DEM 65: Democratic Identities in Latin America: Institutions, People and Power

DEM 65: Democratic Identities in Latin America: Institutions, People and Power .PODER, CUERPO Y PARTICIPACIÓN SOCIAL. Algunas reflexiones. Catalina

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DEM 65: Democratic Identities in Latin America: Institutions, People and Power .PODER,

CUERPO Y PARTICIPACIÓN SOCIAL. Algunas reflexiones.

Catalina Eibenschutz Hartman UAM-X Departamento de Atención a la Salud Área de Investigación “Estado y Servicios de Salud” México D.F. E-mail [email protected] Prepared for delivery at the 2001 meeting of Latin American Studies Association, Washington D.C. September 6-8, 2001.

INTRODUCCIÓN.

El poder es parte de la experiencia vital de todos los seres humanos, sin embargo aparece casi siempre, como algo ajeno a nosotros mismos, ausente de los individuos, de los ciudadanos, se le ubica como parte de una racionalidad política que nos afecta socialmente, pero que se encuentra siempre fuera de nosotros mismos, fuera de nuestros cuerpos.

En este trabajo quiero reflexionar y proponer una nueva concepción de poder, que permita invertir las relaciones de poder vertical y autoritario en nuestras sociedades latinoamericanas. Aún aceptando que las propuestas novedosas en la ciencia y en la vida cotidiana, siempre terminan siendo no tan novedosas.

La novedad más importante de esta tesis sobre el poder, radica en que se trata de una propuesta teórico-metodológica, que se puede inscribir dentro de la Investigación-acción. Y me parece muy útil para estimular la participación ciudadana en cualquier nivel de la sociedad. Se trata entonces, de una propuesta dirigida especialmente a los ciudadanos con el objeto de construir un

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poder contra-hegemónico que nos permita generar poder, consensos y alternativas políticas a partir de los ciudadanos y de la sociedad civil. Antes de plantear esta propuesta, quisiera hacer una revisión no exhaustiva, de algunos planteamientos teóricos sobre el poder. EL PODER

No es mi intención hacer una revisión histórica exhaustiva sobre el término poder; me limitaré a señalar algunos autores recientes que inspiraron fuertemente mi propia propuesta.

Desde Aristóteles, pasando por Santo Tomás y se puede decir que hasta los inicios del Siglo XX, las reflexiones sobre el poder nacieron por el interés en el Estado, el Derecho y para buscar las mejores formas de conducir y organizar la sociedad. Las primeras ideas del hombre como parte de la naturaleza, sea divina o no, se extendieron a las ideas naturalistas de la sociedad. Los filósofos ateos le dieron todo el poder a las leyes de la naturaleza, entre ellos Hobbes, Locke y Rousseau, para plantear sus teorías sobre el Estado, la libertad, la ilustración, la racionalidad y el contrato social.

Hobbes en su Leviatán publicado en 1651, resalta la importancia del poder centralizado y la indivisibilidad de la soberanía, pero no tiene nada que ver con la Ley divina. Él empieza por darle una importancia extrema al individualismo, diciendo que cada individuo lucha por su conservación y por el poder para lograrla, lo cual plantea que la sociedad teóricamente (Hobbes nunca se preocupó de demostrar si existía o no) puede ser una guerra de todos contra todos. Para evitarlo, Hobbes plantea que es necesario hacer un convenio social para gobernar, siempre y cuando todos los individuos acepten la misma racionalidad. De esta manera, todos entregan su propia soberanía individual al gobernante racional, que los protege y controla para el bien de todos, (Copleston, Vol. IV, pp. 50-51)

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Locke que también forma parte de período de la Ilustración, del siglo XVII, adopta una posición individualista y hace depender a la sociedad del pacto, pero su comprensión del individualismo es diferente a la de Hobbes, no acepta que el estado de la naturaleza sea de una guerra de todos contra todos, sino por el contrario que en éste existen también derechos y deberes naturales, entre ellos el de la propiedad privada, que son el antecedente del Estado.

