(Des)Conexiones entre relato oral, relato escrito y relato audiovisual

Estudiantes (Des)Conexiones entre relato oral, relato escrito y relato audiovisual El caso de Smoke SMOKE Wayne Wang, 1995 Ficha técnica Año de produ

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Story Transcript

Estudiantes

(Des)Conexiones entre relato oral, relato escrito y relato audiovisual El caso de Smoke SMOKE Wayne Wang, 1995 Ficha técnica Año de producción: 1995 Dirección: Wayne Wang Intérpretes: Harvey Keitel, Jared Harris, Stockard Channing, William Hurt, Giancarlo Esposito, José Zúñiga, Stephen Gevedon, Harold Perrineau, Forest Whitaker, Ashley Judd. Guión: Paul Auster Música: Rachel Portman Fotografía: Adam Holender Distribuye en DVD: Cameo Duración: 111 min.

Sinopsis Todo empezó con una historia. En 1990, el escritor Paul Auster publicó en el New York Times un relato titulado Cuento de Navidad de Auggie Wren, en el que narraba la historia de un dependiente que cada mañana, precisamente a las ocho en punto, toma una fotografía de su pequeño rincón en el mundo, una tienda de tabacos situada en la esquina entre la Calle 3 y la Octava Avenida de Brooklyn. Esta pequeña anécdota fue el germen del guión de Smoke, la primera aventura cinematográfica de Paul Auster que escribió para el realizador Wayne Wang. En torno a este microcosmos situado en el corazón de Brooklyn se desarrollan las pequeñas historias de un puñado de personajes solitarios cuyas vidas parecen marcadas por el azar: el escritor Paul Benjamin, que trata de recomponer su vida tras la muerte de su esposa por culpa de una bala perdida en un atraco; el joven Rashid Cole, que trata de encontrar a su padre, que le abandonó cuando sólo era un niño; Cyrus Cole, que vive la amputación de su mano derecha como un castigo divino; o el propio Auggie Wren, que guarda en su pasado algunos secretos de los que no está del todo orgulloso.

Actividad 1. Relato oral y relato cinematográfico Smoke se presenta como una especie de homenaje a la capacidad humana para inventar historias y transmitirlas, una capacidad que permite comprender mejor la vida propia y la ajena. A través de las narraciones que más o menos inventamos, somos capaces de organizar nuestra experiencia y entender la de los demás. Paul Auster, uno de los escritores más representativos de la novela norteamericana contemporánea, es el autor del cuento explicado al final de la película y es, asimismo, el guionista del filme. Auster consideraba, cuando se realizó Smoke, que la imagen no suponía una participación

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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activa del espectador, contrariamente a la novela, que movilizaba la imaginación y la inteligencia gracias a las sensaciones y reflexiones que provoca. 1. ¿Estáis de acuerdo con la opinión de Auster? ¿O creéis, en cambio, que una imagen vale más que mil palabras?

2. ¿Son literatura y cine dos formas distintas de narrar historias? ¿Se podría establecer alguna jerarquía entre ellas? 3. Buscad información sobre Paul Auster y realizad una breve ficha biográfica que contenga su perfil profesional como escritor, guionista y director de cine. Podéis consultar en la wikipedia o en la página principal del autor.

Para comprobar la fuerza del relato oral y audiovisual, veremos las dos últimas secuencias del filme. En la primera, Auggie (Harvey Keitel) le expone a su amigo Paul (William Hurt) su cuento de Navidad. En la segunda, el relato de Auggie se transforma en imágenes mientras suena la canción You’re Innocent When You Dream de Tom Waits. Antes de proseguir, realizad una tormenta de ideas sobre qué sería para vosotros un cuento de Navidad. ¿Sobre qué trataría? ¿Qué personajes saldrían en él? ¿Dónde tendría lugar? ¿Qué elementos tendrían que aparecer?, etcétera.

1.era secuencia Contesta a las siguientes preguntas después de visionar el primer fragmento.

Escena de la película Smoke, de Wayne Wang.

