DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO-AMERICANA

ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO-AMERICANA 1928  –  Enero Tratamiento del cisticerco subretiniano por las aplicaciones de rádium en los
Author:  Laura Aguilera Rey

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DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO-AMERICANA 1928  –  Enero Tratamiento del cisticerco subretiniano por las aplicaciones de rádium en los casos de diagnóstico precoz Félix Fernández Balbuena 1 La sutura previa de la córnea en la extracción de la catarata Juan F. Rubio A. 9 Apuntes para la historia de la Oftalmología en Méjico Daniel M. Vélez 16 Caso atípico de osificación endoocular Mario Esteban 29

T omo

XXVIII

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de

1928

N úm . 325

ARCHIVOS DE OFTALMOLOGÍA HISPANO - AMERICANOS T omo

Iti

SEGUNDA

I.— TRABAJOS

SERIE

N ú m . 25

O R IG IN A L E S

TRATAM IENTO DEL CISTICERCO SUBRETINIANO POR LAS APLICACIONES DE RÁDIUM EN LOS CASOS DE DIAGNÓSTICO PRECOZ Por

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. F é l ix F e r n á n d e z B a l b u e n a

L a lectura de las más recientes observaciones publicadas so­ bre la localización ocular del cisticerco nos deja en la mayor per- '■ plejidad en cuanto a la eficacia de los tratamientos conocidos hasta hoy para destruir el parásito. Ni la punción electrolítica preconizada po r .Dor, ni el tra­ tamiento con el extracto etéreo del helecho ¡riacho propuesto hace años por Renzi y Dianoux, ni el tratamiento quirúrgico, dan ga­ rantía de éxito satisfactorio. Cierto es que se han publicado alg'unas observaciones en las cuales el resultado estético y funcional fué bastante favora­ ble, pero en una gran mayoría de casos la terminación ha sido la autopsia del órgano, o por lo menos la pérdida de la función visual. E s siempre grave problema el que se nos plantea cuando hacemos el diagnóstico de cisticerco ocular y consideramos la penuria de los medios conocidos para combatirle. L as regiones en que se localiza el parásito son de una suti­ leza extrema. A veces su asiento es la mácula. Si el parásito tieA R C H IV O S

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O K T A l.M O L O O ÍA

1

ne tamaño suficiente para hacer posible una intervención opera­ toria, los destrozos causados en el ojo suelen ser irremediables, aunque logremos extraerlo. Si asistimos a las primeras fases de su desarrollo, deberemos contentarnos con el tratamiento mé­ dico, cuyos resultados son tan problemáticos. Sería superfluo publicar una observación más, si no fuera porque las circunstancias especiales de nuestro caso ofrecen un doble interés teórico y práctico, y señalan además un nuevo ca­ mino para el tratamiento de esta grave localización del cisticerco. Hemos tenido la fortuna de examinar a una enferma en que esta localización se presentó veinte días después de sentir las primeras molestias y de hacer el diagnóstico en el primer exa­ men. L a observación de conjunto con el oftalmoscopio ordinario nos hizo sospechar la naturaleza parasitaria de la lesión. Un reconocimiento detenido con el oftalmoscopio de Gullstrand nos dió la absoluta certidumbre. Como pudo observarse, el cisticerco ocupaba exactamente el centro de la mácula. Estando rodeado en parte por dos focos hemorrágicos en sábana, que no sobrepasaban los límites maculares. S e veía claramente la vesícula ovoide, fina, tensa, grisazulada, con doble contorno claro, y la mancha luminosa central que se di­ fundía insensiblemente. Dos vasos maculares la surcaban en parte. Rodeaban al parásito algunos focos blancos análogos a los que se presentan en ciertas retinitis hemorrágicas y en la retinitis albuminiirica. Escotoma central. V . = 1 / 1(l difícil. IE1 ojo izquier­ do, perdido desde la infancia. Era realmente el caso de una gravedad extrema. L a opera­ ción, absolutamente imposible. El examen de los gráficos de-, muestra que el parásito tendría seis a siete décimas de milímetro. Impracticable la punción electrolítica. Sólo una rara casualidad nos haría caer sobre el parásito. Aventurado el tratamiento con el 'helecho macho. Teníamos muy reciente el recuerdo del caso de Dupuv - Dutemps, en el cual nada se consiguió, a pesar de las grandes dosis empleadas. Entonces pensamos en el rádium. L as investigaciones de G. Bohn relativas a la acción del rádium sobre los animales en vía de desarrollo (larvas de sapos y de ranas) demuestran que los tejidos que crecen y se modifican

más activamente son los más radiosensibles y que la cromatina es la parte más vulnerable de la célula. Perthes, a su vez, demostró que el máximo de radiosensibilidad de la célula corresponde al momento de la división nuclear, y posteriormente Dominici dejó probado que la receptividad de los tejidos a la irradiación es tanto mayor cuanto más se apro­ ximan al estado embrionario o indiferenciado. L as investigaciones ulteriores no han hecho más que confir­ mar estos hechos. En suma, la radiosensibilidad celular es, como ha dicho M. Curie, función de dos factores: factores físicos y factores biológicos. Factores físicos. —-Son la dosis de irradiación recibida, la intensidad, la longitud de onda. Entre dos especies celulares desigualmente sensibles a una misma radiación, la radiosensi­ bilidad aumenta cuando disminuye la longitud de onda. En cuanto a los factores biológicos, acabamos de ver que la radiosensibilidad celular no depende- de caracteres morfológicos de­ terminados, sino que está más bien relacionada con ciertos es­ tados fisiológicos de la célula, siendo el más importante la ac­ tividad reproductora. También favorecen la radiosensibilidad de los tejidos la abundancia de capilares con paredes delgadas y la falta de subs­ tancia intercelular. Además, parece que las células secretoras son en general más radiosensibles que las no secretoras. En cambio, son radioresistentes las células altamente diferenciadas con núcleos po­ bres en cromatina, los tejidos de crecimiento lento, la abundan­ cia de estroma, la ausencia de mitosis. El conocimiento de estos hechos nos indujo a ensayar en nuestra enferma las aplicaciones de rádium. Empleamos un tubo Dominici, que contiene 13 miligramos de rádium elemento. Con la pasta para moldes que usan los den­ tistas obtuvimos un molde de la región ocular y bordes de órbi­ ta, que nos sirvió para mantener fijo el tubo de rádium. En una ventana abierta frente a la pupila previamente dilatada coloca­ mos el tubo de rádium contenido en una caja de plomo, cuyas paredes tenían 2 milímetros de espesor. Sobre la pared frontera

al ojo aplicamos un filtro de cartulina de 2 milímetros de espe­ sor. L as sesiones de irradiación continuadas durante los días 24, 25 y 26 de abril de 1925 suman en total trece horas. Siete horas y media sobre los párpados cerrados. Cinco horas y media con los párpados abiertos y una distancia a la córnea de un centímetro. El día 27 ya veía la enferma más claro. El examen oftalmoscópico mostraba en la vesícula del cisticerco un comienzo de desecación. A l cabo de un mes sólo quedaba una mancha blanca de contornos difusos. L a enferma acusaba gran mejoría en la visión, que se fue acentuando en los meses siguientes. Pasa un año y vuelve la enferma a nuestra clínica, acu­ sando una disminución de la visión. El examen oftalmoscópico muestra la mancha blanca algo abultada de contornos muy bo­ rrosos. Da la sensación de una formación quística. Nos cuenta la enferma que la mejoría iniciada después de las aplicaciones de rádium fué acentuándose. Llegó a poder enhebrar una aguja Así persistió durante diez u once meses, v por esta fecha notó una disminución rápida de la agudeza visual. Así se ha mante­ nido hasta la fecha. Van transcurridos dos años desde la aplica­ ción de rádium. V . = 1 / 10/ Por residir la enferma lejos de Gijón, no hemos podido se­ guir el curso con toda la atención necesaria ni nos ha sido po­ sible conseguir de la enferma nuevas sesiones para obtener un dibujo del fondo del ojo. Indudablemente la extracción del cisticerco será el trata­ miento más eficaz y el que deberemos seguir cuando ello sea posible. En nuestra enferma, la situación del parásito y su ta­ maño hacían impracticable toda tentativa de extracción. Claro es que el tratamiento por el rádium tiene el grave in­ conveniente de abandonar los restos del parásito bajo la retina y exponer, como en nuestro caso, a una transformación quística que perturba la visión. Pero, aun con estos inconvenientes, es preferible a las demás intervenciones propuestas en los casos en que podamos diagnosticar las primeras fases del desarrollo del cisticerco. Quizá perfeccionamientos en la técnica y una mavor preci-

LA SUTURA PREVIA DE L A CÓRNEA EN L A EXTRACCIÓN DE L A C A T A R A T A SUS VENTAJAS, SUS RESULTADOS EN G U A Y A Q U IL Por

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A.