La otra diferencia con Hobbes es que para Locke el Gobierno no sólo protege, sino que además preserva los derechos y las libertades, pero es necesario limitarlo para evitar el despotismo y sostiene que la división de poderes es el mejor mecanismo para lograrlo.

Otra diferencia significativa entre estos autores es que a Hobbes le preocupa la guerra civil y la anarquía, mientras que a Locke le preocupa la conservación y promoción de la libertad. (Copleston, Vol. IV, pp. 51-52.)

Rousseau, en su teoría del Contrato Social semejante a la de Locke y Hobbes, plantea en su vertiente democrática que el Gobierno designado por el pueblo, que acuerda renunciar a su soberanía individual para entregarla al Gobierno, de forma que el poder ejecutivo (Gobierno), no es otra cosa que un instrumento práctico o un servidor de la soberanía de todo el pueblo.

Estas definiciones ignoran de alguna manera la posibilidad de desacuerdos entre el pueblo y genera una dictadura de la mayoría o anticipan la concepción Hegeliana de que la libertad del ciudadano es la obediencia a una ley que es la expresión de una naturaleza universal, esencial del espíritu humano. (Copleston, Vol IV pp. 53-54)

Así, durante el siglo XVII, se consolidan las ideas básicas sobre el Estado como concentración del poder en la sociedad y de alguna manera la base del poder

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del individuo pasa a ser representativa de la anarquía y el desorden, o pasa a segundo término en la reflexión teórica del poder.

Los avances en los siglos XVIII y XIX contribuyeron a una especie de cosificación del poder, como algo que existe ligado a una clase social (Marx), o a un individuo por su carisma o a un puesto administrativo o al dinero. Pero en todos ellos es una cosa que se puede tener, arrebatar, conquistar o perder según se quiera. M. Testa (1989, pp. 23-24) llegó incluso a hacer una clasificación de los diferentes poderes como: Administrativo, Estatal, Gubernamental, Gremial, etc.

Otro efecto negativo de estas teorías basadas en la transferencia del poder individual y soberano al Estado, es que terminaron por hacer olvidar a la mayoría de los ciudadanos, que ese poder soberano lo tenían ellos y predominó la imagen de que el poder y el Estado eran la misma cosa. Incluso en los discursos novedosos y modernos del Subcomandante Marcos se habla de Poder, como sinónimo de Gobierno y se niega el poder que tiene el mismo EZLN.

El hecho es que durante mucho tiempo el término poder se concentró en el Estado, en ese Leviatán frío monstruo, perverso y omnipotente, que nos acecha permanentemente y del que es imposible escapar….. (Varela, 1991)

Como lo señala Foucault, Reflexionar sobre lo que es realmente el poder, ése del que todos hablamos y somos incapaces de definir, parece a veces un problema banal, pero no hay que olvidar, que Marx desentrañó el secreto y construyó una teoría a partir de una banalidad llamada mercancía. (Foucault, 1989)

Es precisamente la perspectiva de Foucault, la que orientó mis reflexiones sobre el poder que se originaron en mi propia práctica de ejercicio del poder del médico sobre mis propios pacientes y posteriormente de un intento democrático

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de ejercicio del poder que aparentemente me daba un puesto como Jefe de Departamento en la Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco, sobre 167 trabajadores académicos de la Institución.

Podría poner en una sola frase de Foucault el sentido que le di a mis reflexiones: La voluntad de los individuos debe encarnarse en una realidad que los gobiernos han pretendido monopolizar. Ese monopolio es el que hay que socavar día con día. (Foucault, 1990, p.314)

Por otra parte y aún antes de leer a Foucault, me empecé a cuestionar sobre las manifestaciones del poder en las relaciones cotidianas de pareja, de trabajo, de sumisión, de “miedo” a tener poder, o de miedo a desobedecer al poder. La lectura de la Microfísica del Poder, me orientó y animó a estudiar a nivel micro las relaciones de poder.

