DE LA FAMILIA o, familias contingentes. Mónica Bonilla Young

DE LA FAMILIA o, familias contingentes Mónica Bonilla Young 2 AGRADECIMIENTOS Quisiera nombrar, dando muestra de mi agradecimiento a las personas

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DE LA FAMILIA o, familias contingentes Mónica Bonilla Young

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AGRADECIMIENTOS Quisiera nombrar, dando muestra de mi agradecimiento a las personas que hicieron parte del proyecto y me apoyaron, tuvieron paciencia y me acompañaron a lo largo de todo este proceso. Ana María Lozano / Tomás Benavidez / Luis Eduardo Bonilla / Carol Young / Hernando Benavidez / Jenny Gonzáles / Jaime Borja / Ricardo Toledo / Jorge Gonzáles / Cristo Hoyos / Teresa Sánchez / Sergio Trujillo / Diego Reyes / Sofía Barrera / Juan Pablo Calderón / Camila Arango / Olga Robayo / Diego Uribe / Juanita Carrasco / Clemencia Poveda

En primer lugar está el problema del arranque, es decir, de cómo ir desde donde estamos ahora, y ahora mismo todavía no estamos en ninguna parte, hasta la orilla opuesta. Sólo es cuestión de cruzar, de tender un puente. La gente soluciona problemas así todos los días. J.M Coetzee. Elizabeth Costello

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Por lo demás, cuánto me desagrada esa determinación científica de tratar de familia como si fuese únicamente un tejido de obligaciones y de ritos: o bien se la codifica como un grupo de pertenencia inmediata, o bien se hace de ella un nudo de conflictos y de inhibiciones. Diríase que nuestros sabios no pueden concebir que haya familias en las que las personas «se amen». Roland Barthes. La cámara lúcida.

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INTRODUCCIÓN

¿

De qué manera puedo comenzar a pronunciar palabras a fin de invocar con integridad la naturaleza dispar y disímil del tema que he elegido elaborar para el presente proyecto de grado? Sería sensato comenzar con alguna anécdota propia, algún signo sobre el cual sea posible descifrar la importancia

y la profunda curiosidad que me suscita el tema. Ardua tarea, pues en primer lugar resulta imposible salir impoluta, debo comprometerme y hacer de mí, parte del texto, inscribirme en él. Por otro lado, esto supone cierta incomodidad, es decir, dentro de un texto que se espera sea académico, razonable, que esté precisado y bien delimitado, intento apostarle a algo que las más de las veces es considerado residual. Quisiera inaugurar este ensayo con aquello que evade lo concreto, no es posible que los afectos sean verdaderos ni falsos, son intangibles. Ahora bien, como lo propone Coetzee sólo queda tender un puente y contar un suceso que si bien me pertenece, es posible que aún cuando su forma varíe, pueda compartirse entre muchos, esto es, vincular mi circunstancia particular con otros que del mismo modo compartan realidades heterogéneas; extender una circunstancia personal a un ámbito social y político. En 1994 mis padres comenzaron un proceso de separación que culminó dos años después en su divorcio. Mi padre estaba destrozado, el matrimonio había durado 18 años y la idea de concluir ese largo episodio en su vida lo excedía. Lo embargó un profundo dolor, del cual yo me convertí en matraz y única receptora. En su sufrimiento me involucró en muchos aspectos del divorcio, hasta el punto de exigir mi presencia en la diligencia de separación de bienes. Ese día, al salir de la notaría, me miró y me dijo:­se acabó La Familia. La amargura de mi padre fue importante, era legítimo que se empeñase en sufrir, en mí produjo una cisura que marco un cambio en mi manera de sentir. Durante muchos años creí de hecho, no tener una familia. Años más tarde, por supuesto distante del colapso afectivo, es posible para mí pensar ciertos aspectos que podían estar detrás de ese dolor que hizo que mi padre se expresase de manera tan irrecusable. ¿Qué había llegado a su término en esa separación de bienes, firmado el último papel que detentaba la disolución de una sociedad conyugal? ¿Qué cosa había culminado en ese desleimiento de deberes y derechos reglamentados en un marco jurídico y legal? ¿La frase se acabó La Familia, podría quizás ante todo formular una noción legalista y burocrática de familia o expresaba acaso, un desprendimiento emocional?

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Mi primera tentativa para aproximarme al tema fue comenzar a repasar de manera intuitiva1 La Familia (con mayúscula). Ésta aparecía constantemente en lugares comunes, que parecían dictaminar verdades incontestables sobre el modo como se estructura. En la televisión, en los formularios de inscripción a colegios, en las sugerencias de bienes raíz, en los mecanismos de adopción, en la campaña pro-institución familiar desarrollada a lo largo de los ocho años de gobierno de Uribe, se evidenciaba una conformación obligatoria de las estructuras familiares. Me interesaba no perder de vista ciertos discursos cuyo objetivo figuraba la reglamentación de las relaciones sociales, obviando experiencias individuales y generando una noción excluyente que obstaculizaba cualquier resquicio para deliberar acerca del término Familia. Me cuestionaba esa figuración de familia feliz, hombre y mujer, casados, con hijos. Y por el otro lado, todo aquello que se salía de ese esquema, me sentía atraída hacía la relación con lo diferente, con lo heterogéneo. La búsqueda me arrojó a las postrimerías del siglo XVIII y todo el siglo XIX2, y esto me invitaba a revisar los retratos de familia de la época, en los cuales esperaba de alguna forma ver el reflejo de los imperativos que sentenciaban. Me equivocaba, en la vivencia tal noción excluyente era más bien difusa, encontré a su vez familias singulares que daban cuenta de infinitos paisajes culturales, no la repetición incesante de una Familia homogeneizada. Tenía en mente cientos y cientos de Familias Sagradas3, no obstante se hacía más claro que “La familia es una vivencia y una idea. Una y otra no siempre se corresponden.”4 Ahora bien, a manera de introducción intento explorar el tema Familia tomando como punto de partida que estas nociones se agrietan en la práctica y la experiencia personal y colectiva. Con esto quisiera proponer la emergencia de una noción de familia extensiva, la eventualidad de pensar a la familia como contextual, especifica, localizada, sujeta a diversos acontecimientos que marcan y permean las singularidades de las familias. Aunque La Familia supone en este texto un objeto de estudio, quisiera no rendirme ante la tentación de concretarla, envés quisiera abrir sus cercos. De manera diferente a

