DEPENDIENDO DE DIOS CAPÍTULO 1 LOS PRIMEROS PASOS

DEPENDIENDO DE DIOS Por Ricardo García INTRODUCCIÓN Hubo un hermano llamado George Müller que vivió en Bristol, Inglaterra, en el siglo pasado. Fundó

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DEPENDIENDO DE DIOS Por Ricardo García INTRODUCCIÓN Hubo un hermano llamado George Müller que vivió en Bristol, Inglaterra, en el siglo pasado. Fundó un orfanatorio que dependía única y exclusivamente de Dios. Nunca pidió prestado para pagar las cuentas y tampoco pidió promesas de ayuda a nadie. Con todo y eso, jamás faltó la comida para los huérfanos. La única manera en que pidió algo, fue por medio de la oración. El hermano Müller dijo: “...esta obra va a existir para mostrar a todo el mundo que cuando uno confía solamente en Dios, nunca será defraudado”. LA SITUACIÓN ACTUAL A diferencia de lo que sucedía con el hermano Müller, y la manera como confiaba solamente en Dios para suplir sus necesidades, en nuestros días he podido encontrarme con algunos pastores y maestros bíblicos que aún no han aprendido a confiar en Dios para suplir sus necesidades materiales. Hablan de Dios como el Todopoderoso, e incluso le dicen a los hermanos que cuando tengan una necesidad, lo único que tienen que hacer es pedirle al Señor y él les dará. Pero cuando se trata de confiarle su propia seguridad económica, entonces se preocupan e incluso llegan a angustiarse porque no pueden creer que Dios les dará lo necesario para poder vivir sin tener necesidades insatisfechas. Creen firmemente que Dios puede satisfacer cualquier necesidad espiritual, pero cuando se trata de lo material, no pueden descansar solamente en el Creador de todas las cosas. ¿Cuáles son las razones por las que no pueden vivir únicamente del evangelio, algunos varones que se dedican a trabajar en el evangelio?. En las siguientes páginas, me propongo comunicar algunas palabras de aliento para los hermanos que están pasando por necesidad o que están sufriendo la terrible angustia de la indecisión frente al hecho de que Dios los ha llamado, pero no han podido entregarse totalmente al ministerio confiando que su Señor sigue siendo Jehová- Jiréh (el Señor tu proveedor). Si algún hermano llega a sentirse animado a servir al Señor, confiando que él proveerá para sus necesidades materiales después de leer este sencillo cuadernillo, el esfuerzo habrá valido con creces la pena.

CAPÍTULO 1 LOS PRIMEROS PASOS Cuando era niño y durante la adolescencia, trabajaba con mi papá de la misma manera que todos mis hermanos lo habían hecho antes de mí. El trabajo consistía en amarrar, pintar y barnizar globos de gas. Por supuesto que hacer todo lo anterior era después de algunos años de únicamente sostenerlos para que no mancharan el techo de la casa en que vivíamos y que mi padre, con mucho esfuerzo había adquirido. En esos globos, que se inflaban con hidrógeno, pintaba yo la cara de algunos personajes de caricatura que mi hermano Víctor me había enseñado. Después los barnizábamos; le llamábamos “barnizar” al acto de untar en el globo, completamente y de manera uniforme, grenetina caliente sin sabor, con el objeto de que el gas no se filtrara por los minúsculos poros que tiene el material con el que están hechos dichos globos. El día que más trabajábamos era el sábado, porque al siguiente día, entre mi papá, mi tío Juan y mis hermanos venderían alrededor de quinientos globos. Puesto que todos trabajábamos, también todos recibíamos algo de dinero. Cuando algo sucedía y no trabajaba yo (como en las ocasiones cuando jugaba béisbol en la Liga del Seguro Social y el juego se prolongaba o me quedaba a nadar en el club donde jugábamos), durante toda la semana siguiente no

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tenía derecho a pedirle algo a mi papá, ni siquiera para comprar una paleta. De cualquier manera, casi siempre que alguien le pedía dinero, él se molestaba (no obstante lo cual, siempre pude tener lo necesario para practicar el deporte que yo quisiera). Pero por esto yo evitaba lo más que se pudiera, pedirle dinero a mi papá, incluso en muchas ocasiones decidí comprarme libretas y lápices por mí mismo para no molestarlo. Cuando me convertí al Señor, seguí con el mismo patrón de vida respecto al dinero hasta un día en que todo empezó a cambiar. En aquel tiempo estudiaba teología por correspondencia con algunos hermanos, todos más grandes que yo. Podía hacerlo, gracias a que un buen hermano habló con los ancianos de la iglesia y estuvieron de acuerdo en pagar la mitad de los gastos si yo me hacía cargo de la otra mitad. En una ocasión en que estaba pasando por apuros económicos, se lo comenté a mis hermanos sin pedirles que oraran por mí; entonces uno de ellos me preguntó: “¿ya le pediste al Señor?” Yo me quedé con la boca abierta, “¿cómo le voy a pedir dinero a Dios?”, pensé para mí mismo y después lo expresé. Mis hermanos me explicaron que Dios es nuestro Padre y que podemos pedirle para todas nuestras necesidades, incluso económicas. Por el tipo de relación que yo había tenido con mi papá en lo referente al dinero, me resultaba casi increíble que a Dios pudiera pedirle dinero sin haber hecho algo para ganármelo, sin embargo decidí probarlo. Por aquel tiempo, tocaba y cantaba en la estudiantina de la iglesia y como se acercaba la época de navidad los muchachos decidieron que sería bueno cambiar de uniforme; digo que “decidieron”, porque yo no estaba muy entusiasmado con la idea, pues tenía poca ropa y por lo tanto tenía que usar la ropa de mi hermano. Cuando llegó el día en que iban a hablar del nuevo uniforme, yo estaba pensando que probablemente elegirían un color que yo ya tenía, y casi sucede. Escogieron pantalón azul marino y yo tenía uno, escogieron camisa azul celeste y yo tenía una, escogieron corbata azul marino y yo tenía un tío que hacía corbatas, pero también escogieron un suéter azul celeste y ahí fue cuando yo dije: ¡Oh, no! Porque no tenía. Recuerdo que pensé: “¿Cómo le voy a hacer para comprar ese suéter?”. Además habían dicho que sería mejor si todos lo comprábamos igual e incluso dijeron la marca (un suéter algo caro por cierto). En ese momento recordé lo que los hermanos me habían dicho respecto a la provisión de Dios y decidí probarlo. Estuve orando todos los días por el dinero para comprar el suéter durante más o menos tres semanas, hasta que un día mi cuñada Ana me dijo: “Acompáñame al centro porque tengo que comprar varias cosas”. Como yo puse expresión de no poder ir con ella, me dijo: “Si quieres te compro algo por ahí, ¿qué tal un pantalón?”. Entonces yo le dije: “¿Qué tal un suéter?” Y ella me contestó que sí. Fuimos y me compró el suéter que yo necesitaba y hasta pidió que me lo envolvieran para regalo. Cuando saqué el suéter para usarlo en ese culto de Navidad (que también fue el primer culto que dirigí), yo estaba radiante por saber que sí podía pedirle dinero o cosas materiales al Señor y él no se molestaba.

