CRONOLOGÍA RADIOCARBÓNICA Y PAISAJES VEGETALES EN EL NOROESTE DE IBERIA DURANTE LA EDAD DE HIERRO Jesús Jordá Pardo Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad Nacional de Educación a Distancia
María Martín Seijo GEPN, Departamento de Historia I, Universidad de Santiago de Compostela
2º CONGRESO TERRITORIAL DEL NOROESTE IBÉRICO Ponferrada, del 2 al 6 de noviembre de 2015
CRONOLOGÍA RADIOCARBÓNICA Y PAISAJES VEGETALES EN EL NOROESTE DE IBERIA DURANTE LA EDAD DEL HIERRO 1
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J. F. Jordá Pardo , M. Martín Seijo , J. Rey Castiñeiras , I. Picón Platas , E. Abad Vidal y C. 5 Marín Suárez 1
Laboratorio de Estudios Paleolíticos. Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Paseo Senda del Rey, 7. Ciudad Universitaria. E-28040 Madrid (Spain). E-mail:
[email protected] 2
GEPN-Grupo de Estudos para a Prehistoria do NW Ibérico (GI-1534), Departamento de Historia I, Universidade de Santiago de Compostela, Praza da Universidade s/n. E-15782 Santiago de Compostela. E-mail:
[email protected] -
[email protected] 3
A Citania Arqueoloxía y Xestión do Patrimonio S.L. E-mail:
[email protected]
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Fundación Centro Tecnológico de Supercomputación de Galicia. Av. de Vigo s/n (Campus Sur). Santiago de Compostela (A Coruña - Spain). E-mail:
[email protected] 5
Universidad de la República de Uruguay. E-mail:
[email protected]
Resumen: El presente trabajo aborda la problemática de la Edad del Hierro en el noroeste de la Península Ibérica desde una doble perspectiva. Por un lado se trata el tema de la cronología radiocarbónica de este periodo en el citado territorio y, por otro, se presenta el estado actual de los conocimientos sobre la evolución de los paisajes vegetales en esos mismos contextos geográfico y cronológico. En la primera parte, a partir del análisis de 388 fechas radiocarbónicas procedentes de 69 yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro se establece una periodización radiocarbónica que sitúa a los castros y otros yacimientos de la este periodo en la escala calendárica. En la segunda parte, a partir de cinco casos de estudio, se presenta la evolución de la vegetación y la gestión antrópica de los bosques y la madera durante la Edad del Hierro. Key words: Edad del Hierro, castros, noroeste de Iberia, radiocarbono, antracología.
1. INTRODUCTION El texto que sigue a continuación está estructurado en dos partes claramente diferenciadas pero relacionadas entre sí espacial y temporalmente: la primera parte del mismo trata de dar una visión de la cronología radiocarbónica de la Edad del Hierro en el noroeste de Iberia, mientras que la segunda abordará la evolución de los paisajes vegetales en esos mismos contextos geográfico y cronológico (Fig. 1).
Fig. 1. Situación de la zona de estudio (modificado de Jordá Pardo et al., 2011).
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En la primera parte del texto presentamos un resumen en castellano del trabajo realizado por un equipo interdisciplinar constituido por investigadores (JFJP, JRC, IPP, EAV y CMS) de diferentes centros de investigación sobre la cronología radiocarbónica de los yacimientos de la Edad del Hierro del noroeste de Iberia, que fue presentado en el tercer congreso Interpreted Iron Ages: Case studies, method, theory, organizado por el Museo Regional de la Alta Austria (Oberösterreichisches Landesmuseum) de Linz (Austria) y la Universidad de Bangor (Bangor University, Bangor, Gales, Reino Unido), que tuvo lugar en noviembre de 2008 en la ciudad austriaca de Linz, cuyas actas se publicaron en 2009 con el título Interpretierte Eisenzeiten. Fallstudien, Methoden, Theorie (Karl y Leskova, 2009) e incluyeron el trabajo titulado Radiocarbon and Chronology of the Iron Age Hillforts of Northwestern Iberia (Jordá Pardo et al., 2009) del que aquí hacemos un resumen. La segunda parte del texto se centra en el estudio de la vegetación del noroeste de Iberia durante la Edad del Hierro y es un resumen de los resultados obtenidos de los análisis antracológicos realizados en el marco de la tesis doctoral de una de las firmantes de este texto (MMS) titulada la A xestión do bosque e do monte dende a Idade do Ferro á época romana no noroeste da península Ibérica: consumo de combustibles e producción de manufacturas en madeira, defendida en la Universidade de Santiago de Compostela en febrero de 2013. 2. RADIOCARBONO Y CRONOLOGÍA DE LA EDAD DEL HIERRO EN EL NOROESTE DE IBERIA 2.1. Antecedentes, objetivos y metodología 14
Desde que en 1971 Jesús Martínez Fernández publicara las tres primeras fechas C de un castro asturiano, el de Mohías (Martínez Fernández, 1971), han ido apareciendo en la literatura nuevas fechas que han ido enriqueciendo el catálogo de fechas radiocarbónicas de la Edad del Hierro del noroeste de Iberia. Estas dataciones han sido publicadas en diferentes medios y a partir de ellas se han realizado varios trabajos recopilatorios (Carballo Arceo y Fábregas Valcarce, 1991; Cuesta et al., 1996; Rey Castiñeiras, 1996; Alonso, 2002; Picón, 14 2008). Así, en la actualidad, disponemos de un elevado número de fechas C que en este trabajo trataremos de presentar de forma global, dado que la extensión del mismo impide analizarlas pormenorizadamente, para extraer conclusiones en cuanto a la cronología y periodización de la Edad de Hierro en Asturias. En este trabajo hemos considerado todos los yacimientos de la Edad del Hierro del noroeste de Iberia, como castros, poblados en llano, actividades mineras y cuevas sepulcrales, que cuentan con fechas radiocarbónicas y que en total suponen 69 sitios. Todas las fechas radiocarbónicas analizadas están comprendidas entre el final de la Edad del Bronce y la romanización. El área de estudio se localiza en el noroeste de la Península Ibérica (Fig. 1), uno de los finisterres atlánticos de Europa occidental en la antigüedad que coincide con la zona de distribución de los castros de la Edad del Hierro del Noroeste de Iberia. Sus límites son: el río Duero al sur, el rio Esla al este y el océano atlántico al norte y al oeste. Actualmente, este territorio se extiende por Asturias, Galicia (provincias de A Coruña, Lugo, Ourense y Pontevedra), norte de Portugal (distritos de Viana do Castelo, Braga, Vila Real, Bragança, Aveiro y Viseu) y el noroeste de Castilla y León (provincias de León y Zamora). Los objetivos de este trabajo son: a) la realización de una base de datos con todas las dataciones radiocarbónicas de la Edad del Hierro del Noroeste de Iberia, b) la realización de una infraestructura espacial de datos arqueológicos mediante el uso de un SIG, c) el análisis global y pormenorizado de fechas radiocarbónicas. La metodología utilizada en nuestro trabajo se ha estructurado en varias fases. En una 14 primera fase, hemos recopilado las fechas C publicadas hasta 2008 y las hemos sometido a un análisis de validez, para, en la segunda fase calibrar las fechas válidas. En la tercera fase hemos integrado las fechas calibradas en una infraestructura espacial de datos mediante el uso del SIG ArcInfo de ESRI, para analizar los datos, tanto de modo individual, yacimiento por yacimiento, como de forma agrupada, teniendo en cuenta los diferentes contextos regionales y
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cronológicos. Finalmente, hemos podido establecer una periodización para la Edad del Hierro del noroeste de Iberia basada en las fechas radiocarbónicas.