Como el objetivo de este trabajo no es discutir a fondo las aportaciones de Foucault, solamente lo citaré en puntos concretos a lo largo del trabajo.

Por otro lado, Luhmann expresa con claridad la diferencia entre una relación de poder y una de represión, violencia física o coacción. El poder, dice este autor, es tanto más fuerte y eficaz cuanto es capaz de obtener del subordinado una obediencia espontánea y una renuncia pacífica y (tal vez inconsciente, agregaría yo) a las alternativas que hubiera deseado personalmente. (Zolo,1986. p.173) en esta definición de poder, los deseos o intereses del subordinado, no son sustituidos ni manipulados, sino motivados. De esta manera la utilización de la coerción directa, no marca el éxito del poder, sino su jaque.

Esta idea sobre el poder en la sociedad, se relaciona con la concepción de gobernar por consenso de Gramsci y otros autores, y por lo tanto se extiende a la concepción Gramsciana y/o de Buci Glucksmann, Lechner y otros, sobre la hegemonía y la contrahegemonía.

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Weber identificaba el poder con la probabilidad que tiene un hombre o un grupo de hombres para realizar su deseo o su voluntad aun en contra de la resistencia de otros que participan en la acción (Weber 1978, p. 926). Esta definición incluye la idea de un poder dominante y vertical que controla a los otros, los que no tienen poder o tienen menos. Al mismo tiempo establece que el poder sólo es observable en la acción y que es una relación.

Es precisamente esta condición de relación en la que se basa Foucault para estudiar el poder; es decir, Foucault sostiene que la única forma de estudiar el poder y el ejercicio del mismo, no es teóricamente, sino estudiando las formas de ejercicio del mismo. Es decir, estudiando las relaciones de poder.

El mismo Foucault señaló que su objeto de estudio no era el poder, sino la forma en que un ser humano se transforma de objeto en sujeto (Foucault 1999, p. 1112) y también reconozco que mi propuesta tiene un sentido similar. Me preocupa fundamentalmente las relaciones de poder verticales y autoritarias, que terminan por producir ciudadanos sumisos, lo que es equivalente a cómo transformar en sujetos a los individuos que son objeto de las relaciones de poder que permean nuestras sociedades.

Después de recorrer superficialmente a los autores antes señalados, quisiera recuperar el pensamiento del sentido común, presente en muchos ciudadanos al respecto del Estado y del poder. Las siguientes expresiones comunes son el resultado de los procesos sociales de legitimación del ejercicio del poder a nivel “macro” (Estado) y a nivel “micro” (Institucional o de cualquier relación interpersonal o social).

“El estado nos representa a todos”, “Tengo que obedecer al jefe, porque él tiene el poder” “En los hospitales el poder lo tiene el médico” (analizado por

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enfermeras) “Yo no tengo ningún poder” (Lo que yo llamo el miedo o la incapacidad de ejercer el poder, porque dan una connotación negativa y represiva al poder), “El poder lo tiene el que está inmediatamente arriba de mí en el Organigrama” (dicho por autoridades burocráticas), “No hay forma de oponerse a la globalización, tiene todo el poder” “Tengo que irme a mi casa, porque a mi marido le gusta encontrarme allí cuando el llega”.

Este tipo de afirmaciones, conocidas por todos nosotros, son el reflejo de una aceptación del poder ejercido por los otros sobre uno mismo, sin atreverse ni siquiera a cuestionarse acerca del poder que cada uno de nosotros tiene. De esta manera el poder se “cosifica”, es una cosa que se tiene o no, según las leyes, las costumbres y los hechos cotidianos de la vida en sociedad; y que generan una relación de sumisión y obediencia a cualquier polo de poder. Como ya señalamos, el poder atraviesa las relaciones humanas en todos los niveles de complejidad organizativa. Hay ejercicio de poder en la familia, en la pareja, en el acto médico, en la formulación y ejecución de las políticas, en las relaciones de trabajo, en las de explotación, etc. Pero estas relaciones de poder no sólo significan sumisión, también son motivo de resistencia, de oposición, de juego y de placer (García, M.I. 1991).