“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32). Cuando el apóstol Pablo escribió las palabras anteriores, no se refería solamente a las “cosas” espirituales, sino también a las cosas materiales. Cuando lo descubrí de verdad, me llamó mucho la atención que dice: “todas las cosas”. Pero esto no quiere decir que yo puedo pedirle todo lo que quiera y que él me lo va a dar sin más ni más. Por ejemplo, si yo necesito un carro para transportarme con mi familia al lugar en que el Señor nos ha puesto para servir, no significa que yo puedo pedir un Corvette y que el Señor me lo va a dar así como así. Incluso, no quiere decir que

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porque yo pienso que lo necesito, Dios me lo va a dar de inmediato. Lo que quiso decirnos el Espíritu Santo en este versículo, es que todas las cosas que sean buenas para nuestra vida y completamente necesarias desde su omnisciente punto de vista, Dios nos las va a dar. Cuando éramos niños, nuestros padres terrenales tuvieron que darnos todo lo necesario para nuestro crecimiento, lo cual no significa que nos dieron todo lo que pedimos. En una ocasión, mi hija me pidió una navaja muy filosa que uso para cortar papel para jugar con ella, por supuesto que no se la di. Si pedimos algo que creemos que necesitamos y Dios no nos lo da, probablemente quiere decir: “Lo que me estás pidiendo no es bueno para ti en este momento, lo mejor es que no te lo dé”. Cuando lo que pedimos no está en contra de la voluntad escrita de Dios (La Biblia), entonces podemos pedir insistentemente y dejar que Dios decida si lo que le estamos pidiendo es bueno o no. Si Dios no contesta afirmativamente, creo que es una necedad tratar de conseguirlo por otros medios, como un préstamo por ejemplo. Ya nuestro Señor nos ha dado la posesión más cara a su corazón y nosotros nos la hemos apropiado. Hablo por supuesto de nuestro glorioso Señor Jesucristo. Si Dios nos entregó a su propio Hijo, ¿habrá algo que no esté dispuesto a darnos?. Su Palabra dice que no; ya que nos ha entregado a Cristo, no habrá nada bueno que él nos vaya a negar. Pero recordemos también que el Apóstol Juan dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye" (1 Juan 5:14). Una de nuestras responsabilidades, es conocer la voluntad de Dios lo más que se pueda, para poder pedir inteligentemente y así recibir más respuestas afirmativas a nuestras oraciones. También leemos en el evangelio según San Juan: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis y os será hecho” (Juan 15:7). Cuando nuestra meta personal es andar como Cristo anduvo y depender siempre de él (1 Jn. 2:6), el mismo Espíritu de Dios nos guiará en nuestras oraciones, para que pidamos sólo aquello que está de acuerdo con la voluntad del Señor y así podamos recibir respuesta afirmativa para que nuestro gozo sea completo (Jn. 16:24). Por lo que dicen estos versículos, podemos darnos cuenta que muchas veces el problema con nuestras oraciones es, como dice Santiago, que no sabemos pedir (Stg. 4:3). Cuando aprendemos a pedir de acuerdo con la voluntad de Dios, se vive uno de los privilegios más grandes, al poder palpar, sin lugar a dudas, la respuesta del Señor. Cuando nos sintonizamos con la mente de Dios, podemos apreciar vívidamente su mano moviéndose en nuestro favor, y no hay mayor gozo que poder saber que cuando uno le pide algo a Dios (e incluso algunas ocasiones sin pedirlo), él escucha, y por esas razones que uno no alcanza a comprender cabalmente, el Creador y sustentador del universo se digna contestar las oraciones de criaturas tan pequeñas –aunque no por ello insignificantes- y poner en acción su infinito poder para decir: “Aquí tienes hijo”. Mi amado hermano, si todavía tienes alguna duda en lo referente a la provisión de Dios, o no puedes orar con la certeza de que tu Padre va a contestar afirmativamente a tus oraciones, te invito a que memorices los versículos que cité antes y que los “comentes con Dios”. Menciónaselos al Señor cuando ores y dile que te gustaría gozar del privilegio de ver su Palabra cumplida en tu vida en este aspecto. Medítalos y repítelos constantemente hasta que formen parte de tu vida diaria y puedas sentirlos como palabras que te fueron dadas a ti en lo personal. Practica lo anterior siempre y verás resultados asombrosos.

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CAPÍTULO 2 UN PASO MÁS Cuando sentí la convicción de ingresar al seminario, en 1985, para prepararme mejor y servir al Señor de tiempo completo, ya estaba yo aprendiendo a confiar en Dios para mis necesidades económicas. Por ello, cuando sabía que debía ir, no consideré un obstáculo la falta de dinero. En aquel tiempo, el director del Seminario Bíblico de Puebla, habló con los líderes de la iglesia para preguntarles si me apoyarían económicamente; ellos dijeron que estaban de acuerdo en que fuera, pero que no podían comprometerse a sostenerme económicamente porque pronto iban a comenzar la construcción del templo; sin embargo aceptaron cubrir el costo de la inscripción. El hermano estuvo de acuerdo y así lo hicieron. Por ese tiempo, mi papá me dijo que teníamos que hablar, y me preguntó si de verdad iba yo a irme al seminario. Le contesté que sí y me preguntó cómo me iba yo a sostener. Yo le dije que no sabía, pero que Dios me prometía que si me encargaba de sus cosas, él se encargaría de las mías, haciendo alusión a Mateo 6:33. Mi papá me dijo: “Admiro tu fe, yo no podría confiar como tú, adelante”. Surgieron entonces, algunos hermanos que me ofrecieron ayudarme con los gastos, y yo me sentí muy confiado de que todo iba a salir bien. Sin embargo, al poco tiempo de haber entrado al seminario, por diferentes razones, los hermanos dejaron de apoyarme y mi deuda por la colegiatura y el internado creció bastante. Recuerdo especialmente, una ocasión en que la cuenta creció tanto, que ya no podía yo dormir por la preocupación. (Había aprendido a confiar en Dios para que supliera un suéter, pero no era capaz de confiar por una cantidad grande). En una madrugada en que estaba orando por esa deuda, le dije al Señor: “Padre, yo creo que tú me trajiste y por eso estoy aquí. No pienso que me tenga que ir del seminario por no poder pagar. Te pido que me des el dinero para saldar la cuenta”. Después del período de clases, cuando subimos al comedor para tomar un poco de café, pude ver que ya estaban los nuevos estados de cuenta en nuestros apartados, que eran unos casilleros en los que nos dejaban los recados. Francamente, no quería ir a recoger el mío, pensando que ya sería más el dinero que debía. Finalmente me decidí, y cuál no sería mi sorpresa al ver que, no solamente estaba todo pagado, sino que incluso había algo de dinero extra. No pude contenerme, y lloré lágrimas de gozo por haber visto la mano de Dios moviéndose en mi favor. Después me enteré que uno de los maestros, a quien llamábamos “Jaimito, el chiquito”, (medía arriba de 1.90 m), había pagado todo lo que yo debía. Le di muchas gracias a Dios por mi hermano, y seguí estudiando en el seminario y trabajando en la iglesia. Por aquel tiempo empecé a trabajar en una misión junto con el hermano encargado y una hermana que enseñaba a los niños. Hubo una ocasión en que nos enfrentamos a una situación difícil. Tanto la hermana como yo estábamos estudiando en el seminario y andábamos un poco limitados de dinero (por decir algo). En aquella ocasión, era un sábado y nosotros llegábamos al local donde nos reuníamos, cuando nos dimos cuenta de que no teníamos dinero para viajar al otro día a la misión donde trabajábamos. Estando en la calle, le recordé a mi hermana que nuestro Señor nos había dado una promesa y le cité Mateo 28:18-20. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del

