EL DÍA, domingo, 30 de noviembre de 2014
p1 VIAJEROS PRECOLOMBINOS, la polémica sobre si hubo quien llegó a América antes que Colón. 6/7
del domingo revista semanal de EL DÍA
Criminalidad, delincuencia y otros sucesos en el Puerto de la Cruz durante el siglo XIX (I)
Texto: Javier Lima Estévez (Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna)
A Melecio Hernández Pérez. Por una vida dedicada a enseñarnos todos aquellos detalles relacionados con la historia y el patrimonio del Puerto de la Cruz.
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urante el siglo XIX, se desarrollaron toda una serie de cambios importantes en la realidad económica y social de las Islas. A grande rasgos, las transformaciones operadas derivaron en la consolidación de la burguesía y del capitalismo, generando un proceso cuya realidad final acabaría siendo similar a la del resto del Estado, e incluso al de otros países occidentales; pero Canarias presentaría toda una serie de peculiaridades muy específicas. La burguesía acabaría ocupando el primer puesto social, convirtiéndose en la gran beneficiada del crecimiento económico, pero éste se hará, sobre todo, en función de una producción agrícola enfocada hacia el comercio exterior: cochinilla, plátano y tomate. La comercialización total de estos productos no la hará la propia burguesía canaria, sino que dependerá de com-
pañías comerciales extranjeras: inglesas y francesas. El núcleo tinerfeño del Puerto de la Cruz no escapará a tal realidad, en un siglo en el que la comunidad británica irá creciendo a la par que se publican diversas obras en las que se destacaban las virtudes y beneficios para la salud que otorgaba la ciudad portuense, así como la belleza de un lugar que todavía conservaba su encanto natural. Una cuestión que se unía a “la existencia de un clima benigno y la existencia de hermosas viviendas para arrendar a unos precios módicos diseminados por el valle. El nivel de vida reinante en la isla, los bajos precios de los artículos de consumo, permitirían a los acaudalados británicos ciertas facilidades económicas para pasar largas temporadas aquí”(1). Los años finales del siglo XIX conocerán un aumento en el número de ingleses en el Puerto de la Cruz, pero será 1886 un año clave para la isla, y más concretamente para el Puerto de la Cruz, pues a un pueblo de apenas 4.000 almas llegan 500 ingleses. A raíz de ese primer “overbooking” se hizo necesario el establecimiento
Imagen de “Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava, 17011872”.
de hoteles que pudieran dar alojamiento a esos turistas que llegaban a un pueblo de pescadores, en el cual fueron bien acogidos, pero con notables carencias de infraestructuras. “En 1890 abrió sus puertas un nuevo hotel, el Gran Hotel Taoro, en el paraje entonces llamado Lomo de la Miseria, con una gran panorámica sobre la ciudad”(2). Diversos viajeros fueron destacando las peculiaridades del lugar en el siglo XIX. Uno de los relatos que nos ha llegado hasta la actualidad sería el de la pintora inglesa Elizabeth Murray (3). En su paso por el Puerto de la Cruz, destacó la presencia del notable Jardín Botánico, que por entonces se encontraba tristemente abandonado, aunque conservaba “en algunos hermosos rincones algo de
José Agustín Álvarez Rixo (17961883), figura esencial para el conocimiento del Puerto de la Cruz durante el siglo XIX.
lo que anteriormente fue”(4). La viajera nos dejó varios datos referentes al crecimiento de la ciudad asociado al desarrollo económico alcanzado en tal espacio, observando que “la población, una vez pasada su gran momento, presenta ahora un aspecto desolado y solitario. La hierba crece libremente en las principales calles y es raro encontrar algún ser humano, de tal manera que, si una bala hubiese atravesado la población, seguro que no habría hecho daño alguno”(5). Para Víctor Pruneda (6), el Puerto de la Cruz era una ciudad marcada por su buen clima, generando “3.600 fanegas de granos, 1.400 arrobas de vino, 1.300 de patatas, y algunos frutos menores”. Su población 3.460 almas”(7). William Robert Wills Wilde(8) observó una “pequeña ciudad, bien construida, limpia, y donde sopla bastante la brisa”(9). El mismo volvería a destacar el abandono total del Jardín Botánico, lamentando que el espacio pudo estar en manos del Estado prusiano, “sin embargo, los españoles con el orgullo y la dignidad consiguientes, ¡prefirieron que el Jardín se marchitara en sus propias manos, a que floreciera en las de otros!”(10). René Verneau(11) también nos dejó una descripción del núcleo portuense, resaltando todo lo negativo del lugar, al afirmar que “cuando se llega al Puerto