Fig. 2. Situación de los yacimientos con fechas radiocarbónicas analizados en el texto (modificado de Jordá Pardo et al., 2011). 2.2. Las fechas radiocarbónicas y su calibración Las 388 fechas radiocarbónicas consideradas en el trabajo proceden de 69 yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro situados en Galicia, Asturias, noroeste de Castilla y León y norte de Portugal. Se encuentran dispersas en la bibliografía en un elevado número de publicaciones, por lo que, debido al espacio limitado de esta publicación, nosotros sólo mencionaremos aquellas publicaciones en las que se presentan recopilaciones de fechas de uno o varios yacimientos: Carballo Arceo y Fábregas Valcarce (1991), Cuesta et al. (1996), Rubinos et al. (1999), Maya González et al. (2001), Rubinos, Alonso (2002), Alonso Matthias (2002), Villa Valdés (2002) y Arias Vilas y Fábregas Valcarce (2003). Tras recopilar las fechas las sometimos a un análisis de validez, con objeto de estar de seguros de que existía una correcta correspondencia entre el valor experimental de las fechas radiocarbónicas y los datos arqueológicos, de tal forma que pudimos rechazar todas aquellas fechas no se ajustaban a los requisitos necesarios para su validación, tanto en el orden técnico como en el orden arqueológico (Mestres, 1995 y 2000; Mestres y Nicolás, 1997). Los requisitos de orden técnico incluyen los requisitos químico-físicos y los analíticos. Los primeros, de orden químico-físico, hacen alusión a la capacidad de un material para proporcionar una fecha 14C válida. A este respecto, contamos con información sobre el tipo de muestra data de una gran parte de las fechas obtenidas, pues en algunos casos, los autores no informan en las publicaciones sobre el material datado. Predominan los carbones sobre las muestras de hueso, concha madera, semillas y tierra carbonosa. Los segundos, de orden analítico, son los requisitos de exactitud (eliminación de la contaminación, tratamiento químico y medida del contenido en radiocarbono) y precisión (desviación típica) y están relacionados
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con la calidad de los laboratorios. En este sentido, son 15 los laboratorios que han proporcionado la totalidad de las fechas: -
Beta: Beta Analityc Inc., Miami (Florida, USA). CSIC: Laboratorio de Geocronología, Instituto de Química-Física Rocasolano (CSIC), Madrid (Spain). CU: Department of Hydrogeology, Charles University, Prague (Czech Republic), GaK: University of Gakushuin, Tokyo (Japan), Gd: Radiocarbon Laboratory, Technology Institute of Physics, Silesian University, Gliwice (Poland) GiF: Centre de Faibles Radioactivites, CNRS-CEA, Gif-sur-Yvette (France), GrN: Isotopes Physics Laboratory, University of Groningen, Groningen (Germany), I: Teledyne Isotopes, Inc., Huntsville (Alabama, USA), ICEN: Laboratorio de Isotopos Ambientais, Instituto Tecnológico e Nuclear, Sacavém (Portugal), Ly: Laboratoire de Radiocarbone, Centre de Datations et d’Analyses Isotopiques, Claude Bernard University, Lyon (Francia), PAL: Radiocarbon Laboratory Palynosurvery Co., Tokyo (Japan), Ua: Laboratorio Ángstrom, University of Uppsala (Suecia), UBAR: Laboratori de Dataciò per Radiocarboni (UBAR), University of Barcelona, Barcelona (España), UGRA: Laboratorio de Datación por Carbono 14, Centro de Instrumentación Científica, University of Granada, Granada (España), UtC: Utrecht van der Graaf Laboratorium, University of Utrecht, Utrecht (The Netherlands).
Desde el punto de vista de la exactitud de los laboratorios, solo hemos rechazado las fechas obtenidas en el laboratorio de la University of Gakushuin (GaK) de Tokyo, pues se ha observado que las fechas que ofrece este laboratorio presentan el problema de tener una edad mayor que los contextos arqueológicos datados (Carballo Arceo y Fábregas Valcarce, 1991; Castro et al. 1996). Con relación a la precision de las fechas, hemos considerado solo aquellas fechas que tienen una desviación típica inferior a 100 años. 14
En el orden arqueológico, las fechas C deben ser representativas del acontecimiento que se pretende datar, es decir que exista una buena correspondencia entre la fecha física del material datado y la fecha arqueológica del contexto o acontecimiento datado. Para ello las fechas deben cumplir dos condiciones: que el material mismo o su presencia en el contexto arqueológico sea producto de la actividad biológica o técnica del grupo humano que creó el contexto (asociación) y que su formación sea contemporánea al grupo humano que creó el contexto arqueológico (sincronía). La asociación sólo puede ser valorada a partir de los datos publicados por los investigadores sobre el registro vinculado a la muestra datada; por tanto, y salvo referencia expresa, debemos aceptar que existe una correcta asociación entre la muestra datada y el contexto arqueológico que se quiere datar. La sincronía, por el contrario, podemos valorarla en aquellos casos en los que existan contradicciones flagrantes entre los aspectos arqueológicos del contexto y la fecha proporcionada por la muestra datada; lógicamente, se han eliminado aquellas fechas en las que se ha constatado esta situación. Otros aspectos que podrían ser considerados atañen a la pertinencia de comparar resultados obtenidos por procedimientos distintos o a partir de muestras de naturaleza y composición diversas. Así, el análisis por separado de las fechas obtenidas por el método del radiocarbono convencional y las proporcionadas por el procedimiento de datación radiocarbónica AMS (accelerator mass spectrometer) (únicamente 21 del total de 388), alargaría un análisis que planteamos por primera vez con perspectiva regional para este ámbito geográfico. Somos conscientes de que su tratamiento independiente podría llevar a conclusiones ligeramente distintas, pero el pequeño porcentaje de fechas AMS (5,4 %) frente al total de fechas permite suponer que los resultados del análisis no iban a experimentar grandes variaciones. Por tanto, en este trabajo trataremos ambos grupos de fechas como un conjunto único.
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Otro problema se deriva de la interpretación y comparación de muestras de diferente naturaleza (carbones aislados, conjuntos de carbones, sedimentos carbonosos, huesos, conchas, especies de vida corta o de vida larga, etc.). En nuestro caso, la desigual referencia sobre la composición de las muestras datadas nos impide realizar un tratamiento de las fechas en función de la naturaleza del material, por lo que, al igual que en el caso anterior, trataremos las fechas de forma conjunta, siendo igualmente conscientes de las variaciones que pueden experimentar los resultados obtenidos. Tras realizar el análisis de validez de las fechas, hemos obtenido 331 fechas válidas correspondientes a 61 yacimientos. Una vez finalizado el proceso de validación y con objeto de situar las fechas 14 radiocarbónicas en la escala calendárica, hemos calibrado las fechas C convencionales válidas mediante la curva CalPal 2007 Hulu incluida en la versión de marzo-junio de 2007 del programa CalPal (Weninger y Jöris, 2004; Weniger et al., 2005). Este programa transforma las distribuciones gaussianas de las fechas sin calibrar en curvas de equiprobabilidad, lo que permite la visualización de las tendencias cronométricas y la evaluación de la sincronía y diacronía de los diferentes yacimientos de forma individual o agrupada. Tras la calibración, hemos trabajado con los intervalos de las fechas calibradas centrados en las modas de la distribución de probabilidad de la fecha calibrada verdadera correspondientes a una probabilidad total del 95% (calibración 2σ), expresadas como fechas cal. BC/AD y cal. BP (0 = AD 1950) (Fig. 3).
Fig. 3. Curva de calibración CalPal 2007 Hulu y ejemplo de curva de probabilidad acumulada de con las fechas radiocarbónicas de los castros de la provincia de A Coruña. La curva de calibración muestra la “catástrofe de la Edad del Hierro”(tomado de Jordá Pardo et al., 2011). Uno de los mayores problemas a los que nos hemos enfrentado a la hora de realizar la calibración de fechas correspondientes a la Edad del Hierro es la existencia de un segmento horizontal de la curva de calibración que constituye una meseta o plateau entre 800 y 400 años cal BC, que se conoce como “la catástrofe de la Edad del Hierro” (Rubinos y Alonso, 2002). Esta meseta hace que las fechas calibradas ofrezcan una mayor horquilla calendárica para la transición entre la primera y la segunda Edad del Hierro. No obstante, al haber eliminado de
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nuestro estudio aquellas fechas con desviaciones típicas superiores a 100 años, este efecto se minimiza ligeramente. 2.3. Análisis cronológico Tradicionalmente, las periodizaciones de la protohistoria del Noroeste de Iberia se han soportado sobre todo en los acontecimientos históricos de época romana y en las cronologías tipológicas de sus materiales y se ha asumido una incorporación retardataria de elementos sintomáticos de los acontecimientos del período de las colonizaciones mediterráneas, bajo el modelo interpretativo de que el Noroeste de Iberia es un “finisterre” o una periferia de periferias. Esto ha conducido al convencimiento de que muchos de los rasgos tecnológicos, como por ejemplo la incorporación de la metalurgia del hierro, o sociales, como una sofisticación en el uso del espacio doméstico o territorial, por ejemplo, sucedieron tardíamente. Muchas de las síntesis afirman que en el Noroeste de Iberia no ha existido una verdadera Edad del Hierro y que entre el Bronce final y la época romana la región permaneció en un estadio oscuro. Las fechas radiocarbónicas hasta ahora obtenidas en el Noroeste de Iberia proporcionan la suficiente información para comenzar a analizar la Edad del Hierro del NO en intervalos calendáricos reales, aunque no sean todo lo precisos que desearíamos. Las fechas radiocarbónicas demuestran con toda claridad y de manera insistente que los castros del noroeste peninsular tuvieron fases de desarrollo claras desde el Bronce final hasta época romana. Después de calibrar las fechas, las hemos analizado por yacimientos y de manera global, tanto desde una óptica regional como por contextos cronológico-culturales, de tal forma que hemos podido establecer una seriación que puede ser comparada con las periodizaciones realizadas para la Edad del Hierro de este territorio (Rey Castiñeiras 1996; Arias Vilas 2002; Gonzalez Ruibal 2006/2007). De esta forma hemos definido el marco cronológico para la periodización de la Edad del Hierro del noroeste de Iberia, marco en el que hemos señalado los límites convencionales entre las diferentes fases de forma difusa, estableciendo transiciones entre las diferentes fases, según el esquema siguiente: -
Bronce antiguo y medio: hasta 1200 cal. BC (hasta 3000 BP).
