CRISTO EN LA IDENTIDAD Y EN LA ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE

III / CRISTO EN LA IDENTIDAD Y EN LA ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE. No podemos ser sacerdotes al margen de Cristo. No se trata de una relación con Cris

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III / CRISTO EN LA IDENTIDAD Y EN LA ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE. No podemos ser sacerdotes al margen de Cristo. No se trata de una relación con Cristo superficial o nocional, sino de una relación autentica entre el sacerdote y Cristo. Lo que se pretende es una espiritualidad en la vida del sacerdote, marcada bajo su relación con Cristo. I.

LA RELACIÓN DE CRISTO EN LA IDENTIDAD DEL SACERDOTE.

No se trata de hablar de mi relación con Cristo para ser yo sacerdote, sino de la relación de Cristo conmigo para ser su sacerdote. Para ser yo sacerdote tengo que tener una relación con Cristo. Según este planteamiento, una persona que no cumpla este requisito no puede ser sacerdote. 1. Cristo en el origen del sacerdocio. La PDV en el núm. 12 nos dice que “para comprender las realidades sacerdotales es fundamental la referencia a Cristo”. (PDV 12). Vamos a dar algunos pasos: a. La insistencia con que se afirma que el sacerdocio ministerial es iniciativa de Cristo.  Son muchas las referencias que podemos encontrar sobre este punto; solo me limitaré a lo que dice el CVII en la LG 18 “Cristo el Señor, para dirigir el Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre, instituyó en la Iglesia diversos ministerios que está ordenados al bien del cuerpo” (LG 18). La PDV nos dice que Cristo es el Origen “del sacerdocio ministerial para el sacerdocio de los fieles” (PDV 13-15). Aquí me gustaría introducir ya de ante mano el texto de San Pablo a los Romanos en el Capítulo 12, 1. (…) En definitiva es eso, que el sacerdocio ministerial se ordena al de los fieles para que Pero, volvamos a los que nos corresponde ¿qué sentido tiene que Cristo sea el origen de todo este ministerio? Iremos encontrando la respuesta a lo largo de este tema. b. Contenido de la relación de Cristo con el sacerdote En la realidad en que estamos, nos encontramos con diversas posturas para establecer la relación Cristo-sacerdote: 



 

Desde la perspectiva de pastor. En la Sagrada Escritura vemos a Cristo como Pastor, los apóstoles también son llamados pastores junto con sus colaboradores y sucesores. A los bautizados, en cuento tales, no se les llama pastores. Aquí vemos reflejado que quien es guía “de una comunidad” es pastor, todo cristiano no es pastor. Desde la perspectiva de autoridad. Es evidente que los discípulos reciben de parte de Jesús un “poder” y una “autoridad”. Es la autoridad que parte del Padre, pasa por el Hijo y llega a los apóstoles. ¿Cómo hemos de entender esta autoridad? Desde la perspectiva de misión. Como el Padre envía a Cristo, Cristo envía a los apóstoles. (Jn 13,20) Jesús es el enviado que envía. Desde la perspectiva de diakonía. Fundamental en el Nuevo Testamento. La diakonía es clave para situar y relacionar la pastoralidad, la autoridad/poder y la misión/envío. Os acordáis de la última cena… (Pedro le dice: Señor, lavarme a mí, no) ...Servir y dar la vida (la conjunción “y” es muy típica en el lenguaje semítico, lo que quiere decir que es lo mismo: en Jesús servir y dar la vida es lo mismo, y es por tanto, lo que pidió a los apóstoles)

No hay duda de que la relación que existe entre el sacerdote y Cristo es propia y tiene un contenido; pero sobre el factor integrador de estos elementos, hay diversas opiniones. c. La relación de Cristo sacerdote.

La vida cristiana no tiene sentido si en ella no hay una referencia a Cristo. Mucho menos la vida de un sacerdote. El sacerdote ha de vivir su ministerio armoniosamente de forma que la oración le lleve a la acción pastoral. Y viceversa, pero primero la oración. El sacerdocio ministerial y de los fieles fundamentado en el sacerdocio de Cristo. Hay que decir que encontramos con autores que nos hablan de que Cristo no fue sacerdote en sentido profesional, para concluir que su vida y su obra no fueron sacerdotales en ningún sentido. No nos centraremos en ellos. 

