Dedicado con mucho cariño a todos los vecinos de la Villa El Duraznal

“Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como

0 downloads 41 Views 26MB Size

Recommend Stories


A TODOS LOS ASOCIADOS:
T-0122/2011 México D.F., a 6 de Julio de 2011 Catalogo de Puertos para la Liberación Electrónica de Conocimientos de Embarque A TODOS LOS ASOCIADOS:

A TODOS LOS ASOCIADOS:
T-0034/2011 México D.F., a 14 de Marzo de 2011 OPINIONES DE CLASIFICACION ARANCELARIA DEL CCA-CAAAREM A TODOS LOS ASOCIADOS: Como es de su conocimien

Story Transcript

“Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza.” Marco Aurelio

“A ver si alguna vez nos agrupamos realmente todos y nos ponemos firmes como gallinas que defienden sus pollos.” Nicanor Parra

“Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga.” Homero

“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos.” Martin Luther King

Dedicado con mucho cariño a todos los vecinos de la Villa El Duraznal.

A P U E R TA S A B I E R TA S Historia y vida de la villa El Duraznal

CONTENIDO CAPITULO 1

CAPITULO 2

CAPITULO 3

CAPITULO 4

Historia de la población

Organización de la población

V i d a

Lucha por una vida mejor

3/CONTENIDO 4/Introducción 5/ Capítulo 1 Historia

de la población 5/El primer encuentro 8/Antes de llegar 16/La villa El Duraznal

19/Capítulo

2 la

Organización de población 19/Por una villa segura 24/Buscando soluciones: formación de la primera Junta de Vecinos 27/Todos juntos: ayuda comunitaria

e n

c o m u n i d a d

33/Capítulo 3

Vida

en comunidad 33/El Club de Fútbol Mahuidanche 37/Por amor al fútbol 41/La Capilla San José Obrero

47/Capítulo 4 Lucha

por una vida mejor 47/El trabajo de las Juntas de Vecinos 54/ Orgullosos de sus hijos 58/Haciendo barrio 70/Inauguración Centro Comunitario y telecentro 71/Proyectos 78/Agradecimientos

Introducción

Este libro es el intento de rescatar en algunas páginas los 17 años de

vida de la villa El Duraznal. Es el resultado de una investigación en terreno, de conversaciones con previa cita al entrevistado y de otras tantas de encuentros fortuitos. Los recuerdos, las vivencias, los grandes acontecimientos y también los sueños de los habitantes de la villa se encuentran plasmados en estas páginas. El objetivo de la publicación es ambicioso: rescatar la historia del barrio desde sus inicios hasta el presente, trayendo a la memoria de sus habitantes lo que les ha tocado vivir como comunidad. Alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, sueños y realidades han ayudado a reconstruir aquello que los caracteriza como población: su identidad. Quiénes son y qué han hecho por salir adelante, sus fortalezas y debilidades, su historia íntima está acá.

Es la historia de un grupo de personas que logró unirse profundamente en

sus inicios para defender su seguridad y sus derechos, y que actualmente lucha por mejorar el lugar en el que viven por su bien y por el de sus hijos. Es la historia de un barrio que se ha organizado para conseguir soluciones a sus problemas, que ha aprendido a sacar la voz para pedir lo que es justo. Es la historia de una comunidad que ha conseguido tener una plaza más bonita, unas multicanchas en buen estado, unas viviendas más grandes y cómodas que las iniciales, una capilla que acoge no sólo a los habitantes de la villa, sino que a cientos que vienen de afuera. Es la vida de una población que, a pesar de las dificultades, ha sabido mantenerse en pie con el anhelo de hacer de su villa un lugar mejor para vivir.

Pag.

4

Capítulo 1

Historia de la población

El primer encuentro Han pasado 17 años desde que los habitantes de la villa El Duraznal llegaron a vivir a la población. Sin embargo, recuerdan esa época como si apenas hubiera sido hace unas semanas atrás. Eran días de mucho calor, a fines de diciembre de 1992, cuando vieron por primera vez el lugar y las casas donde iban a vivir. Muchos de ellos, llenos de ansias por conocer sus futuros hogares, partieron a visitar el lugar en cuanto supieron que eran, oficialmente, dueños de una de las casas de la villa. Sin saber bien cómo ni a dónde llegar, tomaron sus ganas, unas monedas para el traslado y partieron rumbo a conocer aquello que tanto habían esperado: su casa propia. La mayoría se perdió. Algunos conocían Puente Alto, pues venían de la misma comuna, pero jamás habían escuchado el nombre de la villa ni de sus alrededores. Otros, venían de otras comunas de la Región Metropolitana, como Lo Espejo, Renca o La Cisterna. Muchos no habían pisado Puente Alto hasta ese momento. Ahora recuerdan entre risas cómo fue el día en que, queriendo encontrar la villa, anduvieron por diversos lugares, perdidos. “Con mi marido y nuestra hija vinimos a ver la casa, pero nos perdimos. Anduvimos dando la hora por Vicuña Mackenna. Nos dimos un montón de vueltas. Al final llegó él con la niña, porque yo estaba muy cansada. Hacía mucho calor. Me quedé

Pag.

5

esperando en Gabriela, cerca de las canchas de fútbol. Mientras, me tomaba una bebida”, comenta riendo una de las vecinas, Gladys (65), casada con Juan (55). En la villa, todos la conocen como “Vero”, por una broma de juventud entre ella y su marido. Así les sucedió a varios vecinos, que hoy se ríen de este suceso. Pero no son sólo risas lo que les trae el recuerdo de ese día a sus mentes, pues hoy reviven las múltiples sensaciones y emociones que sintieron el día del encuentro con su casa. Algunos lloraron de alegría, otros se abrazaron riendo con sus seres queridos. Algunos, ansiosos, quisieron recorrer inmediatamente toda la villa, otros, se quedaron contemplando su nuevo hogar durante varios minutos. Y también hubo unos pocos que lloraron de tristeza. “Para mí fue como llegar a otro mundo. Era un mundo bonito. Esta era mi casa, mis hijas tenían patio, tenían donde jugar. ¡Teníamos un baño propio! Apenas llegué me enamoré de mi casa”, recuerda emocionada María (50).

Pag.

6

“Yo encontraba bonito el lugar, a pesar de que en la plaza no había nada, lo encontraba precioso. Cuando me entregaron las llaves de mi casa me fui al tiro a verla. Metí las llaves, abrí la puerta y dije ¡Oooh, qué linda es mi casa! Es que yo soñaba con esto, la encontraba tan grande. Ahora me doy cuenta de que era chiquitita, pero en ese minuto para mí era maravillosa, era preciosa”, relata Mónica (49). Ella, además, conserva vivo el recuerdo del día de la inauguración de la villa, el día en que todos recibieron oficialmente las llaves de sus casas. Jamás se

le va a olvidar, ya que le tocó recibir las suyas de manos del entonces presidente del Partido Demócrata Cristiano y candidato a la presidencia de la República, Eduardo Frei. Mónica cuenta que le llegó una carta a su casa en donde la citaban a la inauguración de la villa para el día 22 de diciembre, a las 11 de la mañana. “Era un día jueves”, recuerda con exactitud. Ella era la primera en la lista de prelación. Había sido la postulante con mejor puntación. Se había enterado de esto unos meses antes y tuvo la oportunidad de ser la primera en elegir casa. Y pensó que hasta ahí llegaba su protagonismo. “Había un escenario y sillas en las canchas, frente a la sede. Yo quería recorrer el lugar, pero me dijeron que esperara sentada. Hasta que empezaron a llegar las autoridades: Carabineros y el entonces alcalde Roubillard. Pensé al menos ya conozco a una autoridad de mi comuna. Y después vi llegando al Presidente Aylwin. Entonces empezaron a leer un discurso que hablaba del esfuerzo y de la dedicación de las mujeres. Decía algo así como estas casas son viviendas sociales para apoyar a la mujer dueña de casa, a la jefa de hogar que se esfuerza por sus hijos y que trabaja. Y en eso me nombran. En ese minuto no entendía lo que estaba pasando. Yo no tenía idea, nadie me había avisado que me

Vecinos de la Villa El Duraznal en la ceremonia de entrega de viviendas, diciembre de 1992.

Pag.

7

iban a llamar delante de todos los medios. Pero estaba en otra, sólo pensaba en que iba a recibir las llaves de mi casa y en que, por fin, iba a ser feliz”, narra con entusiasmo. Es que la historia de quienes llegaron a habitar la villa El Duraznal guarda mucho dolor. A casi todos, antes de obtener su casa, les tocó vivir de allegados en casas de familiares o amigos. A pesar de la buena voluntad de quienes los acogían, vivían en condiciones precarias, algunos, hacinados con su grupo familiar entero en una sola habitación. Ellos fueron los que más se alegraron al conocer sus casas. Los que lloraron fueron quienes sentían que venían de un lugar mejor. Unos y otros tienen una historia que contar.

Antes de llegar

Pag.

8

Familias completas con la esperanza de tener una mejor calidad de vida en sus nuevas viviendas, recién entregadas.

Las viviendas de la villa fueron adquiridas mediante subsidio habitacional básico, a través de comités de allegados o de postulaciones independientes. Algunos tuvieron que esperar hasta diez años para ver aparecer sus nombres en el diario La Nación que publicó la lista de seleccionados para obtener sus casas. En ese intertanto, desde que postularon hasta que

consiguieron sus casas propias, muchos de ellos tuvieron que arreglárselas viviendo en situaciones de gran pobreza. “Yo vivía de allegada en una pieza en la casa de unos familiares de mi ex marido. En ese entonces ya tenía tres hijos. Teníamos un camarote para todos. Los niños podían ir al baño una vez al día y bajo mi supervisión. Y yo trabajaba. No podían ir al patio porque desordenaban y ensuciaban. Entonces tenían que jugar dentro del dormitorio. Veían tele todo el día y les enseñé a jugar dominó, brisca, ajedrez, ludo, puros juegos donde tuvieran que estar sentados tranquilos y se pudieran entretener encerrados en el dormitorio”, recuerda Mónica. Luego, se fue a vivir de allegada a la casa de su padre con sus hijos. Ahí los niños podían salir de la habitación y había menos restricciones, pero, de todos modos, no tenían un lugar propio, un espacio que fuera de ellos. Mónica sabía y tenía muy presente que vivían de allegados. Y ella quería una casa propia. Quería entregarles a sus hijos un lugar bonito donde jugar. Quería darles algo mejor. Quería que pudieran sentirse libres. Luego de seis años desde que había postulado a la casa, llegó la sorpresa a sus manos. Vio su nombre en el diario y supo que estaba seleccionada. Algo similar vivió Patricia (48) cuando se fue de la casa de sus padres, en Las Condes. Vivía en Paul Harris con Colón y ahí era donde había hecho su vida; no conocía mucho más de Santiago. Se fue a la casa de su cuñada, en La Cisterna, a formar su nueva familia. No se imaginaba que sería tan difícil el cambio.

Pag.

