El Dios de la promesa, de la tierra y de la historia en el libro de Fundaciones. Reflexión teológica y bíblico-literaria

El Dios de la promesa, de la tierra y de la historia en el libro de Fundaciones. Reflexión teológica y bíblico-literaria. SECUNDINO CASTRO (Madrid)

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El Dios de la promesa, de la tierra y de la historia en el libro de Fundaciones. Reflexión teológica y bíblico-literaria.

SECUNDINO CASTRO (Madrid)

RESUMEN: Los libros teresianos están empapados de citas bíblicas explícitas e implícitas. El presente estudio, aun tendiendo en cuenta esa realidad, va más allá. Pretende descubrir los trasfondos bíblicos del libro desde las asonancias, estructuras paralelas y sintonía de experiencias. El lector comprobará que en Teresa se repiten -a su modo- los temas claves de la Biblia que analizamos. PALABRAS CLAVE: Dios, Promesa, conquista de la tierra, Teresa, Fundaciones.

The God of Promise. Land and history in the Book of Foundations. A theological, biblical and literary reflection SUMMARY: The writings of St. Teresa are filled with biblical citations, explicit and implicit. This study attempts to go beyond that fact so as to discover the biblical context of the Book of Foundations, taking into account connections, parallel structures and similarity of experience. The reader will thus be able to see how the biblical themes under discussion are reflected, in a very particular way, in the Teresian writings. KEY WORDS: God, Promise, conquest of the land, Teresa, Foundations.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 71 (2012), 425-447

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Cuando abordé el tema del libro de la Vida, como transparencia de la Sagrada Escritura1, y el del Camino de Perfección como un evangelio2, me resultó extremadamente fácil y muy gratificante la elaboración del trabajo. En la Autobiografía era sencillo comprobar que había pasajes que parecían extraídos del Génesis, del Éxodo, de Job, del Cantar de los Cantares, de los Evangelios, de las cartas de Pablo, y de otros libros inspirados. Eran tantos los pasajes, las resonancias, los paralelismos, que, al evocarlos por junto, surgía el entorno de Teresa como la tierra prometida por Yahvé a su pueblo -la Canaán soñada, la de la leche y miel, o quizás, mejor, o también, la idílica Galilea de Marcos-, donde Dios y Jesús volvían a realizar las antiguas proezas, su historia salvadora en favor de la humanidad. El resultado fue que la Autobiografía de Teresa me parecía una Biblia en miniatura o su transparencia. Algo similar me aconteció con su Camino de Perfección, en el que sin esfuerzo, se detectaban numerosas formas evangélicas, de modo que, con las reservas debidas, juzgaba que se le podía venerar como un evangelio. Ya en vida de Teresa le llegó a sus oídos, con dulce y orgullosa sorpresa, que a algunos hombres doctos les parecía Sagrada Escritura3.

Fundaciones y la Biblia Cuando pretendí abordar el tema de las Fundaciones, me sentí perplejo. Me pareció que un libro de esa índole no se prestaba a detectar en él estructuras o categorías bíblicas continuadas, aunque se 1 S. CASTRO, Un Dios que se revela progresivamente. Lectura bíblica: La Autobiografía teresiana o el proceso bíblico de Dios en miniatura, en F. J. SANCHO FERMÍN Y R. CUARTAS LONDOÑO, dir., El libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús. Actas del Congreso Internacional Teresiano, Burgos, Monte Carmelo, Ávila, Universidad de la Mística - Cites, 2011, pp. 455-478. 2 S. CASTRO, ¿Es Camino un evangelio?, en F. J. SANCHO FERMÍN Y R. CUARTAS LONDOÑO, dir., El libro del Camino de Perfección de Santa Teresa de Jesús. Actas del Congreso Internacional Teresiano, Burgos, Monte Carmelo, Ávila, Universidad de la Mística - Cites, 2012, pp. 293-315; IDEM, ¿Es “Camino de Perfección” un evangelio?, en Revista de Espiritualidad 70 (2011) 465-490. 3 Biblioteca Mística Carmelitana 18, Burgos 1934, 278.

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den muchas referencias de ellas. Varias veces estuve a punto de abandonar. Pero, de repente, en un instante, se me llenó el cerebro de luces, y las contexturas bíblicas me parecieron tantas, que ahora el problema era cómo poner orden a tan ingente material. Y temí que, con pesca tan abundante, se me rompiera la red. No es el momento de explicar cómo acontece este fenómeno de experiencia bíblica y de narración teresiana. Desde luego en ningún caso Teresa intentaba imitar expresamente en sus relatos los textos inspirados4. Se percibe más bien que era algo que emergía de su ser como a borbotones, de la plenitud de experiencia, que en él se concentraba, aunque ella no se sentía ajena a ciertas percepciones. De hecho, le dio un salto el alma cuando oyó que a algunos les sonaba a Sagrada Escritura. Antes que expresarse en los libros, era en su yo profundo donde se verificaba esa ósmosis, esa forma de concebir la realidad y de transmitirla. No habría que desdeñar en la configuración de este proceso su ascendencia judía, que le hacía conectar con las formas de comprender y de narrar de los autores sagrados, también ellos judíos. He evocado esta referencia a los libros de Vida y Camino porque las Fundaciones no se entienden sin ellos. Son su introducción. De todas formas, no prejuzgo las pretensiones teresianas, me baso en la objetividad de sus escritos.

La Biblia y Fundaciones. Primeros contactos Las Fundaciones teresianas forman unidad lógica con la Autobiografía y el Camino de Perfección. Estas tres obras pueden encontrar su correlato o correspondencia temática paralela, por una parte, con 4

“La empatía entre ella y la Escritura fue total. Sus libros están plagados de citas, en un tiempo en que las mujeres no tenían acceso directo al texto sagrado. Pero más que en las citas, donde se percibe la presencia de la Escritura es en la comprensión de su existencia y en las categorías en que las enmarca. Quien se acerca a sus libros no puede sustraerse a dos impactos sobrecogedores: la raigambre bíblica de su literatura y el tono agustiniano, que se modula también en clave escriturística. Su experiencia mística se trenza en la urdimbre de la Escritura como intuición, recuerdo, reinterpretación y ensueño” (S. CASTRO, Configuración bíblica del relato teresiano (elementos centrales): Estudios Bíblicos, V. LXVI. Cuads. 1-4 FACULTAD DE TEOLOGÍA SAN DÁMASO, 218.

