EL DIVÁN Por Carlos Etxeba

EL DIVÁN Por Carlos Etxeba REPARTO D.ª LAURA - Esposa de D. Fernando D. FERNANDO - Esposo de D.ª Laura D. INDALECIO - Padre de Dª Laura JUANITO - H

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EL DIVÁN Por Carlos Etxeba

REPARTO

D.ª LAURA - Esposa de D. Fernando D. FERNANDO - Esposo de D.ª Laura D. INDALECIO - Padre de Dª Laura JUANITO - Hijo de D.ª Laura y de D. Fernando JULITA - Novia de Juanito D.ª CLAUDIA - Psiquiatra D. ARTURO - Ayudante de Dª Claudia PEPA - Doncella de la casa. VOZ DE LA POLICÍA

ACTO 1 (La escena representa el salón de la mansión de una familia muy acomodada. Es un chalet rodeado de un jardín. Hay un gran ventanal a través del cual se ven los árboles y una puerta en el fondo del escenario que da al jardín. A la izquierda y a la derecha del escenario hay dos puertas laterales que dan a las habitaciones interiores de la casa. En el salón entre los demás muebles, ocupando un lugar llamativo, hay un diván, al estilo de los que se utilizan en el psicoanálisis, un reloj antiguo y un mueble bar. En otro lugar del salón hay una mesita de escritorio. Sobre el diván está D.ª Laura a la que está psicoanalizando la doctora D.ª Claudia, la cual está sentada al lado con una libreta en la mano, sobre la que efectúa anotaciones de vez en cuando) D.ª LAURA - Últimamente me parece que los hombres están locos. Me asquean los hombres que saben hablar de todo, como los hombres que no saben hablar de nada. No sé si me estoy volviendo rara. D.ª CLAUDIA - Tranquilícese. No le faltan razones para pensar así. D.ª LAURA - Tengo una pesadilla por las noches. Sueño que estoy en una subasta de maridos, donde hay uno muy guapo que lo venden por cinco millones y al mío lo venden por cinco duros la docena como él. Eso me pone frenética. A veces sueño que salgo a la calle desnuda y con un sombrero en la cabeza. Me apuro mucho en el sueño, porque siento que el sombrero está pasado de moda. D.ª CLAUDIA - Eso indica que siente repugnancia por su marido. D.ª LAURA - Todo empezó, cuando me casé con Fernando. Me sentí realmente mal. D.ª CLAUDIA - ¿Qué aspectos de su marido le desagradaron especialmente? D.ª LAURA - Sobre todo su falta de carácter. Es una persona muy apocada. Me di cuanta al poco tiempo de quedar embarazada de mi hijo. No es una persona adecuada para llevar la empresa. Además no creo que se casara conmigo por amor, sino por los beneficios de mi dote que luego se han convertido en daños y perjuicios. D.ª CLAUDIA - ¿No le admira Ud. por nada? D.ª LAURA - ¿Admiración? Lo único que me causa es desprecio. Lo tengo porque así me libero del trabajo de llevar la fábrica que realmente es un trabajo agotador, pero por nada más. D.ª CLAUDIA - ¿Y con su hijo cómo se lleva Ud.? D.ª LAURA - Francamente mal. Me repugna esa falta de formalidad que tiene. sobre todo el hecho de haberse echado una novia libertina y desvergonzada. Se cree que puede hacer con mi hijo lo que le da la gana. A él le correspondería el día de mañana seguir con el negocio, pero lo veo con muy poca formalidad. No merece mi confianza. Al igual que todos los jóvenes de su edad no piensa más que en divertirse. Me gustaría que se casara con una mujer que antepusiera los valores religiosos a todos los demás. Me tiene que ayudar a tomar una decisión. D.ª CLAUDIA - ¿Sobre qué materia? D.ª LAURA - Sobre el noviazgo de mi hijo. ¿Cómo hacer para que abandone a su novia? D.ª CLAUDIA - Lo mejor sería someter a su hijo a una terapia intensiva de psicoanálisis, para hacerle ver el error de su elección amorosa. Al final siempre tendría Ud. la baza más importante, ya que podría amenazarle con desheredarlo. D.ª LAURA - ¿Ud. cree que mi hijo reaccionaría bien?

D.ª CLAUDIA - No tendría más remedio que hacerlo. D.ª LAURA - ¿Y con el padre? ¿Qué hago con el padre? D.ª CLAUDIA - Me parece antinatural que Ud. siga considerándolo su marido, cuando en realidad no es nada para Ud. Le aconsejo que se divorcie de él. Las mujeres en la actualidad nos hemos liberado del papel de gatitos protegidos de los hombres que durante siglos nos han tratado de imponer su tiranía. La representación de su marido en la fábrica la puede desempeñar cualquier administrador competente. Yo conozco a muchos que le podrían ayudar muy bien en estas materias. No es necesario que siga Ud. fingiendo a todas horas un amor hacia su marido que no tiene y un respeto hacia su hijo que no se lo merece. (D.ª Laura se levanta del diván) D.ª LAURA - Le agradezco sus consejos, querida amiga. Voy a tener que tomar una decisión sobre los dos problemas de que hemos hablado. D.ª CLAUDIA - Cuanto antes la tome, será mejor para todos Uds. Su hijo va a tener que llevar una vida más ordenada y su marido va a tener que desempeñar su verdadero papel en la vida, sin disfraces ni caretas. D.ª LAURA - Le agradezco el venir a atenderme en mi propia casa. Así ahorro mucho tiempo, al no tener que desplazarme a su consulta. D.ª CLAUDIA - No tiene que agradecerme nada. Este diván, que tienen, es una tentación para cualquier psicoanalista. Me facilita mucho la labor. (Salen las dos por la puerta que da al jardín. Por la puerta de la derecha del escenario entran en escena Juanito y su novia Julita, dos jóvenes estudiantes con peinados y vestimentas exageradamente modernos. Él estudia derecho y ella medicina. Juanito llama al timbre del servicio y se presenta Pepa, la doncella de la casa) JUANITO - (Pregunta a la doncella) ¿Ha llegado mi madre? DONCELLA- Si, está en el jardín con la doctora Claudia. JUANITO - ¿Mi padre está también con ellos? DONCELLA- No, el señor está en su despacho. ¿Desea alguna cosa más? JUANITO - No, puede retirarse. (Dirigiéndose a su novia Julita) No puedo comprender la manía que ha entrado en esta familia de ir al psiquiatra, como en las películas de los americanos. ¿En realidad tanta es la necesidad que tenemos los españoles de investigar el subconsciente? ¿Cuándo se ha visto esto? Que los americanos se aficionen a estas cosas como un medio de entretenerse, allá ellos, todavía se siguen muriendo aunque curados por el psicoanálisis; pero que los españoles, siempre tan prácticos, empiecen a sentir estas necesidades, es síntoma de decadencia. Una vez oí que el psiquíatra es el que alquila los castillos en el aire que construyen los neurasténicos, en los que habitan los locos. JULITA - Haz el favor de no decir tonterías. Los españoles también deberíamos ir al psiquiatra durante unas cuantas veces al mes. Yo creo que nos vendría muy bien a todos, para conocernos mejor. JUANITO - ¿En qué cosas nos vendría mejor? JULITA - En muchas por ejemplo en aumentar la capacidad de control. Todos sabemos que el español es demasiado impulsivo. No le vendría mal el estudio del subconsciente, para que no meta la mata tantas veces. JUANITO - ¡Pues anda que no meten la pata los americanos!