Eloy Bueno (sacerdote de Burgos) da una gran aportación al hablar de una Cristología Sacerdotal: “La categoría sacerdote… envuelve y da contenido a la filiación histórica y la misión de Jesús”. A partir de esto, toda cristología ha de concebirse y exponerse como cristología sacerdotal. De esta forma el carácter sacerdotal de Jesús ha de ser presupuesto para comprender y conjugar en armonía el sacerdocio común y el ministerial.

d. La referencia trinitaria. Si hemos dicho que el sacerdote no se comprende sin referencia a Cristo. La relación con Cristo debe llevarnos a la relación con el Padre y con el Espíritu Santo, y no a un cristocentrismo. Debe llevarnos a una compresión mayor de lo que es Cristo en su relación con el Padre y el Espíritu Santo. 



En los últimos documentos sobre el sacerdocio la Trinidad ha estado presente. Por ejemplo: El CVII habla de la Trinidad como punto fontal de la Iglesia y del ministerio ordenad. (LG 19: 21; 28). La PO hace referencia a la Trinidad cuando habla de las funciones del sacerdote (PO 5-6). En la PDV la Trinidad es el hilo conductor del documento. Se trata de acceder a la Trinidad desde el sacerdocio de Cristo. El sacerdocio de Cristo nos introduce en la vida trinitaria. ¿Cómo es posible? Hemos sido creados en unidad, hemos sido llamados a vivir en familia, así vamos entrando en la dinámica trinitaria, es una relación de amor.

Cristo no sólo es origen histórico del sacerdocio, sino que es su fuente originaria, del que permanentemente fluye la Vida ministerial en la Iglesia. 2. La sacramentalidad en la identidad del sacerdote: Entramos en un concepto bastante delicado, el concepto de sacramentalidad. Hay que decir que la relación con Cristo nos lleva a una forma nueva de ser y a un nuevo modo de actuar. El sacerdote a partir de su ordenación queda identificado plenamente con Jesucristo en su ser y su actuar. a) Revalorización de la sacramentalidad: El sacerdote no se puede definir por las tareas o funciones materiales que realiza, sino por la sacramentalidad del ministerio, que implica una vinculación originaria y estrecha con Cristo. Hemos de tener muy presente este concepto, porque es clave para comprender el sacerdocio.  El presbítero, en virtud de su ordenación, es un ser sacramental, signo, “icono” o instrumento de la acción de Dios en la Iglesia, posibilitando la acción de Cristo Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo. (PDV 3; 15; 16). b) Naturaleza de la sacramentalidad.  Aquí nos referimos al origen sacramental del presbiterado. La ordenación de un sacerdote no es un mero acto jurídico, sino que es un sacramento de la Iglesia. El ministerio es antes que nada un

don de Dios, que viene de arriba y que capacita al elegido para colaborar con Dios en la obra de común salvación. Es Dios quien tiene la iniciativa.  También nos referimos a la índole sacramental del ministerio presbiteral. Todo el ministerio del sacerdote tiene índole sacramental. El Espíritu Santo marca al sacerdote configurándole con Cristo, de tal forma que puedan obrar en nombre de Cristo cabeza. Veamos dos términos: o Obrar en nombre Cristo cabeza: no consiste en ocupar su puesto, tampoco ser un sustituto o suplente, se trata de posibilitar que se visibilice y mantenga su presencia mediadora en el ministerio del sacerdote. Es una presencia sacramental. o Representar a Cristo como cabeza: aquí hemos de entender a Cristo como Mediador. Y el sacerdote, que actúa en nombre de Cristo Cabeza, tiene como propio, ser sacramento de la mediación de Cristo, es decir, significar la presencia de Cristo mediador. El sacerdote ha de ser sacramento de la mediación de Cristo para la comunidad.  El sacerdocio ministerial, sacramento de la mediación de Cristo para el sacerdocio común. ¿Para quién es el sacerdote sacramento de la medicación de Cristo? Para el sacerdocio común. Esto ya lo hemos visto al principio. El que participa del sacerdocio ministerial ha de tener un cambio radical en su vida: o Ha de acceder libremente a Dios. No ha de estar apegado a nada. o Ha de ofrecer toda su vida a Dios. La mediación de Cristo es totalmente necesaria para el ejercicio del sacerdocio común. Y en esta necesidad que el sacerdocio común tiene de la mediación de Cristo está el lugar del sacerdocio ministerial como sacramento de la mediación de Cristo. 3. La relación de Cristo y la persona ordenada Ahora hablaremos de la persona del ordenado. a. La relación del presbítero. 

La racionalidad en el ser de la persona.