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Bronce final: entre 200 cal. BC y 800 cal. BC (3000 – 2650 BP). Este period corresponde con la fase Ia de la periodización de la Edad del Hierro del noroeste de Gonzalez Ruibal (2006/2007).
-
Primera Edad del Hierro: entre 800 cal. BC y 500-450 cal. BC (2650 – 2400 BP). Este period se corresponde con la Fase Inicial de Rey Castiñeiras (1996), con el periodo Castrexo Inicial Arias Vilas (2002) y con las fases Ib y Ic de la seriación de Gonzalez Ruibal (2006/2007).
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Segunda Edad del Hierro: entre 500-450 cal. BC y 100-50 cal. BC (2400 – 2050 BP), correlacionable con la Fase Media de Rey Castiñeiras (1996), el periodo Castrexo Pleno de Arias Vilas (2002) y las fases II y IIIa de Gonzalez Ruibal (2006/2007).
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Periodo romano: entre 100-50 cal. BC y 400 cal. AD (2050 – 600 BP), correlacionable con la Fase Final de Rey Castiñeiras (1996), el periodo Castrexo Final de Arias Vilas (2002) y las fases IIIb, IIIc y IIId de la seriación de Gonzalez Ruibal (2006/2007).
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Periodo tardorromano y medieval: desde 400 cal. AD (1600 BP) hasta el comienzo de la Edad Media.
La figura 4 muestra una comparación de las fechas de un contexto geográfico concreto, en este caso todos los yacimientos (castros, cuevas sepulcrales y labores mineras) de la actual provincia de Asturias, mientras que la figura 5 ofrece la comparación entre todas las fechas de las cuatro grandes áreas geográficas consideradas, según las divisiones administrativas actuales.
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Fig. 4. Curvas de de probabilidad acumulada obtenidas mediante la curva de calibración CalPal 2007 Hulu a partir de las fechas radiocarbónicas de los yacimientos de la Edad del Hierro de la provincia de Asturias (tomado de Jordá Pardo et al., 2011).
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Fig. 5. Cronología radiocarbónica de los yacimientos datados del noroeste de Iberia usando la curva de calibración CalPal 2007 Hulu (tomado de Jordá Pardo et al., 2011). Una vez establecidos los límites entre los intervalos culturales descritos anteriormente pudimos completar la construcción de una cronología radiocarbónica para la zona considerada. El resultado se muestra en la figura 6. Esto permite visualizar dos aspectos en relación con el proceso de asentamiento en el área considerada: -
Las cronologías de los yacimientos individuales indican que la duración de la ocupación varió considerablemente, reflejando duraciones a corto, medio y largo plazo, restringidas a una sola fase cronológica o incluyendo varias fases. En algunos castros todas las fechas de radiocarbono se concentran en la Primera Edad del Hierro, en otros se limitan a la Segunda Edad del Hierro, mientras que en otros incluyen tanto una como otra. En algunos casos las fechas de radiocarbono se extienden a través de la época romana hasta la Edad Media. Algunos castros se encuentran en el mismo lugar que anteriores ocupaciones de la Edad del Bronce.
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La cronología radiocarbónica indica que las etapas de fundación y abandono se produjeron probablemente en relación con ciclos económicos y sociales. Aunque se observan continuidades entre las etapas principales de la ocupación en toda la región, en muchos casos, estas etapas están delimitados por fundaciones generalizadas y por períodos de decadencia y abandono. Incluso habiendo continuidades entre las principales etapas de la ocupación -que corresponden a la Primera Edad del Hierro, la transición entre la primera y la segunda Edad del Hierro, la Segunda Edad del Hierro y la época romana- los intervalos están limitados por las fundaciones y decadencias generalizadas.
Si atendemos observamos que:
exclusivamente
a
los
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intervalos
calendáricos
radiocarbónicos
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Algunos castros, muy pocos, tienen precedentes de ocupación en el Bronce antiguo y medio.
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Un número importante registra su comienzo en la Primera Edad del Hierro y en mayor medida en la Segunda Edad del Hierro.
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La época romana representa un periodo de decaimiento, donde muchos castros desaparecen y muy pocos se fundan en estas fechas.
Son excepcionales los castros que testimonian restos de ocupación en el periodo tardorromano y Edad Media.
Fig. 6. Amplitud cronológica de la Edad del Hierro en las diferentes áreas geográficas del noroeste de Iberia a partir de la calibración de las fechas radiocarbónica de los yacimientos usando la curva de calibración CalPal 2007 Hulu (tomado de Jordá Pardo et al., 2011). 2.3. Análisis cronológico Para el desarrollo de la infraestructura de datos espaciales hemos utilizado ArcGis que nos permite analizar la información desde la óptica geográfica. En el marco geográfico de nuestra área de estudio hemos introducido no solo los datos relativos a las dataciones radiocarbónicas de la Edad del Hierro, si no también información complementaria como planos, fotografías y dibujos de los materiales arqueológicos de los castros y otros yacimientos contemplados en el estudio. En relación con el contexto geográfico, hemos realizado dos análisis, uno descriptivo y otro secuencial: -
El análisis descriptivo incluye, por un lado, mapas de localización de los yacimientos datados por radiocarbono sobre la base topográfica y administrativa actual y sobre el mapa de pueblos de la geografía romana y, por otro, mapas descriptivos que indican el
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número de fecha por yacimiento, la proporción de fechas válidas, los métodos utilizados (convencional o AMS) y el material datado, entre otros aspectos (Fig. 7).
Fig. 7. Mapas descriptivos de los yacimientos con dataciones radiocarbónicas del noroeste de Iberia. A, número de fechas por yacimiento; B, validez de las fechas; C, método usado; D, material datado y E, situación en la geografía romana (modificado Jordá Pardo et al., 2011).
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En relación con el análisis cronológico hemos hecho una periodización por colores con objeto de ver la evolución por medio de mapas secuenciales que muestran la evolución de las ocupaciones de los castros y los otros yacimientos desde el bronce antiguo y medio hasta la Edad Media, incluyendo el Bronce final, la Primera Edad del Hierro y su transición a la Segunda, la Segunda Edad del Hierro y su transción al periodo romano, el periodo romano y la época tardorromana y medieval (Fig. 8). Además hemos realizado un mapa que muestra las isócronas de la primera ocupación de los diferentes yacimientos que permite visualizar el desarrollo del poblamiento (Fig. 9).
Fig. 8. Mapas cronológicos de los yacimientos con dataciones radiocarbónicas del noroeste de Iberia. A, Bronce antiguo y medio; B, Bronce final; C, Primera Edad del Hierro; D, Segunda Edad del Hierro; E, época romana y F, periodo tardorromano y medieval (modificado Jordá Pardo et al., 2011). El mapa de las isócronas de la primera ocupación de los castros (Fig. 9) ofrece una información de gran interés, pues muestra la amplia distribución de los sitios datados por radiocarbono correspondientes ocupaciones de los castros durante el Bronce final. Este hecho demuestra que el proceso de fortificación de los asentamientos era una preocupación generalizada en el noroeste de la Península Ibérica en esos momentos y contrasta con la idea
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mantenida hasta ahora de que el proceso se había extendido desde el sur hacia el norte y desde la costa hacia el interior, de manera que las fortificaciones aparecen primero en el sur y en la costa durante el Bronce final, mientras que en el norte y el interior no lo hacen hasta la Primera Edad del Hierro.
Fig. 9. Mapa de isocronas de la primera ocupación (A) y diacrónico (B) de los yacimientos de la Edad del Hierro del noroeste (modificado Jordá Pardo et al., 2011).
