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Adviento y Navidad 2009 Subsidio para las homilías Calendario Litúrgico 2009: Es conveniente que repasemos lo que la Iglesia enseña, sugiere y dispone sobre el TIEMPO DEL ADVIENTO. Lo encontramos en las páginas 133 y 134 de la gallofa 1 2009. Bueno sería tener en cuenta las Reflexiones pastorales. 2 Súplica: Durante el Adviento y la Navidad pidamos al Señor profundizar en nuestra vocación de Discípulos y Misioneros. Por ello oportuno sería un banner ¡bien visible! con el lema del Centenario: "Discípulos y Misioneros de Jesús, con María y de Itatí, junto a la cruz" Pesebre: El pesebre nos ayuda a contemplar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento en Belén. 3 La encarnación del Hijo de Dios es un misterio de fe por lo que ayudaría mucho el visualizar permanentemente el pesebre de tal modo que podamos trasladarnos suavemente a la contemplación.
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Calendario del rezo y oficio divino para todo un año. En el tiempo de Adviento, con el que se inicia el ciclo litúrgico de Navidad y con el cual comienza un nuevo año litúrgico, el pueblo de Dios que peregrina en el tiempo redescubre la tensión entre la primera venida histórica de Jesucristo y la segunda que acontecerá, de modo glorioso, al fin de los tiempos.
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La espiritualidad del Adviento encamina a los cristianos a profundizar la perspectiva escatológica de la vida, a la vez que prepara a la Iglesia para conmemorar la venida histórica del Redentor, celebrada en cada Navidad. El primer aspecto señalado, con su carácter de fuerte llamada a vivir vigilantes y a prepararse siempre, se destaca más claramente en los primeros días del tiempo de Adviento, mientras que la consideración de los acontecimientos históricos que rodearon el nacimiento de Jesús quedar reservados para los últimos días, las llamadas ferias fuertes de Adviento. El trasfondo de este tiempo es el de la esperanza y la alegría cristianas. Éstas se apoyan en la certeza de que el que ha de venir ya llega, y con él, el advenimiento del cielo nuevo y de la tierra nueva. Las dos expresiones más habituales de la esperanza escatológica cristiana son la petición del Padrenuestro, y la aclamación Ven, Señor Jesús inmediata a la consagración en la Plegaria eucarística. 3 Si todo el Adviento es preparación para la Navidad, el Pesebre (con las imágenes, o impreso en un gran cartel) debería estar armado para el primer domingo de este tiempo. Existe la costumbre de armarlo el 8 de diciembre, quizás por la estrecha vinculación de la Inmaculada con el misterio de la encarnación y del nacimiento del Salvador. Pero bueno sería visualizar desde el principio el misterio a celebrar. Pág. 1
Logo del Centenario: Al pie, la explicación 4 que da la Cartilla que acompaña el Tríptico. Podemos aprovechar los elementos: La cruz de Cristo y Cruz de los Milagros; la Sangre de Cristo; el Espíritu Santo; y la Virgen María.