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Génesis, Éxodo y Josué-Jueces, y por otra, con los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, como en seguida veremos. Los contactos de fondo y de gran calado que aparecerán entre las Fundaciones teresianas y la Escritura, nos remiten a tres ideas o conceptos bíblicos esenciales, desde los que queremos verificar nuestro estudio: la promesa, la tierra y el Dios de la historia. Tres categorías que sobresalen en los libros bíblicos reseñados, pero que de una o de otra forma vibran en toda la Biblia. De igual forma que en el Génesis se ponen las bases para la creación de un nuevo pueblo, con un personaje central, al que Dios se revela (Gn 12,2), así acontece en la Autobiografía teresiana (V 32,11)5. Génesis y Autobiografía no terminan en sí mismos. El Génesis está abocado al Éxodo (Ex 3,6-10), donde nace el pueblo (Num 11,25-29) y se le da la Ley (Ex 19; 24). De igual modo la Autobiografía alcanza su realización en el Camino de Perfección cuando nace el Carmelo y se le da también la ley, el mismo Camino de Perfección (CE, pról. 1 y 4), que es un evangelio. Pero sigamos. Al pueblo del Éxodo se le promete una tierra (Ex 3,8), que va a tener lugar en los libros de Josué-Jueces (Js 1,4; Jc 1,13). También a Teresa se le promete una tierra en aquellas palabras que escuchó de labios de Cristo: “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas” (F 1,8): las diversas fundaciones, donde se va a asentar el carisma, la Ley, el evangelio. Es el objeto de la promesa teresiana, narrado por nuestro libro de Fundaciones. Veremos que las asonancias entre la Biblia y Teresa serán cuantiosas y los paralelismos ideológicos en algunos momentos clarísimos y muy similares. Otro tanto se puede decir entre los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. Los evangelios, alcanzan su realización, se asientan en la tierra a través de la misión que relatan los Hechos. Éste es, sin duda, el propósito de Lucas, hacer ver cómo el evangelio predicado por Jesús se encarna en las diversas comunidades mediterráneas. Los paralelismos entre Pablo misionero y Teresa son más que evidentes. También Teresa lleva su Camino (su evangelio) a las diversas fundaciones, y al igual que Pablo, escribe cartas a las comunidades que 5 Citamos a Teresa por Obras Completas de Santa Teresa de Editorial de Espiritualidad, 19845.

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acaban de nacer. En las cartas Teresa explicita el evangelio de Jesús (Cta. 273)6 como también lo hace Pablo (1Cor 2). Conviene tener presente para la comprensión de este capítulo que hasta 1571 la relación de Teresa con Dios se hacia en la persona de Jesús, como consta en la Cuenta de Conciencia 15. Después descubre el misterio trinitario7. Por tanto, la percepción que Teresa tenga del Antiguo Testamento siempre será desde lo cristológico y trinitario. A este centro vital y de comprensión incorporará aspectos del Dios del AT. y de la Divinidad en general. Basten estas pequeñas anotaciones previas para justificar nuestra reflexión bíblica sobre las Fundaciones teresianas.

I. LA PROMESA Quizás este concepto -el de la promesa- es el que más conmueve los fundamentos de la Biblia. Se halla en sus orígenes (Génesis), es el alma de la profecía, piénsese en el Enmanuel (Is 7,14), fin de los libros históricos: el reino davídico; objeto de reflexión o melodía de los sapienciales, v.g. el himno a los antepasados del Eclesiático (44-50), y fundamento de la escatología y apocalíptica, como pone de relieve, ante todo, el libro de Daniel. Parecería que fuera a desaparecer en el Nuevo Testamento, pero resulta todo lo contrario, pues cumplida la promesa en Jesús (Mt-Lc), éste se sitúa en un “plus” (Jn), en un proceso de revelación o mejor de “comprensión”, nunca acabado: Jesús histórico, Cristo resucitado, el Espíritu, la vuelta del Señor (Pablo): Galilea (Mc), Jerusalén (Lc), nueva Jerusalén (Ap). En la Biblia la Promesa está ligada a la Tierra. La llamada a Abraham (Gn 12,1-3. 7) y a los patriarcas va dirigida a la posesión de una tierra, y la tierra está enseguida vinculada al culto de Dios. De hecho los lugares recorridos por Abraham y los patriarcas se van se6

Ávila, 31 de enero de 1579. A MM. Carmelitas Descalzas de Sevilla “Esta presencia de la tres personas que dije al principio he traído hasta hoy... presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo, siempre me parece me hacía algún impedimento ver tres personas -aunque entiendo es un solo Dios” (CC 15,1). 7

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ñalando con algunos santuarios y con nombres teóforos: (Sikem, Moreh, Betel (Gn 21,6.8). Algo similar hará Teresa, como veremos enseguida, sembrando la tierra conquistada con santuarios de nombres cristóforos: San José de Ávila (V 32-36), San José del Carmen (F 1), Nuestra Señora de la Anunciación (F 20), San José de Nuestra Señora de la Calle (F 29), etc. Abraham tiene que salir de un pueblo de ídolos (Js 24,2), símbolo de la rebeldía original. Por la obediencia de Abraham (Gn 22) la tierra volverá a ser un don para el hombre. Pero en ese don, él tendrá que colaborar. El primer aspecto -el de don- lo recalca el libro de Josué: la conquista la hizo sólo Dios (Js 23,3); y el segundo, el libro de los Jueces: la conquista la hizo Dios, pero con gran esfuerzo del hombre (Jc 1,27-36). La promesa después torna a sus orígenes primeros como recordarán los evangelios de Marcos y Juan (Mc 1,1; Jn 1,1-18), y aquí hay que situar a Teresa. Si ahora miramos a las Fundaciones quedaremos sorprendidos del dinamismo de la promesa. Primeramente observaremos que también ellas surgen de una promesa, de aquellas palabras que oyó Teresa de labios de Cristo: “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas” (F 1,8). A medida que Teresa se va integrando en la escucha de la palabra, que la llama, se va comprendiendo como alguien que no termina en sí misma (V 23,16), está abierta a un proyecto de Dios, como en el caso de Abraham. Muchos textos del libro de la Vida nos llevan a esta convicción (V 38,3)8. Todo el desarrollo de su proceso vital-espiritual 8 En efecto, en los últimos capítulos de Vida van a pasar por el alma teresiana incontables percepciones del misterio de la Iglesia (V 38-40). Ahí Teresa alcanza la universalidad de la humanidad, pues la Iglesia en sus postrimerías ya no sólo se refiere a su propio círculo, sino que alcanza el alma universal. Más tarde, cuando le llegue la noticia de la fractura protestante (CV 1,2), se dará cuenta de hasta qué punto está inscrita en su ser la comunidad de Jesús. Y su ardor apostólico se desliza por límites insospechados cuando un misionero venido de América (F 1,7), le cuenta la situación en que se encuentran tantos hombres a los que no se puede consolar con la evangelización y los sacramentos. Digamos que al final del libro de la Vida se aprecia ya una visión universal de la Iglesia por lo que se refiere a sus contenidos más íntimos. La ruptura de la Iglesia le llega cuando se dispone a escribir el Camino de Perfección. Por eso la comunidad que nace de sus entrañas va a recibir de este hecho una nueva orientación. Todo va a estar dirigido a poner freno a ese mal. Intenta hacer cuanto ella puede, “eso poquito que es en mí” (CV 1,2), y