JULITA - Pues todavía meterían más la pata, si no fueran tanto al psiquiatra. JUANITO - Una cosa es que vaya una persona mentalmente enferma al psiquiatra y otra que las personas que no tienen ningún complejo en nuestra familia, se vean forzadas a ir porque en esta casa le ha dado a mi madre la manía del psicoanálisis. El problema empezó, cuando mi madre se hizo amiga de Claudia. JULITA - ¿Te refieres a la doctora? JUANITO - Sí a ella precisamente. JULITA - Si tu madre es muy amiga de una psiquiatra, me parece muy natural que quiera favorecerla, siendo su cliente . JUANITO - Lo que no veo natural es que esta doctora y Arturo su ayudante, estén todo el santo día visitando a mi madre. Es que yo creo que les consulta sobre cualquier cosa que tiene que hacer. Ella y su ayudante se han convertido de la noche a la mañana en sus consejeros habituales. JULITA - Pues no veo por qué te tiene que molestar. Lo habitual es que se molesten ellos que tienen que estar pendientes constantemente de esta familia. JUANITO - Me molesta que mi madre esté todo el santo día, hablando del psicoanálisis como si fuera la panacea de todos los bienes que pueden suceder a la humanidad. Hubo una vez un árbitro de fútbol que se quejó al psiquiatra de que una inmensa masa de gente creía que su mujer le traicionaba. Tú, que estás estudiando medicina, ¿crees que hay fundamento para creer que con el psicoanálisis se puede curar todo? JULITA - Todavía no te puedo dar una opinión completa al respecto. No estoy estudiando esa materia, pero si lo deseas, puedo consultarlo con un profesor de la universidad. JUANITO - Te agradecería que lo hicieras. Necesito saber si el psicoanálisis es el remedio de todos los males de este mundo, o si hay gato encerrado. Estas personas no me parecen naturales. JULITA - Lo natural es que extremen su cortesía para con tus padres, ya que son sus mejores clientes. JUANITO - De eso no hay duda. Se deben estar gastando un pastazo con estas terapias. Todavía me acuerdo de un cardiólogo al que se le morían los pacientes, cuando leían las facturas que les preparaba el doctor. No me preocuparía, si estos tratamientos sirviesen para algo, pero me parece que mi madre sigue igual que antes. Ha sido siempre muy obsesiva y cuando se le mete una idea en la cabeza no hay forma de quitársela de encima. No noto que haya mejorado en nada. Últimamente me está metiendo obsesivamente estampitas de la Virgen en todos los bolsillos de las chaquetas y de los pantalones. Si al menos pudiese dialogar y admitir otros criterios diferentes a los de ella. Pero no, parece que no lo va a conseguir nunca. JULITA - Eso es lo malo. Tal vez se está tratando de otros defectos de carácter y no se ha dado cuenta de que su defecto principal es ése. JUANITO - Lo peor es que la única que va a conseguir algo práctico es Claudia. Se está ya llevando el dinero, que es lo que en realidad le interesa. Además me parece el colmo de la falsedad. Sería capaz de darte la razón, aun sabiendo que mientes. La nueva doncella que acabamos de contratar, se ha enterado de que mi madre y la doctora andan maquinando algo contra nosotros. La voy a llamar ahora. (Toca un timbre y entra Pepa, la doncella por la puerta izquierda del escenario)) PEPA - ¿Qué desea el señorito? JUANITO - Deseo que me repita con entera confianza, lo que me dijo ayer.

PEPA - ¡Aquello fue en plan confidencial y me puedo meter en un buen lío, si lo repito! JUANITO - Le agradezco mucho la confianza que ha depositado en nosotros. No tema nada por nuestra parte. PEPA - Es que veo el amor que se tienen y me molesta que haya personas en esta casa que lo quieran obstaculizar. He visto muchos casos como el suyo, que han acabado muy mal y no quisiera que se volviese a repetir aquí. JUANITO - ¿Que se volviese a repetir qué? PEPA - Que se tengan que separar Uds. para siempre. JULITA - ¡Qué horror! ¿Qué ha visto Ud.? PEPA - No he visto nada... Lo he escuchado solamente. Que una sabe mucho y escucha mucho por las habitaciones de la casa. JUANITO - ¿Díganos de una vez, por Dios, lo que ha escuchado? PEPA - Solo les puedo decir dos palabras que escuché. JULITA - ¿Qué palabras eran? PEPA - Divorcio y desheredar. A mí me parece que esta doctora en lugar de matar el tiempo, se dedica a matar a los pacientes. Me tengo que marchar no vaya a ser que la señora me llame y no me encuentre en mi sitio. Con su permiso. (Sale Pepa por la puerta de la izquierda que da a las habitaciones interiores de la casa) JUANITO - ¡Divorcio y desheredar! ¡Aquí los únicos que se pueden divorciar son mi madre y mi padre y el único a quien pueden desheredar soy yo! ¡Esto debe ser lo que están tramando mi madre y la doctora! JULITA - ¿Y si se trata de algo distinto, de algo que no ha sabido interpretar la doncella? JUANITO - ¡No creo que sea nada distinto! A esa doctora la creo capaz de cualquier cosa. JULITA - Bueno, cariño, me tengo que marchar, tengo que ir a la universidad. Me llamas urgentemente, si has averiguado algo. JUANITO - ¿Tú crees que te voy a dejar marchar así, sin darme un besucón, como me merezco en este diván tan cómodo? JULITA - Tienes que ser muy breve, porque si no, voy a llegar tarde. Además tus padres andan cerca y no quiero que nos sorprendan en una situación tan comprometedora.. JUANITO - ¿No me voy a casar contigo en cuanto acabe la carrera? Te lo he dicho cincuenta mil veces y por lo visto todavía no te has enterado. (Juanito va hacia el diván, atrayendo a Julita y se tumban en él. Se besan apasionadamente. Luego Juanito, intenta desabrochar, entre risas, la blusa de Julita. Luego le baja la falda. Julita se resiste pero queda hechizada ante la urgencia amorosa de Juanito y no puede resistirse. En este momento entra D. Fernando y D.ª Laura y les sorprenden. Julita se viste rápidamente y, avergonzada, sale precipitadamente a la calle por la puerta del jardín) D.ª LAURA - ¡Qué horror de escena! (Dirigiéndose seriamente a su hijo) ¿Cómo tienes la desfachatez de hacer lo que nos hemos visto obligados a presenciar? JUANITO - Perdona mamá..., ha sido un arrebato momentáneo... En lo sucesivo tendré más cuidado... Ya sabes que mis intenciones con Julita son honestas. Ya sabes que quiero casarme con ella. D.ª LAURA - Estoy avergonzada... Esto no puede acabar así. Este tipo de conductas no

