Fin de Semana Enero 1-2, 2011

Fin de Semana Enero 1 - 2, 2011 La Oración Contestada Leer: Mateo 7:7-11 Nuestro Dios nos exhorta en su Palabra a orar sin cesar (1 Ts 5.17). Y tambié

4 downloads 228 Views 1013KB Size

Recommend Stories


Especial Fin de Semana
Boletín Nº 06/ 2016 Verano 2.016 Especial Fin de Semana ADH Ocean Islantilla 4**** 3 al 5 de junio Costa de la Luz Ohtel Islantilla 4**** (Islantil

HERMANAS DE FIN DE SEMANA
HERMANAS DE FIN DE SEMANA Kristien Hemmerechts, Traducci6n de Cristina Goicoetxea Universidad de Leiden A prop6sito de la autora. Kristien Hemmerec

TARIFAS DE FIN DE SEMANA
(925) 671-3382 5298 Clayton Road Concord, CA 94521 Centre Concord es una instalación elegante para banquetes disponible para todos sus eventos especi

Story Transcript

Fin de Semana Enero 1 - 2, 2011 La Oración Contestada Leer: Mateo 7:7-11 Nuestro Dios nos exhorta en su Palabra a orar sin cesar (1 Ts 5.17). Y también promete contestar nuestras plegarias en todo momento (Lc 11.9). Si el Señor no tuviera intenciones de responder, no nos exhortaría a orar. De hecho, recalcó que cualquier padre que amara a su hijo siempre le daría no sólo lo que necesitaba, sino también lo mejor para su vida (vv. 11-13). Y es de esta misma manera que nuestro Padre celestial quiere bendecirnos. Si deseamos que Dios responda nuestras peticiones, tenemos que cumplir tres importantes requisitos: Primero, tenemos que reconocer que Jesucristo es nuestro Salvador personal, y mantener una relación personal con Él. La Biblia nos dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal 66.18). Esto no significa que no vamos a pecar más, pues Dios conoce nuestras debilidades. Lo que tenemos que hacer es confesarle nuestros pecados y tratar de vivir alejados de ellos. Segundo, tenemos que pedir correctamente. Primera de Juan 5.14 nos recuerda que siempre debemos pedir lo que esté de acuerdo a la voluntad de nuestro Señor. Podemos venir ante su presencia en oración y compartirle todos nuestros deseos, pero después de cierto tiempo haciendo esto, vamos a dejar a un lado aquellas peticiones que no son de su agrado. Tercero, tenemos que orar de una manera específica y confiando en que vamos a ser escuchados. Si pedimos lo que está de acuerdo a su voluntad, nuestras oraciones serán contestadas. Él nos exhorta a orar y promete responder nuestras peticiones. Pídale a Dios que le muestre si hay algo en su vida que le está impidiendo escuchar su respuesta.

Lunes Enero 3, 2011

Martes Enero 4, 2011

Miércoles Enero 5, 2011

Jueves Enero 6, 2011

La Oración Efectiva

¿Qué Es El Desanimo?

Asegure Su Futuro

Decisiones Sabias Leer: Salmos 51

Leer: Marcos 11:24-25

Leer: Josué 1:7

Leer: Génesis 25:27-34

Juan 14:14 nos dice: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. Muchos utilizan este texto bíblico para afirmar que van a recibir todo lo que piden en oración. No podemos basar nuestra vida de oración en un solo pasaje, pues vamos a obtener una perspectiva distorsionada de la realidad. Para ello es importante considerar: Nuestro compañerismo con Dios. Nuestro Padre celestial solamente va a contestar las oraciones de aquellas personas cuyos pecados han sido borrados con la sangre de Jesús. Y no solo esto, sino que también va a demandar que andemos en obediencia antes de escuchar nuestra petición. Por supuesto que conoce nuestras debilidades y no espera que seamos perfectos; pero si nos deleitamos en el pecado y no nos arrepentimos de nuestra desobediencia, no vamos a ser escuchados. Nuestra petición. Algunos sienten que al incluir la frase: “En el nombre de Jesús. Amén” están garantizando que sus oraciones van a ser respondidas; pero no es así. Lo que esta frase significa es que solamente hemos incluido en nuestra oración lo que está de acuerdo al carácter de nuestro Señor. Cuando oramos, debemos pedir con fe, creyendo que Dios es poderoso para hacer su voluntad y sometiendo nuestros deseos ante su trono. Nuestro motivo. El Señor no nos va a conceder algo que no es para nuestro provecho. Es por eso que debemos analizar lo que nos está motivando a pedir algo antes de hacerlo. ¿Es nuestra meta glorificar a Dios para que otros puedan conocerle por medio de lo que hacemos? ¿O nos motiva un deseo egoísta e impuro? Nuestro Padre celestial nos exhorta a orar, y también nos asegura que va a responder la oración de aquellos que poseen un corazón puro.