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terminará en esa promesa a la que nos acabamos de referir. A ella, como a Abraham, se la emplaza a un futuro total. Y al igual que Abraham, también Teresa tendrá que salir (Gn 12,1), palabra clave en ambos9; aquél, de la tierra de los caldeos, ella, de su viejo Carmelo, hacia otro de estilo más juvenil, más evangélico, y desde allí a otros, a otras tierras; siempre saliendo. No cesará de sonar en sus oídos el “ritornello” de Abraham: “Lek-leká = sal” (F 27,18). Teresa irá sintiendo cómo la promesa se va clarificando en forma de llamadas interiores de Cristo (CC 66.3), que ella deja consignadas en estos primeros momentos en los capítulos 32-36 de su Autobiografía. Éstas nos recuerdan a las que también iban jalonando las rutas del Padre de la fe (Gn 12,7; 15,1ss.; 17,1ss; 18,1ss). La promesa será purificadora en ambos casos. Abraham incluso la pretenderá reorientar. Y así, ante la esterilidad de Sara, sin aviso de Elohim, se unirá a Agar (Gn 16,1-4; 21,12). Teresa se mantendrá inamovible en la voluntad de Dios, pero ante los vaivenes de su realización, oirá la voz de Jesús: “¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora” (F 29,6). Nótese el “Yo soy” de Jesús, que rememora el Yahvé hebreo (yo estoy contigo) del Antiguo Testamente. o el ego eimi griego del Nuevo. Pronto comprenderá que lo que Cristo le ha revelado a ella tiene que materializarse en un grupo evangélico (V 32,11). La promesa de las grandes cosas comienza haciéndose realidad en lo pequeño: casa pequeña, grupo pequeño, máxima pobreza y mucha humildad (CV 2). También Abraham sufrió esta contradicción, se le promete una tierra inmensa: “Yo haré de ti una gran nación” (Gn 12,2), de la que sólo en realidad fue suya la gruta de Macpela (Gn 23,1), su San José de Ávila. Surgirán multitudes de una mujer estéril, Sara; numerosas construcciones de conventos, de la más absoluta esterilidad económica, Teresa. va a referir la comunidad a una vivencia intensa de las enseñanzas de Jesús: los consejos evangélicos (CV 1,2). 9 Toda la vida de Teresa fue un continuo salir, movida por la gracia. Primero este salir hacía relación a su configuración espiritual: de la casa paterna al ¿martirio? (V 1,5), a las agustinas (V 3,1ss), a casa de su hermana y tío (V 3,3-7), a la Encarnación (V 4, 1ss), a Becedas (V 5,1-6,1); después, de nuevo, a la Encarnación (6,2ss), de allí a san José (V 36,6), y después, a las diversas fundaciones. Y siempre, a impulsos de una promesa (F 27,15).

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El libro de la Vida es testigo de las enormes vicisitudes que acompañaron la promesa (V 26,2). Ya en la fundación del convento de Ávila, Teresa percibe que la promesa a veces sigue las vicisitudes del libro de Josué (v 36,1). Es imparable, supera todos los obstáculos que se le interponen, arrasa: “A donde se entenderá muchas veces escribe- no ser yo quien hace nada en estas fundaciones, sino quien es poderoso para todo” (F 29,5). Pero en otros momentos se reviste del carácter que le ha atribuido el libro de los Jueces, que sólo se hace presente con el esfuerzo humano: “Porque el mismo Señor como se ha visto en las demás fundaciones, toma en cada parte quien le ayude, que ya ve Su Majestad lo poco que yo puedo hacer” (F 29,8). Lo acontecido en la fundación de san José va a ser paradigmático como observará la misma Teresa (F 1,6). Se realizará en forma parecida en las otras fundaciones. Cada una de ellas va a ir acompañada de una promesa10, que es mera derivación de la gran promesa. Dios se va a hacer garante de la realización. Como a Abraham le va a ir clarificando su contenido, con múltiples vicisitudes. La promesa en cada fundación renace, aunque de distinta manera. Unas veces será una voz interior vigorosa, que no se puede apagar: “¿Qué temes? ¿Cuando te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones” (F 29,6), escucha en una ocasión ya recordada. Otras, se manifestará como un murmullo 10

Generalmente la Santa era requerida por alguien que pedía se hiciera una fundación en determinado lugar; en otras ocasiones era la voz del Señor quien la sugería y animaba a la fundación. En todo caso, siempre aparecía la voz del Señor confirmando u orientando la fundación: “y así ha sido ordinario que cada vez que ha de haber trabajo en alguna fundación, como nuestro Señor me conoce por tan miserable, siempre me ayuda con palabras y con obras. He pensado algunas veces cómo en algunas fundaciones que no los ha habido, no me advierte Su Majestad de nada. Así ha sido en esto; que, como sabía lo que se había de pasar, desde luego me comenzó a dar aliento. Sea por todo alabado. Así fue aquí, como dejo ya dicho en la fundación de Palencia, que juntamente se trataba, que con una manera de reprensión me dijo que de qué temía, que cuándo me había faltado. El mismo soy; no dejes de hacer estas dos fundaciones. Porque queda dicho en la pasada el ánimo con que me dejaron estas palabras, no hay para qué lo tornar a decir aquí, porque luego se me quitó toda la pereza. Por donde parece no era la causa la enfermedad ni la vejez. Así comencé a tratar de lo uno y de lo otro, como queda dicho” (F 31,4).