se solucionan con el matrimonio y tú continuarás haciendo lo mismo siempre con cualquier mujer que se te tercie... Tienes que dejar en paz a esa muchacha. No te puedes casar con ella. JUANITO - ¿Qué acabas de decir? Eso supondrá mi muerte. La amo tanto que no podría vivir sin ella. ¡Te ruego, mamá que recapacites lo que estás diciendo! D.ª LAURA - La suerte está echada. Ya no te aguanto más. Como te cases con ella te desheredo. Es lo más sensato que se puede hacer en estos casos. Ya lo has oído. Como te cases con ella te desheredo. D. FERNANDO - Me opongo terminantemente a esa decisión tuya. Esa chica va a ser una excelente esposa para nuestro hijo y tú no te debes entrometer en nada, ¿me entiendes? D.ª LAURA - ¿Estás insinuando que yo me entrometo? D. FERNANDO - No estoy insinuando. Estoy hablando con toda claridad . Te estás entrometiendo demasiado en la vida íntima de nuestro hijo. D.ª LAURA - Todo lo que dices no tiene ninguna importancia, puesto que aquí la que tiene el dinero soy yo. Las grandes decisiones las tomo yo y voy a tener que tomar una muy importante para el bien de nuestro hijo y otra también muy importante que te afecta a ti. D. FERNANDO - ¿Por qué me va a afectar también a mí? D.ª LAURA - Porque me quiero divorciar de ti. Estoy harta de tener un marido que solo figura en los papeles, pero que en la vida real es un auténtico mayordomo que no sirve para nada, sólo para efectuar recados, como lo pudiera hacer un criado. D. FERNANDO - ¿Después de tanto tiempo de matrimonio ahora me vienes con esas? ¿No crees que es una auténtica crueldad? D.ª LAURA - No es crueldad el querer ordenar la familia. No es crueldad el eliminar estorbos para un funcionamiento más práctico de la casa. Es inteligencia. Estoy harta de alimentar parásitos. No sirves ni para educar a tu hijo. ¡Ya lo sabes, nos tenemos que divorciar cuanto antes!. (D.ª Laura sale hacia el jardín. Juanito y D. Fernando quedan apesadumbrados) D. FERNANDO - Todo esto es obra de esa psiquiatra que está volviendo loca a tu madre. Tenemos que hacer algo para que no consiga sus propósitos. Tú también te acabas de meter en un lío tremendo. ¡A ver cómo le quitas a tu madre esa idea de la cabeza! En lo sucesivo pon más cuidado con lo que haces en el diván de esta casa a la vista de todo el mundo. Ya ves los resultados. Me ha dicho que quiere que el abuelo y yo nos sometamos también a sesiones de psicoanálisis. JUANITO - Pues niégate y dile que no, que no estás dispuesto a pasar por esas tonterías. Así le demostrarás que el que manda en esta casa eres tú. Además el abuelo está ya muy viejo para que mejore en nada. Lo mejor es dejarle en paz. D. FERNANDO - ¡Tu sabes muy bien que aquí la única que lleva los pantalones es tu madre! ¡Mira tanto el dinero que sería capaz de pedir los préstamos bancarios en invierno, porque al ser los días más cortos, se pagarían menos intereses! Me casé con una mujer muy rica que estaba acostumbrada a mandar y yo se lo consentí desde el principio, porque estaba muy ocupado en la fábrica. Pensé que lo más natural era dejarla hacer y deshacer a su gusto. JUANITO - Todos conocemos el carácter de mamá y nos damos cuenta perfectamente de lo que dices. D. FERNANDO - ¡Quién iba a sospechar entonces lo que iba a suceder en esta casa a

cuenta del diván que tenemos en este salón! JUANITO - ¿Qué pasa con el diván que hay en este salón? D. FERNANDO - Este diván tiene la culpa de todo. En este diván se comunican los grandes secretos. Ya sabes que para que tu madre guarde un secreto, necesita de otra persona que le ayude a guardarlo. En cuanto vio la doctora el diván quedó prendada de él y se lo quiso comprar. Tu madre se negó. Entonces ella lo utilizó para psicoanalizarla en este mismo diván. El resultado es que tu madre quedó tan contenta con el psicoanálisis que cree haber cambiado de carácter. ¿Tu crees que ha cambiado de carácter? JUANITO - No. Yo la veo con el mismo carácter de siempre y con las mismas manías que se repiten por años. Sigue mandando a diestro y siniestro, como si fuera el Cid Campeador.. D. FERNANDO - Pues ella se cree que ha mejorado en la comprensión del mundo que nos rodea. JUANITO - ¿A qué mundo se referirá? No creo que haya mejorado nada con relación a este mundo. D. FERNANDO - Hay que obrar con mucho prudencia. Lo mejor es que no le lleves la contraria, para que podamos tener la fiesta en paz, sobre todo ahora que está acompañada de Claudia. (Sale Juanito a las habitaciones interiores de la casa por la puerta izquierda del escenario. D. Fernando, muy nervioso, va al mueble bar, saca una botella de whisky y un vaso y bebe repetidamente, después llama a un timbre y entra Pepa, la doncella) DONCELLA - No hace falta que me diga nada el Señor. Ya sé para qué me llama. Lo he oído todo desde la habitación contigua. D. FERNANDO - ¿Qué opinas? DONCELLA - Estoy francamente horrorizada. Un Señor tan guapo, tan bien dispuesto, con unos ademanes tan finos sería un chollo para cualquier mujer que se precie un poco. ¿Sabe qué le digo? Me parece que D.ª Laura tiene una menopausia muy atravesada. ¡Esa mujer no sabe el chollo que está despreciando! Si yo fuera su mujer, abriría todas las ventanas de la casa y gritaría a todas la vecinas, para que se enterasen bien: ¡mi marido me está haciendo el amor, so tontas! ¡Fastidiaos, porque vuestros maridos son feos, bajitos, gordos y mal educados y mi Fernando es universitario y tiene unos ademanes de príncipe en la cama! D. FERNANDO - ¿Todo eso les dirías? ¡Hay que ver cómo cambiáis las mujeres de unas a otras! Cuando yo te conocí en el club tenías un arranque castellano admirable. Eras la más decidida y la más guapa. Tenías una habilidad admirable para sacar el dinero del bolsillo de los hombres. Cuando bajabas por las escaleras con aquel vestido rosa, insinuando o más bien enseñando los pechos castellanos rebosantes, con qué maestría meneabas el culito por el salón y luego, cuando te sentabas enseñando toda la pierna castiza castellana, desde que nace hasta que muere, ¡caramba!, qué pelvis se veía abiertamente, como si tal cosa, como si no hubiera pasado nada y por mi corazón había pasado la ventolera de una pasión castellana en toda regla. Me dejabas tartamudo de la emoción, como aquella vez que después de hacer el amor contigo, me dejaste tartamudo durante cinco días. ¡Tú me hacías acortar los días, para alargar las noches! DONCELLA - ¡Tenemos tantas cosas que recordar! Le estoy muy agradecida por haberme alejado del club y por haberme escondido en esta casa. Si no hubiera sido por Ud., mi novio el Puños me habría matado ya para estas fechas. Por eso no me gusta nada

lo que está haciendo D.ª Laura con Ud. que le tiene como si fuera el perrito de la familia. D.FERNANDO - ¡Ven aquí, cielo, y vamos sentarnos en este diván que es tan cómodo! ¡Estoy pasando una crisis tremenda! DONCELLA - El señor está completamente desesperado, para decirme eso. Hasta ahora siempre me lo ha pedido, cuando no había nadie en la casa. D.FERNANDO - ¡Es que hoy mi mujer me ha vuelto frenético y tengo que desahogarme de alguna manera! ¡Anda, cariño, siéntate a mi lado en este diván que es tan cómodo! DONCELLA - (Se tumba en el sofá cómicamente) ¡Me recuerda aquellos tiempos en el club El Liguero Rosa! Tengo que aprovechar estos escasos momentos de goce que me proporciona el señor, porque presumo que dentro de poco la señora va a meter sus hediondas narices en el asunto y me va a poner de patitas en la calle! ¡Ven aquí, Fernando, mi héroe, mi caballero andante, yo te voy a enseñar de una vez por todas lo que es una mujer de cuerpo entero, haciendo el amor como una leona en plena selva! (Se tumban en el diván, abrazándose frenéticamente. Se oye la voz de D.ª Laura, llamando a la doncella: ¡Pepa, Pepa! D. Fernando y la Doncella se separan como impelidos por un resorte. La doncella sale precipitadamente por la puerta de la derecha, componiéndose el tocado y la cofia. Al cabo de unos momentos. Entran D.ª Claudia, D.ª Laura y D. Indalecio, el padre anciano de D.ª Laura, el cual anda con una cachaba) D. INDALECIO - ¡No me digáis bobadas! ¡Es la cosa más rara que he oído en esta vida! ¡O sea que me echo en ese diván y me curo de todas las enfermedades! Es increíble. No me lo puedo creer. D.ª CLAUDIA - Bueno, la cosa no es tan fácil. Se trata de un terapia bastante larga. Tiene que irse acostumbrando a tumbarse en este diván. Hay que examinar el subconsciente y eso no es nada fácil. (D. Indalecio se tumba en el diván) D. INDALECIO - ¡Qué cociente y qué coeficiente! Este diván lo compré yo hace setenta años. ¿Sabes para qué lo compré? Lo compré para poder hacer el amor rápidamente con tu abuela que en la gloria esté. Era una holganza de tentempié, ya que me tenía que ausentar muchas noches de casa a trabajar en mi taller metalúrgico y la veía muy poco. Gracias a mi trabajo almacené la fortuna de la que estáis ahora gozando. ¡Aquellos eran tiempos! ¡Tu madre y yo gozamos tanto en este diván! ¡Cada vez que hacíamos el amor aquí tu madre se sentía como si hubiéramos ido en tren a Guadalajara! Era una mujer extraordinaria, tan extraordinaria que cada diez años solo cumplía un año de edad, por eso solo tenía enfermedades infantiles. ¡Tenía una rareza esférica! D.ª CLAUDIA - ¿Qué es una rareza esférica? D. INDALECIO - Pues que era rara por cualquier lado por donde se mire. ¡Con decirle que muchas veces andaba de espaldas para poder darse cuenta de las reacciones de las personas a su paso! Las matemáticas se le daban muy bien y yo creo que murió por eso. D.ª CLAUDIA - ¿De qué murió? D. INDALECIO - Murió de un cálculo. Me acuerdo que yo le pregunté al médico a ver si se podría curar y me contestó que se curaría siempre que viviera lo suficiente. D. CLAUDIA - ¿Tuvieron problemas matrimoniales? D. INDALECIO - Conmigo se casó en quintas nupcias. En las cuartas nupcias se casó con uno que debía ser un excelente pagador.

