EDIPO-FALO-CASTRACION

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EDIPO-FALO-CASTRACION Alejandra Loray En el discurso psicoanalítico algunos términos sirven de hilo conductor tanto para la explicación teórica como para la práctica del psicoanálisis. El padre es en el discurso inaugurado por Freud y en el análisis de cada sujeto, un término de estas características, un hilo conductor. Si en este tema nos referimos al padre y su función es porque están en el corazón del complejo de Edipo, tal como Freud lo introduce tempranamente en su obra, tomando la referencia de la tragedia de Sófocles. Edipo: mito y tragedia Edipo es el protagonista de una antigua leyenda griega inmortalizada por Sófocles (495405 aC) en las dos grandes tragedias Edipo rey y Edipo en Colono. Según esta tradición a los reyes de Tebas, Layo y Yocasta, un oráculo les había augurado que el hijo que tendrían mataría a su padre, por lo que, cuando nació, Layo hizo que lo abandonaran en el Monte Citerón. Un pastor salva a la criatura llevándola a los reyes de Corinto, Polibio y Merope, quienes lo adoptan dándole el nombre de Edipo. Ya adulto y queriendo conocer su verdadero origen Edipo consulta el oráculo de Delfos que no da respuesta a su pregunta pero le profetiza que se casaría con su propia madre, para evitarlo Edipo huye de Corinto. Cierto día tiene un altercado con un desconocido al que da muerte: era Layo, su padre. Llega a Tebas donde libra a la ciudad de la amenaza de la esfinge, resolviendo el enigma que esta planteaba. Los tebanos agradecidos lo hicieron rey y le dieron como esposa a Yocasta, su propia madre, con lo que se cumplen las dos profecías. Sin saber de su parentesco Edipo y Yocasta tuvieron cuatro hijos y reinaron durante largo tiempo. Años mas tarde Tebas fue azotada por una plaga que diezmaba a la población, consultado el oráculo éste responde que para aplacar la cólera de los dioses era preciso hallar y castigar al asesino de Layo. En Edipo rey se ve como los testimonios de Yocasta y el pastor que salvó a Edipo permiten conocer la verdad. Yocasta horrorizada se ahorca y Edipo al encontrar su cadáver y conocer la verdad se hiere los ojos hasta quedar ciego con el broche de su vestido. Desde entonces, acompañado por su hija Antígona peregrina como mendigo ciego hasta encontrar refugio en la villa de Colono donde muere.

Sepultamiento del Edipo El recurso de Freud a la tragedia con que Sófocles perpetúa la leyenda no es solo un instrumento para explicar la teoría, sino que es el modo de transmitir una verdad, pues los relatos míticos expresan siempre una verdad que no puede ser dicha de otro modo. Además el artista, en este caso Sófocles, revela a través de su arte un saber respecto de lo humano, tal como dice Lacan en el Homenaje a Marguerite Duras “...pienso que un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar una ventaja de su posición (...) la de recordar con Freud que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino. Reconozco esto en (...) Marguerite Duras (que) evidencia saber sin mí lo que yo enseño.”

