyó además al censo arqueológico nacional, el cual constituye una prioridad para los propósitos de la arqueología dominicana, en especial por la necesidad de manejar un registro detallado y eficiente de los asentamiento, que pueda contribuir a la preservación del patrimonio arqueológico, sobre todo ante el impacto de los huaqueros, el desarrollo turístico o de otro tipo en esta zona del país. Los datos colectados durante los trabajos de campo para efectuar este mapeo, fueron recuperados de manera estandarizada básicamente durante el survey de 2010 (De Ruiter 2012) y posteriormente enriquecidos con información de las primeras incursiones de campo en la región. Previo al proceso de creación de la base de datos, fueron evaluados los modelos de registro arqueológico que utiliza el Museo del Hombre Dominicano, a fin de generar datos que pudieran ser comparables en el futuro. Dentro de la base de datos se incluyeron las características específicas de cada sitio, combinando esta información con datos ecológicos. Los principales datos registrados para cada sitio fueron geomorfología, altitud, presencia de montículos, porcentaje de visibilidad, distancia al mar, distancia a ríos u otras fuentes de agua, distancia entre sitios, orientación y, donde fue posible, se incluyó el área general de dispersión de la basura arqueológica. A partir de la información colectada, fueron creados diferentes mapas a escala regional que combinan la ubicación de los sitios en relación a los estilos o expresiones cerámicas predominantes en cada uno; la presencia de aspectos inherentes a otros estilos, la geomorfología de la región, etcétera. Como parte de los trabajos de mapeo, durante las investigaciones en el área fueron realizados levantamientos topográficos en cuatro sitios, en aras de ilustrar algunos rasgos más precisos de su ubicación y patrón de sentamiento, además de referir la localización de las unidades de excavación de sondeo dentro del área de los mismos.

5.7.1.4 Excavación y colecta de material superficial Como parte de los trabajos de campos llevados a cabo durante las diferentes campañas, once sitios fueron sondeados con unidades de excavación de diferentes dimensiones (básicamente 1 x 1, 1 x 2 y 2 x 2 m). En

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algunos casos, y de acuerdo a las particularidades del asentamiento fueron realizados más de un pozo de sondeo. El principal objetivo de estos fue recuperar material que pudiera definir la filiación cultural de cada asentamiento, además de obtener muestras de material para fechas de radiocarbono (siete sitios fueron datados a partir de diferentes componentes, sobre todo carbón y conchas marinas), y suficiente material cerámico para análisis tecnológicos, morfológicos y estilísticos a partir de excavaciones estratigráficamente controladas y en proporciones estadísticamente representativas. Todas las excavaciones con los objetivos antes descritos, fueron realizadas a partir de niveles artificiales — 10 cm—, y fueron cuidadosamente registradas y sus perfiles fotografiados o dibujados. Los colores de las capas fueron registrados de acuerdo a una escala de Munsell, el material obtenido fue cernido en todos los casos y guardado en bolsas clasificadas de acuerdo al tipo de evidencias. Posteriormente fue lavado en un laboratorio improvisado en el hotel de Punta Rucia o en el laboratorio del Museo del Hombre Dominicano. En ocasiones se realizaron pequeñas excavaciones (sondeos de pala), con la finalidad de determinar el área general del sitio. Este tipo de procedimiento se efectuó, sobre todo, en sitios ubicados en zonas más llanas y con vegetación más despejada. En los casos donde no fue posible desarrollar este tipo de procedimiento, se desarrolló una colecta de superficie siguiendo parámetros direccionales a partir de un punto central definido con la ayuda del GPS, con la finalidad de definir una colecta que permitiera aproximarnos al área general de dispersión, en metros cuadrados, de las evidencias arqueológicas para cada yacimiento. En todos los asentamientos se efectuó una intensa colecta de superficie con criterios aleatorios. La misma no solo incluyó material cerámico, sino otro tipo de evidencias de cultura material, objetos de concha, piedra, restos de fauna, etcétera.

