DESARROLLO PSICOMOTOR DURANTE EL PRIMER AÑO DE VIDA

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Rev. Logop. Fonoaud., vol. I, n.º 4 (235-242), 1982

DESARROLLO PSICOMOTOR DURANTE EL PRIMER AÑO DE VIDA Por C. Bugié Albaladejo

I. Lorente Hurtado Neuropediatra. Médico Asistente del Servicio de Neurología del Hospital Infantil San Juan de Dios. Barcelona

los últimos años ha tenido lugar el reconocimiento de la importancia del desarrollo psicomotor del niño en sus primeras etapas, habiendo contribuido a ello, por una parte, el interés de los psicólogos y sociólogos por esta etapa del desarrollo infantil normal y también, en gran proporción, el interés de terapeutas, neuropediatras y psiquiatras por detectar de forma precoz los signos de disfunción neurológica a fin de realizar un adecuado programa terapéutico e investigación etiológica en los primeros meses de la vida, cuando la plasticidad del sistema nervioso es mayor que en etapas posteriores. Se han realizado por ello gran número de estudios y han aparecido múltiples publicaciones y artículos que han aportado nuevos datos de interés o destacando determinado aspecto de este desarrollo. Describimos a continuación de forma condensada los principales cambios que acontecen a lo largo del primer año en el niño, así como las importantes variaciones existentes en la normalidad. El desarrollo psicomotor infantil empieza en las primeras semanas de vida intrauterina. Sin embargo, hasta la presente década muy poco se conocía sobre esta etapa por la falta de métodos adecuados de exploración. Gracias a la ecografía se ha podido demostrar que de forma muy temprana se produce por parte del feto una exploración activa de sí mismo y del medio en el que se halla inmerso. Milani Comparetti ha estudiado los movimientos fetales y establecido una secuencia de desarrollo de los mismos en estos primeros meses de vida y describe una primera fase de movimientos simétricos globales y más tarde

E

N

la aparición de movimientos aislados de extremidades. Son necesarios y sin duda aparecerán en el futuro más estudios en este periodo hasta hace poco prácticamente desconocido. En las últimas semanas de gestación se produce una importante limitación en las posibilidades de movimientos del feto y adopta éste en la mayoría de los casos la típica postura en flexión de las cuatro extremidades y de la cabeza. Los movimientos del feto y del útero contribuirían a la posición invertida vertical precisa para una buena dinámica y progresión del parto.

PRIMER TRIMESTRE Ya desde el nacimiento se halla presente una serie de conductas más o menos reflejas imprescindibles para la supervivencia del niño (reflejo succión, enderezamiento cefálico elemental). Sin embargo, en los primeros días, éstos pueden estar modificados parcialmente por el trauma fisiológico que el parto supone para el niño e influidos por la medicación administrada a la madre en muchas ocasiones. Por estas razones, es preferible referirse a la actividad del niño a los 7-10 días de vida, cuando se considera que ya debe haber realizado una buena adaptación al cambio tan importante de medio. A la semana de vida podemos establecer contacto visual con el niño, que será breve en el tiempo y de poca intensidad, generalmente inconstante. También

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responderá el niño a los estímulos acústicos, modificando su actividad al oír un ruido brusco. Existe discriminación para los sabores dulce-salado-amargo. El umbral de sensibilidad al dolor parece estar disminuido en los primeros días de vida para situarse rápidamente en valores cercanos a lo que consideramos normalidad. La sensibilidad a la temperatura estaría acentuada para el frío y disminuida para el calor. Si observamos la actividad motriz del recién nacido en decúbito dorsal veremos que predomina la postura en flexión de las 4 extremidades (posición a la que se ve reducido en las últimas semanas de gestación al disminuir el espacio de que disponía en las semanas previas) (figura 1).

mano lo que llevará a su succión. En decúbito ventral realiza, partiendo de un esquema en flexión consistente en flexión de rodilla y cadera, que sitúa las rodillas bajo el abdomen elevando la pelvis y a nivel

FIG. 2.

FIG. 1.