9

“Vivía en una pieza que era como vivir en una ruca. Eran unas tablas paradas y ahí teníamos dos camas para nosotros cinco: mis tres niños, mi marido y yo”, cuenta Patricia, a quien todos sus amigos conocen como “la Paty”. Afuera de la pieza tenían un pequeño espacio que cumplía el rol de cocina: un pequeño techo y unas tablas alineadas los cubrían, dentro de lo posible, del frío. No había espacio para nada más. Cuando los niños llegaban del colegio, se ponían el pijama y se quedaban dentro de la habitación. Ahí veían televisión, hacían las tareas y jugaban. Trataban de no salir al patio para no molestar. Durante cinco años “la Paty” y su familia vivieron en estas condiciones en Gran Avenida, en la comuna de La Cisterna. Un acontecimiento que ella recuerda como “increíble” cambió la situación. Llevaba varios años postulando a una casa, pero nada le resultaba. Entonces se unió a un comité y una de las mujeres que participaba decidió mandar una carta a las autoridades con los casos más urgentes dentro del grupo. De pronto, cerca de un mes después y sin esperarlo, el 20 de diciembre de 1992 Patricia se encontró con una asistente social en su vivienda: el Servicio de Vivienda y Urbanización la había enviado a verificar si las condiciones de vida que describía en la carta eran ciertas.

Pag. 1 0

“Cuando la asistente social llegó a mi pieza, no podía creer que viviéramos ahí. Era un lugar tan chico para nosotros cinco. Lo que más le llamó la atención era que yo tenía todo ordenado, que pudiera mantener un orden en un espacio tan pequeño con tanta gente adentro. Hizo un informe con rojo, porque mi caso era urgente; necesitaba una casa lo antes posible”. Es por

eso que Patricia, es uno de los casos de reserva ministerial de la villa El Duraznal. Desde el envío de la carta hasta que recibió la casa todo fue muy rápido. Patricia no podía creerlo. Por fin iba a tener lo que tanto había esperado. Por fin iba a tener el espacio que necesitaba. Iba a ser dueña del lugar donde iba a vivir. Iba a tener su propia casa. Luego de la visita de la asistente social, “la Paty” fue citada al SERVIU, donde le asignaron la vivienda. A los pocos días pudo irse a vivir para allá. No conocía Puente Alto, apenas sabía dónde quedaba, pero no le importó. Estaba feliz porque tenía una casa, porque era dueña del lugar en el que iba a vivir. Nada iba a impedir que tomara sus cosas y partiera junto a sus niños a su nuevo hogar. “Cuando llegamos, mi marido me dijo que no quería que nos viniéramos para acá. Yo le dije: Si tú no quieres venirte, yo me vengo igual, porque esta es mi casa y he luchado años por ella. Sea como sea quiero vivir aquí. Quiero que mis hijos crezcan en un lugar que sea de ellos. Y bueno, ya lleva 17 años conmigo acá”, comenta Patricia entre risas.

Señora Verónica Lobos y su nieta en el frontis de su nueva vivienda de Avenida Primavera.

Niños de la villa recorriendo el terreno donde actualmente están ubicadas las canchas y la plaza.

Pag. 11

Su amiga y vecina, Ana (52), también obtuvo su casa vía reserva ministerial. Antes de llegar a El Duraznal vivió 16 años en Argentina. Volvió a Chile por una enfermedad de su padre. Podía morir y quería tener la posibilidad de despedirse de él. Se fue a vivir con su marido y sus ocho hijos a la casa de su suegra, en La Victoria. Al igual que Mónica y Patricia, vivía con toda su familia en una pieza. Para ella fue un cambio muy duro, ya que en Buenos Aires la situación económica de la familia era mucho mejor. “Yo estaba acostumbrada a otro nivel de vida. Allá la plata y las cosas nos sobraban. Mi marido es gásfiter y en Argentina cobraba por cambiar una pura gomita y con eso comíamos todo el día. Acá no, y nunca se acostumbró a eso”. Entonces a Ana le tocó sacar a la familia adelante. Su marido, de quien actualmente está separada, cayó en depresión. No se levantaba para ir a trabajar. Ella tuvo que encargarse de alimentar a los niños y de vestirlos a todos. En esa época, 15 años atrás, trabajaba en un taller de costura en Recoleta. Partía de su casa a las 8 de la mañana y llegaba a las 10 de la noche, luego de dos horas de viaje. Luego, tenía que llegar a lavar, cocinar, ordenar la casa. Ganaba 15 mil pesos semanales. Apenas les alcanzaba para vivir.

Pag. 1 2

Ana es una de las enamoradas de su casa. Recuerda los tiempos en que pasó hambre y que vivió apretada con toda su familia en una habitación, y hoy da las gracias a Dios por su vivienda. Además de trabajar mucho, ella hizo todo lo que estaba en sus manos para conseguirla, incluso dirigirse directamente a

las autoridades. Cuando volvió de Argentina se metió a un comité, ya que había entendido que de esta manera obtendría más rápido su casa. Pero se equivocó: en su caso, si postulaba como particular, obtenía más puntos que si se unía al comité. En esa situación, donde vio que su error podría costarle años sin ver su vivienda propia, decidió tomar las riendas del asunto con sus propias manos. Escribió una carta que envió a la primera dama de ese entonces, Leonor Oyarzún de Aylwin. Para Ana, la gran sorpresa fue que, una semana después de haber mandado esa carta, una asistente social fue a visitarla a la casa de su suegra, donde vivía. Al igual que “la Paty”, Ana obtuvo su casa por reserva ministerial.

“Me citaron en el SERVIU después de Navidad y unos días antes de año nuevo. Ahí me dijeron que había sido beneficiada por reserva ministerial. Yo estaba feliz. Me dieron la dirección de la villa y vine al tiro a verla con mi marido. No sabíamos ni cómo llegar. Cuando logramos encontrar la población, el portero que había en ese tiempo me dijo: Esta es una de las casas. La vi y dije: Ya, con ésta me quedo, sin ver ninguna más. Pensé que esa tenía que ser mi casa porque amo el sol y vi que le llegaba el sol por todas partes. Yo estoy feliz con mi casa, soy feliz acá”, relata orgullosa Ana. Pero no para todos fue un cambio fácil. No todos se llenaron de felicidad al encontrarse con sus casas nuevas. Algunos echaron de menos sus hogares anteriores. A algunos les costó acostumbrarse a un Pag. 13

lugar que no conocían. María (50) fue una de ellos. “Cuando llegamos, justo para la Navidad de 1992, no me gustó nada el lugar. Lo encontraba todo feo. La casa era chiquita, todo era muy chiquito. Sentía que faltaba el aire”, recuerda. María, a quien todos conocen como “Nani”, llevaba cuatro años casada cuando llegó a vivir a la villa. Durante esos cuatro años había arrendado con su marido un lugar en Las viviendas de la villa en sus primeros años, antes de las Lo Espejo. Había tres casas grandes modificaciones y ampliaciones que actualmente lucen. en un sitio con un jardín amplio. El matrimonio vivía con su hija mayor – en ese entonces no había nacido el segundo y último de sus hijos- en parte de una de estas casas, donde tenían dos piezas, una cocina y un baño. Antes de casarse, María vivía en una casa en Vicuña Mackenna, con unas tías. Era grande, antigua, con un gran jardín en donde había parrones. No estaba acostumbrada a los espacios pequeños. “Me acuerdo de que cuando llegué acá, subí al segundo piso y me puse a llorar. No quería esto. Entonces mi marido me dijo: Aguantémonos dos años. Llevo 17”, relata riendo. De a poco María y su marido, Raúl, fueron arreglando la casa. Ella se rehusaba, no quería hacer nada, porque pensaba todo el tiempo en que se iría. “Al principio sólo arreglamos la parte de adelante de la casa, la entrada. Pero después, como nuestra abuelita –abuela Pag. 1 4

de Raúl- era de campo y vivía con nosotros, me empezó a enseñar a armar una chacra, y ahí comencé a cambiar un poco todo esto”, recuerda. Así, de a poco, fueron ampliando la vivienda y mejorando el entorno. En el jardín llegaron a tener cinco árboles frutales: un palto, un limonero, un mandarino, un almendro y un damasco. En la chacra tampoco había pobreza: zapallos italianos, choclos, porotos verdes, tomates, acelgas, repollos, cebollas y papas le daban vida al patio y hacían sentir a María un poco más cerca de la naturaleza. Hoy, las ampliaciones ocupan el espacio que antes usaba la chacra. Para poder tener casas más grandes, la mayoría de los vecinos optó por sacrificar gran parte del patio trasero. Otros, eligieron quedarse sin el de entrada. Algunos incluso se olvidaron de los dos. Esta es una de las principales causas por las que la villa El Duraznal fue cambiando año a año su aspecto físico. De a poco sus pobladores fueron dejando huellas. De a poco fueron marcando su propia identidad. De a poco el barrio se fue transformando físicamente en lo que es actualmente.

El Durazno en flor, plantado en casi todos los pasajes del barrio, entregó el nombre a la Villa El Duraznal.

Las ampliaciones buscaban aprovechar mejor los metros de terreno de los patios traseros de las viviendas, construyendo lo que actualmente en muchos hogares es el comedor. Otros vecinos optaron por dejar un pequeño espacio en el patio para el cultivo de flores y plantas.

Pag. 15

La villa El Duraznal Para entender la vida y la historia del barrio, lo que fue en sus inicios y lo que es en el presente, es importante situarlo físicamente y conocer sus antecedentes generales.

El Potrero en sus primeros años era un lugar de encuentro y esparcimiento familiar.

Pag. 1 6

El Duraznal corresponde a un loteo habitacional realizado el año 1992 por SERVIU Metropolitano. Se sitúa al noroeste de la comuna de Puente Alto, en las cercanías del límite Oeste, colindante con la comuna de La Pintana. Las calles principales son justamente aquellas que marcan los límites de la villa. Hacia el sur se encuentra delimitada por la calle Primavera; al oeste, por la avenida La Serena; hacia el este por el fondo de sitio del pasaje Dalcao; y hacia el norte, por el fondo de sitio de la calle Mahuidanche. En los inicios de la villa, la avenida La Serena colindaba con un gran terreno sin construcciones que los pobladores utilizaban como canchas de fútbol o, simplemente, como un lugar para ir a jugar con los niños. Lo llamaban “el campo”, y algunos fines de semana organizaban actividades en este sitio. Actualmente, avenida La Serena colinda con la Autopista Acceso Sur, que interrumpió el paso de los vecinos hacia “el campo”. Además, la población La Patagonia, de la Pintana, ocupa hoy

el terreno que antes estaba vacío. La construcción de la villa fue adjudicada a la Empresa Constructora Copeva Ltda. Inicialmente se conformó por 398 predios habitacionales de una superficie promedio de 37 m², dos multicanchas, una plaza con juegos infantiles y una sede social de 53,1 m². Las unidades primitivas de vivienda constaban de dos niveles: en el primer piso estaban los espacios de estar, comedor, cocina y baño; en el segundo, un dormitorio y un espacio para un futuro dormitorio. Es por esto que alrededor de un 92% de los habitantes de la villa han realizado ampliaciones a sus casas, ya que los espacios eran bastante reducidos. La mayor parte de estas ampliaciones corresponden a autoconstrucción, sin ninguna clase de ayuda externa. Cerca de un 60% ha realizado mejoras en los antejardines y construido cobertizos, constituyendo espacios de permanencia que dan hacia las calles y pasajes.

Los vecinos podían disfrutar de las flores que regalaba el “campo” antes de convertirse en el basural que es hoy.