El marco global y trasfondo de todo el Adviento: Son, principalmente, tres. La Iglesia entera se encuentra viviendo el tiempo del Adviento como preparación para conmemorar la venida del Salvador. La Iglesia en la Argentina acompaña a sus hijos que celebran el Bicentenario de la Revolución de Mayo, prólogo de la conformación de la Patria. La Iglesia Particular de Corrientes se encamina hacia el Año Jubilar Arquidiocesano para la celebración del Centenario de su creación. Personaje transversal: Uno de los grandes protagonistas del Adviento es San Juan Bautista, Precursor del Mesías. 5 4
LOGO DEL CENTENARIO. Está conformado por la integración de los dos símbolos más sobresalientes de la primera evangelización en nuestras tierras: La Cruz de los Milagros y la Virgen de Itatí. La Cruz de los Milagros está representada por un símil en color rojo; y la Virgen de Itatí, por un trazo azul. La llama conforma un solo elemento con la Cruz; aunque tiene su propio significado. Significado de cada elemento en particular La CRUZ, tiene dos connotaciones: por un lado, la histórica, trayendo a nuestra memoria el “milagro” de la Cruz en los días de la fundación de nuestra ciudad; y por otro, la teológica, haciendo presente el misterio de la Pascua. Históricamente, la Cruz de los Milagros permite la unificación y la pacificación de distintos pueblos y razas en el Taragüí. Teológicamente, Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, manifiesta todo el amor de la divinidad por la humanidad desde el árbol de la cruz. Ambas connotaciones son inseparables. Mons. Stanovnik los sintetiza así: “La Cruz es signo de amor y de vida en Cristo. La Santísima Cruz de los Milagros, como herencia histórica y síntesis cultural de los valores cristianos, es el signo que mejor expresa la fe católica del pueblo correntino. (Carta Pastoral para el tercer año del Trienio) El color ROJO de la Cruz representa la Sangre de Cristo derramada por la redención de los hombres. La LLAMA al pie de la Cruz nos recuerda la incombustión, es decir, el “milagro” de la Cruz. Y, sobre todo, simboliza al Espíritu Santo, fuego de amor y fuente del ardor misionero. “Todo impulso hacia una vida humana más digna y plena se debe a la acción del Espíritu Santo. Él es quien conduce a la Iglesia a una profunda renovación, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales (cf. DA 367)”. (Carta Pastoral para el tercer año del Trienio) El TRAZO AZUL, naciendo en la base de la Cruz, simboliza, principalmente, a María al pie de la cruz; y, secundariamente, al territorio correntino bañado por abundante agua. La devoción a la Virgen María, Madre de Dios, se canaliza en Corrientes, desde los inicios de la evangelización, a través de la advocación de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí la que contribuye a la civilización, a la conversión de los naturales, y a la propagación y afianzamiento de la fe cristiana. Por eso Corrientes la proclama Reina y Señora, Patrona y Protectora. El Sr. Arzobispo nos decía: “María, junto a la Cruz, es el primer fruto de ese amor y de esa vida plena que brota del misterio del cuerpo entregado y sangre derramada del Hijo de Dios. Nosotros fuimos elegidos y llamados a ser discípulos y misioneros de esa vida y amor que brotan de la Cruz. (Carta Pastoral para el tercer año del Trienio) 5
Isaías 4: 1 Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios. 2 Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados. 3 Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. 4 Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Pág. 2
Primer domingo de Adviento (29 de noviembre) Algunas de las profecías que alentaron la espera del antiguo pueblo de Dios: 1. Emmanuel, “Dios con nosotros” (Is. 7, 14; Lc. 1, 23; ; 2. Germen Justo, raíz de Jesé, rama del tronco de Jesé, retoño de la raíz de Jesé (Is. 11, 110); 3. Pastor (Ez. 34,4 23 Suscitaré al frente de ellas ((ovejas)) a un solo pastor, a mi servidor David, y él las apacentará: las apacentará y será su pastor). El Mesías, el Ungido del Señor, traerá la Justicia, la Paz, ofrecerá a todos los pueblos un Banquete, será la Luz de las Naciones. Todas estas profecías encendieron en el pueblo la espera del Mesías; su llegada se daría “en la plenitud de los tiempos”, “en el tiempo final”. 6 Importante es tener presente lo que significó en la vida ordinaria del Pueblo de Dios la espera del Mesías; una espera que se fundamente en las profecías, en las promesas de Dios. La espera está impregnada de confianza en la palabra de Dios que es fiel para con su Pueblo. Esa es la esperanza de Israel: el advenimiento del Mesías. Conmemorando la esperanza de la primera venida del Salvador, en este primer domingo del Adviento, el acento está puesto en la segunda y definitiva venida del Señor; y sobre todo, en el significado para el hoy de nuestra historia 7 . Esto último es importante para que la escatología, la parusía, y todo lo que encierran estas nociones, no sean caigan en lo fantasioso. 8 La espera de la segunda venida del Señor, y el suceso de la resurrección final, animan nuestro presente y lo orienta. En este sentido dice el Apóstol: “Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima”. (I Cor. 15, 19) En el Logo del Centenario encontramos la cruz roja que nos recuerda el misterio pascual de Jesucristo, el que llega a su plenitud en su segunda venida. La Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, por su obediencia a la voluntad del Padre (hasta dar su vida en el árbol de la cruz), alcanzará su plenitud cuando entregue el Reino a su Padre. La Sangre de Cristo (color rojo de la cruz en el Logo) es la sangre de la nueva y eterna Alianza que nos hace entrar en el Santuario construido no por manos del hombre sino por Dios 9 . Igual que el Antiguo Pueblo de Dios nosotros, Nuevo Pueblo de Dios, esperamos: ellos, la primera venida del Mesías; nosotros, la segunda y definitiva.
