Directorio Institucional

Directorio Institucional Dr. Francisco Armada Ministro de Salud Dr. José Rafael Mendoza Viceministro de Redes de Salud Colectiva Dr. Carlos Humberto A

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Directorio Institucional Dr. Francisco Armada Ministro de Salud Dr. José Rafael Mendoza Viceministro de Redes de Salud Colectiva Dr. Carlos Humberto Alvarado Viceministro de Redes de Servicios de Salud Dr. Fernando Colmenares Bottaro Director Ejecutivo del Servicio Autónomo Instituto de Altos Estudios “Dr. Arnoldo Gabaldon”

1ra. Edición, Noviembre 2006. Todos los derechos reservados. © Daisy Camacaro Gómez. © Sobre la presente edición: IAES “Dr. Arnoldo Gabaldon” Esta obra está protegida por las disposiciones sobre reproducción de originales del Protocolo 2 de la Convención Universal sobre Derechos de Autor. Se puede reseñar, reproducir o traducir con fines de investigación o de estudio privado, pero no para la venta u otro uso comercial. En todo uso que se haga de esta información se deberá indicar su fuente. Depósito Legal.- If90420066101525 ISBN.- 980-6778-19-7 Directora de Gestión de Información: Wuilman Gómez. Coordinación editorial: María Mercedes Estrada. Concepto gráfico y diseño: José Edgardo Morr. Revisión literaria: Miriam Kasen. Transcripción de entrevistas: Glenda Girón. Fotografias: Álbumes de la familia Rodríguez Ochoa. Impresión: 1.000 ejemplares. Impreso por: VDP Soluciones Gráficas c.a. Telefax.- (0243) 2418454. email: [email protected] www.iaesp.edu.ve

“Allá, donde terminan las fronteras, los caminos se borran. Donde empieza el silencio. Avanzo lentamente y pueblo la noche de estrellas, de palabras, de la respiración de un agua remota que me espera donde comienza el alba. Invento la víspera, la noche, el día siguiente que se levanta en su lecho de piedra y recorre con ojos límpidos un mundo penosamente soñado. Sostengo al árbol, a la nube, a la roca, al mar, presentimiento de dicha, invenciones que desfallecen y vacilan frente a la luz que disgrega”.

Octavio Paz

Dedicatoria

A la memoria de Lidia Zerpa Durán, mi queridísima tía. A todos y todas mis estudiantes de medicina, con el anhelo de que la semblanza de este médico promotor de vida y constructor de ciudadanía, se convierta en un modelo para el ejercicio de su profesión.

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Agradecimiento

A todos y todas los/las entrevistados/as, amigos/as, compañeros/as de trabajo quienes con sus voces y manos ayudaron a evocar la vida, obra y el ejemplo de Gilberto Rodríguez Ochoa.

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Un trazador de caminos...

D

e Gilberto pudiera decirse que fue alguien especial. Su historia, análisis, luchas, ideas, actitudes, construcciones, viajes, poemas, búsquedas, cruzadas y hasta sus depresiones le daban ese perfil, pero su característica más importante era su terco compromiso con las necesidades del pueblo. Ese compromiso lo perseguía implacablemente, fueron muchas las veces que lo vimos retirarse desilusionado, para luego reencontrarlo enfrascado en una nueva lucha. Era inevitable: si se topaba con alguna injusticia, se obligaba a volver, a continuar en el combate, haciendo énfasis siempre en la cuestión humana, en términos de los que es la calidad de la atención, la calidad que debía sentir la gente y eso fue algo realmente peculiar e importante dentro de la visión que tenía. En el aspecto ideológico, poseía una direccionalidad bastante clara, no solamente en la misión principal de transformación, sino también en las actividades cotidianas. Yo lo conocí en Amazonas, cuando hice allá mi pasantía rural en el último año de la carrera. Después como médico rural, tuve la oportunidad de interactuar con él en diferentes espacios en ese estado. Lo que más me marcó de él fue la lucha política, posible desde cualquier marco, en todos los espacios. Fue una constante, cualquier instancia se convertía en un escenario para expresar la necesidad de un cambio. Tanto en área de investigación como cuando asumía una responsabilidad de índole política. 9

Quienes lo conocimos supimos de su sencillez hecha vida, por tanto, pretender homenajearlo de alguna manera sería ofenderlo, pero sabemos que ese no es el objeto de esta publicación. Gilberto libró siempre una batalla interna en esa búsqueda del auténtico revolucionario y profesó el anonimato como parte de la reivindicación de lo colectivo por encima de lo individual. Se trataba de una íntima construcción del socialismo en lo cotidiano de su vida. Hoy, cuando lo hacemos objeto de este libro y utilizamos su nombre para el Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano de Caracas, quizás estamos forzando sus deseos o le fallamos como compañeros de camino al aupar estas iniciativas que hacen recordar su nombre. Pero no, es lo que manda el afecto por su recuerdo. ¿Qué pretendemos pues, si no se trata de un reconocimiento? Realmente aspiramos compartir con los lectores su experiencia para cumplir con la responsabilidad política de alimentar la batalla de las ideas para el avance de la Revolución Bolivariana. Si lo precisamos, esta publicación tiene, al menos tres intenciones: En primer lugar, dar a conocer una vida de lucha como ejemplo de lo hermoso del compromiso social y la demostración de que compromiso no es sinónimo de sacrificio, pues se trata de un acto de amor. En segundo lugar, el recuento de la vida de Gilberto permite mostrar algunos aspectos fundamentales de las políticas de salud de la revolución, sus antecedentes de lucha y ejemplos de su aplicación. Destacan la importancia del abordaje de nuestra condición multiétnica y pluricultural, el carácter fundamentalmente político de las acciones sanitarias, el desenmascaramiento del capitalismo médico y el enfoque de necesidades en la atención de la salud del pueblo. Finalmente, mostrar el accionar de Gilberto en la militancia de la justicia ayuda a la identificación de una ética socialista en salud, incluso en el resto de la política. Aunque uno, dos o mil códigos

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de ética sean útiles como orientación moral, el ejemplo tiene una enorme fuerza forjadora de conciencias. Entonces, presentamos este libro como una forma de llegar al alma de algunos, de estremecerlos para pensar la salud desde un punto de vista ético unido con el de la militancia. Rodríguez Ochoa fue constante en su lucha contra la corrupción, atacó por igual desde el robo burdo grande o pequeño, hasta el maldito accionar legal del capitalismo médico en contra del pueblo. Fue inquebrantable al defender una conducta de los trabajadores de la salud y una administración de los recursos públicos, sólo en función de los intereses del pueblo. Como Ministro, incorporó un estilo distinto: más sencillo, más humano. En los momentos cuando comenzaron a generarse el movimiento y los cambios políticos y revolucionarios, planteó una propuesta diferente para una estructura que se evidenciaba terriblemente deformada y perversa. También hizo énfasis en el esquema de la transparencia administrativa y se concentró en la acometida de las necesidades de las gente: de lo que hacía falta, más que hacia lo propiamente técnico del Ministerio. Esa concepción quedó plasmada en el Modelo de Atención Integral que Gilberto y su equipo propusieron para dar respuesta a la percepción de las necesidades de la gente y no en la percepción alrededor del propio sistema de salud. Para mí Gilberto fue una referencia para la construcción de una sociedad distinta, de un país más justo, un país que se proyecte en condiciones diferentes . Particularmente, desde la trinchera de la salud colectiva, de la salud pública en la que Gilberto estuvo, pienso que hoy día tenemos algunas fortalezas que fueron producto de sus aciertos en ese entonces. Para la historia de la salud en Venezuela, Gilberto es una referencia exitosa de un momento que fue tan difícil: el inicio de la transformación. En ese sentido, es un referente, una referencia ética, un trazador de caminos. En estos días, el dolor de la partida de Gilberto, se disipa con el regocijo del recuerdo de su vida, sus aportes y la certeza del com-

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promiso cumplido, incluso, nos ayuda la fantasía de que ante la perspectiva del fatal accidente, y luego de un rápido balance de su vida, se despidió con una última sonrisa.

Francisco Armada

Ministro de Salud

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Una vida para un libro...

H

e finalizado la lectura de la versión aún no editada del libro-biografía de Gilberto Rodríguez Ochoa, escrito por Daisy Camacaro Gómez, distinguida docente del Instituto de Altos Estudios de Salud Pública “Arnoldo Gabaldon”(IAESP). Aún tengo el libro en mis manos y contemplo en este momento la portada elaborada por la gente del IAESP. Al fondo: un paisaje de Amazonas, donde se divisa el Orinoco y un cielo inmenso, un papagayo elevado por un niño pareciera trascenderlo. Tal vez sea ese un símbolo que nos recuerde al Gilberto niño y al Gilberto adulto: un papagayo que nos empeñamos en hacer volar igual que a los sueños. En primer plano los ladrillos de una vivienda en construcción y una carretilla y abajo entre los ladrillos entreabiertos su rostro sonriente y la bandera de Venezuela ondeante. Daisy me solicitó que escribiera el Prólogo del libro. Mi único mérito en la edición de esa obra es ser el recién nombrado Director Ejecutivo del IAESP. No tuve el privilegio de conocer personalmente a Gilberto Rodríguez Ochoa, pero interesantes impresiones me acompañan tras la lectura de este libro. Voy a tomar prestadas las palabras de su hijo Andrés Eloy para decir con él: “... una persona tan grande como papá es una de esas cosas maravillosas y extrañas de la vida que casi nunca ocurren…” y agrego: lamento no haber tenido la oportunidad de ser su amigo, de no haber podido discutir con él sus proyectos sobre el Sistema Público Nacional de Salud. Lamento tantas cosas. Cómo hubiera

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disfrutado al visitarlo en Puerto Ayacucho, Turmero o Aguirre, cuánto me hubiese gustado ser su alumno en la Universidad de Carabobo y haber aprendido de él, más que por su palabra, por su ejemplo. Porque Gilberto Rodríguez Ochoa fue la expresión hecha hombre de lo que significa la palabra coherencia, es decir, la sintonía entre el pensar, el sentir y el actuar: como pensaba, sentía y como sentía, actuaba. Era una coherencia radical. Además de médico fue un constructor y un campesino. Constructor de casas y de proyectos para el país que él aspiraba solidario e igualitario. Campesino por su amor a la naturaleza. Un amigo lo describe como un enamorado. Sí, enamorado de la vida, del amor, de la tierra, del firmamento, de los seres vivientes y principalmente enamorado de su pueblo. Daisy se encargó de buscar las fuentes más cercanas al Dr. Gilberto: su esposa, sus hijas e hijos, sus hermanas y hermanos, sus amigas y amigos, sus alumnas y alumnos, sus compañeras y compañeros de lucha política y social y esa huella que dejó hecha palabra escrita casi a diario en la denuncia ante los medios, artículos de prensa, reflexiones, cartas, poemas. El libro narra su vida desde la casa paterna en La Pastora, su vida de niño líder, su decisión de ser médico para que nadie más muriera como murió su padre, su papel como hermano mayor ante la ausencia de Arnoldo que estudiaba en la Escuela Militar, su trabajo como dermatólogo en Caracas y Maracay, su vida familiar y su rol de padre inigualable, su lucha existencial que lo lleva a cambiar su destino e irse a vivir al Amazonas y hacer contacto real con el pueblo indígena y sus necesidades sin fin, su lucha radical contra la corrupción, el despilfarro de recursos económicos y naturales, su retorno a Maracay para dedicarse a la Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental, su paso por Proyecto Salud Aragua y la Dirección General de Salud de Corposalud Aragua, su nombramiento como Ministro y finalmente la vuelta al campo en Aguirre, donde muere fatalmente el 10

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de Marzo de 2002, precisamente el año que él mismo había llamado de la dignificación. Este libro seguramente se convertirá en lectura obligada para todo estudiante que curse cualquier carrera relacionada con la salud. Debe leerlo también el médico para cultivar la humildad necesaria en su accionar diario, el aspirante a político para que sienta ganas de luchar por una Venezuela justa, progresista, socialista y también cada venezolano, para que aprenda a amar esta tierra, para que permanezca en el campo o vuelva a él, para que se llene de fuerzas y luche por cerrar la brecha de los que lo tenemos casi todo con los que tienen casi nada. Gilberto Rodríguez Ochoa será dignificado el día en que cada venezolano pueda hacer realidad lo que él soñó. Ese día aparecerá en el firmamento una estrella que alumbrará por siempre nuestros pasos hacia un futuro solidario y justo.

Fernando Colmenares Bottaro Director Ejecutivo IAES “Dr. Arnoldo Gabaldon”

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Ir tras las huellas...

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retender aproximarse a la vida y obra del Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa es involucrarse con la crítica implacable de la privatización de la medicina, de la fragmentación de nuestro sistema de salud, de lo biologicista y clínico del acto médico, porque para él, esa crítica fue, más que una postura o actitud, una práctica de vida. Su sensibilidad social lo llevó, desde muy temprana edad a luchar por una sociedad más justa, enfrentándose a los avatares de la dinámica política desde la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y manteniéndose hasta el final de su vida como un guerrero combatiente contra un sistema económico, social y político generador de improductividad, dependencia, neocolonialismo, atraso, exclusión y pobreza para la mayoría de los/las venezolanos/as. Fue el primer Ministro de Salud del gobierno del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Desde ese espacio dio un paso trascendental para la concepción de la salud en el país y fusionó el Ministerio de Familia y el de Sanidad, dando lugar al Ministerio de Salud y Desarrollo Social y con mucho esfuerzo comenzó a batallar por implantar el Modelo de Atención Integral (MAI) en todo el territorio nacional, así como el Sistema de Información Epidemiológica (SISMAI). Promovió la red ambulatoria de prevención de la diabetes en Venezuela e impulsó innumerables programas y proyectos

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de salud vinculados a lo social, siempre desde la perspectiva de un ciudadano constructor de sueños y maestro de obras para el logro de un país con mayor justicia social y bienestar para todos/as los/las venezolanos/as. Acercarse a la vida de Gilberto Rodríguez Ochoa significa también transitar por los escenarios de su incansable lucha por la democratización de la salud, por su tenaz énfasis en la prevención y promoción de la salud, su compromiso con la salud de los indígenas y con un enfoque integral en la atención médica. Llegar a su vida es también, conocer el arte de sus manos y su afecto en la construcción de valores familiares centrados en el amor, la responsabilidad y el compromiso. Es aprender a reconocer el empeño por lograr la bondad de la tierra donde se siembran los sueños que permitirán la cosecha de una mejor realidad para el país. Reconstruir la vida y obra de este luchador social, constituye un interesante aporte para la memoria de la salud pública de la región y del país, pues su paso dejó en el colectivo huellas que marcan referentes muy importantes. De igual manera, para el Instituto de Altos Estudios en Salud Pública “Dr. Arnoldo Gabaldon” es un hecho significativo, porque garantiza la continuidad de la línea editorial de la vieja Escuela de Malariología, y su propósito de conformar el registro biográfico de aquellos/as salubristas venezolanos/as que pese a su destacada, interesante y fructífera labor, aún permanecen en el anonimato.

Daisy Camacaro

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Capítulo

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Entre virutas, aserrín y paraparas…

“Dice la esperanza: un día la verás, si bien esperas. Dice la desesperanza: sólo tu amargura es ella. Late, corazón... No todo se lo ha tragado la tierra”

Antonio Machado

E

ran los tiempos inaugurales de Isaías Medina Angarita, quien tomó posesión como Presidente de la República el 5 de mayo de 1941. El país dejaba atrás el terror impuesto por el benemérito y la incertidumbre política del período lopecista, para abrirse paso hacia un cauce lleno de esperanzas y sueños sociopolíticos. El gobierno de Medina Angarita se propuso el establecimiento de la democracia, legalizando el Partido Acción Democrática y permitiendo el libre ejercicio del Partido Comunista. Durante su gestión no hubo persecución política, ni desterrados. Fue un hombre humanista, caracterizado por su generosidad, comprensión y sencillez; emprendió reformas trascendentales para el país como el nuevo Código Civil, el cual representó un avance para la época, debido a su contenido social y humano básicamente referido al derecho de la familia. Con su gobierno se instauró en el país una dinámica nueva, producto de la reforma petrolera. La construcción tomó auge: se hizo imperativo alojar a innumerables grupos sociales que dejaron el campo para participar de los beneficios del botín petrolero. Se logró la reforma constitucional a través de la cual se instauró el voto directo y popular para elecciones de diputados y se permitió el voto a las mujeres. En esta época, también se dio inicio a una reforma agraria que buscaba una mayor justicia social para el campesinado. El Estado

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comenzó así una etapa de considerables cambios políticos y de desarrollo socioeconómico. El país tomaba un rumbo más esperanzador y caminaba hacia la paz social. El 6 de Agosto de ese año, nació Gilberto Enrique Rodríguez Ochoa en la parroquia de La Pastora, en la calle de Negro Primero a Callejón Mercedes, casa número 111. Tiempo después sus padres José Andrés Rodríguez y Candelaria Ochoa se mudaron para la casa de la familia paterna, ubicada de Cristo al revés a Totumo, número 75, en la misma parroquia, allí convivieron con la abuela Dolores Martínez de Rodríguez y los tíos Juan José, Felicia, Panchita y Soledad. En la actualidad funciona allí la Casa del Cartero. La familia Rodríguez Ochoa ocupó la planta más baja de la casa, la cual, a pesar de ser una especie de sótano, tenía ventanas que miraban hacia un traspatio de tierra que limitaba con una quebrada. José Andrés, de oficio ebanista ocupó la mitad del sótano con su carpintería y en la otra mitad sentó su hogar: el espacio para la cotidianidad armónica de su familia. Cuando llegaron, el piso era de tierra. Años más tarde José Andrés en compañía de sus dos hijos mayores: Arnoldo y Gilberto, además de ir haciendo realidad su propósito de consolidar su carpintería, comenzó a construir mejoras en el área de su hogar, así, hizo el piso de cemento y en la carpintería poco a poco, fue fabricando las puertas y ventanas para su casa; a la par, iba forjando en su familia el amor por el trabajo y la construcción como forma de mejorar la vida; valorando el sacrificio y la humildad unidas a la solidaridad humana y social. Esta lección de vida diaria marcó definitivamente el carácter y la personalidad de Gilberto. Candelaria asumió las labores propias del quehacer doméstico y paralelamente, contribuía al ingreso económico de la casa pues era una costurera de gran delicadeza y buen gusto. Confeccionaba vestidos para niñas y con ayuda de una amiga los vendía en Colombia y en la Maternidad Concepción Palacios. Puntada tras puntada, pasaba parte de sus noches sentada ante la máquina 22

Singer que le había comprado José Andrés. Con el tiempo, los hijos mayores: Arnoldo, Gilberto y Mireya tendrían la responsabilidad de comprar en el centro de Caracas los materiales que ella necesitaba para las confecciones, ellos también eran quienes hacían las entregas de los trajes que algunas personas o tiendas, le encargaban a Candelaria. José Andrés era un músico de corazón, un trovador que alegraba las reuniones de la familia y los amigos. Además de trabajar en su carpintería, laboró algunos años en el Servicio de Ingeniería Militar como ebanista. El esfuerzo y el trabajo diario acompañaron a esta pareja en la tarea de levantar y formar a sus hijos/as: Arnoldo, Gilberto, Mireya, Aura, Argelia, Luís, Omaira, Carlos, Héctor y Raúl –quien es adoptado- Todos crecieron en un ambiente armónico, de respeto y bajo muy sólidos principios morales. El hermano mayor narra como percibió él ese proceso: “…Nunca dejamos de recibir un mensaje del valor del esfuerzo cargado de afecto que le daba sentido al empeño por el estudio y la superación, es así como todos nosotros aprovechamos las oportunidades y fuimos a la escuela primaria, al bachillerato y también casi todos o por lo menos más de la mitad, fuimos a la Universidad”. Arnoldo Rodríguez Ochoa. En La Pastora se conocían todas las familias que en ella habitaban y sobre esta base, se creaban profundos lazos de amistad, convivencia y solidaridad vecinal que le sirvieron a Gilberto de espacio para la formación de una conciencia social y comunitaria. Si bien había nacido en un período democrático, parte de su infancia y adolescencia transcurrieron bajo un régimen dictatorial. A la edad de ocho años, vive de cerca el golpe militar dirigido por los comandantes Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Felipe Llovera Páez y con el cual se derrocó al gobierno democrático de Rómulo Gallegos. Años más tarde también celebraría, en la platabanda de su casa los acontecimientos del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958.

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Mientras estudiaba la primaria en la Escuela “Pedro Emilio Coll” trabajó para contribuir con los ingresos de la familia. Sus manos habían heredado del padre el arte de la construcción, un día fabricó con su hermano Arnoldo una carrucha de madera y en ella transportaban las compras que hacían las amas de casa en el mercado de La Pastora. De sus creativas manos salieron papagayos y helados que si bien era cierto que vendía, también con ellos despertaba la alegría e impulsaba la imaginación y daba ejemplos de trabajo a los hermanos/as menores y el resto de los niños/as del vecindario. A menudo Gilberto hacía unas caminatas a Los Chorros en busca de mangos, los cuales vendía en el frente de su casa. Gilberto fue un ejemplo de buscavidas y tuvo mil maneras de enfrentar las dificultades económicas según lo confesó Argelia, una de sus hermanas: “Como no había dinero para los zapatos de tantos muchachos, Gilberto a veces metía cartones en los suyos para que le duraran todo el año escolar” Sus primeros trompos, perinolas y papagayos salieron de las manos de José Andrés, aprendizaje que más tarde Gilberto repetiría con sus hijos/as: “Él me hacía trompos, me enseñaba a hacer los papagayos y sus frenillos, conocía muchos modelos de papagayos y los volábamos juntos, también me hacía gurrufíos, jugábamos metras y me enseñó a jugar ajedrez, por cierto que nunca le gané, recuerdo que pasamos muchísimas horas sentados frente al tablero. De todos sus viajes, siempre me trajo un regalo, algunos eran poco usuales, pero siempre educativos” Su hijo Andrés Eloy. Gilberto pasó su infancia entre virutas, aserrín y paraparas, trabajando fuerte, estudiando mucho, pero siempre, a pesar de las limitaciones materiales, supo encontrar un espacio propicio para la recreación y el placer por los juegos y la amistad. Aprovechó

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la vecindad que le permitía el patio, para la comunicación con los/as vecinos/as. Nunca perdió la oportunidad para invitarlos a jugar metras, trompo, papagayos, béisbol o construir columpios y disfrutar de la sombra que, para entonces, ofrecían los árboles. Desde la más temprana infancia mostró que su norte era la convivencia armónica en comunidad, fue el organizador de muchísimos templetes durante los carnavales, así como de los palos ensebados, carreras de sacos, quemas de judas y otras diversiones de gran popularidad en esos tiempos. Lleno de juvenil ingenio y con sus propias manos, construyó en aquel corral de tierra lleno de árboles frutales, un espacio para criar conejos y pollos. Quizás así nació el escenario donde comenzó a desarrollar su amor por la naturaleza. Raúl Coronadosu hermano adoptivo- contó con emoción: “Él era un hombre con una sensibilidad humana muy particular. Nos contaba sobre sus anécdotas infantiles con mucha alegría, con evocaciones muy hermosas. Suelo recordar una de las historia que lo hizo descubrir su amor por la naturaleza: cuando él y Arnoldo eran pequeños, salían con las hondas a cazar palomas, una vez golpearon una palomita y cuando ésta cayó al suelo y él corrió a recogerla y vio en los ojos del ave el sufrimiento, desde entonces, nunca más usó ni nos dejó usar hondas o chinas, contra los animales” Inició el bachillerato en el liceo Caracas de la parroquia San Juan, durante ese tiempo él disfrutaba jugar pelota de goma, tanto como las clases de inglés, o las de la profesora de historia y las clases del profesor Vásquez Fermín. Terminó sus estudios de secundaria en el Liceo de Aplicación en El Paraíso. Con la silla de extensión-construida por él mismo- sus útiles y una bolsa llena de cambures y panes, caminaba desde La Pastora hasta El Calvario para reunirse y estudiar con sus compañeros y para compartir travesuras juveniles, como la que narra Héctor Romero Yépez, uno de sus mejores amigos: 25

“… era frecuente que los turistas que visitaban El Calvario, pidieran que les tomáramos fotografías. Recuerdo que entonces nosotros, algunas veces, procurábamos unos ángulos inadecuados que captaban sólo parte del cuerpo de los visitantes: los pies, el cuello y el torso, las manos, etc. Después nos divertíamos al imaginar la sorpresa y lo que dirían ellos cuando revelaran las fotos en sus países de origen…” Sus hermanos/as mayores recuerdan que sin decirle a nadie, y por propia iniciativa, un buen día, Gilberto se inscribió en un curso de dibujo en la Escuela de Artes “Cristóbal Rojas”, este aprendizaje le serviría más tarde en su profesión y en el diseño de las diversas casas que construyó. Pasaba las vacaciones al lado de su familia y de algunos amigos muy allegados, como Héctor Romero Yépez, quien continúa relatando: “En 1956 viajamos con su familia a Puerto Píritu; era el primer viaje que hacíamos fuera de Caracas. Disfrutamos del mar y de la laguna, pescamos con los muchachos del pueblo y organizamos competencias para llegar nadando hasta un barco que se encontraba abandonado lejos de la orilla. Al año siguiente fuimos a Margarita con mi hermana Flor en la motonave María Rosario, la cual salía desde la Guaira y llegaba a Juan Griego a los dos días. Íbamos a las playas pidiendo colas por todas las carreteras y un día conocimos dos muchachos que tocaban trompetas en los bailes. Nosotros le llevábamos los instrumentos y así, entrábamos a los famosos hoteles Bella Vista y Chez Lino, donde disfrutábamos toda la noche bailando” Después de dos años de ahorro, Gilberto pasó sus vacaciones en Curazao, acompañado de Nelson Palacios y Alfredo Monasterio, 26

de regreso, el 19 de noviembre de 1959, al llegar al aeropuerto de Maiquetía, se dio cuenta de que su tío Luciano lo estaba esperando; enseguida lo asaltó un mal presentimiento: Luego del abrazo fraternal, se enteró de la trágica noticia del fallecimiento de su padre. Eran tiempos difíciles, la familia estaba pasando por una situación económica dura. Desde el inicio del gobierno de López Contreras se había incentivado la inmigración de personas que tuvieran el dominio de algún oficio, como agricultores, criadores, artesanos, industriales, mecánicos, entre otros. En los años 50 el general Pérez Jiménez a través de su política de concreto dio un gran impulso al proceso urbanístico del país: la construcción de viviendas y de vías de comunicación constituyó uno de los ejes de su gestión y contribuyó a incrementar la inmigración espontánea. En 1957 llegaron al país más de 45.000 inmigrantes, quienes desplazaron de los puestos de trabajo a muchos venezolanos y José Andrés como artesano, no escapó esa situación, ya los ingresos de la carpintería no suministraban el sostén necesario para su numerosa familia y se vio obligado a salir de la capital para asumir un contrato como ebanista de la Mueblería Aspúrua y fabricar muebles de oficina en La Olivetti, ambas en el estado Zulia. Contagiado por el entusiasmo de unos amigos de Caracas, se marchó para Maracaibo, pero una tarde mientras estaba en un restaurante, se originó una discusión entre un grupo de muchachos que se encontraban allí reunidos y cuando se fueron de manos José Andrés trató de separarlos y al final, recibió una golpiza. Con gran dificultad se fue caminando hasta un centro asistencial, pero lamentablemente no fue atendido y días más tarde, sus compañeros de trabajo observaron que el dolor era muy fuerte e insistieron en llevarlo a una clínica donde el médico que lo auscultó le indicó analgésico y reposo. Siete días después moriría Pepito - como lo llamaban cariñosamente sus familiares- a los cuarenta y tres años de edad a causa de un desprendimiento del bazo. La poca atención médica desde su ingreso y la negligencia del galeno de la cual fue víctima su padre, provocan un gran impacto en la vida de Gilberto y así, a los diez y siete años decide estu27

diar medicina y luchar por una atención médica más humana. Su hijo mayor cuenta su impresión de cómo su padre vivió esta experiencia: “La muerte del abuelo, es un evento que marca de manera importante la vida de mi papá, porque perdió a su amigo, al hermano; a aquella persona que durante toda su vida lo había orientado… aún con la causa de su muerte, el abuelo le dio nutrientes fundamentales a mi papá para ir haciendo de las luchas sociales una pasión”. Gilberto Rodríguez González. Cuando su padre falleció, Arnoldo cursaba el tercer año en La Escuela Militar; entonces Gilberto asume todas las riendas de su familia y comienza a trabajar como listero en El Plan de Emergencia durante el gobierno de Wolfgang Larrazábal. Él era el encargado de hacer la lista de asistencia de los obreros que trabajaban en la construcción de las calles cercanas al Ávila y además tenía la responsabilidad de cancelarles el salario por las faenas cumplidas. Desempeñó ese trabajo hasta el día en que José Joaquín Carrillo, el volibolista conocido como Papá Carrillo y Bernardo Berroterán, preocupados por la situación económica de la familia Rodríguez Ochoa, le consiguen un trabajo con un ingreso mejor en la Compañía de Teléfonos -ahora CANTV-. En la Compañía de Teléfonos trabajó como operador nocturno de la central telefónica ubicada en la esquina de La Gorda en el centro de Caracas. Pasaba casi toda la noche sin dormir, comunicando a las personas las llamadas hacia y desde el interior del país y las de larga distancia internacional. Después de cumplir con su turno de trabajo, a las siete de la mañana, asistía a clases en la Facultad de Medicina en la Universidad Central de Venezuela, muchos de sus compañeros y familiares cuentan que con frecuencia se dormía sobre el pupitre. Después sufrió de insomnio y siempre lo atribuyó a ese trabajo. Desde sus años de estudios de bachillerato, Gilberto había tenido

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necesidad de trabajar en la economía informal. Esas condiciones de injusticia social y la sólida formación en valores fueron acicateando en él una conciencia de clase y un férreo compromiso político con el devenir de su país. . Durante toda su vida mantuvo una lucha vehemente contra todos los que, como representantes del poder, fueron responsables del deterioro social y económico del país. Así como manifestó en contra del predominio del poder y la opresión castrense de Marcos Pérez Jiménez, más tarde lo hizo contra el gobierno de Rómulo Betancourt. Esa actitud le trajo las consecuentes dificultades: en una oportunidad, cuando iba en su carro, unos oficiales lo interceptaron frente a la jefatura de la policía de La Pastora y revisaron el vehículo encontrando una caja llena de propaganda subversiva. Entonces lo detuvieron y lo amenazaron con llevarlo a prisión, pero afortunadamente el jefe civil, gran amigo de la familia intercedió a favor de Gilberto. En otra oportunidad, sus hermanas fueron informadas de que la Seguridad Nacional allanaría la casa de la familia, entonces Mireya y Aura muy asustadas, escondieron un multígrafo manual de Gilberto en la casa de un vecino y arrojaron a la quebrada que limitaba con el corral de la casa, todos los panfletos, propagandas, folletos, libros subversivos y algunas bombas molotov que éste había fabricado y las mantenía escondidas en la cocina de su hogar. Cuando llegó Gilberto y se enteró de lo hecho por sus hermanas, con una actitud colérica pocas veces vista en él, tomó todos los productos de maquillaje de ellas dos y los arrojó por la misma quebrada y les dijo: !Para que aprendan a respetar mis cosas y mis ideas! Hoy todos sus hermanos y hermanas recuerdan ese incidente como una de las más pintorescas anécdotas familiares. Gilberto acostumbraba esparcir tachuelas por las calles de la Pastora para trabar el paso de la policía por esa zona. Desde 29

pequeño se constituyó en un luchador incansable por las libertades del pueblo oprimido. Fue militante del Partido Comunista de Venezuela, del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y del Movimiento al Socialismo (MAS). Siempre contaba a sus hijos/as esas experiencias como sustento para su educación y Gilberto, su hijo mayor, narra al respecto: “Mi papá, más que contar anécdotas, lo que nos transmitía era el significado de ese período de su vida de lucha contra la dictadura. Y claro, eso, de alguna manera, era un ejercicio de formación para nosotros. Estoy convencido de que la fortaleza ética que he alcanzado en este momento de mi vida, tanto en lo personal como en lo profesional, en gran medida provienen de esos primeros años de formación bajo la tutela y guía de mi papá, que fue muy fuerte y llena de muchísima información. De tantos años oyéndolo hablar de sus luchas; del por qué había que enfrentarse políticamente; fuimos armando en nuestro interior códigos éticos. El era un hombre de los que en Psicología llaman de perfil nutritivo, que solamente se siente feliz si está nutriendo al que tiene a su lado” En 1966 Gilberto se graduó de médico cirujano y debía realizar su pasantía rural en San Carlos de Río Negro, pero una decisión del director de Salud de Aragua hizo cambiar su rumbo y lo trajo a San Francisco de Asís, en el estado Aragua. Desde su llegada al centro asistencial de San Francisco, se dispuso a humanizar el espacio. Tras dos años de labor en este pueblo realizó un trabajo comunitario importante y cada una de sus acciones sirvieron de bálsamo para la gente. La comunidad percibió de otro modo las aristas de su realidad social. Entre todos/as construyeron un nuevo y esperanzador horizonte. Su hermano Arnoldo recuerda que cuando fue a visitarlo en el

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primer fin de semana, acompañado de Candelaria, Gilberto les pidió a todos que lo ayudaran a limpiar y a sembrar unos árboles en el patio del ambulatorio. En el inicio de sus pasantías, nació su hijo mayor en Caracas y en las vísperas del parto cuando iba a visitar a su esposa tuvo un serio accidente en el trayecto de la autopista regional del centro, a la altura de Tejerías; a pesar de que el vehículo fue considerado como pérdida total, Gilberto sólo sufrió daños leves. Al finalizar sus dos años de trabajo en la comunidad de San Francisco, aceptó un cambio que le solicitó un médico que se encontraba haciendo su rural en La Colonia Tovar, pueblo enclavado en la Cordillera de la Costa, en el Estado Aragua. Allí pasó sólo cuatro meses, pero no por ello dejó de hacer de su profesión una labor militante: iba desde La Colonia Tovar hasta La Victoria a vacunar a los pacientes en sus hogares. Durante ese tiempo nació su segundo hijo Levy Rafael. Gilberto tenía cuatro meses trabajando en esa población cuando recibió la noticia de haber sido aceptado en el postgrado de dermatología. Su maestro, el científico Jacinto Convit refirió: “Conocí al doctor Gilberto Rodríguez Ochoa porque me envió una carta, donde me expresaba su deseo de realizar el Postgrado de Dermatología. En esa carta pude apreciar las condiciones humanas que él poseía. Su inquietud central era ayudar al prójimo. Tuvimos la oportunidad de trabajar juntos en una enfermedad, que nos preocupaba a los dos: la lepra. Él me acompañó en el trabajo de investigación; principalmente en el desarrollo de vacunas. Durante sus estudios y trabajo en el Leprocomio de Cabo Blanco, se distinguió como una persona inteligente, trabajadora, de gran sensibilidad humana, puedo decirlo: fue un hombre que tuvo el convencimiento

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de que hacer el bien y ayudar al prójimo, era el compromiso primordial. Indudablemente, él tenía una especial disposición para tratar al enfermo y ver los aspectos sociales del mismo” Estuvo aproximadamente dos años dedicado a la atención de los pacientes del leprocomio de Cabo Blanco, fundado en 1.904 en tiempos de Cipriano Castro. Había allí mil doscientos internos y estaba ubicado en el espacio que hoy ocupa el Aeropuerto de Maiquetía, era el sitio de hospitalización obligatoria para quienes padecían de Lepra, una enfermedad estigmatizada desde el tiempo del Antiguo Testamento, donde se le cita como un signo de impureza espiritual y de suciedad corporal. En compañía del Doctor Convit y de su equipo, adquirió muchísimos conocimientos. Siempre expresó que su trabajo al lado de estos enfermos había sido su primer postgrado en salud pública, la humanización en el trato a los pacientes de lepra fue su norte y siempre los examinaba con una profunda entrega y dedicación. Allí hizo amistad con muchos enfermos y en algunas oportunidades, en viajes que realizaba con sus familiares por el interior del país, visitó a varios de esos pacientes que ya habían salido de su reclusión. Muchos en su familia le manifestaban su preocupación por los riesgos de contagio que él podía tener en ese espacio, entonces Gilberto se sentaba y con mucha pedagogía les daba una clase al respecto y los invitaba a compartir con estos pacientes; sus hermanos/as, su esposa e hijos/as lo acompañaron frecuentemente en posteriores visitas dominicales a Cabo Blanco. En 1973 participó en la película Lepra, la cual obtuvo una medalla de oro en el festival de Berlín, lamentablemente por esa poca cultura que tenemos en nuestro país de registrar la historia, no queda copia de ella, ni certificado del premio, sólo una fotografía con la leyenda : Sensibilitätsprüfung bei Lepra, en una revista alemana, la cual aparece al final de este capítulo.