Aquí tocamos lo más profundo y radical de la persona. Para entender a la persona hemos de tener presente su ser en relación. No buscamos definir a la persona como “YO”, sino como un “YO-TÚ”. En el tú que me acepta como soy y acepta mi donación, comienzo a ser plenamente yo. Así, al hablar hoy de persona, se habla de relación. 

El reconocimiento en la identidad del presbítero.

Ya hemos hablado de mi relación con Cristo. Una relación nueva con quien te envía –de cuya mediación eres sacramento- y es la relación nueva con aquellos a quien eres enviado, para quienes eres sacramento de la mediación de Cristo. 

La sacramentalidad hace al sacerdote un ser relacional peculiar:  Relacionalidad del sacerdote por la relación con Cristo. Aquí hay que decir que la relación no la pone el sacerdote, sino que la pone el mismo Cristo, ya que somos sacramento de su mediación actuante.  La sacramentalidad en la relación del presbítero con la comunidad. No es suficiente el tiempo que le brindamos, ni la entrega con que se ofrece, lo que hace una relación autentica con la comunidad es la sacramentalidad, ya que en ella actúa “In persona Christi” e “In persona Ecclesiae”

 Relación del presbítero con el Obispo. Por la sacramentalidad del episcopado y del presbiterado, no es el obispo quien se define en relación con el presbiterio, sino que es el presbítero quien es definido en relación con el obispo.  Relación del presbítero con el presbiterio. El orden se confiere a cada uno en singular, pero quedan insertados en la comunión del presbiterio unido con el Obispo. (PDV 74). Es un sacramento compartido. Por tanto, la fraternidad sacerdotal es sacramental. (PO 8). o La relacionalidad del presbítero no puede separarse de su persona. o La relacionalidad del sacerdote es más que nuestra relación con Cristo, se trata de vivir la relación de Cristo en el sacerdote. b. La persona ordenada. Recordemos que no podemos hacer una separación entre la persona ordenada y el ministerio. La vida del sacerdote no es algo separado del ministerio. No se trata de una profesión, va más allá, se trata de una vocación. 

La persona del ministro no puede entenderse al margen del ministerio. La persona del sacerdote, incluso su estilo de vida, se ve necesariamente implicada en el ejercicio del ministerio.  La persona ordenada bajo la acción de Dios. Es Cristo quien capacita para su ministerio con su Espíritu y da su configuración. El punto de partida de la configuración está en la Trinidad, en la ordenación. El Espíritu, consagrando al sacerdote… crea una relación que, en el ser mismo del sacerdote, requiere ser asimilada y vivida de manera personal… una relación ontológica y psicológica, sacramental y moral, fundamento y fuerza para aquella ‘vida del Espíritu’ y para aquel ‘radicalismo evangélico’ al que está llamado todo sacerdote.  Repercusión que la ordenación tiene en la persona ordenada. En un ser tan estructuralmente relacional como hemos definido al sacerdote, lo que posibilita su relación primordial (ser signo de Cristo cabeza) no puede menos que afectar a los que él “es” en lo más profundo y especifico de su ser ministerial. Su realidad ontológica. II.

LA VIDA DEL SACERDOTE EN CRISTO. 1. la vida del sacerdote en la relación de Cristo.

a. Anotaciones a la relacionalidad  A la persona se le define ser en relación, pero es no es suficiente. Puede que al otro no lo veamos como sujeto de relación conmigo. El paso exigido para la relacionalidad es ver al tú también en relación conmigo y aceptar su relación con apertura. La apertura se necesita tanto para salir de uno mismo e ir al otro, como para acoger la relación del otro. Lo mismo puede darse en la relación con Dios. Hemos de tomar conciencia que Dios es sujeto de relación con nosotros, aceptar su relación y vivirla. Hemos de distinguir la relación con Dios (es nuestra relación) y la relación de Dios con nosotros (es su relación). Decía el papa Benedicto XVI a los jóvenes en Colonia: “Dadle derecho a hablaros”.  La relacionalidad no se agota en la entrega a los demás, en ser para los demás. Pero se es para los demás desde el Otro y los otros, y no desde uno mismo. Aquí caben dos posibilidades: cuando se actúa desde el Otro podemos hacerlo por iniciativa de uno mismo, y la otra posibilidad es; actúo desde el Otro porque por iniciativa suya estoy incorporado a Él, soy en Él, y vivo en su comunión.

b. Sacerdote es en Cristo No nos hacemos sacerdotes en Cristo por nuestra relación con Él, sino que somos sus sacerdotes por su relación con nosotros. Somos sus sacerdotes en su relación. 



