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Teknokultura: Revista On-line Vol. 6, 2006-2007 El Cuerpo del Delito/Deleite Otomie Vale Nieves Departamento de Psicología Universidad de Puerto Ric

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El Cuerpo del Delito/Deleite Otomie Vale Nieves Departamento de Psicología Universidad de Puerto Rico Recinto de Rio Piedras

Tanto sufre el que goza Como goza el que sufre. Por eso no todos los Caminos llevan a Roma Si no al cuerpo. José Saramago Citado en Imágenes del cuerpo

Me propongo explorar una de las formas que más están proliferando en la actualidad mediante las cuales se tiende a subvertir el “orden natural” que se le adscribe al cuerpo, particularmente el de las mujeres, me refiero a las cirugías estéticas. Parto de la premisa de que el cuerpo es un efecto de la cultura. Sobre éste se inscriben huellas, referentes, resistencias y formas de estética que denomino simultáneamente específicas y generales. Específicas porque remiten a las formas particulares mediante las cuales las mujeres nos relacionamos con nuestro cuerpo y generales porque devienen, en principio, de los entendidos sociales dominantes. Como consecuencia, el efecto de la cultura llamado cuerpo, es asumido de múltiples formas por las mujeres o el “género femenino”: muchas mujeres, múltiples formas de significar y de subjetivar el cuerpo.

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El cuerpo como objeto de estudio, topo y objeto de relación con los otros y consigo mismo. Un modelo social de cada época y que cada cultura impone, un objeto terapéutico, una vía de expresión. Cuerpo verbal, cuerpo que se describe o que se oculta, cuerpo que se diviniza o se culpabiliza, cuerpo que pretende identificarse con un ideal que la cultura impone, instrumento de placer y de poder, medio de liberación o de agresión al Otro. (Pérez-Rincón 1994). ¿Cuerpo posthumano? ¿Cuerpo rebelde o docilizado? ¿Cuerpo del delito o del deleite? Las miradas a estos cuerpos que se erigen desde los feminismos más tradicionales proponen que el cuerpo es natural1, así como las transformaciones que éste sufre con el paso del tiempo. Dichos cuerpos pertenecen a la Mujer, a las mujeres, o al género femenino sobre el cual habría de producirse un saber que permita cierta estabilidad y homogeneidad en tanto categoría. Reclaman además que, particularmente las cirugías estéticas, son nuevas formas de sujeción y de cosificación de las mujeres por parte de los sectores de poder, particularmente los hombres. De igual manera prolifera la perforación del cuerpo (llamada mutilación o fealdad, etc. por algunos) y los tatuajes. Perforación del cuerpo que lo recorre, lo (re) marca: vulva, ombligo, lengua, nariz, ceja, orejas (muchos, muchos)... Tatuajes (antes exclusivos de los reos, de los marineros, etc.) en diversas partes del cuerpo, desde los más “delicados” hasta el cuerpo convertido en lienzo, cuerpo-discurso, re-presentación expuesta en la piel para que la admiremos o nos “espantemos”, como sea el caso.

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Suscribo aquí la cita de R. Gentis presentada por Córdoba, Leal y Martínez (1994:118-119) cuando afirma que...“Si lo consiguiéramos sería para nosotros una liberación fantástica; conseguir no mitificarse más con estos cuentos de Naturaleza Humana; llegar a comprender que, hagamos lo que hagamos, nunca pensaremos el mundo, nunca nos concebiremos a nosotros mismos sino dentro de un universo de significaciones simbólicas. Sí, por definición no podemos pensar el mundo sino en un sistema de significaciones simbólicas, y a partir del mismo momento en que pronuncio la palabra naturaleza o la palabra mundo, esta naturaleza, este mundo del que yo hablo, se sitúa en el orden simbólico y en ninguna otra parte, lo que hay de este lado del orden simbólico, la realidad de las cosas si se quiere, es inaccesible para siempre”.

