DÉBIL VERSUS FUERTE. UN ARGUMENTO DE EIKOS EN SÓFOCLES Y SUS IMPLICACIONES EN LA CUESTIÓN DEL ASESINO O ASESINOS DE LAYO

DÉBIL VERSUS FUERTE. UN ARGUMENTO DE EIKOS EN SÓFOCLES Y SUS IMPLICACIONES EN LA CUESTIÓN DEL ASESINO O ASESINOS DE LAYO∗ Mª CARMEN ENCINAS REGUERO Universidad del País Vasco El tópico del enfrentamiento entre un hombre débil y uno fuerte parece estar en la base de las formas de argumentación retórica desde su nacimiento, pues es el ejemplo elegido tanto por Platón como por Aristóteles para explicar el funcionamiento de este nuevo arte. El tópico, además, se halla presente, no ya en el nivel teórico sino empleado en la práctica, en las obras de otros autores. En este trabajo vamos a rastrear su presencia a través concretamente de la obra de Sófocles. El estudio del tópico en este dramaturgo nos permitirá, además, en un segundo y tercer apartados dentro de este artículo abordar otras cuestiones interesantes en el trágico, como la referente al número de asesinos de Layo en Edipo Rey. I Tradicionalmente se acepta que el arte retórica nace en Siracusa ca. 465 a.C. de la mano de Córax y Tisias1, vinculada a numerosos procesos judiciales resultado de la caída de la tiranía y de la voluntad de volver a la situación anterior a ésta2. La esencia ∗ Este estudio se ha desarrollado en el marco de un proyecto de investigación (1/UPV00106.130H-14000/2001) financiado por la Universidad del País Vasco. Por otra parte, quiero agradecer a la Dra. Milagros Quijada su ayuda en la elaboración de este trabajo con la lectura atenta del mismo y sus consejos al respecto. 1 Sobre Empédocles como posible precursor del arte retórica, cf. Hinks, 1940, pp. 61-2. 2 En realidad, hay dos teorías sobre el origen de la retórica de Córax y de su discípulo Tisias. Una de ellas propone que, después de la muerte de Hierón, se establece en Siracusa una república y, gracias a su dominio de la retórica, Coráx gobierna la asamblea y dirige el estado democrático. Esto implica que la retórica comienza con el género político. La segunda teoría, más aceptada, defiende que la retórica surge vinculada al género judicial. En el año 485 a.C. Gelón se había convertido en tirano de Siracusa. Después fue Hierón, su hermano y sucesor, y Trasíbulo, hijo de este último, quienes continuaron con su política. Sin embargo, en 465 a.C. se abole la tiranía y se crea un clima de anarquía y de caos, hasta que se decide restablecer la situación anterior a los tiranos. Esto inaugura una larga serie de acciones judiciales, que favorecen el surgimiento de la retórica en la isla; cf. Hinks, 1940, pp. 62-3. Véase también Navarre, 1900, pp. 3-9. KOINÒS LÓGOS. Homenaje al profesor José García López E. Calderón, A. Morales, M. Valverde (eds.), Murcia, 2006, pp. 213-224 214 Mª CARMEN ENCINAS REGUERO de este nuevo arte es el desarrollo de to eikos, esto es, el argumento de verosimilitud o probabilidad3. Así al menos nos lo relatan Platón y Aristóteles, dos de nuestras principales y, sobre todo, más tempranas fuentes al respecto. En el Fedro de Platón Sócrates atribuye el nacimiento del arte retórica únicamente a Tisias4 y, como era de esperar, enfatiza el hecho de que to eikos, que él define como “la opinión de la muchedumbre” (273a-b), implica la preferencia de lo plausible o convincente frente a la verdad, una característica que constituía el fundamento de la sofística y que Platón atacaba fuertemente. El ejemplo que Platón utiliza para explicar el modo en el que funciona este nuevo arte del discurso hace referencia al enfrentamiento entre un hombre débil y valiente y otro fuerte y cobarde. Así, Platón asegura que Tisias escribió que “si era llevado a juicio un hombre débil y valeroso (a)sqenh\j kai\ a)ndriko/j) por haber golpeado a uno fuerte y cobarde (i)sxuro\n kai\ deilo\n), y robado su manto u otra cosa, no debían decir ninguno de los dos la verdad, sino afirmar e

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DÉBIL VERSUS FUERTE. UN ARGUMENTO DE EIKOS EN SÓFOCLES Y SUS IMPLICACIONES EN LA CUESTIÓN DEL ASESINO O ASESINOS DE LAYO∗ Mª CARMEN ENCINAS REGUERO Universidad del País Vasco

El tópico del enfrentamiento entre un hombre débil y uno fuerte parece estar en la base de las formas de argumentación retórica desde su nacimiento, pues es el ejemplo elegido tanto por Platón como por Aristóteles para explicar el funcionamiento de este nuevo arte. El tópico, además, se halla presente, no ya en el nivel teórico sino empleado en la práctica, en las obras de otros autores. En este trabajo vamos a rastrear su presencia a través concretamente de la obra de Sófocles. El estudio del tópico en este dramaturgo nos permitirá, además, en un segundo y tercer apartados dentro de este artículo abordar otras cuestiones interesantes en el trágico, como la referente al número de asesinos de Layo en Edipo Rey. I Tradicionalmente se acepta que el arte retórica nace en Siracusa ca. 465 a.C. de la mano de Córax y Tisias1, vinculada a numerosos procesos judiciales resultado de la caída de la tiranía y de la voluntad de volver a la situación anterior a ésta2. La esencia ∗