Pag. 17

Niños y jóvenes disfrutaban del “campo”, juegos y tardes enteras de recreación ocupaban el tiempo en ese periodo, hoy, debido a la acción de vecinos y personas inescrupulosas, el espacio esta convertido en un lugar destinado a recibir basura y escombros. Pag. 1 8

Capítulo 2

Organización de la población

Por una villa segura Cuando llegaron, una de las principales preocupaciones de los vecinos de la villa El Duraznal era vivir en un lugar seguro. Sin embargo, eso no fue con lo que se encontraron. Varios de ellos, apenas habían llegado a la población, fueron asaltados. A otros, les entraron a robar a las casas. Los ladrones venían de poblaciones vecinas. Los de El Duraznal eran una nueva carnada, un nuevo grupo que no sabía aún cómo defenderse. Entonces vivían con miedo, teniendo que cuidarse las espaldas, acompañando a los niños a todos lados. “Acá fue terrible un año completo. Nos asaltaban todo el tiempo. A los niños había que ir a dejarlos al paradero e ir a buscarlos a la entrada de la villa cuando llegaban. En marzo, cuando entraban a clases, les robaban las mochilas, los zapatos, todo. A la gente que llegaba de los trabajos le robaban la cartera. Muchas veces me tocó ver llegar en calzoncillos a los caballeros que atravesaban el campo que había acá, frente a la calle La Serena, para llegar a la villa”, cuenta Juan (55). El clima de inseguridad preocupaba a todos los vecinos, las mujeres no podían dormir en las noches por el temor a ser victimas de robo. No todas las viviendas estuvieron habitadas desde un principio y los vecinos no se conocían entre ellos, se sentían solos y desprotegidos.

Pag. 19

El Potrero en sus primeros anos era un lugar de encuentro y esparcimiento familiar.

“Yo estaba asustada, súper asustada y después el problema es que cuando llegamos aquí, en este pasaje estamos la Nany, yo, al lado había otro vecino y la vecina de al lado de ellos y la vecina de la esquina y por el lado de ellos, al frente una persona nada mas, no había nadie, no se sentían en la noche, venían ladrones en las casa que estaban deshabitadas”.Nancy (63)

Pero se cansaron y decidieron dar la pelea. No podían seguir viviendo con miedo. Durante ese mismo año se organizaron y empezaron a hacer rondas de vigilancia. Todos se unieron, hombres y mujeres. “Nos agrupamos y decidimos que íbamos a empezar a darle la guerra a esta gente. Eran ellos o nosotros. Si alguien venía a robar para acá, nosotros íbamos a su población, buscábamos su casa y hacíamos lo mismo. Pillábamos al ladrón y nuestras propias cosas. Acá, si algún hombre no salía a defender, nuestra misma gente se le tiraba encima. Teníamos que estar todos unidos”, relata Laureano (51), quien fue el presidente de la primera Junta de Vecinos de El Duraznal. Pag. 2 0

Con la mirada fija en la reja de su casa, Nancy recuerda como se organizaron para enfrentar la situación. “había que organizarse, hacer guardia, a mi marido le tocaba desde las tres de la mañana hasta las seis, cuidando de la esquina y el otro grupo acá y aquí como quedaba encerrado este lado, había que cuidar de aquí para allá y eso era de todos los días…” Laureano recuerda que cuando llegaron a la villa había sólo una escopeta y una pistola de fogueo. Pero unas pocas semanas después había una gran cantidad de armas de fuego. La gente tenía temor. Todos sintieron la necesidad de protegerse. Las rondas de vigilancia funcionaban como reloj. Hacían turnos de dos horas. En parejas se ponían en lugares estratégicos para tener toda la villa cubierta. Si cualquiera veía algo extraño, tocaba un pito –que además, habían repartido por todas las casas- y salían todos al encuentro. Así lograron muchas veces impedir robos. Entre todos atrapaban al ladrón y le daban, como ellos dicen, “su merecido”. Las mujeres no se quedaron atrás. Ellas también querían defender lo suyo. Querían un barrio seguro para sus hijos, y si tenían que conseguirlo por sus propias manos, así lo harían. Si algún forastero llegaba a atacar a una de ellas, eran ellas mismas quienes se encargaban de que aprendiera la lección. “Aquí Pag. 21

tenemos mujeres muy valientes. Ellas colgaban a los patos malos en los postes. Los amarraban con la cabeza colgando para abajo, les pegaban combos y les tiraban escupitajos. Cumplieron un rol muy importante, porque quedaban solas en el día”, narra Laureano. Benedicta (56), recuerda bien ese momento: “el único joven que me acuerdo, un día lo pusieron ahí donde está la bandera, le pegaron porque había entrado a robar y resulta que no se sabia de adonde era, tampoco él dijo, le sacaron la mugre y después lo echaron a los pacos”. De esta manera, comenzaron a ganar respeto en las poblaciones vecinas. Los ladrones sabían que ya no era un lugar para entrar a robar y salir ileso. Sabían que el barrio se había organizado y que ya no eran un blanco fácil. De a poco, los robos y asaltos fueron disminuyendo, hasta que un día, los habitantes de El Duraznal sintieron que podían caminar tranquilos por las calles del barrio.

Pag. 2 2

Las mujeres siempre han ocupado un rol preponderante en la vida de la villa, aparte del cuidado de sus hijos y la mantención de sus hogares se preocuparon por participar en las distintas organizaciones para trabajar por una mejor cálidad de vida para todos los habitantes. Pag. 23

Buscando soluciones: formación de la primera Junta de Vecinos Además del problema de los asaltos, en la villa tenían problemas con la basura, con el transporte público y con los medidores de luz. Cuando los pobladores llegaron a la villa se dieron cuenta de que la basura se acumulaba día tras día, sin poder hacer nada con ella, ya que no había un camión basurero que pasara a retirarla. Ellos no entendían bien qué sucedía con esto, por qué estaban en el olvido. Y debían solucionarlo. Tampoco tenían transporte público de fácil acceso. “Teníamos que cruzar poblaciones vecinas enteras, por ahí por donde nadie quería atravesar. Tratábamos de irnos en grupo para que no nos asaltaran”, recuerda Laureano.

Pag. 2 4

Las mujeres que trabajaban sufrían con esta situación, todos los días caminaban por las calles del sector con mucho temor, a parte de las distancias, no querían ser asaltadas. “No teníamos locomoción, teníamos que andar caminando desde Gabriela hasta aquí, aparte que yo trabajaba, mi esposo también, mi hijo estudiaba, salíamos juntos pero en la noche yo era la que llegaba mas tarde. De primera me iban a encontrar allá afuera pero después ya no, me tenía que venir sola, venía llorando en la noche.” Nancy (63)

El peligro que sentían y el tiempo que se demoraban en llegar al paradero más cercano los empujó a buscar una solución a este problema: necesitaban con urgencia tener algún transporte público que los dejara en su barrio. No sólo para los adultos, sino que especialmente para los niños que, muchas veces, volvían solos del colegio. Aparte de los problemas con el transporte se sumaban los inconvenientes para conseguir alimentos, no había negocios cerca y para abastecerse tenían que recorrer largas distancias “fue atroz porque aquí en la villa en primer lugar no habían almacenes, había que ir a comprar allá a Gabriela entonces aquí hacer algo era difícil, había que ir a comprar el pan a Gabriela, la carne a Gabriela, fue incomodo de primera porque no tuvimos almacén altiro” así recuerda Benedicta esos momentos complicados. Lo que sucedió con los medidores de luz tenía a los habitantes de la población muy preocupados: algunas de sus casas figuraban con una deuda de 400 mil pesos o más y todavía no habían recibido los medidores. Eran cantidades que no tenían cómo pagar y que ni siquiera reflejaban los gastos reales, sino que incluían gastos anteriores a la ocupación de las viviendas. También era un problema importante que debían solucionar de manera urgente. Entonces algunos hombres, con Laureano a la cabeza, comenzaron a buscar soluciones. Se juntaron un día en la plaza, más o menos a los dos meses de haber llegado a vivir

Pag. 25

a la población, y comenzaron a ver cómo tratar cada problema, cómo arreglar entre todos lo que estaba ocurriendo. De esa reunión surgió la primera Junta de Vecinos. “Habían visto cómo dirigía, daba ideas y pedía opiniones de cómo hacer las cosas. Entonces, en esa reunión, empezaron a decir: Ya poh’, tenemos presidente. Yo dije que no, que no tenía tiempo para ser presidente, que me encantaría colaborar, pero no con tanta responsabilidad. Es que no hay otro. Usted sabe dirigir y tiene pasta de líder, dijeron. Y yo me entusiasmo fácil, entonces dije que bueno y empezamos a armar la primera Junta de Vecinos”, relata Laureano. Así, con la Junta de Vecinos constituida legalmente, comenzaron a darle soluciones a cada uno de los problemas. Para resolver el tema de la basura, mientras, por un lado, se preocupaban de pedir ayuda a las autoridades, por otro, buscaron una solución inmediata y provisoria: ellos mismos manejaban un camión que tenía uno de los vecinos y llevaban los desechos al basural. Juntaban plata para la bencina y para pagar el permiso de botar desechos en el basural.

Pag. 2 6

El problema del transporte público también tuvo una solución temporal, antes de que las autoridades mejoraran el sistema. La Junta de Vecinos fue al municipio, habló con los colectiveros y les ofrecieron la sede para que la utilizaran de paradero. Así podían tener locomoción que entrara al barrio y saliera de ahí mismo.

Para arreglar los errores que había en las cuentas de luz, la Junta de Vecinos fue directamente a hablar con las autoridades de Chilectra, llevando todos los casos de las personas que se encontraban con deudas equivocadas. Esto se solucionó de manera lógica: la empresa anuló todos los cobros de las fechas anteriores al día en que cada uno recibió su vivienda. Así, cada uno pagó lo que le correspondía. Con esto, para ellos quedó demostrado que trabajando en conjunto podían lograr grandes cosas y que el rol de la Junta de Vecinos era fundamental para movilizar a la población, para organizarla y para conseguir resultados.

Todos juntos: ayuda comunitaria Cuando los vecinos de la villa necesitaron unirse para solucionar los problemas que les afectaban como comunidad supieron hacerlo y salir adelante. Pero no solamente lo hicieron en estos casos. Las situaciones de problemas más específicos, donde afectaban a una persona o quizás a un par de familias, también fueron parte de la preocupación de toda la villa. Sentían que como comunidad debían dar apoyo a quien lo necesitara, sin importar si les influía a todos o no: eran vecinos y había que ayudarse. “Cuando recién llegamos hubo gran unidad entre todos en la villa. Éramos todos una gran familia, todos los vecinos nos preocupábamos por el otro. Si uno tenía que levantar una mediagua, todos los demás ayudaban. Fue muy bonito”, recuera Laureano.

Pag. 27

Así lo hicieron cuando algunas familias pasaron épocas de mucha pobreza y apenas tenían para comer. Ni siquiera tenían que pedir ayuda. La preocupación era tal, que cuando alguien veía que otro lo estaba pasando mal, comenzaban a movilizarse sin que el afectado supiera. Un grupo de gente se juntaba y se dividía en parejas para pedir alimentos casa por casa. Contaban que una familia estaba pasando necesidades y que requerían urgente de la ayuda de todos, y que todo el que quisiera colaborar llevara algún alimento no perecible a la plaza. “Ahí veías cómo todos estaban dispuestos a colaborar: juntábamos muchísima comida. Después se la llevábamos a los que la necesitaban”, relata Laureano.