Hay ocasiones en las que no prestamos atención a las actitudes que asumimos o a los sentimientos que tenemos, pues creemos que son inofensivos. De hecho, llegamos a pensar que lo que estamos sintiendo o haciendo es Completamente normal. Sin embargo, si analizamos con profundidad todo esto, descubriremos que estamos corriendo un grave peligro al vivir de esta manera. Un buen ejemplo de esto es el desánimo que a veces sentimos. Muchas personas no saben diferenciar entre el desánimo y la desilusión, pues creen que es un mismo sentimiento. Desilusión es la respuesta emocional que experimentamos cuando no ocurre lo que tanto anhelábamos. Mientras que desánimo es lo que sentimos como consecuencia de estar sumergidos en la desilusión por tanto tiempo. No siempre vamos a obtener la respuesta que esperábamos, así que en ocasiones vamos a sufrir la desilusión. Sin embargo, podemos escoger vivir libres del desánimo cuando decidimos que esta desilusión no va a destruir nuestra autoestima. Esto es precisamente lo que sucede cuando permitimos que el desánimo inunde nuestro ser; perdemos la confianza que sentíamos en nosotros mismos y perdemos toda motivación para continuar adelante. No mantenemos el deseo de completar el plan y el propósito que Dios ha trazado para cada uno de sus hijos. ¿Puede usted apreciar lo trascendente que es esto para los seguidores de Cristo? La Biblia nos exhorta a ser fuertes, valientes y a vivir constantemente confiando en nuestro Salvador. Si el desánimo ha venido a formar parte de nuestra vida, tenemos que pedirle a Dios que arranque este sentimiento de nuestro interior y que nos ayude a vivir confiando en su maravilloso poder.

Está dispuesto a cambiar su herencia por un plato de lentejas? Esta fue la decisión que tomó Esaú cuando, actuando por sus impulsos, renunció al derecho que tenía de ser el líder de la familia y de ser bendecido por su padre. Es posible que para muchos la actitud de Esaú no tenga ningún sentido, pero existe un gran grupo de personas que están dispuestas a sacrificar las bendiciones del futuro con tal de satisfacer sus necesidades en el presente. Las prioridades de Esaú estaban distorsionadas. La Biblia nos dice que este joven despreció su primogenitura, pero que al mismo tiempo deseaba continuar gozando de los privilegios que esto implicaba. No supo apreciar el valor de este precioso regalo, pues no le hallaba ningún beneficio para su vida presente. Su vida corría peligro cada vez que salía a cazar. ¿De qué le servirían estas bendiciones si moría en las garras de un animal salvaje? Es por eso que le dio más importancia a sus necesidades físicas. La falta de visión de Esaú es algo común en nuestros días. Por ejemplo, muchas personas sacrifican su tiempo familiar al decidir trabajar más, privándose de la comodidad del hogar. En otros casos, parejas deciden ignorar lo que Dios dice acerca del matrimonio y viven relaciones destructivas. Y peor aún, otros deciden rechazar a Jesucristo como Señor y Salvador y desprecian la vida eterna que se les ofrece. ¿Cuál es nuestro plato de lentejas? En algún momento vamos a tener que escoger entre las bendiciones del futuro y los placeres del tiempo presente. No permitamos que nuestros impulsos nos guíen como le pasó a Esaú. Antes de tomar cualquier decisión busquemos la voluntad de Dios.