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2.4. Análisis arqueológico 2.4.1. Aspectos generales Si contrastamos la seriación radiocarbónica con las cronologías estratigráficas y tipológicas los resultados obtenidos en el análisis cronológico se matizan. Hallazgos sin datar radiocarbónicamente, pertenecientes al Bronce antiguo y medio y a la época tardorromana y medieval, amplían el número de yacimientos que testimonian la ocupación durante estos momentos, si bien se trata de ocupaciones ajenas a este tipo de poblamiento fortificado. La magnitud de los datos radiocarbónicos parece que guarda relación con la intensidad con que 14 ha sido aplicado el método analítico del C, el cual, en muchas ocasiones, se ha centrado en los niveles arqueológicos que se han considerado más representativos de los poblados castreños. Otro dato importante que se destaca en este contraste de dataciones radiométricas y arqueológicas confirma que un número importante de poblados comienzan a fortificarse durante la Primera Edad del Hierro e incorporan entre sus productos metálicos instrumental de hierro, aunque siguen estando vigentes las tipologías del Bronce final hechas en bronce. También se evidencian contactos con el suroeste peninsular, de donde llegan influencias y productos elaborados. En la cerámica indígena continúa la tecnología anterior pero se aprecian cambios formales, como el abandono de las carenas y la incorporación de nuevos códigos decorativos, entre ellos el uso de engobes rojos, aunque muy excepcionales. Otro hecho importante desde ambas perspectivas -la cronología radiométrica y la arqueológica- es que se constata que algunos castros comienzan y rematan en la Primera Edad del Hierro, como es el caso de los castros de Torroso, Penalba, Penarrubia, que en todo caso, 14 considerando el margen máximo estadístico del C rozarían la transición a la Segunda Edad del Hierro. El comienzo de muchos castros en la Segunda Edad del Hierro, lo confirman también las tipologías y las estratigrafías, si bien es cierto que esta fase aún presenta muchas dificultades para ser caracterizada arqueológicamente, ya que casi todos ellos evidencian una mayor permanencia de ocupación que los de la fase anterior, bien porque comenzaron en el Bronce final o en el Primera Edad del Hierro o porque continúan en la época romana. El no tener una ocupación exclusiva de un momento y no contar con seriaciones tipológicas basadas en las estratigrafías dificulta la observación de esta fase, que muchos autores niegan, la definen como oscura y la caracterizan mezclando rasgos de la fase anterior pervivencias- y de la siguiente -se anuncian cosas-. A pesar de ello y considerando la información arqueológica que proporcionan otros castros no datados radiométricamente, como es el caso de Forca, Toralla o Cíes, entre otros, cada vez hay más acuerdo en afirmar que se trata de una fase brillante, nos atreveríamos a afirmar que la más representativa de la Edad del Hierro del noroeste. La fortificación se hace más compleja, la siderurgia es evidente y la generalización del hierro parece irse demostrando, por evidencias directas de recuento de hallazgos, o indirectas por su uso en la construcción, agricultura, carpintería, etc. El hecho de que los niveles arqueológicos de esta fase formen parte de una estratigrafía más larga hace que sea difícil determinar qué rasgos arquitectónicos le pertenecen realmente, ya que muchas veces han sido alterados y convertidos en escombro de niveles superiores. El periodo romano en los castros del noroeste, desde el punto de vista radiocarbónico evidenciaría la decadencia de muchos castros, pero también el comienzo de otros. Los datos arqueológicos confirman que hay poblados que realmente decaen, pero también advierten que otros muchos continúan. Aunque no se proporcionen fechas radiocarbónicas las fechas calendáricas de algunos productos de importación lo aseguran. Probablemente, la presencia de estos materiales de cronología segura sea la razón de que esta fase esté menos cuidada radiocarbónicamente. Aún así, los productos de tipología romana informan que la duración de muchos castros e incluso el fuerte desarrollo de muchos de ellos se produce durante los momentos de contacto con el mundo romano y que languidecen cuando el proceso de romanización se intensifica.
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2.4.2. Dos lecturas contextuales del radiocarbono del noroeste de Iberia: los castros de Asturias y el castro de A Graña 14
Una vez realizado el análisis de las dataciones C, todavía queda un largo camino para incorporarlas a las cronologías arqueológicas (tipológicas y estratigráficas) de una manera sistemática. Mencionaremos aquí sólo dos ejemplos: el caso de los castros asturianos, en especial del castro de San Chuis (Allande, Asturias) (Fig. 10), y el caso del castro de A Graña (Toques, A Coruña).
Fig. 10. Curvas de probabilidad acumulada de los distintos periodos de ocupación del castro de San Chuis y ejemplos de cerámica prerromana (1), cerámica común romana con continuidad de las características de la cerámica prerromana (2), terra sigillata hispánica (3), vasos de paredes finas (4) y objetos de bronce (5, 6, 7 y 8) (tomado Jordá Pardo et al., 2011).
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La aplicación de la datación por radiocarbono a los castros asturianos ha permitido establecer una cronología precisa en años calibrados o de calendario para multitud de objetos de bronce que tradicionalmente habían sido adscritos al Bronce final mediante la utilización de cronologías relativas obtenidas por métodos poco precisos de comparación tipológica. Ahora, usando el radiocarbono, hemos podido relacionar muchas producciones metálicas de los primeros castros de la zona cantábrica de la Primera Edad del Hierro, rechazando las cronologías clásicas establecidas en esta zona para dichos objetos. Esto nos permite conocer mejor la fase antigua de los castros cantábricos, que supone un cambio cultural brusco respecto a las poblaciones móviles del Bronce final en esta zona. También hemos podido comprobar que las características murallas de módulos de la zona cantábrica occidental surgieron en la transición entre la Primera y la Segunda Edad de Hierro y, al mismo tiempo, tuvo lugar una generalización de la arquitectura en piedra. Hasta mediados de los años noventa del pasado siglo, algunos investigadores pensaban que la aparición de los castros asturianos estaba asociada a la conquista romana (Carrocera Fernández 1988). Por el contrario, nuestras recientes investigaciones nos han permitido establecer la secuencia de las producciones cerámicas para todo el período cronológico de uso de los castros, que en muchos casos es aproximadamente un milenio, como ocurre en el caso paradigmático del castro de San Chuis (Fig. 10), en el que hemos identificado por primera vez cerámica de la Primera Edad del Hierro. Por el contrario, muchos castros del noroeste de Iberia ofrecen resultados arqueológicos escasos, por lo que es muy difícil de relacionar acontecimientos arqueológicos 14 14 con las fechas C obtenidas. En el castro de A Graña, por ejemplo, las fechas C establecen un momento muy tardío para la incorporación de las casas de piedra, la generalización de la metalurgia del hierro o la introducción de los molinos de mano rotativos, posterior al de otros 14 castros del noroeste Iberia (Fig. 11). Las fechas C nos han permitido colocar algunos materiales arqueológicos (como aretes, fíbulas o cerámica) en un periodo concreto de tiempo, estableciendo una relación directa con las fechas. Hasta el momento las seriaciones tipológicas son estilísticas y evolutivas y algunos de sus intervalos tipológicos han sido fijados por cronologías calendáricos 14
Las fechas C del castro de A Graña (Meijide Cameselle 1990), fijan calendáricamente dos intervalos de tiempo discontinuos: uno correspondiente a la primera fase de ocupación, que transcurre en la Primera Edad del Hierro, con dos fechas radiocarbónicas (Gd-6074 y Gd-6068) y otro (Gd-5555) que fija el momento de transición entre la fase intermedia y final del castro, y que estaría situado en los dos siglos que giran en torno al cambio de era. Las fechas obtenidas por métodos arqueológicos constatan la larga duración del poblado, con su origen en la Primera Edad del Hierro y la amplían con los materiales romanos aparecidos según información oral de Meijide alcanzan hasta el periodo tardorromano. La secuencia estratificada de las estructuras domésticas demuestra que fue una ocupación sin interrupciones del poblado. Las casas pallabarro se suceden en una vertical continuada, desde la Primera Edad del Hierro, como indican las dos fechas radiocarbónicas más antiguas hasta el cambio de era, donde se fecha la más reciente, la cual señala el límite posquem de las primeras casas de piedra cuadrangulares con esquinas redondeadas, puesto que la muestra de carbón analizada radiocarbónicamente fue obtenida en el nivel de cimentación. Ello representa un proceso de petrificación muy tardío, en relación a otras áreas geográficas, que comienzan en la Primera Edad del Hierro. Son muy pocos los materiales que se han relacionado con la estratigrafía y ninguno con las fechas radiocarbónicas: -
Una metalurgia de bronce durante la Primera Edad del Hierro y las primeras evidencias de hierro en un momento impreciso de la segunda fase del poblado, anterior al cambio de era y hierros en abundancia en la fase final, posteriores a la fecha radiocarbónica del cambio de era, lo que de nuevo evidencia una incorporación retardataria con respecto a otros castros del Noroeste (Fanjul Peraza y Marín Suárez, 2006).
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Fig. 10. Curvas de probabilidad acumulada de las fechas radiocarbónicas del castro de A Graña y cronoestratigrafía de la evolución de sus estructuras de hábitat y materiales arqueológicos asociados (tomado Jordá Pardo et al., 2011).
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Los molinos planos se cambian por los circulares también tardíamente, ya pasado el cambio de era, momento al que también corresponde la fíbula de largo travesaño aparecida.
