cuba 23 Noviembre de 2015 RETOS DE ESTA ÉPOCA. Tomo 2 Cuaderno

cuba RETOS DE ESTA ÉPOCA. Tomo 2 Cuaderno 23 Noviembre de 2015 Director: Roberto Veiga González Subdirector: Lenier González Mederos Consejo de Di

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cuba RETOS DE ESTA ÉPOCA. Tomo 2

Cuaderno

23 Noviembre de 2015

Director: Roberto Veiga González Subdirector: Lenier González Mederos Consejo de Dirección: Aurelio Alonso/ sociólogo y Premio Nacional de Ciencias Sociales Julio César Guanche/ jurista, politólogo y ensayista Mayra Espina/ socióloga e investigadora Pavel Vidal/ economista e investigador Víctor Fowler/ poeta y ensayista Ailynn Torres/ socióloga e investigadora Pedro Monreal/ economista e investigador Diseño: LEG

RETOS DE ESTA ÉPOCA.

Tomo 2

EDITORIALES EN DIÁLOGO.

EN DIÁLOGO 3-2012 (Página 5) LA IGLESIA COMO PUENTE DE ACERCAMIENTO. Autor: Orlando Márquez.

Tomo 2

(Página 17) DIÁLOGO ESTABLECIDO AL TERMINAR ORLANDO MÁRQUEZ SU EXPOSICIÓN.

Índice

EN DIÁLOGO 4-2012 (Página 27) POR UN CONSENSO PARA LA DEMOCRACIA. (Página 38) DIÁLOGO POSTERIOR. EN DIÁLOGO 1-2013 (Página 53) LA SOCIEDAD CUBANA: ALGUNOS RETOS Y PERSPECTIVAS DESDE LA SITUACIÓN ACTUAL. (Página 59) INTERVENCIONES REALIZADAS DESPUÉS DE LA CONFERENCIA DEL PROFESOR GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA. EN DIÁLOGO 2-2013 (Página 66) PALABRAS DE JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA EN PRESENTACIÓN DE IDEAS DEL LIBRO LA VERDAD NO SE ENSAYA. CUBA: EL SOCIALISMO Y LA DEMOCRACIA, DE JULIO CÉSAR GUANCHE. (Página 79) CONFERENCIA DE JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA SOBRE EL LIBRO DE GUANCHE. (Página 92) INTERCAMBIO POSTERIOR A LA INTERVENCIÓN DEL JURISTA JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA. EN DIÁLOGO 3-2013 (Página 96) CUBA Y LOS DESAFÍOS DE LA CIVILIDAD: ALCANCES, CONTRADICCIONES Y PARADOJAS. Autor: Jesús Guanche. (Página 105) INTERCAMBIO POSTERIOR A LA CONFERENCIA DE JESÚS GUANCHE. EN DIÁLOGO 4-2013 (Página 112) PRESENTACIÓN DEL FOLLETO Indagaciones sobre la cuestión racial en Cuba. Autor: Víctor Fowler.

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(Página 114) INTERCAMBIO POSTERIOR A LA PRESENTACIÓN DE INDAGACIONES SOBRE LA CUESTIÓN RACIAL EN CUBA.

LA IGLESIA COMO PUENTE DE ACERCAMIENTO.*

Autor: Orlando Márquez. EN DIÁLOGO 3-2012

El término puente viene del latín pontis. Se afirma que fueron los romanos los primeros en construir un puente sólido de piedra como lo observamos hoy. El puente permitía suprimir la distancia que se antojaba imposible, o salvar el paso sobre el río porque se tenía la certeza, o existía la esperanza, de encontrar del otro lado lo que se necesitaba y no se tenía: el alimento, el nuevo territorio que conquistar, una comunidad humana para interactuar. Pudiera decirse que fue siempre un medio necesario cuando se esperaba encontrar algo nuevo: el puente tenía algo de esperanza. Para la Iglesia también resulta cercano el término pontífice, del latín pontifex, que designaba a los sacerdotes de la antigua Roma, quienes hacían de puente entre los dioses y los hombres. El cristianismo asumió el término, y hoy se aplica al Papa, Sumo Pontífice, o puente entre Dios y los hombres. El puente, al que nos hemos habituado ya por ser elemento ordinario y cotidiano que nos facilita el camino, tal vez conserva aún, para no pocas personas, aquel sentido de encuentro o reencuentro, aquel significado de lo nuevo que espera ante nosotros. Por ello, al referirnos al puente como metáfora, o cuando hablamos de tender puentes o de cruzar puentes, quizás estemos evocando solo aquel significado primario de quien va al encuentro de otro, de quien tiene esperanza. Llegados a este punto, es importante notar que no basta que exista el puente, se necesitan además otras premisas. Es necesario que el puente sea robusto y firme, que esté abierto en ambas direcciones, que existan personas dispuestas a cruzarlo sabiendo que no son las únicas que se benefician de su existencia ni les corresponde derecho exclusivo de uso. ¿Puede la Iglesia, en las condiciones actuales del país, ser puente de acercamiento entre los distintos componentes humanos de la sociedad cubana? ¿Puede la Iglesia en Cuba, limitada en recursos no solo materiales, sino también humanos y pastorales, ser el puente o, en otras palabras, aceptar ese desafío mayor que algunos consideran está llamada a asumir por ser la única institución independiente del gobierno y de toda otra potencial tendencia política que pueda desarrollarse en Cuba, independiente de toda la sociedad y al mismo tiempo atada a ella por sus fieles y por su compromiso pastoral, que quiere llegar a todos y cada uno de los cubanos que allí viven? No es tan fácil la respuesta, porque como dije antes no basta la existencia del puente si las personas no están dispuestas a cruzarlo, o no sabemos construir y habilitar el puente. El significado necesita del significante, de lo contrario el puente puede ser tan solo una estructura-ficción, aunque no por ello la Iglesia pierda su significado propio, que no fue concedido por sociedad alguna, sino por Jesucristo. Y sin embargo esto último, que pudieran desconocer u olvidar quienes se sintieran llamados a cruzar el puente, no sería pretexto para que la Iglesia se niegue a esa función de acercar y comunicar a las personas, aunque en el cruce solo atraviesen sus entrañas y sigan de largo.

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LA MEDIACIÓN DE LA IGLESIA: EL DIÁLOGO IGLESIA-GOBIERNO Es evidente que desde el domingo 2 de mayo de 2010, cuando el cardenal Jaime Ortega presidió la misa en la iglesia de Santa Rita de Casia, en el distinguido barrio de Miramar, en La Habana, y las Damas de Blanco pudieron marchar después de la misa sin ser molestadas por las violentas turbas movilizadas en semanas anteriores, algo distinto se iniciaba en Cuba. Los periodistas presentes lo captaron, los fieles habituales de la parroquia lo percibieron, aunque ni unos ni otros sabían las razones. Pero las Damas de Blanco sí lo sabían. El día anterior, mientras cientos de miles de cubanos se congregaban en las plazas de todo el país en la tradicional marcha del día internacional del trabajo, el arzobispo de La Habana se reunía en sus oficinas del Arzobispado con la que fue hasta su muerte líder de este grupo de familiares de los presos políticos, Laura Pollán, y otras cuatro integrantes. Allí les informó de su carta dirigida a Raúl Castro para pedir el cese de los actos de repudio y la respuesta verbal positiva que recibió sobre este reclamo, respuesta que incluía el deseo de conocer las demandas del grupo. Allí se concretó el proceso de mediación de la Iglesia entre ellas y el gobierno, y la Iglesia fue puente y medio de encuentro entre unos y otros. El cardenal Jaime Ortega les informó que no serían atacadas nuevamente y que del gobierno querían saber 1 cuáles eran sus reclamos. Quienes tuvimos la oportunidad de ser testigos de estos acontecimientos, compartimos entonces el mismo grado de sorpresa, satisfacción y expectación. ¿Cómo era posible que el presidente cubano, jefe nuevo del mismo gobierno revolucionario que con mano férrea había sancionado a todas aquellas personas de un modo que siempre la Iglesia consideró injusto, innecesario y excesivo, el mismo gobierno que por más de cinco décadas se había rehusado a reconocer cualquier reclamación pública o privada, nacional o internacional, sobre ciertos errores de política interna que dañaban directamente al ciudadano común y negaban la idea de la “revolución más limpia y justa”, escuchara y respondiera positivamente a un reclamo y denuncia proveniente de la Iglesia, y se manifestara interesado en conocer qué querían aquellas mujeres que marchaban a favor de sus seres queridos quienes eran, desde hacía siete años,

presentados desde el mismo gobierno como ejemplos del ciudadano traidor, corrompido e inmoral, al servicio de los enemigos del país? UN CONTEXTO CAMBIANTE Desde que Raúl Castro se convirtió en “presidente interino” y tomó las riendas del gobierno –al principio de modo temporal y después de modo permanente–, envió claros mensajes de un estilo distinto de gobernar. No solo habló de la necesidad de “cambios”, un término maldito hasta entonces, que se asociaba inmediatamente a los planes de los enemigos e, incluso, a las propuestas de aquellas mismas personas sancionadas en la primavera del año 2003. Su discurso crítico de la burocracia, la corrupción, la excusa ideológica y la doble moral, iba dirigido precisamente contra algunos integrantes de la clase política gobernante y captó pronto la sintonía de la población, agobiada por los largos años de escasez, las promesas reiteradas e incumplidas, las marchas y las consignas aburridas, la saturación ideológica, la falta de esperanzas y las restricciones a la libertad. Evidentemente, muchos de estos males se mantienen hoy, como la escasez de determinados bienes materiales y la falta de esperanzas, a veces manifestada en un escepticismo cínico y llano, o en la indetenible emigración. Pero la “revolución permanente” de las marchas y las movilizaciones populares constantes, aquella “batalla 2 de ideas” del “teque” o la “muela” ideológica, como llamaban los cubanos a ese discurso reiterativo y despersonalizado que podía ser dicho lo mismo a pleno día que en la madrugada, en un acto de conmemoración política o en una ceremonia fúnebre, disminuyó considerablemente en los medios de comunicación, en las escuelas y lugares de trabajo, incluso en el modo de referirse a los asuntos económicos y culturales, entre otros. La gente comprendió que no solo el mensajero era distinto, también lo era el mensaje. Ciertamente, Cuba continúa siendo un país regido por un solo Partido, con una estructura de poder centralizada y concebida según el viejo modelo marxista-leninista de la “dictadura del proletariado”, con pocos espacios para el disenso, y sin separación de poderes según el clásico estilo republicano. Esa “arquitectura” estatal y gobernativa de tipo soviético, instalada y consolidada sobre la ineficiencia económica y la agi-

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tación popular durante más de cincuenta años, aún se hace sentir, y no solo en la organización del Partido, o en el modo centralizado y suspicaz de gobernar, sino también, y quizás sea lo peor de todo, en la incapacidad de actualización de muchos cuadros partidistas y gubernamentales, mientras desde las esferas más altas del mismo gobierno se llama con insistencia a cambiar mentalidades para avanzar en las reformas. Durante decenios, desde la infancia, quienes aspiraban o eran promovidos a ocupar puestos directivos, supieron que su ascenso era directamente proporcional a su fidelidad y disposición para obedecer sin cuestionar; de seguro hubo no pocos que cuestionaron el statu quo y propusieron ideas renovadoras, pero pagaron el precio de “falta de fidelidad”. Si se era fiel y con méritos personales e intelectuales suficientes, mejor, pero lo primero –la fidelidad y la obediencia– siempre fue lo más importante. Pero el contexto y las necesidades han cambiado sustancialmente, incluso los cubanos han “cambiado”. Nuevas generaciones han comenzado a hacerse sentir y envían signos de vida con otros códigos, otras aspiraciones y anhelos. La “revolución social” de 1959 –si es que conocen algo de ella más allá de los nombres de algunos de sus líderes– no tiene el mismo significado para ellos, el combate de Bahía de Cochinos o Girón, la crisis de los misiles soviéticos en 1962, o las guerras en África, son historias del pasado, de sus padres o sus abuelos. No pretenden negarla, pero no desean que les impida vivir su propia historia. Y muchos de los puestos directivos municipales, provinciales y algunos nacionales, siguen siendo ocupados por los más “fieles”, aunque no sean necesariamente los más capaces. ¿Cómo hacer reformas con personas que no están listas para ellas, sea porque no comprenden su urgente necesidad, o porque tienen mucho que perder? Ese es, tal vez, el mayor reto que enfrenta el presidente Raúl Castro. Es como hacer un plato distinto con los mismos ingredientes, o renovar el diseño de la vieja arquitectura usando los mismos elementos que sostienen la ya obsoleta edificación. Y no es cuestión de generación, como se pudiera fácilmente pensar, pues el mismo Raúl Castro supera los ochenta años, mientras que algunos que resisten los cambios apenas llegan a los cincuenta. Pero es válido intentar hacer las reformas con estas mismas personas, y sumar otras, porque ese empeño significa “con todos”. El actual proceso de transformación que tiene lugar en Cuba, con presiones desde la base y un controlado impulso desde arriba, con reformadores que demandan más riesgos y decisión, o con los burócratas que ponen freno y resistencia tanto en la base como en las esferas de poder, deja al desnudo la naturaleza humana y sus conflictos de convivencia, visibles en cualquier tiempo y espacio, en cualquier cultura y sociedad humanas: es la lucha por la supervivencia de unos y otros, la lucha entre el pasado y el futuro, entre la inteligencia y la incapacidad de actualización, entre la razón y la pasión. Es, en fin, el alumbramiento de una nueva etapa en la historia de un país que, si bien envejece debido al bajo índice de natalidad, está aún lleno de vida. El gobierno cubano encabezado por Raúl Castro continúa manteniendo una postura defensiva en muchos aspectos y alimentando sospechas, no siempre infundadas, ante cualquier reclamo de cambios provenientes de círculos ajenos al gobierno. Pero, al mismo tiempo, Raúl Castro ha dado muestras de reaccionar y responder de modo diferente ante los problemas, sean económicos o políticos, y de ofrecer respuestas también diferentes a viejos problemas, como demuestra su impulso a determinadas reformas en el orden económico, o su decisión de poner en libertad al grupo de 53 prisioneros que quedaban en prisión de los 75 que habían sido encarcelados en el año 2003, aquellos presos que muchos dentro y fuera de Cuba, con razón o sin ella, llamaban “los presos de Fidel”. EL DIÁLOGO: BENEFICIOS Y RIESGOS Aquella carta escrita a mano fue el inicio de un diálogo entre la Iglesia y el gobierno que dura hasta 3 nuestros días. No comenzó con una hoja de ruta definida, que de hecho aún no existe, pero ha dado algunos resultados y es posible sacar, al menos, alguna conclusión: 1. La Iglesia media entre el gobierno y las Damas de Blanco, quienes piden se trasmita al primero sus tres demandas, todas cumplidas: a) acercar a los presos a sus lugares de residencia; b) liberar a los más enfermos;

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c) darles la opción de emigrar a otro país, aunque fueran sin compañía familiar, para poner 4 fin a su encarcelamiento. 2. Por primera vez, la Iglesia en Cuba logra hablar con el jefe de Estado sobre asuntos de interés social, es decir, que afectan directamente a los ciudadanos, dejando temporalmente de lado los temas religiosos. Este tipo de diálogo había sido solicitado por los obispos cubanos en múltiples ocasiones anteriores sin resultado alguno. 3. El primer fruto de ese diálogo fue el compromiso de excarcelación de 53 prisioneros que permanecían en prisión, de los 75 detenidos en 2003. Todos fueron liberados, y a ellos se añadieron otros 73, muchos de los cuales no esta5 ban en lista alguna de prisioneros. 4. El diálogo ha permitido tratar otros temas de interés nacional. A fines de ese mismo año 2010, los obispos reunidos en sesión plenaria recibieron al entonces ministro de Economía, Marino Murillo, para debatir sobre las reformas o “actualización del modelo económico”. 5. La Iglesia, por primera vez en todo el período posterior a 1959, se convierte en interlocutor ante el gobierno cubano para tratar asuntos de interés nacional. Así, la población cubana percibe que Raúl Castro tiene también ideas propias y modos distintos para tratar con una institución considerada por mucho tiempo como hostil por no estar explícitamente comprometida con 6 el socialismo revolucionario cubano. 6. El diálogo ha puesto una vez más sobre la mesa el tema de las decenas de templos y otros inmuebles propiedad de la Iglesia que fueron ocupados por las autoridades desde hace cinco décadas; algunos han sido ya devueltos. 7. Este proceso de diálogo, que sirvió para acercar personas, facilitó considerablemente la preparación de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, en comparación con la preparación de la visita de Juan Pablo II en 1998. 8. El proceso de diálogo entre la Iglesia y las autoridades del país ha prescindido en ocasiones del clásico canal de relaciones entre ambos: la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del PCC. De hecho el diálogo se hizo posible cuando se pudo saltar el obstáculo que representó esa Oficina para poder tratar temas que la rebasaban, toda vez que la solución al asunto de los presos del año 2003 y los actos de repudio contra las mujeres, no podía salir de aquel lugar.

El diálogo evidencia que la concepción superideologizada que ha asumido históricamente el gobierno cubano para entenderse con la Iglesia, dado el contexto actual en que la práctica de la fe ha aumentado y la religión ocupa un lugar más importante en la vida del país, debe ser también reformada, o “actualizada”, si se aplica el término preferido para hablar de reformas. La naturaleza de la Iglesia le imprime un sello muy distintivo que marca, inevitablemente, las relaciones con los gobiernos. Esas relaciones, generalmente, son delineadas según patrones políticos. De este modo, los gobiernos solo tienden a ver a la Iglesia como aliada o enemiga, y así definen su relación y elaboran su estrategia de entendimiento. En el caso cubano la Iglesia, por definición, no ha sido vista como una aliada. Esto no es algo que deba enmendar la Iglesia, ni siquiera puede hacerlo, y no por ello pierde la esencia propia, su misión pastoral en medio de una sociedad que ella no gobierna, lo cual implica mantener unas relaciones respetuosas, francas y transparentes con los gobernantes. Ello significa estar en el mundo sin ser del mundo. Todo lo anterior es el retrato de un proceso inédito en Cuba. Proceso complejo y difícil, estimulante y controversial, que exige paciencia, aceptación mutua, conocimiento de la realidad nacional de un extremo a otro de la Isla y disponibilidad para continuarlo por bien de la sociedad. Exige también un compromiso con el diálogo mismo, como medio que apunta a un fin temporal superior: el bien común y la buena salud de la sociedad cubana. El diálogo implica además, para la Iglesia, aceptar que este compromiso tiene riesgos de fallas y de incomprensión, como pueden ser: 1. No lograr institucionalizar el diálogo, de modo que esté definido no solo por las relaciones personales que en su día lograron concretarse y han permitido despejar dudas y avanzar de modo sustancial. Es necesario que el diálogo vaya generando pasos y regulaciones bien definidos, de modo que sea extendido y conocido en todo el país. Descentralizar el diálogo, con independencia de las particularidades individuales, es el único modo de garantizar su continuidad, desarrollo y transparencia cuando los que lo iniciaron hayan dejado las responsabilidades que hoy tienen. 2. Siempre hay un riesgo en toda relación entre la Iglesia y el gobierno. En cualquier época

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y lugar, la relación de los responsables de la Iglesia con el poder temporal está signada por cierta desventaja, pues los sacerdotes de Cristo no han sido entrenados para las negociaciones políticas –aunque alguno tenga cierta habilidad o guste de este asunto–, ni para competir políticamente. Los dos mil años de historia eclesial estimulan y ofrecen referentes, pero no dan respuesta a realidades, culturas y personalidades muy concretas, con las que es necesario entenderse y lidiar si se persigue lograr un bien social. Por otro lado, las fuerzas políticas, estén en el poder o en la oposición, buscarán siempre un reconocimiento de su acción política y social, y si ese reconocimiento, real o aparente, se puede atribuir a la Iglesia, pues mejor. Para ello harán lo que sea necesario, porque está en la naturaleza de toda acción política partidista. No obstante, este riesgo es posible superarlo manteniendo siempre presente que el sujeto primero y último es el hombre mismo que en unión de otros compone la sociedad, de abajo a arriba, y de un lado a otro del espacio geográfico. 3. Hay un riesgo asociado al anterior, dado por el juicio y la acción posible de actores no implicados directamente en el proceso de diálogo, beneficiados o no, con mayor o menor poder de incidencia en el proceso, quienes inevitablemente harán lecturas políticas del diálogo, emitirán juicios y promoverán acciones, a los cuales no siempre se les puede responder adecuadamente, pero sí conviene prestar atención. 4. Debido a la complejidad de todo el proceso, como queda dicho, existe también un riesgo de perder el equilibrio, o la posición apropiada, para entenderse no solo con el interlocutor en el diálogo que se desarrolla hoy, sino con todos aquellos sectores sociales a los cuales se desea beneficiar con el diálogo, pues ese, y no otro, es el objetivo del diálogo. No obstante los riesgos, es mejor asumirlos y sobreponerse a ellos que renunciar al diálogo. “El bien de los pueblos ha sido siempre el objeto de la Iglesia, no solo en lo espiritual sino también en 7 lo temporal”, afirmaba el padre Félix Varela en el siglo xix. En cartas dirigidas al imaginado joven Elpidio, el padre Varela nos presentaba una visión de la Iglesia comprometida con la sociedad donde vive, cuando aún no se vislumbraba el contorno de lo que conoceríamos después como Doctrina Social de la Iglesia, pero una visión a la que es posible llegar desde una fe auténtica y comprometida, que no es del mundo pero en el mundo se manifiesta. Tenía razón el padre Varela al afirmar que, “en las grandes urgencias del Estado y las calamidades públicas, la Iglesia es la primera en 8 dar auxilio”. Más de cien años después, la Iglesia nos recuerda que “el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia” de la Iglesia, y no hay nada “verdaderamente humano” que no despierte el interés de una Iglesia que se siente “verdadera e íntimamente solidaria del género humano y de su 9 historia”. Estas han sido las motivaciones de la Iglesia en Cuba para actuar e interceder en bien de los cubanos, algo que ha podido lograr de modo muy limitado, si bien lo ocurrido en los últimos tiempos da motivos para la esperanza. UNA MEDIACIÓN MUY DEFINIDA En la condición actual, las interpretaciones y los criterios sobre el diálogo y sobre el papel de la Iglesia, específicamente, varían en dependencia de la procedencia del juicio. Aún se recuerdan las expresiones de felicidad de los primeros beneficiados de este diálogo: los presos y sus familiares. Al mismo tiempo, aquello que hacía felices a estas personas provocaba insatisfacciones en otras, específicamente en muchos de aquellos que consideraban justa la sanción que habían recibido en el año 2003 estos 75 ciudadanos. No obstante, muy pronto comenzaron a aparecer también juicios negativos de algunos de esos beneficiados y de varios integrantes de lo que conocemos como “oposición cubana”, insatisfechos de un diálogo en el que no tenían lugar propio, y del que, afirmaban, la Iglesia, o algunos pastores, los habían excluido deliberadamente para cumplir con la voluntad del gobierno. Se le reclamaba a la Iglesia llevar a esa oposición a la mesa de diálogo, después se le atacó por no hacerlo. El reclamo no es realista. En el origen del diálogo estaba una fuerte razón humanitaria, no política, aunque la tragedia tuviera motivaciones políticas y su desenlace generara consecuen-

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cias de ese tipo. Durante siete años las mujeres, familiares de los presos, habían marchado pacíficamente para reclamar la libertad de sus seres queridos; ellas no solicitaban un reconocimiento a los reclamos políticos o la legalización de aquellos grupos, de hecho muchas de ellas ni siquiera aprobaban inicialmente esa acción políti10 ca de sus esposos, padres o hijos, pero el rechazo a un acto que consideraban injusto las llevó a actuar del modo que lo hicieron. Ciertamente, la Iglesia había pedido en numerosas ocasiones la liberación de estas personas, pero ahora reaccionaba denunciando el insulto y la violencia física y verbal contra las mujeres. Este fue el reclamo que el gobierno aceptó, al reconocer el derecho de ellas a reclamar la excarcelación de sus seres queridos. En ningún momento las autoridades han indicado disponibilidad a recibir las demandas de los opositores, ni de los que guardaron prisión, ni de aquellos que no han pasado por la cárcel, al menos no por ahora. Las Damas de Blanco alcanzaron, por el contenido de su demanda y como grupo unido, un reconocimiento de las autoridades, al menos temporal, algo que el movimiento opositor cubano, por las razones que sean, no ha podido lograr. No es posible mediar cuando una de las partes no está de acuerdo en reconocer a la otra. Eso es independiente del criterio de la Iglesia, que ha reclamado en múltiples ocasiones que se reconozca el derecho de expresión y de participación de todos aquellos interesados en el destino del país, con independencia de su posición política. Pero en este sentido, ni el gobierno cubano ni varios de sus opositores, dentro o fuera de Cuba, parecen estar dispuestos a “cruzar” el puente. Aún tiene validez aquel criterio de que la invitación a un diálogo nacional “constructivo y reconciliador”, “no es bien acogida, tanto por las autoridades del país como por algunos cubanos 11 radicados fuera de la patria”. Por otro lado, ¿cuáles son las posibilidades reales de la Iglesia en este diálogo? ¿Con qué fuerzas se presenta a él? ¿Cuáles son los “materiales” que componen el puente que puede ser la Iglesia y que le dan, por sus características, la fuerza y los límites de su alcance? La Iglesia es, quizás, la comunidad humana más plural que puede existir en Cuba hoy. Desde que, a inicios de los años 90 del pasado siglo se introdujeron cambios en la Constitución de

la República y en los estatutos del Partido Comunista de Cuba para admitir a creyentes en sus filas, los cubanos que habían ocultado su fe durante mucho tiempo por temor a los rechazos sociales, comenzaron a frecuentar los templos. En las iglesias de todo el país comparten juntos la misa simpatizantes del gobierno y sus opositores, y es posible escuchar allí oraciones por el descanso eterno de Jorge Mas Canosa o por la salud de Fidel Castro, por la libertad de los presos cubanos dentro de Cuba, y por la libertad de los cinco cubanos acusados y condenados por ser espías en Estados Unidos. A partir de una muestra estratificada aplicada 12 a 3 411 personas, lo primero que resulta de interés en una encuesta conducida por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba a inicios del presente siglo, es que tan solo el 25 por ciento de los católicos habían estado toda su vida en la Iglesia, y el otro 75 por ciento había llegado en los anteriores quince años, es decir, un incremento iniciado a mediados de la década de los años ochenta del pasado siglo. De entre estos últimos, el 47,9 por ciento había estado alejado un tiempo de la Iglesia, algunos más de veinte años, o sea, desde los años del enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado (38,7 por ciento). Por tanto, no estamos ante una feligresía de raíces eclesiales profundas, lo cual se corresponde con la experiencia política vivida en el país y lo que ello significó para la Iglesia y la religiosidad del pueblo cubano en general. No obstante lo anterior, y quizás por lo mismo, cuando se intentó medir de algún modo la situación económica de los fieles y se preguntó cuál era su mayor necesidad, el 53 por ciento consideró que era la espiritualidad, y el 31 por ciento la formación religiosa. De modo que la necesidad de alimentar el espíritu superó a la de alimentar el estómago, excepto en las diócesis orientales, donde las necesidades materiales básicas eran mucho mayores que en el resto del país. Al indagar sobre las fortalezas de la Iglesia, en los criterios vertidos predominaron “la fe y entrega a Jesucristo” (63,9 por ciento) y “la unidad” (54 por ciento). En cuanto a las debilidades que los fieles ven en la Iglesia, el criterio más extendido fue “la falta de agentes pastorales” (56.1 por ciento), seguido de “la falta de compromiso” (48,4 por ciento). Sobre las prioridades que debe tener la Iglesia, los católicos cubanos

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colocaron en primer lugar “la familia” (63 por ciento), seguida de “la espiritualidad” (53,8 por ciento), la “formación” religiosa (50,5 por ciento), y como cuarta “ganar más espacio en la sociedad” (40 por ciento). Sin embargo, al escrutar sobre las aspiraciones que tienen como católicos para con la Iglesia, predominaron las de alcance social: “más espacio en la sociedad para cumplir su misión” (67,1 por ciento); “participación en el sistema educativo” (66,3 por ciento); y “más presencia en los medios de comunicación” (61,3 por ciento). Por último, cuando se indagó sobre la sociedad y cómo se vislumbra el futuro, resultó que predominó una visión pesimista (49,9 por ciento) sobre la optimista (42,5 por ciento). En esta mirada sobre la relación fe-sociedad, al preguntar cuál era el mayor temor de los católicos, prevaleció el temor de que la Iglesia sea presionada nuevamente (44,0 por ciento), anterior incluso a preocupaciones por la ruptura familiar (42,9 por ciento) y el futuro de los hijos (42,7 por ciento). Si recordamos que el 47,9 por ciento de los católicos había estado alejado de la Iglesia y regresado a partir de la década de los ochenta, se comprende este temor predominante. En la memoria íntima de la vida nacional ha quedado grabado el enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado inmediatamente después de la Revolución de 1959, una experiencia que nadie desearía volver a vivir. Por ello, al soñar en el mañana, la mayor aspiración manifestada era ver una Cuba transformada (48 por ciento); la desaparición del período especial (11,8 por ciento), el fin del bloqueo (8,1 por ciento), o de los problemas cotidianos (6,2 por ciento). Para algunos no había más esperanza que la de la vida eterna (9,1 por ciento), o salir del país (4,3 por ciento). Mientras que solo el 1,5 por ciento esperaba todavía la realización de los ideales de la Revolución. Estos datos pueden haber variado ligeramente. Diez años después quizás el temor mayor no sea que la Iglesia sea nuevamente perseguida, pero la composición eclesial permanece más o menos invariable. Lo anterior demuestra que no está bien inclinar la balanza a favor de unos intereses políticos en detrimento de otros. Pero tampoco es conveniente, ni para la sociedad ni para la Iglesia. No puede haber alianza entre la Iglesia y el gobierno, tampoco entre la Iglesia y quienes se oponen hoy al gobierno. Ella sabe que su mirada apunta a la trascendencia y que toda su acción en este mundo solo es válida en tanto la conduzca a aquella misma dirección, por lo que una alianza de este tipo la acercaría a unos y la alejaría de otros, la ataría a causas efímeras, temporales y cambiables, desvirtuaría su misión de abrazar a todos y torcería el foco del objetivo último. UN PUENTE PARA LA JUSTICIA Y LA PAZ, LOS DERECHOS Y LOS DEBERES La comunidad política y la Iglesia deben ser “independientes y autónomas”, lo cual no impide una sana colaboración y un diálogo responsable “al servicio de la vocación personal y social de los 13 mismos hombres”. Es aquí donde se despliega la Iglesia como puente de acercamiento entre los distintos componentes sociales, el gobierno y sus simpatizantes por un lado, y por el otro los que a él se oponen. Pero al mismo tiempo, una Iglesia-puente no puede olvidar a ese gran número de fieles y de ciudadanos sin interés político partidista concreto, quienes aspiran solo a una vida más digna, sana y propia, sin manipulaciones ni presiones, quienes reconocen en mayor o en menor grado los derechos garantizados por la ley y aquellos otros aún no garantizados; la Iglesia no solo no tiene derecho a olvidarlos, sino que tiene el grave deber de presentarlos constantemente a aquellos que pretenden, aspiran o tienen responsabilidades políticas y la capacidad de afectar el destino de todos. Para la Iglesia, el mejor y único modo de ser puente es tener como fin la dignidad de todos los ciudadanos, poner al hombre y la mujer cubanos en la cima de sus aspiraciones de servicio, mediante un compromiso exclusivo con la justicia, el medio más eficaz para alcanzar la paz. Ciertamente la paz 14 es obra de justicia, tal como revelaba Dios por medio de Isaías desde tiempos ya remotos, y la paz no es necesario construirla entre los amigos, sino precisamente entre los enemigos. De modo que no solo la Iglesia debe partir de la consideración de esta realidad de divergencias y enemistad entre contrarios a los que debe servir, sino que debe también proponer la aceptación de esta realidad y urgencia a aquellos que buscan su servicio. En Cuba, evocando a José Martí, con cierta frecuencia algunos funcionarios del gobierno declaran que el propósito es “conquistar toda la justicia”. José

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Martí, en efecto, al invitar a la acción armada contra España por la independencia afirmaba la 15 voluntad de conquistar toda la justicia. Sabemos que esto no es posible, pero un propósito positivo, aun cuando no se logre en su totalidad, conduce nuestros pasos hacia esa perfección y sentido del bien que está en la esencia de la condición humana. Quienes deseen cruzar el puente deben reconocer por tanto que en su camino encontrarán enemigos o, mejor aún, personas que piensan, sienten y sueñan de modo distinto al suyo, pero que ese cruce compartido, ese peregrinar que nos interrelaciona es lo que necesita el país y es lo que nos hace crecer como personas. Pero la justicia genera la paz porque ella es, en esencia, aquella virtud que da a cada uno lo suyo, y e convierte así en fuente de derechos para todos los seres humanos. La paz no es solamente ausencia de guerra, pues en realidad esa paz peligra, o no existe, cuando al ciudadano no se le reconoce su dignidad en las distintas dimensiones y aspiraciones de su persona. Para alcanzar la paz y el progreso de la sociedad y de quienes la integran, “resulta esencial la defensa 16 y la promoción de los derechos humanos”. Ser puente, por tanto, es promover también el respeto de los derechos humanos, “una piedra miliar en el camino del progreso moral de la hu17 manidad”. Llevadas y traídas por unos y por otros, como estandarte tanto para atacar como para reivindicar posiciones, estas afirmaciones escritas que conocemos como Declaración Universal de los Derechos Humanos, plasmadas, difundidas y asumidas a partir, precisamente, de la destrucción y el aplastamiento de la dignidad humana, nos recuerdan que sin ese reconocimiento en cada uno de los ciudadanos, el Estado es una quimera, o cuando más, una comunidad excluyente y enferma. La Iglesia afirma, y propone a todos, que estos derechos son: “Universales, porque están presentes en todos los seres humanos, sin excepción alguna de lugar, de tiempo y de sujeto. Inviolables, en cuanto inherentes a la persona humana y su dignidad y porque sería vano proclamar los derechos, si al mismo tiempo no se realizase todo esfuerzo para que sea debidamente asegurado su respeto por parte de todos, en todas partes, con referencia a quien sea. Inalienables, porque nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno solo

de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir 18 contra su propia naturaleza”. Pero al mismo tiempo, la Iglesia recuerda que los derechos humanos van acompañados de complementarios deberes humanos. Es deber de cada hombre respetar los derechos de los demás para hacer valer los propios, sea gobernante o simple ciudadano, opositor o simpatizante del gobierno. Hay en nuestra sociedad, específicamente en este ya largo conflicto entre el gobierno y sus opositores, verdades como templos y realidades virtuales, estereotipos dañinos que solo han servido para atizar el odio y el encono, demorar el diálogo y denegar así la dignidad de otros y también la propia. Para no pocas personas, el conflicto se simplifica de modo irreal: de un lado el gobierno y del otro los opositores; los primeros son los victimarios y los segundos las víctimas; los primeros siempre mienten y los segundos siempre dicen la verdad; los primeros son siempre malos y los segundos son siempre buenos. Tal simplicidad puede ser intercambiable, según del lado que se esté, pero en definitiva los protagonistas más activos pareciera que no pueden sustraerse a la clasificación de “nosotros” y “ellos” y, por deducción, quien no esté con “nosotros” está lógicamente con “ellos”. Esta simplificación maniquea, por ser irreal, constituye un obstáculo para el diálogo y pone trabas en uno y otro extremo del puente que se debe cruzar. Quien exija deberes no puede olvidar los propios para con los derechos de otros, y quien demanda derechos no puede ignorar su deber de reconocer los derechos de otros. Pero la Iglesia no puede dejarse arrastrar por los aplausos o los insultos, pues debe estar dispuesta a encontrarse con unos y otros, y recordar, de modo proporcional, los derechos y deberes de cada uno que unidos conformarían los derechos y deberes de “nosotros”. Tampoco debe esperar la Iglesia que quiere ser puente, salir ilesa en esta misión: el paso de los que transitan manchará el puente con el barro de sus suelas; unos depositarán una flor y otros escupirán sobre el puente su dolor o frustración; se escucharán tanto el agradecimiento como la palabra hiriente, es decir, toda la naturaleza humana –todo “el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y los afligidos”, como afirmaba Gaudium et spes–, tiene que pasar por el puente. El puente es para

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ser usado, esa es su función, y en ese dejarse usar está precisamente su mérito. Así será para la Iglesia, si acepta ser el puente que acerque a unos y otros para que se transformen en “nosotros”. Pero así como tiene el deber de trabajar por la justicia, impulsar la búsqueda del bien común, aunar voluntades y escuchar a todos, tiene también el derecho, que por no ser de aquellos conocidos como “humanos” se convierte entonces en obligación moral, de decir a toda la sociedad una palabra de compromiso que aliente y promueva la búsqueda del bien común, palabra que no condiciona su relación con todos, que deberá estar siempre sustentada por la confianza en la capacidad para el bien que hay en todo hombre; en la esperanza de que es posible lograr una vida mejor para cada persona y una sociedad mejor para todos; y en el amor que es paciente y servicial, que no es orgulloso ni actúa con bajeza, que no busca su interés ni se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad, porque todo lo aguanta, 19 todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. En el contexto actual de crisis y reforma, apoyo, desinterés y oposición, corrupción y descontento, considero que es importante por parte de las autoridades del país: 1. Realizar un empeño mayor por garantizar los derechos de los ciudadanos, y trabajar por conquistar “toda” la justicia dando a cada uno lo que corresponde, también el lugar que le está reservado por derecho en la sociedad. 2. Poner fin, y desestimular todo acto de violencia que enfrenta a ciudadanos entre sí por razones políticas o de otro tipo. La “violencia revolucionaria” no puede ser ya la respuesta a reclamos de una porción descontenta de la sociedad, por muy minoritaria que sea. 3. Continuar de modo aún más decidido las reformas, cada vez con más transparencia, haciendo partícipes a los ciudadanos de las metas concebidas. La muy mencionada fórmula que marca el ritmo de las reformas, “sin pausas pero sin prisas”, quizás pueda ser transformada en otra que permita ir “con prisas pero con pausas”. El tiempo desempeña aquí un papel de primer orden, pues se trata del tiempo de las personas, tanto de los ciudadanos comunes como de aquellos que gobiernan. No hay en este mundo más que una oportunidad de vivir. 4. Prestar mayor atención a las minorías, sean políticas, culturales o religiosas, no ignorarlas y garantizarles sus derechos. 5. Democratizar la sociedad debe acompañar un proceso serio de reformas. Un sistema democrático fuerte permite a los ciudadanos mayor participación en la vida pública, lo cual los abre a nuevas perspectivas para obrar el bien y, por otro lado, la sucesión de titulares en el gobierno impide su 20 desgaste y favorece su renovación, lo cual se corresponde con la evolución de la misma sociedad. Es importante que quienes disientan, de forma organizada o individual: 1. Asuman en toda su magnitud y alcance la acción pacífica, que implica también abandonar la violencia verbal, la descalificación y el desprecio. 2. Actúen siempre con transparencia y absoluta independencia, por el bien del país y de los proyectos que deseen avanzar. 3. Puedan acompañar la crítica de los males sociales con propuestas alternativas viables, y valorar lo positivo que existe en la sociedad cubana. 4. Renueven constantemente la paciencia y la perseverancia honestas en la búsqueda de modelos y proyectos cada vez más inclusivos y adaptados a nuestra realidad en transformación. 5. Consideren que un número no despreciable de cubanos continúa, y continuará, dando su apoyo al gobierno actual, aunque demande cambios socioeconómicos que mejoren su calidad de vida. Cuba no necesita otra revolución, en todo caso necesitaría la revolución de la revolución. En los próximos meses, más y más ciudadanos perderán sus trabajos actuales, lo cual se estima necesario para las reformas. No solo dejarán de depender económicamente del Estado –tanto salarialmente como por el robo y el tráfico de influencias que compensan lo que el salario no garantiza–, también se quebrarán muchos lazos que los unen a las estructuras estatales. Si ellos no encontraran fuertes incentivos morales y materiales en la realidad competitiva que se les impone en el mercado laboral no estatal, el descontento y las insatisfacciones actuales, aún localizables y controlables, se multiplicarían considerablemente, también crecería, en proporción, el número de los que disienten o de los que deseen emigrar. Es necesario impulsar las reformas.

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Hay quien afirma que el “ciclo revolucionario” en Cuba se inició con el padre Félix Varela –el primero que habló de revolución– y concluyó con Fidel Castro –quien puso en práctica la revolución en toda su extensión, y más allá. Pero vale la pena detenernos en el llamado revolucionario del padre Varela, dirigido no precisamente a los habitantes de la Isla, sino al corazón endurecido de la misma corona española que le condenó a muerte, y de la que esperaba, aún, las reformas necesarias para la colonia. “La revolución –escribió el padre Varela–, que equivale a la ruina del país; la revolución, cuyos horrores apenas puede contemplar sin estremecerse toda alma sensible! [...] Deseando que se anticipe la revolución, solo intento contribuir a evitar sus males. Si se deja al tiempo será formada 21 [...] por el terrible imperio de las circunstancias [...]”. La Iglesia, por su parte, no solo podría asumir esa función de puente que convoca y acerca a los ciudadanos entre sí, puente que igualmente le permite mantenerse conectada con la sociedad. Ella transita así mismo por la sociedad, por medio de sus fieles y con sus enseñanzas. La Iglesia debe acompañar decididamente esa búsqueda paciente, constructiva y sin traumas de “nuevos mode22 los”, y elevar su voz para que en esa búsqueda nadie quede excluido por limitaciones a la libertad. Es importante que la Iglesia colabore también en la promoción y edificación de otros puentes. Cuba necesita de muchos puentes que enlacen a los ciudadanos entre sí para poder fortalecer todo el entramado social. Debe llegar un día en que se recurra cada vez menos a la Iglesia para que actúe como mediadora, puente o facilitadora, pues eso indicaría que la sociedad cubana habría alcanzado un nivel superior de convivencia social, en el que los ciudadanos pueden interactuar entre sí mediante estructuras o puentes edificados y protegidos por ellos mismos y al servicio de ellos mismos. Cuba sería como un único puente abierto a todos de un extremo a otro de la Isla.

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Notas 1 El domingo18 de abril de 2010, tras concluir la misa en el templo de Santa Rita a donde solían acudir desde que sus familiares fueran encarcelados, las Damas de Blanco se dispusieron a iniciar su tradicional marcha dominical, una protesta silenciosa por la libertad de sus familiares a través de una caminata por la 5ta. Avenida de Miramar. Una turba previamente movilizada, en lo que se conoce como “acto de repudio”, las esperó a las afueras del templo, las rodeó, insultó e imposibilitó marchar. El lunes 19 de abril el cardenal Jaime Ortega remitió a la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, referencia y contacto para cualquier trámite o gestión eclesial, una carta de protesta por semejante acto, que nunca tuvo respuesta. El domingo siguiente, 25 de abril se repitió la situación, pero el acto de repudio se prolongó por siete horas frente al templo de Santa Rita. Una vez más, el lunes 26, el cardenal Ortega envió una carta a la misma Oficina de Asuntos Religiosos; una vez más el silencio fue la respuesta. El martes 27 de abril el cardenal Ortega decide buscar otros canales y hace llegar al presidente Raúl Castro una carta escrita a mano donde vuelve a denunciar lo ocurrido en Santa Rita, pide el fin de esos actos, llama la atención sobre el clima de tensión que vive el país y le reitera el antiguo interés de la Iglesia por dialogar con las autoridades sobres estas y otras dificultades prolongadas en el tiempo. El jueves 29 de abril el presidente Raúl Castro responde verbalmente para anunciar el fin de los actos de repudio contra el grupo de mujeres, y solicita al cardenal Ortega que comunique esto a las interesadas y medie ante ellas para recoger y trasmitir sus reclamos. 2 Entre las primeras medidas adoptadas por Raúl Castro estuvo la de poner fin a la Batalla de Ideas, un plan iniciado por Fidel Castro supuestamente para responder con las ideas revolucionarias a las ideas que querían imponer los “enemigos de la revolución”. El experimento político, encabezado por el ex miembro del Buró Político Otto Rivero, tuvo rango de superministerio que solo respondía a Fidel Castro, pero terminó siendo un inmenso aparato nacional generador de corrupción política y económica, que generó pérdidas por varios millones de dólares, según algunos informados. 3 El 19 de mayo de 2010, el cardenal Jaime Ortega y monseñor Dionisio García, arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), fueron recibidos por Raúl Castro en la sede del Consejo de Estado; estuvo presente, por esa única vez, la señora Caridad Diego Bello, jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. El presidente Raúl Castro ha encontrado al cardenal Ortega y a monseñor Ibáñez en otras ocasiones, juntos y por separado, tanto en La Habana como en Santiago de Cuba. 4 Este punto ha sido uno de los más comentados y distorsionados, pues algunas personas insisten en que el gobierno dispuso la deportación forzosa de estas personas, con el beneplácito de la Iglesia. A la reunión del 1º de mayo de 2010 en el Arzobispado de La Habana acudieron Laura Pollán, Berta Soler, Alejandrina García de la Riva, Laura Labrada Pollán y Loyda Valdés; el cardenal Ortega estuvo acompañado por el canciller de la Arquidiócesis, monseñor Ramón Suárez Polcari. Cuando presentaron las demandas, específicamente la referida a la solución migratoria, el cardenal Ortega les preguntó tres veces si hablaban en nombre de sus familiares o en nombre de todos, las tres veces respondieron que hablaban por todos. No obstante, doce prisioneros del grupo, incluidos familiares de tres de ellas, rechazaron la propuesta de emigrar. Es posible que el gobierno cubano se sintiera mejor con la emigración de los presos, y ciertamente el traslado directo de la prisión al avión no fue el modo mejor, pero todos los que viajaron a España lo hicieron por decisión propia, o por acuerdo familiar. Todos firmaron un documento presentado por diplomáticos españoles en La Habana donde afirmaban que viajaban por voluntad propia. 5 El 1º de junio se anuncian los primeros traslados de presos; el 12 de junio se anuncian nuevos traslados y la excarcelación de Ariel Sigler Amaya, el más enfermo de todos (semanas después viajó a Estados Unidos con su familia); el 7 de julio, estando en La Habana el canciller español Miguel A. Moratinos, la Iglesia anuncia que el gobierno liberará a los 52 presos restantes, y España revela su disposición de recibir a los que deseen emigrar; 40 de ellos viajan a España con su familia. Los 12 que se negaron a viajar fueron también liberados, uno de ellos se trasladó después a Estados Unidos. Entre julio de 2010 y marzo de 2011, el gobierno cubano excarceló un total de 126 prisioneros sancionados por motivos políticos, de los cuales 114 viajaron a España acompañados de sus familiares. 6 Al informar sobre el proceso de excarcelación durante el Sexto Congreso del PCC, Raúl Castro expresó que el proceso se efectuó “en el marco de un diálogo de respeto mutuo, lealtad y transparencia con la alta jerarquía de la Iglesia católica, que contribuyó con su labor humanitaria a que esta acción concluyera en armonía y cuyos laureles, en todo caso, corresponden a esa institución religiosa”. “Informe Central al Sexto Congreso del PCC”, publicado en Bohemia, 6 de mayo de 2011, año 103, no. 9, p. 20. 7 P. Félix Varela: Cartas a Elpidio, sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con la sociedad, edición facsimilar, tomo primero, Impiedad. Editorial Cubana, Miami, 1996, p. 175. 8 Ibídem, p. 176. 9 Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, no. 1, Concilio Ecuménico Vaticano II, edición oficial patrocinada por la Conferencia Episcopal española, tercera edición, Biblioteca de Autores Cristianos, MXMXCIX. 10 En numerosos encuentros y entrevistas que he sostenido con miembros del grupo de las Damas de Blanco, he escuchado más de una vez esta afirmación. 11 Los Obispos Católicos de Cuba: Instrucción teológico-pastoral La presencia social de la Iglesia, publicada en La Habana el 8 de septiembre de 2003. 12 Todos los datos son tomados del Informe Provisional “Iglesia en Cuba”, elaborado por la COCC en octubre de 2002. 13 Gaudiun et spes, no. 76. 14 Is 32, 17. 15 José Martí, en carta a Juan Gualberto Gómez, fechada en New York el 29 de enero de 1895, Obras completas, edición

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Retos de esta época. TOMO 2 CUBA POSIBLE (No. 23-2015) digital de la segunda edición realizada por la Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 45. 16 Cf. Pablo VI: “Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz”, 1969, no. 12, citado en Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, no. 494, p. 251, Biblioteca de Autores Cristianos, editorial Planeta, Madrid, MMV. 17 Juan Pablo II: “Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas” (2-10-1979), en Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, no. 152, p. 76, ed. cit. 18 Ibídem, no. 153, p. 76. 19 Cf. Co. 13, 4-7 20 Cf. Juan XXIII: Pacem in terris, no. 25. 21 Padre Félix Varela: “Tranquilidad en la Isla de Cuba”, El Habanero, t. 1, no. 2, Filadelfia, 1824. 22 Benedicto XVI: “Discurso de despedida”, Aeropuerto Internacional José Martí, La Habana, 28 de marzo de 2012. Veáse Palabra Nueva, año XXI, no. 217, La Habana, abril de 2012.

*Ponencia elaborada por Orlando Márquez Hidalgo, director de la revista Palabra Nueva, para el panel Impactos Institucionales en la relación Cuba-Estados Unidos, en el Congreso LASA 2012, San Francisco, California, 24 de mayo de 2012.

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DIÁLOGO ESTABLECIDO AL TERMINAR ORLANDO MÁRQUEZ SU EXPOSICIÓN.