Este estudio se ha desarrollado en el marco de un proyecto de investigación (1/UPV00106.130H-14000/2001) financiado por la Universidad del País Vasco. Por otra parte, quiero agradecer a la Dra. Milagros Quijada su ayuda en la elaboración de este trabajo con la lectura atenta del mismo y sus consejos al respecto. 1 Sobre Empédocles como posible precursor del arte retórica, cf. Hinks, 1940, pp. 61-2. 2 En realidad, hay dos teorías sobre el origen de la retórica de Córax y de su discípulo Tisias. Una de ellas propone que, después de la muerte de Hierón, se establece en Siracusa una república y, gracias a su dominio de la retórica, Coráx gobierna la asamblea y dirige el estado democrático. Esto implica que la retórica comienza con el género político. La segunda teoría, más aceptada, defiende que la retórica surge vinculada al género judicial. En el año 485 a.C. Gelón se había convertido en tirano de Siracusa. Después fue Hierón, su hermano y sucesor, y Trasíbulo, hijo de este último, quienes continuaron con su política. Sin embargo, en 465 a.C. se abole la tiranía y se crea un clima de anarquía y de caos, hasta que se decide restablecer la situación anterior a los tiranos. Esto inaugura una larga serie de acciones judiciales, que favorecen el surgimiento de la retórica en la isla; cf. Hinks, 1940, pp. 62-3. Véase también Navarre, 1900, pp. 3-9. KOINÒS LÓGOS. Homenaje al profesor José García López E. Calderón, A. Morales, M. Valverde (eds.), Murcia, 2006, pp. 213-224

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de este nuevo arte es el desarrollo de to eikos, esto es, el argumento de verosimilitud o probabilidad3. Así al menos nos lo relatan Platón y Aristóteles, dos de nuestras principales y, sobre todo, más tempranas fuentes al respecto. En el Fedro de Platón Sócrates atribuye el nacimiento del arte retórica únicamente a Tisias4 y, como era de esperar, enfatiza el hecho de que to eikos, que él define como “la opinión de la muchedumbre” (273a-b), implica la preferencia de lo plausible o convincente frente a la verdad, una característica que constituía el fundamento de la sofística y que Platón atacaba fuertemente. El ejemplo que Platón utiliza para explicar el modo en el que funciona este nuevo arte del discurso hace referencia al enfrentamiento entre un hombre débil y valiente y otro fuerte y cobarde. Así, Platón asegura que Tisias escribió que “si era llevado a juicio un hombre débil y valeroso (a)sqenh\j kai\ a)ndriko/j) por haber golpeado a uno fuerte y cobarde (i)sxuro\n kai\ deilo\n), y robado su manto u otra cosa, no debían decir ninguno de los dos la verdad, sino afirmar el cobarde que no había sido golpeado sólo por el valiente, y el otro argüir que estaban los dos solos, y recurrir al célebre: «¿Cómo hubiera podido atacar yo, un hombre tan débil, a uno tan fuerte?». Éste a su vez no reconocerá su propia cobardía, sino que, tratando de inventar otra mentira, pondrá tal vez en manos de su adversario un modo de refutarle” (273b-c). Es decir, en el caso de que un hombre débil agreda a uno fuerte, el débil debe negarlo y apelar a lo eikos arguyendo que eso no es probable en función de la diferencia de fuerza entre ambos; el fuerte, por su parte, tiene que mentir y decir que no fue atacado sólo por uno sino por varios hombres, de manera que el hecho, aunque falso, resulte más verosímil. Lo eikos emana en este argumento de un elemento esencialmente físico, la fortaleza; sin embargo, Platón incide también en el componente moral al subrayar la valentía o cobardía del individuo en cuestión5. Aristóteles, por su parte, atribuye el surgimiento de to eikos a Córax6 pero él distingue entre lo absolutamente probable (ei)ko/j a)plw=j) y lo probable relativo (ei)ko/j ti), ya que admite que lo no probable también es probable en relación a algo (Rh. II, 24, 1402a 12-16). Y cuando toca explicar el funcionamiento de este argumento de probabilidad que 3

Sobre este argumento y su utilización, sobre todo, en la oratoria temprana, cf. Kuebler, 1944, Hinks, 1940, pp. 63-4. 4 Tisias es el único personaje al que Platón atribuye el nacimiento de la retórica, sin embargo, hay un momento en su Fedro en el que Sócrates hace constar la incertidumbre acerca de este hecho (“es el descubrimiento de un arte oculto lo que parece haber hecho sagazmente Tisias, o quien sea su verdadero descubridor, y el nombre que le guste recibir”, 273c). La traducción que seguimos es la de L. Gil Fernández, Platón. Fedro, Madrid 1970 (19571). 5 Esta antítesis de verdad y probabilidad que Platón explota no es invención suya, sino que era conocida ya en Sicilia antes del final del s. V y es empleada, por ejemplo, por Gorgias en la Defensa de Palamedes (24); cf. Goebel, 1989, pp. 47-9. Sobre el argumento de eikos en el Fedro de Platón, cf. Hinks, 1940, pp. 64-5. 6 Parece ser que circuló en algún momento un manual de retórica que pudo ser obra bien de Córax bien de Tisias. No hay nada seguro al respecto, pero lo más probable es que dicha obra estuviese formada esencialmente por los apuntes de Tisias, discípulo de Córax, junto con algún añadido propio y personal. De ahí, la divergencia en cuanto a la autoría; cf., por ejemplo, Navarre, 1900, p. 14, Kennedy, 1959, pp. 175-8. Sobre la figura de Córax y su relación con Tisias, cf. Cole, 1991, pp. 65-84.