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Era el médico que conocía en forma integral a sus pacientes, sin importarle cuán difícil fuera la personalidad de éstos/as, ni qué tan impactante su enfermedad. Más tarde como docente, sensibilizaría a sus alumnos/as para mantener esa misma actitud. Se convertía en un maestro del paciente, lo orientaba y lo ayudaba a tomar las decisiones como si lo hiciera para sí mismo, por sobre todo, Gilberto poseía una profunda comprensión por el paciente de lepra, quien era condenado al encierro y segregado del resto de la sociedad, perdiendo así la esperanza y los sueños de una vida más justa. Como miembro del equipo del doctor Jacinto Convit se desempeñó como docente ad honorem del pregrado en la Escuela José María Vargas; fue el responsable del contenido programático referido al área de lepra. En ese entonces estaba encargado del programa de Lepra del Distrito Capital y era también docente del área de dermatología del hoy denominado Instituto de Biomedicina. El doctor Javier Correa, quien fue su alumno, contó: “Como docente era una persona que trataba de transmitir su experiencia de vida, poseía una gran sensibilidad social y siempre exponía la situación de la lepra en el contexto nacional. Nos hacía vincular con una problemática que estaba presente en la región capital y que se caracterizaba por el hecho de que, mientras la enfermedad estaba en el oeste, todos los dermatólogos especialistas del área estaban en el este, transmitía eso con la finalidad de cambiar ese escenario de tanta injusticia social. Consideraba imprescindible que el médico estuviera en el lugar donde su accionar fuera necesario y efectivo” Entre 1970 y 1977 Gilberto asume la jefatura del Servicio de Dermatología Sanitaria de Caracas. Allí, a pesar de poseer un cargo de gerencia, su condición de militante social lo impulsó a subir los cerros al norte de La Pastora, con la finalidad de ofrecerle educación sanitaria a quienes por su condición de pobreza habían estado al margen de esa información. Para cumplir con 33

eficiencia esa labor dedicaba horas a la formación de un grupo de jóvenes integrado por sus hermanos/as menores, vecinos/as y amigos/as de La Pastora, a quienes motivaba para que realizaran las funciones de los sanitaristas y multiplicaran los conocimientos adquiridos. Con el mismo multígrafo manual que hacía volantes subversivos, imprimía folletos ilustrativos sobre la prevención de la sarna, del mal de Hansen, de la diarrea y daba orientaciones de higiene, todo ello con el objetivo de ayudar a la gente a comprender su situación de salud y tratar de transformarla. Esa actividad generó molestias en el Ministerio de Sanidad, y el Ministro llamó al Doctor Jacinto Convit para que le solicitara a Gilberto paralizarla, pues la consideraba subversiva, pero él continuó las tareas con mayor sigilo y precaución y dos años después tendría nuevos horizontes para un trabajo con la gente de Aragua. En 1975 fue becado por la Oficina Panamericana de la Salud (OPS) para hacer un curso en Brasil y Argentina. De ese viaje, la familia y amigos recuerdan la anécdota de cuando llegó a Sao Paulo: él sólo llevaba cien dólares y la primera noche lo dejaron muy tarde en el hotel, tras un viaje largo y agotador, Gilberto, desconociendo cualquier norma o funcionamiento de los hoteles, se comió y bebió todo lo que encontró en la nevera de su habitación, al día siguiente le cobraron aproximadamente noventa dólares, los cuales canceló y se vio obligado a abandonar el lugar. Caminó las calles de esa ciudad que le pareció impresionante, cosmopolita, muy moderna, con un aire neoyorquino y un tráfico que lógicamente superaba al de Caracas hasta que al final de la tarde encontró una pensión donde podría sobrevivir con los diez dólares que le quedaban. Tomó un cuarto en una pensión con un baño colectivo ubicado en un pasillo y todos los días él compraba un pan grande y lo saboreaba con un café que le ofrecía la señora de la pensión. Así vivió durante más de una semana, hasta recibir la remesa de dinero que le enviaron desde Venezuela. 34

Gilberto participó en múltiples trabajos de investigación médica sobre diversas enfermedades de la piel, los cuales presentó tanto a nivel nacional como internacional. La doctora Nora López, compañera de trabajo y muy apreciada por Gilberto comenta: “Él es el autor de uno de los primeros estudios que, sobre el tema de la escabiosis se realizó con una metodología cualitativa y un enfoque social. En este estudio demostró que las condiciones precarias de vida conllevan al desarrollo de esta enfermedad. Él tomó como muestra dos familias de diferentes clases sociales: una con buenas condiciones sociales y otra que vivía en un cerro de La Pastora, con la que convivió para conocer las condiciones y hábitos de vida, así observó cómo se reproducía la enfermedad. Descubrió que los que tenían acceso al agua y viviendas con condiciones higiénicas, así como una buena alimentación, no sufrían esos riesgos. Este trabajo fue publicado años más tarde y traducido al idioma inglés en una revista internacional y después fue presentado en Francia por el doctor Rodríguez Ochoa” En 1977, el Doctor Jacinto Convit le comunica a Gilberto una oportunidad de trabajo en el Hospital Central de Maracay, la cual le permitiría asentarse en una ciudad más tranquila que le abriría nuevos caminos para su militancia política y su trabajo social en dermatología sanitaria. En ese año asumió el cargo de Jefe del Servicio de Dermatología Sanitaria del Estado Aragua, en el Hospital Central de Maracay, ubicado en la avenida José María Vargas, en la Urbanización La Floresta. Simultáneamente fungía como director del Centro Internacional de Entrenamiento en Enfermedades Tropicales Dermatológicas, cuya sede estaba ubicada en el mismo hospital. Este centro era dirigido en Caracas por el Doctor Jacinto Convit y fue constituido bajo un convenio con la Organización Panamericana de la Salud. 35

Desde su responsabilidad como Director del Centro de Entrenamiento, acompañó a muchos colegas de América Latina para entrenarse en el campo y conocer la realidad de la dermatología sanitaria del país. En los trabajos de campo que realizaba como responsable de estas dos organizaciones lo acompañaron siempre el Dr. Jorge Alvarado y los inspectores sanitarios Luis Antonio Zúñiga y Francisco Carbillo. El doctor Jorge Alvarado, su alumno en el postgrado de Dermatología Sanitaria, en el Instituto de Biomedicina y quien luego fue su Adjunto en el Servicio de Dermatología Sanitaria, cuenta: “...realizábamos muchos trabajos de campo; permanentemente íbamos detrás de los casos nuevos en las poblaciones aparentemente sanas, hacíamos un rastreo epidemiológico por casi todos los municipios del Estado Aragua. Así llegamos a Choroní para investigar los focos de leishmaniasis, a La Colonia Tovar y Barbacoas para conocer los casos nuevos de lepra, a un caserío llamado Santa Rosa del sur, que pertenecía al Estado Carabobo, pero como quedaba en los límites de nuestro Estado él lo atendía y trataba los casos de Oncocercosis. Gilberto nunca concibió la medicina fuera del contexto social, quizás fue por ello que escogió la especialidad de dermatología sanitaria. Nunca ejerció la medicina privada y como gerente siempre fue ejemplar: era el primero que llegaba y el último que se iba” En 1979, Gilberto Rodríguez Ochoa publica su libro Del ejercicio privado de la medicina o de la alienación del acto curativo, donde expresa su visión sobre la situación de salud en Venezuela y su posición tajante contra la privatización de la medicina, asimismo pone en evidencia la descontextualización y la falta de pertinencia social de la formación médica, de igual manera denuncia la 36

desigualdad que tiene la población con respecto al acceso a la atención médica. En el último capítulo de su obra se refiere a la desalienación del acto médico y la obligación social del profesional de la salud de devolverle a la sociedad su saber y su práctica. En sus propias palabras propone: “...expropiar al médico lo que él convirtió en propiedad privada gracias a la dinámica capitalista, y reconvertir esos conocimientos en propiedad social. Sólo entonces una medicina socializada permitiría al médico ser verdaderamente libre, y cumplir una tarea concientemente libre donde se rescate incluso el acto de amor que debe ser la curación. Acto que está enmarcado dentro del amor universal, tantas veces buscado por muchos humanistas, cada uno por vías diferentes: desde los anónimos de la precivilización hasta Ernesto “Che” Guevara, pasando por la Grecia hipocrática, y por el cristiano “amar al prójimo como a sí mismo”, y por Paracelso (“La esencia de la medicina es el amor”) y por tantos de antes y ahora. Es en ese amor universal tantas veces cantado, donde se reencuentra consigo misma la humanidad en una especie de pensamiento que vuelve sobre ella cíclicamente con cada uno de los hombres justos. Sólo una medicina socializada puede conducir a la desalienación del ejercicio médico. Y sólo desalienando este ejercicio es posible lograr el encuentro del acto curativo con ese amor universal” Durante toda su práctica como servidor público Gilberto se mantuvo coherente con ese discurso y veintidos años después de la publicación de su libro, en una entrevista realizada por Ernesto Villegas Poljak y publicada en EL UNIVERSAL, el domingo 21 de enero de 2001,expresa como máxima: 37

“Prefiero morir en un hospital que vivir en una clínica” y advierte sobre las perversiones de la medicina privada, al decir: “El ejercicio privado de la medicina encierra desviaciones y perversiones. No quiere decir que no haya ejemplos dignos, pero convertir el acto de atención a un enfermo en una relación comercial trae inevitablemente tentaciones para perversiones, y ocurren. La relación comercial es asimétrica” Gilberto fue un médico con una sensibilidad social innegable, un comunicador con una pasión suficiente tanto para comprender y aliviar a quien necesitara de su atención como para combatir sin desmayo la corrupción en todas sus formas y en todos los espacios, aunque para ello tuviera que tomar medidas drásticas o exponer su propia vida. Siempre sintió su profesión como un arte, una filosofía, un modo de vivir y como una acción política y transformadora de una realidad cargada de mucha injusticia social. Este hombre revolucionario, comprometido con el entorno en su desarrollo comunitario, propició con iniciativas de acción social constructivas, la mejora de la calidad de la atención médica. Su sensibilidad y solidaridad, así como el amor y la humildad, forman parte de los valores asumidos por quien, a través de la formación, el servicio y su lucha social, hizo de su vida una militancia cotidiana.

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Candelaria Ochoa y José Andrés Rodríguez, padres de Gilberto el día de su boda.

Fachada de la casa de La Pastora, calle Cristo al revés a Totumo Nº 75. Óleo de Julio José Ágreda. 39

El día de la Primera Comunión de Gilberto, Mireya y Arnoldo.

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Gilberto con sus compañeras/os del liceo Caracas.

En Pto. Píritu, 1956, Gilberto en compañía de Héctor Romero y otro amigo. 41

Gilberto con sus hermanos menores Héctor y Carlos.

Gilberto compartiendo sus conocimientos con miembras/os de la comunidad de La Pastora. 42

Gilberto, Dr. Jacinto Convit (al fondo) y el equipo de investigadores del Instituto de Biomedicina.

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Gilberto con su equipo de Dermatología Sanitaria en un trabajo de campo en la comunidad de Anacoco, estado Bolívar.

Luis Antonio Zúñiga, Francisco Carbillo y Gilberto en el salto Kamamerú, durante un trabajo de campo. 44

Con vecinos en la casa de La Pastora jugando billar.

Bailando con su madre en un intercambio de regalos, fiesta tradicional de la familia Rodríguez Ochoa.

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Medalla de Oro en el Festival de Berlín en 1973.

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Capítulo

2

Una cotidianidad ladrillo a ladrillo…

¿ Es que hacemos las cosas sólo para recordarlas? ¿Es que vivimos sólo para mantener memoria de nuestra vida? Porque sucede que hasta la esperanza es memoria y que el deseo es el recuerdo de lo que ha de venir. Jaime Sabines

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ilberto amaba la poesía, disfrutaba leyendo a Rainer María Rilke, poeta y novelista austro-germánico, de simbólicas imágenes y de tantas reflexiones espirituales. También leía a Gustavo Adolfo Bécquer. a Antonio Machado, José Ángel Buesa, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, y a los venezolanos Andrés Eloy Blanco y Cruz Salmerón, éste era su favorito. Lo consideraba un gran poeta y con frecuencia declamaba el poema Azul. Su hermano Carlos cuenta con orgullo: “…además Gilberto era un amante de la naturaleza, del mar, la montaña, los ríos, los pájaros, los colores. La vida y el amor le producían especial encanto, él fue un fiel defensor del respeto humano, todas esas virtudes lo caracterizaron y en gran medida, con su ejemplo, nos fue formando a todos y así como admiraba la naturaleza, disfrutaba con gran deleite las manifestaciones de las artes plásticas, entre ellas: las obras del Rodín y Picasso y en lo nacional, se declaraba admirador de Rafael Ramón González, su suegro” Ese soñador amante del arte y de la naturaleza, se enrumbó hacia la construcción de su hogar y la consolidación de su familia a la edad de 24 años, tras un noviazgo de once meses y cuando aún le faltaba un año para terminar su carrera.

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Pese a haberse declarado ateo, entró a la Iglesia el 24 de diciembre de 1965, para sellar con la unión, su amor con una vecina de La Pastora, Maritza González, quien era estudiante de economía de la Universidad Central de Venezuela. Arnoldo, su hermano mayor cuenta una anécdota sobre los periplos de Gilberto para cristalizar su boda bajo las exigencias sociales de la época: “Se acercaba el día de la boda y Maritza estaba preocupada porque aún no tenían los anillos y un día, como milagro, un amigo le contó a Gilberto que una señora del vecindario estaba vendiendo sus aros de oro por buen precio y éste sin dudarlo, fue inmediatamente a comprárselos. Así, con unos anillos usados, dieron inicio a su nueva vida” Durante sus primeros años de casados alquilaron una habitación en la esquina de Cruz a Calle Ciega en La Pastora, muy cerca de su casa natal, allí comenzaron a construir su hogar y a fundar su propia familia. Maritza González, su esposa recuerda con admiración: “…meses antes de casarnos, Gilberto me daba el sueldo para que yo le entregara la mitad a Candelaria y con la otra parte fuera comprando los enseres de la casa, así fuimos pagando a crédito el juego de cuarto y la nevera. La cocina nos la regaló su tío Luciano y con los otros obsequios de la boda, le fuimos dando vida propia a nuestro hogar” Gilberto y Maritza tuvieron cinco hijos/as: los cuatro primeros nacieron en Caracas: Gilberto José, el mayor, nació el 27 de diciembre de 1966, Levy Rafael el 27 de enero de 1968, Ayarí el 13 de Septiembre de 1970, Yuruani el 21 de Enero de 1975. En los nombres de ellas dos reflejaron su pasión por la cultura indígena y con el del menor, Andrés Eloy, nacido el 16 de Agosto de 1979 en la ciudad de Maracay, rindieron honores al poeta Andrés Eloy Blanco y al abuelo José Andrés. Impulsado por su herencia familiar de construir, edificó varias casas y sembró muchos árboles durante su vida. Llevaba en su ser 50

ese amor por la tierra, ser campesino formaba parte de sí mismo. Por eso, en cada espacio por donde transitó, dejó la huella de su pasión por la siembra y la construcción. En 1972 le compró a Guillermo García Ponce un terreno en El Junquito y allí, en medio de escarpados riscos, comenzó a construir una casa siguiendo los planos que él mismo había hecho. Desde ella divisaba el hermoso tapiz verde de la montaña. En ese espacio, acompañado de sus hermanos Carlos, Luís, Héctor, Raúl y de sus dos hijos mayores y algunos amigos de La Pastora, Gilberto sembró diversas especies de pinos, eucaliptos y frutales e hizo un huerto de rábanos, lechugas, cilantro y cebollín. El terreno carecía de agua, por lo tanto, todos los fines de semana, sus hermanos iban a la casa de La Pastora, dos veces por día, a buscar agua para regar su plantación y también para continuar la construcción. Al instalarse allí, Gilberto pretendía escapar del ajetreo y bullicio de la capital y acercarse al bucólico paisaje que se dibujaba frente a sus ojos a la altura del kilómetro 13, en la comunidad de Hatico Barandilla.: Más tarde se vio obligado a vender esa casa debido a un cambio laboral para la ciudad de Maracay y entonces, compró una casa pequeña en Turmero, donde reinicia de nuevo aquel arte heredado de José Andrés y comienza a hacer el frente de su casa; en esta faena lo acompañó su gran amigo y compañero de trabajo, el señor Antonio Duque. Un día mientras compartían, Gilberto le dijo: Hagamos el frente de tu casa y después, el de la mía. En esa casa fabricó también la biblioteca, acompañado de Levy, su segundo hijo, quien narra con orgullo ese aprendizaje de la construcción con su padre: “...Mientras hacíamos esa biblioteca él me enseñó como preparar el cemento y algunos fines de semana yo lo despertaba con un café y le decía: papi ya tengo un terceo listo, eso lo llenaba de verdadero orgullo.

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Él me había enseñado la manera de hacer un terceo: la mezcla de tres medidas de piedra, dos de arena, y una de cemento” Durante ese período estaba vinculado al Movimiento al Socialismo (MAS), también se desempeñó como concejal suplente ad honorem. Eran tiempos de mucho quehacer político y conmoción intelectual. El mismo Levy relata: “Un día yo me escapé del liceo para buscar a mi papá porque esa noche él no había dormido en casa y cuando llegué al partido, me dijeron que había salido desde la madrugada hacia la avenida 19 de abril y al llegar allí, lo encontré pintando un mural de protesta. Mi papá siempre mantuvo una oposición frontal contra los adecos. Esa fue una época de mucha actividad política y al final, de mucha decepción partidista” Años más tarde y cuando fue Ministro, Gilberto confesó esa decepción de los partidos políticos en la ya mencionada entrevista que le hiciera Ernesto Villegas Poljak : “Yo milité en el MIR y en el MAS. Aprendí que todos, sin excepción, tanto los de la extrema izquierda como los de la extrema derecha, son buenos para ganar elecciones o para llegar al poder, pero no para cambiar la vida social del país. Los partidos inevitablemente son organizaciones piramidales, como los ministerios y toda organización de la modernidad, que intrínsecamente tiene un morbo: el ascenso, la búsqueda de la cúpula, de la cúspide” En ese período, en una de esas crisis existenciales, donde necesitaba reflexionar y estar consigo mismo, decidió aislarse y un amigo le prestó una parte de su terreno, ubicado en El Castaño, en la ciudad de Maracay. Allí, con tablas que anteriormente sirvieron para embalar partes de vehículos y las cuales él había 52

traído desde la Victoria, construyó una peculiar casa en medio de un bosque de eucaliptos. Su hijo Gilberto quien es arquitecto, contó “...cuando papá construyó aquel lugar, creo que prevalecía en él la necesidad de buscar ese espacio del individuo perdido. Ahora lo entiendo de verdad. Y es que cuando uno tiene demasiadas vinculaciones con tantas responsabilidades, el espacio privado corre el riesgo de perderse…o se disuelve o se oculta y es tarea de uno buscarlo y rescatarlo…. Yo creo que ese refugio fue la materialización de esa búsqueda, pues coincidió con un momento de su vida en el cual papá era presa de una enorme excitación intelectual y de muchos compromisos políticos” Era su refugio un cálido espacio adornado con bromelias y plantas de la montaña; tenía cuatro metros de largo por tres de ancho, con un baño afuera y muy cerca de allí pasaba el río. Había alrededor una gran diversidad de aves. Con el tiempo confesó a muchos/as de sus amigos y amigas: “Pasé allí el año más feliz de mi vida. Tras muchas lecturas logré compenetrarme con la filosofía de Séneca y aprendí a dominar ese espíritu de rebeldía; ese deseo de querer ganarme al mundo” Con Séneca aprendió que no era necesario luchar en la vida por cosas que no le darían satisfacción y que debía buscarse el valor de las cosas más simples. Quizás su reflexión permanente le permitió descubrir que la vida debía ser llevada con calma: vivir cada minuto, cada segundo, cada instante y siempre atentos a la belleza y la sencillez que la misma vida muestra a nuestro alrededor. Ayarí su hija cuenta con felicidad ese aprendizaje: “Nos enseñó a contemplar la naturaleza: el agua, el mar, la luna, la lluvia y a oler la tierra, a observar y admirar hasta la flor más pequeña” 53

Otra de las aficiones de Gilberto fue la astronomía. Tenía una pasión por las estrellas, conocía muchas constelaciones, leía incesantemente sobre las galaxias, cuando debía mudarse por razones de trabajo, se llevaba el telescopio. Esa pasión por la naturaleza le sirvió de aula para sus hijos/as y el resto de su familia. Durante las vacaciones aprovechaba todo su tiempo para mostrarles el paisaje natural. Permanentemente resaltaba las excelentes condiciones geográficas, ambientales, históricas y culturales de nuestro país. Así, mientras recorría el país al lado de su extensa familia iba construyendo un sentido de pertenencia en sus hijos/as y hermanos/as menores por esta patria, una sensibilidad por lo natural y verde, un interés ecológico por una gran diversidad animal y vegetal. Maritza su esposa, rememora momentos felices de la vida en familia: “Teníamos un Volkswagen y montábamos en su techo todo lo que considerábamos esencial para un viaje largo: cocinas, sartenes, ollas, hasta la plancha de hacer arepas, la cafetera, los platos y vasos, la ropa, los juegos. Nunca íbamos solos, generalmente llevábamos a Candelaria, a mi mamá, a uno o dos de sus hermanos, a Gilbertico y a Levy. Ellos dos pasearon más que los otros, pues fueron para todos los viajes que hicimos, excepto uno que inventamos para Ecuador. Para allá fuimos sin niños; nosotros dos con otras parejas. Cuando recorríamos el país Gilberto se paraba en cualquier lugar para mostrarnos la naturaleza y contarnos algunos eventos históricos y culturales. Él convertía cada viaje en un espacio ideal para el aprendizaje” Educó a sus hijos/as y a muchos de los que lo rodearon bajo la máxima de Séneca: “Sólo se aprende a vivir viviendo”

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“Desde que éramos pequeños nos enseñó a escuchar música clásica y canciones revolucionarias, nos leía poemas y nos hablaba de cada uno de esos músicos y escritores. Más que vernos graduados se preocupaba porque aprendiéramos a vivir”. Ayarí. Durante su estadía en Maracay se desempeñó como profesor de la Universidad de Carabobo. También allí, en el exclusivo empeño de hacer realidad su sueño por un mundo mejor, en todas las tareas y responsabilidades que asumió, supo imprimir su pasión por la conquista de una sociedad más justa. Como profesor, acompañó a sus alumnos en el proceso de construir sus propios saberes para que individual y comunitariamente, tomaran conciencia de la realidad social y dieran respuestas a las necesidades de la población. Para ello, implantó metodologías didácticas originales e hizo del escenario social una cátedra. Luis Valera, profesor de la Universidad de Carabobo señaló: “Yo oí hablar de Gilberto en la Escuela de Medicina, a la cual ingresé en el año 1980 ya, para entonces, él ejercía como docente en el antiguo Departamento de Ciencias Sociales. Me enteré que había un profesor, autor de un libro muy polémico y reconocido por la forma peculiar como enseñaba. Se referían a él como a un educador incomparable: tenía unas ideas diferentes a las que los estudiantes habían recibido a través de toda su anterior formación. Él iba desdibujando todo lo que tenía que ver con el poder médico, ese tema era, realmente, el que más trataba en su materia Historia de la Medicina y Deontología Médica. Para él no solamente existía el problema de revisar la medicina desde el punto de vista histórico, sino que lo enfocaba en el contexto socio político de cada una de las civilizaciones y hacía énfasis, fundamentalmente, en la situación de Venezuela.

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Él impartía la docencia en lugares no habituales y usaba otras estrategias pedagógicas. Sé que sus alumnos fueron estudiantes marcados por sus enseñanzas.” En su desempeño docente, en la Universidad de Carabobo, donde trabajó durante tres años, no sólo se centró en el contenido del programa, sino también en sensibilizar al estudiante de medicina sobre cómo abordar al paciente. Desmitificaba el uso de la bata blanca y era muy crítico del distanciamiento habitual que los galenos establecían en su relación con los enfermos. Consideraba primordial una actitud de respeto hacia el ser y a su dignidad. La doctora Nora López cuenta su experiencia como alumna de Gilberto: “Conocí al Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa tres años antes de graduarme como médica, me impactó desde el primer momento, vestía una camisa blanca, tipo indígena, calzaba alpargatas y su pelo era muy corto. Su apariencia era muy lejana a la del médico común. Cuando él entró al piso ocho, lo primero que nos dijo fue que si nosotros íbamos a ver a los pacientes, debíamos tocarlos pero aprendiendo a respetarlos, y nos dio a continuación una serie de orientaciones para aproximarnos a ellos…nos decía que podíamos tocar la lesión, pero no sin antes hablar con el paciente, que permitiéramos que él hablara de su existencia, de su vida, pues así él nos tomaría confianza y sentiría el calor nuestro, pero en el caso de que no quisiera o no nos diera permiso; hasta ahí debía llegar nuestra observación. Esa enseñanza quedó grabada en mí para siempre”. Sus clases de semiología fueron siempre extramuros y de campo. Enseñaba a sus alumnos a observar el comportamiento y la actitud de la gente en el marco de su contexto social. Realizó muchos recorridos en autobús con sus alumnos y alumnas para observar los grupos sociales: sus edades, a qué estrato social pertenecían; y así, los enseñaba a aguzar sus sentidos con respecto al diagnóstico sobre las enfermedades de la piel y otras patologías. Esta manera de enseñarlos, iba dejando profundos aprendizajes en sus alumnos/as: 56

“…desde entonces, cada vez que yo iba en un autobús me dedicaba a observar atentamente a las personas e iba al mercado libre los fines de semana pues sabía que allí podría encontrar a algunos de mis pacientes y yo quería observarlos e ir identificándolos. Así, por enseñanzas del Dr. Gilberto, aprendí a conocer sus hábitos y todas esas otras cosas del ser humano que tantas veces se escapan durante el examen médico” Nora López. A pesar de lo mucho que se había preparado para ganar el concurso de oposición en la Universidad de Carabobo, y quizás tras la larga reflexión que hiciera en su retiro en la casa de El Castaño, siempre seguía en la búsqueda de un trabajo de mayor contacto con los más desposeídos y su necesidad de acercamiento a la naturaleza, por eso, tal vez , el giro que da a su vida una invitación para visitar Puerto Ayacucho. Era la primera vez que pisaba ese territorio y veía la densa cobertura vegetal de su selva virgen y sus aguas cristalinas, inmediatamente se sintió identificado con ese espacio y más allá del compromiso de la visita de trabajo, se sintió profundamente impactado. Su esposa cuenta que cuando Gilberto regresó a su casa, al abrir la puerta le dijo: “Maritza, vengo de ver el lugar más impresionante del mundo y quiero que nos mudemos para allá” En Puerto Ayacucho edificó una churuata para vivir en un terreno muy próximo al río Carinagua, pero un día, al desbordarse el río, el terreno se inundó y Gilberto se vio obligado a emprender su proyecto en otro espacio. Más tarde, durante sus horas libres y fines de semana, comenzó a construir una casa y a sembrar frutales en una extensa área que perteneció al piloto Pablo Silva. Los planos fueron hechos por Gilberto y él mismo hizo el diseño de todas las instalaciones eléctricas y sanitarias. Todos sus hijos/ as recuerdan la enmarañada red de aguas que solía instalar en todas las casas que construyó. Gilberto hijo, cuenta las vicisitudes que pasaba la familia por esa causa: “Mi papá diseñaba un sistema sanitario demasiado complejo, por ejemplo, para un baño con un 57

lavamanos y una poceta, llevaba un tubo para agua fría, otro para el agua caliente y otro tubo por si el agua caliente fallaba. Las aguas negras del lavamanos la tirabas para el jardín para regar las matas, la de la poceta la llevaba para el subnivel. Era complicadísimo pues todos aquellos tubos se cruzaban en el camino y tenían llaves y ninguno de nosotros comprendía cómo funcionaba aquello. Al final era un enigma, porque cuando mi papá estaba de viaje y nos quedábamos sin agua, nadie sabía cuál era la llave que debíamos abrir. Creo que él se divertía con toda esa parafernalia. Por cierto, esa era la única cosa en la que mi papá era complicado, porque para el resto de las cosas, siempre fue muy simple y sencillo” Esa pasión de ser arquitecto, albañil y campesino lo llevó a sembrar árboles en San Francisco de Asís y en La Colonia Tovar y a construir las casas en El Castaño, El Junquito, Turmero, Amazonas y Aguirre. “Creo que eso de construir casas, respondía a una búsqueda interior y si ahondamos un poquito más, tal vez se debía a su necesidad de transformar, de ir modificando las cosas a las que tenía acceso, para poner sus ideas al servicio de quien lo rodeaba. Mi papá “vivió” su vida sembrando y eso de sembrar árboles frutales en todas las casas y sitios de trabajo en donde estuvo, no fue sólo para satisfacer la carencia de frutas en términos directos, no fue tampoco por tener mangos o cosechar limones, fue realmente la respuesta a aquella sed de ir sembrando y dejando cosas a lo largo de la vida: sembrar ideas, sembrar costumbres, posiciones éticas. Sembrar el carácter. En nosotros, hoy podríamos decir que él logró cosecha”. Gilberto Rodríguez González 58

Impulsado por una necesidad interior de edificar y guiado por el ímpetu de dejar bases sólidas y de generar cambios e incidir en la realidad hasta transformarla, puede afirmarse que la construcción se produce en él como una festividad, como una danza, como ejercicio terapéutico. Tal vez, la intensidad como vive este proceso se vuelven diversión e integración en su ser. Quizás, también, habría que preguntarse ¿Cuánta paz, cuánto silencio o ruido interno trabajó Gilberto, ladrillo a ladrillo?

La boda de Gilberto y Maritza el 24 de diciembre de 1965. 59

Gilberto y Maritza con sus hijos Gilbertico y Levi en Mérida.

Gilberto en una quebrada en La Gran Sabana. 60

En compañía de sus hermanos/as, cuñados/as en el patio de la casa de La Pastora.

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Sus hijos Levi, Ayarí, Yuruaní, Andres Eloy y Gilberto, el día de su graduación de Arquitecto.

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En compañía de sus hijos Gilberto, Andrés Eloy y Levi.

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Capítulo

3

Amazonas, territorio de inmensos constrastes

“…No estás en el camino de tus tierras y gente, y estás perdiendo el hito de tu historia, perdiendo los tesoros de tus ancestros” Alfredo Almeida

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n 1983, Gilberto realizó una visita de trabajo a Puerto Ayacucho y este primer contacto le causó una impresión indescriptible. Se sintió maravillado ante la imponente selva pluvial. paseó entre gigantes vegetales, lianas y epifitas. A diario contemplaba admirado el paisaje adornado de bromelias y orquídeas. En una oportunidad confesó que allí se sintió fascinantemente deslumbrado . Si bien es cierto que ese escenario geográfico le causó un impacto visual y sensorial, la precaria situación de salud de la población indígena lo conmovió profundamente y lo comprometió políticamente . Fue por eso que decidió vivir en ese territorio a fin de integrarse a él para compartir las dificultades de las comunidades y desde la cercana convivencia, compartir también conocimientos, producir cambios que permitieran mejorar las condiciones de vida y salud de los indígenas. Al comienzo, se instaló solo y más tarde la familia vendría a acompañarlo en ese nuevo sueño . Su estancia en Amazonas se prolongó por más de once años. Después, él mismo contaría que Amazonas le permitió tener un verdadero encuentro con Maritza y con toda su familia, además de una inigualable tranquilidad y armonía espiritual. En los cortos ratos libres solía sentarse a orillas de las quebradas para escuchar el eco de la selva, observar la flora y la fauna y el 67

vaivén de las embarcaciones fluviales o admirar esa diversidad cultural sembrada por nuestros ancestros. Para él, estar allí, era como envolverse en ese mundo mágico y ensoñador que lo nutría anímica y físicamente. Inició un trabajo con las comunidades indígenas, integradas aproximadamente por 17 grupos étnicos: los yanomami, guahibo, piaroa y yekuana; cada uno con su lenguaje, religiones, tradiciones y costumbres diferentes. Su hijo Andrés Eloy recuerda esos tiempos: “… él se fue primero y duró allá aproximadamente dos años solo. Yo recuerdo que antes de mudarnos, tal vez fui dos o tres veces y cada cierto tiempo él venía para Maracay. Fue una época en la que por una parte estaba muy compenetrado con su trabajo, pero por otra, tenía una profunda soledad, la cual manifestaba frecuentemente en las cartas que le enviaba a mi mamá y a nosotros nos hacía mucha falta su compañía, por eso, después, nos fuimos todos menos Gilberto, que ya estudiaba en la Universidad en Caracas. A Levy se lo había llevado papá con anterioridad” En una de esas visitas a Maracay, Gilberto fue al Liceo donde estudiaba Levy a buscar su boletín de calificaciones y al ver el bajo rendimiento escolar de éste se convenció de que debía estar más cerca de su hijo con la finalidad de acompañarlo en su formación y arraigarlo en la práctica del trabajo, entonces lo invitó para Amazonas y el muchacho aceptó. Hoy Levy nos resume parte de su experiencia: “A los cinco o seis días de estar allá, conocí a un amigo de él que se llama Rubén Montoya y entonces ellos me llevaron a la finca de la familia Cardozo. Era una finca grande, con ganado y río. Creo que

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mi papá sabía que con mi visita y permanencia dentro de esa finca yo iba a enrumbar mi camino. Desde esa noche me quedé viviendo ahí, recuerdo que íbamos caminando por esas tierras y él me las mostraba lleno de admiración y al rato yo le dije: – Papá aquí es donde yo quiero vivir - y enseguida me respondió: – Quédate de una vez, hablaremos con el dueño. Entonces me quedé. Hoy entiendo que mi papá se fue satisfecho pues había logrado uno de sus objetivos. Al otro día regresó con mi ropa, una bolsa de comida y unos cartuchos que yo le pedí para la escopeta. Para ese tiempo yo tendría como quince o dieciséis años. Allí viví varios meses. Dormía en una hamaca con una escopeta y arrullado en la madrugada por el bramar del ganado. Aprendí a ordeñar, a hacer queso de mano, a hacer jabón, a sembrar. Me sentía sorprendido pues no me cansaba, yo recordaba que en la ciudad las rumbas me agotaban… yo no recuerdo en qué momento dormía allá, pues pasaba todo el día trabajando y toda la noche pescando. En esos tiempos, yo sentía que en el campo no hacía falta dormir mucho, tal vez por el oxígeno que me brindaba toda esa vegetación. Esa fue realmente una experiencia hermosísima en mi vida” Así, estimulado por su papá, Levy estuvo en la comunidad piaroa, enseñándola a cultivar hortalizas y a construir galpones para criar pollos. La experiencia en Amazonas marcó huellas en él y lo enrumbaron profesionalmente. Años más tarde se graduaría de Zootecnista en la Escuela Agronómica Salesiana del Estado Barinas.