Placer no sólo en el ejercicio del poder, sino en la resistencia, en el juego de poder, en la provocación del poder, en la huida del poder, en su cercanía. El poder es necesario para alcanzar objetivos, estos objetivos pueden ser positivos y liberadores, no sólo coercitivos y represores.

Poder y cuerpo. La lucha feminista desde la estrecha perspectiva del sexo biológico, ahora parcialmente superada, produjo conocimiento válido en cuanto a la conciencia sobre el descubrimiento de su propio cuerpo y su uso. Estas feministas aportaron mucho a la resistencia frente a los hombres, resistencia que es otra

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manera de ejercer el poder. Aunque la perspectiva biológica está actualmente superada con una visión más social de género, los aportes de la resistencia femenina tienen que ser reconocidos como una forma de ejercer poder y no como una forma de considerarse víctimas de los hombres.

M.E. Bailey (1993, pp.119) trata de recuperar el trabajo de Foucault como una vertiente de estudio para el feminismo moderno, basándose en la genealogía de Foucault, donde él plantea el análisis de los discursos concretos y reales en un contexto histórico, señalando que no busca un discurso científico, ni histórico totalizador y verdadero, sino, por lo contrario, un discurso subjetivo que no aspira a la verdad totalizadora. Bailey agrega que esas son precisamente las características del discurso feminista. Foucault señala también que el cuerpo de cualquier sexo es atravesado por las relaciones de poder en la sociedad y de esta manera se va construyendo el yo, la subjetividad de cada uno. Ésta es la vertiente más útil para desarrollar estudios sobre los diferentes cuerpos que el poder produce, para transformar un cuerpo objeto definido por el sexo, en cuerpo sujeto de la sociedad, que desde luego no es único, ni igual, ni mucho menos totalizador. Propuesta sobre el poder.

Quiero insistir en que el objetivo de esta propuesta es ante todo práctico y no se puede separar de las técnicas participativas en la educación, ni de la investigación-acción. Su principal propósito es hacer consciente la relación de poder y en consecuencia “empoderar” a los ciudadanos que sienten que no pueden hacer nada para modificar la realidad y sólo se sienten objeto de la manipulación del Gobierno. En mi propia experiencia lo he trabajado como parte de la formación ciudadana, con personal de salud -sobre todo en Atención Primaria- con grupos de jóvenes estudiantes y menos veces con grupos de campesinos y campesinas, indígenas o no, que será mi próximo proyecto.

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Como señalé anteriormente, el poder no es una cosa, es una relación social, existe sólo en términos de relación entre un polo que ejerce el poder (veremos que no lo tiene), y otro polo sobre el cual se ejerce y que puede obedecer o resistir. Me refiero específicamente a las relaciones humanas de poder. Sostengo que sin el hombre y sin la sociedad humana, no hay relaciones de poder.

Sostengo que la base material de esta relación está en los cuerpos humanos; es decir, el poder -aún dentro de la sociedad- se ejerce sobre la materialidad del cuerpo humano, de los individuos vivos. La relación de poder se establece como la capacidad de expropiar o no, la energía de los cuerpos de los hombres y mujeres. Las relaciones de poder no sólo son relaciones que afectan la voluntad de los otros, sino que afectan su propio cuerpo y el uso que del cuerpo se hace, cuando otros deciden como se gasta o se usa, sin que el individuo sea consciente de ello. Esta expropiación se hace a través de varios mecanismos, de varias formas de ejercer el poder y no la violencia, entre los cuales están las formas discursivas de Foucault como el discurso verdadero y totalizador, los valores simbólicos de la sociedad, el ocultamiento de los verdaderos intereses del polo que ejerce el poder y se apropia de la materialidad de los otros cuerpos.