Pag. 2 8

En 1993, a menos de un año de haber llegado a la población, a los vecinos les tocó ver cómo empeoraba la enfermedad de uno de sus niños: Pablo, de cuatro años. Necesitaba viajar a Estados Unidos para conseguir un trasplante de corazón. Entonces, en la villa comenzaron a hacer actividades de beneficencia para juntar fondos. Necesitaban seis millones de pesos para que Pablo pudiera hacerse, en el Children’s Hospital de Boston, los exámenes pertinentes para realizar la operación. Organizaron una ramada con orquesta en las canchas. Una gran fiesta donde lograron juntar dinero. En el diario “Las Últimas Noticias” destacaron el rol que cumplió la comunidad: “(juntar los seis millones de pesos) se logró con la ayuda tanto de la comunidad de la población El Duraznal como de la comuna de La Florida”. Con ayuda de la industria Lever, de Lan Chile y American Airlines Pablo obtuvo los pasajes para viajar. Lamentablemente, luego

de hacerse los exámenes, Pablito no pudo seguir adelante, ya que nunca recibió la donación de corazón que necesitaba. Un dolor similar le tocó vivir a Ana, con la enfermedad de su hijo Paul. Tenía un tumor cerebral que la hizo ir de un lugar a otro, buscando la respuesta del malestar de su hijo. No sabían qué era lo que le pasaba. Hasta que lo dejó internado en el Hospital Sótero del Río, mientras ella, día tras día lo iba a visitar y lo acompañaba. Pasaba más tiempo en el hospital que en su casa. Para ayudarla con los gastos de exámenes y con los de las dos operaciones, la gente de la villa organizó varias veces bingos. Ahí la ayudaron a juntar algo de dinero. Pero “el Polo”, como lo conocían en la villa, no pudo recuperarse y murió el 4 de mayo de 2001. Cuando lo velaron, la gente no cabía en la casa de la señora Ana. Todos quisieron acompañarla en su duelo. Así, una y otra vez, los vecinos de la villa El Duraznal se mostraron como un grupo unido, donde la preocupación por el otro era algo natural, algo que los hizo crecer y fortalecerse como comunidad. La señora María (79), es probablemente una de las personas más queridas de la villa. Desde que llegó al sector junto a su marido comenzó a trabajar por el bienestar de las personas enfermas, se organizó con un grupo de vecinos para realizar visitas y acompañar a las personas que padecían alguna enfermedad y estaban imposibilitadas de moverse de sus camas. Pag. 29

Una de las primeras intervenciones que se hizo en la plaza central de la villa , y como parte del trabajo vecinal, fue la plantación de pasto y la instalación de juegos infantiles, hermoseando y dignificando el punto de encuentro y reunión de jóvenes, niños y adultos. Pag. 3 0

Su gran corazón y ganas de ayudar a la gente fueron desde siempre muy superiores a los inconvenientes que podían surgir en el camino “porque me gusta, porque a veces me llegaba el agua hasta acá, hasta la rodilla y yo cumplía con mi deber. Iba a dejarle a las abuelitas el desayuno, el almuerzo, y me decían en la calle te va a llegar el agua porque eso se llenaba de agua, ahora gracias a Dios que está transitable”. “Cuando terminaba la misa íbamos a dar la comunión, allá nos esperaban con la mesa puesta para tomar un té porque a veces uno llega entumida del frío pero es fome irse en ayunas, así que es bonito y te enseña muchas cosas la vida, porque tu miras la necesidad, dice uno: “bueno, no tengo tanto pero si tengo un kilo de azúcar ¿Por qué no lo puedo compartir con la persona?”. Ahora nos decimos aquí en la Villa “tal persona falleció, vamos a darle su despedida”. Así hemos organizado todo este tiempo. Las historias de la villa y sus vecinos, la vida en comunidad y sobretodo, la vida de barrio, están llenas de oportunidades y colman los momentos con diversas y anecdóticas historias: el romance y los noviazgos no quedan afuera de la memoria de los vecinos. Uno de esos casos le tocó vivir a Benedicta y su familia, a quienes el destino les tenía preparada una sorpresa que los uniría aún más a la villa y a su gente; así recuerda el pololeo y posterior casamiento de su hija con su vecino de toda la vida.

Pag. 31

“Ellos se conocieron acá, eran vecinos, pololearon un año a escondidas, al año siguiente le pidió permiso a mi marido para pololear con mi hija, ella estaba de cumpleaños el 5 de enero y le pidió permiso y él le dio permiso con el joven de al lado. Después de un tiempo mi hija quedo embarazada y tuvo su hija. Hace como dos años recién que está viviendo aquí…” Actualmente su hija y su yerno viven en la ampliación que hicieron en su casa, conformando una gran familia.

Pag. 3 2

Capítulo 3

Vida en comunidad

Si bien los diversos problemas y dificultades que vivieron los habitantes de la villa los hizo unirse como comunidad, hubo dos acontecimientos positivos que aportaron enormemente a fortalecer esta vida vecinal: la construcción de la capilla y la creación del Club de Fútbol Mahuidanche. La vida religiosa y el deporte constituyeron espacios en común que antes no existían y que ayudaron a crear lazos de amistad que se mantienen hasta el día de hoy entre varios de los vecinos.

El Club de Fútbol Mahuidanche Todo comenzó con las rondas de seguridad. En una reunión, mientras organizaban los turnos entre los hombres, uno de ellos expresó su entusiasmo por armar un equipo para jugar fútbol. A varios les gustó la idea, y la conversación de a poco empezó a tomar otra forma: no harían sólo un equipo de fútbol, sino que un club, hecho y derecho. Era el año 1993. A principios de 1994 el club ya era una realidad, y los jugadores se lo tomaban en serio. “En esa época, entrenábamos todos los domingos. Yo me levantaba a las siete y media de la mañana, tomaba desayuno, agarraba mi bolso y partía a la cancha. A grito limpio pasaba a buscar a todos los vecinos de por acá que jugaban y nos íbamos juntos”, recuerda Juan.

Equipo del Club de Fútbol Mahuidanche, categoría Adultos, 1997. Pag. 33

El club deportivo femenino surgió como una forma de acompañar a los hombres en la práctica deportiva.

Era un grupo de alrededor de 15 hombres los que armaron el club. Tenían series de infantiles, juveniles y adultos. Entre ellos mismos se entrenaban. Todo el trabajo y el funcionamiento del club se lo tomaban con absoluta seriedad. No cualquiera podía ser parte de él; sólo quienes demostraban que podían cumplir con las reglas y exigencias del club. “Para que alguien fuera admitido, tenía que ser recomendado por un socio del club. Éste lo presentaba y la asamblea analizaba si lo admitía o no. Tenía que ser gente comprometida, responsable y que no fuera conflictiva, porque teníamos prohibidas las peleas en la cancha: ahí había que portarse como caballeros”, relata Laureano. La seriedad y organización del club era tal, que llegaban hombres de otras poblaciones de Puente Alto pidiendo integrarse al equipo. “No discriminábamos a nadie mientras se respetaran las reglas”, narra Laureano.

Los niños del club buscaban cualquier lugar para realizar las actividades deportivas, incluso la casa del vecino. Pag. 3 4

Una de esas reglas, para mantener el orden, la creó Laureano cuando fue presidente del club. En un principio, todos eran responsables con los pagos de las cuotas que el club cobraba para pagar las inscripciones a las ligas, las poleras y diversos gastos. Pero cuando empezó a crecer el

grupo, cuenta que había jugadores que, por tener talento, creían que tenían su cupo guardado y reservado para cada partido, incluso, sin haber pagado su polera. “Entonces yo les decía que el que no pagaba, no jugaba, aunque fuera bueno para el fútbol. No importaba. Simplemente, lo dejaba sin polera. Ahí, cuando veían que no iban a poder jugar, se conseguían como fuera la plata y pagaban”, recuerda Laureano. Los problemas de conducta se castigaban igual, incluso con la expulsión del club. Pero no sólo fueron hombres los que se involucraron con las actividades del club. Las mujeres iban a verlos jugar y llevaban a los niños. Los apoyaban armando banderines y letreros. Les llevaban comida y bebidas. Aplaudían los triunfos y los acompañaban en las derrotas. Además, cada año celebraban el aniversario del club. Todas estas actividades dieron pie para que se fuera conformando un grupo de amigos, de hombres y mujeres adultos, que se juntaban a festejar. “Jugábamos brisca, tomábamos algunos traguitos, bailábamos, nos reíamos. Todo sanamente. Lo pasábamos tan bien”, comenta con nostalgia Patricia. Entre risas la señora Benedicta recuerda su historia con el fútbol y los partidos que se

Las mujeres desde siempre han participado activamente en las actividades comunitarias de la villa, y en las actividades deportivas también, ya sea acompañando a sus hijos y maridos, o conformando su propio equipo de fútbol.

Los entrenamientos y campeonatos no fueron exclusividad de los hombres, las mujeres también supieron aprovechar las instancias de participación, ocupando, en este caso, las canchas de la villa para desarrollar sus actividades deportivas.

Pag. 35

jugaban en la liga “el fútbol, sí, a mi me gusta ver. No le digo que yo iba a todas partes con mi yerna y mi hija y hasta la guagua po’, si íbamos en coche a ver los partidos, si no le digo que el Carlos me decía: “mami vamos” y a mi marido yo lo dejaba durmiendo, acostado. Después llegaba, lo despertaba y me decía - ¡Carmen!- ¿qué? Está hecha la comida- sí, ya, levántese, le decía yo… no se daba ni cuenta.” El compromiso y seriedad que quisieron darle al club tuvo sus frutos: salieron cuatro años campeones en la Liga Gabriela en la categoría El esfuerzo y dedicación de las mujeres, las hizo merecedoras de grandes logros y premios a nivel deportivo.

Pag. 3 6

Los equipos masculinos del Club Deportivo Mahuidanche también lograron premios y reconocimientos a nivel de las ligas comunales, el trabajo serio y las ganas de sus jugadores hizo que se destacara al club por su buen juego y trabajo asociado.

adulta y en la tabla general. Fueron grandes alegrías para la población. “Veías a toda la gente unida por una misma causa. Iba la villa casi completa a vernos jugar. Alrededor de la cancha había 300 o 400 personas. Escuchabas cantos y gritos de apoyo, veías cómo levantaban una bandera grande que teníamos del club. Era muy bonito verlos a todos alegres”, cuenta con una sonrisa Laureano. La vida del Club de Fútbol Mahuidanche se acabó el año 2003, cuando los mayores empezaron a retirarse. Las reglas comenzaron a transgredirse y el funcionamiento fue decayendo de a poco. Faltaba gente con carácter que asumiera las responsabilidades que habían tomado los que formaron el club. Así, no se pudo seguir adelante y las grandes alegrías que les dio esta organización fueron desapareciendo. Se perdió una valiosa instancia de encuentro y de vida en comunidad. Quedó

en el pasado la que todos recuerdan como la época de mayor unión de la villa. Es algo que hoy recuerdan con nostalgia. Una mezcla de alegría y tristeza se siente en las voces de quienes traen al presente esos tiempos. Sonríen cuando recuerdan los triunfos, las celebraciones, las fiestas, los juegos en grupo. Suspiran cuando se dan cuenta de que eso quedó atrás. La sonrisa vuelve a sus caras cuando entienden que los amigos que hicieron en esos tiempos siguen ahí, al lado o, al menos, la mayoría de ellos. Hoy, la historia parece dar un vuelco: el Club de Fútbol Mahuidanche está volviendo a renacer. Quizás el pasado vuelva a hacerse presente y un renovado equipo de futbolistas haga cantar y gritar de alegría con nuevos triunfos.