Realiza, sin embargo, importantes movimientos activos, movimientos que si bien se caracterizan por su globalidad, también lo hacen por su variedad y posibilidad de individualidad y disociación (figura 2). Empleamos el término disociación para indicar la posibilidad de realizar movimientos de signo opuesto en una extremidad respecto a la otra (flexión de una pierna con extensión de la otra) o en una misma extremidad de dos articulaciones entre sí (extensión de rodilla con flexión dorsal del pie o cadera). La cabeza permanece lateralizada a uno u otro lado y entrando muchas veces en contacto con la 236

de extremidades superiores brazos debajo o junto al tronco, con el codo retrasado respecto al hombro, movimientos alternos de extremidades inferiores que le llevarán a un desplazamiento en muchos casos, mientras las extremidades superiores permanecen generalmente bajo o junto al tórax y la cabeza realiza repetidos movimientos de extensión cervical que le lleva siempre a liberar las vías respiratorias ya sea con una simple extensión o con la lateralización cefálica. Para valorar el mantenimiento cefálico partimos del decúbito dorsal y cogiendo al niño de sus brazos lo pasamos a la posición de sentado (maniobra conocida como «tirar para sentar», traducción del «pullto-si» inglés). En esta etapa del desarrollo el niño será incapaz de mantener en esta maniobra la cabeza alineada con el cuerpo durante todo el recorrido y la cabeza permanecerá en predominio extensor y retrasada con respecto al tronco hasta llegar cerca de los 90o él mismo, momento en que llevará activamente la cabeza hasta delante y la mantendrá vertical durante unos segundos (figura 3). Vemos, pues, que existe ya un parcial control cefálico, que irá incrementándose en los meses siguientes.

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Las manos permanecen entreabiertas o cerradas sin fuerza y no realizará ningún intento prensor al acercar un objeto.

F IG. 3.

Al estimular hábilmente la zona peribucal o la mejilla, el niño realizará un movimiento coordinado cefálico hacia el estimulo que le llevará al contacto directo con la boca y succión del estímulo ofrecido. Es la respuesta que realiza el niño ante el pezón de la madre-de forma natural y que le permitifá su alimentación y supervivencia y estará modificado por el estado de saciedad del niño; es conocido como reflejo «de orientación o de búsqueda, o «reflejo de succión». Descubrimos otros reflejos presentes en el niño en esta etapa y conocidos en su conjunto como «reflejos o reacciones arcaicasn, que no tienen una finalidad definida, siendo alguno de ellos recuerdo de conductas que tuvieron su importancia en otras etapas de la evolución. Entre ellos citaremos el «reflejo de prensiónn (fundamental probablemente para la vida arbórea de los prehomínidos) consistente en la flexión de los dedos dc la mano y pies alrededor del estímulo

táctil aplicado en la palma o planta de la mano o pie. El reflejo de marcha automática consiste en la provocación de unos movimientos alternos, simétricos en esquema de marcha de ambas extremidades como respuesta al estímulo provocado al situar al niño en posición vertical, contactando sus pies con el plano e imprimiendo movimiento hacia delante. El conocido «reflejo de Moro» se provocaría por estímulos diversos (ruido o movilización brusca del niño) y clínicamente por la caída brusca de la cabeza hacia atrás, provocada al suprimir súbitamente su sostén, lo que provoca una reacción de abducción-extensión de ambas extremidades superiores con extensión de los dedos, seguida de una aducción de los brazos, conocida también como «reacción de abrazo». A lo largo de los primeros meses se irá modificando de forma progresiva la actividad del niño y su respuesta a los estímulos ambientales. Estos cambios son posibles gracias a la maduración neurológica del niño, maduración que llevará a una mayor capacidad de recepción e integración con estímulos y posibilidad de reacciones adecuadas, específicas a ellos. Para ello es necesaria una integridad anatómica y funcional de las vías aferentes y eferentes y centros integradores. De forma totalmente artificial consideramos por trimestres los cambios en el desarrollo psicomotor en estos meses, para facilitar la exposición de los mismos. A lo largo de los 3 primeros meses, gracias fundamentalmente a la exploración visual y auditiva que realiza el niño, se va a situar en un medio desconocido para él hasta el nacimiento. La fijación ocular en el rostro de la madre, que de forma constante se sitúa a la distancia y nivel apropiado para ello, mejora en su duración, calidad y discriminación de los movimientos de este rostro; especialmente reacciona el niño a los movimientos de la boca que se acompañan además de emisión de sonido, lo que llama poderosamente su atención. Seguirá los movimientos de la madre mientras ésta le sostiene en sus brazos o se inclina sobre su cuna y a los 3 meses será capaz de un seguimiento ocular en un arco de 180o en la horizontal, ya sea del rostro humano o de un objeto que llame su atención. En relación con la visión estaría la aparición de la sonrisa en respuesta a la visión de la madre, inter237