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Aunque sea impreciso el momento al que corresponde la pérdida de una arracada tipo IIa de Pérez Outeiriño es importante su encuadre antes del cambio de era y posterior a la Primera Edad del Hierro, ya que incorpora un intervalo calendárico a la historia tipológica de estas joyas.
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Ante una secuencia estratigráfica tan extensa y con fechas radiocarbónicas intercaladas, cabe esperar, en una memoria de detalle, una seriación estratificada de la tipología cerámica característica de la alfarería castreña septentrional, que es donde se encuadra la publicada. Por el momento, con los dibujos publicados y los comentarios del autor, sabemos que: la cerámica de la fase inicial tiene el mismo estilo tecnológico, formal y decorativo que en otras áreas castreñas del mismo momento. Guardan una relación clara con las de otros castros del Noroeste, del Bronce final-Primera Edad del 14 Hierro, fechados por C, como Torroso, Penalba y Campa Torres, o por adscripción tipológica, como Neixón Pequeno. La imprecisión estratigráfica del cambio cerámico en la fase media, nos impide saber si este fue tardío, como hemos visto en otro tipo de manifestaciones de la cultura material o si fue parejo al de otras áreas castreñas. En principio constatamos para uno de sus tipos más carácterísticos, la vasija Montaz, para los botones cónicos hechos a molde o troquelados y para los cordones sogueados que su historia comienza en un momento impreciso de la Segunda Edad del Hierro y continúan en época romana. La vasija Corredoiras, en principio solo se nos muestra en una fase del poblado correspondiente la Segunda Edad del Hierro. En cambio, los estampillados de círculos radiados y de triedros, y la vasija perlada o imitación de sítula, solo se incluyen en el periodo romano.
2.5. Conclusiones Las conclusiones principales de este trabajo se pueden resumir en los siguientes puntoson: -
Proponemos la primera seriación radiocarbónica de la Edad del Hierro en el noroeste trabajo.
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Las fechas calibradas indican que la ocupación de los castros tuvo lugar fundamentalmente entre el siglo VIII a.n.e. y el siglo II d.n.e.
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También se percibe que los castros comienzan en el Bronce final en Galicia occidental y el oeste del valle del Duero.
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Por el contrario, este proceso se retrasa en la zona más septentrional del área estudiada, donde este proceso no arranca hasta la Primera Edad del Hierro.
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En ambas zonas, los castros muestran una larga ocupación durante la totalidad de la Edad del Hierro.
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Esta ocupación continúa en la gran parte de los asentamientos durante la dominación romana.
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Finalmente, se observa un abandono generalizado de los asentamientos desde los siglos III y IV d.n.e., con posteriores ocupaciones de tipo puntual que en algunos sitios llegan hasta la Edad Media y Edad Moderna e incluso hasta la actualidad.
3. LOS PAISAJES VEGETALES EN EL NOROESTE DE IBERIA DURANTE LA EDAD DEL HIERRO 3.1. Introducción El carbón utilizado para datar contextos arqueológicos nos permite también identificar los recursos forestales consumidos por las comunidades pasadas e incluso caracterizar el tipo de gestión de los recursos forestales, aproximándonos de este modo de forma indirecta a los paisajes vegetales de las comunidades que habitaron los castros. Debemos de tener en cuenta
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que durante la Prehistoria una de las materias primas fundamentales fue la madera, utilizada como combustible en actividades domésticas y especializadas, pero también en la construcción, la confección de todo tipo de objetos y herramientas, etc. El bosque y las formaciones de matorral son las áreas fundamentales de aprovisionamiento de los recursos leñosos, y las actividades de subsistencia entre las que se encuentra la recogida de la leña son uno de los modos fundamentales de relación de los sujetos sociales con su medio ambiente. La intensidad de la demanda de este tipo de recursos es más acusada cuanto más larga es la ocupación de los asentamientos, mayor es el número de actividades productivas que requieren del consumo de leña, carbón o madera, y mayor es la capacidad tecnológica de una sociedad (Piqué, 1999). Para el estudio del bosque y del monte es fundamental el concepto de territorio, que puede ser definido como una porción de naturaleza y espacio sobre el que una sociedad reivindica y garantiza a todos o a una parte de sus miembros derechos de acceso estables, control o uso sobre la totalidad o una parte de los recursos allí existentes y que esta desea o es capaz de utilizar (Godelier, 1989). Está constituido por el medio ambiente que esta sociedad ocupa y explota –que puede ser caracterizado a partir de la identificación de los recursos naturales explotados y por la determinación de su emplazamiento original-; mientras que aquellas áreas del medio ambiente que no se integran en la dinámica productiva de la sociedad quedan excluidas del territorio y no tienen una significación social (Terradas, 1996; Piqué, 1999). Pese a la importancia que el bosque y el monte tienen en la conformación del territorio de las comunidades de la Edad del Hierro, estos espacios han sido relegados como objeto de estudio arqueológico frente a otras áreas más humanizadas como los poblados o las tierras agrícolas (Couceiro, 2008). Y ello a pesar de que el espacio forestal es algo producido socialmente, es una dimensión más de la acción social resultado de un largo proceso de interacción entre una sociedad y su entorno a lo largo del tiempo (Falcó, 2003). A través de las actividades diarias, creencias y valores, las comunidades transforman los espacios físicos, antropizando un espacio natural y conformando un paisaje social (Lage, 2001). El bosque y el monte se convierten en registros duraderos y acumulativos de las vidas y trabajos de las generaciones pasadas que los habitaron (Lage 2001). Para incluir también los recursos forestales que quedan fueran de los espacios antes mencionados incluimos el concepto de árboles fuera del bosque, un neologismo que se refiere en relación al bosque y por defecto. Estos árboles pueden ser espontáneos o plantados, y son generalmente cultivados y conservados (Bellefontaine et al., 2002; Kleinn, 2002). Se encuentran en tierras agrícolas, al lado de construcciones, en el margen de los ríos o arroyos dentro del paisaje agrícola o en tierras naturales en las que la cobertura arbórea es tan escasa que la vegetación no cumple con la definición de bosque (Kleinn, 2002). Los árboles fuera del bosque pueden responder a funciones de producción –en huertas, alrededor de los lugares de habitación, en tierras no arables o en barbecho, o intercaladas entre los cultivos-, a funciones de protección –paisajísticas y ecológicas- o de delimitación y como cortavientos en los márgenes de los cultivos, además de desempeñar también fines ornamentales o rituales (Bellefontaine et al., 2002). Aunque todos los árboles pueden tener funciones y usos múltiples, éstos son más evidentes en los árboles fuera del bosque (Bellefontaine et al. 2002). Con respecto al tipo de aprovisionamiento de recursos forestales establecido por las comunidades en el pasado podemos diferenciar a grandes rasgos entre el aprovisionamiento directo o indirecto. El aprovisionamiento directo en su forma más simple consiste en el conocimiento de los ciclos reproductivos de las plantas y en la regeneración cíclica de éstas, pero incluye también técnicas más complejas de manejo como pueden ser las prácticas de silvicultura y arboricultura. La silvicultura agrupa toda una serie de prácticas destinadas al aprovechamiento de los recursos forestales de forma que permitan el mantenimiento del bosque y su regeneración; mientras que la arboricultura supone la existencia de diferentes etapas de manipulación de los árboles las más simples serían el transporte oportunista de semillas y la protección selectiva de especies individuales, la creación de discontinuidades en el interior de los bosques –apertura de claros mediante cortas, clareos, entresacas, quemas, etc.- con el objetivo de favorecer el crecimiento, la expansión o incluso la fructificación; las