Muchas personas se lamentan al pensar:“Si tuviera la oportunidad de tomar esta decisión una vez más, escogería un camino diferente”. Mientras el rey David se lamentaba por haber escogido el camino pecaminoso que lo había convertido en un adúltero y asesino, es muy probable que también haya pensado en las demás opciones que pudo haber escogido. A nosotros nos sucede lo mismo. En ocasiones tomamos la decisión equivocada porque nos dejamos guiar por nuestros apetitos carnales y no por la sabiduría que proviene de Dios (2 S 11.4). Los seres humanos somos más vulnerables de lo que pensamos, y es por eso que no debemos tomar decisiones importantes en la vida cuando pasamos por un período de agotamiento físico y espiritual. Mucho menos debemos hacerlo si nos sentimos bajo la presión del estrés que tanto abunda en nuestros tiempos. Si no seguimos este consejo vamos a tomar malas decisiones que no van a traernos ningún provecho. Tampoco debemos precipitarnos a decidir algo sin habernos detenido a pensar antes. Tenemos que sentarnos a considerar qué es lo mejor desde el punto de vista de nuestro Señor. Esto es algo que debemos hacer antes de tomar cualquier decisión, pero especialmente si la misma puede traer consecuencias eternas para nosotros y para los que viven a nuestro alrededor. Este proceso de búsqueda de la voluntad de Dios puede tomarnos más tiempo del que deseamos, pero es indispensable si queremos actuar con sabiduría. Satanás siempre está buscando el punto débil en la armadura espiritual de cada cristiano. No le demos la oportunidad que tanto anhela, sino mantengámonos en un estrecho compañerismo con el Señor, para que así podamos estar listos para tomar decisiones sabias.

Viernes Enero 7, 2011

Fin de Semana Enero 8 - 9, 2011

Confianza Durante Los Tiempos Difíciles

Nuestro Dios es Gracia

Leer: Romanos 8:35-39 La vida cambia constantemente. Apenas hemos terminado de resolver un problema y otro comienza a surgir inmediatamente. Y esto no es algo que sólo sucede a nivel personal, sino que podemos ver el mismo conflicto a nivel mundial. La economía de la mayoría de los países está destruida, los precios de la gasolina aún están muy altos en comparación con los salarios, y hay muchos que han perdido sus empleos. No debemos asombrarnos de todo esto, pues es normal que ocurra, ya que vivimos en un mundo caído espiritualmente. A pesar de todo, podemos estar agradecidos a Dios, pues guía a cada uno de sus hijos aún en los tiempos difíciles (Sal 23). Él es el buen Pastor que siempre está atento a las necesidades de sus ovejas. Es por eso que le dice a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn 14.18). Esta promesa se cumplió con la venida del Espíritu Santo a la vida del creyente, quien fue enviado para permanecer en el corazón de cada cristiano en todo momento. Pablo también nos dice que somos sellados con el Espíritu de Dios hasta el día de nuestra redención. O sea que este sello nos protege de los ataques del enemigo que desea arrancarnos de las manos de nuestro Padre celestial. Es importante que destaquemos que esta promesa de protección es sólo hecha a quienes han recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, y a quienes a su vez han sido hechos hijos de Dios (Ro 8.16). Todos los seres humanos estamos expuestos a los mismos problemas, pero el creyente en Cristo cuenta con la ayuda del Consolador que ha sido enviado del cielo. Podemos estar convencidos de que el amor y la misericordia siempre van a rodearnos para protegernos en todo momento.

Leer: Efesios 2:4-5 Dios muestra su amor por la humanidad por medio de su gracia. No hay nada que podamos hacer para ganarla o merecerla. De manera que es necesario entender las siguientes verdades para apreciar realmente la gracia de Dios. Dios es perfecto y no puede tolerar el pecado. Desde el momento en que Adán y Eva decidieron tomar el fruto del árbol prohibido, perdieron el compañerismo que habían tenido hasta entonces con su Creador. Es por eso que todo ser humano nace con esa naturaleza pecaminosa que le hace alejarse de su Señor. El carácter de Dios es justo. Esto trae como consecuencia que siempre demande un pago por el pecado cometido. La Biblia nos enseña que la consecuencia del pecado es la muerte (Ro 6.23); refiriéndose no sólo a la física, sino también a la muerte espiritual al ser separados eternamente del Creador. Nuestro Dios es misericordioso. Es por eso que no nos da lo que merecemos, sino que nos otorga su gracia en todo momento. Ha trazado un plan perfecto que reafirma su naturaleza santa, satisface su justicia y nos permite llegar a ser sus hijos. Jesucristo fue enviado para que todos tuviéramos la oportunidad de ser salvos. Nació como ser humano y vivió una vida perfecta sin violar ningún aspecto de la Ley. Solamente Él capaz de satisfacer la justicia divina. Tomó nuestro lugar, cargó nuestros pecados y padeció el castigo que merecíamos por nuestras rebeliones. Todo esto lo hizo para que pudiéramos ser reconciliados con nuestro Padre celestial. Dios trazó todo este plan cuando todavía éramos pecadores (Ro 5.8). ¿Ha reconocido usted su pecado y aceptado el perdón que le brinda por medio de Cristo? Y si es así, ¿está usted expresando su gratitud por la gracia de nuestro Señor?

