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EFESIOS – EL MISTERIO DE CRISTO: LA IGLESIA Bendecidos con toda bendición espiritual Semana 20 Las bendiciones del Dios Triuno (Ef 1:3-14)
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Lunes Leer con oración: Jer 1:5; Jn 4:24; 1 Co 12:3; Ef 1:21; 1 P 2:9-10 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor, predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para sí mismo, según el beneplácito de su voluntad” (Ef 1:3-5)
LA BENDICIÓN DE LA ELECCIÓN DE DIOS Hemos recibido mucha ayuda de las revelaciones contenidas en las epístolas de Pablo, especialmente de las que están en los libros de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Según los estudiosos, estos cuatro constituyen el corazón de la revelación neotestamentaria de Dios. Esta semana hablaremos sobre el libro de Efesios, que muestra la eficacia de la supereminente grandeza del poder de Dios, el cual levantó a Cristo de entre los muertos y Lo hizo sentar en los lugares celestiales “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero” (Ef 1:21). En Efesios 1:3, leemos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Las bendiciones mencionadas en el versículo mencionado no están en la tierra, sino en los lugares celestiales en Cristo. Estamos en la tierra, pero si estamos conectados con los lugares celestiales, tendremos acceso a las bendiciones contenidas en Cristo. ¿Y cuál es la clave para tener acceso? La clave, que es una contraseña conocida por dos o más personas para diferentes fines, es lo que todo el mundo desea. Las bendiciones son celestiales, pero están en nuestro espíritu humano. Y aún más, Dios es Espíritu, y nadie puede decir: ¡Señor Jesús!, sino por el Espíritu Santo (Jn 4:24, 1 Co 12:3). Entonces, ¡la clave es invocar el nombre del Señor! Todos saben que Dios es accesible, pero 2
pocos saben la “contraseña”. Nosotros debemos administrar bien el tiempo, conectándonos al Espíritu, y así tendremos un acceso libre a las bendiciones de los lugares celestiales en Cristo, expuestas en toda la Biblia, desde la eternidad pasada a la futura. En el versículo 4 de Efesios 1, leemos: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo”. Dios nos escogió en Cristo. Toda la acción de Dios para con nosotros Él la hace en Cristo. La elección de Dios forma parte de las bendiciones del dispensar del Padre. La palabra dispensar indica movimiento y concesión, es decir, algo que sale de Dios y llega a Sus hijos. ¡Alabado sea el Señor! Fuimos escogidos por Dios antes de la fundación del mundo y de nacer (Jer 1:5). Somos linaje escogido, un pueblo de propiedad exclusiva de Dios, con el objetivo de que proclamemos las virtudes de Cristo. Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable nos alcanzó con Su misericordia (1 P 2:9-10). ¡Aleluya!
Punto clave:
Escogidos por Dios. Su punto clave es: Pregunta:
¿Cuál es la “contraseña” para “acceder” a Dios en nuestro espíritu?
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Martes Leer con oración: Ro 6:19; 12:2a; 1 Jn 5:19 “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor” (Ef 1:4)
APARTADOS POR DIOS Como vimos, la elección de Dios fue concebida antes de la fundación del mundo y puesta en práctica en el tiempo determinado por Él. ¿Por qué Dios nos escogió? En realidad, esa elección es un misterio maravilloso, ¡y debemos agradecerle por haber recibido tal gracia! En Efesios 1:4, entendemos el objetivo de Dios al escogernos: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor”. El Señor desea santificarnos, es decir, hacernos santos y apartarnos para Él, a fin de que seamos útiles en Sus manos. La palabra santo en griego es hagios, que significa ser apartado. El primer paso de la santificación es ser apartados para Dios posicionalmente, así como un objeto, por ejemplo, es apartado para el uso de su dueño. Después de ser escogidos por Dios y regenerados en nuestro espíritu, fuimos justificados, redimidos y reconciliados en Cristo. De esa manera, cambiamos de posición: antes estábamos en el mundo, ahora en Cristo, en una nueva posición. Otra ilustración para ese proceso es el hecho de apartar un vaso 4
sucio para lavarlo: primero es puesto en el lavaplatos y después es lavado. Ser “puesto en el lavaplatos” es esa separación posicional. El lavado en sí y ser llenado con agua es la santificación disposicional. La santificación disposicional es necesaria porque en el día a día, muchas veces terminamos contaminados y conformados a este siglo que está bajo el maligno (Ro 12:2a; 1 Jn 5:19). Esto nos muestra que necesitamos ser apartados de aquello que pensamos, de las cosas que hablamos y hacemos. Este segundo aspecto se refiere a nuestra disposición interior. Así, el Señor está haciendo una gran obra en nuestro interior. Como está escrito en Romanos 6:19, no debemos ofrecer los miembros de nuestro cuerpo para servir a la inmundicia y a la iniquidad, sino para santificación para servir a la justicia. ¡Alabado sea el Señor! Mañana veremos más sobre la santificación disposicional. ¡Aleluya! Punto clave:
Apartados para Dios. Su punto clave es: Pregunta:
¿Por qué fuimos escogidos por Dios?