Una de las operaciones oftalmológicas que con más frecuen­ cia estamos llamados a ejecutar en nuestra práctica profesional es la extracción de catarata, operación tan llena de sorpresas en cada uno de los diferentes tiempos operatorios, y de tan fáciles complicaciones aun en los casos más diestramente operados. Y a son incidentes en el mismo acto operatorio, o complica­ ciones postoperatorias, las que mantienen siempre al operador alerta y en incertidumbre sobre el resultado final, y serán de­ pendientes ya de la docilidad del enfermo, ya del estado anatomofisiológico del ojo, del estado constitucional del enfermo y aun en muchas ocasiones de algo misterioso que se escapa a la investigación más sutil, a las precauciones más extremas. L a operación de catarata es una de las operaciones oftalmo­ lógicas que más grandes beneficios brinda a la humanidad ; de aquí que continuamente se trata de perfeccionar la operación para obtener los mejores resultados, para evitar las posibles complicaciones, para substraernos de la crítica injusta, para te­ ner siempre el supremo gozo que experimentamos cuando el éxito corona nuestros esfuerzos, cuando, cumpliendo con nues­ tra sublime misión de dar luz donde existían tinieblas, devolve­ mos a la sociedad a uno de sus miembros ya algún tiempo re­ cluido ; son en esos momentos en los que nosotros, los oftal­ mólogos, sentimos tanta dicha, tanta felicidad, al igual que la experimentada por el enfermo operado. Cuatro son los procedimientos empleados para la extracción d e la catarata : 1.° La extracción simple sin iridectomía ; 2.° L a extracción combinada de Graefe ;

3.0 L a extracción conjuntival de Desmarres, ya la primi­ tiva o ya la modificada por Pansier y por Vacher ; 4.0 L a extracción con sutura de la córnea, ya sea por el método de K alt o por el de Lapersonne. L a s dos primeras, las más frecuentemente empleadas, son las de más rápida ejecución, pero no ofrecen siempre la misma garantía que las de puente o colgajo conjuntival o la de la su­ tura de la córnea, que impiden el enclavamiento del iris, la in­ versión del reborde corneal, el prolapso del vitreo y otras ven­ tajas, que más tarde expondré detenidamente. Siendo el objeto de las presentes líneas el tratar de la ex­ tracción de la catarata con sutura de la córnea, dando a conocer los resultados que he obtenido y las ventajas que nos presta tan preciado método, me reservo para otra ocasión el tratar del mé­ todo de extracción con colgajo o puente conjuntival. En 1867, Willians, de Boston, había propuesto la sutura de la córnea para la extracción de la catarata, pero es Suárez de Mendoza, en 1889, y después Vacher y Kalt, los que erigen esta práctica en método, y es as! que no podemos substraernos de transcribir los siguientes conceptos de la «Enciclopedia Francesa de Oftalmología» : ((Consideramos la sutura de la córnea en la operación de la catarata como una práctica excelente y que merece ser aplicada sistemáticamente.» Al principio la operación filé practicada para la extracción simple sin iridectomía, pero posteriormente se ha extendido a la extracción combinada, pues no sólo es su objeto el prevenir el prolapso del iris, sino que también permite con más seguri­ dad la extracción de masas del saco cristaliniano, quedando a un lado el reproche que se le ha hecho : de que la sutura minu­ ciosa, delicada y un poco larga, precede a una intervención de­ licada cual es la extracción de la catarata ; pues conviene tener presente que, si bien es minuciosa y delicada, pasa desaperci­ bida por el paciente cuando está el ojo anestesiado con cocaína v la dificultad vencida es compensada con la mayor seguridad de éxito, con la simplificación de los cuidados postoperatorios, pues los operados pueden evitar el martirio de una inmovilidad

prolongada, reduciendo al mínimo de tiempo la posición acos­ tada, tan horrorosamente recordada por los pacientes. Durante nuestra estancia en París, en 1914, donde estudié la especialidad de Oftalmología, fui muy entusiastamente im­ presionado al ver al Prof. K alt practicarla ; eran pocos los demás especialistas que la ejecutaban : el Prof. Lapersonne, hoy uno de sus más grandes defensores, lo hacía sólo de vez en cuando, para hacer, a nosotros sus alumnos, demostraciones y enseñarnos la técnica operatoria ; Morax, D upuy - Dutemps, R o chon Duvignaud, Galezowski, no estaban del todo decididos. Eran Kalt, Valude, Chevallerau, es decir, el grupo distinguido de oculistas del servicio de quince-vingts ; el que lo practicaba con frecuencia era sobre todo el Dr. Kalt, que con ardiente en­ tusiasmo nos inculcaba sus ideas sobre las ventajas del método de extracción de la catarata con sutura de la córnea. Al regreso a nuestro Guayaquil, lleno de conocimientos teó­ ricos sobre la cirugía ocular, con sólo el entrenamiento que es posible en aquellos centros, con operaciones en el cadáver, nues­ tro entusiasmo tenía que esperar circunstancias propicias v de­ jar las operaciones difíciles para cuando hubiéramos adquirido práctica en los procedimientos más sencillos de la extracción de catarata, y es así que, en iqi6, la extracción de catarata con su­ tura de la córnea fué por nosotros por primera vez practicada en el Ecuador, la que repetimos en tres casos más. Pero como en­ contrara la técnica un poco delicada, me abstuve de continuarla ; así lo consigné en 1922 en mi trabajo sobre ((Contribución al estudio de la oftalmología en el Ecuador», donde se encontra­ rán las siguientes líneas al respecto : (¡en casi todas las opera­ ciones de catarata hemos seguido el método de extracción com­ binada ; en casos excepcionales he empleado la sutura previa de la córnea por el método 'de K alt ; en el caso de un enfermo indócil y sordo la practiqué, y dicha precaución nos impidió fracasar, pues habiéndose movido el enfermo, la sutura previa llenó su objeto impidiendo la salida del vitreo.» Así, la opera­ ción que tan diestramente la habíamos visto practicar por K a lt y Chevallerau, nos dió brillante éxito, pero la consideramos de tiempos operatorios muy delicados, para ejecutarla de una ma­

ñera sistemática, y en la mayoría de los casos continuamos ope­ rando por el método habitual de Graefe. Mas en estos últimos tiempos, nuestros continuos éxitos, la habilidad adquirida con los años de práctica, llevados por el deseo de dar más seguridad de éxito a los clientes que me honran con su confianza, todas estas circunstancias hicieron que tomáramos con más empeño el método de que venimos hablando, para ir al perfecciona­ miento que. nuestro distinguido profesor, el Dr. Kalt, nos in­ culcó, para evitar las complicaciones que pueden sobrevenir en un ojo anchamente abierto, hasta que el procedimiento cicatri­ zal de la herida o sección esclerocorneal se haya completado, res­ tableciendo las funciones fisiológicas del ojo. Cuando en tiempos anteriores practicábamos la extracción de la catarata por el procedimiento de Graefe, observamos que las operaciones que más éxitos nos daban, y en las que la cu­ ración era más rápida, eran esos casos en los que la cámara anterior del ojo se restablecía rápidamente, permitiendo que la dilatación pupilar producida por la atropina diera lugar a una midríasis suficiente, que nos impidiese la formación de sinequias, y, por consiguiente, de ese trabajo plástico exudativo de iridociclitis postoperatoria que conduciría ya a una catarata secunda­ ria, ya, cuando menos, a membránulas más o menos completas, v con las reflexiones que nos hacíamos recordábamos la conve­ niencia de la sutura de la córnea. A nuestra mente ha venido con frecuencia el recuerdo de una extracción de catarata en una señora octogenaria en la que, a los ocho días de operada, la cicatrización no se hacía, permane­ ciendo la cámara anterior borrada,( y en vista del fracaso de la cicatrización estimulada con la cauterización al galvanocaute­ rio de los bordes de la queratotomía, nos vimos obligados por dos ocasiones de practicar el recubrimiento conjuntival ; estos incidentes, seguramente los hubiéramos evitado con la operación con sutura de la córnea. Hemos recordado con frecuencia el temor que se experi­ menta cuando, al hacer la primera curación, nos encontramos con que la herida filtra humor acuoso, que la cámara anterior no está formada, que la pupila permanece inmóvil, y, por con­