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Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. (Hebreos 1, 1-2)
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Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel que, según los profetas, debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del TESTIMONIO, pero es también un tiempo marcado todavía por la "dificultad" (1 Co 7,28) y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días. Es un tiempo de espera y de vigilia. (Catecismo de la Iglesia Católica Nº 672) 8
“…el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva”. (Spe Salvi, n. 2) 9
La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa. El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa. (Catecismo de la Iglesia Católica Nº 677) Pág. 3
Segundo domingo de Adviento (6 de diciembre) Se propone para este domingo 10 la reflexión sobre el cumplimiento de la esperanza del antiguo Pueblo de Dios en el “sí” de la Virgen María, cuestión que contemplamos en el primer misterio Gozoso del Rosario. El sí de María permite la Encarnación por obra del Espíritu Santo; ¡corazón del Angelus! Bueno sería la mención explícita de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (del martes 8 de diciembre): Dios hizo a María Inmaculada en consideración a la Encarnación, preparándola para que sea la Madre de Dios. 11 La mirada se dirige al SÍ de María. El trazo azul del Logo del Centenario simboliza a la Virgen María, quien nos acompaña en nuestro peregrinar como Nuestra Señora de Itatí. En el mismo Logo, la llama amarilla simboliza al Espíritu Santo, fuerza de lo alto que obró en María el misterio de la Encarnación; pero antes obró la fe, y la predisposición a dar un “sí” humilde y confiando. El “sí” de María en la Anunciación nos invita a reflexionar: ¿Cómo respondemos nosotros -con la ayuda del mismo Espíritu- al llamado de Jesús a ser sus Discípulos Misioneros? ¿Qué “sí” le estamos dando? María, Modelo de vida cristiana, es un regalo de Dios “para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios” (Baruc 5, 7). El Niño recostado en el Pesebre es el Hijo de Dios. Él es verdadero hombre porque asumió humanidad en la Virgen María. La maternidad divina es el privilegio más importante de la Virgen María; los otros (Inmaculada Concepción, Virginidad perpetua y Asunción) se ordenan a ella. Pero esta se hace efectiva sólo cuando María dice SÍ: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho (Lc 1, 38). María es la mujer de la espera, de la esperanza. 12 “Por ti, por tu “SÍ”, la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho “SÍ”: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»” (Spe Salvi, 50). La Inmaculada Concepción de Nuestra Señora de Itatí. Ese es el título precioso con el que (los correntinos) reconocemos la vocación y la misión de la Virgen María en la Historia. Pensando en su “sí” al plan de Dios Salvador -“sí” que posibilitó el cumplimiento de la profecía del Emmanuel (Dios con nosotros)- renovamos nuestra vocación de Discípulos Misioneros. ¡Renovemos nuestro “sí” a Dios, Creador y Salvador!