Lunes Enero 10, 2011

Martes Enero 11, 2011

Miércoles Enero 12, 2011

Jueves Enero 13, 2011

Viernes Enero 14, 2011

Fin de Semana Enero 15 - 16, 2011

Valor Durante Los Tiempos Difíciles

Nuestra Respuesta A LA Gracia De Dios

Quien Tuvo La Culpa

¿Perdonar o Culpar?

Enfocados En Dios Y No En Los Obstáculos

Una Lección Del Pasado

Leer: Romanos 8:28-34

Leer: Isaías 6:1-5

Romanos 8.28 nos enseña: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” Es en esa promesa que podemos hallar las fuerzas necesarias para atravesar cualquier dificultad que nos sobrevenga. Podemos enfrentar la adversidad con valor cuando recordamos lo que el Señor ha hecho anteriormente en nuestra vida. Nuestro Dios reina soberanamente sobre todo lo que existe. Es cierto que Satanás tiene poder para ocasionar los problemas que vemos a nuestro alrededor, pero su poder es limitado. En otras palabras, nuestro enemigo puede actuar hasta donde el Señor le permite. Y sabemos que sólo le deja hacer aquello que está de acuerdo al plan y propósito de Dios para nuestra vida. No importa la dificultad por la que estemos pasando, nuestro Padre celestial nunca cambia. De la misma manera en que solía usar estas dificultades para el bienestar de sus hijos, aún hoy lo continúa haciendo. Pablo estaba seguro de la promesa que Dios le había dado. Cada uno de nosotros, de igual manera, podemos apropiarnos de la misma para hallar valor en medio de las dificultades.

Mientras mejor entendamos la diferencia que existe entre la santidad de Dios y nuestra naturaleza pecaminosa, mejor apreciaremos la magnitud y la profundidad de su gracia. Este conocimiento nos guiará a: Confesar nuestros pecados. El profeta Isaías supo reconocer, al ver la santidad de Dios, que era un hombre inmundo. De igual manera cuando reconocemos la perfección de nuestro Señor, podemos reconocer nuestra desobediencia. Es posible que actuáramos creyendo que estábamos haciendo lo correcto, pero cuando comprendimos que Dios nos había llamado a la santidad, nos dimos cuenta de nuestros pecados. Lo primero que debemos hacer es reconocer que hemos desobedecido a nuestro Señor y que necesitamos de su ayuda para alejarnos de estas faltas. La confesión de pecado debe ser una práctica cotidiana en la vida del creyente. Aceptar el sacrificio de Cristo. Jesús estuvo dispuesto a dar su vida en la cruz del Calvario para que los seres humanos pudieran ser reconciliados con Dios. Cuando aceptamos este sacrificio comenzamos a disfrutar de una relación personal con nuestro Salvador. Y no sólo esto, sino que también nos ofrece el perdón de nuestras faltas y nos acepta como hijos. Reconocer el señorío de Cristo. Cuando Isaías escuchó a Dios preguntar: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Inmediatamente respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (Is 6.8). Jesucristo es nuestro Señor, y su deseo es guiar la vida de cada uno de sus seguidores. Mientras más conozcamos de su gracia, más motivados estaremos a servirle en obediencia. Considere el impacto que la maravillosa gracia de Dios tiene en su vida. Permita que su gratitud al Él le guíe a hacer todo esto.