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Gilberto supo transmitir a sus hijos con gran entusiasmo, esa afición que él había iniciado en el corral de tierra de la casa de La Pastora y que le sirvió tanto a Levy como a Andrés Eloy para definir su camino profesional. “Yo aprendí con los piaroa a construir con bahareque y les enseñé a cultivar hortalizas y a diseñar un galpón para criar pollos. Construíamos el galpón y después lo derrumbábamos para que el otro grupo de muchachos lo hiciera de nuevo y todos aprendieran en forma práctica. Así hacíamos las clases cada día. Tiempo después, en el fundo El Canarín, mi hermano menor, mi papá y yo criamos pollos. Ahora quisiéramos repetir la experiencia pues Andrés Eloy se graduó de médico veterinario”. Levy Rodríguez González. En Amazonas, en sus primeros años, Gilberto vivió detrás del Hospital José Gregorio Hernández. Después de un tiempo compró un extenso terreno donde los fines de semana y en las horas libres, construyó su casa para vivir con Maritza y sus hijos. Andrés Eloy recuerda detalles de la experiencia de la construcción de la casa en Amazonas: “Ese fundo se lo compramos nosotros en trece mil bolívares, a una profesora, llamada Carmen Rosa, viuda de un piloto. Era un terreno como de cinco hectáreas que tenía una casita de palma, que como ya estaba casi destruida, tomamos de ella los palos de parature que es una madera muy dura y los utilizamos en la construcción de nuestra casa, cuyo diseño hizo mi papá - yo aún conservo los planos – Casi todos los fines de semana, nosotros ayudábamos en la construcción. Para ese entonces, ya Levy estaba estudiando en la Escuela Salesiana de Barinas. 70

A papá le interesaba que nosotros tuviéramos conocimientos de plomería, electricidad y albañilería y nos enseñó todo eso. El diseño era muy particular: mi papá quería que la brisa corriera por el centro de la casa y para ello colocó ventanas por todo el pasillo. Recuerdo que cuando hicimos la placa del techo había un solo parature como soporte y la gente se burlaba y le decía –Gilberto tu estás loco, ese palo solito ahí, en todo el medio, se va a caer– Después, fuimos armando la casa y cuando la terminamos, el parature que se había colocado al principio, constituyó la base para la esquina del mesón de la cocina y quedó perfecto” Gilberto trabajó incansablemente para mantener a su familia. Asumió un cargo de médico en la Unidad Militar de Amazonas para compensar los gastos. Sus familiares cuentan que ni siquiera podían tener un buen cableado para hacer llegar la electricidad a su parcela. Pese a esas dificultades económicas, él siempre contó que cuando estuvo en esa tierra gozó de una alta calidad de vida y en sus horas libres podía sembrar y recrearse con sus animales y sus plantas. Estar en el Amazonas es convivir directamente con la naturaleza –solía decir Gilberto– Él se creía privilegiado por vivir cerca de un río cuya amplitud era similar a la de un inmenso mar, pero lo que más le importaba era sentirse cerca de los pueblos indígenas, sus culturas, aprendió a saborear sus comidas y estudió la medicina de El Chamán. Era frecuente que él se internara durante una semana o quince días para convivir con las familias indígenas, dialogar con ellas y así, conocer su situación de salud. Magda Magris, médica rural de Amazonas durante la gestión de Gilberto como director de salud, cuenta:

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“Su lucha se centró en adecuar los programas a la realidad indígena, tomando en cuenta las diferencias culturales de la población en Amazonas para crear un sistema de atención de calidad” Las enfermedades que con más agudeza se manifestaban eran la malaria, la tuberculosis, la fiebre amarilla, la hepatitis, el paludismo, el dengue y la diarrea. Él había observado que no existía una vigilancia epidemiológica adecuada y que se mantenían unas condiciones que mostraban una situación de injusticia social. Ese panorama arraigó aún más a Gilberto y lo hizo emprender una lucha infatigable contra las condiciones que favorecían esas endemias, las cuales hacían que las comunidades indígenas murieran o padecieran de enfermedades absolutamente prevenibles, como las respiratorias, las patologías gastrointestinales: diarreas y parasitosis, así como las enfermedades infectocontagiosas y las dermatológicas. Carmen Hernández, su secretaria en la Dirección Regional de Salud, expresó: “Durante su gestión hubo cambios importantes, se dio más atención a a los indígenas e insistía en dar respuesta a cualquier emergencia, consideraba que debía solicitarse el apoyo que fuera necesario: a los militares, a las otras instituciones, a quien correspondiera, lo apremiante era actuar. Tenía una forma de trabajo diferente a la de los directores anteriores” Para ese entonces el gobernador del estado era Bernabé Gutiérrez, máximo representante del partido Acción Democrática, en cuyo período los brotes y endemias asociadas a las enfermedades más frecuentes reflejaban la ausencia de una política de salud y de saneamiento ambiental coherentes con esa realidad socio cultural. La acción del Estado se caracterizaba por la deficiente infraestructura: pocos centros de salud, ausencia de equipos y medicamentos, escasez de personal médico y sólo se producían

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acciones esporádicas ante situaciones esencialmente graves. Aunado a esto, reinaba la corrupción. Gilberto denunció constantemente desviaciones de fondos, sin que se le prestara la atención y correctivos pertinentes. América Perdomo recuerda cómo esta situación se mantuvo tiempo después, cuando ella era directora de Malariología en Amazonas: “Descubrimos un caso de corrupción que marcó historia en la región, fue el de la supuesta construcción de diez acueductos. Bajo las orientaciones de Gilberto se realizó una investigación y se confirmó el acto de corrupción con las pruebas y detalles que fueron presentados ante los tribunales, los cuales constataron que efectivamente, los constructores habían percibido el pago, sin que hubiesen efectuado las obras. A pesar de haber sido demostrado el fraude, los tribunales utilizaron todas las mafias ligadas al Poder Judicial para no sancionar a los implicados, pues estaban ligados al partido de gobierno. Lo importante de esta investigación fue que por primera vez se planteó ante la sociedad amazonense un hecho de corrupción que fue probado y en el cual se señalaba a cada uno de esos constructores quienes con frecuencia efectuaban convenios con el Ministerio de Sanidad y cobraban cuantiosas sumas de dinero por obras que nunca realizaron” Claro está, el combate contra la corrupción se enfrentaba a toda una estructura de intereses por parte de los funcionarios públicos, por lo cual Gilberto siempre fue víctima de agresiones y en más de una oportunidad atentaron contra él, pero a pesar de todo, continuaba combatiendo la corrupción y tomando medidas correctivas hacia aquellos trabajadores/as a quienes les comprobaba irregularidades administrativas. 73

A pesar de estar convencido de que la corrupción socavaba la legitimidad de la Dirección Regional de Salud, continuó su titánica labor e hizo seguimiento a muchos sindicalistas que eran trabajadores/as adscritos a la institución. La práctica y la observación le hicieron relacionar el sindicalismo con la destrucción de las instituciones de salud y tipificó esos casos de una manera exacta y bien calculada y su denuncia desenmascaró a quienes nadie antes se había atrevido a tocar, ya que en esa época eran fieles representantes de los dictadores y caudillos del Territorio Federal de Amazonas. Estaba atrapado en una situación donde la burocracia era totalmente controlada y ejercida por el poder gremial y político de Acción Democrática y su única arma válida fue siempre el ejemplo. Durante todos los años que trabajó en el Hospital y en la Dirección Regional cumplió el horario a cabalidad, él era quien llegaba primero y se marchaba de último. Rubén Montoya, su amigo y camarada en Amazonas, expresó: “Gilberto fue el médico social que uno siempre ha idealizado: el médico del pueblo, el que está al servicio del más necesitado. A partir de la aparición de Gilberto en mi vida, se fortaleció la propuesta que me había planteado sobre el mundo amazónico, con él pude hacer y deshacer sueños en favor de este Estado. Nosotros formamos parte de un proyecto político a largo plazo, éramos un grupo minúsculo que en nombre de la nueva sociedad nos vinimos a militar amazónicamente en esta parte de la frontera. Nos propusimos luchar hasta lograr la liberación de la sociedad amazonense, combatir -lo que él solía llamar- ´el hamponato democratoide`.” Amazonas era una región donde la exuberante belleza natural contrastaba dolorosamente con la desigualdad, la pobreza y la exclusión social y esta realidad hizo que por primera vez Gilberto se presentara como candidato a alcalde para las elecciones de 1992. Se lanzó públicamente a demostrar su lucha por la dignificación de esta invisibilizada población. Con un grupo de profesionales y jóvenes estudiantes conformó El Movimiento Cívico Mayo y organizó una propuesta de gestión 74

legislativa municipal. En una carroza de madera y con una pancarta recorrían los barrios de Puerto Ayacucho. Distribuían folletos semejantes a aquellos usados contra la dictadura de Pérez Jiménez. Los textos denunciaban: “ a quienes forman los cogollos politiqueros hamponiles que tanto daño le han causado a Venezuela y en particular a Amazonas”. Y su consigna fue“¡¡ES LA HORA DE LA DIGNIDAD!!”. Alejandro Signi, militante de ese movimiento hace un resumen de esa experiencia: “Había pasado el tiempo, se produjeron fuertes alianzas con los jóvenes indígenas de la región que alcanzaron cargos de representación popular, entre otros, Bernabé Arana, alcalde del Municipio Autana, Guillermo Arana, diputado al Consejo Legislativo Regional, René Ye´kwana, ex directivo del periódico Orinoco Indígena y así, bajo los sabios consejos de Gilberto, fuimos participando en movimientos de solidaridad con los pueblos indígenas. Igual respaldo obtuvimos de los estudiantes, con los cuales fundamos el Movimiento Cívico Mayo. Posteriormente y luego de muchas coincidencias en eventos gremiales e institucionales de salud, educación, tenencia de la tierra y turismo, entre otros, decidimos participar en la contienda electoral, llevando a Gilberto como candidato a Alcalde del Municipio Atures y avalado por la organización que formamos, el cual denominamos `Movimiento Amazonas Nuestro`. Con este Movimiento realizábamos recorridos por los barrios de Puerto Ayacucho, presentando a nuestro candidato a Alcalde, pero la experiencia en términos de búsqueda de resultados electorales no fue buena porque era muy difícil la comprensión de los mensajes que estimulaban a crear instancias organizativas para la solución de sus propios problemas y éstos resultaban nulos ante las demandas de cargos de trabajo, becas, favores, promesas y comisiones a

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las que estaban acostumbrados a recibir por parte de los políticos de Acción Democrática y COPEI, a cambio del voto” El Movimiento Cívico Mayo combatió siempre al modelo político clientelar que se había agotado y que condujo al empobrecimiento de la población y al descrédito institucional del Territorio Federal Amazonas. De igual manera, se manifestó rotundamente en contra de un sistema de corrupción que había erosionado la dinámica social amazonense y denunció militantemente esa situación de crisis moral; de inmensas brechas sociales y económicas y, por primera vez, la población amazonense se colocó en una disyuntiva política: cambiar o continuar en la ingobernabilidad que sembraron las cúpulas partidistas de Acción Democrática y COPEI. El programa que presentaba el Movimiento Cívico Mayo estaba centrado en la conquista de una sociedad más justa y contenía propuestas específicas relacionadas con el desarrollo socioeconómico de Amazonas, entre las cuales destacaban: 1. Leyes para el nuevo estado: “Impulsaremos una organización político territorial que tome en cuenta la complejidad del estado, situación fronteriza y su extraordinaria riqueza ambiental”. 2. Lograr un Concejo Municipal con mayor eficiencia: “Los cargos serán por concursos. Hay que modernizar las ordenanzas o leyes municipales y crear una especialmente para el turismo. No dar más contratos ni a corruptos ni a personas que tengan otras fuentes de ingresos económicos. Los contratos serán, en su mayoría, para el pueblo organizado. Se realizarán cabildos públicos en las principales poblaciones del interior hasta tanto la asamblea legislativa conforme nuevos municipios.” 3. Acelerar y apoyar la participación popular e incorporar a las poblaciones urbanas o rurales, indígenas o criollas a programas como los de auto construcción de viviendas y urgente solución al problema de cloacas en los barrios. 76

4. Atender la problemática indígena: “Luchar por la regularización de la tenencia de la tierra para las comunidades y grandes poblaciones indígenas aún arraigadas en sus territorios originarios. Contribuir en forma decidida al desarrollo de sus propias culturas, pervivencia de sus idiomas y cosmovisión”… 5. Desarrollo socio- económico: “Incentivar la producción agroanimal así como la pequeña y mediana industria; incentivar el eco-turismo, regulándolo con una ordenanza especial en cuya redacción participen los indígenas. Descentralizar algunas labores municipales para generar empleos fijos en los barrios, como por ejemplo: recolección y bote de basura, mantenimiento de parques, jardines y vías públicas, incentivar el desarrollo de cooperativas y crear programas permanentes de formación ciudadana” 6. Servicios públicos básicos:”Plan de educación general sobre aprovechamiento de basura orgánica. Fortalecimiento del transporte escolar y creación de rutas de transporte colectivo con circuito rápido” 7. Ejidos y terrenos municipales: “Rescate de las grandes posesiones de terrenos ociosos situados más allá del río Cataniapo, hoy en manos de terrófagos insaciables. Igualmente los terrenos municipales en situación de engorde serán revertidos a la propiedad municipal aplicando las leyes vigentes” 8. Programa de seguridad (Delincuencia, inseguridad, sistema carcelario, policial y judicial) “Crearemos un programa de seguridad con participación vecinal para lo cual la policía territorial deberá tecnificarse y convertirse en un cuerpo de servicio integral. Los cargos judiciales se proveerán por concurso, a fin de evitar que algunos juzgados apoyen a los delincuentes políticos.” 9. Vivienda y urbanismo: “Impulsaremos programas de auto construcción; las viviendas de interés social se asignarán 77

por estricta necesidad de las familias y no por componendas o corruptelas partidista.” 10. Deporte, recreación y cultura: “Fomentar el deporte desde el mismo seno del pueblo. Hay que fortalecer una dirección de cultura que trabaje para la escuela de música, el grupo orquestal de instrumentos indígenas y para generar actividades eco-museísticas. Lucharemos por la construcción del Parque Zoo-Botánico, el Parque La Tortuga y el Parque Cerro Pintado” 11. Asesoría jurídica: “Ante muchas violaciones de sus derechos, el pueblo no tiene dónde recibir orientaciones, para ello crearemos una oficina de reclamos y asesorías que, junto con la Fiscalía del Ministerio Público permitan orientar a quienes requieran ayuda.” Este programa estaba signado por esa férrea voluntad que el grupo poseía y además daba especial sitial a la educación y la salud y consideraba también una serie de planteamientos de contraloría social para evitar la corrupción y el despilfarro en estas instancias. Desde 1983 hasta 1987 Gilberto fue Adjunto de Atención Médica y también dermatólogo del Hospital “José Gregorio Hernández” y presidente del Colegio de Médicos. Durante toda su estadía en Amazonas fungió como coordinador ad honorem de las pasantías de “Medicina Integral de Ambiente Rural” de la Universidad Central de Venezuela. En 1988 fue Director del Hospital José Gregorio Hernández, en 1991 Director Regional de Salud hasta su destitución. Este cargo le fue restituido por Edgar Sayago, el primer gobernador electo de Amazonas. En diversos espacios públicos realizaba círculos de discusiones permanentes en torno a la salud y a la situación socioeconómica y política de Amazonas. En una de esas reuniones nocturnas que organizaba como militante del Movimiento Cívico Mayo, en 78

su afán por incluir al colectivo en la construcción y búsqueda de alternativas en relación con los problemas amazonenses convocó a un grupo de médicos de Puerto Ayacucho e hizo centrar el tema de esa reunión en una reflexión de lo ético. Con palabras muy sencillas, condujo a los presentes a interrogarse sobre su condición de actores/as sociales y los enfrentó a las preocupaciones de la vida cotidiana, de esas dificultades con las cuales nos encontramos en el contexto de nuestros intercambios con la gente. Así les habló, Gilberto: “...Ahora vamos a plantear la situación de salud en el Territorio Federal Amazonas: tenemos una oferta de servicios médicos de una calidad muy baja, no sólo en Puerto Ayacucho, ya que todos los que vivimos aquí o quienes conocemos Amazonas, podríamos decir sin ningún resquemor y sin que nos quede la menor duda, que la calidad de la atención médica en Puerto Ayacucho y en el resto del Territorio Amazonas es muy baja. Es muy pobre, deficiente y por tanto, deja mucho que desear, eso es una verdad general. Y otra característica de la atención médico sanitaria en Amazonas es que es discriminatoria. ¿Por qué discriminatoria? Porque los que hemos gobernado en Amazonas somos los criollos y somos nosotros también quienes, por mil razones, nos beneficiamos de lo que el Estado invierte en salud: por influencias políticas, sociales; por poder económico, por dominio de la lengua dominante o de ciertas formas de lograr las cosas, lo cual forma ya parte de la cultura. Las poblaciones indígenas de Amazonas son las que menos reciben ese beneficio que de por sí, como hemos dicho, es de baja calidad. Ellas están muy alejadas de las posibilidades que tenemos los criollos. Hay una dotación insuficiente de recursos humanos y materiales; y además están concentrados en Puerto 79

Ayacucho. Las estrategias sanitarias no son las más adecuadas: hay poca mística en el personal, y por último, la participación popular en el proceso saludenfermedad es mínima. Todo eso contribuye a una baja calidad de la oferta. Cada uno de estos puntos por supuesto requerirá una ejemplificación de lo que quiere decir eso en concreto. Cuando yo digo poca mística de trabajo, eso no quiere decir que no existan trabajadores con mística…lo que pasa es que aquí se dan paradojas tremendas, aquí encuentras con frecuencia desde médicos hasta barrenderos, que se roban los equipos o el adhesivo, el frasco con alcohol, las tijeras, cualquier cosa. En cuanto al cumplimiento del horario, por ejemplo, hay sectores que trabajan más de lo que deberían trabajar, pero hay un porcentaje no despreciable, que no es puntual, que no asiste y hay otros que son reposeros. Yo recuerdo, por ejemplo, que una vez pasé una circular, la cual guardo porque es historia. Ell asunto de dicha circular era un llamado de atención sobre el consumo de alcohol de los trabajadores mientras hacían las visitas para tratar la malaria. No eran todos, pero fue necesario pasar la circular porque eso ocurría en las horas laborables… Otro ejemplo es el problema en la lavandería: a las siete y cuarto de la mañana vemos que cada una de las encargadas de la lavandería del Hospital viene con una bolsa de ropa sucia que trae desde su casa; entonces, en su horario de trabajo, en lugar de lavar la ropa del hospital, lava la ropa de su familia… y así podría citar ejemplos sobre los médicos, técnicos, etc. No es que no exista mística, pues hay enfermeras, médicos y obreros con mucha ética, pero es necesario mejorar la mística de todos los trabajadores.

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Por supuesto que el hospital no es lo más importante para la salud del pueblo, pero, por ejemplo, no hay urólogo; no hay otorrinolaringólogo, no hay laboratorio de anatomía patológica y las mujeres mueren de cáncer de cuello uterino porque aparte de las razones de educación, entre otros factores, se suma el hecho de que si le hacemos una citología, tenemos que enviarla a Caracas y algunas veces el resultado llega a los tres meses o no llega, esto significa deficiencia de recurso humano importante. Las políticas de salud son inadecuadas: aquí IPASME, Sanidad, el Seguro Social y la Alcaldía tienen, cada uno, sus propios servicios médicos y la Gobernación tiene sus propios servicios de atención, entonces los médicos ejercen múltiples cargos y trabajan por aquí y trabajan por allá y en todas partes se menoscaba su labor. ¿Cuáles serían las propuestas? -preguntó un participanteCreo que las propuestas que yo tengo no agotan las posibilidades de mejorar la situación, pero pudieran servir, por lo menos, para orientar el camino. Una propuesta es que los cargos importantes deberían nombrarse por concurso. En Amazonas, el poder político se expresa de una manera muy brutal, caudillezca, atrasada, feudal: desde el cargo para barrer en el hospital, hasta para el de Director Regional de Salud requieren como mérito fundamental el de ser militante de X partido político, tal vez esto ocurre en igual o menor medida en el resto del país. Si uno analizara las instituciones públicas, observaría que están carcomidas por el clientelismo político; 81

se ha establecido una relación de humillante a humillado: cuando a alguien le piden una carta o una tarjeta de recomendación, lo están humillando indudablemente, pero como se tiene la necesidad y no la suficiente valentía, pues se busca la carta o la tarjeta, y por dentro se siente la humillación y se establece una relación hipócrita entre el humillado y el que lo humilla y a la larga eso hace que cualquier organización, se derrumbe porque la gente no ingresó de corazón o por méritos reales, sino que fue enganchado, así, tan impersonal y ajeno, como en un gancho de esos de colgar carne en un frigorífico. Otra propuesta se referiría al aspecto de formación de recurso profesional y obrero. Se requiere una formación especial porque aquí en Amazonas existen unas patologías específicas. Esto es fundamental. Para cambiar la situación de salud en Amazonas, la formación debe ser constante y pertinente. La tercera línea que consideraríamos es el fortalecimiento de la estrategia llamada Atención Primaria de Salud. Mucha gente cree que Atención Primaria de Salud, es atención de salud barata para la gente pobre y eso no es así. Pudiera funcionar para el Country Club, por ejemplo, allí la gente pudiera reunirse y formar su comité de Atención Primaria de Salud ¿Por qué? Porque a lo mejor están muy gordos y sufren de obesidad o sufren de gota por comer mucha carne roja. Entonces pudieran reunirse para tratar de lograr una mejor salud y una tecnología relativamente accesible, aceptable por la comunidad y donde ellos participan en todo ese proceso de mejorar la salud, con menos hipertensos o menos obesos, menos personas que sufran “x” problema de salud.

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La Atención Primaria de Salud, pretende que, con la participación de la comunidad ayudada por el equipo de Salud se detecte el origen de los problemas, por ejemplo en Río Negro, Manapiare, ayudados por el médico, el trabajador social, la enfermera, algún otro refuerzo y con la comunidad, se trataría de detectar cuáles son sus problemas de salud más importantes: diarrea, caries, o la que fuere, entonces se fijarían los planes de trabajo que, sin inversiones muy costosas, logren elevar el nivel de salud de esa población. En Puerto Ayacucho por ejemplo, un Comité de Atención Primaria de Salud, pudiera analizar los accidentes de tránsito. Si se observa (yo lo he hecho) que los accidentes de tránsito ocurren de viernes a domingo y en la recta que va hacia el aeropuerto y además, casi siempre involucran a jóvenes que se encuentran bajo influencia alcohólica, un comité de salud diría: vamos a intervenir en estos factores ya detectados, y eso es económicamente barato: bastaría una alcabala móvil, una campaña educativa y eso sale barato. Pero lo que no puede hacer un comité de Atención Primaria de Salud, es luchar para que en el hospital tengamos una sala de terapia intensiva para poder atender a los que chocan a cada momento” (Trascripción de una cinta grabada, sin fecha; propiedad de Gisela de Montoya, sobre una reunión de Gilberto Rodríguez Ochoa con un grupo de trabajadores de la salud de Amazonas) En este discurso se evidencia una vez más su posición ante la fragmentación del sistema de salud y su incansable lucha contra la corrupción, destacando la ausencia de ética en la función pública . Es testimonio también de su perseverante esfuerzo por construir ciudadanía en cualquier lugar y tiempo y expresión de su observación crítica diaria de los espacios y relaciones 83

humanas donde trabajaba. Esta actitud fue una constante en su vida profesional como Médico Rural, como Director Regional y como Ministro de Salud. Los que conocimos a Gilberto sabemos que incesante y vehementemente, estuvo luchando por un sistema con una interrelación de políticas que tomara en cuenta cada zona o región del país con la finalidad de dar respuestas a sus problemas específicos y de atender prioritariamente a la población en situación de exclusión social en todo el territorio nacional. En sus declaraciones por prensa, radio o televisión mantuvo su sencillez para expresar con mucha claridad sus ideas, preocupaciones y alternativas para la salud del pueblo. Tenía una necesidad intrínseca de que la gente entendiera y comprendiera sus propios problemas para así ayudar a resolverlos. Gisela de Montoya contó que como Director Regional de Salud creó un programa de actualidades en Amavisión que era la televisora regional y a través de ese espacio televisivo dio charlas dirigidas a madres, familias y jóvenes. También hizo muchas entrevistas y ocupaba parte de ese tiempo en orientar a los médicos jóvenes y pasantes sobre cómo atender a la población indígena y las particularidades geográficas y culturales de la región. Magda Magris habla sobre esa vocación docente de Gilberto: “Conocí a Gilberto en el año 89, él era el encargado de los pasantes del Proyecto Amazonas y a pesar de ser un especialista en dermatología nos dio una clase sobre la situación de salud en el estado Amazonas, con una visión sumamente comunitaria. Como pasantes de la Universidad Central habíamos sido entrenados con una formación curativista e individualista y aquí nos conseguimos con un docente que tenía una visión de Salud Pública Integral” Durante 1991 Gilberto Rodríguez Ochoa realizó un proyecto para la creación de un hospital indígena destinado a la comunidad de 84

Platanillal y Puerto de Samariapo el cual tendría churuatas como salas de atención; con chinchorros como lugar de reposo. El hospital brindaría un espacio para que los pacientes convivieran con su familia durante su hospitalización. En la maqueta se previeron los fogones para que los familiares de los pacientes prepararan sus alimentos. Este proyecto no se pudo concretar debido a la falta de financiamiento, tanto por parte del Ministerio como de otras instituciones de Cooperación Técnica, pero cuando Gilberto estuvo como Director del Hospital mandó a construir una churuata y la puso a funcionar como sala de atención. El Doctor Jesús Toro recuerda que Gilberto le comentaba que algunas/os integrantes del equipo médico se resistían a brindar atención allí, porque consideraban que carecía de las condiciones adecuadas. A pesar de todas esas iniciativas y de un trabajo honesto con mucha responsabilidad y compromiso social, sumado a su eficiente labor en la Dirección, en junio de ese mismo año, Gilberto fue destituido sorpresivamente por el Ministro Pedro Páez Camargo, debido a sus constantes denuncias sobre la grave crisis asistencial en el Territorio Federal Amazonas y en las que responsabilizaba al Ministerio de Salud y Asistencia Social de esa situación. “Dicen los informes que en sólo cinco meses el Dr. Rodríguez Ochoa se enfrentó valientemente a las mafias que se robaban las medicinas destinadas a las medicaturas indígenas y rurales, reintegró las partidas a los servicios correspondientes, que antes se escapaban para fines extraños a los previstos. Trató de poner orden en los puestos de trabajo y estableció el mantenimiento para mejorar la logística”. El Nacional 18/06/91 Luís R. García César Arismendi, su amigo y compañero de militancia política expresa: “Debido a estas posturas irreconciliables, Gilberto fue despedido sin tomar en cuenta sus comprobados 85

méritos gerenciales, su visión de país e incuestionable armadura ético-moral. Así, volvía Amazonas a darle continuidad al círculo vicioso de la ineficiencia en servicios y atención de la salud. Volvía el desagüe de recursos presupuestarios y financieros para fines obscuros y volvíamos al incremento de la morbi-mortalidad de las patologías endémicas e infectocontagiosas que afectaban con creces, especialmente a la población indígena de este territorio de selva riquísima, pero sensiblemente frágil a las intervenciones masivas de las manos del hombre y tan codiciado por potencias extranjeras” Amazonas realizó un paro cívico para protestar la suspensión del doctor Gilberto Rodríguez Ochoa y por las calles de Puerto Ayacucho desfilaron los representantes del Consejo Nacional Indio de Venezuela, muchísimas organizaciones de base, así como organizaciones culturales indígenas, la Comisión de la Mujer y la Familia del Consejo Mundial de Pueblos indígenas, muchos/ as vecinos/as miembros y miembras de las comunidades y las ONG’s. Los /as amigos/as y compañeros/as de trabajo hicieron cartas públicas dirigidas al Ministro de Salud y al Presidente de la República. Otro hecho que comprueba la eficiente labor de Gilberto hacia la población indígena es el que se produjo a raíz de su destitución: el Consejo de Ancianos de los piaroa que sólo se reúne una vez cada año y para tratar asuntos del interés de la etnia, hizo una reunión de urgencia para tratar su destitución por considerarla como una amenaza a la salud de sus comunidades. El 15 de junio de 1991 una noticia en El Nacional señala al respecto: “El Consejo de Ancianos de los piaroa fue convocado de emergencia porque consideraron un atropello a la salud de sus comunidades que se pretenda remover del cargo al actual Director Regional de Salud, Gilberto Rodríguez Ochoa...Ahora sienten

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que sus comunidades pueden ser afectadas por el paludismo, que hace inmensos daños en la región, y también se sienten amenazados por el cólera que inminentemente entrará por estos espacios selváticos. Pero, lo que es peor para ellos- según manifestó Guillermo Arana, vocero del consejo de ancianoses que los políticos de la zona estén haciendo todo lo posible por destruir el único médico jefe que le ha prestado atención a sus comunidades y que ha procurado resolver la problemática de la salud rural en apenas cinco meses que lleva de gestión” En 1992, luego de tomar posesión el primer gobernador electo, Edgar Sayago Murillo vuelve nuevamente Gilberto como Director Regional de Salud y retoma sus sueños y, con la misma pasión que había tenido antes, asume y emprende innovadores proyectos. Uno de ellos fue “el Ambulatorio Fluvial” mediante el cual el equipo de salud se desplazaría en una embarcación dotada de medicinas, laboratorio y otros equipos para el tratamiento preventivo y curativo de enfermedades como el paludismo y otras afecciones endémicas de la región. Era una embarcación que había sido bautizada con el nombre de “José Ignacio Baldó” en homenaje al ilustre médico y ex Ministro de Salud. Este ambulatorio fluvial dio cobertura asistencial a 29 comunidades indígenas. También en el proyecto se incorporó a los ancianos para los sabios consejos con respecto a las propiedades curativas de las raíces, cortezas y frutos autóctonos de ese territorio. Fue una iniciativa de un equipo formado por Francisco Armada, médico rural de Maroa, Jesús Toro, médico adjunto a la Dirección y Rubén Montoya, sociólogo militante cultural de la región. Con esta propuesta se intentaba dar respuesta a las necesidades y adaptar la atención de salud a las características específica de esas comunidades. Así también, Gilberto se aproximó a una labor de contraloría social y sentó un precedente que permitía a los ciudadanos/ as amazonenses la oportunidad de hacer sugerencias sobre 87

asuntos públicos a los cuales tenían derecho. Con este ejercicio democrático también estaba dando luces de cómo hacer el seguimiento de proyectos vinculados con la realidad local y daba espacio para la evaluación de su gestión. Rubén Montoya, quien muchas veces lo acompañó a reuniones y asambleas atestigua: “Por primera vez, un comisionado de salud le presentaba cuentas al pueblo. Gilberto tomaba un atril, una pizarra y con la máxima pedagogía, en lenguaje sencillo, daba a conocer a todos la distribución del presupuesto de la Dirección: ¿Cuánto había quedado? ¿Qué debería hacerse? ¿Cómo y dónde debería invertirse? Informaba también sobre los problemas del hospital. La gente empezó a sentir una fase desconocida, jamás imaginada por ellos. Él decía que la Dirección Regional de Salud no podía seguir siendo la caja chica de un partido político para satisfacer las necesidades económicas de los individuos que se encontraban como directores y mucho menos, hacer lo que les diera la gana con el dinero del pueblo” Mientras fue Director Regional de Salud, nunca dejó de ejercer su rol de médico y educador comunitario a la par que realizaba innumerables supervisiones. En ese entonces, fue el primer Director que abandonó el escritorio para trasladarse a las comunidades indígenas y profesar coherentemente en su lucha por una salud digna, caracterizada por la equidad y justicia social. En sus recorridos llegó a San Carlos de Río Negro, Maroa, Atabapo, Atures, Isla de Ratón, Manapiare, La Esmeralda, Alto Orinoco y también se acercó a Ocamo, donde está ubicada una comunidad yanomami. Para ninguno de sus amigos/as era desconocido cuánto le afectaba el abandono que sufría esa población. Durante la supervisión escuchaba atentamente a la gente y así conocía personalmente los problemas. De igual manera, se 88

relacionaba directamente con el personal y los observaba en sus áreas de trabajo. Vigilaba en qué invertían los recursos y precisaba cuáles eran las necesidades sociales de cada comunidad. En la práctica diaria se planteaba la adaptación de la medicina típicamente occidental a una más cónsona con la cultura de los grupos indígenas, tomando en consideración la diversidad y complejidad cultural y dándole mucho valor al saber popular. La lucha que emprendió no sólo se circunscribía a la corrupción y al saqueo protagonizado por el bipartidismo amazonense, su lucha también se extendió contra “Las Nuevas Tribus” y en sus diferentes charlas, expresaba que este grupo representaba un problema de soberanía muy delicado desde hace treinta y cinco años, por ser un movimiento que cumplía un papel de agente interventor en distintos aspectos de la región. Consideraba que era una estrategia norteamericana muy bien armada y combinada en América Latina. En nuestro caso, la ubicación geográfica que este grupo tenía en el corazón del estado Amazonas, le permitía llevar a cabo proyectos de colonización, exploración y explotación de los recursos de la zona. Además según su denuncia, este grupo se caracterizaba por lograr el aislamiento de las comunidades donde ellos operaban, estimulando la pugna con aquellas que no comulgaban con su credo. Gilberto estaba convencido de que este grupo contribuía a la desculturización indígena y rechazaba tajantemente que muchos indígenas aprendieran primero el inglés que el español. Esta misión evangélica norteamericana, fue expulsada de la región el 12 de Octubre de 2.005 por decreto del Presidente de la República. Su postura política, su compromiso por la conquista de los derechos humanos de los indígenas, el combate contra la corrupción y su constante acusación a grupos aliados del gobierno, como es el caso de “Las Nuevas Tribus”, así como su infatigable denuncia frente a las desigualdades, abandono e injusticia social de las que era víctima el pueblo amazonense, no pudo tener otra respuesta que la persecución. Después de la rebelión militar del 89

4 de febrero de 1992, sufrió los embates de la persecución por parte de la policía. La gestión económica y política del gobernador Bernabé Gutiérrez en Amazonas, era un fiel reflejo de la gestión de Carlos Andrés Pérez en el país y a pesar de haber sido Amazonas una región que nunca fue tomada en cuenta para la ejecución de las políticas de desarrollo social y económico, a raíz de la rebelión militar, acosaron a quienes estaban en contra de los desmanes políticos de lo que había constituido esa democracia representativa. Gilberto y su grupo de amigos/as militantes fueron víctimas de este contexto político. Héctor Belisario, quien siempre acompañó a Gilberto en el Movimiento Cívico Mayo rememora los hechos: “Después del 4 de febrero hubo persecución en contra de Gilberto y todos pensábamos que, como él, seríamos allanados y presos; pues éramos un grupo muy pequeño ya identificados con Chávez. Recuerdo que mientras estábamos realizando una reunión, una comisión de la División de Inteligencia Militar vino desde Caracas a interrogar a Gilberto. En esos tiempos él trabajaba para el Ejército y ese día, el interrogatorio al que lo sometieron duró desde las ocho de la mañana hasta el mediodía; simultáneamente, fue allanada su casa” El 27 de noviembre del mismo año Gilberto se vio obligado a resguardarse y tomar medidas preventivas en relación a su familia. Andrés Eloy, quien lo acompañó en ese momento puntualiza: “Mi papá tenía muchos enemigos en el estado Amazonas por constituir un serio obstáculo para la corrupción reinante. A eso podría añadirse su simpatía con el movimiento bolivariano que, de una forma u otra, participaba en lo que se estaba gestando. Aquella mañana, como de costumbre me llevó al colegio y veinte minutos más tarde me fue a buscar muy preocupado. En el camino a casa me orientó acerca de los cuidados que debía tener porque yo podría ser un blanco potencial de venganza para los enemigos. 90

Al llegar, mi papá se cambió de ropa, se puso una chaqueta de camuflaje que le habían regalado en el Batallón Paramaconi también se puso botas, pantalón verde, y tomó algunas cosas de primeros auxilios, alimentos deshidratados y herramientas básicas. Yo también me cambié de ropa y nos fuimos juntos a la montaña. En esa montaña que habíamos conocido tiempo atrás, él había escogido una cueva como escondite, pues era de difícil acceso, un poco estrecha y bastante limpia internamente. Mientras caminábamos me informó que iba a permanecer escondido unos días en esa cueva y nos pusimos de acuerdo con algunas señales particulares. Yo regresé a casa unas horas después de haber conversado mucho con él dentro de la cueva” Los enfrentamientos y persecuciones que pudo sufrir Gilberto se debían en gran medida, a esa lucha que había emprendido contra las prácticas reñidas con la ética y el bien común, las mismas que había percibido como hábitos entre los responsables de la toma de decisiones de Amazonas; en los cuadros políticos de Acción Democrática y COPEI y a los que denunció permanentemente. Durante los once años de vida en Amazonas, fue un luchador militante contra la corrupción, la cual reinaba en las diferentes administraciones públicas del estado y una cultura antidemocrática en la que de antemano se conocía quienes serían los gobernantes, los cuales, al salir del ejercicio activo del poder político, lo hacían en condiciones substancialmente mejoradas como producto del enriquecimiento ilícito. El proceso de corrupción había creado grandes desigualdades y enormes brechas sociales y desde esta perspectiva, Gilberto se convirtió en un obstáculo para su continuidad. En una carta pública que hiciera en defensa de Rubén Montoya, declara “El Ministro del Interior dijo hace un año, que Amazonas era una tierra de nadie. Eso lo sabemos

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mucho mejor quienes aquí sufrimos minuto a minuto las fallas del agua a orillas del octavo río del mundo, según nos dijeron en primaria, quienes pagamos la electricidad más cara y con peor servicio de Venezuela, quienes morimos ante la voraz e insaciable especulación de muchos comerciantes, quienes somos humillados por funcionarios civiles y militares o quienes recurrimos incluso a la invocación de Dios para que nos permita una llamada telefónica y quienes carecemos de áreas recreativas. Somos nosotros los que sabemos demasiado bien por qué, Amazonas es una tierra de nadie” Ese territorio que antes se le mostró como fascinante y de profundo impacto sensorial y afectivo, también fue para él, un territorio de inmensos contrastes y allí, supo mostrar la ignorada población indígena respetando su cultura y haciendo valer sus derechos sociales. Amazonas fue el espacio escogido para demostrar su postura antiimperialista, su encarnada lucha contra quienes desde el poder, saquearon los bienes del pueblo y obstruyeron su desarrollo. Su vida en Amazonas fue en todo momento, una práctica de su militancia política y ecológica.

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Folleto de campaña de Gilberto Rodríguez para alcalde.

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Actual entrada del Fundo El Canarín.

La casa que Gilberto construyó en el Fundo El Canarín.

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Gilberto acompañado de una amiga en la casa de El Canarín.

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El Sr. Héctor Belisario, amigo de Gilberto y militante del Movimiento Cívico Mayo.