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Me pregunto entonces si estas transformaciones del cuerpo suponen nuevas formas de sujeción y de opresión para las mujeres. Puedo darle vuelta a la pregunta para pensar en qué medida dichas prácticas suponen resistencias y demuestran la heteronomía y la pluralidad de las mujeres. Me pregunto en qué medida lo “natural” pierde su pertinencia y el cuerpo y sus resignificaciones aparece como espacio político alterno: cuerpo híbrido, cuerpo discurso. Vale interrogar sobre las implicaciones que tienen estas expresiones para las nociones de género y de mujer que todavía se pretenden perpetuar. A continuación examinaré algunos de los múltiples ángulos posibles de esta discusión cuando nos referimos a las cirugías estéticas.

Sobre las cirugías estéticas Existe una interesante combinación entre el desarrollo científico-tecnológico2 y la puesta a la disposición de éstos para las mujeres, particularmente el que se refiere a las cirugías estéticas. Desde el “retoque” más sutil hasta el estirón que nos deja boquiabiertas. Desde tres costillas menos hasta un busto nuevo, hecho a la medida, literalmente. Ya el cuerpo parece que puede, al menos teóricamente y no sin los riesgos que conocemos, re-construirse a nuestra medida. Circuito del consumo, fabricación de piezas, nuevo ensamblaje, modelos construidos por solicitud. ¿cuerpos posthumanos, cyborgs?

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Suscribimos la propuesta de Heidi Figueroa (1994) en el sentido de que ni la tecnología ni la producción científica son neutrales, “estas emergen y adquieren sus significaciones a partir de las relaciones sociales históricamente situadas, cambiantes y que se construyen intertextualmente” (Pág. 212). En Más allá de la bella (in) diferencia: revisión postfeminista y otros escritos posibles. San Juan: Publicaciones Puertorriqueñas.

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Quisiera detenerme para explorar en qué medida la nueva tecnología3 puede constituirse en dispositivo de control no sólo sobre las mujeres (como se suele asumir comúnmente) sino también de las mujeres. Me interesa pues considerar no sólo el polo “negativo” que se le adscribe a las transformaciones en los cuerpos de las mujeres como consecuencia de las cirugías estéticas. Polo que tiende a pensar estos procesos como efectos del encuadramiento del que somos objeto las mujeres. Desde allí se ocluye (o se muestra- como sea el caso) la nostalgia por lo “natural” de las características del cuerpo de las mujeres. “Envejecer con dignidad”, “llevar las arrugas con orgullo”, dejar que la “naturaleza lleve o tome su curso normal”, son algunas de las expresiones que a diario ratifican estas concepciones. Mientras tanto, surge una avalancha de ofertas en diarios y revistas que hacen patente lo accesible de las transformaciones, fotos con el “antes” y el “después”, sofisticación de argumentos donde los riesgos son menos cada día, sin necesidad de anestesia, con planes de pago4. Programas de radio y de televisión dedicados a abordar los debates y las controversias sobre los efectos

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Me refiero con nueva tecnología a las nuevas posibilidades que se producen en cuanto a la reestructuración del cuerpo de las mujeres como consecuencia de una avalancha de técnicas para las cirugías estética: estiramiento de la piel, cambio de facciones, reducción de caderas, muslos costillas, engrandamiento (con silicona) del busto o achicamiento de éste, entre otras. De otro lado remito también a las nuevas técnicas en cuanto a la reproduccióncompra de esperma en bancos diseñados para esto. Acá vemos que el cuerpo de las mujeres parecería que pierde su “naturaleza”. Doble pespunte, por un lado la inserción de las mujeres en un mercado- hipermercado- de consumo de nuevas mercancías- cirugías estéticas de toda suerte. Compra de esperma- una vez más lógica de consumoespecificidad de las características del “donante” a grados insospechados. Por otro, desnaturalización de la maternidad en tanto efecto del amor y de la sexualidad entre parejas heterosexuales. Cuerpos reconstruidos, hibridizados, despojados de su destino. Aunque no necesariamente se inscriben dentro del circuito de las nuevas tecnologías, la perforación del cuerpo y los tatuajes se suman a lo antes descrito para “desnaturalizar” el cuerpo ( recordemos que estas dos últimas modalidades descritas se han utilizado en diversas culturas por milenios). 4 Este fenómeno parece proliferar transcendiendo los límites de EU y PR. Me llamó la atención un artículo que circulara en un diario de PR en la sección de The Wall Sreet Journal of America cuyo título es muy sugestivo: Brasil empieza a tomarse las cosas a pecho. El primer párrafo dice lo siguiente: “Cuando el sitio de compras por Internet Kelkoo.com surgió en noviembre en Brasil, los ases del marketing pusieron a funcionar sus cerebros en busca de una audaz campaña publicitaria que hiciera eco de un tema de palpable actualidad. ¿Proteger la selva tropical? ¿Acaso el renacer económico de Brasil? Nada de eso. Kelkoo escogió un tema verdaderamente popular: los senos. Senos más grandes. El lema de la compañía: “comprar es natural” fue colocado en vallas anunciadoras, mostrando dos pares de pechos femeninos desnudos, unos de mayor tamaño que los otros” En El nuevo día, lunes 15 de enero del 2001. Sección The Wall Sreet Journal America. Por Jonathan Karp. Una vez más se destaca lo