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de la Cruz o de La Orotava, el aspecto se vuelve menos alegre. Parece que la vida tenga horror a las aglomeraciones humanas. Esta pequeña aldea era, aproximadamente, tan triste como la villa y su puerto no contribuía a aportarle ninguna animación”(12). R. Verneau, de nuevo, destaca el estado de abandono del Jardín Botánico, “casi abandonada por el Gobierno español, que sólo asigna, para su conservación y para el sueldo de los empleados, una cantidad de 5.000 francos anuales”(13). En el aspecto educativo, el núcleo portuense llegó a contar en la segunda década del siglo XIX con seis escuelas privadas. Careció el lugar de escuela pública hasta 1846, momento en el que aparece una pública y mixta. En 1863, ya funcionaban en el Puerto de la Cruz dos centros públicos, uno de niños y otro de niñas. A partir de entonces, el lugar pasará a contar con escuelas públicas sostenidas por el ayuntamiento(14). A lo largo del siglo XIX, la población del Puerto de la Cruz experimenta toda una serie de cambios, siendo “en su primera década estacionaria, y a partir del año 1812 hasta el de 1835 de marcada disminución por causa de las muertes ocasionadas por la epidemia de fiebre amarilla. Tal lo manifiesta el menor número de habitantes en los años 1820, 1822, 1830, llegando hasta 1.770 habitantes el año 1835, lo que supone una baja de 2.133, más de la mitad (553 por 100) en treinta y tres años. Diez años más tarde, 1843, la población aumenta en 2.153 habitan-
Arriba, la plaza Parroquial. 1829. Dibujo coloreado a la aguada. Colección particular. Puerto de la Cruz. Fuente: RACBA
Abajo, plaza del Charco. Acuarela. Colección particular. Puerto de la Cruz. Fuente: RACBA
tes, llegando a unas unidades más (3.863) de las que tenía al comienzo de siglo, quizá en buena parte debido a la ampliación de su nueva jurisdicción municipal segregada a la Villa de La Orotava y a Los Realejos (Realejo Alto). En la segunda mitad del siglo XIX la población disminuye algo en el año 1857, para aumentar en el año 1860 y más aún en el de 1875, no obstante corresponde al de 1870 la crisis de la cochinilla”(15). Sucesos en el Puerto. 1807-1878 En el pasado de la ciudad portuense se esconde todo un conjunto de anécdotas, hechos y casos protagonizados por diversos individuos de cuyas huellas nos vamos olvidando poco a poco y que en la sociedad del momento derivaron en miedo, incertidumbre o recelo contra aquellos responsables de los asesinatos, robos u otras acciones que dejaron sus consecuencias sobre la población del lugar. Ya en el siglo XVIII nos podemos encontrar con registros en los que aparecen datos sobre asesinatos en el Puerto de la Cruz, tal y como ocurriría en 1740, cuando se produjo en el núcleo portuense de La Ranilla un asesinato por parte de un individuo apellidado Peraza contra su mujer. Los gritos de la mujer fueron escuchados por su propia madre, quien acudió en su auxilio, forcejeando con su yerno hasta que éste asesinó también a la mujer. En la misma noche, procedió a extraer de su casa todos aquellos elementos de valor, guardando los mismos en la casa del vecino bajo la excusa de que le iban a embargar. Finalmente,
emigró a América, lugar en que el acabaría siendo asesinado(16). En 1778, se produjeron en la ciudad portuense unos dramáticos sucesos protagonizados por dos madres que dieron fin a la vida de sus hijos. Una de ellas consideraba que su hijo estorbaba en la familia, dejando al pequeño en un risco donde lo “hallaron ya comido por las aves”. Asimismo, la otra madre deseaba contraer matrimonio, pero no pretendía tener en cuenta a su niño, por lo que le ató las vías del orín, enfermando el niño hasta que decidió acabar con su vida dejando a su suerte al pequeño entre unas piteras. Afortunadamente, el niño fue encontrado y se le suministraron medicamentos para lograr restablecer su delicado estado de salud(17). En 1807, la ciudad portuense sufrió un crimen protagonizado, al parecer, por un fraile franciscano, quien, supuestamente, asesinó a Macedonio de Curras. El crimen se desencadenó a partir de una simple partida de naipes en la casa de Gregorio Gorrín, quien tenía su residencia en la calle de Las Cabezas(18). Curioso sería el incidente ocurrido en 1809 en la ciudad, pues entre los días 29 de enero al 14 de febrero se registraron varias muertes en la casa de Rafaela Montesino, ubicada en la calle Zamora. El triste desenlace sería como consecuencia de la intoxicación sufrida por estas personas a través de la pintura que se había empleado en el lugar, sin una adecuada y suficiente ventilación. En 1810, Álvarez Rixo(19) con-
dena, sin paliativos, los altercados que la población del Puerto de la Cruz desarrolla durante la noche contra algunos franceses residentes en el lugar. Al parecer, desde los asesinatos a dos vecinos franceses el 5 de marzo de 1810, se cometieron toda una serie de incidentes. El primero de los asesinatos sería contra José Bressan, escribiente de la casa Cólogan. El segundo sería contra Luis Beltrán Broual, maestro de primeras letras, latín y música, que vivió en una casa ubicada en la Plaza Parroquial, siendo asesinado a pesar de que éste, “puesto de rodillas, imploraba misericordia”. Con los cadáveres “cometieron mil vilezas, algunas tan indecentes que hay reparo en escribirlas arrastrándolos, mutilándolos, colgando al uno de ellos boca abajo con parte de la ropa ya fuera, de los andamios de la popa de un barco, que estaba construyendo en la Plaza del Charco; y hubo mujer que hasta lo mordió, ¡como si fuese una acción heroica!”(20). Nicolás, apodado “el Carnicero”, continuó capitaneando a una masa que cometió diversos actos en un núcleo que no había experimentado tales alborotos en su historia. Las epidemias estuvieron presentes en múltiples ocasiones con mayor o menor fuerza en la ciudad portuense, hecho que obligaba a enterrar los cuerpos con rapidez para evitar posibles contagios. De esta forma, el 22 de noviembre, Antonio Silva, comandante del resguardo de dicha Villa, fue enterrado vivo(21). Una experiencia traumática que daría mucho que hablar entre los vecinos del lugar.