1 Intuía por ejemplo cierto militantismo en apadrinar la familia feliz en estigmatizar a las madres solteras, en plantear una heterosexualidad forzosa la cual emitía un ser especifico de las relaciones familiares dentro de un cuerpo social acotado. 2 Estas acepciones las desarrollaré en el primer capítulo. 3 Véase el libro Orígenes de la familia moderna de Jean-Louis Flandrin en el cual este autor propone que la evolución del concepto de familia es conformado por lo que se ilustra como Sagrada Familia: José, la Virgen y el niño Jesús, efectuando una reducción en el núcleo familiar. Del mismo modo Flandrin plantea que el concepto de familia, tal como más comúnmente se define en la actualidad no existe más que desde una fecha reciente en nuestra cultura occidental. 4 Véase en Sentimientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada de Pablo Rodríguez, la pluralidad y plasticidad de conformaciones familiares existentes en el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVII. En su investigación, Rodríguez formula de manera muy cuidadotsa como en las ciudades de Cali, Tunja, Cartagena de Indias y Medellín las estructuras familiares distaban de ser homogéneas. Es importante anotar que Pablo Rodríguez acoge una tipología para el análisis de la estructura familiar en el cual incluye cuatro categorías: Solitarios o grupo doméstico sin estructura familiar, Nuclear o grupo doméstico simple, Ampliado o grupo doméstico extendido y Múltiple o grupo doméstico polinuclear, en las cuales clasifica las modalidades de vida familiar, sugiriendo así mismo la dificultad de definir la familia en un único término, o bajo una tipología absoluta. De este modo presenta muchísimos ejemplos, entre ellos quisiera destacar una variación de familiar nuclear para citar hasta qué punto este modelo de familia estaba lejos de la realidad. “La casa número 33 de la parroquia Santiago, de Tunja, donde residía el platero Ildelfonso de Torres, blanco de 25 años, casado con Petronila Cueva de 35 años, blanca y dedicada a coser. Con ellos vivían dos hijos de Petronila: Pedro López, de 14 años y ocupado en la platería, y Clara López, de 14 años ocupada en hilar, más Manuel Ubaldo Torres, de 8 años, hijo legítimo de Ildelfonso y Petronila”. En este ejemplo se dibuja una pareja con diferencia de edad y tres hijos que conforman lo que hoy llamamos familia recompuesta.

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como lo he encontrado en textos a los que más adelante me referiré en mayor profundidad, quisiera abordar la familia como una asociación afectiva recalcando la porosidad y el carácter efímero de las relaciones humanas, aproximarme a la familia como un blanco esquivo de definir desde un único ángulo. En tanto, este texto intentará abordar la familia desde al menos dos ángulos. Uno externo, es decir aquellas instancias reguladoras de La Familia como práctica y estructura social. Y uno interno en donde quisiera explorar la familia como un tejido de asociaciones moldeables y sumamente frágiles entre individuos. Con lo anterior no quisiera imputar que éstos dos aspectos sean dos cosas separadas e inconexas, al contrario sus linderos son muchos y aunque imprecisos constituyen puntos de enlace importantes entre individuos, familia y sociedad. El escrito que planteo a continuación constituye una especie de bitácora de sucesos que dan tanto cuenta del proceso de aproximación al tema, así como de la materialización visual a la cual le apuesto.

a. La Sagrada Familia. Schelte de Bolswert, Siglo XVII. Estampa sobre papel. Colección Museo de Arte de la Universidad Nacional.

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LA FAMILIA QUAKER / febrero de 2010

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ace unos días leí en el periódico El Tiempo, un artículo titulado “La Familia Quaker.”1 El artículo es detonado por el caso de una pareja de mujeres lesbianas que quieren adoptar una niña, una de ellas siendo la madre biológica de la niña en cuestión. Con respecto a la solicitud, la directora del

Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Elvira Forero Hernández responde: “Cualquier niño debe mantener un referente claro de padre y madre, y familia sólo es aquella que está conformada por un hombre y una mujer”,2 y por supuesto niega la solicitud de adopción. Florence Thomas, autora del artículo, cuestiona entonces la idea maciza y corta que se tiene de la familia por parte de una institución como lo es el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, confrontando aquella voz que pronuncia La Familia como un universal, a las singularidades de un porcentaje importante de la población colombiana cuyas realidades palpables y cotidianas develan complejidades. En el decurso del artículo, Florence Thomas provoca la prolongación del término Familia, a la luz de pensar en otros tipos de familias —monoparentales, homoparentales, recompuestas, entre otras—, las cuales pueden pensarse aceptables y seguras para la educación, socialización y crecimiento de niños y niñas. Así mismo Thomas, invita a la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar a mirar de cerca las realidades de las familias en Colombia, cuyas circunstancias han sido marcadas por acontecimientos económicos, políticos y culturales que a su vez redefinirían la noción de familia por la singularidad del país; en última instancia Florence Thomas, está planteando que la familia debe pensarse de manera contextual.

La discusión que se genera a partir del artículo en el foro de comentarios de la edición digital del periódico El Tiempo pone en evidencia que el término Familia dista de ser un objeto axiomático y obvio. Enmarca a su vez que quienes comentan acerca del artículo de Florence Thomas sostienen en oposición, que la familia tiene una forma rigurosa y específica, que es innegable e irrebatible. Me plantea un punto de partida feraz para comenzar a buscar sobre qué es La Familia. Así mismo el artículo me permite sondear tres voces,

1 http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/florencethomas/la-familia-quaker_7102928-1. Consultado el 3 de febrero de 2010. 2 Ibíd.

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tres modos de pronunciar el término Familia. La de una institución colombiana, la de la autora del artículo y aquellas múltiples voces que comentan el artículo en su versión digital. A continuación me gustaría repasar dos comentarios que en mi criterio contienen claves esenciales para indagar sobre algunos aspectos acerca de cierta mirada que se ejerce en Colombia en torno a La Familia. Me propongo con las siguientes reflexiones, explorar en cuanto sea posible, qué pasa en Colombia y en su particular realidad con la familia, esto es, analizar las circunstancias actuales que circulan este tema. A la vez quisiera resaltar ciertos aspectos de las condiciones en las cuales habitamos, que permiten que ciertos discursos, según sus reglas correspondientes, puedan ser considerados como verdaderos o falsos; que algunas formulaciones que se proponen sobre algo —La Familia, en este caso—, dependan de medidas de verificación y falseamiento. En otras palabras, quisiera identificar la presencia de ciertos régimenes de verdad que permiten que se afirmen como verdaderas ciertas cosas que, quizá no lo sean tanto.3