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a la salud de aquellas quienes se someten a cirugías estéticas. Titulares tales como “Boricuas enjuician las cirugías plásticas” (Primera Hora lunes 23 de febrero, 2004), ilustran la proliferación de dichas prácticas y la retórica que se gesta a su alrededor. Enjuiciar, según el Diccionario de la lengua española (2001:918) significa “someter una cuestión a examen, discusión o juicio”. Más comúnmente se enjuician aquellos que se les imputa la comisión de un delito. Al consultar la opinión pública el diario señala que unos las consideran como una fuente de juventud y otros como una forma de perpetuar los estándares de belleza establecido por un sector de la sociedad” (pág.2). No obstante el artículo reconoce la proliferación de éstas a nivel mundial5. Polos de la controversia: o somos víctimas una vez más- cuerpos disciplinados, o se producen quiebras y fisuras- cuerpos desdisciplinados; o accedemos a un mercado desplegado a lo largo y ancho del tejido social (ya éstas intervenciones no son exclusivas de las ricas y famosas). Se nos requiere que suscribamos la lógica del consumo a partir de una nueva retórica: hazte un cuerpo nuevo. ¿Arriesgamos nuestra vida y nuestra dignidad? Cuerpos hechos a la medida, ¿Cuerpos disciplinados? O acaso quiebra de lo natural, indistinción entre la prótesis y cuerpo, entre la copia y el original. Cuerpos desdisciplinados, utopías de la estética.

Me pregunto cómo responden estos nuevos cuerpos a las concepciones y discursividades desplegadas sobre la madre6, al envejecimiento con “decoro” y con “dignidad”. Me pregunto

ilimitado de la lógica del consumo. Convocatoria a las mujeres de consumir, nada nuevo. La novedad parece radicar en lo que pueden consumir: senos nuevos. Inversión para sí, lúdica, seducción por pedido. Pérdida de lo natural, silicona agotada en Brasil, listas de espera de la preciada sustancia. 5 En la encuesta realizada se encontró que las mujeres son el grupo con mayor convicción para someterse a una cirugía plástica. Las razones principales para las mismas: para mejorar la apariencia (21%), para mejorar problemas de salud (9%), para lucir más joven (7%) y para sentirse bien (6%). 6 Mientras hacía turno para pintar, erradicar para siempre si fuera posible, mis canas me animé a adentrarme en las entrañas de una revista Vogue. Hojeándola encontré, en una sección de salud, el siguiente texto: Perfect Specimen. Una síntesis del texto propone lo siguiente: “At Cyobank, hunting for good sperm can be easier than searching for

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qué ocurre cuando los rostros y los cuerpos no corresponden a las cronologías, a las actas de nacimiento, o a las viejas fotos. ¿Qué ocurre cuando las edades no son susceptibles del escrutinio del ojo? O más aún, qué ocurre cuando las partes del cuerpo no guardan correspondencia entre sí luego de una cirugía estética. Cabe destacar que algunos de los efectos notables sobre la producción discursiva7 del género femenino es precisamente la consideración de que el cuerpo de las mujeres- por dentro y por fuera- [por lo que se veía y por lo que no se veía] se produce en función de unos imaginarios8