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atribuye en origen a Córax, Aristóteles recurre al mismo ejemplo que encontramos en Platón, esto es, el enfrentamiento entre un hombre fuerte y otro débil. Pero Aristóteles no subraya el elemento de falsedad, sino las posibilidades argumentales. Así, le atribuye a Córax la enseñanza siguiente: “si uno no está incurso en una causa, por ejemplo, si uno es débil (a)sqenh\j), puede escapar a una acusación de violencia (porque no es probable); pero igualmente , si sí está incurso, por ejemplo, si es fuerte (i)sxuro\j) (porque no es probable, supuesto que iba a parecer probable)”7 (Rh. II, 24, 1402a17-20). Es decir, si existe una agresión entre un hombre débil y uno fuerte, el débil se defenderá de la acusación por la misma diciendo que eso no es probable por la diferencia de fuerza entre ellos –en esto, como era de esperar, Platón y Aristóteles coinciden– y el fuerte lo hará arguyendo que no es probable que él hiciese tal cosa porque todo el mundo pensaría, en función precisamente de lo probable, que él era el autor, de modo que este pensamiento le haría renunciar a tal acción. Por supuesto, este razonamiento funciona sólo en el caso de que se asuma que el fuerte lo pensó así antes de actuar. Aristóteles acepta que la retórica es engaño (yeu=do/j) (Rh. II, 24, 1402a26), al igual que hacía Platón, pero lo que él explota son sus posibilidades argumentativas y, desde luego, el componente moral, que sí encontrábamos en Platón, está en él ausente. Aunque el ejemplo en esencia es el mismo y los términos empleados por Platón y Aristóteles para referirse a las categorías del hombre débil y del fuerte también coinciden (a)sqenh/j e i)sxuro/j), existe una diferencia entre los dos pasajes que nos parece llamativa. Platón presenta un caso en el que un hombre débil ataca a uno fuerte. Ambos mienten. El débil lo hace para defenderse de la acusación y el fuerte, que, según Platón, es inocente, lo hace para persuadir y también para defender su ethos. En el pasaje que nos presenta Aristóteles, en cambio, lo que este autor proporciona son las posibilidades de argumentación que tiene cada uno para defenderse, sobre todo el que es fuerte y, por lo tanto, más susceptible de ser acusado por un acto de violencia. La defensa del ethos no parece tener lugar alguno en Aristóteles. Éste valora únicamente la fortaleza física, que en último término es lo único relevante para este argumento de probabilidad, y omite las referencias morales o psíquicas que encontrábamos en Platón. De todos modos, ambas interpretaciones son complementarias y juntas nos dan una idea del desarrollo que alcanzaron las diversas formas de argumentación basadas en lo ei)ko/j8. La coincidencia entre Platón y Aristóteles respecto al ejemplo elegido para ilustrar el argumento de verosimilitud nos hace pensar que posiblemente éste era el ejemplo esencial de la retórica griega desde sus comienzos y, de hecho, parece constituir un lugar común frecuente en la literatura. En este trabajo nos vamos a centrar en un único autor, Sófocles, clave dentro del género trágico por ocupar un lugar entre Esquilo, demasiado temprano quizás como para hacerse eco de este nuevo arte, y Eurípides, entusiasta receptor y usuario del mismo. Sófocles recurre en varias ocasiones a este conocido tópico. 7

La traducción que seguimos es la de Q. Racionero, Aristóteles. Retórica, Madrid 1990. Sobre las diferencias entre Platón y Aristóteles respecto al argumento de eikos, cf. Goebel, 1989, pp. 41-53. 8

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El primer ejemplo lo encontramos en Áyax. El héroe de esta tragedia ha intentado matar al ejército griego; sin embargo, la intervención de la diosa Atenea lo ha impedido y Áyax ha terminado hundiendo su espada en las reses y sus guardianes, lo que claramente constituye un deshonor para él y, por lo tanto, un motivo de alegría para sus enemigos (en función del tópico que propugna ayudar a los amigos y dañar a los enemigos)9. En su primera rhesis (vv. 430-80) Áyax recurre a este tópico del enfrentamiento entre un hombre fuerte y uno débil (“Pero, cuando es un dios el que inflige el daño, incluso el débil [kako\j] podría esquivar al poderoso [krei/ssona]”10, vv. 4556)11 y lo hace con la intención de recalcar que, pese a haber sido derrotado, él no es el débil en ese enfrentamiento, ni los Atridas y Odiseo, sus enemigos, son los fuertes. No olvidemos que Áyax ha defendido ser el mejor guerrero del ejército griego después de Aquiles y que su postura y sus acciones se fundamentan en esa idea; su derrota, por lo tanto, podría hacer pensar que no es así. Pero él es el fuerte en este enfrentamiento y sus enemigos la parte débil. Él habría vencido, con toda probabilidad, si no hubiese sido por la intervención de la divinidad. El vocabulario que emplea Sófocles en este pasaje (kako\j y krei/ssona) no es el que emplean más adelante Platón y Aristóteles para referirse a las categorías del hombre débil y el hombre fuerte (a)sqenh/j e i)sxuro/j). Además, el tópico se presenta en términos exclusivamente de fuerza, no en términos morales, aunque, sin duda, la idea de proteger el ethos del personaje sí que está presente, como lo estará en Platón. El tópico, de todos modos, aparece en este pasaje de Áyax con una modificación, ya que incluye la idea de que la participación divina puede conseguir que el resultado de una contienda entre un hombre débil y uno fuerte sea el contrario al esperado. Esta misma idea, y prácticamente en los mismos términos, se nos plantea en una obra de la época tardía de Sófocles, en Electra. En esta tragedia el pedagogo se dispone a relatar la ‘muerte’ de Orestes durante el transcurso de una competición atlética. Para evitar que ello suponga un desdoro del personaje, el pedagogo remarca la responsabilidad divina. Orestes es el fuerte frente a sus adversarios humanos, pero eso no es relevante cuando un dios actúa (“Pero cuando alguno de los dioses se propone hacer daño, ni aun siendo fuerte [i)sxu/wn] se puede uno librar”, vv. 696-7)12. La expresión es prácticamente la misma que encontramos en el pasaje de Áyax. El mismo razonamiento, la misma intención de proteger el ethos de un determinado per-

