Story Transcript
B.
HERDER, FRIBURGO DE BRISGOVIA.
From J.
the library of
H. Cornyn,
México City, México
Presented to the University of Toronto
by
Date
J.
H. Cornyn
DESDE
LEJANAS TIERRAS GALERÍA DE NARRACIONES ILUSTRADAS DEDICADAS Á LA JUVENTUD
COLECCIONADAS POR
UN PADRE DE LA COMPAÑÍA DE JESUS y recomendadas por y
el
Eño.
Sr.
Cardenal- Arzobispo de Valencia
Arzobispos y Obispos de Arequipa, Bogotá, Buenos Aires, Chiapas, Huánuco, León (España), Lima, Medellín, México,
los Rfños. Sres.
Caracas,
Nicaragua, Nueva Pamplona, Portoviejo y Santiago de Chile
TOMO XX
:
LA NAVE VICTORIA
FRIBURGO DE BRISGOVIA (ALEMANIA) HERDER & Cía LIBREROS-EDITORES PONTIFICIOS BERLÍN, CARLSRUHE, COLONIA, MUNICH, VIENA, LONDRES, SAN LUIS MO,
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2013
http://archive.org/details/lanavevictorialaOOmore
Los bárbaros
se abalanzaron
como un
torbellino contra Magallanes. (Pág. 87.)
LA NAVE VICTORIA LA PRIMERA CIRCUNNAVEGACIÓN DEL MUNDO POR MAGALLANES POR EL P.
ESTEBAN MORÉU,LACRUZ DE LA COMPAÑIA DE JESÚS
CUARTA EDICION CON
SEIS
GRABADOS
FRIBURGO DE BRISGOVIA (ALEMANIA) HERDER & Cía LIBREROS-EDITORES PONTIFICIOS BERLÍN, CARLSRUHK, COLONIA, MUNICH, VIENA, LONDRES, SAN LUIS MO.
1
Es propiedad.
—
Queda hecho
que manda
Tipografía de
Herder & Cía
el
depósito
la ley
en Friburgo de Brisgovia.
192
ÍNDICE. Homero
1.
Una Odisea
2.
Á
3.
Magallanes y Carlos
4.
Lo que
sin
oriente por occidente
vale
.
.
I
5.
Mal principio y buen
El testamento de un héroe
7.
Por
Paisajes
9.
el
Guadalquivir .
.
.
i
.
.
4
•
.
.
.
.
un mundo (con grabado)
6.
8.
.
fin
*
.
,
23
.
31
36
,
Sed preso! (con grabado)
1
11.
Una
ejecución en alta
44
mar
12.
i
Adelante
13.
¡
Quién sabe
14.
Por mares desconocidos (con 2 grabados)
15.
Mar adentro
16.
Un nuevo
17.
Muerte trágica (con grabado)
18. Conclusión
17
24
,
Gigantes
10.
8 13
48 54
I
sol
do*
va
60
!
....
67 74
en Oriente (con grabado)
.
•
.
78
82
88
Una Odisea
i.
^ASCO
Homero.
sin
Núñez de Balboa, cuyo nombre llegó á el de Américo Ves-
competir en celebridad con
pucio y Hernán Cortés, se embarcó
esperanza de descubrir
la
llamamos con
Después de
el
de
la
Mar
el
año 15 13 con
que hoy
del Sur, al
de Océano Pacífico.
título
de navegación arribó á
treinta días
orientales
costas
sonoro
el
las
América del Centro, trepó
seguido de algunos de sus marinos á las cumbres de los
montes de Panamá, y
dar gracias á Dios ante
allí
el
cayó de rodillas para
espectáculo
que se
les
prorrumpiendo todos en exclamaciones de
ofrecía,
y entusiasmo: veían desplegarse ante sus ojos
júbilo
un mar desconocido,
el
mar que
ellos an-
daban buscando, cuyo horizonte
se perdía
en
atónitos
la in-
mensidad.
En de
aquella hora, que era un poco antes de la caída
la tarde,
reflejaba
los
fuegos del sol
que se iba
ocaso y parecía un campo sembrado de rubíes y diamantes.
hundiendo en
Bajó
el
descubridor á
hasta
la
mano
y con
La Nave
el
la playa,
metióse en
el
la
Victoria.
agua
y con la espada desnuda en una otra embrazando el escudo, según era
cintura,
I
2
costumbre de aquellos tiempos,
dijo
con solemnidad
á los españoles y á los indios que se hallaban pre-
«Sed
sentes:
mar para le
la
de que tomo posesión de este
testigos
corona de
conservará
Castilla,
dominio de
el
y de que
espada
esta
él.»
Con esto ya podía decirse que era dueña España Mar del Sur; pero ¿qué provecho se le seguirá
del
de
mientras entre este
ello,
ponga un continente como que no pueden salvar bros de hombres,
las
mar y el
el
Atlántico se inter-
de América, continente
naves sino llevadas en hom-
como ordenó que
en esta
se hiciera
mismo Núñez de Balboa? Por otra parte era creencia común y general
ocasión
tonces hacia
el
que América el sur.
Ahora
.
.
se
en-
prolongaba indefinidamente
.
bien, estos dos abismos, estos dos
manos separados
mares her-
á lo que parecía por tan formidable
muralla, ¿no correrán á unirse y abrazarse por alguna
¿No
parte de la tierra?
se
darán siquiera
manos
las
por algún estrecho?
Encontrado
éste,
naves españolas que van por
las
occidente atravesando
el Atlántico,
á diferencia de las
naves portuguesas que tienen que rodear toda
el
África
siguiendo la estela que había dejado trazada Vasco
de Gama,
las
naves españolas, digo, podrían volar
Maluco en busca de
la
nuez moscada y de
al
la rica es-
peciería sin tocar en los dominios lusitanos,
ni atra-
vesar la famosa línea que para evitar conflictos entre las
dos
naciones
hermanas,
había
trazado
el
Papa
;
3
Alejandro VI,
de
dividiendo
en
dos
partes
el
globo
la tierra.
Tal es tal la
el
pensamiento del he'roe de mi
empresa que se propone
llevar á
pequeña armada que ha equipado en
historia,
cabo con
y la
Sevilla.
Es una Odisea que bien merecería un Homero mientras no aparezca
éste,
contentémonos con sen-
cillos relatos.
i*
Á
2.
£ VILLA,
como
(jlaÉil
de
la
oriente por occidente. entonces opulenta Reina del Betis,
la
llaman los poetas andaluces, rebosaba
y alborozo
júbilo
mañana
la
del día 10
de agosto
del año de gracia de 1519.
Vestida de
fiesta
que en
orientales
las
y ataviada con
las
hermosas galas
grandes solemnidades
solía ponerse,
mostraba con espléndidas manifestaciones de regocijo noble y legítimo orgullo que sentía de albergar en su seno un puñado de heroicos españoles que, siguiendo el
las
huellas
inmortal marino
del
genovés,
punto de lanzarse en débiles barcos á del
la
estaban á
inmensidad
océano para preguntarle por un nuevo mundo.
El
puerto
de
Muelas ofrecía un cuadro en-
las
cantador.
Sobre
que es
la azul
y tranquila superficie del Guadalquivir,
espejo donde se mira la Sultana de Anda-
el
lucía,
reflejábanse
ponía
la
armada,
los
cinco bajeles de que se com-
prontos á extender sus velas
como
para volar hacia lejanos horizontes.
Las trémulas ondas del vistosos colores
que sobre
de
las
los palos
río
copiaban
los variados y
banderas, flámulas y gallardetes
de
las
naves movía
el viento,
y
5
que agitándose dulcemente parecían despedirse de que ocupaba
multitud
de
orillas
las
esperando
la
la
hora
la salida.
Voces,
lamentos, abrazos y lloros, y en
gritos,
fin
todo lo
que suele ser de rigor en semejantes des-
pedidas,
es
de presuponer que no
Los marinos hacían todo
conmover por esos pero en
faltarían
lo posible
en
ésta.
para no dejarse
gritos arrancados á la naturaleza,
la triste sonrisa
que iluminaba sus semblantes
podían casi leerse los versos de aquella copla:
Mañana en un
Me
frágil
barco
he de engolfar en
Daré un
adiós á
mi
la
mar,
patria,
El último adiós quizá.
«¡Acuérdate de éste
!»
decía una
madre joven bañada
en llanto y levantando á su chiquitín en «Hasta
el
los brazos.
puerto de allá arriba», clamaba una madre
anciana señalando con su descarnado brazo
Y
en verdad que no
se
equivocaba
la
al
cielo.
pobre
vieja,
porque [cuántos no volverían ya á pisar
el
suelo de
la patria!
«¡Si
yo tuviera
tus
años!» decía con noble envidia
sonriendo un anciano encorvado.
Las salvas de
la artillería
naval que ensordecen
el
espacio, las notas de instrumentos músicos, el estrépito
de
las
de
los
trompetas militares y los vítores y aclamaciones entusiastas
sevillanos
anuncian
la
llegada al
puerto del arrogante capitán, que seguido de sus ciales viene del
templo de Santa María de
ofi-
la Victoria
6
de Trianá de pedir á
mar y próspero
Reina de
la
los cielos
buena
viaje.
Ese capitán, cuyo semblante todavía juvenil revela noble entereza y dignidad, curtido ya por los huracanes y las tormentas, es Hernando de Magallanes,
que navegando hacia
el
el
ocaso hallará camino para
pasar por entre la Tierra del Fuego y la Patagonia unirá dos océanos inmensos, y hará que el oriente,
mundo
el
y
al
oriental antiguo, envuelto hasta entonces
en
sombras y misterios, se dé la mano con el Nuevo Mundo recién salido del fondo de los mares rodeado
de
y de belleza.
luz
Ése es Hernando de Magallanes,
el
Cristóbal Colón
del archipiélago índico.
Los oficiales y marineros que le acompañan son los que han de tocar con los mástiles de sus bajeles uno de
polos
los
de nuestro planeta,
que darán
los
la
vuelta al globo de la tierra surcando todos los mares
que
la
circundan,
empresa hasta
acometida; son en una palabra
que arrebatarán
penumbra de de
la
palma del
la gloria á los
ellos
por ninguno
los intrépidos españoles
valor,
dejando en
la
más audaces navegantes
los siglos fabulosos é históricos.
En
aquel en que
el
mientos había invadido portugueses, llegase
luz
afán de aventuras y descubrilos
ánimos de españoles y
era suficiente cualquier vago rumor que
de país desconocido, cualquier tenue rayo de
que despidiese á través de
para que
se lanzara tropel
los
mares una región,
de hombres animosos en
pos de una empresa temeraria, erizada de los mayores peligros.
¡Dichosa
edad
podríamos dar
el
y
siglos
dichosos
aquellos,
á
que
nombre de dorados, en que
hombres de cuenta y de
valía,
los
en vez de perder
el
tiempo en miserables intrigas de partido, en cabildeos políticos,
zuela, se tierras,
cesibles
en ruines compadrazgos y chismes de
á civilizar naciones, á cosechar laureles inmar-
y á
engrandecer su
necesidad de tomar en boca libertad, intereses del país,
hoy
pla-
dedicaban á conquistar mundos, á descubrir
patria, las
sin
que tuvieran
palabras patriotismo,
con que muchos disfrazan
sus bastardas ambiciones
1
Magallanes y Carlos
3.
I.
jjp¡||N un arranque de despecho, por juzgar su honor
y desatendida su persona, Hernando
ILlÉil agraviado
de Magallanes, natural de Oporto, educado en al servicio
sido,
de
la reina
y muerta
ésta, al
la corte
Doña Leonor, cuyo paje había de Don Manuel el Afortunado,
de su patria y se pasó con todos sus
se desnaturalizó
planes de conquista, sueños dorados de gloria y pen-
samientos de heroicas aventuras, á la que era entonces hospitalario
refugio
de todas
En
las
esto
de todos
los
grandes hombres y
grandes empresas: á España.
no hizo sino
seguir las huellas de Cristóbal
que llamó á nuestras puertas después de en-
Colón, contrar
cerradas las de Génova,
su patria, y las de
Inglaterra y Portugal.
Magallanes tenía á navegante.
perto
la
sazón cobrada fama de ex-
«Pasó á
la India»,
«con Alfonso de Albuquerque,
con
las
el
dice Argensola,
cual,
no contento
primeras conquistas, envió desde Malaca á
Antonio Dabreo, Francisco Serrano y Hernando de Magallanes
Todos
estos
en
tres
bajeles á descubrir
tres capitanes
las
Malucas.
tomaron diferentes
viajes.
Dabreo arribó á Banda, y volviendo á Malaca con
_ 9
abundancia de apartó de
drogas preciosas de
las
la tierra,
temporal y padeció su junco naufragio en de Lucopino.»
Magallanes aportó á otras
más
pondencia con Serrano,
fiel
En
cual satisfecho de su buena
el
Maluco,
de su fortuna.
brillaría el sol
contaduría ó factoría del rey
la
leguas
y constante corres-
suerte, le escribió invitándole á trasladarse al
donde esperaba
las islas
seiscientas
islas
de Malaca, y sostuvo
allá
se
Francisco Serrano cediendo á un recio
él
Don
Manuel,
donde cuidadosamente se guardaba, dícese que vió Magallanes zados por
el el
ó de Bohemia,
derrotero y la carta del estrecho
como
y en ellos
tiempo,
le
llaman los escritores de aquel
confiado
majestad de Carlos
con
la
por
obra
y
tra-
célebre cosmógrafo Martín de Behaim,
dar
empeñarse
y se decidió á poner
remate
y
fin
atrevió á
se
I,
á
sus
nobilísimos
intentos.
Presentóse ministro
del
primero rey,
obispo de Burgos,
al
que
gran
y
primer
famoso Xebres, y al Juan Rodríguez de Fonseca,
era
Don
canciller
el
y en repetidas conferencias trató de demostrarles por la disposición
callando
y división de
de industria
el
la esfera terrestre,
de Bohemia, que podía por encontrar las
en
la
islas
el
camino de occidente
Molucas, y que éstas se hallaban
demarcación de
Muy
aunque
paso consignado por Martín
Castilla.
atrevido les pareció á aquellos señores
samiento de Magallanes.
el
pen-
»
JO
Los portugueses para
mundo el
llegar á aquellas partes del
tenían que costear
famoso cabo de
las
el
África hacia abajo, doblar
Tormentas, llamado después con
mejor acuerdo de Buena Esperanza, y seguir hacia arriba en dirección á la India, próxima á la cual se hallaba la tierra de las ricas especias tan codiciadas
por
los
portugueses
dirigirse á esas
como por
españoles;
los
mismas partes por
dente y teniendo de por medio
camino de
el
el
pero occi-
continente ameri-
una idea nueva y empresa digna de un genio. «El capitán general Fernando de Magallanes»,
cano,
era
dice á este
propósito
esta navegación
en
la
emprender un largo
Antonio
frecuentes.
por
viaje
vientos soplan con furor y
muy
Pigafetta,
que tomó parte
Había
el
donde
cronista
de
«había resuelto
*,
océano, donde los las
tempestades son
también abrirse un
resuelto
camino que ningún navegante había conocido hasta entonces.
Hallábase Carlos tud,
I
en
lo
más
florido
de su juven-
con un risueño porvenir de gloria delante de
los ojos,
sin
que sombrearan todavía aquella frente
altiva y despejada las nubes de los desengaños y sabores que la obscurecieron después.
Recibió
el
monarca español
al
sin-
aventurero portugués
con suma afabilidad y con aquel
aire
de dignidad y
señorío tan característico de los Austrias, que nos dejó
1
fetta»
«Viaje alrededor del mundo, por
(Colección
de
el
caballero Antonio Piga-
documentos inéditos por
J.
F. Medina).
T T
representado
el
Tiziano en su célebre retrato,
que á
primera
vista parecía orgulloso desdén, algo levantado
el labio
inferior,
erguida la noble cabeza y la mirada
firme y penetrante.
