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EL REMANENTE DE DIOS Miqueas 4:6-7; 5:7-15 INTRODUCCIÓN.El libro de Miqueas es uno de esos libros, más bien cortos, de los llamados profetas menores, que a veces no resulta fácil encontrar. Miqueas profetizó durante los reinados de Joás, Acaz y Ezequías, todos ellos reyes de Judá. Es decir, alrededor de 700 años antes de Cristo. Habló a su pueblo en el transcurso de unos 40 años. Durante su vida se produjo la caída del reino del norte, Israel, a manos de los Asirios (año 722 a. de C.) También vio como los mismos invasores controlaron gran parte de Judá, aunque no Jerusalén misma lo cual se produciría bastantes años después. La profecía de Miqueas se caracteriza por palabras de juicio y por otras de perdón y restauración. Las palabras de perdón, generalmente eran bien recibidas, pero las de juicio le causaron a él algunos problemas. Por ejemplo en 2:6-7 (leerlo) Así que, que los otros llamados también profetas de su mismo pueblo, y que solo querían oír cosas buenas, le piden que deje ya de profetizarles que el mal les alcanzará. Le dicen que esa no es la manera de actuar de Dios, porque Dios es muy paciente y sus palabras son agradables. Así que le invitan a que deje ya de profetizarles lo desagradable. Afortunadamente no todos reaccionaron así. El mismo rey Ezequías hizo caso a sus palabras y le fue bien, como se ve en Jer. 26:18-19. La palabra `remanente’ es utilizada frecuentemente por Miqueas y este va a ser nuestro hilo conductor en el tema de hoy: El remanente de Dios. Nos centraremos en los siguientes tres puntos: (I) Quiénes son el remanente, (II) Cuál es su función en este mundo y (III) Cómo purifica Dios su remanente. I.- QUIÉNES SON EL REMANENTE. El término remanente significa algo que queda del todo. No es el todo, es una parte que perdura de ese total. Dios siempre ha tenido su gente en este mundo, con la finalidad de usarlos para bendecir a todo el mundo. Porque Dios realmente se ha interesado y ha querido el bien para todos, la salvación, en su sentido amplio, de todos. Y su plan ahora es usar su remanente para bendecir a todos. Uno podría pensar ¡ah, entonces, el remanente es lo exquisito, la flor y nata, lo mejor de todos! Quizá nos sorprendamos. Veamos a quienes escoge Dios para ese remanente. En 4:6-7 nos dice por quienes será formado el remanente. Lo explica con un símil pastoril, con un ejemplo ovejero que conocía bien aquel pueblo agrícola y ganadero. “En aquel día, dice Yahweh, juntaré a la coja y recogeré a la expulsada y a la que afligí. 1
Y pondré a la coja por remanente y a la expulsada por nación fuerte. Y Yahweh reinará sobre ellos en el monte de Sión desde ahora y para siempre” (Interlineal Heb-Esp) Lo que quiero resaltar es que para ser parte de ese remanente de Dios hemos de ser de alguna forma cojos, expulsados o haber sido afligidos. Así que de exquisitez, nada. Los méritos para quien ha de correr, es ser cojo; para quien ha de ser una nación fuerte, haber sido expulsado o afligido. La verdad es que esto es desagradable para aquellos quienes podemos sentirnos con merecimientos por nuestra manera de ser correcta, justa, o sabia. En cambio, para alguien que sabe que cojea, es decir, que no camina como debería, que no actúa como debería, para estos es muy agradable oír que serán el remanente de Dios. Porque es por gracia, no por obras, que entramos a ser remanente de Dios, pueblo de Dios, gente de Dios. Y desde luego es también por gracia como vivimos allí todo el tiempo. Así que, si tú y yo tenemos conciencia de nuestra cojera, o sea, que hemos intentado andar como es debido pero hay algo en nosotros que nos lleva vez tras vez a tropezar. Entonces no nos preocupemos, porque entender eso es lo primero necesario para llegar a ser pueblo de Dios. Pero ser cojos o afligidos, solo, no es suficiente. De hecho la mayoría asume su imperfección; pero al mismo tiempo culpa a las circunstancias o a los demás de ella, o intenta por sus propias fuerzas buscar la solución a su imperfección. De esa manera, menospreciamos la solución que ya ha obtenido Jesucristo para nosotros. No quiero dar la impresión de que para ser salvados hemos de ser antes necesariamente unos corruptos, asesinos o drogadictos. No, a veces la cojera no la verán los demás solo la sabremos nosotros; podremos incluso “dar el pego” como se dice en Córdoba. Cuando al principio llegué a conocer a Dios parecía un buen muchacho. Buen estudiante, bastante responsable, en fin nadie diría que yo era cojo. Pero en mi interior mi conciencia era cargada, porque intentaba portarme con respeto y amor hacia mi novia, y vez tras vez fracasaba en mis buenas intenciones. Así que yo sabía que era cojo, que no podía hacer lo que debía hacer, que no podía amar como debía amar. Pero en Cristo, descubrí el amor perfecto muriendo para salvarme a mí, el imperfecto. Así que ya sabéis como forma Dios su remanente: de la coja, la expulsada y la afligida. II.- CUÁL ES LA FUNCIÓN DEL REMANENTE.Lo vemos en Miqueas 5:7-8. “7 Será el remanente de Jacob, en medio de muchos pueblos, como rocío que viene del SEÑOR, como abundante lluvia sobre la hierba, que no depende de los hombres, ni espera nada de ellos. 8 Será el remanente de Jacob entre 2