9 La idea de ayudar al amigo y dañar al enemigo es un pilar básico de la ética heroica. A su estudio, particularmente en la tragedia de Sófocles, se ha dedicado Blundell, 1989, sobre todo, pp. 26-59. 10 La traducción de las tragedias sofocleas que hemos utilizado es la de A. Alamillo, Sófocles. Tragedias, Madrid 1992 (19811). 11 ... ei) de/ tij qew=n/ bla/ptoi, fu/goi ta)\n xw( kako\j to\n krei/ssona. 12 ... o(/tan de/ tij qew=n/ bla/pt$, du/nait a)\n ou)d a)\n i)sxu/wn fugei=n.

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sonaje, la misma posición dentro de los versos y casi en el discurso13 y prácticamente las mismas palabras. Pero hay una diferencia llamativa y es que en Electra Sófocles se refiere al hombre fuerte con el término i)sxu/wn, el mismo término (o, al menos, la misma raíz) que encontramos más adelante en Platón y Aristóteles cuando relatan el ejemplo de la retórica siciliana14. Encontramos también el tópico en Antígona. La joven heroína acaba de conocer las intenciones de Creonte de no permitir que Polinices, su hermano, reciba sepultura, y trata de persuadir a su hermana, Ismene, para juntas oponerse al edicto del rey y procurarle un entierro a Polinices. Ismene, en cambio, cree que no deberían hacerlo, puesto que, siendo cual son, no tienen posibilidad de vencer en el enfrentamiento (“piensa con cuánto mayor infortunio pereceremos nosotras dos, solas como hemos quedado, si, forzando la ley, transgredimos el decreto o el poder del tirano. Es preciso que consideremos, primero, que somos mujeres [gunai=x], no hechas para luchar contra los hombres [a)/ndraj], y, después, que nos mandan los que tienen más poder [kreisso/nwn], de suerte que tenemos que obedecer en esto y en cosas aún más dolorosas que éstas”, vv. 58-64). En el enfrentamiento entre las jóvenes y el monarca ellas son indudablemente la parte débil y, además, lo son por dos motivos, a saber, porque son mujeres que se enfrentan a hombres y porque, además, tienen menos poder que su adversario, que es nada más y nada menos que el rey. En cualquier caso, nos llama la atención el uso del mismo término que Sófocles utilizaba en Áyax [krei/ssona - kreisso/nwn] para hacer referencia a la parte fuerte del enfrentamiento. El fuerte es identificado en este pasaje de Antígona con el hombre (a)/ndraj) y no hay ningún término especial para designar al débil, aunque en la medida en que a)/ndraj se presenta como una de las partes y la opuesta es gunai=x hemos de entender que éstas, las mujeres, serían las débiles. Fijémonos ahora en otro ejemplo, éste de nuevo en Electra. De modo similar a como ocurría en Antígona la heroína en esta tragedia trata de persuadir a su hermana Crisótemis para que la ayude a dar muerte a Egisto (aunque no lo diga, probablemente

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El discurso de Áyax (vv. 430-80) se divide esencialmente en dos partes, a saber, una primera de carácter narrativo (vv. 430-56) y una segunda, reflexiva (vv. 457-80). Pues bien, el tópico que tratamos es utilizado para poner fin a la parte narrativa. En el caso de la rhesis del pedagogo en Electra (vv. 680-763) lo que tenemos es una larga narración precedida también de una relativamente larga introducción (vv. 680-97). Pues bien, en este caso el tópico pone fin a la parte introductoria de la rhesis previa al relato detallado de los hechos. De modo que en ambos casos Sófocles emplea el tópico casi en los mismos términos y, además, como elemento que pone fin a un apartado dentro de la rhesis. 14 La misma idea está presente también en la épica, por ejemplo, en Hom., Il. 16. 843-50 (“Con lánguida voz le respondiste, caballero Patroclo: «¡Héctor! Jáctate ahora con altaneras palabras, ya que te han dado la victoria Zeus Cronida y Apolo; los cuales me vencieron fácilmente, quitándome la armadura de los hombros. Si veinte guerreros como tú me hubiesen hecho frente, todos habrían muerto vencidos por mi lanza. Matáronme la parca funesta y el hijo de Leto, y Euforbo entre los hombres; y tú llegas el tercero, para despojarme de las armas»”) (trad. de L. Segalá y Estalella, Homero. Ilíada, Madrid, 1994 (19541). Pero en este caso, aunque la idea realmente es la misma, todavía no se expresa en los términos que ya encontramos en Sófocles.

