1. Guía del trabajo final

CUERPO A 1. Guía del trabajo final El presente trabajo de una historia familiar titulado “El Ñaño” es una historia de personajes en formato de relat

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CUERPO A

1. Guía del trabajo final El presente trabajo de una historia familiar titulado “El Ñaño” es una historia de personajes en formato de relato- ficción que describe la relación entre el personaje estipulado contado desde el punto de vista del relator. Algunas partes son ciertas y otras son apreciaciones sobre el desencadenamiento de los hechos por parte del relator.

INTRODUCCIÓN

El trabajo es un relato ficción sobre mi abuelo, Mamerto Flores Piña, y sus últimos días de vida. El trabajo abarca tanto momentos históricos de la historia política del partido aprista en el Perú, como también detalles íntimos de nuestra vida cotidiana, percibidos el que escribe manifestándose, en primera persona, sobre nuestra relación y mi apreciación sobre mi abuelo y su recuerdo. Para esto busqué datos familiares sobre la militancia de mi abuelo y datos históricos sobre el partido aprista peruano. Luego de esto, realicé una entrevista a mi tío Juan Flores, hijo mayor de mi abuelo, para conocer más aspectos de su vida desconocidos para mí. El resultado fue un relato en primera persona sobre un personaje de mi familia y que apunta busca exponer diferentes apreciaciones mías sobre mis relaciones familiares y la comunicación dentro de ella.

CUERPO B

El Ñaño

Mi abuelo nació en 1924 en Iquitos y se llamaba Mamerto Flores Piña. Un nombre raro y curioso que sin embargo nunca importó mucho para lo que le tocó vivir. Su nombre casi nunca se pronunciaba en mi familia pues desde que tengo uso de razón siempre lo conocí como ñaño. Nunca hablamos mucho entre los dos- Mi abuelo pertenecía a una generación de profundos cambios mundiales y yo a una dónde el eje principal eran los pequeños acontecimientos de mi pequeño mundo escolar y mi reducido círculo de amigos. A mi abuelo nunca le interesó lo que a mí me interesaba, que era el teatro, y yo tampoco nunca tuve mucha paciencia para entender que lo apasionaba de verdad. Quizás eso se debe también a que yo tampoco fui muy cercano a los parientes fuera del núcleo familiar. Aunque mi abuelo vivió gran parte de su vida en Obrajillo, una provincia al norte de Lima, siempre venía a visitar a mis tíos o a mi madre quedándose por el fin de semana. Mis tíos y madre conversaban sobre un calendario de visitas y estadía frente a mí. Recuerdo que muchas veces a mí no me gustaba que estuviera por largas temporadas en mi casa pues no sentía mucha conexión con él. Y el hablarle era una insufrible obligación. No recuerdo desde cuándo tuve aquella animosidad, pero menos recuerdo cuando no la tuve. El Ñaño cuando estaba de buen humor se prestaba para alguna conversación familiar y nos hacía reír con sus comentarios en tono de discurso político, pero recuerdo también que la mayor parte del tiempo prefería estar en silencio, observando, tranquilo. Mientras nosotros estábamos en la sala haciendo sobremesa después de un almuerzo familiar, él intentaba mantenerse alejado, en el jardín, mirándonos desde ahí. Lo que le tocó vivir a él sólo me quedó escucharlo e imaginarlo porque nunca lo pude descubrir en sus conversaciones ni en su apariencia. Era de estatura mediana, pelo lacio y

lentes de carey. Era muy activo de joven y nunca permaneció mucho tiempo en un solo lugar. Le gustaba la música criolla y la electrónica. No era muy afecto a las caricias y las demostraciones de cariño. Le gustaba debatir con argumentos. Había un principio de racionalidad en todas sus comunicaciones y cuando está no daba cabida a la reflexión, lo mejor era hacer mutis. Mi abuelo se preocupó permanentemente de proveer seguridad a la familia y cada vez que pudo me daba alguna charla sobre cómo dignifica el trabajo. Yo lo escuchaba como quién piensa que ya sabe todo lo que escucha, sin una verdadera capacidad de oyente. Pensaba que éramos dos generaciones que evolucionaban a distintas velocidades y con direcciones claramente opuestas. Mi tío me contó que él quería mucho a sus hermanos y sobrinos. Me contaba que los llevaba de paseo siempre, a pesar de que a veces se pasaba las noches de la semana en el Partido Aprista.