En lo personal me impactó profundamente que la invitación de Florence Thomas a reflexionar el término Familia haya recibido comentarios tan iracundos e irascibles.4 Para mi fue una sorpresa que el atisbo mismo de considerar repensar y deliberar sobre la palabra familia recibiera una respuesta tan colérica, soterrando con aparente facilidad todo un paisaje cultural lleno de complejidades. Un tono homogéneo en su agresividad, ofensivo e insultante plaga los comentarios, permitiendo constatar de alguna manera que un porcentaje substancial de la población colombiana le sigue cantando al modelo de familia tradicional, o al menos al modelo que se piensa es tradicional, o más típico en su defecto. Los comentarios testimonian sobre una resistencia furibunda a repensar y reflexionar sobre la familia, aspecto que atañe a todos. Los improperios que se expresan en las opiniones dictaminan que la familia es un núcleo duro en donde cualquier alternativa o transformación es inadmisible. Me interesa que los comentarios entran en una pugna directa con las realidades de cientos de personas en Colombia que conforman una familia, sin embargo no constituyen el ya ampliamente conocido triángulo mujer, hombre, hijo(s) y en tanto son excluidos del término.

3 Véase regímenes de veridicción en: FOUCAULT, Michel. Nacimiento de la biopolítica: curso en el Collège de France. Buenos Aires: Ed. Fondo de cultura económica, 2008. (p. 15-41 “Clase del 10 de enero de 1975”, p. 44-67 “Clase del 17 de enero de 1979”) 4 En otro artículo de opinión del periódico El Tiempo, Óscar Collazos enuncia la notoriedad del odio y la ferocidad que expresan los comentarios de las ediciones digitales de los periódicos colombianos. El autor habla de maniqueísmos que rehúyen la búsqueda de acuerdos, opiniones y discrepancias. Como en las barras bravas—dice Collazos formulando una metáfora— se injuria y se agrede, se sabe de antemano a cuál equipo se le aplaude y a cuál se le arrojan botellas. Con respecto a los comentarios el autor ha decidido deshabilitarlos de sus columnas asegurando que éstos excitan a la intolerancia y a la agresividad irracional obstaculizando y frenando la comunicación. Véase en http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/scarcollazos/scar-collazos-pasiones_8088240-4. Consultado el 07 de octubre de 2010.

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COMENTARIO // 1 “Lo raro fuera que esta Sra. Thomas no saliera en defensa de las lesbianas, es muy diferente crecer bajo la tutela de la madre y la abuela, a crecer bajo la tutela de dos personas que se portan antinaturalmente y que el infante que está creciendo verá ejemplos que no son muy recomendables que se diga. De manera pues que asumamos nuestros roles y el de un par de lesbianas o un par de maricas nunca va a ser criar y educar niños.”

REVISANDO COMENTARIOS, comentario # 1

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e interesan tres aspectos en este comentario. El primero es la manera como se articula, esto es, cómo habla la persona. No hay lugar alguno para una posible deliberación, no hay dudas. A su vez, hay certezas, hay un discurso inexorable. En segundo término me interesa la referencia del

lector a una circunstancia particular, crecer bajo la tutela de la madre y la abuela contrastando y oponiendo este modo de convivencia —en términos negativos— a crecer bajo la tutela de una pareja de lesbianas —que según él se comportan de manera «antinatural»—. En último lugar me interesa la mención a la cuestión del rol en lo que respecta a la crianza y educación de niños y niñas.

La primera afirmación del lector parece tener un dejo irónico que constata de manera inapelable que la sexualidad de las lesbianas es «antinatural». El comentario tiene un tono duro y certero ante la diversidad sexual, justificado y articulado mediante el uso de esta palabra. Para el lector es posible dictaminar que un niño que crece bajo la tutela de una pareja de mujeres será testigo de la «antinaturalidad» de quienes lo educan, y en tanto crecerá torcido y desviado de la naturaleza. Bajo el cobijo de este término, el lector formula un imperativo en cuanto a la cuestión del rol. Me atrevería a pensar que él podría referirse a una división, segregación y regularización de labores y de crianza, sugiriendo así, una dicotomía masculino/femenino, una aparente complementariedad de sexos, contrastando y oponiendo esta categoría absoluta, a la sexualidad «antinatural» de las lesbianas. Más adelante intentaré profundizar más sobre el tema de la diversidad sexual y la manera cómo se vincula a la conformación de La Familia.

Intuyo así mismo, que en la primera frase del comentario cuyo contenido ataca de manera directa a Florence Thomas, podría leerse e interpretarse algo que tiene que ver con el feminismo —expresado claro está, en términos negativos—. En repetidas ocasiones he oído comentarios como: «el feminismo es para lesbianas, gordas y feas que odian a los hombres», siguiendo el tono de quien comenta es posible leer que su opinión combate los cuestionamientos que propone el feminismo a la división de labores, a la deliberación en cuanto a las relaciones masculino/femenino, a la dominación del cuerpo de la mujer, a la jerarquización de los sexos, al afán de controlar la fecundidad de las mujeres, circunscribiendo el cuerpo de la mujer a un órgano reproductivo sin más.

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REVISANDO nociones sobre sexualialidades periféricas y diversidad sexual

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e interesan ciertos aspectos relativos a la diversidad sexual en la medida que esta parece ser entendida como peligrosa o transgresora para la conformación de la familia nuclear —pareja heterosexual de cónyuges e hijos—, así como también en oposición, la sexualidad heterosexual

conforma un dispositivo muy útil a la concreción de estructuras familiares precisas y delimitadas. Siguiendo a Michel Foucault en Historia de la sexualidad Volumen I. La voluntad de saber he encontrado un análisis que me permite sondear cierta mirada respecto a las sexualidades periféricas. He intentado jalonarla en expectativa de la manera más precavida posible, los modos como esa mirada se ejerció y la manera como dicha mirada puede permanecer activa hoy en algunos discursos.