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también a Clitemnestra)15 y ésta se niega argumentando, como hacía Ismene, que, dado que se encuentran en una posición de inferioridad frente a su enemigo, por ser mujeres y por tener menos poder, lo más probable es que sean derrotadas, por lo que lo mejor es aceptar la situación y no acometer imprudencias (“Eres mujer [gunh\] y no hombre [a)nh\r], y tienes en tus manos menos fuerzas que tus enemigos. La fortuna les sonríe a ellos cada día, mientras que para nosotras se pierde y llega a nada. En este caso, ¿quién que planeara prender a semejante persona podría escapar a la desgracia sin sufrir daño? Ten cuidado, no vaya a ser que, además de irnos ya mal, obtengamos aún mayores desdichas si alguien escucha semejante razonamiento”, vv. 997-1004). Aquí ya no se emplea ningún término de los que aparecían en los pasajes anteriormente citados, pero se mantiene la oposición de género que encontrábamos en Antígona. Las semejanzas entre todos estos ejemplos son evidentes, tanto en el nivel de la forma como del contenido. Por lo que se refiere al primero, encontramos una coincidencia en el vocabulario empleado. En Ant. 58-64 se utiliza kreisso/nwn para designar al fuerte, al igual que en Aj. 455-6, que, además, usa kako\j para el débil. Ninguno de estos términos coincide con los empleados por Platón y Aristóteles. Pero el ejemplo más próximo a Aj. 455-6, esto es, El. 696-7, sí que utiliza la terminología de los autores citados. Casualmente es la tragedia más tardía de Sófocles en la que encontramos un ejemplo de este tópico. Es posible intuir que el uso del mismo se fuera formalizando cada vez más y que, en el caso de encontrar un ejemplo posterior, éste emplearía un vocabulario en la línea de Platón y Aristóteles, como ya se apunta en Electra. Pero lo cierto es que sin más ejemplos del tópico, sobre todo en las tragedias tardías de Sófocles, donde sería muy interesante encontrarlo, no podemos llegar a ninguna conclusión definitiva. En el nivel del contenido, es obvio que en todos los pasajes citados se recurre al mismo tópico que tanto Platón como Aristóteles emplean para explicar el argumento de eikos o probabilidad. Ahora bien, el uso que Sófocles hace de este argumento en estos pasajes es muy sencillo y consiste simplemente en la constatación de que en un enfrentamiento entre dos personas, siendo una más débil que la otra, lo más probable es que la parte más débil sea vencida por la más fuerte y de que el ser vencido implica parecer débil y, por lo tanto, cuando es un hombre el que habla, implica un demérito que hay que combatir, de ahí la apelación en los ejemplos citados a la mediación divina. De todos modos, como hemos dicho, en Sófocles encontramos un uso muy sencillo de un argumento del que los dos autores citados, Platón y Aristóteles, sobre todo este último, dieron muestras de poder ser usado con mayor elaboración retórica. ¿Desconocía Só-

15 Se han ofrecido múltiples explicaciones para justificar el hecho de que Electra cite en este momento sólo a Egisto y omita la referencia a Clitemnestra (vv. 954-7). La explicación más sencilla parece ser que Electra evita aludir al matricidio a sabiendas de que Ismene lo rechazaría por completo. No obstante, se ha propuesto también que Electra no piensa realmente en matar a Clitemnestra (Sheppard, 1918, pp. 86-7) o que no se enfrenta en este momento totalmente a la situación (Kirkwood, 1942, pp. 89-91).

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focles esa posibilidad de tratar este mismo argumento con mayor complejidad? Tal vez no. Detengámonos por un instante en una tragedia diferente, Edipo Rey. II La alternancia que se produce en Edipo Rey entre el uso del singular y del plural en relación al asesino o asesinos de Layo es una cuestión que se ha suscitado en numerosas ocasiones. Y es que en esta tragedia los diferentes personajes, al referirse al incidente en el que Layo y su séquito resultaron muertos, utilizan unas veces el singular implicando la existencia de un único asesino y otras el plural insinuando la existencia de varios. La base de esta alternancia está en el hecho de que Edipo en solitario mató a Layo y su séquito, pero, en cambio, el único superviviente del incidente relató en su momento que habían sido atacados por un grupo de malhechores y no por una única persona (“a él, al menos según el rumor, unos bandoleros extranjeros le mataron en una encrucijada de tres caminos”, vv. 715-6). Precisamente este dato es el que confiere a Edipo la esperanza de no haber sido él el autor del suceso, ya que él es consciente de haber matado a un grupo de personas similar en todo al que formaban el rey y su séquito pero sabe que lo hizo en solitario (“Decías que él afirmó que unos ladrones le habían matado. Si aún confirma el mismo número, yo no fui el asesino, pues no podría ser uno solo igual a muchos. Pero si dice que fue un hombre que viajaba en solitario, está claro: el delito me es imputable”, vv. 842-7). Este ‘error’ en el relato del superviviente ha sido sometido a múltiples interpretaciones y se ha llegado a afirmar incluso que Edipo en realidad pudo no matar a Layo16. Ahora bien, yo creo que debemos preguntarnos por qué, si sabemos que Edipo mató a Layo (y creo que no tiene demasiado sentido sostener lo contrario), por qué el superviviente inventa un relato falso, y, por supuesto, debe ser falso, ya que no es posible que ese relato y la versión de Edipo sean ambos ciertos. Así pues, debemos buscar una explicación lógica y racional que dé cuenta de la mentira. Y la clave, sin duda, está precisamente en este tópico que venimos analizando. En función de un argumento de eikos, como ya hemos dicho, hemos de entender que lo probable es que en un enfrentamiento débil versus fuerte, el primero sea vencido por el segundo. Ahora bien, paradójicamente no es eso lo que sucede en el enfrentamiento entre Edipo y Layo. Edipo es una única persona y Layo lleva consigo un séquito de cuatro personas. La probabilidad nos dice que Edipo lleva todas las de perder en este