Por amor al fútbol Aunque el Club de Fútbol Mahuidanche es más bien una historia del pasado, el fútbol no. Los jóvenes siguen armando equipos, junto a otras villas, para participar en diferentes ligas. Los niños también, guiados por Patricio (36), quien entrenó, cuando eran niños, a muchos de los jóvenes que actualmente tienen un equipo propio. “Patito”, como todos lo conocen, nació con una dificultad en los tendones que le impide caminar normalmente. Cuando aparece andando en bicicleta, con buzo, polera y zapatillas, y presentándose como el “encargado de deportes” de la villa, es

Pag. 37

Patricio Flores y su equipo Infantil, lucen contentos pero no muy conformes la medalla del segundo lugar del campeonato de ligas organizado a fines de la década de los 90’. Pag. 3 8

difícil imaginarse que no puede caminar bien. Para trasladarse, Pato usa la bicicleta: le permite mantener el equilibrio no sólo cuando se sube en ella, sino también cuando la lleva al lado, caminando, como soporte. Ninguna dificultad ha hecho que Pato deje el fútbol atrás. Además de jugar de arquero, semana a semana le traspasa sus conocimientos a los más chicos, entrenándolos en las canchas de la villa. Esta tarea la comenzó el año 1995, independiente de lo que hacía el Club de Fútbol Mahuidanche. “Me nació hacerlo, me dieron ganas de que los niños aprendieran desde chicos a jugar. De a poco se empezaron a acercar. Yo invitaba a que vinieran todos los que quisieran. Al principio deben haber llegado seis o siete, y de a poco se fueron integrando más”, relata orgulloso Patricio.

Los niños que conformaron el Club Mahuidanche en sus primeros años de vida, entrenaban junto a Patricio Flores en la cancha de la villa, a un costado de la plaza. Hoy, quince años después, los integrantes cambiaron pero “Patito” sigue entrenando cada semana, con la misma energía y dedicación de entonces, a todos los niños de la villa.

En el año 1997 ya había una buena cantidad de niños y jóvenes entrenando con Pato, así es que armó equipos para las distintas categorías por edad y los inscribió en una liga. La primera fue la de Los Canales. En ese entonces, ellos se llamaban “Juventud San Lorenzo”. Actualmente cuenta entrena a niños y preadolescentes, porque los mayores juegan en

Pag. 39

Serie Infantil del Club Deportivo Mahuidanche entrenado por los adultos del club,en las canchas de la villa.

Pag. 4 0

la categoría adulta y arman sus propios equipos para ir a jugar a diferentes ligas. Ellos se mueven de manera independiente. A los demás, los entrena sin horario fijo. Se pone de acuerdo con algunos de ellos, los llama a las multicanchas y entrena con quienes van llegando. No tener horarios ni días establecidos para entrenar dificulta el trabajo en equipo, pero, hasta ahora, ha sido el modo en que ha podido mantener a una mayor cantidad de niños participando y que le permitió ganar un premio importante algunos años atrás. Recuerda con alegría la victoria en la liga de baby Los Canales el año 2001. El equipo de la 3º categoría –niños de 10 a 12 años- obtuvo el primer lugar. “Ganamos como 28-2. Es que los niños que yo tenía eran muy buenos. Había uno, Emanuel, que el segundo partido hizo 17 goles. Salió goleador de la liga”, recuerda Pato mientras mira el álbum con las fotos en donde salen todos celebrando junto a la copa. “Estaban todos emocionados. Las galerías estaban llenas y escuchábamos como la gente de la villa celebraba cada gol”, relata. Hoy sueña con crear una escuela de fútbol profesional, donde los niños sean evaluados y se les exija rendimiento y asistencia. Algo bien organizado, con horarios fijos de entrenamiento y donde los padres apoyen a sus hijos cien por

ciento. “Eso es muy importante, porque sin el apoyo de los papás los niños muchas veces se desmotivan y les cuesta tomarse en serio los entrenamientos y el trabajo en equipo”, argumenta. Ahora está pensando en cómo lograr sacar adelante su idea.

La Capilla San José Obrero Todo comenzó cuando algunas mujeres de la villa formaron un pequeño grupo para celebrar el mes de María en 1993, junto a una monja italiana, la hermana Ettorina. La monja iba de la capilla Nazaret –en la calle Gabriela de Puente Alto- a la villa para llevar la vida religiosa a este nuevo lugar que empezaba a tomar vida. Invitaba a la gente a participar y, de a poco, un grupo de mujeres se fue animando. María, quien actualmente está encargada de las llaves de la capilla, fue una de las pioneras de la vida religiosa de la población. Recuerda que en un principio eran apenas tres las que participaban, pero con el tiempo se les fueron uniendo más personas, en especial, mujeres. Para María, más conocida como “Nani”, la formación de la capilla y de la vida religiosa de la villa fue de la mano de su propio crecimiento espiritual. Ella creía en Dios, pero no era practicante y ni siquiera se sabía el Padrenuestro. “Cuando era joven, me

Con mucho esfuerzo, trabajo y sobretodo convicción, hombres y mujeres lograron construir la actual Capilla San José Obrero.

Pag. 41

metía a una iglesia y me daba ataque de sueño. No entendía nada. Tampoco me interesaba”, recuerda. Fue la necesidad y la desesperación la que la hizo participar en la vida religiosa de la villa, ya que cuando llegó a El Duraznal, no le gustó nada del lugar. Sólo pensaba en irse. No se vinculaba mucho con nada de la villa, hasta que un día la hermana Ettorina tocó su puerta y la invitó a rezar el mes de María. Sin saber bien por qué, Nani quiso probar, ver si pasaba algo con ella y empezó a ir a las reuniones. Desde entonces no Desde un principio la Capilla congregó a mucha gente, incluso antes de ver instalados sus primeros pilares.

Pag. 4 2

ha dejado de participar en la capilla. Al principio, no tenían un lugar físico donde juntarse a rezar. Entonces, se reunían en las casas. Se iban turnando entre las que participaban y así hicieron funcionar por un tiempo el grupo de oración. Luego buscaron un lugar fijo. “Empezamos a juntarnos en un sitio que había en la sede que estaba desocupado, donde se acumulaba pura basura. Hablamos con la Junta de Vecinos y les preguntamos si podíamos hacer ahí un lugar de encuentro y nos dieron el permiso. Limpiamos el lugar y comenzamos a juntarnos ahí y así fuimos formando una pequeña comunidad”, cuenta María. Ese fue el primer paso. Luego, en 1994, la hermana Ettorina se consiguió por medio del Hogar de Cristo una mediagua. Con el permiso de la Junta de Vecinos la instalaron en un pedazo del terreno que pertenecía a la Sede Comunitaria. Las mismas mujeres la armaron, con la ayuda de sus maridos. Entonces todo

empezaba a ser un poco más acogedor. Ahora tenían un techo donde juntarse y comenzaron a hacer liturgias. “Nos dio una gran alegría, porque había empezado a llegar mucha gente y necesitábamos un lugar mejor para reunirnos. No había capillas ni iglesias cerca. Estábamos aislados de locomoción y esto facilitaba todo; teníamos un lugar dentro de la misma villa para poder rezar y juntarnos como comunidad”, relata María. Con esta pequeña capilla en pie, la vida religiosa de la villa creció muchísimo. Comenzaron a hacerse diversas actividades que lograron unir a gran parte de la población. “Los Nazarenos” era una de ellas. Domingo por medio, en las canchas de la villa, un grupo de jóvenes se encargaba de entretener, compartir y jugar con todos los niños que quisieran participar. Celebraban juntos cumpleaños y las fiestas religiosas importantes, como la Navidad. La hermana Ettorina se encargaba de conseguirse comida, de llevarles leche y algo rico para comer, además de que todos recibieran, cada año, un regalo de Navidad. Fue tal el éxito de “Los Nazarenos”, que llegaban a participar jóvenes y niños de otras villas. A esto sumaron la actividad llamada “Las Colonias”, donde, una vez al año, se organizaba una semana completa con actividades especiales para trabajar

Hombres, mujeres y niños se unieron para levantr la construccion y con ella la fe de los vecinos de la villa.

Pag. 43

con los niños. El último día, los llevaban de paseo. “Era muy entretenido. Se hacían juegos y los llevábamos fuera, a algún lugar bonito. Eso les encantaba y llegaban muchos. A veces teníamos que contratar dos buses grandes. Venían también de El Castillo y de Padre Hurtado. No le decíamos a nadie que no. No importaba la religión. Con las ganas de participar era suficiente”, recuerda Nani con alegría. En alguna época llegaron a juntarse 200 niños, más todos los jóvenes que se hacían cargo de ellos.

La Capilla, actualmente es uno de los espacios comunitarios más reconocidos y queridos por los vecinos, no sólo personas del barrio asisten a las misas, sino que domingo a domingo congrega a decenas de vecinos de otras villas que participan activamente de las actividades que se realizan en nombre de la fe Cristiana.

Pag. 4 4

Lamentablemente, con la ida de la hermana Ettorina, en 1998, estas actividades empezaron a desaparecer. Sin su ayuda, todo se hacía más complicado. Un día, simplemente dejaron de hacerse, pero la capilla, siguió tomando forma. Fue en el año 1999 cuando la capilla se convirtió en lo que es actualmente. Nuevamente hablaron con la Junta de Vecinos, esta vez, para pedir que les cedieran la mitad del terreno de la sede para ampliar la construcción. “En ese tiempo, la sede, prácticamente, no prestaba ningún servicio. En cambio, la capilla se estaba llevando mucho trabajo. Todo lo que era la parte social, por un lado y, por otro, ofrecíamos todos los sacramentos”, cuenta María. La Junta de Vecinos estuvo dispuesta a ceder ese terreno en comodato compartido a la Comunidad Católica San José Obrero y comenzó a construirse la capilla con el aporte de muchas personas. Se hicieron bingos

y para eso hubo que conseguirse premios. Entre las mujeres laicas que participaban y las monjas italianas lograron juntar un buen número. Además, trataban de reunir dinero vendiendo lo que podían. “Nos dimos el trabajo de pasar casa por casa preguntando ¿me da una papa? y después hacíamos papas fritas y las vendíamos. Al final, no sólo quienes participaban directamente en el grupo religioso aportaron en la construcción de la capilla, sino también muchos vecinos que estuvieron dispuestos a donar parte de lo que era suyo. A esto hay que sumarle el apoyo que tuvieron del padre Ernesto, quien era párroco de la Parroquia Beato Pedro Bonilli, a la cual pertenecía la capilla San José Obrero. “Él nos ayudó mucho, porque se consiguió fuera de Chile todo lo que es la parte de arriba de la capilla, esa sala que está en el segundo piso. Nosotras mismas, las mujeres, la construimos. Nosotras picamos, hicimos los hoyos, hicimos todo. Las otras salas las hizo mi marido con dos hombres más que son de la villa Padre Hurtado, pero que también participaban de la capilla”, comenta orgullosa María. Actualmente, la capilla San José Obrero realiza catequesis bautismal, de primera comunión, de confirmación y charlas para preparar matrimonios, además de catequesis familiares y para preadolescentes. María, junto a su marido, Raúl, llevan años preparándose y haciendo cursos en el verano en diferentes parroquias para poder hacer ellos después catequesis en la capilla. Reciben gente de la misma villa, además de las poblaciones Padre Hurtado, Arco Iris, Los Canales y Pacífico

Pag. 45

Sur, principalmente. Además de las catequesis, la capilla ofrece todos los sacramentos y misa dominical a las 10:30 y los martes a las a las 20:00 horas. Alrededor de la capilla se ha generado una vida de comunidad que no sólo alcanza a la villa El Duraznal, sino también a varias de los alrededores. “Lo que tú recibes, al final, es mucho más que lo que entregas. Y te sirve mucho. A mí me ayudó a ser más feliz, a verle más sentido a estar acá. Creo que cambió el trato con las personas y también me ayudó a ser menos temerosa, a atreverme a salir a la calle. Me hacía mal la manera de relacionarme con la gente, tener miedo, y participar en la Iglesia me hizo ver las cosas de otra manera. Yo creo que si no existiera la capilla, yo no habría podido vivir aquí. Estaría con una depresión horrible. Para mí ha sido una ayuda muy grande”, cuenta María al recordar cómo ha sido su experiencia en el barrio durante todos los años que ha vivido ahí.