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viniendo también la audición, ya que su visión va acompañada muchas veces de comunicación verbal al niño y táctil por asociarse a caricias. En las primeras semanas el niño sonríe sin un estímulo externo, estando ya completamente establecido como medio de comunicación a los 3 meses, añadiéndose el llanto, fundamental para mostrar su malestar en todo el primer año de vida. La discriminación de los estímulos auditivos se manifiesta en el hecho del reconocimiento de la voz de la madre por parte del niño a las seis semanas, mostrando preferencia por ella sobre la voz dirigida en un mismo tono por otra madre hacia su hijo. A los tres meses no sólo oirá y reaccionará ante un ruido sino que también será capaz de dirigir la mirada en la dirección del sonido. Otras sensaciones como la olfacción tienen también su papel en estos meses, ya que a las 6 semanas reconoce el niño el olor de la leche de su madre sobre el de otras. En cuanto a su actividad y desarrollo motor se produce en estos meses una progresiva posibilidad de «extensión» del niño. En D. S. la cabeza permanece más cerca de la línea media que en las semanas anteriores (alcanzando la posición centrada alrededor de los 3-4 meses). El giro de la cabeza a uno u otro lado, estando el niño en reposo, desencadena generalmente un cambio de posición de las extremidades, con extensión de las correspondientes al giro cefálico y flexión de los contralaterales u occipitales. Es el reflejo conocido como «reflejo cervical tónico asimétrico» cuya expresión es normal siempre que no interfiera con la movilidad espontánea propia del niño y no sea constante y estereotipada en la manifestación. Los brazos han disminuido su flexión y han pasado de estar sobre ambos lados del tronco hacia una posición que situará las manos en contacto mutuo, enlazándose e iniciándose un importante juego rico en estimulación preperceptiva para el niño también alrededor de los 3-4 meses (figura 4). En una primera etapa las manos están cerca del tórax y más adelante el niño puede mantenerlas a unos 15-20 cm del mismo, delante de los ojos, favoreciéndose el juego con la visión de las manos y sumación de los estímulos táctil y visual; esta circunstancia es la óptima, 238

probablemente, para que el niño se inicie en el control de los movimientos de la mano. En extremidades inferiores existe un pedaleo alterno y también simétrico.

FIG. 4.

En decúbito ventral podemos observar a los 3 meses la extensión antes citada, ya que ha desaparecido prácticamente la flexión de cadera inicial permitiendo el total apoyo de la pelvis en el plano. Los brazos se han desplazado hacia delante y ello posibilida un apoyo sobre los antebrazos y una elevación, buscando la posición de verticalización de la cabeza en el espacio, posición que permitirá una exploración visual amplia del entorno (figura 5).

FIG. 5.

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El mantenimiento y control de la cabeza progresa en estos meses de tal manera que al llevar al niño a sentado partiendo del decúbito dorsal, la cabeza va a permanecer alineada con el tronco, con tan sólo un ligero retraso en los primeros grados de la maniobra y ya en la posición de sentado o cuando le sostenemos en brazos va a mantener la cabeza vertical con pequeños movimientos oscilatorios ocasionales alrededor de su eje.

SEGUNDO TRIMESTRE Durante el segundo trimestre, llegará el niño a la consecución de la prensión, adquisición fundamental para él y que le permitirá no ya sólo ver los objetos y entrar en contacto más o menos pasivo con ellos sino explorarlos, comprobar sus características físicas y relacionar sus aferencias visuales con las táctiles. Los primeros intentos de prensión son globales, el niño dirige ambas manos (y pies a veces) al objeto; es por tanto preciso que el objeto ofrecido esté muy cerca de sus manos para que pueda conseguirlo. Una vez obtenida la prensión, lleva generalmente el objeto a la boca, ya que la información que le proporcionará ésta será más rica en muchos aspectos que la de sus manos. De forma progresiva, en este trimestre vemos cómo el niño mejora la calidad y dirección de la prensión, que se realizará de forma segura y directa alrededor de los 6 meses; entonces será capaz también de realizar una inspección combinada oculomanual del objeto. Progresará también en la inspección de su cuerpo y hacia los seis meses descubrirá y se cogerá los pies; los movimientos activos antigravitatorios de sus piernas serán en D. D. y le llevarán a la adecuada situación de visualización de las rodillas y pies; en

