ARTE Y PROPAGANDA POLÍTICA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

ARTE Y PROPAGANDA POLÍTICA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Mike Blacksmith http://www.sbhac.net/Republica/Carteles/ArteYPro.htm INTRODUCCION La propaganda

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ARTE Y PROPAGANDA POLÍTICA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Mike Blacksmith http://www.sbhac.net/Republica/Carteles/ArteYPro.htm INTRODUCCION La propaganda comercial y política de finales del siglo XIX nació como consecuencia de las innovaciones técnicas en el arte de la impresión y de las nuevas necesidades de la sociedad industrial, que evolucionando hacia la sociedad de consumo obligaba a informar a sus consumidores de las excelencias de su producto frente a los de la competencia. En suma, de la necesidad de hacer propaganda. Paralelamente, la propaganda política se adaptó a las nuevas técnicas anunciadoras, incluso con mayor fortuna que la publicidad comercial (en Europa), sin duda, por cuestiones intrínsecas en el propio arte del cartelismo, pues anunciar un producto comercial es siempre espiritualmente mucho menos inspirador para el artista que las cuestiones sociales, amén de que abstraer un mensaje emocional e ideológico en un contexto político es siempre más asequible para el cartelista,

por

contra

del

contaminado,

como

elemento

inspirador,

producto comercial tan lleno de connotaciones mercenarias para el artista europeo del momento. Un arte y un saber anejos a este fenómeno fueron necesarios para este auge del cartelismo que duró hasta la mitad del siglo XX. En este arte destacaron pintores, cartelistas netamente puros, grafistas, fotógrafos, dibujantes, innovadores..., y en el saber profesional, destacaron principalmente los esforzados oficios de la impresión, sobre todo litógrafos, oficio preciado en su época dónde los hubiera.

La inicial técnica de la litografía era lenta, laboriosa y exigía precisión extrema en la composición. Primero, sobre una plancha de zinc (tantas

como tintas) se dibujaba con un lápiz de grafito, que por ser graso, servía para esta original técnica de impresión basada en el rechazo del agua de las tintas grasas, una vez humedecida la plancha se aplicaba la tinta con un rodillo, que quedaba adherida exclusivamente a las partes grasas de la plancha, después, papel y planchas (una a una con el mismo papel) se metían en la prensa, hasta su composición final. Es fácil imaginar la dificultad de confeccionar carteles con muchas tintas. Por contra, los carteles litográficos tomaban un especial dimensión de relieve que nunca tuvieron los posteriores con la técnica de impresión más modernas.

Resumiendo, el cartelista pintaba, dibujaba o componía su cartel en el estudio, una vez acabado lo llevaba al taller, y un dibujante litógrafo lo copiaba a las planchas, comenzando entonces la verdadera impresión.

A esta dificultad técnica, había que añadir, el atrasó de los talleres españoles, que no podían imprimir con rodillos de zinc de gran tamaño, obligando a los litógrafos a partir los grandes carteles en varios trozos que se unían finalmente. El cartelismo en España, se inició, como no, por los festejos taurinos y patronales, destacando talleres residentes en Barcelona y Valencia. Con el correr de los tiempos, todas las ciudades importantes contaron con talleres de impresión de carteles, y el cartelismo de toros y fiestas patronales alcanzó un nivel de gran producción, siendo hoy, prácticamente imposible separar una corrida, de su cartel anunciador.

Con la llegada de la Primera Guerra Mundial y la posterior Revolución Rusa, el cartelismo entra de lleno en la propaganda política, destacando el cartelismo aliado y el revolucionario ruso. Además, el cartelismo comercial se desarrolla enormemente en este periodo entreguerras. Podemos decir, que en las tres primeras décadas del siglo XX, el cartelismo representa mayoritariamente el soporte para la propaganda política y comercial. La

revolución rusa, la ascensión del nazismo, las nuevas tendencias artísticas, el desarrollo y la producción de bienes de consumo, y finalmente la Guerra Civil Española, marcan la cumbre del cartelismo como forma anunciadora de ideas, actos y mercaderías, emparejándose con la ascensión de la radio y el cine como medios de propaganda comercial y política. Serán estos dos primeros, los fundamentales en la propaganda política de la guerra, alcanzando el primero su máxima expresión, precisamente en España.

Una clasificación de la producción de carteles desde la PGM hasta el final de la SGM podría abarcar varios grupos:

Carteles de la PGM. Puede hablarse sin matices de

una

gran

producción

carteles

durante

Guerra"

,

más

de

la

"Gran

de

10000

distintos, destacando, como no, los

Estados

Unidos,

con

el

paradigma de todos los carteles de

guerra,

nos

referimos

al

cartel de Montgomery Flagg, "El tío Sam te necesita" (I want you for

US

Army),

donde

su

autorretrato nos señala con el famoso índice. Parece que en USA ya se utilizaba el Offset, que incrementaba las tiradas enormemente.