Nadie nos impide suponer que gallarda actitud con que tan el
Duque de Rivas
le
1 :
Al lado de una gran mesa
Que cubre de
terciopelo
Napolitano tapete
Con borlones de oro Ante un
Que
sillón
y flecos,
de respaldo
entre bordado arabesco
Los timbres de España ostenta
Y
el
De
águila del imperio,
pie estaba Carlos Quinto
Que en España era Primero, Con gallardo y noble talle, Con noble y tranquilo aspecto.
Un
birrete de velludo
Con un blanco
airón, sujeto
Por un joyel de diamantes
Y
un antiguo camafeo,
Descubre por ambos lados
Tanta majestad cubriendo, Rubio, cual barba y bigote, Lien atusado el cabello,
1
«El Castellano Leal».
recibiría
hermosamente
le
en
la
describe
12
Apoyada en
la
cadera
La potente diestra ha puesto, Que aprieta dos guantes de ámbar
Y
un primoroso mosquero.
Y
con
De un
la siniestra
mastín
muy
halaga
corpulento,
Blanco y las orejas rubias, El ancho y carnoso cuello.
El rey, incrédulo
al
principio, mostró alguna desconfianza.
Lo que
4.
L
vale
rey, incrédulo ai principio,
H31 confianza y dió largas
Á
las
y que
un mundo. mostró alguna des-
al asunto.
razones de Magallanes, que no fueron pocas
el
orador fué exponiendo con creciente en-
tusiasmo, respondía el futuro vencedor de Pavía son-
riendo con apacible gravedad y acariciando su sedosa
barba con un veremos desesperante para pero como viese razones de
Ruy
el
rey
su
insistencia,
el
exponente,
y oyese
las
Faleiro, gran astrólogo y matemático,
que se había asociado á Magallanes, y más cuando ánimo que tenía Cristóbal de Haro, rico
se enteró del
mercader de Amberes, de armar á su costa y á la de sus amigos las naos necesarias para el viaje, vino el rey en favorecer la proyectada expedición,
rando de esta suerte
inaugu-
larga serie de heroicas em-
la
presas que inmortalizaron su reinado.
Tuvieron no poca parte en esta resolución formes que ciller,
le
dieron
el
obispo de Burgos y
que comprendieron
el
los inel
can-
pensamiento del nave-
gante lusitano.
Por entonces
Don Manuel
el
llegó
á
proyecto
noticia del
rey de Portugal
que meditaba su antiguo
y por cuantos medios pudo
vasallo, tarlo,
trató
valiéndose para ello del embajador
de Acosta, porque, como muy bien dice en su Historia Geográfica,
Alvaro Murillo
el P.
«asunto fué de
de grandes príncipes
tensiones
de desbara-
Don
las
pre-
incorporar en su
el
corona estas joyas preciosísimas».
Pero Carlos
I
encariñado ya con
un memorial en que
descubri-
el futuro
miento, dió orden á Magallanes de que
le
presentara
se ofreciera á descubrir las islas
Momeas, poniéndolas bajo
el
dominio de España con
condiciones previas en
él
consignadas, ora se veri-
las
ficase el
armamento á costa
ora á expensas
del rey,
del exponente.
El 22 de marzo de 15 18 firmó
de
los
Don
Carlos á pesar
requerimientos del embajador de Portugal
la
capitulación, cuyas principales cláusulas eran:
Que por término de
los diez
primeros años no daría
rey licencia á persona alguna de
el
por
por
la si
misma derrota él
se
ir
á descubrir
sin avisar antes á Magallanes,
ofreciese
á
hacerlo
con
las
mismas
condiciones.
Que
si
las
islas
que descubriesen pasasen de
después de verificada
la
descubridores
dos
limpios
tocaba
señalar
elección regia,
cuyas
rentas
seis,
podrían los
y derechos
percibiesen en la quincena parte de lo que al rey,
y que por aquella primera vez pudiesen
percibir el quinto de los intereses limpios del Estado.
Su Alteza «se comprometía á armar cinco bastecidos por dos años;
los
navios,
dos de ciento y treinta
i5
cada uno, é otros dos de noventa, é otro
toneladas
de
mientos, é
de gente é manteni-
bastecidos
setenta toneles, artillería,
conviene á saber, que vayan los
dichos navios bastecidos por dos años,
en
gobierno de
el
é que vayan
doscientas y treinta y cuatro personas para
ellos
entre maestres y marineros y
ellos,
conforme
grumetes, é toda la otra necesaria,
morial que está fecho para
que
«Item:
guardado
al
alguno
si
al
me-
ello.
de
los
otro cumplidamente
dos muriese, lo
sea
convenido entre
dos.
los
«Por último, que había de nombrar un factor con
y contador y escribano de
tesorero
las
dichas naos,
para llevar cuenta y razón de todo, á quien se pasase
y entregase cuanto en dicha Armada hubiese.» Hecho este asiento, dió el rey á Magallanes y á Faleiro
título
el
doles con
de Capitanes de
año, á lo que añadió
para todo servicio
A
la
armada, dotán-
el sueldo de cincuenta mil maravedises al
el
más
tarde ocho mil mensuales,
tiempo que anduviesen navegando en
de España.
este
precio,
sumado con
la gloria
inmensa que
había de resultar, bien se podía descubrir y conquistar
un mundo. Después de varias entrevistas de Magallanes con Su Alteza, en que se ultimaron
las resoluciones
habían de ponerse en práctica en orden
de
la
villa
armada, regresó
el
Victoria.
que
apresto
ya capitán general á Se-
con carta del rey para
La Nave
al
los oficiales
de
la 2
Casa
de
la
Contratación y la
habían de proveer para
lista
las cosas
que
firmada por
el
de
el viaje,
éstos
obispo
Fonseca.
El día que tenían determinado para comenzar viaje
era el
25
el
de agosto de 15 18; pero surgieron
nuevas dificultades y hubo de diferirse para más adelante la expedición.
Un
ruidoso incidente que ocurrió en Sevilla la puso
en peligro de fracasar por completo.
Mal
5-
SPONÍANSE armada
fin.
marinos á varar en
los
nao Trinidad, una de la
y buen
principio
tierra la
que habían de
las
ir
que un factor de
la
Real Casa llevaría
al
amanecer
pendón del monarca para ponerle encima de
el
en
habíase concertado con los oficiales reales
;
la
nave, y Magallanes el suyo para colocarle en la parte
de
fuera,
A
la
factor,
según era uso y costumbre.
hora convenida, pero antes de que llegase el
armas en
capitán el
puso
general
cabrestante
la
el
bandera de sus
que estaba en
tierra
para
varar la Trinidad,
Al poco rato se presentó Sebastián Rosero, y
como
el
alcalde
creyendo equivocadamente que eran se dirigió á
él,
y tomando una
imperiosa y altanera, con el
de
Sevilla,
vió las armas de Magallanes,
la
las
de Portugal,
actitud excesivamente
cabeza erguida y fruncido
entrecejo, le dijo en voces altas:
«No me parece
bien,
señor hidalgo, que ondeen
aquí las armas del rey de Portugal
;
éstas son tierras
de mi señor Carlos.» Adelantóse
algunos
pasos
Magallanes,
sombrero en una mano y señalando
al
y
con
el
mismo tiempo 2*
iS
con
en tono comedido pero
otra,
la
pondió
resuelto,
res-
allí veis,
sino
al alcalde:
«No son banderas de
Portugal las que
de un vasallo del rey de España.»
las
armas son portuguesas»,
«Esas
tono
dijo
subiendo
el
el alcalde.
«Esas armas son españolas», replicó en
el
mismo
Magallanes.
Hízose un corrillo;
altercado prendió fuego en
el
los concurrentes, alborotáronse los ánimos por una y
otra parte
;
accionaba
el
alcalde y se desgañitaba de-
fendiendo su aserto, agriábase por momentos
la
con-
y pronto viéronse relucir espadas en el aire; creció el tumulto al compás que crecía el gentío, tienda,
acudió
el
cabildo de la ciudad, el cual por instigación
de Rosero obligó á
al teniente del
como
Magallanes,
lo
almirante á prender
con poquísimo mira-
hizo,
miento y ningún respeto delante de toda aquella muchedumbre de gente que ocupaba la ribera. Sin embargo, todo aquello pasó en tempestad de
verano,
mente
el
y pronto vueltos en su acuerdo, principalanimoso alcalde, se sosegaron todos, y Ma-
gallanes fué puesto en libertad.
Éste
jándose
con todo no del
que
contestó
que
le
agravio
Su
había
cierto servidor
Alteza
desplacido
bían molestado
su
de escribir
dejó
que se
le
había
al
manifestándole el
persona,
atropello
á
rey que-
hecho, á lo
lo
mucho
con que ha-
quien tenía por muy
y criado, y prometiéndole que mandaría
19
de
hacer información
lo
sucedido y castigar á los
culpados.
Soplaban ya
y todo parecía Magallanes,
por entonces viento en popa para
ir
cual antes de darse á la vela, se dirigió
el
á Barcelona,
auras primaverales del año 1519,
las
donde á
la
sazón estaba
el
rey,
para
recibir las últimas instrucciones.
Dióselas Carlos tan llenas de prudencia y sagacidad,
que
las
si
general,
de
la
hubiera
observado
bahía
de San Julián,
San Antonio á España desde
ni el
el
capitán
las tristes
escenas
fielmente
no lamentáramos después
vuelta
la
de
la
nao
estrecho, ni la trágica
muerte del propio Magallanes y de
demás nave-
los
gantes bárbaramente sacrificados en Mactán y en Cebú. Setenta y cuatro nada ciones que dió
menos fueron
rey para
el
el viaje,
las
instruc-
todas llenas de
prudentes consideraciones y avisos, sin dejar los más insignificantes
en
el
descubrimiento de
mero que villa,
pormenores de
salgáis
lo
que podía ocurrir
las islas del
Maluco.
«Y
ó después de salidos de
él,
llamaréis los capi-
tanes, pilotos é maestres, é darles heis las cartas
tenéis hechas para hacer el dicho viaje, la
pri-
del río de la dicha cibdad de Se-
primera tierra que esperáis
ir
porque muchas veces acaesce que
que
é mostrarles
á demandar ... los
Y
tiempos no dan
lugar á que las naos se puedan comunicar, puesto que
todas vayan á otras naos
é por
la
vista,
en
tal
caso los capitanes de las
tomarán cuenta á sus derrota
donde
son,
la tierra
que
pilotos á
que llevan cobrarán
2O
van á demandar, para que cuando pudieren llegar á
den cuenta de
vosotros, vos
nuestro
.
.
Item: porque á
de que podáis recibir daño, vos
tierra
mandamos que no
á tierra á hacer ninguno
salgáis
enviad á alguno de los
sino
concierto,
.
cumple que vuestras personas no se
servicio
pongan en
ello
oficiales
ó á
otra persona que vierdes que mejor lo podrá hacer; etc.»
Hemos
entresacado estos avisos, porque de su trans-
gresión se siguieron las tristes consecuencias que vere-
mos
después,
i
Por qué no comunicó Magallanes desde
á los capitanes y pilotos? ¿Era de un carácter finchado como de buen
luego su proyecto altivez propia
portugués
?
i
Ó
hay que
atribuirlo
que indica Pigafetta: «A
más bien á
empresa, se unía aun una desventaja para
que
comandantes de
los
causa
la
los peligros inherentes á esta él,
y era
las otras cuatro naves,
que
debían hallarse bajo su mando, eran sus enemigos, por razón de que eran españoles y Magallanes portugués»? Digamos que quizá de todo había un poco,
la sencilla
y esto nos servirá de hilo conductor á través del drama
que se desarrolla en Entre
las
la historia
de
declara cuál era
el espíritu
de
los
ñoles de aquellos tiempos:
«Otrosí:
que tengáis mucho cuidado
al
á Dios, partierdes para llevéis
este viaje.
74 instrucciones es notable
ir
47% que
vos encargamos
tiempo que, placiendo
vuestro viaje,
en vuestra compañía
la
gobernantes espa-
ninguna
de mirar no persona
que
conoscidamente tenga costumbre de renegar, porque los
tales
no
es
mi voluntad que anden en cosa de
mi
ni
servicio,
es
bien que vayan en
porque
sea nuestro servicio,
que toca á
lo
el
Armada;
la
así
cumple se haga por
honra é servicio de Dios; é
si
por
caso llevásedes alguno que lo haga, é renegase ó jese peisa á Dios, castigalde
según
estos reinos,
las
conforme á
ir
en
dejarle proseguir por el
había emprendido;
el
de que
el
persuadirle
para con
él
trucciones le otras
de
que había
personal
armada, y otra vez tropieza aquí con
la
enemiga sombra de Portugal, que
no
di-
las leyes
palabras que dijere.»
Faltaba sólo la elección del
de
é
encargamos más que ninguna otra cosa que
esto vos
le salía al
camino de
la
paso para
la gloria
que de
factor real portugués trató
proceder del monarca español
era equívoco, pues mientras en unas ins-
nombraba capitán
de
la
armada, en
que había dado en secreto á Juan de Cartagena
y á Juan Esteban disponía lo contrario, y que estas últimas no se le comunicarían sino en tiempo que no tuviese
remedio su honra, y que por lo tanto dejase de España y se pusiese de nuevo bajo el
el servicio
amparo
del
rey de Portugal,
ofreciéndole
para
ello
su eficaz cooperación y presentándole halagüeñas
es-
peranzas de crecimiento de honores y riquezas para lo porvenir, á todo lo cual contestó Magallanes lo
que era propio de su carácter con en
los
grandes genios:
la
concisión innata
«Es punto mío concluir
lo
comenzado.» Allanados ya todos los obstáculos, naves y arregladas
las diferencias
aparejadas las
que había con
los
22
de
oficiales
la
Casa de
la
Contratación acerca del
nombramiento del personal,
pompa
ordinaria
á
la iglesia
se dirigieron
con
y solemnidad los capitanes y
de Santa María de
la Victoria,
extra-
oficiales
que estaba
aquel día ricamente engalanada.
Sobre magnífico estrado sentóse villa,
el asistente
de Se-
Sancho Martínez de Leiva, revestido de
las in-
de su cargo, y arrodillándose á sus pies Fernando de Magallanes, puesta la derecha mano sobre
signias
juró que haría con fidelidad el
los santos evangelios,
viaje
como buen
vasallo del rey.
Levantóse entonces Martínez de Leiva y tomando estandarte real se lo entregó á Magallanes, al cual
el
fueron rindiendo pleito homenaje uno por uno todos los
oficiales,
Luego
y juraron asimismo seguir su derrota.
aquellos valerosos marinos que se disponían á
afrontar impávidos los huracanes y las tormentas, de-
pusieron su orgullosa braveza á las plantas de la Virgen arrodillándose ante
nunca
es
ella,
más grande
el
porque sabían
hombre que de
muy
bien que
rodillas; pidieron
su bendición á la Virgen de la Victoria, cuya imagen flotaba
al
lado del
estandarte de María Inmaculada
y de Santiago, sobre los topes de las naves; sagrados emblemas que fueron siempre delante de nuestros ejércitos
y armadas para conducirlos á
la victoria.
En
«Relación del gasto fecho en
el
la
Su Alteza mandó armar para
ir
nando de Magallanes
bachiller
é
el
armada que
á descubrir con Fer-
Ruy
Falero»,
consta anotada la partida siguiente, hermoso monu-
23
mentó de
la
«En quince
piedad de aquellos héroes.
del dicho mes de noviembre del dicho año, á Diego
Fernández pintor, por ocho banderas que la
con
armas
las
él pintó, la
Concepción de Nuestra Señora y
una de
reales,
y
las
seis
de
la otra
las insignias
de
Santiago, la de Nuestra Señora y de las armas reales
á seis reales.»
La Virgen de vivió
que
las batallas,
España mientras le trajo la
antorcha de
del cristianismo y dispersó
que mancharon con ahora á recorrer por
á cuya sombra protectora
fué grande, y el celestial guerrero la fe
en los primeros siglos
más tarde á
sus
enemigos
sus plantas el suelo patrio, la
vez primera con
el
van
aparato
del triunfo el círculo de la tierra en naves españolas,
y los mares que nunca habían visto á su Estrella se humillarán á su paso, y entonarán un cántico sublime
con de
el
las
murmullo de tempestades.
las
olas
y
el
ronco estruendo
El testamento de un héroe.