5.7.1.5 Estudio de colecciones Durante los trabajos de campo, además del estudio y registro del material arqueológico (en particular material cerámico) existente en dos colecciones locales dentro de la región de estudio, fue re-estudiado el material cerámico existente en los depósitos del Museo del Hombre Dominicano, correspondiente a yacimientos de la zona norte que fueron reportados y excavados por el equipo de investigadores de esa institución en los años setenta y ochenta. Los sitios re-estudiados fueron Río Joba y Río Verde, ubicados en el valle del Cibao, y el sitio Hatillo Palma ubicado en la provincia de Montecristi. Con la finalidad de obtener puntos de referencia comparativos del material (básicamente cerámico) de esta zona del norte La Española, respecto al de otras islas de las Antillas Mayores, fue revisado el material de sitios específicos existentes en centros de investigación y museos de Cuba. En particular fueron examinadas evidencias de este tipo correspondientes al sudeste de Cuba en los depósitos del Museo de Arqueología de la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, y en el Gabinete de Arqueología de la ciudad de Bayamo. Material correspondiente a la región nor-oriental de esa isla fue examinado en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología de la ciudad de Holguín.

5.7.2 Los métodos en el estudio del material cerámico. Atributos morfológicos y estilísticos La primera etapa de los estudios de cerámica de la región lo constituyó un análisis estilístico comparativo de todo el material cerámico disponible. Durante este proceso se analizaron las muestras cerámicas correspondientes a 32 sitios arqueológicos. De ellos, un total de tres se corresponden o forman parte de colecciones creadas a partir de excavaciones realizadas anteriormente en la región por el Museo del Hombre Dominicano (sitios Río Joba, Río Verde y Hatillo Palma). El material analizado en el resto de los sitios corresponde a colectas de superficie, o excavaciones realizadas durante la presente investigación. De los sitios estudiados, en 12 de ellos el material colectado no hizo posible una presentación de forma estadística de los aspectos examinados. No obstante, fue registrada su presencia o ausencia además de realizar su descripción (fotos, dibujos y notas sobre rasgos sobresalientes, etc.). En el resto de los sitios, además de ese sistema de registro descriptivo o cualitativo, fue posible elaborar tablas y gráficos estadísticos (cuantificación) que muestran los atributos sobresalientes en los conjuntos cerámicos analizados para cada contexto. Durante ese proceso, se empleó el código para análisis cerámico creado y utilizado por el grupo de estudios del Caribe de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden (ver apéndice 2). A estos efectos se organizó una base de datos que contemplaba los criterios más importantes que fueron analizados en todos los sitios. Durante los análisis no solo se estudió el material cerámico decorado, sino todo el material disponible en cada caso.

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Los aspectos específicos dentro de esos parámetros de análisis fueron: tipos de bordes; formas de los recipientes (fueron reconstruidas a partir de fragmentos de contornos y bordes con suficiente tamaño); dimensiones de las vasijas, y motivos decorativos. Las variaciones de los colores de las superficies y de las pastas (cocción) así como la terminación de las paredes no fueron registradas a partir de formas cuantificables, sino cualitativos o descriptivos, para de esta manera definir los tonos más sobresalientes en cada conjunto o colección estudiada. En ese caso, se utilizaron los rasgos previamente definidos o registrados en el código para estudio del material cerámico ya mencionado, además de la escala de colores de Munsell. En cuanto a las decoraciones, estas fueron clasificadas de acuerdo a criterios que contemplaban aspectos específicos como: ♦ Decoraciones concebidas a partir de incisiones y sus combinaciones. ♦ Decoraciones concebidas a partir de aplicaciones y sus combinaciones. ♦ Decoraciones concebidas a partir de la utilización de baño (slip) o de pintura. ♦ Decoraciones concebidas a partir de modelado y sus combinaciones. Decoraciones concebidas a partir de la utilización de combinaciones de modelado o aplicaciones e incisos. En todos los casos de tiestos decorados, además de contemplar los criterios arriba mencionados, se registraron los motivos y las combinaciones inherentes a cada uno de ellos. Las decoraciones, así como todos los demás rasgos formales analizados, fueron registradas de manera específica e independiente para cada uno de los conjuntos cerámicos correspondientes a un sitio. Una vez realizado este proceso en cada caso, se efectuó una división que contemplaba una separación de los atributos de acuerdo a su carácter diagnóstico o característico de un estilo o tradición específica. Esta segregación en cada sitio permitió definir la presencia de atributos predominantes en cada uno, así como la inserción de atributos de otros estilos o tradiciones, o incluso, la combinación de atributos de dos estilos diferentes dentro de un mismo conjunto cerámico analizado. En los casos donde fue posible, se realizó una representación estadística porcentual de este fenómeno. De esta manera, además de realizar una caracterización formal homogénea para todos los conjuntos cerámicos analizados, fue posible determinar las incidencias de los rasgos de un estilo o tradición dentro de otra, así como los atributos más recurrentes involucrados en este fenómeno y las variaciones que este podía adoptar.

