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DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO-AMERICANA 1956 – Enero Discurso del Padre Santo a los participantes en el I Congreso Latino de Oftalmología
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Estudio volumétrico de los núcleos de la retina en el embrión y feto humano durante la ontogenia José M. Genis Gálvez 59 Lentes de contacto corneales Ricardo Arruga 88 Sobre resistencia y facilidad a la salida del acuoso Manuel Sánchez Salorio 99
DISCURSO DEL PADRE SANTO A LOS PARTICIPANTES EN EL I CONGRESO LATINO DE OFTALMOLOGIA {13 de ju n io de IQ53)
R espondiendo al vivo deseo que se nos lia expresado, nos sentim os dichosos, señores, de acog er a los m iem bros del I C ongreso L atino de O ftalm ología, que se celebra en R om a. El nacim iento de nuevos organism os internacionales de in vestigación científica nos llena de gozo siem pre, po r lo que N os deseam os saludar y alentar la colaboración pacífica y bien hechora de todos aquellos que se consagran a la Ciencia y al servicio de los hom bres. V em os hoy delante de N os un g ru p o im portante de emi nentes especialistas llegados no sólo de países latinos de E u ro pa, sino tam bién de m uchos otros de las vastas regiones de A m érica que tienen a bien llam arse latinas. E sta com unidad de cultura os trae con preferencia a Roma', h o g a r siem pre vi vo de una civilización dos veces milenaria. H acem os los votos m ás sinceros po r el feliz resultado de vuestros trabajos, por los que N os sentim os el m ás grande interés. E n tre los cam pos de la ciencia médica, la¡ O ftalm o lo gía es uno de los más dedicados y de los más com plejos, precisam en te p o r su objeto, el ojo hum ano. E n todos los tiem pos, el m a ravilloso funcionam iento de este órgan o ha despertado adm i ración : pero la ciencia médica empírica: de los antig uos p er maneció generalm ente im potente ante las enferm edades del ojo. Precisam ente po r esto, se dirigía con m ás confianza a los dioses que a los hom bres para obtener la curación. E n el an tiguo tem plo de Esculapio, en E pidauro, las inscripciones re ferentes a los ojos eran innumerables. E n los libros santos del
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A n tiguo T estam en to y del N uevo, la curación de los ojos en ferm os se presenta siem pre com o un caso extraordinario. E n el libro de T obías, la curación del anciano padre tiene un lu g a r im portante y constituye el objeto de una narración bien pintoresca. Igualm ente pueden leerse en ios E vangelios m u chos detalles concretos sobre la actitud de N uestro S eñor ha cia los enferm os privados de la luz. L os portentos de N uestro S eñor no tenían que ver nada con la medicina, y si bien son traídos a prim era línea, se debía sin duda al deseo de testim o niar su afecto a los enferm os y subrayar así su m isión de médico d e las alm as. Se puede, en efecto, destacar en El el hábito cons tante de hacer p asar de las realidades m ateriales a las realida des espirituales, de la luz de los cuerpos a la luz del alma. L o que no quiere decir que El se desinteresara en las enferm eda des del c u e r p o ; antes al contrario, los evangelistas han desta cado q u e estaba lleno de com pasión por dos sufrim ientos y que sus intervenciones m ilagrosas tenían com o punto de partida una m iseria que rem ediar. Son, al parecer, los defectos de acom odación, de refracción, de convergencia, ¡los que m otivan visitas m ás frecuentes al ocu lista. Gracias a Dios, los prog reso s de los m étodos de observa ción y el perfeccionam iento de los instrum entos ópticos perm i ten un exam en cada día m ás com pleto y más exacto de la vista y prop o rcio n an rem edios cada vez m ás adecuados. P ero ello no b a s t a ; se precisa la especialidad del oftalm ólogo. A un si e‘l apa ra to dióptrico del ojo funciona norm alm ente, el estado de las m em b ran as externas puede causarle un mal profundo. E ncajan aquí todas las afecciones de la conjuntiva y de la córnea. Si los tejidos interiores están atacados, nos encontram os ante las di versas form as de ceguera, generalm ente graves y difíciles de tratar. L a hipertensión ocular constituye el glaucom a agudo o crónico, que necesita a m enudo la intervención quirúrgica. Las d esg arrad u ras y los desprendim ientos de la retina exigen ca si siem pre operaciones donde la destreza y el ingenio de los ci ru jan o s m odernos se m anifiesta con buen resultado. D e la ci ru g ía ig ualm ente destaca la extracción, a m enudo necesaria, de un cristalino hecho opaco. E l m ism o sistema lacrimal, que