FIG. 6.

esta posición, le proporcionarán además la posibilidad de flexionar la cabeza, llevando ambos factores a un balanceo sobre el dorso en esta edad (figura 6). Alternando con la posición de predominio flexor en caderas (con extensión disociada en rodillas), podemos observar la opuesta cuando el niño, apoyándose sobre la planta de sus pies y flexionando la rodilla, eleva la pelvis del plano «haciendo el puente» (figura 7). La característica del desarrollo normal es precisamente esta gran opción de posibilidades y movimientos, experimentando el niño todos los cambios posibles y seleccionando los que precisa para su evolución.

FIG. 7.

En decúbito ventral podrá apoyarse no sólo sobre los antebrazos sino también sobre las manos y se iniciarán las reacciones de equilibrio al mantener el apoyo en un único brazo sin caer, en esta posición, al intentar coger un objeto (figura 8).

FIG. 8.

Alrededor de los 5-6 meses el niño consigue cambiar por sí mismo de posición, pasando de decúbito dorsal a ventral y viceversa. A partir de este instante puede elegir la posición que prefiera en cada momento, sin que para ello dependa de la voluntad del adulto. En su comunicación, el niño añade la emisión de sonidos a la risa y el llanto. Éstos, alrededor de los 4 meses tomarán la forma de vocalizaciones que el niño puede realizar de forma combinada o respondiendo a estímulos verbales, gestuales, o táctiles de la persona a su cuidado. La atención, localización y

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seguimientos visuales y auditivos ganan en calidad y duración, con lo que ya se puede establecer con el niño una relación de características muy superiores a las del trimestre anterior.

TERCER TRIMESTRE En el tercer trimestre se abren nuevas perspectivas al niño, al conseguir mantenerse sentado sin apoyo. Para ello es necesario un adecuado tono muscular en tronco, que adquiere progresiva extensión y coexiste, en esta posición, con la flexión de cadera y extensión de rodilla (disociación), ampliando la base de sustentación con la abducción de ambas piernas (figura 9). Con estos requisitos puede mantenerse de forma estática en sedestación pero cae hacia los lados cuando intenta coger un juguete o se vuelve demasiado rápidamente al oír una voz. En sedestación es preciso que se desarrollen también las reacciones de equilibrio que, combinadas con las de apoyo, permitirán al niño una libertad y variedad de movimientos sentado. Estas reacciones son las que de forma progresiva se desarrollan en este trimestre, para llegar a los 9-10 meses con un dominio de la posición. La sedestación y las reacciones de equilibrio en tronco liberan a las manos de la función de soporte y le facilitan la relación y exploración del entorno a través de ellas. La prensión se hace segura y directa, de forma unilateral (aunque sin preferencia manual). A los 4 meses era incapaz de sostener un objeto en cada mano, ya que con la prensión del segundo soltaba el primero. Consigue en este trimestre retener ambos, lo que le otorga la oportunidad de comparar sus características, golpear uno contra otro o contra la mesa.

FIG. 9.

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La exploración del objeto se hace más detallada y se enriquecerá al final del trimestre con la aparición de la extensión individual del índice y pinza inferior. Alrededor de los nueve meses descubrirá que, aunque pierda la visión de un objeto éste no desaparece y lo buscará si se lo escondemos tapándolo con un pañuelo o si se le cae al suelo (ayudado en este caso por el sonido). Es la llamada «permanencia del objeto». Su relación con los demás miembros de la familia progresa, hacia los 7 meses responde a su nombre o apodo cariñoso mostrando preferencias claras por las personas con las que convive y recelo ante los desconocidos. Detiene su actividad ante un «no» hacia los ocho meses. Indica cuándo quiere que le cojan en brazos ya no sólo llorando, sino agitando inicialmente los brazos y finalmente, alrededor también de los ocho meses, extendiéndolos claramente hacia delante. Aparece la formación de sílabas pa-pa-pa y su repetición enlazada. Reconoce situaciones como la preparación para salir a la calle o la proximidad de la comida. Espera también la reaparición del rostro de la madre en el clásico juego de mostrarse y esconderse alternativamente.

FIG. 10.