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que viene de lejos, ha surgido del deseo de alguien, de realizar una fundación. El murmullo acaba configurándose en el corazón de Teresa como un deseo de Cristo (F 10,1-2). Siempre termina revelándose como la palabra de Dios, clara, incisiva, espada de doble filo, que perfora los fondos del alma (F 17,3-4). Es el itinerario de Abraham, al que Dios nunca abandona, aunque no le ahorra dificultades (Gn 22,919). A lo largo de las Fundaciones se pueden encontrar numerosas observaciones de Teresa, ponderando la acción de Dios. He aquí dos textos en este sentido: “Y si bien lo advertís, veréis que estas casas en parte no las han fundado los hombres las más de ellas, sino la mano poderosa de Dios” (F 27,11); “Que ahora que lo voy escribiendo, me estoy espantando y deseando que nuestro Señor dé a entender a todos cómo en estas fundaciones no es casi nada lo que hemos hecho las criaturas” (F 13,7). En otras, se fija en la acción de sus muchos colaboradores (F 21,6-7), y de ella misma: “Que ninguna fundación ha querido el Señor que se haga sin mucho trabajo mío, unos de una manera, otros de otra” (F 24,15). En ellas se pueden individuar no pocos párrafos que las conexionan con los textos bíblicos, casi paralelos literalmente. Veamos uno. Hablando de este proceso de evangelización, escribe Pablo: “Peligros en ciudad, peligros en despoblado, peligros por mar, peligros entre falsos hermanos, trabajo y fatiga, noches sin dormir, muchas veces, hambre y sed, muchos días sin comer, frío y desnudez” (2Cor 11,26-27); y añade Teresa: “No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con frío, con soles, con nieves, que venía vez no cesarnos en todo el día de nevar, otras, perder el camino, otras, con hartos males y calenturas” (F 18,4). Por lo demás, todos los elementos que reseña Pablo pueden encontrarse a lo largo del libro de Teresa (F 21,7). El misterio de la promesa La llamada que Teresa percibe acerca de fundar nuevas comunidades no se inscribe en el orden del mandato, se sitúa más bien en la línea de su historia de salvación. La Promesa se relaciona ante todo con su mística y con su misma persona. Como afirma Rahner, acerca de la inspiración de la Biblia, que se determina por aquel acto por el

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que Dios decidió crear la iglesia11, del mismo modo la promesa teresiana y Teresa misma se entienden como una derivación por la que Dios se propuso crear el nuevo Carmelo (F 29,33)12. Las fundaciones y Santa Teresa se entrelazan. Pero la promesa teresiana como la de la Biblia se realiza como expresión de Dios mismo (Cristo), por eso está estrechamente vinculada a la gloria de Dios y a su “comprensión” por parte de Teresa. Dios se hace presente en el mensajero, o mejor en la encarnación del mensaje, que siempre será un evangelio, una bella noticia, pues son un deseo de Jesús, “paraíso de su deleite” (V 35,12). La promesa que se inscribe en la religiosidad de la persona se determina por el mismo ser de Dios, es misteriosa e inasible; piénsese en la esterilidad de Sara; traspasa los vaivenes del tiempo y simula perderse en las circunstancias. Así conmovía en múltiples vibraciones el alma de Teresa. Promesa y carisma van de la mano. Pero la promesa además tiene por objeto sostener la esperanza. Ante los riesgos y perplejidades ella invita a ir a delante. A esperar recorriendo la tierra. Eso explica la actividad desbordante de Teresa. Sin promesa de la tierra no seríamos capaces de explicar cómo hubiera sido su vida. Y en este sentido se convierte también en luz y comprensión del futuro. Su cumplimiento marca la línea de historia de salvación que Dios ha querido emprender en la historia humana. Los textos teresianos son en este punto muy clarificadores (F 1,1ss). Teresa como los protagonistas bíblicos vuelve la mirada hacia atrás y queda abrumada de la actitud de Dios. Y también al igual que ellos al descubrir el horizonte de realización prorrumpe en cánticos de alabanza, en formas de párrafos líricos o exclamaciones. De ambas cosas están empedradas las Fundaciones. En la Escritura la palabra “volverse” está relacionada con la conversión (shub) y con un nuevo descubrimiento de Dios. Esta palabra tiene un relieve particular en los profetas y en el evangelio de Juan. Aquí cuando la Magdalena se vuelve por segunda vez descubre un nuevo Jesús (Jn 20,13-17). La redacción de las Fundaciones de Teresa ha sido un volverse para contemplar el proceso de la promesa y de11 Cf. L. ALONSO SHÖKEL, La palabra inspirada. La Biblia a la luz de las ciencias del lenguaje, Barcelona, Herder, 1966, pp. 188-189. 12 “Sino que pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos profetas” (F 29,33).

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jarlo asentado en una Escritura. Teresa en este volverse por segunda vez para mirar el trayecto de la promesa, ha vuelto a ver el itinerario del Dios (Cristo) que un día salió a su encuentro y ha contemplado cómo aquella promesa ha rasgado el horizonte de luz y sembrado de evangelios el espacio. Ahora al final, como la Magdalena, al volverse de nuevo descubre el misterio, y comprende el sentido total de aquellas palabras: “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas” (F 1,8). Las Fundaciones han puesto perspectiva a la mística teresiana, como Josué y Jueces al sueño de Abraham, y la misión paulina y de los demás discípulos a la utopía de Jesús.

II. LA TIERRA El protagonismo del Espíritu Como se sabe, la obra de difusión del cristianismo fuera de Jerusalén tiene lugar después de la llegada del Espíritu, que se derrama sobre el nuevo pueblo (Hch 2). Algo parecido sucede en el Antiguo Testamento, en el que también recae sobre el grupo dirigente de Moisés (Nm 11,24-25) y sobre Josué (Nm 27,18; Dt 34,9). Por otra parte, los momentos más carismáticos se pueden encontrar en el libro de los Jueces (Jc 6,34; 11,29; 13,25). El asentamiento en la tierra está vinculado al Espíritu (1S 10,5-7). ¿Se da algún paralelismo con las fundaciones de Teresa? Parece que sí. En efecto, ya hemos dicho que la fundación de San José coincide con la formación del pueblo, del que va a partir el asentamiento en la tierra. También Teresa partirá de su grupito de San José. Y en una de sus ermitas tendrá lugar la gran recepción del Espíritu (V 38, 8-11). Se puede decir que en San José se constituyó el nuevo pueblo, allí se le dio la nueva ley, el Camino de Perfección (evangelio), y allí a través de Teresa recibió el don del Espíritu (CE 39,2-3). Esta recepción del Espíritu (V 38,8-11) es para Teresa algo singular. Lo señala varias veces. Después el Espíritu se hará presente en distintas personas relacionadas con las fundaciones. Teresa resaltará esta presencia contándonos sucesos singulares que van jalonando el itinerario, de modo que van siendo como una estela marcada por el Espíritu en diversos carismas, al modo de lo que sucede en las comu-