the ideal suit- or man. Patricia Marx goes shopping” (Página 168). En la misma página aparece una llamativa foto a colores con distintos tubitos de ensayo (o algo parecido) identificada de la siguiente manera: “Samples sale: Sperm hasn’t taken on these fantastic guess yet, but shopping for it can still prove quiete illuminating”. La reportera nos narra su travesía a uno de los bancos de esperma más grandes del mundo (Fairgax Cryobank, Virginia, USA). Ella no pretendía conseguir esperma, iba a observar. Narra detalladamente las formas particulares como se organiza la información de los donantes, los procesos asépticos y minuciosos mediante los cuales son seleccionados, etc. Despliegue que convoca a una compra hecha considerando todos los detalles: gustos personales, coeficiente intelectual, ascendencia, grado académico, entre otros. Destaca la autora que “sólo un tres porciento de los solicitantes son aceptados, lo que hace que el ingreso a este banco de esperma sea tres veces más difícil que entrar a Harvard”(Página 170). Notemos que, nuevamente las lecturas pueden ser múltiples: manipulación genética conducente al fascismo, despojo absoluto de la responsabilidad paterna, lógica del consumo llevada a sus límites, por un lado. O, del otro lado, la posibilidad de asumir la maternidad sin que medien las relaciones sexuales, posibilidad de maternidad a secas- sin pareja- (muchas mujeres se separan después de tener hijos- o se casan o conviven porque quieren parir); posibilidad de maternidad para madres lesbianas, entre otras. La maternidad tal vez no como destino (de las mujeres heterosexuales, casadas, etc.) sino como elección. 7 Véase las reflexiones de autores como Foucault, Butler, Giberti y Fernández,, Osborne, entre otros, sobre el particular. 8 Retomo aquí la reflexión que propone Eva Giberti (1989) sobre el imaginario. Afirma que “Lo imaginario: además del poder conocer algo por medio del pensamiento “claro y distinto”(consciente), existe otra dimensión vinculada con el saber-deseo (sofroi y eros), saber a través del deseo, por decirlo así, un saber que resulta de la calidad de sujeto deseante del ser humano. Está relacionado con creencias e ilusiones que permiten ilusionar la realización de ese deseo. Creencias e ilusiones son estructuras que soportan lo imaginario; al mismo tiempo funcionan como límites para la pretensión de conocimiento absoluto. Es posible conocer a través de esa tensión entre los términos saber-deseo, tensión mantenida, sostenida por la fantasía. Saber-deseo que nos vincula con un “antes”, lo que sucedió, y un “después”, acerca del cual se crean expectativas. Saber-deseo, expectativas, sueños, creencias e ilusiones personales son estructuras de lo imaginario. La tensión saber-deseo puede ser insoportable por el incumplimiento del deseo. Entonces, un modo de intentar resolverla es creando mitos que funcionen como ilusión cumplida, cerrando las expectativas y amputando los múltiples sentidos de cada experiencia personal en un solo sentido entendido como verdad que intenta explicarlo (justificarlo) todo. En este punto es cuando creencias y mitos adquieren características de dogmáticos diferenciándose de aquellas creencias que sin tal pretensión alimentan el saber-deseo. Hombres y mujeres diferenciados por sus experiencias y vivencias construyen recíprocamente sus propios imaginarios” En Mujer, enfermedad y violencia en medicina En La mujer y la violencia invisible. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. (Páginas 95-96). Conviene aclarar además, como lo hace Ana M. Fernández, (1994) que “la cuestión del imaginario social, en tanto imaginario social que instituye una sociedad, es inseparable del problema del poder”. Indica que “ubicar la naturaleza social de poder supone interrogar sobre la inscripción de sus dispositivos no sólo en la organización de una sociedad y sus instituciones sino también su inscripción en la subjetividad de hombres y de mujeres...” Agrega que “más que a la razón, el imaginario social interpela a las emociones, voluntades, sentimientos, sus rituales