No hablaba mucho conmigo ni con sus otros nietos. Prefería estar sólo

escuchando la radio o viendo un partido de fútbol. Le gustaba tomar pisco puro hasta que un día cayó enfermo y tuvo una parálisis a la mitad del cuerpo. Estuvo en mi casa siendo atendido por dos años y casi sin poder comunicarse. Después de aquel accidente su rostro cambio totalmente. En aquel rostro apacible y seguro se estampó un sello fijo de preocupación. Nunca dijo qué era lo que sentía o pensaba pero la expresión de ese sello en su rostro era más que elocuente. Mientras lo ayudaban a pasarse de la cama a la silla de ruedas, o tomar lo alimentos, incluso al ir al baño, ese sello seguía siendo el mismo. El de un hombre que conoce sus límites y es consciente del corto tiempo. Un rostro que reconoce que la hora está cerca y no puede dar cabida a otro pensamiento. Los últimos meses que estuvo con vida solía gritar por las noches y todos nos levantamos a verlo. Nos quedábamos con él en la madrugada, hablándole a oscuras. En esos momentos, mi madre le suplicaba que estuviera tranquilo y descansara, pero mi abuelo no entendía. El sello de su rostro solo cambiaba en la oscuridad a uno de alerta con los ojos bien abiertos. Con ese temor al no saber dónde te encuentras y de dónde proviene esa voz que emerge de la oscuridad. Mi madre le hablaba en un tono maternal y mi abuelo la miraba, sorprendido como un niño, intentando reconocerla.

Mi abuelo falleció un 22 de septiembre cuando yo estaba acá en argentina y sólo puede ir a su misa en octubre. Mi familia me contó que al entierro fueron más de setecientas personas a despedirlo. Quizás para entender mejor su forma de relacionarse con su familia empezaré por contar lo que sucedió en su vida. Muchas puntos sobre estos los conocía por conversaciones familiares que nunca profundicé. El ñaño a los 18 años ingresó a las Escuelas Técnicas de la Armada (Hoy es el CITEN) y era el tiempo de la guerra mundial. Fue entrenado en USA y en Panamá en radiocomunicaciones que en esa época casi era un conocimiento de altísimo nivel. Al término de la guerra, el Perú también estaba muy complicado políticamente ya que el gobierno de Manuel Prado y el APRA venía consolidándose como una fuerza social que aglutinaba amplios sectores sociales. El Apra fue el partido por el cual mi abuelo dedicó la mayoría de su tiempo y varios sacrificios de su vida. Cuando se impuso el veto de Haya de la torre (presidente del partido) como candidato presidencial en las elecciones, porque el partido no tenía inscripción y además era ilegal, apoyó al candidato presidencial Bustamante y logró negociar su legalidad. Mi abuelo en esa época trabajaba en la Marina como Suboficial de comunicaciones en el BAP Grau, el buque comando de la Marina de Guerra del Perú. Pero entonces en 1947 fue asesinado Francisco Graña Garland, un millonario empresario y se culpó del crimen al APRA, que hacía una fuerte oposición desde el Congreso al gobierno de Bustamante y a pesar de haber sido aliados se desencadenó una grave disputa política que devino en un receso parlamentario y el congreso dejó de funcionar desde julio de 1947. En ese tiempo hubo mucha actividad subversiva aprista pues se atacaba al gobierno por no atender las necesidades del pueblo que eran graves por la secuela de la guerra mundial. Por otro lado la oligarquía nacional acusaba al APRA de terrorista y pedía su proscripción. Desde esa época el Ñaño inició su militancia clandestina en el Partido, vivía en el centro de Lima y era testigo de la intensa actividad política en las calles. En un alzamiento algunos oficiales fueron reducidos y detenidos, como mi abuelo. Encarcelados y condenados a muerte por traición a la patria.

Mi abuelo fue dado de baja de la Marina por falta gravísima y tuvo que esperar 6 años la amnistía de Prado hasta 1956 para salir libre y enfermo a los 30 años. Murieron entre 150 y 200 marineros, soldados y civiles, la mayoría apristas. Muchos murieron en combate por abrir las puertas de la Base Naval y otros fusilados en una cancha. En la cárcel conoció a muchos apristas, que luego fueron sus amigos y hermanos de toda la vida, como mi tío Oscar García que se lo llevó a curar de su asma a Apata. Mi bisabuela, Antonila, le mandaba fruta de la selva a la cárcel a través de mi tío César, que era operador de cine. Desde allí le decían "pijuayo" porque solía regalarles esa fruta a sus compañeros de prisión. La historia de su vida la descubrí después de su muerte. Era muy difícil descubrirla antes y menos por medio de él. Su actitud para los demás se percibía con un aire de cansancio a las explicaciones y a las formas sociales. En su comportamiento aislado se translucía el carácter de un hombre conformado con lo que vivió y con una rutina necesaria como instinto de supervivencia. De alguna forma lo entendí como un querer estar presente para seguir funcionando, sin embargo, su misma personalidad se lo impedía. Ese poder llegar al otro parecía un viaje demasiado largo y sin destino fijo. Escuchar al otro y también el poder transmitir sus deseos parecía era una acción fútil para aquellos oídos sordos que presentía a su alrededor. Creo que había encontrado en ese soporte rutinario de sus actividades personales la fuerza para levantarse todas las mañanas y poder desarrollar sus pequeñas aficiones. En los cumpleaños o reuniones, después de que el Ñaño diera un pequeño discurso de agradecimiento por estar juntos, mi tío Juan clamaba en la mesa: “Viva compañero”. Y reíamos con él. Mis padres conociendo su pasado y nosotros los nietos simplemente lo identificábamos con algo del APRA. Lo que me queda de él, son sólo recuerdos e historias fragmentadas. Algunas conversaciones triviales o momentos compartidos en silencio. Durante casi ocho meses recuerdo que casi almorzábamos juntos con mis padres todos los días de semana y durante la comida casi no hablamos. Comíamos en silencio observando algún programa escogido por el Ñaño. Le gustaba un programa en particular llamado “Mediodía criollo” donde desfilan distintos artistas de antaño de la música criolla en Lima. La música criolla para él era una de las mejores expresiones artísticas que podría alcanzar un gran artista peruano.