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EN PORTADA Curioso resulta el incidente protagonizado por el padre Fray José Escobar, tras haber dado una paliza a diversos miembros de su comunidad en La Orotava, huyendo hacia Estados Unidos en 1813. La huída se produjo tras haberse fugado de la torre de la parroquia matriz, lugar donde había permanecido durante un año, escapando vestido de labrador. Tras su paso a América, retornaría a España, siendo capturado y enviado de nuevo a las Islas. Sobre el conflicto, Álvarez Rixo apunta que las causas del incidente pudieron estar motivadas por el hecho de que Escobar y algunos frailes más querían elegir de provincial al padre Giraud, mientras que otros frailes apostaron por el anciano Padre Ferrer. Un conflicto que, junto a otros motivos, desencadenaron un altercado protagonizado por Fray José Escobar(22). En 1815, un italiano llamado Mateo Dotti, o Dori, asesinó a un herreño, tras observar que éste último le seguía con toda una serie de insultos y amenazas continuadas, resultado de viejas rencillas. El italiano trató de impedir cualquier golpe por parte del herreño. Finalmente, acabaría con la vida de su oponente en la zona de San Telmo, siendo absuelto de toda condena, tras haber argumentado su actuación en legítima defensa(23). El cura de Santa Úrsula estuvo a punto de ser asesinado en 1818, hecho que se conoció en diversos puntos de la isla, por haber intentado los autores de tal crimen incendiar la casa del párroco, disparando varias balas contra ella, sin obtener, afortunadamente, el fin que se habían propuesto. Lo cierto es que no se encontraron responsables de tan grotesco crimen(24). En el núcleo portuense, el año de 1824 vendría marcado por diversos
sucesos. Especialmente llamativo sería el ocurrido en las cuevas del barranco de Martiánez, lugar en el que cierto individuo, tras encender varias esteras, inició un fuego que comenzó a expandirse y llegó a afectar a una mujer que se encontraba dentro de tal espacio. El joven sería detenido por el acto cometido, aunque no ajusticiado, probablemente como resultado de su joven edad. Asimismo, durante el verano de ese año, se desarrolló en el Puerto de la Cruz un robo que sorprendió a los contemporáneos por la organización y preparación del mismo. Los encargados de tal hurto procedieron a entrar por un balcón de la escribanía de la casa de comercio de Bruce, ubicada en la calle Venus, logrando sacar la caja de hierro que allí se encontraba con una cantidad superior a los mil pesos en su interior. Transportaron
NOTAS:
la caja hasta el barranco de Martiánez, lugar donde procedieron a destrozar y abrir la misma, obteniendo una notable cantidad de dinero(25). Desde el siglo XVI, en la costa del Puerto de la Cruz han naufragado múltiples embarcaciones(26). Una muestra dramática de los acontecimientos ocurridos en la costa del lugar se desarrollaría en 1826, cuando, con motivo de la celebración de las fiestas de San Pedro Telmo, se volcó una lancha, cayendo al mar varios hombres y mujeres, muriendo cuatro personas ahogadas y prohibiéndose, a raíz de tal hecho, la realización de embarques o paseos en relación con tal festividad. Ese mismo año, además, se desarrollaría un dramático acontecimiento, tras el suicido de una joven de La Orotava que decidió poner fin a su vida arrojándose al mar durante la noche en la zona del boquete de San
(8) William Robert Wills Wilde nació en 1815. Fue un médico victoriano que pasó por el Archipiélago durante el siglo XIX en busca de
(1) González Lemus, Nicolás; Hernández Pérez, Melecio; Sánchez García, Isidoro. “El Puerto de la Cruz: de ciudad portuaria a turística”. Puerto de la Cruz: Centro de Iniciativas Turísticas, p. 134. (2) Baillon, Austin. “Misters: británicos en Tenerife”. Santa Cruz de Tenerife: IDEA, p. 4.
unas condiciones climáticas propicias para la recuperación de enfermedades, especialmente de tipo pulmonar (9) Wilde, William R. “Viaje a Tenerife”. Santa Cruz de Tenerife: Tauro, p. 32. (10) Wilde, William R. Op. Cit, p. 34.
El Valle desde el Taoro a finales del xix. Foto Marcos Baeza Carrillo.
Telmo. Un pescador del lugar encontró a la joven ya muerta, una vida que se perdió como consecuencia de “amores mal correspondidos”(27). Un hombre llamado Pedro N. Cachaplus, natural de Lanzarote, protagonizaría un asesinato en 1832. Al parecer, el mismo vivía en el Puerto de la Cruz desde hacía muchos años, cometiendo un atroz crimen contra una joven de 16 o 18 años de edad. Se trataba de la hija de una mujer de la que se había enamorado el mencionado asesino. El crimen no solamente terminó con la vida de la joven, sino también con la de su hijo, pues estaba embarazada de cinco meses. Ocurrió el suceso en la calle de la Independencia, frente a la casa número 12. Muy aficionado a la bebida, el individuo sería enviado de inmediato a la cárcel de Cabeza de Partido(28). Un curioso crimen con tintes novelescos se produjo en 1833, cuando el 22 de mayo de ese año, en la calle Nueva, el orotavense Antonio Acevedo (abandonado al nacer) le dio una puñalada al guargüero Francisco Ramos, padre de una joven de la que estaba enamorado. La joven llegó a ver a su padre en el suelo rodeado de sangre, retirando el cuchillo de su herida, con la finalidad de evitar lanzar culpas contra su pareja, escondiendo en su seno el cuchillo con la sangre caliente de su propio padre (29). En el mes de julio, se desarrollaría otro asesinato en el exterior de una casa de juegos en la conocida como calle de La Oposición, en la cual se generó un enfrentamiento entre varios jóvenes, donde, entre los insultos y las amenazas, Amaro Álvarez Castilla acabaría dando una puñalada a Gabriel Real, muriendo como consecuencia de las heridas. El reo fue detenido el día siguiente(30).
segunda mitad del siglo XVIII”. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, p. 450. (18) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 198. (19) Sobre la vida y obra de Jose Agustín Álvarez Rixo recomendamos al lector la lectura del artículo de Marcos Guimerá Peraza “José Agustín Álvarez Rixo, alcalde del Puerto de la Cruz”. En: Anuario de Estudios Atlánticos, n. 37, 1991.
(3) Elizabeth Murray se dedicó al arte bajo el influjo de su padre,
(11) Nació R. Verneau en La Chapelle (Francia) en 1852. Después de
apreciado retratista nombrado presidente de la Society of Artist en 1824.
doctorarse en Medicina y cursar estudios de botánica y antropología,
(21) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 215.
En su adolescencia visitó con su padre Italia y quedó fuertemente impre-
en marzo de 1876 es encargado por el Ministerio de Instrucción de una
(22) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 251.
sionada. Su primera exposición individual se inaugura antes de cum-
misión científica con destino a Canarias. En 1884 hizo un nuevo viaje
(23) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 257.
plir los veinte años. La llegada de E. Murray al Archipiélago obede-
al Archipiélago, permaneciendo en las Islas hasta 1888. Después de
(24) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 262.
ció al nombramiento en 1850 de su marido como cónsul en las Islas
la publicación de “Cinco años de estancia en las Islas Canarias” (1891)
(25) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 287.