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Gilberto recibe al Ministro de Sanidad y a su hermano Arnoldo cuando era presidente del PAMI

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Capítulo

4

Contra una visión tubular de la salud…

“Si no se toma conciencia de esta realidad, los manotazos de los náufragos que cada vez son más, harán zozobrar la nave y nos hundimos todos” Eduardo Galeano

E

n 1994 mientras se encontraba trabajando en Amazonas, Gilberto recibió la llamada del doctor Jacinto Convit quien le informaba que lo había postulado ante el Ministro de Sanidad y Asistencia Social como Director General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental y le argumentaba la importancia de su contribución en esa institución. El nuevo Ministro Carlos Walter conocía la trayectoria de Gilberto Rodríguez Ochoa como trabajador de la salud y lo instó a ocupar ese importante cargo. Gilberto y algunos de sus amigos/as vieron esta propuesta como la posibilidad de lograr los cambios que soñaron para Amazonas y que fueron frustrados a causa de la lucha de poder. Maritza se quedó en Amazonas ocupándose de la venta de la casa y para acompañar a su hijo Andrés Eloy quien debía culminar el cuarto año de bachillerato. Gilberto volvió al estado Aragua y se instaló nuevamente en su casa de Turmero e inmediatamente buscó la ayuda de muchos amigos/as para oír y repensar qué hacer desde esta organización en función de la salud y de las necesidades del pueblo. Con la humildad que siempre lo caracterizó y a pesar de que él no había crecido en el interior de la emblemática institución de Malariología, inicia su nuevo rol y se arriesga a los desafíos con una fuerte voluntad de conocer la realidad institucional y su vinculación con el contexto social de este país. 101

Cuando tomó posesión como Director General Sectorial de Malariología convergieron varias situaciones que conducían a los cambios. Por una parte el Ministerio estaba dirigido por el Doctor Carlos Walter, militante del MAS quien abrió las puertas a una gestión más progresista que las anteriores y propició la descentralización del sector salud, la cual conllevaba previamente a una reestructuración del Ministerio de Salud y Asistencia Social y por otra parte, en el año de 1994 se estaba haciendo efectivo el ingreso de recursos extraordinarios para la ejecución de un Proyecto de Control de Enfermedades Endémicas, se había solicitado un préstamo al Banco Mundial por la suma de Ciento Ochenta y Ocho millones de dólares. De esos 188 millones de dólares, el 75% debía ser ejecutado por la Dirección de Malariología y el 25% por el Instituto de Biomedicina. Conciente de la inmensa deuda externa que representaba ese préstamo para la Nación, Gilberto comenzó a hacer esfuerzos para redimensionar el proyecto y reformular sus acciones con la finalidad de lograr que tuviera una mayor pertinencia social. El doctor Jesús Toro, quien lo acompañó en esta gestión rememora: “Gilberto tomó posesión un día viernes, recuerdo que cuando yo recibí como Director de Endemias Rurales me fui para su oficina y allí nos planteamos reorientar todos esos recursos financieros, de tal manera que fuesen lo más eficientes y sustentables posibles, por lo tanto, debíamos reducir las compras de insumos injustificados. Estaba programado comprar 25 millones de dólares en insecticidas, lo que equivaldría a comprar insecticidas suficientes para un año de todos los programas antimaláricos de América y se redujo a seis millones de dólares. Se había destinado siete millones de dólares para comprar medicamentos antimaláricos lo que era equivalente a comprar medicamentos para atender todos los casos antimaláricos para los próximos cuarenta años y entonces se redujo esa cantidad a medio millón de dólares” 102

Esos recursos financieros destinados exclusivamente para Malariología y Biomedicina se recondujeron para beneficiar a otros programas. En una relación estrecha entre el doctor Jacinto Convit y Rodríguez Ochoa se apoyaron programas de otras direcciones, fundamentalmente de la Dirección de Epidemiología: Plan Nacional de Eliminación del Sarampión, el fortalecimiento de la red de diagnóstico en enfermedades infecto contagiosas, se destinaron fondos para la adquisición de vehículos para todas las regiones del país, el fortalecimiento de la Red de Laboratorios de Salud Pública de Venezuela, dotándola de equipos para diagnóstico de sarampión, rubéola y dengue. Además se emprendió la construcción de Unidades de Investigación y Control de Enfermedades Endémicas Tropicales. La primera se inició en La Esmeralda, en Amazonas, la otra en El Piñal, una comunidad al sur de Táchira muy cerca de los límites con Barinas y Apure y otra en Sanare, en el Estado Lara. Los proyectos que emprendió Gilberto Rodríguez Ochoa conjuntamente con Biomedicina, trajeron como consecuencia una fuerte resistencia dentro de la organización, porque el personal sentía que se traducía en conceder espacios ante una institución que siempre fue vista como rival de Malariología. Con su equipo, se propuso trasformar una institución reactiva, que giraba alrededor de la Malaria, en una institución que actuara sobre los factores de riesgos ambientales causantes de múltiples enfermedades en la Venezuela de hoy. Entendía que nuestro país había dejado de ser rural y malárico, para ser urbano y con innumerables problemas de saneamiento, de agua y con una alta contaminación ambiental y atmosférica. Concebía que ésta debía ser una institución que trascendiera la enfermedad, para abocarse a la conquista de una salud ambiental, un organismo que fuera más allá de la restitución del daño, para luchar por la prevención de factores de riesgos y la promoción de la salud. Pretendía una visión integral de la salud, concebida dentro del contexto social de la gente, por lo tanto, no podía seguir llamándose Malariología, pues lo medular no era la Malaria, sino las desigualdades sociales existentes en este país urbano, aunque no por ello dejara de considerar que había 103

sido una institución de orgullo para Venezuela en los tiempos del Dr. Gabaldon, debido a que había logrado la erradicación del paludismo. Ahora tenía que reconvertirse y responder a los problemas actuales de la Venezuela de los noventa. El país vivía una situación diferente a la de las cuatro primeras décadas del siglo XX: la ciudad definitivamente desplazó al campo. Los polos de crecimiento industrial atraían a numerosas masas de poblaciones y los sectores depauperados se instalaron en las ciudades con la esperanza de lograr mejores medios de sobrevivencia. El crecimiento económico no acompañó el vertiginoso crecimiento poblacional: las barriadas incorporaron la ruralidad a la ciudad y en definitiva, el desarrollo urbano no respondió a las necesidades del pueblo y la pobreza invadió la ciudad. Surgieron progresivamente cordones de ranchos carentes de servicios indispensables, que en ese entonces constituían focos de enfermedad y miseria, ya no sólo en la periferia, sino también en el centro de las ciudades. Ante esos grandes contrastes, Gilberto comienza a redimensionar las acciones de Malariología y da sus primeros pasos: “El afán de Gilberto consistía en montar sistemas de vigilancia de factores de riesgo: vigilar las enfermedades en animales y las transmitidas por insectos, antes de que se presentasen en los seres humanos. El programa de zoonosis no existía allí, sino en el programa de epidemiología y lo que funcionaba era el tratamiento de pacientes mordidos por perros, se les aplicaban vacunas antirrábicas y se hacía vigilancia del animal, si el animal mordedor tenía síntomas de rabia, se le aplicaba el tratamiento completo al paciente, de lo contrario no. La vigilancia de perros con rabia, de caballos con encefalitis equina, de ganado con brucelosis, de leptospirosis en roedores, perros y ganado, no se llevaba a cabo sino muy tímidamente y por otros organismos. En la gestión de Gilberto se pretendió más bien, fortalecer esas áreas. 104

Él pretendía que la parte de Ingeniería Sanitaria dejase de ser solamente un ente generador de permisos sanitarios y que enfrentara más vigorosamente la vigilancia de riesgos en el aire, vigilara cuáles eran los acueductos rurales que no estaban clorados y que se hiciera una investigación de los factores de riesgo involucrados en las enfermedades del país y de igual manera, las de riesgos laborales en los trabajadores”. Dr. Jesús Toro En todo momento le preocupó el excesivo gasto para obtener medicinas e insecticidas pues al final se desperdiciaban a causa de su vencimiento. Fueron muchas las veces que él mismo había constatado esta situación en los depósitos. También intervino en lo que denominó ` la cultura del viático`, la cual generaba un enorme gasto para la institución. El salario de una auxiliar de medicina simplificada, quien era responsable de muchos programas sanitarios en un caserío, estaba muy distante y en desventaja, comparado con el de un obrero de Malariología, a quien la cultura institucional le enseñó a `viatificar` las actividades e incrementar su sueldo por cada tarea que realizaba y que al final se traducía en un itinerario de labores fragmentadas para obtener beneficios. Al respecto el doctor Jesús Toro, dice: “No era lógico que a un caserío llegara, al mismo tiempo, en un vehículo, un inspector para construir una vivienda, en otro vehículo un inspector para colocar la letrina y un tercer funcionario, también en vehículo, para fumigar contra la malaria. Se mostraba así una visión tubular de las cosas -frase muy usada por Gilberto- en lugar de verlas y atenderlas de una manera integral: el mismo funcionario debería trasladarse a un sitio para encargarse del control de los insectos, vacunar perros, gestionar la construcción de la letrina, entre otras tareas” Gilberto visualizaba la institución con funciones polivalentes, de manera que atendiera las emergencias sanitario-ambientales de

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una manera integral, pues lo contrario significaba ineficiencia. Él centraba su preocupación en el control de riesgos. Anteriormente había dos jefes: el de Malariología quien era el Jefe de Zona, y era cuentadante y el otro que era el Director Regional de Salud. Ambos tenían el mismo nivel jerárquico, y pertenecían al mismo Ministerio y Gilberto contribuyó para que se fusionaran las direcciones que, aunque paradójicamente pertenecían a un mismo Ministerio, funcionaban desintegradamente y con autonomía administrativa. En los estados Aragua, Falcón, Carabobo, Anzoátegui y Bolívar, pioneros de la descentralización, se logró que el Director Regional de Salud se convirtiera en única autoridad y era el responsable de administrar todo el presupuesto. En el resto de los estados, se mantuvo durante ese período de transición a los dos jefes. En el año 1999 como Ministro, ordenó que la máxima autoridad de salud de cada estado fuera el Director Regional de Salud, quien sería el responsable de la administración de esa institución. De esta manera, en lugar de asignar recursos por separado a Malariología de los estados y a las Direcciones Estadales de Salud, se le asignaría a la Dirección Estadal de Salud. El hecho de que Malariología perdiera la autonomía administrativa significó para Gilberto Rodríguez cierto rechazo por parte de algunos/as funcionarios/as de esta institución. Luego de un proceso de evaluación, decidió concentrar la toma de decisiones presupuestaria y administrativa en su la Dirección General Sectorial, a efectos de controlar la firma de proyectos, la asignación de viáticos, los proyectos de vivienda rural, acueductos y compra de insumos, entre otros. Quizás esta medida se entienda mejor al leer la siguiente reseña publicada el domingo 5 de junio de 1994 en El Nacional: “Estafa de veinte millones descubrieron en Malariología. Rodríguez Ochoa denunció que fue descubierto un negocio millonario con los contratos que Malariología daba sin licitación de rigor a un minúsculo e invariable grupo de personas. 106

Se habría confirmado la entrega de contratos a empresas fantasmas, así como la asignación de recursos para la construcción de obras que jamás fueron concluidas. Aparte de Guárico, las irregularidades también fueron detectadas en Amazonas, Anzoátegui, Sucre y Carabobo” En esa denuncia manifestaba su asombro ante la escandalosa corrupción reinante en esa dependencia oficial y se refirió a sobreprecios también en la compra de utensilios y medicamentos. Durante ese período había un proyecto para construir una sede fastuosa, con tres edificios y él sólo aprobó la construcción de uno, destinado para la Dirección de Ingeniería Sanitaria debido a que ésta funcionaba en espacio alquilado. Gilberto opinaba que la democratización del conocimiento de salud en las comunidades era prioritario, antes que realizar exageradas compras de equipos y medicamentos y para ello invirtió en la formación de promotores de saneamiento ambiental, proyecto que ya había implementado con los indígenas en Amazonas. El doctor Alberto Aché, quien formó parte del equipo de docentes con la misión de capacitar a un grupo de indígenas yanomami recuerda: “Cuando Gilberto fue Director General Sectorial de Malariología, se formó un grupo de microscopistas para el diagnóstico de la Malaria en el Alto Orinoco. Las comunidades yanomami seleccionaron un grupo de personas que ellas consideraban como las más idóneas para el entrenamiento y se envió un equipo de instructores de la Dirección de Endemias Rurales para entrenarlos con respecto a la coloración de las láminas para realizar los diagnósticos parasitológicos y la diferenciación de las tres especies: Plasmodium falsiparum, Plasmodium vivax y Plasmodium malariae; de igual manera se instruyeron para que distinguieran el Anopheles darlingi y brindaran tratamiento antimalárico a los enfermos” 107

Más tarde cuando fue Ministro, Gilberto retomó ese programa de capacitación dirigido a trabajadores de la salud de zonas maláricas y en el artículo Sobre la epidemia de la vergüenza publicado en El Nacional el 31 de Marzo del 2000, expresó su intencionalidad: “Tenemos gente que sabe del problema y estamos llevando adelante estrategias exitosas. Por ejemplo: democratizar el conocimiento, capacitar a todos los médicos, bioanalistas y enfermeras de zonas maláricas, e incluso capacitar a residentes de esos lugares. Formar un ejército nuevo, con residentes o trabajadores del lugar para que no tengan que salir como cuadrillas desde ciudades distantes, con viáticos impagables, vehículos, etc y lo que es peor: hacer diagnósticos muy tardíos...” Otra de las preocupaciones de Gilberto al analizar el funcionamiento de Malariología fue la desproporción en la distribución presupuestaria de ésta, pues sentía que se desviaba la misión de esta institución. El doctor Jesús Toro ejemplifica al respecto: “Del presupuesto de la Dirección General gran parte se lo llevaba el Servicio Autónomo de Vivienda Rural, en segundo lugar la Dirección de Endemias para el Control de la Malaria, mientras que una mínima parte se destinaba para los programas de Ingeniería Sanitaria, que en definitiva son los que abordan toda la problemática de saneamiento ambiental y contaminación atmosférica, fundamentalmente en las zonas urbano-marginales y una parte aún menor para la Escuela de Malariología, destinada a la formación del recurso humano” Un año después de haber dejado Amazonas, Gilberto se encuentra nuevamente luchando contra los desmanes partidistas del gobierno de turno, pues valiéndose de una epidemia de 108

encefalitis equina, hicieron una estrategia para defenestrar al doctor Carlos Walter de su cargo. Por primera vez en la historia de la democracia representativa un Ministro salía de su cargo por un voto de censura del Congreso de la República. Entonces, Gilberto escribió en su defensa en el editorial del boletín informativo Nº 2 de la Dirección General Sectorial de Malariología en noviembre de 1995: “El recrudecimiento de enfermedades endemoepidémicas son producto, fundamentalmente, de las fallas de saneamiento ambiental (falta de relleno sanitario, dotación de agua y de disposición de excretas) en muchas comunidades y numerosa población urbano-marginal en las grandes ciudades, así como las marcadas insuficiencia en educación para la salud. Tenemos, sin duda,otros asuntos de salud peores que el de la encefalitis equina, como el hecho de que diariamente mueren ocho niños por diarreas y otras cifras similares por accidentes de tránsito, millones sufren por la marginalidad y miles mueren o padecen cada año por violencia, derrumbes, estrés, y otras enfermedades. Bolívar produce el 60% de Malaria en Venezuela. ¿Cuánta responsabilidad tienen, en este panorama negativo de salud y ambiente, todos (diputados incluidos) los que hipócritamente claman por un MSAS más eficiente, el mismo que muchos de ellos han contribuido a destruir por tantos años? Luego de la destitución del Ministro Carlos Walter, Gilberto se vio obligado a salir de Malariología y el doctor Oscar Feo lo nombra Coordinador del Proyecto Salud de CORPOSALUD Aragua. Aquí emprende nuevas luchas. El doctor Oscar Feo recuerda esos momentos cruciales de Gilberto en la Corporación: 109

“Gilberto surge como una figura central en el proceso de readecuación de la red ambulatoria del estado Aragua. Recuerdo que hizo una reunión con constructores del estado a pocas semanas de haber asumido el cargo de coordinador de Proyecto Salud, y les dijo: – Señores aquí va a comenzar un proceso de remodelación de un centenar de ambulatorios, yo quiero transparencia en ese proceso, aquí se acabaron las comisiones y los vicios. El diez por ciento que se daba como comisiones en las anteriores administraciones yo lo quiero reflejado en la reducción de costos” Así, estableció normas muy claras a fin de evitar cualquier proceso de corrupción y el gobernador Didalco Bolívar abrió el proceso de licitación para emprender ese proyecto. La recuperación de la red ambulatoria en Aragua en los años 96 y 97 se debe en gran medida a la lucha y a la perseverancia de Gilberto Rodríguez Ochoa y al equipo de profesionales que lo acompañó en CORPOSALUD. En 1997 ya se había transformado gran parte de los ambulatorios del estado Aragua, la gente de los barrios sentía que se producían grandes transformaciones: los centros asistenciales pasaron de “ranchos a clínicas” la población estaba contenta. Se equiparon todos los ambulatorios, se capacitó y se sensibilizó al personal logrando así mejorar la capacidad resolutiva. Hubo menor número de enfermos referidos a los hospitales y la atención al paciente se hacía con mayor calidez. El doctor Oscar Feo continúa: “Pero Gilberto es el primero en percibir que a pesar de esa transformación de la estructura física o del equipamiento y capacitación que hacíamos, el rendimiento continuaba siendo muy pobre, porque el problema fundamental era la forma de organización 110

del trabajo. De esa manera se evidenció que el modelo de atención que prevalecía en la red ambulatoria era un modelo fragmentado y medicalizado, que no daba respuestas a las necesidades de la población sino que estaba construido en función de la oferta de los servicios de salud. Entonces Gilberto comienza a generar una serie de reflexiones colectivas en torno a ese problema, hasta llegar a la conclusión de que junto con la remodelación del ambulatorio debía introducirse un nuevo modelo de atención” Ante esa realidad, y ahora con la responsabilidad de Director General de Salud, Gilberto se dedicó a diseñar y construir un nuevo modelo de atención. Soñaba con sembrar la Atención Integral en la red ambulatoria, modernizar y optimizar la gerencia hospitalaria y rescatar la ética médica. En 1997 conjuntamente con profesionales de esa institución, comenzó a construir la propuesta. La doctora Nora López a quien Gilberto responsabilizó de conducir los equipos de discusión y de reflexión sobre el modelo de atención, cuenta los primeros pasos de ese proceso: “En el año noventa y siete su norte era demostrar que se podía hacer una reforma sanitaria integral. Al referirse al financiamiento del Proyecto Salud decía que un préstamo en el cual nos estábamos endeudando nosotros, nuestros hijos, nietos y bisnietos sólo serviría si se lograba poner en práctica una gran transformación sanitaria. Gilberto no entendía por qué una persona tenía que asistir a tantas consultas y ser objeto de tantas historias médicas, aisladas una de otras. Para el equipo que asumió esa responsabilidad significó un salto cualitativo en lo que a atención y servicio se refería: había que repensar el servicio desde el lugar del paciente que requería la atención

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y por tanto, deslastrarse de la imagen del hospital tradicional” En reuniones o discusiones señalaba como ejemplo, a la mujer que debía acudir a un mismo centro asistencial por múltiples consultas: un día por la virosis, otro día para hacerse la citología, otro para la planificación familiar y otro para cumplir con el esquema de vacunación de su hijo o de su hija menor. Esa preocupación reflejaba su sensibilidad social en lo que se refería a dar una mejor atención a la población, sobre todo a la más necesitada, la cual, en definitiva, era la que tenía menos acceso a la atención médica. Ese equipo de trabajo se convenció de que la organización fraccionada en los ambulatorios era la causa de las bajas coberturas en los programas preventivos, del poco uso de la red ambulatoria y por ende, del congestionamiento de los centros hospitalarios y de lo más grave: del padecimiento y muerte de algunas personas que, como víctimas de las oportunidades perdidas, no se les pudo evitar el daño a tiempo.. Es necesario insistir que entre las causas de la crisis del sector salud en Venezuela destaca el predominio de un modelo profundamente medicalizado y biologicista, en el cual la enfermedad y la curación se convierten en problemas centrales y por tanto, se concibe al hospital como el espacio fundamental de la atención médica. Este enfoque prioriza la curación antes que la prevención, lo cual menoscaba el fortalecimiento de la red ambulatoria, además de disociar lo biológico de lo social y lo individual de lo colectivo. Otro de los factores que explican esa grave crisis es la lamentable fragmentación de la oferta de servicios en los ambulatorios del país. Por lo tanto se hacía imperante dar una respuesta inmediata al problema de la accesibilidad de la gente a los servicios de salud. En lo íntimo de Gilberto, esta situación ameritaba acciones precisas, muy cercanas al juramento que hiciera cuando era apenas un joven, al conocer la causa de la muerte de su padre. El pueblo venezolano sufre las consecuencias de un sistema organizativo fragmentado y parcelado, existen innumerables 112

instituciones públicas y privadas que ofertan el servicio aisladamente, según sus propios criterios gerenciales, con modos de financiamiento y clientela diferentes. La fragmentación en el sector salud es como un rompecabezas cuyas piezas, a pesar de encontrarse próximas no se conectan entre sí y una de sus aristas se evidenciaba en el modelo de atención; donde existieron 25 programas, uno para cada enfermedad, cada uno de ellos con consultas, historias y estadísticas propias, todos centrados en la resolución de problemas específicos sin ser contextualizado dentro de la realidad social de la gente, menos aún del individuo. Era un reflejo de la cultura organizativa del Sistema de Salud de Venezuela. Años más tarde y en el marco de los cambios sociales que se estaban dando en el país desde el inicio del gobierno del Presidente Hugo Chávez Frías, nació el Modelo de Atención Integral (MAI) y desde sus comienzos se perfiló como el centro de la política de salud de su gestión como Ministro. Fue una experiencia que nació en el Estado Aragua y que luego pasó a ser referencia a nivel nacional. Para la construcción del nuevo modelo de atención, se estableció un trabajo de equipo, con tareas permanentes e intensivas y comenzaron a crearse propuestas, entre ellas, la eliminación de la papelería obsoleta a fin de sustituirla por formatos más simples y más integradores. Se sustituyeron 18 formatos por uno, surgió entonces la historia médica única y se creó un sistema de información que permitiría almacenar toda la que se generaría con el nuevo modelo. Para desarrollar ese proceso fueron seleccionados los ambulatorios que participarían en la experiencia piloto, se sistematizó ésta y se plasmaron las líneas gruesas del Modelo de Atención Integral. Así nació el primer papel de trabajo de lo que debería ser el MAI. Más tarde, cuando fue Ministro, se inició un ciclo de formación permanente a fin de facilitar el proceso de transformación. Para ello se realizaron jornadas educativas con duración de más de 40 horas, en las cuales participaban activamente los funcionarios 113

y las funcionarias responsables directos/as de la salud de los estados y del nivel central, también se realizó el acompañamiento y la capacitación en cada uno de los estados. Había que revertir esa cultura, era prioritario trascender la fragmentación y la deshumanización en la atención de salud de nuestros centros, a través de un proceso profundo de sensibilización del recurso humano. Con el MAI se derrumbó el viejo esquema de consultas preventivas y consultas curativas y fueron organizadas de tal manera que incluyeran: atención integral al niño / niña, al adolescente y al adulto/a. Una vez más y desde otra instancia, Gilberto promovería cambios en su lucha contra una visión tubular de la salud.

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Gilberto como Director de Malariología.

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Capítulo

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Un ministro con la mirada en la meta…

“La peor enfermedad es la vida que llevamos” Gilberto Rodríguez Ochoa

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uando el comandante Hugo Rafael Chávez Frías asumió el poder manifestó su firme propósito de transformar el Estado e instituir un nuevo ordenamiento jurídico que abriera el camino para la consolidación de un Estado Democrático de Derecho y de Justicia Social, para ello declaró un estado de emergencia social y solicitó poderes excepcionales a fin de instaurar reformas socioeconómicas, convocó a un referendum con la finalidad de disolver el congreso y crear una Asamblea Constituyente, que tendría como misión redactar una nueva constitución: La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual permitiría refundar las estructuras socioeconómicas, políticas e institucionales del Estado Venezolano. No había tiempo que perder, el nuevo Presidente de la República tenía que contar con un equipo que lo apoyara ideológicamente y que asumiera un enorme compromiso social y político para tomar las riendas de un país que debía ser reconstruido. En ese momento histórico, el jefe de Estado en la víspera de su ascenso al poder, dio a conocer la totalidad de los miembros de su gabinete, entre ellos, a Gilberto Rodríguez Ochoa postulado al Ministerio de Sanidad. El 1 de febrero de 1999 a la 1:00 de la tarde Gilberto recibió una llamada de su hijo Andrés Eloy, quien le manifestó que debía comunicarse con el despacho del Presidente pues se le requería 119

ese mismo día a las 2:00 de la tarde en La Viñeta, en Fuerte Tiuna. Gilberto se encontraba fuera de Caracas pero se trasladó inmediatamente. Al llegar le informaron que estaba a punto de comenzar el acto de juramentación de los cinco ministros que faltaban para completar el gabinete del nuevo gobierno, entre los cuales figuraba él como Ministro de Sanidad. La coincidencia en los sueños y la identificación política por la construcción de caminos alternativos para el desarrollo humano y social de una patria nueva, impulsan a Gilberto a aceptar la propuesta de gobierno del Presidente Chávez y decide acompañarlo en su gabinete. Gilberto Rodríguez Ochoa desde joven había sido un luchador social y se identificó siempre como un hombre de izquierda, durante toda su experiencia de vida y trabajo había luchado contra la corrupción y la institucionalidad tradicional del sistema político, no podía negarse a acompañar a este gobierno que prometía una reforma institucional y un equilibrio económico y social. Su hermana Argelia Rodríguez relata la experiencia de esas primeras horas cuando Gilberto recibe la confirmación de su nuevo cargo por parte del despacho presidencial: “Él me llamó preocupado porque creía que no llegaría a tiempo y porque en ese momento vestía de manera muy informal. Inmediatamente se fue mi hermano Raúl en una moto con un bolso donde le llevaba una chaqueta, una camisa y un perfume. Mi hermano Carlos se fue en un carro, para interceptarlo antes de llegar a la rueda de prensa. Él le llevaba un flux que mi mamá le había conseguido prestado, pero él no quiso ponerse nada de eso, salvo la chaqueta. Así salió en las fotos de la prensa, fue el único Ministro sin corbata” El destino sorprendió a Gilberto, quizás por la humildad que siempre lo caracterizó, nunca pensó en ser Ministro de Salud. Había visto una sola vez en su vida al Comandante Chávez. El Doctor Oscar Feo cuenta el momento de ese encuentro, cuando 120

quizás quedó prendido en la memoria del entonces candidato a Presidente, que cuando comenzara a ejercer, Gilberto sería su Ministro de Salud: “El equipo de CORPOSALUD programó invitar a los candidatos presidenciales de la elección de 1998, a fin de conocer qué opinaban ellos acerca del proceso que estábamos gestando en Aragua, era un poco para promocionarlo por considerarlo bueno y pensábamos que podría servir de referencia nacional. Cuando el Comandante Chávez visitó Maracay vino a nuestra sede y después fuimos a mostrale algunas de las experiencias. Antes de irnos, le presenté a Luís Valera y luego a Gilberto Rodríguez Ochoa como el Director general de Salud. Al oír el nombre, Chávez, muy emocionado le dijo: ¿Entonces tú eres Gilberto? ¿El hermano del General Rodríguez Ochoa? Yo había querido conocerte desde hace tiempo, pues me han hablado muchísimo de ti y de tu experiencia en Amazonas” La convicción política de la necesidad de un cambio estructural en el país, también condujo a Gilberto en años anteriores a difundir los ideales políticos del Comandante Chávez. El doctor Luís Valera cuenta una anécdota del tiempo cuando trabajaban juntos en CORPOSALUD Aragua y que demuestra la militancia cotidiana de Gilberto y su identificación política con este proceso revolucionario: “...en un acto que hubo en el Colegio de Médicos, me conseguí a Gilberto Rodríguez frente a su carro, con la maleta abierta llena de ejemplares del libro Así habla el Comandante de Agustín Blanco Muñoz, él los estaba vendiendo y entonces me dijo: -Hay que difundir las ideas y ésta es una forma de hacerloRecuerdo que varios amigos me habían comentado que Gilberto, por las tardes, después del trabajo, 121

estacionaba su carro en una esquina y ofrecía el libro, mientras promovía las ideas y las propuestas de cambio del comandante” Al llegar al Ministerio, Gilberto tuvo como objetivo principal humanizar ese monstruo de mil cabezas -como solía llamarloDeseaba profundamente que dejara de ser esa fortaleza burocrática inaccesible para los ciudadanos, y día tras día, fue dándole vida a ese edificio que se le mostraba como abandonado a su suerte, ya el deterioro se dejaba sentir en las paredes de mármol y los funcionarios se habían olvidado de su valor patrimonial. Él mismo se reunió con el personal obrero y los estimuló para lograr una institución coherente con su misión y así, a los pocos días colocaron plantas en cada piso, limpiaron y lustraron el bronce escondido por el polvo y el tiempo, a la semana, había un personal debidamente uniformado e identificado que brindaba información a cada una de las personas que se dirigían al Ministerio. Los cambios comenzaron a notarse en los meses iniciales: era evidente una mayor deferencia en la atención al público. María Vale, una periodista que se encontraba laborando en CORPOSALUD Aragua y a quien Gilberto le solicitó que lo acompañara en su gestión como asistente, cuenta de aquellos primeros días de trabajo: “Los primeros días fueron duros. Para los dos resultaba una novedad la parte administrativa del Despacho, nos sentábamos en el piso para revisar todas las carpetas y reflexionábamos cómo organizar el trabajo, luego, él en una computadora y yo en la otra, construimos un primer plan y comenzamos a llamar a profesionales con conocimientos y experiencia. Nosotros llegábamos a las seis de la mañana y salíamos a media noche. Recuerdo que una de las primeras interrogantes fue el monto de la caja chica y al conocerlo, la redujo a la mitad y donó a los 122

centros asistenciales todos los artefactos y enseres de lujo que encontró. Su estilo de vida y su manera de predicar la humildad, eran algo intrínseco en él. Gilberto Rodríguez Ochoa era un revolucionario de corazón, decía que la austeridad y la lucha contra la corrupción debía comenzar por nosotros y exigía que no se despilfarrara nada” Durante su primer año de gestión recorrió todo el Ministerio y entró en cada una de las oficinas saludando, escuchando, percibiendo los problemas que había, observando los recursos que existían, esa actividad inusual en un ministro la realizó por lo menos tres veces en el año 1999. El doctor José Mendoza, quien más tarde sería el Viceministro de Salud confirma: “Gilberto poseía una fuerza carismática que marcaba los procesos y a la gente con la cual se comprometía, tenía una gran capacidad para escuchar y una innegable humildad, siempre en la búsqueda de la concreción de las metas. Buscaba y valoraba mucho la opinión de sus compañeros de trabajo” La asignación de recursos para los estados comenzó a hacerse con criterios basados en las necesidades de la región, según su perfil epidemiológico, su índice de pobreza y el número de establecimientos asistenciales que tuviera. De esta manera, se incrementaron los recursos para algunas regiones que debido a su bajo índice de población, antes le había sido estipulada una asignación muy baja sin considerar la situación de salud real. Tenía que agilizar los procesos y comenzar a dar respuestas a los problemas encontrados, no había tiempo para el descanso, debía ir construyendo teorías pero `con la mirada en la meta` -como solía decir- porque la deuda social era inmensa. Había llegado el momento de comenzar a responder sobre la propia realidad de la gente, aquella a la que siempre se le puso trabas para acceder a la salud. Para ello logró un organismo conformado por 123

grupos de gerencia por proyectos estratégicos, que respondían a las necesidades de la gente y no de la institución. El trabajo realizado por Gilberto en diferentes espacios, hasta esos momentos, fueron suficientes para conocer al “Monstruo” en sus entrañas, estaba convencido de que debía darle un vuelco radical al Ministerio, el cual se encontraba demolido por el paternalismo, la privatización, la fragmentación y el centralismo. En los lineamientos político-estratégicos en salud, escritos en Febrero de 1999 manifestó: “El Despacho es un monstruo burocrático de mil cabezas, muy centralista y sin poder real de rectoría Es un órgano fragmentado y tubular desde el punto de vista programático. Todavía, en la práctica, el nivel central se reserva competencias, que en una gerencia moderna no le corresponden” En 1999 el Ministerio se encontraba corroído por las reformas neoliberales, era un caparazón hueco. A pesar de todas las voluntades, no se producían respuestas, la capacidad de conducción de las políticas de salud del Ministerio estaban deterioradas, no se contaba con cuadros técnicos políticos adecuados, entonces Gilberto enfrentó esa gran dificultad y se planteó como desafío construir un Ministerio, en el cual las transformaciones privilegiaran la equidad con eficiencia social, de acuerdo con los cambios sociales que estaba exigiendo el país, para así lograr que la salud se convirtiera, definitivamente, en un derecho social. Uno de los pasos importantes que Gilberto dio en sus primeros meses de gestión fue la suspensión de la aplicación de políticas neoliberales. Antes del gobierno del presidente Chávez, el Ministerio se encontraba en las puertas de la privatización, la cual se había acentuado. Existían diversos mecanismos de cobro sin ninguna regulación por parte del Estado desde la década del ochenta y la del noventa, entonces, ordenó la suspensión de toda aplicación de medidas neoliberales, los cobros y por ende, el lucro por 124

fondos de la privatización de los servicios médicos solapados en los sistemas de recuperación de costos. Su experiencia en San Francisco de Asís, La Colonia Tovar, el leprocomio, los barrios de los cerros al norte de La Pastora -donde realizaba Educación para la Salud- y Amazonas, fueron realidades sociales que marcaron profundamente a Gilberto, lo ayudaron a definir y priorizar claramente los objetivos de su gestión, los cuales intentaban cubrir las inmensas brechas existentes y se diferenciaban del sello asistencial del viejo Ministerio. Para él era preciso luchar por mejorar la calidad de vida de la población perteneciente a los estratos socioeconómicos más excluidos, fortalecer la red ambulatoria, particularmente, la atención integral, mejorar la oferta hospitalaria, profundizar la estrategia de lucha contra las enfermedades endémicas-epidémicas, especialmente el dengue, SIDA y la malaria. Además se propuso generar un cambio en la formación de los profesionales de la salud, aumentar el financiamiento para el sector y crear un Sistema Público Nacional de Salud (SPNS) con coherencia y rectoría. Expresó esta propuesta en los lineamientos políticos estratégicos en salud: “Se impone de manera impostergable un cambio cultural profundo que incluya la modernización del Despacho en base a una redefinición de sus competencias, la construcción de un sistema intergubernamental de salud, dentro del contexto de descentralización, con mecanismo de asignación de fondos a los estados y redes de establecimientos bien consensuados, el fortalecimiento de la red ambulatoria como puerta de entrada al sistema e instauración de la atención integral en los centros de 1º y 2º nivel para relanzar los programas de salud pública, la capacitación de los recursos humanos de hospitales y ambulatorios, así como el impulso a la investigación” También en un folleto conmemorativo de los 63 años del MSAS manifestó:

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“En estos sesenta y tres años nos encontramos con una patria profundamente adolorida y saqueada. La patria es el hombre, sus recursos naturales y los valores culturales y materiales que hayamos construido. Este Ministerio de hoy tiene el deber de repensarse a sí mismo para transformarse y asumir auténticamente su rol rector, para un país que está renaciendo. Los invito a que se incorporen desde ya al plan de Reconstrucción Social de Venezuela” El sector salud estaba derrumbado: la gestión institucional se cimentaba en una política para la asistencia pública, marcada por el paternalismo, el clientelismo y la descontextualización social. Desde el primer día de gestión como Ministro, fijó su mirada en el logro de una institución rectora con una función reguladora y financiadora y para ello estableció prioridades: unas de carácter estructural y otras coyunturales y urgentes. Una de las estrategias coyunturales era transformar el sistema sanitario asistencial. Inició esa tarea a través de la recuperación y mejoramiento de la oferta hospitalaria dotando adecuadamente de insumos y equipos básicos los centros de atención de la salud, aumentó la presencia de especialistas en las emergencias para así incrementar la productividad y la calidad en este nivel de atención. Fortaleció también la red ambulatoria. En los ya mencionados lineamientos políticos estratégicos en salud del MSAS, escribió:. “...abriendo centros de atención Integral o Núcleos de Atención Primaria en sectores urbano-marginales desasistidos y fortaleciendo la capacidad de oferta de algunos ambulatorios, particularmente, en cuanto a la resolución de aspectos críticos como: traumatizados, atención de emergencia pediátrica y de adulto y atención de partos…Dar sustento al relanzamiento de los programas de Salud Pública 126

(vacunaciones, control prenatal, diagnóstico y tratamiento precoz de cáncer, diabetes, hipertensión, tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual, entre otros)...” En el marco de lo estructural se encontraban los cambios pertinentes a la concepción de financiamiento de los servicios de salud y también acabar con la separación del Seguro Social y el Ministerio de Sanidad. Gilberto Rodríguez Ochoa se encontró con una atención dividida, dirigida para contribuyentes y no contribuyentes y se topó con un Seguro Social que brindaba protección sólo a los trabajadores. La seguridad social poseía problemas de ineficiencia administrativa, desequilibrio financiero, su cobertura era destinada al sector medio y con una profunda exclusión de los grupos de más bajo ingreso económico. El Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) es un organismo autónomo adscrito al Ministerio del Trabajo a cargo de la administración de las prestaciones de seguridad social, salud y seguro de paro forzoso. La incapacidad y deterioro de la calidad de sus servicios de atención trajo como consecuencia una gran cantidad de sistemas de aseguramiento privados y subvencionados por el Estado. La salud era concebida como un bien individual y esa lección fue institucionalizada y aprendida culturalmente, lo que impulsó a la población a buscar la solución de su problema en las ofertas brindadas por innumerables organizaciones, sin regulación y sin ninguna relación entre sí. Realmente el Sistema Sanitario poseía una organización fragmentada e inequitativa, por tanto, era inaplazable el rescate de la rectoría: Gilberto consideraba como un aspecto estructural e histórico ir hacia un sistema único de financiamiento solidario y de acceso universal. Él estaba conciente de que la unificación no se lograría por decreto y que existía una enorme brecha entre el sistema existente y el deseado. En ese camino se logró algún fruto cuando, a partir del año 2.000, el Seguro Social comenzó a atender a toda la población; aunque aún lamentablemente mantiene su autonomía. Su lucha por la integración de los sistemas de salud fue muy 127

frustrante, solía decir a sus compañeros y compañeras que sentía que había arado en el mar. La doctora Nora López quien fuera compañera de trabajo en Aragua y luchadora incansable por la implementación del Modelo de Atención Integral (MAI) y del Sistema de Información de Salud del Modelo de Atención Integral (SISMAI) en todo el territorio Nacional, cuenta las confesiones que Gilberto le hiciera: “…siento que la integración del Seguro Social, del IPASME, de Sanidad Militar y PDVSA, es una lucha encarnada contra muchos intereses y cada vez que lo planteo retorna siempre un silencio absoluto... siento que es un desgaste y comprendo que este es un proceso de transformación difícil y tal vez tendrán que pasar muchos años para que se cristalice...” También con respecto al esfuerzo por la integración del Ministerio con el Instituto del Seguro Social el doctor José Mendoza expone: “En muchas reuniones, Gilberto le decía al Director del Seguro Social: `Vamos a unir estas dos Instituciones, no importa que se llame Seguro Social con tal de unirlas`.. Asimismo nos decía a nosotros: `Si tienes que ceder para integrar, cede pero integra`. Creo que esa fue una de las marcas de Gilberto, la integración, por eso su lucha con respecto al cambio del modelo de atención de salud, la reestructuración del Ministerio, en cada obra de él, se palpaba esa preocupación…” A mediados de 1999 Gilberto logró introducir en la Ley Habilitante la reforma y reestructuración del MSAS y el cambio de nombre, el cual llevaba implícito una forma diferente de mirar la salud, la reorganización de las 16 direcciones generales, la eliminación de algunos organismos y la fusión de otros. El sueño era avanzar hacia un nuevo Ministerio, rector de toda la salud de los y las venezolanos/as.