siguiente, la iritis o iridociclitis postoperatoria constituyen nues­ tros enemigos que, arteramente y en silencio, nos arrebata el éxito final de una operación brillantemente ejecutada ; es en, medio de esos recuerdos que la extracción de la catarata con su­ tura de la córnea se nos impone, y que las sabias lecciones de Kalt, el excelente profesor y buen amigo, nos indujeran a vol­ ver a tomar esta técnica operatoria que en 1916 la habíamos practicado, siendo el primero en hacerla en Guayaquil y en el Ecuador. Cuantas veces hemos oído los clamores de los enfermos por la posición prolongada del decúbito dorsal, cuantas veces nos hemos estremecido al ver que nuestros operados han tosido con frecuencia, han tenido vómitos o estornudos, que han sido asmáticos, que han sido epilépticos, enfisematosos, etc., y en algunos que, cuando menos lo esperábamos, una gripe, una congestión pulmonar, nos ponían en la obligación de hacer le­ vantar al enfermo antes de tiempo, quedando perplejos entre* dos indicaciones o imperativos opuestos : el de tener al enfermo operado con inmovilidad para impedir una hernia o enclavamiento del iris, una hemorragia expulsiva y su vaciamiento to­ tal, y la otra indicación, la de movilizar al operado para salvarle la vida. Con la extracción con sutura de la córnea, nos ponemos al abrigo de estos temores y de estas complicaciones. Todos estos argumentos han hecho que volvamos a lo que ya antes habíamos iniciado en nuestro servicio del Pabellón «Pantaleón Icaza», y hoy, de una manera sistemática, practica­ mos la extracción de catarata con sutura de la córnea, ya por el procedimiento de K alt o por el modificado de Lapersonne, y es­ tamos satisfechos : de los resultados brillantes que hemos obte­ nido y de haber adquirido la práctica necesaria para hacerla con toda habilidad y corrección. L a operación es en sí más larga y laboriosa que la de ex­ tracción combinada ; el paso de la aguja de K alt en las láminas superficiales de la córnea es delicada ; la queratotomía sin cor­ tar la seda saliendo en sus límites justos, es también delicada, pero, si bien es laboriosa y delicada su práctica, los resultados

que con ella se obtienen son brillantes v ponen al abrigo de las complicaciones, va locales o va generales. C o n c l u s io n e s

La sutura previa de la córnea en la extracción de la catarata ofrece las siguientes ventajas : 1 .a Impide la hernia o el enclavamiento del iris, el pro­ lapso del cuerpo vitreo y la inversión del colgajo corneano. 2.a La cicatrización se hace rápidamente, la cámara ante­ rior se forma con prontitud y la atropina instilada al ojo des­ pués de la operación produce una midríasis suficiente y opor­ tuna, impidendo la iridociclitis exudativa, que conduce o a la catarata secundaria, o a la seclusión pupilar más o menos com­ pleta. 3 .a La inmovilización del operado es relativa y corta ; en caso necesario, puédese, cuando uno lo juzgue conveniente, ha­ cerlo sentar, con lo que se impiden las complicaciones pulmona­ res y cardíacas. 4.a La extracción de las masas cristalinianas se hace con más facilidad y más completamente, pudiéndose extraerlas como yo acostumbro practicarla, primero con la cucharilla de Daviel, antes de cerrar la sutura, o después de cerrada, con el aspirador de Redar o con el de De Lapersonne. 5.a L a curación es más rápida, y para los enfermos que deseen permanecer pocos días hospitalizados en la clínica, es ideal, pues a los seis días se puede extraer la sutura. Objeciones. — L as que se le han hecho al método no tie­ nen ningún valor ; la de que la córnea puede ser perforada por la aguja o cortada por la seda, la de que la queratotomía sea dificultosa, pudiéndose temer cortar la seda al practicarla, son negaciones de habilidad operatoria ; pero sí juzgo que sólo debe practicarse la extracción de la catarata con sutura previa de la córnea, cuando se tiene la práctica suficiente para operar bien y con habilidad una extracción de catarata por el método ha­ bitual . Antes de terminar, réstame exponer que, a los métodos

enunciados al comienzo de este trabajo, hay que agregar los de Homer Smith, el de Arnold Knapp, que poco se practica, y el procedimiento de la facoérisis del Dr. Ignacio Barraquer, de | la Universidad de Barcelona, que siendo de mucho ingenio y ? habilidad, es una de las justas esperanzas de la ciencia oftalmo­ lógica ; aun no se ha pronunciado por ella la última palabra, pues los resultados son varios según los diferentes operadores, • pero creo que está llamada en día no lejano a ocupar el puesto que le corresponde por sus futuros éxitos. La extracción de la catarata nos es señalada en los pasajes de Plino (primer siglo de nuestra era) y en las obras de Galeno, (ciento cincuenta años después de Jesucristo) : no deja lugar a duda que operaciones aisladas fueron practicadas, pero sin cons­ tituirse un método especial, quedándose en ese estado de tanteos durante diecisiete siglos, hasta que en épocas no muy lejanas, en 1 750, Daviel fijó las reglas para la extracción de catarata v constituyó un método, presentando el resultado de sus observa­ ciones en 1752 a la Sociedad de Cirugía ; posteriormente su téc­ nica sufre modificaciones, así como el instrumental por él ideado, v es De Graefe quien con más ventajas la modifica, naciendo la extracción lineal con el cuchillo que lleva su nombre y que aun es empleado ; después viene la extracción combinada con iridectomía instituida por De Graefe, Mooren, Jacobson. Surgen luego nuevos métodos, unos ya abandonados ; otros que aun subsisten, como los de Desmarres, Pansier, Vacher, Kalt, Lapersonne, Smith, y últimamente el de Barraquer. ¿C u ál será la operación del porvenir? Difícil es responder; sólo podemos decir que, por ahora, el método de sutura de la córnea y el del colgajo conjuntival de Vacher, llevan actual­ mente la primacía y son los más frecuentemente ejecutados.

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APUNTES PA R A L A HISTORIA DE L A OFTALMOLOGÍA EN MÉJICO Por el

Dr. D

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P rofesor de O ftalm ología en la F acultad de M edicina, en M éjico

L a historia de la oftalmología en Méjico, puede dividirse en los siguientes períodos : I. Época precortesiana. II. Durante la dominación española. III. Desde la independencia de Méjico hasta nuestros días.

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HASTA N U ESTR O S D ÍAS ( 1 9 2 6 )

La primera sociedad médica que existió en Méjico llevó por nombre ((Academia de Cirugía», y funcionó por los años de 1825 a 1829. Por esa época, y como miembro de dicha Sociedad, floreció D. José Miguel Muñoz, de quien el Dr. Luis Troconis Alcalá dice: «...el célebre D. Miguel, aquel genial barbero, que allá en los últimos días de la época colonial había operado con ins­ trumentos ele su propia invención a uno de los oidores de la Audiencia, devolviéndole la vista que había* perdido a conse­ cuencia de las cataratas. Y tan hábil era en la ejecución de esas operaciones, que reclamaban su destreza y cuidado por donde­ quiera...» D. José Miguel Muñoz empleaba el método de Daviel, ex­ tracción, y empleaba, como ya se ha dicho, instrumentos idea­ dos por él y contruídos en Méjico (véase lámina). D. Luis Muñoz (1847) oculista distinguido, se había forma­ do en la escuela de su propio padre, D. José Miguel. D. Luis, según refería él mismo, acompañaba de niño a su padre a ver

los enfermos de catarata, y le ayudaba en las intervenciones qui­ rúrgicas que ellas requerían. D. Luis heredó de su padre cier­ tas habilidades manuales. ¡En compañía de D. José M .a de Vér­ tiz hizo un viaje a Europa, radicándose en París para seguir las lecciones de Desmarres. Fue cirujano del Hospital de San A n ­ drés, catedrático de Patología externa en la Escuela de Medi­ cina y miembro fundador de la Academia de Medicina. En 2 de septiembre de 1863, cita dos operaciones de catarata ; operaba las cataratas unioculares, y en las bioculares operaba simultá­ neamente los dos ojos. Por los años 1832 a 1833 el Dr. Jecker, uno de los fundadores de la Escuela cíe Medicina en Méjico, en la cual desempeñó la plaza de profesor de Anatomía, reputado médico y cirujano, se dice que ejerció también como oculista y practicó hábiles opera­ ciones de los ojos. Va en 1837, el Dr. Carrón du I'illars, médico francés, esta­ blecido en Méjico en aquellos días, practicaba el abatimiento de las cataratas y escribió una memoria sobre un nuevo método de practicar la operación, estudio que fué presentado a la primera Academia de Medicina de Méjico el 20 de noviembre de 1S37. Hasta por el año de 1852 hay indicaciones de que practicaba dicha operación. Alumno de la antigua Universidad, titulado médico el año de 1836 en el «Establecimiento de Ciencias Médicas», cuna de la Facultad de Medicina, el S r. Dr. D. José M .a de Vértiz, maes­ tro eminente, oculista distinguido y cirujano de gran renombre, a su regreso de Europa, a donde había ido en compañía de don L uis Muñoz con el fin de seguir en París, entre otras, las clí­ nicas del gran Desmarres, operaba en Méjico allá por los años de 1847 a 1848 las cataratas por el procedimiento de Daviel, ha­ ciendo la queratomía superior ; operaba la catarata uniocular, y en las de ambos ojos, las operaba simultáneamente, como lo hacía también D. Luis Muñoz. El Sr. D. José M .a de Vértiz fué director del Hospital de Jesús Nazareno, catedrático de Me­ dicina operatoria en la Escuela de Medicina y fundador de la Academia de Medicina. Por esa misma época (1847 - 1848) se hizo notable como A R C H IV O S