Carteles de la revolución rusa. También la revolución produjo profusión de carteles políticos, con algunas originalidades, las tiras educativas del ROSTA (Servicio de Telégrafos Ruso) que no se parece a nada conocido hasta entonces. Viñetas de cuatro o más dibujos ilustrando aspectos educacionales, sanitarios y políticos. Además los cartelistas rusos de primera hora de la revolución,

como

los

republicanos,

se

constituyeron

en

espontánea

vanguardia produciendo carteles de concepción innovadora. Es entonces cuando nace la vanguardia creadora soviética, que en cartelismo, adopta la teoría artística del "constructivismo", que como todas las teorías marxistas de la época, trata de expresar desde supuestos de clase, de la clase trabajadora, claro está, una visión revolucionaria de lo que está ocurriendo en todas partes de la URSS, campo, ciudad, fábricas, ejercito, etc... Técnicamente se desliza por una peligrosa tendencia al fotomontaje (muy imitada en la GCE) que termina plasmando una realidad cuasi industrial más

que

ideas

revolucionarias.

Por

este

motivo,

el

final

del

"constructivismo" coincide prácticamente con la llegada de Stalin, quién, no perdonó a los artistas del cartel, como no perdonó a nadie, sufriendo muchos de ellos purgas y prisión. Con Stalin, el "Realismo Socialista" y La Asociación de Artistas Revolucionarios es lo único que pervive. De la primera época destaca el cartel de Dimitri Moor, "¿Te has alistado como voluntario?", donde un miliciano del ejercito ruso nos señala con su índice al más puro estilo del cartelista americano Flagg. Este gesto, también sería imitado por otros cartelistas, entre ellos el español Goñi, (véase cartel 0882)

Carteles de entreguerras. Europa quedó sumida en una gran depresión moral y física tras la matanza de la Gran Guerra. Muy pronto, la alegría por la vida relevó el sombrío

panorama

y

los

movimientos

artísticos

y

políticos

de

las

democracias vencedoras expresaron en los años veinte, la necesidad de superar la tragedia. Sin embargo, en Alemania y en Italia, movimientos políticos emergentes, mayoritariamente compuestos de desencantados excombatientes, y catalizados por la novísima revolución rusa, estremecieron la sociedad europea, seduciendo a unos y horrorizando a otros. Los carteles alemanes de este periodo de nacimiento del nazismo en lucha con las organizaciones obreras de la República de Weimar expresaron con desigual fortuna pero con radicales símbolos que la lucha no había hecho más que empezar.

Carteles nazi y fascistas. Los

gustos

de

los

dictadores suelen coincidir. Cuerpos robustos y bellos pero Edificios

poco

sexuales.

grandiosos,

que

muestren la grandeza del estado

frente

insignificante Actos

al

individuo.

de

masas

milimétricamente ensayados acompasado

con

griterío

y

gutural.

Uniformes vistosos donde

los

rostros

pierden

individualidad.

La

contrapartida

del

"realismo

socialista", en suma. El cartelismo nazi y fascista abundó en estos elementos, si bien, el italiano suavizado por la escuela futurista. La influencia de esta época en el cartelismo del bando rebelde parece a primera vista escasa, pero haberla la hubo, aunque expertos en cartelismo la achacan a la coincidencia ideológica.

Carteles soviéticos. Los carteles soviéticos de toda hora tuvieron una influencia decisiva, y no sólo, como en el caso del bando rebelde, por posibles analogías ideológicas, que las hubo, sino por la influencia directa de españoles conocedores del cartel soviético y la inmensa presencia que todo lo ruso tuvo en la zona republicana desde el otoño del 36. No obstante, en nada se parecen ambos fenómenos artísticos, como en nada se parecen ambos procesos políticos. España era un país democrático, parlamentario y con profusión de partidos políticos. Desde el primer momento de la guerra, la espontaneidad

artística

de

los

cartelistas

españoles,

aficionados

y

profesionales se pone en marcha para demostrar que una de las más inmediatas consecuencias del arte en la República (aunque fuera en guerra) es la diversidad y la imaginación, frente a la monotonía del cartel ruso. En cualquier caso, cuando se examinan individualmente carteles de ambos países, los parecidos saltan muy a menudo.