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Propuesta: En las Notas Preliminares del Leccionario se nos dice que el segundo y tercer domingo del Adviento tiene como tema la vida y misión del Precursor. Tal vez podamos concentrar -este año por el Centenario- todo lo que tiene que ver con el Precursor en el tercer domingo; y tratar en éste, la vida y misión de la Virgen María en la Historia de la Salvación.
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Theotokos: Madre de Dios (en griego). María fue dogmáticamente proclamada Theotokos en el Concilio de Éfeso en el año 431. El opositor de esta doctrina, Nestorio, proponía: María era Cristotokos (Madre del hombre Cristo) pero no Theotokos. 12
Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto de hace más de mil años, la Iglesia saluda a María, la Madre de Dios, como « estrella del mar »: Ave maris stella. La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)? (Spe Salvi 49)
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Tercer domingo de Adviento (13 de diciembre) En este domingo ocupa gran protagonismo Juan Bautista, Precursor de Jesús. No está en el Pesebre, pero está relacionado con la Navidad: precede en su nacimiento a quien está recostado en el Pesebre. Y es impresionante lo que la Iglesia dice del Precursor: que es el último profeta, y es quien inaugura el Evangelio. 13 Más todavía, según Jesús, “es más que un profeta”. 14 La personalidad y misión del Bautista son tan grandes que imperceptiblemente podemos salir del punto: del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento en Belén. El niño recostado en el Pesebre es el Hijo de Dios hecho hombre. Él vino con una misión específica: acercarnos el amor del Padre por medio de la reconciliación. De allí que podamos presentar al Bautista como aquel que viene a facilitar y promover la reconciliación. A eso los profetas llaman “buena predisposición”, aquella que posibilita el encuentro con el Salvador. La misión del Bautista tiene que ver con la conversión, con la reconciliación, con el cambio de vida, con la renovación espiritual y personal, privada y comunitaria (un pueblo bien dispuesto, dice la Palabra). Juana “bautiza con agua” llamando a la conversión y al arrepentimiento. La Navidad es cristiana cuando renovamos, por medio de la reconciliación (sacramental si fuera necesaria) nuestra comunión con Dios; y cuando nos reconciliamos con nuestros hermanos, parientes, amigos, vecinos. La Navidad no es para disimular las divisiones y las ofensas. La mesa compartida, en sí misma, no une más a las personas. La Navidad es una linda oportunidad para pedir perdón y reparar los daños. Pensar sobre la persona, la vida y la misión de Juan el Bautista nos ayuda a vivir nuestra vocación de Discípulos Misioneros: la conversión y renovación constantes para progresar en la amistad con Jesús, y en la tarea de compartir la experiencia de conocerlo. 15 La celebración del Centenario será una verdadera fiesta en tanto y en cuanto prepararemos al Señor un pueblo bien dispuesto, sobre todo por el camino de la reconciliación. 16 ¡Seamos constructores de reconciliación!