EN DIÁLOGO 3-2012

Heberto Escobedo Morales. Yo me considero un opositor pacífico. Soy expreso político, no de los 75, pero sí a raíz de ese acontecimiento. Estaba escuchando con mucho detenimiento y quiero hacerle dos preguntas relacionadas con su tema. En primer lugar, mi esposa, que está aquí, es Dama de Blanco desde hace alrededor de tres años. O sea, dos años antes de yo ser liberado. La razón de ser de ella, de luchar por mi libertad y la libertad de muchos otros presos políticos no estaba solamente encerrada en esa libertad, porque de hecho estamos libres, pero estamos presos todavía porque estamos en libertad condicional, y de hecho siguen las condiciones para seguir cayendo, nosotros u otros más. Mucho antes de esas libertades ya se había modificado el reglamento de las Damas de Blanco, que se habían percatado de que centrarse en ese aspecto solamente de las libertades era un error. Abarcaba muchas más temáticas de derechos humanos, abarcaba muchas más temáticas de la libertad, no solamente es el encierro de la reja, y por eso ellas tienen razón todavía de seguir luchando, porque hay muchos que quedan todavía, que no son de los 75, antes de los 75 y después de los 75, y todavía estamos nosotros en libertad condicional. Esa es una aclaración para que después ustedes, nos puedan ahondar un poquito más, y lo otro es con respecto al diálogo en sí. Nosotros estamos plenamente de acuerdo con usted y con la posición de la Iglesia. Cuando digo nosotros somos alrededor de 45 opositores que firmamos una carta al Gobierno solicitándole ese diálogo, abierto, franco y transparente, sin hacer mucho ruido. Se la presentamos al Consejo de Estado firmada por los 45 opositores y no la quisieron recibir. A los pocos días se nos presentan en la casa dos oficiales del Ministerio del Interior diciendo que estaban de acuerdo con el diálogo, pero que primeramente teníamos que dialogar con ellos. Dialogamos con ellos abiertamente, pero no se llegó a un acuerdo porque se quería el diálogo en un solo sentido. Seguimos tocando puertas y se la presentamos a la embajada de los Estados Unidos, al gobierno de Obama. No hemos recibido respuesta. Se la entregamos al Cardenal, se la hicimos llegar a la Nunciatura para la visita del Papa, solicitando mediación de la Iglesia porque consideramos que la Iglesia ya tenía estos antecedentes que había logrado, gracias a Dios, y la Iglesia todavía puede hacer mucho más a favor de esto. Nosotros creemos en un diálogo así, en ese sentido, no todos los opositores somos de extrema derecha ni creemos que en el Gobierno todos son de extrema izquierda. Parece que hay tendencias, hay señales de algunos que quieren aplicar las reformas, profundizar un poquito más. Pero están trabadas todavía, no se logra que se reconozca en ninguna de las partes, ni en la extrema izquierda ni en la extrema derecha, el diálogo. Prácticamente en el puente están parados los extremos y entonces no se logra el diálogo. Estamos tocando puertas por aquí, tocando puertas por allá. Incluso la prensa, que se le hizo llegar a algunas, la ha silenciado. Muchas son dominadas por los extremos y entonces… No nos cansamos, creemos que

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este es el objetivo viable, ese diálogo que usted dice es el objetivo de verdad, real, que puede lograr que esta sociedad avance. Estamos temerosos de que haya una explosión social. En Cuba están creadas las condiciones para que haya una explosión social de gran envergadura. Hay mucho odio y rencor guardado en un considerable sector de la población. Hay mucho nivel de educación, pero hay poca cultura. Hay mucha indisciplina social y la institucionalidad está muy débil en Cuba. Si el día de mañana, como se dice, mueren los líderes históricos, estos que quedan, que son pocos, o pasa cualquier cosa ahora mismo, o mañana o pasado mañana, aquí se puede formar cualquier cosa. Estamos tratando de tocar todas las puertas porque no todos los opositores somos extremistas. Firmamos 45 y no hemos recogido más firmas porque consideramos que esas son apreciables, son personas reconocidas en la oposición y hemos encontrado mucha buena disposición dentro del Gobierno, dentro de la Iglesia, dentro de la misma oposición favorable a esto. Pero todo el mundo tiene miedo. Hay miedo todavía a dialogar. El mismo gobierno, oficiales de la Seguridad del Estado nos han dicho: estamos de acuerdo, un grupo, otros no. Ellos están divididos, nosotros estamos divididos. Hay que abrir este espacio. Es muy bueno esto que se está haciendo, no solamente su conferencia. Es muy bueno lo que está haciendo el Centro Cultural Padre Félix Varela, con los cursos de Cuba emprende, con otros proyectos que tiene a favor del diálogo, para abrir espacios. Es muy bueno. Pero es lo que usted dice: el tiempo nos está golpeando. Yo quisiera que nos ayudara a ver cómo pudiéramos, porque usted tiene conocimiento de esto… Gracias. Orlando Márquez. Lo que puedo hacer, Heberto, es comentar lo que tú me has dicho, porque la pregunta concreta no… ¿Ok? Lo que hablé es a partir de mi experiencia (me refería al punto de las Damas de Blanco), con el diálogo con ese grupo, que se había iniciado reclamando la liberación de los familiares. Así se inició. Después cambió. Después abrió su espectro en relación con otros asuntos. Pero como se inició era un reclamo porque se considera-

ba injusto esas sanciones y la forma en que se produjo, y los juicios sumarios y las larguísimas sanciones, e ir a parar a Santiago de Cuba el que vivía en La Habana… algo que la Iglesia siempre comprendió y la Iglesia, desde el inicio, manifestó su desacuerdo con esto y ayudó, en lo posible, desde el inicio. Muchas Damas de Blanco lo recuerdan y lo saben, que a veces cuando se trasladaban de una provincia a otra el lugar donde encontraban para descansar era en una casa de religiosas, porque las monjas estaban dispuestas para esto. Entonces, en ese sentido, así comenzó. Después cambió. Yo no cuestiono el cambio, sino hablo simplemente de que el motivo… incluso, lo que lleva al Cardenal… Hemos dicho varias veces que todos deben ser escuchados. La Iglesia fue la primera que habló de indulto para estas personas, en el año 2004, y que se aceptara también a la familia, y todas esas cosas. Pero la intervención del Cardenal era estrictamente humanitaria, por lo que estaba ocurriendo en las afueras de Santa Rita. Los insultos, las agresiones, las horas paradas al sol… Había una crisis que permitió que él pudiera actuar, porque lo otro no es escuchado. En ese sentido, creo que ese era el propósito de decir aquí que el reclamo de ellas era estrictamente humanitario o familiar, por salvar la familia. Y lo otro, estoy de acuerdo contigo en ese sentido. Conozco al documento al que te refieres. Creo que es distinto a otras cosas que he visto y creo que, efectivamente, faltan muchas cosas por avanzar en el diálogo. ¿Cuándo será el momento? No lo sé. Pero cuando uno crea espacios de este tipo y permite que la gente se encuentre eso es bueno, porque creo que nos ha faltado mucho también el compartir. Vivimos en el mismo lugar y estamos muy alejados unos de otros. Ha faltado el diálogo. Han imperado los estereotipos, este sí, este no. Un cartelito se lo cuelgan a uno… pero te lo cuelgan de cualquier lado, porque a mí me han colgado cartelitos. Falta mucho eso de pensar con cabeza propia, como decía Varela, pensar primero en lo nuestro para poder llegar al consenso. Creo que falta, pero no hay que… Yo no desesperaría, o sea, hay cosas se le van a uno de las manos, pero el trabajo, la insistencia, seguir, creo que puede en algún momento dar frutos. Miriam Leyva, periodista independiente. Fundadora de las Damas de Blanco. Quisiera decir que concuerdo plenamente con lo

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que expresaba Orlando de que la razón de ser de las Damas de Blanco fue la liberación de los 75 porque en primer lugar era injusta, los considerábamos unos juicios totalmente arbitrarios, juicios sumarísimos a personas pacíficas que no habían cometido delitos, desde nuestro punto de vista, y fueron sometidas a penas muy largas, inclusive hasta 28 años de cárcel. Desde el primer momento las que empezamos el movimiento, que fuimos pocas y fuimos incrementando, porque la mayoría de las mujeres no tenía experiencia en las actividades políticas ni en las actividades de sus esposos, pues se fueron incorporando y todas éramos voces. O sea, era un movimiento no de una persona, ni de una dirigente sino de voces, de todas las esposas y los familiares inclusive (tías, hermanas…), las mujeres que quisieran incorporarse de los 75. Y esa era la razón de ser. Además, en Cuba nunca había existido un movimiento de estas características, no nos lo propusimos, no pensamos hacerlo. Surgió espontáneamente por una necesidad que veíamos de injusticia y que además había muchas arbitrariedades, como decía Orlando, los de Pinar del Río fueron para Guantánamo, los de Guantánamo fueron para La Habana. Mi esposo fue para Guantánamo en unas condiciones horribles. Eso es para hacer breve esta parte. Eso fue creciendo en ese sentido y fuimos ganando espacios de manifestación, en el sentido de exposición, no solo de hablar sino caminar, etc. Hay una cuestión: desde el primer momento la única institución cubana que se abrió, no solo a las mujeres, a las familias, sino desde el principio por supuesto a los presos y expresó su inconformidad con lo que estaba pasando fue la Iglesia Católica cubana, expresado en documentos que están ahí, que existen y que no se pueden obviar, no se pueden olvidar. No estoy hablando a favor de la Iglesia ni a favor de nadie específicamente. Estoy queriendo ser objetiva, porque la realidad no la podemos olvidar, una vez que haya pasado el problema y empezar a actuar por lo que está pasando hoy y lo que pueda pasar mañana. No, no se puede olvidar. Otra cosa que quiero decir. Las Damas de Blanco mantuvieron la misma razón de ser, como dice Orlando Márquez, hasta que empezó este diálogo y creo que mucho más. O sea, más allá del 2010. Era fundamentalmente una cuestión de los 75. Quizás hubo algún otro caso que se incluyó como Orlando Zapata Tamayo porque había una situación muy específica y Reina, la madre de él, participaba en las Damas de Blanco. Pero muy poco más allá, inclusive algunas mujeres de apoyo se incorporaron, pero tampoco era una cuestión característica de las Damas de Blanco las mujeres de apoyo. Ocurrió que aquello se fue ampliando, tanto en participación de mujeres de apoyo como en cuanto a criterios de participación, sobre todo a partir de la liberación de los 75, o sea, que ya no quedaban 75. Incluso, el gobierno cubano incluyó otros presos que no eran de los 75, aún algunos que no eran ni políticos, y se sabe lo que pasó, que yo no voy a hablar de eso. Creo que nosotros tuvimos, desde el primer momento, el apoyo o si no queremos usar la palabra apoyo: la Iglesia cubana estaba abierta a todos los cubanos, y nosotros somos parte de Cuba. Y creo que hubo y ha habido, en toda esta etapa, un gran componente de sensibilidad no solo religiosa sino humana. Desde arriba, la cúspide de la Iglesia Católica cubana hasta lo más bajo, y viceversa. Nosotros tenemos muchas experiencias de haber llegado, en cualquier lugar de Cuba, a una iglesia, o a la casa de un laico, y haberle dicho: tengo esta situación, soy esta persona, y habernos buscado alojamiento… Incluso, llevado hasta la prisión para que pudiéramos hacer la visita. O sea, la cantidad de apoyo que nosotros tuvimos que fue muy espontáneo es extraordinario, y eso no lo podemos olvidar. Creo que no podemos querer suplantar las necesidades e intereses y la visión amplia que pueda tener una institución como la Iglesia Católica cubana, como la puede tener otra. Respeto totalmente los propósitos que tengan hoy día las Damas de Blanco, que no fueron los propósitos originales y creo que no son los propósitos que tenían en el año 2010 todavía, cuando se iniciaron las conversaciones. ¿Por qué? Por una cuestión de desarrollo, de necesidad o de criterios que van cambiando. Incluso hoy día la mayor parte de las Damas de Blanco no son las originales, porque una gran

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parte se fue al extranjero y otras, las que hemos permanecido aquí, estamos en otro tipo de vida, en otro tipo de actividad, sin haber renunciado a nuestros criterios y eso creo que hace que la mayoría son las antiguas damas de apoyo que hoy son las Damas de Blanco. Yo las respeto totalmente. Incluso, los estatutos de las Damas de Blanco son totalmente nuevos. Tengo entendido que son de este año, incluso después de la muerte… No, yo fui Dama de Blanco fundadora. Los estatutos nunca estuvieron escritos. Las Damas de Blanco no tenían ningún papel sobre qué iba a ser, cómo lo iba a hacer ni cómo había que comportarse. Eso se puso en papel muy recientemente, sobre todo, este año. Y creo que es lógico y está bien. Yo inclusive siempre pensé que podíamos tenerlos por escrito. ¿Por qué no? Bueno, en fin. Lo fundamental es que hay una realidad: se cometieron muchas arbitrariedades. Esos mítines de repudio fueron terribles. Yo presencié el mítin de repudio de la esquina de Santa Rita que duró siete horas inhumanas. Traían y volvían a traer mujeres frescas y personas, porque allí solo no había mujeres. Había hombres, había funcionarios… Y entonces aquello se refrescaba. Usted veía que eran las mismas seis mujeres rodeadas, siete horas a gritos… Era insoportable. No me quedé las siete horas. También fui y vine. Estuve por lo menos las dos primeras horas mirando, desde fuera, como periodista independiente. Y sí les digo que hubo cosas, ha habido cosas y siguen habiendo cosas que son realmente crueles. Eso es un desarrollo que tiene que haber de nuestra sociedad, y creo que todos tenemos que comportarnos y todos tenemos que ser plurales y todos tenemos que tratar de participar, porque este país nada más que lo podemos resolver todos los cubanos, porque aquí no es de uno, no es de otro, es de todos… Todos hemos sufrido de una forma u otra… Quizás otros no, quizás a otros le ha ido muy bien, pero creo que lo que tenemos es que tratar de entendernos y tratar de cooperar sin compromisos que pongan los principios en cuestión. Cada cual desde su posición, pero cubanos y tratar de entender y, además, tratar de ser también agradecido cuando haya que serlo. Andrea Rodríguez, agencia de prensa AP. Haciendo uso y abuso de mi profesión, prefiero

preguntar: usted mencionó que el diálogo continuaba, y también mencionó la necesidad de una institucionalización y habló de una hoja de ruta. Bueno, hemos hecho un balance, llegamos hasta aquí, usted dijo lo que pensaba que era el momento actual. ¿Hacia dónde va el diálogo entre la Iglesia cubana y las autoridades? ¿Cuál es el siguiente paso en concreto y cuáles son los logros que ustedes esperan alcanzar, digamos en el siguiente año? Gracias. Orlando Márquez. Esa pregunta se la hicieron al Cardenal Arzobispo de La Habana en la conferencia de prensa que hubo después del encuentro con Raúl Castro. Tú estuviste allí, en el Arzobispado, y le preguntaron hasta dónde están dispuestos el Gobierno y la Iglesia a llegar, y el Cardenal dijo: no sabemos. O sea, estamos dispuestos a dialogar, pero hasta dónde puede llegar el diálogo no lo sé. Esto que tú acabas de mencionar o recordar aquí son mis criterios personales. Sí, trabajo para la Iglesia, pero son mis criterios personales. Porque creo que en Cuba hay una… O sea, esto empezó como empezó, pero yo creo que no puedo decir cuáles son los intereses de los Obispos, específicamente, para llevar a esa mesa de diálogo. Por lo pronto, ellos dijeron que el tema religioso puede esperar. Que había que empezar por la cuestión social. Y eso ya es un punto, la cuestión social. Hay otros temas que pueden ser siempre de interés y preocupación para la Iglesia que no significa de reivindicación, pero se puede dialogar. Por ejemplo, el tema de la educación, que es algo a lo cual la Iglesia no es que esté aspirando a tener su escuela propia otra vez, pero es un tema muy sensible que la Iglesia se interesa por ello y tiene el derecho, creo yo, a decir una palabra. Y no solo a la Iglesia como institución, sino de saber que tantos padres también piden que la Iglesia pueda de alguna manera participar en esto y que la Iglesia pueda aportar, desde su experiencia, que ha habido sombras y luces, pero ha habido experiencias, incluso en Cuba ha habido experiencias… Puede ser sobre eso, puede ser sobre el diálogo, insistir en el diálogo; puede ser, como se habló, sobre las cuestiones económicas. Pero a veces no es necesario… El diálogo, a nivel institucional, ayuda a crear estructuras que faciliten este trabajo. Pero ya la Iglesia está haciendo muchas

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cosas en ese sentido. Yo creo que esto mismo que estamos viviendo aquí, o que se vive en esta Casa, en este Centro Félix Varela, da la oportunidad de un diálogo extraordinario y ya no solamente con las autoridades, con la sociedad misma. La gente que viene aquí a los cursos de Cuba emprende, la gente que hace el Master en Gestión de Negocios (MBA), esta sala con sus conferencias. O sea, yo creo que la Iglesia está abriendo poco a poco esos espacios que le son propios, que le son también inherentes, por decir de alguna manera, que se dan en muchos lugares y que, en un momento determinado, pueden tener otro carácter. Lo que sí, repito, pienso que es bueno que este diálogo se vaya abriendo cada vez más, que cada vez sea más conocido, que se institucionalice, que se le añada, si fuera posible, un programa, unos pasos concretos, unas fechas concretas. Pero los temas pueden ser muy amplios. Todo tema humano puede estar incluido ahí. Todo interés social. La Iglesia lo único que quiere es que se preste atención a las demandas de la sociedad, a las necesidades sociales, eso es todo. Leonor Amaro, historiadora. Hasta hace tres meses, más o menos, trabajé en la Universidad de La Habana. Desde el punto de vista laboral terminé, pero no desde el punto de vista del compromiso con la Universidad y con el trabajo real, porque me siento unida a la Universidad, a la enseñanza universitaria, a la enseñanza de la Historia, y he puesto en eso toda mi fe revolucionaria durante todo este tiempo. Esa es la verdad. Precisamente, por querer mantener y por tratar de ayudar pues he tratado, durante mucho tiempo, de tener posiciones tolerantes en todos los sentidos, no solo en lo religioso sino en el sentido de poder evaluar cada año lo que llega a la Universidad, que es bien diferente. Por eso ya ustedes saben que me voy a referir a ese aspecto que decía él, tan importante, que es la educación. Quiero agradecer no solo la invitación que me hacen siempre a estos espacios, sino también a la revista. Porque a mí la revista me ha servido de mucho. Me ha servido para contrastar criterios e incluso, en un momento determinado que tuve que dar sistemas educativos contemporáneos, cuando llegué al caso de Cuba la revista me sirvió muchísimo, porque la revista ha seguido a la educación cubana yo diría de una manera crítica. En aquel momento en las aulas, y puedo repetirlo aquí porque creo que lo hice con mucho respeto, en aquel momento dije que había mucha crítica y había poco reconocimiento. Yo creo que la Revolución hizo mucho por la educación y siempre hay que poner eso primero y después, vamos a decir todo lo que falta. Pero de todas maneras, la revista me sirvió muchísimo. En este caso quiero tomar una palabra suya, o una consideración suya que me pareció muy interesante que es: descentralizar el diálogo. Creo que sí, que desde el punto de vista vertical se han logrado cosas. Ya solamente de las reuniones, los proyectos que se puedan tener, aunque no estén escritos, creo que es importante. Pero creo que hay que llegar a tantearlo de manera horizontal en los espacios que existen. Cuba ha tenido un espacio de colaboración, o como se quiera llamar, con la Iglesia que ha sido la Salud Pública. Creo que ahí ha habido reconocimientos por parte del Gobierno, por parte de la Iglesia, y creo que la Iglesia ha tenido ahí un espacio importante, que lo reconoce la población. Creo que otro sería la educación. Creo que la educación es importante. Pero aquí quiero decir que yo he observado, y tal vez me equivoque, y ojalá estuviera equivocada. En algún momento he sentido que hay un interés de volver a ocupar espacios de otrora. Y yo creo que todo lo que implique regreso es malo. En el sentido de que yo creo que la historia de Cuba puso en el camino una posibilidad de la modernización cubana, sobre todo en el plano educacional, cuando se planteó la enseñanza laica. Creo que fue un gran triunfo. Yo soy defensora del laicismo. Y creo que fue un intento importante, que no hubo voluntad política para llevarlo adelante, por lo cual ese espacio fue también utilizado por otras consideraciones, desde el punto de vista ideológico, religioso, e incluso con mayor calidad y, por supuesto, mucha gente que incluso no tenía una concepción religiosa definida pues fue a esas escuelas porque consideraba que eran mejores. Yo creo que volver a eso no sería lo bueno, lo mejor

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para el país. Yo creo que el laicismo fue una gran conquista. Yo creo que la Revolución cubana lo respetó un tiempo, después no, porque después planteó la enseñanza atea y yo creo que ahí entonces tomó un paso intolerante. Creo que este momento hay que volver a estudiar eso, hay que volver a reevaluar eso. Pero reevaluarlo con una posición de colaboración y de dejar espacio y yo diría, acordándome del estudio, porque yo me formé en una escuela religiosa, que hay que rezar el Yo pecador, pero de las dos partes. Y sí, nosotros tenemos errores, pero la Iglesia también. Y a mí me llamó la atención que en la Semana Social un grupo de muchachos jóvenes, increíblemente ya estaban preparados para dar Filosofía… Ellos se veían en un espacio. Y yo dije: ojalá sea así. Y no dudo de su preparación, pero tiene que ser a partir de espacios más amplios. Y eso no lo he podido apreciar. Yo creo que eso sería importante para comenzar. Porque usted decía algo que tiene que ver mucho con la realidad de hoy. Aquí hay una población penal grande, de jóvenes, y hay proyectos interesantes, por ejemplo, arquitectura los tiene, para poder rescatar esos hombres que puede ser que lleven poco tiempo, pero puede ser que en un momento determinado se incorporen a la sociedad. Y ¿cómo se van a incorporar si no tienen conocimientos? Y ahí creo que pudiera haber un espacio de colaboración, porque ahí hay muchos católicos, protestantes… Siempre estoy hablando en un sentido ecuménico, aunque este Centro sea católico, porque para mí ese sentido ecuménico es muy importante desde el punto de vista religioso. Estoy pensando no en los desocupados, estoy pensando en los muchachos que están jugando dominó… Salir de aquí y ver a la Habana Vieja llena de mesas de dominó, es lo único que hacen el día entero. No hay que esperar a que los saquen de los trabajos. En los propios trabajos no hacen lo que tienen que hacer. Entonces hay que crear expectativas educacionales y eso tiene que ser buscando espacios de colaboración. Y creo que pudiera hacerse. Para mí creo que es algo que daría la contribución de muchas personas y, por qué no, de un diálogo. Quiero terminar con una anécdota. Yo viví cinco años en un país muy pobre de África: Tanzania. Allí conocí a un cura vasco con una voluntad que creo que nada más que se da en ese país: increí-

ble. Él, con una cuadrilla de africanos, había hecho una carretera. Y yo me acerqué porque me parecía una persona fabulosa desde el punto de vista humano. Y le pregunté: ¿cómo usted logró reunir a todos estos africanos que además, hablan lenguas diferentes, son de grupos étnicos distintos y algunos se piden la cabeza? ¿Cómo usted lo logra, si, además, es religioso y todos ellos creen en otras cosas que la Iglesia Católica no acepta? Y me contestó: porque mi objetivo es hacer la carretera, para que no se mueran, porque allí las muchachitas jóvenes estaban embarazadas con 14 años y como no se habían desarrollado lo suficiente, morían. Yo necesito construir la carretera porque necesito salvar a estos hombres vivos. Después de muertos, lo único que puedo ofrecerles es una misa. Y había puesto todo su empeño. Y lo logró. Creo que nosotros tendríamos que pensar algo al respecto. Muchísimas gracias y perdone la extensión. Orlando Márquez. Un comentario nada más, si me permiten. Yo comparto con usted. La idea no es volver al pasado, eso no tiene ningún sentido. Incluso hoy día, la educación católica internacionalmente, va rayando casi en la educación pública, porque las escuelas son así. Incluso recuerdo, cuando estuvo aquí hace unos años el cardenal Pío Laggi, que ya murió, que presidía entonces la Pontificia Comisión para la Educación (no sé exactamente el nombre, pero es como el Ministerio de Educación de la Santa Sede), que atiende a las escuelas católicas internacionalmente, nos dijo: la mayoría de los estudiantes de las escuelas católicas no son católicos. O sea, hay muchas personas que se benefician porque es un sistema moderno, ventajoso… Yo estuve en Tailandia, hace unos años, y las hijas del Primer Ministro estudiaban en escuelas católicas y eran budistas. Pero creo que la sociedad puede ir dictando y puede ir sugiriendo qué es lo que hace falta. Y es bueno estar abierto a todas las posibilidades que resulten positivas para las personas. Recuerdo que leyendo aquel libro de Frei Betto Fidel y la religión, Fidel claramente lo decía: aquí erradicamos las escuelas privadas por los conflictos que hubo antes de la Revolución, pero yo no soy contrario a las escuelas privadas. Hace poco dijo otra cosa. Pero en el libro de Frei Betto está que él no era contrario a

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las escuelas privadas porque hay personas que pueden pagar y eso libera al Estado de mucha carga y si se sienten bien con sus hijos allí, que lo hagan. No estoy diciendo que esa sea la fórmula, sino que hay una variedad de posibilidades que se deben tener en cuenta y la Iglesia está dispuesta, en la medida de lo posible, con su experiencia, con su contacto… Aquí hay una forma de participar en la educación de este país, con esto que ocurre aquí, con lo que ocurre en San Juan de Letrán. Y es una educación que se le llama complementaria, no es una educación formal, no es de competencia con el sistema de educación nacional, pero estamos participando. De esta manera, la Iglesia contribuye a la educación de las personas con esta maestría que acaba de terminar. Son personas que trabajan en empresas cubanas, que vinieron a pasar la maestría y van a aplicar eso en sus empresas, no en una fábrica que tiene la Iglesia de empresariado y esas cosas… Creo que esa es una manera de participar y ayudar. La buena voluntad para colaborar juntos en un proyecto. Dimas Castellanos, periodista independiente. Muy breve. Lo que quiero decir es lo siguiente, pensando en las palabras de Márquez, en las del colega de la oposición y en otras. Así de forma esquemática diría que la situación de Cuba es extremadamente compleja. Yo diría que la más compleja de toda nuestra historia. Lo segundo, que hay un potencial de violencia que se convierte en peligroso para el presente y para el futuro de Cuba. Una salida violenta que si se diera, Dios no lo quiera, pues para mí sería también el último capítulo de la historia de la nación cubana. Por tanto, eso implica que hay que hacer todos los esfuerzos, en todas las direcciones, por evitar esa salida violenta en esta compleja situación en que nos encontramos. A partir de ahí, la Iglesia está jugando un papel importantísimo. Un papel determinante en esto que cada uno puede tener un criterio de que se va un poco más allá o un poco más acá, pero está jugando un papel importante, pero es necesario ir pensando, y eso tiene que darlo las condiciones y el avance de todos los sectores sociales de cómo descentralizar gradualmente ese diálogo que varias personas aquí se han referido a ello, de manera que otros actores en la medida que tengan las condiciones y se lo vayan ganando también, puedan participar en este debate hasta que en Cuba se logren restablecer esas cosas que necesitamos tanto que son los Derechos Humanos, las libertades para poder cambiarlo todo, cuya ausencia es la causa no solamente de los problemas económicos que tenemos, sino de los problemas sociales, de los problemas políticos de todo tipo porque es inaudito, en una sociedad occidental como la nuestra, vivir en ese estado de los Derechos Humanos. Cuando se mira hacia atrás en la historia, se da cuenta uno de que hubo épocas en la colonia, después del Pacto del Zanjón, que en Cuba se llegó a gozar de libertad de imprenta, de asociación, de reunión y en ese período fue que se formó todo el asociacionismo, todas las condiciones para el cambio que explotó nuevamente en el 95. Sin aquellos cambios del 78, no se hubiera dado lo del 95. Incluso, ahora que estamos en el centenario de la matanza de 1912, hurgando y leyendo uno encuentra, por ejemplo, que el Partido Independientes de Color, después que fue ilegalizado en 1910, en esos dos años, ilegalmente, logró hacer manifestaciones públicas, debates en teatros y logró que sus dirigentes tuvieran contacto directo con el presidente de entonces, José Miguel Gómez, con el ministro de gobernación que era Gerardo Machado. Cuando uno mira eso dice: como hemos retrocedido en materia de derechos civiles. Creo que ahí está la esencia de los problemas y creo que esto explota por dondequiera. Hace dos días tuve la oportunidad de participar en el debate de la presentación de la revista Temas y el tema era uno, pero lo que salió a la luz allí, entre las ocho personas del público que participaron era eso. O sea, que se convierte en una necesidad. Claro, el obstáculo fundamental hasta ahora es que el Gobierno no está dispuesto todavía a esto. Y eso no se puede arrancar por la fuerza. Ahí hay que llenarse de paciencia, de inteligencia e ir avanzando en todas las direcciones hasta que en algún momento se logre. Nunca el Gobierno, después de la Revolución, se había acercado a la Iglesia para pedirle que participara como mediadora. Era una cosa inaudita para mí en aquel momento, pues

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también creo que ese momento va a llegar para otros sectores sociales, pero que todos nosotros tenemos que ir fomentando los espacios, el respeto verbal, la calma, para llegar a ese momento sin que tengamos, desgraciadamente, alguna salida violenta en el futuro del país. Patricia Grogg, Interpress Service. Abusando de su paciencia, tengo dos preguntas, pero son breves. Una, ¿cómo evalúan ustedes la inclusión o el hecho de que el presidente Raúl Castro haya incluido en su informe al Sexto Congreso del Partido Comunista este diálogo? ¿En esta institucionalidad, que usted ha mencionado en varias oportunidades, qué papel compete al laicado en caso de que esta institucionalidad del diálogo se abriera paso? Orlando Márquez. Creo que el hecho de que el presidente Raúl Castro se haya referido al diálogo de la Iglesia con las autoridades del país y haya descrito, de la manera en que lo hizo, el proceso de la excarcelación y que haya dicho incluso, que era para mí lo más inesperado, que el mérito era de la Iglesia Católica, creo que denota el estilo propio al que yo me refería, de responder a realidades nacionales y de hacer justicia en el sentido de reconocer a la Iglesia como una institución, me refiero a la Iglesia, aunque hay otras iglesias, lo sabemos. Pero fue la Iglesia Católica la que inició este diálogo como una institución que tiene derecho de participación, que debe ser escuchada, que debe ser atendida, porque no es solamente una cuestión religiosa, porque después él demostró en una asamblea, creo que fue el pasado año, también su desacuerdo a una sanción con una persona por motivos religiosos. O sea, que a la cuestión religiosa el enfoque que se le da es bastante distinto al que estábamos acostumbrados a ver. Y el hecho de ese pronunciamiento y de reconocer el papel de la Iglesia, a pesar de las diferencias, como dijo él, hubo diferencias, pero avanzamos y fue posible llevar esto adelante. Creo que eso un acto justo, porque aunque en la Iglesia se dice que el Reino no es de este mundo, en este mundo hay que actuar, y en este mundo la Iglesia actúa. Y los intereses de la Iglesia no son para sí, entonces el interés eran estas cuestiones sociales. Me parece muy positivo y muy justo que él haya reconocido públicamente, y que lo haya reconocido y dicho a otros, a todos los que estaban sentados

allí, que eran los delegados al Congreso, que la Iglesia tiene algo que decir y que hacer aquí, y que hay que prestarle atención. Eso me pareció muy positivo. El laicado en Cuba, la Iglesia en Cuba, está bastante necesitada de agentes pastorales, o sea, hay un poco más de 300 sacerdotes, hay poco más de 600 monjas, hay una población de 11 millones de habitantes. Si uno lo compara con lo que había en el año 1959, con casi 700 sacerdotes y éramos 6 millones de habitantes, pues la Iglesia está muy necesitada de agentes pastorales. El laicado ha ido ocupando en la Iglesia un papel importante, no supliendo nunca al sacerdote, porque no le toca, pero hay determinadas tareas o misiones que el laico puede hacer y que los Obispos han delegado en ellos para hacer estas cosas. Después, en el diálogo incluso, no dudo, porque el diálogo a veces puede ser a nivel institucional, pero hay diálogos que son a nivel de base y los laicos participan muchas veces. Cuando hay una diócesis como Camagüey o La Habana, un arquitecto o un ingeniero que está al frente de las obras de la Iglesia, estas personas son las que participan, para los efectos de la obra constructiva, en ese diálogo con los representantes estatales. Eso ocurre, eso está ocurriendo. Creo que esto puede continuar, dependerá de los Obispos hasta dónde llegará ese diálogo. La Iglesia es jerárquica y, por supuesto, los máximos responsables son los Obispos, pero creo que pueden delegar. Lo han hecho en otras ocasiones y hay algunas cosas en las que pueden participar los laicos y lo harán sin duda alguna. Yo he participado, he colaborado estrechamente con el Cardenal en estos dos últimos años en relación con todo este proceso, y estoy ahí. Creo que sí, que es posible y creo que el laicado en Cuba, aunque sea pequeño… A esto yo me refería cuando hablaba de minorías. El laicado en Cuba tiene cierto peso en la Iglesia, y creo que eso los Obispos lo pueden valorar y lo están valorando. Todas las publicaciones de la Iglesia las dirigen laicos y eso es un modo de comunicarse con la sociedad y de establecer un diálogo y un puente con la sociedad. Esa es otra manera de ser puente… Estoy convencido que en Espacio Laical, pero me consta que en Palabra Nueva cuando viene un sacerdote, como ha ocurrido, y me dice: yo quisiera que me diera cinco ejemplares más de la revista, porque se distribuye en

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los pueblos, porque el del Partido y el del Poder Popular y el otro quieren leer la revista. Entonces, esa revista, como estoy seguro que esta otra, se convierte en puente porque ahí coinciden tanto los católicos como los no católicos, los que piensan de un modo o los que piensan de otro, y creo que eso también es un modo de establecer diálogo con la sociedad donde los laicos están participando. No sé si respondo tu pregunta… Manuel Alonso. Consultor económico. No voy a abordar el gran problema económico que tenemos en el país. Quiero insistir en que son muy importantes las experiencias del diálogo y los debates que tenemos en la actualidad. Se mantienen generalmente a puertas cerradas. Esto, de alguna manera, debe llegar al Granma, a una más amplia área de la población, en la ciudad, en otros lugares. Con alguna regularidad asisto a los debates de Último jueves de Temas y puedo afirmar que participar ahí más la lectura de otras revistas Palabra Nueva, Espacio Laical, me ha permitido crecer como ciudadano. Y creo que mi experiencia pudiera ser la de muchos. Pienso que sería muy constructivo difundir más estos espacios que ya tenemos independientemente de la implementación de otros que son muy necesarios, pero esto es muy importante que los conozcan más personas. Rafael Hernández, director de Temas. Trabajo en la revista Temas, pero no estoy hablando a nombre de la revista. A veces me ha pasado que hablando, he dado charlas en lugares, y la gente le atribuye lo que yo pienso a la revista Temas. Lo que voy a preguntarte tiene que ver con mi punto de vista, y lo que voy a decir tiene que ver con mi punto de vista, también, solamente. El gobierno ha cambiado, el contexto social ha cambiado, la Iglesia no ha cambiado. Yo, como observador de la realidad cubana siento que ha habido un cambio muy importante, particularmente en este aspecto al que tú te referías hace poco y es el aspecto que tiene que ver con la política cultural de la Iglesia, con la política de la Iglesia en sus medios de difusión. Parte de la agenda de la Iglesia es contar con mayor espacio en la difusión. Sin embargo en la realidad la Iglesia ha ganado un espacio en los últimos 15-20 años que nunca tuvo en materia de influencia, de impacto en la esfera pública. Creo que eso lo ha ganado no solamente porque tiene una variedad de publicaciones que tienen muchas veces hasta un tiraje mayor que algunas de las revistas establecidas, porque lo tienen, y tienen un sistema de distribución nacional muchísimo más eficiente que el que tienen muchas de las revistas establecidas, cosa que yo celebro y de lo cual me alegro, sino también porque la Iglesia se ha abierto también a la cultura cubana, a los espacios públicos de la cultura cubana y a los espacios no católicos. Si nosotros miramos las publicaciones católicas más conocidas de hace 1520 años y miramos las publicaciones católicas actuales nos vamos a encontrar el tono, la presencia de autores católicos y no católicos, y no solamente la pluralidad en ese sentido, sino la manera de tratar los asuntos de la agenda social y política es diferente. Recuerdo que hace 15 años a mí me invitaron a hablar de las publicaciones cubanas en una institución cubana, y yo incluí las revistas católicas y a partir de ahí tuve una gran bronca porque me decían que eso no era parte de las publicaciones y yo decía que sí, que cómo no iban a ser parte de las publicaciones si se estaban moviendo. Creo que hoy nadie, independientemente de los aspectos jurídicos que tienen que ver con las publicaciones católicas, diría que esas publicaciones no forman parte legítima del contexto de las publicaciones cubanas y que, como tú dices, también el Secretario del Partido se las quiere leer. Y probablemente no por las mismas razones que tenía leerse ciertas publicaciones de algunas provincias en una época anterior. Entonces pienso que ese cambio que tiene que ver también con la presencia de gente con otras perspectivas dentro de los propios eventos que la Iglesia propicia, como por ejemplo, la Semana Social…, yo creo que también están reflejando una manera distinta de la Iglesia de conectarse, de procesar, de relacionarse con ese entorno social que nada tiene que ver con haber renunciado a sus objetivos, ni a su línea ni a su estrategia anterior. Quisiera que tú comentaras sobre este aspecto y también que pensando en las relaciones, viendo la política cultural, precisamente no como las relaciones con las instancias políticas, sino las relacio-

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nes con la sociedad civil, ¿cómo es el diálogo, no solamente con los sectores no católicos de la intelectualidad sino también con otras Iglesias? Puesto que Iglesia Católica no es la única Iglesia cubana, quizás en este momento sea la que tiene este tipo de interlocución más especial con el gobierno, pero de hecho, el gobierno tiene un diálogo con otras Iglesias. Olvidémonos por un momento de las relaciones Iglesia-Estado. Las relaciones Iglesia-Iglesias. ¿Tú pudieras comentar sobre eso? Orlando Márquez. Bueno, sobre la primera parte no sé como comentar, porque coincido con todo lo que me has dicho. En todo caso tendría que ver con si hubo cambios y se produjeron en la Iglesia. También tú lo conoces. Desde el año 1986 para acá, después del ENEC, y procesar todo el ENEC, una Iglesia que vivió hasta ese momento con la debacle de los 60 hasta los 80, vivió casi en el enclaustramiento, era lo que se llamaba una pastoral de conservación, conservar lo poquito que tenemos. Hasta que llegó el ENEC y dijo: no, hay que salir al contacto con la sociedad. La Iglesia no puede vivir así, encerrada en una concha, no importa el conflicto que haya habido. Así se hizo, poco a poco, y creo que eso lo facilitó también la memoria religiosa de este país, que conserva una memoria religiosa, que está en la cultura de Cuba, con todas las diferencias que pueda haber, hay una memoria religiosa y un referente eclesial. Y entonces eso también nos abrió y nos puso en contacto con la sociedad. Creo que el hecho mismo, como se preguntaba antes, del papel del laico. El hecho de que muchos de los laicos sean los que tengan este tipo de responsabilidad hace más fácil el contacto con el mundo fuera de la Iglesia, por razones de trabajo, de intereses culturales, de intereses profesionales (por las revistas), como lo hacen en Espacio Laical o como lo intentamos hacer nosotros, no siempre es fácil, porque todavía hay mucha reserva al acercarse a la Iglesia Católica. El mundo no tanto cultural, pero sí el mundo intelectual, cuesta mucho trabajo. No es tu caso, no es el de otros, pero hay muchos casos que cuesta trabajo acercarse a la Iglesia Católica porque hay personas que han cambiado, pero hay ciertas estructuras que permanecen casi inamovibles y el manual está ahí, sigue dictando las pautas y hay que seguir ese manual. Pero creo que el hecho de que los laicos estén dirigiendo muchas de estas cosas ha ayudado y ha facilitado el contacto con el mundo exterior, con la sociedad cubana, con la cultura, la ciencia, etc, y es lo que se ha logrado, y otros proyectos que tienen ellos… Tú mismo has participado en nuestras revistas también y otras personas que tú conoces también han participado en nuestras revistas. Y eso ha sido muy positivo, porque el objetivo siempre debe ser construir: estamos hablando de puentes. El objetivo es construir y acercar. Otra cosa no tiene ningún sentido. Un comentario. El ecumenismo en Cuba hace mucho rato que está muy, muy débil. No solamente entre la Iglesia Católica y las demás Iglesias cristianas. Según tengo entendido por los mismos pastores, incluso el ecumenismo dentro del Consejo de Iglesias de Cuba se hace a veces difícil, pero está… Eso es un reto y un desafío en el cual no se ha avanzado mucho. Hay relaciones, sí, y en la misma Semana Social estuvieron pastores protestantes; siempre tratamos de invitar algún pastor protestante y se celebra cada año la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que tiene lugar en el mes de enero, semanas de oración y jornadas ecuménicas, pero más allá de eso no se ha avanzado mucho, desde hace muchos años. Padre Fornaris. El padre Yosvany Carvajal, el rector del Centro, no ha podido estar con nosotros hoy por cuestiones familiares, pues tiene un tío enfermo, y me pidió que pasara por aquí y les diera las gracias a Orlando Márquez, a Roberto Veiga y a todos ustedes por su presencia. No pude venir al principio, tenía otra cosa, que estaba programada desde antes, pero el final que oí me parece que fue de provecho para todo el mundo, así que me alegro mucho de poder decirles esto y lamento no haber estado más temprano.

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POR UN CONSENSO PARA LA DEMOCRACIA.

EN DIÁLOGO 4-2012

Encuentro efectuado el 10 de septiembre en el Centro Cultural Padre Félix Varela para presentar el folleto Por un consenso para la democracia, auspiciado por la revista Espacio Laical y el laboratorio Casa Cuba. Tomaron parte en el panel la socióloga Mayra Espina, el politólogo Carlos Alzugaray y el profesor Hiram Hernández.

En busca del espacio político Por HIRAM HERNÁNDEZ CASTRO

Primero, agradecer a Espacio Laical por invitarme a presentar este libro. Lo aprecio como un honor, además de la alegría que significa compartir este evento con personas que admiro y respeto.  Agradezco también la deferencia de presentarme como un “politólogo”, aunque sólo soy un profesor que, desde el marxismo crítico y revolucionario, intenta seguir pensando y reflexionando para compartir lo poco que sé con quienes sabrán más que yo. Una profesión que a veces he acompañado con el trabajo editorial. En ambos oficios he aprendido a admirar a quienes socializan el saber con rigor, pluralidad y sentido patriótico. Valores imperativos en un contexto intelectual que subsiste al margen del mercado internacional del libro, con una conexión a Internet perdida en el laberinto de la corrupción burocrática y bajo el acecho de los policías del pensamiento. Sin embargo, prefiero creer que en los últimos años hemos corrido la cerca. Hoy son más los que no aceptan los dogmas y discursos sesgados, los que fundan blogs y compendios para divulgar información y analizar críticamente los problemas internos; los que defienden el principio de que todos somos iguales en cuanto seres dotados de palabra y pensamiento propios; los que reconocen que en política cualquier otro puede tener una opinión correcta y nadie una espíteme segura. Politólogo, en definitiva, debe ser todo ciudadano comprometido con el destino de su patria. Por un consenso para la democracia constituye la declaración de un riesgo. Treinta siglos de historia nos han arrebatado el consenso etimológico con el que los griegos traducían, sea para afirmar o negar, la Demokratia como el poder de los pobres libres. Ante la discordia ideológica que produce el término, no pocos cientistas políticos aconsejan desplazar la mirada hacia conceptos más neutrales. Lo que bien podemos interpretar como un llamado a despolitizar la política o dejar la política a los políticos, que no es lo mismo pero es igual. Este libro se coloca en las antípodas de esa actitud. Aquí se presentan propuestas y valoraciones múltiples sobre la democracia y su consenso se instituye en afirmar su urgencia en el espacio público. Una nación, un barrio, un edificio necesitan que sus moradores acuerden mínimos éticos y procedimentales para vivir juntos. Es-

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tos compromisos deben constituirse en un agora donde las ideas, deseos y problemas privados se deliberen en busca de consensos. Caminar hoy por La Habana es enfrentar el total irrespeto a la normas de urbanidad, incluso dudar si estas normas existen. La aprobación de la ley de venta de inmuebles ha suscitado el interés de sus propietarios en remozar su casa para revalorar su propiedad, y la reciente visita del Papa convocó a las autoridades a pintar las fachadas de las avenidas por donde este se trasladaría. Si todavía nuestra ciudad tiene un aspecto ruinoso, casi postbélico, probablemente sea porque más allá de los intereses promovidos por el mercado y el Estado pueden quedar irresueltos los problemas de la polis. La relación entre el interés privado y el estatal crea el espacio político si y sólo si se constituyen normas sobre el “bien público”, “la sociedad justa” y los “valores comunes”. Producir consenso es tan vital como producir leche, electricidad y transporte; comoquiera que ningún bien, material y espiritual, existe de forma bella, justa y cooperada sin la participación activa de los afectados. Pero el consenso también se fabrica, se manipula, se negocia en salones cerrados y ejerce como hegemonía. Muchas veces los defensores del “consenso” poseen además el monopolio de sus significados y significantes (hasta el punto de decretar que el desacuerdo es traición). La democracia necesita el consenso, pero este sólo existe si, como afirma el compilador y editor de este libro, defendemos el derecho de todos a intervenir en el espacio político.  De acuerdo con Lenier González: “el intenso debate sociopolítico que está teniendo lugar en la sociedad cubana, y su capacidad demostrada de impactar sobre la opinión pública insular, constituyen una muestra irrefutable de que Cuba está viva”. ¿Querrá esto decir que tenemos alternativas a la catástrofe ficcionada en Juan de los Muertos? En la cinta de Alejandro Brugués la política de la uniformidad nos transfigura en zombis y el deseo de Juan se resume en que los demás lo dejen tranquilo. A lo largo de estas 100 páginas, en cambio, la política sirve para humanizarnos y Juan sabe que no habrá un filo para él si no defiende el cachito de todos para vivir. No se trata de sustituir a Juan y su pandilla de maleantes por un grupo de intelectuales,

ni cambiar el remo y el machete por teorías y logos políticos. Pero apostar por la vida implica no recurrir a la violencia, al individualismo y a la ética de la banda de ladrones. Si Juan de los Muertos dice: “este es mi país sea como este sea”, Juan de los Vivos dirá: “este es mi país si puedo intervenir en hacerlo mejor”, “si no se me niega la posibilidad de impedir a tiempo sus errores”. La vitalidad de todo cuerpo social, afirma monseñor Carlos Manuel de Céspedes, dependerá de la seriedad con que seamos capaces de asumir el diálogo. El que se toma el diálogo en serio no ingresa en él con el objetivo de derrotar a su interlocutor, está dispuesto a exponer y escuchar argumentos, descubrir lo que tienen en común y precisar desde ahí en qué no se concuerda y por qué. El presupuesto de un diálogo es entenderse para buscar soluciones reales y la decisión final, para ser justa, no debe atender a intereses individuales o grupales, sino a intereses universalizables. Por ello este libro pone en cuestión las decisiones hurtadas al espacio público y las leyes heterónomas que aniquilan al ciudadano. Se apela a un principio martiano: que el ciudadano se conozca y ejerza. Gobernar y ser fraternamente gobernado por los demás es la puerta de salida del autoritarismo. La mayor parte de estos textos los leí en el momento en que fueron publicados. La polémica que protagonizaron Roberto Veiga y Julio César Guanche se ha convertido para mí en un referente teórico sobre la democracia, un hervidero de respuestas y preguntas sobre el presente y futuro de Cuba y una clase magistral de ética intelectual. En teoría, siempre defendí el valor de discutir razonadamente cada coma y punto del espectro político; ellos le han dado cuerpo a ese principio. Publicar en un mismo espacio las intervenciones de uno, el otro y otras tantas voces diferentes, parafraseando a Mario Castillo, resulta excepcional entre nosotros. Que los textos de este folleto sean discutidos y contestados por otros autores, estudiantes y una audiencia más general sería el mejor de los destinos de este libro. ¿Qué necesitamos para que esto suceda? Sería muy bueno, por ejemplo, que junto a las clases por televisión de inglés, ajedrez y modernización china se impartan cur-

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sos de ciudadanía y cultura política democrática. Si bien la eficacia de toda bibliografía y pedagogía política dependerá de la libertad ciudadana para ejercer un pensamiento público, un juicio político y una acción social colectiva. Sólo la participación ciudadana en la determinación de sus condiciones de vida puede generar sentimientos de pertenencia a la comunidad e interés por ensanchar su espacio político. Un concepto que va más allá del individuo portador de derechos que presta su voto a un representante o partido, refiere al que participa para deliberar sobre lo que lo afecta, busca consenso y decide las leyes que deberá respetar. Retomo ahora el texto interrumpido por un apagón que ha dejado a oscuras a casi la totalidad del país. Releo lo escrito y temo haber sobredimensionado el papel de las ideas normativas en la política. Quizás este cuaderno me ha persuadido de que la política no se reduce a cómo dominar y no se consume en un árido juego por el poder, sino que se puede ejercer como poder de la razón, la libertad y el autogobierno. En este punto me tranquiliza no ser el único presentador y finalizo con la esperanza de que Espacio Laical siga contribuyendo a hacernos sentir más politizados y decididos a participar en el alumbramiento de nuestra Casa.

Comentarios sobre el libro Por un consenso para la democracia Por CARLOS ALZUGARAY TRETO

Ante todo quiero manifestar mi agradecimiento al equipo editorial de la revista Espacio Laical por darme la oportunidad de participar en este panel encargado de presentar el libro Por un consenso para la democracia. Me satisface compartir este espacio con Mayra Espina e Hiram Hernández. Lamento que no nos haya podido acompañar Carlos Saladrigas, quien nos hubiera dado una visión desde una perspectiva distinta. El libro o folleto que es objeto de comentarios en el día de hoy tiene una importancia significativa: forma parte de un esfuerzo común –por parte de ciudadanos cubanos con diferentes visiones y perspectivas– por presentar ideas acerca del futuro del sistema de instituciones sociales y políticas que deben surgir en Cuba a la luz de los cambios que se están produciendo en la sociedad. Este folleto me hace recordar un viejo proverbio de la sabiduría china: “Todo largo camino comienza con un pequeño paso”. En este sentido los ensayos incluidos en él caben dentro de lo que puede definirse como un esfuerzo por lograr una verdadera política y democracia deliberativas en Cuba, política y democracia en que primen la voluntad de convivencia en el respeto por las opiniones de otros. Distingo la deliberación como método porque privilegia la necesidad de llegar a acuerdos generalmente aceptables para todos los que convivimos en la misma sociedad y formamos parte de la misma nación. Constituye un modelo democrático que supera los modelos representativo (típico de las Repúblicas) y participativo (reclamado como una conquista de las fuerzas políticas de izquierda que llegan al poder). En ese mismo espíritu de deliberación razonada, deseo comentar algunos aspectos del folleto. En su excelente ensayo titulado “¿Es rentable ser libres? Cuba, el socialismo y la democracia”, a través del cual Julio César Guanche dialoga con Roberto Veiga, aquél elabora sobre su apotegma: “Si bien el socialismo puede existir sin democracia, la democracia no puede existir sin el socialismo”. Y propone 9 condiciones mínimas. (pp. 21-22). No cuestiono las condiciones mínimas, por el contrario me parecen imprescindibles. Sin embargo, sí creo que está por demostrar que en el socialismo se pueden cumplir. Los modelos socialistas realmente existentes no nos permiten llegar a esa conclusión por ahora. No lo hacen tampoco los modelos capitalistas que conozco, aunque no los conozco a todos.

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En el centro del debate sobre el ejercicio efectivo de la democracia está, entre otras cosas, el problema de la desigualdad. ¿Cómo podemos garantizar a todos los ciudadanos que puedan participar en la toma de decisiones políticas en pie de igualdad? Las sociedades capitalistas no lo hacen porque es difícil creer que puede haber igualdad política donde persiste tanta desigualdad económica y social, como ha reconocido el propio Robert Dahl, teórico por excelencia de la poliarquía. Por su parte, Roberto Veiga, en el ensayo Hacia una democracia de los consensos: Apuntes para un diálogo con Julio César Guanche, nos entrega una reflexión sumamente interesante sobre la justicia (dar a cada uno lo suyo) que, según él, en el pensamiento cristiano es el bien común. Sentencia: “No se trata de darle todo a cada persona, sino de capacitarlo para que él mismo se realice hasta donde pueda a partir de sus potencialidades propias.” (p. 25) Esto me recuerda la bien conocida definición de Marx sobre el socialismo: “De cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo”. Una vez más cristianismo y marxismo coinciden. Puedo suscribir casi en su totalidad las apreciaciones de monseñor Carlos Manuel de Céspedes en su texto Cuba hoy: compatibilidad entre cambios reales y el panorama constitucional. En el mismo se propone una reflexión sobre la verdadera unidad, donde rechaza, por enfermiza, una uniformidad aparente, emasculada de opiniones diversas y diálogos políticos y la califica de “máscara” que resulta en un enemigo de la unidad nacional. Pero lo interesante es que en ese mismo párrafo, pleno de sentido práctico, llama a cambios que partan de la realidad y que preserven la soberanía nacional, sin duda una de las grandes conquistas de estos últimos 53 años. “Esa máscara sí es el enemigo de la genuina unidad nacional. Mientras Cuba sea una realidad viva y no un fósil, se hablará acerca de eventuales cambios de un tipo u otro, hasta una medida u otra, etc. Y estos diálogos políticos, para que sean tales y no sólo farandulada, deben ser algo más que ejercicios mentales y de oratoria más o menos acertada. Deben apuntar a la realidad y a las posibilidades de ser llevados a efecto. A estas alturas de nuestra historia, estoy suponiendo, en la base de todo diálogo político, la afirmación

de la soberanía nacional. Ya sabemos demasiado bien que con la soberanía nacional no se pueden permitir coqueteos.” (p. 40) La sabia admonición de Carlos Manuel en este sentido me lleva a reflexionar con él que no podemos olvidarnos de las nefastas consecuencias que ha tenido para nuestra nación no proteger en cada momento su soberanía ante un adversario que, a todas luces, no ceja de pretender socavarla. Llamo la atención sobre lo planteado por Julio Fernández Estrada en el “Dossier sobre los desafíos constitucionales de la República de Cuba”, incluido en las páginas 49-71 del libro. El joven jurista y profesor universitario de Derecho señala con inquietud la revelación contenida en un estudio de 1987 efectuado por la Asamblea Nacional de Poder Popular (ANPP) sobre el desconocimiento de la Constitución y de su importancia por la ciudadanía. El estudio se titula Sobre los factores que más afectan al desarrollo de una cultura de respeto a la Ley y partió de una encuesta a mil 450 personas de diferentes espacios sociales. De este total de encuestados mil 46 no mencionaron a la constitución al responder la pregunta ¿Cuál considera usted la ley más importante para el ciudadano? Fernández Estrada señala como preocupación adicional que el 44.5 por ciento de los que respondieron de esa forma eran dirigentes por aquellos años. (p. 53) Esto me lleva a dos reflexiones: Una, ¿cómo podemos construir una democracia viable si los ciudadanos no se interesan por los temas centrales que le afectan o desestiman el valor fundamental de la ley primera de la República? ¿Cómo hemos llegado a ese punto y qué tenemos que hacer para modificarlo? Otra, ¿por qué no podemos tener más información sobre las encuestas? ¿Por qué ese tema sigue siendo tabú? Cuba probablemente sea uno de los pocos países del mundo en los cuales, haciéndose encuestas, no son del dominio público. Y eso que el propio Presidente ha dicho que los secretos deben reducirse al mínimo imprescindible. Y que en países aliados estratégicos de Cuba, como Venezuela, donde se ha acometido un proceso de “construcción del socialismo” similar al nuestro, las encuestas de opinión pública son reiteradas y notorias. ¿Cómo rectificar colectivamente si no sabemos qué hay que rectificar?

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Fernández Estrada también critica el carácter rígido de la Constitución de 1976 (p. 66) y creo que eso es algo que habría que considerar en cualquier esfuerzo futuro de ingeniería constitucional. Las constituciones deben tener una perdurabilidad razonable y deben estar abiertas a las modificaciones que el tiempo y las circunstancias permitan sin caer en el fenómeno de modificarlas frecuentemente. Ambos asuntos están relacionados dialécticamente. En el libro hay varios llamados, en primer lugar de Dimitri Prieto Samsónov, en el propio Dossier (p. 67) acerca de la necesidad de construir la reforma del sistema político desde abajo. Aquí me remito a algo que escribí hace más de tres años en la revista Temas: “De lo que se trata es de que, por razones evidentes, Fidel Castro ha dirigido a Cuba de una forma irrepetible.”1 En un futuro nadie podrá gobernar a Cuba como antes y sólo podremos gobernarla entre todos, como nos ha sugerido del Presidente Raúl Castro cuando afirmó que Fidel es insustituible por una persona, tiene que ser sustituido por todos. Me llamó mucho la atención el trabajo de Mario Castillo, “Fuerzas por la unión, no unión por la fuerza”, por su consideración sobre la importancia de la democracia en el Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, dado que habitualmente se justifica la existencia de un solo partido en Cuba por el hecho de que el Maestro haya fundado uno sólo. Hay que preguntarse: ¿es que cabe en alguna cabeza que alguien funde más de un partido para conseguir un mismo objetivo, salvo que se disuelva o desaparezca el fundado primero? Después de estudiar y reflexionar detenidamente sobre los Estatutos Secretos creados por Martí, Castillo afirma con toda razón: “Vemos que el diseño político del PRC obraba en sentido inverso a lo ocurrido un cuarto de siglo después durante la Revolución rusa: Mientras en Rusia un partido de aparato terminó por imponer su hegemonía a los Consejos (sóviets), el PRC era un partido que promovía sus consensos operativos desde la actividad autónoma de los propios Consejos Revolucionarios”. (p. 72) El texto “Sobre la democracia y los partidos políticos: contribución a un debate impostergable”, de Armando Chaguaceda (pp. 82-86), me recordó que ya en 1911 el sociólogo alemán Robert Michels había publicado lo que después sería considerado como un texto clásico de la teoría política: Political Parties: A Sociological Study of the Oligarchic Tendencies of Modern Democracy.2 En aquella obra se demostraba una tendencia comprobada tanto en el capitalismo como en el socialismo democrático, a saber, que las propensiones oligárquicas, o sea el control de una sociedad o de una organización por los que “están arriba”, es una parte intrínseca de toda gran institución burocrática. Aunque Chaguaceda no llega tan lejos como Michels, sí se cuestiona la viabilidad de que los partidos políticos sean la única vía para garantizar la representación democrática de los intereses de los ciudadanos. Así dice: “Pero los partidos, como vehículos de y para la democracia son insuficientes. Las asimetrías de tipo social (en perjuicio de los pobres, los desempleados, las mujeres, los inmigrantes, las identidades sexuales discriminadas, etc.) se trasladan permanentemente a lo político –aun cuando estos desfavorecidos logren ‘representarse’ a través de algún partido– por lo que resultan necesarias la acción de los movimientos sociales y la existencia de instancias de rendición de cuentas y control ciudadano.” Quisiera terminar con varias reflexiones propositivas provocadas por la lectura de estos textos. Ante todo, es evidente que los cambios que se están dando en Cuba, que yo califico de reforma, no se pueden limitar al ámbito de lo económico. De hecho, ya priorizar el desarrollo de las fuerzas productivas es una decisión de carácter político que contrasta con anteriores períodos en la historia de la política económica de la Revolución. Pero, además, no se conciben algunas reformas económicas propuestas en los Lineamientos sin las necesarias transformaciones políticas como lo es el tema de la descentralización, por ejemplo.

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Segundo, de las grandes metas nacionales que varias generaciones de cubanos hemos defendido, dos (la soberanía nacional y la justicia social) se han logrado sustancialmente no sin ciertas falencias, pero dos están en el terreno de lo pendiente por distintas razones. Esas dos son: primero, construir una economía capaz de ser todo lo autónoma que sea posible y todo lo eficiente que nos permita sostener las conquistas de justicia social y de independencia nacional que ya hemos logrado; y segundo, construir un conjunto de instituciones políticas y sociales que garanticen la participación ciudadana y la deliberación racional a fin de alcanzar un consenso en el cual los ciudadanos nos sintamos realmente partícipes del proceso de toma de decisiones. Esto último se ha dado en algunos casos, pero en la mayoría no. Ninguna de las dos metas es fácil de alcanzar. Se vienen dando pasos para transformar la economía nacional en la dirección expuesta no sin una dura resistencia. Urge transformar la mentalidad y a esto contribuye el libro Por un consenso para la democracia. La construcción de instituciones que hagan duraderas las transformaciones económicas en curso es imprescindible. Me recuerda a Jean Monnet, el arquitecto de la primera comunidad europea, quien dijo: “nada es posible sin los hombres, nada es permanente sin las instituciones”.

La Democracia plasmada en la deliberación, la tolerancia y el respeto por las opiniones disidentes. Una verdadera mentalidad de servicio y de rendición de cuentas (accountability) entre los servidores públicos y los dirigentes políticos o cuadros. Sólo así construiremos una República con todos y para bien de todos.

Notas: 1- En Carlos Alzugaray, “Cuba cincuenta años después: continuidad y cambio político”, Temas, Nº 60, octubre-diciembre 2009, página 37. 2- Transcribo su título en inglés pues es la versión que conozco.

Notas para la presentación de Por un consenso para la democracia (o La Pasión por Cuba, que no hemos perdido)1 Por MAYRA ESPINA

La igualdad política de todos los ciudadanos.

Agradezco a los organizadores de Espacio Laical la invitación a formar parte del panel de presentación de la colección de textos Por un consenso para la democracia. Ha sido una tarea interesante y agradable, pues me ha permitido valorar de conjunto, en su diálogo y polémica, trabajos que coinciden en su serio escrutinio de la realidad cubana y en su voluntad de encontrar caminos de mejoramiento nacional; por eso en mi lectura me rondaba, insistente, la idea de la pasión por Cuba que permanece, que no hemos perdido, que compartimos, aun desde circunstancias de vida y posiciones muy diferentes y en un contexto global y nacional donde el descomprometimiento con proyectos colectivos ha sido un signo de época. Es también un placer compartir la mesa con los colegas Hiram y Alzugaray, pues creo que nuestros criterios se complementan y cada cual ha destacado aristas disímiles, lo que contribuye a la valoración de este material desde diferentes ángulos.

La solidaridad ciudadana entre todos los integrantes de nuestra sociedad.