DE

O FTALM O LO G ÍA

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dedicado a las enfermedades de los ojos el S r . D. Manuel A n ­ drade y Pastor. Graduado cirujano latino del antiguo Protomedicato, en el año 1831, fué el Dr. Andrade practicante mayor de medicina en el Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno, fundado por el Conquistador D. Hernando Cortés, y por su dedicación y eficacia mereció ser nombrado, en 1832, ciru­ jano de dicho hospital. Siendo médico titulado en la Universi­ dad, determinó pasar a Europa a perfeccionar sus conocimientos, y a 1 efecto se embarcó en Veracruz, con dirección a París, en febrero de 1833. Volvió a Méjico en agosto de 1836. Fué primer catedrático interino de cirugía de la Escuela de Medicina en 1838, y después catedrático de anatomía. Enumerando los mé­ ritos del Sr. Andrade, decía el Dr. Lavista que eran vastísimos los conocimientos de este profesor : como oftalmólogo, era bien reconocida su reputación ; fué uno de los primeros que trató el glaucoma en Méjico por la iridectomía, era hábil operador de cataratas y fué uno de los primeros, si no el primero, en em­ plear la canalización metálica del segmento posterior del ojo para la curación del despegamiento de la retina (1). Figura muv importante en la historia de la oftalmología mejicana fué D. Julio Carlos Alberto Clement, que vino de Fran­ cia a radicarse en Méjico por el año de 1849 ; tuvo un gran crédito en la ciudad de Méjico, v mayor aún en la de Guadalajara, devolviendo la vista a numerosos enfermos de los ojos. De entre un distinguido grupo de médicos que por los años 1854 a 1856 se señalaron por su dedicación a la oftalmología, v que fué formado por los doctores : D , Crescendo B o v es, Hégewich, Galezowski, D. Matías Béistegui, D. Domingo Arámburu, D. Angel Iglesias, D. Aniceto Ortega y D. José M .a Barceló de Villagrán, se destaca la figura del Dr. D. Manuel Carmena v Valle. El Dr. Carmona v Valle ha sido, sin duda, la figura más saliente de la oftalmología mejicana, tanto por la habilidad en el manejo del oftalmoscopio y la precisión en los diagnósticos del fondo del ojo, cuanto por haber sido un profundo v com(1) Discurso pronunciado por el Dr. R a fa el L a v is ta , a nom bre d e la Academ ia de M e ­ dicina, en la vela d a fú n ebre dedicada a la m emoria del Sr. D r. D. A gu stín A ndrade, la noche del 3 d e m ayo d e 1887.

pleto médico internista y un hábil cirujano y partero ; en suma, un Qomrpleto médico. Titulado en la Escuela de Medicina de Méjico, en el año 1852, salió para Europa en 1854, a donde llegó a raíz del descu­ brimiento del oftalmoscopio, hecho por Helmholtz, y de este eminente sabio recibió las primeras enseñanzas para su empleo y utilización, habiendo adquirido una grandísima habilidad en su manejo y alcanzado una profunda y sabia interpretación de los resultados obtenidos por tan indispensable aparato, en el exa­ men del fondo del ojo. A su regreso de Europa fundó en Méjico la primera clínica libre de oftalmología en el Hospital de San Andrés y en el de Jesús Nazareno, institución esta última fundada por Cortés, se­ gún se ha dicho ya. L a clínica del Dr. Carmona y Valle funcio­ nó de 1364 a 1880, y en ella se formaron los oftalmólogos : D. José M .a Bandera, D. Ricardo Vértiz, el maestro D. José M .a Gama y D. José Ramos, quien después de haber hecho sus estudios en Méjico, pasó a Europa a perfeccionarlos. En Milán (Italia) llamó la atención en aquella época la habilidad y compe­ tencia con que los discípulos del Dr. Carmona y Valle, en Mé­ jico, conocían el manejo del oftalmoscopio, instrumento aún poco generalizado. L a clínica del Dr. Carmona y Valle fué fructuosa, no sólo por la formación de brillantes discípulos, como los mencionados, sino por los trabajos científicos que en ella se emprendieron. El Dr. Carmona presintió el astigmatismo cristaliniano, que llamó «catarata transparente» ; modificando la teoría de la aco­ modación, emitida por Helmholtz, formuló la suya, en 1872, la cual figura en los anales de oftalmología mejicana como impor­ tante trabajo de fisiología o cu lar; ideó una pinza-fórceps para la extracción de la catarata, mejorando el asa de Snellen ; adaptó el alumbrado eléctrico al oftalmoscopio biocular de Giraud Teulon ; ideó el método de extracción de la catarata por queratomía externa, descrito en la página 90 de la tesis de concurso del doc­ tor Lavista y señalado en la lámina que acompaña a este trabajo. El Dr. Carmona y Valle murió en 1892, y el que esto escribe formó parte, como tesorero, de la junta que le levantó un mo­

numento en la Plaza de Santo Domingo, frente al edificio de la Facultad de Medicina. Contemporáneos del Dr. Carmona fueron los doctores D. Agustín Andrade, D. Domingo Orvadaños y los famosos y reputados cirujanos D. Rafael Lavista, cuya tesis de concurso (1869) versó sobre catarata, y D . Francisco Montes de Oca, cirujano jefe y director del Hospital Militar en Méjico, ambos notables cirujanos que, aun sin haberse dedicado espe­ cialmente a la oftalmología, fueron, sin embargo, muy compe­ tentes en esta rama de la medicina y se señalaron como magní­ ficos operadores de los ojos. D . Agustín And-rade, mejicano muy distinguido, hijo de 1). Manuel Andrade y Pastor, nació en París en 1S36, durante la estancia de su señor padre en aquella ciudad, y al regreso de su familia a Méjico hizo los primeros estudios en el Seminario de León. Volvió después a la capital de Francia, en cuya Facullad de Medicina alcanzó el grado de doctor. Regresó de nuevo a la República en 1860, y se incorporó entonces, previo examen, a nuestra Escuela de Medicina, en la cual obtuvo por concurso la cátedra de Medicina legal. Así también alcanzó de la propia manera la plaza de médico en el Hospital de San Andrés. Ejer­ ció brillantemente su profesión, distinguiéndose como cirujano oftalmólogo y ginecólogo. Fué el primer médico oculista direc­ tor del Instituto Oftalmológico Valdivielso, fundado por el filán­ tropo Sr. D. Ignacio Valdivielso, y en su clínica se formaron como especialistas en enfermedades de los ojos los doctores L o ­ renzo Chávez y Agustín Chacón (después profesor de oftalmo­ logía por concurso de la Facultad de Medicina de Méjico). Posteriormente a aquellos distinguidos médicos, florecie­ ron en Méjico, casi en una misma época, los doctores D. Ricardo Vértiz, D. José Ramos y D. Fernando López, tres figuras muy respetables de la oftalmología contemporánea. El D r. D . Ricardo Vértiz (hijo de D. José M .a de Vértiz, ele quien ya hemos hablado), fué el segundo director del Instituto Valdivielso, y bajo sus sabias enseñanzas, en cursos libres, con­ tinuaron sus estudios de oftalmología los entonces estudiantes de medicina, Chacón, Chávez, R am os y Vélez. En 1888, se fundó la clase de oftalmología en la Facultad de

Medicina de Méjico, y fué nombrado para desempeñarla el señor Dr. D. Ricardo Vértiz, quien, por motivos de salud, no pudo inaugurarla, tocándole ese honor al distinguido profesor de pa­ tología interna D. José Ramos, quien la desempeñó por un año. A su regreso de Europa, ya mejorado de salud, ocupó su sillón en la cátedra el Dr. D. Ricardo Vértiz, desempeñándola brillan­ temente por unos dieciocho meses ; desgraciadamente la afección que venía padeciendo se agravó, y la Facultad de Medicina per­ dió con el Dr. Vértiz, que falleció en temprana edad, un distin­ guido profesor. Actualmente, una de las aulas del Instituto Oftalmológico de la Facultad de Medicina, la del Prof. Daniel M. Vélez, a inicia­ tiva suya, lleva el nombre del Dr. Ricardo Vértiz, primero y es­ clarecido profesor de oftalmología en dicha Facultad. El Sr. Dr. D. José M .a Gama, muy distinguido profesor de la Facultad de Medicina en Méjico, muy probablemente el decano de los actuales profesores, es un erudito y sabio profesor de pa­ tología externa, v en su cátedra se ha ocupado con gran compe­ tencia e interés de las afecciones oculares, de las que tiene un amplio y bien establecido criterio. El profesor Gama se ha ocupado de los asuntos de ojos, y ya en otro lugar de estas notas nos ocupamos de su interesante tesis acerca de las queratitis. El Dr. Gama ha atendido con gran acierto a multitud de enfermos de los ojos en la clientela par­ ticular, y es consultado en la Academia Nacional de Medicina v en otras sociedades médicas en asuntos de oftalmología; es miembro de la Sociedad Mejicana de Oftalmología y Otorrino­ laringología, en la cual oímos con respeto y veneración sus cul­ tas v atinadas palabras en asuntos de ojos. El Dr. D. José Ramos, brillante figura de la oftalmología mejicana, por su talento, erudición y profunda cultura, fué dis­ cípulo del Dr. Carmona y Valle, recibió su título de médico en Méjico y pasó después a París a estudiar oftalmología, habien­ do sido jefe de la clínica del reputado profesor Galezowski, y a su regreso de Europa, en 1886, fué el primero en traer a Méjico estudios científicos acerca del astigmatismo, y se dedicó a estu­ diar entre nosotros los vicios de refracción. Muy conocedor de-