6.
IFHplN
el
nombre
muy
del
Nuestro Señor
liJÉy!
.
de
,
. .
muy poderoso Dios
alto é
Bienaventurada Virgen
la
Gloriosa Nuestra Señora Santa María, á la cual todos los cristianos
tenemos por Señora é por Abogada en
todos nuestros fechos, é á honra é
De
este
modo comienza
servicio
suyo...»
Magallanes su testamento que
revela cuán arraigada tenía en el corazón la fe y pie-
dad
cristiana,
«Ruego
é
y luego prosigue: pido por merced á
siempre
la gloriosa
Virgen María Nuestra Señora, su Bendita Madre, que
con todos
de
los Santos é Santas
la
Corte del Cielo,
sea intercesora y rogadora á su Hijo precioso por mi
ánima, la quiera perdonar sus culpas é pecados, é la
poner en su santa gloria é reino
cuando
é
celestial;
finamiento de mí acaesciese desta presente vida para la vida
perdurable,
ciudad de
Sevilla,
mando que
monasterio de Santa María de Triana, villa,
en
guarda é collación de la sepultura
que
ciere en el dicho viaje,
en una
iglesia
de
si
fallesciere
en esta
que mi cuerpo sea enterrado en
la
me
que
la Victoria,
esta
mando que
É
entierren
el
en
de Se-
ciudad
fuere dada.
es
si
falles-
mi cuerpo
advocación de Nuestra Señora
:
¿5
más cercano lugar donde yo
del
me
fallesciere é
to-
mare la muerte.
«É mando
Ordenes de
(dejo) á las
dad é de Santa María de de
que están cautivos en
migos de nuestra santa
É mando
ellas
terio
esta ciudad
para ayuda de la redención de los
Sevilla,
cristianos
Santa Trini-
la
Merced de
la
que
fe
me
de Santa María de
tierras
católica
digan en la
cada una de
á el
fieles
de moros ene-
dicho monas-
Victoria un
treintenario
de Misas cerrado, por mi ánima. «É por cuanto yo voy en servicio de Sus Altezas la dicha armada y de todo el interese y provecho que della con ayuda de Dios Nuestro Señor se hu-
en
primeras costas que Sus Altezas han
biese, sacadas las
hecho en
la
dicha armada,
quinto de todo
é
ello,
mi hacienda que
llevo
yo tengo de haber
más todo yo en
la
lo
dicha armada, é desto
quiero disponer el
diezmo de todo
de dicha armada;
por
testamento,
dicho
quiero
é
que hubiere
lo
ende yo por carta de
mando
el
que yo hubiere de
é
es
este
mi voluntad que
diezmo se gaste é distribuya de
la
manera
siguiente
«Primeramente
mando y
es
el tercio
de dicho diezmo, quiero é
mi voluntad que
lo
haya
el
dicho mo-
nasterio de Nuestra Señora Santa María de la Victoria
de
la
dicha Triana, para hacer
la
capilla
del
dicho
monasterio, é porque los frayles del dicho monasterio,
siempre jamás tengan cargo de rogar á Dios por mi ánima.
26
«Otrosí
mando y
es
mi voluntad que de
los otros
dos tercios del diezmo se hagan tres tercios y que el uno de ellos lo haya el monasterio de Nuestra Señora
Santa María de Monserrat que es en
la
ciudad de
Barcelona.»
Como
no desmiente Magallanes
se ve,
la
generosa
raza de aquellos españoles y portugueses que hicieron
de su patria
las
rosas del orbe
;
dos naciones más religiosas y pode-
de aquellos próceres que eran
los
ma-
yores capitanes, y de aquellos soldados que eran los
más
valientes del
mundo, que tremolaban
los
pendo-
nes de Castilla en Orán y Lepanto, á vista de París
y sobre
las torres
de Méjico, en tanto que
respetado y libre vestía con
las
el
pueblo
enemigas banderas
las
paredes del templo, y se postraba delante de Dios
que da
la libertad
y
la gloria.
y.
Por
[OLVIENDO
á
nuestros
mos dejado en que había llegado
el
Guadalquivir.
el
el
marinos
que
puerto de las Muelas,
momento de
partir,
había-
digo
así entre
y
aplausos y vítores de la multitud que bullía por las orillas del las
Guadalquivir, hiciéronse á la vela río abajo
cinco naos.
«En
el
lemnidad «Sea»,
ciendo
nombre de Dios», el
dice con imponente so-
almirante.
responden á coro todos
la señal
de
la
Rompiendo suavemente pitana que lleva
el
los
marineros y ha-
cruz sobre sus frentes. las olas,
va delante
la ca-
augusto nombre de Trinidad, co-
mandada por el mismo Magallanes. Le sigue la San Antonio, que es la mayor de
todas,
de cientoveinte toneles de porte; su capitán es Juan de Cartagena Detrás
la
*,
veedor de
Concepción, y
par de Quesada; tiene
la
armada.
como
capitán de ella Gas-
la gloria este bajel
de contar
entre sus marineros al celebérrimo Sebastián del Cano, el
primero que dió
la vuelta al
mundo.
Faleiro se retiró, y no se vuelve á hablar
más de
él.
28
La
Victoria
es
y debe este
cuarta,
la
á la
título
Virgen, que con tanta veneración hemos visto honraba
Magallanes en Triana; saludémosla es la única
habiendo atravesado de
seis
veces
años menos catorce
tres
porque
pasar,
al
que después de correr catorce mil ecuador,
el
días, llegará
leguas,
al
cabo
triunfante
y
victoriosa á Sevilla, para dar las gracias á su celestial
protectora, bajo cuya dirección habrá rodeado el
culo de la tierra, pudiendo ostentar escrita
con
letras
cír-
en sus costados
de oro esta leyenda
Prima
:
circum-
dedisti me.
Arranca por
menor de
última la Santiago, que es la
la
fin
todas, dirigida por
Juan Rodríguez, piloto
de Su Alteza. Tal es
gún
la
el
orden con que
«Relación de
la
desfiló
Su Alteza manda enviar para Especiería, de que va
la
escuadrilla, se-
gente que va en las naos que el
descubrimiento de
la
por capitán mayor Hernando
de Magallanes».
Al deslizarse por
la
mansa
corriente del Betis,
sa-
ludan con estruendosas salvas á los pacíficos habitantes
de San Juan de Alfarache y á
los
de Coria y de
todos los pueblos sentados á una y otra hasta fondear frente Sidonia,
en
el
al
puerto
donde estarán hasta
el
castillo del
de
Sanlúcar
veinte
orilla del río,
Duque de Medina de Barrameda,
de septiembre en que
se darán definitivamente á la vela.
Durante este intervalo de tiempo suben y bajan de Sevilla por el río, para terminar sus asuntos, Maga-
29
y sus compañeros, ocurriendo á las dificultades que se van presentando y proveyendo la escuadra de todo cuanto creen necesario para el buen éxito de la llanes
navegación.
«Todas tierra
mañanas»,
las
para oir
la
dice Pigafetta, «se bajaba á
misa en
la
ñora de Barrameda, y prohibió barcase mujer alguna en
el
mismo
gunos reglamentos, tanto para la disciplina.
Para que
en conserva,
fijó
para
capitán que se em-
el
escuadra.»
la
«Antes de partir», dice
de Nuestra Se-
iglesia
cronista, «dictó al-
las señales
como para
escuadra marchase siempre
la
pilotos y los maestres las
los
reglas siguientes. Su nave debía preceder siempre á
demás, y para que de noche no se la perdiese de llevaba en la popa un farol si además de éste
las
vista,
;
encendía una linterna ó un estrenje, debían hacer otro tanto, á
modo que ces,
le seguían.
sin el farol, las
fin
demás naves
las
de asegurarse
Cuando encendía
de
este
otras dos lu-
naves debían cambiar de direc-
ción, ya para disminuir su andar, ya á causa de vientos contrarios.
Cuando encendía
debían quitarse
las velas
de
tres,
ala,
pequeñas que se colocan sobre
la
marcha. Se quitan
se prevee la tormenta,
necesario,
ben cargar ñal
á
fin
lo
las
que
el
velas se
viento
Si
y ace-
de ala cuando
hace en ese caso
de que no embaracen á
la vela.
que
mayor cuando hace
buen tiempo, para encapillar mejor lerar la
significaba
que son unas velas
los
que de-
encendía cuatro luces,
era se-
de que debían recogerse todas
las velas
;
pero cuando
estaban plegadas, estas cuatro luces significaban que
debían extenderse.
Varias luces y
bombarda servían para
algunos tiros de
que nos hallábamos
advertir
de algún bajo, y en consecuencia que era necesario navegar con mucho cuidado. Había cerca de tierra ó
otra señal para indicar
«Todas
mera
al
las
cuando debía fondearse.
noches se hacían
tres guardias:
caer la tarde, la segunda á las doce y la
cera hacia
el fin
de
la
noche.
En
la tripulación se hallaba dividida
primer cuarto se hallaba á el piloto presidía el
al
las
segundo, y
vera disciplina de
modo
la tripulación
ter-
consecuencia, toda
en
tres guardias: el
órdenes del capitán, el
tercero pertenecía
maestre. El comandante general exigía
ese
la pri-
la
más
se-
á fin de asegurar de
el feliz éxito del viaje.»
8.
A mañana
Paisajes.
de su salida de Sanlúcar de Barra-
meda, que fué
veinte
el
llos valientes
que dejaban
combatir con
las
de septiembre, aque-
la patria
tempestades y
y
la
las olas
familia para
de todos
los
mares, se postraron humildes y devotos á los pies de los sacerdotes
para recibir
la
absolución de sus peca-
dos por medio del sacramento de
la
confesión; «el
capitán determinó que toda la tripulación
confe-
se
sase», acto que no por ser edificante en extremo de-
de ser frecuente y ordinario entre los marinos de aquel tiempo que eran harto más hombres que los
jaba
que hoy se llaman á lo hizo el
mismos
sí
de Albuquerque, y Dirigieron
el
el
de
la
las islas
Occidental,
rumbo hacia
veyeron de agua y leña.
ban
espíritus fuertes;
así
conquistador de la India Oriental, Alfonso
Tenerife,
Hernán
Cortés.
donde
se pro-
El tres de octubre saluda-
nombre
á las que dieron los antiguos el
de Hespérides y hoy llamamos de Cabo Verde, «y después de haber corrido durante varios días á lo largo de la costa
de Guinea, arribamos», dice Pigagrado de
fetta,
«hacia
existe
una montaña que
La Nave
el 8?
Victoria.
latitud setentrional,
se llama Sierra Leona. 3
donde
32
«Aquí experimentamos vientos contrarios ó calmas chichas acompañadas
de
hasta
lluvias
la
línea equi-
habiendo durado este tiempo lluvioso sesenta
noccial, días.
«Hacia
gredos de latitud setentrional, experi-
los 14
mentamos
varias
corrientes,
no nos permitieron avanzar. Cuando venía
rachas violentas
alguna de estas rachas, tomábamos
amainar todas
las velas,
poniendo
unidas á
que,
la
la
las
precaución de
nave de costado
hasta que cesaba el viento.
«Durante
los días serenos
de nuestra nave grandes
y de calma, nadaban cerca peces llamados
tiburones.
Estos peces poseen varias hiladas de dientes formidables,
y
desgraciadamente cae un hombre
si
devoran en
el acto.
zuelos de hierro
comer y
los
;
al
de
vista
Brasil.
pero
los
las costas
Al tocar en
del Verzino
(el
de aves, de
patatas,
asemeja
al
mar,
le
más grandes no
sirven para
pequeños no valen gran cosa.»
El almirante mandó torcer
ban á
al
Nosotros cogimos algunos con an-
rumbo cuando
el
de Guinea, y que
la tierra
el
esta-
se dirigieron
cronista llama
abundante provisión
Brasil), hicieron
de una especie de
piñón del pino, pero
que
que
fruta
se
es extremada-
mente dulce y de un sabor exquisito, conocida más tarde con el nombre de piña, de caña dulce, de carne de anta muy parecida á
la
de vaca.
Como
mercaderes hicieron aquí excelentes negocios anzuelo ó por un cuchillo llinas
;
les
daban cinco ó
dos gansos por un peine
;
;
buenos
por un seis ga-
por un espejito ó un
33
par de
pescado suficiente para alimentar diez
tijeras,
personas; por un cascabel ó una cinta patatas,
raíces
nombre, dice
que se da á
Pigafetta,
que tienen más ó menos
una cesta de
la
ciertas
forma de nuestros
nabos y cuyo gusto se aproxima al de las castañas. De una manera igualmente ventajosa cambiaron las cartas de los naipes
por un rey de bastos
;
creyendo que con
seis gallinas,
les
dieron
habían hecho un
ello
gran negocio. El
día
decía en
de diciembre,
13 el
cuando
cénit, llegaban al puerto
que desde entonces ber arribado á
él el
se llamó
sol
el
resplan-
de Río Janeiro,
de Santa Lucía, por ha-
día que celebra la Iglesia la
fes-
tividad de esta Santa.
Gratísima debió de ser la impresión que recibieron los
de
españoles la
al
asentar
el
pie en el feracísimo suelo
virgen América y contemplar
el
espectáculo que
ofrecía á sus ojos la encantadora bahía de
llamada por
La
los naturales
Nichteroy ó sea
Río Janeiro
Agua escondida.
entrada de aquella bahía, dicen los viajeros, es
triunfal.
Los barcos, como
si
se dieran cuenta
de
la
grandiosidad de aquel pórtico del templo de Neptuno,
pasan por
él
con
cierto
temor y reverencia y como
haciendo acatamiento á aquellos dos gigantes colocados el
en sus puertas como dos vigilantes centinelas:
Pao
hay
de Assucar
la distancia
y Sa?ita Cruz.
Entre uno y otro
de 1700 metros en ancho, pero inme-
diatamente después de
la
barra se separa
la orilla
aproximarse de nuevo.
3*
para
34
Llegado
allí el
mar parece como que
perdiese su
imponente gravedad y soberana monotonía, porque
dando de
vueltas
y
rodeos
bahías en cuyas aguas
pejo
una
forma multitud
caprichosos
pintorescas, penínsulas deleitosas
islas
tersas y limpias
y relampaguean los rayos de chispas durante el día, y de noche tiem-
saltan lluvia
y apacibles
como un esdel sol como
bla la tímida claridad de la luna que riela en las olas
con resplandores de
La tes,
plata.
granítica pirámide
denominada por
los
su extraña configuración, con
atendida
nombre de Pan
naveganel
dulce
de azúcar, semeja el guardián de aquel
estrecho que en pie y con actitud amenazadora desafía
á los
de
furibundos
la Plata
pamperos
que desde
soplan con violencia sobre
las
la
llanuras
cabeza del
coloso.
Vista la dicha pirámide desde el
moria asirios
los toros alados
y persas en
Desde plaban
la
las
y,
la
nao Trinidad
de
la
contem-
allí
ves?»
dijo
uno
á un su compañero que devoraba con los
ellos
ojos el
me-
arquitectos
«¿á qué no sabes á qué se
parece ese peñón gigantesco que
de
trae á la
los
puertas de los palacios reales.
cubierta de
los marineros,
sur
que colocaban
hermoso cuadro que
ofrecía aquel espectáculo
la naturaleza.
— Tu
dirás,
flexionar
—Pues
un
respondió
el
interpelado después de
re-
instante.