La importancia de esta propuesta radica en que invierte totalmente lo que hasta ahora se entendía como relaciones de poder y cuestiona la legitimidad del Derecho. El poder no lo tiene el polo que lo aparenta, sino que se lo entregan los individuos de cuyo cuerpo se apropia. Es decir, si no hay cuerpos humanos para apropiar, no existe la posibilidad de ningún tipo de poder. Para aclarar la idea los invito a pensar en el poderoso Rico Mac Pato, la caricatura de Walt Disney, donde no aparecen nunca los seres humanos o los patos sobre los que ejerce el poder de su enorme cantidad de dinero, así que al rico sólo le queda tirar clavados en su dinero, el cual no le da ningún poder. Otro ejemplo muy claro es el de la definición de soberanía del pueblo, de los individuos naturales en Hobbes y Locke, que mediante el pacto social la

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entregan al Estado, le entregan su propio poder natural al Estado o más bien el Estado se apropia de esos cuerpos hasta hacerlos olvidar que son el origen del poder.

En mi propuesta no es el Estado el dueño del poder en la sociedad, sino que todos y cada uno de los ciudadanos son dueños de su propio poder, el que radica en la materialidad de sus cuerpos. Lo que hace el Estado es encontrar la manera de apropiarse de estos cuerpos y convencerlos (consenso y legitimidad) para que imaginen que el Estado es el único dueño del poder en la sociedad, con base en el Derecho.

Así, son en realidad los individuos -en calidad de ciudadanos- los que "entregan" sus cuerpos y por lo tanto su poder al Estado. De hecho, cuando se habla de soberanía

nacional se habla de "soberano", lo que de acuerdo con el

Diccionario de la Real Academia, es aquél que ejerce el poder y posee la autoridad suprema. En términos del

derecho político, soberanía nacional

significa que del pueblo emanan todos los poderes del Estado. Y es precisamente lo que mi propuesta ayuda a cuestionar.

Esta tradicional definición concuerda con mi planteamiento de que el poder radica en el

pueblo, pero no en abstracto, sino en los cuerpos, en la

materialidad de los individuos, de los seres humanos. Lo que hace el Estado es apropiarse de la forma en que estos cuerpos gastan su energía, y aparece como el propietario legal de esta energía. Al apropiarse de los cuerpos define la manera en que éstos gastan y consumen su energía y así se establecen las relaciones de poder, fuera o dentro del Derecho.

¿Quién no ha sentido el poder positivo que significa marchar por las calles para demandar acciones del Gobierno o para apoyar movimientos? Según mi propuesta, esa sensación de poder emana de la cantidad de personas (cuerpos) que gastan su energía en caminar por un objetivo colectivo, en lugar de hacer

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algo que puede ser más divertido a escala individual. Por esto, las marchas o las huelgas manifiestan el poder de los ciudadanos o de los trabajadores, independiente de los patrones o del Estado. De la misma manera que las marchas de los ciudadanos o de la llamada sociedad civil son una expresión de poder a veces no del todo consciente por parte de los mismos ciudadanos.

Esta propuesta no está orientada a no entregar el poder personal a nada, ni a nadie, sino por el contrario: entregarlo con la conciencia de a quién se le entrega y por qué se le entrega. En términos provocadores casi podemos concluir que los poderosos tienen el poder que los individuos queremos darles a través de la expropiación de nuestra energía.

En este punto cabe aclarar que aunque hablo de energía, no se trata de cantidad de energía, sino de cantidad de seres humanos y forma de gasto de energía; es

decir, el aspecto cuantitativo se refiere a los individuos, y el

cualitativo se refiere a la forma o manera de gastar su energía y no a la cantidad de energía.