'

las matemáticas y de la física, tenía profundos conocimientos en óptica fisiológica ; hábil en el manejo del oftalmoscopio, adqui­ rió gran competencia en el examen del fondo del ojo y, como su maestro Carmena, siendo un ilustrado oculista, era al mismo tiempo un gran clínico en medicina interna, y sus sabias lec­ ciones de oftalmología fueron siempre relacionadas con el estu­ dio de las enfermedades generales. En su brillante cátedra se formaron algunas de las personali­ dades actuales del movimiento oftalmológico moderno en Méjico ; los doctores Enrique Grane (director honorario del Hospital de Nuestra Señora de la L u z ); Antonio F. Leal' (Monterrey) ; A n ­ tonio F . Alonso (San Luis de Potosí) ; Emilio F. Montaño, su discípulo predilecto, actual profesor adjunto de oftalmología en la Facultad de Medicina de .Méjico, v a cuya iniciativa se debe que el aula en que da su clase lleve el nombre de su querido maestro Ramos ; José de Jesús González (León, Gto.) ; Manuel Uribe y Troncoso, actualmente profesor propietario de oftalmo­ logía en la «Post-Graduated School», de Nueva York, y el profe­ sor Rafael Silva, actual director del Hospital de Nuestra Se­ ñora de la Luz, en Méjico. El Dr. D. Fernando Lopes, discípulo del eminente cirujano militar D. Francisco Montes de Oca, que ya en el Hospital de San Lucas practicaba la cirugía ocular v magníficamente la ci­ rugía general antiséptica y aséptica, después de haberse gra­ duado médico en la Escuela de Medicina, en 1870, y de haber desempeñado cargos de importancia en el Hospital Militar de Instrucción y en la Escuela Práctica Médico-Militar, fué enviado a Europa a estudiar la cirugía de urgencia y la oftalmología ; a su regreso estableció una clínica libre de oftalmología en el Hos­ pital Militar de la guarnición de Méjico, habiendo tenido como su discípulo más constante v adicto al Dr. Daniel M. Vélez, actual profesor de oftalmología por «concurso» de la Facultad de Medicina de Méjico. L a clínica del Dr. López en el Hospital Militar de Instruc­ ción fué en su época de una gran importancia por el buen senti­ do clínico con que fué llevada, porque el Dr. López era un no­ table v hábil operador, campeando al lado de su habilidad una

gran prudencia al juzgar las indicaciones operatorias, porque los procedimientos por él seguidos, en exploración, en técnica quirúrgica y en métodos terapéuticos, eran perfectamente estu­ diados hasta en sus más mínimos detalles. El Dr. López era un profesor «haciendo)), no «diciendo» ; era un sabio, mas no eru­ dito ; pues su excesiva modestia y su carácter no le inclinaban en ei sentido de la oratoria. Pero los que tuvimos la felicidad de tratarlo y seguirlo en su clínica y acompañarlo en la clientela civil a practicar sus operaciones, lo consideramos siempre a la altura de cualquiera otro de los cirujanos extranjeros ; su técni­ ca era irreprochable. El Dr. López ha sido sin duda el mejor operador mejicano en tratándose de operaciones de los ojos. E s ­ cribió poco, como poco hablaba ; pero su enseñanza estuvo siem­ pre llena de interesantes detalles que señalaban al hombre genial, seguro de su ciencia y de su arte. En su clínica se formaron los doctores D. Enrique Osornio, actual jefe del Departamento del Cuerpo Médico Militar Meji­ cano en la Secretaría de Guerra y Marina y director de la E s ­ cuela Práctica Médico-Militar ; D. Federico Abrego, y el que esto escribe, y discípulo del Dr. Vélez ha sido, y por lo tanto derivado de la misma escuela oftalmológica del Dr. López ; el Dr. Adolfo Viguri, profesor ahora de oftalmología en la E s ­ cuela Médico-Militar. D. Fernando López fué director del Hospital General de la ciudad de Méjico, y su honrada, activa, científica e inteligente dirección ha sido señalada posteriormente a su muerte por el acto de justicia, de habérsele dado su nombre a la aula mayor de las que sirven para las clínicas de la Facultad de Medicina en dicho Hospital General.

C entros

d o c e n t e s d e c l ín ic a o f t a l m o l ó g ic a e n

M

é j ic o

La clase de oftalmología en la Facultad de Medicina de Méjico fué establecida en 1888 por el Prof. Ricardo Vértiz, quien la desempeñó un año, y desde 1889 hasta 1896 por el Dr. José Ramos, que la sirvió con extraordinario brillo y lucimiento. En 1896, el Dr. Ramos, que era adjunto a la cátedra de pa-

tolog'ía interna, fué llamado a esa clase por fallecimiento del se­ ñor Dr. D. Maximiliano Galán, que la había venido desempe­ ñando desde la muerte del antiguo propietario Sr. Dr. D. R a ­ fael Lucio, cuyo adjunto era. Al dejar la clase de oftalmología el Sr. Dr. Ramos, se abrió concurso para cubrir la plaza de profesor propietario, habién­ dose presentado los Dres. Chacón, Chávez y Alonso (1896), lle­ gando a obtener la plaza el Dr. D. Agustín Chacón, quien ocu­ pó la cátedra desde 1896 hasta 1914. En 1897 se abrió el concurso para profesor adjunto de of­ talmología, habiendo tomado parte los Dres. Manuel Uribe v Troncoso y Daniel M. Vélez, habiéndola obtenido este último, quien entró después a desempeñar la clase como propietario, por fallecimiento del Sr. Dr. Chacón ; el Sr. Dr. Vélez ha conti­ nuado desempeñándola hasta la fecha. Ültimamente ha sido nom­ brado profesor adjunto el Dr. D. Emilio F . Montaño, y ambos desempeñan la clase de oftalmología, que a causa del crecido nú­ mero de alumnos hubo necesidad de dividir en dos grupos. Son jefes de clínica de oftalmología del primer grupo los Dres. Anc/tonio Torres Estrada v Juan Luis Torroella, v del segundo el Dr. Conrado Izábal Triarte.

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o s p it a l

o f t a l m o l ó g ic o

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(Calle de Ezequiel Montes) Primitivamente «Instituto Oftalmológico Valdivielso». Establecimiento de beneficencia privada, el más importante de los que prestan servicios a los pobres, en el ramo de oftal­ mología. Atendido por hermanas, quienes con noble altruismo y des­ interés prestan sus servicios anualmente a millares de enfermos de los ojos. El servicio oftalmológico del Hospital de Nuestra Señora de la Luz es irreprochable, tanto en la dirección médica como en las atenciones del personal de hermanas y enfermeras. Desde 1891 han sido directores de este benéfico estableci­ miento : D. Agustín Andrade, D. Ricardo Vértiz, D. Joaquín Vértiz, D. Lorenzo Chávez, del antiguo «Instituto Valdivielso» ;

D. Enrique Graue, del Hospital de la Luz, y actualmente el Dr. Rafael Silva, quien hasta hace muy poco tiempo fue profe­ sor de oftalmología para especialistas en la extinta Facultad Na­ cional de Altos Estudios. Además de sus competentes directores, el Hospital Oftalmo­ lógico de Nuestra Señora de la Luz ha tenido a su servicio ocu\¡ listas de la competencia de los Dres. Luis S . Viramontes y An‘ Ionio Torres Estrada, por no mencionar sino algunos de los que se han distinguido en tan simpático y benéfico establecimiento. Estudiantes de los años superiores en la Facultad de Medicina desempeñan el puesto de practicantes. H a y servicio oftalmológi\¡ co en el Hospital de Jesús Nazareno, habiendo tenido como di­ rectores a los Dres. D. Manuel Carmona y Valle, D. Ignacio Magaña, D. Manuel Uribe y Troncoso y actualmente a los doc­ tores D. Andrés Martínez, como jefe, y a D. Gildardo Serrano, como ayudante. En el Hospital »Concepción Béistegui», el servicio oftalmo­ lógico estuvo a cargo de los Dres. D. Joaquín Vértiz y D. L o ­ renzo Chávez. En el Hospital General de ¡a ciudad de Méjico existe ser­ vicio oftalmológico en dos pabellones, uno para hombres y otro para mujeres, a- con acceso al anfiteatro de operaciones. Dicho servicio ha estado sucesivamente a cargo de los Dres. Agustín ' Chacón, D. Emilio F . Montaño, D. Manuel Uribe y Troncoso, D. Ignacio Valle, D. Rafael Nadal y D. Juan Luis Torroella. Por varias temporadas los «Pabellones de ojos» en el Hos­ pital General han sido el asiento de la clínica oftalmológica de la Facultad de Medicina, la cual actualmente sostiene un bien dotado consultorio en la calle de Bolívar, cerca de dicha Facul­ tad, v que sirve principalmente a la populosa barriada norte de la ciudad. Esta útil institución está dirigida por el Prof. D . D a­ niel M. Vélez, v en ella prestan sus servicios gratuitos al pú­ blico el Prof. Emilio F. Montaño y los Dres. Torres Estrada, 1 J . E. Torroella v C. Izábal Iriarte (i). (! ) L a ben em érita «Sociedad para prevención de la ceg u era ». fundada últim am ente, tiene estalíleeida en la ealle de A rista un consultorio gra tu ito para atención de las en fer­ m edades d e los ojos, dirigid o por el Sr. D r. César K . M argain, y en el cual trabajan los oculistas San M artín y Prad o Rom ana.