á mí se
me
antoja que es
enorme león medio sumergido en
el
el
cuerpo de un
agua con
la ca-
35
beza erguida y
la
melena erizada, á quien dejó
petrificado la voz omnipotente
—Pues que es
aquel otro promontorio tendido y largo
así,
se parece, replicó el otro, se
allí
un gigante echado que
mejor y estará hasta
—Y — Así Y
el
figura
que
durmiendo á más y
está
¿no
sueño,
el
es eso?
en verdad.
es
en efecto,
llaman
el gigante echado
muy
á una serie de alturas al parecer
muy
y en realidad fil
me
día del juicio.
león le guarda
el
allí
de Dios.
distantes entre
se asemeja en conjunto
al
de
sí,
los naturales
bien alineadas
pero cuyo per-
las estatuas
yacentes
que se ven en algunos sepulcros.
Más
año 1567, fundaron
tarde, hacia el
allí los
por-
tugueses la ciudad de Río Janeiro que se extiende en
forma de media luna por
la orilla
occidental de la
bahía, trepando su caserío por la vertiente lina arriba,
como para
disfrutar del
Desde Río Janeiro siguieron la costa
hacia
el sur
Santa María en
De ellos
allí
se
su
de
la co-
hermoso panorama.
rumbo arrimados
de Ame'rica, hasta doblar
el
á
cabo de
actual departamento de Rocha.
el
introdujeron
en
el
mar dulce que
San Cristóbal y hoy es cononombre de Río de la Plata, tan espa-
llamaron río de
cido con
el
cioso, tan grande,
que
si
le
vieran nuestros tan cele-
brados ríos de Europa, volverían corridos á su origen para ocultar su pequeñez en
que tienen su cuna.
el
seno de
la
peña en
:
!
9.
OSTEANDO un sombrero
hacia
dice Albo en su
el oeste»,
pusimos
al cual le
Evidentemente alude
al
el
que señala á
los navios la
nombre de Montealtura y es
entrada del puerto.
Al pie de este Cerro se edificó más tarde de Montevideo, que es ahora una de
de
la
América del
Sur,
baña en
como
famoso Cerro, promon-
que se levanta á unos 148 metros de
torio el
Gigantes.
«descubrieron una montaña hecha
diario,
vidi.»
:
las
más
la
ciudad
graciosas
comparada á una blanca
pa-
aguas del mar y inspiró á uno belleza de nuestros cuya poetas con-
loma que
se
temporáneos cantadas
al
1
las tranquilas
tan lindas estrofas que merecerían ser
compás de una barcarola por
los
uruguayos I
Montevideo
1
bajel de flores
Al borde anclado de esbelta loma
Cuna dichosa de los amores Donde la brisa vertió su aroma: Náyade
bella del
onda
fría
En cuyo seno me dormí un día; Debo dejarte y aun no lo creo. ,
1
1
Montevideo
Manuel del Palacio.
.
,
marineros
!!
37
Cuando mi nave surcando
Plata
el
Pinte la estela de luz y espuma,
Y
de
las torres
Borre
que
fiel
retrata
contorno lejana bruma,
el
Perdido viendo
dulce encanto,
tu
Dirán mis ojos con
llanto
triste
Si yo de olvido podré ser reo
.
,
,
Montevideo
I
Alegre oasis en mi camino, Puerto
En La
amparo de
al
inclemencia,
la
un instante clavó
ti
el
destino
rueda loca de mi existencia.
Allí
me empuja
Aquí me Dios
voz del alma,
la
atrae celeste calma;
me perdone
si
titubeo
,
,
.
Montevideo
i
Prosiguieron avanzando en la dirección de la costa hacia
noroeste hasta surgir en
el
al cual
se fundó
Ancladas
bordo de
allí
más las
grande* era
una
el río
fondeadero junto
naves se adelantó Magallanes á
la Santiago,
pasaje, y hallaron
el
tarde la Colonia del Sacramento.
«por ver», dice Albo, isleta
Solis,
y
la
«si
boca de un
había
río
muy
é iba al norte».
Fondeó Magallanes junto á
la isla
de Martín García
con algunos marineros, pero viendo cerrado por aquel punto
el
Mar
del Sur, el almirante que se había ade-
lantado para explorar
el
terreno, se volvió á los suyos;
«y venimos», añade Albo, «en vista de Montevideo, y esto fué á dos días del mes de febrero (1520), y á la
noche seguimos á cinco leguas del monte y nos
quedaba
el
sureste
cuarta
del
este,
y después á
la
3*
mañana á
tres
dicho nos hicimos á
del
la vela
de
vuelta del sur».
Costeando siempre hacia día de
San
donde veremos
Julián,
cesos
polo antártico,
el
marzo de 1520 dieron fondo en
el
último
el
puerto de
desarrollarse los tristes su-
que comenzados por leves motivos vinieron á
parar en una lamentable tragedia. Pero antes de pene-
en historia tan
trar
chos lances que los naturales
allí
triste
digamos algunos de
de aquel
país, referidos
el
caballero
í .
Llegados
al
golfo de San Julián y parecie'ndoles que
muy ancho y formaba un gran
era
seno en la
tierra,
y que tenía algunas señales y muestras de haber algún estrecho para pasar el
capitán Magallanes
plorar el
pasaje,
al otro
mar
que fuesen dos naos para
en tanto que
él
con
lo
que hallasen. Entraron
adelante y lo exploraron, y
las
ex-
las otras tres
la respuesta
dos naos por
como no
allí
mandó
del sur,
naos ancladas esperaba que volviesen con
de
mu-
por Maximiliano
Transilvano, secretario de Carlos V, y por Pigafetta
los
ocurrieron á nuestros marinos con
el
golfo
hallaran el paso
que buscaban volviéronse de ahí á dos días adonde el
capitán los estaba aguardando,
diciendo que todo
aquel golfo estaba lleno de bajos y que no entraba
mucho en 1
la tierra ni
Advertimos que
los
había pasaje
como
pasajes que se citan de este italiano,
compañero de Magallanes, están sacados de hizo
antes habían
Medina en su Colección de documentos
la traducción
inéditos.
que
3?
como
pensado. Pues
por
costa
la
los nuestros llegaron
de aquel golfo de San
algunos indios que andaban
conchas de
muy
las
que por
valientes cuerpos
tidos
de
de
pellejos
la ribera
vieron
cogiendo
allí
había, los cuales eran de
como
gigantes y andaban ves-
alimañas,
morena más de
tostada y
por
con sus naos
Julián,
lo
y su color era algo
que
el sitio
de aquella
y región requería y demandaba. Saltando en tierra algunos españoles para haber len-
tierra
gua con aquellos indios, como
les
mostrasen unos papeles
pintados y tañesen algunas campanillas y cascabeles para atraerlos,
comenzaron
los indios á saltar
y á cantar y
á dar muestras de placer y alegría, y á saludar según algunos de ellos se metían su manera á los nuestros ;
boca y garganta hasta el estómago unas saetas de longura de codo y medio, y tornándolas luego á sacar
por
la
sin recibir
mal
ni
daño alguno, mostraban su
alegría,
pareciéndoles que en aquello daban á entender su taleza y valentía
donde
;
y
finalmente, tres
los nuestros estaban,
de
y haciéndoles señas,
gaban que entrasen y se fuesen con adentro, y que los hospedarían y
ellos les
for-
ellos vinieron
por
les ro-
la tierra
harían honra.
Viniendo pues los nuestros á la nao del capitán y haciéndole relación de lo que con aquellos indios había pasado,
mandó Magallanes que
fuesen siete espa-
ñoles y que entrasen por la tierra adentro con aquellos tres
indios que los estaban aguardando en la ribera,
y que mirasen y explorasen con toda la diligencia posible qué tierra y gente era aquélla así lo hicieron, ;
40
y habiendo entrado dos leguas y media por la tierra adelante, yendo siempre fuera de camino llegaron á
un boscaje donde había una choza baja y cubierta con pieles de animales*, los nuestros fueron recibidos de aquella gente bárbara con aparato y ceremonias salvajes.
Diéronles de comer carne á medio asar.
ya noche é hiciese gran
frío
y
rio á los españoles recogerse
pieles
que
á dormir debajo de
dado de velar unos en tanto que
los otros
los
indios
echándose algunos de
Al amanecer
el siguiente
ñoles á rogarles por señas ellos
;
ellos á
dormir cerca otros.
comenzaron
que se fuesen á
los espa-
naos
las
viendo que por ruegos no los podían atraer
apelaron á
las
cabañas y
al
que
los
pieles
día
algún
recelándose de
de un gran fuego que tenían, y velando
con
las
dormían,
los indios intentasen hacerles
mismo hicieron
los nuestros,
fuese
necesa-
había, repartiéndose por suertes el cui-
allí
por temor de que mal, y lo
Como
viento, fuéles
amenazas
;
entráronse los indios en sus
poco rato salieron vestidos de
recias
cubrían de los pies á la cabeza, unta-
das las caras con diversos colores, con arcos y saetas
en
las
manos y en ademán de embestir fieramente á
los extranjeros.
«Viendo pues
citado Transilvano, tes,
que
tales
«cómo
los
nuestros», dice el
aquellos espantosos gigan-
parecían con los nuevos vestidos que se
habían echado encima, se aparejaban para pelear de aquella manera, soltaron un tiro de escopeta,
aunque fué en vano, ansí luego se rindieron los
al cual,
los espantó el tronido,
que
que antes se mostraban muy
41
comenzaron por señas á
feroces, y
nuestros los tres
de
ellos se viniesen á las
ella los otros
pañoles
dos indios consigo
trajesen
los
que solamente
naos con los espa-
de aquella cabana, quedando
ñoles, y ansí se partieron
en
paz con
tratar
é finalmente se concertaron
:
pues
;
aquellos
como
los
siete es-
tres gigantes
y se
viniesen con ellos para las naos, era tan grande el paso
que daban que apenas podían ner con ellos
:
é
monte un asno
yendo
así
silvestre,
los nuestros trotando ate-
vieron venir de lejos por
y so color de
fueron huyendo y escabulleron de las
y como
ellos:
ir
manos dos de
de
días
las naos, el cual se
puro coraje,
costumbre de
No de
es
los
los indios
menos
murió dentro de pocos
querer
y de
re-
comer,
como
es
las bestias bravas.»
curioso lo que dice Pigafetta hablando
día en que
sentó un
playa
sin
á buen
patagones, raza de gigantes, de los cuales des-
cienden probablemente
«Un
mano
esto vieron los nuestros echaron
del tercero que les quedaba y lleváronlo
caudo hasta
el
tras él se les
hombre de
casi
los actuales
menos
desnudo,
lo
Tehuel-che
1 .
esperábamos, se nos pre-
estatura gigantesca. Estaba en la
cantando y danzando
tiempo y echándose arena sobre
la cabeza.
al
mismo
El coman-
dante envió á tierra á uno de los marineros con or-
den de que hiciese
las
de amistad y de paz,
que
1
el
mismas demostraciones en señal lo
que fué tan bien comprendido
gigante se dejó tranquilamente conducir á una
Reclus, Nouvelle
Géographic
universelle.
42
pequeña
Yo
que había abordado
á
isla
me
también con varios otros
manifestó hacia lo
alto,
quería sin duda significarnos
«Este hombre era tan le
llegábamos á
el rostro
Al vernos
allí.
mucha admiración, y levantando un dedo
saba que habíamos descendido del
nas
comandante.
el
hallaba
ancho y teñido de las mejillas.
la
cabeza ape-
Era bien formado, con
la cintura.
rojo,
con
los
ojos circu-
manchas en forma de
lados de amarillo, y con dos
corazón en
que con
alto,
que pen-
cielo.
Sus cabellos, que eran esca-
Su
parecían blanqueados con algún polvo.
sos,
ves-
ó mejor su capa, era de pieles cosidas entre
tido,
de un animal que abunda en
el
país,
sí,
según tuvimos
ocasión de verlo después. Este animal tiene la cabeza
y
las orejas
de muía,
el
cuerpo de camello,
ciervo
imita
Este hombre tenía también
*.
y
cola
la
calzado hecho de la misma izquierda un
arco
poco más gruesa que
la
mano, flechas de caña tremos tenían plumas,
y en
otro,
el
piel.
una especie de
Llevaba en
corto y macizo, cuya
bricada de una tripa del
de un laúd, había sido
mismo animal; y en cortas,
como
las
1
fa-
la otra
en uno de cuyos ex-
que nosotros usamos,
en lugar de hierro,
la
punta de una
De
la
especie de pedernal fabrican utensilios cortan-
para trabajar
tes
mano
la
cuerda, un
piedra de chispa, matizada de blanco y negro.
misma
pier-
las
de caballo, cuyo relincho
nas de
la
madera.
El animal á que Pigafetta se
refiere es el
guanaco.
43
«El comandante en jefe
mandó
comer y de un gran
darle de
beber, y entre otras chucherías, le hizo traer espejo de acero.
idea de este
menor
El gigante que no tenía la
mueble y que
sin
duda por vez primera veía
su figura, retrocedió tan espantado que echó por tierra
á cuatro de los nuestros que se hallaban detrás de él.»
Hasta aquí Pigafetta, que en gigantes parece
los
de Bougainville, que realizó
Luis
de
lo
estatura de
la
que anduvo exagerado,
navegación francesa del globo en
la
los
si
años 1766 á 1769,
midió un gran número de patagones, halló que tatura
de
los adultos era
el
1
mar para
la
muy mal
mucho tiempo en
San
Magallanes de día en día
Julián, dilatando
adelante y
en
el
volver atrás. Era
estas nuestras partes
vierno
estío,
talante
navegación, viéronse obligados los
pañoles á detenerse
res del
la es-
de cinco pies y diez pulgadas
metro y 895 centímetros. Por ser el tiempo frío y estar de
ó sea
bien
primera circum-
y sin
el
el
es-
puerto de el
pasar
mes de mayo, cuando
comienzan
los
grandes calo-
embargo hacía tan riguroso
in-
que hablaron muchos de volverse á España
para no morir de
frío
y de hambre
;
pero
el
capitán
rogó y amonestó, mayormente á aquellos en quienes no estaba amortiguado el generoso ánimo y corazón de les
españoles, á que tuviesen
un poco de paciencia, porque
muy
trabajo en descanso y los pa-
pronto se trocaría
el
decimientos en mercedes y galardones. Con todo eso no se aquietaron los revoltosos, y la tempestad que hasta entonces había rugido sordamente, debía estallar
muy pronto.
io. ?!
A
ÍMÉ\
¡Sed preso!
discordia había
asomado
principio de esta jornada
la la
\
como en
miliano Transilvano, que
cabeza ya desde
el
causa fué, dice Maxi-
chos portugueses, por ser portugués
la
Armada iban mu-
el
capitán Magalla-
nes, se cruzaron entre los castellanos
ellos algunas
y
palabras del odio antiguo que los unos se tienen á los otros,
trayendo á
la
memoria
los
unos
la
de
batalla
Aljubarrota y los otros la de Toro, y así por este jaez.
Un
día Juan de Cartagena, capitán de la nave
Antonio,
nombrado por
almirante, se atrevió
con
el
con
al viaje, se
él
las
conjunta persona
San del
representar á Magallanes, no
comedimiento que
que pues según sultar
á
rey
el
es
debido á
la autoridad,
instrucciones del rey debía con-
y con otros
acomodase á
oficiales
las
lo dispuesto
cosas relativas
y comenzase por
cumplirlo desde luego, dándole cuenta y razón de
la
derrota que pensaba seguir.
Diósela Magallanes, y hubo
de hacerlo con algún
desabrimiento y altanería, de donde mediaron algunas palabras duras, y los ánimos quedaron más agriados.
Frente á
la costa
había de bajar la
de
Guinea, cuando parecía que
Armada
hacia
el
Cabo de Buena
Esperanza, viró
nave capitana en dirección á oc-
la
cidente.