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El proceso de reestructuración estuvo motorizado por el deseo de brindar una mejor atención a la población más necesitada del país, mejorar los procesos administrativos y encontrar mayores satisfacciones con la misión de ese Ministerio así como cumplir con mayor eficacia y eficiencia sus metas, en fin, modernizar esa institución pública y ponerla al servicio de la gente. Cambios similares había dado en la vieja Malariología con igual costo de resistencia por parte de sectores opositores. Como Ministro, y desde esta visión, le correspondió a Gilberto instalar la Subcomisión de Salud, instancia encargada de preparar la legislación que garantizaría la salud de los venezolanos. Uno de los rasgos más resaltantes de esta Subcomisión es su apertura pública, interna e internacional. En el ámbito público se solicitaron propuestas a sectores involucrados en el tema: a los discapacitados, enfermos de SIDA, pacientes renales, entre otros. La apertura interna se refiere a la realización de debates por todo el territorio nacional para el análisis y discusión de los artículos referidos al tema de la salud, se hizo un proceso importante de construcción colectiva de consulta popular, realizada en sesiones de consultas públicas y de mesas de trabajo, con la participación significativa de las organizaciones de la sociedad civil, universidades, direcciones regionales de salud, empresas de la industria médica y farmacéutica. El apoyo internacional se refiere a la colaboración de expertos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), de Chile, Brasil, Canadá y España para la revisión y asesorías de la legislación que se encontraba en proceso de construcción colectiva. La Subcomisión de Salud se proponía darle un giro radical con respecto a la antigua concepción asistencialista, biologicista y curativa de la salud, la cual debía ser desplazada para ser asumida como un derecho social y humano, con garantías para el ciudadano y la ciudadana y la comunidad, dignificando la calidad de vida y el bienestar social de la población, todo ello 129

enmarcado en el proceso de cambio y transformación nacional, centrado en la construcción de ciudadanía, sobre la base de la corresponsabilidad en salud. Pensar la salud como un derecho social implicaba valorar lo público, redimensionar lo colectivo, consolidar la participación y rescatar la solidaridad y el interés permanente por los problemas comunitarios. Gilberto no cesaba de hacer referencia a la debilidad de la Constitución de 1961, en la cual el destino de la salud del pueblo dependía sólo del artículo 76, que consideraba la salud como un derecho subvalorado y condicionado a las capacidades económicas del Estado. Esa crítica permanente lo conducía a motivar y apoyar el trabajo de los médicos y las médicas, miembros y miembras de la Asamblea, quienes contribuyeron a agilizar el proceso de reestructuración del Ministerio. En todas sus declaraciones por los medios de comunicación, Gilberto destacaba la necesidad de dejar muy claro, la responsabilidad del Estado ante la salud del pueblo. Compartía con el Presidente de la República la avidez de que naciera un nuevo contrato social de los venezolanos y de las venezolanas. En 1999 se había iniciado en el país un proceso de transición política, socioeconómica y jurídica con el propósito de emprender un nuevo modelo de desarrollo y fortalecer un sistema democrático, lograr una sociedad más justa y apuntalar la economía diversificada y productiva en el marco de la globalización. Durante esa transición el país tomaba nuevos rumbos y se hacía imperante una nueva constitución: la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV). La CRBV plantea un proceso de cambio legislativo, institucional y también de nuevas estrategias para el logro de los cambios necesarios, estableciendo las bases para desarrollar la naturaleza jurídica y el modelo organizativo del sector salud en Venezuela. La Carta Magna reconoce que la salud es un derecho social fundamental, parte integral del derecho a la vida y el Estado es

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su garante. En sus artículos se establece lo que debe hacer el Estado para garantizar el derecho a la salud, los principios que deben regirlo, la prioridad que debe dársele a la promoción de la salud y a la prevención de enfermedades. Se prefigura una acción gubernamental que corresponda con un nuevo contenido político, más humano y más social. Trascendió la mirada más allá del estetoscopio y del bisturí. Se abrían las puertas para ver la salud fuera del recinto hospitalario. La Constitución Bolivariana de Venezuela otorgó rango de derecho social, tanto en lo individual como en lo colectivo y en el que se encuentra comprometido el derecho a la vida y a un bienestar social, la salud se vincula con la satisfacción equitativa de las necesidades sociales y existenciales de la población. Se daban pasos agigantados, comenzaban a cumplirse los sueños. El doctor Oscar Feo, uno de los constituyentes, narra la experiencia: “Se establecieron mecanismos claramente definidos para garantizarle al pueblo venezolano el derecho a la salud, entre ellos: la rectoría del estado en la conducción de las políticas de salud, el proceso de participación ciudadana en todos los niveles del Sistema Sanitario, el financiamiento con un presupuesto suficiente para cumplir con la política sanitaria y la creación de un Sistema Público Nacional de Salud (SPNS) de carácter intersectorial, descentralizado y participativo, integrado al sistema de seguridad social y regido por principios de gratuidad, universalidad, integralidad, equidad, integración social y solidaridad, cuyo objetivo central es convertirse en instrumento de las políticas dirigidas a reconstruir la salud” Durante el período de Gilberto, se revisaron la Ley Orgánica de la Seguridad Social Integral, la Ley del Subsistema de Salud, la Ley Orgánica de Salud y se propuso una reforma general de todas ellas con una visión de un sistema universal, solidario, participativo, no 131

discriminatorio y como propuesta de transición se planteó que el régimen de prestación de servicios del Seguro Social se uniera a los del MSDS con una red ambulatoria fortalecida y estableciera una concertación para el funcionamiento de los 33 hospitales del Seguro Social y los 180 hospitales del Ministerio, dentro de un plan nacional coherente. Con respecto al elemento organizativo le preocupaba mucho la segmentación de las direcciones. Es por ello que durante su gestión muchos entes desaparecieron, entre ellos La Fundación para el Mantenimiento de la Infraestructura Médico Asistencial (FIMA). Se enfrentó públicamente a altos funcionarios de esta Fundación y envió a la Contraloría General una denuncia, acusando abiertamente a algunos funcionarios de este organismo de percibir 10% de comisión por cada contrato que otorgaban para el mantenimiento de la infraestructura hospitalaria. Esta denuncia aparece publicada en el Diario EL UNIVERSAL del 20-03-1999. Una vez eliminada esa Fundación se garantizó la labor que cumplía a través de la Dirección de Infraestructura del Ministerio. El Suministro de Medicamentos (SUMET) pasó al servicio de Elaboraciones Farmacéuticas y el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) se integró al Instituto Nacional de Nutrición. El otro cambio que logró en esta línea de acción fue convertir al Proyecto Salud en una oficina asesora, la cual se había constituido en un Ministerio dentro del propio Ministerio. Se unificó Malariología con el resto del Ministerio y se fusionó la Dirección de Enfermedades de Transmisión Sexual y la Oficina de Prevención y lucha contra el SIDA. Refiriéndose a la situación que encontró al llegar al Ministerio y repensando en la necesidad de una reestructuración Gilberto escribió para El Aragüeño del 6 de febrero de 1999: “...En una reducida oficina hay hasta veinte funcionarios que cumplen las mismas obligaciones, aún cuando esto de `cumplir` sea apenas una manera de decirlo. No pueden ser destituidos porque la Ley de Carrera Administrativa los protege, pero habrá que buscarle una solución a este embarazoso 132

asunto, pues en tiempos de crisis tiene que haber austeridad aplicable a todos los ciudadanos… Es que comúnmente en el gobierno, quien llega lleva sus colaboradores, pero no puede destituir a los anteriores, de manera tal que el agrandamiento de la burocracia es simplemente apabullante y no hay manera, de acuerdo con la Ley, de que puedan ser dados de baja, enviados a sus casas” Inducido por esta preocupación Gilberto nombra a un equipo, dirigido por William Hernández -gerente responsable del proceso de reestructuración- con la finalidad de simplificar la estructura y lograr el mejor desempeño del recurso humano. Durante ese proceso de transformación se simplificó notablemente la estructura: se redujeron las 150 oficinas a 29, logrando así un desempeño más flexible y dinámico de la organización, lo que permitió acortar los tiempos, maximizar el uso de los recursos y aumentar la calidad de las respuestas. También se elaboró un reglamento orgánico para señalar las interrelaciones en las diversas áreas. En fin, todos estos pasos redujeron significativamente la fragmentación y la hipertrofia que padecía tanto el MSAS como el Ministerio de Familia. En 1999 creó la Dirección Permanente de Descentralización, encargada de fortalecer el Sistema Intergubernamental en Salud, la cual promovía que los gobernadores, directores regionales y alcaldes asumieran su responsabilidad y ejercieran su liderazgo. Con el firme propósito de abrir la política de salud al campo social, el 14 de diciembre de 1999 se fusionó el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS) y el Ministerio de la Familia, institución que en gobiernos anteriores se había dedicado a la asistencia social de niños, niñas, adolescentes y de las mujeres trabajadoras. Con la fusión pasó a ser el Ministerio de Salud y Desarrollo Social (MSDS) e integró a todas aquellas instituciones y organismos que dispersa y aisladamente ejecutaban acciones involucradas con la salud y el desarrollo social en el país como eran: la Fundación Centro de Estudios sobre el Crecimiento y 133

el Desarrollo de la Población Venezolana (FUNDACREDESA) Fundación de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, así como otros Institutos y organizaciones autónomas y se crea el Instituto Nacional de la Mujer (INAMUJER). Del mismo modo, en el marco del proceso de reestructuración y modernización del Ministerio, fue convertida en Instituto de Altos Estudios de Salud Pública (IAESP) la antigua Escuela de Malariología y Saneamiento Ambiental “Dr. Arnoldo Gabaldon” a fin de contribuir con la formación del recurso humano de salud y potenciar sus competencias para su desempeño en áreas estratégicas, en los diferentes niveles del Sistema Público Nacional de Salud. Actualmente este Instituto cumple la misión de ejecutar la Política de Formación de Recursos Humanos (RRHH) del Ministerio de Salud y desarrolla procesos de investigación a través de estrategias innovadoras para la toma de decisiones en Salud y Desarrollo Social. Igualmente contribuye con el diseño de Políticas Públicas de Salud, impulsando las transformaciones necesarias con la participación social. En el proceso de reestructuración, Gilberto no echa al olvido sus deseos de ver cristalizados los cambios emprendidos por él en 1994 y fusiona lo que para entonces era la Dirección General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental con la Dirección de Contraloría Sanitaria y conforma lo que hoy se denomina Dirección General de Salud Ambiental y Contraloría Sanitaria. El nuevo Ministerio de Salud y Desarrollo Social quedaría con cuatro Direcciones Generales de líneas: La Dirección General de Salud Poblacional, la de Salud Ambiental y Contraloría Sanitaria, la Dirección General de Políticas y Planes de Desarrollo Social y la de Evaluación y Control de Planes Sociales. Gilberto se planteó el MSDS como una estructura con competencia administrativa directa en lo relacionado con la formulación de las políticas sociales, particularmente salud, asistencia social y laboral. Este nuevo Ministerio estaría integrado por el Despacho del Ministro y dos viceministerios: Viceministerio de Salud y Viceministerio de Desarrollo Social, a fin de unir esfuerzos aprovechando los recursos de cada una de las instituciones 134

involucradas. De igual manera, se creó el Fondo Único Social (FUS) adscrito al MSDS el cual actuaría como brazo financiero de la política social del Estado. En las líneas estratégicas del MSDS, para el año 2001 señaló: “Asumimos la Salud y el Desarrollo Social como derecho de los ciudadanos y ciudadanas y su garantía como responsabilidad del Estado. Para ello nuestras políticas están dirigidas a mejorar la calidad de vida y a hacer que la prestación de nuestros servicios sea eficiente y privilegie a los que por muchos años han sido excluidos, para alcanzar el equilibrio social” Poco a poco el Ministerio de Salud y Desarrollo Social fue incorporando una serie de propuestas metodológicas de abordaje a la atención de salud bajo un enfoque integral y participativo, dando prioridad a las acciones de promoción de la salud y a la prevención de los factores de riesgo a fin de satisfacer las necesidades sociales de la población y contribuir al mejoramiento de la calidad de vida individual y del colectivo. Era un cambio que implicaba una nueva visión de la salud y con ella, la construcción de una nueva ciudadanía, se requería de un proceso de formación y toma de conciencia que tanto en los albores del proceso de reestructuración como hasta hoy, ha sido muy difícil de lograr. La doctora Alix Bautista, compañera de trabajo de Gilberto en el Proyecto Salud Aragua señala: “Desde el punto de vista ideológico el Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa soñaba con ese cambio profundo en el sector salud. Pensaba que la nueva institucionalidad debía darse desde el alma de cada médico, de cada nutricionista, cada trabajador social y en cada persona del Ministerio de Salud y de la sociedad” En su afán por construir esa nueva institucionalidad no tuvo descanso. Recorrió todo el territorio nacional implantando el Modelo de Atención Integral y los sistemas de información, la red ambulatoria experimentó un cambio radical mediante el establecimiento de este modelo, privilegiando así los aspectos preventivos, de medicina anticipatoria, de diagnóstico y 135

tratamiento precoz, sin cita previa y con un enfoque familiar de hábitat, educación y saneamiento ambiental; promoviendo la participación ciudadana, rescatando los programas bandera de salud pública. El doctor Ely Saúl González, quien fuera el Coordinador del Proyecto Salud recuerda: “No fue tarea fácil la implantación del MAI. Hubo resistencia por parte de algunos funcionarios/as locales y más aún por parte de los altos funcionarios/ as del nivel central, era la primera vez que un estado se convertía en el protagonista de los cambios. Se había hecho cultura que el Ministerio bajara las normas e implantara los programas, pero durante esta gestión siempre tomó las experiencias regionales exitosas como referencia para el resto del país.” La Doctora Nora López, quien lo acompañó por casi todo el territorio Nacional y era en ese momento la Directora General de Salud de CORPOSALUD Aragua relata: “Él creía en el trabajo de las regiones y tomaba ejemplos de ellas para que se replicaran en el resto del país, entre ellos la Posada Materna de Portuguesa, ubicada en el municipio Biscucuy, él proponía que hubiesen posadas maternas en todos los estados en las áreas de difícil acceso. El otro modelo fue el de los Núcleos de Atención Primaria de Yaracuy, en los cuales el presupuesto fue transferido a unas ONG´s y la comunidad administraba los recursos. De Portuguesa y Mérida tomó la experiencia de Medicina Simplificada: una enfermera sectorizada y formada atendía las 24 horas a las comunidades. En ese entonces, más del 60% del estado Portuguesa poseía programas de Medicina Simplificada. Ahora ese programa fue sustituido por la estrategia de Barrio Adentro. Otra experiencia que él valoró 136

fue la red de comunicación de Mérida, la cual fue asimilada en Aragua logrando que todos los ambulatorios pequeños o grandes tuvieran una red de comunicación de radio y de computación” El modelo de Atención Integral, movilizó al Ministerio en todos los ámbitos. Esos dos grandes aportes marcan su accionar en lo técnico y quedaron plasmados en el Ministerio. También se creó un sistema automatizado de registro de datos y manejo de la información (SISMAI) el cual permitió el flujo de comunicación entre los centros de salud de las regiones y el MSDS. Poco a poco, con un proceso de formación y acompañamiento se logró la incorporación de 21 estados al modelo. En el año 2000 se hizo una inversión de 21 millardos de bolívares destinados a la rehabilitación física y equipamiento de la red ambulatoria. A finales de ese mismo año el MSDS logró publicar y llevar adelante el proceso de licitación para comprometer 102 millardos de bolívares destinados a la compra de equipos y mobiliario médico y no médico y para la adquisición de insumos médico-quirúrgico. Durante sus giras por el país, estimulaba siempre la participación de la gente a través de los comités de salud, organizaciones comunales, agrupaciones juveniles con la finalidad de integrar a la comunidad en los cambios que se estaban gestando y cumplir con una contraloría social. Al respecto, en una entrevista que le realizó El Clarín de La Victoria, el 6 de febrero de 1999, Gilberto exhortaba: “...los directivos regionales de salud, deben compartir en forma pública los presupuestos, las acciones y todo lo que hagan dentro de los sectores a su cargo para lograr que exista una transparencia y recuperar la credibilidad del colectivo en el sistema de salud que ha estado en reiteradas oportunidades involucrado con el clientelismo y la corrupción, con esto se puede ganar la confianza de la comunidad” 137

El 15 de diciembre de 1999 fue un día importante para la historia venezolana: se aprobó la nueva Constitución, fue una alegría que no pudo celebrarse, a causa del luto que impuso la tragedia de Vargas. Simultáneamente una gran parte del territorio Nacional sufrió la embestida del desastre natural, las inundaciones y aluviones, acompañados de piedra y lodo, afectaron a ocho estados. Esta tragedia fue considerada por la Organización Panamericana de la Salud como uno de los peores desastres del continente americano. Entre los estados afectados estaban: Vargas, Distrito Federal, Miranda, Falcón, Anzoátegui, Nueva Esparta, Zulia y Sucre. Debido al temor de la aparición de grandes epidemias Gilberto decretó, por tres meses emergencia epidemiológica en el país y a raíz del desplazamiento de los damnificados por todo el territorio nacional y los cambios climáticos, en enero de 2000, la prolongó a tres meses más. Por todo el país se difundieron las medidas preventivas que debía tomar la población. Con respecto a la tragedia publicó en un artículo denominado “Infiernito” en EL UNIVERSAL, el viernes 4 de febrero de 2000: “…el sistema político o modelo cultural fracasado que nos rigió por 40 años, desmanteló los pluviómetros…ese mismo sistema favoreció que los campesinos del país, llaneros, sucrenses, andinos, se vinieran desde el mismo día que cayó Pérez Jiménez, es decir con Larrazábal, Betancourt, Leoni y Caldera, a poblar de ranchos todos estos cerros inestables, con la finalidad de ganar votos. Esa vieja siembra de ranchos, miseria, deuda interna y externa, y pérdida de soberanía alimentaria, es el otro infiernito, el peor de todos, este que ahora estamos cosechando con más crudeza y dolor desde el 16 de diciembre de 1999”

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El MSDS ofreció respuestas oportunas y participó activamente tanto en la atención inmediata a heridos de distinta gravedad, labores de saneamiento ambiental, prevención de endemoepidemia y asistencia a los damnificados, a través del FUS, la solidaridad de muchísimas organizaciones sociales y de la Comisión Nacional de Emergencia (CONACEM). El presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), George Allyene, destacó la labor del MSDS en el trabajo de prevención de epidemias a propósito de la catástrofe y elogió la no aparición de ninguna epidemia. Durante su gestión también enfrentó la inmensa deuda quirúrgica que había heredado a causa de la ineficiencia y desmoronamiento del Sistema de Salud; y estableció convenio con Instituciones privadas, particularmente con El Hospital de Clínicas Caracas, Hospital San Juan de Dios y el Hospital Militar; contribuyendo a resolver la situación de cardiopatía congénita quirúrgica, de la cual eran mayoritariamente víctima los niños de los sectores más excluidos de la sociedad. Realizó innumerables encuentros de reflexión con autoridades de las universidades del país a fin de revisar la visión curativista y biologicista de la formación médica, pues las pasantías eran realizadas en hospitales de tipo IV (tercer nivel) predominando siempre los eventos finales o avanzados de las enfermedades de mayor impacto en salud pública (cáncer, cardiovasculares, materno infantil, accidentes y violencia) Martha Chacón Directora de Docencia e Investigación en el Ministerio indica: “Gilberto propuso permanentemente, encaminar el rediseño curricular de pregrado, para que tuviera el mayor peso de la formación en los ambulatorios de Atención Integral, a fin de que realizaran medicina de diagnóstico precoz, así como acciones preventivas de 1º y 2º nivel. Se creó una Comisión Nacional, encargada de impulsar ese cambio curricular conjuntamente con los decanos de las Escuelas de esa área”. 139

Fue el primer Ministro de Salud que le propuso a la Academia Médica analizar los beneficios de las distintas modalidades terapéuticas que no se enseñan en nuestras universidades, pero que han ganado un espacio en materia de salud como son: la Acupuntura, Medicina Naturista, Medicina Tradicional Indígena y otras; teniendo como base la medicina basada en evidencia. Mejoró notablemente el acceso a los medicamentos, fortaleció la política nacional de medicamentos e incrementó la cobertura general del Programa SUMED de 600 mil beneficiarios en 1998, a 2 millones en el 2000. Con la acción mancomunada del Plan Bolívar 2000 y los gobiernos regionales, el MSDS logró recuperar la estructura física de los hospitales: limpieza, recuperación de áreas verdes y labores de pintura entre otras. Durante la gestión de Gilberto se produjeron mejoras sustantivas para los trabajadores de la salud, materializadas en salario y condiciones de trabajo de los/as médicos/as, nivelación de sueldos al resto de los profesionales de la salud y se disminuyó la conflictividad laboral que se había hecho ingobernable y generaba frecuentemente suspensiones de trabajo en los centros hospitalarios. El 2 de septiembre de 2000 Gilberto Rodríguez Ochoa y Jesús Méndez Quijada, Presidente de la Federación Médica, firmaron el contrato colectivo que mejora la condición laboral de los profesionales de la medicina. Gilberto había aprobado el aporte de 500 millones de bolívares para atender la necesidad de los galenos. Los trabajadores de Salud por primera vez comenzaron a recibir la cancelación de la Ley de Programa de Alimentación, a través de la cesta ticket. En enero del año 2001, antes de dejar el Ministerio, Gilberto firmó un aumento salarial del 16 % para los médicos y médicas. Por primera vez en la historia de la salud pública, el artículo 34 del Anteproyecto de la Ley Orgánica de Salud consagra el derecho a una muerte digna cuando se sepa que el paciente está en su fase terminal, lo cual permite la oportunidad de rechazar una 140

prolongación innecesaria de su vida. Gilberto Rodríguez Ochoa defendía vehementemente el derecho a bien morir, por ello se enfrentó a la iglesia y a los grupos sociales más conservadores, esta lucha fue bandera de manipulación de sus opositores. Otro de los aspectos que lo enfrentaron a la iglesia y a grupos sociales conservadores fue su postura contra relaciones sociales no igualitarias. Fue un Ministro que mantuvo una mirada diferente hacia los problemas de salud de la mujer y se mantuvo denunciante de un modelo médico que reprodujo y perpetuó, a través de su práctica, estereotipos creados culturalmente, que generaron valoraciones discriminatorias y situaciones no equitativas para las mujeres. Por ello se preocupó por la situación del aborto, la muerte materna, brindar atención integral a la mujer, el derecho de la mujer a elegir el número de hijos, el derecho de ésta a elegir alternativas anticonceptivas; y también colocó en la palestra la alternativa de la vasectomía como medio anticonceptivo, el cual ejemplificaba a través de su experiencia personal. Trabajó arduamente con representantes de la OPS para buscar alternativas contra el tabaquismo. El 19 de junio de 2000 el Ministerio de Salud y Desarrollo Social produjo una Resolución mediante la cual prohibía fumar en todas las áreas de la salud, y en otros sitios públicos. De igual manera, la Ley de Salud contemplaba la prohibición de la publicidad del tabaco y sus derivados por cualquier medio de comunicación así como la publicidad de bebidas alcohólicas por radio y televisión. La eutanasia, las alternativas anticonceptivas, el antitabaquismo fueron asuntos ajenos a otros ministros, en cambio para Gilberto pasaban a ser trascendentales por su condición de hombre con una gran sensibilidad humana y una visión integral de la vida y de la salud. Gilberto fue uno de los m inistros que más interactuó con los medios de comunicación, todas las semanas -según sus compañeros/as de trabajo- él enviaba un artículo de prensa. En uno de ellos, publicado en EL UNIVERSAL, el jueves 29 de Abril de 1999 invitó a los comunicadores a contribuir con el proceso:

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“Invito a los comunicadores comprometidos con el destino de la patria nueva y no con el ominoso pasado, a que contribuyan con la pluma, la voz o la imagen, a la reconstrucción del país, para nosotros, nuestros hijos y los hijos de ellos.” Pero también fue duro y preciso frente a la actitud de los medios de comunicación, por ejemplo en un remitido que hizo en El Nacional el miércoles 12 de Abril del 2000,expresó: “Por cierto, señores de El Universal y 2001: Un Sistema de Salud digno, requiere INDISPENSABLEMENTE que los medios de comunicación masiva DEDIQUEN DIARIAMENTE UN PORCENTAJE IMPORTANTE DE SUS ESPACIOS PARA IR ELEVANDO LA FORMACIÓN Y CONCIENCIA CIUDADANAS EN TORNO A SU SALUD INDIVIDUAL Y DE LA SALUD PÚBLICA. Por eso les pregunto ¿CUÁNTO ESPACIO DEDICAN USTEDES DIARIAMENTE AL BIENESTAR Y SALUD DE LA POBLACIÓN VENEZOLANA? Esos logros del MSDS en tan corto tiempo, demuestran la lucha infatigable de Gilberto Rodríguez Ochoa por la conquista de un Sistema de Salud más humano e incluyente; su batalla frontal contra la corrupción y el clientelismo así como su permanente irreverencia ante una cultura conservadora. Su compromiso se centró en generar los cambios que el país exigía, se empeñó en conocer y sentir las necesidades de las regiones desde su propia voz y en sus propios escenarios geográficos. Exhortó permanentemente a los ciudadanos/as a participar y realizar contraloría social. Su combate siempre fue por el rescate de lo digno, lo justo, lo recto y lo noble que merecemos todos y todas los y las venezolanos/as. Empuñó sus armas contra una sociedad patologizada, lo que abrevió en su máxima: La peor enfermedad es la vida que llevamos.

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El Dr. Oletta hace entrega a Gilberto de su cargo como Ministro de Sanidad y Asistencia Social, 1999.

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Gilberto compartiendo ideas con el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Comandante Hugo Chávez Frias.

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Firma de Acuerdo para el pago de Bono Único.

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Encuentro de familias dignificadas del estado Vargas.

Firma de Convenio UCV-MSDS

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En Zea, estado Mérida, inaugurando una Unidad de Atención Integral.

Juramentación del Consejo Nacional de Derechos del Niños/as y del Adolescente.

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Gilberto realizando campaña educativa sobre el uso de los Tapapipotes.

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Con Fidel Castro.

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Capítulo

6

Aguirre: Un castillete para los sueños…

“...El amor, la amistad y el arte son todos intentos de reunión que el yo realiza desde su isla para trascender su soledad” Ernesto Sábato

C

uando Gilberto regresó de Amazonas comenzó a entretejer nuevos sueños y con sus hijos inició la búsqueda de otro espacio donde pudiese volver a convivir con la naturaleza. Con el dinero que recibió de la parcela que vendió en Amazonas, compró un terreno en Aguirre, en el estado Carabobo, pueblo tradicionalmente agrícola que antiguamente fue un territorio poblado por agricultores canarios y sevillanos, quienes desalojaron a los indios jirajara en una lucha que tomó casi un centenar de años. Se dice que algunos de estos moradores eran oriundos de Villas de Aguirre en las Islas Canarias y bautizaron con ese nombre su nuevo espacio en recuerdo a aquel terruño natal que había quedado más allá de los mares. Gilberto emprendió las bases de una pequeña casa mientras trabajaba en la Dirección General de Salud de CORPOSALUD en el estado Aragua y en épocas propicias esparcía semillas en esa tierra fértil, pero sus múltiples ocupaciones laborales amenazaban con impedirle culminar su sueño. Andrés Eloy recuerda los inicios de esa experiencia:

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“…mi papá comenzó a construir esa casa cuando trabajaba en CORPOSALUD, durante un tiempo estuvimos buscando terrenos y vimos muchos, hasta que por fin encontró ese de Aguirre y le gustó, por la bondad de la tierra y el buen precio que logró; mi papá creyó que era muy buena para hacer lo que más deseaba: volver a sembrar. Su trabajo en el Ministerio, nos había separado como grupo y a él lo alejó de Aguirre. Entonces yo comencé a atender la parcela y como él no podía ir yo iba casi todos los fines de semana a regar las matas y a sembrar; en ese tiempo ya estábamos construyendo la casa que papá había diseñado...” Gilberto hijo cuenta la experiencia del diseño de la casa de Aguirre: “Papá se vino de Amazonas, pero en sus sueños, mantenía el propósito de volver a encontrarse con el trabajo diario de la construcción y de la siembra. Cuando compró el terreno de Aguirre reinició aquel ejercicio: hacer los planos, dibujar las instalaciones sanitarias. Parecía un niño diseñando su casa. Él me enviaba por fax o por correo los dibujos que iba haciendo y me pedía opinión, pero yo sabía que él en el fondo, no quería que yo le cambiara su diseño. Además entendí que debía dejarlo continuar su juego y yo sólo le advertía determinadas cosas para que no cometiera errores en el proceso de construcción, pero esa casa de Aguirre está construida tal cuál la pensó. Él la levantó con sus planos y con sus manos, cuando tenía sesenta años” En enero del 2001 por considerar que ya había cumplido un ciclo y por creer que esta responsabilidad debería ser asumida por una generación de relevo en una reunión, Gilberto le planteó al Presidente la necesidad de ser sustituido en el cargo de ministro. 156

El domingo 21 de enero de ese mismo año aparece un gran titular en EL UNIVERSAL: “Prefiero morir en un hospital que vivir en una clínica” como parte de la entrevista que le hiciera Ernesto Villegas Poljak, en ella informó su retiro del Ministerio de Salud y Desarrollo Social. Gilberto decía en esa entrevista que ya había hablado con el Presidente de la República y que le había manifestado su necesidad de retirarse y explicaba al respecto: “...Este proceso requiere que el vehículo vaya a una velocidad constante, porque el país está muy mal. Nueve millones de personas en pobreza crítica es una emergencia. Este es el Ministerio más exigente, no hay domingos ni vacaciones. Más aun: cuando los demás tienen vacaciones; más trabajo hay. Para mí esto es una carrera de relevo. El corredor tiene muchas exigencias” Y cuando el entrevistador le preguntó si estaba cansado Gilberto responde: “Siento que debo ser relevado. El proceso requiere un nuevo impulso, un nuevo brío, pero que mantenga el sentido de la carrera. La otra razón es que el mismo tren de exigencia altera la salud. El organismo empieza a sufrir, a sentir el desgaste” En la misma entrevista dio a conocer su proyecto de vida y expresó su necesidad de descansar un tiempo y retomar la construcción de su casa en Aguirre. En marzo de ese mismo año, al dejar el Ministerio, lo primero que hizo fue ocupar esa estructura, sin ventanas, ni puertas y sin ningún acabado en su construcción. Allí comenzó, ladrillo a ladrillo y al lado de sus hijos, a cristalizar sueños: construir una nueva casa y ser campesino. Luís Valera, quien trabajó en CORPOSALUD con Gilberto y compartió muchas experiencias a su lado cuenta una anécdota que revela ese sueño:

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“En una oportunidad, los dos realizábamos un taller, cuya finalidad era cohesionar aún más el equipo y vislumbrar las metas, planes y perspectivas de los funcionarios de esa Corporación; la facilitadora realizó una dinámica que fue muy reveladora: ella nos entregó a cada uno una hoja en blanco y nos preguntó cómo nos visualizábamos y qué soñábamos ser dentro de esa organización. Cada quien escribió como se veía y el cargo que deseaba y otras cosas que hoy no recuerdo. Gilberto sencillamente expresó que él quería ser campesino. Yo creo que ese deseo siempre lo aplazó debido a su compromiso político y social con el pueblo. Estoy seguro que él nunca se imaginó que sería ministro” Gilberto visualizó en Aguirre el espacio ideal para realizar ese sueño de ser campesino; de vivir placentera y tranquilamente la vida; disfrutar del aire puro; estar en contacto con la naturaleza, alejado del ruido y dedicarse a la labranza de la tierra. En uno de los manuscritos que hiciera allá expresó: “No recuerdo si hoy es 6, 7 u 8 de Marzo. Si sé que hoy es jueves del 2001. Pero lo que sé es que es mi primer amanecer y siento que vendrá un sinnúmero de cuestiones de importancia trivial para el mundo y para mi amado país, pero para mí serán ataduras agradables, placenteras, que me merezco después de tantos años (45 conté en estos días!) tratando de lograr un sistema de esperanza para la mayoría del pueblo venezolano. Ataduras placenteras o cosas triviales como: levantarme a las 7 u 8 de la mañana, tranquilo y hacerme un cafecito y disfrutarlo, con una música llanera como fondo, sonando arriba en el nido del águila...” Quizás la soledad y el trabajo de la tierra lo llevaban reflexionar y repensar lo vivido y en unas hojas sueltas encontramos esta nota: 158

“...Yo creo en los relevos y así lo dije en Miraflores el día de mi despedida, he cumplido. El Presidente lo confirmó: `Gilberto, cumpliste. El juramento decía que si cumplías la Patria te premiaría. Pues bien, te vas premiado! Me honro en haberte conocido, en haberte tenido como Ministro! Nunca debemos esperar premios de nadie, sólo premiarnos a nosotros mismos. Trabajar con pasión, con una visión clara hacia dónde queremos ir y los reconocimientos vendrán solos algún día! Y si no vienen de afuera, no importa, los que más importan son los que vienen de adentro de nosotros o de alguien que nos quiera.” Comenzó por hacer el tendido de la cerca en todo el terreno que mide aproximadamente media hectárea. Sin lujo alguno, construyó una casa con piso de arcilla, techos de caña brava y tejas, también dispuso azulejos decorativos en algunas de sus paredes. Con sus manos, igual que su padre allá en La Pastora, construyó todas las ventanas y puertas en esa casa. Gilberto solía decir que el olor a madera le recordaría eternamente su infancia y a José Andrés. La casa de Aguirre estaba toda ella llena de recuerdos de su padre. Algunos piensan que la construcción de esta última casa fue, para Gilberto, como la vuelta al padre que el destino le había arrebatado en temprana edad. Nora López cuenta su impresión: “Gilberto consideraba que su segunda profesión era la de ebanista, le gustaba mucho la carpintería, tenía todas las herramientas y él mismo hizo todos los trabajos de madera en esa casa: las ventanas, las puertas, el mueble de la cocina, todo. Basta ver la casa, para percibir que todo allí fue hecho con perfección y con mucho amor hasta en su último detalle”

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En esos tiempos compró una fuente y le instaló el agua y electricidad; en ella colocaba trozos de frutas varias para que los pájaros llegaran allí. En una de esas hojas sueltas que escribió en Aguirre narra: “...hoy fue un día especial en materia de pájaros. Después que hablamos fui a ponerles los cambures y pedacitos de naranja. Pues bien: al rato comenzaron a llegar azulejos, carpinteros, picos de plata, paraulatas, Cristofué... y de pronto, llegó un perico hermoso y relativamente grande: pico corto, encorvado, cabeza, cara y cuello amarillos con unas manchas negras en las mejillas. Todo el pecho y abdomen, verdes. Pero un verde como manzana. Cola azul con algunas plumas negras, centrales y alargadas. Y por último, alas con plumas cremas y marrón, como en mosaicos redondeados...” Aguirre le permitió a Gilberto el contacto con la naturaleza, bañarse con el agua fría, disfrutar de todos los pájaros sin jaula y criar un perro al que bautizó con el nombre de Café. Su hermano Carlos cuenta sobre esa pasión de Gilberto por la naturaleza: “Creo que él siempre abrigó entre sus sueños vivir más cercano a la naturaleza; algunas veces he creído que a pesar de su afán de construir y triunfar transformándolo todo, tenía resistencia a algunos avances tecnológicos como los ascensores; las escaleras mecánicas, los vehículos lujosos, los celulares, etc. Ninguna de esas cosas le hizo falta. Cuando leo sobre Armando Reverón, el pintor venezolano y la construcción de su Castillete, imagino a Gilberto en un espacio como el que construyó Reverón en Macuto, imagino a Gilberto en 160

guayuco y sin más utensilios que los que construyera con palmas, cocos y otras cosas que le brindara el medio; de verdad creo que eso es lo que Gilberto pudo haber querido hacer en la vida.” Carlos conocía bien a su hermano, pues cuando Gilberto se fue a vivir en Aguirre regaló a un mendigo toda su ropa - la cual siempre usó, más por presión de familiares y amigos/as que por convicción- y compró cuatro franelas blancas, unos pantalones de caqui, unas alpargatas y un sombrero de cogollo. Su hijo Levy contó la anécdota de un día cuando Gilberto estaba limpiando la maleza frente a la casa y vestía el pantalón de caqui, la franela blanca y el sombrero de cogollo: un carro oficial del Ministerio se detuvo y sus ocupantes preguntaron por el Dr. Rodríguez Ochoa, si lo conocían o sabía cuál era su casa, entonces él les dijo que vivía dos cuadras más arriba y los señores subieron, luego Gilberto esperó que bajaran y después de hablar con ellos, todos se rieron por su ocurrencia. Sus hijos/as recuerdan con ternura la primera cosecha de café, cuando los /las invitó a participar en el proceso de desconchar, tostar y moler el café. Estuvieron hasta la media noche en esa faena para luego saborear cada sorbo, disfrutando de la contemplación de las estrellas, mientras Andrés Eloy tocaba la bandola. Así fue sembrando diferentes plantas y otros frutales que eran irrigados por la red de agua que enmarañadamente solía hacer Gilberto. Maritza, su esposa cuenta: “La afición de Gilberto, además de construir, era la siembra; siempre creí que esa era una forma de relajarse. Aún siendo Ministro, en algunas oportunidades él iba para Aguirre y tomaba una escardilla y empezaba a abrirle zanjas a la tierra. En el tiempo que él estuvo en Aguirre después de la jubilación sembró y cosechó repollitos de Bruselas, quinchonchos, diversas frutas y hoy existe un cafetal gracias a su esfuerzo y perseverancia”

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Era un militante ecologista: “Nos decía que la próxima guerra mundial iba a ser a causa de la escasez de agua, y quería evitar a toda costa su desperdicio; por ejemplo, en Aguirre él se bañaba sobre una ponchera donde recogía el agua que sobraba y después la esparcía sobre las plantas”. Ayarí Una vez Gilberto contó que durante el primer mes que estuvo en Aguirre y antes de instalar la red de agua de su casa, iba todas las mañanas a buscar agua con un envase plástico hasta una pila pública que había en la calle principal del pueblo. Un día uno de los moradores lo reconoció como el Ministro de Salud del gobierno del Presidente Chávez y entonces se corrió la voz y al día siguiente, cuando fue a buscar agua lo estaba esperando una multitud de personas para enviarle mensajes al Presidente y le manifestaron su extrañeza porque un hombre que había sido Ministro, hiciera también la fila para proveerse de agua. Otra de las rutinas que hizo Gilberto en ese corto tiempo que disfrutó de Aguirre fue recorrer caminos en búsqueda de especies florales para sembrar en su parcela y construir un jardín para la contemplación y la serenidad. En Aguirre, guardadas en una caja de madera que alguna tarde hizo con sus manos, encontramos unas hojas de lo que tal vez fuera un diario y en ellas escribió: Domingo ...comencé el trabajo de escalones con troncos hacia la quebrada, y a los lados de esta escalera abrí hileras de huecos y sembré semillas de flores (de las que traje de las Montañas de Nirgua, que parecen girasoles pequeños) de las que teníamos aquí (cuarentonas?). Luego las regué. Además (y por último) coseché casi todo el café restante.

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Realmente es placentero hacerlo. Son matas que yo sembré muy pequeñitas, las cuidé, regué, les hice surcos, las aboné con ceniza, etc. Ahora, es una nota verlas tan bonitas y cosecharlas: se van arrancando; vaina por vaina, casi arrastrando la mano, como encerrando la rama entre el pulgar y el índice y te vienes arrancando las frutitas poco a poco, desde la base de la rama hacia la punta, procurando no apretar mucho con los dedos para no desprender los asientos florales, que son como pedúnculos cortos entre los frutos y la rama. Si se arrancan (cosa que en verdad no es fácil, porque están bien agarrados) no surgirían otras flores en ese lugar. Esta labor aparentemente simple, produce relax; uno piensa en cualquier cosa, y además alterna las manos para el trabajo: las matas de la izquierda, con su mano correspondiente, e igual con las de la derecha. Uno observa detalles interesantes: colores diversos; frutos comidos totalmente por los pájaros y los granos en el suelo, ya secos, o bien algunos sobre las hojas de café, “pegados” (la pulpa tiene una baba pegajosa, como un latex), y que sin duda han sido recientemente comidos por pájaros, se les arrancan algunas parásitas (tiñas) y uno se imagina que pronto florecerán y expelerán su tan exquisito aroma. Además, el colocar las frutas sobre el zinc, con pulpa o sin ella, me recuerda los viajes por montañas venezolanas y esas cosechas tendidas sobre patios, expuestas al sol... ¡Es tan placentero todo esto del café! No creo que haya otra fruta que encierre tantos detalles para su 163

aprovechamiento... Luego será despulparlo, lavarlo, secarlo, tostarlo, molerlo, y tomarse el cafecito, hecho totalmente en casa. ¡Qué agradable! Esa es la vida: las cosas sencillas: exponerse un rato al sol mañanero, un baño de regadera, mar, río o lluvia... Ver las estrellas después de un atardecer, disfrutar una comida sencilla, un vinito o tender ropa y recogerla olorosa a brisa fresca, seguir sembrando flores, hortalizas...” Tal vez la vida en este espacio, significó para Gilberto un reencuentro con aquella experiencia en El Castaño. Volvió a leer a Séneca y a Khalil Gibran, oír música clásica y de vez en cuando compartir un vino y contemplar la diversidad de estrellas en el firmamento. Muchas noches sacó una colchoneta para poder verlas, hasta que el sueño lo venciera. También aprendió a cocinar. Ayarí recuerda: “En Aguirre papá solía congelar raciones de comidas para ganar tiempo y aprovecharlo en la siembra y para terminar la construcción de la casa” Desde el punto de vista personal confesó que se sentía muy realizado, porque sus hijos habían logrado consolidarse y estaba disfrutando a sus nietos/as Oriana, Gabriel, Ethienne, Camilo, Sebastián, Alí y Matías. Sentía una gran armonía en su relación familiar. Gilberto mantuvo en reserva la construcción de su casa y siempre le prometía a sus amigos/as que cuando estuviera lista los iba a invitar. El día que vio culminada su obra escribió en el pizarrón: Éste fue el año de la dignificación de GRO. El 9 de marzo del 2002 preparó una parrilla especial para celebrar la inauguración. Como una gran paradoja, similar a tantos otros logros de Gilberto, si bien fue disfrutado por él mientras la construía, a su término, la casa quedaría para el deleite de su descendencia. Una carta guardada bajo la manga del destino 164

cambiaría el curso de los sueños tejidos en ese castillete, pues al día siguiente, Gilberto Rodríguez Ochoa moriría en un accidente de tránsito ocurrido en la encrucijada de Carabobo, en dirección al Municipio Bejuma de esa entidad. Para todos fue muy doloroso, pues significó la pérdida de un amigo muy querido, un hombre comprometido y honesto, un hombre íntegro. Durante toda su vida Gilberto trató de construirse como hombre nuevo, nunca tuvo apego por las cosas materiales, no tuvo afán consumista, ni tampoco vivió para el qué dirán. Creemos que él puede representar un modelo de dignidad, de honradez, de trabajo y de sencillez para las nuevas generaciones. Trabajar la tierra quizás representaba para Gilberto arrancar la maleza, llegar a las raíces, de manera que la diferencia entre lo real y lo ideal desapareciera. Era una forma de reencontrarse con su existir, atarearse para enfrentar lo que para él encarnaba lo absurdo y lo angustiante. Era una manera de buscar refugio en la tierra, en las plantas y en el agua; todos ellos elementos naturales, fuentes de energía, para así construir una nueva pasión por una forma de pensar, amar, crear, sentir. Quizás lo que quiso fue sembrar la esperanza de un mundo posible donde prevaleciera la justicia.