D. CLAUDIA - ¿Por qué supone que debía ser un excelente pagador? D. INDALCIO - Lo supongo porque inmediatamente después de casarse, se fue directamente al padre de la novia y le dijo: ¡Hay la tiene! Y le devolvió lo prestado. D.ª. LAURA - Papá, no es necesario que nos explique esos detalles, por favor. D. INDALECIO - ¡La verdad no puede ofender a nadie, además tú has heredado su caracter! Después de morir tu madre, quedé completamente indiferente ante este diván y ante los secretos del sexo. Ya no pudo haber otra mujer para mí. ¿Has oído hablar de los conciertos de órgano? D.ª LAURA - Sí. D. INDALECIO - Bueno, pues yo no puedo hacer el amor con ninguna otra mujer, porque el órgano no está en condiciones. D.ª CLAUDIA - Nosotras solo hablamos del diván en el sentido del psicoanálisis. Se trata de una terapia muy seria que Ud. no conoce y que ha solucionado tantas enfermedades en esta vida. ¿Tuvo un matrimonio feliz o desgraciado? D. INDALECIO - Mi matrimonio fue una cosa normal, como todos los matrimonios: primero empecé hablando yo, al cabo de un tiempo la que hablaba era ella y finalmente comenzamos a hablar los dos a la vez y los vecinos lo escuchaban. Este diván me lo recuerda constantemente. ¿Es completamente necesario hacerse el psicoanálisis? D.ª LAURA - Es completamente necesario que pasemos por el diván del psiquiatra, si queremos que haya armonía en esta casa. Habrás observado que somos una familia desunida. Cada uno tira para sí y huye de las responsabilidades para con los demás. Mira a tu nieto y observa. D. INDALECIO - ¿Qué le pasa a mi nieto? D.ª LAURA - Tiene un comportamiento sexual completamente pecaminoso. Se comporta con su novia, esa tal Julita, como si fuera ya su esposa y esa conducta hay que corregir inmediatamente. ¡Es inconcebible lo que tengo que ver y escuchar en esta casa! ¡Por ahí no paso! Están completamente empecatados. Es inconcebible, inadmisible e inaceptable. (D. Indalacio se levanta del diván) D. INDALECIO - Pues yo no veo nada raro en que se quieran de esa forma, como verdaderos esposos. Como van a casarse de todas formas, ¿qué mal puede haber en ello? D.ª LAURA - ¡Qué horror, papá! ¡Eres un libertino! ¡Cómo es posible que hables así de un asunto tan grave! Debes atender ante todo a lo que dice la Iglesia. ¡Ya decía yo que en esta casa se falla por lo principal! ¡Si el abuelo piensa así, cómo pensará el nieto y qué estará el nieto dispuesto a hacer! ¿Qué opina Ud., querida Claudia? CLAUDIA - Yo como católica y como psiquiatra pienso exactamente como Ud. Todas estas libertades que se están tomando la juventud moderna son perjudiciales para ellos mismos y para la sociedad en que viven. ¡Luego se ven las cosas que se ven y que tengo que escuchar en mi consulta! ¡Personas completamente destrozadas por costumbres deshonrosas! Y la mujer siempre es la que se lleva la peor parte. Quieren tener muchas libertades, todas las libertades del mundo, pero luego el pecado las esclaviza y las convierte en seres desquiciados, incapaces de reaccionar sanamente ante la vida. (Dirigiéndose a D. Indalecio) ¡Si Ud. supiera las cosas que tengo que oír en mi consulta, no hablaría tan ligeramente, créame! ¡Sería Ud. mucho más comedido en sus apreciaciones! D.ª LAURA - ¡Eso es exactamente lo que yo quería oírle decir a Ud. en esta casa! ¡Nos tiene que salvar a todos, a mi padre, a mi marido y a mi hijo! Mi hijo tiene que romper

con su novia. Una mujer con esas ideas tan libertinas no puede ser mi nuera. No la admito. D. INDALECIO - ¿Qué tontería acabas de decir? ¿Quién se va a casar con ella tú o tu hijo? Soy yo ahora el que creo que no deberías llevar a cabo tu propuesta. Le romperías a tu hijo el corazón y como madre no tienes derecho a hacerlo. D.ª LAURA - Hay otras muchas mujeres decentes que podrían hacerle más feliz. Una mujer tan libertina, que se toma el matrimonio tan a la ligera, no me da ninguna garantía de seriedad. D.ª CLAUDIA - Yo soy de su opinión. Conozco a muchas chicas de las cualidades que Ud. propone y que podrían hacer feliz a su hijo. Si quiere, se las puedo ir presentando a ver si hay alguna que le guste. D.ª LAURA - Ese podría ser un medio para librarle de esa funesta pasión. D. INDALECIO - No vais a tener éxito. Me consta que Juanito está profundamente enamorado de su novia. D.ª LAURA - ¡Ya lo veremos, yo siempre consigo lo que quiero, cuando me lo propongo! (Salen por la puerta de la izquierda del escenario que da a las habitaciones interiores)

ACTO II

(La escena representa el mismo salón del acto anterior. Entran por la puerta del jardín la doncella y Arturo, ayudante de D.ª Claudia. Pepa, la doncella, se muestra muy asustada. Ha reconocido en Arturo al Puños) ARTURO - ¡Mira dónde encuentro a la palomita que huyó y que no quiso saber nada de mí! Tienes suerte porque ahora me conviene salvar las apariencias y no puedo meterme contigo. A ti te dejo para el final. ¡Vas a ser el trofeo último que me voy a llevar de esta casa!