En la práctica y el discurso médico del siglo XVIII y el transcurso del siglo XIX, Michel Foucault afirma que la medicina encontró una sexualidad idónea tanto en el espacio social como en la intimidad de cada hogar. Se afianzó de esta manera —durante este período— una jerarquía de las sexualidades.1 En la parte superior de la pirámide se encontraba la pareja legítima, conyugal y fértil. De ahí para abajo ocupaban diversos lugares todas las otras prácticas sexuales diversas, a las cuales se las denominaría y clasificaría como «incompletas» y, «antinaturales». «Perversas». “La medicina ha entrado con fuerza en los placeres de la pareja: ha inventado toda una patología orgánica, funcional o mental que nacería de las prácticas sexuales “incompletas”, ha clasificado con cuidado todas las formas anexas de placer, las ha integrado al “desarrollo” y a las “perturbaciones” del instinto; y ha emprendido su gestión”2 En tanto, lo otro, se encontró expulsado y negado, silenciado y de alguna manera desconocido. Bajo esta forma de poder que formula Foucault, se produce y se fija la disparidad sexual. Se opera desde y a través de una pragmática del poder que instaura la especificación y determinación de un sin fin de especies perversas; entre ellas el homosexual. Se ejerció así una mirada cuyo objetivo

1 Véase, FOUCAULT, Michel. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. México: Ed. Siglo veintiuno editores, 2007. Especialmente “La implantación perversa” p. 48-65. 2 FOUCAULT, Michel. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber.

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proponía mirar la diversidad sexual como «infructuosa» y de este modo poder definirla como ilegítima: no reconocida. Bajo este discurso, aún hoy la sexualidad de las lesbianas, la sexualidad de los homosexuales, e incluso la de las parejas con diferencia de edad, así como también las parejas que como elección deciden no procrear, no tendría ninguna relación con una sexualidad utilitaria y fecunda. Desde allí se desprende una relación evidente y concreta entre la legitimidad de una pareja, el término Familia y la procreación. Aquella que procrea es «natural», aquellas que no lo hacen son subespecies de la primera; «antinaturales». ¿Es posible seguir pronunciando estos términos? Bajo la posible sedimentación de estas nociones, aún hoy la sexualidad homosexual puede ser pensada como una sexualidad ilegítima. Es probable que aún hoy persista un orden de las sexualidades en el cual la pareja legítima detente la ley, y en tanto determine un modo muy específico, duro y cerrado de estructura familiar. “Toda esa atención charlatana con la que hacemos ruido en torno de la sexualidad desde hace dos o tres siglos, ¿no esta dirigida a una preocupación elemental: asegurar la población, reproducir la fuerza de trabajo, mantener la forma de las relaciones sociales, en síntesis: montar una sexualidad económicamente útil…?”3 Con lo anterior intento argumentar que bajo la implantación de una jerarquía sexual se logra cristalizar una estructura familiar excluyente precisa: La Familia Nuclear. La expresión «antinatural» a la cual hace referencia el lector en tanto a la sexualidad de las lesbianas, podría remitir a estos ejercicios de poder en donde se prescribió una línea divisoria entre lo lícito y lo ilícito, incorporando una nueva catalogación y clasificación de los individuos respecto a las «perversiones». Me inclinaría a pensar que el comentario del lector plantea cierta mirada que tiene que ver con un universal, es decir, un concepto aplicable de manera abstracta. Una mirada inespecífica, deslocalizada, una mirada fija que no ha tomado en cuenta que diversos elementos pueden atravesar y escindir dicho universal, esta mirada haría de este modo, referencia al homosexual como un efecto y consecuencia de cierta perversión dentro de la red familiar, constituyendo de esta manera tanto la noción del homosexual como la de La Familia4.

b. Oriana Eliçabe. Begoña & Susana, Euskadi España, 1999. de la serie Madres Lesbianas. c. Oriana Eliçabe. Annemiek & Mirjam. Swolgen, Holanda, 2001. de la serie Madres Lesbianas.

3 FOUCAULT, Michel. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. 4 Véase en FOUCAULT, Michel. Los anormales: curso en el Collège de France. p. 215-244 y p. 245-268 como el autor plantea que el estudio etiológico del homosexual consideró en su momento que había en el «perverso» una causalidad polivalente para el «mal». Se estipuló que todo comportamiento, cualquier costumbre, cualquier rasgo en la anatomía, cualquier característica morfológica era consustancial a una «naturaleza» singular y, de paso indeseable.

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COMENTARIO // 2 “Hay conductas tolerables y conductas que merecen estimularse. ¿La sociedad colombiana desea promover la formación de familias incompletas?, ¿para qué, quién ganaría qué, qué ventajas obtendría la sociedad con ello? Promover una conducta homosexual a través de la adopción generaría una enorme discriminación en contra de los hombres, que deben pasar por los mecanismos legales para obtener un vástago, en tanto que las mujeres no lo requerirían. No me imagino un escenario razonable donde una sociedad desee promover ese tipo de conductas.”

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REVISANDO COMENTARIOS, comentario # 2

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n este comentario hay tres aspectos que suscitan mi interés. En primer lugar, me interesa el término «conducta» planteado por el lector. Mientras el primer comentario se refiere a la «antinaturalidad» de la diversidad sexual, quien expresa su opinión aquí lo denomina «conductas». Las

conductas tienen más que ver con un conjunto de acciones, con cierta manera de comportarse. Hay en esta primera frase otro modo de enunciar la homosexualidad que no se refiere a la esencia o a la condición homosexual, de esta manera el comentario se aproxima a una problemática que parece estar refiriéndose a una distinción entre sexo biológico y comportamiento social.

Me intriga en segundo término, la noción de «familias incompletas». En la medida que dicha noción no se explica más allá del simple uso del término debe entenderse que se plantea una oposición: familia completa (pareja de cónyuges e hijos) versus «familias incompletas». Especulando un poco tal vez, podría figurar que aquello que se comenta sostiene relación con un imaginario de familia feliz: una casa en un barrio modelo, con una pareja blanca, heterosexual, preferiblemente con una pareja de dos niños—niño y niña—, con un auto modelo familiar y, por supuesto una mascota alegre que los escolta y es merecido miembro de tan selecto grupo, esto sería aparentemente una auténtica «familia completa»1. Esta noción de «familia completa» dibuja tres paisajes. Por un lado el panorama de una noción dura y excluyente, naturalizada y sedimentada. Necesariamente plantearía de este modo una contradicción, la cual contrasta continuamente la verdad sobre La Familia de las realidades vividas por las familias. Así mismo, también dibuja una multiplicidad que se le escapa y en tanto, le es desconocida. Por último, soslaya rápidamente toda una serie de circunstancias político-socio-económicas (desplazamiento, machismo, violencia, muerte, prácticas sexuales distintas, separaciones, divorcios y complejidades culturales) que reformulan de manera inevitable esta noción develando que La Familia, es el envés de una sedimentación, y más bien es algo móvil y cambiante. En tanto, quien comenta etiqueta esta plasticidad de las estructuras familiares, «familias incompletas», acogiéndose a una formulación estática y naturalizada sobre La Familia.