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sociales / personales particulares. Algunos de esos imaginarios, tanto del polo de los discursos dominantes, como de aquellos que los denuncian, reproducen de diversas formas la noción del cuerpo como categoría natural. Reconozco que debemos ponderar cómo operan las discursividades dominantes puestas en juego y rearticuladas cuando examinamos este tema. Anne Balsamo (1996) propone sobre este particular que la cirugía cosmética o estética no solo medicaliza el cuerpo femenino sino que lo redefine como objeto de reconstrucción tecnológica. Afirma que la mirada tecnológica reestructura el cuerpo material para reconstruirlo de modo que se articule a los ideales de la belleza femenina occidental. Explica que el discurso de la cirugía cosmética ofrece material que permite discutir la construcción cultural del cuerpo puesto que las mujeres tienden a ser los sujetos de tales discursos mientras que los hombres son los agentes que llevan a cabo las cirugías. Afirma que, como consecuencia, la cirugía cosmética no es sólo el espacio discursivo para la construcción de imágenes sobre las mujeres, sino un lugar material donde el cuerpo de las mujeres es disectado, estirado, y reconstruido de acuerdo a los estándares culturales e ideológicos de la apariencia física. Destaca que las tendencias prevalecientes de los ideales de belleza corresponden con el anglosajón blanco. La autora concluye su reflexión afirmando que la reconstrucción tecnológica del cuerpo, en su aplicación actual produce cuerpos que son “engendered” de forma tradicional. Me llama la atención de su reflexión lo que parece ser una dicotomía entre las formas cómo se significan las apariencias del cuerpo y el efecto que esto tenga sobre la vida de las promueven las formas que adquirirán los comportamientos de agresión, de temor, de amor, de seducción que son las formas como el deseo se anuda al poder. Tal vez sería más apropiado decir que son las formas como los deseos se anudan a los poderes, de manera de desustancializar ambos conceptos y aludir con más propiedad a la multiplicidad de los focos deseantes y de poderes que pueden entrar en juego en una situación dada... la función del imaginario social es fundir y cincelar las llaves de los cuerpos para el acceso a la ley, y la continuidad y reproducción del poder “. En La mujer de la ilusión: Pactos y contratos entre hombres y mujeres.. Buenos Aires: Paidós. (Páginas 242-243).

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mujeres. Se dicotomizan entonces las cirugías que se producen por “razones puramente cosméticas y aquellas que se producen para corregir una deformidad o para incrementar el funcionamiento físico del sujeto” (Balsamo: 1996:64). Me llama la atención además el reclamo implícito de que las cirugías sólo se justifican cuando son “necesarias” y no porque simplemente lo deseen con un fin lúdico, o para su satisfacción personal. La propia autora aclara, sin embargo, que no pretende un reclamo de victimización pasiva de las mujeres como efecto de las cirugías cosméticas. Propone que si se piensa la cirugía cosmética como “fashion surgery”, tal como las mujeres que se perforan el cuerpo, o se hacen tatuajes, las mujeres que eligen cirugías cosméticas podrían estar utilizando sus cuerpos como vehículos para producir identidades culturales. Dery (1998:263) sostiene un argumento de condena de las cirugías estéticas cuando plantea que “la cultura patriarcal ha aplicado la tecnología de manera recurrente al cuerpo femenino para satisfacer las fantasías masculinas”. Cita a Naomi Wolf quien, al criticar el modelo inalcanzable que propone la industria de belleza, reclama que “borrar los años en una cara de mujer es borrar su identidad, su poder y su historia”. Curiosa cita que remite al reclamo de lo natural como aquello a lo que debemos aferrarnos. Identidad proclive de convalidarse por las arrugas, por la historia y por el poder inscrito en la piel. Agrega Dery (1998) que: En la cresta de esta nueva ola, se encuentra la artista de performance francesa Orlan. Aparte de en la sala de operaciones de Orlan, no hay otro lugar donde la política del cuerpo, el gusto vanguardista por la provocación y las perversiones de una cultura inundada de imágenes y obsesionada por las apariencias se reúnan de una manera tan llamativa y perturbadora. Desde 1990 se le han practicado siete operaciones de cirugía estética para producir La obra maestra absoluta: la reencarnación de santa Orlan, un arte carnal en vivo destinado a transformar su cara en un collage de rasgos célebres. Las manos de los cirujanos son guiadas por un “canon fácil” compuesto por detalles digitalizados de cuadros famosos. Esta cara compuesta tiene la cara de Gioconda, los ojos de la Psique de Gérome, la nariz de una Diana de la escuela de Fontainebleau, la boca de 8