Pag. 4 6

Capítulo 4

Lucha por una vida mejor

El trabajo que hizo la primera Junta de Vecinos respecto a la seguridad y a buscar soluciones a los problemas que se tuvieron que enfrentar inicialmente, es algo que ninguno de los vecinos olvida. Todos tienen claro que fue un motor importante para hacer andar la villa y sacarla adelante a pesar de todos los inconvenientes. Sin embargo, esta entidad sigue en pie hoy en día en el barrio, y las tareas que han tenido que llevar a cabo las Juntas de Vecinos sucesoras también han sido de gran importancia. Ellas han seguido, día a día, luchando por mejorar la calidad de vida de los habitantes de El Duraznal, al igual que el programa de gobierno Quiero mi Barrio, que desde noviembre de 2007, trabaja por la villa y por sus pobladores.

El trabajo de las Juntas de Vecinos La ya mencionada primera Junta de Vecinos tuvo que superar los problemas de seguridad, de los medidores de luz, de la basura y de la locomoción, principalmente. Al mismo tiempo, este grupo de personas trabajó por ayudar a quienes más lo necesitaban a través de bingos y fiestas en beneficencia. Este trabajo en conjunto perduró por muchos años, logrando mejoras físicas, sociales y culturales para el barrio. Un ejemplo de esto fue el trabajo de la Junta de Vecinos que encabezó, como presidenta, María (50). El año 2000, sus integrantes comenzaron a armar una plaza más acogedora.

Pag. 47

Pasó de ser un terreno seco, donde sólo había unos juegos infantiles, a ser un lugar con árboles, plantas y flores. “Nosotros hicimos la plaza con ayuda de los vecinos. Ellos dieron las plantas y las semillas. Nos ganamos un proyecto de mejoramiento de barrio y el gobierno nos facilitó las herramientas y diversos materiales. Armamos con nuestras propias manos una plaza como correspondía: con hartos árboles, pasto y con una veredita”, explica María. Ella quería que el barrio se viera bonito, que todos participaran en su mejoramiento y, así, que los habitantes se sintieran orgullosos de vivir donde vivían. Por esto también, esa misma Junta de Vecinos trabajó para lograr cercar las multicanchas, ponerles altas mallas metálicas para que los jóvenes pudieran jugar tranquilos fútbol sin molestar a la gente que transitaba por las calles. Así, con gestos como éstos, fueron dándole de a poco orden y armonía a la villa.

La construcción y hermoseamiento de la plaza central, fue realizada gracias al trabajo comunitario de los propios vecinos y la Junta de Vecinos de ese período. Pag. 4 8

Un gran logro, que al mismo tiempo fue una enorme alegría para la población, fue haber ganado a través del programa Extra Jóvenes una biblioteca comunal. Esto lo consiguió el marido de María junto a jóvenes de la población y gracias a la ayuda de un funcionario que en ese entonces trabajaba en la municipalidad de Puente Alto. Él los

motivó a participar en el concurso que organizaba el programa de televisión. Debían presentar un proyecto de biblioteca y si ganaban, obtendrían cinco mil libros que harían el proyecto realidad. El marido de María tenía un club de fútbol femenino, y él, junto a las jóvenes se hicieron cargo de la tarea. Ganaron y la alegría fue enorme. “Tenemos el video del programa de cuando ganamos el premio. Fue una sorpresa bien linda. Me acuerdo que después vino una camioneta llena de libros que los traían niños de colegios importantes para los niños de acá”. Para mantener el orden, hicieron estanterías y ordenaron los libros por distintas clasificaciones. Además, crearon un registro donde iban anotando los préstamos que se hacían, y para que siempre hubiera alguien cuidando este orden, hacían turnos entre varios, respetando los horarios. Así, todo el que quisiera podía acceder sin problemas a los libros. Hoy, la biblioteca ya no existe. Nadie sabe qué pasó finalmente con todos los libros. Algunos creen que los robaron, otros, simplemente, que se perdieron. María cuenta que es difícil cuando se asume con responsabilidad el cargo de presidente, porque hay que dejar muchas cosas de lado, ya que el tiempo no alcanza para estar en todas partes. A ella le sucedió con su familia,

Alegría y orgullo sintieron las mujeres gestoras de la primera plaza de la villa, cuando se inauguró oficialmente el trabajo. Mujeres de otros barrios, como la vecina villa Arco Iris, también claboraron en esta hermosa labor comunitaria. Pag. 49

que a veces la postergó por no renunciar a su trabajo por la villa. “Yo dejaba mi casa botada. Si nos citaban en chuchunco, para allá iba. Si alguien necesitaba un médico, allá estaba con un médico. Traje doctores y oftalmólogos; hice lo que pude para ayudar a los más viejitos. Estaba para lo que necesitaran. Hacía lo que fuera para tratar de mejorar esto”, comenta. Y es que ese es finalmente el motor que hace avanzar a la villa: las ganas de quienes quieren trabajar por hacer de ella un lugar mejor. Las mujeres de la villa, símbolo de lucha, amistad y sacrificio, han sido desde siempre pilar fundamental para el desarrollo de sus hogares y de los espacios comunitarios del barrio.

Proyecto Vial Acceso Sur a Santiago, Villa El Duraznal, año 2009.

Pag. 5 0

Uno de los grandes problemas que han tenido que enfrentar los habitantes de la población fue la construcción de la Autopista Acceso Sur. A pesar de que ella debiera mejorar la situación a futuro de la villa respecto a la accesibilidad y conexión con las principales arterias de la comuna y centros de servicio, no ha sido bien vista por los pobladores, ya que hasta ahora sólo les ha traído problemas. Los trabajos comenzaron el año 1999 y durante más de cinco años estuvieron paralizados por las protestas. Recién en 2009 finalizó su construcción. Es por esto que en lugar de aportar a la conectividad, la ruta segregó aún más al barrio, pues durante varios años fue sólo una zanja que separaba a la villa de la Pintana. Además, los trabajos generaron problemas medioambientales que han provocado un gran

descontento en los habitantes. Los vecinos de la calle La Serena, que colinda con la autopista, son los que más han sufrido las consecuencias, ya que esta situación provocó un grave deterioro de esta calle. Debido a los problemas ocasionados, la Junta de Vecinos de El Duraznal decidió unirse a las poblaciones Batallón Chacabuco y San Alberto, de la Pintana, y a la de Los Canalistas, de Puente Alto, para presentarse en la inauguración del acceso sur a Santiago, el 8 de abril de 2008, con sus respectivas quejas. Se juntaron cerca de cien pobladores. Querían lograr ser escuchados por el ministro de Obras Públicas, Sergio Bitar. En el diario El Mercurio del 9 de abril de 2008 se explica que en esa oportunidad se explicitaron los principales inconvenientes causados por los trabajos en la autopista: “(manifestaron) que tienen problemas por murallas que quedaron frente a algunas viviendas y que también sufren graves problemas higiénicos, ya que en varias oportunidades los ductos del alcantarillado se taparon con escombros e hicieron que las aguas servidas salieran por los baños e inundaran sus viviendas”. En ese entonces, ya habían pasado nueve años desde que comenzaron los trabajos de la constructora. Así, lograron que el ministro Bitar se comprometiera a visitar las poblaciones.

Parte del trabajo realizado para la construcción del Acceso Sur a Santiago en Avenida La Serena.

Los muros que dividen el proyecto vial de Acceso Sur a Santiago y la Villa El Duraznal, fueron instalados en avenida La Serena. Pag. 51

Las canchas de la villa El Duraznal han sido el lugar de encuentro de los vecinos. Fiestas comunitarias, actividades deportivas y sociales han dado vida a la participación en este importante espacio comunitario del barrio.

La plaza central de la villa, centro cívico y lugar de encuentro de los vecinos. Pag. 5 2

Actualmente, la Junta de Vecinos, cuya presidenta es Alejandra, está en un período de negociación con el Ministerio de Obras Públicas. Ella tiene la esperanza de conseguir que las viviendas de la villa sean reparadas sin costo. “Es que no sólo las casas de la calle La Serena tuvieron problemas. Acá transitaban camiones por todas las calles y tuvimos muchas molestias, malestares e incluso deterioros de algunos sectores. Estamos pidiendo que se mejore lo que se echó a perder”, reclama Alejandra. Desde el año 2005 está la actual Junta de Vecinos y han podido lograr avances en diversos ámbitos en la población. Para empezar, recuperaron el trabajo que se había hecho en la plaza, ya que las áreas verdes que había empezaron a morirse por falta de agua. Para solucionar este problema, Alejandra luchó por conseguir que las autoridades les hicieran un arranque de agua en la misma plaza para poder regarla sin dificultad todos los días. Pidieron que la municipalidad se hiciera cargo de esto. Pusieron pasto nuevo, más árboles, áreas verdes, juegos y bancas. Lograron también que la municipalidad reparara las multicanchas que, por lo años, habían

sufrido grandes deterioros. Se cambiaron los arcos de básquetbol, recibieron nuevas pelotas y se renovaron las redes de los arcos de fútbol. Respecto a temas sociales, actualmente han ayudado a más de 80 familias con problemas económicos, cambiando las techumbres en mal estado de sus casas, solventando gastos médicos, consiguiendo que asistentes sociales visiten a quienes lo necesitan para que conozcan la realidad en la que están viviendo. El dinero para ayudar muchas veces lo consiguen entre la misma gente de la villa. “Desde el año 2005, los bingos para solventar gastos de la gente y para ayudar a los más necesitados han sido permanentes. Hubo épocas en que los hicimos todos los sábados”, relata Alejandra.

Los juegos para niños dispuestos en el corazón de la plaza constribuyen a dar entretención a todos los habitantes de la villa.

Pero no todo se trata de solucionar problemas en la villa. Actualmente, la Junta de Vecinos ha organizado viajes gratis al zoológico metropolitano para 200 niños y 30 adultos. “También pensamos en que la gente pueda entretenerse”, cuenta Alejandra. Es así como el rol de las Juntas de Vecinos no sólo ha sido intentar solucionar los grandes problemas que a lo largo de los años han aquejado a la población, sino también ha sido estar presente en los ámbitos organizacionales, buscando la cooperación de todos los vecinos en aquellas actividades que traen beneficios a la comunidad.