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nidades paulinas. Quizás uno de los elementos más llamativos de las fundaciones es esa presencia del Espíritu a través de fenómenos extraordinarios y en la alegría y armonía de las comunidades que se revelan como hechos normales, pero que remiten a gracias extraordinarias, que nos recuerdan aquello del libro de los Hechos “las comunidades crecían y se fortalecían (9,31; cf. F 3,18). La tierra como sorpresa Es otro rasgo de conexión entre Fundaciones y la historia salvadora. Ya Moisés tenía sus perplejidades acerca de cómo conducir a su pueblo. En momentos de dificultad se dirigía a Dios y le recordaba que aquel pueblo era suyo (de Dios), que a él le correspondía cuidarlo (Nm 11,10-15). Algo muy similar dirá Teresa cuando se vea obligada a dejar solas al grupito de San José: “Señor, esta casa no es mía; por Vos se ha hecho; ahora que no hay nadie que negocie, hágalo Vuestra Majestad” (V 36,17). A lo largo de las fundaciones en numerosas ocasiones también Teresa se sentirá sin fuerzas (F 31,11) como alguno de los jueces antes de comenzar la batalla, y muchas veces observará que Dios se vale de lo que aparentemente no cuenta. Así, la historia de Gedeón (Jc 6-8) se podrá ver reflejada en no pocos momentos del libro de Teresa (F 15, 6-8); también será posible distinguir el canto de Débora (Jc 4,4-10; 5) cuando Teresa se muestre más fuerte que los poderosos como acontecerá en el caso de la fundación de Toledo (F 15,5), o de Burgos (F 31,43-45) y en otros diversos momentos. Siempre mirando a la alianza. A lo largo del asentamiento de las tribus, siempre la mirada estará fija en la Ley como punto de referencia (Js 1,2-8). En este sentido, sabemos que al final del asentamiento Josué propone a todas las tribus la renovación de la alianza (Js 24). También en el caso de Teresa siempre la mirada estará dirigida al convento de San José, donde tuvo lugar el pacto. Para Teresa es el punto de referencia (CV Argumento General). En ese libro se halla la constitución de su pueblo, la Ley del Espíritu. Y también los conventos de Teresa son como tribus, con cierta independencia entre sí, y diversidad de estilos (F 9, 2-4; Cta 11,9); pero que encuentran su unidad en esa referencia permanente a

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la fundación de San José (F 1-2; cf 3-8), que como hemos dicho, se inscribe en la misma Autobiografía (Génesis). Son capítulos que representan en algún sentido la constitución de Teresa y de su grupo, no forman parte del libro de las Fundaciones. Si volvemos nuestra mirada a los Hechos de los Apóstoles, el convento de San José remitiría a la comunidad primitiva, la de Jerusalén, de la que surgirían después por impulso del Espíritu las otras comunidades. También las comunidades paulinas gozarán de una determinada autonomía y fisonomía. Ahuyentar los ídolos Es otra de las prioridades del don de la tierra. La tierra poseída por Israel va tomando cada vez más la condición de sagrada, de consagrada a Yahvé. La tierra de Canaán era una tierra de ídolos (Jc 2,11-16), en la que prevalecía la maldición divina a causa del pecado; el asentamiento los iba ahuyentando, y convirtiéndola en campo de bendición (Jc 2,20-23). Ya hemos dicho que los Patriarcas, anteriores a la conquista, la iban sembrando de santuarios. Especial fue el de Bet-El, cuando Jacob vio una escala que subía hasta el cielo, a quien denominó “casa de Elohim y puerta del cielo” (Gn 28,17). Sin duda, aquí se halla el culmen del proceso patriarcal. La cumbre del proceso teresiano, a su vez, se encuentra en la creación del convento de san José, “rinconcito de Dios”, “morada en que Su Majestad se deleita”, estrella de gran resplandor”; “puertas guardadas por María y José”, mientras “Cristo mora entre las religiosas” (cf. V 35, 12; 32,11). Escuchemos ahora el texto del Génesis: “Jacob se despertó de su sueño y exclamó: «¡Verdaderamente Yahveh mora en este lugar y yo no lo sabía! ¡Cuán terrible es este sitio; no es ésta sino la Casa de Elohim y la puerta del cielo!»” (Gn 28,1617). Por otra parte, Teresa entenderá sus fundaciones de forma parecida a lo que acabamos de ver en la Biblia. El mundo para ella es algo personificado (F 1,1), el lugar de la honra (F 15,16), donde pervive el orgullo del pecado y la “ybris” original (F 10,9). Por eso sus fundaciones en medio del mundo son espacios en los que ella se adentra en la tierra de los ídolos, la honra y el dinero. Son los nuevos santuarios en la tierra de la conquista, o las nuevas comunidades paulinas. Pablo

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en su marcha por las zonas mediterráneas nos recuerda a Josué en la tierra de Canaán. Teresa seguirá estas dos líneas íntimamente incorporadas. Como cuando nos rememore el Éxodo, llevará implícita la predicación liberadora de Jesús en la tierra santa, que, a su vez, es una réplica del éxodo de Moisés. Las líneas de asunción de ambos Testamentos se entrecruzan en la dirección de un mismo parámetro que halla su plenitud en Jesús, del que surgen nuevas dinámicas misioneras, en las que quedan integradas las antiguas. Después de Jesús toda la experiencia se realiza desde él, pero siempre connotando toda la historia de la salvación. Las fundaciones teresianas son la oposición a las fuerzas del mal que pretenden adueñarse de la tierra (F 31,11). Como Pablo, podría decir: “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del mal que están en las alturas” (Ef 6,12). Sus continuas alusiones al Diablo, como el opositor principal a sus fundaciones (F 25,14; 31,11), se inscriben en esta línea. Escuchemos a uno de nuestros mejores historiadores, nada sospechoso de pietismo: “Por estos motivos, esta historia se presenta como epopeya: no es ella, es Dios quien emerge victorioso sobre un demonio que no cesa de bullir en duelo sin par. La madre Teresa es sólo el instrumento de este ir sembrando iglesias”13. Para Teresa, sus conventos son penetraciones de lo sagrado en el espacio de lo mundano. Sobre el lugar de una de sus fundaciones, escuchó estas palabras del Señor: “No entienden ellos lo mucho que soy ofendido allí y esto (la fundación) será gran remedio” (F 29, 18). Las fundaciones son el testigo de esa marcha del evangelio hacia la creación de un nuevo Israel, una nueva tierra, esa Galilea a la que el evangelio de Marcos convida a volver (Mc 16,7). Aquí, las veces del evangelio de Marcos, las hará el Camino de Perfección, nuevo evangelio, que abre la misión de la carmelita a horizontes infinitos (CV 2,9-10: 3,2) en la línea de Mateo (28,19-20), y desde los humanismos de Lucas en la expresión de la fuerza incontenible de una vida, que se percibe en lo más hondo del ser (CV 19,3), tal como esclarece el evangelio de Juan (Jn 10,10). 13 SANTA TERESA DE JESÚS, Libro de la Fundaciones. Revisión textual, introducción y notas por T. EGIDO. Madrid, Editorial de Espiritualidad, 4 2011 , p. 9.