Advirtió
cambio de rumbo Cartagena, y en la con Magallanes, le pre-
el
primera entrevista que tuvo guntó con enojo
—Á
la
causa de semejante cambio.
vos os cumple seguirme,
general, y pues sé
muy
respondió
el
capitán
bien lo que hago, y no tengo
otro sobre mí, y yo estoy sobre todos,
no tengo
obli-
gación de daros cuenta de mis actos. Retiróse Cartagena con los ojos despidiendo cente-
y puesta la mano en el puño de la espada. Cundió rápidamente el malestar que tenía su origen
llas
San Antonio y llegaba hasta la Santiago, malesse manifestaba en las murmuraciones y dic-
en
la
tar
que
terios
contra
téril,
presuntuoso
el
portugués que
ya que no
extranjero
hinchado
é
conducía á una empresa vana y
les al
Ninguna cosa puede hacer más gloriosa para su tria,
decían
unos,
que por
allí
que hundir
que en
los castellanos
ella
llevaban no
van
Armada con
la ;
que
era para
el viaje
ir
á
las
otros,
miserablemente.
No
que pudiese hallar aquellas
y camino
por
donde
de creer, decían
es
islas del
clavo y de la
nuez moscada, sino que quería traer engañado perador
pa-
todos
bienaven-
turadas Molucas, sino á perpetuas nieves y hielos
perecerían
es-
naufragio y á la muerte.
al
em-
años con esta vana
espacio de algunos
esperanza, y otras cosas á este tono.
Una noche de tranquilamente
la
deliciosa calma,
escuadra
en
cuando
la
latitud
se deslizaba
de Sierra
46
Leona, envió Cartagena á uno de sus marineros
al
capitán general con el encargo de saludarle en estos términos, que
y
sí
no son en verdad modelo de
cortesía,
de imponderable frescura.
«Dios os salve, señor
capitán
y maestre, é buena
compañía.»
Al cual saludo respondió Magallanes por medio de Esteban Gómez, piloto de rriaga,
la Trinidad, y Juan de Elomaestre de la nao San Antonio «que no le »,
saludase de
aquella manera,
(sino)
llamándole
hombres
irreflexivos
salvo
capitán general».
Era Cartagena, como todos
los
y apasionados, incapaz de callar á tiempo, y así por toda satisfacción, mandó decir á su jefe por los mismos
embajadores que éste
de
rinero
la
nao
día le saludaría con
Relámpago de al
escuchar
la
le envió,
«que con
el
mejor ma-
había saludado, que quizá otro
le
un
paje».
ira brilló
respuesta
en
los ojos
de Magallanes
de su subordinado, y tomó
luego la actitud de quien medita algún serio proyecto.
Pocos días después de
este incidente desagradable,
sobre cubierta de la nao capitana hallábanse reunidos el
capitán general y todos los demás capitanes y
lotos
de
las
naos que
habían acudido
allí,
«é juntos pasaron entre ellos mu-
chas palabras sobre la dicha derrota é manera de ludar».
No
pi-
obedeciendo á orden superior
nos refiere
el cronista los
sa-
términos de esta
borrascosa contienda, pero algo grave hubo de pasar
y algo grave hubo de
decir,
cuando Magallanes,
revis-
:
47
tiéndose de suprema autoridad, se adelantó hacia Car-
tagena y poniéndole la mano sobre el hombro, «]Por el reyl Cartagena, sed preso.»
Al instante llevaron
le
rodeó un pelotón de soldados que
le
cepo.
al
Revolvíase Cartagena
giendo de
le dijo
como un
tigre herido,
ira gritaba á los oficiales:
y
ru-
«¡Favor, prended
vosotros á Magallanes!»
«É no
le
acudieron é quedó preso
gena de pies en
«Y en
el
esto dichos oficiales, rogaron
uno de
gallanes que lo entregase á lo entregó
pleito
al
tesorero
homenaje de
lo pidiese preso-, lante, é
el
dicho Carta-
cepo.» al
dicho Ma-
ellos preso,
y
así
Luis de Mendoza, tomándole
se lo volver
cada é cuando
él
se
y con tanto siguieron su viaje ade-
puso por capitán
en lugar de Cartagena
Antonio de Coca, contador.»
á"
;
Una
ii.
A
ejecución en alta mar.
víspera del
Domingo de Ramos,
llegaron
al
puerto de San Julián.
Al siguiente
día,
después de oir Misa toda
mada, Magallanes con singulares muestras de convidó á su mesa á
didamente preparado cuanto
y pilotos todo esplén-
lo permitían las circuns-
con asombro que de todos
se presentaba uno: su
¿Qué
Ar-
los capitanes, oficiales
llegada la hora del banquete y estando
tancias, vió
la
cortesía,
los invitados sólo
primo Alvaro de
significaba aquel desaire
la
Mezquita.
que daban á su
jefe
aquellos valientes marinos?
Había mar de fondo; lo agitaba
Querían la tierra
el
viento de
la
desconfianza
con su helado soplo. los capitanes
de
ir
derechamente
las ricas especias,
por
el
Cabo de Buena Esperanza i qué que ver ellos con las costas de América? sabido del
A
punto
;
estaba
de reventar
explosión de rebeldía general
;
la
al
camino
Maluco, trivial
y
tenían pues
mina con
terrible
pero una sola cosa con-
tenía los ánimos exaltados: habían jurado por cuanto
hay de más grande, por cuanto hay de más santo en el
cielo,
por
el libro
de
los
sagrados evangelios, que
49
obedecerían
de
que su rey había señalado como
al
Llegó
momento
el
tagena que era
el
fatal
resueltamente que de
azuzados por Juan de Car-
momento de que
allí
con toda
general y decirle
no pasaban;
le
la
brazo sobre
el
que
también
prueba toda
descargando
la fuerza
llegó
á
pusiera
éste
creyeron que
el fuego,
capitán
al
energía de su carácter, los rebeldes
;
que atizaba
era preciso imponerse
el
jefe
escuadra.
la
daba
la auto-
ridad de que estaba investido.
En
de
el silencio
noche, Gaspar de Quesada con
la
hombres armados pasó desde
treinta
Mezquita, único que se mantenía
que por
la
nao
Co?tccp-
San Antonio, cuyo capitán era Alvaro de
eión á la
mismo podía
lo
á Magallanes y
fiel
servirles
de estorbo en
la
ejecución de sus intentos.
Al
á bordo
llegar
pidieron
Mezquita del camarote
;
por
el
desenvainaron
capitán las
;
salió
espadas los
recién llegados, y apuntándole al pecho con ellas le intimaron que se asociara á ellos en los planes de rebelión.
— Pasaos
— He
jurado seguirle, y
respondió
mente
á los nuestros y dejad á ese extranjero. atrás,
la cabeza.
— ¡Traidor! — Traidor ¡
no vuelvo un paso
pundonoroso capitán, irguiendo noble-
el
!
rugieron los revoltosos. .
.
.
los traidores sois vosotros, replicó al
punto Alvaro de Mezquita.
Entonces Quesada y Cartagena ordenaron que después de sujetarle con fuertes grillos, le encerraran
:
en
camarote del escribano de
el
la
nao Jerónimo
Guerra.
Al ruido acudió
el
clérigo
de
el cual revistiéndose
Pedro de Valderrama,
la autoridad
carácter sagrado, se dirigió á
que
le
daba su
Quesada que estaba
en-
tonces junto á Cartagena y le dijo en tono de severa
reconvención
— Quesada,
cum
sancto
cum perverso
sanetus eris, et
perverteris.
—¿ Quién
— El A
lo
palda
:
aprueba eso? preguntó Quesada.
profeta David, dijo Valderrama.
que respondió
No conocemos
Destituido ya
nero á
la
el
el
agresor volviéndole la
es-
ahora, Padre, al profeta David.
capitán,
mandó Quesada un
mari-
nao Concepción con una orden para Juan
La orden como si
Sebastián del Cano, su maestre. dispusiese á bordo toda
ya en frente
el
Sebastián del
la artillería
estuviera
enemigo.
Cano tuvo que cumplir
su jefe, que estaba tan fuera de resistirle le
era que
ponía
puñal
el
al
sí,
que
pecho y
la al
le
orden de
que osaba cargaba de
cadenas.
Al desgraciado Juan de Elorriaga que protestó quiriéndole en
nombre de Dios y
furioso y le asestó seis puñaladas dejándole en el
Dueños el
los
mando de
re-
del rey, arremetió sitio.
sublevados de tres naos, se repartieron ellas del
Cartagena pasó á
modo
siguiente:
la Concepción.
Quesada quedó en
la
San Antonio.
5i
Mendoza, que tan mal había cumplido su juramento de tener preso á Cartagena, prosiguió en
de
el
gobierno
la Victoria,
Entonces fué cuando encarándose Magallanes
¿Qué hará
el
capitán general
de autoridad por cabeza á
la
los rebeldes
con
intimaron la rendición.
le
la
que
anarquía,
soledades del océano que
al
ver
principio
el
y levantando osadamente
los suelos
el
es
más temible en
las
mismo naufragio?
Resolución y valor eran menester en aquellos instantes
supremos, y además un golpe atrevido
que des-
concertara á los conjurados.
Manda
llamar
al
alguacil Espinosa, le habla en se-
un pliego ó carta y cinco ó seis hombres ocultamente armados para que le acompañen* creto y le da
tomando
de
el esquife
compás de remos hacia digámoslo
así,
la
la
capitana se dirigen á buen
nao
Victoria
donde
estaba,
foco de la conjuración. Subido que
el
hubieron á bordo piden ser presentados
al
capitán
Luis de Mendoza.
—
i
Qué se
—Una
ofrece
?
preguntó éste con soberbio desdén.
carta del capitán general de
respondió
el alguacil,
y
al
esta
decir esto alargó
Armada, el
pliego
á Mendoza.
«É dada dice: el
la
No me
dicha carta, leyóla sonriéndose,
cogerá por
allá.»
como quien
Sacó entonces Espinosa
puñal que llevaba escondido, y cerrando contra
descuidado capitán se lo hundió en
marinero
le dió
una cuchillada en
el
la garganta, otro la
cabeza con
lo
que
dejaron
le
tendido y muerto
en
el
humeante
charco de su sangre.
A
una
señal, subió
Duarte de Barbosa con quince
hombres armados enviados que estuvieran
al
allí
por Magallanes para
acecho, se apoderaron de la nao y
alzaron bandera «sin que nadie
les resistiese, sin les
decir nadie que ¿por qué habéis hecho esto?»
Al día siguiente por
la
noche, cuando más descui-
dados estaban, Magallanes «asaltó y rindiéndola
á discreción
la
prendió
nao San Antonio á Quesada y
al
contador Antonio de Coca y demás sobresalientes que
con
el
primero habían pasado á dicha nao, y
los
puso
en prisiones debajo de cubierta, enviando luego por
Juan de Cartagena, á quien puso igualmente preso
con
ellos».
En
las
tinieblas
primeras horas de la mañana, cuando
de
la
los
marineros un
es-
primeros rayos del
sol,
vieron los
pectáculo que les heló la sangre en las venas de
panto
:
las
noche habían cedido su turno á
colgando de una antena vieron
miembros de Mendoza, mientras
el
la
cabeza y
es-
los
pregonero gritaba
de cuando en cuando y á son de trompeta: Luis de
Mendoza, condenado á muerte por
delito
de rebelión.
La misma suerte cupo á Quesada, á quien Magallanes mandó se le cortara la cabeza y sus cuartos fueran expuestos al público para
escarmiento de
los
rebeldes.
Á
Juan de Cartagena y
al
sacerdote secular Pedro
Sánchez de Reina, condenó á ser abandonados en
53
playas
las
de Patagonia,
«con sendos taleguitos de
bizcocho é sendas botellas de vino, perdonando á más
de cuarenta por no extremarse en
el castigo
y ser ne-
cesarios para el servicio de la nao».
Tal fué
el triste
desenlace
de aquella sublevación
en que tuvieron gran parte de influencia dencia del jefe
mente
el orgullo
que por su de
los
altivez
castellanos,
la
proce-
humillaba doble-
y
preocupa-
las
ciones y desconfianzas de éstos que se hallaban lanzados
en una empresa cuyo término no veían.
Pero como
den la
sin obediencia
espada de
la
tonces indispensable
mano, aunque
ni or-
con sangre
autoridad y sólo la volvió á la vaina
cuando se hubo restablecido
la
no hay sociedad
posible, por eso Magallanes enrojeció
la sumisión,
que era en-
como nunca, pues tocaban ya con
sin saberlo, el tan suspirado
Estrecho
¡Adelante!
12.
AGALLANES,
ejecutado el severo escarmiento
que hemos dicho,
que
las dificultades
sin arredrarse
un punto por
le salían al paso, prosiguió
domable constancia en
el
con
in-
camino que había tomado
del Sur de América.
Por
lo
demás, en
la tripulación
reinaba una quietud
y orden admirables. El capitán general dió orden a Juan Serrano de
que se adelantara con y
de
las olas
con
él
para tentar
pero con tan mala suerte, que
así lo hizo,
no pudiendo
la Santiago
resistir al
que
el
vado,
el bajel
poderoso elemento, fué juguete
se divirtieron largo espacio
lanzándoselo unas á otras,
de tiempo
ora bajándole ora
subiéndole y haciéndole dar mil vueltas, hasta que
cansadas
le
arrojaron contra unas rocas altísimas, donde
se estrelló.
Voló Magallanes en su socorro, pero á duras penas logró
salvar
la
tripulación.
El
que conociendo
los
riesgos naturales de la navegación y los elementos que las
ciencias
y
las artes
han ido acumulando hasta
el
día para construir esos magníficos barcos que surcan
con majestad
el
Atlántico, se detiene á considerar lo
55
que eran
con que
los bajeles
se hicieron aquellos fa-
mosos descubrimientos, no acierta á comprender que
como
fueran hombres seguras tablas
ponían
demás
los
los
proa hacia
la
que en tan mal mares
los
tene-
brosos, ruta casi cierta del abismo.
Prosiguiendo después su viaje llegaron á
un les
cuyas márgenes por
boca de
la
y pintorescas recordaron aquel otro que habían dejado allá en
río,
Sevilla y del cual cantó
lo floridas
más tarde
el
divino Herrera
en versos sosegados y majestuosos como
la corriente
del Guadalquivir: Cubrió
sagrado Betis de florida
el
Púrpura y blandas esmeraldas llena
Y
tiernas perlas la ribera undosa.
Bautizáronle con
el
hermoso nombre de Santa Cruz,
por haberle descubierto
que celebra
la Iglesia la
el
14 de septiembre,
día en
Exaltación del adorable signo
de nuestra salud. Este uso de poner nombres y objetos religiosos, era
muy común
entre los descubridores.
«Para bautizar
un
historiador,
los territorios del
Nuevo Mundo»,
nuestra raza apuró
el
península
así
ibérica;
Santoral y la
más
el
Diccionario de
geográficos
la
bella constelación del
hemisferio austral se llama Cruz del Sur, accidentes
dice
«y los astros que brillan en su cielo,
de América
y todos
llevan
los
nombres
españoles.»
Detuviéronse las
naves de
los
allí
obra de dos meses para proveer
bastimentos necesarios.
56
Una noche
desencadenó tan furiosa borrasca que
se
puso en trance de naufragio plaba
embarcaciones.
las
So-
en diferentes tonos como una hidra
viento
el
cuyas siete cabezas estuviesen silbando á un tiempo; el
mar agitaba
con
las olas
que sacude una
furia
las
la ira
sierpes
cuando he aquí que se ofreció á
un espectáculo que
rineros
con
la violencia
y
de
su
los ojos
cabellera,
de
ma-
los
sorprendió agradable-
les
mente.
Encima de cada
palo, en la punta
de cada antena
y de cada mástil aparece una luz trémula, tenue, azulada,
un penacho de resplandor
tacaba
sobre
el
fosfórico
que se
des-
fondo negro y tenebroso del cielo
encapotado; una luminaria improvisada en medio de la
más imponente obscuridad;
ver tan maravillosa
al
aparición todos los marinos que llenaban la cubierta
de
las
prorrumpieron en un grito de
embarcaciones,
entusiasmo, en un vítor atronador que fué rodando por las llanuras del
según
los
mar
antiguos
;
era
empresas; superstición
mar; ya Horacio entre á su
propicias
el
Fuego de San Telmo, que
presagiaba buen tiempo y
amigo
muy las
vieja
entre
divinidades
Virgilio
al
la
felices
gente de
que deseaba
embarcarse
para
Atenas, cuenta á Castor y Polux, hermanos de Helena, augurio, cuando aparecían en los mástiles de las naves,
de
felices
empresas.
