Discurso del Dr. Ahmed Fathi Sorour Presidente de la Asamblea Popular de Egipto

Discurso del Dr. Ahmed Fathi Sorour Presidente de la Asamblea Popular de Egipto en la Quinta Conferencia de Presidentes de Parlamentos Euromediterráne

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Discurso del Dr. Ahmed Fathi Sorour Presidente de la Asamblea Popular de Egipto en la Quinta Conferencia de Presidentes de Parlamentos Euromediterráneos sobre La sociedad, la cultura y el diálogo entre las civilizaciones (Barcelona 25-26 de noviembre de 2005)

Señor Presidente, Señoras y Señores Presidentes de Parlamentos euromediterráneos; En primer lugar, quisiera expresar nuestro más sincero agradecimiento y profunda consideración al Excmo. Sr. Manuel Marin, Presidente del Congreso de los Diputados, y al Excmo. Sr. Francisco Rojo, Presidente del Senado, por la generosa invitación extendida a los Presidentes de los Parlamentos Euromediterráneos con ocasión de la celebración del X Aniversario de la Declaración de Barcelona. Sin duda, es para nosotros un motivo de satisfacción que la V Conferencia de Presidentes de Parlamentos Euromediterráneos tenga lugar en Barcelona, testigo de la firma de la Declaración de Barcelona, que estableció el marco principal de la cooperación euromediterránea y que impulsó a los parlamentarios a asociarse en instituciones parlamentarias euromediterráneas como la instancia en la que nos reunimos hoy. De hecho, los esfuerzos de los parlamentarios euromediterráneos han culminado en la creación de la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea, que tuve el honor de presidir durante su primer año de vida y cuya primera sesión tuvo lugar en la Asamblea Popular de Egipto, en El Cairo, el pasado mes de marzo. Hoy nos reunimos en Barcelona, en la víspera de la Cumbre de Estados de la Asociación

Euromediterránea, con el fin de renovar nuestro compromiso con el

Proceso de Barcelona, en tanto que instancia principal de la cooperación

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euromediterránea con sus tres dimensiones: política y de seguridad, económica y financiera, y social, cultural y humana. Señoras y Señores La Declaración de Barcelona contempla la creación de una asociación en el ámbito social, cultural y humano. Asimismo, los integrantes del proceso de Barcelona han afirmado que las tradiciones culturales y propias de cada civilización del Mediterráneo, el diálogo y el respeto mutuo entre las culturas y religiones constituyen elementos fundamentales de cara a la consecución del acercamiento entre los pueblos, el fomento del entendimiento entre ellos y la compresión mutua. Sin embargo, en un primer momento, la cooperación cultural se limitó a la protección del patrimonio euromediterráneo y a ciertos programas de intercambio entre jóvenes, así como a programas audiovisuales y al programa de formación de jóvenes diplomáticos de la región euromediterránea, y esto último, en la Academia Diplomática de Malta. En este marco, Egipto fue el primer país en prestar un interés especial a este diálogo, lanzando una iniciativa conjunta en colaboración con Suecia para la celebración en Estocolmo en abril de 1998 de un seminario para el diálogo entre las culturas y las civilizaciones. El objetivo era aunar ideas en relación con el diálogo entre culturas, la educación y el fortalecimiento de las capacidades de la mujer y de los jóvenes. Dicha iniciativa supuso la materialización y la puesta en marcha de la tercera

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cesta de la Declaración de Barcelona, además de preparar el terreno para que la cooperación se transforme en un proceso global multidisciplinario. A partir de diciembre de 2001, en un momento en el que la administración estadounidense daba prioridad a la solución militar en la lucha contra el terrorismo, mediante el bombardeo de los bastiones de los Talibán y de Al Quaeda en Afganistán, la delegación egipcia en la reunión periódica de altos responsables del proceso de Barcelona propuso incluir un punto permanente en el orden del día titulado: “El diálogo entre culturas”. Los representantes gubernamentales avanzaron considerablemente en la vía del diálogo serio y llegaron a acuerdos en relación con diversas cuestiones relativas al diálogo sobre las causas originarias del terrorismo y los medios para abordarlas. Por su parte, Egipto señaló tres causas del terrorismo internacional: - La pobreza. - Los conflictos regionales sin resolver. - Los prejuicios culturales y los estereotipos. - Nuestros socios europeos añadieron una cuarta causa: la falta de democracia y de respeto de los derechos humanos. Además de lo anterior, las delegaciones de España y Suecia propusieron la elaboración de un plan de acción para el diálogo entre culturas, basado en tres prioridades: la juventud, la educación y la información. En este sentido, Egipto formuló los siguientes principios, que deberían orientar el diálogo entre culturas: 1- El respeto de la pluralidad, la diversidad y las especificidades culturales.