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prácticas más complejas puede incluir la plantación y cultivo de determinados árboles (Blench, 2001). Dentro de la interacción que se establece entre la sociedad y el medio ambiente nuestro principal interés va más allá de establecer cuáles eran los paisajes vegetales en el pasado, nuestra investigación intenta visibilizar a los sujetos sociales que llevaron a cabo los procesos de trabajo implicados en la recogida de leña y madera. El aprovisionamiento de leña era una tarea probablemente diaria, dura y pesada, que a partir de estudios etnográficos y de estudios actuales de sociedades dependientes de la leña (Ki-Zerbo, 1981; FAO, 1993, 1999; Montalembert y Clément, 1993; Clarke et al., 1996, Abbot y Lowore, 1999; Peña-Chocarro et al. 2000; Pote et al., 2006, Yahaya et al. 2007) sabemos que fue desempeñada fundamentalmente por mujeres e individuos infantiles. A continuación ofreceremos una síntesis sobre los datos disponibles de los paisajes forestales en el Noroeste ibérico durante la Edad del Hierro, entiendo el paisaje como el territorio que formaba parte de la vida cotidiana de las comunidades humanas que habitaron los castros, y en la medida de lo posible intentando identificar los posibles modos de gestión de los recursos forestales. La Edad del Hierro es un período en el que la concentración de la población durante largos lapsos temporales tiene probablemente implicaciones en relación con el aprovisionamiento del combustible doméstico y de la madera utilizada en la construcción y elaboración de manufacturas, de igual modo que el desarrollo y la intensidad de actividades productivas ligadas a la pirotecnología como la metalurgia y la cerámica supusieron un gran incremento en la demanda de recursos forestales asociados a estas actividades especializadas. 3.2. Metodología La antracología nos permite realizar la identificación taxonómica de los carbones recuperados en contextos arqueológicos mediante la observación de los caracteres anatómicos y biométricos observables en los tres planos anatómicos de la madera: transversal, tangencial y radial. La madera de cada especie está constituida por los mismos tipos de células asociados de igual modo y cada árbol está dotado de una arquitectura propia (Fischesser, 2000). Estas características son comparadas con varios atlas de maderas europeas (Schweingruber, 1990; Hather, 2000; Gale y Cutler, 2000; García et al., 2003). La identificación puede tener diferentes grados de precisión llegando en algunos casos a la especie, y en otras ocasiones simplemente al género o a la familia. De forma complementaria a la identificación taxonómica se pueden registrar todo tipo de caracteres dendrológicos y tafonómicos (Marguerie y Hunot, 2007). La dendrología es la ciencia que estudia la morfología de la madera y los anillos de crecimiento de los vegetales, que reflejan la historia del crecimiento de la planta (Kaennel y Schweingruber, 1995; Carrión, 2007), determinados acontecimientos de origen climático, mecánico o antrópico provocan alteraciones en ese crecimiento que pueden ser observadas durante el análisis. Finalmente la tafonomía nos permite registrar los procesos que afectan a los restos vegetales desde su entorno natural hasta su incorporación al registro fósil (Théry-Parisot et al., 2010). La frecuencia de la presencia de carbones en los yacimientos arqueológicos y los suelos ácidos del Noroeste peninsular que favorecen la preservación de la materia orgánica carbonizada hacen que sean un objeto de estudio ideal para poder estudiar el bosque y su manejo en el pasado (Martín-Seijo et al., 2010; Martín-Seijo, 2013). Los modos más habituales de carbonización son la combustión intencional de la leña o de los residuos relacionados con la producción de manufacturas o con la construcción en madera, los incendios o la combustión intencional o accidental de objetos pueden ser algunos de los modos de contacto de la madera con el fuego que pueden permitir su preservación en contextos arqueológicos. A pesar de la potencialidad del estudio antracológico para poder aproximarnos a los paisajes vegetales de la Edad del Hierro nos encontramos con varias limitaciones. La primera se refiere al propio origen de los carbones recuperados en el interior de los asentamientos tienen un origen antrópico, y no están relacionados con procesos de deposición naturales. La imagen del bosque obtenida a partir de estos carbones va a estar siempre mediatizada por este filtro humano. A pesar de ello si podemos reconstruir qué especies eran utilizadas por estas
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comunidades, con qué intensidad y para qué usos se empleaban, pero nunca existirá una correlación directa entre los porcentajes de su presencia en las secuencias antracológicas con su presencia en el paisaje. La segunda limitación depende de la planificación de la recogida sistemática de carbones y sedimento durante la intervención arqueológica, para que existan muestras representativas a nivel cualitativo y cuantitativo. Este punto es crítico ya que toda excavación supone la destrucción del contexto arqueológico, y las muestras que no se recojan durante el desarrollo de las intervenciones arqueológicas nunca podrán ser recuperadas. 3.3. Los paisajes vegetales a partir de cinco casos de estudio A partir de cinco casos de estudio nos aproximaremos a los paisajes vegetales del Noroeste ibérico desde el Bronce final a la Edad del Hierro. Las muestras de carbones seleccionadas para realizar este acercamiento proceden de los yacimientos de castro de Cociñadoiro, Punta Perico, Castrovite, Castrolandín y castro de Nabás. Con diferentes cronologías de ocupación, y situados en diferentes áreas geográficas del noroeste ibérico, y con diferencias también relacionadas con el tipo de asentamiento, actividades productivas, etc. nos permitirán observar diferentes problemáticas relacionadas con el estudio de carbones en contextos arqueológicos.
Fig.11. Situación del yacimiento de Punta dos Muros o castro de Cociñadoiro (Ortofoto SITGA 1:5.000).
El primer yacimiento seleccionado es el castro de Cociñadoiro o Punta dos Muros (Arteixo, A Coruña) que fue objeto de varias intervenciones arqueológicas debido a que se encontraba dentro del área de afección del puerto exterior en Punta Langosteira (Cano, 2012, 2010; Cano y Gómez, 2010) (Fig. 11). Durante la excavación integral del yacimiento llevada a cabo en el año 2005 fueron recuperadas muestras de carbón y alguna muestra puntual de sedimento de varias áreas del poblado. En total se analizaron 756 fragmentos de 107 muestras.
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Fig. 22. Plano con las construcciones del Barrio Bajo en naranja, Barrio Alto en azul, Barrio Medio en amarillo y en rojo marcadas las zonas con concentración de evidencias ligadas a la actividad metalúrgica (modificado a partir de Cano, 2010).
La excavación integral de este yacimiento permitió documentar la existencia de un asentamiento fortificado con un único nivel arqueológico, y una cronología que iría de inicios del siglo IX al siglo V a.n.e., aunque la etapa de máxima ocupación y actividad sería la comprendida entre el siglo VIII y el VII a.n.e. (Cano 2012, 2010). El poblado estaba delimitado por una estructura defensiva que cerraba el istmo que lo unía con el exterior y las construcciones situadas en el interior del recinto estaban realizadas a partir de zócalos pétreos que servirían de soporte o refuerzo para estructuras realizadas con materiales perecederos que estaban orientadas en dirección este-oeste (Cano, 2012, 2010). El espacio interno del asentamiento se organizaba a partir de calles que permitían la circulación entre estructuras. Por su disposición y características fueron agrupadas durante la intervención en tres barrios, y en dos de ellos, el Barrio Bajo y el Barrio Alto, se documentaron evidencias de estructuras de combustión especializadas vinculadas con la metalurgia (Cano y Gómez, 2010) (Fig. 12).
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Fig. 13. Distribución microespacial de los taxones a partir de los grupos estratigráficos de procedencia en contextos vinculados a la ocupación del asentamiento (modificado a partir de Cano 2010).
Si observamos la distribución microespacial de los taxones (Fig. 13) podemos ver cómo aquellos grupos estratigráficos vinculados a áreas de actividad metalúrgica situados en el Barrio Bajo y en el Barrio Alto presentan una limitada variabilidad taxonómica, predominando muestras en las que sólo se identificaron fragmentos de especies de la familia de las Fabaceae, combinadas en ocasiones con madera de Quercus de tipo caducifolio, y apareciendo de forma esporádica aliso (Alnus sp.) y Salix/Populus (un taxón que incluiría especies como el sauce, el chopo o el álamo).
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Barrio Alto Barrio Medio Barrio Baixo Taxones Nº % Nº % Nº % Fabaceae 65 62,5 84 37,3 76 83,5 Quercus sp. caducifolio 39 37,5 80 35,6 6 6,6 Fraxinus sp. 29 12,9 Salix/Populus 11 4,9 1 1,1 Corylus avellana 9 4 Arbutus unedo 6 2,7 Rosaceae/Maloideae 2 0,9 Alnus sp. 1 0,4 6 6,6 cf. Fabaceae 1 0,4 cf. Salix/Populus 1 0,4 Indeterminable 1 0,4 2 2,2 TOTAL TAXONES 2 8 4 TOTAL FRAGS. 104 100 225 100 91 100 Fig. 14. Tabla con los datos antracológicos de los contextos de ocupación ordenados en función del barrio de origen.
En las construcciones situadas en el Barrio Medio se documenta una mayor variabilidad taxonómica (Fig. 14), identificándose la presencia de fresno (Fraxinus sp.), rosáceas-maloideas, madroño (Arbutus unedo) y avellano (Corylus avellana). Pese a los condicionantes derivados del pequeño tamaño de la muestra analizada en relación al área excavada, y a que la recogida fue mayoritariamente realizada de forma puntual, los datos obtenidos parecen apuntar a una estrategia de aprovisionamiento del combustible diferenciada en función de las actividades desarrolladas en las diferentes áreas del poblado, con una selección especializada de combustibles para las actividades metalúrgicas y una recogida más diversificada para alimentar los hogares situados en el Barrio Medio. No obstante no podemos descartar que tanto el número de taxones identificados, como sus porcentajes puedan estar fuertemente condicionados por la estrategia de recogida. Taxons
Fragmentos Nº % 229 50,6 143 31,6
Recurrencia Nº % 32 82,1 18 46,2
Fabaceae Quercus sp. caducifolio Alnus sp. 7 1,5 4 10,3 Salix/Populus 12 2,6 3 7,7 Fraxinus sp. 29 6,4 2 5,1 Arbutus unedo 17 3,8 2 5,1 Corylus avellana 9 2,1 2 5,1 Rosaceae/Maloideae 2 0,4 2 5,1 cf. Salix/Populus 1 0,02 1 2,6 cf. Fabaceae 1 0,02 1 2,6 Indeterminable 3 0,7 2 5,1 TOTAL/Nº CASOS 453 100 39 Fig. 15. Tabla con los datos antracológicos de los contextos de ocupación ordenados en función del número total de fragmentos y de su recurrencia en los diferentes contextos.