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la Europa de Boucher y la barbilla de la Venus de Botticelli. Cada operación constituye un performance: la paciente, el cirujano y las enfermeras llevan trajes de alta costura, diseñados en algún caso por Paco Rabbane... (Página 265). Notemos cómo Orlan encarna la radicalización del performance del cuerpo, sobre el cuerpo y con el cuerpo. Dery utiliza este ejemplo que tiene más bien efectos de hiperbolizar el debate en un intento de mostrar los límites “perversos” de dicha práctica. Por otro lado, Dery (1998) cita al Wolf nuevamente cuando afirma que seguimos creyendo que la cirugía estética tiene unos límites naturales, los de la mujer “perfecta” aunque “humana”. La autora intenta desmentir esto cuando sostiene que dicho ideal nunca ha sido tomado del cuerpo de las mujeres. Insiste en que se ha abandonado por completo el cuerpo femenino para metamorfosear sus clones en el espacio. Por cuanto dicho ideal se ha vuelto completamente inhumano. Pretende ilustrar su argumento cuando sostiene que “cincuenta millones de americanos vieron el concurso Miss América por televisión, en 1989 cinco de las candidatas habían sido reconstruidas por un único cirujano de Arkansas. Las mujeres se comparan, y los hombres las comparan, con una nueva raza de no- mujeres híbridas” (Página 266). Una vez más parecería que se está reclamando una esencialidad de ser mujer, algo “natural” que nos hace mujeres, por lo cual debemos enfrentar los intentos de desnaturalización, de sometimiento y de nuevas formas de cosificación que emergen como consecuencia de las cirugías estéticas. En esta ocasión las mujeres deben enfrentar la nueva amenaza de las cirugías estéticas en tanto otra forma de violencia o de opresión. In / conclusiones ¿Estamos ante lo que puedo llamar el performance de género? ¿Dónde está el sujeto identitario? ¿Qué identidad se preserva? ¿A qué cuerpos nos referimos? ¿Son estos cuerpos

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domesticados, o acaso transitan y se desdoblan a partir del uso de diversos artefactos que provee la nueva tecnología?9. Insisto en que debemos abordar este debate concediendo a la posibilidad de asumir las cirugías estéticas en tanto posibles resistencias, posibles transgresiones, y posibles apropiaciones inesperadas que hemos hecho las mujeres de los requerimientos sociales a los que hemos sido expuestas. Esto, por supuesto, opera tanto de formas conscientes como inconscientes. Habría que considerar las múltiples formas en que las mujeres han subvertido, dislocado e implosionado las expectativas y las demandas que sobre ellas se han formulado. Propongo que la heteronomía de las mujeres no puede ser subsumida en categorías tales como género femenino aún cuando se destaque que éste está configurado y construido socialmente. Es decir, reconozco que los sujetos estamos directamente interpelados por las estructuras sociales de las que formamos parte y que a su vez reproducimos, o estamos convocados a reproducir. Sin embargo estos procesos se producen con resistencias, fisuras, transgresiones, entre otras. Las maneras particulares en que cada sujeto mujer articula de formas conscientes e inconscientes su subjetividad no está proclive de ser articulada en alguna reflexión sobre el género femenino en este caso. Lo que propongo es que algunas teorías sobre la construcción social del género parecen atrapadas en la lógica del yo o el self10 como centro. Lógica moderna que denota la existencia de cierta entidad aprehensible apriorísticamente sobre 9

Remito aquí al análisis que realiza Heidi Figueroa (1994) en su escrito ¿Cuál cuerpo? ¿Qué mujer? Heterutopias feministas ante el encuadre ‘hi tech”, donde aclara que “la tecnología no es neutral, sino más bien se trata de asumir los espacios tecnológicos en su complejidad discursiva que asigna lugares, significados y valores, no necesariamente coherentes ni unitarios”. De suerte que no lidiamos con una concepción de tecnología como neutral sino como una tecnología que adquiere su significación como parte de las relaciones sociales históricamente situadas, cambiantes y que se construyen intertextualmente”. (P. 211/213). En Más allá de la bella (in) diferencia: revisión postfeminista y otras escrituras posibles. San Juan: Publicaciones Puertorriqueñas. 10 Para una reflexión sobre este tema véase los textos de Harold Goolishian y Harlene Anderson (1994) Narrativa y self. Algunos dilemas posmodernos en la psicoterapia. En Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Buenos Aires: Paidós. Puede examinar también el texto de Heidi Figueroa (1998) Transrealidad del sujeto network. En Bordes. De igual modo Eduard Sampson (1989) en The Deconstruction of the Self y John Shotter (1989) Social Accountability and the Social Construction of “You”. Ambos en Texts of Identity. London: Sage.