16 Harshbarger, 1963-4, pp. 124-31, propone valorar la posibilidad de que el Coro sea al asesino real de Layo. También Goodhart, 1978, pp. 55-71, defiende la posibilidad de que Edipo sea inocente y no haya matado a Layo y propone una nueva lectura de la tragedia, según la cual “rather than an illustration of the myth, the play is a critique of mythogenesis, an examination of the process by which one arbitrary fiction comes to assume the value of truth”. Ahl, 1991, p. x, defiende que “in this play, no conclusive evidence is presented that Oedipus killed his father and married his mother”. Por su parte, Griffith, 1993, pp. 95-114, revisa y critica los trabajos que defienden la inocencia de Edipo, particularmente el trabajo de F. Ahl.

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enfrentamiento. No obstante, Edipo vence y en contra de lo esperado acaba con la vida de cuatro de sus cinco oponentes17. Imaginemos ahora que el superviviente, de vuelta en Tebas, hubiese contado la verdad. Su relato habría sido poco creíble, porque es contrario a lo probable o verosímil, y, además, habría perjudicado su ethos y el del resto del grupo. ¿Qué decide entonces hacer el superviviente? Pues precisamente seguir el consejo que Platón atribuye a los sofistas en Fedro, a saber, sustituir una verdad no verosímil por una falsedad verosímil. Y así, el superviviente afirma que fueron atacados por un grupo de ladrones, de tal modo que Layo y su séquito pasan a ser la parte débil en ese enfrentamiento y su derrota a manos de los supuestos ladrones se convierte en un argumento perfectamente acorde con lo eikos. La prueba de ello está en que durante años nadie en absoluto duda de que ese relato sea veraz. Éste es el mayor grado de complejidad al que Sófocles llega en el manejo de este tópico y lo hace, además, de una forma implícita. Desde luego, no podemos saber en modo alguno hasta qué punto Sófocles era consciente o no de la teoría que subyacía a su práctica. En cualquier caso, no hay un desarrollo retórico muy destacado y, por supuesto, las posibilidades argumentativas que plantea Aristóteles son aquí todavía inexistentes. Por otra parte, esta explicación de la versión del superviviente no explica por completo la alternancia que se da en la tragedia entre el singular y el plural a la hora de referirse al asesino o asesinos de Layo. En el siguiente apartado vamos a ver cómo se manifiesta esa alternancia e intentar dar alguna respuesta. III En numerosas ocasiones se ha subrayado el modo en que Sófocles juega con el singular y el plural al hacer que sus personajes se refieran al asesino o asesinos de Layo18. Sin duda, el uso en cada caso del singular o el plural no es casual. El personaje que reproduce el oráculo de Apolo es Creonte y en las palabras de éste no se determina en un primer momento el número de asesinos. Apolo se refiere única y enigmáticamente a una ‘mancilla’ o mi/asma (“Diré las palabras que escuché de parte del dios. El soberano Febo nos ordenó, claramente, arrojar de la región una mancilla que existe en esta tierra y no mantenerla para que llegue a ser irremediable”, vv. 95-8). Al explicarle después a Edipo con más detalle los hechos acaecidos es cuando Creonte recurre al plural (tou\j au)toe/ntaj, v. 107). Este pasaje (“Él murió y ahora nos prescribe claramente que tomemos venganza de los culpables con violencia”, vv. 106-7), que se refiere a los asesinos en plural, se ha considerado tradicionalmente como el punto en el que Apolo produce el equívoco. Yo, sin embargo, no tengo claro que aquí haya que 17 Sobre los detalles del relato de la muerte de Layo, que ocupa un lugar relevante en Edipo Rey al estar situado casi exactamente en el centro de la tragedia, cf. Roussel, 1929, pp. 361-72. 18 Sobre la cuestión del asesino o asesinos de Layo cf., por ejemplo, Greene, 1929, pp. 75-86, Harshbarger, 1963-4, pp. 120-31, Goodhart, 1978, pp. 55-71, Newton, 1978-9, pp. 231-4.