Haré una presentación breve y mi mirada no se detendrá en cada texto, pues esa valoración

No puede haber ni desarrollo económico satisfactorio ni libertad sin instituciones adecuadas, fuertes pero no avasalladoras. Las instituciones tienen que ser ante todo legítimas y las fuentes de la legitimidad hay que buscarlas en la historia, en la política, en la legalidad y en la responsabilidad. Y en un permanente diálogo nacional. Las legitimidades adquiridas en determinados momentos históricos pueden ser erosionadas si no se renuevan constantemente. El gobierno tiene que ser del país, argüía Martí, alertando que debe enraizarse en el pueblo, como propone Carlos Manuel. Estos pasos de “actualización del modelo económico” tendrán que estar acompañados en el plano político por medidas sustentadas en:

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particular me haría manifestar mis propias cercanías y disensos, lo que no creo que corresponda hoy. Por otra parte, posicionarse con seriedad y respeto ante cada artículo exige lecturas y relecturas mucho más detenidas y mesuradas que la que he tenido tiempo de hacer. Opto entonces por valorar el conjunto y su significado, desde las primeras y gratas impresiones que me ha causado. Considero que el folleto, y el proceso de creación que le dio origen, se une a una corriente en curso en el país, cuyo foco es ampliar los puntos de observación de la realidad cubana y crear escenarios de confluencia de actores diversos (académicos, políticos, decisores, la sociedad civil) y con ello poner en contacto la multiplicidad de imaginarios y argumentos sobre opciones de cambio posibles de la sociedad cubana, de “mejoramiento humano” me gustaría decir, que esas atalayas diversas permiten avizorar. Me refiero a espacios como la revista Temas y su Último Jueves, Martes de Debate del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el Centro Criterios, sus discusiones y su labor de diseminación de ideas, el Balcón de la Casa del Alba coordinado por FLACSO, el Foro de OAR, la Cofradía de la Negritud y otros, que permiten dar cauce a un movimiento de ideas que cada vez se hace más potente y que está marcado por la multicriterialidad. Tales espacios son expresión del proceso de intensa transformación en que se encuentra la sociedad cubana, cuyas fuentes provienen de la reforma organizada y planificada que lideran las autoridades del país, de la heterogenización social en curso desde los 90s, del recambio generacional natural, así como de disímiles canales de la vida cotidiana (estrategias familiares de sobrevivencia, redes informales, relaciones con la emigración, diversificación de sujetos económicos, proyectos de transformación comunitaria y local, etc.). Son hijos también de una conciencia que se va expandiendo de que tal heterogeneidad porta potenciales de complementación-tensión entre una disimilitud de expectativas, aspiraciones y modelos de sociedad deseados. Estos potenciales, para ser aprovechados positivamente, necesitan hacerse visibles en escenarios compartidos de expresión, contrastación y, eventualmente, cooperación, lo que ha proyectado el tema de la participación social como uno de los centros de atención de las ciencias sociales y la opinión pública. La colección de textos que hoy se presenta nutre esta corriente con su propio sello y marca un hito que será valorado en su justa medida cuando pase el tiempo. En este sentido me referiré, apretadamente, a tres aspectos que me interesa resaltar: a) la diversidad de posiciones que muestra y la relevancia del diálogo en la diferencia; b) el énfasis en el debate de cara a la praxis y la intención propositiva y c) los peligros epistemológicos que se ciernen ante estos debates. En relación con el primer aspecto, percibo la singularidad del folleto en que muestra una diversidad de posiciones (no toda la posible, es obvio) más amplia que la que usualmente recorren nuestras publicaciones y, por ello, ilustra mejor las contradicciones. En la presentación a los textos se clasifica el espectro que recogió la colección en tres posturas (liberalismo, catolicismo y marxismo) y, aunque se entiende esta clasificación como convención, percibo una interrelación mucho más complicada entre las posiciones teóricas y políticas que dialogan, que rompen ese molde estrecho, lo desbordan, entregando un panorama “contaminado”, cuya virtud es permitir visualizar un horizonte con mayores opciones. A pesar de sus diferencias, los autores coinciden en su preocupación sobre el futuro de Cuba y se aprecia un consenso, no siempre explícito, sobre la necesidad de lo que, en rasgos generales, podríamos llamar la modernización del proyecto socioeconómico y político cubano, como parte de su propia viabilidad como nación, en una soberanía irrenunciable. Considero que el tema de la ciudadanía en su plenitud, desde sus aristas económicas, sociales, culturales, jurídicas y políticas, se presenta como un terreno de confluencia y polémica de calidad para dar continuidad a este debate sobre democracia-participación, desconcentración de poder en la sociedad cubana y encauzar nuevas propuestas. Me parece relevante y alentador que autores con diferencias irreconciliables o con propuestas difícilmente armonizables, aceptan “mostrarse juntos”, polemizar sin descalificar, entender al otro y sus argumentos, para oponer un argumento que se considera mejor, más elaborado de cara al

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contexto y la historia. Dialogar tiene verdadero sentido cuando se hace desde la diferencia y es precisamente el respeto por la diferencia lo que permite el diálogo. Practicado con consecuencia, es un ejercicio que exige oír lo que no queremos, concederle una razón al otro, imaginar una posible conexión empática, aceptar el conflicto y la necesidad de dilucidarlo públicamente. Leída de conjunto, la colección es una contribución al fin de la era “de ángeles y demonios”2 y a la multicriterialidad: la elección de caminos es mucho más rica cuando se parte de un repertorio múltiple que no descalifica a priori lo diferente y permite ponderar los méritos e inconvenientes de cada propuesta, las consecuencias de elegir una ruta de cambio u otra, la responsabilidad moral por la decisión. No es desdeñable la diversidad generacional. Junto a analistas de larga data y reconocida obra, se abre un espacio para el pensamiento joven (de 14 autores, 8 nacieron después de 1973). De igual modo, se opina desde dentro y fuera de Cuba. Así, el tiempo en que se ha vivido y las experiencias y lugares desde los cuales se mira y se siente el país nutren la multiplicidad de perspectivas críticas. Lamento la ausencia de mujeres en el conjunto. Supongo que es un hecho fortuito, pero nos privó de oír (leer) las voces de mujeres que han producido una obra afín a estos temas y que, sin pretender legitimar una sociología del punto de vista femenino, me atrevo a decir que suelen aportar al río de ideas énfasis particulares (como llamar la atención sobre las asimetrías de género en la distribución de poder y recursos, la sociopolítica de la vida cotidiana, la democracia en los microespacios, la cultura de paz, entre otros). Coincido con el diagnóstico que hace uno de los autores, sobre el fracaso del socialismo real y del capitalismo en la construcción de una democracia profunda y, a mi juicio, no se trata de un diagnóstico desalentador, sino de una buena noticia: se abre ante nosotros la exigencia histórica, que es a la vez una oportunidad, de innovar, de desmarcarnos de la fuerza de la inercia y de los modelos preestablecidos, del normativismo. En lo que respecta al segundo tema que deseo destacar, el énfasis en el debate de cara a la pra-

xis, se aprecia en las ciencias sociales cubanas un interés cada vez mayor por el compromiso de intervenir en la práctica, en la vida pública, con los riesgos que esto entraña, sin purismos, asumiendo el derecho de colocar su voz y sus propuestas y de debatir con políticos y con la sociedad sobre los rumbos necesarios y posibles de la sociedad cubana. La creación de foros de debate y blogs que abren oportunidades al intercambio y la polémica, el involucramiento en temas de la política social y relacionados con las desigualdades (muy especialmente en las inequidades raciales, de género y territoriales), en comisiones organizadas por las autoridades para asesorar la implementación de la reforma, en proyectos de desarrollo local, de capacitación y acompañamiento a las sociedades civiles y gobiernos municipales, por colocar solo algunos pocos ejemplos, son indicadores de este interés. Ello da cuenta de un proceso de autoconstitución del espacio académico como espacio de ciudadanía y de configuración de un sujeto intelectual público colectivo cubano3 (en el que no solo se incluyen los y las que producen y viven en el país), en cuyo interior se amalgaman y tensionan el necesario pragmatismo económico con la imprescindible racionalidad ética, uno de cuyos signos más alentadores es la asunción de los valores como instrumentos para la definición de los problemas sociales relevantes y el conocimiento como acto de construcción de realidad comprometido con la transformación social4. Encuentro en Pierre Bourdieu y en Edward Said (que no pretendo imponer como referentes para todos) inspiraciones para el momento de compromiso que vivimos. Tomando sus reflexiones sobre el modelo de “intelectual colectivo”5 y acerca del papel de los intelectuales en la esfera pública6 respectivamente, me he armado una especie de decálogo que quiero compartir: La intervención pública de los intelectuales está simultáneamente regida por el compromiso y por la objetividad: debe fundamentar una política de intervención que observe las reglas del campo científico. Capacidad autocrítica como supuesto de partida para toda acción política.

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Superación de la “ceguera escolástica”: del revolucionarismo intelectual y de la radicalidad abstracta sin objeto directo y efecto visible. Contribución a la renovación política, a la producción colectiva de utopías realistas. Apoyo a grupos socialmente activos, portadores de nuevas utopías emancipadoras. Oponer al universalismo superficial -contenido en el dogma del cosmopolitismo de la globalización neoliberal, que preserva el orden existente- un nuevo internacionalismo, que supera la frontera entre el microcosmos académico y el mundo exterior. Aprovechar el potencial emancipador de las plataformas de comunicación disponibles para implicarse en discusiones con públicos cada vez más amplios y presentar puntos de vista alternativos. Intervenir desde una visión no lineal de la historia: asumir la ausencia de toda teleología utópica y contribuir a la invención de metas sobre la base de la hipótesis de una situación mejor a partir de hechos históricos y sociales conocidos. Discernir las posibilidades para la intervención activa, considerando que siempre es posible identificar dialécticamente un problema que no es exclusivo de un grupo, sino comprender que otros grupos tienen algo similar en juego y pueden trabajar en un proyecto común. Construir campos de coexistencia y no campos de batalla, como resultado del trabajo intelectual. Mantener un compromiso que sustente el imperativo teórico de oponerse a la acumulación de poder y capital, que demuestre la necesidad de redistribución de recursos y el valor intelectual de que la paz no puede existir sin igualdad. Finalmente, y solo a manera de titulares y con el ánimo de alentar nuevos debates, me referiré a los peligros epistemológicos que me parece acechan a las tres posturas o, dicho de otra forma, a interrogantes que estas posiciones deberían considerar para mejorar sus propuestas hacia la sociedad cubana: Concentrarse en las diferencias en detrimento de descubrir-construir afinidades y consensos posibles. Identificar las diferencias es un ejercicio imprescindible, polemizar, criticar, pero hay que entrenarse en las cercanías, aunque sean difíciles y aunque a primera vista parezca imposible encontrarlas o que tan solo pueden distinguirse afinidades superficiales, no muy útiles para la acción conjunta. Me explico: considero útil visibilizar aunque sea un primer nivel muy general de coincidencias, a sabiendas de que una vuelta de tuerca más develaría las diferencias ideológicas. Pero solo así se construye verdadero diálogo. Por ejemplo, de esta colección se extraen cuatro coincidencias de posible utilidad práctica para la ampliación de los márgenes democráticos: la visión compartida de que el rescate económico es necesario, pero insuficiente, y en cualquier caso debería estar atravesado por un criterio de justicia social y equidad; la soberanía nacional como elemento innegociable; la centralidad de una renovación de la ciudadanía y su ejercicio; la necesidad de un rediseño institucional de mayor cobertura para la participación popular directa en la toma de decisiones y como garantía de derechos, especialmente en lo que se refiere a instrumentos jurídicos. Cada una de estas afinidades en el qué, entraña un mundo de profundos disensos en el cómo, pero es un comienzo. Repetir la elección dicotomizada en la realización de la justicia social. Los aportes de la experiencia vivida por Cuba (tanto los éxitos como los errores), puestos a la luz de la contemporaneidad, tienen la riqueza de permitirnos evadir respuestas que obligan a elegir entre dos caminos supuestamente excluyentes, que a veces intuyo en algunas posiciones encontradas que se recogen en esta colección, del tipo: pluripartidismo o partido único (como si la esfera política solo fuera la de los partidos); colectivismo o individualismo, derechos sociales o políticos, libertad individual o responsabilidad social (como si la realización de un valor impidiera inexorablemente la expresión

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del otro); mercado o estado, centralización o descentralización, políticas sociales universales o focalizadas (como si cada una de estas estructuras e instrumento no tuvieran ámbitos de aplicación y pertinencia propios). No estamos obligados a encontrar soluciones radicalmente excluyentes, ni caminos únicos, ni respuestas permanentes y eternas. Obviamente, estos pares expresan una relación conflictiva, no se resuelve de manera natural su coexistencia, pero dentro de esa dialéctica hay también complementariedad, combinaciones posibles que flexibilizan y amplían el repertorio de acción y su adaptación a circunstancias y contextos disímiles, que no se ajustan a recetas cerradas ni a soluciones definitivas. Reproducir propuestas de nueva institucionalidad con un diseño vertical y jerárquico y que imagina la sociedad como conjunto estandarizado. La idea de una organización social con arriba y abajo, niveles centrales y de base, escalas de decisión, aun cuando se matice con mecanismos para “construir desde abajo”, generar dispositivos de intercambio entre los niveles de dirección, de control ciudadano de los resultados de las políticas y para dar mayor protagonismo a las bases (¿quién se lo da?, ¿es una concesión de quién?), reproduce de contrabando una institucionalidad con dispositivos de concentración de poder. Es difícil cambiar este modelo político y organizativo conocido y experimentado, donde el punto–momento y el sujeto de la decisión final son claros, y lanzarse a correr el riesgo de la horizontalidad, la deliberación, la agregación de demandas no por superioridad de niveles, sino por consensos y alianzas, pero los avances en la concepción de redes, en la organización y educación popular y las herramientas de gobierno electrónico, están abriendo caminos de articulación diferentes, que permiten una distribución de poder y de capacidad de disposición de recursos desconcentrada y donde eso que hasta hoy llamamos “las bases”, “el ciudadano de a pie”, “lo microcomunitario”, puede autorrepresentarse e intervenir en todo el proceso de gestión hasta la decisión final. Adicionalmente, y no menos relevante, es la necesidad de asumir un diseño de nueva institucionalidad democrática que no repita el error de tomar la sociedad como un todo homogéneo e ignorar las diferentes condiciones de partida y la asimétrica distribución de recursos de que disponen los diferentes grupos sociales (en Cuba especialmente debe considerarse las desventajas socioeconómicas y culturales asociadas a la racialidad, el género, los territorios y las comunidades). Eliminar tales asimetrías y ampliar márgenes democráticos supone una institucionalidad que genere, no oportunidades iguales para todos, que serían aprovechadas por los aventajados de siempre, sino que incorpore un criterio de acceso a bienes, servicios y toma de decisiones basado en un enfoque de políticas públicas de reparación de injusticias históricas y de carácter afirmativo hacia los grupos en desventaja. Dictar normas y construir modelos completos inapelables. Dialogar y someterse a la polémica exige propuestas teóricas y prácticas que se construyen como sistemas abiertos, no como posturas definitivas y mucho menos como conjunto de normas, como modelo cerrado. Las ciencias sociales clásicas y precomplejas se han legitimado como un centro de poder basado en un conocimiento pretendidamente superior, al que debería subordinarse cualquier otro tipo de saber. Esta es una forma de autoritarismo que un conocimiento comprometido con la transformación social debe superar por la vía de la transdisciplina que conecta diferentes disciplinas con el conocimiento popular, la creación artística y otras formas de saber, y saber hacer. Termino aquí mis comentarios y animo a la lectura.

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Notas: 1- Originalmente este no fue un texto escrito, sino solo apuntes para ser dichos. A solicitud de Espacio Laical convierto, aprisa, los apuntes en párrafos hilados, más o menos coherentes. Me disculpo de antemano con los lectores y las lectoras posibles por la involuntariamente descuidada escritura y la insuficiente argumentación de afirmaciones que, en rigor, merecen una explicación más fina. 2- Tomo esta idea de Fernando Martínez Heredia, quien, en una entrevista realizada por Julio César Guanche e Hilario Rosete, y refiriéndose a la conveniencia de conocer la obra de Jorge Mañach, señala la necesidad de “(…) combatir con el uso de nuestras mentes la funesta tendencia a imponer un mundo en blanco y negro, en el que se reparten premios y castigos, un mundo de ángeles y demonios”, en Guanche, J. C. 200. La imaginación contra la norma. Ocho enfoques sobre la República de 1902, Ed. La Memoria, La Habana, p. p.74-75. Creo que esta postura es válida no solo para el pasado, sino también para el debate de ideas en el presente. 3- Quizás mejor decir reconfiguración, porque no se trata de un proceso nuevo, sino revitalizado, en el que lo diferente con respecto a momentos anteriores de la relación entre ciencias sociales y política, es (según mi apreciación) el tránsito desde la concentración en la reflexión crítica a la propuesta de política pública; un mayor protagonismo de los y las cientistas sociales jóvenes; una relación no tan formal con la institucionalidad establecida que anteriormente fue el vehículo exclusivo del diálogo pensamiento social- decisores; una mayor preocupación por incluir a la sociedad civil en los debates y mayores vínculos entre ciencias sociales y otras zonas de la producción de ideas (el arte, la literatura, el activismo social). 4- Esta postura acerca del conocimiento como acto de construcción de realidad comprometido con la transformación social la argumenta Hugo Zemelman en “Conocimiento y conciencia. Verdad y elección” en Osorio, J. y Westein, L. (editores) El corazón del Arco Iris: Lecturas sobre Nuevos Paradigmas en Educación y Desarrollo, CEAAL, Santiago de Chile, 1993 5- Ver Bourdieu, P. 2003 “La internacional de los intelectuales: la ciencia como profesión, la política como compromiso: por una nueva división del trabajo político”, en Criterios, La Habana. No. 34, pp. 161-166. 6- Said, E. 2003 “El papel público de los escritores y los intelectuales”, en Criterios, Idem, pp. 161-166.

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DIÁLOGO POSTERIOR.

EN DIÁLOGO 4-2012

Intercambio realizado después del primer panel. Ocuparon puestos en la mesa presidencial Julio César Guanche, Dmitri Prieto Samsónov, Mario Castillo, Julio Antonio Fernández Estrada, Ovidio D’Angelo, Roberto Veiga y monseñor Carlos Manuel de Céspedes, todos ellos autores de textos incluidos en la compilación Por un consenso para la democracia. Actuó como moderador Lenier González, vice editor de Espacio Laical. Félix Guerra, poeta y periodista. Yo me siento realmente satisfecho, en una velada como la de hoy, porque los compañeros del Socialismo Participativo y Democrático (SPD), como decía el compañero de allá detrás, arrasaron en el concurso. Mis felicitaciones para ellos. Creo que esto que estamos haciendo aquí, como decía la compañera Mayra Espina, es algo que tiene muy pocos antecedentes. Hace poco se celebró la reunión anual del Observatorio Crítico, que tiene otro nombre, pero yo no recuerdo. Allí se discutió, durante un par de días… Yo participé por segunda vez en estas reuniones… Dije que yo creía que en Cuba, nunca, en ningún tiempo, a lo mejor me equivoco, se habían reunido, como allí, martianos, comunistas, marxistas, parece la misma cosa, pero hay sus pequeñas diferencias a veces, socialistas, anarquistas, trotskistas y librepensadores. Parece algo de nuestra época. Es algo realmente inédito, o casi inédito si hay algún antecedente, y descomunal en el terreno de la ideología. Precisamente se hablaba de ideología. Además, allí habían ese día católicos, y habían otras denominaciones, pero yo no los conozco a todos ni los recuerdo a todos, porque estaba, por ejemplo, Dmitri, que es de una rara orientación orientalista ortodoxa, estaba Félix Sautié, católico, y otros. Hoy se habló de democracia. Yo no he leído nunca nada donde diga que todas esas vertientes se reúnen para discutir, amistosamente, un tema como la ideología. Yo tampoco he visto en otros lares, ni aquí en Cuba, donde nos reunamos todas esas tendencias, todas esas formas de ver el mundo, para discutir un problema que es Cuba. Además, otra cosa importante. Es primera vez, creo yo, en un país donde se intenta o se ha intentado construir el socialismo, en medio de la batalla se reúnen todas esas formas de pensamiento para ver cómo logramos enderezar el rumbo, para ver cómo todas esas fuerzas pueden coaligarse en una función: salvar a Cuba, salvar la patria. Es descomunal, es increíble. Yo creo que apunta a los nuevos tiempos, donde no solo superaremos los prejuicios, las convenciones y las limitaciones tradicionales entre ideologías, religiones, tendencias a formas de ver el mundo… sino, que si todo esto resulta, puede ser el camino hacia un socialismo verdaderamente humanista, que recoja toda la tradición de la historia desde lo más antiguo, pasando por Cristo, pasando por Marx, pasando por Teresa de Calcuta, pasando por todos los que ahora no puedo nombrar, porque además, no los tengo en la memoria, y entonces tengamos una revolución, y tengamos un socialismo y la posibilidad si nos lo deja el mundo, es decir, que no

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se destruya ante las calamidades que suceden, de construir una sociedad que no tiene que llamarse ni de una forma ni de otra, porque yo pienso que los hombres también crean sus estereotipos, sus prejuicios, y crean también sus pasiones y sus fanatismos. Una sociedad que sea la sociedad que no han logrado nunca los seres humanos en ningún país, en ninguna época; es decir, con verdadera igualdad y sin ningún tipo de discriminación (religiosa, sexual, ideológica, política…). Creo que esa es una de las características de este diálogo. Hacer este diálogo inédito, en una situación inédita, que puede cambiar para muchos la historia. Reinaldo Escobar, periodista independiente. Quiero felicitar a las personas que hicieron este libro, no me gusta llamarle folleto, me parece despectivo, por la inclusión de ideas, por la diversidad de posiciones y si me permito hacer un señalamiento sería: yo pienso que este diálogo, como decía la doctora anteriormente, es un diálogo cuando se están incluyendo ideas diferentes. Si bien es cierto que en este diálogo hay una notable diferencia entre las maneras de pensar, creo que esa amplitud de miras tendría que llevarse un poco más lejos en un sentido y en otro sentido. Creo que el diálogo debe ir también con las autoridades, con las personas que piensan que el socialismo es irreversible e inmodificable, con esas personas hay que dialogar también. Y también hay que dialogar con las personas que no tienen ninguna intención de modernizar, sino lo que pretenden es demoler el sistema. Creo que todos deben estar incluidos en el diálogo. Pedro Campos, politólogo. No tuve la oportunidad y quería agradecer a Espacio Laical por el premio y decir que más que un premio personal lo considero un premio a un grupo de ideas de un grupo de compañeros que venimos hace tiempo trabajando acerca de nuevas concepciones del socialismo con un criterio más democrático y participativo. Por otra parte, quiero felicitar a Espacio Laical por esta iniciativa de publicar este texto. Algunas cosas las habíamos leído anteriormente. Creo que es una contribución muy importante a la situación actual que vive Cuba y me parece que es un esfuerzo que de alguna manera debe continuarse por otras vías, en la línea que se ha hablado aquí. Tengo un tema que quisiera que los compañeros del panel tocaran cuando hablaran, si fuera posible. Ya se ha tocado por otros compañeros que intervinieron anteriormente, pero que a mí me resulta muy importante y es el concepto de democracia, democracia participativa, democracia deliberativa y algo que no oí: democracia decisoria. Pero bueno, yo tengo el concepto que la participación no es participar y hablar y opinar, es participar en la toma de decisiones, y la variante deliberativa tiene sentido si además de deliberar puedo decidir, porque si yo participo, doy opiniones y después decide otra persona por mí, pues no sé el sentido democrático dónde queda. La democracia es muy clara, la palabra lo dice, y es muy antigua: demo, de pueblo; cracia, de poder: es el poder del pueblo. Y para que haya poder del pueblo tiene que haber decisiones del pueblo, de cada uno de los que formamos el pueblo. Yo quisiera, por favor, que cuando los compañeros intervinieran trataran ese aspecto de la democracia participativa, decisoria, deliberativa; la verdadera democracia cuál sería… Muchas gracias. Orlando Freire Santana, economista. Gracias a la revista Espacio Laical por haberme invitado. Quiero hablar de un aspecto que está en la Constitución y es lo referido a la existencia de los partidos políticos. Es un asunto importante. El hecho de que haya muchos partidos políticos necesariamente no garantiza la democracia, sino que la democracia necesita también los derechos de acceso al trabajo, acceso a la seguridad social…, o sea, todos esos derechos sociales. Considero que pudiera haber democracia… Por ejemplo, me gustaría mucho saber qué pasaría en el caso cubano si no existiera el Partido. O sea, la experiencia del Poder Popular en Cuba sin la existencia del Partido, porque de lo que sí estoy plenamente convencido es que con la existencia del Partido único no hay democracia. Porque aunque se diga que el Partido único no participa en las elecciones, el Partido único siempre está presente, y está presente en el trabajo que (hablando vulgarmente) hacen por la izquierda los núcleos zonales en las asambleas de nominación de candidatos, y está

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presente en los plenos del Comité Central. Qué casualidad que cuando hay una Asamblea Nacional, dos días antes se hace un pleno del Comité Central del Partido. O sea, que el Partido siempre está presente, aunque diga que no está presente. Mi criterio es que sería muy interesante la experiencia cubana, a ver qué podía pasar en Cuba y si podíamos llegar a la democracia sin la existencia de un partido, y más un partido tan ideologizado como el Partido Comunista de Cuba. Dmitri Prieto Samsónov, sociólogo. Doy las gracias a las personas que acaban de hacer su intervención. Pedí permiso para ser el primero en hablar porque lamentablemente no voy a poder estar mucho tiempo aquí compartiendo con ustedes. Quería hacer algunos razonamientos de algún modo inspirados por las personas que hablaron. Estoy completamente de acuerdo con eso que dice Félix Guerra, de esta gran pluralidad, que es muy bueno que se reúnan y compartan sus criterios, pero por otra parte Reinaldo Escobar tiene toda la razón, porque es verdad que faltan elementos, fragmentos, segmentos del espectro político que son los que al final nosotros aspiramos a que participen en este diálogo. Pero más que eso yo quisiera decir otra cosa, que también tiene que ver con lo que habló Pedro Campos y con lo que acaba de decir Orlando Freire. O sea, qué nosotros entendemos por democracia y sobre todo qué cosa es el demo de esa democracia, o sea, el sujeto colectivo, esa multitud que participa, que delibera, que decide y que después actúa además, para que la administración pueda funcionar y sobre todo para que las decisiones sean eficaces. Aquí yo necesito poner los pies en la tierra, porque estamos en Cuba y a mí me asusta grandemente que aquí haya otro gran ausente que no son las autoridades, que no son los disidentes, no son estos segmentos alternativos del espectro político, sino que es el mundo de vida popular que es básicamente toda esa gente que nosotros vemos a nuestro alrededor si salimos de acá, del Centro Félix Varela, y caminamos por La Habana Vieja. No voy a extenderme sobre el tema; además, estoy seguro de que no soy indispensable para hablar de este tema. Además, aquí hay colegas que pueden hablar de ese tema y esto es como una especie de devolución de la pelota hacia el público. O sea, yo los invito a ustedes a que piensen

en eso… Hay un texto que escribí hace un tiempo, también publicado en Espacio Laical, que trata sobre mi tesis en esos asuntos del mundo de vida popular… Por último, quisiera participar con mis sentimientos acerca de lo que decía la doctora Mayra Espina acerca de la necesidad imperiosa de involucrar a las mujeres, que esto deje de ser un ambiente tremendamente androcéntrico, que sea un ambiente más feminista y también más multirracial, multicultural en todos los sentidos que estas palabras implican, como decía también Tato Quiñones, con quien compartimos al principio antes de empezar este encuentro. Gracias. Roberto Veiga, editor de Espacio Laical. Yo pienso, como decía Pedro Campos, que es importante plantearnos la cuestión de la democracia participativa, la cuestión de la democracia deliberativa, la cuestión de la decisión, de dónde se toman las decisiones. Me parece que hay bastante consenso en Cuba acerca de esos temas, que el gran desafío que tenemos es diseñar las estructuras y llegar a acuerdos acerca de las estructuras que debe tener el Estado, de los mecanismos que debe tener el Estado, de las estructuras y los mecanismos que debe tener la sociedad, de todas las garantías que debe tener la libertad política para que esto sea posible. Es un gran reto que tenemos y que ojalá podamos seguir encaminando nuestras reflexiones por esos senderos. En cuanto a lo que decía Orlando Freire, yo no pienso que haya que despolitizar el quehacer del Estado. Por supuesto que el Estado puede estar incluido con criterios políticos en el sentido clásico del término, su aporte va despojado de política y por lo tanto no tenemos que privar de hacer política a aquellas personas que porque tienen un criterio similar se agrupan. Lo que quizás el actual partido no pueda actuar por encima del Estado y la sociedad y deba, además, haber otros partidos políticos, aunque tampoco tienen por qué ser los partidos políticos la única forma de asociación y representación política de la ciudadanía. Pero yo estaría de acuerdo en reducir, limitar el carácter jurídico que tiene el actual partico único y en facilitar la creación de otras fuerzas políticas siempre y cuando sean responsables, cubanas, patrióticas, decentes. Ovidio D’Angelo, sociólogo. Quisiera referirme a tres cuestiones que se han planteado de manera muy breve, porque algunas las toqué en

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el trabajo de manera más extensa y me voy a referir a este último tema que se planteó por Pedro Campos y por Orlando Freire. No tengo respuestas. Creo que lo que tenemos es que interrogarnos acerca de lo que no está funcionando y cómo deberíamos tratar de encaminar un funcionamiento que sea más integral, que abarque todas las posiciones, que todas las opiniones estén presentes y que tenga una amplitud horizontal en todos los sectores de la sociedad, no solo en los que estamos representados aquí, que somos parte de esos sectores, como decía Dmitri Prieto, pero no somos todos. Eso requeriría un diseño de otros espacios también. Estoy de acuerdo con Veiga en que no es posible, aunque se quisiera, despolitizar el Estado, y creo que el reto está en cómo lograr la emergencia de posiciones que, como él decía, con un sentido patriótico, responsable, pudieran aportar al desarrollo de la ciudadanía democrática. Quizás en un futuro no tengan que llamarse partidos políticos, a lo mejor son también movimientos sociales, algo que está muy en boga en diferentes regiones, y también, por qué no, partidos políticos. Yo creo que una cuestión que tenemos que analizar muy seriamente, no solo con respecto al partido único, sino en realidad con todos los partidos, es el estado de burocratización progresiva que se produce en la práctica de algunos de estos modelos de partido y que también rutinizan y burocratizan todo el sistema social, desde la concepción electoralista a las prácticas de votación y de elección. Yo creo que en este sentido hay más interrogantes que propuestas y lo que sí me parece es que debemos dar suficientes espacios como para que vayan emergiendo, construyéndose, posiciones, vayan articulándose. Estoy muy de acuerdo con lo que planteó Mayra Espina acerca de la innovación y la modernización. Por las características propias de nuestra historia, que hemos pasado de un poder muy centralizado, muy verticalista, muy autoritario a un proceso de cierta incertidumbre en que todavía se mantiene el control del aparato estatal y partidista de manera muy fuerte, a un proceso abierto, posible, o más cerrado, ¿quién sabe? La certidumbre en esto no es fácil de determinar, pero creo que a la larga se impondrá un espacio de amplitud, de participación posible, porque ya tenemos una historia, no solo la nuestra de 50 años de socialismo cubano, sino de socialismo real que también hubo y, en este sentido fue fallido en cuanto al tema de la participación. Considero que sí, que efectivamente, la deliberación es un paso inicial importante, pero no nos podemos… Tuvimos un proceso de deliberación, tuvimos un proceso en la discusión de los Lineamientos…, pero no tuvimos un proceso de decisión y de control de las decisiones que puede a veces ser directo, un espacio más inmediato, o puede ser a través de representantes. Si es a través de representantes, tienen que ser representantes sometidos al control, al escrutinio popular. En ese sentido también estoy de acuerdo con Veiga, y Julio César Guanche lo ha planteado también en sus trabajos, la necesidad de buscar nuevas formas de institucionalidad democrática que garanticen la participación, la decisión, el control, a todos los niveles de la sociedad con un poder, que yo le llamaría popular en el sentido más amplio, pero que no es el Poder Popular actual que todavía está muy restringido a normativas y formas burocráticas. Julio Antonio Fernández Estrada, jurista. Solamente quisiera decir que cuando yo pienso en la democracia, trato que no sea solo el procedimiento democrático, solo como una forma de gobierno, sino tratar de buscar algún tipo de elemento que nos permite tener todo esto controlado todo el tiempo. Y lo que siempre me llama la atención es la soberanía popular. Trato de enfocar toda la atención en la soberanía popular, mantener y analizar la soberanía popular, y para eso hace falta que la democracia sea constante desde el momento mismo de la creación de soberanía hasta el momento de la decisión política y después de la decisión política el control sobre esta decisión. Por lo tanto, si va a ser deliberativa, la deliberación tendrá que ser constante en todo ese procedimiento. No se puede agotar la deliberación porque hace falta una constante presencia del estado de derecho, es decir, un ambiente democrático es también un ambiente de justicia, la práctica democrática es también la democracia todo el tiempo, que el régimen educativo, por ejemplo, sea democrático, que las prácticas económicas sean democráticas; que las relaciones sociales estén presididas por la ley, en el sentido republicano. La democracia no puede ser, creo yo, vista en cada uno de los compartimientos legales por separado, reñidos con la soberanía popular, trato de buscar mecanismos políticos, jurídicos, sociales, culturales, en general, de horizontalidad, igualdad, equidad,

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inclusión, pero también de una participación constante que yo, institucionalmente además, trato de presentar, que no se agoten en la creación activa, sino también en el control. Formas diversas de institucionalidad política y jurídica que permitan que el pueblo tenga el control en las manos y cuando decimos pueblo es porque la democracia como la pensamos ahora muchos de nosotros, no puede ser vista como el espacio particular del demos en la época de la democracia griega donde era un término históricamente muy particular para un entorno socioclasista particular en el que ahora nosotros tenemos que hacer una labor mucho más sabia, mucho más inclusiva… Julio César Guanche, ensayista. La democracia en mi opinión o al menos, como yo la veo, no es solo ese régimen político que se dibuja de una manera específica en un trabajo de comunicadores, sino es eso pero es también un movimiento, un movimiento procesual, de proceso, hacia la interdependencia de los derechos, es decir, que se necesitan uno a otro, que se tengan que fundar mutuamente y, para decirlo de un modo más claro, con palabras mucho más manejadas, que sea un movimiento que construya igualdad y que la reciprocidad en la igualdad sea la libertad que podamos disfrutar. Por eso es que creo que el diálogo y la deliberación son útiles, son necesarios, cuando no son manipulables, y no son manipulables o son poderosos más bien, no manipulables, allí donde se dan entre sujetos iguales. Por eso no les interesa tanto el principio de la igualdad social, el principio de la igualdad material, o el principio de la igualdad política. Somos iguales y tenemos que construirnos como iguales. Eso lleva procesos políticos, procesos sociales, procesos de constituciones, procesos jurídicos, una gran gama de procesos que no nos hace iguales la ley, aunque lo diga, sino que nos construye como iguales. Y cuando somos iguales sí podemos dialogar y podemos deliberar, y podemos deliberar para decidir y podemos deliberar para modificar nuestras circunstancias. Por eso no creo que sea necesario poner como antagonismos democracia participativa, democracia representativa, democracia deliberativa en función de otro tipo de democracia, sino que son mecanismos que si comparten este criterio

de construcción de derechos de construcción de igualdades y de construcción de libertades, me parece que contribuyen a este horizonte. Y si tuviera que reducirlo, creo que defendería tres grandes movimientos de la democracia desde una óptica que no participa o no tiene por qué comprometerse con uno solo de estos valores, sino que tiene que ser un movimiento hacia la plena universalización de la ciudadanía. Todos tenemos que ser efectivamente ciudadanos, tenemos que democratizar las condiciones de la existencia, o sea, las condiciones que nos hacen vivir tienen que estar democratizadas para que todos podamos vivir, todos podamos tener una vida cotidiana y tener una vida política en función de las condiciones materiales en las cuales nos desenvolvemos, sobre las cuales tenemos control, imprescindible, y tercero, la ciudadanización del Estado, que sería por dos grandes líneas: una, por controlar toda la actividad pública, esto que Alzugaray mencionaba, disputar todo tipo de actividad en capacidades institucionales, políticas, sociales, materiales, de disputar decisiones, pero también de crearlas, no solo darlas por hechas y disputar las hechas sino participar del proceso de la creación de la decisión. Yo creo que esto es fundamental y de ese modo entonces, siendo una ciudadanía universalizada, democratizando las condiciones de existencia y controlando y produciendo política me parece que se hace un nivel de democracia que podamos defender mucho. Creo que hay un valor muy defendible dentro de la democracia que es el pluralismo, sin el cual no hay democracia y el valor de pluralismo requiere representación múltiple de intereses, requiere representación múltiple de la soberanía popular, que ya lo hablaba Julio Antonio Fernández, y en ese sentido hay que lograr muchas formas de hacerlo, no se puede monopolizar la representación política, hay que hacerlo desde muchos lugares distintos. Mayra Espina hablaba en momentos de crear actores múltiples, sin un centro que todo lo traduzca, que todo lo sintetiza y que todo lo reconcentra en un único polo, en un único lugar. Creo que la existencia plural, diversa, de actores, de colectivos, de situaciones, es fundamental para democratizar también la capacidad de representación de in-

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tereses sociales. También ese principio que aquí tuvo su momento en la Constitución de 1976, que era la unidad de poder, que después se desapareció como palabra, como término, en la reforma de 1992, creo que tiene que ser muy repensada y superada, y la práctica internacional va por otro lugar, habla de funciones del Estado, poder público, con autonomía e independencia entre sí, me parece que eso también participa de la desconcentración de la representación, de la democratización de la representación, que no es solo la representación política en términos de votación, sino representación de intereses sociales y en ese sentido me parece que también tenemos mucho que aprender de otras creencias institucionales y de otras creencias políticas que buscan un Estado que sea fuerte para lo que tiene que hacer como Estado, para, por ejemplo, abordar todas las grandes tareas de justicia social que tiene que hacer como Estado, pero que tampoco pueda tomar y monopolizar como Estado todo lo que la sociedad también tiene que hacer y tiene que compartir con una esfera pública en la cual el Estado no es el único actor de la construcción política. Gracias. Mario Castillo, ensayista. Es un gusto estar acá y que ese pequeño gesto, el de Martí y el Partido Revolucionario Cubano haya aparecido en ese dossier, para mí es un gusto. Desde el espíritu de ese texto decir que ese texto forma parte de un pequeño esfuerzo que estamos haciendo por llevar a cabo una reconstrucción de la historia popular cubana desde el punto de vista de las experiencias organizativas que ha generado la sociedad cubana, la gente sin historia, como decía Juan Pérez de la Riva, son los eternos olvidados de siempre por las grandes historias, por las grandes teorías. Ese texto se ha propuesto ver el fondo de experiencia con que contamos para afrontar el futuro. El fondo de posibilidades que se gestaron en la historia de nuestro país, que se están perdiendo y que nos dejan ante una desnudez que no es natural, no algo resultado de nuestra historia sino que es una desnudez producida por el presente que estamos viviendo. Y por ahí fue la contribución. Por otro lado, de ese texto también se desprende una intención que está subyacente, que es llamar la atención de las potencialidades de la historia para activar sentidos de futuros posibles y no ser acusados de utópicos, sino ser acusados de gente aterrizada en la tierra, aterrizada en el presente y en el pasado de la historia de Cuba para de ahí proyectarnos. Y llamar la atención sobre los efectos, o uno de los efectos que tiene la llamada despolitización, que generalmente se mira y se estudia la despolitización como el desinterés por lo que ocurre a nivel público, el desinterés por las cuestiones colectivas de un país, pero también en ese texto hay un llamado de atención sobre una versión de la despolitización que es la pérdida de la capacidad de aprender a organizarse, la pérdida de la capacidad de tomar experiencias y replantearse de nuevo el presente, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. Y llamar la atención sobre esa dimensión de la despolitización que es bien micro, se pasa generalmente por alto a la hora de los grandes análisis, pero es una cuestión fundamental, porque muchas veces la gente sí quiere organizarse, el problema es que ha perdido la visión de qué es lo que está ocurriendo cuando nos organizamos. Generalmente, lo que más ocurre es que reproducimos lo peor de lo social que estamos viviendo. Y, peor aún que eso es que perdemos la capacidad de generar análisis de qué está pasando en el momento en que nos estamos organizando. Y eso es una cuestión que me parece bien micro, pero que influye y está ahí presente a la hora en que ocurren las grandes cosas. Por otro lado, en ese texto está un llamado de atención sobre la forma en que a nivel popular la sociedad cubana, el pueblo cubano, se apropió de lo que hizo por sí mismo, de su propia gesta. Hace poco estaba leyendo de nuevo la entrevista que le hizo Pablo de la Torriente Brau a Lino Fernández que fue, digamos, la gran figura del Realengo 18, donde Pablo de la Torriente le preguntaba contra quién luchaban ellos, ¿contra el Estado?, como una pregunta que se desprendía lógicamente. Y Lino Fernández le dijo: No, el Estado somos nosotros, cómo vamos a luchar contra nosotros mismos. A mí eso me parece una respuesta gigantesca y creo que nuestras Ciencias Sociales no han estado a la altura del problema que plantea esa respuesta de Lino Fernández. Es decir, si el Estado somos nosotros, entonces, ¿qué implicó eso en la historia de Cuba? Que nosotros, pueblo cubano, por

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nuestra propia soberanía, reconstruimos lo peor de cualquier Estado, o es que, al revés, nosotros como pueblo cubano tenemos toda la libertad del mundo para construir el Estado que queramos. Entonces por ahí, me parece que estos son algunos temas con los que puede contribuir ese esfuerzo por reconstruir una historia de la cultura política popular y la institucionalidad popular que había existido en Cuba en los últimos años. Muchas gracias. Rodrigo Espina, sociólogo. Bueno, las felicitaciones y las gracias. Ya todos lo han dicho y yo me sumo. Leyendo la fecha de los artículos, porque ahora uno lo ve todo como un conjunto, hasta la página 70, son de los años 2008 y 2009, después viene el de Mario Castillo, que es del 2010, y los últimos son ya de enero 2012. Pero como todos tienen una propuesta de cambio, de modificación, de actualización, me gustaría saber si los autores han visto cambios en dirección que ellos proponen o en otra dirección que pueda ser como una respuesta de aceptación, de debate en relación con la política, la economía… en relación con Cuba. Gracias. Pedro Machín, licenciado en Ciencias Históricas. Quiero reiterar lo que han dicho ya otros compañeros sobre felicitar a los organizadores de este espacio, que se debe luchar para que este espacio se amplíe… Creo que hay mucha gente en nuestro país que necesita debatir, está ávida de debate, de dar sus opiniones, de dar sus criterios, y creo que eso es conveniente para todos. No he podido leer el folleto, pero sí la parte de resumen en la contraportada, quería referirme a lo que ya se ha estado debatiendo. Aquí en lo que dice: “… la pertinencia de implementar un régimen multipartidista en el país”. Me hubiera gustado que dijera: “…la pertinencia o no…”, para hacerlo más abierto, más democrático. Yo soy del criterio de que para bien o para mal, en el año 1959 la Revolución acabó con los partidos políticos. Si nosotros vamos a la actualidad y a la modernización de la actualidad, vemos que en el mundo los partidos políticos van perdiendo credibilidad amplia, vemos organizaciones sociales creadas desde las bases de los estudiantes, trabajadores, luchando por sus derechos, en todas partes. Vemos por ejemplo un país, que lo

tenemos ya cercano, como Bolivia, cómo un presidente ha logrado gobernar con la participación de los movimientos sociales y cómo en decisiones que han tomado, han llegado los movimientos sociales, han protestado y han tenido la valentía de cambiar esa decisión. Yo creo que son ejemplos que debemos tomar para bien. Creo que nosotros, si tenemos un partido, tiene que ser, ante todo, un partido netamente o de base martiana. Martí, que creó un partido para la independencia, planteó que con la independencia el partido construiría la República, no la gobernaría. Y creo que esa tiene que ser la base, o sea, este partido que tiene que ser de todos, que represente a todos, un partido de base martiana, que puede ser marxista también. La democracia cubana tiene que apoyarse en todas las organizaciones sociales que existen, darles participación. Son muchas, hay un catálogo enorme de organizaciones sociales inscritas; pero a la hora de la participación, están cerradas. Hablando claro. No hay que filosofar mucho: los elementos están, las bases, están, lo que hay es que, precisamente, darle la vía para que con nuestras posibilidades poder lograr la verdadera democracia que necesitamos todos. Eduardo Vilaboy, asesor jurídico. Doy gracias por la invitación que me hicieron. Lo que quiero es plantear un problema que me preocupa mucho como jurista y es el desconocimiento, tanto político como jurídico, que tiene el pueblo cubano hoy. Con mi cargo de asesor jurídico, tengo la oportunidad de moverme en centros donde prácticamente soy el único jurista, no hay más. Me muevo entre ingenieros, albañiles, técnicos… pero no entre juristas y existe un gran desconocimiento jurídico y no creo que haya posibilidad de democracia sin conocimientos jurídicos, sin conocimientos políticos. No puede pasar que yo no conozca mis derechos y, por ejemplo, mi director me exige que me quede más allá de las cinco y yo no sepa decirle: no, eso es voluntario; eso es si yo quiero, si yo determino bajo los criterios que da el código de trabajo que son obligatorios. No puede existir democracia, no puede existir libertad sin conocimientos. No lo digo yo, lo dijo José Martí. Entonces, creo que lo primero que debería hacer este Estado es darle conocimientos a un pueblo sumamente inculto en esta rama.

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Carlos Alzugaray, politólogo. Cuatro reflexiones al calor de lo que se ha estado diciendo aquí. Tengo una visión distinta a algo que decía una persona que me precedió. Yo creo que los partidos políticos en Cuba fueron muriendo poco a poco, de muerte natural y por incapacidad. Soy nieto de un conservador, de un dirigente del Partido Conservador cubano, de la década del 20, dirigente, además, del movimiento de Veteranos y Patriotas e hijo de un destacado miembro del Partido Auténtico y posteriormente fundador del Partido Ortodoxo. Es decir, vengo de una experiencia política, que se vivía en mi casa, y francamente, cuando triunfó la Revolución, me uní al partido de la Revolución, y los demás partidos no existían. Creo que en general el pueblo cubano estaba cansado de un sistema pluripartidista que no funcionaba, y la prueba es que Batista le dio una patada a la lata y ahí se acabó todo. No hubo capacidad de respuesta de los partidos políticos ante una… Y eso que se habían tenido tres elecciones supuestamente normales; sin embargo, no pasó nada. El sistema estaba tan corrupto… Yo creo que los partidos políticos en Cuba desaparecieron y se creó un partido único. Y tiene esa legitimidad, de haber salido históricamente de un proceso que llevó a esa situación. Eso hay que tenerlo en cuenta. No se puede lanzar por la borda esa tradición histórica que nos marca. Yo he utilizado el término de democracia deliberativa. Lo que ha pensado la gente que ha investigado esto y que lo ha practicado en algunos lugares, como en Brasil, en Suecia… Por supuesto deliberar sobre cada decisión, pero por lo menos de decisiones importantes sí tiene que haber una deliberación. Y, por supuesto, cabría aquí la idea de que dentro de la Cuba de hoy tiene que haber una deliberación inevitablemente sobre cómo materializar ese país que queremos. Para mí hay cuatro cosas fundamentales: soberanía nacional, justicia social, una economía viable (que no la tenemos hoy en día. Obviamente de eso se está tratando en la actualización del modelo), y un sistema político de gobierno que empodere al pueblo. Esto me lleva a la última reflexión. El modelo de democracia deliberativa significa deliberar sobre las decisiones y controlar las decisiones, y deliberar sobre cómo las decisiones se van afirmando. Eso es lo que plantea el poder. Se está experimentando en el mundo, pero es una experiencia que vale la pena estudiar y ver si es aplicable a Cuba. Finalmente, un tema que no se ha tocado aquí hoy. Creo que para que haya democracia tiene que haber información. Un pueblo no puede ejercer la ciudadanía si no tiene acceso a lo que pasa. Puede haber cosas secretas, y, por cierto, el presidente dijo en un discurso que habían muy pocas cosas secretas, con lo cual yo creo que lo que nos estaba diciendo a los ciudadanos: no le admitan a nadie que les diga que no te pueden decir por qué es una cosa, o cuál es la razón de la medida. Pero, por supuesto, esa brecha no se ha roto. Seguimos teniendo el problema de que cuando uno se enfrenta a una decisión que uno considera injusta, arbitraria, de un aparato burocrático, de un dirigente, simplemente te dicen: no te puedo dar toda la información, porque imagínate, el enemigo… Creo que esa brecha hay que romperla. Voy a poner un ejemplo de hoy. ¿Por qué no tuvimos electricidad durante horas en casi toda Cuba? La explicación que ha dado la Unión Eléctrica es… ¿Por qué algo que se rompió entre Camagüey y Ciego de Ávila afectó a La Habana, a Pinar de Río…? Y obviamente, cuando te dicen, en el mismo comunicado, que se va a resolver el problema porque van a entrar en funcionamiento las centrales tal, tal y más cual, obviamente… Por otra parte está el papel que debe jugar la prensa. Es uno de los problemas… ¿Cómo la prensa resuelve ese problema? ¿Cómo informa? Porque debería haber un periodista que hiciera una investigación y publicara algo sobre qué pasó. No el escueto comunicado de la Unión Eléctrica. Que yo los respeto y los admiro. Deben haber pasado… Yo pensaba anoche, en medio del gran apagón, ¿cómo estarán resolviendo el problema? Probablemente haya muchos funcionarios, trabajadores y dirigentes de la Unión Eléctrica que pasaron una mala noche, que hasta quizás pusieron en peli-

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gro sus vidas para resolver el problema. Pero no tenemos una información. Y por supuesto, una ciudadanía necesita una información. Esos, para mí, son algunos elementos del país que queremos construir. Una pregunta a alguno de los del panel, no espero que todos me respondan: cuando hablamos de socialismo, ¿a qué nos referimos? Cuando empezamos este largo camino, en 1959, lo que queríamos era una sociedad más justa. Yo no sabía si iba a ser socialista, y yo he visto mucho socialismo en el camino, de todo tipo, definido por los socialistas y definido por los socialdemócratas. Mucha gente te dice, pero Suecia es socialista. En Suecia hay elementos del socialismo. Yo me pregunto: ¿nada más que hay una forma socialista? ¿Cómo definimos el socialismo? Para mí lo fundamental es una sociedad justa, que tenga justicia, donde nadie sea víctima del mercado o del Estado o de lo que sea, pero que sea justa. Esa para mí sería… y puedo ponerle cualquier rótulo: socialismo, capitalismo, no sé, economía social de mercado, economía socialista de mercado, porque siempre estamos hablando por supuesto de la economía, pero, hay consideraciones políticas que tienen que ver con la construcción del socialismo. -Luis Emilio Aybar, estudiante universitario. Yo tenía una pregunta, pero tenía que ser precedida por una reflexión. No me he leído el libro completo. Si acaso habré consultado por los informativos que mandan por correo uno o dos de los textos que hay aquí. No sé si el texto aborda de alguna manera, a la hora de hablar de la democracia, la relación entre economía y política. O sea, la sinergia entre la economía y la política. Y yo lo traigo a colación porque hay una tesis que dice que el capital subvierte la democracia. Hay varios ejemplos que dicen, de alguna manera, que así es, en el mundo, en la historia, en los últimos tiempos, incluso. Ahora se me ocurre que, en determinado momento, según los indicadores económicos que no estaban funcionando en el capitalismo de Estado europeo-norteamericano de la primera mitad del siglo XX, hizo falta cambiar un modelo neoliberal. Se cambió y, en muchos países, eso se hizo a base de una dictadura. Solo el neoliberalismo se impuso porque la democracia se fue por el caño. Si no no

se hubiera impuesto, porque el neoliberalismo implicaba muchas conquistas sociales: la reducción del estado de bienestar, etc, y la gente no iba a estar de acuerdo. En muchos lugares del mundo eso fue posible por la dictadura. El caso de Pinochet, en Chile, es clásico. Otros ejemplos, quizás pudieran ser lo mismo que está pasando ahora en Europa, que hay determinados indicadores económicos que no están funcionando, eso según las interpretaciones actuales de la economía de los más importantes economistas del capitalismo implica reducción de déficits, que el Estado se retire del gasto público, un conjunto de cosas… Mucha gente no está de acuerdo, sin embargo se está haciendo. Por ejemplo, en Brasil hubo una polémica tremenda porque no querían que se introdujeran los transgénicos; mucha gente estuvo en contra. De todas formas, los transgénicos se introdujeron. Ahora mismo en Sudamérica hay un contexto de integración entre los países, a pesar de sus diferencias ideológicas, y obedece en gran medida al momento que vive América Latina y el contexto del sistema mundo-sistema capitalista y el momento económico que vive y, a pesar de las diferencias ideológicas, se están dando varios pasos hacia la integración económica, a pesar de que incluso, en algunos de esos países, sobre todo los que han tenido vocación más socialista, hay personas que han estado a favor de muchas de las medidas que ha implicado esa integración. Traigo esto a colación porque me parece que en Cuba no hay conciencia del riesgo que eso implica y que, por tanto, podemos pasar de un tipo de dominación a otra, con esta nueva modernización, y que esa modernización va a incluir, todo parece indicar, una mayor apertura del país a la lógica del capital internacional. Pongo como ejemplo el reportaje que hubo sobre el puerto del Mariel, un reportaje bastante edulcorado, o sea, todo era muy bueno, todo el tema del Mariel, y se hizo muy poco énfasis en los impactos sociales, culturales y ambientales que tendrá el proyecto del Mariel… La gente está también muy al margen de eso y creo que muchos ni siquiera se han enterado de algunas cosas que están pasando en el país, por ejemplo, el tema del debate cuando se introdujeron los transgénicos en Cuba y la polémica que eso trajo a colación

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en el sector académico y también mucha gente ni lo sabe y tampoco a nivel público se discute de los riesgos que trae un proceso como el que estamos viviendo, de alguna manera de apertura al capital internacional. Ante eso… Bueno, quería hablar de un último caso que me llamó mucho la atención hace poco. Una noticia que llegó de una entrevista al embajador de Brasil con ocasión de la visita de un funcionario importante de Brasil a Cuba, recientemente en la entrevista se reconoce, de una manera que por lo menos la prensa cubana no había reconocido, que se van a implantar maquilas en la zona del Mariel, y además que Brasil viene al Mariel porque la mano de obra cubana es muy barata en comparación con la mano de obra de la mayor parte del mundo. Y eso no lo dijo la prensa cubana. Traigo eso a colación porque, a partir de las diferentes posturas que ustedes tienen, ¿qué postura adoptan con respecto a estas reflexiones que yo venía compartiendo? Ramón García. Participé en mayo pasado en el debate Socialismo es democracia, del Observatorio Crítico de La Habana. Allí Mario Castillo dijo, frente a la fractura de la sociedad y la creciente estratificación de ella, ¿democracia para administrar conflictos sociales? O sea, ¿democracia como tecnología? Entonces Carlos Simón respondía: no, democracia para liberarnos. No podemos ser ingenuos en esto. Sustituir la simple consulta popular por un sistema deliberativo no va a resolver gran cosa. Recordemos a Carlos Marx en Crítica al derecho político hegeliano, donde decía: el despotismo puede darse en momentos democráticos, con una consulta popular. Más radical que una consulta popular es mantener a todo el mundo opinando siempre. Pero la democracia no puede darse en momentos despóticos, porque si no es inconsecuente consigo misma. Pensemos por un segundo en una Ciudad de La Habana donde el 70 por ciento de la gente está haciendo trámites legales o buscando qué llevarse a la mesa para comer. No podemos ser ingenuos. Si alguien piensa que de un Estado autoritario (que nos tiene atormentada la cabeza) vamos a pasar a un Estado de democracia, donde habrá una paz social, está equivocado. La democracia es una multiplicación de los espacios de luchas sociales y las luchas sociales que hoy se dan de manera macarrónica van a exponenciarse en un escenario así. La democracia es un espacio saludable, donde las luchas sociales se van a dar a gran escala: impuestos, etc, etc. Dejémonos de ingenuidad, que lo que estamos planteando es un nuevo escenario donde las luchas sociales se estén dando, y pensemos en los que están en el fondo del caldero, que el modelo que elaboremos les dé espacio a ese 70 por ciento que está haciendo trámites y buscando qué comer. Orlando Barrera, fotógrafo. Soy una persona poco conocida. Ante todo, me parece maravilloso este espacio. Yo no venía para acá exactamente y estoy muy encantado y felicito a todos lo que han organizado esto, y creo que a partir de aquí voy a pegarme a este espacio. Escuchando todo esto, y lo que he leído en otras ocasiones de la publicación, creo que el centro de todo es que en nuestro país hay una enorme necesidad de una libertad política. A partir de esa libertad política se puede reunir a todos los factores que desean el bien de nuestro país en un punto de convergencia. Porque hay una realidad, aquí están los malos y los buenos. Y no necesariamente hay que pertenecer a alguno. Los que están en ese punto de convergencia puede ser el punto de despegue para el futuro del bienestar de nuestro país. Ahí hay que reunir a todo el mundo, respetando criterios, respetando todo lo que hay que respetar. Y eso tiene que empezar por la libertad política. Si no la tenemos no puede haber un punto de convergencia. Gracias. Roberto Veiga. Voy a opinar, pero no puedo abarcar a todos los que han participado, no me es posible. La pregunta que hacía Rodrigo Espina: tiene que haber un proceso para que las ideas se institucionalicen. El debate de ideas en Cuba para la construcción de un modelo socio-político-

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económico-jurídico distinto es obvio. Yo no esperaría jamás ver institucionalizadas las ideas que hemos publicado nosotros. Yo pienso que deben institucionalizarse las ideas que sean el resultado del consenso de la generalidad de los cubanos, entre las cuales estén las nuestras. Para eso tiene que darse un debate mucho más amplio. Para eso todos los sectores que proponen, que cada vez son más plurales, como se ha dicho aquí, tienen que tener su cuota de participación en la esfera pública, tienen que poder interactuar con el pueblo; el pueblo tiene que poder reconocer la legitimidad de los criterios que prefiera. Los proyectos tienen que poder interactuar con el poder, tienen que poder influir en las esferas donde se decide la política del país y la construcción del orden social y del orden económico. Tienen que poder participar en la toma de esas decisiones. En eso hemos avanzado muy poco. Quizás no podamos pedir mucho más. El proceso lleva un camino de madurez, que exige la realidad, la naturaleza humana, la naturaleza social, aunque a veces nos desespere. Pienso que quizás debemos ser más audaces, para poder acelerar el proceso, que quizás debemos tener la capacidad de conciliarnos con los demás, de poder compartir con los criterios diferentes, de no estigmatizar al otro, de no querer destruirnos unos a otros, de generar un clima de confianza política que nos permita transitar por esos senderos. Será la única manera de acelerar el proceso y que las opiniones dadas por nosotros en ese folleto y las opiniones dadas por otros, desde otros espacios, puedan concretarse en decisiones políticas, en la edificación de un país distinto. La segunda opinión que quiero dar es en relación con los partidos políticos. No quiero erigirme en un defensor del multipartidismo. Pienso que hay muchas maneras de participar y que son tan importantes o más importantes. Le reconozco un papel esencial a la sociedad civil, a los sindicatos, a los estudiantes, etc, etc. Pero quiero advertir que dada la falta de credibilidad que tienen hoy en el mundo los partidos políticos, que el agotamiento de los partidos políticos en la sociedad cubana durante la etapa republicana no nos lleve a exigirnos la no existencia de las fuerzas políticas.