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Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Entonces le dije: “Vamos a ir a hacer discípulos, y yo creo que el Señor nos va a dar para los pasajes”. A continuación oramos diciéndole esas palabras a Dios. Después de nuestro amén entramos, y al ir subiendo unas escaleras hacia uno de los salones, se me acercó Hugo, uno de mis amigos, y me dijo: “Toma, en el nombre del Señor”. Puso algo en mi mano, y yo casi no pude esperar para enseñarle a mi hermana la respuesta a nuestra oración. Ya teníamos el dinero para ir a hacer discípulos. Cuando tenemos la plena convicción de que nuestro trabajo está de acuerdo con la voluntad de Dios, entonces podemos “reclamar” las promesas de su Palabra. En Mateo 28:18-20 podemos apreciar dos de estas promesas: 1. El Señor Jesucristo dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos”. Cuando dijo: toda potestad, usó la palabra ejxousiva ••quequiere decir, tanto autoridad como poder. Así pues, para cumplir con la tarea de hacer discípulos, contamos, tanto con la autoridad que nuestro Señor Jesucristo ejerce sobre el universo, como con su poder, que es, según este versículo todo el poder que se pueda necesitar. 2. El Señor Jesucristo dijo: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. No solamente contamos con la autoridad del Señor, y con su poder, sino con su misma presencia a nuestro lado para siempre. Esto, además de asegurarnos su provisión, también nos asegura su compañía todos los días de nuestra vida. No sólo contamos con todo, sino que contamos con alguien para consolarnos, animarnos y ayudarnos en todo momento. Amado hermano, quiero hacerte una pregunta. ¿Serán suficientes los recursos con que contamos para cumplir con nuestra tarea? Además, si el que se compromete a estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, es el Creador y Sustentador de todo lo que existe, ¿cumplirá con su palabra para hacer una realidad sus promesas en tu vida?. Yo digo ¡AMEN! De la misma manera que termina este precioso pasaje. ¡AMEN! Y ¡AMEN!. Si te estás dedicando a servir al Señor, o estás pensando hacerlo, déjame decirte que estás bajo el cuidado del mejor de los “jefes” que puede haber. Esto se debe a que no solamente es tu jefe, sino que también es tu Padre. No hay nada más precioso que saber que el mismo que te da los mandatos que es necesario cumplir, es el mismo que te tiene bajo su tierno cuidado. Si todavía estás dudando en dedicarte al ministerio de tiempo completo, te animo a que lo hagas de una buena vez, y te aseguro que nunca te arrepentirás.

CAPÍTULO 3 PROVISIÓN SEGURA En algunas ocasiones, he escuchado personas que dicen que no es verdad que nuestro Señor nos haya asegurado que nunca nos faltará comida y vestido. Me han dicho que estoy cayendo en el “positivismo”, doctrina que declara que “todo lo que confieses ya lo tienes y sólo hay que esperar a que llegue a tus manos”. Para mí, es mucho muy clara la enseñanza de la palabra de Dios en este

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tema. En diferentes pasajes, encuentro la promesa de que nunca nos faltará lo necesario para vivir. Veamos por ejemplo: Mateo 6:25-34 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. La palabra de Dios nos declara que nuestro Padre está al pendiente de nuestras necesidades más básicas. Tanto el alimento como el vestido son cosas que nuestro Señor tiene consideradas de antemano, y nunca las va a descuidar. Si piensas que mañana puedes quedarte sin comer porque no tienes dinero para comprar un kilo de frijol y medio kilo de tortillas, déjame decirte que estás en un gran error, porque la promesa del Señor es que nunca va a dejar a sus hijos sin comer. Hubo una ocasión en que no teníamos nada para la comida, y solamente para el desayuno un poco de alimento. Oramos diciéndole al Señor: “Gracias porque tenemos algo para desayunar y con tu ayuda también tendremos para comer”. Desayunamos y esperamos para ver la manera en que Dios proveería para la hora de la comida; por supuesto que no esperamos perdiendo el tiempo sino trabajando. Poco antes de la hora de comer, llamaron a la puerta y recuerdo qué pensé: ¿Quién será el ángel en esta ocasión? Abrí la puerta y ahí estaba mi suegra con una cacerola en sus manos. Entrando me dijo: “Iba yo a venir ayer pero no pude, hice mixiotes y les traje unos”. Comimos muy bien esa tarde y le dimos gracias a Dios porque una vez más había mostrado su poder. Las promesas del Señor son verdaderas, y nuestro Padre nunca dejará de cumplirlas. Cuando tú enfrentas una necesidad, ya Dios la ha previsto y ha preparado una respuesta para el momento adecuado y exacto. No pienses que puede haber algo que tome desprevenido al Señor, porque de ninguna manera es así. Sin embargo, esto tampoco quiere decir que no hay necesidad de pedir a Dios lo necesario para vivir. Él quiere que le pidamos y además le gusta que lo hagamos. Cuando levantamos nuestra voz para pedirle lo que nos es menester, él es colocado en el lugar que le corresponde y nosotros mostramos nuestra dependencia de hijos para con nuestro Padre. Cuando aprendemos a depender de Dios para suplir nuestras necesidades, nos colocamos bajo el amparo de su poder y de su infinita sabiduría, y desde mi punto de vista, no hay mejor lugar para descansar. Debo decir en este momento, que existen varios problemas por los que algunos hermanos no quieren dedicarse a servir al Señor de tiempo completo, dependiendo única y exclusivamente de