'1'e s is

y p u b l i c a c io n e s

d e o f t a l m o l o g ía

Desde 1836, en el periódico de la Academia de Medicina aparecen artículos acerca de oftalmología, cuyo fondo y redac­ ción acusan aún pocos conocimientos verdaderamente científicos en dicha rama de la medicina. Y a en 1869, las tesis de concurso de los Dres. Manuel M. Carmona y Valle «Anomalías de la re­ fracción» y del Dr. Rafael Lavista «De las diversas especies de catarata y de su tratamiento quirúrgico», demuestran que los conocimientos especiales de la oftalmología en Méjico habían entrado ya en una vía científica. La tesis del Dr. José M .a Gama «De las queratitis y su tratamiento» (1878) es también un docu­ mento científico de gran valor. En la bibliografía que acompaña a esta nota se encuentran la mayor parte de los trabajos de oftalmología publicados en Méjico. t'omii periódico o publicación destinada a la oftalmología es sólo hasta julio de 1898 que aparecen los Anules de Oftal­ mología, publicados por los Dres. Manuel Gribe y Troncoso v Daniel M. Vélez, v que se continuaron hasta el X V I I volumen, en los que están vertidos todos los trabajos de los oculistas me­ jicanos. Por una temporada se dejaron de publicar los Anales de Oftalmología, hasta que el Dr. Daniel M. Vélez continuó la segunda serie de la publicación, con el título de Anales de la Sociedad Mejicana de Oftalmología. Habiéndose incorporado a la Sociedad de Oftalmología los otorrinolaringólogos, la publicación continuó con el nombre de .¡nales de la Sociedad Mejicana de Oftalmología y Otorrinola- ( rigología, y actualmente, diciembre de 1926, ha terminado su 1 V I volumen de la segunda serie. ^ En total, 77 volúmenes de la primera serie v 6 de la se­ gunda, dan 23 volúmenes de una publicación destinada única­ mente a la oftalmología. Ella ha tenido cuidado de recoger los artículos de la especialidad dados a luz en otras publicaciones por los médicos mejicanos.

S o c ie d a d e s

que

c u l t iv a n

la

o f t a l m o l o g ía

en

M

é j ic o

Como corporación que ha dedicado todas sus actividades al estudio de la oftalmología, la Sociedad Mejicana de Oftalmolo­ gía y Otorrinolaringología, fundada hace treinta y seis años, y a la que pertenecen todos los oculistas mejicanos, ha dedicado sus esfuerzos al cultivo y difusión de los conocimientos necesa­ rios a fin de evitar o curar las enfermedades de los ojos, en un radio de acción que comprende la totalidad de la República me­ jicana. Para ello, siempre ha procurado mantener despierta en­ tre sus miembros, diseminados por la extensión de nuestro vasto territorio, en las capitales y poblaciones principales de los E s ­ tados, un gran interés y constante estímulo, sea por medio de sesiones mensuales, sea por medio de reuniones anuales, que de preferencia se verifican asociadas a los Congresos médicos na­ cionales o por intermedio de la publicación de sus Anales y de la de folletos especiales destinados en su mayoría a tratar cues­ tiones de higiene y de profilaxis ocular. L a Academia Nacional de Medicina, en su sección de oftal­ mología, integrada por los Dres. Alonso, Montaño, Silva, T o ­ rres Estrada, Viramontes y Vélez, da a conocer muy frecuente­ mente artículos del ramo, que ven la luz pública en las páginas de la Gaceta Médica de Méjico, antiguo y acreditado periódico de dicha Academia.

II. — N O T A S C L I N I C A S

CASO ATÌPICO DE OSIFICACIÓN ENDOOCULAR Por

M

a r io

E

st eba n

O ftalm ologo del H ospital M ilitar y del H ospital de la Cruz R oja (S e v illa )

M. L ., soldado, de veintidós años. A los cuatro años padeció m enin­ gitis v al m ism o tiem po tuvo los ojos m alos. D esde entonces no ve con el ojo izquierdo. H a sufrido fuertes dolores, «corno si le arran caran el ojo», coincidiendo los períodos dolorosos con enrojecim iento (invección ciliar) y m olestias en el otro ojo. No ha padecido sífilis, reum atism o, ni otra enfer­ m edad. lis ia d o actual. — O, D ., norm al. O. I., m icroftálm ico, con surcos co­ rrespondientes a las inserciones m uscu lares (atrofia). O clusión y seclusión pupilar (vestigios de an tigu a iridociclitis) que impide el exam en oftalm os­ còpico. H ipotensión. W asserm ann negativo.

^UttleAAO'U,) M u g í a l o « OtíliWw« i

F ig .

1

D iagnóstico. — Iridociclitis p lástica, con secuelas. A m aurosis. T ratam ien to . — L o s accesos dolorosos y la posibilidad de fenóm enos sim páticos en un ojo atrófico, del que nada puede esperarse, m e m ovieron a acon sejar su sacrificio, y practiqué la evisceración del m ism o, curando en diez días.

L esio n es an alom opatológicas (fig. i). — E l iris se halla adherido a la córnea en la m itad inferior. E l cristalino tam bién tiene adosados a la cris­ taloides anterior restos p igm en tarios. En el centro se han organizado e x u ­ dados, lo m ism o del lado de la pupila que del lado del vitreo. D uran te la operación choca el instrum ento con un cuerpo duro, á s ­ pero, do consistencia ósea. Aprisionado con una pinza, se e x t r a e : tiene form a de boquilla de fu m ar, en cu va 'parte an terio r se hunde la lente cristalin ian a y cuyo extrem o posterior se adelgaza y presenta un orificio. L a form ación ósea no estaba en relación inm ediata con coroides : ha salido un líquido turbio, no viscoso, que las separaba. E l exam en microscópico com prueba la estructura ósea (fig. 2).

F ig .

2

C o m e n t a r io s

Se trata de un caso de osificación endobulbar, como secuela de una antigua afección inflamatoria de la membrana uveal, que me sugiere las siguientes consideraciones : Entre los antecedentes figura un dato interesante : la con­ currencia de una meningitis con la primitiva inflamación endoocular (iridociclitis plástica) que suprimió rápidamente la visión. Es el tipo de la oftalmía metastásica, que muv comúnmente se debe a infección por meningococo (r). La osificación del vitreo, considerada imposible durante largo tiempo, ha sido demostrada en el hombre por Wittich y Wirchow, y después por Poncet, Ciaccio, Becker, Pagenstecher, ( 1) P o u la r d : V a lo r semiolóf/ico y Esp ecialidades», 23 de ju lio de 1027.

üq

la oftalm ía m etastásica, «A r c li. de M edicina, Cirugía

Berger (i), y experimentalmente en el caballo por Wirchow, en la nutria por Hyrtl y en el conejo por Borello (2). Nuestro caso es uno más a poner fuera de duda que la osificación del vitreo es posible, va que la pieza anatomopatológica es completamente independiente de la membrana coroidea. Este hecho bastaría para destruir la antigua teoría de Knapp, según la cual el hueso neoformado se produciría a expensas de la coriocapilar, y con­ firma la opinión de Pagenstecher, más admitida, de una organi­ zación fibrosa y luego ósea de los exudados. E s decir, el proce­ so, que siempre se desarrolla en ojos ya ciegos, se hace a ex­ pensas de los exudados plásticos que invaden el vitreo. Basta ver la microfotografía, para saber que no se trata de un simple depósito de sales calcáreas, sino de una verdadera transforma­ ción del tejido conectivo en tejido osteoideo v óseo por acción metaplást ira. Como señala De Wecker, desde el punto de vista clínico la cuestión ofrece un interés secundario. En efecto, tratándose siempre de un ojo ya ciego, no se da importancia a que en él exista un proceso de osificación (que, por otra parte, rara vez podrá diagnosticarse «a priori»). Pero la observación de este caso, con sus repetidos accesos de inyección y neuralgia ciliar, dieciocho años después de la ceguera, hace pensar si ese estado de irritabilidad no estará relacionado con la presencia intraocu­ lar de la pieza ósea, verdadero secuestro mal tolerado. Ello in­ duciría a estudiar el proceso, más que por curiosidad anatomo­ patológica, por deducir aplicaciones clínicas. (1)

E n c ic lo p . f.