5.7.2.1 Atributos tecnológicos El segundo criterio tomado en cuenta, incluyó aspectos de orden tecnológico como estudios microscópicos de la textura, así como una caracterización de la composición de la misma, ambos realizados en el laboratorio de cerámica de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden con la cooperación de Niels Groot y Loe Jacobs. Este segundo tipo de análisis se enfocó en los aspectos de la materia prima utilizada, así como en la posible adición de antiplásticos. El objetivo del estudio fue identificar diferentes tipos de texturas relacionadas con los constituyentes del cuerpo de las vasijas, lo que abarca la matriz de arcilla cocida al igual que sus inclusiones, en ese caso la textura está definida por tres características principales. 1. Aspectos causados por la temperatura de cocción y sus condiciones, incluido color. 2. Partículas presentes dentro de las arcillas o que fueron adicionadas a esta, elementos no plásticos. Estos pueden imprimir ciertas propiedades a la pasta de las arcillas. 3. Rasgos de la matriz de arcilla, si esta fue mezclada o no con otras arcillas, etcétera. Para los estudios microscópicos de las texturas fue seleccionada una muestra consistente en 100 fragmentos de cerámica representativa de un total de 11 sitios de la región. La cantidad de tiestos seleccionados por sitio varió entre 5 y 7 para cada uno. En los criterios de selección se tomaron en cuenta aspectos diagnósticos correspondientes a los diferentes estilos o tradiciones, así como tiestos representativos de mezclas o influencias distintas a nivel estilístico. Algunas de las preguntas básicas que inicialmente guiaron estos análisis fueron:

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1. ¿Existe un patrón o patrones de texturas similares para las expresiones estilísticas o las tradiciones cerámicas estudiadas en el norte de La Española? 2. ¿Qué relaciones existen entre el espacio o área geológica donde están ubicados cada sitio, las fuentes de arcilla, y los rasgos geológicos observados en las diferentes texturas observadas para el área? 3. ¿Cuáles son las tendencias más importantes que se distinguen a nivel tecnológico (selección de materiales, granos y cantidad, inclusiones, en las diferentes expresiones cerámicas) presentes en el área? Los tiestos fueron inicialmente preparados a partir de secciones delgadas y, posteriormente, fueron requemados en un horno eléctrico a una atmósfera de más o menos 750 0C. Fueron estudiados con un estéreo microscopio electrónico Olympus SZX9 con una magnificación de 6.25-50x. Inicialmente todos los tiestos concernientes a un mismo sitio fueron agrupados en diferentes grupos de texturas sobre la base de tipos, forma y cantidad de partículas y colores. Subsecuentemente, diferentes y pequeños grupos de texturas fueron descritos, todas las muestras relevantes fueron fotografiadas con una cámara y los atributos inherentes a cada grupo fueron descritos tomando en cuenta los siguientes aspectos. 1. Tipos de gránulos predominantes. 2. Tamaños de los gránulos predominantes. 3. Forma predominante en los gránulos más comunes. 4. Partículas menos predominantes. 5. Partículas que aparecen de manera esporádica. 6. Clasificación: Atributo que indica la homogeneidad en la forma de las partículas dentro de la matriz. La descripción estuvo basada en la tabla según Barraclough (1992). 7. Porcentaje de gránulos dentro de la matriz de arcilla. 8. Porcentaje de huellas y fibras orgánicas que pudieron estar dentro de la matriz. 9. Tamaño de las fibras que pudieron estar dentro de la matriz. Siguiendo este modelo descriptivo, los tiestos de los diferentes sitios fueron combinados y agrupados, si era posible, en diferentes tipos de texturas. El estudio de las diferentes secciones delgadas fue la guía para el reconocimiento de diferentes texturas. Algunas de las más características fueron seleccionadas para una segunda etapa de estudios microscópicos, la cual fue considerada como análisis de lámina delgada. Las láminas delgadas de petrografía fueron de 0,030 mm de cada muestra. Este espesor específico es adecuado para la identificación de diferentes minerales dentro de la arcilla. El estudio mineralógico fue conducido usando un microscopio especializado para petrografía. Se desarrolló una descripción de cada sección, con la idea de identificar la proveniencia, local o no, de algunas de las texturas definidas de acuerdo a la composición mineralógica de los elementos no plásticos presentes en las mismas, en comparación con aspectos de la geología local. Como elemento complementario a este tipo de análisis, fueron seleccionadas 32 muestras de arcilla colectadas en todo el norte de la República Dominicana, en particular en las zonas aledañas a los asentamientos. Las muestras fueron tomadas en lugares que podían ser candidatos a posibles fuentes de materia prima. Sus coordenadas de ubicación fueron registradas a partir de un GPS y las muestras envasadas en fundas plásticas. Este método de selección incluyó pruebas simples y directas sobre el comportamiento plástico de la arcilla (como el desmoronamiento de terrones de arcilla seca y la realización de una pequeña bobina de la arcilla mojada del grueso de un dedo meñique) en el terreno. El objetivo de ambas pruebas en el campo fue realizar una especie de pre-selección. El método de selección de las arcillas también implicó una ligera investigación antropológica a partir de conversación con habitantes locales, como para conocer las fuentes potenciales empleadas o conocidas por ellos. A las arcillas seleccionadas se les realizaron pruebas de laboratorio para decantar cuáles realmente poseían las condiciones para la producción de cerámica. La plasticidad de las mismas y sus condiciones para ser trabajadas,