El cartel de guerra y la propaganda política en la II República. La explosión ideológica de julio de 1936 fue como una gran riada de ideas radiantes, hechos insólitos y frecuentemente terribles, y propaganda, propaganda por todos los medios tecnológicos del momento. La prensa, la radio, el cine, el cartel, componen una diversidad propagandística, mucha de ella completamente novedosa, que dieron a los españoles la imagen que los trepidantes sucesos no tenían independientemente de la distancia a que se contemplaran. La explicación de estos hechos, muchos de ellos a todas luces incomprensibles e inhumanos, fue también cosa de la propaganda, y es aquí, dónde el cartel cobra su fuerza, al poder explicar y expresar mejor que nadie, un hecho, una idea, una petición, un ruego, un consejo, etc..., en una ambientación completamente dislocada pero nicho excelente para que la fuerza expresiva del cartel anidara con fuerza. ¡Luchad!, ¡Fortificad! ¡100000 voluntarios! ¡Vigilancia!... Sencillo pero sólido. Comprensible a los dos principales niveles de mensaje de todo cartel político. Uno, el mensaje textualmente, dos, la fuerza artística y simbólica del contenido artístico. El cartel, más fácilmente que cualquier otra propaganda, llega a todas las mentes, sean estas intelectuales, burócratas, trabajadores o meros analfabetos. Si hay que atacar, heroicos

soldados nos darán ejemplo desde el papel. Si hay que resistir, decididos milicianos contendrá las avalanchas desde sus sólidas barricadas. Si hay que apiadarse, dolientes madres tenderán la mano hacia nosotros en petición de socorro. Esa es la primera cualidad del cartel republicano de primera hora, su inmediatez. Su instantánea aceptación o rechazo con sólo un vistazo. No fue por tanto, notario de la guerra sino de la revolución y de la cotidianidad que la marea de acontecimientos arrojaba a las masas. Todo ello dentro del voluntarismo y la emergencia que reinaron en la República Española hasta noviembre de 36.

Con el correr de la guerra y la política, y como señala Fontseré en su articulo, nace el cartel institucional, que ganó en calidad y arte pero perdió en imaginación y espontaneidad, perdió la fuerza del simbolismo más inmediato, para tomar, la detenida idea, el preciosismo a veces, la calidad

artística,

pero

también

la

repetición y la falta de energía de una creciente desmoralización. 1938 es un mal año para el cartelismo republicano. El ambiente de la retaguardia republicana es plomizo, receloso, la moral está por los suelos y muchos talleres cierran. Hay escasez de papel y de tintas. Hay críticas muy fundadas sobre su utilidad propagandística, pero de esta época es el mejor de todos ellos, el "Victoria" de Renau (1121).

Al cartelismo le pasó lo mismo que a la revolución española, nació libre y multitudinario, fue posteriormente controlado y sometido al gobierno, y murió lentamente al ritmo de la derrota y la desmoralización. Sufrió también de rencillas y de polémicas, como la que mantuvieron

Renau, Gaya y otros a propósito del compromiso político del artista. Con la derrota, carteles y cartelistas republicanos sufrieron el olvido, el expolio y la pérdida de la memoria histórica, como todo lo republicano. La democracia no mejoró mucho las cosas, como bien se queja Fontseré en 1983. Afortunadamente, desde que los libros de los hermanos Carulla salieron al mercado la situación ha mejorado. Estos catalanes expertos en cartelismo, clasificaron, nominaron y recuperaron miles de carteles. Introdujeron

metodología

en

su

clasificación

y

gracias

a

ellos,

principalmente, podemos disfrutar de estas páginas. La numeración que damos a los carteles es la suya, la que dieron en su imprescindible libro (dos tomos) para todo aficionado: "La Guerra Civil en 2000 carteles".

El estudio de los carteles republicanos. Los carteles republicanos son la piedra de Rosetta para descifrar la vida de las instituciones, de los partidos y comités republicanos durante la GCE. Cualquier historiador que quiera profundizar en la GCE, no puede pasar por alto esta faceta de la lucha republicana contra el franquismo. En ellos se encuentran muchas claves que demasiadas veces, sesudos autores han obviado considerándolas de menor relevancia. ¡Qué equivocación! Los carteles son un rastro imperecedero de la vida cotidiana durante la GCE, un tesoro difícilmente manipulable por interesadas opiniones. Están ahí para su contemplación y para su interpretación histórica, y podemos abordar su estudio de muy muchas maneras, y cualquiera de todas ellas arrojará tanta luz como preciados documentos.

Los cartelistas republicanos. La mayoría de los cartelistas republicanos provenían del campo comercial,

y

la

mayoría

también

formaban

parte

de

sindicatos

y

asociaciones profesionales en absoluto ajenas a los avatares políticos del país. Los grupos más importantes se distribuían en las cuatro ciudades republicanas de importancia, Barcelona, Valencia, Madrid y Bilbao.

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