Canto Gregoriano

Música de la Edad Media. Música litúrgica. Vida monacal. Monasterios

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El canto gregoriano El canto gregoriano o canto llano, de origen romano, es el canto oficial de la liturgia usado en la iglesia católica. Se desarrolló en la alta Edad Media y es una de las más elevadas formas de música religiosa que se conocen. Este canto, llamado porque su autoría se atribuye a San Gregorio Magno, es monódico, librado a las voces en forma exclusiva y basado en una línea melódica de gran pureza. Se divide en dos tipos: el responsorio utilizado para recitar salmos y la antífona, un modelo más melódico. Después de que su forma fue establecida por el Papa Gregorio I a finales del siglo VI, se reformó a inicios del siglo XVII y una vez más a finales del XIX, antes de que el Papa Pío X decretara en 1903 la vuelta a las fuentes más primitivas de que se dispusiera. La labor de estudiar y recuperar estas fuentes fue llevada a cabo por un grupo de monjes benedictinos de la abadía Solesmes, en Francia. Relación con la vida de los monjes Los monjes son las personas han abandonado el mundo por razones religiosas y dedican sus vidas, tanto en solitario como integrados en una comunidad, a la perfección espiritual. Monaquismo cristiano

Los votos de celibato, pobreza y obediencia bajo el que vive el clero monástico cristiano son denominados consejos evangélicos. Una persona ligada por tales votos se denomina religioso (del latín, religare, ligar) Quien pertenece a una orden monástica se llama monje. Mucho antes del nacimiento de Jesucristo ya existían diferentes formas de monaquismo. Entre los judíos las comunidades de los hesenos presentaban muchas de las características de las órdenes religiosas. Los primeros eremitas cristianos parecen haberse establecido a las orillas del mar Rojo, donde en la época PRE−cristiana los Terapios, orden de eremitas paganos, ya se había establecido. No mucho después, las regiones desérticas del norte de Egipto se convirtieron en lugar de retiro para quienes huían de las persecuciones contra los cristianos, tan frecuentes en el Imperio romano durante el siglo III, y para quienes encontraban intolerables los vicios del mundo. La forma más primitiva del monaquismo cristiano era quizás la de los anacoretas o eremitas; un desarrollo más tardío se encuentra en los estilistas, que pasaban la mayor parte del tiempo subidos a columnas simbolizando así su separación del mundo y la mortificación de la carne. Poco después, sin embargo, la necesidad de la propia vida religiosa produjo ciertas modificaciones. Para combinar la reclusión personal de los individuos con el común ejercicio de los deberes religiosos, los primitivos eremitas tenían una serie de celdas separadas llamadas laura, a las cuales podían retirarse después de haber cumplido sus obligaciones comunitarias. De la unión de la vida comunitaria con la soledad personal se deriva el nombre de cenobita (del griego, koinos bios, vida común), síntesis que distinguía a una cierta clase de monjes. San Antonio es considerado como el fundador de la forma de vida cenobítica. Se estableció en Alejandría, y la fama de su santidad, al igual que su serenidad y su sabiduría, atrajeron a muchos discípulos. La mayoría de sus seguidores le acompañaron cuando se retiró al desierto. Uno de sus discípulos, san Pacomio, fundó un gran monasterio en una isla en el río Nilo. Pacomio instituyó para sus súbditos una regla monástica, la primera regulación de este tipo que se conserva. Miles de discípulos le siguieron, y fundó varios monasterios para varones, así como uno para mujeres bajo la dirección de su hermana. Todas estas casas reconocieron la autoridad de un solo superior, un abad o archimandrita. Constituyen el tipo original de la orden religiosa.

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La forma cenobítica de monaquismo fue introducida en primer lugar en Occidente en Roma y el norte de Italia por san Atanasio, en el norte de África por san Agustín de Hipona, y en la Galia por san Martín de Tours. La regeneración religiosa efectuada por san Benito de Nursia en el siglo VI aportó al monaquismo oriental su forma permanente. Típicas del monaquismo occidental son las abadías, comunidades autónomas de monjes gobernados por un abad o por monjas dirigidas por una abadesa. En su interior se encuentra la iglesia, el dormitorio, el refectorio o comedor, y la hospedería para los viajeros. Los edificios encierran un amplio patio al que solía rodear un claustro o arcada cubierta. Las abadías de la edad media eran pacíficos retiros para eruditos y los centros principales de la piedad cristiana y la enseñanza. Una de las abadías medievales más antiguas y más grandes era la de Monte Casino, fundada por san Benito en el 529. De las órdenes monásticas de Occidente, entre las más prominentes se encuentran las de los benedictinos, cartujos, y cistercienses. Los monjes, al agruparse en comunidades y separarse del mundo, entregan su vida a una causa religiosa, por lo tanto, tienen que rezar y podríamos decir que los cantos de carácter religioso o litúrgicos son una manera de rezar.

Relación con otros artes

El canto gregoriano se podría relacionar con algunas esculturas de carácter religioso y también con pinturas que muestran pasajes de la Biblia. En cambio si lo comparamos con otros cantos, podríamos decir lo siguiente: Los cantos gregorianos son monódicos, en cambio, en la mayoría de cantos profanos la monodia va acompañada, los cantos gregorianos se cantaban a capella, es decir, sin música, mientras que la mayoría de cantos profanos van acompañados por un instrumental.

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