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adjudicar el uso del plural a Apolo. Hemos visto que en los vv. 95-8 es donde Creonte reproduce el oráculo y ahí Sófocles tiene un cuidado escrupuloso en hacer que el dios no se decante. En esta otra versión yo creo que Creonte ya no está reproduciendo el oráculo del dios sino que se deja llevar probablemente por lo que él conoce, que es la versión en plural del único superviviente19. Edipo sigue la conversación hablando en plural (v. 108) pero en seguida opta por el singular (vv. 108-9). Poco después Creonte explica con mayor detalle la versión que ofreció el superviviente y, por supuesto, recurre al plural (l$sta\j, v. 122). Acto seguido, Edipo pasa al singular, que mantiene en lo sucesivo (o( l$sth/j, v. 124; cf. o( ktanw\n, v. 139; a)ndro\j e)k ti/noj, v. 225; to\n au)to/xeira, v. 231). Tras el edicto promulgado por Edipo, es el Corifeo quien se refiere en singular al asesino (vv. 277-9), llevado probablemente por las palabras del monarca, porque poco después utiliza el plural al referirse a la versión que dio el superviviente (pro/j tinwn o(doipo/rwn, v. 292). Pero lo que, sin duda, sorprende es que Edipo utilice poco después el plural (tou\j ktano/ntaj, v. 308). Curiosamente, sin embargo, lo hace al reproducir las palabras que adjudica a los embajadores de Apolo20. Hemos visto ya que estrictamente Apolo no emplea singular ni plural (mi/asma, v. 97), pero, en cambio, su embajador, Creonte, sí que utiliza siempre el plural. Esto puede explicar que Edipo recurra aquí al plural, pero entonces ¿por qué hasta ahora ha empleado el singular? Sigamos. Tiresias opta por el singular porque él sabe perfectamente que el asesino de Layo es Edipo (fone/a, v. 362). Yocasta, al igual que Creonte, se aferra a la versión en plural del superviviente (ce/noi l$stai\, vv. 715-6). Y al referirse más adelante a la versión de Yocasta también Edipo utiliza el plural (l$sta\j, v. 842)21. Así pues, es evidente que existe una alternancia entre el singular y el plural, pero en gran medida esta alternancia es fácilmente explicable. Así, Creonte y Yocasta utilizan siempre el plural porque ellos reproducen la versión que dio en su día el único superviviente del ataque. Tiresias, en cambio, emplea el singular porque él sabe perfectamente

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Newton, 1978-9, pp. 231-4, considera que en los vv. 106-7 Creonte reproduce el oráculo de Apolo. Los dioses, dice él, no mienten, pero tampoco dicen toda la verdad. Así que este autor busca una explicación para el uso del plural tou\j au)toe/ntaj. Y esa explicación es realmente ingeniosa. Él considera que este término, au)toe/ntaj, es ambiguo y posee varios significados: 1) designa al asesino de un miembro de su familia, por lo que se le puede aplicar a Edipo; 2) designa también al que vuelve sus manos contra sí mismo, es decir, a un suicida, por lo que se le puede aplicar a Yocasta: 3) pero también significa gobernante o amo, por lo que se puede aplicar a Edipo y a Yocasta. Así pues, en los vv. 106-7 el oráculo anuncia el castigo del pasado asesino (Edipo), de la futura suicida (Yocasta) y de los presentes gobernantes de Tebas (Edipo y Yocasta). 20 En este momento Edipo se dirige a Tiresias, que empleará el singular, y así, Harshbarger, 1963-4, p. 123 n. 4, llama la atención sobre el hecho de que Edipo emplea el singular cuando otros emplean el plural y, a la inversa, recurre al plural cuando su interlocutor lo hace al singular. De este modo Sófocles mantiene siempre la dicotomía. 21 Greene, 1929, pp. 76-80, repasa con mayor detenimiento todos los pasajes en los que se hace referencia a la muerte de Layo.

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que el asesino de Layo es Edipo. En realidad, la dificultad se limita únicamente al uso que hace Edipo22. Este monarca utiliza el singular siempre salvo en dos ocasiones (v. 308 y 842) (no creo que el v. 108 sea significativo). En el v. 842 no hay dificultad alguna porque Edipo está reproduciendo las palabras previas de Yocasta. Curiosamente también en el v. 308 Edipo está reproduciendo las palabras, esta vez, de Febo a través de sus enviados. En definitiva, Edipo parece emplear el plural al relatar la versión de otros y el singular cuando no reproduce palabras ajenas. Y esto es lo curioso y lo que hemos de intentar explicar. Se ha hablado en ocasiones del uso del plural donde el singular parecería más natural, explicándolo como plural alusivo, de majestad…23 pero, dado que aquí existe una diferencia entre el plural que reproduce palabras ajenas y el singular que no lo hace, esta explicación no nos convence. Hay que buscar otra y se nos ocurren dos tipos diferentes de explicación. Es posible que Edipo se decante por el singular porque, aunque Layo y su séquito hubiesen sido atacados por varias personas, el autor de la muerte concreta del rey habría sido sólo uno de ellos. De modo que al singularizar la muerte concreta de Layo y separarla del incidente completo, el asesino es sólo uno. Y esta tarea se ve facilitada y propiciada probablemente por el recuerdo que tiene Edipo del episodio en el que él mató a un grupo de personas. Esta explicación, aunque plausible, nos parece, sin embargo, remota y, sobre todo, creemos que este tipo de explicaciones no aporta nada al conocimiento de la tragedia. Pensamos que es mejor optar por otra línea de interpretación. Así, pensamos que al usar el singular Edipo facilita la ironía trágica, ya que la audiencia seguramente sabría que Edipo es el asesino de su padre y de este modo el público entendería que paradójicamente el monarca se refiere a sí mismo. Y, de hecho, al emplear el singular Edipo se condena a sí mismo, porque, como él mismo explica (vv. 842-7), si los asesinos son varios, él es inocente, pero si sólo hay un asesino, él es el culpable24. Hay que tener muy presente que Edipo Rey es una tragedia en gran medida sobre el conocimiento humano y la capacidad que tienen los seres humanos de hallar la verdad a partir de razonamientos lógicos. Edipo, que al principio se nos presenta como el gran descifrador de enigmas, resulta estar finalmente ciego ante su propia identidad. El que parecía saber, no sabe nada realmente. El hecho de que una y otra vez Edipo se refiera en singular al asesino de Layo subraya la ironía de su situación. Tiene la verdad delante, la roza una y otra vez, la pronuncia incluso repetidamente, pero no la ve y no