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San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. "Profeta del Altísimo" (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio; desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3,29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1,17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio. (Catecismo de la Iglesia Católica, 523) 14
719. Juan es "más que un profeta" (Lc 7,26). En él, el Espíritu Santo termina el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías. Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn 1,23) Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn I,7). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y el ansia de los ángeles: "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo... Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios... He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,33-36). (Catecismo, 719)
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La maduración en el seguimiento de Jesús y la pasión por anunciarlo requieren que la Iglesia particular se renueve constantemente en su vida y ardor misionero. Sólo así puede ser, para todos los bautizados, casa y escuela de comunión, de participación y solidaridad. En su realidad social concreta, el discípulo hace la experiencia del encuentro con Jesucristo vivo, madura su vocación cristiana, descubre la riqueza y la gracia de ser misionero y anuncia la Palabra con alegría. (Aparecida, 167) 16
El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso. (Aparecida, 254) Pág. 5
Cuarto domingo de Adviento (20 de diciembre) El Discípulo Misionero prepara la celebración de la Navidad El cuarto domingo del Adviento tiene como centro los acontecimientos que prepararon de cerca el nacimiento del Señor. Aunque a primera vista no parezca, la Visitación - evangelio de este domingo- forma parte de los preparativos del nacimiento del Mesías. Máxime si tenemos en cuenta que: (a) Isabel dice bendito es el fruto de tu vientre; (b) y, antes de estas palabras, el niño (Juan) salta de alegría en su seno. 17 En efecto, este episodio concentra nuestra mirada en el fruto del vientre de María, el Salvador, causa de nuestra alegría. Y si lo que vamos a celebrar en la Navidad es el cumplimiento de la profecía del Emanuel -¡Dios con nosotros!- la preparación más adecuada sería aquella que deje al descubierto el corazón para la reconciliación. Teniendo en cuenta los acontecimientos que prepararon la primera Navidad, como Discípulos Misioneros, nos planteamos lo siguiente: Si la Navidad celebra un misterio de fe, como es la Encarnación del Hijo de Dios, y su nacimiento en Belén ¿Cuál sería una preparación adecuada? ¿Qué deberíamos hacer y vivir para no pasar de largo? Y en todo caso ¿qué no debería faltar durante el tiempo de preparación? Gran parte de la humanidad celebra la Navidad, aunque no siempre desde la fe. Quienes la celebramos, nos preparamos con tiempo. ¿Cómo es nuestra preparación, y en qué consiste? El Discípulo Misionero da más tiempo a su oración; lee y reflexiona más la Palabra de Dios para crecer en la fe; profundiza la reconciliación con Dios y con el prójimo, y se acerca al sacramento de la reconciliación (si fuera necesario); fortalece la solidaridad y el servicio a los hermanos. Con ello preparamos un Pesebre adecuado para la llegada del Señor: el del corazón. Oración, Palabra, Reconciliación, Servicio constituyen la preparación adecuada. El Logo del Centenario (Cristo y su Sangre, El Espíritu Santo y la Virgen María) nos ayuda en nuestra vocación de Misioneros: En nuestras conversaciones y diálogos con los demás, sin despreciar nada y sin herir a nadie, contribuyamos en la concientización sobre lo esencial de nuestra preparación; para lo cual es imprescindible compartir sobre aquello que se va a celebrar (en la Navidad). ¡Cuánto más descubramos el corazón de lo que se celebra en la Navidad más vamos a encaminarnos a una adecuada preparación! Nuestro apostolado ¡muy bien podría ser! el de Juan el Bautista: preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. Muchos “odian” celebrar la Navidad. Los sicólogos enmarcan “ese odio” en lo que llaman depresión de las fiestas de fin de año. Quienes la padecen sienten que se tapa cuestiones profundas sin resolverse entre familiares. A pesar de esto, la Navidad encierra en sí misma muchas posibilidades, 18 y por eso preparamos su celebración en familia. La familia puede ser también la comunidad barrial, la comunidad cristiana, etc.
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"Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1,6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1,15.41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo". (Catecismo, 717) 18
En el mundo occidental la Navidad se considera la fiesta de la familia. El hecho de reunirse e intercambiarse regalos subraya el fuerte deseo de comunión recíproca y pone de relieve los valores más altos de la institución familiar. La familia se redescubre como comunión de amor entre personas, fundada en la verdad, en la caridad, en la fidelidad indisoluble de los esposos y en la acogida de la vida. A la luz de la Navidad, la familia comprende su vocación a ser una comunidad de proyectos, de solidaridad, de perdón y de fe donde la persona no pierde su identidad, sino que, aportando sus dones específicos, contribuye al crecimiento de todos. Así sucedió en la Sagrada Familia, que la fe presenta como inicio y modelo de las familias iluminadas por Cristo. (Juan Pablo II, Sagrada Familia de 1999) Pág. 6