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este trabajo para sostener a su familia. A continuación voy a citar sólo unos de estos problemas como ejemplo. Problema número uno: Incredulidad. Cuando alguien no puede creer que el Señor Jehová de los Ejércitos es lo suficientemente poderoso para cumplir su palabra, entonces no podrá confiar jamás su bienestar y el de su familia al cuidado de Dios. Bastará cualquier pequeño problema para que empiece a dudar del poder del Señor. Pero afortunadamente esto tiene solución, pues la Biblia nos dice que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). Así pues, bástele al que no tiene fe leer la manera en que Dios sostuvo a un pueblo entero durante cuarenta años en el desierto dándoles comida desde el cielo y agua de las rocas, y haciendo que sus vestidos y sus zapatos no se gastaran. O lea también la forma en que Dios sostuvo a sus siervos los profetas usando a mujeres pobres o a los animales para proveerles de alimento. O cómo el Señor Jesucristo alimentó a miles de personas con recursos que a nuestros ojos serían tremendamente limitados. Después de leer todos estos ejemplos y muchos más, creo que cualquier alma sincera terminará dándose cuenta que es una necedad desconfiar de nuestro Dios. Problema número dos: falta de enseñanza. En la iglesia mexicana existe una grave falta de enseñanza bíblica en lo referente a sostener a los obreros del Señor. Es muy triste para mí, tener que decir que hay muchos hermanos que son sumamente ignorantes de la palabra de Dios en este tema. Incluso hay algunos que creen que es incorrecto pagarle a alguien por realizar la obra de Dios. Que esto suceda, solamente confirma que se han cometido errores muy serios en la enseñanza que se ha dado a muchos hermanos. Algunos argumentan que el apóstol Pablo nunca recibió dinero por predicar el evangelio, y con esto una vez más demuestran su ignorancia de las Escrituras. Baste citar solamente dos pasajes bíblicos para demostrar lo contrario. “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Filipenses 4:15-17). En este pasaje, aunque se habla de un trabajo de misionero del apóstol Pablo, se demuestra que él sí recibió ayuda económica desde el principio de su ministerio, pues dice que al principio de la predicación del evangelio los filipenses participaron con él en razón de dar y recibir. “He despojado a otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros. Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso” (2 Corintios 11:8-9). Una vez más podemos ver que el apóstol recibía ayuda de otras iglesias para su sostén económico. Por algunas razones especiales, Pablo decidió no recibir el apoyo monetario de algunas iglesias, pero no dudó en hacerlo de otras. Hay predicadores que enseñan desde el púlpito que no debemos recibir dinero por predicar la palabra de Dios, pero al hacer esto, están yendo contra la misma Biblia, porque es Dios mismo quien dice:

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“¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ORDENÓ el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios 9:13-14). Quise resaltar la palabra ordenó, porque parece que muchos no han podido verla o han querido hacer de cuenta que no está, pero déjenme decirles que es un mandato que Dios nos ha dado. Si alguien prefiere enseñar otra cosa que lo que dice la palabra de Dios, es asunto suyo, pero que no vaya diciendo que la palabra de Dios no dice que se debe pagar a los que predican el evangelio. Hay otros que no lo dicen con sus palabras, pero con sus actos enseñan mucho más fuertemente que no debe pagarse por predicar la palabra de Dios. Son predicadores, especialmente algunos misioneros, que cuando alguna iglesia quiere darles una ofrenda por haberles compartido la enseñanza bíblica, la rechazan sin decirle a los hermanos que está bien que lo hagan, pero que él en lo particular no recibe nada. Al no dar una explicación, dejan la idea de que no es necesario retribuir económicamente al que enseña, repito, negando lo que dice la palabra de Dios: “El que es enseñado en la Palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gálatas 6:6). Una de las razones para que exista tal ignorancia de la palabra de Dios, es que nosotros los predicadores no hemos enseñado este tema en nuestras iglesias como se debe hacer. Es muy entendible lo que sucede con algunos hermanos en lo referente a enseñar este tema en especial. Temen que se llegue a pensar que lo único que quieren es el dinero de los hermanos y por ello prefieren pasar por alto este punto en particular. Pero esa no es la solución, porque con esta actitud lo único que se logra es que la iglesia quede ignorante de su responsabilidad para con sus maestros. Si un hermano se siente incómodo, pues que invite a otro hermano a enseñar este tema, pero que no se pase por alto, pues la Biblia nos anima a enseñar “todo el consejo de Dios”. Problema número tres: la irresponsabilidad de las iglesias. Existen algunas iglesias en nuestro país, que remuneran adecuadamente a sus maestros bíblicos, pero tristemente la gran mayoría lo hacen de una manera inadecuada. Pareciera que las iglesias se ponen a pensar: ¿Cuánto es lo menos que le podemos pagar al hermano sin que nos deje? Todas las experiencias de provisión de los siervos del Señor en que se muestra cierto factor sobrenatural, son para la gloria de Dios, pero para vergüenza de las iglesias que no corresponden como debieran, a los hombres que se dedican a cuidarles espiritualmente. Debo recalcar aquí, que la palabra de Dios sí habla de un salario y no solamente de una ayuda al hermano que se dedique a trabajar en la iglesia. También debo decir que debe ser un salario digno, pues la Biblia dice: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y : Digno es el obrero de su salario” (1 Timoteo 5:17-18). Es muy injusto de parte de una iglesia, cuando tienen un hermano que se dedica empeñosamente a enseñarles la Biblia de manera que no le queda tiempo de hacer otra cosa para llevar alimento a su casa, que no le correspondan como debe ser. Muestra una gran ingratitud de parte suya hacia el hermano y hacia Dios. Las iglesias en México deben aprender a pagar lo que es justo a aquellos que les presiden en el Señor. No piensen: “¿Cuánto es lo menos que le podemos pagar al hermano sin que nos deje?”, Sino: “¿Cuál sería un salario digno para un obrero del Señor?”