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pudiera parecer accesorio, es, en cambio, absolutam ente nece sario, y su mal requiere a veces intervenciones delicadas. A nte los diversos males que am enazan al ojo hum ano no puede m enos de adm irarse el funcionam iento extraordinario de este órg an o tan completo, de este instrum ento de análisis in com parable con el que el A u to r -de la luz h a dotado a sus criaturas. C uanto m ás se desarrolla la ciencia, m ás num erosos son los problem as que se presentan al especialista, y basta recorrer cualquier reciente obra de oftalm ología para com p ro bar la m u l titud de cuestiones discutidas, de hipótesis y de soluciones p ro visionales. De ahí que no se pueda m enos de felicitar a C on gresos com o eí vuestro, señores, que hacen posible el inter cambio de los resultados de investigaciones m etódicas todavía inéditas, y favorecen, po r el encuentro de especialistas renom brados, el p ro g reso de esta Ciencia, del que la H u m anid ad en tera podrá beneficiarse. L a especialidad que os ocupa requiere no sólo un conoci m iento m uy profundo del órg an o y de las condiciones de la vis ta, sino que es ella tan vasta y sus conexiones con la medicina general tan num erosas y tan estrechas, que es preciso ser siem pre médico dos veces para llegar a ser un excelente oftalm ólogo. E n efecto: en el. ojo, la red vascular es tan rica, los tejidos tan varios, que las afecciones de los principales órgan os reper cuten allí fácilmente y suscitan accidentes frecuentem ente g r a ves. L as enferm edades funcionales del hígado y del riñón, las invasiones m icrobianas hereditarias o adquiridas, las infecciones bacilares crean dificultades en la vista que es necesario saber atribuir a su verdadera causa. Las anom alías de la circulación sanguínea, las lesiones del sistem a nervioso general o local, son otras tantas causas posibles de un desorden oftálmico. P arece que, en realidad, no se puedan fijar límites a las relaciones que existen entre el ojo y el conjunto del organism o, T al es el vasto dom inio de vuestras investigaciones, el cam po de vuestras acti vidades clínicas, medicinales y quirúrgicas. T od o se refleja en el ojo, no solam ente el m undo visible, sino tam bién las pasiones del alma. U n observador, po r m uy super
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ficial que sea, descubre en aquél la expresión de los sentim ien tos m ás v a ria d o s: cólera, miedo, angustia, aflicción, alegría, confianza, serenidad. El ju ego de los diversos m úsculos de la vista se encuentra, en cierto m odo, concentrado y resum ido en el ojo com o en un espejo. P ero la m irada del especialista va m ás lejos. A veces le bas ta la sola inspección exterior para descubrir los males de que hablábam os antes: padecim ientos de hígado, de corazón, de riñón, del aparato digestivo. El especialista dispone tam bién de instrum entos que le perm iten observar con una precisión ex tra ordinaria la p arte interna del ojo. Después del descubrim iento de H elm holtz, genial en 'su simplicidad, lám paras especiales han ve nido a esclarecer las regiones m ás difícilmente accesibles al e x a m en ; y 1 1 0 pasa año sin que la técnica se aproveche de él, ya para la observación, ya para la medicación, ya para la -cirugía, con nuevas aplicaciones. El especialista llega tam bién a ciertas operaciones m ás espectaculares, que ponen de relieve las cróni cas periodísticas, la queratoplastia con injerto de la córnea trans parente sobre ojos ciegos o casi ciegos. El len gu aje popular de todos los países ha creado un gran nú m ero de m etáforas traídas del sentido de la vista, Q uizá un oculista com prenda m ejo r la profundidad de aquéllas, y Nos quisiéram os, para term inar, proponeros este pensam iento sa cado del E v an g elio : «Si tu ojo es sano, todo tu cuerpo tendrá lu z; pero si tu ojo está enferm o, todo tu cuerpo estará en ti nieblas» (M ath. 6, 22-23). Así com o no se puede recibir bien la luz terrena cuando todas las condiciones puestas p o r el C reador no se dan, con m ayo r razón la luz de lo alto, que ilumina a to do hom bre que viene a este m undo (cfr. Jo. 1, 9), supone para ser percibida, 1 1 0 ya el ojo sano, sino un corazón puro, una in tención recta. Tal es el ojo del que habla N u estro S eñor en el pensam iento que acabam os de citar. E sta m ism a fórm ula, en otro s térm inos, constituye la sexta de las ocho bienaventuran zas e v an g élicas: ((Bienaventurados los limpios de corazón, po r que ellos verán a Dios» (M ath. 5, 8.). Ellos verán a Dios en esta tierra sobre el espejo de su conciencia, si la vista de su alma no está enturbiada' por ningún egoí'smo, por ninguna pasión des
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ordenada. ¿ Q ué hom bre podrá vanagloriarse de no op on er opa cidad alguna, resistencia alguna, a la luz de lo alto ? T od os nos o tro s tenem os necesidad de repetir a N u estro Señor, com o el ciego que se enco ntrab a al borde del cam ino : « ¡Señor, haz que vea!» (Luc. 18, 41.). ¡H az que yo vea cada día con m ay o r cla ridad vuestra om nipotencia, vuestra sabiduría, vuestra santísi m a voluntad! Tal es el deseo que Nos form ulam os para todos vosotros, señores. Y para im plorar del M aestro la abundante realización de esas luces, os dam os a todos vosotros y a vuestros seres queridos nuestra bendición apostólica.. * * * E l P a p a co n tin u ó diciendo en e s p a ñ o l :
A estas expresiones, ¡oh señ o res!, pronunciadas en la len g u a que N os com únm ente em pleam os en las audiencias de ca rácter internacional, querríam os añadir unas breves palabras en sonoro y robusto castellano. N os mueve a ello, en prim er lugar, la parte principal, en cuanto al núm ero, que en el m undo llamado latino representáis vosotros los oftalm ólogos de lengua españ ola; pero nos mueve tam bién la calidad de vuestra representación, pues no hay quien no sepa que la O ftalm ología cuenta entre vo sotros con nom bres de prim era línea, a quienes rinde justicia la estimación universal. Si pudiéram os hablar así, os diríam os que vosotros sabéis perfectam ente