Este planteamiento me separa claramente de la teoría del poder

como energía de R.N. Adams, (1975 y 1988) quien sustenta su teoría

en las

leyes físicas de la energía. Esta propuesta de poder me ha sido útil metodológicamente y es aplicable, no sólo al Estado, sino a las relaciones entre individuos o grupos sociales. Por ejemplo: -

En el caso de las instituciones, cualquiera

que sea su función, las

relaciones de poder existen y han sido analizadas principalmente por la psicología y el psicoanálisis, también inspirados en Foucault. Sin embargo, me quiero referir a la utilidad metodológica de mi propuesta, en el sentido de “medir” y “calificar” las relaciones de poder. Si bien los organigramas definen explícitamente las líneas de poder en

las

Instituciones y/o cualquier organización, no es menos cierto el hecho frecuentemente observado de que un individuo sin poder formal, cite al personal a

una reunión simultánea con

otra citada por la autoridad 11

formal. La cantidad de individuos que asisten a una o a otra es una medida cuantitativa de la diferencia de poder que tienen el jefe formal y el informal. Si asiste un mayor número de personas a la del informal, queda claro que éste tiene más poder, pero no es por sí mismo, sino por la cantidad de personas dispuestas a desplazarse y gastar su energía para asistir a la reunión informal. El otro, la autoridad formal, en realidad no tiene poder, sino control en los términos de Berstein. (1990) -

También la relación sexual es una relación atravesada por el poder, donde uno de los sujetos decide la forma en que el otro individuo gasta su energía. El primero expropia la energía del otro, lo cual le da poder, siempre y cuando el sujeto acceda voluntariamente a entregarlo, sin que por ello se afecte el amor, sino todo lo contrario. Las feministas conocen la importancia que tiene que una mujer en la cama diga que “así no” y si el hombre accede la relación de poder se invierte. Sin embargo, si hay violencia estamos hablando de otro tipo de poder, no el de Foucault ni el de mi propuesta.

-

La propuesta Gramsciana de construir una contrahegemonía, se puede explicar y medir también a partir de mi propuesta, sin pensar que es posible un sólo poder unificado y totalizador que abarque a toda la sociedad civil. Hay que aceptar que en el siglo XXI con la globalización la sociedad civil es compleja y llena de contradicciones y únicamente se pueden

construir

varios

tipos

diferentes

de

contrahegemonías,

antagónicos o no entre sí.

Formas de ejercicio del poder. Me refiero a los mecanismos de expropiación del cuerpo y los mecanismos de ejercicio del poder mismo, más que en el acumular poder. Lo pienso en términos de relación y formas de relación, más que en términos de propiedad.

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Pero además esta propuesta proporciona un elemento de "medición" del poder, o más bien de aprehensión cuanti y cualitativa del

poder. En términos de

número de cuerpos y forma de gasto de su energía, al mismo tiempo que la posibilidad de conocer las razones conscientes para entregarlo y fortalecer el poder que el otro tiene. Es decir, metodológicamente nos aproxima a cuantificar una relación que hasta ahora había sido fundamentalmente cualitativa y difícil de aprehender.

En la creación de una nueva subjetividad en las relaciones de poder cabe siempre preguntarse como individuo ¿Cuáles son las razones para obedecer y entregar su poder al otro?, o ¿Cuáles son las razones para resistir y no entregar el poder a nadie?. En este campo tengo poca experiencia, pero sí supongo que hay varias razones de orden simbólico, cultural, legal, económico, etc. Pero siempre es importante evitar que sea de tipo pastoral cristiano (Foucault, 1989. pp. 19-23) y propiciar que sea consciente.

Simplificar para explicar.