El cristiano es y vive en Cristo. Del reconocimiento del ser en Cristo hay que pasar a su experiencia. Si soy en Cristo, en Cristo vivo su Vida, que es Trinitaria. Pero hay que pasar de serlo a vivirlo. En definitiva se trata de vivirse hijo en el Hijo. El ser del sacerdote en Cristo. Lo radical de la sacramentalidad es su relación. Actuamos en su nombre; es decir, hemos de significar que Él está presente y ejerce su mediación. No puede olvidarse que somos su relación. o Distintas tipologías de sacerdocio que caben según sea la relación que se viva con Cristo.  Una relación intencional y lejana, más racional que otra cosa.  Una relación con Cristo incorporada a su vida; la vida es mía, la llevo a mi propio entender, y a Cristo le incorporo en mi vida.  Otros se hacen sacerdotes desde nuestra relación con Cristo, hasta con exigencias, pero intentando desde nosotros la configuración con Cristo.  El otro planteamiento es el del sacerdocio en relación de Él con nosotros somos sus sacerdotes en su relación.

c. Una antropología cristiano sacerdotal. Acoger la relación que de Él me viene y vivirla en todo momento implica toda mi vida: soy hijo de Dios y hermano de todos en su relación de Hijo. Soy ministro en su relación Trinitaria. Está claro que vivir su relación abarca a toda la persona. El sacerdote no puede entender la vida y ministerio fuera de la relación con Cristo, pero consciente de que su vida cambia: cambia en el sacerdote la capacidad de acogida y cambia la capacidad de donación, sobre todo, cambia la vivencia de la relación, que es de amor de Dios Padre por Cristo en el Espíritu. 2. La vida del sacerdote en el amor de Cristo. La persona, y por ende el ministerio sacerdotal se entiende desde el amor. Por tanto, nos centramos en la vivencia de la relación de Cristo, que es relación de amor. Vivimos en el amor de Alguien. a) La relación de Cristo es la presencia Toda relación es presencia, pero hay relaciones y relaciones, y, consecuentemente, hay presencias y presencias. La relación de Cristo con nosotros es la relación del Hijo que nos da su Espíritu para poder llamar a Dios “Abbá”, relación de quien llama a seguirle, de quien invita a su mesa, de pastor que cuida a sus ovejas, de sacerdote que entrega su vida. Lo radical de la sacramentalidad es posibilitar la actuación mediadora de Cristo por medio del ministerio. También el sacerdote cuenta con la presencia del Espíritu. El sacerdote es presencia Trinitaria. b) Presencia de Amor. Cristo es presencia de Amor, cuando Dios es amor, Cristo es la revelación del Amor del Padre, tanto amó Dios al mundo… La Trinidad- Amor llega a nosotros por Jesucristo. En Cristo, amor entregado está la auto-donación de la Trinidad. Cristo por tanto, es la vena para la caridad pastoral del sacerdote. Para llegar a ese conocimiento del amor de Cristo, no basta nuestra relación con Él, le conocemos realmente por su relación con nosotros. De forma que la relación de la que se trata es de amor, sólo conoceremos que nos ama experimentándole queriéndonos. Conocemos a Dios cuando le vemos, le

experimentamos, queriéndonos en Cristo. Decía Mons. Agrelo: Sólo le conoceremos a los pies de la Cruz, agrego yo-, expresión máxima del amor. c) El sacerdote, presencia del amor. Si el sacerdote es en Cristo, y la relación de Cristo es presencia de amor, la relacionalidad del sacerdote no puede no tener como constitutivo radical la experiencia del Amor. 3. La alteridad de la vida del sacerdote. El punto de partida es la sacramentalidad del sacerdocio ministerial y la relación de Cristo, con el sacerdocio de los fieles. El sacerdote es sacramento de Cristo Cabeza, Cristo no queda identificado por la Iglesia, Él es más que la Iglesia, así la referencia a la capitalidad de Cristo en la Iglesia es permanente. Así al sacerdote, sacramento de Cristo Mediador, se le pide que asuma la alteridad de Cristo en la comunidad. El sacerdote pertenece a la comunidad, pero no es propiedad de la comunidad. El sacerdote debe remitir a Cristo que es quien convoca a la comunidad, la reúne y la alimenta. 4. La vida del sacerdote en la relación trinitaria. Se ha de incorporar la presencia de la relación trinitaria en el ser y en el actuar del sacerdote y vivirla. No habrá espiritualidad sacerdotal si no cuenta con la vivencia Trinitaria. Las referencias de la Trinidad en la ordenación son numerosas. La Trinidad económica es la Trinidad inmanente, y por tanto, el sacramento del orden, a través de la misión del Hijo y de la efusión del Espíritu, enlaza con sus precesiones eternas. El misterio de la Trinidad ilumina los ministerios ordenados. a. la relación trinitaria como experiencia cristiana. La verdadera experiencia sacerdotal del presbítero descansa en la experiencia cristiana. No es posible que el sacerdote viva la relación del Padre, del Hijo y del Espíritu como sacerdote, cuando no la vive como cristiano. “La comunión íntima con la Santísima Trinidad, o sea, la vida nueva de la gracia que hace hijos de Dios, constituye la ‘novedad’ del creyente: una novedad que abarca el ser y el actuar”. (PDV 46)  