Canarias.
el científico francés regresó a las Islas en varias ocasiones, la última,
(26) Para conocer un poco más al respecto, recomendamos al lec-
en 1935. El doctor R. Verneau, que falleció en París en 1938, escribió,
tor la obra de Fernando Viale Acosta “Temporales, naufragios y pira-
rife; Las Palmas de Gran Canaria; IDEA, p. 148.
entre otros libros sobre Canarias, la “Atlántida y los atlantes”, “Sobre
terías en el Puerto de la Cruz: siglo XVI-XX”. Asociación de Vecinos
(5) Murray, Elizabeth. Op. Cit, pp. 152-153.
la pluralidad de las razas antiguas en el archipiélago canario”, “Las
la Peñita. Puerto de la Cruz.
(6) Víctor Pruneda nació en El Ferrol en 1809. Su figura es reconocida
pintaderas de Gran Canaria y Los guanches y los bereberes”.
(4) Murray, Elizabeth. “Recuerdos de Tenerife”. Santa Cruz de Tene-
como una de las personalidades más importantes del republicanismo decimonónico. La política y la prensa fueron sus dos grandes pasiones, combinando ambas. Fundó “El Centinela de Aragón”, asimismo, colaboró en la fundación de otros periódicos como “El Huracán” (Teruel), “El Pueblo” y “La Igualdad”, ambos en Madrid. Fue varias veces alcalde
(12) Verneau, R. “Cinco años de estancia en las Islas Canarias”. La Orotava: J.A.D.L., p. 216.
(20) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 209.
(27) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 290-291. (28) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 322-323. (29) Al respecto, José Agustín Álvarez Rixo apunta lo siguiente: ¡Lo
(13) Verneau, R. Op. Cit, p. 217.
que causa una pasión! ¡Que bien en otras circunstancias escondería
(14) Galindo Brito, Antonio. “El asesinato de Mr. Morris”. Puerto
una joven en su seno el puñal chorreando con la sangre caliente de
de la Cruz: Asociación de Vecinos “La Peñita”, p. 37.
su padre que acababan de asesinar! La ocasión de este crimen fue-
de Teruel, así como Diputado y Gobernador Civil de Zaragoza y Miem-
(15) Arbelo Curbelo, Antonio; Espinosa Afonso, Julio. “Estudios de
ron algunas palabras que profirió Ramos prohibiendo al reo fuese a
bro del Directorio Nacional Republicano. Publicó varias obras. Por moti-
la demografía sanitaria del Puerto de la Cruz, 1772-1981”. En: Anua-
su casa. Presentóse éste mismo acto continuo al Gobernador, confe-
vos políticos, sufrió el exilio en varias ocasiones, llegando a Tenerife
rio de Estudios Atlánticos (31), 1985, pp. 8-11.
sando su delito. Fue preso y traído al calabozo del cuartel donde dur-
en uno de sus destierros y dejando por escrito su visión sobre la isla en la obra “Un viaje a las Islas Canarias” (1848). (7) Pruneda, Víctor. “Un viaje a las Islas Canarias”. Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria; IDEA, p. 146.
(16) Álvarez Rixo, José Agustín. “Anales del Puerto de la Cruz de
mió parte de la tarde, al parecer, tranquilamente y algunos han juz-
La Orotava: 1701-1872”. Tenerife: Cabildo Insular; Puerto de la Cruz,
gado que estaba algo acalorado del vino. Álvarez Rixo, José Agustín.
p. 168.
Op. Cit, p. 324.
(17) Guerra y Peña, Lope Antonio de la. “Memorias: Tenerife en la
(30) Álvarez Rixo, José Agustín. Op. Cit, p. 324.
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EN PORTADA
TURISMO
El calendario lunar de los guanches Ni siquiera el conocimiento que nuestros padres guanches tuvieron durante su permanencia en libertad de los periodos de tiempo del año ha podido representar una pista medianamente válida para localizar el lugar del que procedían. Está demostrado que, por ejemplo, el calendario lunar es muy anterior en otras culturas, como la del pueblo egipcio, mas hay varias versiones, todas discutibles, sobre la total influencia de la lunación. Resulta muy curiosa la que se escribió asegurando que los guanches inician su cambio a método de meses lunares, es decir, a cada período comprendido entre los momentos en que la luna se halla exactamente en la misma fase, y esa noche se tallaba en una gran tabla decorada con dibujos astrológicos la raya que correspondía a un periodo de 28 días solares. También es sugerente la que indica que durante la travesía que los guanches tuvieron que recorrer en barco el desembarco en las playas o arrecifes canarios los guanches se regían como método de contar el tiempo de la travesía por ciertas regularidades en la naturaleza, como el ciclo sexual de las mujeres. Una vez en tierra, todo apunta a que lo fueron cambiando por las mareas localizadas de noche, y, finalmente, cuando aparecen los conquistadores ya se tenía establecido un sistema mucho más seguro, como el calendario lunar, o el lunisolar que toma como primer día del periodo mensual la primera luna creciente. Este último calendario no solo tiene en cuenta los ciclos de la luna, sino también los del sol, que determinaban las estaciones. Como existen, salvo excepciones, doce meses lunares por cada año solar, a la repetición de doce lunas se la denomina año lunar, más los ciclos en los que los años lunares no coinciden con los años solares ya que existen años solares con trece lunas, los resultados tenían un pequeño error que tampoco cambiaba en mucho la forma de vivir del pueblo guanche, pero nos deja ver el alto conocimiento de los espacios y cómo, con sobrado tiempo, se podían preparar las complicaciones que acarreaba organizar el movimiento de los rebaños de cabras de zonas que se preveían muy frías a localizaciones templadas o incluso calientes. Todo indica que a la llegada a Canarias los castellanos tuvieron ocasión de aprender mucho de aquel pueblo que consideraban como salvaje, aunque nada de esto ha quedado escrito ya que está demostrado que ninguno de los militares, ni aún los de más alto rango, sabían escribir.
