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Borges contra la ley Mi punto de partida es la noción de canon, que en Borges opera simultáneamente como canon literario y como canon jurídico. Borges trata del mismo modo todo canon: tergiversándolo, atacándolo y violándolo. Escribe a partir de la literatura misma, como materia textual y como tradición literaria. Trabaja a partir de los clásicos fundadores (Homero, la Biblia, Las mil y una noches), y también trabaja a partir de los géneros literarios, para violarlos sistemáticamente. Y escribe a partir de la ley, de sus mandatos y sus representantes, para engañarla, hacerla caer en una trampa y violarla. Mi hipótesis de hoy es, entonces, que uno de los fundamentos de la escritura de Borges es el tratamiento transgresivo, o la confrontación, de toda legalidad, literaria y jurídica. Voy a tratar de demostrarlo. 1 Veamos qué hace con el canon literario de la lengua: el Quijote de Cervantes. Los clásicos son el punto de partida de la literatura de Borges porque el texto clásico funciona siempre como ley a transgredir en su escritura. Esto ya se ve en su primer texto de ficción, “Pierre Menard autor del Quijote” donde le cambia el autor, o le inventa otro autor, al clásico. En el título mismo hay, entonces, un delito contra el derecho de autor, contra el mismo Miguel de Cervantes. Y en el relato se cuenta otro delito contra el Quijote: un plagio de dos capítulos realizado por un francés a comienzos del siglo XX. En otros términos, “Pierre Menard, autor del Quijote”, una falsa atribución y un plagio, es un doble ataque al texto clásico desde el punto de vista del derecho: contra los derechos de autor y contra el carácter inviolable del texto. Borges piensa o escribe a partir del clásico de la lengua para violarlo en tanto título y texto. Y con esto debuta en la ficción en 1939. Por un lado, entonces, Borges parte del canon literario de la lengua española. Y por otro lado, mucho después, en 1953, parte del canon literario nacional argentino. Toma La vuelta de Martin Fierro, el clásico de la Argentina, y le pone otro final y otro desenlace. En “El fin” se ve su tratamiento de la ley (contra la ley) en los dos sentidos del término: como canon literario y como canon jurídico al mismo tiempo. “El fin” es una “corrección” o tergiversación de La vuelta, que funciona como ley en tanto texto
2 canónico o clásico. Pero además, en La vuelta, Martín Fierro representa ‘la ley’ establecida en los consejos a sus hijos: el hombre no mata al hombre, el robo es un delito. En La vuelta de José Hernández Martín Fierro dice: “El trabajar es la ley”, y el negro pierde la payada porque su maestro fue un fraile y porque no conocía las tareas del campo, que es lo que está en juego en la ley de Martín Fierro. La vuelta es el texto pacífico y de integración de los gauchos en el proyecto nacional. La guerra a cuchillo se transforma en guerra puramente verbal en la payada de Fierro y el negro; en 1879, en el momento de la unificación jurídica y la constitución del Estado, las disputas se solucionan con diálogo. Y por lo tanto el negro no pudo vengar a su hermano asesinado por Martín Fierro en 1872, en el Canto VII de La ida (que es el ‘canto arcaico’, en cuartetas, de La ida). Aquí interviene Borges para violar el texto sagrado. En “El fin” Martín Fierro se separa de sus propios consejos, reniega de sí mismo, viola la ley que transmitió a sus hijos, asume la antigua justicia, y saca el cuchillo. Pero el negro se tiende en una puñalada final y venga por fin a su hermano mayor: en 1953, el negro hace justicia: una justicia oral, familiar. Allí Borges da otra vuelta a La vuelta, o le inventa un verdadero fin que no es más que otro principio, porque el negro que mata al viejo Martín Fierro para vengar a su hermano mayor se transforma en el mismo Martín Fierro de La ida: había matado un hombre, se había “desgraciado”, y no tenía destino sobre la tierra. Borges viola y cierra el clásico y lo hace retornar a su punto de partida, a la Ida del negro, al Martín Fierro de un negro. Y esta lucha es vista y contada como desde arriba, como en escena, por el paralítico mudo que representa a un dios inexorable o a la ley. Dos problemas, entonces, en la escritura de Borges: por un lado el tratamiento del canon literario, del texto clásico que hay que atacar, tergiversar, plagiar, cambiarle de autor, cambiarle el sentido y el final. Y por el otro lado el tratamiento del canon jurídico o de la ley escrita que hay que atacar para ejercer la venganza: la ley pierde siempre. Como pierde Narciso Laprida, “hombre de cánones y de leyes”, en el “Poema conjetural”. 2
3 Borges no solo escribía a partir del canon literario o de los textos clásicos para violarlos, como en “Pierre Menard” y “El fin”, sino también a partir de ciertos géneros populares de su época como la novela policial o el relato del realismo social. Ahora ya no toma un escritor o una obra canónica, sino que parte de ciertos esquemas genéricos con sus personajes, sus funciones, sus reglas y sus territorios: en este caso, parte de lo que Jacques Derrida llamó “la ley del género”. Para intervenir en esos esquemas genéricos toma de la tradición literaria (o del canon: la Biblia y la tragedia griega, por ejemplo) la escisión fundante entre la ley y la justicia, que también desarrolla en “El fin”. Asume la contradicción trágica entre
una justicia oral,
familiar, más arcaica y más popular, y una ley estatal escrita, letrada y pública. La separación y la confrontación entre justicia familiar y ley del Estado es uno de los núcleos fundantes de la literatura occidental, porque está en la tragedia griega, en Antígona de Sófocles. Allí se muestra el carácter absolutamente subversivo y trágico de la existencia, en una comunidad organizada políticamente (en la polis griega o en una nación), de dos órdenes o códigos jurídicos. Borges escribe a partir de esa contradicción, y con la confrontación entre las dos justicias (o entre la justicia y la ley) viola los fundamentos mismos (“la ley”) de estos géneros (así como violó “la ley” del género gauchesco). Además de la gauchesca como clásico argentino y “popular”, Borges escribe una suerte de burla trágica de la ley en esos otros dos géneros populares modernos, contemporáneos de su escritura. Toma el relato policial y la novela del realismo social y les aplica su método de tergiversación y violación. Les aplica la confrontación entre las dos justicias o entre la justicia y la ley, y con eso viola y tergiversa ‘la ley del género’. Y lo hace con la ayuda de otro sujeto contemporáneo, “el judío”. En
“La muerte y la brújula” y
en “Emma Zunz”
puede verse la escisión y
confrontación entre justicia y ley, y el triunfo de la justicia familiar contra la ley del Estado. Borges hace que la venganza familiar triunfe siempre contra la ley, y hasta se burle y se vengue del detective. La categoría de héroe en Borges se fundaría en la defensa del derecho tradicional contra ‘la ley’, como en “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. Y el momento de la justicia es el de la verdad del destino de un sujeto, como se ve en “El Sur” y en el “Poema conjetural”.