( 2)

B o re llo :

d ’O plitalin., tom o V I.

C o n trib u ció n

«A n n . d i O tt., o ctu b re de bre de 1026.

histológica

102.',.

\¡ ex p e rim en ta l

R e f. en « A r c li

n la

osificación de la

de O fta lm . H ispano - Americanos)»,

coroides, diciem ­

I I I .— S O C IE D A D E S

SO C IED A D

C IE N T IF IC A S

O FT A LM O L Ó G IC A

S e s ió n

del

21

de

m arzo

de

DE V IEN A 1927

Nitxch : Quiste esc/erocorneal formado espontáneam ente^^.™ el ojo izquierdo de un niño de cinco años viene desarrollándose un tum or desde hace dieciocho m eses. E n el borde interno de la córnea, y unido a ésta, se encuentra un quiste, cuyo borde interior adelanta desde hace un m es 3 m ilím etros hacia el centro de la córnea. A la lám p ara de hendidura se ven m arcadam ente las dos paredes del quiste, com puestas de tejido cor­ neal. E n el borde hacia la córnea vense claram ente filam entos tendidos entre am bas paredes ; m ás cerca del centro del quiste hay puntos pequeños que deben ser filam entos rotos. E ste fenóm eno m uestra el desarrollo del quiste, form ado por la discisión del tejido corneal. D e las cau sas de este quiste, nada se sabe. L o s padres del paciente creen que no puede ser debido a accidente. E n vista de las grandes proporciones del quiste, se recom ienda la operación. T a u s s ig : A n irid ia binocular congènita. — U n a m u jer de treinta años, cuyos padres y herm an os han tenido norm ales los ojos, tiene aniridia en am bos ojos. Éstos son m ás pequeños de lo norm al ; los ejes m ás largos de las córneas están dispuestos en un sentido algo oblicuo, y el extrem o superior, dirigido hacia las sienes. E n el lado tem poral hay m uñones in­ sign ifican tes de iris ; la s fibras zonulares son perfectam ente visibles. E n los dos ojos existen opacidades de R in d e del cristalino, y opacidades pulveriform es en las partes p erinucleares. E l ojo derecho tiene una catarata p olar posterior ; en los dos ojos hay, en las superficies anterior y posterior del cristalino, restos de la túnica vascu lar. D isposición atipica de los vasos de la papila. N o hay pigm entación de la fòvea en .reflejos m aculares. L a agudeza visu al con + 2 ’o dioptrías es de 6/0(J. N istagm u s. So lh n a n n : Pústula vaccina I de la conjuntiva. — U n joven medico fue atacado de varicela, y, al tercer día, se le presentó una eflorescencia pa­ recida a una flictena en el borde interior de la córnea, con hiperem ia cir­ cunscrita. E ste nodulo, que al principio era de un color gris, volvióse am a­ rillo, v está todavía presente después de quince días. Sólo se conocen h asta ahora seis casos sem ejantes. P illa i : Form ación de una linea pigm entada sobre el iris. — T r á ­ tase de una m uchacha de dieciséis años, que ha sufrido varias crisis de iritis. Se comprobó aum ento de tensión, por lo cual procedióse a la iridectom ía. L a en ferm a ha estado som etida a dos cu ras de tuberculina v a un

tratam iento de Pondorf. A prim eros de m arzo, sobrevino una iritis grave, que dism inuyó rápidam ente al presentarse un ataque de gripe. Sólo se en­ cuentra una m asa fibrosa retraída, conteniendo pigm ento, que se extendía hacia abajo h asta la cám ara y recubre la imitad del iris. L o s días sigu ien ­ tes, la fibrina fu e retrocediendo cada vez m ás hacia la cám ara. T o d av ía se ve distintam ente delante del plano del iris la cornisa fibrinosa. L a dism i­ nución v la contracción de la fibrina, junto con los m ovim ientos del iris, podrían exp licar el m ecanism o de la form ación de las líneas pigm entadas. E n el caso presente la falta de m ovim ientos del iris es debida a la seclusión v a la oclusión de la pupila. D is c u s ió n :

S a fa r : Di re que este caso es distinto a los observados por él : en éstos se trataba de discisión del iris. E sto s surcos pueden form arse por roturas. L in d n e r : R ecuerda que hace algún tiempo fue presentada a la «Société O phtalm ologique» una línea pigm entada recta.

Weinlraub : Desprendimiento de la coroides en la mácula de ambos ojos. L a enferm a, de cuarenta y cuatro años de edad, h acía ocho sem an as que empezó a ver como una niebla delante de su ojo dere­ cho. H ace quince días, el ojo derecho presentaba el m ism o aspecto que el que actualm ente presenta el izquierdo. En la región de la m ácula existe un abom bam iento m uy tenso, de 6 d. p . , y está circunscrita por una línea am arillen ta que la separa del resto de la retina. E l color am arillo es m uy visible a la luz sin rojo. L a protuberancia tiene un color gris. En el ojo izquierdo, la agudeza visual es de °/]0i -con i 7 ’oo D . Con 3/330 puede com ­ probarse un escotom a central p a ra colores. D uran te la observación, la pro­ tuberancia se acentuó a la izquierda. E n pocos días la visión ha dism inuido, desde 6/6 con + 6 ’o D. a 6/s con + 8'o D . L a hiperm etropía del ojo dere­ cho h a dism inuido desde 7 a ¿ D . N o habiendo alteraciones en el cuerpo vitreo, no existe m otivo p ara suponer un cisticerco ; siendo probable que se trate de un desprendim iento anterior de la coroides, cuya cau sa no se conoce. 4 » s í : Inclusiones en las conjuntivitis agudas. — En tres en fer­ m os que se presentaron padeciendo cuatro, seis y cinco m eses, respectiva­ m ente, con ju ntivitis violenta, se encontró únicam ente en uno de ellos, como resto de la enferm edad, una hipertrofia p ap ilar de la conjuntiva de los plie gu es interm edios. Al principio, estos casos presentaban el aspecto de traco­ m a agudo. No puede dárseles el n ó m b r e le con ju ntivitis de piscina, porque ninguno de los pacientes había frecuentado esta clase .de establecim ientos. M ás correctam ente podrían estos casos ser design ados por el nom bre de infecciones con inclusiones ; es posible que sean infecciones genitales. D is c u s ió n :

P illa t : L a designación de «conjuntivitis de piscina» no debiera prodi­ g a rse m ás de lo justo. L in d n er, que ha visto tam bién tres casos, dice que, desde el punto de vista clínico, tenían el aspecto de tracom as agudos. Al e x a m in a r el ter­ cer caso L in d n er, no pudo encontrar inclusiones, habiendo, en cam bio, una A R C H IV O S

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cantidad de ellas en las preparaciones de A u st. U na de las enferm as tiene desde entonces el oído izquierdo algo sordo. E n los casos de inclusiones, es frecuente una cierta pérdida del oído, a causa de un catarro de las trom ­ p as, que, por lo tanto, 110 tiene nada de característico. S o m m er : Partícula de cristal alojada en un ojo sin producir reacción. — E l 30 de junio de 1926, el enferm o resultó herido en un ojo, a causa de la explosión de una lám para eléctrica. Se com probó una herida horizontal en la córnea, en la que se h allab a incluido un trozo de iris. C a ta ra ta trau m ática. H ubo de precederse a iridectom ía y la catarata se absorbió espontáneam ente. A ctualm ente, vense los bordes del coloboma desviados hacia la córnea. E n el coloboma se encuentra un hilito blanco v una partícula de cristal prism ático que* m uestra viva refracción de la luz v una descom posición de ésta. L a partícula no produjo irritación algu na. L e d e rtr : Carcinoma metastàtico de la coroides de ambos ojos. A una m u jer de sesenta v cinco años, operada en m ayo de 1926 por carci­ nom a del seno, le sobrevino poco tiempo después centelleo en el ojo iz­ quierdo. E n el m es de noviem bre observóse trastorno visu al en el ojo derecho. L a agudeza visu al de este ojo era de v Ja e g e r 1. En el lado n asal, inferiorm ente, había una m asa gris. En diciem bre, las ven as cilia­ res se hicieron m anifiestas v h ab ía un desprendim iento total de la retina. Sensación lum inosa a 2 m etros. En el ojo derecho se encuentra una bolsa de color gris am arillento, que sube de abajo arrib a. Agudeza visual de 6/s. E n la m ácula había puntitos de color g ris . A la izquierda, la retina estaba siem pre adosada sobre el cristalin o. A ctualm ente, el desprendim iento de la retina se extiende h asta la papila. L a en ferm a cuenta los dedos. A la izquierda, am aurosis. H a v una recidiva de carcinom a local v una exu d a­ ción de la pleura. A scher ha reunido 107 casos de este género. D is c u s ió n :

Lcm ber ha visto, en 1924, tres casos de carcinom as m etastáticos : uno d e ellos había atacado a los dos ojos, v el otro solam ente a uno.