(Arturo se le acerca insinuantemente para abrazarla por la cintura, pero ella se escapa despavorida de su lado) DONCELLA - ¡Ya puedes temblar como te atrevas a meterte conmigo! ¡Tengo las uñas preparadas, para rasgarte el alma, so animal! ARTURO - ¡Tus uñas no me pueden dar miedo a mí, pero mis puños sí deberían darte miedo! ¿No los has probado ya antes? DONCELLA - ¿Tu crees que se puede abusar de las personas, sin recibir nunca el castigo correspondiente? ARTURO - Cuando la víctima tiene mucho que callar, como tú, es una víctima segura. Ya puedes prever tu final. Si empiezo a hablar, te echan de esta casa inmediatamente. (Arturo vuelve a acercarse insinuantemente a Pepa, pero ésta vuelve a escaparse despavorida de su lado. En un momento desprevenido la agarra de la cintura y la echa sobre el sofá) ARTURO - ¡Este sofá es el sitio donde recibes a tus clientes, so zorra! Yo te haré volver al lugar que te corresponde. (Arturo forcejea para besarla, pero Pepa se escapa corriendo alrededor del diván. Al final Pepa le da un empujón y Arturo cae sobre el diván) ARTURO - Bueno, por hoy te voy a dejar que escapes, pero vendré a amargarte la vida y a llevarte de nuevo al Ligero Rosa, de donde no debiste nunca salir. Ya sabes que te conviene callar, porque si dices algo al respecto, les cuento toda tu vida a esta familia y te van a poner de patitas en la calle, cuando se enteren del historial de puta de alterne que tienes en los archivos de la policía. Dile a D.ª Claudia que deseo hablar con ella. (Sale la doncella por izquierda y entra al cabo de unos instantes D.ª Claudia por la izquierda) D.ª CLAUDIA - ¡No conviene que te vean mucho por aquí! ARTURO - He tenido que venir, dada la urgencia del caso. D.ª CLAUDIA - Ya sabes que nadie puede sospechar nada. ARTURO - He estado investigando lo de las acciones y no están a nombre de D. Indalecio. D.ª CLAUDIA - (Intrigada) ¿A nombre de quién están? ARTURO - Todas están a nombre de D.ª Laura, la única que posee la fábrica. D.ª CLAUDIA - ¿Cuántos millones vale la fábrica?. ARTURO - Unos cinco mil millones, supongo yo. D.ª CLAUDIA - ¡Estupendo! Siempre podremos venderla a bajo precio y conseguir un beneficio de mil millones. Una vez obtenidos los documentos nos largamos de España y efectuamos las transacciones desde el extranjero. D.ª CLAUDIA - Tenemos que solucionar este asunto rápidamente, no vaya a ser que cualquier fallo nos estropee la jugada. No tenemos que perder más tiempo. Ahora vete cuanto antes. ARTURO - Antes tengo que decirte que conozco a Pepa, la doncella. Es una de las chicas mías del Liguero Rosa. Huyó y se ha escondido en esta casa.

D.ª CLAUDIA - Esa mujer no debe hablar nada. ARTURO - No se atreverá ha decir nada, porque si lo hace, la despedirían y tiene mucho que callar. La registré en los archivos de la policía como puta de alterne del Ligero Rosa. D.ª CLAUDIA - Por el momento déjala en paz. Nos conviene pasar completamente desapercibidos. Ya tendrás tiempo después de hacer lo que quieras con ella. (Sale D.ª Claudia por la puerta de la izquierda hacia las habitaciones interiores de la casa y Arturo sale por la puerta del jardín hacia la calle. Juanito entra por la derecha y se tumba en el diván. Suena el teléfono inalámbrico que lleva en un bolsillo y Juanito contesta) JUANITO - ¿Quién?... ¿Estás aquí?... ¿Que tienes que decirme una cosa muy importante? ¡Entra cuidadosamente, sin que te vea mi madre! Sí..., te espero en el salón, amor mío. (Entra Julita por la puerta del jardín. Está enfadada y no corresponde a las muestras de cariño que le da Juanito. Los dos se sientan en el diván) JULITA - Esto no puede continuar así. Me estás haciendo sufrir como nunca en la vida....(Se echa a llorar) JUANITO - ¿Acaso puedes dudar de mi amor? ¿No ves que me estoy volviendo loco? JULITA - ¡Júrame que nunca te apartarás de mí, a pesar de todos los obstáculos que nos pueda plantear tu madre! JUANITO - ¡Te lo juro! ¡Si mi madre no nos deja casarnos, me tiraré al mar! JULITA - ¡Qué locura! JUANITO - No temas, que nado muy bien. JULITA - ¡Júrame que te casarás conmigo a pesar de todas las calumnias que inventará tu madre sobre mí! JUANITO - ¡Te lo juro! Si no me caso contigo, sería el ser más desgraciado de la tierra. ¡Tienes que creerme! Lo de mi madre fue un desgraciado accidente, sin ninguna importancia; pero ella, que se come a los santos, le está dando demasiada importancia. Tengo que convencerla de lo contrario. Si no lo consigo, me marcharé de esta casa y de este maldito diván para siempre y ya no me volverán a ver más en la vida. JULITA - Toda la culpa la tiene D.ª Claudia que es la que le anima constantemente. ¡He tenido que venir rápidamente a prevenirte! JUANITO - Ésa es la que lo está embrollando todo. ¡Sería capaz de decirle a un mezclador de cemento que se vuelque en su trabajo! Merece un escarmiento. Estoy dispuesto a plantarle cara, cuando lo crea oportuno. ¿Has consultado con tu profesor sobre la eficacia del psicoanálisis? JULITA - Sí, lo he consultado y he venido rápidamente a comunicártelo. JUANITO - ¿Cuál ha sido la contestación? JULITA - El psicoanálisis no puede ser la panacea de nada. A las personas no se las puede hacer cambiar de conducta, si ellas no quieren. La voluntad del que se psicoanaliza es la que tiene la última palabra. Lo más que te podría decir un psiquiatra es que ardes en deseos de casarte con tu madre, pero como tu madre ya está casada... JUANITO - ¿No ves algo raro en todo esto? ¿Por qué mamá está tan segura de conseguir cualquier cosa con el psicoanálisis? ¿Por qué D.ª Claudia le habrá infundido esas ideas? JULITA - D.ª Claudia está haciendo desempeñar a tu madre un papel muy extraño. Está

como hipnotizada... ¡Eso es, hipnotizada! ¿No estará utilizando la hipnosis en lugar del psicoanálisis? JUANITO - ¿Y eso es grave? JULITA - ¡Es gravísimo! ¡Está completamente prohibido! ¡Seguramente lo estarán utilizando para algo malo! ¿Para robar, por ejemplo? JUANITO - ¿Para robar qué...? ¡Se me está helando la sangre! JULITA - Una apersona hipnotizada, puede efectuar cualquier disparate, sin darse cuenta de lo que está haciendo y sin tener ninguna conciencia de ello. La persona que la ha hipnotizado sería la responsable de todo. Es como estar entre locos. JUANITO - Yo creo que esto explicaría muchas cosas. Tenemos que tener mucho cuidado y seguir investigando. Me acuerdo de un señor que se enamoró perdidamente de una yegua, y el psiquiatra le contestó que como no estaba enamorado de un caballo, no era marica. JULITA - En el mundo de la psiquiatría pasan cosas muy raras. Se cuenta que hubo un señor que no hacía nada y su problema era que no podía darse cuenta de cuándo terminaba de no hacer nada. Lo mejor es que me vaya, no vaya a suceder que tu madre vuelva a verme otra vez contigo en el diván y nos arme la marimorena. JUANITO - Ven cariño, por lo menos dame solo unos besitos. ( Julita le rechaza y se marcha rápidamente por la puerta del jardín. Entra en el salón D.ª Claudia por la puerta de la derecha del escenario) D.ª CLAUDIA - He visto cómo salía Julita por el jardín. ¿No le pareció bastante con la reacción última de D.ª Laura? JUANITO - ¡Y a Ud. qué le importa! D.ª CLAUDIA - ¡No es por nada pero creo haberle oído aquí mismo a su madre que le desheredaría a Ud., si continuase su relación con esa chica! JUANITO - Le vuelvo a repetir: ¡Y a Ud. qué le importa! D.ª CLAUDIA - A mi me importa mucho. Su madre me hizo la reponsable de que se cumplan sus órdenes y Ud. no las está cumpliendo. JUANITO - ¡Qué responsabilidad más tonta! ¡Es Ud. una entrometida y lo va a pagar caro! D.ª CLAUDIA - Soy una persona que le puede causar mucho daño, si quiere. JUANITO - ¡Eso está por ver! De momento el papel que está desempeñando en esta casa es el de una persona que se está aprovechando de la ingenuidad de las personas de esta familia. D.ª CLAUDIA - Ya se lo he advertido y Ud. no me hace caso. Después será demasiado tarde para arrepentirse JUANITO - No se crea que va a poder aprovecharse de mi familia constantemente. Algún día recibirá su castigo y saldrá de esta casa con las orejas bajas. D.ª CLAUDIA - ¿Todavía no se ha dado cuenta de que está completamente en mis manos? Le convendría pactar conmigo antes de que sea demasiado tarde. Ud. desheredado y sin novia, prácticamente sin familia, porque su madre se quiere deshacer de Ud. y de su padre y si todavía no lo ha hecho, es porque yo me he interpuesto. JUANITO - ¿Ud. se ha interpuesto o, por el contrario, es la causante de todo? D.ª CLAUDIA - Le aconsejo más prudencia en sus expresiones. Ya conoce Ud. suficientemente a su madre. Yo no he hecho más que seguir sus mandatos. JUANITO - ¿Cómo podría pactar con Ud.? D.ª CLAUDIA - En primer lugar tendría que cambiar de novia, conforme a los deseos de

