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DISCURSO HERMANAMIENTO TORRE DE HÉRCULES Y ESTATUA LIBERTAD Hoy, la luz cálida y perenne de la Torre de Hércules ilumina la Estatua de la Libertad. Hoy, el faro más antiguo del mundo en funcionamiento, el faro de la humanidad, alcanza con su haz de luz al monumento que representa la libertad, que refleja valores que nos son comunes: amistad, compromiso, solidaridad. Hoy, aquí y en este momento, en este sencillo y simbólico acto, las ciudades de A Coruña y Nueva York hermanan sus primeros y más queridos monumentos, los que simbolizan su historia, su pasado, su presente y sobre todo su futuro. Hoy, ambos monumentos, una gran Torre y una gran estatua, se unen para iluminar al mundo y reflejar el espíritu de los pueblos libres, abiertos y cosmopolitas.

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Gracias al Servicio Nacional de Parques y en especial al Parque del Monumento de la Estatua de la Libertad, que ha sido fiel a los sentimientos que inspiraron este magnífico monumento. Gracias, en nombre de todos los coruñeses, por apoyar este acto de hermanamiento y respaldar así la carrera de nuestra querida Torre de Hércules para convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Reconocimiento que pronto, estoy seguro, nos otorgará la Unesco, como antes reconoció la relevancia de la Estatua de la Libertad. Gracias, también, al Instituto Torre de Hércules, por su labor, intensa, continua, siempre valiosa y fructífera.

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Cierto es que nos separan 5.500 kilómetros, pero es mucho más lo que nos une. Nos une y nos baña el mismo océano Atlántico, por el que han navegado culturas, ideas, valores, hombres y mujeres, siempre buscando el progreso, siempre procurando lo mejor. Siempre guiados por nuestros faros. Nos une también el origen de ambos monumentos. Nuestra Torre nació en el siglo II por el deseo del Imperio Romano de crecer y favorecer el comercio y el encuentro de pueblos. La Estatua de la Libertad se fraguó en la amistad surgida entre dos pueblos, dos naciones, que luchaban por la libertad contra otro Imperio. Y ambos monumentos, desde el mismo día de su nacimiento son símbolos que encienden corazones y alumbran sentimientos de concordia.

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Nos une, por supuesto, la historia. Del puerto de A Coruña partió la segunda expedición que llego a la isla de Manhattan, entonces aún desierta. Y después, tantos barcos llenos de ilusiones y esperanzas, de emigrantes que durante décadas abandonaban Europa con la Torre de Hércules como última imagen en sus retinas y eran recibidos por la Estatua de la Libertad a su llegada a Norteamérica. Los símbolos de dos pueblos, dos ciudades, abiertas y acogedoras Nos une, a pesar de los 5.500 kilómetros que nos separan... Nos une la solidaridad y los valores más altos de dos pueblos que creen ciegamente en la libertad de las personas. No en vano, A Coruña tuvo un papel destacado en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos de América. De nuestro puerto partían buques y más buques con provisiones y armas para los colonos, rebeldes para el Imperio Británico. Hombres y mujeres que creían en algo mejor.

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Y nos une, curiosamente, la biografía de un gran hombre y su hijo: John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos, y John Quincy Adams, sexto presidente, que residieron durante un mes de diciembre de 1779 en A Coruña, que conocieron nuestra ciudad y nuestra torre, torre que visitaron en varias ocasiones, torre que John Adams describió en sus diarios como “un monumento antiguo, de piedra, de cien pies de altura, desde el que se ven todos los barcos que vienen del este y del oeste”. Son fuertes los lazos que nos unen. Son estrechos los vínculos que nos acercan. Y siempre firmes en nuestros valores, los más altos, los que son orgullo de la humanidad.

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Nuestra Torre de Hércules se levantó hace casi dos mil años para iluminar al mundo. La Estatua de la Libertad prendió su llama hace casi 122 años con el mismo fin: iluminar la libertad de los pueblos. Y ambos monumentos, unidos, resplandecen desde entonces a ambos lados del Atlántico, desprendiendo rayos de luz, una luz perenne que hoy es más cálida. Si me permiten parafrasear a la poetisa americana Emma Lazarus y releer los versos que con pasión enhebró y que han quedado inmortalizados al pie de esta Estatua, con absoluta certeza podemos decir que se trata de dos colosos en el mar, no como el gigante de helénica fama.

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No, la Torre de Hércules y la Estatua de la Libertad son dos grandes colosos que desde el Atlántico tienden puentes, a todo el mundo dan la bienvenida y con su llama iluminan a los fatigados, a los pobres, a los miserables rechazados, a los desahuciados, a todos los anhelantes de libre respirar. Para todos ellos, para toda la humanidad, son puente y faro.

Hoy firmamos un documento que hermana nuestros monumentos de manera oficial. Pero por todo, por nuestros valores e historia común, la Estatua de la Libertad y la Torre de Hércules son hermanas desde el mismo día de su nacimiento. Y ambas, iluminarán siempre al mundo, como han hecho hasta ahora, con destellos de luz que hablan de libertad y solidaridad. Siempre esperando y deseando que su resplandor sea guía y faro para que hombres y mujeres construyan el mejor mundo posible. Muchas gracias.