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fueron comprobadas realizando pequeños recipientes y midiendo la contracción al secarse. Las muestras fueron quemadas para medir su comportamiento durante la cocción y post-cocción. De ellas siete fueron encontradas con las propiedades necesarias para ese tipo producción, y su composición y características fueron tomadas en cuenta en las comparaciones con los diferentes grupos de texturas, con la idea de generar una primera aproximación sobre el uso de materias primas locales o no, en la producción cerámica asociada a los sitios del área estudiada, y de hecho visualizar las posibles dinámicas de movilidad e interacciones de estos grupos, a partir del análisis tecnológico en combinación con los rasgos estilísticos.

5.7.2.2 Otros análisis Como parte de las investigaciones, otros tipos de análisis fueron realizados sobre el material arqueológico del área de estudio, y sus resultados serán incorporados de manera complementaria a la presente investigación. Se trata de análisis para la identificación de gránulos de almidón (Pagán Jiménez 2010) en dos sitios correspondientes a estilos o tradiciones cerámicas distintas. Chicoide y Meillacoide. Otros análisis realizados que serán incorporados de la misma manera a la información sobre los asentamientos estudiados, incluyen la identificación de las especies de fauna que, como desechos de alimentación, fueron exhumados durante los trabajos de campo en dos sitios de cerámica Meillacoide de la zona.

5.7.2.3 Fechas de radiocarbono Con la idea de definir la coexistencia de las ocupaciones que representan los sitios estudiados en el norte de La Española, se creó una base de datos con las fechas de radiocarbono reportadas en diferentes publicaciones sobre investigaciones arqueológicas en esta isla (con especial énfasis en la República Dominicana). Como resultado, se compilaron un total de 156 fechas originales en AP correspondientes a sitios de diferentes culturas o fases arqueológicas. Un procedimiento similar se efectuó a escala regional para el norte de La Española partir de las fechas de radiocarbono obtenidas durante la investigación y las disponibles en publicaciones. Las fechas regionales fueron recalibradas usando el programa Calib 6.1.0 (Stuiver et al. 1986-2011) tomando en cuenta los parámetros establecidos por este programa, de acuerdo al tipo de material fechado. En ese caso, las dataciones realizadas a partir de muestras de carbón fueron recalibradas a partir de la opción Intel calib 09, mientras para las obtenidas sobre muestras de conchas marinas se utilizó la opción Marine 09. Las muestras sobre huesos humanos fueron recalibradas usando Mixed Marine NoHem. En sentido general, se empleó esta opción de recalibración, ya que hasta el momento no existen datos locales específicos sobre el AR para esta área del norte de La Española, situación que enfrentan otras islas del Caribe. Es importante resaltar que, para paliar esa carencia y comprobar la confiabilidad de las dataciones utilizando diferentes materiales en las Antillas Mayores, se han desarrollado algunas investigaciones (Cooper y Thomas 2011), en particular se han comparado fechados obtenidos sobre muestras de concha con fechados realizados en postes de madera para sitios de la costa norte central de Cuba a partir de las opciones de re-calibración establecidas en el programa Calib 6.1.0. Estas pruebas han arrojado diferencias mínimas y muestran la posibilidad de utilizar las fechas de concha como indicadores cronológicos confiables.

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