Porque el actual partido único, desde mi punto de vista, también está agotado. Yo creo que lo que tenemos es que darnos una nueva oportunidad, a toda la sociedad civil. A los sindicatos, a los estudiantes, a los campesinos, a los empresarios, y también a todos los políticos, a toda la sociedad política que pueda emerger desde el seno de nuestra nación. Tenemos que darnos todos una nueva oportunidad; pasándonos cuentas con el pasado no construiremos el futuro. Tenemos que darnos todos una nueva oportunidad. Para terminar, hablaba el profesor Alzugaray sobre de qué socialismo hablamos. Quiero dar mi opinión. Yo preferiría un modelo que se anclara en la justicia, en la libertad, en la fraternidad, en el respeto, en la solidaridad. Si los elementos esenciales de esa justicia y de esa libertad y de esa solidaridad emanan de proyectos que se llaman socialistas, estoy dispuesto a darles la bienvenida y a darles mi apoyo. Si emanan de propuestas que se llaman capitalistas, estoy también dispuesto a darles mi apoyo. Lo fundamental es que nos encaminemos hacia los principios universales de justicia, de libertad, de fraternidad. Mario Castillo. Mi pequeña contribución a esta conversación de hoy es, en primer lugar, lo que preguntaba Rodrigo Espina: qué creíamos de lo que estaba ocurriendo desde la perspectiva en que miramos los que publicamos estos textos. A mí me llama muchísimo la atención que la solución que ha encontrado la nueva política de los Lineamientos… es: frente a la esclerosis de la institucionalidad de base del país, la mejor solución que han encontrado es hacerla cada vez más invisible y que se vaya disolviendo por su propio peso. A mí eso me parece muy peligroso por muchas causas, aunque no voy a enumerarlas. Entre ellas, tenemos un país que, para bien o para mal, está muy institucionalizado a nivel popular. Tenemos muchísimas instituciones en los niveles municipales, locales…, todas esclerosadas, pero son las únicas instancias con las cuales la sociedad podría interactuar con el proceso que está ocurriendo ahora mismo. Sintomáticamente, se creó una Comisión Nacional de Implementación de los Lineamientos…, pero no se ha creado ninguna comisión, ni municipal ni provincial ni de Consejo Popular de implementación de los Lineamientos... Eso puede ser muy

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peligroso, porque la instancia que evalúa lo que se está aplicando es la misma que lo está llevando a cabo, y puede traer un efecto de espejo peligrosísimo. En ese sentido, volvería a llamar la atención sobre lo que dije inicialmente: la importancia de las experiencias organizativas populares y de base en nuestro país. Con respecto al tema de los partidos, es un tema complicado, pero igual quiero opinar. Mi pequeña experiencia, que quiero transmitir públicamente, es que si un partido ha causado tantos problemas, me imagino que cuatro partidos cuadripliquen el problema. Tal vez estoy exagerando, y estoy abierto al diálogo. Con respecto al tema del socialismo, solo me remito al origen del término, que surgió en un momento en que se estaba definiendo… Nos oponemos al capital, nos oponemos al Estado, ¿con qué estamos? Con la sociedad. Yo creo que ese es el origen más primario de la definición de socialismo. Es decir, apostar por aquellos que no están ni en el capital ni en el Estado, es la sociedad. En ese sentido creo que el socialismo es el espacio de encuentro de la sociedad donde aprendan a conocer la diversidad, donde aprendan a conocer lo diferente, para que tengan la gran experiencia de conocer quiénes son sus antagónicos, porque de lo contrario lo que hacemos es el carnaval de la diversidad y eso puede ser muy lindo, pero no conduce a nada. Entonces, en ese sentido, creo que serían cuestiones clave a no perder de vista. Julio César Guanche. Cuba es un país curioso. Parece que nada cambia y al mismo tiempo, parece que cambia mucho. A mí el 2009 me parece muy lejano. Yo no tenía casi canas cuando aquello, ahora tengo muchas. Tenía muchísimos amigos en Cuba en el 2009, ahora tengo muchos menos, y creo que ha cambiado mucho. Creo que lo más novedoso es que se ha delineado más el campo político cubano, en muchos ámbitos. Creo que hay mucha más claridad, muchas más definiciones. Son más observables, por lo menos en mi opinión. Eso sería una gran novedad. Lo que decía Eduardo Vilaboy a mí me parece muy importante, y lo pienso por otro lugar distinto a como él decía. Es que la gente desconoce la ley, y como que no le importa la ley. No fue así como él lo dijo, pero parece que una cosa se desprende de la otra. Yo lo leo por otro lugar. Es que la gente usa lo que puede, aquello con lo cual puede vivir. La gente sabe cuánto cuesta la leche en polvo, la gente sabe que las guaguas no paran en las paradas, que hay que pararse una cuadra antes; si tienes suerte, llegas, si eres joven y puedes correr. La gente sabe muchas cosas que son aquellas que necesitan para vivir. Si no necesitan de la ley, es que no les está siendo necesaria para la vida cotidiana. Lo que se debería hacer es lo contrario. Es hacer que la ley se constituya en una necesidad de vivir y de convivir. Voy a hacer dos anécdotas cortas sobre esto. Una en el siglo XIX y otra en el XX. La del XIX es Maceo, con Gómez, en un poblado (esto lo cuenta Miró Argenter en sus Crónicas de la guerra) asediados por los españoles, con descargas de fusilería, están haciéndole un juicio de guerra a una persona que ha traicionado entre las filas mambisas y, en medio de la fusilería y la caballería española están haciendo el juicio. Solo hasta que terminan el juicio es que desmontan el sitio y logran irse de ahí. ¿Por qué lo hacían? Por el valor de la legalidad para la cultura republicana de la guerra que estaban haciendo, y era necesidad de la guerra que estaban haciendo. Lo mismo en los años 50. Me cuenta una persona que falleció no hace mucho y que manejaba el carro de José Antonio Echeverría el día del ataque a Palacio, el 13 de marzo de 1957, que le dispara a un policía que venía como tres cuadras adelante, sin ninguna necesidad, en el nerviosismo de la operación. Meses después, en medio de la represión, en medio de los muertos, en medio de la desintegración, el Directorio Revolucionario lo sometió a un proceso de guerra, dentro del propio Directorio, de por qué había disparado sin motivos a ese policía. Es también una legalidad de cómo hacer las cosas en medio de una guerra.

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Si la legalidad sirve para vivir, si la legalidad sirve para hacer la guerra de un modo y no de otro, muchos más usarían la ley y muchos más conocerían la ley. Del socialismo Mario Castillo decía cosas. Yo voy a añadir solo una, que he encontrado en los discursos políticos de los cubanos de los años 50 del pasado siglo, que me resulta muy interesante. De José Antonio Echeverría a Rafael García Bárcena, a gente como René Ramos Latour, gente muy distinta, que lo que entendía como socialismo era un programa mínimo basado en tres cosas: antiimperialismo económico, independencia nacional y justicia social. Yo creo que ahí hay mucho que recuperar como contenido de socialismo y como consenso hacia el socialismo también. Porque esas personas que mencioné eran distintas entre sí y tenían bastante consenso en sus formulaciones. Lo que decía Luis Emilio Aybar es un tema muy complicado, el de la economía, la política, el capitalismo y demás… Voy a decirlo lo más breve posible. La economía democrática se presenta de varias maneras: como aquella pluralidad de actores económicos que pueden hacer empresas respetando la lógica de la rentabilidad del capital, y mientras más actores económicos haya más democrática será la economía. Yo creo que lo que ahí dice la economía democrática es otra cosa que es el control sobre la economía, y no el control tamizado o mal hecho, burocrático, sobre la economía, sino que de verdad se pueda convertir a la economía en un mecanismo para que todos podamos vivir. Yo creo que eso es lo que lo hace democrático: que muchos más podamos hacer economía y muchos más podamos vivir de la economía. Eso significa una larga crítica a la teoría neoclásica del crecimiento económico que funda la economía que hoy conocemos y funda también maneras de organizarse para producir, maneras de organizarse para consumir que hacen que la economía sirva para esto que estaba mencionando y no solo para maximizar la ganancia, que tiene muchos problemas esa lógica. La deliberación, sin participación… Creo que son necesarios ambos valores. Cuando se enfatiza el valor de la participación sin deliberar se manipula mucho la decisión, porque la gente participa irreflexivamente. Pero si se delibera

sin participación puede ser un gobierno de élite también, que delibera una pequeña facción que decide y excluye la participación. Por eso me parece que ambos valores tienen que relacionarse mutuamente. Y no se trata de discutir todo el tiempo y dejar de vivir, y dejar de hacer cosas y dejar de cuidar a los niños (como es mi caso, que tengo dos hijos), porque yo creo que eso es una mala propaganda sobre la democracia, que es que para ser democrático habría que estar todo el tiempo conversando. A mí me parece que se trata de otra cosa, que es tener control sobre los procesos que rigen nuestra vida, desde el precio de la gasolina hasta los transgénicos y hasta el precio del pan. Y eso no hay que hablarlo todos los días. Se designa el precio del pan, y si el pan nos conviene, no hay que discutirlo más. No hay que estar 24 horas discutiendo, sino hay que estar 24 horas en posesión de las condiciones que hacen que podamos vivir. Julio Antonio Fernández. Para hacer un comentario sobre la pregunta que habían hecho sobre el ambiente, cómo lo veíamos después de los años y con eso tratar de contestar aunque sea muy tangencialmente en algunos de los casos, aunque sea rozar algunas de las otras preguntas. Me voy a circunscribir al ambiente jurídico-institucional que es en el que puedo tener una opinión un poco más seria y considero que todos los cambios en las reformas que se están haciendo, el trámite de esas reformas y de esos cambios, toda la implementación de esos Lineamientos… se está haciendo a partir de la creación de una institucionalidad que no está prevista ni en la Constitución ni en las leyes más importantes del país. Se está haciendo con otra institucionalidad que está fuera del alcance del conocimiento del pueblo. Ahora mismo hay otras instituciones que son comisiones y comisiones y comisiones, todas ellas con enorme poder que están llevando eso adelante. Ninguna de ellas puede ser tocada por las manos de la mayoría de la población. Cualquiera pudiera decir: todos los gobiernos del mundo funcionan así, y yo digo que todos los gobiernos del mundo que hagan eso están cometiendo el mismo pecado antidemocrático; que nosotros no podemos parecernos. Es decir, ese ejemplo no me interesa. Considero que eso me deja un ambiente no propicio a una modificación democrática o una modificación constitucional, ni nada de eso. La-

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mentablemente, no puedo ser optimista en que ahora sí estamos a punto de llegar a la democracia porque ya estamos haciendo estos cambios económicos y ya estamos en este ambiente de modificación de los Lineamientos. Podría solamente mencionar: de la Constitución nadie habla, podría decir eso, aunque también sería falso porque alguien sí ha mencionado la Constitución, algunas veces se ha mencionado, pero siempre desde un punto de vista verticalista, nada democrático. En algún momento llegaremos a la Constitución y en ese momento será una gran iluminación y podremos entonces entrar a la cuestión constitucional. Ese será el momento oportuno. Vuelve a pasar que la oportunidad no tiene nada que ver con nuestra decisión. Entonces considero que se están acumulando problemas, todos ellos antidemocráticos, que harán que el momento de solución sea mucho más difícil. Hay que practicar eso desde ahora: la división político-administrativa, la reforma del Poder Popular, un nuevo tipo de organización del sistema de gobierno cubano que se implementó con un decreto-ley, es decir, un presidencialismo dentro de nuestra Constitución sin haber tocado a la Constitución; un nuevo tipo de disposición normativa fuera de las reconocidas por la Constitución, como por ejemplo el Decreto Presidencial. ¿Cómo puede existir un Decreto Presidencial en un país donde no existe el Presidente de la República como cargo? Pues eso ahora mismo es legal en Cuba, y a nadie se le ha preguntado sobre esto. Tal vez por el mismo ambiente que nos relataba el amigo al principio: el desconocimiento de la norma, el desconocimiento de la ley… Estoy de acuerdo con Mayra Espina que está el peligro del normativismo, pero cuando nosotros hablamos de la ley estamos hablando de la norma que va a regir nuestra vida y sin ella no poder hacer nada más, y todo se resume en llegar a esa normatividad. Nosotros estamos hablando de la ley en el sentido libertario y republicano que Guanche y varios panelistas han mencionado hoy. Por eso, yo me voy a concentrar ahora en ese pesimismo, y disculpen el apasionamiento. Ovidio D’Angelo. No es que tengamos que hablar todos, pero me voy a referir a algo que Mayra Espina mencionó de pasada y quiero tocarlo muy brevemente. Está relacionado con este debate que estamos teniendo. Ella decía que al leer el Compendio… encontraba muchas más cercanías que diferencias, o que había cercanías y diferencias, pero que era importante trabajar en las cercanías. La propuesta que quiero hacer, a partir de este señalamiento suyo que comparto es que en el espacio de la revista, el espacio Casa Cuba, pudiera proponerse una serie de encuentros puntuales donde discutamos y debatamos acerca de la cercanías y diferencias de las distintas posiciones. Creo que efectivamente en otros espacios que he participado también hemos visto que hay a veces principios que unos y otros tocan desde referentes aparentemente muy distantes, pero que se tocan y que tienen un punto en común, por ejemplo, el principio de autonomía, que compartimos probablemente todos, desde el liberalismo, las posturas social-cristianas, la postura marxista-autogestionaria, republicana socialista…, que en definitiva creo que, por poner un ejemplo, es algo sobre lo que vale la pena trabajar. Quiero decir que me gustó mucho de todo esto el inicio del dossier, que fue el debate publicado de preguntas y respuestas, contestas mutuas, entre Veiga y Guanche. Creo que es un ejemplo a seguir. Los demás dossiers a veces han sido entrevistas segmentadas donde uno no ha podido articularse con el otro, porque cada uno ha tenido su espacio para decir algo. Es una modalidad también, pero sugeriría que se abriera este otro espacio de manera más expedita y que tocáramos principios básicos de las distintas posiciones para ver cómo vamos a coincidir en muchos aspectos. Por otro lado, se ha enfatizado en aspectos fundamentales de lo que podría ser una sociedad justa desde el punto de vista ético, político. A mí me parece, también con Guanche, que la dimensión económica es importante que la analicemos. Ahora mismo estamos retomando lo que decía Rodrigo Espina acerca de cómo va la marcha de los Lineamientos y hacia dónde vamos.

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Ahora mismo está abierto el tema de las cooperativas, pero está abierto mínimamente. Es como una puerta que tiene un pequeño resquicio, como una abertura que o se abre o se cierra. Y quizás el tema de la economía social a partir de una concepción más cooperativizada, sin que sea la única, porque creo, con otros compañeros que lo han planteado, que inevitablemente vamos a avanzar hacia una sociedad multiactoral y de múltiples formas de propiedad, pero la economía social, avanzando un poco lo que pudiera ser este espacio de debate de los principios, yo creo que es la que garantiza la mayor forma de democracia, la mayor equidad en los ingresos, la mayor posibilidad de expresión y de gobierno conjunto. Por tanto, sin eliminar ni evadir otras formas y recursos del capital, que están en la mesa y van a introducirse, sí quizás pueda existir un eje fundamental donde podamos articular algunos de los principios básicos en cuanto a valores, a formas económicas, en cuanto al ejercicio del principio de autonomía, donde podamos entendernos y avanzar.

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LA SOCIEDAD CUBANA: ALGUNOS RETOS Y PERSPECTIVAS DESDE LA SITUACIÓN ACTUAL.

EN DIÁLOGO 1-2013

Conferencia impartida en el Centro Cultural Padre Félix Varela, de la Arquidiócesis de La Habana, por Guillermo Rodríguez Rivera, ensayista, profesor universitario, filólogo y poeta, en un encuentro auspiciado por la revista Espacio Laical. Los compañeros de la revista Espacio Laical, con la que en varias ocasiones he tenido la satisfacción de colaborar, me han solicitado que exponga ante ustedes algunas ideas sobre el actual acontecer cubano. Luego vi que a esta charla se le dio el título mucho más formal de “La sociedad cubana hoy: retos y nuevas perspectivas”. No sé hasta que punto cumpla con ese mucho más comprometedor propósito, pero sí voy a hablar de algunos problemas que nos interesan a todos y a presentarles mis ideas sobre ellos. Ya algunas las he expresado en varios medios digitales, como es “Segunda Cita”, el blog de mi fraternal amigo Silvio Rodríguez; también lo he hecho en La Jiribilla, en la página web de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y en la propia revista Espacio Laical. Aunque yo no soy católico -una vez lo fui y perdí la fe en algún vericueto de la vida-, creo que no únicamente por fe religiosa está el hombre obligado a creer en ciertas normas que hacen solidarias las relaciones con sus semejantes. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, es una exigencia a cuyo acatamiento se puede llegar por muchas vías. Les llamo compañeros a los amigos de Espacio Laical no porque compartamos el mismo credo filosófico, sino porque, más acá o más allá de ello, compartimos la idea de procurar el mejoramiento de la sociedad en la que vivimos. Por ello me he sentido honrado cada vez que han procurado mis criterios sobre diversos y complejos problemas que nos ocupan y preocupan a todos. Muchos cubanos quisiéramos que los cambios de los que se ha hablado y sobre los que se ha legislado, y otros que todavía se han callado pero que tendrán que asomar en algún momento, sobrevinieran con la urgencia con que queremos ver el mejoramiento de la vida cubana. Hace poco le he escuchado a Rafael Correa, el presidente ecuatoriano, una frase sobre algo que todo gobernante debía tener el deber de procurarle a su pueblo. Es lo que él llama “el buen vivir”, que comienza por garantizar los requerimientos de salud del ser humano y sigue con satisfacer las más perentorias necesidades de la vida. Hay un objetivo que la Revolución Cubana cumplió en alta medida: el de eliminar la pobreza, pero nuestra particular crisis de los años noventa y las globales que sobrevinieron después, nos apartaron de ese objetivo que creo que debemos recuperar y explicitar, y concentrarnos mucho menos en eliminar la riqueza, sobre todo cuando no es mal habida. La riqueza controlada no debe ser preocupante, y puede ayudarnos a conseguir el siempre pendiente despegue económico de Cuba.

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Hace apenas unos días estuvo aquí en La Habana, el ex presidente Luis Inacio Lula da Silva, cuya gestión de gobierno ha sido crucial para convertir la economía de ese gigante que es Brasil, en una de las emergentes en el mundo de hoy. Lula nos ha dicho que no es imprescindible que la economía crezca para mejorar el bienestar de las personas, porque ese propio bienestar resulta capaz de estimular el crecimiento de la riqueza del país. Creo que ese concepto restablece una unidad dialéctica que alguna vez se quiso ignorar. Se nos pidió tener mentalidad de productores y no de consumidores. Lula nos está diciendo que no hay producción sin consumo; es este el que energiza a aquella. Otra cosa es el consumismo, que ya no pertenece a la esfera del sano “buen vivir”. La aparición de la CELAC, de la que Cuba está ejerciendo la presidencia en el año que corre, nos ha colocado donde siempre debimos estar: trabajando con nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños en la consecución del proyecto bolivariano, que no es otro que el proyecto que retomó Martí casi un siglo después, y el que estamos reencontrando ahora, a más de doscientos años del Libertador y más de cien del Apóstol. Parodiando a Martí, cabría decir: cuanto hicimos y quisimos hacer era para esto. Lo hicimos como pudimos o como la historia nos dejó hacerlo; también equivocándonos, sí, pero con la bendita equivocación que nos permitió llegar hasta aquí, sin bajar la cabeza, preservando nuestra dignidad y nuestra independencia. A los que crean que no fue así, que pregunten a nuestros hermanos latinoamericanos. Cuba fue, con sus errores, con sus carencias, con sus penurias, la luz a la que miraron los pueblos hermanos y se dijeron: Si Cuba pudo, nosotros también podemos. Y están pudiendo y lo están haciendo en paz, o con la relativa paz que les permiten unas oligarquías que empiezan a advertir que el tiempo de la injusticia ha comenzado a pasar para siempre en América Latina y el Caribe. Ya son varios los países nuestros que han emprendido esa marcha y, luchando todos a la vez, será imposible vencerlos, como no pudo España vencer a las huestes de Bolívar, de Sucre, de San Martín, de O’Higgins, de Artigas,

cuando se lanzaron a la vez a luchar por la independencia americana. ¿No era lo que demandaba el Che cuando pedía crear dos, tres, muchos Vietnam? Muchísimo mejor si esos Vietnam están en paz. Lo están haciendo, además, mejor que nosotros. Pero no habrían podido hacerlo sin nosotros. Hay una anécdota preciosa, y es cuando alguien le dijo a Newton que él era mas grande que Galileo, y el sabio respondió: “Sí, porque yo estoy sobre sus hombros”. Un amigo me decía, un tanto dolido: “Todo el mundo se quita el sombrero ante Cuba, pero nadie se pone el sombrero de Cuba”. Y hacen bien en no ponerse un sombrero que a nosotros mismos ya no nos sirve. Nuestro modelo económico estuvo lleno de los errores que las circunstancias y la soledad provocaron o nos impusieron, y por la inevitable acción de sumarnos al mundo dentro del cual pudimos sobrevivir. Sabemos que otros cubanos no quisieran que esos cambios fueran adelante: algunos, porque quieren el fracaso del proyecto cubano; otros porque acaso se habituaron a actuar de una manera y no les parece serio que hoy los llamen a cambiar la mentalidad con la que han actuado en todos estos años, que abarcan ya más de medio siglo. Un tercer grupo, es verdad, porque se han beneficiado y se benefician de ese inmovilismo. Lo cierto es que esos cambios van llegando y van viendo llegar otros problemas a los que ellos mismos van abriéndole sitio. Al fin ha entrado en vigor la reforma migratoria que había sido solicitada por muchos, y que el presidente Raúl Castro había anunciado en diversas ocasiones. Me parece como un despertar del mal sueño del asedio, que el cubano pueda viajar sin solicitar un permiso que lo devolvía a la minoría de edad y simplemente con su pasaporte, pueda llegar hasta el país que le concede la visa, que es el derecho a entrar en él. Hace unos días leí que Yoani Sánchez, nuestra multipremiada disidente, tenía en sus manos el pasaporte que solicitó y que hasta ahora le habían negado. Podrá viajar a donde quiera y regresar si así lo desea. Estoy seguro de que volverá, porque si no, perderá la corresponsalía en La Habana del diario El País. ¿Alguien duda de que España le otorgue el visado?

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Pero me contó una amiga que, con su pasaporte, fue al consulado español para solicitar la visa que le permitiera visitar a su hija, quien vive y trabaja desde hace 15 años en España, donde se ha casado y donde ha adquirido la ciudadanía del país. En esa legación consular, además de pedirle inesperados documentos como la propiedad de su casa y una fotocopia de su libreta de abastecimiento, le han exigido que su hija le entregue un cheque por varios miles de euros, certificado por el banco español que lo emita, que ella debe presentar antes las autoridades consulares de España. Le informaron que esta exigencia se hacía por si, una vez ella en España, su hija decidía echarla a la calle. Es, sin duda, una grosera manera de humillar al cubano que desea viajar, a la vez que le impide o por lo menos le entorpece enormemente, el camino para hacer la visita que planea. Al lado de estos obstáculos, era una bicoca el permiso de salida que Cuba otorgaba. Los obstáculos que ponía Cuba, parece que ahora van a ser ampliamente multiplicados por los gobiernos que los impugnaban. Se dice que los Estados Unidos estudian mantener o no la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano, que no solo ajusta lo que fue, sino que ajusta lo que va a ser, lo que todavía no existe. El presidente Obama ha dicho hace unas semanas, que su gobierno tuvo el gesto de permitir los viajes de los cubanoamericanos a su país de origen, y les ha permitido también el libre envío de remesas a sus familiares en Cuba. Pero ello no fue una concesión original de este presidente norteamericano, sino apenas el acto de restituir las relaciones al modo en que existieron antes del gobierno de George W. Bush, lo que estuvo muy bien. Creo que, en verdad, el primer beneficiado por esas medidas fue el propio Obama, quien logró con ellas que, por primera vez en muchos años, un candidato presidencial demócrata se hiciera con la victoria electoral en el condado Dade de Miami. Una vez más, el presidente proclama que es el encarcelamiento de Alan Gross el principal obstáculo para la mejoría de las relaciones con Cuba, pero ocurre que ese obstáculo ha mutado muchísimas veces: pudo ser el apoyo de Cuba a movimientos revolucionarios; pudo ser la relación de Cuba con la desaparecida Unión Soviética; pudo ser el enfrentamiento de Cuba a los soldados del apartheid en África. Pero esas realidades cambiaron o desaparecieron, y los Estados Unidos demostraron – lo siguen demostrando – su poca voluntad para deponer su orgullo de gran potencia y transformar su fracasada política cubana. Cuba no aceptó correr el destino que la administración EisenhowerNixon le fijó a Guatemala por haber hecho una reforma agraria y el pueblo cubano debe seguir pagando ese agravio que la soberbia imperial no le perdona. Hace un par de días escuché la noticia de que varias organizaciones internacionales llaman la atención sobre la desnutrición de los niños campesinos guatemaltecos, que han reducido su talla e incluso presentan síntomas de retraso mental. Lo atribuyen a que la inmensa mayoría de los campesinos de ese país carecen de tierras para cultivar sus alimentos y faltan el frijol y el maíz. Sesenta años después, Guatemala está “cosechando” todavía la obra de la CIA cuando derrocó al gobierno democrático de Árbenz y echó abajo la reforma agraria que perjudicó al gran latifundista de Centroamérica (que no centroamericano): la United Fruit Company. La resistencia de la Revolución cubana y su perdurabilidad han permitido la existencia de los gobiernos democráticos y populares de Chávez, en Venezuela; de Lula y Dilma Rousseff, en Brasil; de Néstor y Cristina Kirchner, en Argentina; de Rafael Correa, en Ecuador; de Daniel Ortega, en Nicaragua; de Evo Morales, en Bolivia; de José Mujica, en Uruguay, y hasta de los depuestos José Manuel Zelaya, en Honduras, y Fernando Lugo, en Paraguay. Las cosas ya cambiaron demasiado como para hacer fácilmente reversibles esos cambios. Es poco realista el presidente Obama. Es verdad que no son semejantes los casos de Gross y nuestros cinco compañeros que los Estados Unidos mantienen encarcelados, a veces con condenas absurdas y crueles, como son dos cadenas perpetuas. Mientras Gross trabajaba para desestabilizar y al cabo derrocar al gobierno cubano, Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René solo querían

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librar a su patria de los ataques terroristas que los gobiernos de Estados Unidos han permitido siempre. Pero a pesar de que no son iguales ambos casos, hay una solución humanitaria para todos, que un acuerdo entre los dos gobiernos puede conseguir, si hay voluntad política para ello. Hemos celebrado este año elecciones en Cuba para elegir a los integrantes de la nueva legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el máximo órgano de gobierno del país, según la Constitución cubana. Sin embargo, como escribí en un artículo que recogió el blog de Silvio Rodríguez, a mí no me parece adecuado el modo de hacerlas. La Comisión de Candidatura propone un número de candidatos exactamente igual al de diputados que deben ser elegidos. Pero elegir es seleccionar: tendría que haber un número de candidatos razonablemente mayor que el número de diputados que deben ser electos. Así, los ciudadanos podrían elegir entre ellos a los diputados. Tal como están las cosas, es la Comisión de Candidatura la que de hecho elige los diputados. Nunca ha dejado de elegirse a alguno de los candidatos propuestos, porque para no ser electo, debe tener menos del 51 por ciento de los sufragios emitidos. Ese modo de organizar las elecciones establece que el pueblo debe rechazar mayoritariamente a un candidato para que no sea elegido, pero lo que el elector desea no es rechazar a un candidato, sino seleccionar al que prefiere. No el voto negativo, sino el positivo. Mucho más que las biografías, edades y ocupaciones de los candidatos, a mí como elector me interesan sus proyectos en tanto diputados, de manera que se dinamice y democratice el trabajo de la Asamblea. La televisión nacional cumple con el deber de mostrar, a toda velocidad, una foto y un mínimo de datos personales de los propuestos, pero ello es absolutamente insuficiente para hacerse una idea correcta de por quién debe uno votar. La grafía del spot televisado no es demasiado legible, pero, ahora, tampoco hace mucha falta la información, porque con este sistema electoral, jamás ha dejado de ser electo un candidato. Por otra parte, 50 por ciento de candidatos designados, me parece mucho. Considero que un 25

por ciento es suficiente, porque la mayor parte son funcionarios del gobierno y la Asamblea debe complementar la mirada del ejecutivo, no duplicarla. No voy a erigirle un monumento al ilustre Charles-Louis de Montesquieu y a esa obra esencial de la teoría política que es El espíritu de las leyes, pero me parece correcto que las diversas instancias de gobierno tengan sus funciones y estas no se confundan. Teniendo en cuenta que los diputados se eligen por territorios, los centros de televisión provinciales debían llevar a cabo su presentación en horario vespertino las semanas previas a las elecciones; que los candidatos asistieran personalmente y manifestaran lo que piensan hacer y proponer si son electos. Es absurdo que un territorio elija a un diputado que vive a 500 kilómetros de distancia y que no visita con frecuencia el territorio que lo elige. Esa relación cercana del diputado con el territorio que representa, mejoraría en mucho el entusiasmo popular por los candidatos y por las elecciones mismas. Cuba vive un proceso de descentralización que debería incluir los presupuestos de la nación. El municipio, especialmente, debe conocer del presupuesto de que dispone para atender los diversos gastos de los que debe ocuparse. Ahora, un delegado de circunscripción al tramitar un reclamo de sus electores, no puede hacer más que “elevarlo” a las instancias superiores para esperar una respuesta que no siempre llega, que llega muy tarde o que llega diciéndole no al reclamo. El inveterado uso del choteo por el cubano, ha denominado a esas asambleas como “asambleas de papalotes”. Vamos a la vida cotidiana y, para empezar, a la insuficiente producción agrícola, que mantiene muy elevados los precios de viandas, granos, frutas y hortalizas. Sigue existiendo una entidad que se llama Acopio, que muchas veces no acepta adquirir y comercializar las producciones de los campesinos. Acopio muchas veces no adquiere un producto porque estima excesiva la producción del mismo, pero esa superproducción sería la que permitiría que bajesen los precios y el pueblo se beneficie de ello. Es la empresa estatal la que puede presionar para que los precios bajen.

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Lo que está ocurriendo es que Acopio prefiere que la vianda y la hortaliza se pudran en el surco antes que comprarla y bajarle el precio de venta al consumidor. Lo experimenté en un agro-mercado donde encontré un aguacate que valía 7 pesos con 20 centavos. Me pareció un precio rarísimo, le pregunté al vendedor y me dijo que él quería vender a 7 pesos pero que ese era el precio al que vendía el aguacate la tarima estatal; a él lo obligaban a venderlo más caro. Es decir que ahí el Estado, en lugar de bajar el precio, obliga al vendedor privado a subirlo. Esto me lleva a señalar una necesidad que se hace sentir diariamente en nuestra sociedad, y es una entidad que cabría llamar “protección o defensa del consumidor”. Ahora, aparentemente, existe; pero la integran los propios directivos de la unidad que vende y que no cumplen esa función que, en verdad, tampoco les corresponde. El comercio cubano es enormemente agresivo contra el ciudadano. Nuestros viejos bodegueros eran acusados de haber inventado la libra de 14 onzas, pero nuestros detallistas actuales han creado la de 12, la de 10 y hasta la de 8 onzas. En otros países las pesas están colocadas de modo que quien compra, pueda comprobar el peso que le sirven, pero en Cuba son invisibles. En algunos sitios –los más grandes, que son los menos- hay pesas de comprobación. Me parece necesario que se tomen medidas con el dependiente que reiteradamente estafa o intenta estafar en el peso a sus compradores. Tengo la opinión de que todo ese comercio minorista debía estar en manos de cooperativistas o cuentapropistas, que trabajaran mejor y atendieran los reclamos de sus clientes. Muchos compañeros creen en lo que cabría llamar el “dogma socialista”: si alguna entidad económica -productiva o de servicios- deja de ser manejada por el Estado, hacemos una concesión al capitalismo. En varios artículos he citado el lúcido parecer del profesor y sociólogo portugués Buenaventura de Sousa Santos, hombre de la izquierda en su país y uno de los impulsores del Foro de Porto Alegre. De Sousa Santos afirma que una sociedad socialista no es aquella donde todas sus instituciones son socialistas, sino donde todas trabajan dentro de un proyecto socialista. Nuestra Ofensiva Revolucionaria de 1968 ilustra claramente el asunto: lo socializamos todo, pero la sociedad en lugar de avanzar, retrocedió. La prensa revolucionaria desplegó un gran cintillo: ¡Más revolución! Pero tuvimos menos. Usted pasa hoy por una panadería que anuncia con un letrero que trabaja las 24 horas, pero usted llega y no hay pan. Las luces, sin embargo, están encendidas y los trabajadores hablando por teléfono. Si funcionara allí una cooperativa, sus integrantes venderían pan las 24 horas o cerrarían el local cuando no pudieran hacerlo y no malgastarían la electricidad y el servicio telefónico que tendrían que pagar. La Habana, capital de una isla, está pidiendo a gritos cooperativas de pescadores que ofrezcan diariamente sus productos frescos a la población. Es imposible comprar, en las pescaderías estatales, pescado para una familia promedio. Aparte de sus humildísimas croquetas –más demandadas por su precio que por su calidad-, venden productos muy caros como el camarón, a unos 80 pesos el kilo; pescados como el tiburón, que el cubano ni casi nadie tiene el hábito de consumir, o una albacora o un pargo enteros, enormes, propios para 20 personas o para los dueños de esos restaurantes que llamamos paladares. El ciudadano común y la familia promedio no pueden sentirse satisfechos con esas pescaderías. No se puede dejar de mencionar lo que ocurre con el calzado, en especial aquel destinado a niños y adolescentes, los zapatos que menos duran por el trato que le dan los muchachos o porque esos muchachos felizmente crecen, y van precisando de nuevo calzado. Este se vende casi todo en las tiendas recaudadoras de divisas y el más barato puede costar 15 ó 20 CUC el par. La gran mayoría de los trabajadores cubanos cobra su salario en moneda nacional y destinar dinero para la compra de calzado para un adolescente que va a un centro de enseñanza media (secundaria, tecnológico,

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preuniversitario) es toda una inversión para la familia. Lo peor no es eso: esos zapatos son de una calidad ínfima y muchos están en mal estado. La tienda que los vende da una garantía de una semana para devolver el calzado si se rompe. Es absurdo que un par de zapatos en buen estado se quiebre o se pulverice en tan breve tiempo: debe durar semanas y aún meses en buen estado. La tienda da una garantía de una semana, porque calcula que el calzado no pasará de diez días sin destruirse. El comprador que los trajo al país o era inepto para su trabajo, o sabía que estaba trayendo un producto deteriorado y, por ello, recibió una sustancial comisión de parte del vendedor extranjero. Son temas que debe atender una entidad destinada a proteger al consumidor cubano: es ella la que debería fijar el tiempo de garantía para los distintos productos que se comercializan. Es necesario que el trabajador cubano tenga un sitio a donde acudir para solucionar conflictos que nadie más le ayuda a resolver. Alguien podría decirme que estos son asuntos municipales y espesos, acaso demasiado insignificantes para la intervención que Espacio Laical me solicitó, pero para el pueblo que los sufre, más que el pan de nuestro de cada día, constituyen el vinagre de cada jornada. Me parece un deber esencial hacer por solucionarlo. Acaso los salarios no puedan elevarse pero, al menos, debería hacerse todo lo posible para que al trabajador no le birlen el dinero de un salario que ya se sabe insuficiente. Quisiera señalar que un saludable cambio en estas últimas semanas ha sido la transmisión en directo de la señal de Telesur. En diversas ocasiones el presidente Raúl Castro ha señalado la necesidad de acabar con lo que ha llamado el “secretismo” de nuestros medios informativos, pero sin que sus palabras tuvieran una repercusión en el comportamiento de nuestra prensa. En un artículo de Granma publicado hace unas cuantas semanas, un compañero introducía una interesada (que no interesante) variante, y hablaba del “exceso de secretismo”. El secretismo ya era un exceso. Del artículo se colige que debe existir el secretismo, pero sin exceso. Los que saben el idioma ruso me han dicho que en esa lengua la palabra que se usaba para designar “emulación” es la misma que significa “competencia”. Esta última palabra ha estado marcada por su significación capitalista, pero existe una forma sana de competencia que se torna emulativa y que no tiene propósitos de lucro, porque hace que al existir una referencia, un competidor, se ponga mucha más atención en ser mejor, en hacer más eficientemente un trabajo. Creo que es lo que puede ocurrir con nuestra prensa, con la ayuda de la posibilidad de los cubanos de sintonizar Telesur. Existirán noticias que habrá que darlas y pensar cómo darlas, lo que será, a no dudarlo, una ganancia para todos. En la España de los Siglos de Oro, cuya gran poesía he explicado muchas veces, existió la institución del arbitrio. El llamado arbitrismo consistía en formular proyectos de soluciones a los diversos males que sufría el país. Los conservadores miraban negativamente ese proceder, que formuló muchas veces propuestas que, de haber sido escuchadas, habrían contribuido a frenar la decadencia española del siglo XVII. Yo no aspiro a que esto que he dicho sea un arbitrio, ni a sumarme a una tradición que a la larga, ha tenido tan poca fortuna histórica como la propia España, pero me parece que algunas de las cosas que he dicho merecen ser tenidas en cuenta por quienes implementan las decisiones que regulan la vida del país.

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INTERVENCIONES REALIZADAS DESPUÉS DE LA CONFERENCIA DEL PROFESOR GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA.

EN DIÁLOGO 1-2013

Orlando Freire Santana, economista. Buenas tardes. Muy buena la conferencia del doctor Rodríguez Rivera. El título de esta actividad, al menos el que me llegó a mí, era los retos que afrontaba la sociedad cubana. La sociedad cubana afronta múltiples retos. El doctor Rodríguez Rivera se refirió a muchos de ellos, la agricultura, la política migratoria, los salarios que no alcanzan, etc. Yo quiero referirme, para no hacer muy largo esto, que a mí me parece que el principal reto que afronta la sociedad cubana es el reto político, porque es en ese terreno donde no se ha avanzado nada. En otras esferas se ha avanzado algo, en estos últimos cambios, pero en el terreno político prácticamente el inmovilismo ha sido total y no se ha dado ni un paso. Me parece que es el principal reto. Y también me quiero referir, igual que se refirió usted, a las elecciones, estas últimas que hubo, con dos ejemplos que muestran que hay que modernizar el sistema político. En primer lugar, los candidatos, si usted veía la lista de candidatos a la Asamblea Nacional todos, o casi todos, creo que el 99 por ciento, eran militantes del Partido Comunista. Las Comisiones de Candidatura, evidentemente, hicieron una selección que era de personas con afinidad política al sistema político imperante, habiendo otros candidatos de otros sectores de la sociedad que se pudieron tomar en cuenta. Ahí hay una muestra de que hay que modernizar el sistema político. Otro ejemplo es, tomando en cuenta lo que plantearon los editores de Espacio Laical en el número 4 del 2012, la posibilidad de que se elija al Presidente de la República, en este caso al Presidente del Consejo de Estado, de una manera directa por todos los electores. Porque si como todo hace indicar, Raúl Castro sale elegido Presidente del Consejo de Estado el 24 de febrero, ¿qué porcentaje de electores cubanos tuvieron la posibilidad de votar por Raúl Castro? Si usted toma el número de electores del Segundo Frente y lo compara con el de todos los cubanos, prácticamente fue el 1 ó el 2 por ciento de todos los electores de Cuba los que pudieron votar por Raúl Castro. Guillermo Rodríguez Rivera. Por Raúl Castro menos, porque era Melgarejo, que es más chiquito. Pero tú estás impugnando ahí el Sistema Parlamentario. Ningún Primer Ministro español, por ejemplo, es elegido por todo el mundo. Lo elige el Parlamento… Orlando Freire. Correcto. Lo que hago es que me solidarizo con el editorial de Espacio Laical. No es que yo esté impugnando. El editorial de Espacio Laical plantea la posibilidad de que todos los cubanos elijan, de manera directa, al Presidente. Bueno, buscar un sistema en el que la mayor cantidad de cubanos voten… Guillermo Rodríguez Rivera. Un candidato a la Presidencia y se elige globalmente, es cierto. Son dos sistemas, el parlamentario y el presidencial. Habría que cambiar el sistema. Orlando Freire. Bueno, entonces, correcto… Pero es lamentable que una mínima cantidad de cubanos sea la que vote por el que resulte presidente del Consejo de Estado, aunque sea así, como usted plantea.

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Guillermo Rodríguez Rivera. No, es que es así. Andrés Gómez, bloguero y comentarista político. Buenas tardes. Muchas gracias por la oportunidad de hacer uso de la palabra. Muchas gracias al profesor por sus explicaciones. Quería hacer una pregunta. Uno de los problemas fundamentales que se planteó con el triunfo de la Revolución fue el problema del cambio de la estructura de clases de la sociedad cubana, o sea, el problema de la igualdad. El problema de la igualdad, poco a poco se fue entendiendo como que todos deberíamos ser trabajadores del Estado y, de esa manera, todos seríamos iguales, independientemente de que fuéramos trabajadores manuales, intelectuales, etc. Sin embargo, en estos momentos el Estado cubano está planteando que hay 1,5 millones de trabajadores del Estado que deben pasar a otras formas de trabajo. Yo le pregunto al profesor su criterio sobre la necesidad o la posibilidad de la disponibilidad de créditos para que puedan desarrollarse iniciativas desde el punto de vista económico, porque no es lo mismo. Cuando usted es trabajador del Estado, usted simplemente utiliza los recursos, la infraestructura que el Estado le brinda. Cuando usted deja de ser trabajador estatal, usted prácticamente se queda sin infraestructura. Eso por una parte. Por otra parte, quisiera que el profesor se refiriera al tema de la inmigración. O sea, Cuba, durante mucho tiempo fue un país de inmigrantes, y los inmigrantes tuvieron un papel importante en el desarrollo económico del país. Quisiera que el profesor se expresara sobre la posibilidad de que, en estos momentos, con todas las modificaciones económicas que se están haciendo, pues de nuevo aparezca la figura del inmigrante como un elemento que estimule el desarrollo económico. Muchas gracias. Guillermo Rodríguez Rivera. Yo creo que la igualdad no era exactamente que todos perteneciéramos al Estado, no, y trabajáramos para el Estado, porque durante mucho tiempo tuvimos estructuras de economía privada, de economía no estatal. Fíjate que la declaración del socialismo es en el año 61, pero la ofensiva revolucionaria es en el 68. Ahí hay siete años que coexisten las dos formas, la forma de la economía estatal y la economía privada. Y ahora parece que van a coincidir otra vez la economía estatal y la

economía privada. Es decir, parece que se quitó la economía privada en un momento en que no se podía quitar, que dejó un vacío y causó una serie de perjuicios que ha obligado a recuperar esa economía. Empezando porque también el Estado, para poder dar empleo a todos los cubanos, hizo a veces con los empleos más bienestar social que economía. Es decir, empleaba gente que no hacía falta con tal de darle trabajo y que no pasara dificultades y no muriera en la miseria, no sufriera los problemas que tiene el que no trabaja. Entonces ha pasado, y lo han dicho los analistas, que hay un millón de trabajadores que sobran en las plantillas del Estado, es decir, que están de más. Que para ser eficientes esas plantillas habría que quitar a esos trabajadores. Es lo que llaman el paquetazo neoliberal en muchos lugares. Para que se haga eficiente la economía no puede haber tantos trabajadores cobrando, cuando no hacen falta, cuando los demás pueden hacer ese trabajo. Entonces, yo creo que era más bien igualdad de oportunidades, las que brindaba el socialismo. Pero nunca puede haber absoluta igualdad, porque empezando que los seres humanos no son iguales, o no somos iguales. Hay unos que tienen mejor aptitud para el deporte y son mucho más fuertes físicamente; otros que, a lo mejor, son un poco más inteligentes, otros que tienen la habilidad de sacar buenas cuentas y hacer buenos cálculos. Es decir, el ser humano tiene todas las posibilidades que la vida da y es muy difícil igualar a los hombres. Eso es absolutamente imposible, los hombres no son iguales, ni van a ser iguales nunca. Lo que puede la sociedad es brindarles la oportunidad de desarrollar al máximo sus posibilidades, los talentos de cada cual, pero no puede garantizar la absoluta igualdad, porque eso no existe, eso no es posible. Hay quien es un gran cantante, y hay quien no lo es. Hay quien abre la boca y hay que mandarlo a callar, porque es terrible. Hay habilidades diferentes, talentos diferentes, posibilidades diferentes en cada ser humano. La idea de que todos trabajen para el Estado también ha claudicado, ese es un procedimiento que no se puede forzar tampoco. El Estado tendría que estar preparado para asumir a todos los trabajadores y no lo está. Y para garantizar todas las producciones y todos los servicios que

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garantizan los privados también. Eso es bastante complicado. Usted me hacía otra pregunta, además de problema de la igualdad… Bueno, imagínate, ese es un problema de los economistas, yo soy filólogo. De la economía yo hablo lo que vivo diariamente y lo que contemplo, y lo que el sentido común me dice. Pero bueno… Se están estableciendo créditos, creo. Toda economía que quiera avanzar tiene sistemas de créditos. Se ha establecido créditos para los campesinos, para la entrega de tierras y la… Yo no sé exactamente estas cosas. Tú me estás haciendo una pregunta que yo no estoy en condiciones de responderte. El compañero preguntaba sobre el problema político, ¿no? Mira, yo creo que el principal mal en el país era el económico, de la grave situación económica que existía y la quiebra de un sistema económico incluso vinculado a la existencia de la Unión Soviética, que se desmoronó y que hizo volver a empezar otra vez. Este país ha tenido una tarea brutal en muy pocos años. Ha tenido que montar el país dos veces y desmontarlo dos veces. Este país estaba montado prácticamente por la economía de Estados Unidos, por la tecnología norteamericana. Eso se desmontó. Pero después apareció la Unión Soviética. Se montó desde la perspectiva del campo socialista y hubo que desmontarlo otra vez, porque desapareció el campo socialista. Es decir, es bastante complicado lo que ocurrió económicamente. Ahora, yo creo que inevitablemente los cambios políticos se van a dar. Y ya se están dando. Porque esta misma reforma migratoria implica cambios políticos. Ya que tú aceptes la entrada al país de los que hasta hace poco se llamaban apátridas, ¿eso no es un cambio político? Eso es un cambio político importante. Es decir, que tú empieces a aceptar a todos los cubanos por igual, que tú no le confisques el patrimonio a quien abandone el país. Desaparece ese término que yo creo que no debió existir, pero que existió, que se llamó salida definitiva del país. Usted sale del país, vuelve si quiere, eso ha desaparecido. Ya no hay eso. No te confiscan la casa. Es decir, el que emigraba era un apestado, prácticamente. Eso ha desaparecido. Yo creo que eso es un cambio político. Era un apestado porque implicaba diferencias políticas sustanciales. Yo creo que eso está cambiando, y según cambien las cosas económicamente los cambios políticos van a venir inevitablemente. Yo en eso creo en Marx, en la relación entre base y superestructura. El hombre piensa como vive. Según se permiten ciertas cosas y están funcionando ciertas cosas a nivel económico, habrá derivaciones políticas e ideológicas de ello. Tengo la absoluta seguridad. Yo creo que eso va a venir. Lo que pasa es que uno quisiera que los cambios vinieran tan rápido como uno quiere, y a veces no es posible. A veces tenemos un entuerto muy grande y es necesario desfacerlo, como dirían los españoles, poco a poco. No se puede de pronto cortar las cosas y volver a hacerlas sin crear graves problemas. Preguntaba otro compañero también sobre los inmigrantes. Yo creo que todavía tenemos que resolver el problema que tenemos aquí dentro para tener inmigrantes. A menos que sean inmigrantes muy poderosos que vengan con grandes capitales, a invertir, a poner una fábrica, con muy buenas condiciones, y a darle empleo a muchos trabajadores. Bueno, esos inmigrantes sí. Yo creo que a esos inmigrantes Cuba debe estar abierta. Aquí hubo inmigrantes de todo tipo. Hubo los gallegos, o canarios, muy pobres que venían a trabajar en el tabaco, en el campo. Hubo haitianos que venían a cortar caña cuando los cubanos no queríamos cortar caña. Porque cortar caña es una cosa muy difícil y era algo que nadie quería hacer. Lo hacían los esclavos, en un tiempo. Y después los desempleados. Pero en cuanto el cubano se conseguía otro trabajito, un poquito mejor que cortar caña, no cortaba caña. Entonces venían los desempleados de Haití, de Jamaica, a cortar la caña en Cuba. Después que triunfó la Revolución hubo que crear los trabajadores voluntarios que iban a cortar la caña, porque no había quién la cortara. Y, además, la Revolución va al campo, trae con justicia a los jóvenes a estudiar en las ciudades. ¿Por qué los jóvenes campesinos no podían estudiar? Era el plan de becas; y esos muchachos no volvieron más. Se despobló el campo cubano y ya no había quien cortara la caña y quien sembrara. Habría que ver el porcentaje de campesinos que había en 1959 y el que hubo 10 años después. Y hoy, ni hablar. Es decir, la despoblación del campo fue organiza-

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da por la propia Revolución sin darse cuenta, haciendo justicia sencillamente, y permitiendo que los campesinos estudiaran. El plan de becas sacó del campo a las hijas y los hijos de campesinos y vinieron a estudiar a La Habana las más diversas cosas. Pero muchos no volvieron, porque después que la gente vive en el Vedado, la gente no quiere volver a Hongolosongo. Eso es lógico porque, además, la distancia en avance material es muy grande. Es casi un siglo lo que hay. Si se va de un pueblito de campo de esos y viene a La Habana, es enorme la diferencia. Eso es muy difícil de controlar. Y mucho más, la Revolución lo propició, porque fue a traer esos muchachos para acá, y les mostró una realidad que no conocían y que les gustó, por supuesto. Eso es muy complicado. Hay varias cosas más concretas. Yo estaba hablando de un montón de cosas que nos están ocupando ahora mismo, la reforma migratoria, el caso del comercio, de la producción. Es decir, cosas que están un poco en el momento mismo actual de nuestra vida. Por supuesto que esto tiene muchas más perspectivas, y a la larga, según se van resolviendo unas cosas, de ahí pasamos a otras. Yo creo que ese es el desarrollo del ser humano. Resolver un problema no significa más que crearse otro. Apareció otro problema. Porque hay siempre un problema nuevo. Y cuando uno resuelve uno, a lo mejor ese mismo problema le crea otro. Lo que uno resuelve le crea otro. Mi hermano siempre decía…Yo tengo dos hermanos médicos y uno fue al campo al principio de la Revolución, en el primer contingente médico graduado con la Revolución. Decía: en cuanto aparecieron los médicos faltaron las medicinas. Porque antes a esos guajiros no los atendía nadie, ni compraban medicinas, ni hacía falta penicilina para ellos, porque no la usaban. Usaban un remedio casero, una hierba, o se morían. Pero cuando aparece el médico, aparece la necesidad de la medicina, entonces falta, porque la industria no estaba preparada para eso. Es decir, resolver un problema, el problema de la asistencia médica al ser humano, crea otro problema. Eso es así, es inevitable que sea así. Y así es como avanza la humanidad. No puede uno negarse a ello y pensar que es el acabose y el no da más. Es así, y así avanza el mundo, y así avanzan las sociedades. Y así tenemos que avanzar nosotros. Me parece a mí.

Manuel Alonso. Soy consultor económico. Guillermo Rodríguez Rivera. Usted es el hombre de los créditos, el que puede hablar de los créditos. Seguro que sabe mucho más que yo de eso. Manuel Alonso. Como dije en la ocasión anterior que hice uso de la palabra en esta misma sede, no los voy a abrumar con los temas económicos. Sepan que, en los últimos 10 años, he trabajado en más de 80 empresas, y en la actualidad, soy de los que trabaja activamente en el cambio de mentalidad, en la reorganización de las empresas que atiendo, que son varias. Aparte de eso doy clases en una de las sedes de los diplomados de administración pública. Quiero decir que de esto conozco algo, no mucho, pero me desempeño. Pero de esto no quiero hablar. Cuando hablamos de cambio de mentalidad, ¿cuál mentalidad y de quiénes? Es muy importante delinear esto. No coincido con usted en que Cuba sea el ombligo del mundo… Guillermo Rodríguez Rivera. ¿Yo dije que era el ombligo del mundo? Manuel Alonso. Más o menos. Quizás yo sea un poco provocador, un poco retador… Guillermo exagera…

Rodríguez

Rivera.