4 Veamos “La muerte y la brújula”. El género policial no podía faltar en la imaginación borgeana de leyes y justicias; no hay que olvidar que Borges dirigió la colección de relatos policiales El séptimo círculo. Pero en “La muerte y la brújula” toma el policial clásico inglés y lo da vuelta, porque el delincuente triunfa y mata al detective, y el comisario no puede evitarlo. La que triunfa es la justicia-venganza familiar del delincuente judío contra la ley escrita y contra los libros cabalísticos del detective. Un uso obsesivo y excesivo, paródico, de la escritura y de los libros que lo hace caer en la trampa. El delincuente se burla de ese detective superintelectual y racional y le tiende una trampa serial. Comete dos crímenes en tres puntos cardinales de la ciudad y lo hace caer en el cuarto que es la quinta de Triste-le-Roy. Lo mata y venga por fin a su hermano. Ataque y violación, entonces, de la ley misma del género policial: una transgresión formal, por así decirlo. Y ataque y violación de la ley, representada en el relato en la figura del detective. La escritura de Borges operaba al mismo tiempo contra la ley en lo que escribía y en el modo en lo escribía. En “Emma Zunz” el género que trabaja, y subvierte, siempre (como en “La muerte y la brújula”) a través de la escisión entre justicia y ley como sostén narrativo, y la venganza familiar judía que triunfa sobre la ley, es el de la literatura de barrio, de la obrera y el patrón, del realismo social de los años 1920 y 30. Aquí no ocurre la injusticia y el maltrato de la obrera por parte del patrón sino todo lo contrario. Como siempre, todo está dado vuelta, y triunfa el plan y la justicia de la obrera judía que venga sola a su padre y que engaña a la ley valiéndose de su virginidad. Emma fue revisada por un médico el viernes, se disfrazó de prostituta el sábado y tuvo relaciones con un marinero que hablaba otra lengua, y a la tarde, al anochecer (al día siguiente según los judíos) mató al patrón de la fábrica y dijo que fue en legítima defensa porque la violó. Allí estaba su cuerpo como prueba. Así, con Emma Zunz, triunfa otra vez la justicia o la venganza familiar y social contra la ley y la juridicidad estatal. Novela policial y novela de barrio, de obreros y patrones. Géneros atacados y distorsionados por la confrontación entre la justicia oral de la venganza y la ley escrita. “Lo judío” sirve a Borges para pervertir el género con otro canon: no solamente con la tragedia griega sino con la Biblia . En “El escritor argentino y la tradición” (en medio de la polémica entre nacionalistas y cosmopolitas) escribió que
5 los argentinos pertenecemos sin duda a la tradición occidental, pero sin pertenecer del todo, “como judíos”, y por lo tanto podemos jugar con ella con distancia e ironía.
En Borges estos tres géneros (la gauchesca, el policial y el social) están centrados en la venganza y el asesinato como forma, para un sujeto, de ‘hacer justicia’. Para el negro, para Emma la obrera judía, y para el delincuente judío, se trata siempre del mismo esquema: de vengar un familiar y de tender una trampa a la ley. A las dos leyes o cánones: el jurídico y el literario de los géneros literarios. Borges identifica la justicia literaria con la ‘justicia popular’ (oral, más arcaica), una justicia de abajo hacia arriba. El justiciero, el que se venga, es un ‘menor’ o subalterno: en “La muerte y la brújula” y en “El fin” es el hermano menor, y en “Emma Zunz” es la hija. Justicia judía, negra, y “justicia popular”. Los letrados pierden y los libros pierden a un sujeto, como en el Quijote, como en “La muerte y la brújula” y como en el “Poema conjetural”. En Borges ‘la ley’ pierde. Borges, entonces, contra la ley. Y en esto es el revés de Kafka, y este es otro punto de partida para su lectura. Josefina Ludmer Noviembre 2006