Respecto a su actividad en decúbito ventral, desarrollará sus reacciones de equilibrio sosteniendo el peso de su cuerpo sobre una u otra mano, a los 6 meses, al coger con la opuesta un objeto fuera de su alcance inmediato. A los 7-8 meses intenta (y a veces lo consigue) desplazarse rastreando y se prepara para el gateo balanceándose apoyado sobre manos y rodillas (figura 10). Si cogido de las manos intentamos que se apoye sobre los pies, hacia los 6 meses realizará muchas veces un juego alternativo de flexión y extensión y

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en las semanas siguientes mantendrá, por tanto, más tiempo la posición erecta, aumentando de forma progresiva la estabilidad del tronco. A los nueve meses muchos niños son capaces de mantenerse en pie no ya sostenidos por el adulto sino de forma independiente cogidos a la baranda de la cuna o parque.

CUARTO TRIMESTRE En el cuarto trimestre logrará el niño ampliar su radio de acción al conseguir desplazarse por sí mismo, lo que le permitirá ir a la búsqueda del juguete que está fuera de su alcance, o de los padres a los que oye hablar en la cocina o aventurarse a lo largo del pasillo. La forma de desplazamiento podrá variar en el tiempo y de un niño a otro. El rastreo se usa generalmente durante un cierto tiempo, como forma previa al gateo que utilizan la mayoría de niños aunque no todos. Una minoría se desplazan sentados «culeando» y generalmente impulsándose con un brazo. Otros pasan directamente a la marcha libre, que va precedida de una etapa más o menos larga de marcha lateral alrededor de los muebles y será insegura en su inicio, ampliando el polígono basal y con los brazos abiertos, dispuestos a actuar de protección si pierde el equilibrio. Al mismo tiempo que aprende a gatear aprende a sentarse por sí mismo. El paso a bipedestación pasa por varias etapas: hacia los diez meses cogiéndose a la baranda del parque e impulsándose con los brazos; más adelante apoyando las manos en la pared; y finalmente sin ningún apoyo, habilidad que adquiere el niño posteriormente a la de la marcha libre en la mayoría de los casos y estará unida a la posibilidad de agacharse para coger un objeto o jugar en cuclillas. En el curso de este trimestre se va a desarrollar la posibilidad de prensión de pequeños objetos con la aparición de la pinza pulgar-índice. El aumento de la calidad de la prensión así lograda hará incrementar la exploración manual del objeto, disminuyendo progresivamente la bucal. Aprenderá no ya sólo a coger a voluntad sino también a «soltar» a voluntad, actividad que hasta este momento tenía lugar de forma más o menos involun-

taria, al distraerse el niño con otra actividad o interesarse y coger un segundo objeto. Se ejercitará en el «soltar» tirando al suelo uno a uno los cubos situados en su mesa, alternando esta actividad con el inicio de la introducción de unos en otros. A nivel social coexistirá la situación en la que prestará poca atención a nuestra llamada por estar demasiado ocupado en la exploración física del entorno, con la de la posibilidad de ofrecernos el juguete que tiene al pedírselo (hacia los diez-once meses) o iniciar gestos sencillos a nuestra solicitud (palmitas, cinco lobitos...). Puede negar con la cabeza para indicar su oposición a hacer algo, retirando la cuchara o tapándose la boca con las manos si pretendemos alimentarle sin que tenga hambre. Inicia hábitos de autonomía intentando el uso de la cuchara o del vaso o colaborando en desnudarse sacándose el zapato o el calcetín a los 12 meses. Comprende el significado de bastantes palabras y puede señalar o girarse hacia algunos objetos familiares alrededor del año. Hacia los 10 meses mira hacia sus padres (al nombrarlos). Las bisílabas adquieren un significado y aparecen las primeras palabras (papá-mamá). * * * Hasta aquí se han expuesto brevemente los cambios que podemos observar en estos primeros doce meses de vida. En los seis meses siguientes se van a afianzar las adquisiciones descritas, existiendo a los 18 meses una independencia motriz que posibilita una progresiva autonomía y modificación del medio por parte del niño, siendo el ejercicio de esta autonomía, y la progresiva maduración psicológica y efectiva, las que le permitirán avanzar con éxito en su desarrollo y adaptación al medio. A la persona poco habituada a la observación de estas primeras etapas del desarrollo y que sólo ha establecido relación con algunas tablas de desarrollo, puede parecer que éstas muchas veces solamente informan del «momento promedio» de una adquisición para una población determinada, que la descripción realizada es demasiado vaga e imprecisa, con unos márgenes muy amplios para cada nueva