su madre. No creo que eso le costase mucho. Hoy en día para un hombre como Ud., dada su situación social, habría cantidad de mujeres bellísimas que estarían dispuestas a casarse con Ud. Yo misma le presentaría unas cuantas, todas de muy buenas familias. Después sería cuestión de convencer a su madre de que la mujer escogida es la conveniente. JUANITO - ¿La conveniente para sus intereses o para los míos? D.ª CLAUDIA - La conveniente para los intereses de su familia, naturalmente. Tenga Ud. en cuenta que yo solamente ejecuto las órdenes de su madre. Yo le aseguro que se lo pasaría Ud. en grande con los cambios que podría hacer. ¡Tendría mujeres a punta de pala! JUANITO - ¿Y si no, me amenaza con desheredarme? D.ª CLAUDIA - Yo no le amenazo con nada. Es su madre la que lo ha hecho. JUANITO - ¡Pues dígale a mi madre que antes de abandonar a Julita, estoy dispuesto a abandonar esta casa! D.ª CLAUDIA - ¡Yo ya se lo advertí! ¡Después no se arrepienta! (Sale Juanito de mal genio por la puerta de la izquierda del escenario y D.ª Claudia por la puerta de la derecha. Entran por la puerta de la izquierda D. Indalecio y D. Fernando) D. INDALECIO - Es increíble lo que está haciendo esa doctora con mi hija. No lo puedo creer. Siempre supuse que era bastante terca, pero nunca pude imaginar que llegase a tanto y es que el apartamento del cerebro lo tiene muy mal amueblado. D. FERNANDO - Además tiene un grado bastante elevado de ingenuidad. ¿Cómo es posible que a estas alturas de nuestro matrimonio, después de tantos años, me venga con el asunto del divorcio? Ayer mismo su abogado me envió los papeles para que firme la separación. D. INDALECIO - No se te ocurra hacerlo. Tenemos que desenmascarar a esa doctora. Todo tiene que ser culpa suya. D. FERNANDO - Me he sentido terriblemente humillado. De repente le ha dado por ir contra los hombres y por meterse conmigo. Le da por decir que no sirvo para nada, después de estar llevando yo solito la fábrica durante tantos años. Además quiere obligar a Juanito a que abandone a su novia con la amenaza de desheredarlo, si no lo hace. D. INDALECIO - ¡Otra metida de pata! Esto también ha sido obra de la doctora. Tengo que averiguar qué está haciendo esa mujer con mi hija. (Entra la doncella Pepa por la izquierda) PEPA - Perdonen los señores, pero me veo en la obligación de comunicarles que esta casa está cayendo en las manos de una banda de sinvergüenzas. D. INDALECIO - ¿Pero, qué dice? Explíquese por favor. PEPA - Yo solo les puedo decir que esa doctora no es quien aparenta ser. D. FERNANDO - Eso mismo nos parece a nosotros, pero estamos tan confusos que no lo podemos demostrar. PEPA - Me daría mucha pena que unas personas tan buenas como Uds. fueran engañadas por una banda de atracadores y ladrones de la peor ralea que ha entrado en esta casa. D. INDALECIO - ¿Los conocía Ud.? PEPA - Yo solo conozco al ayudante de la doctora, a ese que se llama Arturo. ¡Menuda

pieza! Es un ladrón tan fino que valora los brillantes que roba por el tiempo de prisión de castigo. D. FERNANDO - Por favor, Pepa, díganos todo lo que sepa. No tema nada de nosotros que la ayudaremos en todo lo que esté en nuestra mano. PEPA - Ese Arturo es un sinvergüenza que se dedica a la trata de blancas y a apoderarse de los bienes ajenos. El único bien que ha hecho a la humanidad es dar trabajo a diez mil policías. Yo tuve la desgracia de dejarme engañar por él. Fingía que me quería y me prometió el matrimonio. Luego acabé prostituida en el Ligero Rosa, controlada por una banda de matones y sin poder escapar. La única paz que he hallado es al entrar en esta casa, pero para mi desgracia le he vuelto a ver aquí y él se encargará de que vuelva al mismo sitio, si Uds. no me ayudan. (Llora) D. INDALECIO - ¡No se preocupe! Ese sinvergüenza merece un castigo y nosotros le ayudaremos a Ud. ¡No faltaba más! ¡Ahora comprendo todo lo que pretenden! PEPA - ¡Ya pueden Uds. tener mucho cuidado con lo que hacen! Esta pandilla de delincuentes les van a dejar sin una peseta, como no pongan el remedio a su debido tiempo. Esa doctora se va a hacer famosa en todo el mundo por sus robos y en el otro mundo por sus asesinatos. (Salen D. Indalecio, D. Fernando y Pepa por le puerta de la izquierda. Entra por la derecha D.ª Claudia sigilosamente con el teléfono móvil en la mano y marca un número) D.ª CLAUDIA - ¿Estás ahí? Entra por el jardín ahora mismo. (Entra por la puerta del jardín Arturo con un cartera. La abre y saca unos papeles que entrega a D.ª Claudia) ARTURO .- Estos son los papeles que tienes que hacerla firmar cuanto antes. D.ª CLAUDIA - Ahora mismo la voy a atraer al diván. Espérame en el jardín. En cuento los firme nos marchamos inmediatamente. (Sale Arturo por la puerta del jardín y entra D.ª Laura por la derecha) D.ª LAURA - Esta es la hora del psicoanálisis. Le ruego me lo haga cuanto antes. D.ª CLAUDIA - Acabaremos cuando Ud. quiera. (D.ª Laura se tumba en el diván y D.ª Claudia se sienta a su lado con la libreta de notas en su manos) D.ª CLAUDIA - En la última sesión me indicó las últimas resoluciones que iba a adoptar. ¿Las ha cumplido ya ? D.ª LAURA - Ya adopté todas las medidas relativas al divorcio. El abogado recibió el encargo y para estas fechas le habrá entregado a mi marido los papeles para que los firme. D.ª CLAUDIA - ¿Qué piensa hacer, si no los quiere firmar ? D.ª LAURA - Si no lo quiere hacer, tendré que forzarle a hacerlo, quitándole la asignación que le concedí hace años. Entonces no tendrá más remedio que hacerlo. En cuanto a mi hijo parece que no quiere hacerme caso. D.ª CLAUDIA - Esa rebeldía que tiene contra Ud. en un asunto tan grave como es su