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Hace algunos años, un hermano misionero me dijo: “Nosotros los misioneros tenemos gran culpa de que la iglesia mexicana no se haga independiente en lo económico y que no pague adecuadamente a sus pastores. Porque desde siempre los acostumbramos a recibir y recibir sin enseñarles a dar y ahora vemos los resultados”. Pero esto tampoco es una excusa para que la iglesia mexicana se quede en esta situación de falta de crecimiento espiritual, sino que ya es hora de que aprendamos a dar y poner en práctica lo que dice la palabra de Dios: “…más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Problema número cuatro: las malas experiencias anteriores. A algunos hermanos les ha sucedido que en el pasado una iglesia les falló en lo económico y ahora no están dispuestos a pasar por la misma experiencia, máxime cuando ya se tiene una familia que depende de uno. No es extraño que cuando se tienen muchos gastos en una iglesia y se tiene que sacrificar alguna salida, la que se sacrifique sea el sueldo del pastor. Si no se paga la luz, la cortan y no se pueden hacer los servicios sin luz. Pero si no se le paga al pastor, no pasa nada porque se puede esperar a la próxima quincena. Ahora bien, mi amado hermano, si piensas que todo lo mencionado anteriormente puede ser una escapatoria para que no te dediques a servir a tu Señor de tiempo completo, estás equivocado. Si el Señor te ha llamado, lo mejor que puedes hacer es obedecer, porque de no hacerlo, Dios te va a orillar a obedecer y probablemente no te guste lo que suceda en tu vida. Además, no creo que llegues a sentirte satisfecho con ninguna otra actividad que desempeñes si no estás en lo que Dios quiere que estés. Como dijo cierto predicador: “Si Dios te ha llamado para servirle en el ministerio, no te rebajes a ser presidente de algún país”. Si solamente tu problema para dedicarte a servir de tiempo completo al Señor es el aspecto económico, te digo que no tengas miedo. Dios todavía tiene suficientes viudas a las que puede usar para sostener a sus siervos, o puede mandar a los cuervos para traerte pan y carne por la mañana y pan y carne por la tarde. ¿Puede suceder que una iglesia te falle en el sostén económico? Sí, puede suceder, pero jamás sucederá que Dios se olvide de que tu familia y tú necesitan comida, vestido y un lugar donde vivir. Recuerda Mateo 6:25-34. ¿Puede suceder que una iglesia te pague menos de lo que es justo por el trabajo que desempeñas? Sí, puede suceder, pero jamás sucederá que Dios te dé menos de lo que mereces por el trabajo que realizas, pues Dios no es deudor de nadie. Además, debo decirte que Dios nunca te va a dar menos de lo que tú estés dispuesto a darle a él. Si eres fiel en tus ofrendas y en repartir lo que Dios te da, nunca tendrás que pedir prestado para una necesidad que te venga, porque Dios satisfará tus necesidades de antemano. En este punto quiero detenerme un momento para hablar acerca de la manera como deben ofrendar los siervos del Señor. Escuché en una ocasión que un pastor había dicho que los siervos de Dios no tenían que ofrendar, no hay nada más falso, pues tenemos ejemplo en la palabra de Dios acerca de este mandamiento. En el Antiguo Testamento encontramos que el Señor mandó a los levitas que dieran el diezmo de los diezmos:

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Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos (Números 18:2526). Así pues, queda establecido el ejemplo para nosotros, pues el diezmo era destinado exclusivamente para el sostén de los levitas. Como en el Nuevo Testamento no tenemos un mandamiento específico respecto a la cantidad que debemos dar, creo que es buena idea tomar el principio del Antiguo para nosotros en este tiempo como un ejemplo, no tanto como un mandamiento sino como un ejemplo. Además de que podemos ver que el principio del diezmo fue establecido mucho antes de que fuera dada la ley de Moisés. … y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. (Génesis 14:20). El principio del diezmo es un principio de fe, porque es aprender a desprenderse de aquello que nos da relativa seguridad para aprender a depender solamente de Dios y su poder. Si aprendes a dar por lo menos el 11% de lo que Dios te da para tus necesidades, te aseguro que no tendrás problemas con tus necesidades básicas. No caigas en la trampa de decir: “Bueno, he recibido muy poco esta semana y no creo que me alcance para las necesidades de la familia, lo mejor será que dé menos en esta ocasión como ofrenda para que alcance”. Déjame decirte que si haces lo anterior será una de las semanas en que menos te alcanzará el dinero. Puedo decírtelo por experiencia propia, pues en algunas ocasiones he caído en la trampa y en vez de que el dinero alcance para más, no sabes ni en qué lo has gastado. Uno de los secretos para poder apreciar la generosidad del Señor es ser fiel en lo relativo a las ofrendas. ¿Por qué digo que demos por lo menos el 11%? Porque creo que no debemos ajustarnos a lo menos; no debemos pensar nunca: ¿Cuánto es lo menos que puedo darle al Señor?, sino que debemos tratar de dar lo más que se pueda, para poder mostrar que confiamos plenamente en el Señor. La otra parte de este secreto es administrar adecuadamente lo que reservamos para nuestras necesidades, aprendamos a no gastar “sin ton ni son”, lo mismo que a no meternos en deudas comprando a crédito. Pienso que uno de los problemas más graves que tiene nuestra sociedad actual es precisamente el tratar de obtener las cosas de inmediato, incluso antes de pagarlas. Debemos aprender a ajustarnos a un presupuesto para no comprar todo lo que se nos ponga enfrente, pero recordemos que es una herramienta y no un amo para no llegar al extremo de ser mezquinos. Debemos recordar que todo lo que tenemos le pertenece a Dios, incluso aquello con lo que nos quedamos para nuestras necesidades. Por ello debemos aprender a administrarlo de la mejor manera posible, y la mejor manera es comenzando por separar nuestro porcentaje para darlo como ofrenda. Otra vez te recuerdo que si aprendes a dar lo que corresponde para la obra del Señor, nunca tendrás motivo para quejarte de la provisión de Dios, probablemente nunca llegues a ser rico, pero tampoco tendrás que mendigar. Lo que sí te aseguro es que Dios te dará abundantemente lo que necesites y mucho más. Nuestro Señor Jesucristo dijo: “y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29). Te sorprenderá la manera como Dios provee para las necesidades de aquellos que trabajan para él en su obra.