Usted

Manuel Alonso. Bueno, vamos a hablar después de eso. Es un problema de enfoque, de palabras. Yo no soy ningún académico. Ahora bien, ¿por qué digo esto de la mentalidad? ¿Hizo falta algo complicado, un hecho internacional para el cambio de la política migratoria? No. ¿Por qué nuestro Presidente ha tenido que mencionar, en varias oportunidades, los problemas que tienen nuestra prensa y televisión? Esto lo dejo para otro. Mi pregunta hacia usted. Habló de la riqueza controlada y del sano buen vivir. Me parece un poco contradictorio porque no están debidamente conceptualizados estos términos. ¿Por qué llego a esto? Sencillamente, hace un tiempo un funcionario nos reunió a un grupo de nosotros, casi a un centenar, y nos dijo que nosotros ganábamos mucho dinero, que ganábamos 800 pesos mensuales. ¿Y eso qué cosa es? Cuando empecé a trabajar, que era ayudante… Yo fui luminotécnico del cabaret Copa, del Riviera, ga-

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naba 150 pesos, pero los fines de semana iba con mi noviecita al hotel Habana Libre, y pasaba mi noche allí. Para hacer eso en la actualidad hacen falta 16 mil pesos mensuales. ¿De qué usted habla? Entonces, digo, insisto en que debemos conceptualizar bien qué cosa es el sano buen vivir y si usted pudiera, de alguna manera ilustrarlo. Guillermo Rodríguez Rivera. Bueno, pregúntele a Correa, que él sí lo ha usado. Lo ha usado Lula también. Yo creo que se refiere al bienestar del pueblo, empezando por la salud y por resolver los problemas principales, la vivienda, por ejemplo. Creo que estos nuevos gobiernos, como el gobierno de Venezuela, que está construyendo centenares de miles de casas, cosa que nosotros no hicimos. Nosotros nos preocupamos por otras cosas. Quizás es lo que teníamos que hacer. Ya esto es cuestión de valorar históricamente el proceder de la Revolución cubana, que es otra cosa, y además, no se a resolver aquí ni mucho menos. Creo que Cuba apostó por ayudar a que la Revolución se expandiera y no se preocupó excesivamente por resolver nuestros problemas. Los resolvió en buena medida, sobre todo al principio, pero cuando la aislaron, cuando toda América Latina rompió con ella, cuando se decretó el bloqueo contra Cuba, como se revolvió en sí misma y apareció la necesidad de impulsar la Revolución. Todo el movimiento guerrillero de los años 60 forma parte de ese fenómeno, con una figura esencial como fue Che Guevara y con un montón de líderes en el continente: Fabricio Ojeda; Camilo Torres, en Colombia; Jorge Ricardo Masetti, en Argentina; un movimiento guerrillero…; el movimiento sandinista, que es el único que triunfa, en Nicaragua, derrocando la tiranía de Somoza. Tiranía familiar, tiranía hereditaria. Eso fue, yo creo, lo que hizo la Revolución cubana y resistió, sobre todo, lo que no había hecho ningún gobierno de América Latina. En América Latina ningún gobierno había podido vivir con la oposición de Estados Unidos. El último caso fue Guatemala, que yo lo mencionaba, derrocado en 1954, el gobierno democráticamente electo de Árbenz, porque los que crean que Estados Unidos está por la democracia, que lo averigüen, porque han defendido todas las tiranías, y todas las dictaduras del continente. Han estado por sus intereses. Como dijo Roosevelt cuando le dijeron que por qué defendía a Somoza, que Somoza era un hijo de puta. Y dijo: Yes, he’s a son of a bitch, but he’s ours (es un hijo de puta, pero es nuestro, está a favor de nosotros). Y eso es así en Estados Unidos. Entonces Cuba y toda América Latina estuvieron 200 años bajo la influencia norteamericana y no avanzamos. Y cada vez que aparecía un gobierno que quería hacer una cosa que no era comunista, porque a Jacobo Árbenz lo acusaban de comunista, pero lo que hizo fue una reforma agraria, que Estados Unidos la hizo, después de la Guerra Civil, porque esa es una condición para el desarrollo capitalista. No hubo gobierno latinoamericano que pudiera sobrevivir con la oposición de Estados Unidos. El único fue Cuba. Y por eso después han existido Lula, o Evo o Chávez o toda esta formación… Por ejemplo, la Organización de Estados Americanos (OEA), de momento no aprueba lo que dice Estados Unidos. Eso era inconcebible. Yo tengo más años que casi todos los que están aquí. Yo soy de los más viejos. Cuando triunfó la Revolución, yo tenía 15 años, era un bebé. He visto unas cuantas cosas desde entonces. Voy a cumplir 70 ahora, han pasado 55 años desde entonces. Siempre digo que a Estados Unidos lo compre quien no lo conozca, pero quien conoce la historia de América Latina y la relación de Estados Unidos con América Latina, no. Democracia, ¿dónde han defendido ellos la democracia? Para ellos, quizás. Pero, para América Latina, jamás. Han querido gobiernos opresores, pero que estén a favor de sus intereses, hagan lo que hagan. Somoza, Trujillo, Pérez Jiménez, Batista, el que sea, Videla, Pinochet… Nunca han defendido la democracia. Es lo que demuestra la historia. Ahora apareció un gobierno que no pudieron aplastar. Hicieron casi todo lo posible y lo imposible. Nos costó mucho trabajo, y nos costó muchas deformaciones y sufrimos muchas cosas. Pero aquí estamos. Lo que ha venido después para América Latina yo creo que es consecuencia de eso. No podría haber eso sin Cuba. Enrique López Oliva, periodista. Yo voy a hacer preguntas, más que otra cosa. ¿No te llama la atención, Guillermo, que estos debates no aparezcan nunca en los medios nacionales y que inclu-

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sive la prensa nacional no esté presente nunca aquí? Una pregunta. Déjame seguir haciendo preguntas, no me contestes ahora. Otra pregunta. ¿No te llama la atención el papel tímido que tiene la Universidad en el proceso de cambios que existen en la actualidad? ¿No te llama la atención también un cierto protagonismo, y me parece positivo, no lo estoy criticando, de las instituciones religiosas en este momento político que vive el país? ¿No crees tú que hace falta un diálogo interno pero también un diálogo con los cubanos que viven fuera de Cuba y que tienen distintos criterios sobre nuestra realidad y que pudieran hacer aportes, a partir de su experiencia histórica y sus recursos, a los cambios que vive nuestra sociedad? Guillermo Rodríguez Rivera. Estoy de acuerdo con casi todo lo que dices. Me parece que, en efecto, la prensa debía recoger estas cosas y yo creo que se ha hablado. Vamos a ver cómo se va moviendo. Mover estas cosas no es tan fácil. Por eso yo hablaba de la importancia de Telesur, porque Telesur trae una perspectiva nueva. Por ejemplo, yo nunca había visto en la prensa ni en la televisión cubana, el discurso completo de un presidente norteamericano, como transmitió Telesur, hace dos días, el discurso del estado de la Unión, de Obama. Me parece que eso es una lección importante para el cubano, que vea estas cosas, y todo un montón de cosas que está viendo el cubano común, que prende el televisor en su casa, y lo ve todo. Es decir, quien hable ahora de bloqueo de información… Bueno, no entra TeleMartí, pero yo creo que el espectador cubano no está bloqueado en la información, con un canal como Telesur, ¿no? Tiene un punto de vista de la izquierda, pero da todas las noticias, porque se mueve en un ambiente donde hay diversos medios de opinión y no puede ocultar las cosas. Yo creo que, efectivamente, es necesario que la prensa cubana propicie estas cosas. Estoy de acuerdo contigo en cuanto al diálogo. Lo que pasa que este es un problema que es un fenómeno de dos hablantes, el de aquí y el de allá. Hay que ver quiénes son los de allá que están dispuesto a hablar. Hay algunos que les dicen dialogueros y hay otros que casi les piden la cabeza cuando intentan conversar con Cuba. No conmigo, sino con las autoridades cubanas.

Yo no soy autoridad ninguna, yo soy un profesor. No tengo ninguna otra autoridad que las poquitas cosas que sé. Creo que es necesario. Tú hablas del poco protagonismo de la Universidad. En efecto, la Universidad fue constreñida durante mucho tiempo a hacer nada más que ciertas cosas, y le cuesta mucho trabajado desembarazarse de estas cosas. En mi facultad está ocurriendo una mayor presencia de los estudiantes, y de los profesores jóvenes, porque tenemos muchos profesores jóvenes, en muchas actividades diversas fuera de la universidad misma. Yo creo que esto va a darse con el tiempo… Cuando estas cosas se desatan empiezan a expandirse, a generalizarse, a colarse en otros sitios, a ampliar su ámbito de acción. Yo creo eso, por supuesto. Andrés Gómez. Muchas gracias de nuevo. Mi cuenta en Twitter es @sol2012cuba. Quería hacerle una pregunta sobre el perfil político, y es la siguiente. Por lo general en los críticos al sistema político cubano de alguna manera está implícita la referencia al sistema presidencial de Estados Unidos, que cada cuatro años cambia al Presidente. Sabemos que eso tiene un trasfondo, que en realidad hay oligarquías de poder que están influyendo sobre esas cosas, pero, mi pregunta tiene que ver con lo siguiente. En la historia de la formación de las naciones europeas existió en muchas ocasiones el hecho de que un líder fuera un líder popular y llegara a convertirse después en un rey, fuera un líder que durara mucho tiempo, etc. Actualmente, muchas naciones europeas mantienen la dualidad de cargos donde hay un jefe de Estado y hay un jefe de Gobierno. Por ejemplo, en España tenemos al Rey y tenemos al Presidente del gobierno. Existe también la circunstancia de que el sistema político cubano tiene el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Presidente del Consejo de Ministro, que son dos cargos diferentes, aunque hasta ahora, siempre lo ha ocupado, desde el 76, desde que se estableció ese sistema, lo ha ocupado la misma persona. ¿No cree usted que la posibilidad de que estos dos cargos sean ocupados por dos personas diferentes sería un paso de avance en armonizarnos, modernizar un poco nuestro sistema político? Muchas gracias. Guillermo Rodríguez Rivera. Yo creo que inevitablemente será así, lo que pasa es que mu-

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chas veces cuando existen revoluciones y hay líderes históricos es muy difícil que eso se logre de pronto. Es decir, era difícil decirle a Fidel que no fuera presidente del Consejo de Estado y de Ministros, porque era el líder histórico de la Revolución cubana, y tenía peso y una ascendencia en el país muy grandes. Pero yo creo que, inevitablemente, esto será así, y habrá que separar estos cargos, estas responsabilidades, lo que será mucho más sano. Yo creo que muchas de estas cosas son complicadas y si nos metemos en todos los problemas, porque aquí estamos derivando del problema que yo planteé a problemas mucho más abarcadores y tremendos. En Estados Unidos tenemos dos partidos, de hecho son dos partidos, aunque hay más. Pero los que ganan son uno de esos dos. Nadie es Presidente si no es demócrata o republicano. Un tercer partido no tiene posibilidad de ser elegible. Ahora bien, no se cambia el sistema. Son dos partidos que responden a un mismo sistema, que defienden el mismo sistema, que es lo que está pasando también en Europa, pasa en España. El famoso Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que es otro PSOE diferente al que gobernó en tiempos de la República Española, porque aquel PSOE era marxista, y este PSOE, en tiempos de Felipe González renunció a la ideología marxista. Es muy parecido al Partido Popular (PP) que está gobernando. Hay sus diferencias. Por supuesto, el PSOE tiene algunos rasgos más progresistas. Por ejemplo, está a favor de que los homosexuales se casen, que el PP, no. Pero en cuanto al neoliberalismo, los dos están de acuerdo. En cuanto al modo de gobernar económicamente el país, están de acuerdo los dos. Los españoles quisieron castigar a los socialistas porque impusieron los paquetes neoliberales, y sacaron de presidente a Rajoy, y fue peor, porque Rajoy es todavía más conservador que los socialistas. Es decir, yo creo que no hay gran diferencia de un partido a otro, que es lo que ha pasado con estos sistemas bipartidistas, que hay matices, pero no diferencias esenciales, no hay una oposición de verdad. Pasa con los laboristas y los conservadores ingleses. ¿Cuál es la diferencia entre Tony Blair y Cameron, o la Thatcher? Tony Blair fue el que lanzó a Inglaterra a la guerra en Irak. Lo hubiera hecho la Thatcher, seguramente. Es decir que, prácticamente en asuntos esenciales y sustanciales no hay diferencias. Creo que, de todas maneras, se ha establecido que nadie esté en el poder más de cinco años. Me parece muy bien. Porque, además, cuando se está demasiado tiempo en el poder, aun las personas mejores crean siempre compromisos, vínculos… Me parece que el poder desgasta. Decía lord Acton que el poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe absolutamente. Pero yo creo que inevitablemente el poder crea compromisos, crea debilidades o desgasta en buena medida al gobernante. Además, tiene que hacer cosas que no es lo mismo hacerlo en la oposición. En la oposición uno está libre para decirlo todo del gobierno y a todo el mundo le cae bien. Cuando uno tiene que gobernar, tiene que soportar las críticas sobre lo que está haciendo. Pero yo creo que nadie debe gobernar más de cinco años, quizás prorrogable otros cinco años, una sola reelección, pero no más. Yo creo que tendremos que ir perfilando y perfeccionando nuestro sistema político, pero primero tenemos que levantar el país, me parece a mí. O quizás a la vez. Me parece que será inevitablemente a la vez, no puede ser esto primero y esto después. Hay que hacer las dos cosas a la vez. Quizás no con la misma intensidad, no con la misma fuerza, pero hay que ir haciéndolas las dos. Por ejemplo, estas cosas que van llegando, la reforma migratoria, el problema de la prensa, que ya se está empezando a tratar. El compañero hablaba del problema de la prensa. Pero ya la entrada de Telesur me parece un fenómeno bien interesante y que le pone la varilla un poco alta a la prensa cubana, porque no pueden seguir dejando de informar como hasta ahora muchas veces lo han hecho. Yo creo que esta es una sociedad en movimiento. Se habla de inmovilismo, yo creo que no, que se está moviendo, quizás despacio, o no todo lo rápido que uno quisiera que se moviera. Pero se está moviendo y se están viendo algunas de estas transformaciones. Muchas gracias.

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PALABRAS DE JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA EN PRESENTACIÓN DE IDEAS DEL LIBRO La Verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia, DE JULIO CÉSAR GUANCHE. i

EN DIÁLOGO 2-2013

La presentación de ideas que han aparecido en un libro no es el mismo ejercicio que mostrar las bondades de una obra, para divulgarla o promocionarla. Las tesis que aparecen en La verdad no se ensaya… son tan cercanas a mí, como ser humano, como ciudadano y como intelectual, que las acojo como propias, por su sustento ético, por su argumentación científica -histórica, jurídica y sociológica-, por su belleza literaria, por su compromiso político con el futuro de Cuba y por su comprensión de la vida de la nación más allá de los discursos de la academia. La verdad… es un libro de ensayos, algunos más apegados a la técnica ensayística, como el que, en parte, le da nombre al volumen, otros más cercanos al artículo científico, con una argumentación fundada de lo que se piensa o se propone, como los trabajos en que Guanche se acerca y se sumerge en las aguas no siempre cristalinas de la institucionalidad política y jurídica cubanas. En total, los escritos de Guanche que conforman el libro, son: La verdad no se ensaya. Revolución, ideología y política en Cuba. Se acata pero…se cumple. Constitución, República y Socialismo en Cuba. Un socialismo de ley. En busca de un diálogo sobre el “constitucionalismo socialista” cubano en 2010. La participación ciudadana en el Estado cubano. El santo derecho a la herejía. La idea del socialismo cubano en Raúl Roa García de 1935 a 1958. Las tesis que aparecen en este libro forman parte del relato del crecimiento teórico y político de un hombre joven que piensa y escribe como algunos de los más conspicuos hacedores de ideas de Cuba. Guanche es una mezcla de humildad campesina holguinera -de sus ancestros- y de laboriosidad que no acepta sosiego, y que por lo tanto se eleva hasta donde haga falta para hacer de una reflexión una obra que perdura, sin simplismos, pero sin adornos superfluos. En las páginas de este libro, que he leído cuando no se pensaba como una totalidad, y ahora, que es ya una compilación de ensayos ligados y con vida propia, nos topamos, con una fila de ideas como fogonazos, que deslumbran, alegran y agitan Como Roberto Veiga decía, este libro de Julio César Guanche: La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia, son ensayos sobre política, ideología, revolución, socialismo en Cuba. Es una compilación muy interesante que ha tenido, además, una edición chilena con unos cuantos textos más. En estas palabras trataré de hacer una especie de sistematización de los argumentos más importantes que este libro tiene para encontrarnos con él y pensar si puede ser algo más que un esfuerzo teórico, cientí-

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fico, metodológico de Guanche y se pueda convertir en algo que nos sirva como una guía política, institucional, jurídica de análisis histórico de coyuntura institucional, para la actualidad. Algo más que debo aclarar, para que se sepa y para que se entienda, es por qué me han seleccionado a mí, aunque no me hayan explicado el por qué me pidieron esto, aunque puedo imaginarlo. Hay dos textos específicos de ese libro que Guanche y yo hicimos juntos, y creo que por ahí puede haber una razón. El libro es pequeño, tiene cinco ensayos. Dos sobre Derecho Constitucional, el ámbito del constitucionalismo socialista cubano, un análisis crítico de ese ámbito; los problemas teóricos y prácticos que se debaten hoy sobre ese constitucionalismo, que nosotros compartimos. Además, por la cercanía de trabajo que tengo con Guanche, también la tenemos Veiga, Lenier, Dmitri, Hiram, algunos aquí, que hemos trabajado juntos bastante tiempo, hacen que conozcamos estos textos desde el momento en que se estaban produciendo, desde antes que se hicieran definitivos. He hecho un estudio de cada uno de los ensayos y lo que quiero hacer hoy aquí es comentar ante ustedes, y después conversar, sobre el hilo conductor que tiene el libro. Aunque Guanche no haya escrito estos ensayos pensando en que se convertirían en un libro, hay un hilo conductor y una lógica interna en estos ensayos que han hecho que él pensara en la posibilidad de unirlos y es, en ese punto, donde creo que está la propuesta y el interés más grande del libro. Si tengo que decir rápidamente cuál es la tesis fundamental del libro, es la defensa del republicanismo democrático como opción política libertaria, en lo jurídico, en lo institucional, en lo económico para Cuba y el análisis de la historia de la formación de ese pensamiento y de esa práctica política en Cuba. Por lo tanto, rescata el republicanismo democrático cubano también como posible nervio del socialismo, no es algo que ahora estemos inventando aquí un grupo de personas, de forma trasnochada o utópica, sino que tiene una historia en el pensamiento político cubano, que forma parte de un núcleo de pensamiento que se ha repetido en la historia de las luchas sociales cubanas y que, por lo tanto, tiene una trascendencia interesantísima, pero, como otras tradiciones de pensamiento, se ha tergiversado, perdido, o ha sido atacado directamente, o sencillamente se ha olvidado con más o menos dolo, es decir, con más o menos intención, y no se toma usualmente en cuenta como una opción actual. Es muy interesante cuando hablamos del diseño político cubano, de la institucionalidad actual, de los posibles derroteros de la institucionalidad cubana o del constitucionalismo, específicamente cubano, que casi nunca pensamos en la idea de República. Los debates se dan más entre socialismo y capitalismo, desde el punto de vista de la formación económico-social, o qué tipo de relaciones socioeconómicas fundamentales existirían o si la institucionalidad político-jurídica sería de tal o más cual forma, pero se soslaya la discusión sobre qué significa para nosotros una república democrática. El primer trabajo de ese conjunto de ensayos es uno muy interesante, que le da nombre al libro: “La verdad no se ensaya”, en el que se adentra en el análisis de los símbolos de la Revolución, la idea de la Revolución en Cuba, el socialismo, la formación de las ideologías. Entonces uno dice, ¿a dónde me va a llevar este ensayo? Sobre todo cuando miras el índice y ves que el último texto es sobre Roa y te preguntas, ¿qué camino tiene este libro? En ese primer ensayo, Guanche dice: “el discurso oficial habla por el país histórico mientras las ideologías presentes en lo social lo hacen por una nueva Cuba, que piensa un futuro compuesto de presente y carente de pasado”2. Guanche resume la idea de ese primer ensayo así: ¿de qué trata este ensayo? Sobre la cultura política, sobre la Revolución, el capital simbólico de la Revolución y cómo se elaboran hoy las ideologías del futuro cubano. Sobre todo esto trata el primer ensayo. Hace un estudio histórico, porque Guanche es un historiador, sin haberse graduado de historia, porque es jurista, pero lo que ha trabajado más es la historia de Cuba y, sobre todo, la historia de la República fundada a partir de 1902. Y Guanche comienza el análisis de la Revolución en Cuba en el siglo XX; el concepto de Revolución, el imaginario sobre la Revolución, qué significa Revolución para las

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cubanas y los cubanos en todo el siglo XX, y lo hace desde la idea de Revolución en el ambiente de la década del 30. Hace una disección interesantísima sobre los postulados fundamentales de las revoluciones en el siglo XX en Cuba, el resumen que sintetiza ambas revoluciones de la segunda mitad: la del 30 y después de la segunda mitad del siglo XX. Creo que los aportes fundamentales de ese primer ensayo están en las síntesis históricas y en las propuestas de conceptos, definiciones y esclarecimientos muy importantes, que creo que son un aporte para la historiografía sobre la Revolución en Cuba, aunque sea en un breve ensayo, que supuestamente no se mete en asuntos de relato histórico concreto. Se habla en este primer ensayo, por ejemplo, del resultado de la revolución del 30: modernización del estado nacional ; la Constitución del 40 como consagración de la Revolución, o sea, la idea de la revolución del 30 en la Constitución del 40; elimina la lógica de que la revolución se fue a bolina, la constitucionalidad de las relaciones laborales; el fortalecimiento del movimiento sindical; la legislación social cubana, que hay una parte del pensamiento social cubano actual que cree que es un invento de hace poco tiempo y, desde el punto de vista práctico, social, el aumento de la población que vino después de los años 30, que es un argumento muy interesante. Guanche introduce esta pregunta: ¿Cómo se resume la idea de Revolución para el pensamiento cubano del siglo XX? ¿Qué no puede faltar dentro del pensamiento sobre una revolución en el siglo XX cubano? Guanche trata de sistematizar esto y dice: “antiimperialismo, independencia nacional, nacionalismo popular, paz social igualada a progreso social”, un aporte del pensamiento revolucionario del siglo XX cubano. Más importante todavía, la responsabilidad del Estado en esa paz y progreso sociales. Es decir, el Estado presente, no desaparecido. La idea de que la revolución siempre la tiene que hacer una nueva generación, es algo muy particular nuestro. El caudillismo convertido en institucionalidad con liderazgo carismático. La desligitimación del multipartidismo, que todavía hoy existe, teórica e ideológicamente hablando. El desgaste de la llamada democracia liberal. La integración del sindicalismo al sistema políti-

co, que es un problema presente y la idea de un nuevo partido que sintetiza todo el campo político revolucionario. Por eso son tan interesantes, en todos estos ensayos de Guanche, las preguntas que él hace. Con estos ensayos se podrían hacer varios ejercicios. Uno sería convertir los ensayos en aforismos, porque algunos de ellos están escritos como tales. También se pueden sistematizar preguntas, porque hay preguntas que son muy significativas. Por ejemplo, el autor lanza esta interrogante ¿de quién es la Revolución? ¿Del sujeto o de la ideología?¿del ciudadano o de la naturaleza? Aquí él se responde de una manera muy interesante, que creo es una característica de su obra, porque lo hace mediante el rescate del pensamiento cubano menos conocido. Cita, por ejemplo, a José Antonio Echeverría, en 1956. Conocemos a José Antonio Echeverría, el héroe y el mártir; desconocemos al Echeverría pensador, sus ideas… En 1956, José Antonio Echeverría decía: “la Revolución es el cambio integral del sistema político, económico, social y jurídico del país y la aparición de una nueva actitud psicológica colectiva que consolida y estimula la obra revolucionaria”. Guanche hace un análisis del pensamiento revolucionario cubano que él califica de jacobino y bonapartista-populista, con las figuras preponderantes de Antonio Guiteras y Eduardo Chibás… Se pregunta: ¿cómo se hace una Revolución? Se adentra en el interesantísimo debate sobre el caudillismo en Cuba, cómo es este, y las contradicciones fundamentales de estas maneras de entenderse la revolución desde posiciones revolucionarias. Caudillismo y democracia, personalismo y voluntarismo, crítica de la centralización, transversalmente en todo esto, siempre presente hasta la actualidad en la lógica y el pensamiento nuestro. Otro momento fundamental en ese primer ensayo, que es la guía de todos los que vienen después, es cuando Guanche dice cuáles han sido las leyes de bronce de la cultura política del siglo XX cubano, y eso sintetiza su pensamiento sobre la cultura política cubana: “sin azúcar no hay país; aquí se puede hacer una Revolución sin el ejército o con el ejército, pero no contra

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el ejército; la política es la segunda zafra del país (se decía); nada se puede hacer en Cuba sin el reconocimiento de Estados Unidos. Esas son las leyes de bronce de la cultura política del siglo XX cubano”. Todas ellas quedaron violentadas por la Revolución de 1959. Hay un aporte a la cultura política cubana del proceso social de la Revolución. Guanche analiza esto muy profundamente… Dice él: sí, la Revolución rompió con estas leyes de bronce, pero creímos igualmente que la Revolución entonces era fruto de la voluntad. Lo menos que se puede decir de esta tesis es que es idealista. Entonces estas leyes de bronce no se mantuvieron. La Revolución rompió con esta lógica, creamos una nueva historia. La Revolución dependió de una nueva voluntad. Pero lo que Guanche se pregunta es: ¿por qué la Revolución y el Estado revolucionario (que cristalizó la revolución y la institucionalizó, supuestamente, desde el principio mismo, aunque sepamos que los años 70 fueron los definitivos) se hacen desde arriba? ¿Por qué todo este proceso se hace desde arriba? Por qué hay una tendencia a una centralización, a una concentración, a un alejamiento del proceso de producción social de la política revolucionaria que va sucediendo muy rápidamente, casi a la misma vez que se va produciendo el salto cualitativo de la Revolución. Guanche da un dato que es una explicación interesantísima. En 1968, el 4 por ciento de los militantes comunistas cubanos eran los únicos, dentro de toda la militancia comunista, que tenían nivel universitario. El autor concluye: ¿era lógico creer en una Revolución hecha desde arriba con solo un 4 por ciento de militantes universitarios. Evidentemente es solo un pequeño dato que oculta otras tantas verdades, pero ahí hay una realidad. Hoy, de una manera ritual o de una manera muy dogmática o simplona, decimos, ataquemos al paternalismo, a la práctica del pensamiento no crítico, a nuestros vicios de inmovilidad, que ahora de pronto aparecen como una responsabilidad del pueblo y se divulgan hasta en los spots televisivos: Ellos lo dieron todo, ahora a nosotros nos toca ahorrar. En la primera parte del spot aparece toda la épica revolucionaria y, de pronto, ahora nosotros, con ahorrar, con apagar la luz, culminamos todo el proceso revolucionario. Ese es un spot terrible que aparece en la televisión porque demuestra que la Revolución se sigue pensando desde arriba. Hay otro que dice que la salud es gratuita, pero cuesta, y no dice les cuesta a ustedes, como si le costara al Estado, como si el Estado produjera por sí mismo y la bolsa del Estado estuviera cargando con la responsabilidad de la salud. Ahí se está falseando la verdad sobre de dónde sale la producción social. Todo esto, junto con toda la crítica de moda a la libreta de abastecimiento, al asistencialismo del Estado socialista, parece decir que, de pronto, todo lo que hacíamos por la igualdad o por la racionalidad revolucionaria y socialista hubiera sido un error, o por lo menos así algunos lo cuentan, de forma muy drástica. Yo soy un defensor de la obra de la igualdad, de la equidad de la Revolución. Por eso entrecomillo esta frase de Guanche: “la ofensiva revolucionaria (1967-1968) no intentó abolir las clases sino igualarlas, fundar la democracia de una sola clase”. Esto me recuerda que mi padre me contaba que en esa época había unas encuestas que se hacían a los trabajadores donde una de las preguntas siempre se repetía: ¿usted ha sido dañado por alguna ley revolucionaria? Y él siempre contestaba: sí, a mí me quitaron los puestos de chinos, las frituras de caritas, las frituras de bacalao. Como diciendo, la Revolución no se hizo para quitar las frituras, ni el puesto de chinos, ni la sopa de cabeza de cherna. Es decir, confundimos a la Revolución con eso. Y hasta hoy lo estamos rectificando. Aunque el pueblo cubano siempre supo y sintió que la Revolución no se había hecho contra los timbiriches. Guanche cuenta aquí la anécdota espectacular de un héroe de la Revolución, que otros compañeros de su generación lo ven de taxista particular, hace unos años. Y le dijeron: oye, tú eres un héroe de la Revolución, ¿qué tú haces boteando? Y él respondió rápidamente: esta Revolución la hice contra Batista, no contra los taxistas. Guanche escribe: “la Revolución de 1959 no implantó el régimen de productores libres que quería Marx, sino que frenó la propiedad privada para frenar la expansión del capital”. Si todavía hay una idea que no entendemos del socialismo de Marx es la de un régimen extendido de productores

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libres, y, por tanto, la idea misma de que la propiedad privada, es decir, personas reproduciendo materialmente su propia existencia de forma socialista no va contra el socialismo. Julio César Guanche nos estremece con esta tesis: “El Estado pasó de ser una forma de organizar el poder a ser la forma de organizar el poder”. Para nosotros el Estado asumió a la Revolución y hasta el día de hoy (2013) se habla de la Revolución, o del Estado revolucionario o de las instituciones generales o hasta de la administración pública, como La Revolución. Se dice el Jefe de la Revolución, y no sabes si se está hablando del jefe de Estado actual o de Carlos Manuel de Céspedes, que también puede ser llamado el jefe de la Revolución; se dice la Revolución hizo tal cosa, y tú te preguntas: ¿la Revolución o fue una disposición normativa y un proceso que se formó en el año 1980, 85, 90, 2000…? ¿Es la Revolución o es el Estado revolucionario? ¿Qué consecuencias tiene esta lógica de que el Estado ya no sea solo una forma de organización de la política, sino la única forma posible? Guanche sistematiza también algunas consecuencias: “se crea la cultura del prestigio del jefe, el jefe tiene un prestigio determinado, por tanto eso viene de la mano con la tradición de un descrédito de autoorganización, eso nos hace entender qué nos pasa todavía. Se inclina la soberanía hacia el poder central, hay una prioridad absoluta de la verdad oficial y el argumento de autoridad para resolver necesidades: todo el poder a la dirección”. Las necesidades todas se pueden justificar con un argumento de autoridad, por tanto, esta lógica de: el jefe lo dijo, el jefe lo hace, el jefe lo piensa, nos recorre y es mucho más entendible entonces el llanto por el llamado paternalismo actual. Sería más lógico “cogerlo” con esto que con la libreta de abastecimiento. Otro aporte importante de este ensayo es cómo Guanche esclarece de nuevo la idea de que la Revolución para nosotros, se ha entendido, sobre todo por las nuevas generaciones, sin uno de sus elementos contradictorios más relevantes: la Revolución se hizo también contra la idea de dictadura, contra la idea de tiranía, no solo como un salto de calidad socio-político o socioeconómico de una coyuntura de coloniaje, de

subdesarrollo, de dominación imperialista, de dependencia y, por lo tanto, de todos esos males sociales derivados. Armando Hart ha dicho muchas veces que todas las revoluciones en Cuba se han hecho para defender una Constitución. No podemos olvidar la tradición jurídica de defensa del Estado de derecho en Cuba, toda esa historia hermosa para contarla a nuestros niños y jóvenes, esa historia interesantísima que no se cuenta cuando se habla de la Protesta de Baraguá. No se dice que esa protesta se hizo con una Constitución. Maceo prefirió el disparate técnico-jurídico de una Constitución incompleta, a que su acción quedara como un simple manifiesto de continuidad de la guerra. La demostración del apego a la legalidad en la historia cubana está claramente establecida. Nosotros creamos, en el medio de la manigua, la legislación revolucionaria de las cámaras de representantes, de los órganos legislativos de Guáimaro, Jimaguayú y La Yaya, que es más rica que lo que la comisión de asuntos jurídicos y constitucionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) actual ha hecho en mucho tiempo. Lo digo con toda la responsabilidad, porque el dato es objetivo. Porque el nivel de prolijidad de esta legislación significa que la gente que estaba haciendo la revolución en el siglo XIX proponía una República democrática, que tiene mucho que enseñarnos todavía. Ahí están Maceo ,dictando una Constitución en ese momento, Martí, proponiendo un tipo de revolución con el machete en la mano, diciendo que no le va a pasar la cuenta a nadie que quiera sumarse a la Revolución. Todavía hasta el año 1992 nosotros rescatamos la idea de “con todos y para el bien de todos”, de Martí. Cuando hizo falta, en la táctica política, rescatar el consenso perdido, cuando hizo falta proponer: esto tiene que ser una República de unidad nacional, este tiene que ser un Partido único, de unidad nacional, el que vino a salvar la situación fue Martí. Martí era el que aportaba la idea “con todos y para el bien de todos”, Martí hizo que el partido actual fuera martiano. La mayoría de las personas creen que eso sirvió solo para que en el Partido Comunista entraran los religiosos. Esto es un error. Cuando se dice que el Partido es martiano, técnicamente lo que

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se dice es que ahí puede entrar cualquiera que, sin ser comunista en el sentido marxista ortodoxo o clásico, sí sea antiimperialista, latinoamericanista, antianexionista, independentista, republicano, demócrata y, por lo tanto, es más difícil todavía ser martiano que marxista. Cuando se consagra en el artículo 5 de la Constitución que el PCC es también de ideología martiana, creo yo que se hace más difícil entrar al Partido. Por eso Guanche quiere recalcar tanto la idea de que se ha olvidado entre nosotros el contenido político, y no solo económico, de la idea de revolución. Hay una frase muy bonita aquí, en el primer ensayo, que dice: “el capital simbólico de la Revolución se materializó sobre la tierra firme de la justicia”. Eso es muy importante. Ahí está un análisis de Guanche sobre todas las contribuciones de la revolución práctica en Cuba y para América Latina. Después viene su análisis de la Revolución en el poder, de la institucionalización. Él analiza los errores que considera repetidos y que hemos arrastrado dentro del proceso revolucionario: “vocación estalinista, centralización, personalismo, ritualización de la participación popular, planificación burocrática, planificación voluntarista, institucionalidad social solo para defender al Estado; una institucionalidad social que no entendemos autónoma, que no entendemos solo espontánea, cíclica, ortodoxa o heterodoxa, el discurso, de un lado hacia otro, unos vaivenes que hacen que nosotros no podamos distinguir por dónde vienen, dogmatismo”. Y la insistencia, rotativa también, de resolver problemas políticos y jurídicos muy concretos con el fortalecimiento del trabajo político-ideológico. Todavía hoy seguimos queriendo fortalecer el trabajo político-ideológico sin darnos cuenta de que ese fortalecimiento se logra haciendo una política auténtica. Guanche hace un análisis muy interesante de qué sucede cuando no existe derecha en nuestra Revolución. La Revolución sin derecha significa que toda la diversidad posible está dentro de la izquierda. Y dice: la división interna de la izquierda hace que haya una derecha de la izquierda y una izquierda de la izquierda. Una derecha de la izquierda que afirma la necesidad de la participación popular, pero desconfía completamente de ella. Yo siempre digo: si el pueblo es culto, revolucionario, socialista, si sabe cuál es su enemigo histórico, si sabe cuál es el enemigo de todos los días; si puede nominar directamente al candidato a la asamblea municipal, ¿cómo en un mes pierde la capacidad política para nominar al candidato a la asamblea provincial? ¡El mismo pueblo! Eso no lo dice Guanche, lo digo yo, para que se entienda. Mi pregunta es muy clara. Yo se la digo a todo el mundo en las clases cuando hablo de estas cosas. ¿Cómo puede ser? Alguien que me dé una explicación práctica y política con sentido. Por tanto, una izquierda de la izquierda reivindica el contenido anticapitalista del socialismo, radicalización de la democracia. Va por el camino de este republicanismo radical, revolucionario, que muchos de nosotros le llamamos socialista. Hay una frase que creo resume este primer ensayo, “la crisis principal que enfrenta la continuidad revolucionaria acaso sea civilizatoria. Se trata de captar y conseguir reproducir, en un sentido socialista, las nuevas o renovadas subjetividades existentes en una sociedad diversificada”. También dice, de una manera muy humorística, que “el Estado puede proveer vacunas, lo que es imprescindible, pero no felicidad, lo que también es imprescindible”. Esta idea es muy interesante porque es muy discutible. Yo, por ejemplo, hoy defiendo con mucha fuerza que la administración pública tenga una responsabilidad directa en garantizar la felicidad. Esta idea de Guanche parece ir más por la lógica de que la felicidad es un problema de nosotros, que el Estado no se meta en nuestra felicidad. Y yo digo que el Estado también debe crear, regular los procesos y los sistemas hasta donde el Estado deba llegar, que garanticen que tengamos derecho a la felicidad, porque si no… Creo que la historia ha demostrado que no puede ser con la simple espontaneidad. Porque por ese camino también un día nos dijeron que en el socialismo real (que no se llamaba real en aquella época, era solo socialismo) no hacía falta garantizar judicialmente los derechos porque estos no se violaban. Hubo un momento, hasta los años 70, que ya no iban a cometerse más delitos. Se acabaron los delitos. No hacía falta ni estudiar eso. La vida nos ha demostrado que los derechos sí se violan, que sí hace falta defender los derechos, que no basta con garantizar materialmente los derechos, cosa

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que es imprescindible, si además tenemos todos los mecanismos posibles para lograr convalidar un derecho cuando este falta, o cuando este se realiza mal, o cuando este se interpreta mal, cuando este se viola de cualquier manera, creo que eso solo nos hace más libres y no menos. Guanche termina el primer ensayo haciendo un análisis de las características de ese republicanismo que está proponiendo dentro de la lógica de la Revolución, del estudio de la Revolución como concepto, como capital simbólico. Dice también que la transparencia es el programa del republicanismo, además de “pluralismo político, independencia personal, diversidad civilizatoria, diversidad de modos de producción, del sentido de la vida, del tiempo y de la política”. Por eso él termina creyendo que el futuro democrático de Cuba ha de ser más socialista y no menos. Esa es su idea. Entonces se pregunta: ¿cuáles son los mínimos para que esto sea posible? Y responde: “que se asegure el carácter público de la política, igualdad política y garantías individuales, producción y control de la política como ejercicio universal inexpropiable por intereses particulares y sometido a leyes, asegurar presupuesto de justicia social y educación para la libertad, instituir formas directas de ejercicio del poder, representación política como mandato controlado, socialización de los medios de producción de vida, participación de los trabajadores en la organización de la producción, en las condiciones del trabajo, en la cualidad del objeto de la producción, en la estructura de la redistribución de los ingresos y la participación de los consumidores como control de la producción”. El próximo ensayo del libro es el que se publicó originalmente en la revista Temas: “Se acata pero… se cumple, Constitución, República, socialismo en Cuba”. Este es uno de los trabajos que hicimos juntos, en el 2009, por el aniversario de la Revolución. Aquí hacemos un estudio del constitucionalismo socialista en Cuba. Guanche dice: no se puede encontrar la libertad solo en la ley ni solo fuera de la ley. Por ahí comenzamos la idea de que los proyectos históricos de la modernidad siempre han instalado dentro de ellos cierta libertad dentro de la ley. ¿De qué trata este trabajo? Trata del análisis de la contradicción entre la Constitución cuba-

na formal, vigente, y la Constitución material. ¿Cómo ha sucedido? ¿Hasta dónde? Cómo puede resolverse la contradicción entre la Constitución formal, cuerpo normativo cubano constitucional vigente desde 1976 con la reforma grande de 1992 y la reforma importante del 2002, aunque pequeña de gran trascendencia, y la práctica social, política y económica que ha hecho que esa Constitución no se evidencie totalmente, no se practique, no se comprenda y, lo peor, que no se conozca ni formalmente la que existe y menos que tenemos en la realidad una variante material de ella. Lo primero que dice Guanche es que las contradicciones en Cuba entre la Constitución formal y la material han traído, como primerísima consecuencia, una posposición de la ciudadanía que produce política y una inmovilidad del socialismo. Nosotros hacemos ahí un recorrido histórico muy rápido por esta lógica de la contradicción entre Constitución formal y Constitución material, desde la colonia pasando por la República liberal dentro, sobre todo, de la Constitución del 40 y después, el constitucionalismo a partir de 1959, primero la ley fundamental del 59, que era esencialmente la Constitución del 40, y después la larga provisionalidad de 17 años hasta la Constitución de 1976. Lo que hacemos aquí es partir de algunos puntos importantes. El relato de la democracia socialista dentro del constitucionalismo socialista, es decir, qué se entendió por la democracia socialista. Aquí nos detenemos en el estudio de la democracia socialista y Guanche resume esto diciendo: “el marxismo soviético invirtió los términos de la ecuación de Gramsci, el Estado sería únicamente la sociedad política y no la suma de la sociedad civil más la sociedad política”. Sacamos a la sociedad civil, que además está en la idea gramsciana, y dejamos solo el Estado. Esto lo explica mejor: “el Estado, o el gobierno revolucionario, consagraba el derecho de los revolucionarios al poder estatal, pero no regulaba en la misma forma los derechos de los ciudadanos ante el poder ni los derechos del poder ni el control del poder”. El vicio fundamental que resulta de esto está vivo todavía hoy: no se hace la Revolución con el derecho sino con la política, que es otra confu-

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sión grande que siempre alerto, que siempre digo y que, además, se oye de muchas maneras. Hay innumerables versiones de este criterio. Muchas veces es puro desconocimiento, otras es una elección política, táctica o estratégica. He oído a mucha gente, en cualquier contexto, a veces hasta en el mejor ambiente de camaradería y de confianza, argumentar a un funcionario o a cualquier otra persona: Esto no es un problema jurídico, esto es un problema político. Cuando uno está desde el derecho, sencillamente acotando la imposibilidad de hacer algo contra la Constitución, contra la sociedad, contra la lógica del sistema, contra los principios fundantes de la política y el derecho en la sociedad, o contra la lógica, o contra la naturaleza y la interpretación es: no estamos hablando de derecho, estamos hablando de política, lo que significa es que la política se puede hacer sin el derecho. La política que se hace sin el derecho, se está haciendo fuera del Estado de derecho, entonces lo que tenemos es un Estado de facto y en Cuba hay una Constitución, hay una normatividad, no hay un Estado de facto. El argumento de que se puede hacer política sin el derecho es como mínimo un disparate. Por eso Guanche llega a decir en este trabajo: “la concesión de derechos políticos no se otorgaría según la condición legal del ciudadano, sino a través del status político del revolucionario”. Aquí avanzamos en la Constitución de 1976 con sus características, en las reformas de 1992 y en las del 2002. Lo que hacemos es una caracterización de la Constitución del 76 desde los puntos de vista jurídico, institucional, político, ideológico. Nos repetimos a nosotros mismos las grandes ganancias de la Constitución, dejando claro que hay un programa político vigente hoy que dice que cumplir la Constitución actual, hacerla por ejemplo una Constitución de aplicación directa, convertirla en una Constitución viva, o tratar de materializar sus contenidos de una manera mucho más fidedigna, ya sería un programa político de avanzada. He ahí un programa. Hay otros que dicen que hace falta una Constitución nueva, hay otros que dicen que hay que reformarla profundamente, hay otros que dicen que hay que volver a otras tradiciones constitucionales cubanas. Pero yo repito que antes que nada hay que respetar la constitución vigente porque si no aprendemos y enseñamos esta cultura tampoco importará mucho, en el futuro, qué Constitución tengamos al fin. Por tanto, no es solo un programa, es una obligación. Hoy el Estado y la ciudadanía están obligados a cumplir la Constitución, que es una obligación ciudadana, cívica, política. Aquí nos detenemos en nuestro análisis sobre el republicanismo socialista, decimos que es la forma constitucional de la lucha contra el capital, contra la enajenación del sistema patriarcal burgués, pero también contra el sistema patriarcal burocrático en base a la ética de la libertad, la justicia, la dignidad humana. Defiende Guanche “la política como una instancia pública de decisión. Denuncia la sociabilidad secuestrada por el mercado, acata la libertad producida por la socialización del poder”, esa libertad que se simboliza en la ley, la idea de la ley liberadora, y ese es el sentido de este ensayo. En “Un socialismo de ley, en busca de un diálogo sobre el constitucionalismo socialista cubano en 2010”,el aporte fundamental es que aquí nosotros usamos (hablo en plural porque este es el otro texto en el que yo participé) todo el caudal de conocimientos y de práctica político-jurídica del nuevo constitucionalismo latinoamericano. La gran riqueza del constitucionalismo sobre todo, que a partir de la Constitución bolivariana del 99 y las dos del 2008, de Ecuador y Bolivia, crean no solo nuevas Constituciones sino un nuevo constitucionalismo, teórica y axiológicamente hablando, porque hay un constitucionalismo muy interesante y una cultura de participación con una manera diferente de entender la democracia, de entender las relaciones sociales, de la socialización, la política, las relaciones entre la sociedad civil y el Estado. En este ensayo hacemos una crítica a los principios comunes al constitucionalismo socialista. Aquí nos adentramos en un grupo de ejes. Analizamos el carácter normativo del derecho para la tradición socialista real, cómo vieron el carácter normativo del derecho, el tema de la unidad y la concentración del poder, ¿qué pasa en la lógica del pensamiento socialista real con el dogma de la tripartición

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de poderes? El gran prejuicio de los supuestos derechos burgueses. Es decir, la idea de que no tenemos derechos garantizados del grupo de los civiles y políticos, pero no reconocemos la fuerza de esos derechos porque esos derechos son supuestamente burgueses. La supuesta prevalencia de la participación sobre la representación política, la idea de que nosotros no tenemos representación política sino participación, por lo tanto, nuestra democracia sería participativa y no representativa. Cuando usted abre la Constitución vigente del 76 tenemos una representación política tan fuerte como cualquier otra y se supedita la democracia llamada directa a cualquier otra forma de representación. Lo que tiene de pobreza nuestra Constitución hoy es sobre todo en el ejercicio democrático directo. El expediente de la participación en la democracia directa queda en el sufragio universal, en el derecho muy sutil de resistencia, que también aparece en el artículo 3, contra todo el que intente derrocar el orden constitucional y contra todo el que intente ejercer los derechos constitucionales contra la Constitución, pero lo interesante es que otra parte de la soberanía, que es la negativa, es decir, toda la idea del poder negativo directo o indirecto, los mecanismos de control popular de la democracia también quedaron completamente diluidos, no se tocaron. Nosotros no tenemos ni el derecho a la huelga, ni la resistencia contra la tiranía claramente dicha, ni el tribunado, el poder negativo indirecto, la institución tribunicia que en América aparece más o menos en las defensorías del pueblo. Nosotros no la tenemos ni más o menos, sino solo en una función particular de la Fiscalía General que no ejerce el mismo poder ni la misma función que un tribunado haría. También analizamos, en esa lógica, el Estado socialista y la propiedad, y la idea de la dictadura del proletariado en el socialismo, la idea de ciudadanía, estado socialista y derechos ciudadanos, sobre todo comparando nuestra verdad constitucional con lo que propone hoy el nuevo constitucionalismo. Nosotros decimos: tenemos una Constitución del año 1976, pero hoy, ni siguiendo este rumbo específico, tenemos ya justificación para tener una constitucionalidad tan pobre sobre todo en dos aspectos: la defensa de la Constitución y la garantía de los derechos ciudadanos. Si nos concentramos en esos dos problemas, tenemos cien años de trabajo.

Defensa de la Constitución: Nosotros tenemos el control constitucional que en Cuba lo realiza la Asamblea Nacional del Poder Popular y en la práctica jamás se ha manifestado la declaración de inconstitucionalidad por la Asamblea Nacional sobre cualquier otra disposición normativa creada contra la Constitución. Desde el año 76 no ha habido una declaración pública de inconstitucionalidad. Al menos no conozco ninguna, ni nadie me hablado de alguna, porque no sé si el Consejo de Estado lo habrá hecho por otra vía, pero no la conozco. En el control sobre la producción de la ley que la Asamblea hace, es donde está el problema fundamental aquí, que el órgano legislativo tiene la facultad del control constitucional, por lo tanto, es lo que se dice control previo. Yo me controlo antes de producir la Ley; se supone que la Ley que promulgo es constitucional, porque de otra forma no la hubiera aprobado. Pero lamentablemente no es así. En la práctica, después que un Decreto-Ley, que una Resolución, que una Instrucción, que una Circular, que un Acuerdo de una asamblea está producido, no existe ninguna práctica de declaración de inconstitucionalidad. A partir del año 92 tenemos la regulación del estado de emergencia dentro de las situaciones excepcionales. En el constitucionalismo moderno, la idea de regular estrictamente cómo se daría la excepcionalidad contra la Constitución regular es en defensa de la Constitución. Aquí está la Constitución. En caso de que ella no pudiera seguir funcionando regularmente debemos tener un expediente normativo, una ley que diga cómo será que volveremos a la República. Por eso la regulación sobre situaciones excepcionales es defensa de la Constitución. Esto hay que aclararlo mucho porque la idea de la seguridad nacional que produjo la doctrina de las situaciones excepcionales para liberar las manos de las dictaduras militares en América Latina produjo lo contrario. Y la doctrina de la seguridad nacional es colonialista y es todo lo contrario a la democracia en todos los sentidos. Por eso a mí me alarmó que nosotros hayamos decidido cambiar el nombre de la asignatura Defensa Nacional por Seguridad Nacional. Aquí también analizamos el carácter normativo del derecho, sobre todo la idea básica de cómo en el socialismo real se redujo el derecho a mera

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política. Se puede sintetizar en eso. El finalismo revolucionario se opuso a la legalidad, y por la vía de la política el derecho se podía quitar del medio. También nos ocupamos de la idea de la unidad de poder. Ahí el problema está en separarnos de la idea de la tripartición de poderes, cosa que yo respaldo totalmente, porque mucha gente, desde hace muchos siglos, ha demostrado la falacia de la separación de poderes, pero nosotros confundimos la unidad de poder con la concentración de poder. Y no tienen nada que ver. Que el pueblo tenga todo el poder, que la soberanía esté en el pueblo y que digamos: no vamos a dividir los poderes, sino funciones particulares del Estado, es una cosa, y que todo el poder lo tenga el Estado es otra. Y que el único poder lo tenga el Estado es otra cosa. Ya la discusión entre la unidad de poder y la división de los poderes tiene una historia. Cuando Maximiliano Robespierre presentó en 1793 la Constitución de ese año, que no llegó a ponerse en vigor, él ya sabía que había dos maneras de enfrentarse a la tiranía: una era mediante la tripartición de poderes, y la otra era mediante el tribunado de la plebe. Por tanto, el modelo de poder negativo, es decir, el modelo por el cual nos enfrentamos a la tiranía con todo el poder en el pueblo y con la institución tribunicia, es decir, con una institución que pueda vetar las decisiones estatales antipopulares, es otra manera de entender la lucha contra la tiranía. Con unidad de poder. Estamos hablando del siglo XVIII. Por tanto, la crítica posterior a la tripartición de poderes pasa por todo el mundo, por Kant, y en el siglo XX por Kelsen. Es decir, son muchos los que han demostrado, en el mejor de los casos, que la tripartición de poderes prácticamente es mentira, y en otros casos, teóricamente, la han desdibujado. Pero lo que estamos discutiendo aquí no es si hace falta o no, sino cómo, aun en la unidad de poder, esta no puede confundirse jamás con la concentración de poder. La otra discusión importante está en el constitucionalismo socialista, entre representación política y mandato imperativo. Guanche lo que defiende es esto: mecanismos articulados de participación directa con formas controladas de representación política. Él sigue la idea de que si la representación está controlada es buena, entonces esa representación se acerca al mandato. Hay otra manera de interpretar esto, a la que yo me siento más cercano, que considera que existe una historia de la representación política que es una historia medieval y feudal. Es decir, es la idea de la representación política como una solución de la monarquía inglesa para el problema que le causaba el mandato imperativo de las comunas. Los Comunes daban mandato imperativo para el Parlamento y, en un golpe de estado de la monarquía inglesa en el siglo XIII, aquello se convirtió en representación política. La persona que iba al Parlamento ya no tenía un mandato, sino que representaba a los Comunes. Ese pequeño juego en el que ya no se dictaba al mandatario lo que el pueblo quería, tiene vigencia hasta el día de hoy. Y nosotros de pronto nos preguntamos ¿por qué la gente no cree en las asambleas de rendición de cuentas? Yo digo: tengo una idea. Para que yo le vea sentido a la rendición de cuentas tengo que haberles dicho antes a los Delegados qué hacer, para que después me interese saber si hizo algo o no. Es que nos saltamos un paso. Jamás le hemos dado un mandato a nadie y después quieren que vayamos a oír qué hicieron. Claro que no nos interesa. Es por eso que cuando ellos van lo que hacen es oír otra vez lo que uno dice. La gente cree que la rendición de cuentas es el momento en el que le decimos al delegado las quejas acumuladas: los baches, el pan… todas esas cosas. Pero realmente tendría sentido si yo dijera: a ver, la última vez que nos reunimos vimos esto, esto y esto. No pudiste, Delegado, resolver ningún problema ni llevaste a la Asamblea Nacional nuestras reivindicaciones, por lo tanto, empezamos el proceso de revocación, ¿oíste? Mañana empezamos. Pero no es así. No nos interesa, se ritualiza el proceso, porque falta el mandato, porque es precisamente representación política lo que persiste, pero de la más fría. Y la otra historia que tiene esto es que la representación política es heredera de la representación del derecho privado, que tiene en la base de su creación solucionar una incapacidad relativa o absoluta de una persona. Usted es incapaz, ponga un representante. En Derecho la representación nació así. La representación política es una derivación de aquella, viene después como una ex-

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tensión, como una metáfora. La representación es el tutor, o el curador del que no tiene toda la capacidad. Entonces, si yo no tengo toda la capacidad, también metafóricamente tengo que entender que mi representante político cree que yo no tengo toda la capacidad, todavía. Y es lo que realmente dicen los que defienden esta institución. Dicen, bueno, el pueblo entero no puede participar, el pueblo no tiene toda la cultura, no tiene toda la preparación, esa es la incapacidad de la que estamos hablando. Entonces se entendería más por qué tenemos tanta ausencia de mecanismos de participación directa No creo que haya que tener miedo a decir que la representación política tiene como corolario fundamental la tripartición de poderes. Le hace falta la división de poderes. La única manera en que las revoluciones del siglo XVIII impidieron que el poder absoluto del monarca volviera a imponerse fue dividiendo los poderes y eso logró dos cosas: que el monarca no se extralimitara y que el pueblo tampoco. Por eso se inventó la división de poderes. Por eso dentro de la tradición del republicanismo democrático salvamos mucho el análisis sobre la dictadura, en el sentido que el republicanismo entiende la dictadura como magistratura excepcional de la República romana antigua para salvar a la República. Eso podría ayudarnos a entender a un republicano del siglo XIX, como Carlos Marx, que habla de dictadura de nuevo, en ese sentido y no en el sentido que después otras mentes también han creído. Tal vez hoy con la dictadura pase como con la seguridad nacional, que sea imposible defender la dictadura así, nosotros le llamamos estado de emergencia, le llamamos de otras maneras, pero lo que quiero decir con esto es que cuando hablamos, por ejemplo, del carácter dictatorial del Estado, para la teoría marxista lo que estamos diciendo es que todo Estado, según Lenin, lo menos que ejerce es violencia organizada. Significa que todo Estado tiene el ánimo dictatorial más o menos velado, pero está presente. Por tanto, entender al Estado solo como conciliador de clases, equilibrio perfecto, el que rescata el consenso y todo eso me parece muy idealista. Aquí analizamos también la dictadura del proletariado, el Estado socialista y esta lógica. Todo esto lo hacemos comparando estas ideas con lo que el nuevo constitucionalismo ofrece, sobre todo en control constitucional, regulación

de defensa de la Constitución en los otros sentidos, es decir, las prácticas de la defensoría del pueblo, sobre todo en América Latina, los mecanismos de reforma de la Constitución, la iniciativa legislativa popular y las otras formas de iniciativa legislativa democrática y, sobre todo, garantías jurídicas y políticas de los derechos. En este sentido la experiencia latinoamericana actual es increíble. Nuestra Constitución es de la época en que no existía ni el medio ambiente. Nosotros esperamos hasta 1992 para hablar de medio ambiente, que estaba ahí, pero teóricamente no existía. Por lo tanto, tenemos una Constitución que hay que entender los años que tiene y lo que ha pasado en esos años. En esos años no han pasado treinta y tantos años en política, tal vez han pasado 200; en tecnología, en ciencias, han pasado más, creo yo. Pero si usted mira los derechos y mira las Constituciones actuales con lenguaje de género, diciendo que los ancianos van a pagar los servicios públicos al 50 por ciento y nosotros con una Constitución socialista que no nos resuelve la vida cotidiana, nada más que eso sería una razón para entender hacia dónde podríamos dirigirnos o qué hacer ahora mismo, o por lo menos decirnos: hay que hacer algo con la Constitución. Ya oficialmente se ha dicho que sí, que la Constitución se va a cambiar. Por eso aquí explicamos qué queremos decir con el tribunado socialista, con todas sus facultades de derecho de asistencia, de veto, de llamar a consulta al pueblo, la iniciativa legislativa de esta institución, la protección del magistrado… Todas estas cosas. En el último ensayo del libro, Guanche vuelve a la primera idea de la Revolución y el socialismo, pero ahora en el rescate del pensamiento revolucionario heterodoxo y crítico de Raúl Roa, la teoría de la revolución que hay en su pensamiento, la teoría de la democracia, la teoría del socialismo y, sobre todo, Guanche lo hace para llegar a este pensamiento de Roa: que en la democracia el derecho a la resistencia cumple una función esencial, servir de puente para comunicar a la Revolución con la democracia. Guanche termina este ensayo diciendo con Roa: “no se llega a la democracia a través del socialismo, sino que solo se puede alcanzar el socialismo a través de la democracia”, tratando de exorcizar los demonios que creen que esa relación es im-

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posible, los que hoy cuando hablan de la plaza sitiada creen que es posible poner entre los valores que pueden ser supeditados, los de la democracia, de la libertad, cuando esos son básicos para la existencia misma del sistema. Siempre digo que frente a ese tipo de ataques, los reales y los imaginarios, hay que ser más democráticos y no menos. Lo invitamos a leer el libro de Guanche porque lo consideramos una obra arriesgada sobre el futuro de Cuba, que cuenta con el pasado para proponer sus tesis apasionadas pero racionales, que aporta un tipo de pensamiento necesario para rescatar una mística socialista o postcapitalista empeñada en adornar nuestro proyecto de Patria y Nación con los atributos de la soberanía popular y la democracia, sin dogmas y sin tibiezas, como se imagina lo que se ama de veras.