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adquisición. Sin embargo, como conocen las personas que mes tras mes observan la evolución del bebé, la variación en la normalidad es enorme, y mayor según nos alejamos del momento del nacimiento. En este sentido el estudio longitudinal de Towen realizado sobre una población estrictamente normal muestra claramente esta dispersión, como podemos ver en la adquisición de marcha autónoma (iniciada en los más precoces a los 12 meses y en los más tardíos a los 21 meses), o el mantenimiento de la sedestación durante más de un minuto (conseguido a los 8 meses por algunos y a los 14 meses por otros). Pudiera parecer que esta dispersión dificulta la valoración del desarrollo del niño en estas edades, pero sin embargo no es así, ya que lo fundamental para evaluar el desarrollo infantil será observar su dirección y la calidad de las adquisiciones realizadas, existiendo una serie de fases o condiciones previas precisas para una determinada adquisición (así para el mantenimiento de la bipedestación estable será preciso un buen equilibrio y control de tronco, la aparición de las reacciones de paracaídas en caso de pérdida de equilibrio, rotación de tronco, transferencia de peso de una a otra pierna ampliando la base). De la velocidad en la maduración neurológica de estas funciones y de las oportunidades ofrecidas para su desarrollo dependerán las manifestaciones que observemos en un niño determinado en una etapa de su desarrollo. El examen neurológico nos informa sobre la integridad del sistema nervioso así como el estudio del medio en el que se desarrolla el niño lo hará sobre la adecuación del tipo y calidad de los estímulos ofrecidos al niño. Ambas condiciones son imprescindibles para que el desarrollo psicomotor en este primer año sea el correspondiente a un niño sano, neurológicamente normal y situado en un ambiente que favorezca el desarrollo de su potencial genéticamente determinado en el momento de su concepción.

RESUMEN El conocimiento del desarrollo psicomotcr infantil desde sus primeros meses es la base de la interpretación de su posterior evolución. En este desarrollo

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intervienen diversos factores: aspectos genéticos, ambientales y emocionales serán los que condicionarán la conducta del niño en su intento de adaptación al medio y determinarán que se realice de forma adecuada. Las tablas de desarrollo nos ofrecen la edad media en la que se manifiesta una conducta en la población, sin embargo es fundamental la aproximación al desarrollo infantil con una visión de continuidad y de evolución progresiva en la que es precisa la maduración neurológica de una serie de funciones para llegar a determinada conducta. El ambiente influirá a su vez en esta maduración y en la forma de manifestarse, proporcionando las condiciones y estímulos precisos para que se establezcan unos determinados patrones de comportamiento en las distintas áreas. Así, en la motricidad la realización de un determinado movimiento que proporcione satisfacción al niño le llevará a su repetición y exploración de sus posibles variantes, adquiriendo esquemas sensoriomotores que utilizará de forma automática y progresivamente. Sólo si conocemos los factores que influyen en la aparición de cada nueva adquisición, las importantes variaciones en la normalidad y la influencia ambiental, seremos capaces de interpretar de forma adecuada los datos suministrados por las tablas de desarrollo. BIBLIOGRAFÍA BOBATH, K.: «A Neurological Basis for the Treatment of Cerebral Palsy». Clinics in Developmental Medicine, 1980, 75. C ASAER, P.: «Postura1 Behaviour in Newborn Infants». Clinics in Developmental Medicine, 1979, 72. F RANKENBURG, W. K. y D ODDS, J. B.: «Denver Developmental Screening Test». Journal of Pediatrics, 1967, 71, 181-191. I LLINWORTH, R. S.: The Development of the Infant and Young Child. Churchill Livingstone, Edinburgh, 1975. K OUPRENIK, C.: Desarrollo Psicomotor de la Primera Infancia (Ed. española). Planeta, Barcelona, 1976. MILANI COMPARETTI, A. y GIDONI, A.: Interpretazione Funzionale della Motricità Fetale. Simposio Internazionale Medicina Fetale. Gorizia, 1978. S AINT-A NNE D ARGASSIES, S.: Le Développement Neurologique du Nouveau-né à Terme et Prématuré. Masson, Paris, 1978. TOUWEN, B.: «Neurological Development in Infancy». Clinics in Developmental Medecine , 1976, 58.

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