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CRITERIO MÉDICO. MADRID, 25 DE NOVIEMBRE DE 1869. HIGIENE. LACTANCIA. ( OontvmMoion),
No es fácil calcular la abundancia de leche de una nodriza, porque el volumen y consistencia de los pechos indicarán tan sólo la leche actual que pueden tener, pero de ninguna manera ofrecerán seguridad sobre la marcha ulterior de la lactancia (1). Ésta se caracte(1) Hace muohoB años inepecoioné una nodriza qne me pareció aceptable por aa estado general y el de los pechos en su Tolúmen, forma y consistencia, aunque la leche no dejaba de ser bastante clara y serosa; pero me dijo que su situación era tan triste, que en los treinta dias trascurridos después del parto no habia comido otra cosa más que pan y sopas, Los padres de la recien nacida tenían el capricho de que eligiese una nodriza buena mozaj y bajo este punto de vista nuda dejabaque desear la que es objeto de estas lineas, que á su vez supo habia interés en admitirla por su hermosura, y que su porvenir quedaba asegurado con esta lactancia. Yo decidía con mi informe sí esta nodriza habia de ser 6 no admitida para criar, y aun cuando recelé preferirla por su leche clara, esperaba que con una alimentación nutritiva y suculenta adquirirla pronto la cualidad que le faltaba para ser buena. En la primera noche la niila durmió bien y el dia lo pasó sin novedad particular; mas á la noche siguiente no cesó de llorar y nadie desean^ en aquella casa. En el primer momento supuse tendría la niña indigestión, pero al saber que no habia orinado en las últimas horas, sospeché falta de leche en la nodriza; inspeccioné los pechos y me quedé absorto al verlos reducidos á la sexta parte de su volumen anterior. Mandé despedir la nodriza en el acto, y no sabia cómo explicar un cambio tan completo en las mamas y tejido adiposo en tan pocas horas. Con la mayor diligencia y constancia pude averiguar que al saber iba & ser inspeccionada comió una libra de sardinas muy saladas, bebiendo luego muchísima agua, y ordeñándose con la mayor frecuencia, consiguió de este modo engañarme, aumentando el volumen de sus pechos y la secreción y abundancia de la leche. Otros muchos ejemplos podría citar si éste no probara bien que la astucia de la nodriza es superior á todo encarecimiento, y las hay tan criminales, que al jugar tan desapiadadamente con la vida de los inocentes niños, merecerían los mayores castigos.
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riza principalmente por el golpe mayor ó menor que sienta la nodriza con la succión del niño, y sobre todo si éste queda ó no satisfecho de^ues de hiber mamado. Los pechos de mediano volumen dan mejor leche que los excesivamente grandes, y los muy pequeños son los menos preferibles. La nodriza de veinte á treinta años, de constitución fuerte , temperamento sanguíneo linfático, pecho largo, cabellos negros, dien'tes blanctós sin caries, labios y tez colorados, pechos piriformes con pezones bien desarrollados y sin venas muy dilatadas, no sólo dará esta mujer leche en abundancia, si que á la vez también será muy nutritiva ; no así los pechí» redondos con gruesas venas y aureola ó círculo moreno que rodea al pezón muy grande; éstos son peores ó inferiores á los precedentes. La leche puesta en la cuchara debe ser blanca, reflejando un ligero color azulado, de sabor azucarado y no muy espesa. La de la recien parida está alterada por los calostros, que desaparecen á los pocos dias del parto, como el color amarillo gue dan á la leche; la alteración peor es la del pus que oon ella se mezcla en los abscesos de las mamas, en particular si son profundos; y siendo persistentes, no debe el niño hacerla succión en estos pechos, porque se comprometerla su salud y la vida. Débil, sedentaria, menos propensa á la intemperancia, y sustraída generalmente á los trabajos que ejercitan al hombre, tiene la mujer menos facultad digestiva y deseo menor también de alimentarse , prefiriendo una nutrición menos excitante ; por eso instintivamente hace uso de alimentos dulces, azucarados, ligeros y nutritivos bajo un pequeño volumen. En general, los alimentos de fácil digestión de los dos reinos orgánicos la convienen, y la consideración de sus temperamentos, de sus disposiciones hereditarias y de sus enfermedades anteriores debe tenerse muy en cuenta pitra ordenar el régimen, Uenandt) asi las indicaciones que teóricamente se derivan del sexo; y la nutrición debe variarse, sobre todo según las épocas de su vida femenina, como la menstruación, el embarazo, parto, lactancia y edad crítica. Respecto á la lactancia debe la mujer hacer uso del alimento á que está acostumbrada y no tomar más cantidad que la que buenamente pueda digerir. Los manjares que forman la basé de la vida ordinaria, consagrados por el uso, son los más convenientes á las nodrizas, teniendo la precaución de variar el régimen y abstenerse de alimentos ahumados, salados, embutidos, cantidades abundantes de sustancias vegetales crudas, vino con exceso, escabeche, pimientos y vinagre. El uso de las bebidas alcohó-