Colección “Guanches”, cuadro Nº 107 (técnica mixta sobre papel de dibujo de 70x50 cm)
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CLAVES DEL CAMINO
VIAJES PRECOLOMBINOS ¿Los auténticos descubridores de América?
L
as expediciones Ra 1 y Ra 2, emprendidas por Thor Heyerdahl en 1970 con el objetivo de demostrar que era posible navegar el Atlántico con embarcaciones primitivas, marcaron un hito en la comprensión del pasado. Él lo hizo con éxito utilizando embarcaciones de totora, contruidas por nativos aymara, desde la costa africana hasta la americana, abriendo el camino para que otros se aventurasen en la misma dirección, como fue el caso de la Expedición Atlantis, que tras cuatro años de preparativos se lanzó al océano en una balsa de troncos el 22 de mayo de 1984 desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife, alcanzando la costa venezolana de La Guaira el 12 de julio. La hipótesis de Alfredo Barragan, promotor de aquella expedición científica, era que 3.500 años atrás una expedición africana había alcanzado las costas americanas, quedando inmortalizada en las grandes cabezas de piedra de la cultura olmeca. Los rasgos negroides de esas impresionantes obras de arte apuntarían en esa dirección, casi como una fotografía de aquellos expedicionarios y navegantes primitivos. Aunque lo habitual, como veremos a lo largo de este artículo, es que esos presuntos contactos precolombinos se establezcan desde Europa o África hasta América, también se han sugerido rutas en la dirección contraria. De hecho, una de ellas, la propuesta por el experto en arte rupestre gallego Pablo Nova, plantea que la cultura caribeña taino-arahuaca pudo llegar a Canarias con sus embarcaciones y tomar contacto con las poblaciones indígenas de nuestras islas, en La Palma, La Gomera y hasta Tenerife. Fenicios en América Uno de los pueblos más intrigantes de la antigüedad fue sin duda el fenicio. Aunque desconocemos bastantes aspectos de su forma de vida, religión y cultura, casi todos los historiadores están de acuerdo en señalar como su principal característica el dominio de la navegación. Un dominio que posiblemente les permitió alcanzar el continente americano y expandir sus rutas comerciales, la otra actividad por la que han pasado a la historia. El investigador Pablo Villarubía recopila en su obra “Brasil insólito” un amplio catálogo de elementos que sugieren la presencia fenicia en este país. Da
A pesar del enorme cúmulo de evidencias recogidas en los últimos cien años, hoy persiste la idea errónea de que el primer contacto entre el Viejo Mundo y las tierras americanas se lo debemos a Cristóbal Colón. Pocos episodios de la historia parecen estar tan alejados de la realidad como este, en especial si tomamos en consideración hipótesis que sugieren la presencia en el Nuevo Mundo de fenicios, celtas, chinos, minoicos y vikingos.
Texto: José Gregorio González
cuenta, por ejemplo, de la teoría del austríaco Ludwig Schwennhagen, quien creía que los fenicios había llegado mil años antes de nuestra era a las costas brasileñas, a las regiones de Ceará, Río Grande do Norte, Piauí, donde fundaron Siete Ciudades; o al Estado de Maranhao, internándose en este último caso por el río Parnaíba, instalándose también en los pantanos cercanos a la isla de Sao Luis y a orillas del lago Maracu. Murallas, canales artificiales, muelles y restos de explotaciones minerales fueron algunos de los hallazgos de Schwennhagen, quien opinaba que tales vestigios indicaban que los fenicios comerciaban en el Mediterráneo con minerales, maderas y otros productos extraídos de estas regiones. Con independencia de las discutidas teorías del explorador austríaco que
Rasgos negroides en cabezas olmecas.
sugiere la existencia de rutas seguidas de forma premeditada, existen otros indicios que sugieren la llegada accidental de fenicios a las costas americanas. Hacia el 610 a.C. accedió al trono egipcio el faraón Necao II, a quien, entre otras cosas, le debemos la colosal hazaña para su época de querer circunnavegar el continente africano. Aunque miles de años antes los egipcios ya habían desarrollado una técnica de construcción de balsas de juncos similar a la de los aymara en el altiplano boliviano, que les podía haber servido para la navegación oceánica tal y como demostró Heyerdahl, en tiempos de Necao, según la egiptología la flota egipcia, apenas se atrevía a salir de las tranquilas aguas del Nilo. Por ello, el faraón contrató los servicios de la flota fenicia, aunque sin duda algunos hombres del faraón participaron en
una expedición que tras navegar por el Mar Rojo les trajo de vuelta tres años después por el estrecho de Gibraltar. Tal y como señala Luis de la Sierra, “las galeras de Necao fueron diez, y aparejaron del golfo de Aqaba, contiguo al Sinaí; atravesaron el mar Rojo, plagado de arrecifes; el océano Índico, con sus fuertes corrientes y monzones; desafiaron las terribles tormentas del cabo de Buena Esperanza y los ciclones y casi imprevisibles chubascos blancos del África Tropical. Pocas debieron de regresar y, muy probablemente, una de ellas fue desviada por la corriente de Benguela hasta el Brasil”. ¿Es posible que parte de los expedicionarios de Necao llegarán hasta las costas brasileñas 600 años antes de Cristo? Algunos hallazgos arqueológicos así parecen demostrarlo, o, cuando menos, sugerirlo. En 1872, un hacendero de la provincia brasileña de Paraiba descubrió en la zona de Pouso Alto una estela de piedra con varias inscripciones que fueron copiadas por su hijo y enviadas al director del Instituto Histórico y Geográfico de Brasil. Desde allí fueron remitidas a Ladislau de Souza Mello Netto, un prestigioso arqueólogo que dirigía el Museo Nacional de Río de Janeiro, quien rápidamente relacionó los símbolos grabados con caracteres fenicios o del antiguo hebreo, de cuya traducción se extraían fragmentos como “somos los hijos de Cannán, de Sidón. El comercio nos lanzó al mar a este país lejano, una tierra árida y montañosa bajo la