1 La infinidad de representaciones de la familia feliz es fecunda en películas de Disney, por nombrar sólo algunas La Familia del Futuro, 101 Dálmatas y Los Increíbles

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En último lugar me interesa la noción de «ventaja», la cual remite de manera literal a la «discriminación contra los hombres», producto de la promoción de conductas homosexuales—cuestión planteada por quien comenta—, intuyo que posiblemente tiene relación con el cuerpo femenino. Quien comenta, asegura—según lo que leo e interpreto—que de no ser por los mecanismos legales, las mujeres no requerirían a los hombres para tener hijos, en tanto la estimulación de «conductas tolerables» se referiría aquí a que el comentarista opina que es necesario—y de hecho es legítimo para él—reglamentar y dominar el cuerpo femenino en virtud de hacer uso de él, vinculando de este modo La Familia a sistemas de producción, desde allí la sociedad podrá en efecto usufructuar dicha «ventaja». En adelante intentaré retomar estas nociones a la luz de vincularlas a la conformación de estructuras familiares precisas y profundizar en aspectos que conciernen la biopolítica.

Oriana Eliçabe. Joke & Dalien. Hillegom, Holanda, 2001. de la serie Madres Lesbianas.

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REVISANDO nociones sobre lo biopolítico, cuerpos y conductas

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A qué se refiere el comentarista con «conductas que merecen estimularse»? Quisiera detenerme en los puntos de interés que con anterioridad mencioné, en virtud de subrayar ciertas conductas normalizadas. Para hacer esto, me es útil indagar en un episodio histórico determinado durante el cual se

estimuló una manera de proceder sobre un segmento de la sociedad burguesa del siglo XIX. Quisiera intentar traer este episodio al presente, en virtud de analizar este comentario con mayor profundidad. Nuevamente me remito a los análisis realizados por Michel Foucault, esta vez en Los anormales, con la intención de vincular la estimulación de conductas con la conformación de estructuras familiares.

Durante el siglo XVIII y el transcurso del XIX el ejercicio médico insertó la masturbación en el dominio de la amenaza, indicando que la masturbación estaba vinculada con una enfermedad absoluta, dando inicio a lo que Foucault denomina cruzada antimasturbatoria. La cruzada, por medio de exhortaciones tenía como objetivo la dirección de conciencia de los infantes y adolescentes burgueses.

“En los textos de la cruzada se ve con mucha regularidad la descripción fabulosa de una especie de enfermedad polimorfa, absoluta, sin remisión, que presuntamente acumula en sí misma todos los síntomas de todas las enfermedades posibles o, en todo caso, una cantidad considerable de síntomas. Todos los signos de la enfermedad se superponen en el cuerpo descarnado y devastado del joven masturbador”1.

Así mismo, la medicina logró vincular la masturbación como causa de un sin fin de enfermedades.

“Si toman, entonces, ya no los libros dedicados a la masturbación, sino los diferentes libros que se escribieron sobre distintas enfermedades, a cargo de los médicos más oficiales del momento, van a ver que la masturbación ya no está esta vez en el origen de esa especie de enfermedad fabulosa y total, sino como causa posible de todas las enfermedades posibles. Figura constantemente en el campo etiológico de las diferentes enfermedades. Es causa de meningitis… Es causa de enfermedades óseas y de degeneración de los tejidos de los huesos...”2.

1 FOUCAULT, Michel. Los anormales: curso en el Collège de France. 2 Ibíd.

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De este modo, la medicina logró por medio de conminaciones asignarle responsabilidad patológica a la infancia y prescribirle a los padres atención y vigilancia minuciosa para con sus hijos. Los cuerpos, las actitudes, los rasgos del rostro, las sábanas, la ropa interior, todo tenía que ser puesto bajo vigilancia estricta por parte de los padres, quienes, en caso de encontrar al niño enfermo debido a la masturbación, serían relevados por el médico, quien tendría la responsabilidad y el deber de curarlo. Las consignas prácticas que entrañó la cruzada antimasturbatoria fueron un medio de estrechar las relaciones familiares, ayudaron a cerrar como una unidad sólida y afectivamente saturada el triángulo central padres-hijos.3 En otras palabras, la caza de la masturbación sirvió en su momento, de instrumento para constituir una familia restringida y sustancial. Se responsabilizó a los padres por el cuerpo de sus hijos, operando por medio de un discurso sobre la masturbación que dictaminaba que dicha práctica era sumamente peligrosa. “Lo que el Estado pide a éstos —a los padres—, lo que exigen las nuevas formas o relaciones de producción, es que el gasto, hecho por la existencia misma de la familia, de los padres y los hijos que acaban de nacer, no sea inútil a causa de la muerte precoz de éstos. Por consiguiente, toma a cargo del cuerpo y la vida de los hijos por parte de la familia: sin duda es una de las razones por las que se pide entonces a los padres que presten atención continua e intensa al cuerpo de los niños.”4 Con la anterior revisión quisiera intentar argumentar que es muy posible vincular ciertos tipos de saber, con ejercicios de poder, vinculación que en último término tiene como objetivo un cálculo de la capacidad operable y posible de la cual se dispone en un momento dado para regular y reglamentar aún hasta los detalles más nimios de la vida íntima de los individuos.5

Es posible pensar entonces que el discurso médico sirvió durante el siglo XIX, para fintar en algunos sentidos un discurso muy preciso y profundamente útil a la conformación de cierta estructura familiar. ¿Qué discursos podemos encontrar hoy en Colombia que puedan tener un fin similar? Es altamente llamativo en el comentario la relación que se hace entre los mecanismos legales y la procreación. Y es literal la afirmación en tanto a la reglamentación del cuerpo femenino para «obtener un vástago», también a la conformación

