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1.1.
Historia de la lengua
La época romana A fines del siglo III a. de C., comienza la romanización de la Península Ibérica, proceso lento, pero firme e intenso, que abarcaré plenamente las diversas manifestaciones culturales, presididas éstas por la unificación lingüística operada por el latín al imponerse sobre las lenguas prerrománicas: las habladas por los pueblos más antiguos –iberos y tartesios- y las de los que convivieron o interfirieron con ellos como consecuencia de posteriores contactos o invasiones: celtas, ligures, fenicios, griegos, cartaginenses. El latín peninsular alcanzó un elevado grado de cohesión lingüística durante la época imperial. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que el latín no era completamente uniforme en toda la península ni mucho menos en el conjunto de las regiones romanizadas del resto de Europa. Varios son los factores que inciden en este fenómeno: extensión geográfica, diversidad étnica, distinto origen de los inmigrantes itálicos, influjo subyacente de las lenguas autóctonas, periodizaciones del proceso colonizados y, sobre todo, predominio del latín vulgar –sermo rústico-, introducido y usado por colonos, comerciantes y soldados, sobre el latín clásico –sermo urbanus-, hablado y escrito sólo por una reducida minoría culta. Este latín culto, sin embargo, desempeñaba una función rectora de suma importancia ya que, al ser el que se usaba en la administración oficial de la vida pública, en el ejercicio del culto religioso y en la redacción de las obras de carácter cultural –filosófica, jurídica, histórica, literaria, etc.servía de contención a la tendencia disgregadora propia del habla vulgar. La España visigótica Tras la caída definitiva del Imperio Romano del Occidente en el siglo V (476 d. de C.), las provincias se convirtieron en estados bárbaros, el latín clásico se degradó y el latín vulgar inició un proceso en el que las desviaciones regionales evolucionarán hasta formas dialectos, algunos de los cuales, tras un largo periodo, llegarían a constituir las lenguas neolatinas que actualmente se hablan en Europa: castellano o español, catalán, francés, gallego, italiano, portugués, provenzal, retorrománico, rumano y sardo. El hecho es que, paralelamente a la desmembración política del imperio, sobrevino la división lingüística. En la Península Ibérica, después de diversas invasiones ocurridas desde principios de siglo –alanos, vándalos, suevos-, los visigodos, el pueblo germano más romanizado, se impusieron y, tras un periodo de gran inestabilidad, lograron crear un
reino con conciencia nacional llamado Spania, donde se hablaba un romance primitivo que, a pesar de su diversidad, conservaba una unidad fundamental. La dominación árabe En 711 d. de C., tiene lugar la invasión de los árabes, que dominan toda la península, con excepción de las regiones montañosas del norte. Este hecho histórico será de tal trascendencia que la Edad Media española tomará un curso distinto al del resto de Europa. En el aspecto lingüístico, el grueso de los habitantes hispanos sometidos a la dominación musulmana, además de su religión, conservó su lengua, denominada desde entonces mozárabe, al igual que su población, y las que se hablaban en las regiones del norte que ofrecieron resistencia sufrieron una evolución más fragmentada, lo que se explica por el aislamiento y desorganización que presidió la formación de los nuevos reinos cristianos. Los siglos VIII, IX y X son de franca hegemonía árabe, la cual alcanza su máximo esplendor durante el Califato de Córdoba (929-1031). A partir de entonces, se inicia la decadencia del poderío árabe tras la división de su territorio en reinos de taifas y la progresiva consolidación de tres reinos cristianos: el de Castilla y León –que comprende, además, las regiones de Asturias y Galicia- el de Navarra y el de Aragón –el cual se extiende hasta el Mediterráneo con la incorporación de Cataluña. La interacción étnica y social que se produjo durante los ocho siglos que duró la Reconquista dejó en España una rica herencia cultural en todos los sentidos, la cual, en el aspecto lingüístico, significó la incorporación al léxico castellano de más cuatro mil palabras procedentes de la lengua árabe. Dialectos romances hispanos Seis son los dialectos romances que nacieron en la península durante la Alta Edad Media: gallego-portugués, astur-leonés, castellano, navarro-aragonés, catalán y mozárabe. Así como este último fue el que mejor conservó las peculiaridades del español primitivo del periodo visigótico, el castellano se distinguió entre todos por el dinamismo y la certeza con que evolucionó en la fijación de unos rasgos lingüísticos originales que, sin desmerecer de su ascendencia latina, le permitirían desenvolverse con un mayor grado de independencia y rapidez en el proceso formativo de una nueva lengua. Nacido en la región fronteriza situada entre los reinos de León y de Navarra, la expansión y el desarrollo del castellano corrieron a la par de la creación y el fortalecimiento del reino de Castilla, que, al fusionarse con el de León en 1037 bajo la corona de Fernando I, asumió un papel protagónico en la Reconquista de España.