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Gilberto disfrutando de su nieto Camilo y de sus otras cosechas en Aguirre.

Gilberto en compañía de Café.

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“Papá mis múltiples compromisos laborales me impidieron participar de este libro, y desde este espacio quiero expresarte mi profundo amor. Yuruani”.

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Ayarí con sus amigas en frente a la casa de Aguirre.

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Capítulo

7

Poemas, cartas, notas y algo más... Obra inédita de Gilberto Rodríguez Ochoa

¿Qué tanto busco en el aire, en la noche, en el sol, en la tierra, en el agua, en el monte, en el movimiento de aquello borroso, o quizás en mis propios ojos? Gilberto Rodríguez Ochoa

Gilberto en sus tiempos como universitario.

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Poemas

Ya ni cerca estamos ¿Tú y yo, distantes? ¿Nunca! Oye: ni siquiera cercanos, que sería estar tan lejos. Como un suave coro Y armonioso estás en mí: Envuelta en todos los ecos de mis latidos todos. ¿Dejaría de existir, de nuevo, si te acercas, y tu sangre no retumba más, aquí, para sacar el fuego de mis espumas frías? ¡Sí! ¿Escucharás, acaso, las divinas notas de este dulce ruido y cálido que me hace sonreír dentro de ti? ¡No!

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Pregunto... ¿Qué tanto busco en el aire, en la noche, en el sol, en la tierra, en el agua, en el monte, en el movimiento de aquello borroso, o quizás en mis propios ojos? ¿Qué busco? ¿Qué quiero encontrar, o ver, o tocar, sentir? ¿Será a ti, acaso? Pero... ¿Estás lejana o tal vez cerca? ¿O es que estás en mí?

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Para curar tu herida Del amor que por mí sientes guarda un pedacito en una caja fuerte, y sin pensar en el mañana, con el resto de ese amor ¡ámame tierna y dulcemente! Y si quisiera la suerte que tu amor muriera y lo arrastrara cualquier brisa ¡Abre la caja y luego quema mis versos porque ya habrán muerto y los muertos sin amor inspiran risa! Y con el resto que quedara ¡Mátame! y conviérteme en la sombra de tu vida y cuando ese fugaz sueño en ti se disipara ¡busca tu sombra y abrázate con ella! Pero no para llorar conmigo ¡sino para que sea cura de tu herida!

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Si muero antes de ti Si muero antes de ti ¿Qué te gustaría hacer conmigo? Yo no te pondría en una urna ¡Pues todas son tan feas! ¡Qué soledad tan fría y qué eternidad tan negra sentirías! Yo te acostaría en el llano desnuda, donde haya más tierra, y con la primera lluvia te convertiría en pantano. Y después, abiertos mis brazos, gritaría al cielo: ¡lluvia! aquí estoy, desnudo, ¡aprovecha! muerde toda mi piel mis cabellos y mis uñas. Lluéveme en la boca y en los ojos y todo mi cuerpo inunda. ¡Y desháceme como a un pedazo de tierra! ¡Y arrástrame en tus aguas y fúndeme con ella!

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Siento pasar la borrasca Está pasando. Lo oscuro se está yendo. Y quedas tú, quedo yo. Como fuimos. Como somos. Como seremos. ¿No estaba nuestra solidaridad por encima del tiempo? ¿Es posible romper este aire que nos acompaña en cada pedacito de los ojos, del tacto, del oír, del pensar, de todo? Allá abajo, ó allá arriba, quedaron muchas cosas. Estas manos juntas están lejos de todas ellas. Somos eternos. A prueba de odiarnos, ni mucho menos. Tu grandeza será benévola conmigo, Y me comprenderás.

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Angustia Hoy amaneció gris o mis ojos están nublados. Ni siquiera escuché los pájaros, los amigos que temprano me visitan ¿Qué se habrán hecho? ¿Estarán enfermos, acaso? ¿O me vieron triste y callaron su canto? Siento como un miedo frío, oscuro, hondo que hace temblar mis carnes. Mi escritura da saltos como mi corazón, y los trazos se me enredan Como piernas de un borracho. Y mi voz no es mi voz y ni siquiera es tal. ¡Más bien parece llanto! Mi estómago es un largo mordisco, doloroso Y todo mi cuerpo se está volviendo hueco ¡Oh tiempo! ¡Devora mi vacío, te lo ruego, y ayúdame a cubrir de nuevo mi esqueleto!

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Quiero Quiero cosas que conocer quiero, que se agitan como dioses o fantasmas en todos mis rincones desde el llanto primero de la tierra. Una flor que me des o algo de espuma, un abrazo viejo, una sonrisa de malicia compartida, una sorpresa de vida efímera repetida siempre, Una herida, una sombra que me diga donde está la luz, Un papel pequeño escrito por tus ojos para acariciarlo viéndolo y verlo, verlo entre mis dedos temblorosos.

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De ti quiero la lluvia de dos carbones ardientes, con la que lavas tu náusea y ves miserias y dónde atesoras hermosas esperanzas en su brillo insatisfecho, O liberar al sol aprisionado en tu piel y tu mirada, O ensartar las cuentas de tu risa y hacerle un collar a mi angustiada boca, O acaso salvar a un niño que se muere... Quiero tus carnes infinitas de aromas y canciones para hacer bellos poemas y tus huesos quiero para que no mueras. Quiero los arpegios dorados de tu incendiaria sangre por tu mordiente boca y por cada dedo de tus manos adorables 180

y por tu inundado hermoso vientre, y que me lleven a ti de nuevo, a conocer el espacio de lo eterno. Amo este amor tan parecido al que me dieron antes de nacer al mundo, Ojos y conciencia cerrados en la más oscura y fría profundidad del mar, en una espantosa soledad con ese calor de desconocido origen. En fin! quiero no querer sentir de nuevo el frío del fondo de las cenizas del tiempo: ¡su comienzo! Pero... ¿Qué busco en ti? ¡Nada! Sólo soy la universal búsqueda de siempre: una flor un beso una sonrisa ¡me da igual!

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Hermana soledad Solo, celebro las cosas más tontas, incluso el corte de una flor. Solo, lloro los dolores más pequeños incluso el estar solo. Cuando estoy solo, también vivo.

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Somos Somos la huella de efímeros pasos que eternamente otros caminantes tallarán al paso de las olas... O somos la espuma del agua que nace en nuestras bocas cuando lucha contra el viento, o eres el rústico aro de pequeñas flores, de amarillo corazón y blancas alas colocadas a saltos en su rama y convertidas en mágica corona. O somos la chispeante lluvia de minúsculos claveles blancos y morados del bouquet más hermoso de las más humana y loca boda...

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o somos el calor y el olor y la encantadora música de fuerzas que se enfrentan en última contienda con fuego de soles que se abrasan y aroma de cuerpos compartidos y de profundas voces lastimadas sus gemidos... O somos, amor, el rocío de sudorosa piel aunque no llegues, y el corazón sobresaltado cuando vienes.... eres el temblor de mis manos cuando tocarte quiero incrédulo para sentir el sol que retoza en tu piel; Y eres mi temblorosa voz jadeante de angustiada caminata cuando te hablo.

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Somos una fiesta en cualquier playa con parejas de piedras y de algas, y de vueltas que se besan con el agua y con la arena... O eres mis rodantes lágrimas que te despiden sin verte y que gritan y te llaman, a solas... ¡Vuelve! ¡Vuelve! ¡Oh, qué fácil atrapar de las palmeras su asegurado baile! ¡pero qué hermoso y difícil vivir de los pájaros su vuelo!

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Canto al campesino ¡No laves tus manos campesino que no están sucias! ¡Tienen la limpieza más perfecta! Tus manos con tu tierra son sagradas. No las corrompas con jabón y agua. Tus manos tocan esto y lo otro cuando aran el suelo. ¡Por eso tienen el perfume más sublime: el de la tierra trabajada! Conoce tu fuerza Hermano de mi alma. Tienes el poder universal que encierra en un solo puño el alfa y el omega. En tus manos tienes atrapada la máxima esperanza ¡Ábrelas! Y dale libertad al gigantesco ejército de tu poder: toda la tierra de la tierra convertida en la más grande piedra para aplastar a todos los asesinos del amor. Si detienes tus manos se acabarán los reyes y los presidentes, los militares, los burócratas, los técnicos y los choferes, los maestros y los profesionales y todos los que beben tu sudor

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Y los lamedores de la bajeza Y los demás. Los ascensoristas, Los tipos que más saben de la vanidad. ¡Ellos conocen que al subir siempre se baja y que todos los de arriba son idiotas! Si detienes tus manos hermano campesino se morirán Chopin y el otro que no es músico y toda la música junta. Y también los que hablan hueco y los limpiabotas. y morirán todos los pintores y el fabricante de botellas, y de harinas y los que hacen los barcos, los aviones y las guerras. Y los que fabrican la mesa donde estoy hablando que es la mesa más grande de la tierra. Y morirán los payasos y la risa y todos los obreros y todos los poderes y los ministros de Dios y Cristo mismo. ¡Si detienes tus manos la Casa Blanca se derrumbaría y el Kremlin y también el Vaticano, y caerían, con todo lo demás, estrepitosamente! 187

¿Pero sabes acaso, campesino quienes no morirían? Si tus manos detienes, las mariposas seguirán volando y los pájaros y el polen y el viento los ayudaría. y la lluvia seguiría lloviendo y el sol seguiría radiante como siempre ¡Y no moriría el hombre porque vives tú y tú eres la llama que da vida, y más que ella, eres la vida misma! Pero también viviría yo, sencillamente porque quiero que me entierres con tus manos. ¡Quema, campesino, quema! ¡quema con amor, hermano, y así obtendrás de las cenizas el mejor abono de tu campo!

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Cartas

Querida amiga Syrius: Hace pocos días comencé a percibir tu mirada desde muy lejos en el firmamento. Yo estaba acostumbrado a mirar a Syrius desde hace muchos años, pero ahora siento que ella también me mira, desde que recibí aquella hermosa carta-poesía en la que me dijiste: “cuando estés en Aguirre y observes el cielo por las noches busca la estrella más brillante. Esa seré yo y te estaré mirando”. Los dos astros que uno observa más brillantes en la noche son Venus y Syrius. Pero Venus no tiene luz propia, ya que es un planeta hermano de la tierra. Sólo refleja la luz del sol como la luna, pero al estar más cerca del sol, la vemos con mayor luminosidad. Cuando mires a Venus (si aún no la reconoces, te la enseñaré alguna de estas noches). Observarás que no titila. Igual ocurre con la luna, con Marte, o Júpiter o Saturno o la misma Tierra si la viésemos desde lejos. ¡Pero Syrius sí titila porque es una estrella y está hecha de fuego como el sol y como tú! Y ahora brilla más, desde que decidiste irte para allá y mirarme con tus ojos que siendo aguarapados, a veces, cuando estamos juntos y hablando de nosotros, los percibo como paraparas brillantes. Syrius, además, es la estrella más importante de la Constelación de Canis Mayor (Can Mayor). Podrás encontrarla fácilmente, desde aproximadamente las 9 de la noche en adelante, mirando el cielo hacia el Este. Primero deberás ubicar la Constelación de Orión. Es muy fácil por ser muy particular y por lo grande. El vulgo la conoce aunque no sepa su nombre.

Gilberto Rodríguez Ochoa

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Querida Aura, “Aura Rosa”: Tengo, desde hace muchos años, la tentación de escribirte. Razones distintas de tipo humano, algunas muy profundas, probablemente impidieron que fluyera libremente esa comunicación. En realidad en aquellas épocas uno desconocía muchas cosas, pero a esta altura de la vida pareciera que todo se nos va aclarando. Bien, esta necesidad de comunicación viene acentuándose en los últimos tiempos. Quise escribirte al recibir tu carta de julio pasado, pero intuía que no debía hacerlo. En diciembre me entregaste otras bellas notas y entonces pensé que si te escribía casi como un resorte al recibir la tuya, sentiría, en lugar de pensar ¡es que el lenguaje aprisiona nuestros sentimientos! Sentí que irrespetaría ese momento de reflexión honda que estabas viviendo y es necesario respetar esos momentos y luego acercarse, cuando la persona se haya serenado por y con su propia búsqueda. Si me preguntas dónde aprendí esto, sólo pudiera decirte que observando los momentos dolorosos de la vida. Este mundo confuso, desorientado, alienado, es incapaz de enseñarnos de mejor manera, algunas cosas elementales para mejor vivir! Nos enseña, a veces muy bien y a veces no, a multiplicar, restar o algún dato de la historia y otras cosas. Pero nos enseña que “los pájaros no se matan, maluco” contaminando así una cuestión que debería abordarse de otra manear, diciendo, por ejemplo,: “hijo, mira qué hermoso ese pájaro. ¿Oyes su canto?” Bueno, quizás me desordeno un poco al hablar. ¿Por qué la vida ha de tener tanta angustia y orden? ¿Será en buena parte porque tenemos inseguridad? ¿Inseguridad de nuestra propia vida física, inseguridad de que amamos y nos aman, inseguridad de que actuamos bien con nuestros hijos, inseguridad de que somos buenos profesionales, inseguridad de que vestimos bien, inseguridad al caminar delante de algunas personas porque sentimos sus miradas en nuestra espalda y nos cuelgan de las piernas 192

como pesada carga? Más aún: la inseguridad expresada así tan fácilmente, ¿no es todavía muy superficial? ¿No es necesario cortar más hondo para llegar más cerca del nudo central? ¿De dónde vienen el temor a la muerte, la falta de una profunda solidaridad con la vida, con la pareja, con los seres humanos, la sensación de que hemos actuado de manera incompleta, bien con nuestros hijos, la tentación por la fama y el poder, la falta de sencillez, la serenidad para caminar tranquilos? Somos víctimas de un mundo de competencias, de un mundo que nos enseñó desde pequeños a comparar: esto es mejor que eso; aquello es más grande que lo otro o tal cosa es más bella que esta otra, pero no nos enseñó, como debiera ser, a encontrar el bien, la grandeza, la belleza, en lo profundo de las cosas. No nos enseñó que ser ricos es sentir el mensaje de una flor o compartir el vuelo de un pájaro, caminar bajo la lluvia y ser parte de ella. No nos enseñó que las palabras son camisas de fuerza, que a veces se quedan cortas para expresar lo que sentimos. ¿Qué es la palabra amor? ¿Cuántas cosas no lo han deformado, idealizado o desviado? ¿No limita ella, ó lo que “sabemos de ella”, nuestra propia búsqueda? Podemos dejar de lado la palabra amor y tomar la palabra solidaridad, que es tan humana, tan sencilla, tan humilde. ¿Cómo ir construyendo un camino de solidaridad, que haga de la vida lo que debe ser: una hermosa aventura? Si por ejemplo amo a una persona, y me engaña, ¿por qué no soy solidario con su búsqueda? ¿Por qué no trato de comprenderlo y ayudarlo a aclarar su camino? ¿Por qué atormentarlo más? ¿Es acaso venganza? ¿Por qué vengarme? ¿Es que amamos la vida y los seres sólo cuando nos pertenecen? Es decir, cuando mi ego está satisfecho ¿o los amamos porque tienen virtudes que admiramos? Hoy quiero decirte que te admiro mucho desde hace años. Eres una gigante. Pero no te hagas la fatal pregunta ¿por qué muchos no ven que soy gigante? ¡¡No!! La mayoría de la gente camina un

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trecho muy corto de la vida, aunque muera de 80 años. Acércate a tus hijas. Primero con una. Después con otra. Conversa con ellas en paz, con el corazón alerta. Pídeles perdón por los errores que puedas haber cometido y por los de Henry. Enséñales que también somos seres en formación y por tanto susceptibles de equivocarnos. Enséñales que muchas cosas han sido útiles, placenteras, satisfactorias, en el proceso de esa formación. Enséñales que frecuentemente vivimos angustias por ellos. Diles que ustedes necesitan ayuda. Que los hijos deben también ayudar a los padres a formarse.

Si es tiempo de cosecha, de descorrer los velos de quemar las máscaras. Si es tiempo de que aquel y yo seamos lo mismo, de sonreír tranquilos, de caminar con calma. Es tiempo de cosecha. Recibe un beso y un abrazo, muy suaves, sin apretarnos con fuerza. A veces el lenguaje de la piel es mucho más profundo que la palabra. Pero es necesario que el contacto sea muy suave. Cuando uno se aprieta fuertemente y se da golpes en la espalda, nunca llega al corazón. Y con frecuencia se hace por hipocresía, aunque no sea concientemente.

Puerto Ayacucho 18/1/83. Gilberto Rodríguez Ochoa

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Querido hijo Andresito: Sé que difícilmente comprenderás estas palabras, pero de todas maneras las escribo quizás para consolarme o tal vez con la esperanza de que pronto puedas entenderlas. Me fui a trabajar para otro hospital donde hay muchos enfermos que voy a curar, y además es un sitio muy bonito, con cerros, con ríos, con animales y con mucha gente buena, pero el problema es que estás muy lejos y aunque quiero verte todos los días, no puedo porque hay que viajar en avión. Quiero que sepas que yo te quiero muchísimo, que me haces mucha falta, y que aunque no nos veamos todos los días, te quiero y estoy pensando siempre en ti, deseando que los días pasen rápido para irme en el avión y abrazarte y besarte y jugar contigo como lo hemos hecho tantas veces. Tengo fe en que más pronto que tarde, estaremos juntos. Aquí es posible conseguir una tierra grande bonita, donde tener animales, matas y flores, y donde podremos vivir una vida más sana, más humana, y juntos para siempre. Recibe unos besos míos en tus manos. Van llenos de lágrimas. Algún día entenderás por qué. Tu papá, que te quiere muy grande

Gilberto Pto Ayacucho 12/04/83

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Andresin: Querido hijo. ¿Cómo estás? Siempre recordándote mucho. En este preciso momento algunas lágrimas me vienen a los ojos, porque siento que tu compañía es muy agradable para mí, aunque hables poco, y te extraño y porque siempre uno quisiera estarle enseñando a sus hijos tantas cosas. Deseo que te encuentres muy bien, contento, y que estudies bastante y hagas buenos trabajos, para que tu promedio de notas sea cada vez mejor. ¿Cómo te sientes en el liceo? ¿Cómo está azabache (el negro)? ¿Los caños? ¿Walter? Trata de escribirnos para tener algo tuyo cerca, “viviente”. Por DOMESA puedes mandarlo a: Dirección Nacional de Malariología, Avda. Bermúdez, Maracay, al lado del Cuartel Páez, a mi nombre. Hoy en la mañana, fuimos a ver un terreno más allá de Valencia (entre Campo Carabobo y San Carlos, un poco más allá de Tinaquillo). Está a una hora de Turmero, tal vez un poco más. Tiene hectárea y media, es casi plano, buena tierra, y un río grande (claro, no tanto como los de Amazonas!) Este río le pasa a lo largo del lindero sur, es un trayecto de unos 150 mts. Y tiene tan buena luz. Tiene varios frutales. No tiene casa. A Maritza y a mí nos gustó mucho y cuesta un millón 350 mil bolívares. Estamos de acuerdo y lo vamos a comprar si no surge algún inconveniente mayor. Se puede sembrar y tener animales. Con esta carta te mando: • • • •

Un mueble para la computadora. Dos cráneos de caballos. Dos libros. Tu mamá te compró 4 paquetes de panelas de San Joaquín. • Unos arequipitos (ojo: para todos, chamo). • Un recorte de periódico. 196

• Un pasaje por avión Puerto Ayacucho – Maiquetía. Están a nombre mío pero dile a Antonio que lo arregle en Avensa con la hija de Jaime Rivero (te anexo una cartica para Jacqueline, así se llama ella). Puedes venirte el sábado 25 y reservar regreso para el martes 28 cuando llegues al Aeropuerto de Maiquetía. No lo olvides, Reserva porque mucha gente regresará ese día. De los dos libros, uno es La Juambimbada, de Andrés Eloy Blanco. Muchas de esas poesías vale la pena leerlas (Tu tocayo A. E.). El otro es Cuatro Gigantes del Alma (el miedo, la ira, el amor, el deber), del psicólogo Emilio Mira y López, fallecido hace muchos años. Creo que era Argentino. Tiene cosas interesantes. Espero que te guste también. Trata de llamarme en la noche. Pero al menos escríbeme algo. Te envío Bs. 1.000,00 para el pago de Domesa. Un abrazote y un gran beso. Te queremos mucho, todos tus hermanos siempre preguntan por ti y lamentan que no pueden llamarte por teléfono. Saludos a Violeta, Antonio, Sra. Rosa, José Vicente, Nieves, Pedro, Jesús Ramón, Walter, etc. Hasta pronto.

GRO Turmero 11/02/95

Gilberto y Levi: Reciban un fuerte abrazo y un beso. Los recuerdo todos los días. A pesar de que ustedes están entrando en una edad en la que naturalmente uno se va desprendiendo de los padres, sin embargo, una distancia como la presente obliga a pensar y recordar a los seres más cercanos, más queridos.

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Una de las cosas que debemos aprender en la vida es que toda razón es relativa. Que no hay verdades definitivas. Y que es un error creer que uno tiene la razón de manera segura. Sobre todo ustedes, que están “empezando” a conocerse a si mismos, y empiezan a conocer a los demás, deben tener cuidado de no apresurarse en asegurar cosas o juicios sobre nadie. Vean, observen, reflexionen. Y si pueden, callen. O si van a dar una opinión (a su mamá, a mí, a sus hermanos, a sus familiares, a sus compañeros de estudio, sus profesores, sus amigos, sus vecinos/as), háganlo con mucha prudencia, con mucha humildad, siempre pensando que no tienen toda la razón, y que incluso probablemente puedan estar totalmente equivocados. ¿Cuántos errores he cometido yo? Muchos. Pero eso no es lo que importa. Lo que importa es nuestra actitud para reconocerlos, para reconocernos, para la autocrítica que nos permita avanzar, que nos permita día a día conquistar los grandes espacios vacíos, salvajes, oscuros, que los seres humanos tenemos adentro. Pronto nos veremos. Si sienten algún día la necesidad de escribirme, háganlo. Estamos juntos, a pesar de la distancia. Sé que difícilmente comprenderán, al menos en parte, esta decisión mía de venirme para una zona del país donde se puede vivir con más tranquilidad, en mayor contacto con cuestiones demasiado importantes para mí, como son la naturaleza y un ser humano más solidario. Ya oportunamente iremos conversando eso, en detalle, y con tranquilidad. Por favor, piensen en la gran responsabilidad que los dos tienen en esta época. Responsabilidad con ustedes mismos, en particular (formarse para la vida); y la responsabilidad que tienen para con su mamá y sus hermanos. Jueguen con Andrés, aunque no le consientan pendejeras. Pero no le peguen. Si deben reclamarle algo, lo llaman aparte y se lo dicen seriamente y con cariño. El irá comprendiendo. Levi: trata de ver en Ayarí aspectos muy positivos que ella tiene. Sé que ella te quiere y es necesario que hagan esfuerzos (más tú

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que ella) para superar algunos obstáculos tontos que en algunos momentos los han enfrentado. Dicen que son cosas de muchachos, pero que es necesario darse cuenta de ellas y superarlas. Nos veremos pronto. Probablemente pasemos aquí juntos las vacaciones. Se traen sus corotos de bucear y pescar. La pasaremos muy bien. Hasta pronto. Los quiere:

Gilberto Pto Ayacucho 15/05/83

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Capítulo

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Desde la nostalgía y el recuerdo

“Después, inflexible, el olvido irá carcomiendo la historia; y aquellos que nos han querido restaurarán nuestra memoria a su gusto y a su medida con recuerdos de sus vidas” Joan Manuel Serrat

Para decir de Gilberto... Gilberto Rodríguez Ochoa: caraqueño, pastoreño, caraquista, conquistador, serio, simpático, agradable; de risa fácil, buen humorado, inteligente, enamorado, humilde, buen compañero, conversador fino, bailador sin excesos, rico en conocimientos, despegado de los bienes materiales, amigo fiel, poeta; un poco loco, lector, no fumador, tomador social, repasaba las letras al escribir, se comía las uñas, muy llorón cuando joven; fuerte cuando adulto, descuidado en el vestir, trabajador, estudioso, izquierdista, médico cabal, amante de su padre, hermano responsable, padre amoroso, calvo con orgullo, bueno, bueno, bueno. En fin, un personaje inolvidable, era poseedor de todos estos atributos y los ejercía sin alardes, en forma natural, sin pensar en ellos, pues en su interior, una natural humildad se los impedía. Lo conocí cuando comenzamos a estudiar bachillerato en el liceo Caracas de la parroquia San Juan (1954) tenía 13 años y era flaco, pequeño, pobre y estudioso. Estudiábamos juntos y para los exámenes finales íbamos a El Calvario con las sillas de extensión y todos los útiles. En otras ocasiones estudiábamos bajo la sombra de los edificios de la urbanización “2 de diciembre” allí, los residentes nos enviaban frutas, café etc. Gilberto se venía caminando desde La Pastora hasta los sitios que escogiéramos para estudiar. Con Gilberto compartimos todo: ropa, libros, útiles, hermanos, padres. Mi madre y mis hermanos lo adoraban, mi hermano mayor disfrutaba de su inteligencia, elocuencia y conocimientos. Junto a su familia disfrutamos las vacaciones de los años 1956 y 1957: En 1956 viajamos a Puerto Píritu. (Nuestro primer viaje fuera de Caracas) y disfrutamos del mar, la laguna, pescábamos con los muchachos del pueblo y organizábamos competencias para llegar nadando a un barco abandonado que se encontraba lejos de la orilla.

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Al finalizar bachillerato Gilberto y yo nos separamos: él se quedó en Caracas y yo me fui a Mérida. Cuando murió su padre, Gilberto debió estudiar de día y trabajar de noche para ayudar a cubrir los gastos de su hogar. En vacaciones nos reuníamos y compartíamos lo que estudiábamos. En una oportunidad fuimos a estudiar y luego a almorzar en el restaurante de la UCV. Las mesas estaban llenas y al despejarse una de ellas nos sentamos rápidamente, entonces Gilberto tomó la servilleta del plato que una estudiante había utilizado y le dijo al mesonero: a mi me traes un refresco, con esto yo estoy completo. Ejerció la medicina sin sobresaltos, a todas las situaciones sabía imprimirle la tranquilidad del sabio. Fue un médico ejemplar que siempre estuvo al lado de los desposeídos. No creía en la medicina privada y se negaba a aceptar dinero por sus consultas. Creía en las personas y a ellas se dedicaba con la misma bondad que en ellas percibía. Fue un revolucionario izquierdista: creía en la lucha de los pueblos y nunca cambió su modo de pensar ni de vivir. Con él aprendí a escuchar las canciones de Alí Primera. Ejerció diferentes cargos en el MSDS con la misma abnegación; como Ministro, fue un ejemplo constante de trabajo y dedicación, jamás se dejó influenciar por la importancia de este cargo. La muerte lo sorprendió haciendo lo que siempre había querido: vivir en una casita; sembrando la tierra, con cuatro animales, leyendo y pensando mientras se deleitaba con alguna melodía. Quizás su innecesaria pérdida debemos atribuírsela a los deseos del Ser Superior de sentarse a charlar pendejadas con una persona real. Palabras más o palabras menos, quiero dejarles una glosa que recuerdo. Él me la leyó cuando éramos muy jóvenes (aproximadamente de 16 años) la había escrito para una muchacha de la cual estaba enamorado:

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Mientes al decirme que me amas. Pues inédito en ti es el amor que no profesas Libro amado que al abrir sus páginas cuenta de mi errada pertenencia Recuerdos tristes me traen estas glosas escritas a la sombra de tu ausencia de la vida mía cuando yo te amaba.

Héctor Romero Yépez El amigo de luz infinita Gilberto Rodríguez Ochoa fue para mí un amigo incomparable, nunca olvido los largos viajes que realizamos juntos por los caminos de Venezuela. También lo recuerdo como interlocutor ameno y conocedor en extremo de su profesión, en relación con la gente humilde. Interesado por todo, era un compañero oportuno, en ningún momento se aburría, como yo. Le interesaba todo, tenía el don del asombro, su interés por la vida sencilla. Con paciencia oía mis explicaciones sobre el color de las cosas, las flores, las piedras, los ruidos, los atardeceres. Se asombraba cuando yo cambiaba de tema para referirme a lo que acontecía en el momento, preguntaba y opinaba; a veces me corregía con muy buen tacto o me amonestaba discretamente cuando yo confundía algunas cosas. Música, sentidos, agricultura, plantas… a veces nos enfrascábamos en temas filosóficos y siempre, pero siempre coincidíamos en conceptos de profundidad. Por ejemplo, una noche, en la Serranía de Sanguijuela por allá por el Estado Sucre, cerca de Carúpano, estaba Manuela con nosotros y cosa rara, a pesar de que ninguno tomaba licor, esa noche, no sé de dónde sacamos una botella de Güisqui y sin mucha ceremonia nos echamos los palos. El contó historias, yo también las conté y Manuela que nunca antes había tomado, esa noche también tomó, es que esa 205

noche todo era distinto. Esa noche fue como la despedida de los tres. Desde aquel parquecito veíamos las luces de Campoma, las de Margarita y las de Carúpano. Había luna, estábamos sobrios, callados, habíamos confesado cosas que no se cuentan nunca pero esa fue una dramática hora que nunca volvería a repetirse. En la mañana emprendimos el viaje de regreso, íbamos como ausentes. Hablábamos poco. Eran pocas las palabras que quedaban por decirnos. Días después estábamos en Bejuma. Manuela no iba con nosotros, Andrés Eloy tocaba su bandola. Emprendimos el viaje hacia Camay. En ese sitio, Manuela y yo dictábamos un curso de cerámica tomando como base su cultura arqueológica, habíamos hecho buenas amistades y yo entusiasmé a Gilberto para que conociera ese sitio. Andábamos juntos otra vez, Gilberto no era todavía Ministro de la Revolución. Fuimos a Pomare que es Altagracia, donde está el viñedo. Había llovido y no pudimos pasar el río para ir a Camay y debimos dar un rodeo, hasta que por fin pasamos. Allí le mostré el horno de cerámica para leña y tomamos varias fotos que todavía conservo. También fuimos a la casa de Juan Libera que tiene el horno alfarero rústico para quemar tejas, baldosas y ladrillos, tomamos varias fotos y el doctor se interesó mucho en el asunto, fuimos a la casa del alfarero y este nos preparó un almuerzo, allí conversamos largamente y entre otras cosas Juan Libera se ofreció para dictar cursos de su alfarería y de horno, si fuese necesario. (Hoy está vigente esa oferta) y Juan todavía espera para que lo incluyamos en el programa que soñamos en Camay. Regresamos a Turmero y desde ese momento no nos volvimos a ver hasta el día cuando nos visitó como Ministro de la Revolución y se inauguró el Hospital de Sabaneta en el Consejo. Ya en Sabaneta sabíamos que el Ministro vendría a la inauguración y preparamos con gran cariño el recibimiento. La Dirección del Hospitalito y nosotros, sus amigos estábamos llenos de alegría

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y en sitio apropiado decidimos hacer la galería “Alfredo Almeida” con mis dibujos a plumilla para que adornaran un amplio pasillo que aún hoy está recordando aquel emotivo acto. Llegó el momento y allí estaba Gilberto Rodríguez Ochoa, vestía sencillamente en camisa sin corbata, radiante de alegría me tomó por un brazo y me llevó a sentarnos en el sitio en el que recibiría al público. Era el mismo Gilberto: afable, seguro, fino pero muy dueño de la situación, me sentí eufórico, allí estaba el amigo, ahora investido con un cargo de gran compromiso con esta Revolución. Un tiempo antes de esa visita, había muerto mi señora, Manuela Perdomo de Almeida, ese acontecimiento cambió el rumbo de mi historia un 19 de febrero de 1999. Maritza asistió a su entierro. Yo conservo el libro que Gilberto me dedicó en 1978 con estas palabras: Para el maestro y amigo Alfredo Almeida y para esa entrañable y gran mujer Manuela Perdomo: Como para nosotros el tiempo siempre es ahora, y el pensamiento bueno es el tiempo presente, permítanme colocar en sus manos estos escritos de lucha de ayer, de hoy y de mañana. Deseo que vivan mucho físicamente, activos, viéndolos mezclados con el barro, con el conuco, con la pintura, con la cocina más humana, con esta conmovedora y alegre fantasía de existir que ustedes transmiten. Un beso para ambos. Gilberto Nunca terminaremos de lamentar ese viaje que ellos emprendieron al infinito que nos está esperando. Para siempre Gilberto vive en nosotros y con nosotros con las horas que nos empujan hasta la victoria siempre. Somos él, como debe ser su bandera en luz. Su antorcha no se apagará en nosotros y podremos pasarla a las generaciones que ya están en puerta.

Alfredo Almeida Pachaquito, Semana Santa de 2006

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Un Quijote de Aragua en Amazonas Muchas personas suelen estar agobiadas por crisis cíclicas existenciales y Gilberto Rodríguez Ochoa no podía ser una excepción pues convivía en un clima social, cultural y político que “chocaba” con sus firmes convicciones político-ideológicas de hacer posible una patria distinta. Por eso no nos fue extraña esa especie de huída consciente desde las tierras de su querida Aragua para encontrarse, a mediados de la década de los 80 con la magia misteriosa de la selva amazónica entre cánticos de piapocos, su riqueza hídrica inconmensurable, la extraordinaria belleza de su flora y fauna y por supuesto, la diversidad multiétnica de su indianidad. Era un médico de una personalidad sin lugar a dudas polifacética, militante de la vida y revolucionario integral, de vocación nacionalista, trabajador incansable y de una sabiduría envidiable. Para él fue muy simple construir con sus propias manos y con diseño adaptado a las particularidades de la región su propia vivienda y en el entorno de ella, cultivar los frutos de la vida, aunque por lo impredecible de los cambios climáticos de esta selva tropical y tal vez por desoír las consejas de los nativos, dos años después, tanto la vivienda como el conuco familiar fueron arrasados por una de esas inundaciones que son frecuentes en la época de invierno. Ese infortunio no lo amilanó y casi enseguida, en un reencuentro de vida familiar; con la fuerza de su espíritu y sus manos y el apoyo de su esposa Maritza y sus cinco hijos, construyó una nueva y hermosa vivienda, y al igual que Fruto Vivas, fue un constructor creativo que supo combinar los recursos de la naturaleza y de su entorno con los soportes espirituales de una real convivencia humana. Por cierto, los hijos, parecieran haber heredado de Gilberto, además de su inmensa capacidad intelectual, la amistad por el quehacer con las manos y la cercanía a la construcción y a la tierra.

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Disfrutó como pocos, de la seducción que encerraba la naturaleza amazónica, de la inmensa espiritualidad que le proporcionaban aquellas aguas celestiales de sus ríos, de la selva adentro, de sus montañas vírgenes y del misterio de sus productos. En una ocasión, conminado por un grupo de ancianos piaroa que habitaban cerca de las montañas mágicas del Autana, probó el yopo, una especie de estimulante natural que utilizan los indígenas para sus ritos y pasó toda la noche con severos malestares estomacales. Las tertulias de los amigos y familiares con Rodríguez Ochoa, a veces, resultaban interminables y en muchas oportunidades se cerraban sólo obligados por la aparición de los primeros rayos del sol. Siempre asomaba un tema especial para la reflexión, el diálogo y la discusión fraterna. Su capacidad de persuasión y el dominio del arte de los razonamientos y de la dialéctica se perdían en el infinito. A Rodríguez Ochoa, con aquellas credenciales de médico en salud pública, docente universitario e investigador reconocido a nivel nacional, no le importó perder posiciones en la escala burocrática de sueldos y demás beneficios del personal profesional de carrera para optar un cargo en la estructura de recursos humanos de la zona. Con esa estoicidad inquebrantable acudía todos los días y puntualmente a sus consultas de dermatología para atender a los indígenas y no indígenas del inmenso territorio de la amazonía venezolana. Nunca se doblegó ante el ejercicio de la medicina privada a la cual combatió con apasionamiento casi religioso. La medicina social era según él, la panacea para los descamisados y condenados de la tierra. Todos tenemos el derecho a la salud sin discriminaciones de ninguna naturaleza –decía-. La medicina no puede ser fuente para “hacer negocios” –agregaba-. Esa convicción social le generó muchos enemigos políticos. Jamás se prestó para paralizar un servicio de salud, aún cuando la convocatoria hubiese provenido de grupos gremiales de la derecha o de la izquierda venezolana.