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CAPÍTULO 4 DEPENDENCIA DIARIA Me parece que una de las razones por la que algunos no pueden confiar plenamente en el Señor para ver satisfechas sus necesidades, es la falta de comunión con Dios por medio del devocional diario. Vivimos en una sociedad tan dada al activismo, que no podemos detenernos el tiempo necesario para ponernos en sintonía con nuestro Padre celestial. De primera instancia, parecería ridículo siquiera hablar de que un pastor o cualquier siervo del Señor no tenga su devocional personal con Dios, pero no es tan sorprendente cuando pensamos en todo aquello que tienen que realizar y el poco tiempo que les queda libre para poder administrarlo debidamente. Algunas de las razones por las que los siervos del Señor no tienen su tiempo personal a solas con Dios, son las siguientes: Presiones de la iglesia. Existen iglesias que quieren ver a su pastor haciendo de todo; limpiando el lugar de reunión, pintando bancas, preparando clases y predicaciones, visitando a todos los enfermos de la iglesia, etc. Parece que no se dan cuenta que mientras menos tiempo dedique su pastor a su vida espiritual personal, menos va a rendir. En esto también debo decir que los pastores tienen mucho de culpa, pues deben aprender a poner lo primero en primer lugar. Se debe enseñar a la iglesia que hay ocasiones en que el pastor necesita privacidad, e incluso descanso. El apóstol Pablo le escribió a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16). Es muy curioso que pone en primer lugar la persona de Timoteo, y después la doctrina. La razón es obvia. Si no se encuentra bien el siervo del Señor en su propia persona, ¿cómo podrá estar en buenas condiciones para ayudar a los demás cuando lo necesiten? Si uno no se alimenta bien espiritualmente, ¿cómo estará fuerte para sostener a los demás en medio de la batalla? Si no se siente bien en su propia vida espiritual, ¿cómo podrá enseñar con fuerza la palabra de Dios? Por ello es que lo primero que debe tratar de cuidar es su vida espiritual por medio de su devocional personal. Deseo sincero de servir. Con todo lo que hay por hacer y con tan pocas personas que hay para hacerlas, es muy natural que el pastor se sienta presionado a hacer más de lo que puede, por lo cual tendrá que dedicar más tiempo a las actividades de la iglesia. En el caso de algunos hermanos, lo único que los presiona es su verdadero deseo de servir de la mejor manera posible, sin embargo en muy poco tiempo se sienten abrumados por tanto trabajo y porque en la mayoría de los casos se descuida de forma muy natural el tiempo a solas con Dios. La debilidad de carácter. Hay algunos hermanos que no pueden decir “no” a ningún requerimiento de parte de algún hermano. A todo lo que les piden dicen que sí, y cuando se dan

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cuenta ya tienen la agenda llena de actividades que lo mantendrán ocupado desde muy temprano por la mañana hasta muy entrada la noche. Una vez más, lo más natural es que descuide su tiempo a solas con Dios. La naturaleza misma del ministerio. Nuestro trabajo es de tal manera impredecible en algunas cosas, que sucede muy continuamente que hay actividades que no se pueden programar. Por ejemplo, no se les puede decir a los hermanos que si se van a sentir deprimidos lo hagan por la tarde porque en la mañana debe tener su tiempo devocional. Tampoco se pueden programar las defunciones y otras cosas por el estilo. Lo bueno de todo esto es que estas cosas sólo suceden de vez en cuando. Por todo lo anterior, es muy fácil descuidar el tiempo de meditación a solas con Dios, y si descuidamos el contacto constante con la palabra de Dios, entonces será más fácil dudar que el Señor proveerá para las necesidades; “la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. Si no estás siendo muy constante en tu tiempo a solas con Dios, te aseguro que no te sientes muy seguro de que Dios va a suplir tus necesidades.

CAPÍTULO 5 UNAS PALABRAS PARA LAS IGLESIAS Amados hermanos, la palabra de Dios nos enseña que debemos ser agradecidos, y una de las mejores maneras de mostrarlo es pagando lo que es justo a los que trabajan gobernando la iglesia y enseñando la palabra de Dios. Como ya mencioné antes, en la iglesia mexicana no se está haciendo, en la mayoría de los casos, lo que Dios ha mandado que se debe hacer. ¿Cuáles son las razones para que esto esté sucediendo? Pienso que hay varias y quiero mencionar algunas de ellas: Algunos hermanos no consideran el trabajo del pastor como trabajo fuerte. De verdad hay quienes piensan que es de lo más fácil ser pastor, pues creen que no significa mucho esfuerzo el tener que preparar una clase y una predicación para cada domingo. Parece que la manera como valoran el trabajo es comparando el esfuerzo que hacen ellos mismos en su propio trabajo. Por esto, no es extraño que los que menos valoran el trabajo de un pastor, sean los que tienen que desarrollar un trabajo físico fuerte en su propio empleo. Los hermanos que desarrollan un trabajo más de pensamiento y menos físico, entienden mejor lo que es el trabajo de un pastor. Por ejemplo, un hermano que es médico, y que no tiene que desarrollar un gran esfuerzo físico en su trabajo (aparentemente), pero que tuvo que pasarse cinco o seis años de su vida estudiando para terminar su carrera, entiende mejor el trabajo de un pastor, que el hermano que tiene que pasarse ocho horas diarias haciendo un esfuerzo físico muy fuerte. Aunque debo decir que no es así en todos los casos. Sin embargo, resulta curioso que el hermano que no puede reconocer el trabajo del pastor, no tiene problemas en reconocer el trabajo de un médico, aunque los dos tuvieron que estudiar más o menos el mismo tiempo para poder trabajar cada uno en su campo. Algunos hermanos piensan que el pastor realmente no trabaja. Hay algunos hermanos que no consideran las actividades del pastor como verdadero trabajo. Creo que piensan más o menos así: ¿Qué trabajo es, tener que preparar una predicación, orar y escuchar los problemas de los demás de vez en cuando? Tan solo con tener que escuchar los problemas de los hermanos ya uno queda totalmente rendido, pero esto algunos no lo consideran así, por lo cual en ocasiones he usado la comparación de nuestro trabajo con el de un sicólogo.

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Les digo: ¿Saben por qué un sicólogo gana tanto dinero con escuchar a una sola persona? Porque el escuchar los problemas de los demás es sumamente agotador. El pastor en ocasiones tiene que escuchar a varias personas en una sola tarde; y no puede deshacerse de los problemas tan fácilmente como un sicólogo, porque en su caso le une a la persona una relación de amor. Por lo cual si la persona sufre, también el pastor sufre. El pastor no termina su trabajo cuando el hermano deja de hablar de su problema, sino que tiene que seguir orando por el hermano hasta que su problema se soluciona. ¿Esto no es trabajo? Añadiendo que tiene que estudiar varias horas al día y orar otras más. Algunos piensan que es injusto que el pastor gane más que lo que ellos ganan. Por las dos razones expuestas anteriormente, hay algunos que piensan que es injusto que el pastor gane más que ellos. Pero además se piensa que el pastor debe tener una vida por debajo del nivel de los demás, porque él sirve al Señor, y parece que por ello se debe vivir una vida de carencias y totalmente alejada de los lujos. Una vez más deseo exponer lo que la palabra de Dios enseña al respecto, para que podamos aprender y obedecer los mandamientos del Señor. ES UN MANDATO DE DIOS, QUE VIVAN DEL EVANGELIO LOS QUE TRABAJAN EN EL EVANGELIO. Actualmente hay muchos pastores que además de trabajar en la iglesia trabajan en otra cosa. Pero hermanos amados, la palabra de Dios dice muy claramente que los que trabajan sirviendo al Señor de eso deben sostenerse. Así también ORDENÓ el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio (1 Corintios 9:14). Imagínense ustedes una situación en que el patrón le dice a su empleado: “Mira Pedro, no puedo pagarte tu salario completo, por qué no buscas otro trabajo para poder ayudarte con tus gastos, pero aquí vas a seguir trabajando tus ocho horas diarias”. Les aseguro que en cuanto consiga otro trabajo, se irá de este. Sin embargo, en las iglesias se da muy continuamente esta situación. Cuando la iglesia es tan pequeña que no puede sostener a su pastor, es entendible, pero si la razón es otra, entonces no se puede justificar que esto suceda. Aunque se hace lo anterior con algunos pastores, hay iglesias que no se explican por qué no hay crecimiento en su congregación. Puedo explicarles que es porque en cuanto a su pastor se le presenta otra oportunidad, en la que puede sostener de manera más digna a su familia la va a aprovechar y se va a ir; por lo cual nunca habrá crecimiento permanente en su congregación, pues una de las principales razones por las que no hay crecimiento en las iglesias es el cambiar constantemente de pastor. Aunque tener el mismo pastor por mucho tiempo no garantiza que la iglesia vaya a crecer, el cambiar de pastor continuamente sí garantiza que la iglesia no va a crecer. El pastor que además de trabajar en la iglesia tiene que hacerlo en otro lado, tendrá poco tiempo para preparar sus predicaciones, por lo que lo más natural será que no sean todo lo bueno que él quisiera que fueran. La razón es muy simple, si después de trabajar una jornada de ocho o nueve horas el pastor tiene que llegar a su casa para estudiar otras cuatro o cinco horas, el cansancio no le dejará concentrarse y no podrá hacerlo igual que si solamente se dedicara a su trabajo más importante. Amados hermanos, si quieren tener una alimentación más completa, procuren cuanto antes sostener a su pastor de tal manera, que pueda dedicarse a su trabajo de tiempo completo, si no lo hacen así, les aseguro que no podrán tener una alimentación espiritual adecuada. Además, muy