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Miércoles Leer con oración: Ro 1:1; Ef 1:4; 5:25-27; 1 Ts 5:23 “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 P 1:3-4)
SANTIFICACIÓN DISPOSICIONAL La vida de la iglesia es un proceso. No seremos transformados sólo por proclamar frases y declarar verdades. ¡Crecer debe ser nuestra meta! Debemos permitir que la vida de Dios aumente en nosotros y que la naturaleza divina se infunda más en nuestra naturaleza humana. Este aumento de la naturaleza divina es la santificación disposicional. En la Segunda Epístola de Pedro, vemos que, en lo que se refiere al proceso de crecimiento después de nuestra salvación, es necesario que la naturaleza divina aumente cada vez más en nosotros. Gracias al Señor, porque ya hemos recibido tales elementos como la fe, la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal y el amor ágape, es decir, el amor incondicional de Dios. Así como un vaso, que para ser llenado, necesita estar debajo del grifo, necesitamos estar en la posición correcta para recibir el dispensar del “agua divina”, que hace que cada vez seamos más apartados para Dios y Su evangelio (Ro 1:1). El Señor se está expandiendo a Sí mismo desde nuestro espíritu hacia nuestra alma: mente, emoción y voluntad. 6
Finalmente, Él se expandirá hasta nuestro cuerpo mortal. De esta manera, Dios nos salva Consigo mismo. Esta saturación es llamada santificación disposicional. A través de esta saturación, Dios Se trabaja a Sí mismo con Su naturaleza santa hacia dentro de todo nuestro ser, hacia dentro de nuestro espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23). Por tanto, todo nuestro ser será completamente permeado, santificado con Su naturaleza santa, para que seamos santos y sin mancha (Ef 1:4). Esa palabra sin mancha es sin mácula. Lo que Dios está haciendo en nosotros es, por una parte, llenarnos con Su vida y naturaleza y, por otra, sacar de nosotros las manchas, las impurezas, como el pecado y el ego. La santificación disposicional saca las manchas, como es visto en Efesios 5:25-27: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. ¡El trabajar de Dios no es algo únicamente exterior, sino también interior, y nos rejuvenece a cada uno de nosotros! ¡Alabado sea el Señor por Su palabra! Punto clave:
Rejuvenecidos y sin mancha. Su punto clave es: Pregunta:
¿Cuánto ha crecido usted en la vida divina?
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Jueves Sal 82:6; Jn 1:13; Ro 8:29; Ef 1:4-5; 4:13; 1 P 1:3; 1 Jn 3:1-2 “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn 3:2-3) Leer con oración:
PREDESTINADOS PARA LA FILIACIÓN Debemos resaltar la grandiosidad de haber sido escogidos antes de la fundación del mundo y también predestinados para la plena filiación, lo que es lo mismo, para llegar a ser hijos maduros (Ef 1:4-5; 4:13). Dios, nuestro Padre, desea trabajar Su vida en nosotros, Sus hijos escogidos, hasta que todos lleguemos a ser Sus herederos, hasta alcanzar la plena filiación. En Efesios 1, Pablo presenta primero las bendiciones espirituales de Dios Padre: la elección y predestinación para la filiación (vs. 4-5a – lit.). La expresión “adoptados hijos suyos” encontrada en muchas versiones es mejor traducirla del original griego como “filiación”. No somos hijos adoptados de Dios, sino legítimos, pues nacimos de Él al creer (Jn 1:13), fuimos regenerados y obtuvimos la vida de Dios (1 P 1:3). Pero la filiación no es sólo un asunto de título, sino de crecimiento en la vida divina. En otras palabras, Dios se hizo Hombre a fin de que el hombre llegue a ser como Él es, en vida y naturaleza, pero no en la Deidad (Sal 82:6). En Mateo 5:48, leemos: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Si el Padre es perfecto, nosotros tenemos el ADN de la perfección. Mientras la vida y la naturaleza de Dios crecen más en nosotros, seremos más semejantes a Él. Puesto que ya tenemos Su vida y nos convertimos en Sus hijos, Dios desea que desarrollemos nuestra salvación. Para ello, Él nos preparó un ambiente adecuado, el vivir normal de la 8
iglesia, donde podemos crecer espiritualmente y convertirnos en hijos maduros, viviendo y expresando las virtudes y los atributos divinos. El objetivo de la vida de la iglesia es la reproducción en masiva de Cristo, es decir, que seamos conformados a la imagen del Hijo, pues Él es el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8:29). Por tanto, el Señor, como el primogénito, está conduciendo a Sus muchos hermanos a la filiación. Como resultado del trabajar divino en nuestro vivir, cuando Él vuelva, estaremos listos y seremos semejantes a Él (1 Jn 3:1-2). Pasaremos por dificultades y trampas del enemigo, pero eso no debe ser motivo para apartarnos del amor de Cristo. En Efesios 1:5, leemos: “En amor predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para sí mismo, según el beneplácito de su voluntad”. Esa palabra beneplácito viene del latín bene, que significa bueno, y plácito, que es placer, entonces es buen placer. En griego es eudokia. El buen placer de Dios es que nosotros crezcamos, lleguemos a ser hijos maduros y seamos conformados a la imagen de Cristo. Cada una de las tres bendiciones presentadas en Efesios: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu, terminan con la frase: “Para alabanza de la gloria de su gracia”. Es decir, la gracia de Dios es Cristo dado a nosotros gratuitamente para nuestro disfrute. Son todas las bendiciones que Dios con las cuales “nos hizo aceptos en el Amado” (Ef 1:6b). ¡Aleluya por las bendiciones del Dios Triuno! Punto clave:
¡Predestinados! Su punto clave es: Pregunta:
¿Por qué el Señor es el primogénito entre muchos hermanos?