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Notas 1 La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia, de Julio César Guanche. Editorial Caminos, CMMLK, La Habana, 2012. ISBN: 978-959-303.059-5. 2 Los entrecomillados de esta presentación son extraídos del libro en cuestión ya referenciado.

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CONFERENCIA DE JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA SOBRE EL LIBRO DE GUANCHE.

EN DIÁLOGO 2-2013

Buenas tardes. Creo que puede ser más placentero hablar entre menos personas. No me molesta que haya mucho público si va a ser provechoso, pero si hubiéramos sabido que iban a ser esta cantidad de personas, nos hubiéramos visto en un lugar donde no hubiera hecho falta el micrófono. No importa cuántos seamos si el interés es lo que realmente cuenta. Como Roberto Veiga decía, este libro de Julio César Guanche: La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia, son ensayos sobre política, ideología, revolución, socialismo en Cuba. Es una compilación muy interesante que ha tenido, además, una edición chilena con unos cuantos textos más. Ha sido publicada por la editorial Caminos, y tiene la particularidad de no tener una circulación, ni dentro de lo comercial ni fuera de lo comercial tampoco, muy grande. Lamentablemente, creo que es uno de los libros de ensayística de tema político, jurídico e histórico de los más importantes de los últimos años y, por lo tanto, cualquier esfuerzo por divulgar estas ideas de Guanche me parece justo. Además, él está muy interesado en lo que pasa con el libro, aquí ahora, porque está estudiando un doctorado en Flacson, Ecuador, y estaba muy nervioso en la distancia de qué pasaba con el libro, que ha tenido otras presentaciones, puras presentaciones, pero la convocatoria a este encuentro de hoy no era precisamente a una presentación del libro sino a un análisis de una propuesta de las tesis e ideas fundamentales que aparecen en ese libro. Como una especie de sistematización de los argumentos más importantes que ese libro tiene para encontrarnos con él y pensar si puede ser algo más que un esfuerzo teórico, científico, metodológico de Guanche y se puedan convertir en algo que nos sirva como una guía política, institucional, jurídica de análisis histórico de coyuntura institucional y política, repito, para nuestra actualidad. Por tanto, me parece que lo otro que tengo que decir, para que se sepa y para que se entienda, siempre me parece que es respetuoso con todo tipo de público, por qué me han seleccionado a mí, aunque no me hayan explicado el por qué me pidieron esto, puedo imaginarlo. Hay dos texto específicos de ese libro que Guanche y yo hicimos juntos, y creo que por ahí puede haber una razón. El libro es pequeño, tiene cinco ensayos. Dos sobre derecho constitucional, el ámbito del constitucionalismo socialista cubano, un análisis crítico de ese ámbito; los problemas teóricos y prácticos que se debaten hoy sobre ese constitucionalismo, nosotros lo compartimos. Además, por la cercanía de trabajo que tengo con Guanche, también la tenemos Veiga, Lenier, Dmitri, algunos aquí, que hemos trabajado juntos bastante tiempo, hacen que conozcamos estos textos desde el momento en que se estaban produciendo, desde antes que se hicieran definitivos. Algunos de nosotros pertenecemos a un grupo de amigos cercanos que leemos estas cosas antes de tiempo porque es parte de la producción inteligente que Guanche hace, que estas cosas las es-

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tudia colectivamente y, por tanto, comparte sus trabajos con mucha solidaridad, pero además, con mucho compromiso con lo que dice, por tanto, estamos muy cerca de las cosas que Guanche ha pensado y propuesto en este libro. He hecho un estudio de cada uno de los ensayos y lo que quiero hacer hoy aquí es comentar con ustedes y después conversar sobre el hilo conductor que tiene el libro y que Guanche, evidentemente, en el prólogo para la edición cubana, de Juan Valdés Paz, aparece bien entendido esto así. Aunque Guanche no haya escrito estos ensayos pensando en que se convirtieran en un libro, hay un hilo conductor y una lógica interna en estos ensayos que han hecho que él pensara en la posibilidad de unirlos y es, en ese punto, donde creo que está la propuesta y el interés más grande del libro. Si tengo que decir, rápidamente cuál es la tesis fundamental del libro, es la defensa del republicanismo democrático como opción política libertaria, en lo jurídico, en lo institucional, en lo económico para Cuba y el análisis de la historia de la formación de ese pensamiento y de esa práctica política en Cuba. Por lo tanto, rescata que el republicanismo democrático cubano, libertario. No es algo que ahora estemos inventando aquí un grupo de personas, de forma trasnochada o utópica, sino que tiene una historia en el pensamiento político cubano, que forma parte de un núcleo de pensamiento que se ha repetido en la historia de las luchas sociales cubanas y que, por lo tanto, tiene una trascendencia interesantísima y que, como otras tradiciones de pensamiento, se ha tergiversado, perdido o ha sido atacada directamente o sencillamente olvidada con más o menos dolo, es decir, más o menos intencionalmente; no se toma en cuenta como una opción actual. Es muy interesante cuando hablamos del diseño político cubano, de la institucionalidad actual, de los posibles derroteros de la institucionalidad cubana o del constitucionalismo, específicamente cubano, casi nunca pensamos en la idea de República. Los debates son más entre socialismo y capitalismo, desde el punto de vista de la formación económico-social o qué tipo de relaciones socioeconómicas fundamentales existirían o si la institucionalidad político-jurídica sería de tal o más cual forma o sistema de gobierno, da por

hecho tal vez un republicanismo que, por lo tanto, olvida la discusión sobre qué significa para nosotros una república democrática, como que hay un entendido que en la práctica es muy fácil de demostrar que no está claro, y que es muy importante esclarecer, porque creemos que hay un grupo de respuestas muy importantes ahí. No sé cuántos de ustedes conocerán ya el libro, esto es un tipo de ejercicio, de análisis de un libro sin este presente, lo que demuestra que esto no es un lanzamiento. Es otro tipo de actividad. Es decir, ahora mismo yo tampoco tengo el libro aquí, porque uno de los problemas que tiene es que está difícil de conseguir. Si lo conseguimos, ya tenemos un paso adelante, porque después de la Feria del Libro es difícil saber dónde está el libro de Guanche. El primer trabajo de ese conjunto de ensayos es uno muy interesante, de la autoría de Guanche, que le da nombre al libro: La verdad no se ensaya, que tanto preocupó a Dmitri en su momento, porque Guanche partía de esta frase de un reguetón de Baby Lores, que se llama Creo. Es el famoso reguetón que tuvo un video muy popular transmitido en la televisión, donde Baby Lores sale con el tatuaje de Fidel Castro, y sale esa canción bien fuerte de Baby Lores, tan contradictoria en su momento… Guanche parte de este contexto y la intención inicial parece que hablará del reguetón, y se mete en el análisis sobre los símbolos de la Revolución, la idea de la Revolución en Cuba, el socialismo, la formación de las ideologías. Entonces uno dice, ¿para dónde me va a llevar este ensayo? Sobre todo cuando miras el índice y ves que el último es sobre Roa y dices, ¿qué camino tiene este libro? En ese primer ensayo, Guanche dice en un momento: el discurso oficial habla por el país histórico mientras las ideologías presentes en lo social lo hacen por una nueva Cuba, que piensa un futuro compuesto de presente y carente de pasado. Guanche resume la idea de ese primer ensayo en esto: ¿de qué se trata este ensayo? Sobre la cultura política, sobre la Revolución, el capital simbólico de la Revolución y cómo se elaboran hoy las ideologías del futuro cubano. Sobre todo esto trata el primer ensayo. Hace un estudio histórico, porque Guanche es un historiador, sin haberse graduado de historia, porque es jurista, pero lo que ha trabajado más es la

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historia de Cuba y, sobre todo, la historia de la República fundada a partir de 1902. Y Guanche comienza el análisis de la Revolución en Cuba en el siglo XX; concepto de Revolución, el imaginario sobre la Revolución, qué significa Revolución para las cubanas y los cubanos en todo el siglo XX, y lo hace desde la idea de Revolución en el ambiente de la revolución del 30 para nosotros. Hace una disección interesantísima sobre los postulados fundamentales de las revoluciones en el siglo XX en Cuba, el resumen que sintetiza ambas revoluciones de la segunda mitad: la del 30 y después de la segunda mitad del siglo XX. Creo que los aportes fundamentales de ese primer ensayo están en las síntesis históricas y en las propuestas de conceptos, definiciones y esclarecimientos muy importantes, que creo que son un aporte para la historiografía sobre la Revolución en Cuba, aunque sea en un pequeño ensayo, que supuestamente no se mete en asuntos de relato histórico concreto. Aquí hay un aporte muy importante. Guanche habla en este primer ensayo, por ejemplo, del resultado de la revolución del 30: modernización del estado nacional (para dejarlo en el tintero y hablar de esto); la Constitución del 40 como consagración de la Revolución, o sea, la idea de la revolución del 30 en la Constitución del 40; elimina la lógica de la revolución ida a bolina (cuando Roa, de forma pesimista, dijo que la revolución del 30 se había ido a bolina) que el mismo Roa, después, rescata que esa revolución no se fue simplemente a bolina; la constitucionalidad de las relaciones laborales, un aporte de la revolución del 30; el fortalecimiento del movimiento sindical; la legislación social cubana, que hay una parte del pensamiento social cubano actual que cree que es un invento de hace poco tiempo y, desde el punto de vista práctico, social, el aumento de la población que vino después de los años 30 es muy interesante. Guanche introduce esta lógica y dice: ¿Qué producen las revoluciones ya después, convertida la revolución del 30 continuada en la lógica de la revolución de los años 50? ¿Cómo se resume la idea de Revolución para el pensamiento cubano del siglo XX? ¿Qué no puede faltar dentro de la lógica o del pensamiento sobre una revolución en el siglo XX cubano? Guanche trata de sistematizar esto y dice: ¿Qué no puede faltar, o qué no ha podido falta hasta ahora cuando se piensa la revolución en Cuba, esas revoluciones del siglo XX? Dice: antiimperialismo, independencia nacional, nacionalismo popular, paz social igualada a progreso social, un aporte del pensamiento revolucionario del siglo XX cubano. Más importante todavía, la responsabilidad del Estado en esa paz y progreso sociales. Es decir, el Estado presente, no desaparecido. La idea de que la revolución siempre la tiene que hacer una nueva generación, es algo muy particular nuestro. El caudillismo convertido en institucionalidad con liderazgo carismático. Nuestra revolución ha vista esto claramente. La desligitimación del multipartidismo, que todavía hoy existe, teórica e ideológicamente hablando. El desgaste de la llamada democracia liberal. La integración del sindicalismo al sistema político, que todavía hoy existe y finalmente, un nuevo partido que sintetiza todo el campo político revolucionario. Eso está muy claramente dicho por Guanche. Por eso son tan interesantes, en todos estos ensayos de Guanche, las preguntas que él hace. Con estos ensayos de Guanche se podrían hacer varios ejercicios interesantes. Uno sería convertir los ensayos en aforismos, porque algunos de ellos están escritos como tales. También se pueden sistematizar preguntas, porque hay preguntas que son muy importantes. Resumiendo esta lógica ¿de quién es la Revolución? dice: del sujeto o de la ideología; del ciudadano o de la naturaleza, se pregunta Guanche pensando esto. Aquí él hace esto de una manera muy interesante, que creo es una característica de su obra, que aunque parezca muy joven tiene mucha obra escrita ya, y es que hay un rescate del pensamiento cubano menos conocido. Cita, por ejemplo, a José Antonio Echeverría, en 1956. Conocemos a José Antonio Echeverría el héroe y el mártir; desconocemos a Echeverría, el pensador, sus ideas… En 1956, José Antonio Echeverría decía: la Revolución es el cambio integral del sistema político, económico, social y jurídico del país y la aparición de una nueva actitud psicológica colectiva que consolida y estimula la obra revolucionaria.

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Guanche hace un análisis del pensamiento revolucionario cubano que él califica de jacobino, bonapartista, populista, con las figuras preponderantes de Guiteras, Chibás… Se pregunta ¿cómo se hace una Revolución? Se mete en el interesantísimo debate sobre el caudillismo en Cuba, cómo es este, y las contradicciones fundamentales de estas maneras de entenderse la revolución desde los revolucionarios. Caudillismo y democracia, personalismo y voluntarismo, crítica de la centralización, transversalmente en todo esto, siempre presente hasta la actualidad en la lógica y el pensamiento nuestro. Otro momento fundamental en ese primer ensayo, que es la guía de todos los que vienen después, es cuando Guanche dice cuáles son las leyes de bronce de la cultura política del siglo XX cubano, y eso sintetiza su pensamiento sobre la cultura política cubana. Hoy de nuevo se habla de cultura política y yo siempre defiendo la imposibilidad de hablar de cultura política sin cultura jurídica, por ejemplo. ¿Cuáles son las leyes de bronce de la cultura política del siglo XX cubano? Y Guanche dice: sin azúcar no hay país; aquí se puede hacer una Revolución son sin el ejército o con el ejército, pero no contra el ejército; la política es la segunda zafra del país (se decía); nada se puede hacer en Cuba sin el reconocimiento de Estados Unidos. Esas son las leyes de bronce de la cultura política del siglo XX cubano. Todas ellas quedaron violentadas por la Revolución de 1959. Hay un aporte para la cultura política cubana del mismo suceso del proceso social de la Revolución, es muy importante y Guanche analiza esto muy profundamente… Dice él: sí, la Revolución rompió con esta lógica de estas leyes de bronce, pero creímos igualmente que la Revolución entonces era fruto de la voluntad. Lo menos que se puede decir de eso es que es idealista. Entonces estas leyes de bronce no se mantuvieron. La Revolución rompió con esta lógica, creamos una nueva historia. La Revolución dependió de una nueva voluntad. Pero lo que Guanche se pregunta es: ¿por qué la Revolución y el Estado revolucionario (que cristalizó la revolución y la institucionalizó, supuestamente, desde el principio mismo, aunque sepamos que los años 70 fueron los más duros de todo esto) se hacen desde arriba? ¿Por qué todo este proceso se hace

desde arriba? Por qué hay una tendencia a una centralización, a una concentración, a un alejamiento del proceso de producción social de la política revolucionaria que va sucediendo muy rápidamente, casi a la misma vez que se va produciendo el salto cualitativo de la Revolución. Guanche da un dato, pequeño, y es una explicación interesantísima. En 1968, el 4 por ciento de los militantes comunistas cubanos eran los únicos, dentro de toda la militancia comunista, que tenían nivel universitario. Guanche dice: ¿era lógico creer en una Revolución hecha desde arriba con solo un 4 por ciento de militantes universitarios. Evidentemente es solo un pequeño dato que oculta otras tantas verdades, pero ahí hay una realidad. Cuando hoy, de una manera ritual o una manera muy dogmática o simplona decimos, atacamos al paternalismo, a la práctica del pensamiento no crítico, a nuestros vicios de inmovilidad, que ahora de pronto aparecen como una responsabilidad del pueblo. Así aparece hasta en los spots televisivos: ustedes tienen que ahorrar… lo dimos todo, ahora tenemos que ahorrar. Es el momento del ahorro. Ahorro que está puesto en la balanza junto con toda la obra de la Revolución. Ellos lo dieron todo. Ahora a nosotros nos toca ahorrar, dice un spot de la televisión. En la primera parte aparece toda la épica revolucionaria y, de pronto, ahora nosotros con ahorrar, con apagar la luz, hemos hecho todo el proceso revolucionario. Ese es un spot terrible que aparece en la televisión. Hay otro que dice que la salud es gratuita, pero cuesta, y no dice les cuesta a ustedes, como si le costara al Estado, como si el Estado tuviera dinero y la bolsa del Estado estuviera cargando con la responsabilidad de la salud. Ahí se está falseando la lógica de dónde sale la producción social. Pero, todo esto, junto con toda la crítica de moda a la libreta de abastecimiento, al asistencialismo del Estado socialista. Parece ser que, de pronto, todo lo que hacíamos por la igualdad o por la racionalidad revolucionaria y socialista hubiera sido un error, o por lo menos así algunos lo cuentan, de forma muy drástica. Yo soy un defensor de la obra de la igualdad, de la equidad de la Revolución. Por eso entrecomillo esta frase de Guanche: la ofensiva revolucionaria (19671968) no intentó abolir las clases sino igualarlas, fundar la democracia de una sola clase (dice él). Esto me recuerda que mi papá me contaba

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que en esta época había unas encuestas que se hacían a los trabajadores en Cuba donde una de las preguntas siempre se repetía: ¿usted ha sido dañado por alguna ley revolucionaria? Y él siempre ponía: sí, a mí me quitaron los puestos de chinos, las frituras de caritas, las frituras de bacalao. Como diciendo, la Revolución no se hizo para quitar las frituras, ni el puesto de chinos, ni la sopa de cabeza de cherna. Es decir, confundimos a la Revolución con eso. Y hasta hoy lo estamos rectificando. Aunque el pueblo cubano siempre supo eso. Guanche cuenta aquí una anécdota espectacular de un héroe de la Revolución, del Directorio específicamente, que otros compañeros de su generación lo ven de taxista particular, hace unos años. Y le dijeron: oye, tú eres un héroe de la Revolución, ¿qué tú haces boteando? Y él respondió rápidamente, y eso es muy propio de esa generación, esa Revolución la hice contra Batista, no contra los taxistas. Es la misma manera de entender. Hubo cosas que confundimos muy rápido también. Por otro lado mi mamá (que era una campesina del central Senado, en Camagüey, que vino para La Habana como becada, muy joven, a estudiar su carrera universitaria y no volvió), me contaba que en los primeros años de la Revolución, cuando iban en los camiones para la zafra o iban a los trabajos voluntarios al campo, yo iba… Íbamos algunos más o menos obligados, otros iban por la movilización, otros iban porque se lo creían mucho, sobre todo cuando era la zafra, que las personas iban por voluntad propia… Ella me decía, yo siempre me sentí maltratada, porque cuando empezaba la algarabía que acompañaba el viaje, que demostraba que usted estaba jubiloso por lo que estaba pasando... Ella, como no correspondía a ese júbilo, porque era tímida, de un batey de central y tenía sus maneras de ver la vida, era considerada como que no estaba contenta con el proceso. Y mucho tiempo después eso me pasó a mí, y me decían en la Secundaria Básica que era apático. ¿Un niño de Secundaria apático? Era porque pensaba un poco, porque preguntaba. Por tanto, nosotros, la práctica de esa incomprensión, de cuántas maneras diferentes hay asumir o de participar del proceso de creación, de reproducción de la Revolución, hizo que hasta el día de hoy todavía mucha gente, sobre todo de la burocracia, que no entiendan eso. Guanche dice: la Revolución de 1959 no implantó el régimen de productores libres que quería Marx, sino que frenó la propiedad privada para frenar la expansión del capital. Eso es una cosa que hemos arrastrado hasta hoy. Si todavía no entendemos del socialismo de Marx es una idea de un régimen extendido de productores libres, y, por tanto, la idea misma de propiedad privada, es decir, de personas reproduciendo materialmente su propia existencia de forma socialista no va contra el socialismo. Todavía hoy es contra la idea socialista en el marxismo clásico, por lo menos. El Estado pasó de ser una forma de organizar el poder a ser la forma de organizar el poder. Para nosotros el Estado asumió a la Revolución y hasta el día de hoy (2013) se habla de la Revolución, o del Estado revolucionario o de las instituciones generales o hasta de la administración pública como La Revolución. Se dice el Jefe de la Revolución, y no sabes si está hablando del jefe de Estado; se dice la Revolución hizo tal cosa, y tú dices: ¿la Revolución o fue una disposición normativa y un proceso que se formó en el año 1980, 85, 90, 2000…? ¿Es la Revolución o es el Estado revolucionario? ¿Qué consecuencias tiene esta lógica de que el Estado ya no sea solo una forma de organización de la política, sino la única forma posible? Guanche sistematiza también algunas consecuencias: se crea la cultura del prestigio del jefe, el jefe tiene un prestigio determinado, por tanto eso viene de la mano con la tradición de un descrédito de autoorganización, eso nos hace entender qué nos pasa todavía. Se inclina la soberanía hacia el poder central, hay una prioridad absoluta de la verdad oficial y el argumento de autoridad para resolver necesidades: todo el poder a la dirección. Las necesidades todas se pueden justificar con un argumento de autoridad, por tanto, esta lógica de: el jefe lo dijo, el jefe lo hace, el jefe lo piensa es mucho más entendible entonces las lágrimas por el llamado paternalismo actual. Sería más lógico “cogerlo” con esto que con la libreta de abastecimiento.

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Otro aporte importante de este ensayo es cómo Guanche esclarece de nuevo la idea de que la Revolución para nosotros, la Revolución en Cuba, la idea de Revolución en Cuba se ha entendido, sobre todo por las nuevas generaciones, así se ha enseñado y se ha creado una cultura de política alrededor de esto sin uno de sus elementos contradictorios más importante: la Revolución se hizo también contra la idea de dictadura, contra la idea de tiranía, no solo como un salto de calidad socio-político o socio-económico de una coyuntura de coloniaje, de subdesarrollo, de dominación imperialista, de dependencia y, por lo tanto, de todos esos males sociales derivados y se pierde que toda la revolución, la del 30, la del 59 y la idea de revolución del siglo XX tiene como contraparte la lucha contra los que quieren el orden constitucional libre. Armando Hart ha dicho muchas veces que todas las revoluciones en Cuba se han hecho para defender a una Constitución. Eso olvida la tradición jurídica de defensa del Estado de derecho en Cuba, olvida toda esa historia hermosa para contarla a nuestros niños y jóvenes, esa interesantísima que no se cuenta cuando se habla de la Protesta de Baraguá. No se cuenta que esta protesta se hizo con una Constitución. Maceo prefirió el disparate técnico-jurídico de una Constitución que no lo fuera, con seis artículos que no eran Constitución por ninguna parte a que eso quedara como un simple manifiesto de continuidad de la guerra. La demostración del apego a legalidad en la historia cubana está claramente establecido. Nosotros, en el medio de la manigua la legislación revolucionaria de las cámaras de representantes de los órganos legislativos de Guáimaro, Jimaguayú y La Yaya, más rica que lo que la comisión de asuntos jurídicos y constitucionales actual ha hecho en mucho tiempo. Lo digo con toda la responsabilidad, porque el dato es objetivo. Al tenga dudas les digo: busque qué ha hecho. Si usted me da un dato, le digo: empataron, porque no va a pasar de empate. Porque el nivel de prolijidad de esta legislación significa que la gente que estaba haciendo la revolución en el siglo XIX proponía una República democrática, que tiene mucho que enseñarnos todavía. Ahí están, Maceo dictando una Constitución en ese momento, en Martí proponiendo un tipo de revolución con el machete en la mano diciendo que no le va a pasar la cuenta a nadie que quiera sumarse a la Revolución.

Todavía, hasta el año 1992 nosotros rescatamos la idea de “con todos y para el bien de todos”, de Martí. Cuando hizo falta, en la táctica política rescatar el consenso perdido, decir esto tiene que ser una República de unidad nacional, este tiene que ser un Partido único, de unidad nacional, el que vino a salvar la situación fue Martí. Martí era el que aportaba la idea “con todos y para el bien de todos”, Martí hizo que el partido actual fuera martiano. La mayoría de las personas creen que eso sirvió solo para que en el Partido Comunista entraran los religiosos. Eso fue un error. Cuando se dice que el Partido es martiano técnicamente lo que se dice es que ahí puede entrar cualquiera que, sin ser comunista en el sentido marxista ortodoxo o clásico, sea antiimperialista, latinoamericanista, antianexionista, independentista, republicano, demócrata y, por lo tanto, más difícil todavía que marxista. Cuando se dice ahí martiano, creo yo que es más difícil entrar al Partido. A partir de ese momento el Partido tiene menos gente, porque es casi imposible poder ser martiano. No tendría otra explicación. Por eso Guanche quiere recalcar tanto la idea de que se ha olvidado entre nosotros el contenido político y no solo económico de la idea de revolución. Hay una frase muy bonita aquí, en el primer ensayo, que dice: el capital simbólico de la Revolución se materializó sobre la tierra firme de la justicia. Eso es muy importante. Ahí está un análisis de Guanche sobre todas las contribuciones de la revolución práctica en Cuba, América Latina. Después su análisis de la Revolución en el poder, de la institucionalización. Los análisis de los errores que él considera repetidos y que hemos arrastrado dentro del proceso revolucionario. Dice Guanche: muchos errores tienen el mismo origen. Y ahora hace una sistematización vocación estalinista, centralización, personalismo, ritualización de la participación popular, planificación burocrática, planificación voluntarista, institucionalidad social solo para defender al Estado; una institucionalidad social que no entendemos autónoma, que no entendemos solo espontánea, cíclica, ortodoxa o heterodoxa, el discurso, de un lado hacia otro, unos vaivenes que hacen que nosotros no podamos distinguir por dónde vienen, dogmatismo. Y esta muy interesante: definición, en el discurso oficial, de consecuencias como si fueran causas.

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Él pone dos ejemplos, uno de los 60 y otro de los 2000. Dice: en los 60 el ausentismo y la corrupción en los 2000, esto consecuencias entendidas como causas. Y la insistencia rotativa también de resolver problemas políticos y jurídicos muy concretos con el fortalecimiento del trabajo político-ideológico. Todavía hoy seguimos queriendo fortalecer el trabajo político-ideológico sin darnos cuenta de que ese fortalecimiento se logra haciendo una política auténtica. Guanche hace un análisis muy interesante de qué sucede cuando no existe derecha en nuestra Revolución. La Revolución sin derecha significa que toda la diversidad posible está dentro de la izquierda. Y dice: la división interna de la izquierda hace que haya una derecha de la izquierda y una izquierda de la izquierda. Más una derecha de la izquierda que afirma la necesidad de la participación popular pero desconfía completamente de ella. Esto es un resumen que puede ser mucho más largo. También dice: participación, pero… comisiones de candidatura, para que se entienda prácticamente. Si el pueblo es culto, revolucionario, socialista, si sabe cuál es su enemigo histórico, si sabe cuál es el enemigo de todos los días; si puede nominar directamente al candidato para la asamblea municipal, ¿cómo en un mes pierde la capacidad política para nominar al candidato para la asamblea provincial? ¡El mismo pueblo! Eso no lo dice Guanche, lo digo yo para que se entienda. Mi pregunta es muy clara. Yo se la digo a todo el mundo en las clases cuando hablo de estas cosas. ¿Cómo puede ser? Alguien que me dé una explicación práctica y política con sentido. Por tanto, una izquierda de la izquierda reivindica el contenido anticapitalista del socialismo, radicalización de la democracia. Va por el camino de este republicanismo radical, revolucionario, que muchos de nosotros le llamamos socialista. Esta frase creo que resume este primer ensayo. Dice Guanche: la crisis principal que enfrenta la continuidad revolucionaria acaso sea civilizatoria. Se trata de captar y conseguir reproducir, en un sentido socialista, las nuevas o renovadas subjetividades existentes en una sociedad diversificada. Creo que dice, de una manera muy humorista, aunque Guanche no es muy dado al humor, el Estado puede proveer vacunas, lo que es imprescindible, pero no felicidad, lo que también es imprescindible. Esa es la idea, que además es muy interesante porque es muy discutible. Yo, por ejemplo, hoy defiendo con mucha fuerza que la administración pública tenga una responsabilidad directa en garantizar la felicidad. Esta idea de Guanche parece ir más por la lógica de que la felicidad es un problema de nosotros, que el Estado no se meta en nuestra felicidad. Y yo digo que el Estado también debe crear, regular los procesos y los sistemas hasta donde el Estado deba llegar, que garanticen que tengamos derecho a la felicidad, porque si no… Creo que la historia ha demostrado que no puede ser con la simple espontaneidad. Porque por ese camino también un día nos dijeron que en el socialismo real (que no se llamaba real en aquella época, era socialismo) no hacía falta garantizar judicialmente los derechos porque estos no se violaban. Hubo un momento, hasta los años 70, que ya no iban a cometerse más delitos. Se acabaron los delitos. No hacía falta ni estudiar eso. La vida nos ha demostrado que los derechos sí se violan, que sí hace falta, que no basta con garantizar materialmente los derechos, cosa que es imprescindible, si además tenemos todos los mecanismo posibles para lograr convalidar un derecho cuando este falta, o cuando este se realiza mal, o cuando este se interpreta mal, cuando este se viola de cualquier manera, creo que eso solo nos hace más libres y no menos. Guanche termina haciendo un análisis de las características de ese republicanismo que está proponiendo dentro de la lógica esta de la Revolución, del estudio de la Revolución como concepto, como capital simbólico. Dice también que la transparencia es el programa del republicanismo. Pluralismo político, independencia personal, diversidad civilizatoria, diversidad de modos de producción, del sentido de la vida, del tiempo y de la política. Por eso él termina creyendo que el futuro democrático de Cuba ha de ser más socialista y no menos. Esa es su idea. Entonces se pregunta: ¿cuáles son los mínimos para que esto sea posible? Y responde: que se asegure el carácter público de la política, igualdad política y garantías individuales, producción y control de la política como ejercicio universal inexpropiable por intereses particulares y sometido a leyes, asegurar presupuesto de justicia social y educación para la libertad, instituir formas directas de ejercicio del poder, representación política como mandato controlado, socializa-

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ción de los medios de producción de vida, participación de los trabajadores en la organización de la producción, en las condiciones del trabajo, en la cualidad del objeto de la producción, en la estructura de la redistribución de los ingresos y la participación de los consumidores como control de la producción. Ahí lo esencial de ese primer ensayo. Me extendí más porque hay tres posteriores que tienen un punto común que es mucho más sintetizar. El próximo ensayo del libro es el que se publicó originalmente en la revista Temas. Se acata, pero se cumple, Constitución, República, socialismo en Cuba. Este es uno de los trabajos que hicimos juntos, en el 2009, por el aniversario de la Revolución. Dos números que se hicieron que eran de trabajos de análisis muy general del proceso revolucionario. A nosotros nos pidieron esto para ver el derecho y el constitucionalismo en estos años. Aquí hacemos un estudio del constitucionalismo socialista en Cuba. Guanche dice: no se puede encontrar la libertad solo en la ley ni solo fuera de la ley. Por ahí comenzamos la idea de que los proyectos históricos de la modernidad siempre han instalado dentro de ellos cierta libertad dentro de la ley. ¿De qué trata este trabajo? Trata del análisis de la contradicción entre la Constitución cubana formal, vigente, y la Constitución material. ¿Cómo ha sucedido? ¿Hasta dónde? Cómo puede resolverse la contradicción entre la Constitución formal, cuerpo normativo cubano constitucional vigente desde 1976 con la reforma grande de 1992 y la reforma importante del 2002, aunque pequeña de gran trascendencia, y la práctica social, política y económica que ha hecho que esa Constitución no se evidencie totalmente, no se practique, no se comprenda y, lo peor, no se conozca ni formalmente la que existe y menos que tenemos en la realidad una variante material de ella. Lo primero que dice Guanche es que las contradicciones en Cuba, entre la Constitución formal y la material han traído, como primerísima consecuencia, una posposición de la ciudadanía que produce política y una inmovilidad del socialismo. Nosotros hacemos ahí un recorrido histórico muy rápido por esta lógica de la contradicción entre Constitución formal y Consti-

tución material desde la colonia pasando por la República liberal dentro, sobre todo, de la Constitución del 40 y después, el constitucionalismo a partir de 1959, primero la ley fundamental del 59 que era esencialmente la Constitución del 40 y después la larga provisionalidad de 17 años la Constitución de 1976. Lo que hacemos aquí es partir de algunos puntos importantes. El relato de la democracia socialista dentro del constitucionalismo socialista, es decir, qué se entendió por la democracia socialista. Aquí nos detenemos en el estudio de la democracia socialista y Guanche resume esto diciendo: el marxismo soviético invirtió los términos de la ecuación de Gramsci el Estado sería únicamente la sociedad política y no la suma de la sociedad civil más la sociedad política. Sacamos a la sociedad civil, que además está en la idea gramsciana y dejamos solo el Estado. Esto lo explica mejor: el Estado, o el gobierno revolucionario, consagraba el derecho de los revolucionarios al poder estatal, pero no regulaba en la misma forma los derechos de los ciudadanos ante el poder ni los derechos del poder ni el control del poder. Se perdieron esos otros momentos fundamentales y se quedó solo con el derecho de los revolucionarios al poder estatal. El vicio fundamental que resulta de esto está vivo todavía hoy: no se hace la Revolución con el derecho sino con la política, que es otra confusión grande que siempre alerto, que siempre digo y que, además, se oye de muchas maneras. Hay innumerables versiones de este criterio. Muchas veces es puro desconocimiento, otras es una elección política, táctica o estratégica. He oído a mucha gente que me responde a mí directamente, me lo han dicho; lo he oído en cualquier contexto. A veces hasta en el mejor ambiente de camaradería y de confianza argumentar a un funcionario o a cualquier otra persona. Esto no es un problema jurídico, esto es un problema político. Cuando uno está desde el derecho, sencillamente acotando la imposibilidad de hacer algo contra la Constitución, contra la sociedad, contra la lógica del sistema, contra los principios fundantes de la política y el derecho en la sociedad, o contra la lógica, o contra la naturaleza y la interpretación es: no estamos hablando de derecho, estamos hablando de política, lo que significa que la política se puede hacer sin el derecho. La política que se hace sin el derecho, lo menos que se está haciendo fuera

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del Estado de derecho, entonces lo que tenemos es un Estado de facto y en Cuba hay una Constitución, hay una normatividad no hay un Estado de facto. El argumento de que se puede hacer política sin el derecho como mínimo es un disparate. Por eso Guanche llega a decir en este trabajo: la concesión de derechos políticos no se otorgaría según la condición legal del ciudadano, sino a través del status político del revolucionario. Llegamos a confundir esto que ser revolucionario era la manera de alcanzar derechos políticos hasta el punto que eso se convirtiera en lemas, y después en grandes enunciados, sobre todo de las organizaciones juveniles, de algunos que han repetido algunas cosas muy dogmáticas. Aquí avanzamos en la Constitución de 1976 con sus características, en las reformas de 1992 y en las del 2002. Lo que diga ahora sobre estas no lo repetiré en los próximos ensayos porque estos núcleos del análisis de la Constitución formal del 76, que es la vigente, la gran reforma del 92 y la del 2002 están presentes en los próximos dos ensayos, en del socialismo de ley, del 2010 y en trabajo que Guache hizo como parte de la investigación para Clacso sobre la participación política, que es otro de los trabajos de este libro. En ambos se repite el estudio desde otras visiones pero de la Constitución y de las reformas. Aquí lo que hacemos es una caracterización de la Constitución del 76 desde los puntos de vista jurídico, institucional, político, ideológico… Nosotros, repitiéndonos a nosotros mismos en las grandes ganancias de la Constitución, dejando claro que hay un programa político vigente hoy que dice que cumplir, hacer que la Constitución actual no sea semántica sino llevarla a la práctica, hacerla por ejemplo, una Constitución de aplicación directa, convertirla en una Constitución viva, o tratar de materializar sus contenidos de una manera mucho más fidedigna ya sería un programa político de avanzada. He ahí un programa. Hay otros que dicen que hace falta una Constitución nueva, hay otros que dicen que hay que reformarla profundamente, hay otros que dicen que hay que volver a otras tradiciones constitucionales cubanas. Esa es una importante que, además, es la primera a la que estamos obligados porque esa Constitución está vigente, y como tal lo que hay que hacer es cumplirla. Uno de los deberes que aparece en la Constitución es su cumplimiento. Por tanto, no es solo un programa, es una obligación. Hoy el Estado y la ciudadanía están obligados a cumplir la Constitución, que es una obligación ciudadana, cívica, política. Aquí nos detenemos en nuestro análisis sobre el republicanismo socialista, decimos que es la forma constitucional de la lucha contra el capital, contra la enajenación del sistema patriarcal burgués, pero también contra el sistema patriarcal burocrático en base a la ética de la libertad, la justicia, la dignidad humana. Defiende la política como una instancia pública de decisión. Denuncia la sociabilidad secuestrada por el mercado, acata la libertad producida por la socialización del poder, esa libertad que se simboliza en la ley, la idea de la ley liberadora, y esa es la lógica de ese ensayo. El otro, como les decía, llamado Un socialismo de ley, en busca de un diálogo sobre el constitucionalismo socialista cubano en 2010,su aporte fundamental con relación al otro, o el cambio más grande con relación al ensayo anterior es que aquí nosotros usamos (hablo en plural porque este es el otro en que yo participé) todo el caudal de conocimientos y de práctica político-jurídica del nuevo constitucionalismo latinoamericano. La gran riqueza del constitucionalismo sobre todo que a partir de la Constitución bolivariana del 99 y las dos del 2008 de Ecuador y Bolivia, que crean no solo nuevas Constituciones sino un nuevo constitucionalismo teórica y axiológicamente hablando porque hay un constitucionalismo muy interesante y una lógica y una cultura de participación de una manera diferente de entender la democracia, de entender las relaciones sociales, de la socialización, la política, las relaciones entre sociedad civil y el Estado. En este ensayo hacemos una crítica a los principios comunes al constitucionalismo socialista. Aquí nos metemos en un grupo de ejes. Analizamos el carácter normativo del derecho para la tradición socialista real, cómo vieron el carácter normativo del derecho, el tema de la unidad y la concentración del poder, ¿qué pasa en la lógica del pensamiento socialista real con el dogma de la tripartición de poderes? El gran prejuicio de los supuestos derechos burgueses. Es decir, la idea de no tenemos derechos garantizados del grupo de los derechos civiles y políticos menos, pero no reconocemos la fuerza de esos derechos porque esos

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derechos son burgueses. Hoy sigue siendo un entendido en juego, vivo. La diferencia está en que ahora no se esgrime públicamente porque ya existe por ahí la idea de que eso no ve, no se oye bien. Por lo menos es algo. Hemos logrado que la gente tenga un poquito de pena al decir eso, pero no más. La supuesta prevalencia de la participación sobre la representación política, la idea de que nosotros no tenemos representación política sino participación, por lo tanto, nuestra democracia sería participativa y no representativa. Cuando usted abre la Constitución vigente del 76 tenemos una representación política tan fuerte como cualquier otra y se supedita la democracia llamada directa a cualquier otra forma de representación. Lo que tiene de pobreza nuestra Constitución hoy es sobre todo el ejercicio democrático directo. No hay posibilidades, formalmente hablando, desde el punto de vista del diseño constitucional, la escasez está sobre todo en el ejercicio directo de la democracia, en el ejercicio directo de la soberanía, que el artículo 3 de la Constitución por suerte dice que el soberano es el pueblo, pero dice que esa soberanía se podrá ejercer directamente o por medio de la representación, por medio de las asambleas, dice. Esa es la representación política. Entonces el expediente de la participación de la democracia directa queda en el sufragio universal, en el derecho muy sutil de resistencia que también aparece en el artículo 3 contra todo el que intente derrocar el orden constitucional y contra todo el que intente ejercer los derechos constitucionales contra la Constitución, dice en otro momento el artículo 62, pero lo interesante es que otra parte de la soberanía, que es la negativa, es decir, toda la idea del poder negativo directo o indirecto, los mecanismos de control popular de la democracia también quedaron completamente diluidos, no se tocaron. Nosotros no tenemos ni el derecho a la huelga, ni la resistencia contra la tiranía claramente dicha, el tribunado, el poder negativo indirecto, la institución tribunicia que en América aparece más o menos en las defensorías del pueblo. Nosotros no la tenemos ni más o menos, sino solo en una función particular de la Fiscalía General que no ejerce el mismo poder ni la misma función que un tribunado haría. También analizamos, en esa lógica, el Estado socialista y la propiedad y la idea de

la dictadura del proletariado en el socialismo, la idea de ciudadanía, estado socialista y derechos ciudadanos, sobre todo comparando nuestra verdad constitucional con lo que propone hoy el nuevo constitucionalismo. Nosotros decimos: tenemos una Constitución del año 1976, pero hoy, ni siguiendo este rumbo específico, tenemos ya justificación para tener una constitucionalidad tan pobre sobre todo en dos aspectos: la defensa de la Constitución y la garantía de los derechos ciudadanos. Si nos concentramos en esos dos problemas, tenemos 100 años de trabajo. Defensa de la Constitución. Nosotros tenemos esta defensa dentro del derecho constitucional como muchos sabrán, se agota sobre todo en el control constitucional que en Cuba lo realiza la Asamblea Nacional del Poder Popular por un inciso de las facultades, y en la práctica, la declaración de inconstitucionalidad por la Asamblea Nacional sobre cualquier otra disposición normativa creada contra la Constitución jamás se ha declarado. Desde el año 76 no ha habido una declaración pública de inconstitucionalidad. Al menos no conozco ninguna, ni nadie me hablado de alguna, porque no sé si el Consejo de Estado lo habrá hecho por otra vía, pero no lo conozco. Evidentemente, el control sobre la producción de la ley que la Asamblea hace, que es donde está el problema fundamental aquí, que el órgano legislativo tiene la facultad del control constitucional, por lo tanto, es lo que se dice control previo. Yo me controlo antes de producir la ley; se supone que la ley que promulgo es constitucional, porque de otra forma no la hubiera aprobado. Pero lamentablemente no es así. En la práctica, después que un decreto-ley, que una resolución, que una instrucción, que una circular, que un acuerdo de una asamblea está producido, no existe ninguna práctica de declaración de inconstitucionalidad. A partir del año 92 tenemos la regulación del estado de emergencia dentro de las situaciones excepcionales. En el constitucionalismo moderno, la idea de regular estrictamente cómo se daría la excepcionalidad contra la Constitución regular es defensa a la Constitución. Aquí está la Constitución. En caso de que ella no pudiera seguir funcionando regularmente debemos tener un expediente normativo, una ley que diga cómo será que volveremos a la República. Por eso la regulación sobre situaciones excepcionales es defensa a la

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Constitución. Esto hay que aclararlo mucho porque la idea de la seguridad nacional que produjo la doctrina de las situaciones excepcionales para liberar las manos de las dictaduras militares en América Latina produjo lo contrario. Y la doctrina de la seguridad nacional es colonialista y es todo lo contrario a la democracia en todos los sentidos. Por eso a mí me alarmó que nosotros hayamos decidido cambiar el nombre de la asignatura Defensa Nacional por Seguridad Nacional. Alguien dijo que se tenía que llamar así… Yo debo decir que fui a las cátedras y dije: ¿ustedes saben de dónde sale esta doctrina…? Y me dijeron que eso lo último, que así es como se llamaba ahora. Y la seguridad nacional tiene una historia. Yo dije ese día: no se puede llamar seguridad nacional a eso, para nuestra lógica de organización política, jurídica, ideológica, como mismo no se puede crear ahora un partido nacional-socialista en muchos lugares, porque te dicen: oye, no le pongas así… ¿Fascista? ¡Está hasta prohibido! Hasta Naciones Unidas prohíben eso, es delito de lesa humanidad decir que tú eres eso. Hay cosas que no se pueden decir ni intentar. En historia de Cuba, decir que vas ahora para la seguridad nacional es decir… Y después, los que tienen problemas políticoideológicos son los otros. Entonces no entiendo. Ese es un problema político-ideológico severo. Aquí analizamos el carácter normativo del derecho sobre todo, la idea básica de cómo en el socialismo real se redujo el derecho a mera política. Se puede sintetizar en eso. El finalismo revolucionario se opuso a la legalidad y por la vía de la política el derecho se podía quitar del medio. Hay tienen a Estuca, Pachucanes, sobre todo Vichinski con su gran escuela de voluntarismo. Vichinski es el fiscal general de los procesos de los años 30 de Stalin. Tiene sobre su espalda esa historia, pero era un teórico profundo del Estado y el Derecho soviéticos, con obra escrita y llegaron aquí sus ideas, cuando nos emparentamos con el peor momento teórico y político para el derecho. La idea de la unidad de poder. Ahí el problema está en no separarnos de la idea de la tripartición de poderes, cosa que yo respaldo totalmente, porque mucha gente, desde hace muchos siglos ha demostrado la falacia de la separación de poderes, pero nosotros confundimos la unidad de poder con la concentración de poder. Y no tienen nada que ver. Que el pueblo tenga todo el poder, que la soberanía esté en el pueblo y que digamos: no vamos a dividir los poderes, sino funciones particulares del Estado es una cosa, y que todo el poder lo tenga el Estado es otra. Y que el único poder lo tenga el Estado es otra cosa. Ya la discusión entre la unidad de poder y la división de los poderes… tiene una historia. Se convirtió en un dogma con la Constitución de 1791 de Francia. Los franceses fueron los que inventaron que sin división de poderes no había Constitución. La consecuencia directa de esto es que cuando no hay división de poderes no hay legalidad, no hay nada. Cuando Maximiliano Robespierre presentó, en 1793, la Constitución de ese año que no llegó a ponerse en vigor, él ya sabía que había dos maneras de enfrentarse a la tiranía: una era mediante la tripartición de poderes, y la otra era mediante el tribunado de la plebe. Por tanto, el modelo de poder negativo, es decir, el modelo por el cual nos enfrentamos a la tiranía con todo el poder en el pueblo y con la institución tribunicia, es decir, con una institución que pueda vetar las decisiones estatales antipopulares es otra manera de entender la lucha contra tiranía. Con unidad de poder. Estamos hablando del siglo XVIII. Por tanto, la crítica posterior pasa por todo el mundo… por Kant, y en el siglo XX por Kelseng. Es decir, son muchos conspicuos que han demostrado, en el menor de los casos, que la tripartición de poderes prácticamente es mentira y en otros casos, teóricamente la han desdibujado. Pero lo que estamos discutiendo aquí no es si hace falta o no, sino cómo, aun en la unidad de poder no puede confundirse jamás con la concentración de poder. La otra discusión importante está en el constitucionalismo socialista entre representación política y mandato imperativo. Guanche lo que defiende es esto: mecanismos articulados de participación directa con formas controladas de representación política. Él sigue la idea de que si la representación está controlada es buena, entonces esa representación se acerca al mandato. Hay otra manera de interpretar esto a la que yo estoy más cercano que considera que existe una historia de la representación política que es una historia medieval y feudal. Es decir, es la idea de la representación política como una solución de la monarquía inglesa para el problema que le causaba el mandato

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imperativo de las comunas. Los Comunes daban mandato imperativo para el Parlamento y, en un golpe de estado de la monarquía inglesa en el siglo XIII, aquello se convirtió en representación política. La persona que iba al Parlamente ya no tenía un mandato, sino que representaba a los Comunes. Ese pequeño juego en el que ya no se dictaba al mandatario lo que el pueblo quería tiene vigencia hasta el día de hoy. Y nosotros de pronto nos preguntamos ¿por qué la gente no cree en la rendición de cuentas? Yo digo: tengo una idea. Para que yo vea sentido a la rendición de cuentas tengo que haberles dicho qué hacer, para qué después me interese si hizo algo o no. Pero es que nos saltamos un paso. Jamás le hemos dado un mandato a nadie y después quieren que vayamos a oír qué hicieron. Claro que no nos interesa. Es por eso que cuando ellos van lo que hacen es oír otra vez lo que uno dice. La gente cree que la rendición de cuentas es donde tú le dices al delegado las quejas acumuladas: los baches, el pan… todas esas cosas. Pero realmente tendría sentido si yo digo: a ver, la última vez que nos reunimos vimos esto, esto y esto. No pude con esto, no pude con esto y no pude con esto. Empezamos el proceso de revocación, ¿oíste? Mañana empezamos. Pero no es así. No nos interesa, se ritualiza, porque falta el mandato, porque es precisamente representación política, pero de la más fría. Y la otra historia que tiene esto es que la representación política es heredera de la representación del derecho privado que tiene en la base de su creación solucionar una incapacidad relativa o absoluta de una persona. Usted es incapaz, ponga un representante. En Derecho la representación nació ahí. La política es una figuración, viene después como una extensión, como una metáfora. La representación es el tutor, o el curador del que no tiene toda la capacidad. Entonces, si yo no tengo toda la capacidad, también metafóricamente tengo que entender que mi representante cree que yo no tengo toda la capacidad, todavía. Y es lo que realmente dicen los que defienden esta institución. Dicen, bueno, el pueblo entero no puede participar, el pueblo no tiene toda la cultura, no tiene toda la preparación, esa es la incapacidad de la que estamos hablando. Entonces se entendería más por qué tenemos tanta ausencia de mecanismos

de participación directa. La representación puede existir mientras exista también el mandato. No es que la representación controlada se convierta en mandato. Porque cuando usted controla la representación al máximo deja de ser representación, se convierte en mandato. No creo que yo que haya que tener miedo a decir que la representación política tiene como corolario fundamental la tripartición de poderes. Le hace falta la división de poderes. La única manera en que yo impida que el poder absoluto del monarca vuelva a imponerse es dividiendo los poderes y eso logra dos cosas: que el monarca no se extralimite y que el pueblo tampoco. Por eso se inventó. El pueblo por ahí, no. El cuarto Estado, no. Hasta el tercero. Hasta el día de hoy la idea de la representación del mandato tiene esa contradicción. Por eso dentro de la tradición del republicanismo democrático salvamos mucho el análisis sobre la dictadura, en el sentido que el republicanismo entiende la dictadura como magistratura excepcional de la República romana antigua para salvar a la República. Eso podría ayudarnos a entender a un republicano del siglo XIX, como Carlos Marx, que habla de dictadura de nuevo, en ese sentido y no en el sentido que después otras mentes también han creído. Tal vez hoy con la dictadura pase como con la seguridad nacional, que hoy sea imposible defender la dictadura así, nosotros le llamamos estado de emergencia, le llamamos de otras maneras, pero lo que quiero decir con esto es que cuando hablamos, por ejemplo, del carácter dictatorial del Estado para la teoría marxista lo que estamos diciendo es que todo Estado, según Lenin, lo menos que ejerce es violencia organizada significa que todo Estado tiene el ánimo dictatorial más o menos velado, pero está presente. Por tanto, entender al Estado solo como conciliador de clases, equilibrio perfecto, el que rescata el consenso y todo eso me parece muy idealista. Aquí analizamos también la dictadura del proletariado, el Estado socialista y esta lógica. Todo esto lo hacemos comparando estas ideas con lo que el nuevo constitucionalismo ofrece, sobre todo en control constitucional, regulación de defensa de la Constitución en los otros sentidos, es decir, las prácticas de la defensoría del pueblo, sobre todo en América Latina, los mecanismos de reforma de la Constitución, la

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iniciativa legislativa popular y las otras formas de iniciativa legislativa democrática y, sobre todo, garantías jurídicas-políticas a los derechos. La experiencia latinoamericana actual en este sentido es increíble. Si usted mira la regulación de los derechos hoy en Ecuador y en Bolivia piensa que estamos en el siglo XIX. Estamos hablando de Ecuador y Bolivia que son constituciones del 2008, nuestra Constitución es de 1976. Nuestra Constitución es de la época en que no existía ni el medioambiente. Nosotros esperamos hasta 1992 para hablar de medioambiente, que estaba ahí, pero teóricamente no existía. Por tanto, tenemos una Constitución que hay que entender los años que tiene y lo que ha pasado en esos años. En esos años no han pasado treinta y tantos años en política, tal vez han pasado 200; en tecnología, en ciencias han pasado más, creo yo. Pero si usted mira los derechos y mira las Constituciones actuales con lenguaje de género, diciendo que los ancianos van a pagar los servicios públicos al 50 por ciento y nosotros tenemos una Constitución socialista que dice dos cosas, pues nada más que eso sería una razón para entender hacia dónde podríamos dirigirnos o qué hacer ahora mismo, o por lo menos decirnos hay que hacer algo con la Constitución. Ya oficialmente se ha dicho que sí, que la Constitución se va a cambiar. Por eso aquí explicamos qué queremos decir con el tribuno socialista, con todas sus facultades de derecho de asistencia, de veto, de llamar a consulta al pueblo, la iniciativa legislativa de esta institución, la protección del magistrado… Todas estas cosas. En el último ensayo del libro Guanche vuelve a la primera idea de la Revolución y el socialismo, pero ahora en el rescate del pensamiento de Raúl Roa. En Roa, el santo derecho a la herejía, a la idea del socialismo cubano en Roa de 1935 a 1958, donde él rescata el pensamiento revolucionario heterodoxo y crítico de Roa, la teoría de la revolución que hay en su pensamiento, la teoría de la democracia, la teoría del socialismo y, sobre todo, Guanche lo hace para llegar a este pensamiento de Roa de que en la democracia el derecho a la resistencia cumple una función esencial, servir de puente para comunicar a la Revolución con la democracia. Guanche termina este ensayo diciendo: la democracia solo sirve para tomar el poder (siguiendo a Roa), lo que sucederá después del triunfo no pertenece a la democracia, sino al socialismo, usando a Roa, el de la democracia nos deja una puerta abierta, el sistema después convertirá esto en algo. Dice también, no se llega a la democracia a través del socialismo, sino que solo se puede alcanzar el socialismo a través de la democracia, tratando de exorcizar también a lo que creen que esa relación es imposible, los que hoy cuando hablan de la plaza sitiada y de todos los bloqueos habidos y por haber también creen que es posible poner entre los valores que pueden ser supeditados los de la democracia, de la libertad, cuando esos son básicos para la existencia misma del sistema. Siempre digo que frente a ese tipo de ataques hay que ser más democráticos y no menos, porque si no deja de ser lo esencial. Estas son las ideas fundamentales que están en estos ensayos.

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INTERCAMBIO POSTERIOR A LA INTERVENCIÓN DEL JURISTA JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA.