casamiento no le puede traer más que graves consecuencias. Yo lo desheredaría inmediatamente. D.ª LAURA - Lo pienso hacer en la próxima ocasión. D.ª CLAUDIA - Ahora le quiero mostrar unos papeles relativos a su fábrica. (D.ª Claudia va a la mesita del escritorio y coloca sobre ella los papeles que están dentro de la cartera. D.ª Laura se levanta del diván y se sienta en la mesita, leyendo los papeles) D.ª LAURA - (Asombrada) Estas son las escrituras de propiedad de la fábrica ¿Cómo han caído en sus manos? (D.ª Claudia saca un reloj dorado con una cadena y lo hace pendular delante de los ojos de D.ª Laura, la cual cae en una profunda hipnosis. Se levanta hipnotizada y sigue a D.ª Claudia, mirando fíjamente al reloj, andando alrededor de la mesita. Dª Claudia le manda sentar y le pone en la mano derecha un bolígrafo, después le toca los hombros, mientras le habla susurrantemente) D.ª LAURA - Tienes que firmar todos estos papeles en donde está marcado con una equis. Después de firmados, volverás en ti y no te acordarás nada de lo ocurrido, cuando te diga: "Vuelve". (D.ª Laura en actitud de hipnotizada hace todo lo que le dice. Cuando acaba de firmar, D.ª Claudia la vuelve a llevar al diván, tumbándola allí. D.ª Claudia recoge los papeles y los mete en la cartera. Vuelve a posar detenidamente sus manos en los hombros de D.ª Laura, para finalizar la hipnosis) D.ª CLAUDIA - ¡Vuelve! (D.ª Laura sale de la hipnosis y se queda un tanto extrañada) D.ª LAURA - ¡Siento una sensación rara! ¡No sé qué me ha podido pasar! D.ª CLAUDIA - ¿Qué le ha pasado? ¿No recuerda nada? D.ª LAURA - No recuerdo nada... Es como si hubiera estado en otro mundo durante unos momentos. D.ª CLAUDIA - Pues yo le aseguro que no he notado nada raro en Ud. D.ª LAURA - ¡Serán cosas mías! ¡Ultimamente a cuenta de los líos que tengo con esta casa estoy un poco rara! D.ª CLAUDIA - No tiene por qué preocuparse demasiado. Ya verá cómo todo le sale bien. Hay que ser optimista en la vida y una mujer tan fuerte como Ud. tiene todas las de ganar. Ahora tengo que marcharme urgentemente. Me está esperando en el jardín mi ayudante. (Mira por el ventanal y hace un gesto de llamada. Abre la puerta del jardín y entra Arturo) ARTURO - ¿Está todo listo? ¿Nos podemos ir ya? D.ª CLAUDIA - ¡Si! ¡Ya nos podemos ir! Adiós, querida amiga. ARTURO - Antes quisiera prevenir a D.ª Laura sobre la doncella que tiene a su servicio.

D.ª LAURA - ¿Se refiere a Pepa? ARTURO - Exactamente a ella. No ha podido encontrar Ud. una persona peor. ¿Cómo es posible que la considere una persona de confianza? D.ª LAURA - Es mi marido el que la trajo y por cierto dijo que tenía muy buenos informes. ARTURO - Ha de saber Ud. que esa chica ha estado ejerciendo la prostitución en un cabaret de la ciudad. No es nada recomendable. Le aconsejo que se libere de ella cuanto antes. D.ª LAURA - ¡Qué horror! ¿Cómo es posible que la hayan metido en esta casa? ¡La tengo que despedir inmediatamente! ARTURO - El que avisa no es traidor. D.ª LAURA - Gracias por sus informes. Hoy mismo la echaré de mi servicio. ¡Pues no faltaba más! (Salen por la puerta del jardín D.ª Claudia y Arturo. D.ª Laura toca el timbre de servicio y entra Pepa) DONCELLA - ¿Qué desea la señora? D.ª LAURA - Está Ud. despedida inmediatamente. Coja Ud. sus cosas y salga inmediatamente de esta casa. DONCELLA - ¿Se puede saber el motivo por el que me echa así? D.ª LAURA - Me han informado de sus antecedentes, nada decentes, antes de venir a esta casa. Más vale que no me obligue a decírselo. DONCELLA - ¡Cómo si lo viera! A Ud. le ha informado de mi vida pasada el calavera más grande que hay en España, el chulo más rastrero que hay en esta ciudad y Ud. se lo ha creído todo. D.ª LAURA - ¡No le consiento que hable Ud. así de mis amigos! DONCELLA - Ud. no consiente que hablen así de los verdaderos sinvergüenzas; pero de mi persona sí consiente que hable mal todo el mundo. Tengo derecho a defenderme, ¿no lo cree? D.ª LAURA - Ante la acusación tan terrible, no tiene Ud. defensa posible. ¡Salga inmediatamente de esta casa! DONCELLA - ¡Está Ud. metiéndose en la boca del lobo y no se da cuenta! ¡Está Ud. en las manos de una mafia de ladrones drogadictos y no se da cuenta! ¡Se la van a comer dentro de poco como a un corderito y no se da cuenta! Yo solo le puedo decir que fui engañada por el sinvergüenza de su informador, el que me encerró en un prostíbulo sin posibilidad de poder escapar. Cuando lo conseguí, el trabajo en esta casa ha sido lo único que me ha hecho revivir de nuevo. (Llora) ¡Ud. no se da cuenta del daño que me está haciendo! (D.ª Laura permanece inflexible con gesto duro y Pepa, al no tener respuesta, sale lentamente por la puerta de la derecha. Entran por la puerta de la izquierda D. Fernando y D. Indalecio, Juanito y Julita. D. Fernando lleva en la mano un teléfono portátil) D. INDALECIO- ¿Qué has hecho? ¿Has vendido la fábrica a la doctora? D. FERNANDO - ¡Qué espanto! ¿Cómo lo has podido hacer? D.ª LAURA - ¿De qué estáis hablando? Yo no he vendido la fábrica a nadie. D.FERNANDO - Nos han llamado urgentemente el abogado y el notario. La doctora

doña Claudia tiene todos los poderes firmados por ti, donde consta que le has vendido la fábrica entera con todos los equipos. Te lo puede confirmar el notario mismo. (Le entrega el teléfono móvil. Lo coge D.ª Laura) D.ª LAURA - Diga... Sí, soy yo misma, Diga... ¡Eso es imposible! ¿Que están todos los papeles firmados por mi? ¿Que D.ª Claudia está pretendiendo venderla a bajo precio a un grupo bancario?... ¿Que la tal D.ª Claudia es una famosa delincuente internacional que utiliza la hipnosis para robar? ¿Que no es psiquiatra, sino una hipnotizadora de circo?... ¿Que puede hipnotizar a todos los espectadores de una teatro, incluidas las taquilleras? (D.ª Laura se queda petrificada, sin poder articular palabra. Devuelve el teléfono a D. Fernando) D. INDALECIO - ¡Si no recuerdas nada, has tenido que ser hipnotizada! D.ª LAURA - ¡Qué horror! ¡He sido robada y traicionada por una persona a quien estimaba como si fuera mi mejor amiga! ¡Por favor, no me dejéis sola, ayudadme! ¡Cuántos errores he cometido!... (Se echa a llorar desconsoladamente) ¡Todos sus consejos que yo consideraba muy sabios, eran simples patrañas para engañarme y robarme! ¡Ya me lo advirtió la doncella Pepa y no le hice caso! ¡Me han robado la fábrica que recibí de ti, padre mío! ¡Cuánto dolor os he tenido que causar a todos con las decisiones erróneas que me hacía adoptar! ¡Por favor, hijo mío, perdóname por haberme opuesto a tu noviazgo con Julita! ¡Cuánto daño os he causado por mi terquedad! ¡Por favor, Fernando, querido esposo, perdóname por haber pedido el divorcio al hombre que contribuyó a conservar con su esfuerzo una gran empresa, que ahora por mi culpa ha sido robada! ¡He descuidado por completo mis deberes conyugales y he estado a punto de perder para siempre a mi marido! ¡Fernando, perdóname, si aun estoy a tiempo de que me puedas perdonar! (Todos acuden a consolarla) D. FERNANDO - ¡Todos sabemos que la única culpable de todo lo que ha pasado, ha sido Claudia, la falsa doctora, una delincuente como la copa de un pino! ¡Sin embargo, no van a poder conseguir lo que han pretendido robar! D. INDALECIO - ¡Naturalmente! Nadie roba una cosa que no vale nada. D.ª LAURA - ¿Qué significa todo ese lío? D. FERNANDO - Tú no estabas al tanto de nada de lo que sucedía en la empresa, porque yo te lo ocultaba para que no te preocupases; pero la empresa estaba últimamente en crisis y debía cinco mil millones de pesetas. A largo plazo podría haberse salvado, pero en la actualidad nadie daría por ella ni un duro. D. INDALECIO - Por lo tanto no te han robado nada. D. FERNANDO - ¡Al revés! Te han liberado de todas las deudas adquiridas y ahora la que debe todos esos miles de millones es Claudia. Lo siento solamente por el porvenir de los obreros. Deberíamos solucionar el problema a favor de ellos, para que no se tenga que cerrar la empresa, ya que a largo plazo hay solución para la fábrica. D. INDALECIO - ¡Les ha salido el tiro por la culata! ¡Va a tener que venir a pedirte perdón, si no quiere verse el resto de su vida en la cárcel, esclavizada por esa ingente deuda y sin poder hallar una solución al problema! ¡Van a tener que venir aquí a pedirnos una solución!