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licas debe proscríbiree completamente, porque trasmitiéndose con facilidad á la leche, pueden producir cólicos, convulsiones, embriaguez, y aun la muerte de los niflos. El ejercicio moderado al aire libre es muy conveniente á las nodrizas , lo mismo que á ios niños, pero deben evitarse los enfriamientos y cambios bruscos atmosféricos, que tanto hacen variar la temperatura. La habitación destinada para dormitorio de la nodriza habrá de ser grande, espaciosa y ventilada, y nunca es higiénico ni prudente se quede el niño dormido en la cama de la nodriza, ya para evitar la eventualidad remota de la asfixia del niño, ya también para que éste duerma mejor; porque, pegado á la nodriza, el olor de la leche le excita á mamar indebidamente, y es costumbre ya mal consentida que el niño pase la noche cogido al pecho, de donde resultan indigestiones frecuentes y una debilidad prematura de la nodriza, que influye ilirectamente para que la lactancia llegue á buen término de nutrición y fortaleza para el niño. Deben, asimismo, evitar las nodrizas las emociones, la lectura y espectáculos que agitan el alma, y si fuesen casadas y no pudiesen impedirse las relaciones sexuales, tendrán muy buen cuidado de no dar el pecho al niño hasta que sobrevengan la calma y tranquilidad completas del sistema nervioso. LACTANCIA POR LOS ANOIALBt.
Aunque la leche de burra es la que más se parece á la de la mujer, la dificultad de aplicar su pezón á la boca del niño es grande, y por eso, si alguna vez se emplea esta leche, es por medio del biberón. És comunmente la cabra la que se prefiere para este uso, y el grosor y forma de los pezones se adaptan muy bien á la boca del niño, que coge con facilidad, se la adiestra pronto á ofrecer su leche y es susceptible de acariciar y aficionarse al niño (1). Bueno será tomar precauciones contra la impetuosidad é impaciencia de la cabra; por eso debe elegirse joven, de un natural dulce y manejable, que esté reciente la época del parto y que no sea el primero, porque se agota (1) Hace añog, encontrándome en las montañas de Santander, pre«encié el llanto de una niña de diez meacB que se habia hecho daño jugando con una llave. La cabra que la criaba la oyó, á. pesar de la grande distancia á que se encontraba, y la recorrió con la velocidad del rayo; dio fuertes golpes á la puerta de la casa hasta verla abierta; busca, impaciente, la niña, que estaba de visita co>' sn madre, la acaricia lamiéndola y se echó, ofreciendo el pecho i la niña, ae éita cogió 8Íni4emora,
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más pronto la leche ; y si hace tiempo que ha parido al dar el pecho al niño, la leche entonces es más serosa y menor la cantidad. £1 color del animal parece influir en la naturaleza de la leche; así es que la de las blancas no tiene tanto olor á cabrio. Respecto á los efectos morales de la leche de los animales se han emitido las mismas opiniones que sobre la de las mujeres. Los niños criados con leche de vacas no tienen la vivacidad de movimientos ni la alegría de espíritu que se observa en los nutridos por las cabras. La higiene del animal modiiica la naturaleza de la leche, y que el niño la reciba por medio de biberón, ó directamente del pecho del animal, que sería preferible, es muy conveniente colocar á éste en las condiciones más favorables á su salud; por eso debe pacer al aire libre y en completa libertad , debe echarse sobre paja renovada todos los días y en un establo bien ventilado, y hacer uso de vegetales verdes , que dan una leche más serosa y más apropiada á las fuerzas digestivas del recien nacido. Las zanahorias producen una leche ligera y de fácil digestión ; la de las remolachas es más rica y más nutritiva ; las otras sustancias y los forrajes dan una leche de riqueza intermediaria. Convendrá mucho limpiar la piel de la cabra todos los días, porque así se favorecerá la acción perspiratoria de la piel. Si no nutre más que á un niño, es indispensable ordeñar la leche superfina, y hay que evitar los malo» tratamientos, como los sustos, y cuanto pueda irritarla, para que la excreción de la leche sea fácil y no se alteren sus buenas cualidades, y por igual motivo no se la debe obligar á que soporte grandes fatigas. La cabra que ha nutrido á un niño hasta el destete es la mejor para una nueva lactancia, ya porque la leche por experiencia se sabe que es buena y adecuada al fin propuesto, ya también porque la cabra adquirió el hábito y la educación convenientes para ésta especial lactancia. LACTANaA ARTIFICIAL.