protección de dioses y diosas. Partieron de Asiongaber, en el mar de los juncos, tras embarcar en diez barcos y navegar juntos por la costa de África durante dos años”. Rápidamente, la polémica traducción provocó un airado debate, mayor aún al no tener evidencias físicas de la piedra, que no había sido remitida por temor a que se rompiera. Se habló de una traducción deficiente e incluso de un fraude. El honor de Netto se mantuvo en entredicho por espacio de casi cien años, hasta que en 1967 el profesor y orientalista de la Universidad de Brandeis (Massachusetts, EE.UU.) Cyrus H. Gordon, junto al Dr. Jules Piccus, ratificó el origen fenicio de la inscripción, rechazando de plano que alguien pudiera falsificar la inscripción al estar escrita en una variación del antiguo hebreo-fenicio que no fue descubierta hasta avanzado el siglo XX. Aunque sugiere la presencia fenicia en Brasil, es imposible determinar si corres-
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CLAVES DEL CAMINO ponde a la famosa expedición de Necao. En cualquier caso, es significativo que en Paraiba y en otras zonas del continente abundan los grabados con apariencia fenicia, hebrea y egipcia, por lo que no resulta tan descabellado que la expedición de Necao II y otras anteriores o posteriores terminaran llevados por la corriente y sin solución de retorno al continente americano. Egipcios, celtas, romanos… Algunos investigadores van más allá, incluso, proponiendo la llegada intencionada a América de diversas expediciones egipcias y su regreso a tierras del Nilo, correspondiendo las mismas a las que según los egiptólogos realizaron algunos faraones a la mítica Tierra de Punt, que oficialmente se suele situar por Somalia, Etiopía y otras regiones cercanas. Viajes que al parecer ya se realizarían 2.500 años a.d.C, repitiéndose hasta al menos el siglo II a.d.C. y que alcanzarían su punto culminante con la reina Hatsheput, de cuyas “aventuras” los investigadores tienen sobrados datos en las inscripciones del templo de Deir el-Bahari. El investigador belga-argentino Paul Gallez, autor de obras de referencia como “La cola del dragón”, especula como una identificación válida del País de Punt con las inmediaciones del lago Titicaca, concretamente la región de Puno, donde abundan el oro y otros metales que los egipcios explotaban y llevaban asuimperio.Estodaríasentidoalassemejanzas ya comentadas en la confección de embarcaciones de juncos, pero también a un buen número de inscripciones con escritura egipcia localizadas en diferentes puntos de Norte y Sudamérica. Muchas de ellas han sido investigadas por el experto en epigrafía y profesor de Harvard Barry Fell, destacando la localizada en un túmulo funerario de Davenport, en Iowa, cuyo carácter trilingüe –egipcio, púnico y libio– la hacen especialmente interesante. La misma ha sido datada en torno al año 800 a.d.C, una época en la que gobernaba en Egipto una dinastía líbica, la XXI, aludiendo la inscripción a la celebración de Año Nuevo egipcio. Canadá, Nueva Guinea y Chile también han sido lugares investigados por Fell con desigual éxito. De hechos, sus investigaciones para Chile fueron rechazadas en bloque por la comunidad científica de dicho país cuando las hizo públicas en 1975. Según Fell, una inscripción rupestre de Tinguiririca, localizada en el interior de una cueva en los Andes por Kart Stolp en 1885, daría cuenta no sólo de la arribada a la zona de naves egipcias pertenecientes al faraón Ptolomeo III, que según las fuentes históricas organizó una gran expedición para dar la vuelta al mundo, sino también de la adhesión de dicha tierra a las posesiones de este y su familia. Ahí es nada. Aunque aún cuenta con numerosos partidarios, la hipótesis de egipcios en América ha ido perdiendo fuerza en los últimos años, en parte por una mejor compresión de la arquitectura piramidal de ambos lugares, tradicionalmente asociada más por parentesco que
Mapa de Zheng He que muestra América antes de Colón.
por evidencias reales, y por otro lado por el desmoronamiento de una de las pruebas tenidas por más sólidas hasta hace poco, la presencia de restos de tabaco y coca en momias egipcias. Los restos de esta planta oriunda de América aparecieron en 1976 en la momia de Ramses II, cuando estaba siendo sometida a tratamiento de conservación en el Museo de Historia Natural de París. Quince años después, Svetla Balabanova, toxicóloga del Instituto de Medicina Forense de Ulm, en Alemania, localizó no sólo restos de nicotina, sino también de coca y hachís en decenas de momias egipcias, con unos niveles mortales que hicieron plantear la hipótesis de su uso en los procesos de momificación más que su consumo. Pero el dilema no era ese, sino la procedencia americana de esas plantas en momias milenarias. Se habló de fraude en la momia, de variedades de tabaco en Asía y Europa, de contaminación por parte de los investigadores y hasta de contrabando de dichas sustancia usando el material arqueológico. Aún se discute sobre este asunto y mantiene abierta la posibilidad inicialmente planteada del contacto transoceánico. Entre los candidatos a haber pisado América antes que Colón encontramos a celtas, romanos y hasta griegos. Inscripciones halladas en Massachusetts, e incluso en Nueva York, sugieren la presencia de expedicionarios celtas en tie-