Es en esta línea que el Edipo es lo Freud descubre escuchando a sus pacientes. El inconciente da cuenta del complejo de Edipo, pues revela ante todo la amnesia infantil, que se refiere a los deseos infantiles por la madre que están reprimidos, deseos primordiales que están siempre ahí y que han sido olvidados. Freud demuestra que el complejo de Edipo es universal y que se encuentra tanto en los neuróticos como en los sujetos “normales”. Si bien es universal el complejo, en tanto de trama de relaciones con los primeros otros, conserva la particularidad de los avatares de la vida de cada sujeto. Es un fenómeno central de la infancia y su sepultamiento es contemporáneo al desenlace de la sexualidad infantil, la que es seguida por el período de latencia. Freud expone dos tipos de concepciones respecto a las causas de dicho sepultamiento: - Una concepción alude a motivos accidentales, esto es hechos efectivamente ocurridos en la vida del niño, como experimentar no ser el predilecto del padre, una reprimenda o el nacimiento de un hermano, que provocarían la desilusión del niño. - Otra es la concepción evolutiva según la cual cada fase desaparece cuando se inicia la siguiente. Freud no encuentra suficientes ninguna de ellas, suponiendo que podría indagarse de qué modo lo accidental puede articularse con el programa congénito. Sin embargo y frente a estas dos concepciones, que remiten a la eterna disputa entre lo innato y lo adquirido, Freud dice que “...el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna” 1 es decir que podemos entender esta “imposibilidad interna” como una razón de estructura que determina el sepultamiento del Edipo y su ubicación como “fundamento”, en el sentido de ser la base sobre la que se constituye la subjetividad. Edipo-falo-castración En La Organización genital infantil se presenta el desarrollo de la sexualidad a través de las distintas etapas de organización libidinal, determinada cada una de ellas por el predominio de una zona erógena rectora (oral, anal), en torno a la cual se produce de modo privilegiado la satisfacción. Este desarrollo se prosigue hasta la fase de primado de los genitales, sin embargo, “El carácter principal de esta ´organización genital infantil` es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de la organización genital definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo” 2 En este sentido tanto el varón como la niña efectúan el mismo recorrido siendo las zonas erógenas rectoras las mismas hasta la etapa fálica. La fase fálica no se continúa sin interrupción en la sexualidad genital del adulto “sino que se hunde y es relevada por el período de latencia”3. La discontinuidad y diferencias entre ambas “etapas” (fálica y genital) está signada por la resolución del complejo de Edipo que marcará, entre otras cosas, la posición del sujeto en relación al sexo, pues no hay nada en la naturaleza o en la biología que determinen la posición femenina o masculina, “las vías de lo que hay que hacer como hombre o como mujer pertenecen

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Freud, El sepultamiento del complejo de Edipo, OC, vol. XIX, p.181, Amorrortu Ed. BA, 1993 Freud, La organización genital infantil, p. 146 3 Freud, El sepultamiento del complejo de Edipo, p.182 2

enteramente al drama, a la trama, que se sitúa en el campo del Otro –El Edipo es propiamente eso” 4 Esta discontinuidad y la finalización de la etapa fálica se produce por la amenaza de castración del adulto ante a las prácticas masturbatorias infantiles, punto nodal, momento clave en relación a la declinación del Edipo, pues la tesis freudiana es que “...la organización genital fálica del niño se va al fundamento a raíz de esta amenaza de castración”5 Ninguna experiencia de pérdida (el pecho materno en el destete o las heces en el control de esfínteres) tiene el mismo efecto. Sin embargo esta amenaza solo tiene su efecto con posterioridad, en forma retroactiva (nachträglich) pues, aún cuando haya sido pronunciada antes, en cualquier forma que esto pudiera suceder, solo es creíble cuando la observación de los genitales femeninos, especialmente de la madre, confrontan al sujeto con que la posibilidad de que la misma se lleve a cabo. Para el niño y la niña que creen que todos tienen pene (premisa universal del pene), la visión de los genitales femeninos es una prueba de que algunos lo perdieron, si todos lo tienen, su falta es consecuencia de que ha sido removido, a consecuencia de la castración. La vida sexual del niño no se limita a la masturbación, puede observarse también en la actitud hacia los progenitores que le ofrece, dentro del Edipo, dos posibilidades de satisfacción, - una activa situándose de manera masculina en lugar del padre y anhelando a la madre como objeto sexual - otra pasiva sustituyendo a la madre y haciéndose amar por el padre. La posibilidad de la castración a partir de la confrontación con la castración materna pone “... fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo. En efecto, ambas conllevan la pérdida del pene, una, la masculina, en calidad de castigo, y la otra, la femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de Edipo” 6 Así, y acorde al proceso normal del duelo una identificación sustituye a la investidura de objeto resignada, esta identificación terminal del Edipo constituirá el núcleo del superyó, que toma la severidad del padre y perpetúa la prohibición del incesto. Iniciándose con esto el período de latencia. El Edipo femenino El recorrido que hemos seguido se refiere al complejo de Edipo en el varón, situaremos ahora los puntos fundamentales del Edipo en la niña. Que no es complejo de Electra que supondría una especie de espejo del Edipo del varón, Freud refiere el Edipo para el sujeto femenino y masculino. Esto no es un detalle sin importancia pues supone creer en la complementariedad e igualdad borrando la diferencia entre los sexos, de algún modo, la teoría de la “media naranja”. Aunque requiere un esfuerzo, que se simplificaría suponiendo un complejo complementario para las mujeres, seguiremos a Freud quien a 4