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En esos vaivenes y marejadas de la política venezolana, con la añadidura del sostenido resquebrajamiento de la fuerzas del sistema puntofijista, en aquella etapa de transición con la presencia en la Presidencia de la República del Dr. Ramón J. Velásquez, Rodríguez Ochoa fue designado como Director Regional de Salud de Amazonas, cargo que desempeñó por corto tiempo, habida cuenta de su personalidad y posturas políticas radicales en contra de los desgobiernos de la IV República, los cuales –a su modo de ver- estaban distanciados de las reales necesidades sociales de la gente y practicaban las corruptelas más despreciables que servían para incrementar la pobreza de los nacionales, por eso siempre los consideró cómplices de la entrega del país a fuerzas foráneas anti-nacionales y apátridas. Rodríguez Ochoa se mantuvo reacio a convertirse en militante de nuevo cuño en el contexto de los partidos tradicionales y junto a otras figuras de estirpe de luchadores sociales que se reencontraban en Amazonas, se agrupó en una primera etapa en la “Sociedad de Amigos de Amazonas” y luego en el Movimiento 11 de Mayo”, que en alianza con las fuerzas de izquierda de la zona, organizaciones indígenas e individualidades, llegó a convertirse en un combatiente activo y beligerante en la lucha contra las “Nuevas Tribus” , así como también de la misión religiosa coreana y de los “garimpeiros” buscadores de oro de las entrañas del suelo patrio. Las organizaciones indígenas, en muchas ocasiones, lo colmaron de reconocimientos y de formas espirituales de protección junto a sus dioses y cosmovisiones. Sostenía con una convicción extraordinaria, que se transitaba por un momento político y estratégico diferente, donde los espacios sociales no podían ser cubiertos por las agrupaciones políticas de “vieja data” y que era el momento de propuestas políticas novedosas y regionales. En la coyuntura electoral de aquel momento y en el marco del movimiento local “11 de mayo”, aceptó la propuesta de ser candidato a Alcalde de Amazonas, cuya votación, aunque moderada, permitió la conquista de nuevos espacios de lucha en contra de las fuerzas del establishment.

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Al cristalizarse la opción real de gobierno de Chávez, Rodríguez Ochoa fue convocado para que asumiera la cartera de salud y permaneció en dicho cargo durante dos años, hasta que él mismo dimitiera por razones personales. El Presidente Chávez, en alocuciones públicas, siempre alabó su desempeño de ciudadano integro y revolucionario de gran lealtad. Muchos han sido las demostraciones de afecto y reconocimientos hechos a los integrantes de su familia luego de conocerse el trágico accidente donde pereciera en el Estado Carabobo. Constantemente, en los predios del palacio de Miraflores y fuera de éste, se le recuerda y admira.

César Arismendi

Crónica de frágil memoria I Muchas veces coincidíamos en la acera de costumbre y en el sopor de ciertas horas. Era Maracay la misma de esta tarde, con la diferencia de que los tantos afectos de aquellos tiempos se han disipado: unos por viajes interminables; otros, por esa fragua terrible de los desencuentros. Sí, fueron muchas las veces, hasta que nos unió un libro que Gilberto escribió en el recogimiento de la preocupación por las políticas sanitarias de este país. Hoy, cuando la urgencia me lleva a decir algunas cosas del amigo médico, y por las tantas mudanzas, no sólo del espíritu sino de mi biblioteca, no encuentro el libro y su título se me ha borrado, pero no la carga emocional de sus páginas y la pasión humanística de sus palabras, más allá de la frialdad del discurso científico. Se trataba de una tesis sobre la medicina social, sobre la salud de este gentilicio que aún busca dónde calmar sus dolores corporales. Recuerdo difusamente el encuentro con Gilberto en el diario El Imparcial, a finales de los años setenta, al borde de unos fríos 211

ochenta cuya generación aún libera sus fantasmas. Entonces mi amigo médico, dirigente del Movimiento al Socialismo, me llevó su gracia escrita, su impronta literaria. Apareció una nota escrita con la alegría juvenil de quien sentía en Gilberto Rodríguez Ochoa que la puerta del éxito estaba ante sus ojos y los nuestros. II La casa del MAS quedaba en la calle Páez frente a la Asamblea Legislativa. José Antonio Sucre, periodista, fundador junto con muchos del partido naranja, me acota que Gilberto era un hombre dedicado por entero a la medicina solidaria. “Gilberto era un hombre muy sensible, abierto y generoso. Llegó a formar parte de la directiva del MAS y se destacó por su capacidad académica y humana. Silencioso, observador, sabía diseñar políticas próximas a las necesidades de la gente más débil. Se hizo querer por todos, por su fuerza vital y por su calidad como ser humano. Inteligente, dado a los amigos, supo también confrontar con entera pasión a sus compañeros, pero siempre él, honesto y amigo”. La política, entonces, ocupaba gran parte de la vida de este médico venezolano, entregado a respirar por sus pacientes y prójimos. “Atendía la medicina pública. Muchos son los profesionales de la salud que podrán dar fe de la angustia de Gilberto por lograr la salud de su gente, de su país. Y su sueño, cambiar las cosas, ser más generosos, más sanos, más solidarios. Pasaron los años y nos alejamos. Llegó a ser Ministro. La muerte de Gilberto nos marcó. Regresamos al pasado con su nombre. Era un hombre bueno, de eso no hay duda”. III Cada quien en lo suyo. Un día me tocó ir a su casa de Turmero. Se mudaba, por cuestiones de trabajo o curiosidad científica, al Amazonas. De nuevo renovamos afectos. Gilberto me confesó que andaba buscando algo: “lo que a uno se le pierde siempre”. Recuerdo que el médico amigo tenía unos animales en la sala. Una culebra en una cesta. La mujer de mi hermano se asustó. Gilberto la calmó y le demostró que la serpiente era tan tranquila como el silencio de sus ojos. 212

Supe que se había ido a trabajar al Hospital José Gregorio Hernández de Puerto Ayacucho. Mi hermano vivió alquilado en la casa turmereña de Gilberto el tiempo que él duró en Amazonas. Unos dos años, si no me equivoco. IV Mi amiga Daisy Camacaro me invita a traerlo un rato a estos días, gracias a las páginas de este libro que celebra la vida de Gilberto Rodríguez Ochoa, el médico, el hombre, el soñador, el revelador de poemas, el amigo, el servidor público. Por esa razón esta crónica frágilmente olvidadiza. Me valgo de los datos de mi mala memoria: el afecto rescata imágenes, emergencias. A quienes lo tienen cerca, familiares, amigos y colegas, estas palabras más allá del tiempo y del dolor que nos causó su muerte. Seguro traía en el cuerpo los aires de Aguirre, los aromas de esa hermosa tierra carabobeña, la prometida para la reflexión y la eternidad. Hoy, cuando ha pasado el tiempo, me estaciono a diario en la misma acera. A veces siento que alguien pasa y levanta la mano de un saludo. Veo a Gilberto, su sonrisa tímida, su paso lento hacia la puerta de la otrora casa del MAS. Se pierde detrás de una mata que ya no es, pero sigue vigente en la mirada de quien la recuerda. Otras veces sale y se aleja, como quien va hacia Turmero. La amistad, pese a la distancia, continúa. Cuando me asalta la memoria, brindo por los amigos, pero sobre todo por quien tuvo en la medicina y la gente sus más caros afanes. Entonces aparece -entre amigos de bohemia- el nombre de Gilberto y sonreímos, nos damos la mano y nos echamos al recuento de esa vida que seguirá insistiendo, que seguirá pasando con el tiempo, para que la eternidad no nos tome desprevenidos. Salud.

Alberto Hernández

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Recuerdos de un buen profesional y amigo Conocí al Doctor “Rodríguez Ochoa” (como le llamábamos en Amazonas), por referencia antes que personalmente, Nora González –quien también ya está en el cielo– le nombraba mucho y siempre con gran cariño. Nora, misionera salesiana entre los yanomami de Mavaca, era una excelente enfermera. Cuando ella iba a Puerto Ayacucho, tocaba a las puertas del Doctor Rodríguez Ochoa para hacerle mil consultas sobre los problemas de piel que aquejaban constantemente a los niños y siempre era bien recibida. Las instrucciones iban siempre acompañadas de pomadas y medicamentos, beneficios utilísimos para la población yanomami. Pasados unos años, lo conocí personalmente, yo acompañaba a un paciente que requería su atención y pude corroborar las buenas referencias escuchadas. En Puerto Ayacucho solía verle en Amavisión, el Canal de TV del Vicariato de Puerto Ayacucho, en el espacio semanal de salud, donde con gran pedagogía, instruía y formaba a la población. Cuando fue comisionado de Salud del Estado Amazonas puso gran empeño en un Proyecto de Salud en el que quiso involucrar a todas las fuerzas vivas de la región, sin olvidar las educativas. Quería que la atención en salud llegara a cada grupo étnico, a cada comunidad, a cada persona. Posteriormente y de manera más familiar, compartí muchas veces con él, cuando venía a buscar a Andrés Eloy, el más pequeño de los hijos, que estudiaba en nuestro Colegio “Madre Mazzarello”. En algunas ocasiones solicitamos la casa de familia que tenían a las afueras de Puerto Ayacucho para hacer jornadas de retiros espirituales entre las Hermanas. Recuerdo una vez que no estaba Maritza, la esposa, pero cuando llegamos, la casa estaba bien limpia, pues él con Andrés Eloy, había barrido, pasado coleto y pulido el piso.

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Era un amigo apacible, servicial, se podía intercambiar ideas con él. La gente de Amazonas le quiso, le apreció en su labor profesional. Allí dejó muchos amigos. Particularmente creo que ahora, desde la cercanía con Dios, que ya goza, ayuda todavía más a los indígenas y a toda la gente de esa hermosa región venezolana.

Con un grato recuerdo: Sor María Isabel Eguilor

Gilberto: un hombre de huella permanente Para encontrarme hoy con ustedes conjugué fuerzas afectivas e intelectuales. Afectivas porque hay que hacer uso de la templanza espiritual para sentarse algunas horas a pensar en los seres físicamente ausentes e intelectuales porque eché mano de mi experiencia como investigadora de la cotidianidad para reconstruir desde mi subjetividad a ese amigo tan querido. Esa experiencia me permite creer que esta percepción particular va a coincidir con la de quienes lo conocieron. Volqué mi mente hacia los recuerdos de aquellas tardes después de clases, entonces, desanudé las conversaciones que sosteníamos en los cubículos, en los pasillos, en el estacionamiento del Núcleo y así, fui entretejiendo tiempos, vivencias y esta semblanza que quiero compartir. ¿Qué imagen evoqué? La de un hombre menudo, con su guayabera blanca, sus sandalias y con su inconfundible sonrisa. ¿Qué tiempos vinieron a mi memoria? Aquellos años de los 80 cuando nos conocimos y estrechamos una gran amistad que no se fundaba precisamente en puras coincidencias, sino todo lo contrario, porque teníamos también profundos desacuerdos. Todo iba muy bien cuando hablábamos mal de los adecos y echábamos pestes de la política de EEUU hacia nuestros pueblos o de los retos de 215

la universidad. Nos divertíamos muchísimo contándonos chistes y chismes… en fin, todo era cordialidad hasta que tocábamos el tema de la discriminación de la mujer, su ubicación en la sociedad y temas afines. En ese punto llegábamos a veces, a términos irreconciliables, yo desbordaba toda mi pasión e impaciencia y él apacible me decía: - calma niña que se te van a desorbitar los ojos, mira, la principal lucha de la mujer es conquistar igualdad de derechos en lo laboral todo lo demás es feminismo radical - y yo le refutaba que la principal opresión ocurría en el hogar y su cotidianidad, y que todo lo demás era comunismo acrítico. Ya a esos niveles terminábamos la conversación abruptamente, y al día siguiente volvíamos a ser los amigos de siempre. Estaba segura de que Gilberto comprendía la esencia de lo que yo quería transmitirle, porque un hombre que abogó por los trabajadores explotados, que renunció a las prebendas que pudo darle su profesión y que tuvo la entereza de reconocer que, de la mayoría de sus colegas, no esperaba grandes esfuerzos para transformar la realidad no podía ser ajeno a mis angustias y yo sabía también que para él fueron vitales sus planteamientos para alcanzar la equidad entre hombres y mujeres. En ese transitar por los recuerdos, me tropecé con una anécdota que sugiere al amigo, al médico que fue Gilberto: mi mamá tenía una lesión en el cuero cabelludo. Para ella una clínica lujosa, un médico alto, con impecable bata blanca, es sinónimo de sapiencia médica, obviamente buscó atención en el Centro Médico de Caracas, en el Hospital de Clínicas Caracas, en el Instituto de Diagnóstico; pero ninguno de esos lugares le resolvió el problema, entonces le propuse que consultáramos a Gilberto; advirtiéndole previamente que debería ser en el hospital y que tendría que esperar su turno y además, le aclaré que él era un hombre de una apariencia muy diferente a lo que pudiera esperar. Convencida ella, nos fuimos al hospital. Durante la espera, salió Gilberto al pasillo y se lo presenté, cuando él se fue me dijo: ¿y ese es el médico que me va a examinar? Sí –le dije - él es un excelente dermatólogo, ella me miró y refutó: con esa pinta de derrotado...lo dudo. Resistí pacientemente sus comentarios hasta 216

que entramos a la consulta y entonces él, con su amabilidad, la atendió sin apuros, le observó con detenimiento la lesión, luego se subió en un banquito para bajar de un estante dos libros, los abrió y le enseñó a mi mamá fotos para explicarle acerca de su problema y le indicó un tratamiento. En menos de 15 días mejoró, entonces mi mamá se empeñó en que tenía que llevarle un regalo y todos los días me preguntaba: qué le puedo comprar a ese médico, tan....excéntrico él, con sus sandalias, su guayabera y su sencillez. En esos 15 días, ella pasó de asignarle un aspecto de derrotado a uno de excentricidad y sencillez. Este relato dibuja con profunda crudeza, el imaginario colectivo que la cultura dominante ha construido sobre lo que debe ser un médico y Gilberto fue, por fortuna, la antítesis, el antihéroe de ese médico distante que cree tener en sus manos la vida y la muerte de sus pacientes, que apela a siglas incomprensibles: ACV, UCI, TAC, y que usa como herramienta ideológica para reafirmar lo inalcanzable de su sabiduría, la escritura ilegible. Gilberto en su praxis profesional fue la esencia, la impronta del buen proceder médico. No importa en qué fecha nació Gilberto, lo importante es que pasó por el mundo y lo conocimos, no importa qué títulos obtuvo, mucho menos qué cargos ocupó, lo importante es que donde estuvo, fue un médico que no hizo transacciones ni pactó con el poder para corromperse, que no se entretuvo en el camino hacia la búsqueda de lo justo. Siempre destinó esfuerzos para la lucha política. Siendo apenas un adolescente combatió la dictadura y como profesional de la salud, fue un activista de la contienda gremial. Quienes respetamos la irreverencia, vimos en Gilberto el aliado para la denuncia, la protesta, el uso de la palabra sin cortapisa, la crítica certera contra la corrupción política. Les confieso, que me era extraño ver en la prensa su foto con ese traje obligado de Ministro, y a la vez era tan simpático leer sus declaraciones donde decía ser ateo y de profesión soñador, donde refería con tanta valentía la discusión de la eutanasia, tema que junto con el del aborto, es obviado por la generalidad del gremio médico. Sus confesiones eran un zarpazo a la doble moral y la hipocresía social. 217

Ese equipaje psíquico, afectivo e intelectual, le permitía inventar cosas en su vida. Durante algunos años, en ese empeño por ser un médico comprometido, puso de lado los beneficios de la ciudad, y probó vivir en Amazonas, tratando de materializar ese sueño de trabajar en las zonas olvidadas y por la salud de la gente ignorada. Retos voluntarios, que sólo pueden hacer quienes no pierden la credibilidad en sí mismos y no viven para soñar, sino que sueñan la vida. Recuerdo esos tiempos, cuando se rumoraba que él podría ser el próximo Ministro de Salud. Me lo encontré en CORPOSALUD y compartimos algunas impresiones al respecto, bajo la sombra de un árbol, como retomando la vieja costumbre de conversar en los estacionamientos. En lo personal, estaba segura de que la motivación de Gilberto para aceptar ese cargo no era otra que era la posibilidad real de hacer cosas por este país y su gente. Me comentó que una de sus preocupaciones no era el problema de los recursos presupuestarios, sino cómo enfrentar la cultura del trabajador público, estaba convencido de que esa era una de las principales enemigas de cualquier gestión, creo que su inquebrantable espíritu de lucha y su capacidad para inventarse los sueños, fueron las cualidades que lo fortalecieron para asumir esa responsabilidad, sin embargo, y como vaticinando el futuro, ese día me confesó textualmente que si el monstruo público tenía mil cabezas, no iba a pensar dos veces para apartarse del cargo y volvería a reencontrarse con la tierra. Cuesta creer que personas acostumbradas al fogueo, puedan apartarse de esa cotidianidad política y profesional, pero, desde hace algunos años para acá, he aprendido que la vida tiene insospechados atajos, que tal vez no podemos soslayar. Cuando Gilberto ya como Ministro, visitó a Aragua, fui al Hospital Central de Maracay a saludarlo y a entregarle, en nombre de las mujeres de Aragua, una carta en una hoja amarilla - mi color de suerte – y de mi puño y letra, como se le debe escribir a los amigos. Acercarme a él, entre tantos periodistas, parecía una misión imposible, pero al fin, logré dársela y él, como siempre, con gesto deferente, se la metió en el bolsillo superior de su traje obligado de Ministro, obviamente no se le veía nada elegante ese 218

papel amarillo sobresaliendo en el pecho, pero así lo vimos en la flamante foto de prensa. En el día Internacional de la Mujer, recibí una llamada de la doctora María Urbaneja, quien después fue Ministra de Salud, para decirme Gilberto me pedía que le enviara por fax, algún mensaje a fin de publicarlo en la prensa nacional. Había pasado mucho tiempo desde aquellos altercados teóricos nuestros sobre la mujer. Él siempre reconocía que yo era una de las primeras personas que lo había sensibilizado a reflexionar sobre el tema y ese día sentí una gran alegría, creo que fue el primer Ministro de Salud que se manifestó públicamente al respecto. Ustedes podrán imaginar que yo, no sólo le pasé un mensaje, sino que aproveché la oportunidad para recordarle, entre otras cosas, que en las mujeres ha recaído, sin costo alguno para el estado, un significativo porcentaje de la atención primaria en salud. Estimo que como Ministro, tuvo clara la importancia de la descentralización, así como la urgencia de cambiar el modelo de atención; por ello promovió una visión de atención integral en salud. Él, más que nadie, comprendió la relevancia de las universidades y la academia en todo ese proceso de transformación en salud. El tiempo que transitó en el cargo fue desbordado por las incansables horas de trabajo. Hoy pudiéramos juzgarlo por su tenacidad y empeño, nunca por la desidia, ni la corrupción. Quienes lo queremos tanto, sólo agradecemos sus esfuerzos y sus aciertos. Como Gilberto era tan irreverente, estoy segura de que en este momento está mirándonos y en cómplice amistad, nos esboza su inimitable sonrisa.

Marbella Camacaro Cuevas

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Mi profesor de Historia de la Medicina Hoy, con estas líneas hago un recuerdo muy especial para el doctor Gilberto Rodríguez Ochoa, quien fuera mi profesor de Historia de la Medicina en el 5to año de la carrera en el Núcleo Aragua de la Universidad de Carabobo: Sus clases eran especiales pues despertaba en nosotros el interés por conocer la verdadera historia de la profesión médica con una visión crítica. Disfrutábamos con él la naturaleza y los espacios abiertos. Algunas de sus clases se desarrollaban en la famosa pérgola del Hospital Central de Maracay. Allí nos reunía a todos y hacíamos nuestros seminarios y discusiones. Las tardes transcurrían discutiendo sobre temas sociales y de interés sobre la historia. Un día nos presentó su libro Del ejercicio privado de la medicina o de la alienación del acto curativo. El contenido de ese libro me marcó para siempre en el ejercicio de mi profesión. Hacia el final de mi carrera, supe que el Dr. Rodríguez se iba a vivir al Amazonas y que había renunciado a la Universidad y a su cargo del Hospital en Maracay. Recuerdo que a mí me pareció asombrosa esa decisión, ya que no era tan fácil para nosotros entender en ese momento el cambio de vida pues éramos unos jóvenes estudiantes. Un año más tarde, al graduarme de Médico, conseguí trabajo en el estado Guárico, en Cabruta, un pueblo ubicado al margen del Río Orinoco frente a Caicara del Orinoco. Gilberto Rodríguez Ochoa supo que yo estaba allí y un día me visitó. Después de esa visita, cada vez que se desplazaba hacia Puerto Ayacucho, hacía una parada en Cabruta para visitarme en la Medicatura. Lo recuerdo vestido con camisas guayaberas y usando sandalias de cuero: muy sencillo. Su rostro, siempre sereno y con una sonrisa hermosa. Después perdí el contacto por un tiempo y nos volvimos a encontrar en el año 1991 cuando realicé mi Curso Medio de Salud Pública en Maracay. Para ese momento él trabajaba con el Proyecto Salud para el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y cuando le conté que estaba trabajando como profesora en el Departa220

mento de Medicina Preventiva y Social en la Escuela de Medicina en la Morita, expresó su complacencia porque sus alumnos estuvieran formando a los nuevos profesionales de la carrera. Cuando fue nombrado Ministro de Salud en el año 1999, recibí una llamada en mi celular y para mi grata sorpresa era de él: me proponía que lo acompañara en su gestión, como Directora de la Antigua Escuela de Malariología y Saneamiento Ambiental. Le respondí de inmediato que sí, que contara conmigo. Me pidió que transformara la Escuela en un Instituto de Altos Estudios. Como decimos popularmente, me dio “luz verde” para que hiciera lo que fuera necesario a fin de alcanzar ese objetivo. Emprendí de inmediato ese trabajo y justo al año, pude presentarle como cumplida, la misión encomendada. Su propósito de transformar el Ministerio no fue una labor sencilla. Desde lo personal creo que uno de sus deseos se cumplió: ver engrandecida la famosa Escuela de Malariología y transformada en una Casa de Altos Estudios con perfil propio que titula a sus egresados.

Evelín Escalona 10 de marzo de 2006

En Amazonas Algunos episodios de su práctica social Quizás el primer encuentro significativo donde participé con Gilberto fue aquel homenaje que se le hizo a Alí Primera, dos años después de dejarnos. Nos acompañó Ramón Primera, “Moncho” hermano de Alí, también médico y quien había compartido las aulas de la U.C.V. y otros escenarios de lucha con Gilberto. Habíamos escogido para el homenaje el espacio del antiguo Colegio Pío XI de Puerto Ayacucho, donde por segunda vez nos 221

deleitamos con el talento de cantantes amazonenses, entre ellos Francisco Gámez, Miguel Angel Ramos, Marisela Barrios, Grupo Baré de los hermanos Olegario, Nestor Payema, Victor Ramírez, y contamos con la producción y animación del profesor Ronaldo Olegario, organizador del recordado Festival de la Canción Mensaje de Puerto Ayacucho, indicador ineludible de la conciencia política de la región. Ya la semilla de la amistad con Gilberto comenzaba a germinar y con el abono de coincidencias ideológicas, era casi imposible que no creciera en terreno fértil, como efectivamente sucedió. Para los años 1.986 - 87, estábamos en Puerto Ayacucho en el Museo Etnológico de Amazonas, “Monseñor Enzo Ceccarelli”, adscrito al Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho e inaugurado un par de años antes. Allí, además de las actividades propias del Museo, realizábamos reuniones para tratar diversos aspectos problemáticos de la ciudad (falta de agua, fallas en la electricidad, calidad de la educación, etc) y de la defensa de los pueblos indígenas. Estas reuniones no tenían nada de clandestinas ya que Monseñor Enzo Ceccarelli, Vicario y Obispo de Amazonas venía de liderizar las luchas de solidaridad en el conflicto de 1984, entre el terrateniente Herman Zingg y el pueblo piaroa, en el Valle de Wanay y conocía a todos los que promovían las reuniones en el Museo: Gilberto Rodríguez Ochoa, Héctor Valverde Aristimuño, Rubén Montoya, César Arismendi, entre otros, Monseñor los había visto en las primeras filas de la lucha a favor de los indígenas y enfrentando a Zingg y a sus aliados políticos: Paulina Gamus, David Morales Bello y los muy recordados asesores legales, Rottondaro y Koësling, nombres muy sonados recientemente, a propósito de las famosas “Guarimbas” que se dieron en algunos sectores del este caraqueño en las conspiraciones reaccionarias del 2002 y 2003. Gilberto fue siempre coherente en el plano profesional, con lo que había denunciado en su libro “Del ejercicio privado de la Medicina o de la alienación del acto curativo” (Fondo Editorial Proceso, Caracas, 1.979) Él se resistió a ejercer la medicina privada. Peleó desde que llegó a estas tierras, por una práctica 222

médica respetuosa de todos y en especial, de los indígenas, sujetos de racismo cotidiano y más en esos cenáculos de dominio jerárquico en el que devinieron las dependencias de salud, a lo que se le sumaba la falta de dominio de los idiomas indígenas por parte de los médicos y el personal paramédico para atender a los pobladores, algunos bilingües y otros monolingües en su idioma materno (hivi, uwotjuj0a, ye´kwana, baré, yanomami, curripaco, baniva, piapoco, etc) realmente, lo que se practicaba en esos centros era algo muy cercano a la Veterinaria. Por su especialidad de dermatólogo, tenía que realizar el control de las prostitutas de Puerto Ayacucho y del pueblo fronterizo de Cazuarito de Colombia. En estas consultas, su ética lo conducía a tratar con largas conversaciones plenas de cariño y comprensión a esas mujeres, a quienes les hablaba “de la hermosa puesta de sol del día anterior o del prolongado aguacero de hace dos días” como escribimos en diciembre del 2002 (Amigos. En: revista “La Iglesia en Amazonas”,. Nº 98, diciembre 2002, P. 45). Esta forma de ver al paciente como uno igual, lo caracterizó desde siempre. Como médico especialista le tocó trabajar en uno de los leprocomios del litoral central del país. Con ello fue moldeando su formación y reivindicando, para todos, la noble profesión de la medicina. Recordamos igualmente, que coordinó las pasantías de los estudiantes de Medicina, que se encontraban en Amazonas. En algún momento nos comunicó, que en los informes que entregaban los pasantes al culminar su pasantía, siempre indicaban que las charlas que dictábamos, de Dermatología y Antropología de Amazonas eran, según ellos, las que más le habían aportado, a honra nuestra. En una oportunidad, pude constatar en carne propia el alcance del daño que puede hacer al paciente una huelga de médicos. Entonces me encontraba trabajando en Caracas y una infección en uno de los dedos de mis manos me hizo acudir a un hospital del cual fui rechazado, pues sólo se atendían casos de emergencia. Argumenté que el mío era un caso de emergencia, y me 223

contestó el médico de guardia que emergencia era en caso de muerte… Con un episodio como el anterior, me era imposible no tener presente a Gilberto, quien siempre cuestionó las huelgas médicas y él, a pesar de que sus colegas no pasaran consultas, cumplía con su compromiso… y así como era gentil, sonriente y cariñoso, también era rígido, valiente y fuerte cuando la vida le exigía ese comportamiento, como en aquella oportunidad en la que un sindicalista adeco lo amenazó y no tuvo más remedio que enfrentarlo con una pistola. 1992 fue un año que signó los destinos del país, para Gilberto no fue un año de mucha tranquilidad, al igual que para muchos venezolanos y venezolanas que decidieron dar ese salto cualitativo en aras de una sociedad más justa, por la cual habíamos luchado desde los tempranos años liceístas. Cierto día llegó a su casa una nota donde se le participaba que tenía que comparecer ante la Fiscalía Militar para, como siempre, tratar asuntos de su interés…En cuanto esta citación se produjo en la institución militar, y antes de que llegara a manos de Gilberto, uno de sus tantos amigos o pacientes debe haber recordado sus acciones llenas de humildad y bondad y de manera clandestina y anónima, tomó el teléfono y llamó a uno de los tantos amigos de Gilberto, para que le comunicara que pronto le allanarían su residencia. Esta llamada fue recibida por Héctor Valverde, abogado de profesión y militante revolucionario desde la década de los sesenta, quien jugó papel preponderante en la asesoría legal y política de los indígenas piaroa– uwotjuja de Valle de Wanay y luego en 1998 se incorporó activamente a la estocada final del modelo político venezolano instaurado a raíz de la caída de Pérez Jiménez. Valverde se comunicó inmediatamente conmigo para que en breve tiempo encontrara a Gilberto e hiciera llegar la noticia a su casa. Ambas tareas se cumplieron y Maritza pudo sacar de su casa una escopeta 16 y una 7.65 con las cuales protegía a su familia. Así logró evitar que consiguieran alguna evidencia que 224

pudiera involucrarlo en acciones conspirativas. Como revolucionario de toda la vida, Gilberto no podía permanecer de espaldas a lo que el pueblo venezolano venía anunciando desde 1989. En 1992, con la insurrección en marcha y en su condición de médico que trabajaba con los militares, se precisaba de alguien que entrara a la sede de la Brigada del Ejército de Puerto Ayacucho y contactara con un Mayor, para que éste asistiera a una reunión a celebrarse en Puerto Páez. Con las indicaciones en mano, entró a la Brigada y por las señas abordó al Mayor y le participó de dicha reunión. Los datos que le habían proporcionado, tenían error en los apellidos del militar, y lo condujeron a la persona equivocada, quien inmediatamente reportó la novedad a la instancia de Inteligencia del Ejército a los pocos días tres Coroneles de la Fiscalía Militar de Caracas se apersonaron en la región y luego de intenso interrogatorio decidieron el allanamiento de su casa. Al no reconocer lo afirmado por el Mayor y sin haber encontrado ninguna evidencia de estar participando en los sucesos que ocurrieron en ese año, tuvieron que dejarlo en libertad, previo el habitual chequeo sobre su persona que suelen realizar los organismos de seguridad. Muchas de las familias amigas de Gilberto y Maritza, entre ellos César Arismendi y Carmen Emilia, Rubén Montoya y Gisela y Antonio Graterol y América, Freidman y Martha, Miguel Angel y la novia del momento, Alejandro y Cuba, acostumbrábamos vernos frecuentemente y compartir salidas a los pozos, las fiestas de nuestros hijos y, sobretodo, los días navideños. Con frecuencia, Cuba y Miguel Angel sacaban sendas guitarras e iniciaban la velada musical con las canciones de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez y con el pasar de los tragos y atizando la brasa de los pollos o de la parrilla, se llegaba a Felipe Pirela, Los Panchos o a María Teresa Chacín. Con el tiempo llegó una amiga, de excelente voz, de condición humana inigualable, madre amorosa y miembro de familia de revolucionaria, desde Gallegos para acá. También apareció en la región un operador de turismo, compañero de nuestra amiga y ambos se unieron al grupo de familias que compartíamos momentos de diversa naturaleza y motivación, 225

casualmente, todos no nacidos en Amazonas, a excepción de César Arismendi. Continuaron nuestros encuentros y las referencias de cada quien de su vida: las andanzas políticas en el PCV, en el MAS luego de la división, otros en el MIR antes de la división y posterior a ella, unos para la Liga Socialista y otros para los Comité de Luchas Populares (CLP), brazo legal de Bandera Roja (la original y no la traidora de los actuales momentos) y nuestro querido amigo operador de turismo participaba en los comentarios de la grave situación del país y escuchaba sobre la práctica política que habíamos tenido, sin embargo, como casi todos habíamos sido vacunados por la triple de los tres monitos: no ver, no oír y no hablar, a pesar de que éramos compañeros, siempre se evitaba algún dato en primera persona de alguna actividad puntual donde se hubiera participado políticamente. En 1990 o 1991, se creó la primera delegación de la DISIP en Amazonas y cuál no sería nuestra sorpresa, al enterarnos que el buen amigo de turismo fue nombrado como el primer Jefe de la Delegación de la DISIP en Amazonas y al inaugurarse la sede actual de esa institución, en la urbanización Alto Parima de Puerto Ayacucho, el Ministro del Interior, Sr. Luís Piñerúa Ordaz, lo ascendió a Comisario General es decir, que como policía, el recorrido debió haber sido largo. En honor a la verdad, nuestro amigo el Comisario General tenía como norte las áreas de narcotráfico y secuestro y como para esos momentos participábamos de la lucha social y reivindicativa, nunca actuó en términos represivos hacia nosotros. Con el tiempo, el amigo Eduardo fue comisionado para realizar trabajos de investigación de carros robados en Venezuela y llevados a Colombia y luego de arduas y peligrosas investigaciones, pudo conocer en carne propia hasta qué punto los gobiernos reaccionarios y cómplices de ambos países, utilizan a funcionarios en misiones difíciles y luego los abandonan para que éstos asuman en forma individual y familiar el precio de haber servido a la patria. Con el tiempo, él tuvo que salir de Colombia por los caminos verdes y enconcharse en Venezuela durante largos años. 226

10 de marzo de 1786: nacimiento de José María Vargas. 10 de marzo de 2002, muerte trágica de Gilberto. Parafraseando a Pablo Milanés, diríamos si Vargas fundó La Medicina en nuestro país, Gilberto la dignificó. Para concluir este reencuentro con Gilberto, sólo me queda expresar que el amigo siempre es recordado en Amazonas y más en estos tiempos de revolución, cuando hace tanta falta hombres y mujeres de la talla de Gilberto, en humildad, solidaridad, honestidad, liderazgo, capacidad y, como decían los viejitos, que tanto recordaba, don de gente, valores éstos, que tanto precisamos en todas las escalas, para los retos que tenemos como sociedad.

Alejandro J. Signi Sánchez

Médico a carta cabal Cuando conocí la noticia de su designación como Ministro de Sanidad di gracias a Dios, porque al fin llegaba al Despacho un Médico a Carta Cabal, bien formado académicamente, con ideales humanitarios y sociales firmes y amaba su profesión y la ejercía como un apostolado. Lo conocí desde muy joven -a los 16 años- cuando estudiábamos bachillerato en el Liceo de Aplicación y posteriormente cursamos juntos la Carrera de Medicina. Era sencillo, alegre, preocupado por los problemas sociales, decidió la especialidad médica que le permitía soñar y cumplir con su manera de concebir la práctica de la medicina. Nos criticaba, respetando nuestra intención de abordar otra visión de la carrera, pero nos quisimos como verdaderas hermanos incluyendo, en todos nuestros momentos importantes, a familiares y amigos cercanos. 227

En la Universidad, compartíamos tristezas, inconformidades, limitaciones económicas, sueños, alegrías, etc. Todo ello me sirvió para crecer con él y considerarlo un gran amigo y un gran maestro a pesar de nuestra juventud. Lo recordaré toda mi vida. Pienso que seres como ese tienen que estar en un plano Superior por toda la eternidad.

Maura Elena Medina de Romero

Notas para la Historia A un Maestro Compañero y Amigo Cuando comenzó el año 1994 asumió la Dirección General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental un Médico Sanitarista, Dermatólogo, nacido en la populosa Parroquia de la Pastora en la Ciudad de Caracas, pero procedente del Estado Amazonas, donde había ejercido importantes cargos, tanto en la Dirección del Hospital de Puerto Ayacucho como en la Dirección Regional de Salud de esa Entidad Federal. Con este lenguaje de conocimiento, y experiencias el doctor Gilberto Rodríguez Ochoa, comienza su tránsito por una organización conocida por él a través de sus historia pero, desconocida en sus aspectos organizacionales operativos y técnicos, esta situación despertó expectativas y curiosidad en el personal, ya que a decir del propio doctor Rodríguez Ochoa, él no era hijo legítimo de Malariología, si acaso, un hijo adoptivo, su gestión fue difícil puesto que coincidió con los procesos de Reestructuración del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y con la discusión y firma de los Convenios para la Descentralización Administrativa del Sector Salud y con ello de los Programas de Malariología. Las decisiones obligantes en estas materias, profundizaron el descontento y animadversión de muchos trabajadores y ex funcionarios puesto que fueron consideradas como entreguistas por

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considerar que ningún nexo afectivo ni doctrinario lo unía a la organización que dirigía. El doctor Rodríguez Ochoa defendió con fuerza la tesis de que Malariología no podía continuar operando bajo un enfoque anatómico, parcelado, individualista de sus programas, era necesaria la integración con el resto de las Direcciones del Ministerio bajo un concepto holístico de la salud. En estas Notas Para La Historia, que escribo a la memoria del doctor Rodríguez Ochoa, debo destacar aspectos de su personalidad regia, tenaz, perseverante y soberbia, aunque a la vez reflexiva, que contrastaban con su sensibilidad, puesta de manifiesto en la intolerancia a la injusticia y desigualdad social o en el placer sublime que experimentaba ante la nota sonora de un cuatro o de una mandolina o ante las lágrimas de una madre trabajadora que afligida, le pedía la renovación de su contrato de trabajo próximo a fenecer. Para honra de su memoria, esta joven madre actualmente forma parte de la nómina fija del Ministerio de Salud. Otro aspecto a resaltar fue su desafío a las rígidas y exigentes normas de protocolo, jamás pude convencerlo para que asistiera vestido de flux y corbata a los actos conmemorativos de las fechas aniversarias que debía presidir, siempre se impuso de chaqueta exhibiendo la más modesta prenda de su guardarropa. Lo importante era su presencia y así lo demostró. Concluyo dirigiéndole estas notas al Maestro quien me trasmitió firmeza en las decisiones, serenidad y prudencia frente a las crisis y optimismo y confianza ante el futuro. Al Compañero, presente siempre en el diario y complejo trajinar por la gestión pública y al Amigo, por su lealtad cuando los demás fallaron. Disfrute doctor Rodríguez desde el silencio de la eternidad, este cálido, respetuoso e imperecedero recuerdo.