Pag. 53

Las Juntas de Vecinos de la villa El Duraznal se han caracterizado por incentivar la solidaridad en el barrio. Los bingos, las fiestas en beneficencia y las ramadas han sido comunes debido a este espíritu de fraternidad que han introducido los grupos líderes del barrio, con la labor determinante de la Junta de Vecinos y, por supuesto, de todos aquellos que, sin participar de esta entidad, han estado dispuestos a luchar por su barrio para que día a día sea un mejor lugar para vivir. Fiestas comunitarias organizadas por las Juntas de Vecinos han sido desde siempre una de las actividades de mayor convocatoria y participación al interior de la comunidad.

Orgullosos de sus hijos La villa El Duraznal guarda en ella historias de gran esfuerzo. Son los relatos de matrimonios y mujeres solas que han sacado a su familia adelante a pesar de los inconvenientes. Son las vidas de jóvenes que han puesto todas sus energías en estudiar y trabajar para entregarles, en el futuro, una mejor calidad de vida a sus padres.

El ánimo de los vecinos por agruparse y celebrar sus fiestas, llevó a los vecinos a participar en desfiles y fiestas comunales. Pag. 5 4

Antes de llegar al barrio, muchos vivieron en condiciones de gran pobreza. Lucharon por conseguir su casa para darles a sus hijos una vida digna y más feliz. Cada día pensaron la manera de ir mejorando el lugar en que vivían. Trabajaron

arduamente para poder ampliar sus viviendas y darles a sus hijos el espacio que necesitaban, además de entregarles la mejor educación a la que sus recursos les permitían acceder. No importaba cuántas horas tuvieran que trabajar: iban a darles todo lo que pudieran a sus hijos. Pensaron en ellos y en abrirles las puertas a un futuro lleno de posibilidades, a un futuro donde pudieran surgir, crecer y soñar. Eso fue lo que pensó Ana. Desde el momento en que empezó a luchar por conseguir su casa, sabía que tenía que darles algo propio a sus hijos y que no importaba cuánto tuviera que trabajar, porque además de un hogar, ella iba a conseguir alimentarlos, vestirlos y darles educación. Y así lo hizo. Más de alguna vez pasaron hambre, pero siempre tuvieron algo para comer, ropa limpia y un colegio donde ir a estudiar. Y lo más importante, le enseñó a sus nueve hijos que para surgir en la vida, hay que luchar y que todo hay que lograrlo de manera honrada y con trabajo. De esta manera salió adelante Alfredo, su hijo mayor, que actualmente tiene 30 años. Estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), auspiciándose sus propios estudios, ya que a Ana sólo le alcanzaba el dinero para pagar la enseñanza escolar de sus hijos. Entonces Alfredo, que tenía pensado estudiar una carrera universitaria, comenzó a vender dulces en las micros desde que estaba en IIº medio. Así fue juntando fondos para empezar a pagar su carrera. Actualmente está haciendo su tesis de carrera. Hoy se dedica, junto a un socio, a la selección de personal para diversas empresas, labor

Pag. 55

similar a la de un head hunter. Dice que cuando se reciba de su carrera y junte una buena cantidad de dinero trabajando, va a comprarse una casa grande, donde pueda llevar a vivir a su madre. El orgullo de Patricia son sus tres hijos. En la mayoría de los temas de conversación aparecen mencionados. Es que para ella, que estén donde estén se debe en gran parte a todo su esfuerzo y el de su marido. Los dos trabajaron sin descanso para entregarles a sus hijos lo que necesitaban. Los dos lucharon para demostrarles que la vida hay que ganársela, que las cosas no llegan de regalo. Los incentivaron a estudiar no sólo la enseñanza básica y media, sino también a pensar en más grande, en conseguir tener estudios universitarios. Y lo lograron. El mayor, Richard (28) es diseñador gráfico y trabaja en una empresa minera. “Por el trabajo está viajando por 15 días a Canadá”, cuenta con orgullo. “Él es un ejemplo de superación. Por eso yo digo que no por estar en este lugar nuestros hijos tienen que ser delincuentes. Los delincuentes los hace uno. Y también es nuestra tarea empujarlos a crecer, a ser mejores”, comenta Ana, amiga y vecina de Patricia.

Pag. 5 6

El segundo hijo de Paty, Eric (24) es técnico superior en electricidad. El menor de los hermanos, Francisco (21), ha tenido una peor suerte. Cuando llevaba tres años estudiando criminalística en la UTEM la carrera se cerró debido a problemas de acreditación. A estas alturas, ya estaría recibido. Francisco sintió que había botado a la basura esos tres años de estudios, no sólo por el dinero invertido, sino también por el tiempo. Se

deprimió, le afectó mucho. Sin embargo, decidió seguir adelante y buscó otra carrera que le gustara y donde pudiera desarrollarse. Actualmente lleva dos años estudiando Informática en Biomédica. “Todos se han esforzado estudiando y saben también lo que nos esforzamos nosotros por ellos. Yo me siento muy orgullosa de mis hijos, de lo que han podido ser”, concluye Patricia. Juan y Gladys no se quedan atrás. La sonrisa que se les dibuja en la cara cuando hablan de su hija Elizabeth (29) lo demuestra todo. Es su única hija, y desde el día que se casó, hace un año, y partió de la casa, han estado pensando en irse a vivir cerca de ella. “Se fue a un lugar tan lindo, a una casa donde hay piscinas, parques verdes, árboles”, relata Gladys. Y ellos cuentan que eso lo consiguió gracias a sus estudios y a los de su marido, Juan. Ambos son Contadores Auditores de la UTEM. “Ella era muy estudiosa y, al mismo tiempo, trabajaba. Desde que salió de IVº medio se puso a trabajar para pagar sus estudios universitarios. Es que siempre decía que iba a salir adelante, que iba a tener una vida mejor y que nos iba a llevar con ella a donde se fuera”, cuenta Gladys mientras observa la foto del matrimonio de su hija que tiene en sus manos. Juan, en ese momento, revisa los álbumes de fotografías en donde aparece junto a su hija. Cuando encuentra la de la graduación del colegio se detiene y la explica orgulloso: “Acá estamos en la celebración de graduación. Fue una comida grande, una fiesta bien bonita. Es que es lindo ver cuando los hijos salen adelante”. Francisca forma parte de estos jóvenes que han querido surgir, que han aprovechado lo que sus padres les han podido

Pag. 57

entregar y han querido sacar frutos de ello y de su propio esfuerzo. Tiene 17 años y grandes proyectos en mente. Acaba de pasar a IVº medio en el Liceo de Puente Alto. Participa en el Consejo Vecinal de Desarrollo del Programa Quiero mi Barrio porque le gusta el trabajo social. Piensa que estando ahí es la única forma en que puede ayudar al mejoramiento de la villa, a sacarla adelante, a quitarle el estigma de ser un sector vulnerable. En gran parte, esto influye en sus proyectos: quiere estudiar Trabajo Social y Licenciatura en Historia. Si pudiera, además estudiaría algo relacionado con medioambiente. “Creo que puedo ligar estos estudios entre ellos. Unos se complementan con los otros”, explica Francisca. “Si estudio trabajo social primero, porque igual quiero hacer los otros estudios, me gustaría poder ayudar a la gente de acá”, agrega. Y como sabe lo importante que son estos sueños para ella, se ha esforzado en tener excelentes notas en el colegio que le ayuden a ingresar a estudiar en una buena universidad.

Haciendo barrio

Pag. 5 8

Las ganas de Francisca de trabajar por la villa han surgido en gran parte por el trabajo que el programa Quiero mi Barrio ha hecho en conjunto con los habitantes de la población. Éste llegó a la población el año 2007 para ayudar en la tarea de hacer de El Duraznal un mejor lugar para vivir, tanto en el día a día del presente, como en las semillas que se pueden dejar para construir un futuro con mayores posibilidades de progresar.

Pag. 59

El objetivo principal y general del programa ha sido, desde sus inicios, contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de los vecinos de la villa, a través del fortalecimiento del tejido social y los vínculos comunitarios. Para esto, se ha trabajado en promover la participación y unificación de los vecinos, en facilitar la integración urbana, en recuperar los espacios públicos del barrio y en mejorar las condiciones de su entorno.

Presentación de obra de teatro para niños, en el marco de la celebración del aniversario de la villa.

Bailes y presentaciones típicas nortinas animando una jornada comunitaria del Consejo Vecinal y el Programa Quiero mi Barrio. Pag. 6 0

El trabajo social ha sido un factor determinante para fortalecer los vínculos entre los vecinos. A raíz de este trabajo se han creado diferentes instancias donde los vecinos se relacionan y tienen la oportunidad de conocerse un poco más, también se aprovecha de enseñar y capacitar en diversas áreas. Las instancias de participación se concretan en: encuentros deportivos, talleres artísticos, fiestas comunitarias, paseos y viajes comunitarios, talleres de capacitación, talleres deportivos y culturales, entre otros. Estas actividades han sido de gran importancia, ya que en la villa El Duraznal se ha perdido bastante la vida de barrio. En general, los habitantes se desarrollan de manera independiente, manteniendo poca relación como comunidad. Sin embargo, hay grupos que siguen manteniendo a lo largo de los años la amistad que formaron desde los inicios de la villa, haciendo

reuniones y juntándose a divertirse. Esto ocurre principalmente con los adultos, quienes conforman la primera generación que llegó a la villa. Es algo que se dio naturalmente debido a que, por necesidad, tuvieron que unirse para solucionar como comunidad los problemas principales que tuvieron en los inicios de la historia de la villa, en especial, la delincuencia. Una labor importante que ha hecho el programa Quiero mi Barrio ha sido acompañar y apoyar la gestión del Consejo Vecinal de Desarrollo (CVD) en el cumplimiento de sus funciones. Para esto, todas las semanas el equipo de Quiero mi Barrio se reúne con el CVD, trabajando en conjunto en los diversos temas que al Consejo le interesa resolver. En este sentido, los profesionales del programa entregan todas las herramientas disponibles que puedan aportar a solucionar problemas, llevar a cabo propuestas y actividades que aporten a mejorar la calidad de vida del barrio. Este trabajo en conjunto es muy bien valorado por los vecinos del barrio, en especial por quienes participan del Consejo. “Yo estoy en el CVD trabajando con el programa Quiero mi Barrio. Tenemos muchas ideas, queremos hacer hartas cosas por mejorar este lugar, y con la ayuda del programa vemos que se pueden lograr. Yo lo encuentro súper bueno. Los chiquillos nos han

Una de las primeras jornadas de planificación realizadas con el Consejo Vecinal de Desarrollo (CVD) en el Centro de Recreación La Araucana.