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Viernes Leer con oración: Mt 24:45; Ef 1:8-10; 5:15-17; 1 P 1:18-19 “Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef 1:6-7)
LA BENDICIÓN DEL HIJO Dios planeó todo de antemano en Su voluntad eterna, pero en el tiempo oportuno, hace más o menos dos mil años, envió a Su hijo, Jesucristo, para proveer la redención al hombre caído. En Efesios 1:7, leemos: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”. La bendición del Hijo no es por medio de plata u oro, sino mediante la preciosa sangre de Cristo (1 P 1:18-19). El Hijo nos proveyó la remisión de los pecados al derramar Su sangre para nuestra redención (Ef 1:6-11). Éramos pecadores, por eso Dios tuvo que venir como el Hijo del Hombre, para tomar nuestro lugar en la cruz y solucionar el problema del pecado (la naturaleza pecaminosa) y de los pecados (las acciones pecaminosas). Como Hijo de Dios, Él nos dispensa Su vida para que podamos crecer y un día reinar juntamente con Él, según la riqueza de Su gracia, en toda sabiduría y prudencia (vs. 7-8 - VR). La sabiduría es la etapa de la planificación. Cuando Dios planificó Su economía y redención, Él usó Su sabiduría. Pero, en el momento de aplicar, en Su ejecución, 10
tuvo que usar la prudencia, enviando a Su Hijo. La prudencia es para el momento de la ejecución. Igualmente, nosotros también debemos pedir prudencia cuando vamos a poner en práctica las cosas que el Señor nos confió para hacerlas (Mt 24:45). Debemos ver prudentemente cómo andamos, administrando el tiempo con sabiduría, para comprender la voluntad del Señor (Ef 5:15-17). ¡Alabado sea el Señor! Pues nos reveló el misterio de Su voluntad, que es de acuerdo con Su buen placer, y reunió todas las cosas en Él [en Cristo], para la economía de la plenitud de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra (Ef 1:8-10). La expresión “para la economía de la plenitud de los tiempos” se refiere a la manifestación del reino en la era venidera y en la nueva Jerusalén. En esa oportunidad, Dios reunirá en Cristo todas las cosas y hará que Cristo sea la Cabeza de todo (v. 22). Ese es el encabezar del Señor. Todo eso forma parte de la Fe, de la economía de Dios, que debemos experimentar y dispensar a las personas. ¡Aleluya! Punto clave:
Valorar la bendición del Hijo. Su punto clave es: Pregunta:
¿Cuáles son las bendiciones del Hijo? 11
Sábado Leer con oración: Is 45:18; Jn 12:31; Col 1:15-18; Ap 11:15 “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef 4:15-16)
ENCABEZADOS POR CRISTO El mundo presente fue usurpado por Satanás y sus ángeles. Dios no creó la tierra para que se volviera sin forma y vacía, ni mucho menos un caos, sino para ser habitada (Is 45:18). En Génesis 1 sabemos que el Señor, por medio de Su operación y providencia, restauró la tierra que se había vuelto un caos, y así dio origen al segundo mundo. En esa nueva tierra, el hombre creado conforme a la imagen y semejanza de Dios podría ejercer el señorío y, de esa manera, sojuzgar todas las cosas. En el versículo 26, leemos: “señoree”, y el versículo 28 habla de sojuzgar la tierra. Ese era el maravilloso plan de Dios para el hombre: expresarlo y representarlo. No obstante, el hombre desobedeció a Dios, y en Adán ese plan no se pudo realizar. En el primer mundo, antes de Adán, hubo rebelión y caos, y lamentablemente, en el segundo mundo, es decir, en la era presente, Dios aún no ha obtenido Su gobierno sobre la tierra, pues el hombre fue engañado por el diablo y se corrompió. Es por ello que el segundo mundo continúa bajo 12