Alcira Barbera López Santa Ana de Coro 10 de febrero del 2006 229

Para recordar al Revolucionario Un día del año 1997, cuando no había tantos revolucionarios como hoy en día, ni estaba tan de moda la palabra, me dijo el amigo GRO: “Los revolucionarios somos poquitos, pareciera algo genético. Algunos estamos tan ‘enfermos’ que no cedemos nunca en nuestras posiciones respecto a la necesidad de cambiar el sistema capitalista”. Gilberto fue de esa fibra irreducible: desde los 70’, que yo sepa, visitaba los presos políticos del Cuartel San Carlos, enfrentó a sus colegas médicos en su tendencia dominante al capitalismo o mercantilización de la medicina y practicó una militancia política honesta y consecuente. Por la misma época, me dijo un día: “Yo no concibo que una persona tenga más de dos pares de zapatos. Yo tengo dos pares: uno negro y otro marrón. No necesito más”. A mí me dio pena, porque yo tenía como 10 pares. No le dije nada porque sentí que él era más coherente con el pensamiento revolucionario que yo, por lo menos en el manejo de las necesidades reales y la tentación del consumismo promovido por el modo de producción capitalista. Así fue Gilberto, un hombre que se la jugaba practicando lo que pensaba, a contracorriente. GRO no rehuía el debate y daba respuesta a las cuestiones que se le planteaban. En un encuentro de 50 líderes de la Corporación de Salud del Estado Aragua, donde GRO participó como uno de los altos directivos, se presentó una discusión muy fuerte sobre nudos críticos de la salud pública. Varios tuvimos diferencias con algunas de las posiciones de GRO, incluso yo tuve la grosería de decirle que me había sentido defraudado por él. Al día siguiente nos llegó un documento de 9 páginas con argumentos muy serios sustentando su posición. Este era un rasgo muy propio de él. Muchos de quienes lo acompañaron en su gestión en el nivel central, recuerdan que se preguntaban de dónde sacaba el Ministro Rodríguez Ochoa el

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tiempo (algunos juran que no dormía) para leer los documentos que le enviaban para su consideración y él los regresaba con notas, observaciones y argumentos.

Freddy Mejías

Algunas anécdotas vividas con mi gran amigo No recuerdo el año exactamente, pero sé que ocurrió en la década de los 60 y que se celebraba por segundo año el Carnaval Turístico de Carúpano; en esos días el carro de Gilberto estaba malo y quisimos repararlo. Duramos una semana arreglándolo para poder viajar a Carúpano. Finalmente, nos fuimos Rafael González (su cuñado), Francisco Olivo, Luís (su hermano), Gilberto y yo. Cuando llegamos a Carúpano no teníamos dónde hospedarnos porque los hoteles y posadas estaban llenos, recuerdo que nos detuvimos a comer en una casita donde vendían empanadas y las respectivas cervecitas, Gilberto le preguntó a la señora, si tenía una habitación que pudiera alquilarnos para, por lo menos, guardar nuestro equipaje, bañarnos y cambiarnos de ropa. No nos preocupaba dónde dormiríamos, pues nosotros íbamos en plan de rumba. Gilberto le comentó que era médico en Caracas y que nosotros éramos gente de bien, la señora le contestó que no tenía habitación, pero que frente a la casa estaba la escuela, y que ella nos podía llevar a la casa del director para que habláramos con él y así lo hicimos y el director nos prestó un salón de clases para hospedarnos allí. Nunca se me olvida que un día, al ir a cepillarnos los dientes, Gilberto vio que yo le ponía al cepillo crema dental, de punta a punta y me dijo: Alexis por qué le pones tanta crema dental al Cepillo? Con un poquito que le eches en el medio basta y te da la misma limpieza. Desde entonces hasta hoy, cada vez que me cepillo los dientes me acuerdo de ese consejo de Gilberto. Esos días que pasamos en Carúpano fueron inolvidables. 231

Nosotros, los amigos de Gilberto derrocamos el gobierno que duró menos horas en el poder, esto sucedió en la Pastora parroquia donde nacimos y nos criamos. Eran otros Carnavales y estábamos reunidos en el bar Lucana para elegir al presidente de la junta del carnaval de la esquina de “Cristo al Revés” y habíamos elegido al señor José y le pedimos que dijera unas palabras como presidente, él se subió a una mesa y dijo: “Hemos empezado mal” y eso bastó para se formara el alboroto y el bochinche y le dijimos: tú no sirves para presidente, nos costó mucho para bajarlo de la mesa ya que era un hombre de 1.90 mts. de estatura, pero no costó menos subir a la mesa al nuevo presidente sustituto que no era otro que Gilberto Rodríguez Ochoa que media 1.50 mts. de estatura. Todos los años, en Diciembre Gilberto Rodríguez visitaba a mi mamá, decían mis amigos que ella preparaba la chicha andina más sabrosa que ellos habían probado. Cuando él llegaba yo le decía a mi mamá: llegó Gilberto a tomarse su chicha, y siempre llevábamos cuatro, guitarra y maracas para cantarle, y Gilberto le dedicaba poemas de Andrés Eloy Blanco. Él declamaba tan bien que yo siempre traté de imitarlo y me aprendí muchos poemas que aún hoy en día declamo cada vez que me dan un chance. Desde que Gilberto se nos fue y como el era un hombre de palabra y no le gustaban las injusticias, estoy seguro de que ya debe haber hablado con Dios o con el que pone los angelitos en el Cielo y debe estar disfrutando con sus ángeles catires, con ángeles morenos, con sus angelitos blancos, con sus angelitos indios con sus angelitos negros, que vayan comiendo mango por las barriadas del cielo.

De su amigo: Alexis González Montero. Caracas, 10 de Marzo del 2006

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Testimonio En 1973 durante la campaña presidencial de José Vicente Rangel, los que estaban conmigo en el Comité del MAS en la parroquia San José eran: René Zaza Yllas, Josefina López Mujica ( “La Chipa”) Valentina, su hermana, Rafael Rodríguez (“Pelito”) y otros compañeros de la zona. Desde la parroquia La Pastora venían Gilberto Rodríguez, Carlos Rodríguez, Luis Moreno , quien vivía en Altavista, y era un médico muy amigo de Gilberto a colaborar en las “batidas” que hacíamos en la zona para el reparto de propaganda, visita casa por casa, pintas en las paredes y pega de afiches. Algunas veces los del grupo fuimos a Altavista , acompañando a Luis Moreno en las actividades políticas en ese sector. Las actividades de propaganda estaban orientadas por la Comisión de Propaganda, dirigida por el pintor Jacobo Borges, quien tenía su taller en Sarría. Estas tareas se realizaban en forma colectiva y por esa razón el grupo además de la afinidad política, desarrolló lazos de amistad. Por eso era común que algún domingo nos reuniéramos en el apartamento de Gilberto, en La Pastora, a compartir un rato y almorzar con él y su esposa Maritza. Gilberto era médico del Hospital Vargas, pero en el grupo no había diferencias, él era igual que los demás compañeros, actuaba con sencillez y su trato era cordial con todos nosotros. Recuerdo que Gilberto organizó conjuntamente con Nancy Caricote, que era de la directiva del Colegio de Odontólogos de Caracas, una exposición de pintura, recolectando finanzas para el MAS y la candidatura de José Vicente. Después de la campaña electoral no nos volvimos a ver, creo que Gilberto se fue a vivir a Maracay, por lo cual mi testimonio se refiere sólo a la militancia política en Caracas y específicamente en la parroquia San José.

Antonia Viloria de Tremont Caracas, 28 de febrero de 2006. 233

Papá: mucho amor para regalar Describir a papá representa para mí un doble riesgo: el de no encontrar las palabras precisas y éste de enfrentarme con el eterno nudo en la garganta. Se imbrican los más variados pensamientos que muchas veces no llevan a ninguna conclusión y por momentos siento que las ideas sucumben muchas veces bajo su propio peso o el de los sentimientos. Podría llenar cientos de hojas -al igual que muchas personas que le fueron cercanas - evocando vivencias y enseñanzas particulares. Recuerdo cada detalle, tal vez porque en esas vivencias y enseñanzas cada detalle fue importante. En mi intento, sólo mencionaré resumidas cuestiones para no redundar mucho con las que se comentan en el libro. Principalmente trataré algunas del ámbito familiar, porque en el ámbito profesional hay otra increíble faceta de papá, con sus logros, su dedicación, su filosofía, etc. Contaré recuerdos gratos relacionados con la pasión de papá por construir, sembrar y estar cerca de la naturaleza. Tengo los más hermosos recuerdos de cuando papá se fue a Amazonas y venía cada cierto tiempo a visitarnos en Turmero, en esa época escribió una hermosa carta que atesoro. Cada vez que llegaba a Turmero era para nosotros como una fiesta maravillosa. Tiempo después, nos fuimos todos para Amazonas. Ese viaje de mudanza fue una aventura, recuerdo que la carretera estaba en muy mal estado, se cruzaban ríos con puentes de madera y tambores, se perdía uno muchas veces en carreteritas paralelas abandonadas, etc. Allá en Amazonas la vida se tornó muy interesante, especialmente por la exuberante naturaleza, que fue uno de los más grandes atractivos para mi papá también. El primer fundo que tuvimos quedaba en Carinagüita, allí sembrábamos conucos, hacíamos aljibes, criábamos animales, aprendimos a hacer bahareque, nos bañábamos con totuma y nos enjabonábamos con paraparo. Lidiamos con el comején, el jején, los zancudos, las culebras y los bachacos. Mi papá construyó una churuata de dos pisos. Ese fundo lo dejamos 234

porque se inundó un día, y dentro de la churuata, el agua alcanzó un nivel de unos 30 cm. Vivíamos detrás del hospital “José Gregorio Hernández” en el barrio “Alberto Carnevalli” y mi papá trabajaba en ese hospital, hoy recuerdo aquella larga cola de pacientes que él atendía sin importarle que fuera muy tarde. Luego tuvimos “El Canarín”, que costó 13 mil bolívares. En ese tiempo papá compró un Toyota viejo. Para todos nosotros estar allá fue como tener cientos de días de trabajo, principalmente los fines de semana, cuando me enseñaba albañilería, plomería, electricidad, astronomía y muchas otras cosas. De comida llevaba mañoco, sardinas, tomate y cebolla. Dormíamos en la placa sin techo de la casa para ver las estrellas. Una vez, por esos días, vimos una avioneta que venía volando muy bajito y como sin control, casi choca contra la casa, para todos fue un susto muy grande, luego supimos que el piloto era Hernán Sánchez y que con ese vuelo rasante nos estaba dando la bienvenida. Él era un vecino, con quien hicimos una bonita amistad. Cada vez que viajaba, al regresar, pasaba siempre por su fundo para que lo fueran a buscar al aeropuerto. Hernán me regaló mi primer caballo, al cual le puse “Rocinante” por el de Don Quijote, pues era muy flaco y viejo, y tenía una oreja caída, por lo cual todas las fotos se las tomábamos de un solo lado. Era muy noble ese animal. Luego de construida la casa nos mudamos. Esa casa la diseñó papá, y aún conservamos los planos. el techo de los cuartos era de cinc, para escuchar la lluvia. Tenía un sistema de recolección de agua de lluvias, un sistema para regar matas con aguas servidas de lavamanos y regaderas, depósitos para separar la basura orgánica de la inorgánica, corredores, etc. Cerca de la casa también construimos un depósito de herramientas, ese era un espacio que nunca podía faltar para papá en todas las casas. En “El Canarín” luchamos con muchos incendios, que era el peor de los enemigos e hicimos muchos cortafuegos. Papá me enseñó a combatir el fuego con más fuego. Se perdió mucho tiempo y dinero por incendios, además de que vivimos muchas desilusiones. Afortunadamente el espíritu inquebrantable de papá nos energizaba, y así pudimos empezar una y otra vez. También

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bregamos con una tierra muy dura que no se dejaba sembrar, pero la sembramos, después fue común aquello de los bachacos, otros incendios y tener que llevar el agua para regar las matas... hoy siento que fue bonito ir domesticando aquello. Realmente fue como irlo domando, igual que a un potro cerrero. A “El Canarín” iba gente hasta los domingos a consultar a mi papá. En este fundo también criamos muchos animales, casi todos en libertad. Todos trabajábamos mucho: papá, mamá, mis hermanos y yo. Tengo un recuerdo muy grato de una vez que yo quería sembrar pasto, y nuestro amigo, el Ing. Ernesto Perdomo nos regaló unas semillas y entonces mi papá inventó una especie de rastra o surcadora con una viga “doble T” que llevaba soldada en un extremo un pico con unos tubos para montarse, y en el otro extremo una cadena para conectarla al Toyota. Yo manejaba el Toyota y mi papá se subía en el aparato que inventó y yo arrastraba ese aparato con mi papá que le daba peso y se iban haciendo unos surcos perfectos. Otro recuerdo especial que tengo es de cuando hicimos un tendido eléctrico atravesando la selva hasta el batallón donde papá trabajaba en la carretera nacional. Nos llevó tiempo y mucho trabajo, abriendo picas, subiendo árboles, empatando cables, poniendo postes, escalando piedras. Era largo el trecho, por lo cual a la casa sólo llegaban unos 90 voltios que no rendían para mucho, pero al menos lográbamos encender algunos bombillos y si acaso un televisor y dos ventiladores si apagábamos esos bombillos. Antes de eso dependíamos de una planta eléctrica que papá apagaba a las 11:00 ó 12:00 p.m. Años después empezaron a urbanizar frente a nuestra casa, donde antes habían morichales y entonces hicimos un nuevo tendido eléctrico hacia el frente. Estando allí en “El Canarín” también había mucha actividad política, porque cuando mi papá se lanzó como candidato a alcalde, el centro de operaciones de la campaña era nuestro fundo. En esos años viajamos unas cuantas veces hacia el sur del estado acompañando a papá en otras campañas, pero no políticas, sino sanitarias, de trabajo, hacia La Esmeralda, Santa María de los Guaicas, Atabapo y otros. 236

Muchos de sus viajes fueron aventuras impresionantes. Una vez tuvieron que aterrizar de emergencia en la carretera de Samariapo, otra vez tirarse casi en picada para aterrizar de emergencia en una pista de tierra por el mal tiempo. En otra ocasión, como médico de un batallón de infantería en campaña por el Alto Orinoco, nos contó que lloró cuando vio el desastre causado por los garimpeiros, y que era una vergüenza para el país aquella situación: pistas clandestinas, burdeles, destrozo ecológico, alienación étnica, etc. Por esos tiempos íbamos a Caracas de vez en cuando, en el mismo toyota viejo destartalado de los surcos. Los viajes eran tediosos, pero maravillosos al mismo tiempo, muchas veces papá se paraba en préstamos (esas lagunas artificiales a orillas de carretera donde abreva el ganado) para bañarnos, como era largo el camino generalmente dormíamos en chinchorro en alguna plaza en San Fernando de Apure. Cuando papá viajaba solo regresaba con un montón de regalos para todos; y siempre fue así, aún si el viaje era al exterior. Años después nos vinimos a Maracay y dejamos atrás esa bella e intensa etapa de Amazonas, pletórica de buenos amigos abogados, ingenieros, sociólogos, médicos, antropólogos, cultores populares, todos de nobles ideales con los cuales se hicieron muchas e interesantes tertulias:. En esas reuniones se gestaban muchas ideas políticas. Yo volví a Amazonas en poco tiempo a vivir con unos entrañables amigos, los Cardozo. Cuando regresó a vivir en Turmero, tras una larga búsqueda, papá compró la parcela de Aguirre, y empezó otra vez, pero en una tierra más fácil de labrar. Cortamos muchos frutales que estorbaban, para dejar entrar el sol, luego sembramos topochos, cambures, taparos, limones, maíz y café y mientras se construía la casa, volvimos a la carpintería, plomería, electricidad, le encantaba todo eso! Él, como antes, dormía en el segundo piso para contemplar las estrellas. Era como un niño, nunca perdió ese espíritu maravilloso. Cuando trabajábamos en Aguirre a veces oíamos los rebuznos de un burrito en una parcela cercana, y papá gritaba: ¡Llegó el treeeeen! Y todos reíamos. 237

Por esos tiempos se reavivó nuestra hermosa amistad con Alfredo Almeida, y de allí surgieron algunos maravillosos viajes que hicimos papá, el Sr. Alfredo y yo, por diferentes partes del país. Oí en esos viajes largas conversaciones llenas de un gran matiz filosófico que me marcaron. Cualquier sitio podía convertirse en un buen lugar para ver plantas, animales, conversar, comer pescado frito con las manos o saborear un mango, así que un viaje corto podía durar muchas horas. Cuando nosotros construíamos la casa de Aguirre papá se apartó un poco por su trabajo en el ministerio, así que nos reuníamos con él esporádicamente. En el año 2001, por fin, cumplió uno de sus sueños de mudarse allá, y entonces dedicó más tiempo a sí mismo, escribiendo, leyendo, pero sin dejar de participar en algunos eventos. Cuando alguno de nosotros lo visitaba, él se alegraba mucho, salía corriendo para abrirnos la puerta y abrazarnos. Enseguida abría una botella de vino tinto para celebrar. Largas y bellas conversaciones sostuvimos en esos encuentros. A las 6 de la mañana o antes uno se despertaba oyendo el golpe del pico o la escardilla sobre la tierra, era él que estaba sembrando. El trabajo físico era el descanso necesario a tanto tiempo de trabajo intelectual, decía. Tuvo siempre mucho amor para regalar. Cuando de niños nos despertaba lo hacía con una caricia, con un susurro al oído. Hizo duras críticas a los políticos incapaces, a los corruptos, a la mediocridad, al sistema en decadencia, etc. Mientras tanto trabajaba muy duro, desde tempranito hasta muy tarde. Muchas vacaciones se le vencieron, sólo le gustaba ser útil, no esperaba reconocimientos por lo que sentía que era su deber. La “tentación de la fama”, como él mismo la llamaba, había sido desterrada de su pensamiento desde hace mucho tiempo. Era muy desprendido de lo material, especialmente del dinero, y siempre debía administrarlo muy bien. Lo irritaba la injusticia, recuerdo una anécdota que me contó en Aguirre: estaba cerca del apartamento donde vivía alquilado en Caracas cuando era ministro, caminaba por allí temprano y vio dos policías “matraqueando” y tratando mal a 238

unos vendedores informales, entonces papá los siguió y caminó varias cuadras hasta el comando de la policía donde llegaron. Allí habló con el comandante, sin identificarse, sólo denunció los policías, y entonces casi lo meten preso. Durante su vida nos regaló de todo. Decenas de libros, todos con hermosas dedicatorias. Recuerdo cuando yo tenía como 7 u 8 años, en Puerto Ayacucho, le pedí al niño Jesús una pistolita de tinta que se borraba, y obtuve en cambio un “Reto al Conocimiento” de 2000 preguntas que aún conservo y con el cual jugamos muchas veces por esos tiempos, además, recibí una bonita carta del niño Jesús para Andresito, explicando el por qué del cambio. Con esa carta empezaron mis dudas sobre el niño Jesús pues yo pensaba: ¿Cómo hace el niño Jesús para escribirme a máquina? ¡Esa máquina debe ser livianita al igual que los juguetes! Y comencé a dudar... Papá era un gran admirador de muchos escritores, poetas, músicos, científicos. Era muy culto, y eso nos emocionaba, para todo tenía una respuesta lógica. Lo oí hablar de José María Vargas, del Dr. Torrealba (El Sabio Torrealba), del Dr. Scorza, del Dr. Convit, de Beethoven, de Mozart, de Rubén Darío, de García Márquez, de Séneca, de Aristóteles, de Chagas, de Da Vinci, de Pastteur, de Rilke y muchos otros ilustres personajes. Los los libros de mi papá que aún conservamos tienen anotaciones por todas partes. Papá supo equilibrar perfectamente el hecho de vivir y dejar vivir, más aún extremando las circunstancias: vivir y ayudar a vivir. Él enseñaba con el ejemplo que se vive para ser feliz porque la vida es algo fortuito y como tal debe aprovecharse. Tanto mejor si nuestra oportunidad puede también ser utilizada para incrementar o mejorar las oportunidades de otros, muchos de los cuales las tienen en desventaja. No vivimos para satisfacer a un dios. Siguiendo esa filosofía disfrutaba y aprovechaba cada segundo de la vida, y nos enseñaba a todos a hacerlo, con el ejemplo. Contemplar atardeceres, flores, animales, estrellas, subir montañas, bañarnos en ríos, cocinar con leña, oír buena música, leer buenos libros, fueron vivencias comunes durante nuestros años con papá. Tenía una sensibilidad y un gusto exquisito y también 239

un humor especial, era pícaro y una gran sonrisa se dibujaba en su rostro con frecuencia. Siempre pensaba más en los otros que en sí mismo. Pienso que una persona tan grande como papá es una de esas cosas maravillosas y extrañas de la vida que casi nunca ocurren, es la interacción infinitesimal del espacio y el tiempo que las genera o quizás, para utilizar palabras de Alfredo nuestro sabio amigo, diría: son elementos dispersos unidos por la casualidad.

Andrés Eloy Rodríguez González

Ya no somos los mismos Un pedazo se ha roto en nuestra esencia quebrando deseos y sueños la posibilidad de volver a ver en tus ojos el brillo único hiperbóreo de un ser singular una cicatriz profunda desde la piel hasta el hueso desde el suelo bajo nuestros pies hasta las estrellas que ahora cosechas todo ha quedado grabado en nuestro aliento en el deseo infranqueable de volver a verte Un sabio al que teníamos acceso dejó de existir se esfumaron sus sencillas maneras de interpretar el mundo ¿Quién ahora nos explicará el universo? cómo entenderemos los laberintos de lo complejo con las palabras más sutiles? ese estilo, de aldaba que llamaba el saber las mariposas de la persuasión y las lanzas de aciertos 240

No existe ningún homenaje post-mortem que alcance la satisfacción de tu presencia los precisos consejos y el hablar pausado de la sabiduría y la sencillez en el entuerto queda el tatuaje imborrable de sangre y cenizas de una existencia adalid de revolución y cambio Cómo lamentamos no haber conversado o haberte visto recientemente antes de tu inexplicable partida saber de viajes y experiencias de nuevas interpretaciones en países lejanos que ya en tus sueños habías vivido y como saeta precisa conocías sin haberlos pisado en la concreción de tus ideas en el mensaje de tu humilde omnipotencia Siempre presente en los raudales la selva y ocasos de Amazonas noches pleyadianas, y profundos deseos de libertad y justicia Sin diferencias de cultura, género color o filosofía te nos fuiste como Aquiles Nazoa con su poesía como Alí Primera con su canto de golpe, sin aviso dejando en el aire un aura que no se puede abrazar como la densidad de tu cuerpo presente 241

que era un sol de energía cuando palpábamos tu ser entre nuestros brazos el regalo de tu sonrisa el calor de tu vida Todo lo que construiste seguirá existiendo tu ánimo, tu fuerza tu inexorable capacidad de trabajo titánica decisión, voluntad y brío de ejemplo y constancia de persuasión y encanto el amor por la esencia de la vida por el saber, y tu ternura al transmitirlo Rasgaste el suelo del antiguo Amazonas para sembrar futuro y una profunda herida de inolvidable presencia quedó marcada en toda Venezuela en donde existió un gran hombre sencillo nuestro amigo Gilberto: ....Gilberto Rodríguez Ochoa

Escrito por Juan Francisco Hernández, un amigo de Amazonas, al saber la trágica noticia de su muerte

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Después Después de la muerte de Gilberto son muchas las manifestaciones de afecto y dolor por su ausencia, una de ellas es la de su hermana Aura, quien con delicado amor talla para él, en madera, poemas de su propia autoría y los lleva a su tumba. Ella compartió mucho tiempo con él, pues cuando era estudiante del Instituto Pedagógico de Maracay, había vivido en su casa de Turmero, lo que hizo posible para ella interminables horas de conversaciones y el acopio de sabias enseñanzas que aún recuerda con el mayor de los afectos. En el primer aniversario de la muerte de Gilberto le escribió: Gilberto, hermano mío: “A un año de tu partida no he dejado de pensar en ti... de recordar aquel recibimiento en el Amazonas con una florecilla silvestre y una cachapita de tu propia cosecha. Los que te conocimos bien sabemos que con una sencillez muy coherente y con vocación de servicio, desde niño, fuiste madurando las ideas de lucha para el bien común, transitando por el sendero de la honradez y la honestidad, a la entrega total y desinteresada por una causa justa, siempre inspirada en la significación y valor del ser humano. Solo espero que Dios y la santísima Virgen te den un sitial de honor y ayuden a que tus sabios proyectos algún día se cumplan, y de esta forma, los servicios hospitalarios se humanicen, el Casiquiare siga bañando el Amazonas y se acreciente el caudal de los ríos y sus aguas se tornen cristalinas, que los pájaros canten, retoñen los frutales y florezcan los araguaneyes, para que al fin puedas sonreír al ver el país con el que siempre soñaste.

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Héctor Romero Yépez, Maura Medina de Romero y Gilberto en el colegio de médicos.

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Nelson Palacios, Gilberto y Romero Yepez.

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Gilberto en la boda de su sobrina Gaby al lado de sus hermanos/as, cuñados/as.

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Capítulo

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Sus publicaciones y trabajos...

Libros 1. Rodríguez Ochoa, G. (1979). Del ejercicio privado de la medicina o de la alineación del acto curativo. Maracay: Fondo Editorial Proceso. 2. Rodríguez Ochoa, G. (1979). El sistema de Maracaibo: Biología y ambiente. Caracas: Instituto de Investigaciones Científicas.

Artículos Científicos: 1. Beer-Romero P., Rodríguez-Ochoa, G., Angulo, R., Cabrera, S., Yarzabal, L. (1989). Sporotrichosis in the Orinoco river basin of Venezuela and Colombia Mycopathologia, 105(1):19-23. 2. Ramírez Pérez., J., Rodríguez-Ochoa, G., Ramírez, A. (1982). Estudio de la fauna flebotómica del estado Sucre. Bol. Malariol. Y San. Amb, 22(1-4):11-22. 3. Ramírez Pérez., J., Rodríguez-Ochoa, G., Ramírez, A. (1982). Estudio de la fauna flebotómica del estado Táchira (Venezuela). Bol. Malariol. y San. Amb, 22(1-4):53-75. 4. Ramírez Pérez., J., Convit, J., Rodríguez-Ochoa, G., Méndez, Luis Enrique. (1981). Estudios de los grupos de edad en las poblaciones de Lutzomyia panamensi (Shannon, 1926) y Lu. gomezi (Nutzulescu, 1931) vectores de la leishmaniasis tegumentaria en Venezuela. Bol. Malariol. y San. Amb, 21(2):114-128. 5. Goihman-Yahr M, Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Pinardi, ME., de Gomez, ME, Ocanto, A., Convit, J. (1979). In vitro activation of neutrophils by suspensions of Mycobacterium leprae, Int J Lepr Other Mycobact Dis, 47(4):570-4. 6. Goihman-Yahr, M., Convit, J., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Villalba-Pimentel, L., Ocanto, A., de Gómez, ME.. (1978). Significance of neutrophil activation in reactional lepromatous leprosy: effects of thalidomide in vivo and in vitro. Activation in adjuvant disease. Int Arch Allergy Appl Immunol, 57(4):317-32. 7. Goihman-Yahr, M., Villalba-Pimentel, L., Rodríguez-Ochoa ,G., Aranzazu, N., Convit, J., Ocanto, A., de Gómez, ME. (1978). Studies on the effect of serum and proteins on in vitro-induced neutrophil activation. J Reticuloendothel Soc, 23(6):435-46. 249

8. Ramírez Pérez., J., Rodríguez-Ochoa, G., Ramírez, A. y Carvillo, F. (1982). Estudio de la fauna flebotómica del estado Aragua (Venezuela). Bol. Malariol. Y San. Amb, 18(1):44-80. 9. Goihman-Yahr, M., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Convit, J. (1976). Reacción lepromatosa: Talidomida y activación de los polimorfonucleares. Acta Cient. Venez, 26(1):76 10. Goihman-Yahr, M., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Convit, J. (1976). Activación de polimorfonucleares y proteínas sericas. Acta Cient. Venez, 26(1):77 11. Goihman-Yahr, M., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Convit, J. (1975). Polymorphonuclear activation in leprosy. I. Spontaneous and endotoxin-stimulated reduction of nitroblue tetrazolium: effects of serum and plasma on endotoxin-induced activation. Clin Exp Immunol, 20(2):257-64. 12. Campo Aasen, I., Rodríguez Ochoa, G. (1975). La inervación colinérgica de piel y mucosa del hámster. Acta Cient. Venez, (24): 105-109. 13. Rodríguez Ochoa, G., Reyes Flores, O. (1974). Micosis Fungoide. Dermat. Venez, 13(1-2):51-59. 14. Convit. J., Pinardi, ME, Rodríguez Ochoa, G, Ulrich M., Avila, J.L. and Goihman, M . (1974). Elimination of Mycobacterium leprae subsequent to local in vivo activation of macrophages in lepromatous leprosy by other myco-bacteria. Clin. Exp. Immunol, (17): 261-265 15. Goihman-Yahr, M., Convit, J., Rodríguez-Ochoa, G.. (1973). N.B.T. test in lepromatous leprosy. Lancet, 25;2(7826):456-7. Letter to the Editor. 16. Fisher CA, Barksdale L. (1973). Cytochemical reactions of human leprosy bacilli and mycobacteria: ultrastructural implications. J. Bacteriology, 113(3):1389 (Acknowledge). 17. Convit; J., Rodríguez Ochoa, G., Ávila, José, Goihman-Yahr, M. Y Pinardi, M. E. (1972). Dinámica de la respuesta celular del enfermo de Lepra frente al Mycobacterium Leprae. Trabajo presentado en la XXII Convención Anual de ASOVAC, Maracaibo, Venezuela. Resumen publicado en Acta Cient. Venez, (23): 60. Suple. 1

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18. Convit; J., Rodríguez Ochoa, G., Ávila, José, Goihman-Yahr, M. Y Pinardi, M. E. (1972). Ciclos climáticos en la Cuenca de Maracaibo. Trabajo presentado en la XXII Convención Anual de ASOVAC, Maracaibo, Venezuela. Resumen publicado en Acta Cient. Venez, (23): 72. Suple. 1 19. Rodríguez Ochoa, G., Bastardo de Albornoz, M. (1970). Esporotricosis cutánea diseminada. Dermat. Venez, 9(3-4): 1086-95.

Participación en eventos científicos 1. Rodríguez Ochoa, G., Rivero, A., Carrillo, F. (1984). Paracoccidioidomicosis en Aragua y Carabobo: Fase II: Investigación de campo. Ponencia presentada en XX Reunión Anual de la Sociedad Venezolana de Dermatología, Caracas, Colegio de Médicos del Distrito Federal. 2. Rodríguez Ochoa, G., Rivero, A. (1982). Paracoccidioidomicosis en Aragua y Carabobo: revisión de 29 historias clínicas. Ponencia presentada en VIII Jornadas Nacionales de Medicina Interna, Maracay, Hospital Central de Maracay . 3. Rodríguez Ochoa, G. (1978). Epidemiologic and Health education measures in Venezuela. Ponencia presentada en Reunión Internacional: Scabies and Pediculosis, Minneapolis, Universidad de Minessota, 1976 En J.B. Lippincott Company. Scabies and Pediculosis. Minneapolis, 1977 4. Rodríguez-Ochoa, G. (1977). General aspects of the human treatment of leprosy patients. Trabajo presentado en XI Congreso Internacional de la Lepra, 1978, México. En: E. Switzerland, Leprosy relief work, Berne: Ed. 1977. 5. Rodríguez Ochoa, G. (1975). Avances en el tratamiento de la Lepra. Ponencia presentada en V Jornadas Científicas, Caracas, Hospital Vargas. 6. Rodríguez Ochoa, G. (1975). Medicina general y lepra. Consideraciones sobre confusión diagnóstica. Ponencia presentada en V Jornadas Científicas, Caracas, Hospital Vargas.

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7. Monzón, H., Rodríguez Ochoa, G. (1975). Dermatología en Salud Pública. Ponencia presentada en III Congreso Bolivariano de Dermatología, Maracaibo, Venezuela. 8. Rodríguez Ochoa, G. (1973). Morfea generalizada. Resumen publicado en la Memorias del II Congreso Venezolano de Dermatología, Caracas, Venezuela. 9. Rodríguez Ochoa, G., Borelli, D. (1967). Acerca de micosis superficiales en Venezuela. clínicas. Ponencia presentada en I Jornadas Venezolanas de Microbiología, Caracas, Colegio de Médicos de Distrito Federal.

252

Lista de entrevistados Maritza González: Actualmente dedicada a las labores del hogar. Fue la esposa de Gilberto durante 37 años. Arnoldo Rodríguez Ochoa: General de División del Ejército, hermano mayor de Gilberto. Mireya Rodríguez Ochoa: Profesora de Educación Media mención Evaluación, hermana mayor de Gilberto. Aura Rodríguez de Díaz: Profesora de Geografía, hermana de Gilberto. Argelia Rodríguez Ochoa: Secretaria Ejecutiva, hermana de Gilberto. Carlos Rodríguez Ochoa: Gerente de finanzas de la empresa de gas natural vehicular, hermano de Gilberto. Andrés Eloy Rodríguez González: Médico Veterinario, hijo menor de Gilberto. Raúl Coronado: Comerciante, hermano adoptivo de Gilberto. Héctor Rodríguez Ochoa: Publicista, hermano de Gilberto. Gilberto Rodríguez González: Arquitecto, hijo mayor de Gilberto. Levy Rafael Rodríguez González: Zootecnista, hijo de Gilberto. Ayarí Ochoa González: Hija de Gilberto. Técnica Superior en Turismo. Luís Valera: Médico Magister en el área de la Salud Pública, profesor titular de la Universidad de Carabobo y compañero de trabajo y amigo de Gilberto en CORPOSALUD Aragua. Martha Chacón: Actualmente Coordinadora de Educación en INAMUJER. Se desempeñó como Directora General de Investigación y Educación, durante la gestión de Gilberto como Ministro.

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Javier Correa: Médico especialista en Salud Pública, alumno de Gilberto y durante la gestión de Gilberto como Ministro estuvo al mando de la Secretaría del Despacho del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Rubén Montoya: Sociólogo, Director de la Oficina Regional de Tierras en Puerto Ayacucho. Amigo y compañero de Gilberto en el Movimiento Cívico Mayo, en Amazonas. Magda Magris: Investigadora del Centro Amazónico de Investigación y Control de Enfermedades Tropicales “Simón Bolívar” (CAICET), Jefa en Salud Pública II. Desarrolló sus pasantías rurales durante la gestión de Gilberto como Director de Salud de Amazonas. Ricardo Belisario: Comerciante, amigo y compañero del Movimiento Cívico Mayo. Cuba Hernández: Abogada, amiga y compañera de Gilberto en el Movimiento Cívico Mayo, en Amazonas. Carmen Hernández: Secretaria y amiga de Gilberto en la Dirección Regional de Salud del estado Amazonas. Gisela de Montoya: Amiga y compañera de Gilberto en el Movimiento Cívico Mayo, en Amazonas. América Perdomo: Directora de la Zona XIX, en Puerto Ayacucho, estado Amazonas durante la gestión de Gilberto como Director General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental. Hoy en día es Directora del Centro de Amazónico de Investigación y Control de Enfermedades Tropicales “Simón Bolívar” CAICET. Jacinto Convit: Científico venezolano, maestro de Gilberto. Director de los Servicios Antileprosos Nacionales, y Médico Jefe de la División de Lepra. El Dr. Convit fue postulado en 1988 al Premio Nóbel de Medicina. Es el Director del Instituto de Biomedicina, actualmente. Nora López: Alumna y compañera de trabajo de Gilberto en CORPOSALUD Aragua. Coautora del Modelo de Atención Integral (MAI) y del Sistema de Información Epidemiológico (SISMAI). Actualmente es responsable del Programa de Prevención de Cáncer de Cuello Uterino de CORPOSALUD Aragua.

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Jorge Alvarado: Médico Cirujano, alumno de Gilberto en el postgrado de Dermatología Sanitaria en el Instituto de Biomedicina. Se desempeñó como Adjunto de Gilberto en el Servicio de Dermatología Sanitaria, en el Hospital Central de Maracay. Jesús Toro: Jefe de la Dirección de Endemias Rurales durante la gestión de Gilberto como Director General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental. Hoy se desempeña como Director General de Salud Ambiental. Alberto Aché: Médico epidemiólogo, fue jefe de División de Epidemiología de la Dirección de Endemias Rurales de la Dirección General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental. En la actualidad, se desempeña como Docente Investigador del Instituto de Altos Estudios de Salud Pública “Dr. Arnoldo Gabaldon” Oscar Feo: Presidente de CORPOSALUD durante el ejercicio de Gilberto como Coordinador de Proyecto Salud de esa Institución. En este momento, se desempeña como Secretario Ejecutivo del Convenio Hipólito Unanue, en Perú. María Vale: Asistente de Gilberto en el Ministerio durante los primeros 8 meses. Posteriormente se desempeñó como Directora de Comunicación Corporativa del Ministerio de Salud y Desarrollo Social. Javier Correa: Médico especialista en Salud Pública, alumno de Gilberto. Lo acompañó en el Ministerio como Director General Sectorial de Secretaría. José Mendoza: Vice Ministro de Salud durante la gestión de Gilberto. Cargo que ocupa actualmente. Alix Bautista: Compañera y amiga de Gilberto en la Coordinación del Proyecto Salud. Hoy es la Secretaria de la Universidad Rómulo Gallegos en el Estado Guárico. Ely Saúl González: Compañero de Gilberto en CORPOSALUD Aragua; se desempeñó como Coordinador General del Proyecto Salud del MSDS. Actualmente es Director del Centro Clínico La Morita, en el estado Aragua. Héctor Romero Yépez: Médico Cirujano especialista en Oncología; amigo y compañero de Gilberto desde la infancia.

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Tabla de Contenido Dedicatoria .............................................. 5 Agradecimiento ........................................ 7 Un trazador de caminos .......................... 9 Una vida para un libro .............................. 13 Ir tras las huellas ...................................... 17

Cap. I

Entre virutas, aserrín y paraparas...

19

Cap. II

Una cotidianidad ladrillo a ladrillo...

47

Cap. III

Amazonas, territorio de inmensos contrastes...

65

Cap. IV

Contra una visión tubular de la salud...

99

Cap. V

Un ministro con la mirada en la meta...

117

Cap. VI

Aguirre, un castillete para los sueños...

153

Cap. VII

Poemas, cartas notas y algo más... Obra inédita de Gilberto Rodríguez Ochoa

169

Cap. VIII

Desde la nostalgia y el recuerdo

201

Cap. IX

Sus publicaciones y trabajos...

247

Lista de entrevistados ................................. 253

Esta publicación fue impresa en los talleres de VPD Soluciones Gráficas con un tiraje de 1000 ejemplares, hecha en papel bond blanco base 20, con portada en cartón calibre 18 plastificado. Para su diagramación se utilizaron las tipografías: Futura Lt, Goudy, Pristina, Taffy y Times. Noviembre del 2006, Año Bicentenario del Juramento del Generalísimo Francisco de Miranda y de la Participación Protagónica y del Poder Popular.

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