Desastrosa en las casas de maternidad, funesta en las ciudades muy populosas, proscrita por los médicos y condenada por los resultados de la estadística, la lactancia artificial, si es dirigida con la debida solicitud en todos los instantes y el concurso de las buenas condiciones higiénicas, puede, entonces, tener muy buen éxito aislada mente en algunas familias, y mejor aíin en el campo; éxito que se aseguraría mejor si la lactancia artificial se empleara después de al-
BL OBiTicíiio vimoo. 509 gunas semanas de lactancia natural, ó se alterna ésta , por precaria, con aquélla. La leche debe ser siempre del mismo animal, ordeñada de nuevo; no se debe hervir, pero si calentarla en el baño de maria á la temperatura de la leche de la mujer. Cuando la leíche que se emplea es más rica en principios nutritivos que la de lártiujer,como sucede con la de la vaca, entonces se mezcla con un poco de agua ligeramente azucarada, y las proporciones relativas de estos dos líquidos pueden variarse, según la aptitud digestiva del niño, en la medida progresiva de sus cuidados de asimilación ; la regla única es el ensayo, y sólo después de haber observadofielmentelos efectos dia por dia es como se adoptará definitivamente el régimen que mejores resultados haya dado. La mezcla de la leche con el agua pura es preferible A la de la leche con el agua de malvas, ó cocimiento ligero de avena, cebada ó harina. Luego que se advierta que la fuerza digestiva del niño progresa, de nn modo gradual se disminuye el iigüa hasta dejar la leche pura. Los niños nutridos artificialmente, desde el cuarto mes pueden comer papilla hecha con mi^^a de pan seco, reducida en forma do harina grosera, y mezclada con agua, se pone á hervir hasta que se forme una sustancia homogénea, se cuela por un tamiz de seda y se endulza ligeramente. Después de algún tiempo la harina do miga de pan se mezcla con leche, luego con caldo dé póHo, etc., y la papilla asi preparada es un alimento muy adecuado á la primera edad. Por medio de este artificio de graduaciones delicadas en el régimen es comO se pueden corregir los inconvenientes de una lactancia artificial ó con biberón, sin desatender el beneficio qiie reporta la respiración de un aire puro y demás cuidados higiénicos. A pesar de tal combinación de medios, no serán éstos jamas un método seguro de educación fisica, y sobre todo aplicables á un gran número de niños reunidos en un mistno local. RÉGIMEN DBL NIÑO EN LA LACTANCIA.