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la cual podemos dar cuanta. En este caso la mujer. Es precisamente ante esta coyuntura que lo particular –las mujeres somos muchas y muy distintas- desborda las categorías que pretenden ser incluyentes y homogenizantes. Si ante el imaginario social instituido (descrito en la nota precedente) pensáramos en imaginarios sociales contestatarios o radical o instituyente como lo nombra Castoriadis11 qué panorama tendríamos. En qué medida dichos imaginarios instituidos son trocados, transformados, sublevados, de formas conscientes e inconscientes. ¿Cómo las mujeres en su particularidad –en el una a una irreducible a categoría alguna- subvierten dicho orden? ¿Qué quieren las mujeres? ¿Quiénes somos? Me pregunto además en qué medida estas rearticulaciones son interpretadas como formas de resistencia por un lado, o de opresión y de victimización hacia las mujeres, por parte de determinados sectores feministas. Las respuestas ante estas interrogantes no parecen coincidir. Acaso el hiperconsumo, el hipermercado, la hiperrealidad, la transrealidad, las hibridaciones no sólo constringen sino que posibilitan de formas complejas y contradictorias nuevas formas de lo que hemos llamado el género femenino. Si, como afirmo, las mujeres somos muchas y muy distintas, en qué medida el acceso cada día más plausible de la transformación y reconfiguración de cuerpos a la medida se puede constituir también en otra forma de contestar más allá de la respuesta que se espera. No descarto que operemos a partir de las lógicas dominantes. Sin embargo sugiero que éstas no operan prístinamente por lo cual muchas mujeres podrían estar desbordando las mismas, reconfigurando las nociones de género y reapropiándose de formas diversas y novedosas de lo que las nuevas tecnologías permiten. Tal vez sea justamente de lo inesperado de lo que estoy hablando. De los efectos de ciertas prácticas que no pueden advertirse apriorísticamente y que, a pesar de los reclamos de su inserción en la lógica del consumo, de lo lúdico, tiene como 11

Citado por Ana María Fernández (1994) La mujer de la ilusión. Buenos Aires: Paidós.

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consecuencia una radicalización, una transmutación de las nociones de mujer que compartimos. Articulación más materializada del cuerpo como construcción, como ficción, como artificio erradicado para siempre del paraíso de lo natural. Parecería que estas rearticulaciones tienden a impedir los reclamos feministas de aquello que configura el “género femenino”. Género dotado de unas cualidades que deberían distinguir a las mujeres, cualidades que apuntan hacia la identidad femenina, que a su vez justifica un esfuerzo teórico coherente que pueda competir en el escenario correspondiente, es decir, política/ teóricamente correcto. Esto ocurre en la medida en que se radicaliza, o se desborda la propia categoría, donde el cuerpo de las mujeres preserva pero pierde simultáneamente las características que le han distinguido. Las mujeres transformando su cuerpo, su historia, su genealogía, prótesis, hibridez... A pesar de las advertencias sobre el particular conviene, insisto, una mirada que desde esa propia lógica, tenga efectos de subversión. Tal vez, como argumenta Baudrillard (2000: 21), en un argumento más bien pesimista “, lo que hoy se busca con respecto al cuerpo ya no es tanto la salud, que es un estado de equilibrio orgánico, sino la forma, que es una expansión efímera, higiénica y publicitaria del cuerpo- mucho más un performance que un estado ideal”. Me pregunto en qué medida estos cuerpos-performances, cuerpos-híbridos, cuerpos-prótesis transgreden las condiciones de género que nos han sido impuestas. ¿Qué nos dicen estos híbridos, prótesis de uñas, pelos, pechos, cuerpo tatuado, cuerpo agujereado, sobre el cuerpo natural, como templo, sobre el cuerpo que debía ser protegido de lo extraño, de lo ajeno, de la enfermedad, del contagio? ¿Cómo cohabitan estas discursividades con aquellas que proclamaban que las intervenciones con el cuerpo estaban reservadas a la