rras del Nuevo Mundo, que pudieron alcanzar también Paraguay o Argentina, países en los que además de encontrarse círculos megalíticos y menhires se han descubierto inscripciones en alfabeto ogham. Otro tanto ocurre con los romanos, para cuya llegada hasta la costa americana se proponen diversidad de presuntas evidencias, sobre todo ánforas y otros elementos en los fondos marinos sólo atribuibles a naufragios, como sería el caso de los descubrimientos de la Costa de las Vasijas brasileña. E incluso los griegos y chinos parecen haber puesto también sus pies antes que Colón. Precisamente en el ex militar británico Gavin Menzies encontramos a alguien que defiende ambas posibilidades. Sobre los minoicos asegura que llegaron hasta América 3.700 años antes que Colón y explotaron minas de cobre en la frontera de Canadá y Estados Unidos. Al parece dominaban la navegación hasta ese punto, pero sus embarcaciones posiblemente no estaban preparadas para cargar con la mercancía necesaria para soportar un viaje tan largo. El Fu-Sang de los chinos No obstante la celebridad alcanzada por Menzies vino dada por la publicación de su libro “1421, el año en que China descubrió el mundo”, en el que, a través del estudio de diversas crónicas y cartografía, propone la llegada al nuevo continente de una flota china, auspiciada por el emperador Zhu Di y encabezada por el admirante Zheng He, 72 años antes que lo hiciera Colón, del descubrimiento de Australia y de la circunnavegación del globo 100 años antes que Magallanes, ha reabierto una vieja discusión que se remonta hasta al menos el siglo XVIII. Y es que ya en el año 1761 el sinólogo
UN CONGRESO DE HISTORIA, ENIGMAS Y MISTERIOS EL 6 DE DICIEMBRE. El próximo 6 de diciembre no será un día cualquiera en Canarias, y menos en La Laguna. Un equipo de expertos, entre los que se encuentran biólogos, periodistas, historiadores, escritores, etc., se han empeñado en recorrer nuestras islas fijando su mirada y prestando especial atención a múltiples aspectos que resultan especialmente llamativos, ya sea por su componente mitológico, por las incógnitas que conservan, como consecuencia de las creencias y tradición popular que llevan aparejadas o por concurrir fenómenos sin aparente explicación. Se reunirán en el Ateneo de La Laguna con 12 conferencias impartidas por una docena de ponentes que darán presencia de una u otra manera a la totalidad de las islas. Lo harán en el marco del I ENCUENTRO CANARIAS TERRITORIO DEL MISTERIO. El abanico de temas propuesto para ese día no puede ser más variado y atractivo: desde historias relacionadas con objetos considerados milagrosos por algún episodio que protagonizaron, a un análisis de la fauna mitológica del archipiélago y de los animales realmente asombrosos que merodearon por Canarias. En medio de esos dos polos, charlas en las que se analizan las orientaciones astronómicas de algunos yacimientos arqueológicos de Canarias y los significados espirituales que pudieron estar ligados a ellos, o bien ponencias que recuperan las extrañas y arraigadas creencias que nuestros campesinos tenían sobre los elementos que les rodeaban, ya fuesen animales, plantas, fenómenos naturales o lugares que habían señalados como “pesados” o “encantados”. Mas datos en www.territoriodelmisterio.com o del teléfono 628.368.842.
francés Joseph de Guignes propuso que la localización del mítico país FuSang, citado en “Anales de China” desde el siglo III a.C. al V de nuestra era, situado “muy lejos al este, allende los mares” y descrito como maravilloso, no era otra que la de México. Allí habría viajado con éxitounaexpediciónenviadaporelemperador de la dinastía Han, Shih-Huang-Ti, hacia el año 219 a.C., así como el monje budista Hwui-Shin en el 499, quien precisó su ubicación “en la costa oriental del mar oriental”. De Guines llegó incluso a proponer la existencia de una ruta marítima transpacífica estable, que recorría el norte de Asia y América estableciendo un floreciente comercio en torno al siglo V de nuestra era. Mención aparte merece sin duda el reiterado hallazgo de anclas de piedra en la península de Palos Verdes, en la costa de Los Ángeles, piezas que vienen apareciendo desde el año 1973 y que se caracterizan por ser circulares y de tamaño diverso, con un orificio en su centro. Estos anillos pétreos responden a la tipología de las anclas chinas y su datación a partir de la costra de manganeso que se adhiere con el paso del tiempo a las mismas ha arrojado dataciones que se remontan a los 1.000 años de inmersión. Y aunque como partidarios de esta hipótesis se han manifestado expertos como William Clewlow, arqueólogo de la Universidad de California, y el antropólogo James Robert Moriarty, de la Universidad de San Diego, no han faltado las voces críticas que atribuyen dichas anclas a los emigrantes chinos que el siglo XIX retomaron su oficio de pescadores cuando se atenuó la fiebre del oro. Igual suerte han corrido quienes ven la representación de elefantes indios en los códices o en la ruinas mayas de la Gran Plaza de Copán, en Honduras, donde la controversia se ha centrado en dos cabezas de presuntos elefantes que oficialmente son interpretadas como guacamayos. Curiosamente, en Ecuador se localizó hace varias décadas una placa de piedra datada en el siglo III a.C. con inscripciones en libio en la que también está representado un elefante. Precisamente el arquitecto e investigador chileno Jaime Errázuriz Zañartu resalta en su obra “Cuenca del Pacífico: 4.000 años de contactos culturales” la existencia en tierras ecuatorianas de “nueve distintos rasgos culturales asiáticos”, concentrados en apenas 200 km. y con una antigüedad de unos dos mil años. Los vasos trípodes, las figuras sentadas los apoyanucas y la arquitectura serían algunos de esos rasgos comunes, que se sumarían a las más de 200 coincidencias toponímicas entre Perú y China. Por su parte Gustavo Vargas Martínez, profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, profundiza en la identificación de Fu-Sang con algún punto de América aportando, entre otros muchos argumentos, un origen chino al sistema de computación por nudos de los quipus utilizado por los incas y que los chinos denominaron “qi pui” o “memorizar a espalda”, una relación ya intuida por el célebre Alexander von Humboldt.
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domingo, 30 de noviembre de 2014, EL DÍA www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 956
ESCUCHEMOS EL SÍNTOMA La medicación estándar y protocolar es un peligro
Texto: Alejandra González Ruiz (licenciada en Psicología. Colegiada Nº T2350.
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–¡B
uenos días! –dijo el principito.