Un abuso hay en la lactancia, que no ha tenido, no tiene ni tendrá nunca remedio, porque es debido á la indiscreción; y tratándose de los niños que manían, madres y nodrizas todas son indiscretas. Me refiero á la necesidad ilusoria en que se cree que los niños deben mamar cada cuarto de hora, cada media hora, y cuantas veces el niño lo pretenda, y si los niños todos no perecen por éste
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abuso, no deja de ser crecido el número de los que por él sucumben. Siempre que el niño llora se atribuye su llanto á debilidad, y en la mayoría de casos el niño está desazonado é incómodo porque es penosa la digestión de la mucha leche que ha mamado. Vuelve á mamar de nuevo, y mama, volviendo á llorar, y milagrosamente el niño se libra de tanta leche indigesta en el estómago é intestinos, por el vómito y diarrea; á los pocos días vuelven á presentarse los mismos síntomas por igual causa, continuando asi los niños hasta el destete, y los que no perecen, naturaleza privilegiada sin dudu tienen, y no poca resistencia. No se concibe por las madres que el niño que mama tenga necesidad de adietarse por indigestión, siquiera sea por algunas horas ; pero lo mejor sería prevenirla, disponiendo que el niño mamase sólo una vez cada hura y media, mínimum de distancia, y cada tres horas el máximum de una succión á otra; aquélla para los recien nacidos, y ésta para los más fuertes y robustos, ya de dos ó tres meses, mamando de cada vez el niño hasta saciarse, ¿ no ser que hubiese alguna contra-indicación. Hasta los seis meses la leche de la madre ó nodriza debe ser el único alimento del niño ; pero si hubiese necesidad, podria permitirse también el uso de la leche de vaca ó cabra, pura ó mezclada con agua, como ya se ha dicho. Una alimentación prematura es la causa de muchas molestias y enfermedades, porque no hallándose en la debida proporción con IHS facultades digestivas del niño, sobrevienen diarreas, indigestiones, empachos abdominales, la costra de leqhe y otras erupciones, siendo también la alimentación prematura una de las causas ordinarias del raquitismo, por lo mismo que el organismo no puede elaborar convenientemente los niateriaies que re~ cibe, ni proveer por este medio á su nutrición según la manera de se r fisiológica de esta edad. Sólo cuando el estado valetudinario de la madre y su escasez de leche lo autorizan, puede permitirse al niño desde el tercer mes un alimento auxiliar como la leche de los anima les y la papilla; pero en general conviene mejor esperar hasta el sexto mes. Ya en esta época, se pueden dar al niño como unas seis cucharaditas de papilla de cada vez y tres veces al d¡a, hecha con crema de arroz, si hay tendencia á la diarrea, ó con fécula de patata si la hubiese al estreñimiento; y la papilla también es buena hecha con harina de trigo, con miga de pan y con galleta fina. Es conveniente alternar con todas estas féculas, pues asi se satisface al principio de
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la variedad en el régimen, y progresivamente se aumenta el espesor de la papilla como el número de las (}uchara4»s, (S^n que lo permitan el estado general del niño y su fuerza digestiva, que dia por dia tanta atención requieren. Después del uso de estas féculas puede emplearse la sémola clara bien cocida, el fideo blanco y loá potajes ligeros hechos con las mismas harinas; y el agua, la leche, y el caldo de vaca, gallina ó carnero, son los líquidos adecuados para condimentar toda esta' variedad de papillas y féculas, prefiriendo la sal al azúcar cuando se emplease el agua, y la manteca al aceite. Á la vez se da al niño una cortecita de pan seco, que reblandece y chupa, ejercitando m su aparato de la masticación, y este ejercicio fevorece la evolución de los dientes ix>r la compresión de las encías y los dispone á masticar sustancias sólidas. Siempre que la lactancia es bien dirigida y esmeradamente escu^ driñada para que la nutrición y el desarrollo correspondiente de'los órganos no sufran ni aun ligeras interrupciones, el destete «ntónces no se hará esperar mucho, y habiendo comenzado el niño á comer la papilla ¿ los seis meses, en los cuatro meses siguientes puede muy bien su estómago adquirir el habito de digerir no sólo la papilla, si que también la sopa de pan, fideos y sémola; y prtfiarado' de este modo el niño, sin dificultad alguna ni temor el n|)á« Kgero, puede ponerse término en esta época á la lactancia, y esta re&oiueiou será altamente beneficiosa asi para el niño como para la madre, lo mismo que para la nodriza; que á éstas y á aquél les librará de etifer^ medades sin cuento y de muy difícil tratamiento, que poi? sU tenacidad y rebeldía conspiran tan eficazmente en particulaír contra la vida de tantos inocentes y desgraciados niños. (Se continuará.) DR. ANASTASIO ALVAREZ GONZÁLEZ.