3 Véase la reflexión de FOUCAULT, Michel en Los anormales curso en el Collège de France p. 215-244 y p. 245-268 acerca de la cruzada antimasturbatoria durante el siglo XVIII y el XIX en donde el autor encuentra una serie de elementos que circulan ligados a una valoración del cuerpo del niño. En primer lugar, una parte que sujeta el cuerpo del niño o niña a una relación afectiva con sus padres y otra que de manera evidente, lo relaciona y une este cuerpo a instancias económicas. “En primer lugar la instauración de un temor en torno del cuerpo del niño, en torno a la sexualidad en cuanto responsable de los peligros corridos por el niño y su cuerpo. En segundo lugar, culpabilización y responsabilización simultáneas de los padres y los hijos alrededor de ese cuerpo. En tercer lugar la disposición de una proximidad obligatoria, se les decía a los padres que debían eliminar intermediarios en la relación con sus hijos, domésticas, institutrices, ellos debían estar muy cerca de sus hijos, y en tanto, construir un espacio denso y restringido. En último lugar infiltración de la sexualidad a través de todo ese espacio y cerco de este por unos controles o, en todo caso, una racionalidad médica”. 4 FOUCAULT, Michel. Los anormales: curso en el Collège de France. 5 Interesante anotar que las curas para la masturbación podían oscilar desde la ablación del clítoris en las niñas o inyecciones en la uretra de subcarbonato de soda en los niños. Existió un sin fin de métodos correctivos a la luz de encaminar cierta conducta recatada, discreta y circunspecta, que se pensó debía ser característica de la infancia burguesa. Es muy posible que hoy, podamos nombrar esas técnicas correctivas monstruosas crueles o brutales. Quizá hoy la masturbación infantil no nos parezca un asunto tan amenazador como antaño, y sea posible pensar que el discurso médico y científico, estuvo equivocado durante casi un siglo.

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específica de una «familia completa», una familia normalizada. Suscita mi interés pensar que la promoción de conductas heterosexuales se relaciona íntimamente con fines económicos extensivos, es posible pensar que lo anterior tenga así mismo que ver con cierta manera de gobernar, con cierto tipo de gobierno, con cierta noción de utilidad que vendría a estar relacionada con la reglamentación de conductas tenues y singulares a la luz de emprendimientos económicos más amplios, con la inclusión de la estructura familiar a cierto sistema de producción.6 La familia como célula base, inserta el ámbito doméstico en procesos de regulación y en modelos políticos, no hay que olvidar que bajo este lente la familia sería la administradora de los intereses privados, cuya buena marcha es esencial para la fuerza del Estado. La Familia es su mejor punto de apoyo en este sentido. No obstante, en este punto me interesa subrayar que ciertas conductas pueden de hecho, ser estimuladas, como lo fue la conducta antimasturbatoria del siglo XVIII y XIX cuyo despliegue constituyó uno entre varios instrumentos utilizados en aras justamente de aquello que el lector en su comentario reconoce como «ventajas para la sociedad».

6  Es posible pensar que la noción «familia incompleta», surja de un razonamiento computable, en un marco específico de gobierno, que calcula el valor de utilidad de todas las acciones de los gobernados. Foucault establece en su análisis sobre biopolítica una manera de gobernar que denomina “gobierno frugal”. Este modo de actuar podría, en cierto sentido señalarse como el pionero de nuestros actuales gobiernos neoliberales. El “gobierno frugal”, según lo que he revisado en Nacimiento de la biopolítica, se comenzaría a desarrollar por un cierto refinamiento interno de la razón de estado, que comienza a implantar un principio para el desarrollo del Estado y su mantenimiento exhaustivo, así, aunque esta manera de obrar tienda a gobernar lo mínimo posible, su funcionamiento sigue apoyándose en una estructura elemental que requiere de quien gobierna, la reglamentación intensiva en la vida de sus gobernados, esto es, su actividad económica y su producción, manejando un poder público, una tecnología política que regule de hecho el espacio cotidiano de los individuos. Para consultar en mayor profundidad estos temas véase: FOUCAULT, Michel. Nacimiento de la biopolítica: curso en el Collège de France. P. 15-41

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las familias / mayo de 2010

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s mi propósito, de manera constante remitir esta búsqueda a mí propia experiencia vital, la de ser una madre soltera, aún estudiante que vive con su mamá. Pensar en qué modos y por cuáles voces mi familia puede ser definida como una familia incompleta. Así mismo, ¿cómo me inserto en

una pequeña anomalía respecto a esa familia conyugal, por qué mi familia representa un modelo periférico cuando existe de hecho, un porcentaje altísimo de la población, cuya circunstancia es similar a la mía? La familia tradicional, monógama, heterosexual, conyugal, en últimas, la familia útil, articula mediante procesos de jerarquización, «familias incompletas», siendo éstas últimas posibles efectos de procesos extensivos en

los cuales La Familia completa es un mero instrumento para fines económicos y políticos más amplios, que estructuran un conjunto de reglas que permiten, con respecto a un discurso dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos. El desconocimiento que implica esta noción es abrumador, y la exclusión que se deriva de ella es muy peligrosa.

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Otra anécdota

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n enero de este año mi hijo entró a preescolar en el colegio donde se supone transcurrirán los próximos 13 años de su vida. Nos encontramos en ese momento, los dos, inmersos en un proceso de escolarización que evidenciaba de manera muy concreta la noción de Familia. A su vez me

planteaba un nuevo espacio, de nuevo muy fértil para continuar mi búsqueda en tanto las nociones que circundan el término Familia. Un día de febrero, ya superadas las entrevistas de admisión y con mi hijo dentro del colegio me encontré con Doris, una de las personas quien condujo parte de las entrevistas requeridas por el proceso de admisión. Doris me saludó de manera muy cariñosa y entabló una conversación que más o menos siguió las siguientes líneas:

— Hola, ¿cómo le ha ido a Tomás en el colegio?

— Bien, muy bien, gracias, lo ha disfrutado mucho, estamos muy contentos los dos.

— Que bueno! Y cuéntame, ¿cuándo regresa el papá?

— Pues, Doris, las cosas se han complicado un poco y, él quiere quedarse un tiempo más (en Noruega), quiere hacer un doctorado ahora.

— ¿Cómo así? No, Mónica, tú debes pedirle con amor que vuelva, hacerle entender que se está perdiendo a su hijo.

— Si, Doris. Las cosas se complican. De todas maneras, estoy tranquila con el tema, de hecho, mi Tesis trata sobre la familia y, me interesan sobre todo las familias que no están conformadas por papá, mamá e hijo.

— Ya, entiendo, estás haciendo tu tesis sobre familias disfuncionales.

— No, no no. (hago una pausa porque estoy confundida y un poco nerviosa) Doris, a mí me parece un poco duro el término.

— Si, pero así le llamamos nosotros.

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Así le llamamos nosotros...