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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En el cine, habitualmente, cuando un personaje recuerda o explica alguna cosa, se sustituye su relato por imágenes. La palabra del narrador desaparece y sólo vemos representadas las escenas de su relato. En Smoke, sin embargo, se visualiza el acto de narrar sin sustituir los hechos relatados por imágenes. Para responder a estas preguntas podéis consultar las siguientes páginas con ayuda de un traductor: ● El Rebost de Cinescola ● Lenguaje cinematográfico

1. Resumid brevemente la historia narrada y comparadla con vuestras predicciones iniciales. ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención?

2. ¿Podríamos decir que la escena es algo así como teatro filmado?

3. ¿Qué planos se han utilizado en esta escena? ¿Han tenido alguna funcionalidad?

4. ¿Ha empleado el director el recurso de la profundidad de campo en algún momento? ¿Con qué finalidad?

5. ¿Qué punto de vista se ha utilizado?

6. ¿Habéis observado algún movimiento de cámara?

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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2.ª secuencia Contesta las siguientes preguntas después de visionar el segundo fragmento.

Escena de los títulos finales de la película Smoke.

1. Resumid brevemente la historia narrada.

2. ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención?

3. ¿Os imaginabais a los personajes tal y como aparecen después en las imágenes?

4. ¿Compartís la opinión de Paul Auster sobre las diferencias existentes entre la narración oral y la narración visual?

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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5. Completad este cuadro con aquellos elementos que son comunes o diferentes en las dos narraciones.

Elementos de comparación Penúltima secuencia

Última secuencia

La narración icónica y musical

Narración oral de Auggie Personajes La abuela Ethel Auggie Escenarios Comedor Baño Cocina Objetos Comida de Navidad Cámara Trama principal

Tiempo de duración

Clímax

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6. ¿Qué ha aportado la música a la historia? Te facilitamos la letra de la canción de Tom Waits y un videoclip del autor para que puedas relacionarlo mejor.

Tom Waits – You’re Innocent When You Dream (Eres inocente cuando sueñas)

Ver el vídeo online. The bats are in the belfry the dew is on the moor where are the arms that held me and pledged her love before and pledged her love before

Letra Running through the graveyard we laughed my friends and I we swore we’d be together until the day we died until the day we died Repeat chorus

Chorus It’s such a sad old feeling the fields are soft and green it’s memories that I’m stealing but you’re innocent when you dream when you dream you’re innocent when you dream

I made a golden promise that we would never part I gave my love a locket and then I broke her heart and then I broke her heart Repeat chorus

7. Para conocer una historia o un relato, ¿con qué nos quedamos, con una imagen o con mil palabras?

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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Actividad 2. El relato literario. Cuento de Navidad de Auggie Wren, de Paul Auster Puede parecer extraño pero a veces, un breve cuento de pocas páginas tiene la suficiente calidad como para basar en él una película de 111 minutos. Esto es precisamente lo que ocurrió con Cuento de Navidad de Auggie Wren, de Paul Auster. El director, Wayne Wang, quedó tan fascinado por el cuento que decidió proponerle a Auster que escribiera un guión para adaptarlo al cine. Auster aceptó y, como resultado, nació Smoke. Después de haber visto las últimas secuencias cinematográficas del filme, vamos a leer el cuento original. Se trata de un texto deslumbrante y lleno de belleza que nos introduce en el universo literario de Auster. Asimismo, nos invita a conocer el microcosmos del barrio de Brooklyn, en Nueva York.

El escritor Paul Auster en la Feria del Libro de Brooklyn, 2010 (fotografía de David Shankbone).

Cuento de Navidad de Auggie Wren1 Paul Auster

Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó. Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años. Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo. Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más. Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros. Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero 1 Texto

extraído de Letrópolis. El cuento original en inglés, Auggie Wren’s Christmas Story, se puede consultar en Christmas Magazine. Opcionalmente, también se puede escuchar la narración del cuento en la página web de NPR Books.

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resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle. Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente. En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una. Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar. Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca. Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo: —Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio. Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente, pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie. Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos. Cogí otro álbum. Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio. Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí. Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare. —Mañana y mañana y mañana —murmuró entre dientes—, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos. Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo. Eso fue hace más de dos mil fotografías. Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.

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A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo? Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O.Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas. No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él. —¿Un cuento de Navidad? —dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso? Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad. Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia. —Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era. Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo? Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.