–¡Buenos días! –respondió el comerciante. Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber. –¿Por qué vendes eso? –preguntó el principito. –Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana. –¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? –Lo que cada uno quiere... –Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos –pensó el principito– caminaría suavemente hacia una fuente...” (Antoine De Saint–Exupéry, “El principito”). Hoy en día, asistimos a una expansión generalizada de los efectos de la ciencia sobre el ser humano. Los avances en farmacología, bioquímica y neurociencias proponen toda una amplia gama de medicamentos capaces de apaciguar y controlar (rápidamente), no sólo las enfermedades mentales, sino también aquellas situaciones de angustia y dolor que se nos presenten en el transcurso de nuestras vidas.Vivimosenunasociedadquetiende a medicalizar cualquier sentimiento que se experimente como doloroso, ya sea por una ruptura amorosa, la pérdida de un trabajo o la pérdida de un ser querido.Se nos ofrecen pastillas para dormir, pastillas para concentrarnos al estudiar, pastillas para enfrentar una entrevista de trabajo… Se usan psicofármacos para depresiones, para trastornos conductuales y de ansiedad. La lista es interminable, siendo la píldora el recurso dominante que tiene la sociedad actual
para tratar el malestar; recurso rápido de “homogeneización del sujeto”, para todos igual. Se anuncia constantemente que todo se puede solucionar de otra manera, sin el encuentro de uno con el otro, sin el diálogo. El sujeto contemporáneo se encuentra subordinado a un imperativo que exige ser feliz, que va de la mano de todo tipo de objetos de consumo (pastillas incluidas), los cuales se ofrecen como el medio para obtener “la felicidad”. Se pretende crear un sujeto en armonía con su medio, sin malestares ni dolencias físicas o psíquicas. Si éstas aparecen, son entendidas como fallas, enfermedades o trastornos para los cuales ya está indicado un tratamiento o medicación que lo solucionaría. Intervención que no suele tener en cuenta lo que el paciente pueda decir de su malestar (qué lo angustia y en qué circunstancias emerge dicho malestar). Las respuestas estándares (protocolares) tienen como fin acallar (silenciar) el síntoma; siendo el sujeto en estos casos tratado como “objeto” donde se le dice qué hacer y qué tomar, obturando toda posible participación en su curación. Algo está claro. En la actualidad el entramado social está plagado de normativas que organizan nuestra vida cotidiana. Nos dicen cómo actuar, cuánto tiempo debemos estar tristes, qué sentir, dónde ir de vacaciones, qué tomar, cómo relacionarnos… Lo que no está claro es: ¿dónde se aloja con este proceder nuestra dimensión subjetiva? ¿A quién le importa lo que deseamos? ¿Dónde queda o, mejor dicho, quién escucha nuestra historia clínica, detallada, singular e intransferible? Este siglo XXI, en lo que a salud mental se refiere, es el siglo de las clasificaciones (etiquetas diagnósticas) y de la medicación. Desde hace algunos años se ha naturalizado el consumo de fármacos. Incluso, algunas personas has-
ta se aconsejan y convidan a pastillas para estar bien. Por un lado, tenemos la oferta para conseguir “la píldora que todo lo cura”; por otro, la demanda de eso que promete la solución mágica, fácil y cómoda. En palabras de Eric Laurent (psicoanalista lacaniano francés): “La ultramedicación es hoy en día un problema fundamental, pero al mismo tiempo es una de las consecuencias de los avances de la medicina. Hay que usar los fármacos, sin ninguna duda, pero la distribución de antidepresivos, con protocolo de administración de tres o seis meses sin hablar con el paciente, tiene consecuencias. Hay que evitar los protocolos estrictos de prescripción o la extensión de los fármacos a todos los pacientes, ya que los medicamentos no son la panacea.” La prescripción del fármaco no puede ir acompañada de una promesa de felicidad, como solución general a las particularidades de cada uno. “La oferta del medicamento miente si apunta a reducir el malestar a lo biológico; esa es la estafa psiquiátrica. No estamos en contra del uso de psicofármacos por decreto, sino por su uso con cautela” (Gustavo Stiglitz. Médico psiquiatra, psicoanalista). El psicoanálisis de orientación lacaniana se diferencia de todas las técnicas y prácticas terapéuticas que se apoyan en la clasificación y universalidad. Es una experiencia con la palabra que se establece dentro de la lógica del uno por uno, porque no hay un sujeto igual al otro. Decía Jacques Lacan: “El análisis como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización de un análisis es siempre un caso particular, aun cuando estos casos particulares, desde el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a cierta generalidad”. Se toma como guía de trabajo el síntoma del sujeto (como el modo en que uno ha podido responder a las cosas que
no funcionan), nos interesa su valor enigmático; ¿qué nos dice el síntoma sobre el sujeto que lo porta?Hay síntomas que no se pueden explicar por un mecanismo genético, físico o neurológico, sino que responden a otra lógica. Un síntoma de este tipo “quiere decir algo”, aunque el sujeto no sea consciente de ello y lo viva como “un cuerpo extraño” que le produce malestar y sufrimiento. “La curación analítica es el resultado de una experiencia, una experiencia en la que la elaboración de saber no es un simple medio para lograr un fin, sino que es ya un fin en sí mismo. Conocer algo sobre nuestro inconsciente, desprendernos de la ingenuidad que nos hace creer que nuestro malestar depende de condiciones que son ajenas a nosotros mismos, asumir la responsabilidad de al menos una parte del sufrimiento que padecemos forma parte de la cura. Un psicoanálisis debe aportar efectos terapéuticos que se traduzcan en un alivio sustancial a muchos de los síntomas que traban la vida de una persona” (Gustavo Dessal, psicoanalista). Es del todo compartido que no podemos pensar al sujeto, ni a su malestar, sin referencia a la cultura en la que se encuentra inmerso. Toda época “tiene efectos en la subjetividad” lo que no implica que todo malestar sea reductible a los parámetros actuales de sólo lo observable o a una concepción genética neuronal. Frente al deseo de cada sujeto no hay coyunturas posibles que justifiquen la universalización. Breves pinceladas estas que no pretenden más que invitar a la reflexión sobre una problemática que nos atañe en tanto “sujetos de la palabra”, inmersos en una sociedad que nos invade con medicamentos de todo tipo con el único fin de acallar el malestar y atacar nuestra individualidad. La ultramedicación requiere ser pensada.