Alta Edad Media Ya a mediados del siglo XIII, el dominio musulmán quedó prácticamente reducido al Reino de Granada, tras la conquista de Sevilla (1248) por Fernando III el Santo, Rey de Castilla y León, y la de las islas Baleares (1235) y de Valencia (1245) por Jaime I Conquistador, Rey de Aragón. El castellano no sólo suplantó a los dialectos mozárabes del centro y del sur, sino que se impuso sobre los otros que lo flanqueaban, el astur-leonés –al oeste- y el navarro-aragonés –al este-, llegando a frenar su desarrollo y desplazarlos hacia las regiones más apartadas. El gallego-portugués y el catalán, hablados respectivamente en las bandas occidental y oriental de la península, lograron sobrevivir y extenderse incluso hacia el sur; con el tiempo, el primero fue escindiéndose, dando origen al portugués, y el segundo adoptó otras dos variantes dialectales: el valenciano y el mallorquín. El afianzamiento del castellano no se explica solamente por la expansión territorial: el hecho literario constituyó asimismo un factor decisivo. Escogido primeramente por los juglares en la transmisión oral de los cantares de gesta, el castellano comienza también a usarse en el siglo XIII por los escritores cultos del mester de clerecía, el rey Alfonso X el Sabio, dirigiendo personalmente la Escuela de Traductores de Toledo, ordena la elaboración en esa lengua de textos de índole diversa –históricos, jurídicos, científicos, etc.- y eleva el castellano y la práctica de su uso en materias y documentos reservados hasta entonces exclusivamente al latín. Baja Edad Media A la consolidación del castellano contribuyeron decididamente los autores del siglo XIV –Juan Manuel, López de Ayala, el Arcipreste de Hita- y del siglo XV –el Marqués de Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique…-, y en los umbrales del Renacimiento aparecieron dos obras cuya importancia revela el elevadísimo grado de madures literaria y lingüística alcanzado por el castellano: La Celestina, de Fernando de Rojas, y el Arte de la lengua castellana, de Antonio de Nebrija, primera gramática escrita en lengua romance, entregada por el autor a la reina Isabel de Castilla en agosto de 1492, meses después de la toma de Granada a los árabes y mientras las tres carabelas de Colón surcaban el Atlántico.
Edad Moderna La aparición de la primera gramática castellana, a caballo entre los dos acontecimientos que, además de marcar decididamente el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, son los más trascendentales de la historia de España –la culminación de la Reconquista y el descubrimiento del Nuevo Mundo-, constituye un hecho de suma significación, pues es la lengua el principal factor cultural que consolidará el triunfo alcanzado por las armas: la unificación del territorio nacional y la colonización de la América hispana. En nombre de lengua española, que indistintamente se da a la lengua de Castilla, adquiere plena justificación en el siglo XVI cuando el castellano – denominación de origen- se convierte de hecho en el idioma nacional, esto es, la lengua en que se comunican los españoles de las diversas regiones, la que se usa en las relaciones internacionales y la que aprenden los pueblos americanos, recibiendo a través de ella la herencia cultural hispana. Aunque el español se sobrepuso a la multitud de lenguas indígenas habladas en la América precolombina, éstas contribuyeron a su enriquecimiento léxico mediante la aportación de numerosas palabras referentes a realidades desconocidas para el europeo. Asimilados al castellano con el nombre de americanismos, estos vocablos se transmitieron también a otras lenguas junto a muchos hispanismos, debido al influjo que el español ejercía sobre ellas como consecuencia del papel hegemónico de España en la actividad cultural y en la política europea de la época. Durante el periodo conocido como Siglo de Oro, el cual abarca dos movimientos culturales, Renacimiento –siglo XVI- y Barroco- siglo XVII-, la lengua española se eleva a la altura de las grandes literaturas universales gracias a la pléyade de escritores de primerísima categoría surgidos en aquella época: Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Fernando de Herrera, San Juan de Cruz, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Sor Juana Inés de la