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2- La igualdad y el respeto mutuo. 3- Evitar los prejuicios, el alineamiento y los estereotipos. 4- El diálogo debería tender no sólo a una mejor comprensión del “otro” sino también a la resolución de los problemas urgentes. 5- El objetivo último del diálogo no debía ser cambiar al “otro”, sino la convivencia pacífica con él. Así, la Conferencia Ministerial de Valencia adoptó en abril de 2002 este plan junto con los cinco principios, al mismo tiempo que aprobó la creación de una institución para el diálogo entre las culturas, integrando a los socios mediterráneos en el programa europeo “Tempus” destinado a los intercambios universitarios. En este sentido, quisiera señalar una serie de puntos objetivos relativos a los parámetros que deberían regir el diálogo entre culturas: Primero: mientras que muchas personas caen en la trampa de la idea del choque de civilizaciones, ya sea por ignorancia o por falta de conocimientos, otros optan voluntariamente, y en ocasiones de forma tendenciosa, por atizar el fuego. Por tanto, resulta necesario distinguir entre aquellos que desconocen el tema y aquellos a los que les mueven motivos políticos. Segundo: uno de los principales imperativos del diálogo serio es el respeto de la pluralidad y la diversidad; la diversidad es un valor añadido, no un demérito. Por tanto,

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se trata de un patrimonio común de toda la humanidad, un beneficio para todos y un ejercicio pleno de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Al proteger y cuidar nuestras diferentes tradiciones y particularidades, celebramos la grandeza y solidez de la humanidad que todos compartimos. Todos estamos orgullosos de nuestro patrimonio, tradiciones y costumbres propias, así como de nuestras identidades respectivas. Por tanto, nuestros socios europeos han de ser conscientes de la imposibilidad de trasladar al Sur la cultura y el sistema de valores europeo paralelamente a la tecnología y las mercancías. Asimismo, todos debemos tener presente que toda tentativa de transferir un sistema cultural o de valores al “otro” por el simple motivo de que pensamos que una cultura determinada es la mejor constituye un enfoque erróneo, ya que no todo lo occidental es siempre lo “mejor”. Igualmente, el orgullo por la cultura propia no debe conducir al chovinismo o al fanatismo, a alentar la polarización entre las naciones o culturas o a la marginación del “otro”. Al contrario, hay que hacer hincapié en el principio de igualdad de todas las culturas, ya que todas son merecedoras de respeto. Asimismo, se hace necesario subrayar el principio de apertura a otras culturas del mundo, al mismo tiempo que se afirma que la protección y el refuerzo de la diversidad cultural constituye una condición sine qua non para la consecución del desarrollo sostenible a favor de las generaciones tanto presentes como futuras. Tercero: el mundo en el que vivimos actualmente es el fruto de la unión y de la fusión de culturas y de civilizaciones a lo largo de los siglos. Por tanto, la diversidad

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cultural resulta indispensable para alcanzar la paz y la seguridad en el plano tanto nacional como internacional. Por otra parte, es necesario fomentar la interacción y el diálogo intercultural en aras de lograr un enfoque cultural común mediante el diálogo y el respeto mutuo. Cuarto: La capacidad de la sociedad para gestionar la diversidad cultural representa una fuerza constructiva que contribuye a su madurez y le permite ampliar el espectro de opciones disponibles de cara al fomento de la democracia, la tolerancia y la justicia social. Quinto: debemos aprovechar las oportunidades que nos brinda la revolución de la tecnología de la información para que la comunicación entre nosotros sea mejor y más eficaz en aras de consolidar la interacción entre culturas. Además, el desarrollo acelerado de las tecnologías de la información y la comunicación plantea un reto a la diversidad cultural, debido a la imagen de desequilibrio entre países ricos y pobres que genera. Sexto: El diálogo entre culturas en el mundo árabe y Oriente Medio debe abordar los temas de actualidad, especialmente aquellos relacionados con los derechos humanos y los derechos culturales, políticos y democráticos, la reforma de la educación y la modernización. Así se viene haciendo de hecho desde el siglo XIX y consolidándose mediante el diálogo en la primera mitad del siglo XX. Algunos pensaban entonces que Oriente y Occidente no podrían nunca encontrarse, mientras que otros consideraban que las civilizaciones modernas son el fruto de la alianza entre las

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diversas culturas mundiales construidas por las diferentes naciones, lo que además se tradujo en ventajas para todas las naciones. Sin embargo, el diálogo se ha visto interrumpido por los problemas regionales graves a los que han tenido que enfrentarse el mundo árabe y Oriente Medio en general. Ello se debe por igual a que numerosos problemas todavía no se han resuelto, al sentimiento de persecución que albergan algunos pueblos, a la alegación que vincula el Islam al terrorismo y a las tentativas, por parte de algunos, de menospreciar a los otros y a sus civilizaciones. Todo ello se ha visto agravado por el diagnóstico de los problemas económicos y políticos del mundo árabe y de Oriente Medio en tanto que peligros graves, sin intentar abordar sus causas o posible resolución. Además, la situación del Sur ha sido considerada como una amenaza presente y futura para el Norte, amenaza que atenta contra la esencia misma del diálogo entre culturas. Algunos pensadores occidentales han llegado a abrazar este concepto, especialmente después del 11 de septiembre. Sin embargo, aquel que no sea capaz de entablar un diálogo con sus vecinos o respetar los derechos humanos de todos los ciudadanos, nunca podrá estar al frente del diálogo entre las civilizaciones, culturas y religiones del mundo. De hecho, la verdadera globalización ha de dejar atrás el lenguaje arrogante y altivo, y cesar de culpar a los demás, respetando la legalidad internacional y profundizando en la tolerancia y en la aceptación de las otras civilizaciones.