Los datos sobre el paisaje vegetal del entorno del asentamiento fueron obtenidos a partir del análisis de los carbones recuperados de contextos de ocupación y del interior de estructuras de combustión e indicarían la presencia de un porcentaje significativo de especies
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arbustivas (Fig. 15). En cuanto al patrón de aprovisionamiento de recursos leñosos hay una clara preferencia por la madera de estas especies fundamentalmente de las fabáceas, tanto para actividades especializadas como de otro tipo. Estas plantas entre las que se incluyen el tojo y la retama tienen una elevada capacidad de regeneración por lo que mediante su explotación estas comunidades se aseguraban una renovación periódica de los recursos. El bosque de caducifolios situado en el entorno del asentamiento estaría formado fundamentalmente por robles u otras especies caducifolias de Quercus. La presencia de especies heliófilas como el madroño, las rosáceas-maloideas y el avellano podría estar relacionada con la regresión de la cubierta forestal en el entorno debido a la presión antrópica. Aunque en pequeña proporción se documenta el aprovisionamiento en bosques de ribera probablemente situados en los márgenes de los cursos fluviales próximos.
Fig. 16. Situación del yacimiento de Punta Perico (Ortofoto SITGA 1:5.000). El segundo caso de estudio sería el yacimiento de Punta Perico (Ribeira, A Coruña) que está localizado también en una península marina (Fig. 16). En él se realizó una única intervención arqueológica en el año 2005, durante la cual pudieron ser identificados varios niveles de ocupación, una vinculada al Bronce final y otra datada en la Edad del Hierro (Vilaseco y Fábregas, 2008). Nos interesa aquí especialmente la muestra carbones recuperada en un nivel de incendio documentado bajo el Abrigo 1 (Fig. 17) y datado en la horquilla comprendida entre 550 y 360 a.n.e. (Vilaseco y Fábregas, 2008), que ha sido interpretado como un depósito vinculado a una posible quema intencional de la vegetación de forma previa a la ocupación de este espacio. Los carbones recuperados en este depósito se corresponderían con la vegetación existente en ese momento concreto, por lo que lo peculiar de este caso es que a pesar de que los carbones se encuentran en un yacimiento arqueológico su interpretación sería equivalente a aquellos recuperados en depósitos naturales en los que se registran incendios de la vegetación.
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Fig.17. Plano de Punta Perico con la localización de abrigos y terrazas (Vilaseco y Fábregas, 2008). Se analizaron 480 fragmentos de este depósito que permitieron identificar un paisaje vegetal degradado en el que casi el 80% de los fragmentos se correspondían con especies leñosas de la familia Fabaceae, probablemente arbustos como el tojo y la retama, apareciendo otros indicadores de fuerte degradación de la cobertura forestal como la uz (Erica sp.) en un pequeño porcentaje (Fig. 18). Otro de los taxones con mayor representación porcentual detrás de las Fabaceae serían aquellas especies incluidas entre las rosáceas-maloideas, que incluyen fundamentalmente arbustos vinculados a áreas de claros o de la orla arbustiva del bosque. A partir del análisis antracológico parece que el bosque estaría prácticamente ausente en esta península, ya que el porcentaje de especies caducifolias de Quercus como el roble es minoritario y representa sólo el 4,6% de los fragmentos. Mientras que especies vinculadas a la presencia de elevados niveles freáticos o cursos de agua tienen unos porcentajes más significativos como por ejemplo Salix/Populus que se corresponde con el 3,3% y el fresno (Fraxinus sp.) que supone el 0,6% del total. También se identificaron especies termófilas como Quercus de tipo perennifolio y madroño en pequeños porcentajes, y la presencia de enebro (Juniperus sp.). El paisaje fuertemente degradado documentado durante un período comprendido entre los siglos VI y IV a.n.e. puede probablemente relacionarse con la larga ocupación de esta península desde la Edad del Bronce y con sus propias características geográficas y naturales, ya que es una zona muy expuesta a la acción marina.
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550-360 cal a.n.e. Taxones Nº % Fabaceae 380 79,2 Rosaceae/Maloideae 49 10,2 Quercus sp. caducifolio 22 4,6 Salix/Populus 16 3,3 Erica sp. 4 0,8 Fraxinus sp. 3 0,6 Juniperus sp. 2 0,4 Arbutus unedo 1 0,2 Prunus sp. 1 0,2 Quercus sp. perennifolio 1 0,2 Indeterminado 1 0,2 TOTAL TAXONS 9 TOTAL FRAGMENTOS 480 100 Fig. 18. Tabla con los datos antracológicos del nivel de incendio documentado bajo el Abrigo 1 y datado entre el 550-360 cal a.n.e.
Fig. 19. Situación del yacimiento de Castrovite (Ortofoto SITGA 1:5.000). El siguiente caso de estudio sería el de Castrovite, un pequeño castro de interior en el que fueron realizados varios sondeos durante el año 1986 (Figs. 19 y 20). Su excavación permitió documentar un asentamiento con una larga ocupación desde el siglo VIII a.n.e. y hasta el cambio de era (Carballo, 1998; González-Ruibal y Carballo, 2001; Rey et al., 2011). En la estratigrafía documentada mediante estos sondeos destaca la presencia de varios niveles de incendio en los que fueron recogidos numerosos restos orgánicos carbonizados, incluyendo manufacturas y ramas completas así como arcillas con impresiones de entramados vegetales (Rey et al., 2011). La preservación de estas dos últimas evidencias nos ha permitido realizar una propuesta sobre las prácticas de silvicultura del avellano realizadas durante la Edad del Hierro, y que serían un indicador de la complejidad de las estrategias de manejo del bosque por parte de estas comunidades.
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Fig. 10. Localización de los sondeos en Castrovite (Rey et al., 2011). El tipo de intervención realizada en la que sólo se excavó mediante sondeos prima el registro estratigráfico vertical frente al horizontal. En las siguientes figuras (Figs. 21a y 21b) podemos ver de una forma sintética los diferentes niveles registrados durante la excavación. Es interesante el hecho de observar cómo en la mayor parte de los casos la presencia de arcillas y las maderas carbonizadas no coinciden en el mismo depósito, lo que hace que el recurso a las evidencias negativas sea fundamental para poder reconstruir los datos relacionados con los calibres de las ramas utilizadas en construcción.
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a
b Fig. 11. Localización de los sondeos en Castrovite (Rey et al., 2011).
En cuanto a los datos de la identificación taxonómica de los carbones, podemos ver cómo en la ocupación comprendida entre los siglos VI-V y II a.n.e. se identifica la explotación de roble u otros Quercus de tipo caducifolio, avellano y fabáceas, junto con otras especies que aparecen de forma más esporádica como aliso, pruno (Prunus sp.) y fresno (Fig. 11b). Mientras que en las ocupaciones más recientes de este asentamiento sólo se documenta el consumo de roble y avellano y de forma puntual fresno y Quercus de tipo perennifolio. La limitada lista taxonómica de Castrovite, en relación con el número de fragmentos de carbón analizados está relacionada con el propio origen de los carbones, en este caso se trata de madera carbonizada de estructuras probablemente destinadas a contener grano, ya que aparecieron varios kilos de semillas asociadas a las varas de avellano.
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Fig. 12. Comparación entre los diámetros máximos medidos sobre las varas de avellano (Corylus avellano) en verde oscuro en la gráfica, y sobre las impresiones sobre arcilla, en verde claro en la gráfica.
Los diámetros documentados tanto en las varas de avellano como en las arcillas nos han permitido proponer como hipótesis que ambas evidencias se podrían relacionar con la existencia de varas entretejidas, y con el manejo del avellano mediante prácticas de silvicultura para obtener una materia prima adecuada para la confección de estas manufacturas (Anderson, 1999). La medición de los diámetros máximos de las impresiones sobre arcilla utilizados como indicador indirecto de la morfología de las ramas indica la utilización de varas de entre más de 0,2 cm. hasta más de 2 cm. (Fig. 22). Estas variaciones en el diámetro pueden responder a la propia morfología de las ramas, más gruesas en la base y más finas en el ápice, de todos modos existe un claro predominio de los diámetros comprendidos entre más de 0,5 y 1,5 cm. Si comparamos estos datos con los obtenidos a partir de las impresiones sobre arcilla y de los diámetros completos de las varas de avellano podemos observar un patrón similar entre ambas evidencias.