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preservación de la “salud”12? De suerte que el cuerpo moderno es construido justamente en la medida en que se convierte en objeto de múltiples invasiones, casi todas erigidas sobre el reclamo de salud. Sin embargo el cuerpo, en esta lógica que describimos, aparece como papel, lienzo, pared sobre la que se escribe o se re-escribe, se borra y se vuelve a escribir, se reconstruye. El cuerpo en general- no necesariamente el cuerpo de las mujeres- aparece presentándose como desaparición, simulacro, donde desaparece no sólo el cuerpo natural sino también el cuerpo discursivo, efecto posiblemente de la economía del exceso13. ¿Acaso el cuerpo, tal como lo hemos conocido, está obsoleto, acaso conviene hablar de lo posthumano14? Tal vez convenga concluir haciéndome eco de las propuestas de Donna Haraway, citada por Dery (1998) cuando propone que la tecnología transgrede las fronteras que separaba lo natural de lo artificial (el original de la copia), lo orgánico de lo inorgánico, y de esa manera, confiere a todo lo que sabemos – o creíamos saber- un carácter provisional. Desde el punto de vista filosófico dichas invenciones tecnológicas desestabilizan el Yo occidental. En palabras de Jorge Arditi (1995:9) que sirven de prólogo al texto de Haraway Cyborg, ciencia y mujeres: la reinvención de la naturaleza, las posturas de Haraway no sólo son una crítica al hombre blanco de clase media, sino que es una crítica a “la razón centrada-en-el-sujeto, esto es, 12

Sabemos, además, que el cuerpo está continuamente significado, y como tal marcado por la cultura: inmunización masiva ampliada cada vez más, pruebas de embarazo más sofisticadas, procesos médicos más invasivos, entre otros. 13 Sobre las diversas formas de transformación del cuerpo al fin del milenio recomiendo el texto de Arthur y Marilouise Kroker (1987) Body Invaders: Panic Sex in America. New York: St Martin’s Press. Además los textos de Judith Halberstam & Ira Livingston (Eds.) (1995) Posthuman Bodies. Bloomington: Indiana University Press y de Mark Dery ((1998) Velocidad de escape: la cibercultura en el final del siglo. Madrid: Siruela. Recomiendo también los textos de Jean-Francois Lyotard (1998) Lo inhumano: charlas sobre el tiempo. Buenos Aires: Manantial. Jean Baudrillard (2000) Pantalla total. Barcelona: Anagrama. Heidi Figueroa Sarriera (1994) ¿Cuál cuerpo? ¿Qué mujeres? Heterutopías feministas entre el encuadre “hi tech”. En Más allá de la bella (in) diferencia: revisión post-feminista y otras escrituras posibles. San Juan: Publicaciones Puertorriqueñas. 14 Mark Dery presenta la propuesta de Sterlac donde éste sostiene que la evolución acaba cuando la tecnología invade al cuerpo. Cita a Sterlac cuando afirma “que una vez la tecnología da a cada individuo la posibilidad de progresar individualmente es su desarrollo como caso, la cohesión de la especie ya no tiene importancia” Propone al cuerpo no como objeto de deseo sino como objeto de diseño. Tomado de Mark Dery (1998) Velocidad de escape: la cibercultura en el final del siglo. Madrid: Siruela.

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en el contexto de la tesis de que “el hombre”, la criatura autónoma y racional que tomamos como universal, no es de hecho más que una construcción moderna. En síntesis, puedo proponer, haciendo mías las palabras de Haraway “la tecnología de fin de siglo, de acuerdo a filosofías como el postestructuralismo- que considera que la naturaleza, el cuerpo y demás nociones fundamentales son constructos culturales- ha vuelto caducas no solamente las justificaciones del patriarcado, sino todo tipo de reivindicación de una identidad orgánica y natural. En otras palabras, no solamente es dios quien ha muerto sino también la diosa15” (Haraway en Dery 1998:270).

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Se refiera Haraway a los esfuerzos realizados por diversos sectores feministas encaminados a legitimar la diferencia (feminismos de la diferencia).

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