Jornada de diálogo y trabajo del CVD con la ex Subsecretaria de Vivienda, Paulina Saball. Pag. 61

Encuentro de Líderes Sociáles y Comunitarios y Consejeros de CVD de la Región Metropolitana, Centro Canelo de Nos, 2009. Pag. 6 2

dado herramientas, hemos aprendido a sacar la voz. Ahora lo que necesitamos es el apoyo de la gente de la villa, porque es muy difícil que nosotros solos saquemos todo adelante”, comenta Ana. En los dos años que ha estado el programa en el barrio, ha realizado diversos talleres que, además de promover interacción social entre los vecinos y de generar espacios de entretención, han entregado conocimientos en las distintas áreas que han abarcado los cursos. Dos ejemplos concretos de esto son los talleres de bisutería y de cerámica, en donde los participantes aprendieron a fabricar artículos con sus propias manos, lo que hoy cuentan con gran orgullo. “Para mí fue maravilloso el taller de cerámica. Nunca pensé que podía crear algo con mis manos. Pude desarrollar habilidades que creí que no tenía”, relata Rosa (46). Además, quienes estuvieron en el taller de cerámica hicieron un paseo a Pomaire para conocer uno de los principales pueblos de artesanos alfareros de Chile. “Fue precioso estar ahí, ver cómo los artesanos trabajan la greda y las maravillas que fabrican”, concluye Rosa. Ella destaca, además, la calidad de los profesores del taller, quienes, a su parecer, lograron incentivar a todos los alumnos, mostrándose siempre disponibles a ayudar con mucha paciencia a quienes lo necesitaran.

Figuras de greda realizadas por los integrantes del taller de Pictocerámica.

La finalización del taller de Cerámica se realizó con una visita a la localidad de Pomaire donde pudieron compartir experiencias con los escultores del lugar. Pag. 63

Rosa también participó del taller de bisutería y cuenta que no sólo le sirvió para aprender a fabricar joyas de fantasía –aros, pulseras, anillos y collares- , sino que también fue una herramienta para poder vender y regalar artículos hechos por ella. Pero además, no olvida que fue una instancia para conocerse entre las vecinas que participaron. “Se vivía un momento de cercanía súper bueno entre las personas que estábamos en el taller. Eso me gustó mucho”, explica. Beatriz (43) y su hija Alison (12) tuvieron una experiencia similar en el taller de bisutería. El Taller de teatro cobijó a niños y jóvenes, quienes aprendieron las técnicas y juegos de la disciplina artística. Beatriz cuenta que aprendió mucho y que una de las cosas que más le gustó fue que el profesor los trataba a todos de la misma manera, a pesar de que algunos tuvieran más facilidades que otros para aprender. Alison relata que ella ha hecho regalos de cumpleaños con lo que aprendió en el taller y que además, le sirvió para hacer algo interesante y entretenido en vacaciones. “Como el taller fue en verano me sirvió para no quedarme aburrida en la casa. Me entretuve mucho”, explica.

Pintando el Mural por el Medio ambiente. Niños y jóvenes de la Brigada Ecológica participaron de esta actividad. Pag. 6 4

Pero no han sido sólo estas instancias las que han generado interacción social entre los vecinos al estar unidos por un interés personal de aprendizaje en común. Hay otros grupos que se han formado al compartir intereses que afectan a toda la comunidad, como es el tema del medioambiente. Acá surge la llamada Brigada Ecológica, que va de la mano de uno de los objetivos de intervención física del barrio que

tiene el programa, que es promover un entorno saludable, un medioambiente limpio y bello que contribuya a la identificación y apropiación de los espacios públicos por parte de la comunidad. Es acá donde empezaron las ganas de Francisca por trabajar por el barrio. “Estoy en la Brigada Ecológica y en la Comisión Medioambiente. Queremos transformar el potrero que hay en el cruce de las avenidas Primavera y La Serena, que ahora es prácticamente un basural, en un lugar bonito, de áreas verdes. Antes el potrero era lindo, verde, los niños iban a elevar volantines. Yo quiero que vuelva a ser así”, relata con energía esta joven. Para ella, el programa Quiero mi Barrio ha abierto nuevas posibilidades para conseguir que la villa tenga un futuro mejor. “El programa como que llegó del cielo a mejorar la villa. Me da gusto que esté acá y me enorgullece poder ser parte de esto, porque si nosotros no hacemos de esto un lugar mejor, ¿quién más lo va hacer?”, comenta. Respecto a los cambios físicos, uno de los logros que más agradecen los vecinos fue el mejoramiento de la iluminación, la cual era deficiente debido a la antigüedad de las luminarias. La intensidad lumínica era de aproximadamente el 50% de su rendimiento óptimo. Hoy, la villa cuenta con luminarias nuevas que además de

Control y monitoreo de obras de los consejeros, a las faenas del proyecto de Alumbrado Público emplazado en Av. Mahuidanche.

El proyecto de Alumbrado Público entregó mayor seguridad a los vecinos de avenida Primavera. Pag. 65

ayudar a la visibilidad, contribuyen a generar un sentimiento de mayor seguridad dentro de la población. Actualmente la nueva Sede Social Comunitaria es el gran orgullo de los vecinos. El proyecto vio sus primeras luces el año 2007, año de llegada del programa al barrio, y pretendía erigirse como la gran obra de confianza que permitiría afiatar el trabajo entre los vecinos y el programa. Sin embargo, el proyecto tardó más de lo esperado por diversos temas técnicos y normativos que impidieron que se desarrollara en los tiempos establecidos. Aún así y con todos los inconvenientes que tuvo la espera, el proyecto finalmente se concreta y es inaugurado el 20 de abril del 2010 por un grupo de vecinos, las organizaciones vecinales: Junta de Vecinos, el Consejo Vecinal de Desarrollo, Club de Adulto Mayor, Club de Jóvenes, entre otros y Manuel José Ossandón Alcalde de Puente Alto. A pesar de todos los inconvenientes iniciales, la espera dio sus frutos. La nueva Sede Social de la villa tiene 115m2 construidos y es la primera en Puente Alto en utilizar un sistema híbrido de energización, a través de paneles fotovoltaicos que permiten reducir en un 30% los costos en mantención y un termo solar que utiliza la energía limpia para la dotación de agua caliente de la sede, el cual sirve para suministrar todo el sistema de cañerías. Pag. 6 6

Vecinas y Consejeras de CVD, en visita de reconocimiento de obras del Centro Comunitario y Telecentro de la Villa El Duraznal. Pag. 67

Desde su origen, el proyecto se realizó de forma participativa junto a los vecinos que asistieron a los talleres de obras, quienes aportaron con ideas concretas para diseñar el edificio. Luego, cuando el proyecto estaba punto de ver la luz, un grupo de vecinos junto al Arquitecto del programa decidieron cuales serían los colores idóneos para pintar la Sede, culminando todo el trabajo en el edificio que actualmente se levanta como la gran carta de presentación de la villa hacia sus vecinos y las demás personas que visitan el barrio. A la fecha, las obras restantes contempladas en la cartera de proyecto de la villa: Plaza, Multicanchas y Techado se encuentran en inicio de construcción y el proyecto de Acceso a Viviendas en proceso de licitación. Se espera que los proyectos estén completamente ejecutados durante el transcurso del 2010, de esta manera se espera que la villa se convierta en un barrio modelo para las otras villas de Puente Alto y la Región Metropolitana, tanto en el diseño y calidad de los equipamientos, como en el trabajo comunitario que realizan sus habitantes, en especial los nuevos liderazgos. Convirtiendo de paso este tipo de intervención en una nueva forma de relación entre la comunidad y las instituciones públicas, mucho más participativa y dialogante, constituyendo una comunidad con poder de opinión y decisión.

Pag. 6 8

Uno de los importantes desafíos que quedan por delante para la villa, es la consolidación del Consejo Vecinal de Desarrollo como organización, pues serán los encargados de acompañar y

guiar las transformaciones y mejorías que se pretenden lograr para la villa.

Sólo con una organización vecinal activa y un tejido social fortalecido, se puede lograr el crecimiento y desarrollo de una población, el trabajo se ha iniciado y el proceso de recuperación y trabajo ha comenzado; es responsabilidad de los vecinos y de todas las instituciones públicas y privadas de la sociedad, generar más instancias de participación y colaboración para iniciar un proceso de desarrollo social y urbano que entregue a los habitantes más equidad y progreso.

Pag. 69

Inauguración Centro Comunitario y telecentro

Pag. 7 0

Proyectos

Pag. 71

El proyecto del Centro Comunitario y Telecentro del barrio considero la edificación de un nuevo equipamiento multifuncional en las dependencias de la antigua Sede Social. Contempló la construcción

un Centro Comunitario con una sala de usos múltiples, 2 baños, una cocina y una pequeña oficina. Y un Telecentro de 35m2 apto para la operación

C o n s t r u c c i ó n Centro Comunitario y T e l e c e n t r o simultanea de 8 computadores y un baño para personas con movilidad reducida. Además se construyo una pérgola de madera y jardineras y bancas en el exterior.

Pag. 7 2

El proyecto de Alumbrado Público consistió en el recambio de las luminarias existentes en las calles perimetrales (Mahuidanche, Serena y Primavera) y parte del pasaje Dalcao por unas nuevas y de mejor calidad. Además bajó su altura y se le agregaron mallas protectoras (anti-vandálicas).

A l u m b r a d o P ú b l i c o

Pag. 73

Pag. 7 4

Remodelación Plaza

El proyecto contempla la remodelación y ordenamiento de la actual plaza a través un nuevo diseño, más atractivo y que integre a toda la comunidad. Además, se construirá una nueva plazoleta en un terreno subutilizado frente a la capilla y se hará un paseo que una ambas plazas. El proyecto tendrá nuevos y modernos juegos infantiles, ejercitadotes y bancas y mobiliario.

Te c h a d o M u l t i c a n c h a y Equipamiento deportivo

El proyecto supone el techado de una de las dos multicanchas existentes en la villa El Duraznal con un nuevo y moderno equipamiento que contara con un nuevo sistema de iluminación y una marquesina para la protección del público dispuesto sobre las futuras de galerías.

Pag. 75

Pag. 7 6

Te c h a d o M u l t i c a n c h a y Equipamiento deportivo

El proyecto contempla el mejoramiento de los cierros metálicos y accesos, la iluminación de la segunda multicancha, el recarpeteo de ambas multicanchas y la construcción de nuevas graderías.

Acceso a Viviendas

El proyecto supone el mejoramiento de los accesos a las viviendas de cada uno de los vecinos, a través del hermoseamiento paisajístico de las calles y pasajes con nuevas superficies de pavimentos y jardines. Además se plantarán más de 200 árboles en toda la villa.

Pag. 77

Equipo de Barrio de la Villa El Duraznal, parte del Consejo Vecinal de Desarrollo junto al Alcalde de Puente Alto, Manuel José Ossandón, en la inauguración del Centro Comunitario y Telecentro. 20 de mayo de 2010. Pag. 7 8

Agradecimientos

La realización de este relato se debe principalmente a

la cooperación de los vecinos de la villa El Duraznal, quienes estuvieron dispuestos a abrir las puertas de sus casas con una acogedora bienvenida y a narrar sus vivencias, experiencias y sentimientos sobre todo lo que recuerdan que ha sucedido en la historia de la población.

Agradecemos especialmente la participación del

Consejo Vecinal de Desarrollo (CVD), la Junta de Vecinos, el Club de Adulto Mayor y en general a todas las organizaciones barriales y aquellas personas que aportaron gentilmente, de una u otra forma, a la construcción de esta historia. A todos ustedes ¡muchas gracias!

Equipo de Barrio del Programa Quiero mi Barrio, Villa El Duraznal. Puente Alto, junio de 2010.

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.