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CLÍNICA DE OBSTETRICIA. UN CASO DE ABORTO. En el tomo vii de EL CRITERIO MÉDICO, página 395 y siguientes, publicamos un artículo clínico sobre Abortos, en el cual, después de referir dos casos notables de éstos curados, y hacer algunas reflexiones sobre la terapéutica homeopática de esta enfermedad, decíamos: Que ningún medicamento de la Materia Médica pura tenia una acción tan especial sobre la matriz en la enfermedad de que nos ocupábamos como la Sepia, siempre que sólo la psora fuera su causa principal. Que era el preventivo más eficaz de los abortos en este caso, porque á su calidad de medicamento antípsórico se unía la acción especial que en este concepto ejerce sobre la matriz; y que pocas veces y en casos excepcionales habría que emplear otros medicamentos. Esta opinión nuestra, que algunos creerán aventurada, se ha venido confirmando más y más en la práctica, y estamos hoy aun más firmes en ella que cuando la emitimos por primera vez; porque siendo la clínica el crisol donde se depuran los hechos anunciados y las ideas emitidas, no podemos menos de asegurarnos en nuestro aserto cuando lo ha deniostrado palpablemente desde la publicación de dicho articulo hasta la actualidad. Repetiremos también hoy, como entonces, que la Sepia sólo evita y cura los abortos cuando la psora es la causa predisponente de los mismos; pues cuando lo son la sicosis y la sífilis, ó están unidos éstos á ella, ó la sífilis, que es lo más común, habrá que recurrir á otros medicamentos, porque muy rara vez estará la Sepia indicada en tales casos. Y que es importante averiguar con detenimiento cuál es el miasma de los tres que causa los abortos, no hay para qué demostrarlo ; pues bien fácil es conocer los inconvenientes que resultarán de una investigación poco detenida, dando lugar, entre otros, á que el aborto se verifique irremisiblemente. Por eso es necesario inquirir con detenimiento, tratando de ganar desde el primer momento la confianza de la embarazada, los antecedentes patológicos de la misma, de su esposo, de sus hijos y del resto de su familia ; las maní-
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Testaciones mórbidas que haya visto aparecer en su piel durante su vida, y que á veces indican ellas solas, aunque hayan existido en épocas remotas, la causa que se está buscando. Todos los días se están viendo mujeres que abortan con una facilidad suma : un pequeño susto, una emoción, un disgusto, una caída, por muy leves que sean, las hacen abortar; y esto se repite tantas veces cuantas están en estado de gestación. Otras hay que sin causa alguna apreciable abortan siempre en el segundo, cuarto, séptimo, ú otro cualquier mes de su preñez, verificándose esto constantemente en cada embarazo, y habiendo algunas que hasta predicen el mes ó dias en que ha de tener lugar el aborto, amaestradas por la costumbre. Pues bien; nada más fácil que, con la constancia y un estudio asiduo y detenido de cada caso, quitar ese hábito de abortar que contraen algunas mujeres; porque ya que la naturaleza ha puesto en nuestras manos los medios de curar las enfermedades, en nosotros estriba el restablecer la marcha regular de las funciones de la matriz , evitando la producción de un acto morboso que es contrario al destino y á la vida de la mujer. Ojalá pudiéramos ¡hablar con la misma seguridad de la curación de otras enfermedades, rebeldes hasta ahora en la mayoría de los casos á la acción de los medicamentos. Muchos casos pudiéramos citar, desde la publicación de nuestro articulo citado, de curaciones de abortos repetidos, y entre ellos de mujeres que habían malparido ya seis, nueve y hasta doce veces, sin haber logrado tener hijo alguno, y que curada aquella predisposición morbosa los han tenido después robustos y fuertes, tratadas siempre bajo las indicaciones de las causas que hemos apuntado. Pero otros hemos tratado, en los que se prueba la poderosa acción de los medicamentos homeopáticos, y son aquellos en que llamados después de haber empezado los síntomas del aborto, se ha evitado éste, con gran admiración de las personas que rodeaban á las enfermas. Entre ellos no podemos menos de citar el siguiente, que creemos digno por más de un concepto de llamar la atención de nuestros leétores. Á las ocho de la tarde del día 25 de Julio último se nos vino á buscar para que fuéramos inmediatamente á visitar ala señora de H á cuya casa acudimos en seguida, encontrando á su esposo é hijos as 1