las naciones, en medio de muchos pueblos, como un león entre los animales del bosque, como un cachorro entre las ovejas del rebaño, que al pasar las pisotea y las desgarra, sin que nadie pueda rescatarlas”. Son dos textos muy contrapuestos; además son expresiones poéticas. Y como sabéis la poesía usa, a veces, palabras que no tienen un significado literal, sino que son simbólicas. Pero así tiene más fuerza que si fuera en prosa. Y esto es lo que creo que pasa aquí. Ambos textos exponen la función que hará el remanente entre los pueblos, entre las naciones. Es decir, entre los que están alrededor del remanente. En el v. 7 son como rocío que viene del Señor, como abundante lluvia sobre la hierba. Esto claramente significa una labor de bendición hacia los que están alrededor del remanente. Un agricultor sabe muy bien que la lluvia trae vida, hace crecer todo, da fruto. Sin lluvia no hay fruto ni alimento, pero con ella hay bendición para todos a su alrededor. A demás es gratis, no espera nada de los hombres que están alrededor, ni tampoco depende de ellos. Es gratuita, es una bendición. Quienes han recibido de gracia dan de gracia. El remanente es luz y sal de la tierra, como diría Jesús. Así que a quienes son receptivos les alumbra, libra de la corrupción y les trae vida y alimento. Pero para quienes no desean el agua, la luz ni la sal, estas cosas le son una molestia; para estos el remanente es desagradable, peligroso o simplemente no les interesa. A eso se refiere la poesía del v. 8. Para quienes, por la razón que sea, no desean recibir esa gracia que les trae vida verdadera, luz y sal, para estos, el remanente es como un león entre los animales del bosque, es decir, algo que en lugar de vida les huele a muerte. Pablo explica esto muy bien en 2 Cor. 2:14b-16 “… y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento.15 Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden.16 Para éstos somos olor de muerte que los lleva a la muerte; para aquéllos, olor de vida que los lleva a la vida. ¿Y quién es competente para semejante tarea?” Así que esta es la doble función que necesariamente debe hacer el remanente de Dios. A algunos de nosotros, supongo que a casi todos, solo nos gustaría ser olor de vida para los demás, es decir, ser una agradable bendición para los que están a nuestro alrededor. Y hoy en día, al vivir en un mundo mayormente interesado en escuchar solo cosas agradables, todos sentimos más esa presión. Pero la función del pueblo de Dios, mientras vivamos en este mundo caído, tendrá necesariamente estos dos aspectos: para algunos seremos una preciosa bendición, pero otros nos percibirán como un problema.
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III.- CÓMO PURIFICA DIOS SU REMANENTE. Esto que venimos diciendo no significa que el remanente sea perfecto, sino que por el contrario necesita ir siendo refinado, purificado. Ya vimos que entramos porque éramos cojos, expulsados o afligidos. Y mientras estemos aquí vivimos en un cuerpo caído, con deseos que pueden engañarnos a confiar, a apoyarnos, en un montón de cosas que no son Dios mismo. Ya hemos hablado, otras veces, de los deseos de nuestro corazón, que pueden llevarnos a confiar en otras cosas, en lugar de en Dios. Y frecuentemente se trata de cosas buenas que Dios nos da como expresión de su amor, para que las disfrutemos, pero no para que pongamos en ellas nuestra confianza. Recordemos lo que dice Jer. 17: 5-8 “5 Así dice el SEÑOR: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del SEÑOR 6 Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. 7 Bendito el hombre que confía en el SEÑOR, y pone su confianza en él. 8 Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto.” Ten cuidado de no poner la confianza para ser quien debes ser en tu belleza, o inteligencia, o apariencia, o dinero, o elocuencia, o simpatía, o popularidad, etc. etc. Disfruta y da gracias a Dios por cualquiera de estas cosas con que te haya favorecido, pero no confíes en ninguna de ellas. Si lo haces serás maldito. Hace algún tiempo conocí a una persona que decía de si mismo que producía confianza en los demás, o sea, era confiable. Y tengo que decir que inicialmente parecía ciertamente así. Tenía una cara y unos modales aparentemente confiables. Pero después de conocerle por 3 ó 4 años quedaron muy pocos, por no decir ninguno, que confiaran en él. Y es que es verdad aquello de: ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! El remanente de Dios solo debe confiar en el Señor, ni en nosotros, ni en otros. Aunque debemos dar gracias a Dios por todos y cada uno y disfrutar de su compañerismo, de sus dones de su persona; pero no pongamos la confianza en el hombre, ni en nada del hombre, sino solo en Dios. El asunto principal que trato de decir es que Dios se encarga de ir quitando las confianzas que pudiéramos poner en nosotros o en otros. Así nuestra confianza solo estará en Él. De esa manera va refinando Dios a su remanente. Miqueas 5: 10-14 habla de eso: “10 Esto afirma el SEÑOR: En aquel día exterminaré tu caballería, y destruiré tus carros de guerra. 11 Exterminaré las ciudades de tu país y derribaré todas tus fortalezas. 12 Pondré fin a tus hechicerías y no tendrás más adivinos. 4
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Acabaré con tus ídolos y con tus monumentos sagrados; nunca más volverás a postrarte ante las obras de tus manos. 14 Arrancaré tus imágenes de Aserá, y reduciré a escombros tus ciudades”. Es decir, eliminaré todo aquello en que tú confías y que no es Dios. Cuando la confianza se coloca en los carros en los caballos, en las fortalezas, en las ciudades… Dios nos refina haciendo que esas fortalezas se caigan para así aprender a confiar solo en Él y ser entonces benditos y también poderosos con su poder. “Éstos confían en sus carros de guerra, aquéllos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos en el nombre del SEÑOR nuestro Dios” Sal.20:7 Nosotros confiaremos en lo que Dios ha hecho, en Cristo, por nosotros.
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