La de Magallanes gloria
si
estaba á punto de realizarse. ¡Qué
llegaba á encontrar un paso para el
Sur á través del continente americano
1
Mar
del
57
El corazón del héroe fluctuaba entre
y
la
angustia
esperanza.
la
momentos solemnes
Estos son los
mentos de
los cuales
depende que
la
del genio;
mo-
posteridad agra-
decida exclame llena de asombro, ¡ese era un sabio! ó que perpetúe
el
mundo
su
memoria pronunciando
nombre con una inmensa carcajada diciendo:
su
¡ese
era un loco!
Magallanes tenía unos como presentimientos de que
por
allí
cerca debía de andar
Estrecho,
el
y como
hombre que después de haber desplegado todas sus energías y toda su actividad, pone su esperanza en Dios, dispuso que antes de hacerse de nuevo á la vela
confesaran los navegantes,
como
lo hicieron
en pos de
su capitán general. Si no existiera el Estrecho, merecía
Magallanes que Dios
lo
creara para premiar su fe,
podríamos decir parodiando unas palabras que un célebre orador
Y
.
.
.
moderno
dijo
lo tenían delante
de Cristóbal Colón. de
los ojos, lo estaban
extremo meridional de América y archipiélago de la Tierra del Fuego; allí lo veían
tocando, el
allí
entre
el
convidándoles con su entrada. Prosiguió Magallanes
la
derrota hacia
el
sur,
y
el
21 de octubre, hallándose la escuadrilla á unas cinco
leguas de la costa y á la latitud de 52 o próximamente,
descubrieron un promontorio detrás del cual formaba el
mar una especie de Este promontorio era
genes,
donde empieza
el
golfo. el
Cabo de
las
once mil Vír-
famoso estrecho que en honra
58
de su descubridor quisieron de Magallanes, ninguno de
los los
marineros se llamara
exploradores
hubiera
le
reconocido, y eso que lo tenían delante, y hubiera
quedado largo tiempo por descubrir,
sin
los
grandes
conocimientos de su capitán general.
Camoens,
tomado á
gran poeta lusitano Camoens, hubiera
el
promontorio por hermano del gigante
este
Adamastor; una figura
En De
así
como
el
el
rostro cargado y
increpó á Vasco de
duda
al
en
las
personificado
gigante Adamastor
el
Gama cuando
Cabo de
gente, así el
barba escuálida;
Cabo de Buena Esperanza
bellísim amenté por el poeta
faría sin
tosca y válida,
disforme y grandísima estatura,
Con
y
aire se muestra,
el
dobló con su
le
once mil Vírgenes apostro-
intrépido Magallanes el primero que
con impío atrevimiento había osado doblarle: Con un tono de voz fuerte, espantoso, Que pareció salir del mar profundo, Comenzó á hablar
:
las carnes
el
y
cabello
Erizáronsenos de oíllo y vello.
Y
dijo:
jOh gente
osada,
más que cuantas
En el mundo intentaron grandes cosas, Que ni de empresas ásperas te espantas Ni de proyectos Pues
Y De
Y
los
bélicos reposas
!
vedados términos quebrantas,
navegar los largos mares osas
que ha ya tantos años soy
el
dueño
nunca ha arado extraño ó propio
leño.
59
Como
nuestro almirante no oyó ni siquiera se ima-
ginó que oía semejantes voces, alzó la vista al hirsuto coloso, le dió la vuelta, se entró
en
el estrecho,
que
le
y volviendo
con su nao Trinidad
el rostro
repitieron los ecos de roca en roca: I
á los compañeros
seguían en las otras naves, gritó con voz que
Adelante
I
¡Quién sabe dó va!
13e*
l'BSll
ÉJll
ritu
nom ^ re
del Padre, y del Hijo y del Espí-
Santo», dijo
rando de pie desde su gosturas
del
.
el
canal por
de
jefe
castillo
de
la
la
escuadra, mi-
Trinidad
las an-
donde resueltamente habían
entrado, y haciendo la señal de la cruz sobre su frente.
Era
el
primero de noviembre de 1520, día de im-
perecedera memoria para
la
marina española repre-
sentada en aquellas cuatro naos, en aquel puñado de valientes marinos y en aquel almirante puesto al ser-
de España.
vicio
Estaba ya descubierto atención
al día fué
los Santos,
ron en
bien que
la cuenta,
el
famoso Estrecho, que en
llamado entonces Estrecho de todos
muy pocos
antes
al
fueron los que caye-
contrario
agitados por la duda, aunque por
los
muchos seguían recuerdos que
conservaban de San Julián ninguno se atrevía á
re-
chistar.
Continuaron
el
mismo rumbo
hasta llegar á una es-
paciosa ensenada cerca de la cual se levantaban varias islas.
Era les,
ésta la bahía
ó Pecket de
de San Bartolomé de
las cartas inglesas.
los
españo-
6i
cambia de dirección, inclinándose hacia
Allí la costa
rumbo que tomaron
sur,
el
los navegantes,
nas habían andado quince leguas
pero ape-
observaron que
el
estrecho se bifurcaba.
que dos naves penetrasen por
Magallanes ordenó
camino que
el
se
abría
guía avanzando por
escuadra;
el
dos divisiones
las
punto en que se abrían
los
Él por su parte recorrió
de
la
oriente, mientras
al
otro canal
con
él se-
el resto
debían reunirse
de en
la el
dos canales. prolongación de
la
la costa
península llamada ahora de Brunswick, hasta
Cabo de Froward que forma
el
extremidad austral del
la
continente americano, término de la gran
cordillera
andina.
El cabo se
sobre
eleva á 1.200 pies
el nivel del
mar, y detrás del mismo yergue su soberbia mole
Monte
el
Victoria á 2.900, cuyas cimas rondan los aves-
truces y el cóndor de gigantescas alas.
«Nada puede dar idea de
la
impresión que produ-
cen estos lugares», dice un viajero
í
mente
mundo.
se siente
que se acaba
el
,
«donde verdadera-
«El cielo está cubierto por negras nubes que de vez
en cuando dejan aparecer algunos rayos de tonces quiébranse éstos surgir de ellos
en
como una
los ventisqueros,
lluvia
de centellas;
ofrece cambiantes de color de rosa tañas aparecen de
1
T
D. Octavio a
Nave
un
;
;
en-
el hielo
las lejanas
azul intenso, recortadas
Velasco del Real, Viaje por la
Victoria,
sol
haciendo
América 5
mon-
con
la
del Sur.
62
tersura de
un
y del mar verde parece deban
cristal,
surgir las oceánidas salvajes, las sirenas traidoras
tantos cadáveres laberíntico,
han arrastrado
imagen de
de
ellas,
el
que avanzó menos en
otra,
Capitán general,
el
canal que se dirige hacia oriente.
que era
la
de Magallanes.
San Antonio, abandonó
la
Una
reconocimiento, dió
el
luego la vuelta para reunirse con
La
el
las tinieblas.»
Las dos naves designadas por exploraban
donde no reina
los infiernos
donde reinan siempre
sol,
que
fondo de ese canal
al
la es-
y á gentil compás de vela y remo se tornó á España, con lo que privó á sus compañeros de una cuadrilla
abundante provisión de víveres. Magallanes, luego que hubo regresado cita,
pasó algunos días buscando
la
nao
punto de
al
citada,
y per-
dida ya toda esperanza de encontrarla, hizo poner
gunas señales en varios puntos de
en uno de indicaba los
el
ellos
la costa,
al-
y dejada
una marmita con una carta en que
rumbo que
iba á tomar, se alejó de aque-
lugares.
La nave
que por
desertora,
que había en
la
Armada,
cierto
era
la
mayor
llegó á España, según consta
de una carta á Carlos V, del doctor Matienzo y López de Recalde, escrita en ron derechamente Sevilla),
comiendo
á
este
tres
Mayo de puerto
(de
152 1: «É vinielas
Muelas de
onzas de pan cada día porque
les faltaban los bastimentos.» el
nombre de
Tierra del Fuego, á causa de las muchas
fogatas que
Dió Magallanes á
la
región del Sur
¿3
allí
encendían
los
salvajes,
no parte
y acreditó su sagacidad
debía ser una gran
afirmando que esta tierra
del gran continente
durante cerca de un
como
austral,
tuosas, frías, este'riles,
en donde
las eternas
mar penetra en que
sin
tal la
mon-
derretirlas
;
el
pero
los
impetuosidad de
los
por numerosos canales
ellas
islas
llama de los vol-
la
nieves,
pasos son tan estrechos, es vientos,
y
siglo.
Fórmala más propiamente un conjunto de canes alumbra
isla
se creyó
;
navegante no se atreve á aventurarse
el
en su laberinto
;
lavas, granitos, basaltos
en completo
desorden forman escarpadas riberas suspendidas sobre las
mugientes
olas.
Antes de pasar adelante, consultó Magallanes á sus
compañeros la
los capitanes
¿Á qué mayor que
el
de Rodas, fluctuaba el
Océano
que había vuelto á sublevación?
dada lir
si
debía seguir en
obedecía esta consulta? ¿Es que este coloso,
inmensidades,
la
y pilotos,
comenzada empresa.
la
al
verse entre dos
Atlántico y el Pacífico, ó es
silbar entre su gente el viento
seguridad que siempre había mostrado de
con su
de
segundo parece más probable,
Esto
sa-
intento.
Transcribimos aquí Barbosa, capitán de
la consulta
la
nao
que
Victoria,
dirigió á
que dice
«Yo, Fernando de Magallanes, caballero de
la
Duarte así:
Orden
de Santiago y Capitán general de esta Armada que S. M. envía al descubrimiento de la especiería, etc.
Hago
saber á vos, Duarte Barbosa, capitán de
5*
la
nao
y á
Victoria, ello,
los pilotos,
maestres y contramaestres de
cómo yo tengo entendido que
á todos os parece
cosa grave estar yo determinado de pareceros que
Y por
en que vamos. deseché
ir
adelante, por
tiempo es poco para hacer este viaje
el
cuanto yo soy hombre que nunca
parecer y consejo de ninguno, antes todas mis cosas son practicadas y comunicadas generalmente el
con todos,
que persona alguna sea afrentada de
sin
mí, y por causa de lo
San Julián sobre
Quesada y
que aconteció en
el
puerto de
muerte de Luis de Mendoza, Gaspar
la
destierro de Juan de Cartagena y
Pedro Sán-
chez de Reina, clérigo, vosotros con temor dejáis de dirigirme y aconsejar todo aquello que os parece que
de
es servicio
mada, y no al
me del
servicio
M., bien y seguridad de dicha Ardicho y aconsejado; erráis
S.
lo tenéis
emperador
rey,
nuestro
señor,
é
is
juramento y pleito homenaje que me tenéis hecho; por lo cual os mando de parte de dicho se-
contra
el
ñor, y
de
que
la
adelante
mía ruego y encomiendo que todo aquello así de ir
que conviene á nuestra jornada,
sentís
como de
res por escrito,
volvernos,
cosas y razones por que volvernos,
deis vuestros parecesí,
y declarando
debemos de
ir
las
adelante ó
no teniendo respeto á cosa alguna porque
dejéis decir la verdad,
ceres diré
hemos de
me
cada uno de por
el
con
las cuales
razones y pare-
mío para tomar conclusión en
lo
que
hacer.
«Hecho en del río del
el
Isleo,
canal de todos los Santos,
en cuarta
feria,
enfrente
veintiuno de no-
viembre, en cincuenta y tres grados, de mil quinientos
y veinte años. Por mandado del capitán general,
Fernando de Magallanes, León de Espelece. Fué nopor Martín Méndez, escribano de dicha nao,
tificado
en quinta
feria,
noviembre de
y dos días de
veinte
mil quinientos y veinte años.»
Como
se
ve por
el
de
contexto
Magallanes perseguía á todo trance
este
documento,
rebelión y la
la
desobediencia, pero no desatendía las advertencias y representaciones que pudieran hacerle sus compañeros,
dentro siempre de los límites de
acatamiento debidos á quien tenía
la
sumisión y
veces del monarca.
las
Por eso protesta solemnemente de que en ningún caso quería que prevaleciese su opinión contra
el
pa-
recer de los demás.
Contestaron alentándole á que no cejase de
menzada empresa de descubrir
la
Especiería
la co-
por
el
camino de occidente.
Tomó
que
jestuosa
con
la
entonces
mano
el
solía al
capitán general la actitud ma-
en semejantes casos, y señalando
pecho, donde lucía
cía á él
que
él
la
cruz de San-
con voz firme y resuelta «Que así le paretambién, y por lo tanto que todos le siguiesen,
tiago, dijo
:
esperaba de
la
piedad de Dios, que
les
había
traído hasta aquel lugar, y le tenía descubierto aquel
canal tan deseado que los llevaría
al
término de su
parecer
y orden suya,
esperanza.» Notificado á las
naos
este
de
tiros,
mandó
con gran
fiesta
levar el ancla.
66
Hábil fué este golpe, con
el
cual logró cerrar la boca
mayor
de algunos murmuradores, presintiendo que
la
parte de los
de parte
de su
el
Pilar termina el estrecho, 475 kilómetros
Cabo de
las Vírgenes*,
blado azotarán su frente tales,
estarían
jefe.
En Cabo desde
capitanes y maestres
cuando
las brisas
de
los
lo
hayan do-
mares orien-
y la Virgen de la Victoria tomará posesión de
un océano jamás hollado por planta humana,
«Las naos, después de mil peligros, salían de del estrecho ...»
las
angostas fauces
Por mares desconocidos.
14*
j|g|||OBRE SSlIgj
[i
ondas del mar
las rientes
donde no
azul,
hay límites para nuestros pensamientos, donde lejos
como nos pueden
llevar la brisa y las olas espumosas,
contemplad nuestro
nuestra
libre
es
imperio
que
.
.
.
alma,
tan
están nuestros dominios sin fronteras
allí
lo limiten.»
Estos acentos que Lord Byron pone en boca de su «Pirata», son los acentos en
pañeros de Magallanes
Las naos Trinidad, de mil
peligros,
que prorrumpirían
los
com-
día 28 de noviembre de 1520.
Victoria
y
La
Concepción, después
después de mil azares,
angostas fauces del perecer,
el
estrecho
salían
de
las
donde habían pensado
y se lanzaban triunfantes y victoriosas con
próspero viento por aquel descubierto mar que parecía traerles
en sus olas rumorosas
las brisas
de
la patria.
Así fueron abriendo aquellos mares
Que
otra generación jamás abriera.
(Camoens.)
Habían entrado ya en visitado
mar,
por
como
tuviese
sus
el si
el
inmenso océano nunca
hombre; entonces estaba tranquilo
acariciado por una
bríos para
que
mano poderosa
le rigiera
á su
el
con-
mandar
el
68
intrépido marino émulo de Colón y Vasco de
ó quizá
ondeando
de
divisar sobre la arboladura
al
Gama*
los barcos
viento la celestial imagen de María, quiso
al
rendirle pleito homenaje, y acalló el estruendo de sus olas,
que
para
el
cielo
y
la
escucharan su
tierra
juramento.
Magallanes y alborotado
los suyos dieron á este
y
mar, de suyo
con harta impropiedad
turbulento,
el
nombre de Pacífico, porque lo estaba en aquella sazón. «En el momento en que desembocábamos en el océano», dice Pigafetta, «presenciamos una caza curiosa que algunos pescados hacían á especies,
esto
persiguen
á
dorados,
es,
los
otros.
Los hay de
tres
que
albacoras y bonitos,
pescados llamados volantes.
Éstos,
cuando son perseguidos, salen del agua, desplegan nadaderas, alas,
que son bastante largas para
volando hasta
la distancia
en seguida vuelven á caer
al
de un
de
de
ballesta:
agua. Durante este tiempo,
sus enemigos, guiados por su sombra,
momento en que vuelven
el
tiro
sus
servirles
á
les
entrar
siguen y en
en
el
agua
cogen y se los comen. Estos pescados volantes tienen más de un pie de largo y son un excelente los
alimento.»