' Alt: Un caso de envenenamiento por quinina, favorablem ente influenciado por la punción lum bar. — L a enferm a, que h abía tomado 10 gram os de quinina (de la que arrojó una buena parte), quedó ciega nueve días antes de su ingreso en el hospital. L a s papilas estaban pálidas ; los va so s retiñíanos m uy contraídos, y había un edem a de la retina, en el que desaparecían los vasos, no lejos de la papila. E l cam po visual tenía un diám etro de 1 1/„°, después de la prim era punción llegó a 4°, v con la segunda se extendieron los lím ites h asta 20o del punto de fijación. Inm e­ d iatam en te después de la segunda punción, la enferm a dijo espontáneam ente que veía m ejor. E n vista de ello, procedióse a una tercera punción, con la que el cam po visual vino a ser casi norm al, resultando la visión de G/6. I.os vasos se han ensanchado y m uestran en alg u n as p artes dilataciones an eu rism áticas ; se ve una depigm entación parcial del fondo del ojo, con aglom eracion es circu nscritas de pigm ento, como las que ha descrito Abelsd o rff en los envenenam ientos por optoquina.

D is c u s ió n :

L a u b e r recuerda el tratam iento eficaz de los envenenam ientos de a l­ cohol metílico p or punciones lum bares (P incus, Z ethelu s y W érien). K esten bau m m llam a la atención respecto a la reacción lenta de la pu­ pila en estos casos, y que se encuentra tam bién en el caso actu al. E s po­ sible que la palidez sea ocasionada por la destrucción de los capilares. K re a m er : Fabricación de apósitos para los ojos. — E n los a lm a­ cenes de m aterial médico se venden discos de uata, de 4 - 5 centím etros •de diám etro, contenidos en sacos de g a sa esterilizada y em balados en cajas.

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Dr. Ilcnhih C ush m u n : Extracción de catarata en miopía difícil. Presenta un paciente en cuyo ojo izquierdo había practicado una extracción in tracap su lar, siguiente a una iridectom ía, dos sem an as antes. Antes de la operación ’había m iopía de 16 dioptrías. N o se h abía notado fluidez del v i­ treo antes de que el cristalino se hubiera nublado com pletam ente. E n la operación perdióse una lig e ra cantidad del vitreo. E l resultado final fue : vi­ sión 2°!„7, con 1 ’50 C . a. 120o. H abía un desprendim iento de la retina con c a ta ra ta com plicada en el otro ojo. D r. Gcvil R . S o p p e r : Iritis sifilítica. — Presen ta un caso con sinequia a n u lar com pleta, depósitos en la m em brana de D escem et, glau com a secun­ dario y ca tarata accreta. L a visión estaba lim itada a la precepción de la luz y proyección. Se h abía hecho una iridectom ía prelim in ar, bajo la su ­ p ervisión del D r. Su ker, dos años antes, y diez días antes una extracción in tracapsular. L a visión h abía aum entado hasta con tar los dedos, con a l­ gu n a dificultad a 10 pulgadas. Se descuidó la reacción postoperatoria. A d­ herido a la cápsula anterior del lente había un gran anillo de adhesiones i rí ticas. D r. N . I i. L a z a r : Inyección cisterna magna para atrofia óptica tabética. — Presen ta el caso de un paciente con la visión en el ojo derecho a 2% 00 I el ° j ° izquierdo solam ente a m ovim ientos de la m ano. A ntes de esto h abía estado som etida a seis m eses de tratam iento antiluético. El cam po operatorio m ostrábase contraído, y h ab ía pérdida de la visión del color en el ojo izquierdo ; contracción p ara todos los colores, especialm ente rojo y verde, en el ojo derecho. E n 26 de febrero se le hizo una punción de cisterna m agn a, inyectándole */„, gram os de cloruro de m ercurio. Pocos días después la visión en el ojo derecho fué 20/2oo, y en el izquierdo 8/-ooP^n 18 de m arzo se hizo otra punción de cisterna m agn a, m ejorando la

visión h asta 10/,00 en el ojo izquierdo, m ien tras el derecho perm anecía en z0/2oo- E l cam po m ostraba notable contracción. Al principio, el paciente no podía distin gu ir nada, excepto som bras, con el ojo izquierdo, pero ah ora podía reconocer los objetos. H asta entonces no había habido m arcado cam ­ bio en la form a del cam po en el ojo derecho, ni percepción de color en el izquierdo. D r. K e c k ic k : Lagoftalm os con corrección plástica. — P resen ta a este paciente, que entró en el hospital con p arálisis facial del lado izquierdo, lago ftalm o s izquierdo, ectropión del párpado bajo izquierdo y queratitis con lago ftalm o s. L a fisura palpebrai era de ancho tal que, aun cuando el paciente tratara de cerrar el ojo, la córnea entera quedaba descubierta. D e la región tem poral izquierda tomóse un pedacito, y colocósele en un defecto que tenía en el párpado superior, suturándose allí. Se hizo esto m ediante una incisión en el párpado superior, sobre el m árgen superior del tarso, y paralelo al m argen libre del párpado, a través de la piel y m úsculos orbicular v elevador, hacia la con ju ntiva palpebrai, y fue a ju s­ tad a arrib a v abajo. E l añadido vertical fué entonces llevado horizontal­ m ente hacia el defecto. E ste procedim iento corrigió el lagoftalm os. E l ectropión se corrigió haciendo una lengua como un lóbulo en el pár­ pado inferior, cerca del cant'hus externo y llevando éste hacia arrib a y hacia a fu e ra, bajo un puente de piel, donde fué suturado. E s ta operación no es distinta a la operación de H u t - T a u s le y para la ptosis, y corrigió el 50 por 100 del ectropión. Ahora se propuso una operación sem ejante en el lado nasal del párpado inferior, para corregir el ectropión restante. El paciente podía ah ora cerrar el ojo h asta el punto que toda la córnea que­ daba cubierta. L a queratitis había desaparecido. L a visión había m ejorado desde con tar los dedos a unos pocos pies, h asta 2°/„00. D r. J . L ifsch u tz ■ Inyección de cisterna magna para atrofia óp­ tica tabética. — M ostró un ■hom bre de sesenta y dos años que tenía un historial de ceguera del ojo izquierdo p or sobre un año, y al cual fa ltá ­ bale la visión del ojo derecho desde hacía unos seis m eses. H acía unos treinta años que h abía tenido una infección luètica p rim aria. U n exam en completo hecho p or los departam entos médico y neurològico, comprobó el diagnóstico de tabes con la pupila de A rgvll Robertson y en líquido es­ pinal + + + + . L a visión en el ojo izquierdo era nula, y en el derecho 8/200. A m bas papilas m ostraban palidez gris tem poral, m ás m arcada en el ojo izquierdo. L a p upila derecha m ostraba u n a h em ian opsia peculiar, probable­ m ente debida a m eningitis b asilar luetica. P o r indicación del D r. Su k e r se le puso una inyección de 1¡I2 gram o de bicloruro de m ercurio, en 2 de febrero, m ediante una puntura cisternal ; el día 19, la visión en el ojo de­ recho fué de 20/„00. E l 23 de febrero, otra inyección de la m ism a intensidad llevó la visión h asta 20/lou. U n a tercera inyección, en 16 de m arzo, con la m ism a cantidad, sum in istrad a del m ism o modo, dió una visión de 20 70 con + 1 . E l exam en del líquido obtenido m ediante la p un tura cisternal dió m ás 4 en las prim eras dos pruebas, y m á s 2 en la tercera, todas las cuales indicaban la curva típica de L a n g e .

L a atrofia óptica tabética es espiroqueta) en su origen, e inflam atoria en carácter. Y a sea el proceso neurítico, vascu lar o intersticial, la atrofia que sigu e es grad u al, progresiva y m ás igualm ente secundaria en carácter. De aquí que sea probable que h aya un cierto estado de la enferm edad en el que, por tratam iento directo y adecuado, pueda ser contenida. H a y cinco fo rm as de tratam iento antiluético, o sean cutáneo, in tram u scu lar, intravascu lar, intraespinal e in tracraneal. L a inyección intraespinal no llega a los ventrículos del cerebro, según se ha dem ostrado repetidam ente en perros, en los que el exam en del cerebro seguía a una inyección espinal de azul de m etileno v no acu sab a ningu na m ancha del tejido del cerebro. T o d as las otras fo rm as de tratam iento deben lle g ar al cerebro por vía cir­ cu latoria, y esto es aparentem ente dem asiado lento, o bien insuficiente, en concentración para afectar a la enferm edad. L a inyección in traventricular, realizada con la técnica debida, es la m ás directa, y, probablem ente,

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