Fig. 13. Situación del yacimiento de Castrolandín (Ortofoto SITGA 1:5.000).
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El cuarto caso de estudio es de Castrolandín (Fig. 23), otro castro de interior de pequeñas dimensiones en el que se realizaron varias intervenciones arqueológicas, aunque la mayor parte de los datos arqueobotánicos proceden de la campaña de 2005 durante la cual se procesó mediante flotación una gran cantidad de sedimento (Ayán et al., 2007; Otero, inédito). La estratigrafía y los períodos cronoculturales definidos señalan una sucesión de tres momentos de ocupación durante la Edad del Hierro entre el siglo IV a.n.e. y el II d.n.e. que se documentan en la práctica totalidad del poblado. Las diferentes fases de ocupación están definidas a partir de las características arquitectónicas de las construcciones.
Fig. 14. Distribución microespacial de los taxones en los contextos de ocupación datados entre los siglos IV a.n.e. y I d.n.e.
Las muestras de los niveles más antiguos de Castrolandín, del siglo IV a.n.e. al siglo I d.n.e. proceden de tres lugares concretos, concentrándose la mayor parte de las muestras en una de las construcciones situadas al norte del asentamiento (Fig. 24). Las especies predominantes en estos niveles de ocupación fueron, el roble y las fabáceas que se identifican en todas las muestras mientras que otras especies como el avellano, las rosáceas-maloideas, el Quercus de tipo perennifolio, el aliso y el arraclán tienen una presencia más puntual. De este yacimiento destaca la importancia que las especies vinculadas a los cursos de agua o zonas encharcadas como por ejemplo el aliso tienen en comparación con otros asentamientos de la misma cronología, y probablemente se relaciona con la existencia de un curso de agua situado en inmediata proximidad a este castro.
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Fig. 25. Distribución microespacial de los taxones en los contextos de ocupación datados entre los siglos I-II d.n.e.
Con respecto a las muestras de la ocupación del s. I al II d.n.e. podemos ver cómo se distribuyen de forma más uniforme por toda el área de excavación, aunque la mayor parte de los fragmentos analizados continúa concentrándose en el sector norte (Fig. 25). En estas muestras se identificaron 13 taxones arbóreos y arbustivos, y se observa una continuidad con respecto a la ocupación previa en el consumo de los taxones leñosos utilizados como combustibles, continúa existiendo una preferencia por la quema de leña de roble y fabáceas. Las principales diferencias serían al aumento de la representación de avellano y aliso, y la mayor variabilidad taxonómica que podría responder a cuestiones arqueológicas (un mayor número de fragmentos y de contextos analizados para este período) o bien a un cambio en el patrón de consumo de combustibles en este momento. Entre las muestras de esta última ocupación se identificó la presencia de nogal (Juglans regia), una especie considerada habitualmente como cultivada, aunque puede formar parte de forma silvestre de las formaciones boscosas en esta área. Su aparición en Castrolandín señala que su explotación está incorporada en este momento al menos como combustible, este uso había sido ya previamente identificado en yacimientos del Bronce final y Hierro del norte de Portugal, y en la zona de las Médulas en Castrelín de San Juan de Paluezas y Orellán (Figueiral, 1996, 2000, 2001; López-Sáez et al., 2002; López-Merino et al., 2009, 2010; Martín-Seijo y Piqué, 2013).
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Fig. 15. Situación del yacimiento del Castro de Nabás (Ortofoto SITGA 1:5.000). El último estudio de caso que presentaremos es el castro de Nabás, otro asentamiento de interior aunque muy próximo a la línea de costa (Fig. 26). Su morfología original está muy alterada por la construcción de varias identificaciones sobre la croa y en su entorno, desde finales de los años 80 se realizaron varias intervenciones arqueológicas. Las muestras analizadas proceden de la intervención de 1991 y de 2006 (Martín-Seijo, 2008a). Durante ese año el Grupo de Estudos para a Prehistoria do Noroeste Ibérico recibió el encargo de realizar una excavación en el interior de una de las construcciones sobre la que ya se había intervenido en 1991 para llevar a cabo su puesta en valor. La estratigrafía documentada nos permite afirmar la existencia de un único nivel de ocupación durante la Edad del Hierro en un lapso de tiempo breve, entre el siglo II a.n.e. y el I d.n.e. Durante la excavación se recuperaron in situ en el centro de la construcción y sobre el hogar varias tablas y leños interpretados como la última madera quemada en el interior de esta estructura. La elevada concentración de carbones en los depósitos de abandono y su gran tamaño indicaría que se produjo un incendio en un momento en el que la construcción ya estaba prácticamente vacía, ya que sólo se pudieron algunos fragmentos de cerámica muy pequeños y degradados.
Fig. 16. Distribución microespacial de los taxones en del castro de Nabás.
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Los datos arqueobotánicos obtenidos de las unidades estratigráficas vinculadas con el momento de ocupación, que prácticamente se reducen a las muestras del hogar, ya que el resto de muestras estaban vinculadas a depósitos de abandono asociados al incendio y derrumbe de la construcción, presentan una limitada variabilidad taxonómica. Hay un claro predominio de la madera de roble, acompañada de fabáceas, y está presentes los Quercus de tipo perennifolio, y de estos se pudo determinar un fragmento de corteza de alcornoque, además de avellano (Fig. 17). La principal peculiaridad de Nabás es la amortización como leña de elementos manufacturados como tablas y otros objetos de función indeterminada, que parece responder a un uso oportunista de los elementos combustibles existentes en el interior de la propia construcción. 3.4. Síntesis Esta revisión de los datos antracológicos de cinco casos de estudio nos permite realizar una primera aproximación a la potencialidad que la recogida y estudio de muestras de carbones en contextos arqueológicos tanto para aproximarnos a los paisajes vegetales de la Edad del Hierro cómo también al uso que las comunidades pasadas realizaban de los recursos forestales presentes en su entorno fundamentalmente como combustible, pero también con respecto a manufacturas ya que la existencia de niveles de incendio son mucho más habituales de lo que podría parecer, y en estos contextos restos orgánicos carbonizados con evidencias de manufactura son localizados de manera más frecuente de lo que inicialmente se podría pensar (Martín-Seijo et al., 2015; Martín-Seijo, 2013; Martín-Seijo y Carrión, 2012; Martín-Seijo, 2008b). Referencias Abbot, P. G. y Loworeb, J. D. (1999). Characteristics and management potential of some indigenous firewood species in Malawi. Forest Ecology and Management, 119 (1-3), 111-12. Alonso Matthias, F. (2002). Fechas de carbono-14 en los castros asturianos. En M.A. de Blas Cortina y A. Villa Valdés (Eds.), Los poblados fortificados del noroeste de la Península Ibérica: formación y desarrollo de la cultura castreña (pp. 337-344). Navia: Ayuntamiento de Navia – Parque Histórico del Navia. Anderson, M. K. (1999). The Fire, Pruning, and Coppice Management of Temperate Ecosystems for Basketry Material by California Indian Tribes. Human Ecology, 27 (1), 79-113. Arias Vilas, F. (2002). Las fases de la Cultura Castreña en Galicia: un debate abierto. En M.A. de Blas Cortina y A. Villa Valdés (Eds.), Los poblados fortificados del noroeste de la Península Ibérica: formación y desarrollo de la cultura castreña (pp. 127-137). Navia: Ayuntamiento de Navia – Parque Histórico del Navia. Arias Vilas, F. y Fábregas Valcarce, R. (2003). Datacións radiocarbónicas do castro de Viladonga (Lugo). Gallaecia, 22, 193-210. Ayán, X. M., Otero, C. y González-Ruibal, A. (2007). Sondaxes arqueolóxicas no castro de Castrolandín (Cuntis, Pontevedra). Campaña 2004. El Museo de Pontevedra, 61, 1162. Bellefontaine, R., Petit, S., Pain-Orcet, M., Deleporte, Ph. y Bertault, J.-G. (2002). Los árboles fuera del bosque. Hacia una mejor consideración. FAO. Blench, R. (2001). Trees on the march: the dispersal of economic trees in the prehistory of West-Central Africa. Conference presented at the SAFA Conference. Cambrigde. Cano, J. A. (2012). Punta de Muros: un poblado fortificado de finales de la Edad del Bronce. Madrid: Ministerio de Fomento. Cano, J. A. (2010). Arquitectura y sociedad en un poblado de la primera Edad del Hierro en el Noroeste de la península Ibérica. En P. Bueno, A. Gilman y C. Martín y F. J. SánchezPalencia (Eds.), Arqueología, sociedad, territorio y paisaje. Estudios sobre Prehistoria
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