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Dmitri Prieto. Me gustó mucho lo que dijiste sobre la seguridad nacional. Pensé exactamente lo mismo cuando me dijeron que ahora había una asignatura que se llama Seguridad Nacional. Y me pregunté, ¿pero esta gente no sabe de la Operación Cóndor, de todas estas cosas…? Desgraciadamente, el argumento que históricamente se ha utilizado para reprimir la pluralidad en Cuba es un argumento muy parecido al que se utilizó, en la doctrina que se utilizó, en la doctrina de seguridad nacional clásica que conocemos, que sirvió para defender determinado tipo de capitalismo en las dictaduras, sobre todo, sudamericanas, pero también en otros países del mundo. Pienso que esto nos da pie para otra reflexión que me parece que es factible hacer. Como mismo ahora la seguridad nacional es lo último, es lo actualizado, etc, etc, pues también sucede lo mismo en el ámbito empresarial, aparecen determinadas formas, como por ejemplo el término capital humano. Para mí este término es absolutamente funesto, pero bueno, también muchos lo ven como lo último y Cornelius Castoriadis lo decía muy claramente: “en el capitalismo la democracia termina ante las puertas de la empresa, quedando solamente mecanismos de emergencia…” como tú citabas uno: el derecho a la huelga. El capitalismo, al interior de la empresa, es un sistema muy jerarquizado. Yo lanzo este cuestionamiento a todas las personas que creemos en la democracia, que somos anti-autoritarios, ¿hasta qué punto promover el capitalismo en la Cuba de hoy es una vía para la promoción de la democracia? Para mí, en lógica correcta, surgen justamente argumentos contrarios. Respecto al libro del camarada ciudadano Guanche, a mí me pasa como a aquellos trabajadores de la Unión Soviética de finales de los años 50 que eran llamados a comentar sobre la novela Doctor Zhivago, de Boris Pasternak, y siempre el argumento era: “yo no leí la novela, pero… no estoy de acuerdo”. Obviamente no la habían leído porque no estaba publicada. Aquí pasa algo parecido. Esperemos que por otras razones, no por lo que pasara Pasternak, pero quiero decir algo. Sí leí algunos artículos, incluso los he comentado, como tú dijiste. Pienso que hay que estudiar bien claro los nuevos sistemas de dominación y los sistemas de dominación que surgieron en el siglo XX producto de procesos revolucionarios, como el mismo sistema de dominación de la URSS, de la llamada unión, de las llamadas repúblicas, de las llamadas socialistas, de las llamadas soviéticas, porque como decía Castoriadis cuatro letras, cuatro mentiras. En el caso cubano, que es una derivación sistémica, no solamente en lo constitucional, sino también en lo estructural de aquel otro sistema, también hay que estudiar eso y hay que estudiar todo lo que representa el sistema de cuadros. O sea, no estoy hablando de un término burocrático, estoy hablando de una cuestión estructural. Cuba está siendo administrada por un sistema de cuadros que otro escritor ruso llamado Svenski denominaba nomenclatura, que así es como se llama en lenguaje técnico de quienes conocen estas cosas y quienes la administran. La nomenclatura,

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los cuadros como estructura de gobierno, de administración, como estructura que de algún modo se arroga estos derechos de la sociedad de los que tú estabas hablando. Creo que eso es un gran déficit en nuestro actual pensamiento social, revolucionario, contestatario crítico, republicano, libertario, democrático…, cristiano, ¿por qué no? El que manda no es la persona superior, toda esta deconstrucción que hace Cristo en el Evangelio. Muchas gracias. Ramón García. Acabo ahora de terminar un libro sobre las ciudades en Cuba, ¿qué hacer con La Habana? He visitado a cuanta gente importante se dedica a diseñar la ciudad, tomar decisiones políticas en ese sentido. Vivimos en un estado de autarquía. Vas al instituto, y Joaquín, el director de planes del Instituto de Planificación Física, te dice: el 85 por ciento de la ciudad se está construyendo por esfuerzo propio. Entonces de eso que llaman arquitectura vernácula, nadie te puede hablar exactamente. Y cuando vas a buscar la revista de Arquitectura de la asociación, nadie habla de bateyes. Y así… vas al Centro de Estudios de la Economía Cubana y de pronto te pueden decir que la economía informal en Cuba puede ser 1.3 veces más grande que la economía oficial. O sea, vivimos en un estado de autarquía, donde la gente no habla de democracia, la gente lo que trata es de salir adelante, y le agradece a todo el que le quite presión a la caldera, sea Ley Migratoria, cuentapropismo, sea lo que sea… La gente no pone en la agenda la cuestión de la democracia, que puede ser muy importante… Esa es precisamente la política que se ha seguido. Desde vender DVDs hasta no sé qué es quitarle presión a la caldera, porque esa no está en la agenda popular, no vaya a ser que los medios intelectuales nos desconectemos de la demanda popular, que ahora mismo está en otra cuerda. Tenemos que ser inteligentes y ver cómo llevamos estos presupuestos allá. Ese es un aspecto. El otro es que ese estado de autarquía se expresa como un estado de anomia social, y ese estado de anomia social hay que ver quién lo produce y cómo se produjo. Sobre estas cosas he hablado de periodizaciones de la revolución cubana. Es muy importante hacer una periodización del siglo XX cubano, o sea de Estado caudillista, de los años 30, hasta el Estado populista de finales de los 60. Quien se alarme con eso tenga en cuenta que el batistato no fue más que la etapa de esclerosis de ese populismo. La década del 60 no fue más que la apropiación de los contenidos más populares del proyecto populista más radical. O sea, ahí hay una periodización muy importante para entender después cómo vinimos a parar a un estado de anomia, de fractura social, de todo este tipo de cosas. Hay un texto de antropología política de Carlos Marx que es básico, Crítica al derecho político hegeliano, donde Marx dice que el despotismo puede darse en momentos democráticos, por ejemplo, como una consulta popular. Pero la democracia no puede darse en momentos despóticos, porque si no sería inconsecuente consigo misma. Creo que si volvemos a ese texto de Marx, que está en clave hegeliana también, a pesar de que le está haciendo una crítica a Hegel, sería muy interesante para nosotros. Pero si fuera a definir la gran experiencia de la Revolución cubana lo haría a partir del proceso de politización de la sociedad. O sea, cómo se politizó hasta la sonrisa. El pariente que se fue para Estados Unidos, la pareja que escogiste, la religión que profesaste… Cómo se politizó hasta lo cotidiano de la gente. Una de las cosas fue desmovilizar la resistencia frente al autoritarismo, criminalizando la pobreza, que es una manera de protesta espontánea frente a los excesos, criminalizando el disenso, convirtiéndolo casi en una mala palabra. Pienso que si vamos a hablar de un gobierno, hay que ver también… O sea, uno está del lado de acá padeciendo las consecuencias de aquello, pero tiene que ver con el que está metido dentro del gobierno tomando decisiones, que se ve frente a una sociedad periférica, donde hay un alto grado de contingencia, mercado mundial, abierto. Y de pronto tú tienes que crear una estructura muy ejecutiva y todo eso, suavecito, nos fue llevando por la pendiente, que ahí está la Asamblea Nacional, pero quien corta el bacalao es el Consejo de Ministros. Ahí están unas asambleas que pueden tener el cuarenta y no sé cuantos por ciento de mujeres y no sé cuántos negros, pero en realidad ¿van a cambiar el racismo y el sexismo en Cuba? ¿Quién corta el bacalao? ¿A qué se debe esa estructura de gobierno? ¿Qué solución le vamos a dar que sea viable, que atienda también ese problema, porque es una sociedad periférica?

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Manuel David Orrio. Yo quiero señalar algo… para mí la lucha por el constitucionalismo en Cuba es vieja, muy vieja. Les voy a contar una anécdota curiosa. En mis tiempos de oficial encubierto de la Seguridad del Estado, y aquí hay quien me conoció bien de cerca trabajando en esa dirección, las broncas mayores, pero de pelearnos a piñazos que yo tuve con la jefatura fueron por mis artículos en defensa de la Constitución de la República. ¡Qué locura!, ¿verdad? Y esto nos está diciendo algo. En este país, como quiera que sea, hay dominantes y dominados. Eso es una verdad como templo, y lo sabemos. Pienso en algo. La política es el arte de lo posible. Sabemos que nuestra Constitución es profundamente imperfecta, y aquí hay un maravilloso estudio que lo demuestra, pero es la Constitución. La Constitución es la ley de todos los cubanos. El 99 por ciento de los cubanos se siente identificado con ideas patrióticas y, sobre todo, antiimperialistas, y esas ideas están en esa imperfectísima Constitución de la República. Entonces resulta la tremenda paradoja de que hacer revolución, en el sentido patriótico y antiimperialista del término, es defender la imperfecta Constitución. Por eso está ocurriendo, últimamente, que las burocracias cubanas, las tecnocracias cubanas y también las cleptocracias cubanas de este momento, se ofenden profundamente cuando uno defiende a la imperfecta Constitución, que ha sido tan excelentemente analizada por Julio César Guanche y por sus colaboradores en tan magnífico libro de ensayo. Muchas gracias. Julio A. Fernández. Bueno, no hicieron preguntas. Solo voy a hacer un comentario general sobre el tema de la huelga, que me sirve para hablar de todas las demás cosas. Como ustedes saben, nosotros no tenemos regulado el derecho a huelga. Sobre todo, no tenemos regulado el derecho a la huelga política, que sería la manifestación del poder negativo directo. Es decir, el pueblo ejerciendo soberanía para defender la soberanía. La soberanía que se ejerce mediante la resistencia o la defensa contra los ataques a la soberanía. El pueblo no solo debe tener el derecho a construir y a hacer cosas, sino también a detener lo que se haga contra la soberanía. Ambos grupos de posibilidades son soberanía positiva o negativa. Por eso el poder negativo directo es este, el del tribunado.

La huelga política, el exilio, por ejemplo, la resistencia, serían derechos que expresen el poder negativo directo. Nosotros no tenemos huelga política ni huelga económica, porque ¿cómo va a haber huelga de los trabajadores contra la administración si los medios fundamentales de producción son del pueblo? Las cuatro mentiras que decía Dmitri hace un rato me recordaron que la propiedad más importante que nuestra Constitución regula tiene tres sujetos: propiedad estatal socialista de todo el pueblo. Y las tres cosas son diferentes. El Estado, la sociedad y el pueblo son tres cosas diferentes. ¿Quién es el sujeto? Se llama propiedad estatal socialista de todo el pueblo. Eso, en Derecho, se llama confusión de tres. ¿Cuál es el sujeto? Y la confusión es una forma de extinción de las obligaciones. ¿Quién queda extinguido ahí? Porque evidentemente, no sabemos… Bueno, podemos presumir que el Estado ha sido el más importante. Ahora, hoy la huelga sigue estando prohibida, pero hoy tú puedes ser dueño de un restaurante y tener a 50 ó a 20 personas trabajando para ti. De pronto un día, los trabajadores proponen una huelga de brazos caídos. Y dicen, aquí no va a trabajar nadie hoy porque tú estás botando gente indiscriminadamente, no estás indemnizando y tú está sacando mujeres embarazadas de aquí, y tú nos estás bajando 1 cuc de salario mensual, sin ningún tipo de reconocimiento de derechos, ni de garantía para nosotros. No vamos a trabajar hoy. Esta persona, que el negocio está en su casa particular, llama a la policía, y estas personas ya no son trabajadores porque a todos los han botado están, técnicamente, metidos en su casa. Llama a la policía, y la policía, socialista y revolucionaria, se lleva a los que están, socialista y revolucionariamente haciendo una huelga contra el capitalismo. Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Tenemos el mismo derecho laboral, las mismas condiciones? ¿No vamos a cambiar nada? El único paso que hemos dado es permitirle a los cuentapropistas que hagan un bloque el primero de mayo y desfilen. Solo por ese cuentecito la huelga, como otras tantas garantías jurídicas y derechos, es algo que nuestro derecho laboral tendrá que tomar

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en cuenta porque las condiciones no son las mismas. Habrá que pensar mucho, y yo sé que ese pensamiento es el que más lento va a ir, porque hay cosas que la gente no quiere ni pensar todavía. Lo que demuestra este libro de Guanche es que eso se va a seguir pensando de esa manera, entonces eso lo vamos a seguir arrastrando, porque la solución está en: no, no hace falta. Ustedes son el Estado, están concentrados en otra cosa, nosotros vamos a pensar por ustedes. Sería como la democracia. Ustedes están concentrados en pensar cosas que nosotros sabemos que no nos van a ayudar, nosotros vamos a pensar en las cosas que nos convienen. Vamos a ir dándole la mano; como esto es democracia, pues… Mira vamos a hacer esto. Nos hace falta esto, esto, esto…, no solo nos hace falta, sino que lo vamos a hacer. Eso no funciona así todavía. Esa idea no es la que se está pensando hoy en la creación del derecho nuevo para la implementación de los Lineamientos… El derecho se está produciendo verticalmente, mucho más secreto que antes, mediante políticas, que es como se llama. Es decir, son tres ideas para hacer una norma. Las tres ideas las producen gente que no son especialistas y menos del pueblo. Quiero decir, son del pueblo, pero no están como pueblo produciendo las ideas. Por lo tanto, son ideas secretas, literalmente secretas. Por tanto, el derecho que estamos produciendo para avanzar hacia la democracia no es metodológicamente, creo yo, que pueda resolver el problema ahora. La esperanza está en que algunos contenidos de ese derecho sean prácticamente, pragmáticamente utilitarios, pero no podemos imaginar que van a resolver esos problemas. Es decir, como afirma Ramón García, ahí la gente verá la reforma migratoria, verá cosas positivas, pero la reforma migratoria no fue discutida con nadie. Solo fue, en el mejor de los casos, sufrida por mucha gente durante mucho tiempo, y el sufrimiento debemos estar por lo menos contentos de que no se perdió. El sufrimiento era conocido porque se abrogó la ley 989 de 1961, a las personas ya no se les confiscan sus propiedades cuando salen del territorio nacional, se extendió a dos años la posibilidad de que las personas estén fuera de Cuba, pero no se eliminó la identificación, la calificación de esas personas como emigrantes, que era para mí lo más importante. Porque no se puede hacer eso. Quién va a cumplir la Constitución donde dice que cuando una persona pierde la ciudadanía cubana, cuando una persona se hace ciudadano de otro lugar, pierde la ciudadanía cubana. Quién va a resolver la catástrofe ética y política que se crea cuando un cubano entra a Cuba con pasaporte cubano, teniendo pasaporte de otro país. Llega a Cuba y para Cuba es cubano. Perfecto. Un artificio. Cuba quiere saber que es cubano. Técnicamente es un disparate, y es una violación de la Constitución, porque la Constitución dice que cuando se hizo ciudadano de otro lugar ya no es cubano, pero sigue siendo cubano. Pero si sigue siendo cubano, ¿por qué le exiges el seguro médico, si los cubanos tienen salud pública gratuita? Y de pronto no es ni cubano ni extranjero. Sin haber entrado todavía a la avenida Rancho Boyeros, en el aeropuerto, sin salir de ahí. Esos son problemas graves que afectan la idea básica que tenemos nosotros de libertad, de socialismo, de democracia y de todo. Por lo tanto, creo que hay muchas cosas que hacer. Y esas están muy claras. Algunas son mala hierba. Gracias de nuevo, y disculpen que me haya demorado tanto, pero el libro tiene 140 páginas…

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CUBA Y LOS DESAFÍOS DE LA CIVILIDAD: ALCANCES, CONTRADICCIONES Y PARADOJAS.

Autor: Jesús Guanche. EN DIÁLOGO 3-2013

Deseo agradecer nuevamente la invitación a Espacio Laical para abordar uno de tantos temas que ocupan y preocupan a la sociedad cubana actual, de cara a las transformaciones que resultan necesarias ante un cambio de época, signada por el reconocido fracaso del neoliberalismo y su impacto mundial; así como el renacer de la esperanza de una parte cada vez más representativa del continente americano y caribeño, que ha sido capaz de sobreponerse a las crisis cíclicas del capitalismo dependiente y optar por una vía de justicia social, crecimiento económico y desarrollo humano. Todo ello frente al permanente riesgo de fuerzas contrarias que tratan de achatar las voluntades para desdibujar el valor de las ideas y su influencia favorable en la toma acertada de decisiones. Recuerdo con sumo respecto la presencia en este sitio de Alfredo Guevara; cómo en su alocución y en la discusión a que dio lugar se respiraba, como deseo ahora, el énfasis en el diálogo constructivo para facilitar el debate en provecho mutuo; para abordar cualquier tema por delicado o crítico que pueda parecer y de ahí extraer lo mejor de nuestras reflexiones, razones y sentimientos para contribuir, tanto al gran proyecto nación (o la Casa Cuba, como prefiere decir monseñor Carlos Manuel de Céspedes), como a la consolidación del proyecto región. En este sentido, Espacio Laical, como Catauro, Temas y otras revistas cubanas de ciencias sociales, deben identificar y abordar los problemas que atentan contra el desempeño independiente de la nación y sus ciudadanos, para que las valoraciones, ideas, propuestas, puntos de vista coincidentes o discrepantes sirvan de herramientas para el mejor trabajo de todos. Muchos ciudadanos de extracción humilde hemos llegado a la categoría humana de persona gracias a esta Revolución, que desató oportunidades y a la vez facilitó aprovecharlas. Por eso precisamente también tenemos el alto compromiso moral de decir y hacer sobre todo lo que por diversas causas no funcione adecuadamente o se desvíe de un conjunto de valores universales de la cultura humana, como experiencia acumulada por la humanidad en su decursar histórico y de la cual forma parte la cultura nacional con su amplia y muy rica diversidad de expresiones. A escala regional, recordemos que Cuba representa el 48.59 por ciento del Caribe insular: casi la mitad; aunque es solo el 0,27 por ciento del continente americano: un pequeño territorio cuya grandeza emana de nuestra propia historia, cultura, ejemplo y capacidad de continuar en el siglo XXI con apego a la verdad. En días recientes el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Esteban Lazo Hernández, ha insistido por diversas vías en el tema de la indisciplina social y ha sido objeto de reflexión y discusión en las correspondientes asambleas locales y en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Muchos han sido los puntos de vista al respecto, desde quienes disfrutan a plenitud del proceder individual, familiar y espacial identificado como chusmería, vulgaridad, marginalidad, cual referencia del comportamiento cotidiano, hasta quienes también reconocen y de-

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nuncian la indisciplina estatal; es decir, a las personas que por sus cargos y funciones representan al Estado y de hecho son parte de la sociedad y participan de la indisciplina social, pero con una mayor trascendencia que el simple ciudadano de a pie. También en estos días el primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, fue entrevistado por el sitio web Cubadebate y señalaba: “Pienso que con un debate social, amplio, incluyendo a todo el mundo, con la cultura que tenemos los cubanos, con la historia de los cubanos ¾siempre nos ha distinguido la decencia, el buen comportamiento¾, creo que existe una salida, con esos valores y debatiendo de manera abierta, sin tapujos, comprendiendo que hay dificultades económicas, pero mostrando la voluntad de resolver esos problemas y no asumir que hay que ser deshonesto, que hay que robar, que es normal que la gente busque esa vía ¾que al final tampoco es la solución de los problemas, porque lo que provoca es una complejización de la sociedad y quien lo hace, lo hace a costa de romper más valores y por sobre los que sí tienen una posición honesta y decorosa. Nosotros tenemos que defender los valores martianos: la honra, la virtud, el decoro, la verdad, la sinceridad, por difíciles quesean las condiciones. Y la vida demuestra, en nuestra historia, de gente que en medio de la pobreza, tuvo una posición digna. Es la convicción que tengo como persona, como revolucionario, incluso apartándome del tema de la responsabilidad, es mi percepción de la vida. Así me educaron, Eso lo podemos lograr con un debate social, nacional, que tenemos que alentar, que tenemos que alimentar”.1 Este es un tema que abarca, inevitablemente el grado de civismo de la población y el nivel de civilidad alcanzado por la sociedad cubana. A este tema y sus diversas aristas es al que quiero referirme en esta ocasión y espero que sea útil para propiciar un debate amplio, profundo y respetuoso. Aunque pueda parecer obvio, si bien la noción occidental de civismo se deriva del latín civis; es decir, ciudadano y de civitas, civitatis, ciudad, de modo general se refiere a las normas de comportamiento social que nos hace posible convivir en colectividad. En el ámbito nacional, el país también incluye a las personas que viven en las áreas rurales y que, independientemente de la actividad laboral, tienen acceso a diversos medios de comunicación masiva y permanentemente comparan su vida cotidiana con la de otros lugares del país o a nivel internacional. No podemos olvidar el alto grado de antropización de la isla de Cuba, que si en lo estadístico el 76% de la población se asienta en áreas urbanas, la población rural no es ajena a lo que sucede en la vida citadina; es más, se acerca en diversos aspectos de la vida cotidiana (vivienda, vestuario, alimentación y otros servicios sociales) al modo de vida urbano. Esa es una de tantas razones que han motivado diversas migraciones internas hacia las principales ciudades del país.2 Uno de tantos ejemplos de civismo es cómo se comportan las personas de manera cotidiana y cómo se convive en sociedad. El civismo debe estar basado en el respeto entre los seres humanos, el cuidado del medio ambiente y de los bienes públicos; así como en una educación de adecuada calidad, respetar las normas de urbanidad y de cortesía. Aunque el empleo del término civismo tuvo su origen en la Revolución francesa, aparece relacionado con los derechos del ser humano en tanto ciudadano. No deseo referirme a los entonces denominados “Derechos del hombre y del ciudadano” de 1789, como parte acumulativa de la memoria del mundo, por todas las denotaciones sexistas y racistas que tuvo en su época, aunque fue un paso adelante respecto del régimen anterior y una referencia necesaria para la Declaración universal de derechos humanos en 1948. Al mismo tiempo, la civilidad, que también proviene del latín civilĭtas, es uno de los atributos más representativos de la cultura urbana; se basa en el reconocimiento mutuo entre los ciudadanos de un territorio en un espacio cultural determinado, en el que concurren acuerdos y diferencias con el objetivo de aplicar coincidencias y de superar discrepancias mediante la identificación de reglas comunes para compartir la convivencia. De este modo, la ciudad es el escenario donde se cruzan y convergen disímiles existencias e interpretaciones de la realidad, de encuentros y desencuentros, de diferencias y contradicciones. Es un cruce permanente de historias personales y colectivas de quienes en ella habitan o a ella concurren temporalmente; se trata de un espacio de transversalidad simultánea por el orden y el conflicto. Sin embargo, la ciudad es nuestro entorno predominante y constituye un referente obligado; es

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el ámbito de nuestra cotidianidad, de la familia, amistades, vecinos, colegas, de la autoridad y de la violencia, de nuestras más inmediatas relaciones sociales.3 Recuerdo que en una ocasión el arquitecto Mario Coyula me invitó a compartir una de sus tertulias La Habana que va conmigo, por mi doble condición de habanero y de habanista; es decir, como ciudadano nacido en esta ciudad y como profesional. Y una de las primeras impresiones que tengo de la ciudad capital (no olvido que soy un ciudadano de a pie; quizá sea un símbolo astral de los pies en la tierra o un poético tributo de hacer camino al andar) es la gran cantidad de aceras saludables y de aceras saludantes que tiene. Las aceras saludables, que son las deseables, fueron construidas con los materiales de construcción adecuados, por las personas orgullosas de su oficio; mientras que las aceras saludantes, fueron hechas en saludo a determinada fechameta (1º de mayo, 26 de julio u otra) y cual acto mágico las construyeron sin el cemento pertinente y a las primeras lluvias se transformaron en arena y gravilla. Hoy representan todo un atentado contra el ornato público y contra el sistema óseo de los caminantes. Vale preguntar entonces: ¿cuántos accidentes se hubieran podido evitar si el sentido del decoro de sus constructores no hubiera violado la composición de la mezcla? También habría que preguntar: ¿Por qué el cemento que se fabrica en Cuba estuvo durante tanto tiempo en función de los programas del Estado y con muy difícil acceso a la población? Aunque hoy es un problema resuelto, muchos daños a lugares de la capital como Centro Habana, ya son casi irreversibles. Hoy se conoce muy bien ¾es una de tantas lecciones del llamado “período especial”¾ que lo limitado, regulado o prohibido pasa inmediatamente al mercado subterráneo mediante procedimientos muy creativos y cuyos artífices no han sido importados de otro país, sino que son auténticos engendros nacionales. La ciudad es mucho más que los no lugares, estudiado y detallado por el antropólogo francés Marc Augé e identificable con la mundialización que homologa hoteles, terminales de transporte y sus medios, mercados, espectáculos públicos y otros espacios sociales donde la relación identidad-diferencia se disuelve en lo impersonal del sitio. Los denominados no lugares son

también espacios de civilidad intercultural y transcultural, signados por la diversidad de orígenes de sus concurrentes. En el caso de Cuba, estos espacios, muchos de ellos profundamente deteriorados, representan la imagen misma del país y de quienes en él habitamos, especialmente cuando se pretende crecer y sostener el turismo internacional, que ya no depende solo de paquetes previamente dirigidos, sino que se mueve libremente por lo lugares que desea ver y que a muchos nos avergüenza enseñar. Esto nos obliga a actualizar el viejo lema y decir: Revolución es construir y reparar. Por tal motivo, no podemos dejarnos llevar por la frase pesimista de Samuel Johnson que sentenciaba: “Cuando se rompen las reglas de la civilidad queda poca esperanza de volver a la amabilidad y la decencia.” Debemos, por el contrario, reflexionar autocríticamente sobre la idea de Ralph Waldo Emerson que señala: “La civilidad es más alta cuando nuestro sentido moral es más profundo.”4 La civilidad debemos valorarla como patrimonio cultural de la nación por lo que ella implica de bien común. Según refiere Hannah Arendt: “El concepto medieval de bien común, lejos de señalar la existencia de una esfera política, sólo reconoce que los individuos particulares tienen intereses en común, tanto materiales como espirituales y que sólo pueden conservar su identidad y atender a su propio negocio si uno de ellos toma sobre sí la tarea de cuidar el interés común.”5 Ese “uno de ellos”, de hecho es cada uno de nosotros; es decir, se relaciona con el concepto de Ubuntu, propio de las lenguas zulú y xhosa, de Sudáfrica, que significa yo soy porque somos nosotros. Un término homologable a la esencia humana como individuo social. Nuevamente hay que acudir a la sabiduría africana y recordar la reflexión del sacerdote anglicano Desmond Tutu al respecto: “Una persona con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y son buenos en algo, porque está seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos.”6 Nuevamente podemos remitirnos en Cuba a las causas de muchos de estos problemas. La elimi-

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nación temprana de los programas de moral y cívica del sistema de enseñanza, que incluía valores universales muy antiguos y dentro de ellos el pensamiento martiano, no eran tildables acusativamente de “burgueses”, sino que podrían haberse adecuado y actualizado a las nuevas circunstancias histórico-sociales en lugar de crear un vacío ético-moral en la continuidad de la enseñanza. Sabemos que esto fue acompañado de una profunda disfunción familiar que dura hasta el presente. Por otra parte, diversas instituciones cubanas tratamos de tributar desde la Academia a mejores niveles de civilidad hacia nuestro entorno social, pero el esfuerzo aún no es suficiente y los resultados han sido objeto de permanente valoración crítica. La Academia de Ciencias de Cuba ¾de cuyo Consejo Directivo formo parte¾ entre sus múltiples actividades y en cumplimiento de su función asesora al Estado Cubano, elaboró un detallado Análisis del estado de la ciencia en Cuba de cara al cumplimiento de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución y una evaluación sobre el Rescate del conocimiento, que tuvo por base los premios nacionales otorgados entre los años 1986 y 2011, a partir de un cuarto de siglo dedicados a “promover el reconocimiento a científicos y colectivos destacados, así como divulgar y estimular la observancia de los principios de la ética profesional de los científicos”, según señala el Decreto-Ley 163 de 1996, sobre nuestra institución. Ambos documentos son herramientas para apoyar la política científica del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), que necesariamente abarcan el comportamiento, la responsabilidad personal y colectiva de este estratégico sector social. La Academia de la Historia de Cuba, de la cual también formo parte, ha estudiado e identificado los problemas y propuesto cambios sustantivos en la enseñanza de la Historia, inicialmente en el nivel medio, con el objetivo de actualizar planes, programas y, consecuentemente, textos. Este primer paso es decisivo para pasar a la complejidad del nivel superior. No es posible aspirar a un ciudadano mejor, sin un conocimiento histórico adecuado a los niveles alcanzados en nuestros días y cómo ese nivel de conocimiento debe influir en su conciencia ciudadana. El asunto no es repetir hasta el cansancio consignas fuera de contexto y vacías de contenido, sino asumir el papel y el lugar de la historia como ciencia social en interconexión con todo el conocimiento alcanzado. El Polo de Ciencias Sociales, desde su creación hasta el presente, ha evaluado diversos estados del conocimiento como base para elaborar propuestas sobre problemas existentes en la sociedad cubana. La identificación y potencial solución de cada problema, no está basado en el obsoleto criterio de la disciplinariedad (propios de la modernidad europea), sino en los diversos campos, métodos y medios científicos capaces de elaborar propuestas de solución según plazos y posibilidades. Algunos de estos problemas son la actividad antisocial, la corrupción y el delito, la familia, el envejecimiento demográfico, la reducción de las migraciones internas; los impactos de las migraciones externas y el perfeccionamiento en el trabajo de la juventud; entre otros. Como es evidente, los problemas pasan por los diversos desafíos de la civilidad y pasan también por ricos niveles de discusión, debate y recomendaciones para el mejor desempeño de las decisiones. El Comité Cubano del Proyecto UNESCO La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad y patrimonio ha sido objeto de reconocimiento a nivel del Comité Científico Internacional y de la Dirección General de la UNESCO, pues la dignificación y visibilidad del legado africano a la cultura nacional y del área latinoamericana y caribeña representa, además, un recurso moral para luchar contra las diversas manifestaciones de racismo, discriminación e intolerancia. Al mismo tiempo constata la riqueza de la diversidad cultural y de las múltiples maneras en que se manifiesta el patrimonio nacional y regional. De igual modo, la Comisión José Antonio Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), sostiene un diálogo permanente con autoridades, intelectuales y medios de comunicación de diversas provincias para identificar y trabajar contra las manifestaciones de racismo y discriminación racial en el país, lo que equivale a fomentar el respeto mutuo y a la defensa de los intereses nacionales. La Fundación Fernando Ortiz, a través de la revista cubana de antropología Catauro, ha ido colocando en la opinión pública diversos temas basados en seminarios, artículos y discusiones como

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las migraciones internas, la cultura azucarera, cafetalera, ganadera, tabacalera, del huracán, del mar y otros, que constituyen referentes para el estudiantado universitario y para un conocimiento cada vez más profundo y actualizado de la realidad nacional. La revista Temas y sus diversos espacios de participación han puesto al día múltiples tópicos de interés por las vías más expeditas, tanto mediante la discusión en vivo, el texto en papel e internet. Sin embargo, una cuestión es lo que se discute y produce y otra es cómo circula. La agilidad y efectividad de la circulación están muy por debajo del interés de los actores sociales. Quienes con cierta frecuencia nos movemos por el resto del país observamos los vacíos de información sobre temas de actualidad que no puede satisfacer la prensa plana ni otros medios locales. También observamos el temor a discutir estos temas y cómo las voces se entrecortan o apagan como si cometieran un “pecado capital”. Debemos recordar que no siempre en las provincias las personas tienen acceso al correo electrónico ni al internet. En mis estancias en varias universidades, por ejemplo, he solicitado consultar el correo electrónico para saber sencillamente qué hay de nuevo y nunca ha habido problemas para hacerlo, solo que nunca me he logrado comunicar con mi propio correo. Cuando nuestros comunicadores sociales se encuentran en un evento, un curso, un seminario u otro espacio de participación, reconocen la distancia entre lo que se dice y lo que se lee, ve o escucha. Es ahí donde puede identificarse el proceso de la censura, la autocensura y el temor a buscarse problemas o a decir lo que el jefe quiere que se diga. Esto genera una indeseable contradicción entre lo que demanda públicamente la máxima autoridad del país y lo que luego dicen los medios. Habría que preguntar entonces: ¿Para quiénes trabajan los censores?, ¿para la Revolución o para cultivar el secretismo o el ocultismo?; ¿Quién o quiénes orientan o dirigen a los censores en oposición al reclamo de la máxima dirección del país? Desearía que la Unión de Periodistas de Cuba pueda resolver estos y otros muchos problemas a partir de su reciente congreso, para así ponerse al día con los cambios que se operan, y que se busquen todos los problemas contra la censura y en defensa de la transparencia informativa, aunque conocemos que las causas son múltiples.

Recientemente, el general-presidente Raúl Castro Ruz también ha puesto nuevamente el dedo en la llaga social, que entre todos debemos curar sin temor a buscarnos problemas y a denunciar a quienes prefieren las aguas mansas o pasar inadvertidos. En la clausura de la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio pasado, señalaba: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás. “El delito, las ilegalidades y las contravenciones se enfrentan de manera más sencilla: haciendo cumplir lo establecido en la ley. “Recordemos las palabras de Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005, cuando dijo que a esta Revolución no podría destruirla el enemigo, pero sí nosotros mismos y sería culpa nuestra, advirtió. “Así, una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado. Se propagaron con relativa impunidad las construcciones ilegales, además en lugares indebidos, la ocupación no autorizada de viviendas, la comercialización ilícita de bienes y servicios, el incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en peligro de extinción, el uso de artes masivas de pesca, la tala de recursos forestales, incluyendo en el magnífico Jardín Botánico de La Habana; el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa a precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley, las violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas, el asedio al turismo y la infracción de lo establecido en materia de seguridad informática. “Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad. “Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; mar-

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car y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas; prolifera impunemente la cría de cerdos en medio de las ciudades con el consiguiente riesgo a la salud del pueblo, se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras. “Igualmente, se evade el pago del pasaje en el transporte estatal o se lo apropian algunos trabajadores del sector; grupos de muchachos lanzan piedras a trenes y vehículos automotores, una y otra vez en los mismos lugares; se ignoran las más elementales normas de caballerosidad y respeto hacia los ancianos, mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos. Todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos. “Lo mismo pasa en los diferentes niveles de enseñanza, donde los uniformes escolares se transforman al punto de no parecerlo, algunos profesores imparten clases incorrectamente vestidos y existen casos de maestros y familiares que participan en hechos de fraude académico. “Es sabido que el hogar y la escuela conforman el sagrado binomio de la formación del individuo en función de la sociedad y estos actos representan ya no solo un perjuicio social, sino graves grietas de carácter familiar y escolar.”7 A lo anteriormente señalado se podrían añadir otros ejemplos, pero salta a la vista uno que agrede la sensibilidad ciudadana, me refiero a la violencia y a las múltiples manifestaciones en que se expresa. Este es un tema en el que han venido trabajando los colegas de Medicina Legal, pero sus resultados tienen una visibilidad extremadamente limitada. Hay manifestaciones que van desde el maltrato a la población en los servicios hasta la que se ejerce contra niños y niñas en la escuela. Recientemente, una profesional que atiende el tema de violencia me contaba que una profesora de primaria pretendía que un niño al que accidentalmente se le cayó el pan en un inodoro sucio lo recogiera y se lo comiera. Como el niño se negó quería aplicarle otro castigo disciplinario. Durante la discusión al respecto, para la maestra eso no era violencia, sino una “labor educativa” para que el niño no botara los alimentos. Este criterio llegó a ser apoyado por la directora de la escuela. Aquí cabe la pregunta: ¿Cuántas veces pudo haber sucedido esto sin que nadie lo denunciara?; y también vale recomendar que la maestra se aprenda al dedillo la frase de Armando de Miguel: “La base de la urbanidad es moral: no hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti.”8 Solo entonces valdría la pena preguntar: ¿Cómo reaccionaría la maestra si la obligan a comer pan con residuos de orina y heces fecales? Quizá alguien pueda ruborizarse ante el hecho, pero para mí no es noticia, pues a mi hijo más pequeño (que ya tiene treinta años) hubo que sacarlo urgente del círculo infantil tras denunciar a una “seño” (asistenta) que castigaba a los niños encerrándolos en un closet. Al día siguiente no fue más al círculo para evitar las posibles consecuencias. La asistenta fue expulsada, pero el impacto psicológico queda como secuela. Con el tiempo, aquel niño pequeño, hoy padre de dos hijos, apoya el trabajo de ese mismo círculo infantil en diversas necesidades elementales, pues sus hijos también han pasado por sus salones. En este contexto, la crisis de los noventa, identificada como “período especial”, impactó de diversas maneras en el grado de civilidad de la población. Según estudios macroeconómicos, el retroceso social y espiritual superó ¾por su complejidad y alcance¾ al retroceso económico y material; retrocedió el proceso de construcción del socialismo y se concentró la atención en la preservación de las conquistas fundamentales; retrocedió también el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y su profundo impacto en las relaciones de producción. Sin embargo, en los últimos años se reconocen varios aspectos ya superados del “período especial”, como la recuperación del PIB total sobre 1989 en los años 2004-2005; la recuperación (parcial) del equilibrio financiero interno; la recuperación de los indicadores de nutrición de la población, que fueron muy deteriorados; la recuperación de la matrícula universitaria; y la mejoría parcial de la eficiencia energética y de las inversiones.

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Paralelamente, también se reconocen varios aspectos no resueltos del “período especial” como que se mantiene el desbalance financiero externo a un nivel elevado (-3,8 en el año 2012)9; persiste la baja eficiencia económica y una reducida productividad; desproporciones de la economía y crecimiento sectorial del PIB10; consumo restringido y desigual distribución del ingreso; y baja eficiencia del sistema de gestión económica, que se manifiesta en la hipercentralización, el burocratismo y la baja participación de los trabajadores en las decisiones.11 Todo lo anterior se relaciona de modo directo o tangencial con los desafíos de la civilidad, y esto me remite a una de las preguntas que me hacía Espacio Laical en otra ocasión sobre ¿Cómo considera usted que en realidad somos los cubanos? ¿Cuáles son las virtudes que nos elevan y los defectos que nos empequeñecen?12 En aquella oportunidad me refería a “las virtudes que nos elevan” como la hospitalidad, la solidaridad, la alta capacidad de resistencia, el sentido del humor, el carácter extrovertido y una sociabilidad adobada con formas no verbales de comunicación. Entre “los defectos que nos empequeñecen” jerarquicé lo que ahora es un gran reclamo como la indisciplina social, que tiene eco en otras formas de indisciplina (personal, familiar, laboral, estudiantil, política, económica, vial, sexual, reproductiva…); el analfabetismo jurídico, pues una sociedad que se declara democrática también debe facilitar que sus ciudadanos estén lo más al día posible del derecho, su ejercicio y el pleno desempeño de sus deberes. Otra cuestión que nos degrada es el bajo o nulo cumplimiento de las normas de convivencia social; es decir, el bajo nivel de civilidad media que uno encuentra en la suciedad ambiental (calles, construcciones, alcantarillado, desechos sólidos, agua…); el mórbido placer de la chusmería y el ruido desmedido (con el gran apoyo de determinadas agrupaciones musicales profesionales y de vecinos ensordecedores), que neutraliza o anula la decencia, término del que ya casi no se habla. El sistemático incumplimiento ciudadano de las normas de convivencia social implica echar en canasta rota los recursos invertidos en salud, educación, arte, deporte y otros, que deben tributar al bienestar de la población.13 Esto representa una amarga paradoja entre lo que se

desea hacer y lo que se hace; entre el esfuerzo en la asignación de recursos financieros y la respuesta ciudadana en la vida común y corriente. El permanente desafío de la civilidad cubana, para desarrollar un modelo socioeconómico con justicia social, sostenible y próspero (como en su momento proclamaba José Martí para alcanzar la condición humana de bueno) pasa por la dignificación del ingreso según el trabajo. Sabemos que, por ejemplo, el salario real en Cuba es varias veces menor que el salario nominal,14 lo que degrada el poder adquisitivo de la moneda en relación con el crecimiento de los precios y el acceso a diversos bienes y servicios no subsidiados por el Estado. Esto argumenta las otras múltiples formas en que la población accede a ingresos lícitos e ilícitos. Todo ello tiene un lastre muy pesado en la existencia de una doble moneda cubana (CUP-CUC) como fuerte tributo a la desigualdad social y, por tanto, a un tipo de injusticia que contradice las aspiraciones y la razón de ser del modelo. Por tal motivo, el propio General-Presidente recientemente comunicaba: “[…] han proseguido los estudios para la supresión de la dualidad monetaria de forma ordenada e integral, lo cual nos permitirá acometer transformaciones de mayor alcance y profundidad en materia de salarios y pensiones, precios y tarifas, subsidios y tributos. En pocas palabras, lograr que todos los ciudadanos aptos se sientan incentivados a trabajar legalmente a partir de restablecer la vigencia de la ley de distribución socialista, “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”, lo que propiciará terminar con la injusta “pirámide invertida”, o lo que es lo mismo, a mayor responsabilidad, menor retribución.”15 Si las máximas autoridades del país nos convocan a debatir abiertamente como parte de nuestros derechos ciudadanos, como parte de un mayor grado de civilidad alcanzable, tenemos el deber de emplear el foro social como espacio para la reflexión sincera, siempre que el diálogo constructivo se asiente en las convicciones de las personas y en el valor de la verdad. En este sentido, pienso que del mismo modo que uno de los grandes logros del modelo cubano es la Defensa civil, capaz de movilizar en sistema todos los factores necesarios para pronosticar, informar, prevenir, resistir y recuperarnos de

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los huracanes y otros desastres naturales, con un mínimo de pérdidas humanas y materiales; también se podría crear un Proyecto nación por la civilidad cubana capaz de actuar en sistema contra las diversas manifestaciones de los desastres sociales que enferman al país de múltiples maneras: agua, alimentos, electricidad, alcantarillado, ruido, desechos sólidos, materia prima, energía renovable, limpieza pública y doméstica, reparación y construcción de inmuebles, calles y aceras, convivencia social, disciplina tecnológica y otros. No solo como servicios públicos, sino en la actitud personal, familiar y grupal de aprovecharlos adecuadamente para el desarrollo humano, sostenible y próspero. Para revertir las múltiples conductas que contribuyen a la indisciplina social. No se puede, es un ejemplo, cargar solo al Ministerio de Salud Pública cuando hay una epidemia o un brote de dengue o de cólera, sin valorar las diversas causas que el conjunto de problemas anteriores genera. Eso es el resultado de atacar las consecuencias del problema y no atender a las causas múltiples. Todo ello puede estar causado por la deficiente calidad del agua, alimentos mal manipulados, equipamiento eléctrico inadecuado, alcantarillado tupido esperando la inminencia de un huracán para limpiarlo, niveles de ruido que contribuyen a múltiples tensiones nerviosas y al ensordecimiento masivo, la basura sin recoger porque vendieron el combustible, las materias primas mezcladas con los desechos, subutilización de la energía renovable cuando la hay, suciedad y deficiente manejo ambiental, trabas para los procesos de construcción y reparación de inmuebles, trabas para el desarrollo de proyectos locales de sostenibilidad, calles que compiten con caminos empedrados, emparchadas y con la aplicación tecnológica inapropiada (hormigón asfáltico en frío), aceras desechas y violencia ciudadana, entre múltiples aspectos. En el país hay capacidad e inteligencia suficientes para pensar y actuar a favor de nosotros mismos, y así pasar de la contingencia a la normalidad, como una legítima aspiración al equilibrio dinámico y permanente entre el poder del Estado y el poder de la ciudadanía. No podemos olvidar el inevitable juego de palabras: socialismo es socialización, y lo que se apartó de este principio ya hace tiempo se derrumbó porque no fue lo que decía que era. El socialismo tiene una profunda connotación sociopolítica y económica, es un camino que debe construirse con, por y para la sociedad; y la socialización tiene una clara connotación sociocultural, pues está signada por la participación en su acepción más abarcadora y dinámica. Sin lo segundo lo primero no es posible. Como parte de la población, también la Iglesia católica cubana, su jerarquía y su feligresía tienen mucho que decir y hacer a favor de la casa común. En el recién concluido VII Encuentro Internacional de Estudios Sociorreligiosos, auspiciado por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas del CITMA, se pudo constatar variados puntos de encuentro entre las diversas religiones en Cuba y su amplia diversidad. La posibilidad de dialogar con respeto mutuo y cara a cara, nunca por encima del hombro, e identificar intereses comunes como el mejoramiento humano, el clima de paz y fraternidad entre las personas, facilitan la participación en los cambios que se necesitan, especialmente en las mentalidades; sea mediante la fe en lo divino o en lo sobrenatural o la fe en la ciencia y en la capacidad humana para transformar transformándonos, como parte de la naturaleza que somos. Muchas gracias El Cerro, julio de 2013

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Notas 1 Véase Entrevista de los medios cubanos a Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente de Cuba, en Cubadebate, http:// www.cubadebate.cu/etiqueta/cubadebate/ 2 Véase Jesús Guanche. “Migraciones internas en “período especial”: Cuba y el desafío de los cambios culturales”, en Catauro, año 13, no. 24, La Habana, 2011:31-50. 3 Véase Jahir Rodríguez Rodríguez, El palimpsesto de la ciudad: ciudad educadora, en http://www.eumed.net/librosgratis/2007a/229/31.htm 4 Véase http://www.esmas.com/fundaciontelevisa/valores/civilidad-frases.html 5 Arendt, Hannah. La condición humana. Paidós, Barcelona. 1996:46. 6 Véase http://faculty.ccp.cc.pa.us/FACULTY/jhoward/southafrica/ubuntu.html 7 Intervención del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 7 de julio de 2013, “Año 55 de la Revolución” (Versiones Taquigráficas- Consejo de Estado). 8 Véase http://www.esmas.com/fundaciontelevisa/valores/civilidad-frases.html 9 Véase Panorama Económico y Social. Cuba 2012, ONEI, La Habana, mayo de 2013: 16, en www.one.cu 10 La estructura del PIB en el 2012 es altamente desproporcionada: servicios, 75,51%; industria manufacturera, 13,3%; construcción, 6,27%; agricultura y minas, 3,49% y electricidad, gas y agua, 1,43%. 11 Véanse José Luis Rodríguez. Transformaciones recientes de la economía cubana, CIEM, julio de 2013 y “Cuba, desempeño económico en el 2012”, en Boletín Cuba-L.DIRECT, de La Universidad de Nuevo México, www.cuba-l.direct.unm. edu (cortesía del autor). 12 Véase Jesús Guanche. La condición antropológica del cubano hoy. Entrevista para Espacio Laical, junio 2012. 13 Ibídem. 14 El salario medio es de 466 pesos, según datos del año 2012. Véase Salario Medio en Cifras. Cuba 2012, ONEI, La Habana, mayo de 2013: 2, en www.one.cu 15 Intervención ya citada del general de Ejército Raúl Castro Ruz.

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INTERCAMBIO POSTERIOR A LA CONFERENCIA DE JESÚS GUANCHE.

EN DIÁLOGO 3-2013

Dmitri Prieto, Red de Observatorio Crítico. Monseñor Carlos Manuel, profesor Guanche, colegas de Espacio Laical, compañeras, compañeros, buenas tardes a todos. Tengo mi duda. También escuché con mucha atención este discurso de Raúl Castro que usted cita, profesor, y tengo mi duda respecto a la actual credibilidad y legitimidad del Estado y de lo que en inglés se llama stablishment, del sistema establecido para dialogar con las personas en torno a cuestión de la civilidad porque hablamos muchas veces… Por ejemplo, el mismo Raúl Castro habla del fraude, de la mentira, etc, pero es como que ya estamos acostumbrados a determinadas prácticas. Me asombra, por ejemplo, el mismo tema de los Lineamientos…, que se llaman Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, que ya los funcionarios están habituados a citarlos como si fuera el Corán, o sea, por números, y se los saben casi de memoria. Uno va al texto de los Lineamientos… y se da cuenta que realmente hablan mucho de la economía, pero de la política social no hablan casi nada, y esto es un aspecto que afecta a casi la generalidad de la población, y sobre todo a los sectores menos favorecidos, que es donde se gesta gran parte de estas problemáticas. Solo tres puntos respecto a la cuestión institucional. Uno, esta civilidad debe construirse en el diálogo, no con un vacío institucional, sino con una institucionalidad Sin embargo, en esa institucionalidad no tenemos todavía instancias lo suficientemente eficaces para la protección y defensa de los derechos vulnerados. Eso casi no existe. Cuando a una persona de algún modo la afecta cualquiera de estas conductas, o una conducta del Estado o de cualquier otro elemento del sistema establecido, no tiene a dónde recurrir. Dos. Tampoco hay instituciones de auto-organización, donde las personas se puedan unir desde abajo para ese tipo de acción y rectificar lo mal hecho Y tres, también en lo personal, en el fuero interno de cada persona, no hay tampoco oportunidades diversas para poder progresar. Pensando, por ejemplo, en los niños: ¿qué les queda si no es el reguetón? ¿Dónde están las otras oportunidades? Y yo lo puedo decir, porque conozco el mundo de la cultura y muchas veces estamos en presencia de una pelea de león contra mono, porque las empresas del reguetón son mucho más poderosas que aquellos grupos musicales que tratan de llevar la verdad a la gente y son censurados, vilipendiados, etc, etc. Esto tiene que ver con todo, con la cuestión racial, con la cuestión de la igualdad de género, de la dignidad según el territorio, la profesional y todo lo demás. O sea, pienso que debe haber una focalización de la problemática institucional también cuando hablamos de la civilidad. Manuel David Orrio, periodista del Centro de Información para la prensa del Comité Central del Partido Comunista, ex oficial de la Seguridad del Estado. Buenas tardes. Aquí hay una cosa que a mí me está preocupando mucho

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en todas estas intervenciones referidas al tema de la indisciplina social, porque a mí me fastidia bastante que por aquí o por allá, de una manera directa o indirecta, se esté culpabilizando al pueblo. Me acuerdo de una frase muy bella de esa joya literaria que es El pequeño príncipe. El rey le dice en un momento determinado al Pequeño Príncipe, cita textual: mis órdenes son justas porque son razonables. Si ordeno a mi pueblo tirarse al mar, hará la revolución. Yo les voy a proponer aquí un programa para liquidar las indisciplinas sociales. Estoy mirando a un sacerdote, a mi izquierda, y estoy pensando en algo que pudiera ser llamado las íes del diablo. Porque, paradójicamente, todo empieza con la i. Podríamos empezar, por ejemplo, cómo podemos pedirle al pueblo disciplina social cuando tenemos un grave problema de inconstitucionalidad en este país. El país está repleto de legislaciones inconstitucionales de todo tipo, y las hemos vivido. Cómo podemos hablarle al pueblo cubano que sea disciplinado cuando tenemos otra i, la inflación, que, a su vez, para que rime, la conecto con las infernales dualidades: la dualidad cambiaria, la dualidad monetaria, y ojo atento, la dualidad fiscal. Cómo podemos pedirle disciplina social al pueblo si no sabemos dónde está la frontera, a partir de fenómenos como este, entre la informalidad, que es hacer lo lícito por lo ilícito, es el pueblo que hace la revolución porque no le da la gana de tirarse al mar. ¿Cómo podemos resolver ese problema cuando en realidad muchos de los procesos que tienen lugar como supuestas indisciplinas son acciones informales, ni siquiera son acciones corruptas? Señores, la corrupción es asunto de gente con dinero, no del médico que gana 500 pesitos cubanos. Continuemos la improvisación. Este país pudiera hacer la historia de la improvisación. La intolerancia con respecto al otro, como señala Guanche. Yo prefiero decir irrespeto al otro, no intolerancia. Porque cuando yo tolero estoy partiendo de una posición de poder, de algún tipo de poder. Cuando yo respeto es entre iguales. La incomunicación social. El país tiene un serio problema de comunicación reconocido… Ayer estaba viendo el discurso de Díaz Canel y él se refería a ese problema como algo muy grave.

Les digo con toda honestidad, me sentí, en tanto que periodista, muy dignamente representado por ese discurso de Díaz Canel, porque muchas de las cosas que dijo ahí yo las he dicho o las he publicado y me he buscado más de un problema por hacerlo. Un punto muy importante. Se habla de la cultura jurídica. Recuerdo que en el año 1998, monseñor Carlos Manuel quizá lo recordará, apareció un misterioso documento de los presbíteros orientales que hacía una caracterización muy interesante de la sociedad cubana. No hay que estar de acuerdo con el documento, no es necesario. Pero ahí se mencionaba un concepto súper interesante. Se hablaba del síndrome de indefensión aprendida. Invito, una vez más, a estudiar qué cosa es la indefensión aprendida. Lo pueden encontrar en Internet. Sencillamente, la gente aprende a no defenderse a consecuencia de una situación de violencia, que puede producirse desde el matrimonio hasta la sociedad. In-historicidad. Podemos ir a Moreno Fraginals, en 1995, la conferencia “El tiempo en la historia de Cuba”, que pronunció en el Instituto Superior de Arte. Aquello fue un episodio maravilloso, donde nos explicó por qué somos tan irrespetuosos de nuestra historia. Habría que volver a esa conferencia, porque tiene muchísimos elementos. Yo me preguntaría también, cuando el doctor Guanche hace referencia al Período Especial, si este trajo o manifestó o acrecentó manifestaciones que ya existían antes de este período y que se encontraban encubiertas por 5 mil millones de dólares de subvenciones soviéticas. Esa es una pregunta muy seria que hay que hacerse. Porque hace mucho tiempo, Carlos Marx dijo que la libertad solo hace posible que se manifieste lo que ya existe. Y de algún modo el Período Especial con sus retos, con sus contradicciones, obligó al cubano a hacerse libre de algún modo, y entonces la consecuencia fue la que ya todos conocemos. Quizás la libertad hizo que se manifestaran con mayor crudeza fenómenos de todo tipo. Les voy a poner un ejemplo sencillito: las jineteras. Yo conocí a prostitutas en el año 1975 en el puerto de La Habana, y no pasaba nada. Entonces, la libertad hizo posible que se manifestara lo que ya existía. Miren que ejemplo más sencillo.