Lacan, Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p.212, Paidós, BA, 1997 Sepultamiento P.183 6 Freud, El sepultamiento, p.184 5

partir de la escucha de sus pacientes, postula el complejo de Edipo para ambos sexos. “La exigencia feminista de igualdad de los sexos no tiene aquí mucha vigencia, la diferencia morfológica tiene que exteriorizarse en diversidades del desarrollo psíquico.”7. En tal sentido tanto el niño como la niña recorren del mismo modo el Edipo hasta la fase fálica, atravesando las mismas etapas libidinales y teniendo los mismos objetos de amor, (por eso dice Freud que la niña se comporta en todo como un varoncito). En la fase fálica el clítoris funciona para la niña como un pene, pero en la comparación con el varón se sentirá perjudicada por su inferioridad haciendo a su madre responsable de este perjuicio. La niña supone que alguna vez lo poseyó y lo perdió por castración, siendo ésta una diferencia esencial entre el varón y la mujer, cuyas consecuencias en la subjetividad determinarán posiciones diferentes en relación a la castración observables en la histeria y la neurosis obsesiva. Para la niña la castración es un hecho consumado, para el varón una amenaza siempre posible de acontecer. El descubrimiento de la castración por parte de la niña, es el punto de viraje del que parten las tres vías de salida freudianas del Edipo femenino “... una lleva a la inhibición sexual o a la neurosis, la siguiente, a la alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y la tercera, en fin a la feminidad normal” 8. La salida a la feminidad normal lleva a que la niña sustituya a la madre, de quien había comenzado el extrañamiento al responsabilizarla por su falta de pene, “... el deseo del pene que la madre le ha denegado, ahora lo espera del padre. Sin embargo, la situación femenina sólo se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo y entonces, siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece en lugar del pene” 9, deseos que permanecen en lo inconciente.

Edipo-falo-castración La significatividad del complejo de castración solo puede apreciarse teniendo en cuenta su génesis en la fase del primado del falo, La falta de pene que determina la caída de la premisa universal del falo es entendida como resultado de una castración, lo que determina el sepultamiento del complejo de Edipo. Sólo partiendo de la premisa lógica de la universalidad del falo el niño puede reconocer la falta de pene en la mujer, es decir, solo puede pensarse que allí falta algo si se supuso que antes lo había. El falo conduce por su valor simbólico a la castración, y es este valor simbólico lo que lo diferencia del órgano masculino. En el recorrido del Edipo es el padre, como agente de la castración el que efectúa la separación del niño de la madre, encarnando la ley, la que prohibe el incesto y el parricidio, abriendo al sujeto a la exogamia, pues deberá buscar una mujer afuera, una distinta de ese otro primordial que preexiste al sujeto. Repasar la tragedia de Edipo nos enfrenta a la repetición del parricidio y del incesto y al “no saber”, al desconocimiento del propio protagonista respecto de ambos hechos, lo cual es un claro ejemplo del inconciente, pues el sujeto nada sabe de sus deseos 7

El sepultamiento del complejo de Edipo P.185 Freud, 33 Conferencia, La feminidad, vol. XXII, p.117 9 ibid. P.119 8

incestuosos, este es el modo característico de lo inconciente, en este sentido el análisis permite al sujeto el encuentro con algo de ese saber no sabido que lo habita y que comanda la repetición y la posibilidad de un deseo mas allá del Edipo.

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