Pero sobre todo, me queda una enfermedad hereditaria como el asma. Como si el sufrimiento de toda una vida se transmitiera a una descendencia a través de dolencias. Aunque siempre me quejo de aquello y quisiera tener mis pulmones limpios y sanos, pienso también que curarme sería alejarme aún más de él. A veces cuando me preguntaban por mis abuelos yo no tenía mucho que contar, salvo alguna anécdota sobre el Apra o sobre mi ascendencia selvática, que igual desconocía en profundidad pero me parecía mejor que nada. Al querer escribir este trabajo sobre mi abuelo, se me hacía difícil escribir la palabra exacta para definirlo o la descripción precisa sobre lo que realmente fue para mí y mi familia. Ese no saber es el reflejo de lo que fue mi distanciada relación con él y pienso muchas veces que debí ir en contra de mis paradigmas. Dejar de sentir aquellos límites impuestos en mis relaciones con mi familia y obedecer a mis impulsos. Romper mis barreras y hacerle las preguntas que puede hacer y siempre quise como: ¿Qué debo hacer con mi vida?, ¿soy un hombre bueno?, ¿estás orgullosos de mí?, ¿no tienes miedo a la muerte? Estas preguntas rondaban en mi cabeza clamando por una respuesta consoladora y estoy seguro que mi abuelo, no tenía todas las respuestas. Quizás sólo esperaba de él que tuviera las mismas dudas. Y si tenía respuestas a algunas tal vez sólo deseaba que fueran palabras de aliento o quizás que al momento de preguntarle pudiera sacarle una sonrisa. Si bien hay cosas que me arrepiento de no haber hecho, me consuela la idea de pensar que él también tuvo aquellas dudas y preguntas que tampoco pudo hacérselas a su abuelo. Quiero creer que era porque en ese momento sentía ese mismo impulso que yo que era paralizado por esa misma timidez y alguna descuidada falta de interés sobre el mundo del otro. En algún punto de mi historia sobre el Ñaño, entendí que no había una forma sincera de describirlo si no venía de mi propia percepción sobre él. En realidad, yo nunca comprenderé la influencia que tuvo él en el mundo y la huella que dejo. A cuántas personas ayudo; a cuantas personas salvo la vida o cuantas personas le salvaron la vida a él; con cuánta gente río; a cuantas mujeres amó o cuántas vidas cambio. Nunca sabré ese verdadero impacto que tuvo en los demás y sobre todo en mí. Pues al tener yo que realizar una simple labor académica, de pronto comencé a viajar a un mundo

enterrado en mi memoria y ya casi olvidado. Un espacio flotante lleno de imágenes y deseos inconclusos, donde siento que vuelven a la vida al momento de ser evocados.

Fuentes: Zapata, Antonio (2008) CLÍO: HISTORIA Y ACTUALIDAD DEL PERÚ Y EL MUNDO. Última rebelión del APRA. Recuperado de http://clioperu.blogspot.com.ar/2008/12/rebelinaprista-de-1948.html Rossini, Rodher (2008) El Blog de Rossini. Basta ya de desmemoria : El 3 de octubre de 1948 fue una revolución aprista. Recuperado de http://rodherrossini.obolog.com/bastadesmemoria-3-octubre-1948-revolucion-aprista-352644 Tuesta, Fernando (1998) Polítika. El frente democrático nacional. Recuperado de http://blog.pucp.edu.pe/fernandotuesta/el-frente-democratico-nacional Pahuacho, Alonso (2008) El aullido del lobo. La sublevación Aprista del 48. Recuperado de http://aullido-lobo.blogspot.com.ar/2008/05/la-sublevacin-aprista-del-48-resea-del.html

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