el liderazgo y perversión de su príncipe (Jn 12:31). Todo está colapsando, está en desorden: los lazos familiares, las relaciones en la sociedad, nación contra nación; asimismo, la naturaleza ha sufrido las consecuencias de este caos humano. Sin embargo, en el universo hay un plan, que es que Cristo sea la Cabeza de todas las cosas. El primer hombre desobedeció y falló, pero Cristo vino y rescató la autoridad de Dios en el hombre, convirtiéndose en el primogénito de una nueva generación. Ahora Él es la Cabeza del cuerpo, de la iglesia (Ef 4:15; Col 1:15-18). Entonces, a través de la iglesia, Él encabezará todas las cosas. En Mateo 16:18-19 podemos ver la necesidad de la edificación de la iglesia para el ejercicio del reino. Cuando la iglesia sea edificada, las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Entonces tendremos, de una vez por todas, a Dios expresado y representado por el hombre en el universo. Y, finalmente, los reinos de este mundo vendrán a ser de nuestro Señor y de Su Cristo (Ap 11:15). Punto clave:
Los reinos del mundo serán de Cristo. Su punto clave es: Pregunta:
¿Cómo encabezará Cristo todas las cosas? 13
Domingo Leer con oración: Hch 20:28; 1 Co 6:20; 1 P 2:9; 2 P 1:4 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef 1:13-14)
LA BENDICIÓN DEL ESPÍRITU Por último, en Efesios tenemos el dispensar del Espíritu. Este trabajar del Espíritu implica un sello, como las arras de la herencia (Ef 1:13-14). Cuando alguien toma dinero prestado en una casa de empeño, debe dar algo de valor como garantía de que devolverá el dinero. Estas son las arras. Cuando se devuelve el dinero a la casa de empeño, se puede rescatar lo que se empeñó. Dios puso Su Espíritu en nosotros como arras, como garantía de que nos va a rescatar. El sello del Espíritu también es la aprobación de nuestro proceder, nuestras acciones justas. Siempre que hacemos algo por la vida y naturaleza divina que corresponde a la justicia de Dios, el Espíritu nos sella, nos aprueba. Cuando el Señor vuelva, esperamos que nuestra conducta esté totalmente sellada por el Espíritu. Sellar quiere decir tomar posesión, ser propiedad, ser herencia de Dios. De modo general, su ser ya fue sellado, pero las partes interiores, sus pensamientos, sus decisiones, necesitan ser selladas diariamente. Una cosa es entender la Palabra de Dios en la teoría; otra muy distinta es practicarla y permitir que ésta cambie nuestra vida, nuestra conducta. Al recibir la Palabra, invocando el nombre del Señor, orando y ejercitando el espíritu, nuestra fe se convierte en algo práctico. Aquello que hemos recibido podemos dispensarlo a otros de manera práctica. 14
La bendición del Espíritu está relacionada con las “preciosas y grandísimas promesas” citadas en la Segunda Epístola de Pedro (1:4). Asimismo, en Gálatas 3:14 leemos: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. La bendición es el Espíritu prometido, en el cual tenemos la realidad de las preciosas y grandísimas promesas. De esta manera, hoy podemos, en el Espíritu, tener al Dios Triuno con todas Sus riquezas. En Él podemos experimentar la vida y la piedad, la gloria y la excelencia, además de Sus preciosas y grandísimas promesas. Es así como somos libres de nuestro “cuarto oscuro”, lleno de heridas y resentimientos, que no son según Dios, sino más bien, conforme al ego y el orgullo. Por tanto, el Espíritu es la muestra, el gozo anticipado de que vamos a recibir el “total del pago”. Esto ocurrirá cuando alcancemos la madurez en la vida de Dios. Día tras día nos vamos volviendo propiedad exclusiva de Dios (1 P 2:9, Hch 20:28). Fuimos comprados por un precio alto, y Dios espera que todos lleguemos a la madurez (1 Co 6:20). Dejemos que el Señor encabece nuestra vida, pues fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir, heredada por nuestros padres (1 P 1:18). Estamos encabezados en Cristo, y, a través de nosotros, Dios quiere encabezar a muchas personas más. ¡Alabado sea el Señor! Punto clave:
El Espíritu es las arras de nuestra herencia. Su punto clave es: Pregunta:
¿Cómo puedo heredar las bendiciones de Dios? 15
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Lectura de apoyo La lectura de su Alimento Diario será enriquecida con el acompañamiento simultáneo de los libros que a continuación sugerimos:
La iglesia deseable – caps 7-9 – Dong Yu Lan
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