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La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin. —¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta. Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega. —Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad. Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme. Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca. —Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad. No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella. No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente. Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos. —Eso es estupendo, Robert —decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Siempre supe que las cosas te saldrían bien. Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello. Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras. De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido

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que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar. No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia. —¿Volviste alguna vez? —le pregunté. —Una sola —contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella. —Probablemente había muerto. —Sí, probablemente. —Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo. —Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo. —Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella. —Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra. —La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario. —Todo por el arte, ¿eh, Paul? —Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara. —Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no? —Sí —dije—. Supongo que sí. Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad. —Eres un as, Auggie —dije—. Gracias por ayudarme. —Siempre que quieras —contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos. Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres? —Supongo que estoy en deuda contigo. —No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada. —Excepto el almuerzo. —Eso es. Excepto el almuerzo. Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.

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Actividades sobre el cuento literario 1. Después de haber leído el texto y a partir de vuestros conocimientos previos, razonad por qué creéis que es un cuento. Luego subrayad los párrafos que están relacionados con las dos secuencias visionadas.

2. Habréis visto que en el texto se mencionan algunos autores conocidos justamente por haber escrito otros cuentos de Navidad. Leed la información que encontraréis pinchando sobre ellos y realizad una ficha como la de Paul Auster, añadiendo una imagen de cada autor. ¿Por qué creéis que Auster los ha incluido en el texto? ¿Cuál es la opinión del personaje Paul sobre los cuentos de Navidad?

3. Veréis que en el texto se han subrayado algunas expresiones. En este caso, tenéis que buscar vosotros un hipervínculo para facilitar la comprensión de estos fragmentos. Además de estas expresiones, elegid tres más en las que consideréis relevante añadir un hipervínculo y justificad el porqué.

4. La secuencia que hemos visto de Smoke no recoge la primera parte del relato, donde se narra la afición de Auggie por hacer fotografías y coleccionarlas. Es una situación también muy interesante. Imaginaos que, como Paul Auster, debéis confeccionar el guión técnico de esta primera parte del cuento. ¿Sabéis qué es un guión técnico? Se trata de un documento de producción que contiene la información necesaria para ejecutar cada uno de los planos que requiere la obra audiovisual. En este caso tenéis que traducir el contenido del texto escrito a imágenes y sonidos que deben organizarse en planos y secuencias. El director interviene activamente en el guión técnico, en el cual se añaden instrucciones técnicas precisas sobre el tipo de planos, la angulación, los movimientos de cámara, los efectos sonoros, los efectos especiales, el decorado, el vestuario, aspectos de ambientación interior y exterior o la música correspondiente a cada parte. El resultado será como un libro de instrucciones para los equipos de rodaje y de montaje. A menudo, la información que contiene el guión —tanto el literario como el técnico— se presenta en dos columnas. En la de la izquierda figura todo lo que

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hay que ver y, a la derecha, todo lo que se debe oír (sonidos, ruidos, diálogos y música). En cambio, hay directores que prefieren dibujar la idea para precisar plano a plano la composición, el ángulo de encuadre, el decorado, la posición de los personajes, etc.; luego, esto se seguirá al pie de la letra con el objetivo de la cámara en el momento del rodaje. El dibujo no suele ser muy elaborado pero es suficiente para hacerse una idea del trabajo que se desea desarrollar. Esta serie de dibujos se llama storyboard y es muy utilizada en los filmes de animación y de ciencia-ficción. Aquí tenéis un ejemplo de storyboard, que podéis consultar también en la página de Cine_Cam.

Ejemplo de storyboard (fuente: Cine_Cam).



Actividad 3. Narrar en literatura, narrar en cine Vamos a leer ahora el siguiente texto sobre las características narrativas de la novela y del cine y, a continuación, responderemos a las cuestiones propuestas.