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probablemente su pastor les dejará si se le presenta otra oportunidad de trabajo, pues es muy difícil soportar por mucho tiempo una situación en la que no se le reconoce su trabajo adecuadamente. ES UN DERECHO DE QUIEN SE DEDICA A SERVIR EN UNA IGLESIA, RECIBIR SU SOSTÉN DE LA IGLESIA. Contra los que me acusan, esta es mi defensa: ¿Acaso no tenemos DERECHO de comer y beber? ¿No tenemos DERECHO de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos DERECHO de no trabajar? ¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? (1 Corintios 9:3-11). Quise resaltar la palabra “derecho”, porque muchas veces no se entiende de esta manera. El apóstol Pablo habla aquí del derecho de comer y beber, del derecho de tener una esposa, y del derecho de no trabajar en algo extra. Una vez más, imaginemos una situación de un trabajador a quien su patrón le dice: “Mira Pedro, vas a trabajar en esta fábrica pero no tenemos pensado que ganes dinero, así que te recomiendo que te busques otro trabajo para que puedas sostener a tu familia”. ¿Qué les parece? Ahora imaginen a Pedro respondiendo: “Si jefe, no se preocupe, ya estoy consiguiendo otro trabajo en el que sí me van a pagar, pero todos los días estaré aquí puntualito”. Verdad que es de risa, pero esto sucede muchas veces con muchos hermanos que se dedican a trabajar en algunas iglesias. Cuando Pablo habla de los derechos de comer y beber y de tener una esposa, se está refiriendo a todo lo que implican ambas situaciones. Para tener una hermana como esposa, es necesario tener un lugar para llevarla a vivir. Este lugar debe contar con muebles y todo lo que haga falta para vivir de una manera más o menos cómoda. Para comer y beber, es necesario tener trastes, una estufa y gas o leña para que ésta funcione. Así pues, el apóstol está diciendo que quien se dedica a trabajar en una iglesia, tiene el derecho de llevar una vida con todo lo necesario, y además implica que en la medida de lo posible, estas cosas deben venir de los hermanos a quienes está sirviendo. Una vez más menciono que es un derecho que tiene el que trabaja en una iglesia; un derecho que el apóstol Pablo, por las circunstancias en que se encontraba, decidió no usar con los corintios, pero que con otras iglesias sí lo hizo. Si algún hermano decide no recibir un cierto pago por su trabajo en una iglesia, puede hacerlo estando consciente de que está yendo en contra de un mandato del Señor, pero si otro decide sí recibir el pago justo a su trabajo, está en su derecho. Me gusta mucho la ilustración que usa el apóstol sobre el buey. Parece que algunas personas le ponían bozal a los bueyes cuando los ponían a trillar, para que no se comieran el grano y poder tener una mayor cantidad de este al final de la jornada. Pero el Señor mandó en Deuteronomio 25:4 que no se usara el bozal con el buey cuando estuviera trillando, porque es totalmente injusto que el animal trabaje y no tenga la oportunidad de comer del fruto de su trabajo. Esta es solamente una ilustración de lo injusto que es, que en una iglesia donde se recoge lo suficiente para sostener a su pastor, no lo hagan de una manera digna. El apóstol aclara que esto se escribió por aquellos que

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trabajan en la obra del Señor y no solamente por los bueyes. Algunas iglesias ponen como pretexto que no alcanza lo que se recoge como para pagarle a alguien que se dedique de tiempo completo al servicio del Señor; pero no quieren darse cuenta que es un círculo vicioso en el que se encuentran. “No se recoge lo suficiente porque los hermanos no ofrendan; los hermanos no ofrendan porque no saben cómo deben hacerlo debido a su inmadurez; no han madurado porque no hay quien les enseñe profundamente la palabra de Dios; no hay quien les enseñe profundamente la palabra de Dios, porque no se recoge lo suficiente para pagarle a alguien que se dedique de tiempo completo al servicio del Señor”. En la mayoría de los casos no se recoge lo suficiente porque se ha dejado de enseñar el principio del diezmo. Una vez más insisto en este principio como un ejemplo y no como un mandamiento. Hace algunos años trabajé en una iglesia donde no se enseña por lo general nada acerca de la ofrenda. Por aquellos días invité a una amiga para que nos visitara, al llegar a la parte de atrás del templo, donde se colocaba un pizarrón con informes sobre la asistencia del domingo y sobre lo que se había recogido de ofrenda, me dijo: “Eso es lo que se recoge de limosna, ¿verdad?” Yo le contesté que no recogíamos limosna sino ofrenda, pero ella me dijo que según lo que decía el pizarrón sobre la asistencia (más o menos unas 450 personas), lo que se había recogido era una limosna. Después lo pensé y me di cuenta que era cierto lo que me había dicho, pues la cantidad era totalmente ridícula en relación a la asistencia. En el Nuevo Testamento no se nos dan instrucciones sobre el porcentaje que se debe ofrendar, pero en el Antiguo se nos habla sobre el diezmo para el sostenimiento de los que trabajaban en las cosas de Dios. Puesto que no tenemos nada en el Nuevo Testamento al respecto, creo que es una buena idea tomar el ejemplo del Antiguo Testamento. Insistiendo que el diezmo es en esta dispensación un ejemplo y no una ley, quiero hacer una recomendación sobre la manera de recogerlo. En muchas iglesias se entregan sobrecitos para el diezmo en los que el “diezmador” debe escribir su nombre, la cantidad y la fecha, y de esta manera se puede saber quién ha diezmado y cuánto. Pienso que esta es una manera que contradice la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo respecto a dar: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. (Mateo 6:1-4). Cuando dejamos que cada hermano se sienta responsable delante de Dios por lo que da, lo hará de una manera más consciente y en meditación delante del Señor, y al final es ante él que responderemos por lo que demos o dejemos de dar.