D.ª LAURA - ¡Eso cambia por completo el panorama! D. INDALECIO - ¡Menos mal que solo se contentó con apoderarse de la fábrica y no quiso comprarte las tierras y las casas que están a tu nombre! JUANITO - Hay que darle un escarmiento, para que no pueda robar más. JULITA - ¡Como le dé por volver, estamos perdidos! (Por la puerta de la izquierda entra Pepa en escena, con cara compungida, llevando una maleta)) PEPA - (Dirigiéndose a D.ª Laura) Ya he recogido todas mis cosas y le he dejado el cuarto libre... (Hace ademán de ir a salir por la puerta del jardín) D.ª LAURA - ¡Por favor, Pepa, perdóneme por la injusticia que acabo de cometer con Ud.! ¡No se vaya de esta casa! ¡Tenía Ud. razón! ¡Si le hubiera hecho caso a Ud., la tal Claudia no me habría robado! PEPA - ¿Se ha dado cuenta a tiempo o ha sido demasiado tarde? D. FERNANDO - Todavía estamos a tiempo de poder recuperarlo todo. PEPA - Si me quedo en esta casa, Arturo volverá otra vez a llevarme por las buenas o por las malas. JUANITO - Nosotros no lo consentiremos. ¡No se marche! D. FERNANDO - Si es preciso, llamamos a la policía. PEPA - Lo mejor es que la policía se entere de todo. Con todo lo que sé, tienen para pasar toda su vida en la cárcel. JULITA - ¡Como nos hipnotice a todos juntos, estamos perdidos! Tenemos que defendernos. D. INDALECIO - Si van a volver dentro de poco, lo mejor es idear un plan. Yo os diré a todos lo que tenéis que hacer. (Salen todos por la puerta de la derecha del escenario, encabezados por D. Indalecio. Al cabo de unos instantes se nota la sombra de Arturo que entra por el ventanal y se esconde detrás de los cortinones. Se dirige a la puerta de entrada al jardín y la deja abierta. Entra por la puerta de la izquierda Pepa, llevando un libro, y se tumba en el diván, leyéndolo. Arturo se abalanza sobre ella, ella se resiste pidiendo socorro, pero él le pone la mano sobre la boca para que no grite) ARTURO - ¿Te creías que ibas a poder librarte de mí, so zorra? De mí no se libra ninguna mujer, ¿me entiendes? ¡Vas a tener que obedecerme y seguirme, porque si no, te mato! (Saca un puñal del bolsillo y le amenaza con matarla) PEPA - ¡Antes prefiero estar muerta que caer en tus manos, canalla! (Arturo le pone un pañuelo en la boca para que no grite y con unas cuerdas que saca del bolsillo le ata de pies y manos, tumbándola sobre el diván. En este momento entra por la puerta del fondo D.ª Claudia) D.ª CLAUDIA - ¿Qué estás haciendo? ¡Eso no es lo más importante! Piensa que pueden venir de un momento a otro y vas a tener que utilizar la fuerza. Hay que buscar en el escritorio los originales que posee D.ª Laura para destruirlos inmediatamente. ¡Ayúdame

a encontrarlos! (Se abalanzan los dos sobre el escritorio y comienzan a revisar todos los papeles, abriendo los cajones y tirando carpetas y papeles por el suelo) ARTURO - ¡Aquí no hay nada! ¡Aquí tampoco! Dª CLAUDIA - ¿Dónde los habrá guardado? (Entran D.ª Laura, D. Indalecio, D. Fernando, Juanito y Julita) D.INDALECIO - ¡Son Uds. unos vulgares ladrones! D.ª LAURA - ¿No les da vergüenza? ¡Yo, que había confiado en la doctora psiquiatra y seguía sus consejos al pie de la letra! Ahora resulta que no es doctora ni nada, sino una ladrona peligrosa, perseguida por la interpol! D. FERNANDO - ¡Ahora resulta que los ladrones han sido robados! Se han adueñado de una fábrica que está en quiebra y por lo tanto deben Uds. a los proveedores de la empresa cinco mil millones. D. INDALECIO - ¡Además se dedican al secuestro de personas! ¿Qué le están haciendo a esta pobre chica? JUANITO - ¡Suéltenla inmediatamente! JULITA - ¡La policía está viniendo ya para aquí! ¡Suéltenla inmediatamente, canallas! (Arturo se pone nervioso y saca la navaja, amenazando con ella a todos) ARTURO - ¡Como den un paso, les rajo a todos! Dª CLAUDIA - Sólo queremos los papeles originales que están en posesión de D.ª Laura. Si nos los dan, nos marcharemos, sin hacerles ningún daño. Dª LAURA - ¡Claro, así desaparecerán las pruebas de su delito! D. INDALECIO - No les entregaremos nada, mientras tengan amordazada a nuestra doncella. ¡Suéltenla inmediatamente! Después tal vez se los demos, si nos convencen sus argumentos. D.ª CLAUDIA - (Ordenando a Arturo) ¡Suéltala ahora mismo.! ARTURO - ¡Habíamos quedado que yo me la llevaría! D.ª CLAUDIA - ¡Ahora te ordeno que la sueltes! (Arturo con mala gana suelta las ataduras y la mordaza de la boca de Pepa, la cual se coloca para mayor seguridad entre D. Fernando, D. Indalecio y Juanito) PEPA - ¡No crean nada de lo que dicen! ¡Son una pandilla de sinvergüenzas! ¡Hay que meterlos pronto en la cárcel! D.ª CLAUDIA - Bueno, ya está libre la doncella. Ahora, si no quieren que les pase nada malo, denme los originales de. la venta y traspaso de poderes y luego nos marcharemos. D.ª LAURA - ¡Los originales los tengo aquí! (Saca de su cartera unos papeles) D.FERNANDO - ¡No se los entregues, con ellos están en nuestras manos! D. INDALECIO - ¡No se los entregues! D.ª LAURA - ¡Es mejor entregarlos! Lo hago por los obreros de la fábrica, para que no

salgan perjudicados. (Dª Claudia se pone delante del grupo en una actitud espectacular y elevando los brazos) D.ª CLAUDIA - ¡Mírenme a los ojos! ¿Creen Uds. que les estoy mintiendo? ¡Mis ojos lo dicen todo! (En este momento D.ª Claudia ha hipnotizado a todo el grupo compuesto por D.ª Laura, D. Fernando, D. Indalecio, Juanito, Julita y Pepa, los cuales se quedan estáticos en una postura cómica. D.ª Claudia quita los papeles a D.ª Laura. El reloj del salón marca las siete menos un minuto de la tarde) D.ª CLAUDIA - ¡Dentro de un minuto cuando el reloj haga sonar las siete de la tarde, volverán todos en sí! (Ordenando a Arturo) ¡Vamonos inmediatamente! ¡No tenemos tiempo que perder! (Arturo hace ademán de cargar con Pepa, pero D.ª Claudia se lo impide) D.ª CLAUDIA - ¡Déjala aquí, que la policía estará por llegar! (Salen rápidamente por la puerta del jardín. Al cabo de unos instantes se oye la voz de la policía desde la calle) VOZ DE LA POLICÍA - ¡Policía! ¡Abran la puerta de la casa! (El reloj comienza a dar las siete campanadas de la tarde. Todos los hipnotizados comienzan lentamente a volver en sí y a adquirir lentamente los movimientos mientras cae el telón) FIN

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