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Narrar en literatura, narrar en cine El texto narrativo de una novela explica hechos y acciones. Se caracteriza por una presencia abundante de verbos. La narración se puede presentar fundamentalmente de dos maneras, en tercera persona o en primera persona. La narración en tercera persona es la que nos presenta un narrador externo a la acción. Según el punto de vista que adopte, el narrador puede ser: ● Omnisciente. Lo sabe todo, el pasado, el presente, el futuro... lo que sienten los personajes. Puede explicar tanto los hechos externos como lo que pasa en el interior de los personajes. ● Narrador-observador: Relata solamente lo que ve. No se introduce en el interior de los personajes. Este tipo de narración se acerca a lo que nos ofrece una cámara de cine y adopta un tono objetivo. ● Narrador focalizado en un personaje. Se narran los hechos en tercera persona pero desde la perspectiva de uno de los personajes. Se presentan los hechos y situaciones desde su punto de vista. En esta modalidad la narración adopta un carácter más subjetivo. La narración en primera persona la lleva a cabo un narrador que participa directamente en la acción. Siempre tiene un punto de vista subjetivo y una visión limitada, no omnisciente de los hechos. En el cine, los hechos, generalmente, no son explicados oralmente o por escrito. Los vemos. Tenemos la sensación de que lo que se ve es producto de una presentación objetiva. Este es uno de los aspectos más seductores, que más nos subyugan del cine. El cine y las producciones televisivas de ficción tienden a la desaparición del narrador y a la visión objetiva de los hechos. No obstante, es cierto que se puede presentar, en ocasiones, el punto de vista de un personaje, pero no se acostumbra a hacerlo a lo largo de todo un filme. En el cine, los recursos de narración subjetiva más frecuentes son: ● La cámara subjetiva: el montaje alterna el personaje y lo que ve. De esta forma, el público no sólo es espectador de los hechos que la cámara muestra sino que, también, mediante las expresiones y gestos de los actores y actrices, podrá enterarse de los sentimientos y emociones que esos hechos provocan en los personajes. ● La voz en off: un personaje habla dándonos su visión de los hechos. En algunas ocasiones, la intervención de la voz en off aparece al principio de la película para situarnos y ponernos en antecedentes sobre lo que veremos a continuación. Fuente: basado en un texto de www.cinescola.info.

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1. ¿Qué tipo de narrador se utiliza en la secuencia cinematográfica visionada? ¿Y en el relato escrito?

2. ¿Qué recurso de narración subjetiva cinematográfica se utiliza en la secuencia que hemos visto?

3. Hay diferentes detalles que aparecen en el relato escrito que, después, en el cinematográfico, no se recogen. ¿Cuáles son? ¿Por qué creéis que la versión cinematográfica no los ha recogido?

Actividad 4. El álbum de El cuento de Auggie Wren En 2008, Isol, escritora e ilustradora argentina, ilustró el cuento con el que estamos trabajando. 1. Mirad algunas de sus imágenes en este enlace. ¿Veis alguna relación icónica entre las ilustraciones y la película?

2. Es obvio que Isol se inspiró en toda la parte visual de la película para crear sus ilustraciones. A continuación os facilitamos algunas de ellas para que busquéis su pareja en algún fotograma del filme. Fijaos en el punto de vista, el plano, el encuadre, el color, la iluminación, los personajes, la escena, etc. 2008, p. 5

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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2008, p. 13

2008, p. 28

Actividad 5. Actividad de síntesis. La esquina de Auggie Wren (Copiar a Auggie) Os proponemos que, por parejas o grupos, realicéis el mismo experimento que Auggie: fotografiar cada día a la misma hora una esquina o una plaza de vuestro barrio o pueblo. En vez de hacer una fotografía, también podéis grabar una toma de 7 a 10 segundos con una videocámara. Llevad a cabo esta actividad durante un mes (o quince días) y, a continuación, valorad la evolución y los cambios observados: la luz, los transeúntes, las características meteorológicas, etcétera. Una vez tengáis el trabajo, presentadlo mediante un blog o en PowerPoint. De forma opcional también podéis escribir un cuento o una reflexión o valoración del producto. Os recomendamos realizar un ejercicio de observación y descripción minuciosa de la realidad observada. Antes de realizar la tarea, es conveniente que leáis en este blog lo que Alberto Moreno ha hecho cautivado por la labor de Auggie. ¿Cómo es actualmente la esquina de Auggie? Comprobadlo.

Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella

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