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itiuy alátTOádós por el estado tan grave en que rtie dijeron se enconttaba aqublla señora, pues estaba abortando. Introducidos en la habitación de la enferma, hé aquí los antecedentes y cuadro de síntomas qtie pudimos recoger: Lii señora de H , de 41 años de edad, de temperamento éxageriidftmieilte linfático, constitución débil, de buen régimen y género de vida, se habia casado á los 45 años, y en los cinco primeros de matrimonio tuvo tres hijos, de los cuales sólo vivían dos. Hacia, pues, veinte años que no habia vuelto á hacerse embarazada. En esttis veinte años habia padecido diversas enfermedades, pero cspecialmtínte desarreglos menstruales, siendo unas veces la dismenorrea, otras la menorragia, y ésta con más frecuencia, y leucorrea casi siempre, más ó menos abundante, que solía causar erupciones diversas en la vulva por su acritud y ardor. En vista de la menorragia, que insistente se presentaba , tomó baños de mar en Agosto del año pasado, loa que regularizaron la función menstrual y quitaron la leucorrea , siguiendo en buen estado de salud hasta el mes de Marzo de este añOi en que se sintió embarazada y notó la falta de la menstruación. El embarazo siguió su curso normal hasta hacia ocho días, en que tuvo un gran susto. La hija mayor, que se encontraba á su lado, dijo que iba á arreglar la habitación de su padre, teniente coronel de ejército, quien tenía colgado de la pared y al lado de la cama su rewoiver ; no habían pasado diez minutos, cuando ambos esposos oyeron tín gran ruido parecido á la detonación de un arma de fuego : creyeron se habia disparado el rewolver y herido ó matado á su hija. La madre cayó, privada de sentido, y empezó á sufrir una serie continuada de convulsiones con llanto y fuerte opresión del corazón; síntomas que no cesaron á pesar de haber visto sana y buena á su hija, y de conocer se habia equivocado al creer oir el disparo del rewolver, cuando habia sido el ruido producido por un fuerte portazo dado en el patío de la casa. Las convulsiones siguieron en todo aquel día y noche, y cesaron al siguiente, no habiendo recibido auxilio facultativo alguno, en la creencia de que no tenían importancia las convulsionen, tomando sólo á capricho muchas tazas de agua deflorde tila. Tan iuég^ó bomo desaparecieron las convulsiones, empezó á quejarse de un gran cansancio y anorexia; síntomas que fueron creciendo hátetft la víspera de ser nosotros llamados, que fué cuando empezó á sentir dolores en las caderas y bajo Vientre, y cesaron los movimientos del feto: los dolores se anmentatón al dia siguiente por la maña-
na, presentándose un flujo Siuiguiuolento por la vulva, una gjítu seusacion de peso en la vagina y vulva, dilicultad d^ orinar y tenesmo rectal y vesical. Habiéndose aumentado todos estos síntomas durante el dia, sobre todo el flujo y los dolores, que eraü á veces ijisol)ortables, y sintiéndose, como ella decia, con los dolores de píU'tO, se nos llamó inmediatamente, como queda expresado. Antes de pasar á recoger el cuadro de síntomas indagamos coa cuidado si la enferma había padecido alguna vez erupciones ó liérpes, y se nos dijo que ademas de las de la vulva de que se ha hecho mérito, solía padecer en la axila derecha unas manchas rojo-oscuras, con escama , que producían un sudor de color rojizo que teñía SMÍ cambas. Sus hijos hablan tenido también manifestaciones herpcticas, y los padres, que aun vivían, las tuvieron asimismo, tanto que la madre aun conservaba manchas y escaraillas eu la cara y cuero cabelludo. No había, pues, duda alguna de que la psora reina))a, por desgracia , eu íiquella familia. La enferma se encontraba echada en la cama en decíibilto íupiuo, con cara rubicunda, y fruncida de cuando en cuando ; fuerte cefalalgia frontal, boca seca, sed, ajiorexia, respiración acelerada, y nadando, materialmente, c\\ un lago de sangre, tanta era la carjtidad que iwrdia, y que no se atrevia á que Ja quitaran y pusieran rop» limpia, pues en cuanto se movia aumentaba el fluJQ y los dolores. Éstos eran violentos, presivos y tensivos, se dirigían desde las fíígioiies renales, iliacas y umbilical a la pubiana, á la vagina y vulv^,; exr citándola continuamente á orinar y defecar, sin poder conseguir esto último. Acompañaba y seguíaá los dolores, por intervalos, una cantidad considerable de sangre de mal olor, unas veces