Cruz, etc., etc. La valiosa e ingente producción de estos escritores no sólo surtió el efecto de enriquecer artísticamente la lengua española, sino que ofreció un modelo clásico de corrección en el uso del idioma. Esta culminación en el afianzamiento de la lengua que tuvo lugar en la creación literaria necesitaba, no obstante, ser reafirmada en el terreno gramatical dándosele solución al problema que ciertas inseguridades presentaban a la regularidad idiomática, principalmente en el aspecto fonológicoortográfico. A esta tarea se dedicarán los lingüistas y escritores XVIII guiados por el sentido ilustrado del buen gusto y por la actitud uniformadora de una norma culta. A este respecto es decisiva la labor de la Real Academia Española, que, fundada en 1713 bajo la protección oficial e inspirada en su lema –"Limpia, fija y da esplendor"-,
publica cuidadas ediciones de obras literarias y realiza estudios lingüísticos de gran valor, como, por ejemplo, el excelente Diccionario de Autoridades(1739), la Ortografía (1741) y la Gramática (1771), tratados que abarcan los distintos niveles del lenguaje. En términos generales, uno de los más importantes legados del siglo XVIII consistió en aportar un criterio científico al estudio del idioma y, más concretamente, en reducir al máximo las vacilaciones entre pronunciación y escritura entonces existentes determinando un sistema fonológico-ortográfico de gran solidez que prácticamente no ha variado hasta nuestros días. Edad Contemporánea A pesar de los vaivenes de la política, no siempre favorables para la historia de los países hispanos, la lengua española ha dado siempre inequívocas señales de pujante vitalidad, lo que no es difícil de probar por la sorprendente unidad que posee no obstante su extensión geográfica y su diversidad de hablas y acentos. El mundo hispanohablante se puede comparar con un inmenso coro polifónico cuyas variadísimas voces, sorprendentemente acopladas, entonan, desde la Tierra de Fuego hasta California y los Andes a los Pirineos, una sola canción, el español, la lengua simultáneamente más extensa y unitaria del planeta. En el campo literario, la lengua española no ha dejado de ocupar un lugar cimero en la literatura universal, lo que se demuestra por su extraordinaria capacidad de renovación en sintonía con los movimientos culturales de la civilización occidental: renacimiento, barroco, neoclasicismo, romanticismo, realismo, vanguardismos…Basta nombrar, sólo como muestra menos lejana y sin caer en una enumeración exhaustiva, el surgimiento del modernismo a fines del siglo XIX, la aparición sucesiva de la generación del 98, del novecentismo, de la generación del 27 –cuya producción en conjunto ha sido considerada como una Edad de Plata de las letras españolas-, y de la literatura de posguerra, y el "boom" de la narrativa hispanoamericana a mediados del presente siglo. Actualmente la lengua española se habla por unos cuatrocientos millones de personas en España, en las diecinueve naciones hispanoamericanas –Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela- en Guinea Ecuatorial y en los numerosos grupos hispanos de Estados Unidos, residentes mayormente en los estados colindantes con México, en el de Florida y en la urbe cosmopolita de Nueva York. En Filipinas, el uso del español ha quedado relegado a una minoría culta que se resiste a perderlo tras un siglo de separación de la corona española. Una parte considerable de la población del Sáhara Occidental habla también español y su enseñanza es obligatoria en las
escuelas. Tampoco deben dejarse de mencionar los núcleos sefardíes dispersos por el mundo –principalmente en la Europa oriental, el Asia Menor y norte de África- que, descendientes de los hebreos expulsados de España por los Reyes Católicos, conservan aún en el habla familiar, como parte de sus tradiciones, un judeo-español muy parecido al que se hablaba en el siglo XV. En España, el castellano o español se habla en todo el territorio nacional, compartiendo la oficialidad con el gallego, con el catalán y con el vasco o euskera –lengua de remoto origen prerromano- en las respectivas comunidades autónomas, donde la mayor parte de la población es bilingüe, Tomado: Agulló Antonio, Dinah Kortright… (2004).Casi todo sobre la lengua. Puerto Rico: Plaza Mayor.