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n el contexto de la conversación, cuando le comento a Doris de qué trata mi tesis, se interpone la palabra disfuncional. En la medida que este término se pone en escena, irremediablemente invoca y reclama el deber ser; esto es, lo funcional. De este modo, la familia se sitúa en el extremo de

dos pares excluyentes y diametralmente distantes. Dicho de otro modo, Doris ve con claridad que la constitución familiar formula una antinomia. Siguiendo esta idea, deduzco que su comentario clasifica por un lado y descalifica por otro. Enuncia así, un par correcto y otro incorrecto, erróneo. Con esto, imputa tajantemente una definición que somete a la familia a una sola forma. Así, se le exige y se la determina de un modo específico, universal y esencial, que a su vez retiene el derecho a discutir, deliberar y considerar opciones antes de emitir tal clasificación. Quisiera no perder de vista dicha oposición entre términos. A continuación, de manera un tanto maliciosa, quisiera recoger y definir la palabra función y sus variantes en ciertos ámbitos y ejes disciplinarios en el marco del siglo XX, poniéndola a jugar en el interior de una delicada trama de relaciones interpersonales.

Ahora bien, lo funcional incorpora y se relaciona a lo utilitario. Es decir, aquello que se centraliza en ofrecer utilidad en su empleo. En diseño industrial, por ejemplo, cualquier objeto diseñado es funcional únicamente en la medida que esté logre satisfacer las necesidades de su usuario. Cuando un objeto ha cumplido su función a cabalidad implica y significa que esté es útil y eficiente. De igual manera el término funcional se refiere y remite a la materialización de un interés específico. El funcionalismo en arquitectura, es ilustrativo en este caso pues plantea que todas las características de una construcción (masa, tamaño, distribución de espacios, acabados) deben realizarse y concretarse exclusivamente en relación a su utilización y función; de ahí la frase célebre de Louis Sullivan «la forma sigue siempre a la función». En química, también el término función esta vinculado a un objetivo y a una acción deseada, de esta manera, la funcionalización “es utilizada para modificaciones de materiales industriales, con el fin de lograr propiedades de superficies deseadas, como recubrimientos impermeables al agua para parabrisas de automóviles.”1 Se toma un elemento, se mo-

1   http://es.wikipedia.org/wiki/Grupo_funcional. Consultado el 20 de noviembre de 2010.

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difica y se lo transforma con la aspiración de que sea adecuado y apto a un fin predeterminado. Por último, en medicina, se habla de funcionalidad como sinónimo de salud, esto es, cuando la totalidad de los órganos marchan bien. De lo contrario, en la eventualidad de una disfunción se dificulta, paraliza y compromete el adecuado funcionamiento del cuerpo.

Ahora bien, ¿cómo es el escenario que se dibuja a partir de la asociación y vinculación de las relaciones interpersonales a una dependencia y referencia directa al término funcional? ¿Dentro del marco de relaciones interpersonales, cuál es el paisaje que se pinta al sujetar su entramado a un paradigma de funcionamiento? Sin lugar a dudas la palabra funcional tiene que ver con maquinaria, con productividad, con capitalismo, y en último término con el funcionamiento ventajoso y exhaustivo de algo. El término funcional parece ilustrar un tropo que imagina la familia como un objeto maquínico de fronteras sólidas y firmes, concluyentes y excluyentes a su vez. Dicho de otro modo, en el interior de este imaginario, se somete a La Familia a un embudo por el cual se transvasa una abundancia y variedad de singularidades para recoger en el otro extremo algo prefigurado y homogéneo. Una reunión entre el término funcional y la familia estaría incondicionalmente vinculado a la producción de convenciones preestablecidas dentro de una ideología moral determinada, sea cual sea; distribuyendo y reproduciendo modos convenientes y útiles de relaciones sociales. Así, se reproduce a la familia como un objeto instrumentalizado y utilitario que sirve de plataforma a un régimen en donde todo ha sido estructurado y construido anticipadamente con cuidado y determinación a guisa de satisfacer un orden específico. Es posible que, inscribir un orden de funcionamiento a las relaciones interpersonales, tenga como objetivo provocar una narrativa elemental, la cual funciona de manera tautológica. Es decir, dicha narrativa se valida así misma como principio rector universal y esencial, situándose y articulando un discurso que le permite de manera incisiva detentar «La Verdad».

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La recién casada. La nueva esposa es una mujer perezosa, de huesos grandes, voluptuosa y felina, con una boca ancha y sonriente. Tiene los ojos negros y sagaces como dos moras, como dos moras negras y sagaces. Es una mujer grandullona, aunque tiene las muñecas finas y los dedos largos y gordezuelos. Come con auténtico deleite. Come y duerme y holgazanea. Saca esa lengua larga y roja que tiene y se relame la dulce grasa de cordero que se le queda en los labios. «Ah, cómo me gusta», dice, y sonríe y pone después los ojos en blanco. Le miro la boca, hipnotizada. Entonces vuelve hacía mí la boca ancha y sonriente y los ojos negros y sagaces. No me resulta nada fácil sostenerle esa sonrisa que tiene. No por estar unidos somos una familia feliz. J.M Coetzee. En medio de ninguna parte

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De La Familia o, familias contingentes

C

reo que todo trabajo de grado tiene puntos álgidos, lapsos durante los cuales, la investigación, arroja luces sobre aquello que se intenta discernir y esclarecer. Los capítulos que conforman esta bitácora intentan dar cuenta de aquello que durante esta búsqueda, iluminaba y desenmarañaba

algún aspecto del tema que me había propuesto elaborar. El trayecto me fue marcando varias pautas que contribuyeron a transformar y enriquecer la visualización del trabajo. En este punto del texto, quisiera redondear las ideas que he venido trabajando, y para ello considero sería sensato contar de qué manera se desarrolló el proceso de visualización y materialización del proyecto, desde finales del semestre pasado al presente.

En enero de este año comencé a buscar textos que me hablaran y guardaran relación con La Familia. Textos como Historia de la sexualidad y Los anormales ambos de Michel Foucault, me ayudaron a visualizar que desde distintas zonas se sujetaba a La Familia. Bien fuera en términos legalistas, morales o económicos, se reglamentaba, normalizaba y naturalizaba La Familia, asignándole así, un modo específico de ser y de funcionar. Así mismo, me ayudaban a entender que el siglo XIX había sido un periodo de vital importancia para el desarrollo de una definición de Familia. Esta definición, había aportado también un sustrato útil a la concreción de un imaginario preciso de Familia, cuyo discurso podía identificarse aún hoy, en algunos sentidos, en ámbitos en donde se articulaba y pintaba una imagen única e incontestable de Familia, como lo fue el caso de los comentarios al artículo La Familia Quaker, de Florence Thomas. De igual manera el siglo XIX, y la primera mitad del siglo XX coincidía con el advenimiento y la profusión del retrato fotográfico1, que gracias a sus avances técnicos dejaba de ser un objeto exclusivo de las élites para convertirse en un objeto corriente en los hogares de los más variados grupos sociales2.