Asumir lo que es en nosotros ser hijo en el Hijo. Vivenciar la relación trinitaria es la oración cristiana, es decir la oración en clave cristiana.

b. La relación trinitaria, experiencia del sacerdote. La relación de la Trinidad debe pasar a ser experiencia de vida del sacerdote. ¿Cómo se llega a esa experiencia?   



Es básico contar con una visión del sacerdocio que incluya la relación del Trinitaria. Una toma de conciencia de la relación de las tres personas divinas en el sacerdocio que uno está viviendo. Vivir la relación trinitaria de forma muy consciente en la celebración de la Eucaristía. En esta clave la celebración de la Eucaristía enriquece substancialmente la relacionalidad del sacerdote. Vivir de forma explícita la relación trinitaria en la oración. Esta forma de relación supone un proceso de transformación en la vida interior.

5. La vida del sacerdote testigo en Cristo.

Situemos al sacerdote en su condición natural de testigo. Hoy se pide constantemente al sacerdote que de testimonio. Si nuestra vida se entiende en relación de Cristo, que es la relación de Vida, no podemos prescindir del testimonio en nuestra vida. Quien vive en Cristo es sin más su testigo. a) Datos de un contexto. ¿Cabe hoy la propuesta de ser testigo de Jesucristo? 

Necesidad de testigos y llamadas de urgencia. o La nueva pastoral parte del testimonio y está exigiendo una vida de testigo. o La nueva evangelización, que necesita la palabra, también necesita del testimonio. o El acompañamiento no es ni obvio hoy sin el testimonio.



La llamada al testimonio desde la vocación.

No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. (Hch 4, 20…) Queremos decir que el vocacionado se convierte en testigo, es testigo y le nace del testimonio, que es más que hacer de testigo. Hay urgencia de que el vocacionado sea testigo. Está presente en la vida la tendencia de identificar la vocación con el envío separándolo del testimonio. El enviado tiene un margen de actuación, cuenta con una libertad de movimientos, puede actuar según su buen entender; en cambio, el testigo tiene que responder a lo visto y le corresponde un actuar más determinado. Testigo es elemento integrante de vocación. b) Seréis mis testigos. (Hch 1,8). Testigos en Él. 



Testigos de Jesús. Somos testigos de Jesús, no de “otro”. Se trata de dar testimonio sobre Jesús. ¿Qué digo sobre Jesús? ¿Expongo mis propios pensamientos? Se trata de hablar desde dentro de Jesús. Ser testigos de Jesús de lo que piensa, siente y es. ¿Cómo actuaría Jesús ante tales realidades? Si le conocemos por dentro estaríamos seguros de que Jesús diría esto. Testigos en Él. Donde no ha habido experiencia, no existe el testigo. Habla de lo que ha visto, de lo que ha oído, obra como el Padre le ha ordenado. Jesús nos llama para que estemos con Él y para enviarnos. En Jesús también vemos su relación de Hijo y de Hijo Sacerdote, en la que está su conocimiento del Padre, origen y fuente de la salvación Amor. c) Componentes del testigo.

Experiencia, que no es sustituible por nada. El sacerdote testigo hoy, necesita: la experiencia de ser sacerdote y vivirlo en Cristo, la definición que supone la relación de Jesucristo Mediador, la fidelidad que garantiza la credibilidad del sacerdote, y la referencia permanente y viva al Espíritu. ¿No estaremos necesitando un atrevimiento mayor para creer lo que es el sacerdote en Cristo? ¡Atrévete a creer!

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