negruzca, otras encarnada, ya rojo-clara, ya en coágulos fétidos, que se aumentaba con el movimiento de la enferma en la cama, sucediendo lo mismo con los dolores y tenesmo yes'cal. como también verificando la pab pación en el hipogastrio. Teníanla enferma momentos de excitación general cuando sobrevenían los dolores más intensos., y momentos de postración, que eran menos frecuentes; su pulso, débil y frecuente, era ya intermitente, ya dicroto. Se quejaba deunjigrau sensación de peso y tenesmo eu el recto, y fuerte astricción de yientr©. Su estado moral presentaba bastantes alternativas ; á la excitación y desesperación sucedía una postración profunda , con gran ^ba,timiei)[,to y temor de perder la vida; pero sobresalía siempre, la exc'taqion con gran deseo de hablar sobre la grav, dad de su estado y afftn dfi P^H
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verse, contenido sólo por el temor y la realidad de ver aumentados los dolores y el flujo. En el estado tan avanzado del aborto en que se encontraba la enferma , creímos ya no poder evitar aquél, y asi lo comunicamos á su familia; pero teniendo una gran confianza en los medicamentos homeopáticos, pasamos á elegir el más adecuado al caso, aunque, repetimos , con temor de no obtener resultados favorables. Teniendo muy en cuenta el cuadro de síntomas arriba apuntado, dos medicamentos solamente, de los muchos aconsejados para los abortos, estaban indicados, y eran la belladonna y la chamomilla; pero nos decidimos por la primera por tener los síntomas característicos que acusaba la enferma, y que no posee la chamomilla, como eran la excitación, alternando con el abatimiento, la cara rubicunda, los dolores presivos y tensivos que se dirigían de preferencia á la región pubiana, vagina y vulva, con gran tenesmo rectal y vesical, y presión en ambas regiones, aumentándose todos los síntomas con el movimiento y el tacto. Decidida, pues, la elección de la belladontia disolvimos seis glóbulos de la 200.* en medio vaso de agua, mandando se diera á la enferma una cucharada cada tres horas, una jicara de caldo una hora después de tomar el medicamento, agua azucarada si la deseaba , y reposo absoluto si posible era. ÍMO 26 por io mañana.—La enferma habia pasado la noche un pOco más aliviada; á las dos horas de haber tomado la primera cucharada del medicamento empezó á disminuir la intensidad de los dolores, así como el flujo, y pudo dormir una hora en dos veces. El pulso era más regular, la boca estaba humedecida, la cefalalgia apenas la sentía, el color rubicundo de la cara habia bajado mucho y se notaba más animación en su semblante, asi como alguna esperanza en su curación. En el momento en que nos encontrábamos á su lado los dolores la molestaban poco, no eran tan Intensos, la sangre no salía en coágulos ni era tan fétida, y sí menos roja y más clara ; las sensaciones incómodas del recto y vejiga habian desaparecido, y orinaba más de tarde en tarde. En vista de un alivio tan marcado, mandamos se siguiese dándola el mismo medicamento, y la permitimos tomar una sopa de sémola. Dia 26 á las nueve de la noche.—El alivio progresaba rápidamente ; los dolores habian desaparecido casi del todo, así como los síntomas rectales y vesicales, y elflujotan disminuido, que apenas lo per-
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cibia la enferma: su moral habla cambiado por completo, y sólo sentía una gran debilidad; hizo, ademas, una deposición fecal abundante. Disolví otros seis glóbulos de bellad. 200.* para que tomase una cucharada cada cinco horas ; sopa de sémola y de pan, alternadas. Dia 27 por la mañana.—La. enferma se encontraba completamente bien y habia dormido más de cuatro horas la noche última; al despertar empezó á sentir los movimientos del feto, lo cual pudimos comprobar aplicando las manos al hipogastrio, oyendo, ademas, los latidos del corazón de aquél. En vista de un alivio tan considerable, accedimos á los ruegos de la enferma de sentarse en la cama dos ó tres horas durante el dia ; siguiendo tomando el mismo medicamento, y un poco de gallina ademas de las sopas de pan y sémola. Dia 27 por la noche. — Á pesar de haber dicho no volveríamos hasta el dia siguiente, se nos vino á llamar á toda prisa á las diez de la noche, pues la enferma habia recaído con los mismos síntomas que al principio. Así era, efectivamente. Los dolores de parto se presentaban de nuevo con una intensidad mucho mayor que