El 18 de diciembre pasaba
de Chile y las islas
la
isla
de Juan Fernández y
Ambrosio, y
al
cabo de
pués de recorrer hacia divisaron las
islas
la flotilla entre la costa
de Juan Fernández;
tres el
las
el
21 entre
de San Félix y San
meses y veinte
días,
des
noroeste más de 400 leguas,
que por pequeñas, desiertas y
es-
69
con
tedies merecieron que la tripulación las apodara
nombre de
el
Islas Infortunadas.
Ésta fué la única tierra que descubrieron en tan larga navegación,
apuradísimo, hasta cronista,
«si
por el
que llegaron á un extremo
lo
punto de que, como dice
el
citado
Dios y su Santa Madre no nos hubiesen
favorecido con una navegación
feliz,
perecido de hambre». Agotadas
habríamos todos
las
provisiones que
tenían de repuesto, viéronse en la dura necesidad de
echar
mano
del
polvo
bizcocho que hervía de
del
y beber agua encharcada y hedionda, y de repartirse como único alimento substancioso las durígusanos,
simas pieles de vaca con que se había forrado
verga para evitar que
la
madera destruyera
Este cuero siempre expuesto
durante cuatro ó cinco días en
brasas.
de
para comerlo
;
A
menudo y hasta
serrín,
se
gran
al sol
y á los
que era necesario sumergirlo
vientos, estaba tan duro,
un poco
agua,
al
la
las cuerdas.
lo
el
mar para ablandarlo
ponían en seguida sobre
las
veían reducidos á alimentarse tan repugnantes para
las ratas,
el
hombre, habían llegado á ser manjar tan delicado que se
pagaba medio ducado.
Y
no era
esto lo peor;
sino
que además se veían
atacados de una especie de enfermedad que hacía hinchárseles
las
los dientes
encías
hasta
el
extremo de sobrepasar
en ambas mandíbulas haciendo que
los en-
fermos no pudiesen tomar ningún alimento.
Diez y nueve europeos y un indio de
la costa
de
Patagonia perecieron víctimas del hambre, logrando
7o
escapar de la muerte casi por milagro los demás. Fortuna del viento próspero y bonancible que la divina Providencia les enviaba que hacía correr las naves de 6o á 70 leguas diarias. El día 13 de febrero cortaban la línea equinoccial
por
los 147
o
48' longitud oeste de Cádiz, y cambiando
rumbo en los 13 o hacia el oeste, descubrieron dos islas no muy grandes, por medio de las cuales pasaron por no poder dar fondo. luego de
En
eso vieron venir hacia la flota una bandada de
barquichuelos que volaban con extraordinaria rapidez gracias á las velas de
palma triangulares que permitía
á los tripulantes hacer de popa proa, y de proa popa;
lanzáronse aquellos inesperados piratas sobre tana,
robando cuanto
les
la capi-
vino en talante; dispararon
los nuestros la artillería, y aquella bandada de aves de rapiña huyó despavorida, no sin llevarse en su
precipitada fuga el esquife de la capitana.
Para recobrarlo bajó á
tierra el capitán general
con
quemó cerca de
cin-
cuarenta hombres armados,
les
cuenta casas, destruyó sus embarcaciones, mató
siete
y ahuyentó á los demás. Sus casas eran de madera, techadas con hojas de plátanos y con deindios
partamentos bastante aseados provistos de ventanas,
y de lechos
palma muy
muy
blandos que hacían de esteras de
y extendían sobre la paja no tenían más armas que lanzas cuya punta estaba provista de finas
;
un aguzado hueso de pescado. Cuando vieron
los bár-
baros desde lejos levantarse sobre sus chozas
las rojas
71
columnas de negro y espeso humo, quedaron llenos de espanto, porque nunca habían ex-
llamaradas
entre
perimentado
aun para
la virtud del fuego, ni
los usos
necesarios de la vida, por lo que juzgaron en su igno-
un horrendo y espantable
rancia que era el hálito de
monstruo. su isla el
Al
La hazaña de nombre de isla
rayar
el
alba
del
estos rudos salvajes valió á
de los Ladrones \
16 de marzo
cubrieron á 300 leguas de la
de
isla
de 152 1, deslos
Ladrones y
á los ii° latitud norte, la costa meridional de la
de Samar;
los
isla
corazones de aquellos bravos marinos
palpitaban de
emoción presintiendo que
ya cerca de
Especiería ó que iban á descubrir un
la
se hallaban
archipiélago desconocido.
Visitaron
la
isla
de
Omonhon que
Pigafetta llama
Humunu, Albo Junagán, quizá Unahuán, que en lengua samar
significa
la
que está delante de
fueron á surgir en la
y frescura
les
islita
convidaba
las demás, y de Sulúan, cuya amenidad
al
descanso y á pasar
las
horas fugitivas á la vera de los ricos manantiales y purísimas fuentes en que abunda. El 18 de marzo,
después de mediodía, vieron
llegar
canoa tripulada por nueve hombres
que mientras
se acercaban nadie se
sin su licencia.
hacia ellos una
mandó
;
el
moviese
Luego que hubieron
capitán
ni hablase
saltado en tierra,
el
principal de ellos se acercó á Magallanes para darle
la
bienvenida
Son
las
;
cuatro de los que parecían
que hoy se llaman Marianas.
más
autori-
n zados se quedaron con fueron á su
aquéllos, para pescar
del carácter
mandó que distribuidos
cascabeles,
;
demás
y de esta suerte acudieron mu-
al capitán,
que quedó
humano y razonable de les
los
en lugar de
á llamar á otra gente,
isla
chos para ver
Armada, mientras
la
muy
satisfecho
los indígenas, y
diesen de comer y beber, y les fuesen
varios
regalillos,
algunas telas,
como
espejos,
peines,
de marfil y otras
objetos
bagatelas semejantes.
Los indios agasajados para corresponder á
la cor-
capitán le ofrecieron grandes pescados, un
tesía
del
vaso
lleno
de tuba ó vino de coco, un racimo de
plátanos y otras
frutas,
manifestando por señas que
carecían por entonces de cosa mejor, pero que dentro
de cuatro días volverían con arroz,
cocos y otras
ofrendas en mayor abundancia. Otro día llevaron consigo al capitán en sus canoas para mostrarle sus mercancías,
que consistían en clavos de
olor,
pimienta,
moscada y oro labrado, dándole á entender por señas que las regiones hacia donde se canela, jenjibre, nuez
dirigían producían en abundancia toda clase
de especias.
El capitán por su parte los invitó á subir á nuestras naves,
donde
les
mostró cuanto en
quedaron muy sorprendidos por
momento en que iban
ellas había,
la
novedad.
de que
En
barda, de la cual hubieron tanto miedo que al oir
estampido quisieron la
nave; mas
el
á partir hizo disparar una bom-
tirarse al
el
agua precipitándose de
los nuestros los aquietaron
de querer regalarles alguna cosa, como
con señales
lo hicieron,
y
Los indios ofrecieron grandes pescados, plátanos y otras
frutas.
;
73
dieron licencia para
cuando
ellos lo desearon, les
tirarse,
asegurando que volverían
metieron
La
;
re-
lo pro-
cumplieron.
así lo
isla desierta
signaron con
y conforme
el
en
la cual
estaban instalados la de-
nombre de Aguada
de las buenas señas,
porque encontraron dos manantiales de agua exquisita y porque observaron oro en el país.
Habiendo islas el
visto
las
primeras señales de que había
en su derredor cierto número de
quinto domingo de cuaresma que se llama de
Lázaro, les dieron
el
nombre de
Lázaro, conocido más tarde con
El
archipiélago de San el
de marzo se acercaron
22
de
Islas Filipinas.
en dos
los indios,
canoas cargadas de cocos y naranjas dulces, y un cántaro de caña de bambú lleno de vino de palma
y un era
gallo,
un
origina
en señal de amistad. El principal de
el
llevaba pendientes se'quito
ellos
desnudo y pintorreado, de donde se nombre de pintados que se da á los Bisayas
viejo
traían
ñuelos que les
La Nave
Victoria.
en
de oro en
las orejas,
y los de su
brazos brazaletes de oro y parodeaban la cabeza. los
6
15.
Mar
ERMANECIERON con
los
naturales
adentro.
los españoles
ocho
en aquel punto y partiendo
días,
el
25 de marzo «fuimos», dice Albo, «al oeste, á dar en la isla
de
la
Gada, que es deshabitada, y
allí
nos
fornecimos de agua y leña, y es muy limpia de bajos. «De aquí partimos y fuimos al oeste, en una isla
grande llamada Seüani, oro en
ella
y
á dar en una
la
la
cual
habitada y tiene
es
costeamos, y fuimos
isla
pequeña,
al
oestesudeste
y es habitada y llámase
Masava, y la gente es muy buena, y allí pusimos una cruz encima de un monte, y dicen que hay mucho oro,
y nos mostraron como
dacitos está
lo cogían,
como garbanzos y como
y hallaban pe-
lentejas; y esta
en nueve grados y dos tercios de
isla
la parte del
norte.»
Pigafetta dice que
de marzo,
entre
medio de cuatro
el islas
gobernando
el
Lunes Santo 25
y sudoeste, pasaron en llamadas: Cerralo, Huinangán,
oeste
Hibusón y Abarie'n, y añade: «Jueves 28 de marzo, habiendo divisado durante la noche luz en una isla, en
la
mañana pusimos
la
proa
á
ella,
y cuando
75
estuvimos á poca distancia, vimos que se aproximaba
á nuestra nave una pequeña embarcación que llaman
por ocho hombres.»
baloto (baroto), tripulada
Aproximáronse á
la
nave del capitán,
el
mandó
cual
á un esclavo llamado Enrique que consigo había traído
de
la isla
de Sumatra,
Éste se dirigió á los
les hablase.
indios hablándoles en malayo, que
entendieron
y se
acercaron á la nao, sin subir á bordo. Dióles Magallanes algunas prendas
de
muestra á su reyezuelo de
Á
las cuales
les
de
los
armada dos
gente, en el
españo-
habían hecho.
mayor de
barangayanes los cuales
el
esclavo Enrique, y
el
de
abarrotados
iba
el
en su camareta. Estando ya cerca de
hablóle
dieron
dos horas vieron los nuestros que se dirigían
las
hacia la
tido
con
la llegada
y de la buena acogida que
les
el
vestir,
régulo mela capitana,
rey que comprendía
malayo, ordenó á algunos de sus vasallos que
biesen á la nave y quedasen
los
demás con
su-
un
él,
tanto apartados, custodiando las barcas. Recibióles el
capitán
general
con singulares muestras de cariño,
sin querer recibir
de aquel buen indio
el
grueso bas-
tón de oro que en prenda de amistad le ofrecía, agra-
deciéndole sin embargo
la
generosidad con que de
él
se desprendía.
Entabladas estas relaciones, Magallanes envió clavo intérprete Enrique,
para que significase
gulo la satisfacción con que vería se
con
acudiese la
con
condición
vituallas
al
el
socorro
al esal
ré-
capitán general
de
las
naos,
de que había de ser plenamente 6 *
76
reintegrado del importe de los víveres,
conforme á
su valor.
A
consecuencia de esta entrevista volvió
el
rey en
su canoa con ocho hombres, subió á bordo de la ca-
pitana y después de abrazar á Magallanes le presentó
grandes tinajas de porcelana, cubiertas con hojas
tres
de palma, llenas de arroz, y dos grandes pescados, con otros frutos de la tierra el capitán general le dió ;
en cambio dos vestidos de grana y una gorra encarnada, y á los demás acompañantes cuchillos y espejos.
En
seguida hizo servir
el
almuerzo, ordenando
prete que dijese al rey que quería vivir con
hermano,
lo
que pareció darle grandísimo
Para obsequiar
al
reyezuelo, y á
fin
al intérél
como
gusto.
de que tuviesen
idea del poder de los españoles, hízole ver todas las
armas de fuego, hasta algunos
tiros,
de
que
la artillería gruesa,
los
que disparó
isleños se mostraron
muy
atemorizados. Hizo armar de punta en blanco á uno
de
los soldados
tres
que
le
que se defendió bizarramente de otros
acometían con
las
espadas desnudas,
cual presenciado con estupefacción por le
el
lo
reyezuelo,
declaró Enrique que en cada una de aquellas tres
embarcaciones podían armarse de repente y lanzarse al
combate doscientos hombres acorazados como el visto salir ileso de los tajos y mandobles
que había
de sus formidables adversarios. Subió de punto cido
al
castillo
el
asombro del rey cuando, condu-
de popa,
carta de navegar y
la
le
brújula,
mostró y
el
almirante
la
le explicó el intér-
77
cómo con
prete
habían atravesado surcado
dos sencillos instrumentos
aquellos
hallado
el Atlántico,
el Pacífico,
sazón estaban, sin perderse por
No rato
donde á
este apa-
asombrados ojos de aquellos
los
pobres indios para que aprendieran á respetar bre de España, sino que
les
el
nom-
puso delante esa otra fuerza
mucho más poderosa que porque va
la
camino.
con desplegar
se contentó Magallanes
de fuerza ante
el
estrecho y
el
hasta llegar al punto
las
espadas y
la artillería,
corazones y porque tiene una virtud intrínseca y sobrenatural para trocar las fieras
al
fondo de
los
en seres racionales
:
la fuerza suave,
de nuestra santa Religión. Quiso celebrar la
Resurrección del Señor con
nidad que
le
permitían
las
el
pero
la
eficaz,
Pascua de
esplendor y solem-
circunstancias, en la isla
de Masava, residencia del reyezuelo. «El día de Pascua,
marzo,
el
que era
el
con algunos marineros para hacer cesarios para decir misa al intérprete
ríamos en
último del mes de
capitán envió temprano á tierra
la
\
despachando
para que dijese isla,
al
al
capellán
los preparativos neal
rey que
mismo tiempo desembarca-
pero no para comer con
él,
sino
para cumplir con una ceremonia de nuestro culto: rey lo aprobó todo.»
el
Un nuevo
16.
sol
en Oriente,
ceremonia debía celebrarse junto á en una espaciosa playa, á
la cual
la
marina,
quitaban
el
sol infinita
cantidad de ramos entretejidos, que la de-
jaban á
sombra.
Con tico
la
algunas lonas y pabellones festoneados de rús-
verdor y campestres
flores,
teniendo por templo
espacio inmenso, por columnas los vecinos montes,
el
por antorchas
las
llamas de los volcanes, por bóveda
azulado cielo y por música el eterno majestuoso himno entonado por las olas, iba á celebrarse la priel
mera misa á que en un sencillo
Y el
;
que
la
al
incruento,
el
pan y
el
el
espectá-
santa fe católica,
se reproduce real y verdaderamente,
modo
donde
de oriente,
improvisado por nuestros marinos.
más augusto que nos ofrece
de un rio
altar
bien cuadraba semejante decoración
culo
en
asistían aquellas regiones
aunque
cruento sacrificio del Calva-
vino quedan, á la voz del
sa-
cerdote, convertidos en el cuerpo y sangre de nuestro
Señor Jesucristo, víctima santa que se inmola perpetuamente por Vinieron de
nados con
los
la la
redención del mundo. escuadra cincuenta hombres engala-
mejores y más preciosos vestidos para
79
dar escolta
de
sesión
al
Rey de
las
demás
los
en
saltaron
armados de todas armas que resplandecían á
tierra
los rayos del sol
mente de bién
Filipinas;
islas
que iba á tomar po-
los reyes
que se iba levantando majestuosa-
ondas como disponiéndose á
las
asistir
tam-
augusto misterio de nuestros altares.
al
Fueron tomando posiciones y acomodándose en playa de rodillas sobre la dorada arena, frente
la
al altar
que se levantaba en una pequeña eminencia. Multitud de indios andaban por y en
silencio,
allí
esparcidos con cierto temor
sobrecogidos del respeto que
les infun-
día la actitud de los españoles.