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Finalmente, la improductividad. Les puedo decir que si no se resuelve el problema de la inflación, en este momento vamos a ponerle nombre: el salario real de este momento es aproximadamente entre el 24 y el 27 por ciento del salario real de 1989. Lo ponemos en concreto en otra cifra. El salario medio entre 1989 y el 2012 creció 247 por ciento. Un solo producto, el huevo, su precio creció mil 500 por ciento. Eso se llama inflación o iperinflación, y me perdonan porque aquí, con toda intención, le quito la h, para que me cuadren las íes del diablo. Creo que hay que meditar sobre estos temas, no como se pretende, o como me preocupa, que estoy viendo como que las cosas estuvieran abajo. ¡Cuidado! Porque la inconstitucionalidad es un asunto de la Asamblea Nacional. Termino contándoles un breve sueño. Estaba reunida la Asamblea Nacional del Poder Popular. La unidad militar 2642, que es una soberbia unidad militar, entra en acto de sedición. Rodea el Palacio de las Convenciones y sencillamente el punto de los militares es este: hasta que no derriben cuanta inconstitucionalidad existe en Cuba no salen del Palacio de las Convenciones. Ese fue el sueño. Muchas gracias. Jesús Guanche. Este es un tema que tiene muchísimas aristas. Traté de sintetizar aspectos clave. Pasa inevitablemente por los problemas económicos actuales. Él tomaba como referencia la gran diferencia que hay entre salario nominal y salario real. La situación que tiene el llamado salario medio. Una cosa es salario medio y otra cosa es ingreso. No obstante, los estudios más conservadores o más liberales, por así decir, plantean que entre el 70 y el 80 por ciento de los ingresos en el país se van en alimentos, lo cual da la medida que, a diferencia de otros países del mundo que tienen otros problemas con los inmuebles, con el agua, con la electricidad, aquí lo tenemos con la alimentación, que sabemos las características que tiene, nosotros tenemos un problema de tipo primario, de subsistencia. Por eso se insiste tanto en el tema de hacer productiva la agricultura, que tiene muchísimos problemas por resolver. Otro tema al cual hacía referencia Dmitri era el tema de la credibilidad. Con toda intención, cuando nosotros hicimos un taller en la revista Catauro, estoy recordando incluso la participación de Berta Álvarez en torno al asunto, sobre las migraciones internas y los temas asociados a la gobernabilidad. Se planteaba un tema que es casi el ABC, y es procurar que algún día el Poder Popular sea poder y sea popular. Eso que puede parecer un juego de palabras es un fuerte desafío para la gobernabilidad, y pienso que tiene que ver mucho en cómo se va a pensar en los procesos de descentralización. Si la descentralización está pensada, como lo dice la letra de arriba abajo, o debe ser realizable a partir de la diversidad, entendiendo que la Ciénaga de Zapata no tiene por qué ser necesariamente igual a la Sierra del Rosario o a la Sierra Maestra, porque son entornos culturales, demográficos, históricos distintos. La problemática económica de la Ciénaga de Zapata no es ni remotamente la problemática económica de una zona cañera, cafetalera, etc, y ahí está el tema, no solo de la diversidad geográfica sino de la diversidad de problemas que tiene cada localidad. Este es un tema que hay que repensar en el cómo se va a trabajar, porque daría mucho pie a que el Poder Popular, en el modelo cubano, de cara a este socialismo próspero y sustentable, sea poder y sea popular. Esto es un tema que todavía no está resuelto. Los que hemos tenido posibilidades de tener intercambios múltiples con compañeros delegados, con compañeros del Poder Popular, ellos a duras penas lo más que pueden es elevar, por así decir, los problemas pero no contribuir a resolverlos. Y esto es un desafío en el tema de la gestión y en las posibilidades de la gestión. No es igual que un Poder Popular pueda contar con n cantidad de recursos financieros aportados por el por ciento de las empresas o aportado por lo que implica el fisco a nivel local, y pueda tener recursos suficientes para temas tan elementales como las calles, el agua, la basura… todo lo que le toca desde el punto de vista de su gestión. Y eso es un problema a resolver. Pienso que el espíritu de estas cosas que estamos viendo, lo importante no es solo identificar la peculiaridad del problema, que ya es un paso (si tú no identificas el problema, este no existe), sino contribuir a señalar propuestas de soluciones. A nosotros nos han sido muy útiles los ejercicios sistemáticos que se hacen en el Polo de Ciencias Sociales del CITMA, no para tratar de acorralar

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las peculiaridades del problema, sino para tratar de proponer alternativas a esos problemas. Porque muchos problemas dependen de procesos. Está en discusión, y es un tema muy difícil, muy caliente, muy complejo, el tema de la doble moneda. Para nadie es secreto que hay economistas que están pugnando por la eliminación de la doble moneda. He tenido el privilegio de oír conferencias de compañeros míos de la Academia de Ciencias, del sector de Ciencias Sociales, economistas de primer nivel que identifican la doble moneda como una autoestafa por toda la implicación que tiene del doble cambio. Porque si bien a nivel de CADECA, de 24 ó 25 por uno, a nivel contable es uno a uno. Imagínense las implicaciones financieras que eso tiene. Pero no quiere decir que no haya personas o sectores o áreas económicas que estén pugnando por defender a toda costa la doble moneda. De modo tal que el tema es complicado. Por eso los recientes planteamientos tanto de Raúl Castro como de Díaz Canel de que no queda más remedio que sea integral, con todas las implicaciones que esto tiene. Inevitablemente tiene que ser, porque así no puede seguir. No hay economía que aguante. Yo traía por ahí una serie de puntos interesantes de un artículo que acaba de publicar José Luis Rodríguez en México y había seis tópicos que son clave para muchas transformaciones económicas. En primer lugar, hacer la gestión financiera con la calidad que lleva. Eso implica un desafío para la organización general de la economía. Por otro lado, lo que veníamos hablando: el inmenso desafío de la descentralización. ¿Cómo pensar ese proceso? ¿Desde la burocracia o desde la multiplicidad de problemas que tiene cada región del país? Esa es una lógica que se cae de la mata, pero todo depende de cómo se decida al respecto. El tema de la eficiencia económica. Se han resuelto problemas, por lo menos grandes, que ha habido a nivel internacional, como la famosa deuda inmensa que había con la antigua Unión Soviética y que heredó Rusia. Esa fue una deuda condonada después de un proceso complejo de negociación, y según la información por la parte Rusa la cifra era fuerte: 35 mil millones. Eso alivia el tema de la dependencia exterior. Se han renegociado otras deudas externas. Además, no

puede haber crecimiento económico sostenible si esos detalles, que son tan complejos, no se renegocian. Otro de los problemas más complejos es la relación entre el ingreso y la calidad del trabajo. Todavía el ingreso es insuficiente en relación con los niveles que se aspira en el trabajo. O sea, el principio famoso: de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo, eso lamentablemente no se aplica. Yo lo decía hace tiempo en un artículo, que en un momento dado fue: de cada cual según su conciencia, a cada cual según su puesto de trabajo, que no tenía nada que ver con un proyecto de socialismo próspero y perfectible. El otro tema que habría que viabilizar porque es muy complejo, y porque hay puntos de vista discrepantes, es el crecimiento de las inversiones, facilitar el crecimiento de las inversiones. Hay experiencias muy positivas en algunos países, el caso de Vietnam, el caso de China, que gracias a ese crecimiento de las inversiones, con beneficio mutuo, han podido facilitar niveles aceptables de crecimiento, y por supuesto, la aspiración que en el nuevo contexto haya una situación financiera exterior mucho más favorable, por la implicación que tuvo la negociación tan fuerte con uno de los principales acreedores. Eso por supuesto libera un alto por ciento de recursos financieros para las inversiones no dependientes de préstamos exteriores. Son muchos detalles de la macroeconomía que repercuten en la vida cotidiana. Aquí se señalaba el tema de la indisciplina social. Los que hemos tenido ocasión de hacer denuncias a la policía por problemas de indisciplina social, tenemos que depender del riesgo de la capacidad discrecional que tienen los compañeros de la autoridad pública. Porque si cometen indiscreción, nos estamos jugando la vida a nivel de barrio. Porque el que pone la música a todo lo que da, o el que forma un escándalo público, es capaz de hacer actos de violencia incontrolada. De modo que gracias a estos muchachos jóvenes, policías, que son lo suficientemente discretos, no hemos perdido la vida en el intento unas cuantas personas, cuando nos vemos en la obligación, si quieres utilizar tus horas libres para descansar o ver televisión o radio, o lo que

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sea, de denunciar un acto de escándalo público porque, literalmente, te la estás jugando. Y eso es un tema cotidiano a nivel de barrio. De eso hay también estudios muy serios, el problema de la marginalidad en el país no es de los barrios marginales. Ustedes saben que nosotros acabamos de publicar una gran monografía de la Fundación Fernando Ortiz dedicada a los problemas de la marginalidad. El gran desafío de la marginalidad es que ya hace mucho tiempo se encuentra metida en la trama urbana. Es muy difícil deslindar dónde puede vivir un ministro y puede que haya un espacio marginal al lado de la figura de un ministro o de una figura importante del país. Y es un tema delicado. Recuerdo cuando Mario Coyula convocaba a La Habana que va conmigo, muchas personas que eran residentes en el reparto Kohly decían: ya ni en Kohly se puede vivir, porque ya ahí han montado una piloto con su consecuente ruido ambiente dedicado al tema de la marginalidad o al tema del proceder no ciudadano. Ni siquiera los barrios, vamos a llamarles de mejor estado arquitectónico, pueden estar libres de esos ambientes marginales. Y es un desafío permanente. Pienso que esto no se puede resolver con campañas. Es todo un trabajo mancomunado. Ojalá se puedan identificar todos esos factores de prevención y que no tienen que ver solo con conductas sociales a posteriori, sino todo el conjunto de factores que como ciudadanos nos enferman de múltiples maneras, sea a través de la violencia moral o física, sea a través del agua, a través de los alimentos, a través del alcantarillado, a través de la contaminación ambiental. Y pienso que del mismo modo que Cuba ha podido crear un sistema sólido de Defensa Civil, puede crear un sistema sólido para la civilidad en el país. Lo que pasa es que ahí tienes que mover muchos resortes. Los ha movido la Defensa Civil, ¿por qué no se puede mover por el resto del país? Esto puede ser una vía para una solución mancomunada, porque el problema no es del otro, el problema es de todos y cada uno de nosotros, y la solución tenemos que dársela de manera mancomunada. Leonor Amaro, historiadora y profesora universitaria. Solo dos preguntas, después de agradecer esta conferencia muy buena. Quisiera saber si se están haciendo estudios sobre la efectividad de las inversiones que se hicieron en Cuba en el momento de la apertura. Efectivamente, después de los momentos más críticos del Período Especial, se planteó una apertura al capital extranjero y después, por muchísimas razones se fueron cerrando, y yo creo que fueron múltiples los factores. En algunos casos incumplimientos de la parte extranjera, violaciones, pero también un temor a que fueran ocupando espacios importantes en la economía cubana. Me gustaría saber si se han hecho estudios sobre eso, porque todo el mundo se preocupa de cómo recuperar la economía sin contar con recursos. Cuando uno va a hacer una inversión en la casa es muy simple: o usted tiene una botija pesada y puede resolverlo o usted busca a alguien que le preste dinero. En el país pasa lo mismo. Entonces, quisiera saber si hay estudios sobre eso. Me gustaría saber, además, si hay estudios sobre la responsabilidad institucional. ¿Por qué razón? Porque recuerdo la época del Che Guevara, no había un ejercicio exacto, pero el Che era un ministro que constantemente estaba en las empresas y exigía mucho de los responsables. Y la gente decía: ni se puede meter la mano, en una época en que a nadie se le ocurría coger algo que no le correspondía, pero tampoco se podía meter la pata. Es decir, no se podían equivocar, porque el Che era muy severo en eso. Ya a esta altura creo que habría que buscar procedimientos de otros lugares, de otros países, para saber cómo se controla, porque nosotros hemos tenido ministros que han durado mucho tiempo (15 o 20 años), y un buen día… tienen acumulados tantos errores. Si hubieran tenido una manera de evaluación más crítica, tal vez no hubieran estado tanto tiempo en el cargo ni lo hubiéramos tenido que padecer. Tal vez buscando esos mecanismos en otros lugares nos podrían servir. Por eso, como tú trabajas tanto eso, me gustaría saber si hay algún plan, alguna consideración al respecto. Gracias. Dimas Castellanos, periodista independiente. Pienso que hay un factor que no puede obviarse en un análisis de este tipo y es importante que esté presente, que es el problema de las libertades ciudadanas. Si nosotros hacemos una breve mirada buscando las causas, porque no podemos tra-

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tar los problemas sin desentrañar primero las causas, para ver cuáles pueden ser las posibles soluciones. Pienso que la confrontación con Estados Unidos en los primeros años, combinado con el desmantelamiento de la sociedad civil que existía hasta ese momento y combinado con las subvenciones que nos dieron los soviéticos y el campo socialista durante tanto tiempo, crearon un ambiente que llevó al gobierno a descuidarse de los problemas internos y a priorizar los problemas exteriores. En ese descuido pasaron muchos años y todos sabemos que la sociedad es un organismo vivo compuesto por infinidad de elementos interrelacionados donde el desajuste en uno de ellos provoca inmediatamente desajuste en los demás. Y si el tiempo de su atención es demasiado largo, pues el desajuste puede alterar todo el sistema. Y ese es el caso nuestro, que estamos ante una crisis estructural por esas causas. Los resultados de eso, ¿cuáles han sido?: ni contamos con una economía eficiente… El propio Marino Murillo decía en el penúltimo consejo de ministros que todas las medidas que hemos aplicado en las últimas décadas no han dado resultado. Y Raúl Castro califica eso como un problema de seguridad nacional. Estamos en total inseguridad en ese punto. La otra cosa que se propuso fue crear un hombre nuevo, y este hombre nuevo es el que está defecando en las calles y usando las groserías que se oyen: ha sido un fracaso total. Creo que eso tiene que ver con la ausencia de las libertades ciudadanas. No puede haber un pueblo responsable que todo, que todo se le dice, que papá Estado es el que orienta cada cosa y que él no determina nada. Si esto no está presente en los análisis, si no se tiene en cuenta, pues se podrán hacer muchas cosas, pueden incluso mejorar la economía… Si este proyecto del puerto de Mariel, con los grandes buques Postpanamax da un resultado, pues el país va a tener un resultado económico, pero eso no va a resolver el deterioro moral. Cuando era joven, estos problemas de la corrupción no existían. En Cuba siempre hubo corrupción, pero era una corrupción que estaba controlada o encerrada fundamentalmente en la política y en la administración pública y en los

barrios había ladrones, había cosas, pero todo el mundo sabía quiénes eran los dos ladrones de cada barrio… En los primeros años yo fui cuadro profesional de la Unión de Jóvenes Comunistas y fui organizador de Oriente, cuando era una sola provincia, y nosotros no ganábamos salario por eso, era una entrega total. Vivíamos en una casa de cuadros, comíamos, nos daban lo que nos hacía falta, pero no ganábamos un centavo por eso, y nadie se preocupaba por robarse nada. O sea, ha habido una pérdida y ha sido en este período, y en este período han faltado las libertades ciudadanas. Creo que a eso hay que prestarle más atención. Jesús Guanche. Hablaba en parte de mi intervención, y esto no es nada nuevo, no es inventar la mezcla al 50 por ciento de agua caliente y agua fría, la famosa agua tibia, del necesario equilibrio entre el poder del Estado y el poder de la ciudadanía. Es lo que se conoce en otros contextos como el empoderamiento ciudadano, y también se conoce como empoderamiento de la sociedad civil. En muchos países donde el ciudadano es quien mantiene el país con su trabajo, es el ciudadano contribuyente, el ciudadano no le pide al Estado, ni le da o regala, sino que le exige al Estado su funcionamiento como Estado de servicio para hacer el modelo sostenible, próspero y justo. Si somos trabajadores, si pagamos un fisco, si estamos asociados, podemos dialogar de tú a tú con las instancias del Estado. Esto no es nada nuevo, en muchos países existe el procedimiento donde el Estado es muy poderoso, porque te cobra posiblemente el 41 por ciento del ingreso de todo lo que puedas ingresar, sea a nivel salarial o empresarial, pero también la ciudadanía es muy poderosa. Y por supuesto, para eso está el voto. Si eres delegado del Poder Popular y no funcionas, sencillamente no voto por ti. Además, yo tengo que saber quién es el delegado. Generalmente tú no lo conoces, te enteras dos o tres días antes, ni sabes qué quiere hacer, qué se propone. Si quiere resolver el problema del agua, si quiere matar los baches o si quiere resolver los problemas alimentarios de su circunscripción, y eso es un tema también de procedimiento, de ayudar al Poder Popular para que sea poder y

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para que sea popular, para que sea posible. Todavía eso implica un proceso de perfeccionamiento que lamentablemente no está. Eso es un desafío para la Asamblea, para los poderes locales, sobre todo para el ejercicio de las libertades ciudadanas. Como decía Dmitri Prieto sobre el tema de los Lineamientos… fue muy inteligente la población, y eso está en las estadísticas de la discusión de los Lineamientos…, la inmensa mayoría de los planteamientos en el proceso de discusión no fueron económicos, fueron sociales. Es decir, la necesidad sentida de la población en torno a la discusión era para perfeccionar muchos de los aspectos asociados al sistema social que se propone el país. Los Lineamientos… en estos momentos no se puede considerar que sean una Biblia, pero sí son una guía de trabajo. Nunca hubo en el país, al menos puesto en blanco y negro, una serie de aspectos a tomar en consideración, vamos a llamarle premonición política. En este momento, cada uno de esos Lineamientos…es objeto de estudio, de discusión, de aprobación y objeto de cronograma de ejecución. Eso no se había hecho. Si una de las grandes autocríticas que se ha hecho en este país es que los congresos del Partido pasaban a mejor vida y no se tomaban para su monitoreo y su continuidad. Y esto, en este momento, cambia el modo, cambia las reglas del juego. Por eso la importancia que tienen los criterios que han emitido ustedes aquí; además, no es nada nuevo, es parte de la experiencia internacional, porque existe en otros países de orientación no socialista y también existe en países de orientación socialista, lo único que hay que aplicarlos de manera ordenada y mancomunada. Pienso que la solución hay que ejecutarla, sin duda alguna, pero lleva un diálogo muy serio entre los ciudadanos y sobre todo con el Estado. En estos momentos el diálogo de las máximas autoridades del Estado es muy favorable, y eso puede ser una oportunidad, porque en primer lugar convocan al debate, por otro plantean la diversidad de problemas que existen… También hay una conciencia de que esto no se puede resolver con campañas, ni lo van a resolver organizaciones que existen y que en un momento tuvieron una función significativa e histórica. Hay que repensar, desde la comunidad, cómo resolver muchos de estos problemas, sobre todo revitalizar algo que se está trabajando muy en serio en múltiples niveles para recolocar en su lugar y en su momento qué es la familia, que ha sido un factor de fuerte deterioro en el país desde múltiples puntos de vista, sobre todo en el sentido de continuidad cultural que representa la familia y que no sustituye la escuela, que puede ayudar, puede contribuir, pero para los seres humanos sabemos muy bien, desde las comunidades más elementales hasta los países con mayor desarrollo económico, que la familia es insustituible, independientemente de la morfología y la diversidad de las estructuras familiares. Sin embargo, en Cuba ha pasado un fenómeno muy interesante. La tendencia en este momento es hacia la familia nuclear. Hay una nuclearización de la familia cubana, y se ha ido perdiendo la tradición de la familia extendida y eso multiplica el desafío, porque ya no tengo abuelo ni abuela, ni tengo los tíos. Mi referente es otro. Puede que el referente sea solo una madre soltera, y si esta no tiene formación, ¡qué problema tenemos como estructura familiar! El desafío es complejo. Además, ante una población con tendencia a envejecer, que no va a representar fuerza de trabajo, donde la población joven tendrá que ser mucho más productiva de cara a 25 o 50 años. Porque, por supuesto, se han logrado niveles de esperanza de vida que tienden a crecer, pero la población tampoco quiere reproducirse, porque no está estimulada, y eso pasa también por el tema del ingreso. Es decir, que el tema es muy complejo, el desafío de la civilidad está ahí, pero pienso que analizándolo de manera múltiple se puede contribuir a una solución en perspectiva. Muchas gracias.

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PRESENTACIÓN DEL FOLLETO Indagaciones sobre la cuestión racial en Cuba.

Autor: Víctor Fowler. EN DIÁLOGO 4-2013

En una misteriosa oración, colocada al final del III Tomo de “El Capital” –y hablando de la oposición entre necesidad, trabajo y libertad- escribió Marx acerca de “el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí”. Durante años me inquietó el potencial de una estructura de fuerzas humanas desplegado como “fin en sí” pues, en su reverso, me parecía sentir las conexiones con otra idea del propio Marx que ha sido confusamente debatida, aquella en la cual calificó el colonialismo hindú como un paso necesario para el desarrollo del capitalismo europeo; según esto, la estructura cuyo sentido es “ella misma”, trastorna nuestras vidas y nos introduce por extensión en uno de los episodios más amargos, doloroso y contaminante de la historia humana: la destrucción, durante centenares de años, de sociedades africanas -por parte de todo tipo de comerciantes europeos- para extraer de allí a seres humanos en condición de esclavos, además de la paulatina ocupación del continente por parte de metrópolis -también europeas- en calidad de amos coloniales. La economía derivada de este trastorno del mundo puso a decenas de millones (sobre-explotados al máximo) a generar amenidades, goces y beneficios para otros millones que -dado que el esclavo era una especie de sub-hombre- consideraban su disfrute algo natural o merecido. Desde el leñador cortando árboles para fabricar barcos, el herrero haciendo grilletes con los que sujetar al esclavo para que no se fugara, el criador de perros usados en perseguirlo o el importador de harina con la cual alimentarlo; incluso los practicantes de oficios supuestamente ajenos a la trata y la esclavitud, vivían mejor o peor en tanto mayor o menor fuese la cantidad de humanos sujetos a ésta y la efectividad de su explotación. Inmersos, a fin de cuentas, en el interior de una trama de ceguera y silencio alrededor del hecho fundamental: la obtención de felicidad propia a costa del dolor de otro. Si bien un modo de contar la historia de las iglesias cristianas en dicho proceso es referirlas cual cómplices del abuso (y, en consecuencia, enfrentadas a la médula de su misma prédica), otra manera es celebrar cuánto -desde la creencia- ha sido hecho, ya desde entonces mismo, para construir y rendir homenaje a la dignidad de la persona humana. En este sentido, si bien es tan socorrido (como cómodo) ofrecer para la burla la imagen de curas obesos o de dignatarios cubiertos de medallas, conviene recordar la enorme cantidad de novios de la fe que -sin otra cosa que el ánimo de aquello en lo cual creían- se entregaron a la tarea de abrir escuelas, cuidar enfermos, asistir a comunidades, fundar y mantener iglesias pobres; gente que pasó años en las condiciones más precarias, pero siempre en servicio; que padeció, enfermó, o murió contribuyendo -repito- a alzar la dignidad de la persona humana. Además de ello, ahora que han pasado centenares de años desde el inicio de la colonización de África y de las oleadas que conformaron la gran Diáspora desde aquel continente, es justo recordar que la historia lo es también de los millones de pobladores que adoptaron la fe cristiana y en atención a ella vivieron y viven hoy sus vidas, o las decenas de miles que animados por la fe viajan hacia allí continuamente para igual brindar ayuda al que lo necesita más.

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Con lo anterior trato de decir que nuestro presente es resultado de un devenir en el tiempo del cual nuestra obligación moral es denunciar los peligros y rescatar los momentos más altos, de mayor sacrificio y logro -insisto en mi punto de vista- en cuanto a la universal dignidad de la persona humana. A esa enorme suma en el tiempo de procesos diversos, complejos, entrelazados y contradictorios le llamamos “la Historia” y es nuestra facultad (como mismo se elige entre el Bien y el Mal), incluso de las maneras más humildes y apenas visibles, encaminar la existencia general hacia el respeto o hacia la destrucción del ser que somos. Tan monstruosos han sido los impulsos en contra de la persona humana que después del Holocausto, la ocasión más salvaje que el hombre ha tenido de causar dolor y destruir a sus congéneres, no sólo se convirtió en algo central la pregunta acerca de “¿dónde se encontraba Dios cuando llegaron las campos de concentración?”, sino que también apareció la tesis de que Dios, simplemente, se había retirado del mundo dejando al hombre solo con sus pasiones más oscuras. A todas luces se trata de un argumento que igual pudo ser aplicado ante la cantidad de destrucción, dolor y desarraigo que provocó la gran Diáspora africana. He preferido no evitar estos temas (suerte de Leyenda Negra) para, con mayor facilidad, entender lo puesto en juego (en este caso, lo cruel y negativo) cuando hablamos en el presente de nuestra sociedad acerca de dolor, heridas, racismo y curación. La historia humana es, también o quizás sobre todo, la del largo camino en dirección al Otro, la del elevamiento del individuo -en un proceso que desgarra y perfecciona- por encima de todos los condicionamientos con los cuales los humanos nos hemos fragmentado y elegido alguno a quien menospreciar u odiar. Este camino del que hablo es tanto de razón y estudio como de fe, esperanza y caridad; de amor y de temblor, posicionados en atención a esos esenciales mínimos de la existencia humana que ojalá sean -cuando menos esto- el deseo de contribuir al bien general, sin discriminaciones, y el rechazo al mal (incluso en la más ínfima de sus formas o propuestas). Según creo entender, a partir de lo leído en diversas entrevistas, la voz del Papa Francisco nos llama a mirar en tal dirección: hacia adentro de la Iglesia, pero también hacia el afuera de ella, donde se encuentran los que tal vez dejaron de creer, los que fueron aplastados por el dolor, los que (amando al hombre) no creen, los engañados, los que sufren más. Ante el tamaño del llamado “problema racial cubano”, lo que ello significa para nuestra sociedad y dirigencias políticas, así como para la Iglesia Católica propiamente, el folleto que hoy presentamos es casi nada: un pequeño sorbo de agua donde hay grave sed. Sin embargo, al mismo tiempo, es muestra de voluntad para que la puerta del diálogo permanezca abierta, para la escucha, la construcción del bien común, el fortalecimiento de las raíces nacionales de la cristiandad y la existencia -en general- de un futuro mejor para el país y para la especie. Muchas gracias.

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INTERCAMBIO POSTERIOR A LA PRESENTACIÓN DE Indagaciones sobre la cuestión racial en Cuba.

EN DIÁLOGO 4-2013

Jesús Guanche. Gracias, Víctor, por tus palabras. Quería aprovechar una ocasión como esta para recordar y traer al presenta a dos figuras, que de manera muy temprana, desde la Iglesia, lucharon contra la esclavitud: Francisco José de Jaca y Epifanio de Moraes. En un pequeño espacio en Guanabacoa estuvieron presos, fue un gran problema la identificación que ellos tuvieron con un principio católico y es que, si aquellas personas que ni siquiera eran consideradas sub-humanas, porque sencillamente se les tenía como bienes de capital, mercancía, y eran entendidas para la época como no personas, si se les bautizaba ya eran hijos de Dios, y si eran hijos de Dios no podían ser esclavos. Esa situación les creó un conflicto tal que lamentablemente fueron expulsados de la Isla porque estaban atentando contra la estructura del sistema. Por ese motivo, en ocasión del 120 aniversario de la abolición de la esclavitud en Cuba, erigimos para ellos una tarja de recordación en la Ermita del Santo Cristo del Potosí, en Guanabacoa. Tomás Fernández Robaina. Además de agradecer las palabras de Víctor Fowler, que es una persona que siempre he deseado y querido que esté en la trinchera justa de lo correcto y poco a poco pienso que se está creciendo en esta lucha que estamos librando todos por una sociedad más justa, no solo por una sociedad en contra del racismo sino por una sociedad en contra de todos los prejuicios, porque no hacemos nada con una sociedad libre de racismo si somos homofóbicos, somos machistas, somos sexistas, si no consideramos a la mujer como lo que es realmente… Pienso que esto es muy importante y me satisface muchísimo y lamento no haber colaborado mas con Espacio Laical, porque me encuentro en el folleto un trabajo que ya había olvidado, que es el del día internacional de la lucha contra el racismo. ¿Por qué quiero felicitar especialmente a Espacio Laical en este sentido? Porque Espacio Laical está contribuyendo, como Caminos, que también hizo una selección de todos los trabajos de tema racial y lo publicó bajo el título de Raza y racismo, y pienso que es algo que las otras publicaciones especializadas deben tener. Incluso la revista Temas ya lo tiene, pero lamentablemente no está impreso sino digital, porque todavía pensamos que nosotros somos un país del primer mundo y que todos tienen acceso a la Internet y a todas esas cosas a las que no podemos darle la espalda. Pero hay una valiosísima información en la revista Temas, sobre todas estas problemáticas raciales. Y esto es algo también muy importante porque yo acabo de terminar un ensayo, tanto desde el punto de vista bibliográfico como ensayístico, a partir de qué momento es que comienza a surgir en las publicaciones periódicas cubanas, y por supuesto, en la sociedad cubana, la preocupación por los temas raciales contemporáneos. Recientemente se celebró el congreso de periodistas, ahora se acaba de celebrar el congreso de la Asociación Hermanos Saíz.

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No sé si ustedes oyeron alguna declaración contra el problema racial, contra el racismo. No voy a ser absoluto, porque no he estado al tanto de todo, pero lo que seguí por televisión no oí que hubiera ninguna referencia a la problemática racial. Y una de las cosas más importantes que tenemos en este momento, y es una prueba del proceso de cambios que estamos teniendo, es que estos temas, que eran tabú, ya han dejado de serlo. Dondequiera que me paro me pongo a hablar de la lucha contra el racismo, porque pienso que es lo que debo hacer. Porque como decía nuestra querida Leida Oquendo hay que multiplicar las acciones en los pensamientos. Y pienso que la revista Espacio Laical en este sentido ha hecho una valiosa contribución, porque ahí se está hablando del pasado, pero lo importante es hablar del presente. Por supuesto, no podemos hablar del presente si no conocemos el pasado. O somos realmente historiadores y manejamos el materialismo dialéctico como es, o no somos. Por tanto, doy mi más ferviente aplauso y felicitación a la revista Espacio Laical porque ahora doy un curso histórico, ya no sé cuántos años llevo impartiendo en la Biblioteca Nacional el curso de historia del negro, a veces lo he impartido en otros sitios, sobre todo en varias universidades extranjeras. Por lo tanto, voy a tener un libro más para la bibliografía, pero necesito que, en vez de un ejemplar, me den dos o tres para poder diseminarlo. Incluso, me comprometo a hacer una reseña sobre el libro. Realmente pienso que Espacio Laical debe seguir en esta lucha que no es solo contra el racismo sino contra todo lo que nos ha dividido. Porque ahora es muy fácil... Hay una frase de mi amigo Roberto Zurbano, mi hermano de lucha, de guerra, de trinchera: “ahora todo el mundo se quiere montar en la carroza”. Porque muchos hemos luchado desde hace años, de forma silenciosa. Justamente lo que tenemos es el fruto, la cosecha que hemos estado haciendo y que los jóvenes, que vienen detrás de nosotros… Yo no voy a recibir los frutos de las cosas por las que estoy luchando, pero sé que mi deber es hacer lo que hago. Hay una cosa que los de nuestra generación tenemos conciencia. Antes no creo que todo el mundo tuviera consciencia de la historia y del futuro. Pero nosotros sí. Todo lo que estamos haciendo en Cuba forma parte de nuestra historia. Todos nosotros somos entes históricos, sujetos que estamos luchando por una sociedad mejor, y justo por eso tenemos que seguir y darle las gracias a Espacio Laical porque es otra trinchera desde la cual podemos seguir combatiendo por una sociedad más justa, de respeto y de derecho para todos. Muchas gracias. Víctor Fowler. Lo más importante del texto que se les presenta es que lo interpreten como aperturas. Son proposiciones de diálogo. Aquí no hay nada conclusivo. Ninguno de los que escribimos ahí quisimos llegar a la solución definitiva de los conflictos que puedan haber alrededor de la raza en Cuba; lo único que quisimos fue hacer proposiciones y, tal como les dije, contribuir a que sea un diálogo que permanezca abierto. La revista fue muy generosa y continúa siendo muy generosa, que es lo más importante. No se trató, de manera exclusiva, de cumplir unas metas, porque el año pasado se estuviese haciendo esta o aquella celebración, sino que se mantiene como una vocación que en el futuro se continúen presentando textos alrededor de esta misma problemática en nuestro país. De los que se encuentran aquí sentados cualquiera podrá, en el futuro, presentar sus textos. Eso es para mí lo más importante y es lo que me parece más necesario decir hoy. Por lo demás, ojalá hubiera muchas contribuciones del público. Ojalá hubiera otras ocasiones donde se presenten exactamente ponentes a abordar esta temática en el país. La ilusión de realizar esta selección, y esto sí lo debo decir, es que luego además de las personas que se encuentran hoy aquí, a quienes les agradecemos profundamente su presencia, es sobre todo que esto tenga luego un uso práctico en las diócesis. Este folleto debe ser interpretado como un pretexto para aportar un tema. Este tema se podrá abordar en las escuelas con los jóvenes, en diverso tipo de reuniones, en campamentos de verano… Existe ya el folleto, y existe una serie de textos a partir de los cuales dialogar, que es lo importante. Es posible que no haya nada que concluir, sino solo aclarar nuestras mentes, reposicionarnos, posicionarnos mejor, obligarnos a ser más cultos respecto a esta problemática cubana, a comprenderla con mayor profundidad y, dado el lugar en que nos encontramos y dada la publicación de la que estamos hablando, encontrar las relaciones

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más profundas, las raíces nacionales y la fe cristiana. Esa es la ambición, el sueño secreto de este folleto. ¡Por favor, que lo utilicen! Yazmín Portales. En realidad esto no es una intervención, es una pregunta. A mí me entusiasman mucho estas presentaciones de textos, de recopilaciones o de una sola persona, acerca de las discriminaciones que atenazan a Cuba, que no es solo la discriminación por el color de la piel. Tenemos un montón de discriminaciones corriendo por la cultura nacional, pero a menudo me quedo, después de unos cuantos años por estos lares con la sensación de que nos quedamos en el entusiasta y a veces optimista pero limitado círculo de la élite intelectual consciente de los problemas de discriminación en nuestro país. En el caso específico de una edición publicada, a la larga, por la Iglesia Católica, ¿cuáles son los caminos que creen ustedes que podrán seguir para hacer circular el texto? He visto sucintamente el sumario, me parecen, sobre todo el texto de Habey Hechavarría Cómo eliminar el racismo en dos horas, que es prometedor, por lo menos el título. Pero me preocupa fuertemente hasta dónde puede caminar este texto si libros apoyados por la monstruosa infraestructura del Instituto Cubano del Libro a menudo languidecen en las bibliotecas o en las librerías porque no hay conciencia acerca de su utilidad y de la capacidad que podrían tener para motivar fenómenos emancipatorios a nivel individual o colectivo. A mí eso me preocupa mucho porque me parece que la iniciativa es valiente, es bonita… Creo que es hermoso que Espacio Laical salga al ruedo de esa manera, pero me pregunto de nuevo si logrará encontrar actores. Roberto Veiga, editor de Espacio Laical. Bueno, yo estoy aquí como moderador, no debería responder, pero la pregunta le concierne por completo a la revista. Nosotros como equipo de la revista Espacio Laical hemos hecho la contribución de la publicación, nos mantenemos abiertos para seguir publicando sobre el tema y para tratar los temas que ya están en el libro. Como equipo también ponemos el libro a disposición de todas las entidades de la Iglesia para que hagan la labor que esbozó Víctor Fowler, en las escuelas de verano,

en talleres de jóvenes, en miles de iniciativas de la Iglesia que pueden utilizar el libro; incluso podemos dar nuestro parecer en esta labor. A esas entidades podemos ponerlas en coordinación con los actores que llevan el tema en Cuba. Podemos hacer muchas cosas, siempre respetando la libertad de los otros, que quieran hacerlo. Dispuestos estamos. Hemos trabajado y seguiremos trabajando mientras podamos. Antonio Martínez, de la Cátedra de Antropología de la Universidad de La Habana. Buenas tardes. Yo estaba oyendo, llegué tarde a la intervención. Me disculpo con Víctor y el resto de los compañeros, pues no pude oír completamente la presentación de Víctor, pero bueno, lo he oído en muchas ocasiones y me imagino lo que debe haber dicho. No exactamente, pero sé por dónde ha entrado Víctor a esta presentación. Me debatía entre hablar o no hablar porque, aparte de hacer un elogio a este tipo de actividad, como acostumbramos llamarle nosotros a cualquier actividad que realizamos regularmente, tengo que hacer una crítica, que es por algo que sucedió hace algún tiempo. La primera vez que estuve por acá fue a raíz de una invitación de Gustavo Andújar. Hicimos una presentación en un seminario sobre evolución, si mal no recuerdo… estaba Jesús Guanche. No sé si recordarán, que se hizo una exposición. No fue en el Aula Magna, fue en otro local. He colaborado con la revista Espacio Laical en otros artículos sobre cuestiones de la antropología del cubano y otros temas a raíz de invitaciones que me ha hecho Jorge Domingo, que ha sido muy amable. La cuestión es que este número es realmente valioso y creo que hay numerosas formas de socializar esta documentación. Nosotros impartimos el año pasado, por la Cátedra de Antropología, el curso La racialidad en la Cuba actual, con una cantidad diversa de profesores de la Universidad de La Habana, de Biología, de Ciencias Sociales, arqueólogos, lingüistas, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba… una cantidad de personalidades que intervinieron en el curso y fue un curso muy bueno. Ahora comenzaremos, el 8 de noviembre, un diplomado llamado Cuba: genes, culturas y racialidades. Ese durará siete u ocho meses. Ya está

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abierta la matrícula. Estoy haciendo propaganda, me disculpan aquí que tome la tribuna para esto, pero es una vía que podemos utilizar para socializar esta información. No sé de cuántos ejemplares disponen. Si la Universidad tendrá que pagar el folleto, ya se pone un poco más compleja la situación, porque la Universidad nuestra, que no se entere mi Rector, pero como decimos nosotros, camina con los codos. Para estas cosas cuesta un poco de trabajo. A veces son trámites burocráticos y bueno, demoran la compra y a lo mejor se compra el folleto después que pasó el diplomado. De cualquier forma, están todos invitados, ya está la matrícula, voy a ser breve. La cuestión es que en el folleto aparece un artículo de Alejandro de la Fuente, un historiador conocido, importante, cuyo título es Diálogo virtual con mis colegas de la Isla y se basa en una información que él recibió sobre el primer momento en que se iba a hacer este curso que se hizo el año pasado. Pero él hace un análisis como si ya el curso se hubiera realizado y da una serie de sugerencias, y hago la observación (yo le escribí a él, él sabe esto) porque esto me llegó después que había pasado el curso y las personas del mismo se enteraron y me mandaron esto como haciendo alusión al comentario que había hecho Alejandro del curso, y me doy cuenta, por la información que maneja, que él tenía una versión vieja del curso, cuando este no se había realizado aún. Hago la aclaración porque desde el punto de vista científico tiene mucha importancia, pues es una observación a un curso que no se impartió en ese momento y él hace una serie de recomendaciones que no fueron válidas para aquel curso. Pudieron haber sido válidas para el otro curso. Incluso, hay unas sugerencias de él que las recogemos. Es lo que me interesa señalar. Como esto circula, ya está publicado, no es una palabra que queda en el aire, sino es algo que está documentado y está escrito sobre algo que no se realizó, para que quede esta aclaración que es necesaria. No creo que sea necesario poner una nota. No estamos reclamando nada de eso. Nada más que en este pequeño contexto hacer esta aclaración y repito que ya él y yo habíamos intercambiado por correo, él vino a Cuba, no nos vimos. A lo mejor en el diplomado, como él dice aquí, tiene la oportunidad de venir. Solo agradecer la invitación para estar esta tarde aquí, con ustedes, y Espacio Laical puede contar también con la Cátedra de Antropología y nosotros estamos contando con Espacio Laical para la promoción y quizás divulgación de algunas actividades y la colaboración que sea necesaria. Muchas gracias. Roberto Veiga, editor de Espacio Laical. Muchas gracias, profesor. Puede contar con Espacio Laical, que siempre estará abierta para servirle. Lamentamos ese incidente. Alejandro de la Fuente jamás nos comunicó ese percance. El trabajo fue publicado y tampoco nadie nos dijo nunca de ese suceso. Pero aquí estamos para servirle. Silvia Martínez Calvo, médica jubilada. Buenas tardes. Siempre digo el segundo apellido porque también dio origen a esto. He estado participando en los últimos dos años, tal vez tres, viniendo a las actividades, porque leyendo sobre la cuestión racial llevo muchos años. Creo que tengo la satisfacción de que mi tatarabuela vino en un barco negrero. Soy de las que en el color está bien ligada al África. Lo que me llama la atención, lo mismo en las lecturas que en los debates que en las reuniones que se hacen, ¿dónde han quedado las valoraciones de nuestra contemporaneidad racial? Empezamos con que la tatarabuela vino, el español hizo, que el amo golpeó… ¿Qué pasa hoy con la racialidad en Cuba? Estuve escuchando parcialmente en la reciente Mesa Redonda sobre la racialidad en Cuba la situación de que, genéticamente, a lo mejor no tenemos ni diferencias. Antropológicamente nos salvó mucho el asunto de la dama africana que apareció, porque entonces todo el mundo se enteró: ¡así que venimos del África! Genéticamente hay una, no sé si estrategia o posicionamiento de comprensión: no es tan malo ser oscuro porque en definitiva, genéticamente, casi todos somos iguales. Pero esa misma investigación dice que en la muestra que tomaron la investigadora reconoce la construcción social del prejuicio racial y el gen. Ella reconoce la influencia de la construcción social en esta situación contemporánea de prejuicio, e incluso señala que en esa muestra nacional (in-

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sistió mucho, como investigadora buena al fin), que habían sido solo en dos provincias o tres, pero que allí encontró que, por ejemplo, estudió el gen y los que tenían la carga más elevada, con la tendencia africana, en la construcción social eran los que menos carne comían, eran los que más bajo nivel cultural tenían y eran los que, desde el punto de vista social, no tenían posiciones elevadas. Esa parte no salió, pero está en la investigación, y está en la página web de Cubadebate, cuando hacen la presentación de la Mesa Redonda aparece una reseña de la investigación y ahí sí está todo esto que estoy diciendo. ¿Qué significa eso? ¿Por qué estoy yo aquí ahora meditando con ustedes en alta voz algo de lo que he pensado en todo este tiempo? ¿Qué hace ahora esta situación racial en nuestra contemporaneidad? Ya vinimos en el barco, ya sabemos del amo, ya sabemos lo que hicieron los religiosos… ya sabemos todo eso. Hoy, ¿cuál es la situación? Ya no hay barco, ¿en qué se transformó el barco? Ya no hay amo, o no sé si hay alguien que vea amos. ¿Qué somos ahora? Decía con mucho tino Yazmín que todo se queda en los niveles intelectuales, en publicaciones, en valoraciones, en debates. ¿Dónde están aquí mis colegas albañiles, plomeros… los que están sentados en las esquinas, tomándose su roncito? ¿Me escuchan? ¿Me entienden? ¿Saben que estoy diciendo algo para su beneficio? No. Creo que hay que valorar con profundidad este asunto, porque a lo mejor ellos, cuando usted los entrevista… Una vez dijo una persona: “¿sabe lo que les pasa a los negros de aquí y a los negros en todas partes? Que ustedes son más racistas que nadie. Dejen ya las diferencias, no se miren ya más las diferencias”. ¿Cómo nos van a obligar a vernos diferentes? No nos pueden obligar a no vernos diferentes. Porque la construcción social nos ha hecho diferentes. Por el tiempo que trabajé siempre estuve mirando, en esa posición de racista negra, miraba a mi alrededor a ver quiénes, en este país, hacían lo mismo que yo. ¿De mi color? De mi color, no. De mi color era escaso el asunto. Esa construcción social se refuerza constantemente. A veces ponemos figuras sociales simbólicas, pero el símbolo no es la generalidad. ¿Por qué si aquí Espacio Laical hace tal cosa, la asociación que

tiene Gisela Arandia tal otra, por la UNEAC hacen tal otra…? ¿Dónde está esa desarmonía para que hayan un pensar y un accionar que mueva a pensar que sí existe el prejuicio racial con esa construcción social, aunque me digan constantemente lo que el genoma dijo? Yo no sé lo que dijo el genoma. Yo digo lo que me está pasando como ciudadana y como ente social. La discriminación no se siente por el genoma, se siente socialmente. Porque en todas partes aparece que hay un porcentaje más elevado que el resto de personas oscuras en las prisiones. ¿Es el genoma de ellos? No hago ningún llamado. Este asunto de hacer llamados… Me he pasado toda mi vida pensando en estas cuestiones, desde que vino la tatarabuela. Entonces simplemente estoy compartiendo con ustedes la posibilidad que da esta recopilación, que es muy buena, estoy de acuerdo con el presentador. Esto debe multiplicarse, decirlo, hablarlo, enseñarlo, mostrarlo. Pero, hasta dónde nuestra contemporaneidad, la vida cotidiana, que no es de folletos, ni de libros, ni de intelectuales, es de casi, de acuerdo al gen, de 11 millones de personas, que necesitan una serie de valoraciones, de participaciones en función de sentirse, como yo estoy preguntándome: ¿cuál es mi contemporaneidad racial? Ya la otra se quedó atrás. Deinis Terry Abreu, abogada. Buenas tardes. Dirijo un proyecto que se llama Alianza de Unidad Racial, por la defensa legal de los afrodescendientes o las personas de antecendentes africanos. Primero voy a elogiar, desde mi punto de vista, este folleto producido por la revista Espacio Laical. Me parece muy atinado, amén de las observaciones y el respeto ante los historiadores y conocedores del tema. Siempre hay alguien que conoce más que uno, porque le tocó comenzar a estudiar primero y ante esas personas humildemente me quito el sombrero. Pero elogio el primer acercamiento a un tema que me parece muy oportuno, además de que respeto mucho las opiniones, considero, a diferencia de mi hermano Tomás Fernández Robaina, que si bien el tema ya no es tan tabú, todavía sigue siendo un tema tabú en muchos de los medios. Me voy a referir, específicamente, a un apartado del folleto que me llamó la atención y es el capítulo de Alejandro Campos que él titula El

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racismo y sus metáforas, y me voy a detener en el racismo como delito para aprovechar que en este espacio se ha hecho un llamado a profundizar en el tema y a estudiar y pedir que se profundice, desde el punto de vista de Cuba, en el racismo como delito. En Cuba no hay ninguna norma que vea que el racismo es un delito. Alguien me decía, meses atrás, no se puede crear una ley para la defensa de los negros porque si no habría que crear una ley para la defensa de los homosexuales… A mí me parece un pensamiento... Siento que el racismo es un problema real y siento que en la Constitución de la República de Cuba, aun cuando se toca el tema racial, las leyes no profundizan en este aspecto y cae en tierra de nadie. Por esa razón, aun con el desconocimiento de la historia, del tema de los Independientes de Color, de todo lo que ha pasado en la historia de Cuba, también hay un desconocimiento legal que no nos permite defendernos de manifestaciones racistas. Este artículo me convoca a presentar ahora, en la IV Conferencia Jurídica Nacional, de la Unión de Juristas. Voy a tomar este subtítulo del racismo como delito y voy a profundizar en él y hago un llamado a todos los participantes a fin de que se inste a que Cuba dicte leyes específicas que nos cuiden o nos protejan de los temas raciales. Víctor Fowler. Voy a decir una cosa que puede sonar casi como un chiste, pero estamos hablando de construcciones sociales. Leyendo un libro sobre la Europa medieval en el momento en que África todavía no significaba prácticamente nada para Europa, cuando se estaba empezando a descubrir África, hay un documento inglés donde se utiliza por primera vez la palabra negro de manera ofensiva, y es para referirse a los irlandeses, porque tenían el pelo negro. O sea, los ingleses tenían más pelo rubio, y entonces negros, de manera ofensiva, eran los irlandeses. Lo cual nos explica, de manera totalmente transparente, que se trata de construcciones sociales. Un libro ciertamente no cambia nada, o posiblemente no cambie nada, o es dudoso si cambia algo. Yo hablo de mi barrio, muy cerca de donde vive Tomás Fernández Robaina. Se acerca alguien con tipo y maneras de guapo de barrio (yo vivo muy cerca de la esquina de Tejas) y me dice: “Asere, tú la pones buenísima en la revista esa”. Yo le digo: “no sé de qué usted me está hablando”. Me dice: “asere, tú no me conoces a mí, pero yo sí te conozco. Yo vi tu foto, yo te leo en Espacio Laical”. Eso es lo que hace un libro. Yo no tendría esa desconfianza total de que en los contenidos de un libro, de una revista, hay un estamento impermeable que impide que lleguen al obrero, al trabajador. En primer lugar, recuerdo, esto está hecho dentro de la Iglesia Católica que, supuestamente y si la fe sirve para algo, es desde intelectuales hasta negros obreros. Donde no sirva, entonces habrá ese muro y no pasará. Pero donde sirva todavía, ese libro estará ahí y tendrá una potencialidad de ser utilizado. Insisto en la palabra potencialidad, porque ya existe el libro. Convertirlo en un asunto de discusión y de que se reúnan tres y hablen dos líneas sobre él, eso depende de la persona humana. Eso lo tenemos que poner nosotros. Y habrá que ponerlo cuando se le escriba a esas personas, y habrá que ponerlo como lo va a poner la compañera en ese trabajo que desea hacer y que ya desde ahora se anuncia como fascinante, y habrá que ponerlo en general con todo lo que haga la sociedad civil para desarrollar en Cuba, cada vez más, una idea que nosotros prácticamente ni tenemos, porque no usamos. Pasan las reuniones en Cuba y pasan los diálogos, y los diálogos y los diálogos sobre la cuestión racial y prácticamente nadie menciona la expresión Estado de Derecho. Lentamente esa sociedad tendrá que despertar e ir aprendiendo que eso existe. Pero como dije, hay muchas maneras de contar la historia humana y podemos contarla desde la órbita de la decepción, y qué punto más decepcionante podemos encontrar en cuanto a la destrucción de otros que los campos de concentración: el punto de la inhumanidad prácticamente absoluta. Y podemos contar la historia humana desde la óptica de la resistencia, del deseo de belleza, de la autosuperación del hombre, de la búsqueda de perfeccionamiento… Esa elección es nuestra también, por cierto, la de la posición en la que deseamos colocarnos. Confío enteramente, por encima de mi muerte, por encima de mi fracaso, si llegara, en la necesidad de esta perspectiva del perfeccionamiento humano, de la búsqueda de eso. Es una búsqueda sufrida, desgarrada, está llena de fracasos, está llena de negaciones, de todo. Pero creo que es la única manera en la que vale la pena vivir.

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Para eso se hizo el librito este. Llegará a los lugares… Llegará a 300 lugares, y a lo mejor lo utilizan en 10, para no llevar la ilusión al ridículo, pero tenemos que confiar en que esos 10 se lo van a multiplicar a otros 10. Como desde ahora ya confío en esa ponencia que la compañera anuncia va a causar la incomodidad de 50 y el interés desesperado de cinco. Esos cinco son los que valen. Que después harán cinco y cinco y cinco, y a lo mejor le llaman la atención y le dicen que no, termina botada del trabajo… Es así, para eso es que se hace. Ese es camino, no hay otro. Nadie dijo que iba a ser cómodo. No es cómodo. No lo es. Y en este tema es menos cómodo. Porque la sociedad, por fuerza de la costumbre está adocenada, cómoda, y las personas prefieren no oír hablar de esto. Yo he estado en la UNEAC y ha llegado alguien y ha dicho: “¿qué pasa?” Y hay un portero afuera y dice: “nada, que los negros están reunidos allá adentro”. Es así. ¿Qué puedes hacer? ¿Virarte y escupirle la cara? O vas a tu reunión de negros. Y vuelves a insistir, cuando estás adentro en tu reunión de negros, que eso no es un problemas de negros. Tengamos claro que aquí no faltan los blancos. No hay otra forma. Es eso. Tomás Fernández Robaina. Yo entiendo perfectamente y pienso, porque soy académico, escribo libros que tienden a ser académicos con un lenguaje popular, porque escribo para que la gente me entienda. A veces hay libros que se escriben que ni yo mismo los entiendo. Yo tengo una frase que a veces molesta mucho, porque pienso que basta ya de Tía Tata cuenta cuentos. Nosotros nos reunimos, hablamos, pero esto tiene que salir a la calle, tiene que salir a la comunidad, porque ya nosotros estamos inmersos, estamos identificados con esta lucha, estamos en la trinchera, estamos haciendo las cargas al machete, pero nosotros solos no lo podemos hacer. No lo podemos hacer los intelectuales, no nos podemos hacer los abanderados. Tenemos que sumar, tenemos que ir a los barrios. Por eso es tan ejemplificante la comunidad de Maritza, que ha organizado, y creo que tú fuiste, Guanche, a una de esas charlas, hablar de los problemas raciales. ¿A qué comunidad? A la de La Lisa, donde hubo ese envenenamiento masivo con el alcohol metílico. Entonces lo que pienso

que tenemos que hacer es seguir escribiendo, porque eso es importante, y seguir dando estos cursos, porque es muy importante. Pero tenemos que pensar en ese trabajador, tenemos que pensar en esos campesinos, en esas personas… Porque hay una cuestión muy grande. Sí, es verdad, todavía existe el tabú, pero menos tabú que en 1959, y una de las cosas que a mí me han criticado mucho es cuando yo digo: Cuba es un país totalmente racista, y ese racismo está interiorizado en nosotros porque nos educaron con valores eurocéntricos. Eso hay que revertirlo. Y no es una lucha de 48 horas y es imposible pensar que vamos a erradicar el racismo o que vamos a erradicar la homofobia. Esos son elementos que forman parte de nosotros, como seres humanos. Lo que tenemos es que tratar de cultivar el respeto al derecho del otro y a la diferencia. Eso es lo que tenemos que tratar. Yo tengo un anecdotario para escribir un libro sobre el racismo en Cuba… Pienso que lo que tenemos que hacer es: luchar nosotros mismos, autoidentificarnos, ver lo que tenemos de racistas, porque todos tenemos elementos racistas; pero hay que luchar. Todos tenemos un diablo adentro, lo que hay que controlarlo y cuando pensamos en el proceso extraordinario de cambios que hacemos en estos momentos, que no es solo cambios socio-económicos, materiales, político-ideológicos, de todo punto de vista, porque ¿quién iba a pensar que en Cuba habría una parada gay, bueno, para mí fue una caricatura esa comparsa gay del día de la lucha contra la homofobia, pero fue un paso de avance. Ahora, ¿por qué no existe en Cuba un día nacional de lucha contra el racismo? Justamente en este libro que se ha presentado hoy aquí hay un artículo donde yo hablo del día internacional y pido que se haga el día nacional de la lucha contra el racismo, entre otras muchas cosas que pido. Pero, ¿dónde están los oídos? ¿Quiénes apoyan? ¿Quiénes hacen? La misma compañera hizo algo que para mí es un ejemplo, eso que ella hizo y yo estoy seguro que lo hace en todos los lugares donde ella va, es lo que tienen que hacer todos ustedes, si se sienten con el deber y el derecho de hablar de estas cosas. Esto es todo, y perdónenme, pero esto es una cosa que a mí me apasiona. En estos

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momentos vivo consagrado a esta lucha. Por tanto, siempre que me vean a mí, piensen que mi nombre ahora, no sé si apodo o alias, es Tomasito cada día más cimarrón. Manuel David Orrio, periodista del Centro de Información para la prensa del Comité Central del Partido Comunista, ex oficial de la Seguridad del Estado. Buenas tardes. Quiero puntualizar dos temas que para mí son esenciales no solo en el asunto de la lucha contra el racismo. A veces pienso que la lucha contra el racismo puede ser la locomotora de la lucha contra otras discriminaciones. Por ejemplo, mucho se habla de los negros discriminándose entre ellos y puede parecer verdaderamente loco, absurdo, que en Cuba los discapacitados se discriminen entre ellos, otra minoría que, a su vez, es objeto de discriminación o de algunas discriminaciones. Algo curioso, ¿verdad, Víctor? Este que está aquí es testigo tanto de una como de la otra, porque he tenidos esposas negras y soy discapacitado. Por lo tanto, conozco y lo he sufrido un poquito. Hay dos puntos aquí que tienen mucho valor. Uno, la esfera pública. Hay un nuevo chiste. Stalin y Hitler estaban en una caldera del infierno y discutían uno no había podido llegar a Moscú, no había podido tomar Moscú… En eso llegó Napoleón y dijo: “Partida de tontos, si hubiera tenido el Granma nadie se hubiera enterado que perdí la batalla de Waterloo”. Ahí tienen un buen ejemplo de la importancia de la esfera pública. Ojo, porque están pasando cosas. En Cuba estamos viviendo un interesante proceso en la esfera de la comunicación pública. De una parte la creciente, y hay que decirlo así, porque es una verdad como un templo, y están las cifras demostrándolo, la desacreditación de los medios tradicionales de difusión contra el crecimiento de las redes informales de comunicación. Este asunto se trató abiertamente en el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Hay una excelente investigación de Rosa Miriam Elizalde en donde sale a la luz que en el 55 por ciento de las asambleas de base de la UPEC, previas al Congreso, se planteó que una de las causas de la caída de la prensa cubana era su pérdida de credibilidad. Señores, si eso es lo que pensamos los periodistas de nosotros mismos, qué queda para la calle. Ese es un tema. Por tanto pienso, y en muchas ocasiones lo he planteado, la informalidad en Cuba, y esa informalidad se está expresando a través de cómo la gente hace uso de las redes sociales (Internet, Facebook…) de la forma que sea, esa informalidad, ese canal alternativo de comunicación, está cambiando las cosas de una manera o de otra. Por tanto, es una invitación que, los que tenemos el tremendo privilegio, hay que decirlo así, del acceso a las redes, de una manera o de otra, creo que deberíamos plantearnos el deber de cómo socializar hacia los que no lo tiene. Eso es un tema y lo dejo ahí, porque creo que si en este momento estamos hablando de estos temas un poquito más abiertamente, un poquito en una Mesa Redonda, justamente se debe al esfuerzo de no se sabe cuánta gente que, en las redes sociales, en revistas como Espacio Laical, que en esos espacios minoritarios se han ido convirtiendo en una mayoría por lo menos capaz de acceder un día a una Mesa Redonda. Ese es un punto. No se puede perder de vista, bajo ningún concepto, cuando se trata de luchar contra las discriminaciones presentes en la sociedad cubana. El otro punto es el del Estado de Derecho. Muy acertadamente planteado por la compañera jurista y por Fowler. Este es un Estado de Derecho y hay que pelear porque efectivamente sea un Estado de Derecho. Porque ¿qué es lo que tenemos hoy en día? Se acata, pero no se cumple. ¿Qué es lo que tenemos hoy en día? Lo viví cerquita hace poco, en una investigación periodística que estoy haciendo, la Policía, en Centro Habana, con el caso de los animaleros (personas que venden animales para propósitos religiosos) cualquier cantidad de registros ilegales. Eso está pasando en Cuba, en La Habana, en Centro Habana, en este momento. El tema del Estado de Derecho, de poder darle a todos los temas: la discriminación, el respeto al derecho del otro… una cobertura jurídica en términos de Derecho Positivo es muy importante. Y me llama poderosamente la atención, es una pista que señalo, la resistencia que hay en determinados medios en Cuba a la elaboración de normas de derecho positivo, no sé si estoy bien en términos de derecho. O sea, penalizar esa discriminación

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de una manera concreta pero, por ejemplo, también hacer una ley de prensa que diga: estos son los deberes y derechos, esto es lo que se puede hacer, esto es lo que no se puede hacer. Son dos puntos de los cuales pienso que hay que aferrarse muy seriamente para poder avanzar en cualquier dirección que signifique mejoramiento humano en la Cuba del 2013 en adelante. Eso lo pienso así. Y como estamos hablando de temas raciales, voy a poner un ejemplo de Derecho Positivo. En ocasión del 40 aniversario de la Ley de Derechos Civiles de Estados Unidos, el reverendo Jesse Jackson dijo: “No podemos eliminar 350 años de segregación racial, pero ya tenemos todos los instrumentos jurídicos para luchar contra ella”. Muchas gracias. Víctor Fowler. Gracias a todos por su presencia.

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El equipo coordinador de Cuba Posible ofrece, en esta compilación, los 25 editoriales publicados por sus gestores durante la década que dirigieron la revista Espacio Laical. Igualmente presenta los 10 debates correspondientes al espacio de esta publicación dedicado al encuentro y al intercambio, nombrado En Diálogo. (...) De esta manera colocamos en manos de nuestros lectores la posibilidad de estudiar en su conjunto y encontrar las ideas, las alertas y los anhelos de cada instante, que a su vez atraviesan la totalidad del periodo. Queda aquí, además, un testimonio que podría continuar aportando a los retos del presente y que quizás también podría mostrar en el futuro, a los interesados, uno de los modestos pero comprometidos aportes de esta época. (...)

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