Soy consciente que en este texto he pecado de un abuso de simplificación, sólo justificable por la intención de ser clara y hacerme entender. Pero reconozco al mismo tiempo que en la realidad la cosa no es tan simple; no se trata de un asunto de voluntad personal, sino de las relaciones sociales y mecanismos de ejercicio de poder, que nos obligan a obedecer, sea porque se piensa que el "otro" es el que tiene el poder, o porque se ejercen mecanismos de coerción de carácter legal sobre los individuos. La coerción extrema es la muerte, la represión que termina con la posibilidad de establecer relaciones de poder, porque desaparece la vida de los cuerpos humanos. Siguiendo el razonamiento simplificado de mi propuesta se corre el peligro de creer que

bastaría adquirir

cuerpos para

conciencia sobre el poder de nuestros propios

decidir voluntariamente cómo gastar nuestra energía y tomar

decisiones al respecto. Es decir aceptar o resistir la expropiación, voluntaria y 13

concientemente. Sin embargo, en la realidad no sucede así; para entenderlo es necesario considerar su relación con la llamada libertad individual. Desde que el hombre vive en sociedad, es decir, desde que es propiamente humano, pierde su libertad estrictamente individual en términos de la necesidad de vivir en colectividad, en términos de las relaciones que establece con los otros seres humanos

para producir y garantizar su supervivencia. Estas

relaciones de poder están basadas en la necesidad. Poder, necesidad y legalidad

En las sociedades modernas el hombre se despoja de su propia energía con el objeto de obtener satisfactores para sus necesidades, tanto materiales como intelectuales o espirituales, la forma de cubrir estas necesidades se legaliza en toda la sociedad. Se acepta firmar un contrato de trabajo, lo que significa que otros deciden el tiempo y la forma de gastar la energía del trabajador, con el objeto de cubrir sus necesidades materiales. También la escuela define la forma y el tiempo de gastar la energía en el aprendizaje, con el objeto de llenar necesidades intelectuales u obtener títulos. Estas formas de ejercicio del poder en la legalidad son en realidad una expropiación del cuerpo y la energía de los sujetos que cuenta con un alto grado de consenso social.

Es la necesidad recubierta de legalidad la que permite la enajenación de los cuerpos ciudadanos, la que oculta la percepción de las relaciones de poder, la que hace aparecer el

poder como "algo" que compete al Estado, a las

autoridades, a los jefes. Estas relaciones de poder legalizado contribuyen a darle estructura a la sociedad, pero no debemos abandonar la idea que se pueden modificar.

Como señala Foucault (1989, p. 23) la tarea es colaborar en la construcción de nuevas subjetividades que nos permitan liberarnos del Estado y del tipo de

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individualización que se relaciona con él. Es una tarea de orden ético, político, social, filosófico y metodológico al cual mi propuesta pretende colaborar.

Algunas conclusiones preliminares.

He señalado varias veces que éste es un documento que invita a reflexionar, que a veces es provocador en buen sentido, porque cuestiona el poder aceptado en la sociedad, pero que aún le falta mucho trabajo para completarlo y que la intención es invitar a los lectores y oyentes a criticarlo, enriquecerlo, ponerlo en práctica y/o rechazarlo. Por lo tanto las conclusiones serán obligadamente preliminares. -

El poder, como lo he venido definiendo, existe en todas las sociedades humanas y su ejercicio es necesario para vivir en sociedad. Son las formas de ejercicio del poder y los objetivos de su ejercicio, los que en todo caso son sujetos de la ética; pero mientras

existan cuerpos

humanos vivos habrá poder. -

Es obvio que la propuesta considera al poder como positivo para transformar la realidad social.

-

La propuesta pretende retornar el poder a los individuos que forman parte de las sociedades para transformarlos de objeto a sujeto, creando una subjetividad nueva que permita transformar al súbdito en ciudadano.

-

Desarrollar la subjetividad como ciudadanos significa tener la capacidad de saber a quién, cuándo, cómo y por qué estaría dispuesto a gastar su cuerpo y su energía para reforzar que tipo de poder.

-

La propuesta reconoce el “miedo a reconocer el poder que se tiene” así como el miedo a ejercerlo, pero pretende estimular su ejercicio.

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