Posteriormente, comencé a mirar retratos fotográficos de la época. A continuación quisiera describir una imagen de 1885 con la intención de narrar y describir, tanto la estructura de esta como aquello que leo e

1 En Historia de la Fotografía en Colombia de Eduardo Serrano, se relata como con la invención de la «tarjeta de visita» “—una modalidad del retrato de tamaño pequeño 10 x 6 cm.)— se colaboró a que la fotografía dejara de ser para una reducida élite en Colombia, “produciendo una especie de bonanza que repercutió a su vez en la multiplicación de estudios”. 2 REVISTA CREDENCIAL: Historia, Edición 84 (diciembre, 1996. “Retratos de Familia”.

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Grupo familiar, Fotografía de autor no identificado, 1885. Taller La Huella, «Crónica de la fotografía en Colombia»

interpreto en este retrato de familia. Así mismo, me sirve de apoyo para explicar con mayor claridad la materialización de mi proyecto el cual establece vínculos, se une y relaciona con el retrato fotográfico de familia.

A partir de la disposición que ocupan los personajes en el retrato, es posible advertir algunos aspectos que ponen en escena una proyección particular de Familia. En primer lugar, el encuadre centraliza al padre como protagonista principal del retrato. De pie en el centro, sostiene un bastón. No se escapa que esté es un símbolo de jerarquía y prestigio que sirve al personaje para asumirse en una actitud de autoridad, la cual a su vez, señala la escenificación de un hombre al mando. Su mirada se dirige a la cámara y su expresión es de suficiencia ante aquello que lo rodea, se muestra indudablemente como un hombre satisfecho y complacido. En segundo lugar, a su derecha, esta su esposa, también de pie, rodeando con los brazos a su hija menor en un gesto maternal que busca proteger a la niña de perder el equilibrio y caer al suelo. Ella, al igual que su hijo mayor no miran la cámara. En tercer lugar, esta el primogénito quien adopta senda pose, apoyando las manos en la cintura y estribando el pie izquierdo en una piedra. Su lugar dentro del retrato es importante, sería posible interpretar, a partir de su lenguaje corporal y el fuste que lleva atado a su muñeca izquierda que él es el segundo al mando, en calidad de primogénito. Los dos hijos varones restantes, dirigen su mirada hacía adelante y se encuentran sentados, sin embargo los dos montan algo, el niño de la esquina superior

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izquierda, esta encima de un caballo, y el que esta situado frente a su padre, posa sobre lo que parece ser un triciclo de la época, podría pensarse que, a modo de constatación, los dos exponen sus logros de dominar algo, con la promesa de que paulatinamente se irán integrando a la sociedad. Así, lo esencial de la gestualidad que interpretan es tanto el lugar específico que ocupan los personajes dentro de la imagen de Familia, como la actitud que adoptan al representarla, en tanto, podría pensarse que dan cuenta de un orden del funcionamiento y asociación entre ellos. “Podía decirlo de otro modo: lo que fundamenta la naturaleza de la Fotografía es la pose… al mirar una foto incluyo fatalmente en mi mirada el pensamiento de aquel instante, por breve que fuese, en que una cosa real se encontró ante el ojo. Imputo la inmovilidad de la foto presente a la toma pasada, y esta detención es lo que constituye la pose”3 Por otro lado, la retórica de la imagen, exhibe poder social y económico. Ahora bien, lo que quisiera subrayar de este retrato en particular, es que la totalidad de la imagen refuerza la integridad del grupo, ellos conforman un núcleo, el cual los contiene, y dentro del cual sus roles están claramente delimitados y dispuestos. Ellos parecen estar clausurados, acomodados y contenidos.

Es interesante que en estos retratos es posible reparar en un juego de ocultamientos. Me resulta atractivo, aquello que se muestra tanto como aquello que no se muestra. No quisiera generalizar, no obstante aún hoy, es llamativa la insistencia y la reiteración que se tiene, —al retratarse en familia— de fotografiarse todos juntos, comprimidos y concentrados. Se asume y se asocia de alguna manera, que al estrechar La Familia se muestra unión, avenencia y felicidad. Se ocultan así, el conflicto y las disonancias. Para las fotografías que propongo como materialización de mi proyecto de grado planteo el retrato de familia desde una narrativa distinta. Presento una serie de autoretratos, en los que de manera discontinua y fragmentaria, me acompañan personas que yo considero parte de mi familia. Asumo que las vivencias en las familias suponen una especie de laboratorio en donde los vínculos de afecto no sólo son múltiples sino que constituyen un espectro ampliado. Siguiendo esta idea, en los retratos de familia que propongo no tiene caso, reducir y encuadrar mi familia en una sola toma fotográfica. Contener a mi familia, presentarnos a todos juntos, como un sólo grupo condensado, sería mostrar una armonía mentirosa. Con cada uno de ellos, por separado, hay familia. De manera distinta habito con cada cual alguna instancia que para mí es constitutiva de familia; lazos de afecto, vínculos sanguíneos, cotidianidad, convivencia, nexos de intimidad, apoyo, solidaridad… Busco aceptar la familia como un blanco esquivo, huidizo, y por consiguiente arduo de definir desde un único ángulo. En cada fotografía singular hay ausencias, es tan importante quienes están, como quienes no están. Planteo un ejercicio extendido en el que me niego a comprimir y relacionar indisociablemente la familia a vínculos sanguíneos, a la convivencia, al matrimonio, al divorcio, a la procreación y a la herencia como imperativos de Familia

3 BARTHES. Roland. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Argentina: Ed. Paidós, 2006.

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Por el contrario, intento avenirme a la idea de familia entendida como un contenedor vacío, cuyo contenido esta continuamente en pugna y, cuyo sentido central es la polémica y la discusión. A partir de una operación dilatada busco hacer visible un desocultamiento del conflicto y las disonancias que constituyen los tejidos de asociaciones maleables y vulnerables de afectos entre individuos que se construyen dentro de las relaciones familiares. La familia no esta clausurada, ésta se enarbola sobre elementos inciertos, le es imposible amoldarse y acomodarse a un esquema de relaciones preestablecidas. La noción incierta que propongo de familia es variante y mutante en términos culturales, políticos y sociales, no es de un único tono, e indudablemente esta sujeta a cambios y transformaciones continuas, dibuja un paisaje divergente que produce tensiones y bifurcaciones.

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