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El final de la historia patriarcal se halla en José, el mejor descendiente de Abraham, su más bella expresión para tiempos nuevos, el hombre de los sueños (Gn 37, 9-11.20), el patriarca con modales evangélicos. El personaje más atractivo de todo el Génesis, y me atrevería a decir de toda la Biblia veterotestamentaria, una saga oriental. El Carmelo teresiano, a su vez, resplandece para el mundo moderno en una síntesis admirable de todos los evangelios, del Cántico Espiritual y del Camino de Perfección en la carmelita soñadora, la lluvia de rosas, la primavera en éxtasis, el encanto irresistible, la exquisita normanda (Ms B 2,rº), Teresa de Francia. Con muchos parecidos con el preferido de Jacob. A ella, más que al piadoso y joven rey Josías, pertenecen aquellas palabras del Eclesiástico: “Tu memoria, mixtura de incienso, alquimia de un perfumista” (Si 49,1). Abraham José; Teresa de Ávila - Teresa de Francia. Pero sigamos con las fundaciones. Se trata de la adquisición de la tierra prometida, que ahora había que conquistar palmo a palmo como en el libro de los Jueces. En cada fundación era una ciudad cananea, quien caía con sus ídolos (F 27,11). Un vendaval que arrasaba el campo de los dioses: la honra y el dinero, para devenir en “austro que recuerda los amores” (C 17,4), y convertir la tierra desolada y devastada en jardín paradisíaco de Edén (Ez 36,35), donde el Señor se pasea con el hombre y su mujer, “ad auram post meridiem” a la brisa de la tarde, en expresión del Génesis (3,8), y traducción de lavulgta, o “cuando las sombras se alargan”, como dirá el Cantar (4,6), que nos recuerda aquella promesa divina, que escuchó Teresa, referida al convento de San José: “Que Cristo andaría con nosotras” (V 32, 11). La tierra como maestra Israel se fue forjando a lo largo de la conquista. Fueron surgiendo nuevos líderes, como sucedió sobre todo en el libro de los Jueces. Aunque Teresa siempre fue protagonista, brotaron junto a ella nuevas figuras (María de san José, Ana de Jesús, Ana de san Bartolomé, etc.). Teresa no fue absolutamente rígida en su visión del proyecto, dejando espacios para la creatividad, de modo que, dentro de la concepción de entonces, cada fundación resultaba un Carmelo, muy específico, como cada tribu gozaba de su identidad, o era una nueva

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iglesia cada comunidad de Pablo. En Israel desaparecería el concepto tribal, aunque no del todo, con la llegada de la realeza. Estas nuevas figuras de las comunidades de Teresa, ahora en ciernes, llevarían la promesa a la diáspora: Francia y Bélgica. De esta forma, al igual que para Israel y la comunidad de Jesús, también para Teresa la tierra contribuyó, a su modo, a forjar la promesa. El carisma se moldeaba al ritmo de los horizontes (F 9,2-3). Y ya sería para siempre el maridaje entre la tierra y la promesa. A lo largo de los siglos Teresa se encarnaría en nuevas figuras, con ese mismo nombre, en horizontes diversos: Italia (Teresa Margarita Redi), Francia (Teresa de Lisieux), Alemania (Teresa Benedicta, Edit Stein), Chile (Teresa de los Andes). Así la promesa respondería al clamor de la tierra, y las fundaciones teresianas nos rememorarían las aventuras del Dios de Israel, o del Jesús de la Iglesia, siempre caminando y acompañando a su pueblo (Yahvé).

III. EL DIOS DE LA HISTORIA Pinceladas breves sobre el Dios de Israel El Dios de Israel se va dando a conocer en la historia. “La historia puede ser llamada el sacramento de la fe de Israel... Los detalles de esta historia, las palabras y las acciones, las enseñanzas, los sentimientos y las intenciones de los hombres son el pan y el vino del sacramento”14. Es una de sus características más significativas. Por tanto, hay que admitir que el israelita ha ido progresando en el conocimiento de su Dios en un proceso creciente que también incumbe al NT. El Dios de los patriarcas es el Dios del clan, del grupo, al que exige obediencia, pero al que siempre defiende y al que promete llevar al éxito en medio de un mundo de ídolos. Con Moisés aparece otra figura de Dios, es el Dios liberador, que pide a Moisés que se ponga al frente de un grupo de esclavos, a los que quiere liberar de la opresión. Es el Dios Yahvé. Éste se va a ir manifestando de diversos modos en 14 W. ROBINSON, The history of Israel, 1941, p. 12. Citado por E. JACOB, Teología del Antiguo Testamento, Madrid, Marova, 1969, p. 175.

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el período de la conquista o asentamiento. Aquí va ya adquiriendo una perspectiva más universal, se le va poniendo en relación con otros dioses. Esta visión se acrecentará en la época de los reyes y profetas, quienes contribuirán notablemente por la experiencia personal al descubrimiento de nuevas facetas en el Dios de Israel, que será confesado definitivamente como único y Señor de la historia universal en el Deuteroisaías15. Los sabios someterán a una reflexión profunda la fe de Israel en su Dios, en relación a Israel mismo, las cosas ordinarias de la vida y con el mundo. Basten estas brevísimas anotaciones acerca del Dios del AT., que se revela en la historia y se deja entender en la reflexión. Sin embargo, “El Dios del Antiguo Testamento no se adapta fácilmente a las expectativas de una teología dogmática ni a las categorías de una filosofía helenística imperecedera. A resultas de ello, la mayor parte de nuestras categorías son inútiles para dilucidar dicho Sujeto, y tendremos que avanzar prestando atención a lo concreto, texto a texto, detalle a detalle. El Personaje que surgirá de tan paciente estudio, en última instancia, seguirá siendo elusivo y bastante sorprendente”16. Si miramos al NT. La frase que Juan pone en labios de Jesús: “Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad os guiara en la verdad total” (16,13)17, nos habla claramente de un crecimiento. Este conocimiento de la verdad plena la realizará el Espíritu de muchas maneras, pero en todo caso somete el conocimiento de Dios y de Cristo a un 15 Era, por tanto, fácil para el segundo Isaías extraer las últimas consecuencias de la fe en la omnipotencia de Yahvé, proclamando que los dioses que no son Yahvé no sólo no tenían poder alguno, sino que carecían incluso de existencia; son, dice, “elilim”, cosa de nada, habalim, soplos vanos, ma aseh yadayim, creaciones del hombre, que no tienen otra realidad que la de la materia, de la que están hechos su ídolos (Is 41,1; 43,9; 44,6; 45, 22), y donde se presentaba una adoración verdadera -porque los israelitas no eran tan estrechos de espíritu como para negar toda vida religiosa sincera fuera de su propia religión-, los profetas presintieron una adoración inconsciente de Yahvé (Mal 1,11)” [E. JACOB, Teología del Antiguo Testamento, Madrid, o.c. p., 69]. 16 W. BRUEGGEMANN, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé, Salamanca, 2007, p. 135. 17 Cf, S. CASTRO SÁNCHEZ, Evangelio de Juan. Comprensión exegéticoexistencial, Madrid-Bilbao 20053, p. 361.