dos días antes, así como el flujo sanguíneo, que salla en grandes coágulos, y la presión y tenesmo rectales y vesicales: no se percibían tampoco los movimientos del feto. La enferma estaba muy asustada por esto, y creía en peligro su vida por la enorme cantidad de sangre que perdía. Reflexionando en una recaída tan inesperada, que no había que achacarla ni á imprudencias ni excesos cometidos por la enferma, y menos por su familia, máxime cuando estaba rodeada de todas las atenciones y cuidados, y no se habia movido de su cama, en la que sólo se habia ligeramente incorporado sin experimentar molestia ni incomodidad alguna, creí que no debia atribuirla á otra cosa más que al vicio j)S(!rico,,que, desarrollado en la matriz, sostenía la impulsión de ésta á arrojar lo que contenia en su seno, cuya impulsión y síntomas abortivos no había hecho otra cosa que suspender momentáneamente la belladonna, al parecer tan bien indicada. No habia servido más que de paliativo. Firme en mi creencia, recurrí al medicamento más indicado en tal caso, y disolví cinco glóbulos de Sepia 200." en medio vaso de agua, para que la paciente tomara una cucharada de dos en dos horas. Dia 28 por la moñana. —Grande fué mi sorpresa al ver á la enferma. Todos Ios-síntomas de la noche anterior habían desaparecido, y
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se encontraba completamente bien, á excepción de una cantidad pequeñísima de flujo sanguinolento que salia de la vagina, y de la gran debilidad (jue experimentaba. Los dolores y el flujo empezaron á disminuir como á la hora y media de tomar la primera cucharada del medicamento, y después de la tercera cesaron por completo, que. dando, como queda dicho, un poco de flujo sanguinolento. El feto, sin embargo, no se habia vuelto á mover ni se percibían los latidos de su corazón, siendo esto lo único que impi-esionaba á la enferma, que por lo demás estaba muy contenta de un alivio que no esperaba. Dispusimos siguiera con el mismo medicamento cada cuatro lioras y que tomase sopa y agua panada ó azucarada, á su elección. Dia^Spor la noche. — Seguia muy bien: el flujo habia desaparecido por completo, y ya se seutian los movimientos del feto, así como los latidos de su corazón. Disolví otros cinco glóbulos de Sepia 200.* en medio vaso do agua, para que tomase una cucharada cada seis horas. Cío 29. — Su estado no podía ser más satisfactorio. Se habia levantado de la cama á hacer una deposición de vientre, sin experimentar piole^ia alguna; el apetito se desarrollaba, y la alegría de aquella señora, al verse salva de un pelif^ro tan grande, como decía, no reconocía límites. La permití comer un poco de gallina y que se sentara en la cama. El día 31 se levantó ya dos horas: su estado general so fué reponiendo rápidamente en los dias siguientes, y el 5 de Agosto salió ya á la calle completamente restablecida, conservando sólo algo de debilidad, que fué desapareciendo poco á poco. Al tercer día de estar levantada se le presentó en el cuero cabelludo una fuerte pityriasis capitis, que la producía sólo un ligero picor ; erupción que aconsejé á la enferma no la tocara, y conservase con cuidado por ser una crisis muy favorable para ella. Esta señora sigue bien en la actualidad, sin molestia alguna, sí se exceptúa la pequeña que le causa el cuero cabelludo, cuyas escamas han disminuido algún tanto, estando ya próxima la época del parto. Este caso confirma nuestras ideas sobre las causas de la mayoría de los abortos. La psora en estado latente acudió al órgano que funcionaba con más actividad, despertada bruscamente por el susto tan grande que recibió la enferma, y desarrollada en él, le impulsaba á arrojar lo que contenia en su seno, como hubiera ocasionado una
Bli OBÍTEHtÓ iíÍDIOO.
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metrorragia, una metralgia, etc., si le hubiese encontrado en estado de vacuidad. La. pilyriasis ca¡ñtis sobrevenida después de la curación como una crisis favorable, prueba bien á las claras que DO estábamos equivocados sobre la causa que producía con insistencia los siutomas del aborto; y que debíamos haber administrado la Sepia desde el principio, Sabiendo el vicio psúrico que tenía la enferma por los antecedentes recogidos, cosa que no hicimos por creer muy indicada la belladonna por los síntomas que á nuestra vista se presentaban. Todo el cuidado y atención que se pongan en el estudio de los casos morbosos que tenemos