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Todo ello vendría a fomentar valores sublimes, representados por la igualdad, la libertad, la democracia y el respeto de los derechos humanos, así como el rechazo del racismo y del extremismo. Egipto ha emprendido una ardua lucha diplomática para acoger la sede de la Institución Euromediterránea para el diálogo entre las culturas y las civilizaciones, en colaboración con el Instituto Sueco en Alejandría, en la Biblioteca de Alejandría, cuya historia es testigo de la primera unión de las culturas euromediterráneas. Asimismo, Egipto ha propuesto atribuir a esta institución el nombre de la difunta Ministra sueca de Asuntos Exteriores, Anna Lind, no sólo porque fuera una de las más entusiastas defensoras de la creación de la institución, sino también porque su asesinato fue la máxima representación del extremismo, contra el que se creó esta institución. Una vez más, la crisis internacional actual viene a poner de manifiesto la falta de entendimiento entre las culturas, y el peso que todavía suponen los estereotipos y prejuicios. Por ello, hoy, más que nunca, es necesario activar el diálogo entre las personas y las culturas, cambiar los prejuicios existentes sobre el otro en todos los países, defender el conjunto de los derechos humanos y la democracia, y rechazar todas las formas de xenofobia y fanatismo, así como los prejuicios y el desprecio a las religiones. Por este motivo, los participantes en la primera Sesión de la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea, celebrada en El Cairo el pasado mes de marzo,

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subrayaron la importancia del papel desempeñado por la institución “Anna Lind” a la hora de fortalecer el entendimiento mutuo entre los pueblos euromediterráneos, eliminar los estereotipos y los prejuicios, fomentar la diversidad, el respeto del “otro”, poner de relieve el patrimonio común de la región euromediterránea y profundizar en el papel de la sociedad civil y de las organizaciones no gubernamentales en el desarrollo, modernización, reforma, comprensión y respeto mutuos. Quisiéramos aprovechar la oportunidad que nos brinda este foro para rendir homenaje al Sr. D. José Luis Rodriguez Zapatero, Presidente del Gobierno de España, por su iniciativa de la “alianza de civilizaciones”, que dio a conocer desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, encaminada a profundizar en las relaciones políticas, culturales y educativas entre los representantes del mundo occidental y los países árabes e islámicos. Esta iniciativa contribuye positivamente a evitar la instigación al odio que propagan unos pocos extremistas en ciertos países de la región euromediterránea, tomando como objetivos a los símbolos o adeptos de una religión, o una cultura determinada y a sus seguidores. La iniciativa del Sr. Zapatero llega en un momento en el que las tensiones se agravan y las falsas ideas se abren camino en las sociedades. Por tanto, el mensaje que tanto nosotros como los dirigentes de nuestros países deberíamos transmitir desde Barcelona es que los Gobiernos deben asumir una mayor responsabilidad en el fomento del diálogo entre las culturas y las religiones. Esta responsabilidad incumbe asimismo a la sociedad civil y a los medios de comunicación, a fin de demostrar que el desprecio de

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las religiones, al amparo de la libertad de expresión, es un hecho de todo punto inaceptable y constituye una violación de los convenios y resoluciones internacionales adoptados en este sentido por la comunidad internacional. Este mensaje deberá también poner de relieve que el objetivo de aquellos que cometen este tipo de actos no es otro que provocar un conflicto entre culturas y civilizaciones. Por ello, los Gobiernos de los socios euromediterráneos deben adoptar una postura firme en contra de estas tentativas, que suponen un abuso de la libertad de expresión y se aprovechan de ella para subestimar una cultura o una religión, una actitud que amenaza con llevarnos de vuelta al tiempo de las ideologías nazis o fascistas. Esperamos sinceramente que el prestigioso equipo formado por el Secretario General de la ONU, a propuesta del Sr. D. José Luis Rodriguez Zapatero, para estudiar la creación de un pacto entre las civilizaciones, alumbre recomendaciones prácticas que sean posteriormente adoptadas por la comunidad internacional representada por las Naciones Unidas. Es nuestro deseo que con ello logremos sofocar toda tentativa encaminada a sembrar la discordia y la sedición entre los adeptos de religiones y culturas diferentes, y materializar los principios acordados por los Estados de la Asociación euromediterránea en la Declaración de Barcelona y en el programa de acción sobre diálogo intercultural adoptado en Valencia en acciones prácticas con el objetivo de reforzar el diálogo, la convivencia pacífica y la cooperación entre los pueblos.

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