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proceso creciente, que también tiene lugar a lo largo de la misión como se puede observar en Pablo. El Dios de Teresa y la historia Cuando analizamos Vida ya dejamos ver que esta faceta no era ajena al Dios teresiano18. Es evidente que desde el principio Teresa tenía “in mente” el Dios cristiano, único, trinitario, que se revela en el tiempo en Jesucristo, Dios y hombre. Pero estas esencialidades y sus efectos se van haciendo concretos en el tiempo, y la figura de Dios se va contorneando según se recalque un atributo u otro. Es más, estas mismas realidades se van entendiendo en nuevas y más profundas dimensiones (cf. V 38,17-18). También cuando estudiamos el libro de la Vida veíamos cómo la figura de Dios, que Teresa contemplaba sobre todo en Cristo, se iba esclareciendo al ritmo de los sucesos de su existencia, que desde una primera perspectiva pudieran entenderse como algo muy privado, restringidos a un ámbito muy pequeño, y limitados prácticamente a un monasterio y a una ciudad. Esto nos hace rememorar, aunque sea lejanamente la época de los patriarcas, en que, como decíamos, Dios se limitaba al grupo, y al jefe del clan, en un radio geográfico muy reducido. En cambio, en Fundaciones se abre a una geografía mucho más amplia y a un encuentro con un Dios neotestamentario, que ya no limita su acción sólo a ella, sino a todo un conglomerado de personas y sucesos (F 13,7; 27,18), todos los que componen el radio de cada una de sus fundaciones: la Iglesia institucional, autoridades civiles, y diversos poderes, los del dinero y los del influjo en la marcha de las ciudades. Teresa se esta abriendo a la acción de Dios, de Cristo, en un contexto más amplio, que el reflejado en el libro de la Vida (cf CV 1,2). Un ámbito de Dios que se asemeja al del asentamiento de las tribus israelitas o al de Jesucristo en las comunidades paulinas, salvadas, evidentemente, las inmensas distancias.

18 S. CASTRO. El camino de lo inefable. Presentación de Dolores Aleixandre, Madrid, 2012, 98. No hace falta repetir de nuevo que Teresa al referirse a Dios tiene generalmente presente la figura de Jesús, Dios y hombre, en quien percibe a las otras personas y el misterio de la Divinidad.

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El Señor misterioso de la Iglesia y del tiempo El Camino de Perfección, la constitución del nuevo pueblo, fija como una de las metas la defensa de la Iglesia de Jesucristo. Teresa ahora se ve obligada a reflexionar sobre el sentido de Dios, Cristo, en esta fragmentación de la comunidad cristiana, que ella atribuye a fuerzas diabólicas (CV 1,3.5). Entiende su nuevo Carmelo como un bastión de retaguardia, mientras la vanguardia corresponde a teólogos y predicadores (CV 3,1-5). Se trata de reconquistar la tierra y ayudarle a Cristo a hacerlo por medio de la oración y la vida evangélica (CV 1,2). En este proceso, Teresa, no me atrevería a decir que descubre, pero sí que fija una nueva forma de ser de Dios, que remite a la visión que de él nos da el libro del Éxodo, encarnado ahora en el Jesús, un ser liberador. Dios implicado en los problemas del mundo, y el mundo sujeto a un vaivén de fuerzas que lo atenazan (CV 3,7-9); es el mundo de los espíritus contra el que también se alzó Pablo. Y Teresa descubre ahora en su obra un aspecto militar (CV 3,1-2). Y desde aquí, quizá podemos entender qué significa aquella expresión utilizada una vez por ella “Gran Dios de las caballerías”19. Y en su dulce Camino de Perfección se perciben las batallas del Éxodo y las virtudes cristianas como indumentaria militar con la que Pablo quiere que se revistan los cristianos (Ef 6,11; 2Cor 10,4). En sus diversas fundaciones experimentará esa presencia del Señor, que lucha denodadamente contra las fuerzas adversas, que se oponen a su realización. El Dios omnipotente, baja a pelear a su favor para que esos pequeños santuarios se asienten (F 25,13-14) y guarden la retaguardia de los luchadores de la palabra, tanto en el campo protestante como en la propia tierra, donde otras fuerzas más ocultas intentan conquistarla (CV 3,5). ¿No se está recreando en esta historia de Teresa la historia bíblica referida? (F 27,17). Pero todo no acaba aquí. Teresa descubre a ese Dios de la fe cristiana, que se infiltra en la libertad del hombre (F 30.12), en la marcha de la historia y de la Iglesia y cómo se muestra misterioso ante el mal 19 Probable alusión bíblica Ex 14, 18. 23-28; 15,1-4. Teresa hablando con el Padre se denomina “gusanillo” que así se atreve (CV 3,9), texto muy similar a Is 41,14: “No temas, gusanillo de Jacob”. Ambos textos en contexto de liberación.

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del mundo (6, 18-19), y deja al mundo ser mundo (F 28,6). Las Fundaciones le descubren un Dios más secular (F 19,9; 24,14). En este libro el posible Dios exclusivo20 de Teresa, se hace más práctico (F 15,8-10). Con todo, el mundo para ella es el lugar del imperio del mal (F 25,1). Comprendía sus fundaciones como focos de luz y de fuego (F 22, 19-23) para el mundo, que queda al exterior como espacio que el Señor la enviaba a conquistar (F 28,1-8.15-16). Las fundaciones muestran la infinitud de Dios, perdido en la finitud de los hombres, el Dios todopoderoso enredado en desmadejar la trama mundana de algunos hombres (F 29,6). Descubre cómo ese Dios, en quien todo se sustenta, y que ella ha percibido en experiencias admirables (V 40,1. 9-10), se infiltra en la monotonía de la historia, y que sólo se percibe allí su presencia por la fe (F 30,14). Los acontecimientos siguen su camino casi de forma autónoma, aunque de cuando en cuando Dios sorprende (F 25,4) a los suyos de tal modo que no pueden contenerse, sintiéndose obligados a prorrumpir en alabanzas (F 29,6). Es el famoso tiempo singular, sagrado, donde Dios pretende concentrarse, eso que la Biblia griega llama “Kairos”. Parece como si Dios quisiera dejarse sentir fuera de toda duda. Pero eso dura un instante (F 31,4), después el mundo torna a su autonomía. El Dios de los movimientos del corazón. Las fundaciones de conventos le hacen entrar a Teresa en contacto con un público nuevo, más secular, en general, que el que ella hasta ahora conocía21. Y ahí observa cómo Dios actúa en las personas moviendo los corazones de muchos hacia su obra, en medio del mundo22, en que se genera como un sentimiento global compartido, que surge del interior (F 28,37). Es un nuevo estilo de Dios, que alcanza lugares 20

En el sentido de reducido a una experiencia muy suya, muy personal. Las experiencias altísimas que ha tenido de Cristo. o de sola la Divinidad pudieran estar contempladas con cierta exclusividad. 21 “Y que convierten a las Fundaciones en fuente envidiable y clara para revivir la historia de aquella Iglesia y de aquella Castilla” (T. EGIDO, Las Fundaciones, o.c. p. 11). 22 En cada una de las fundaciones aparecen personas que apoyan el proyecto; cf. entre muchos textos F 29,12.14.