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También existe una dificultad en la interpretación del plural en los vv. 106-7, pero, como dijimos, creemos que aquí Creonte se está dejando influir ya por la versión que él conoce, después de haber reproducido el oráculo en los vv. 95-8. 23 Greene, 1929, pp. 82-3, distingue concretamente el plural de majestad, el plural alusivo, el masculino plural usado a menudo en la tragedia en lugar del femenino singular, el plural de modestia, el ‘nosotros’ usado por un orador en un diálogo platónico incluyéndose él y por cortesía también a su interlocutor y el uso del plural de un hecho único visto emocionalmente como de gran interés o importancia para el orador. 24 Vernant, 2002, p. 108 n. 12.

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es consciente de lo que dice. Cuando Tiresias utiliza el singular y lo apunta a él como asesino de Layo, Edipo se enfurece, pero paradójicamente Edipo también está empleando en la obra el singular, como Tiresias, apuntando sin darse cuenta en la misma dirección que éste. La paradoja a lo largo de la tragedia es constante y el singular que emplea Edipo contribuye a ella y a subrayar la dificultad que tienen los seres humanos para conocer la verdad25. BIBLIOGRAFÍA Ahl, F., 1991, Sophocles’ Oedipus. Evidence and Self-Conviction, Ithaca. Arthur, E.P., 1980, “Sophocles’ Oedipus Tyrannos: The Two Arrivals of the Herdsman”, Antichthon 14, 9-17. Blundell, M.W., 1989, Helping Friends and Harming Enemies. A Study in Sophocles and Greek Ethics, Cambridge. Cole, T., 1991, “Who was Corax?”, ICS 16, 65-84. Goebel, G.H., 1989, “Probability in the Earliest Rhetorical Theory”, Mnemosyne 42, 41-53. Goodhart, S., 1978, “L$sta\j )/Efaske: Oedipus and Laius’ Many Murderers”, Diacritics 8, 55-71. Greene, W.C., 1929, “The Murderers of Laius”, TAPhA 60, 75-86. Griffith, R.D., 1993, “Oedipus Pharmakos? Alleged Scapegoating in Sophocles’ Oedipus the King”, Phoenix 47, 95-114. Harshbarger, K., 1963-4, “Who Killed Laius?”, Tulane Drama Review 9, 120-131. Hinks, D.A.G., 1940, “Tisias and Corax and the Invention of Rhetoric”, CQ 34, 6169. Kane, R.L., 1975, “Prophecy and Perception in the Oedipus Rex”, TAPhA 105, 189208. Kennedy, G.A., 1959, “The Earliest Rhetorical Handbooks”, AJPh 80, 169-178. Kirkwood, G.M., 1942, “Two Structural Features of Sophocles’ Electra”, TAPhA 73, 86-95. 25 Arthur, 1980, p. 12, considera que, al hacer que Edipo utilice el singular, Sófocles crea en la audiencia la incertidumbre de que Edipo pueda conocer la verdad. Así, la audiencia se pregunta por lo que Edipo sabe. Vernant, 2002, p. 107, llama la atención también sobre la ambigüedad que suele impregnar las palabras de Edipo, pero en su opinión “la ambigüedad de sus palabras no traduce la doblez de su carácter, que es todo de una pieza, sino, más profundamente, la dualidad de su ser”. Kane, 1975, pp. 189-208 pero, sobre todo, pp. 206-8, se posiciona a favor de la consideración de Edipo Rey como una ‘crítica al racionalismo’. En su opinión, la tragedia revela que, dado el dominio que el azar tiene sobre los asuntos humanos, ningún refinamiento de la lógica puede llevar al conocimiento de la verdad, porque ¿cómo se puede deducir lo desconocido a partir de lo conocido, si lo que uno cree que sabe lo percibe sólo imperfectamente? La ciencia no puede compensar los espacios que deja la imperfecta perspectiva del hombre y el razonamiento ejercido en un vacío perceptual puede ser incluso, como vemos en esta tragedia, peor que la ignorancia. Sobre la crítica en Edipo Rey a las pretensiones del nuevo aprendizaje sofístico, cf. también Rocco, 1997, pp. 34-67.

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Kuebler, C.G., 1944, The Argument from Probability in Early Attic Oratory, Diss. 1941, Chicago. Navarre, O., 1900, Essai sur la Rhétorique grecque avant Aristote, Paris. Newton, R.M., 1978-9, “The Murderers of Laius, Again (Soph. OT 106-7)”, CW 72, 231-234. Rocco, C., 1997, “Sophocles’ Oedipus Tyrannos. The Tragedy of Enlightenment”, Tragedy and Enlightenment. Athenian Politican Thought and the Dilemmas of Modernity, Berkeley, Los Angeles, London, 34-67. Roussel, L, 1929, “Le récit du meurtre de Laïos dans Œdipe-Roi (798-813)”, REG 42, 361-372. Sheppard, J.T., 1918, “The tragedy of Electra, according to Sophocles“, CQ 12, 8088. Vernant, J.-P., 2002, “Ambigüedad e inversión. Sobre la estructura enigmática del Edipo Rey”, en J.-P. Vernant y P. Vidal-Naquet, Mito y tragedia en la Grecia antigua, vol. 1, Madrid (19871), 103-135 (trad. de Mythe et tragédie en Grèce ancienne, vol. 1, Paris 1972).

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