Vino
último
el
capitán
el
general adornado
con
todas sus insignias y luciendo la cruz de Santiago en el
pecho
traía
;
de
las
manos á
dos príncipes hijos
los
del reyezuelo que habían venido á la
fiesta.
Se adelantó,
con grave y modesto continente y con semblante lleno
de bondad, hacia dillas
el
ara santa, á cuyo pie cayó de ro-
invitando á los dos jóvenes á que hiciesen lo mismo.
Salió el sacerdote revestido
mentos;
seis
tampidos,
y
medio de un por
el
bombardas de dióse
con
principio
silencio solemne,
lanzaron sus
santo
al
es-
en
sacrificio
interrumpido tan sólo
estruendo sordo y monótono del mar.
Al ofertorio se acercaron todos indios á adorar la santa Cruz, la
los sagrados orna-
la flota
cabeza
Llegó
el
el
los
marineros y los
yendo por supuesto á
general y los dos príncipes.
momento sublime de
la
consagración
;
hin-
cáronse todos de rodillas, y quedó en pie tan sólo
el
8o
sacerdote; inclinóse
suavemente sobre
éste
pronunció una palabra, y se abrieron su cabeza
;
el
altar,
los cielos sobre
luego á través de una gasa azul que fingía
el
humo
la
Hostia sacrosanta entre
del incienso, apareció á los ojos de los fieles
campanillas de oro
repique triunfal de
el
rompió entonces
;
el
las
estruendo ge-
neral de la artillería; y el agudo clamor de las trompetas,
suave murmullo
el
de
oraciones que vertían
las
todos los labios, los golpes de pecho de aquel pueblo arrodillado, y hasta el
bramar del vecino
oleaje, unién-
dose en una solemne y soberana armonía, saludaron al
nuevo
sol
que aparecía en oriente; y cuando des-
tacándose sobre á
poco
el Cáliz
el azul del cielo se fué
elevando poco
consagrado herido por
los rayos del
emoción y ternura que corazones, ternura y emoción que
astro del día, es indescriptible la
invadió todos los se manifestaban
en
las
que
lágrimas
hilo á hilo co-
rrían por aquellos rostros curtidos por las tempestades.
Inclináronse todas las banderas y se humillaron las frentes
que
se
No
mantenían erguidas delante de
pocos soldados recibieron
Acabada
la
la
las borrascas.
sagrada comunión.
misa entonaron un Te Deum; Te
que debió de resonar desde
la
Deum
Oceanía hasta España,
y conmover desde la vieja Asia hasta la virgen América,
llamada á llevar
el
sello
de
la
nación inmortal
que daba cima y remate á aquellas épicas
é inolvi-
dables empresas.
Después de
la augusta
ceremonia presenciaron
los
dos príncipes un simulacro de combate entre los que
8i
estaban armados, cuya destreza y valor causó
extra-
ordinaria admiración.
Magallanes
de plantar
les tenía
la
reservada otra sorpresa; antes
bandera de Carlos
V
en aquel
archi-
de nuestra
piélago, quiso enarbolar el estandarte
sa-
de cuya sombra no hay sólida cultura ni
lud, fuera
Al efecto hizo
verdadera civilización.
llevar allí
una
gran cruz adornada de clavos y de la corona de
es-
y puesta delante de los españoles y de los isleños, ordenó que todos, uno por uno, la adorasen pinas,
con gran reverencia; «entonces Pigafetta,
que
el
comandante», dice
á los reyes por medio del intérprete
«dijo
esta cruz era el estandarte
que
le
había confiado
emperador para plantarla adonde quiera que abor-
el
y que, por
dase, isla,
á
ble,
porque todas
lo
tanto, quería levantarla
la cual este signo las
sería
por
lo
en esta
demás
favora-
naves europeas que en adelante
viniesen á visitarla, conocerían, al verla, que
ha-
allí
bíamos sido recibidos como amigos».
Cerca de
la
playa había un
monte muy
cúspide de ese monte, dijo Magallanes, sea
de esta
cruz, á fin
isla
y la adoréis todas
Así lo hicieron, y desde aquel día
y de
;
la
trono
de que todos podáis verla desde
todos los puntos de la
la idolatría
alto el
la barbarie
las
las
mañanas.
tinieblas
de
fueron replegándose poco
á poco delante del sol de la civilización cristiana, que llevó á aquellas partes la nación española
por medio
de un capitán lleno de
los intere-
ses
de
la religión
La Nave
Victoria.
y de
fe
y atento sólo á
la patria.
6 **
Muerte
17días
trágica.
norte á dar en la
mos
isla
de
Seilani,
diario, «y fuimos al
y después costea-
la dicha isla al noroeste hasta diez grados,
vimos unos leguas,
y
tres isleos,
allí
ramos, y á la sur,
«Partimos de
después levaron anclas.
Masava», dice Albo en su
y fuimos
topamos dos
allí
obra de diez
y á
noche repa-
isletas,
mañana fuimos
y
al oeste,
al
la
sudeste
cuarta del
obra de doce leguas hasta diez grados y un
tercio,
embocamos un canal de dos islas, y la una se llama Matán (Mactán) y la otra Subú (Cebú), y Subú con la isla de Mazava y Sulúan están al esteoeste, y
allí
y entre Subú y
cuarta del noroeste surueste,
vimos una
tierra
muy
de
alta
la
cual se llama Baibai, y dicen que hay en ella
oro y mucho mantenimiento y mucha
Una
descarga de
de Cebú
mas
la
ristre,
la
artillería
noche del
ciudad y
el
7
rey,
tierra.»
de
abril
;
púsose
en
ar-
y corrieron todos lanza en
intérprete,
no habían desembarcado
mucho
despertó á los habitantes
cuando he aquí que vieron venir desde
un emisario con su
Seilani
parte del norte, la
la playa
para anunciarles que
los españoles
sino que recorrían aquellos mares en
en son de guerra,
nombre
del rey
83
más
glorioso del
islas
Molucas;
mundo, con objeto de descubrir también que en
díjoles
rey de Masava que venía á
el
y proveerse de
la
visitarles,
las
armada iba
asentar paces
á justo precio y cambio de
vituallas
sus mercaderías.
«En mi
isla»,
desembarca
respondió
pone
ni
el
el pie
Humabo, «nadie
rey Rajá
pagar
sin
el
derecho de
entrada.» Respondió el intérprete que su señor, siendo
un tan poderoso
capitán de
derecho á ningún otro de
manos
tus
y
la
está tu suerte», añadió:
guerra:
se le acercó
oído: cata raja
al
con
esto,
no había de pagar «y por tanto en
«escoge entre
paz
la
quieres guerra, guerra tendrás».
si
Iba á cogerle la razón de
cuando
rey,
la tierra,
que
la
boca
el
bárbaro rey,
un mercader de Siam y
chita, esto es:
estos
le
dijo
Señor, tened cuidado
hombres son
que han con-
les
quistado á Calicut, Malaca é India toda ; que quienes
hacen bien reciben bien, y quienes mal, mal y peor todavía. les
Respondió para pensar
el
régulo
que
le
dieran aquella noche
que convenía y que
lo
al
día siguiente
volvería con la respuesta.
El el
emisario
rey de
determinó
Cebú ir
refirió ;
el
á Magallanes la entrevista con
rey de Masava que estaba presente,
en persona á hablar con Rajá Humabo,
para informarle del objeto del viaje de los españoles
y del buen trato que daban
Á
la
mañana
bano de
la
los castillas á sus amigos.
siguiente se dirigía
á
Cebú
el escri-
nao capitana, cuando en medio de
la
84
plaza se encontró con el rey
Presentaba un semblante rior,
debido á que
el
acompañado de su
muy
distinto
corte.
del día ante-
de Masava nuestro amigo había
disipado las prevenciones que contra Magallanes tenía.
Adelantóse á hablarle Humabo, haciendo cortesías á su
modo, y diciéndole que no
sólo
no
exigía derecho
al-
guno de entrada, sino que estaba dispuesto á rendir pleito
homenaje
delegado, que
mente alcanzar cambiando tierra.
emperador; á
al
el
el privilegio
sus mercaderías
Accedió
lo
que respondió
el
intento de los españoles era única-
exclusivo
del
comercio,
con productos de aquella
rey de Cebú, y con un cuchillejo se
el
hizo una ligera cisura en el brazo derecho, para sellar
con
la
sangre que derramaba la verdad de sus pro-
mesas.
Llegó
martes 9 de abril;
el
sobrino del
rey de Cebú, el
el
rey de Masava, un
comerciante
de Siam
y ocho principales subían á bordo de la capitana: iban á pactar amistad con el capitán general. Estaba éste reclinado
en un
sillón
de terciopelo rojo cuando ;
llegaron á su presencia hizo tomar asiento al rey de
Masava y
al
las ventajas
sobrino del rey de Cebú, y les declaró
que se
tomando entre
sus
Cebú, dijo: «Por fidelidad
les seguirían
manos
de esta alianza
las del
;
luego
sobrino del rey de
que tengo en Dios y por la emperador mi señor, establezco
la fe
que debo
al
y prometo una paz perpetua entre el rey de España y el rey de Cebú.» Luego agasajó Magallanes á sus nuevos aliados y amigos con un espléndido almuerzo, y hubo
:
S5
cambio recíproco de presentes y
regalos. El
sentó á Magallanes grandes cestas
algunas cabras y gallinas
Cebú con algunos vaso de
cristal
;
de abalorios, un
vestidos, cuentas
dorado, un traje de seda á la turquesa,
un gorro de grana y varias Así firmada
dos entre
lo hizo,
con cincuenta hombres arma-
disparo de la
el
le iba pre-
plata.
pudo ya desembarcar Ma-
la alianza,
como
que
baratijas
sentando Pigafetta en un azafate de
gallanes,
Rajá pre-
de arroz y Magallanes obsequió al de llenas
artillería.
Avistóse
el capi-
Humabo, y después de ratificar con más celo que prudencia le ex-
tán general con Rajá
pactada alianza,
la
hortó á que recibiera el bautismo; y ora
por
fuese
devoción, ora por política, consintió en bautizarse con
nombre de
el
Carlos,
juntamente con
la reina
y sus
y algunos centenares de indios, de suerte que á ocho días era ya cristiana toda la isla.
hijas
los
Magallanes quiso probar con
las
obras cuán grande
era la fidelidad con su nuevo aliado el rey de
supo que
régulo de
el
había alzado su tributario
general
;
en
armas
no
fué
saliese
tres bateles
la
vecina
contra
isla
él,
el
era
capitán
en persona con setenta españoles en
¡Romántico afán de extrañas aventuras
las
imprudencia
1
1
exclaman
que no comprenden haya otro
grandes acciones que
manía de enderezar blime
como
siendo
menester más para que
se
y cien indios de guerra en treinta juncos.
algunos historiadores,
móvil para
Cebú
Mactán
de
la ridicula
mono-
tuertos y deshacer agravios.
decimos nosotros,
|
¡
nacida de
Sula
86
excesiva nobleza y fidelidad que aliado
creía
deber á un
I
En vano era razón
sus
compañeros
le
representaron que no
aventurase su persona á las contingencias
de una guerra de tan poco momento
;
iba él tan puesto
en defender á su amigo y en no abandonar á
él
confiado,
Mactán envió
como al
del
rey de España,
si
el
rebaño
que luego que llegó á
mercader siamés para que
su parte al régulo que
tributo, le tendría
decía,
él
dijera
de
quería reconocer la soberanía
obedecer
por amigo
;
al
de Cebú y pagarle no, que aprestase
donde
sus lanzas para combatir.
Contestó
el
de Mactán que no tenía lanzas, sino
cañas y estacas puntiagudas endurecidas
que esperaban á que fuese de día para
al fuego,
y
asaltarle, por-
que aguardaba refuerzos y podría mejor resistir. Ardid fué éste que tenía todos los visos de estratagema para incitarles
á que
atacasen inmediatamente y hacerles
caer en la trampa que les habían armado.
Vinieron á
las
manos con extraño
furor y encarni-
zamiento; los de Mactán en número de 1.500 á 2.000; divididos
en
tres
escuadrones con horrible gritería y á los nuestros, disparando sus
algazara embistieron
flechas y lanzas y estacas aguzadas contra Magallanes,
á quien dirigían principalmente sus conocían.
La
vista
de
las
tiros,
porque
le
llamas que se alzaban de
sus incendiadas casas enardecían su ánimo, de suerte
que su número parecía aumentar tanto como
la im-
petuosidad con que se arrojaban contra los nuestros;
«Todos
los labios
saludaron
al
nuevo Sol que aparecía en Oriente
»
S7
en
la refriega fué
herido
general en la pierna; una
el
piedra arrojada con furia le derribó sin abandonar su puesto, peleó
así,
y aun
casco,
el
intrépido nave-
el
gante por espacio de una hora, solo y desarmado, con
una
furiosa jauría
infierno;
de salvajes que parecían salidos del
una lanza de bambú vino á
pero tomándola Magallanes
frente,
herirle
la revolvió
en
la
con
tal
brío contra el que se la había arrojado que se la clavó
en
el
porque tenía
y manando sangre;
el
pero
la espada,
cuerpo; quiso desenvainar
útilmente,
in-
brazo derecho destrozado
lo cual visto
por
los bárbaros, se
abalanzaron
como un
con
de aquel hombre extraordinario, á quien
la vida
torbellino contra
no habían podido vencer ni el furor
de
él,
acabando
ni las tempestades del
los elementos.
«Así fué
como
océano pereció
nuestro guía, nuestra lumbrera y nuestro sostén», ex-
clama Pigafetta
Un
sencillo
cumbió en
la
el
al llegar
á este punto de la narración
monumento
señala
el
lugar
descubridor del archipiélago,
el
donde
corona de España aquellas ricas perlas orientales,
sacrificando su bienestar y su vida
monumento que
se le
ha
erigido,
;
y éste es el único hoy que tantos se
erigen aquí, donde no será maravilla que veamos
gún día levantarse turero
al aire la estatua
y
al-
de algún aven-
que para perder aquellas posesiones no ha
tenido que hacer más sacrificio que el
su-
que engarzó
de su honor.
el
de su conciencia
Conclusión.
i8.
NA
hermosa tarde del mes de septiembre del
año 1522 se apiñaba en la
de Bonanza
la playa
población marinera, para ver la entrada por
la
em-
bocadura del Guadalquivir de una nao engalanada con variedad de gallardetes y banderas.
La imagen de Nuestra Señora de
Victoria que
la
se destacaba del fondo rojo del paño, estaba diciendo
que aquella nao era española y sevillana entusiasmo
cordaba
la
saludó
la figura
al
:
un
de
grito
y eso que nadie
pasar,
re-
de aquella embarcación, cuyo casco
maltratado y aparejo deslucido por injuria de los temporales, no dejaban dudar de que había sido largo y trabajoso el viaje que terminaba.
Dos la
días después, el 8 de septiembre, se
gente sevillana con mayor
intere's,
rrera al extraño cortejo que hacían dieciocho escuálidos,
velas
descoloridos,
de cera en
las
mangas de camisa, desde
el
Victoria,
muelle
al
dirigían
ca-
hombres
que con sendas
manos, descalzos
se
los pies
y en
en devota procesión
Santuario de Nuestra Señora de
cumpliendo
trances apurados.
derrotados,
agolpaba
haciendo
el
la
voto que habían ofrecido en
S9
Circuló con rapidez entre los grupos de los especta-
dores que aquellos míseros mareantes componían resto
de
salir al
la
armada que
tres
mando de Fernando de
mente podían contener menores de
la colosal
Magallanes, y
empresa realizada.
Dicen que Júpiter trasladó ;
la
al cielo la
nao
de
la historia
nave Argos
Victoria,
volvió de la expedición, brillará siempre el cielo
difícil-
impaciencia de saber por-
la
para eternizar su memoria
de luz en
el
años antes habían visto
única que
con caracteres
de España.
Dniversity ol Toronto
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