Hay otras iglesias donde, sencillamente es ignorancia de parte de los líderes, sobre lo que dice la palabra de Dios acerca de la distribución del dinero de las ofrendas. Algunos están tan ocupados usando el dinero para construir edificios enormes y bellos, que no se dan cuenta que están desobedeciendo lo que dice la Biblia sobre sostener a quienes les enseñan la palabra de Dios.

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Mis amados hermanos, si su iglesia es de las que están sosteniendo dignamente a quien o quienes les presiden en el Señor, les felicito y les animo a que lo sigan haciendo. Pero si su iglesia es de las que buscan la manera de pagarle lo menos posible a su pastor o pastores, permítanme decirles que están desobedeciendo al Señor, porque él manda que se pague lo justo a los que trabajan en su iglesia. No se piense que, puesto que los siervos del Señor deben depender del Señor para su sostén, las iglesias quedan libres de su responsabilidad. Mejor piensen en todo esto como un privilegio que el Señor nos da, de poder participar en su obra por lo menos de manera económica. Y ya que tenemos este privilegio, pues hagamos nuestra parte de la mejor manera posible. CAPÍTULO 6 UN POCO MÁS SOBRE EL MANDAMIENTO DEL SEÑOR He notado una tendencia muy marcada entre los que deberían dedicarse a servir al Señor en este tiempo. Hay muchos que se encuentran trabajando en algo más que el ministerio. Las razones que ya mencioné antes son las que más se usan como pretexto para no depender del Señor de una manera total. Pero creo que no existe una razón que sea válida para no dedicarse de tiempo completo al servicio del Señor. Cuando estudiaba en el seminario, escuché a varios maestros enseñar que si una iglesia no puede sostenerlo a uno entonces es lícito buscar otro trabajo para poder sostenerse a uno mismo y a la familia los que la tenían, y por ello me parece que hubo varios que al salir del seminario se dedicaron a trabajar en otras cosas y le dedicaban al ministerio únicamente el tiempo que les sobraba. Me parece que esta es una de las más grandes fallas que hemos tenido los que nos dedicamos a trabajar en el ministerio en nuestro país, porque de esta forma tal vez nunca veamos a las iglesias hacerse cargo de su responsabilidad delante de Dios. Una vez más deseo analizar el mandamiento del Señor en cuanto a vivir del ministerio los que nos dedicamos al ministerio. Así también ORDENÓ el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio (1 Corintios 9:14). Dievtaxen es la palabra que usa el Señor en este versículo, y significa ordenar o prescribir, por lo cual digo que es algo que tenemos la obligación de llevar a cabo. Me parece que lo que el Espíritu Santo quiere hacernos entender, es que el ministerio es una carrera, una profesión o un oficio, y no solamente un pasatiempo que podemos hacer después de cumplir con nuestro trabajo. Todos los que hemos sido llamados por el Señor para servirle en el ministerio, deberíamos vivir del ministerio y no buscar otro trabajo para completar los ingresos, porque de esta manera lo único que logramos es que las iglesias no se responsabilicen de los que les enseñan la palabra de Dios. Alguien dirá que no hay suficientes iglesias para que todos los siervos sean sostenidos, pero yo les digo que igual que hay muchos siervos que no tienen una iglesia bajo su cargo, también hay muchas iglesias que no tienen alguien que les enseñe la palabra de Dios de manera adecuada. Por lo que más bien pienso que al buscar otro trabajo, no están dejando que el Señor les guíe al verdadero trabajo que Dios tiene para ellos. Cuando los obreros del Señor que trabajan en una iglesia buscan otro trabajo extra, entonces lo ponen como precedente y hay otras iglesias que lo toman como lo que debe ser, y dicen: “si hay otros pastores que trabajan en otra cosa, por qué nuestro pastor no se

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busca otro trabajo para complementar sus ingresos”, y por eso la mayoría no pueden ser sostenidos por su iglesia. Tratemos por todos los medios de asegurarnos de que el Señor nos ha llamado a servirle, y si lo ha hecho, entonces tratemos de obedecer el mandamiento que tenemos en su Palabra, confiando que si el Señor lo dijo, el Señor lo hará posible. Pero estemos seguros de que el Señor nos ha llamado, pues de otra manera mejor es buscar su trabajo y servir al Señor con su mismo trabajo. AGRADECIMIENTO En los años que tengo trabajando para el Señor, he tenido el privilegio de servir en varias iglesias. Algunas han sido muy generosas conmigo en el aspecto económico, otras no tanto. Pero por la gracia de Dios, siempre el Señor ha estado pendiente de mis necesidades, y ha usado a diferentes hermanos como el medio por el cual ha suplido superabundantemente lo que me ha hecho falta. Ha usado jóvenes y adultos, solteros y casados, hombres y mujeres. De ninguna manera voy a escribir nombres porque han sido tantos que correría el riesgo de dejar a alguno sin mencionar, además de que no quiero quitarles absolutamente nada de la recompensa que el Señor les tiene preparada en los cielos, por haber sido fieles en las riquezas materiales. A todos ellos, ¡GRACIAS! Por su amor y por su apoyo. Ruego a Dios que les prospere mucho más para que puedan seguir apoyando a quienes se dedican a servir al Señor. Por cada una de las iglesias en que he tenido la oportunidad de trabajar le doy las gracias a Dios, porque en cada una he aprendido bastante. También debo agradecer al Señor por la esposa que me dio, ya que si no fuera porque ella misma ha aprendido a depender de Dios, hubiese sido una gran presión para mi vida. Sin embargo es una bendición muy grande ver como ella acepta lo que nuestro buen Padre nos manda y la manera como ha aprendido a administrar todo aquello que podemos tener por la gracia de Dios. He escuchado de algunos amigos pastores que sus esposas son muy exigentes con las cosas materiales, e incluso he visto a algunos dejar de trabajar en el ministerio por la presión que representa una esposa que no sabe vivir por la fe. Gracias al Señor mi caso es muy diferente porque mi esposa ha aprendido a conocer a Dios más de cerca y a pedirle primero a él y después a mí. “ Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén” (1 Timoteo 1:12-17). Usado con permiso

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