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hasta ahora desconocidos (F 27,1.3). Esto atañe principalmente al número de mujeres jóvenes que reclaman unirse a Teresa (F 4,5), que nos recuerdan a algunas de las comunidades paulinas, aquel movimiento cristiano primitivo, aquella brisa que invadía y refrescaba tantas ciudades asfixiadas de ídolos y sin esperanza (Rm 1,1-8). Las nuevas comunidades teresianas ponían en movimiento las ciudades23. Es el Señor de la historia, que se muestra ahora como el trovador de los corazones, que se ponen a vibrar al ritmo de esos santuarios (F 29,1; 31,3). También en Josué se daba en cierta medida este fenómeno. No sólo arrasaba las ciudades, sino que encontraban a su paso grupos que los saludaban como a auténticos liberadores (Js 9,1-16). El Dios del amor Quien lea la narración del libro de las Fundaciones, percibirá allí una historia muy peculiar. Se trata de una historia sagrada de amor. Dios se hace presente en el mundo a través de unos seres humanos: Teresa y los suyos (F 1,2). A lo largo del relato se percibe el brote de un amor desbordante, que es fruto de una acogida previa de ese amor, que se ha revelado singularmente a Teresa. Hasta ahora hemos hablado preferentemente de Dios, aunque hemos ido especificando que durante algún tiempo Teresa percibía esa divinidad en Jesucristo, luego vino la experiencia trinitaria, como consta en la Cuenta de Conciencia 15. El que se concentrara anteriormente en Jesús no quiere decir que no tuviera presente a la Trinidad, pero eso acontecía en esa figura inmediata de Jesús (F 10,11). Muchas veces, como ya señalábamos al estudiar el Camino de Perfección, se dirigía al Padre, “entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espiritu Santo que enamore vuestra voluntad” (CV 27,7). Pero, sin duda, la referencia a Dios en el libro de Fundaciones en la mayor parte de las ocasiones tiene como término directo a Jesucristo. Aquí, vuelve la connotación de la persona de Jesús cuando la presencia de Dios se hace explícita (F 10,11). Es el Resucitado que quiere llenar de sus comunidades el mundo. Y de nuevo nos sentimos impelidos a recordar a Pablo. Teresa se sentía unida a él en su experiencia de Cristo que de tal modo vive en él, que 23 En general esto sucedía en todas las fundaciones, piénsese en Palencia, Sevilla, Burgos, etc.

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ya no es Pablo el que actúa sino Cristo (Ga 2,20). Teresa confiesa que disfrutaba de esto mismo (V 6,9; CC 3,10). En esas nuevas comunidades, situadas en la diáspora hebrea, era donde Pablo predicaba la nueva revelación y donde había desembocado el cristianismo. Era Jesús quien recogía todo el proceso anterior. Curiosamente Jesús y Josué tienen el mismo nombre. En los asentamientos de Pablo, tenía lugar la auténtica conquista de la tierra, con el que ahora conecta Teresa. Así el rostro de Dios era el de Cristo y el de Cristo era el que aparecía en esas nuevas comunidades, que trataban de imitar a las comunidades o mejor comunidad apostólica. No olvidemos que el Camino de Perfección que las rige es un evangelio. El grupo hace presente al Dios de las bienaventuranzas24. Son grupos de felicidad. Unos de los elementes más peculiares del carisma teresiano es la alegría comunitaria. Comunidad alegre (F 27,12). Esas comunidades en medio del mundo eran luz en lo alto de un monte, oasis de eternidad, pues rememoran el paraíso y el Cantar, experiencia del más allá. Era el evangelio revelado a los pequeños, la comunidad pequeñita (Lc 12,12), que debe saltar de júbilo porque al Padre le ha complacido darle el Reino. Era el pequeño colegio de Cristo. Porque la conquista de la tierra no tenía otra pretensión que reconciliarla consigo mismo, después del primer pecado. El fin de la historia “salutis” es el evangelio. Teresa hablaría de su grupo como pequeño colegio de Cristo (CE 45,2). Ya nos hemos referido a cómo ella contempló en una experiencia, que una puerta de la casa (del convento de san José) era guardada por la Virgen y otra por san José, mientras el Señor estaría presente en medio del grupo. Esto explica que cuando Teresa regresa a su comunidad de san José, después del llamamiento de la priora de la Encarnación, salga a recibirla el Señor, como dueño de la casa (V 36,24). El punto de referencia de sus conventos es el grupo apostólico, al que ella denomina “colegio de Cristo” (CE 45,2); casa de Betania. (C 17,5). La nueva tierra es el lugar donde se implantan los consejos evangélicos (CE 1-2), donde estará Cristo presente (F 16,4)25, no sólo como esposo (F 31,50), sino 24

Convendría recordar aquí cuanto dijimos al respecto en el Camino de Perfección. 25 Cf,. V. 32,11; 33,14; 35,12

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también como camino (F 10,11)26. La comunidad teresiana será una iglesia (F 18,5), que pretende difundir desde allí el mensaje de Jesús. Así la conquista de la tierra teresiana devuelve la creación a sus orígenes primeros, a la paz o armonía de todo entre sí y con Dios, por medio de Jesucristo, que es nuestra paz. Siempre, con las debidas salvedades, podemos decir que el Dios de la Autobiografía se parece mucho al del Génesis, al de Pablo y Juan, místicos; el del Camino de Perfección al del Éxodo (como fundación del pueblo, Alianza y Ley) y a los Evangelios; y el de Fundaciones a Josué-Jueces, y Hechos de los Apóstoles. Con el libro de Fundaciones Teresa concluye su proyecto, que no era otro que, al igual que Abraham lleva su experiencia a Canaán, ella lo extiende al territorio español. La tierra al final está orientada a la Bendición: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gn 12,3). Hay otras muchas relaciones literario-religiosas entre la Biblia y Fundaciones, que no están escritas en este trabajo. Si se escribieran una por una no cabrían en varios volúmenes. Éstas han sido escritas para mostrar que el fondo mental, cordial y literario de las Fundaciones se halla en la Torá de Adonai, y en el evangelio de Jesucristo. “Maran atha”.

26 Texto vibrante en que muestra cómo fue la vida de Cristo. Cristo aparece aquí como maestro existencia, Cristo vivo.

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