Leer: Génesis 3:8-19

Leer: Colosenses 3:12-17

El antiguo hábito de culpar a otros por nuestras faltas, fue usado por primera vez en el huerto del Edén. Cuando Dios confrontó a Adán y a Eva por su desobediencia, ellos comenzaron a culpase entre sí. El Señor no prestó atención a este débil intento de parecer inocentes ante sus ojos, pues conocía la verdad, y es por eso que los disciplinó de acuerdo a lo que habían hecho. Concentrémonos en analizar las acciones de la primera mujer creada. Eva culpó a la serpiente por haberla puesto en la posición de escoger entre obedecer la voluntad de Dios o satisfacer sus propios deseos. Pero la realidad es que la serpiente no tenía el poder para hacerla menos fuerte o sabia. Ella conocía perfectamente las consecuencias de comer de este fruto de la sabiduría; sin embargo, escogió hacerlo de todas maneras. Las palabras de la serpiente tentaron a Eva, pues su naturaleza humana le incitó hacia lo que se le había prohibido; pero no podemos afirmar que Satanás tuvo la culpa de que ella pecara. Dios responsabilizó a Eva por sus acciones y tuvo que pagar por su desobediencia. Es evidente que esta mujer perdió mucho al tomar esta decisión, y de nada le sirvió tratar de culpar a otros. Tristemente, aún en nuestros días, muchos tratan de participar de este mismo juego. Algunos lo hacen para ocultar sus fracasos y otros para evitar las consecuencias de sus acciones. Hay muchos que hasta se sienten mejor al culpar a otros por sus errores. Pero sabemos que nada de esto puede darnos la misma satisfacción que sentimos cuando obedecemos a nuestro Padre celestial. El Señor quiere que cada persona se haga responsable por sus propias acciones. Nadie puede obligarnos a pecar, es por eso que debemos hacernos responsables por lo que hacemos.

No fue mi culpa” es una de las frases que más escuchamos en nuestros tiempos. Muchos usan este método de culpar a otros para no hacerse responsables por lo que han hecho. Quizás culpen a sus padres por la manera en que los trataron en su niñez, o es posible que hagan responsables a otros que viven a su alrededor por lo que han hecho. El resentimiento que hay en su corazón es tan grande que nos les permite darse cuenta de que solo ellos son los culpables por lo que acaban de hacer. Es fácil culpar a los demás, pero Dios nos exhorta a perdonar a los que nos han ofendido. La oración que Jesús hizo en Mateo 6.12 menciona muchos aspectos relacionados con la obra de Dios, pero solamente uno en relación con lo que el creyente debe hacer. Se nos dice que debemos perdonar a nuestros deudores. La mayoría de nosotros pensamos que aquellos que nos han ofendido nos deben una disculpa. Sin embargo, nosotros tenemos que ser misericordiosos y perdonar estas ofensas sin esperar ningún tipo de compensación. En muchas ocasiones nuestras heridas son tan profundas que nos resulta difícil perdonar. Recordemos que Jesucristo supo cargar con los pecados de toda la humanidad y que su Espíritu Santo mora en el corazón del creyente para ayudarle a vivir de esta manera. No importa si la persona que le ofendió no le ha pedido disculpa, otórguele su perdón aunque no sea merecedor del mismo, al igual lo hizo Jesús con usted. Cuando Dios nos perdona borra nuestras desobediencias (Jer 31.34). Si en verdad deseamos ser perdonados por Él debemos imitar su ejemplo en este aspecto de nuestra vida (Jn 6.15).

Leer: Números 13:25 y 14:10 El Señor mandó a los israelitas a que conquistaran y ocuparan la tierra de Canaán. Ellos necesitaban un lugar en el cual pudieran crecer como pueblo de Dios. Es por eso que esta región del mundo fue escogida con este propósito. Dirigido por Dios, Moisés envió a 12 hombres a que espiaran la tierra. ¡Qué decepción debe haber sufrido al escuchar los comentarios negativos que la mayoría de estos espías compartieron al volver! Solamente estaban poniendo sus ojos en los obstáculos que habían visto. Sin embargo, Caleb estaba seguro de que iban a vencerlos fácilmente (Nm 13.30), pues tenía puesto sus ojos en las promesas de Dios y no en las dificultades. Basaba su confianza en las palabras que el Señor había dicho a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra” (Gn 12.7). El resto del pueblo no pensaba igual. Todos esos relatos acerca de gigantes y fortalezas los atemorizaron. Normalmente, obstáculos como esos podían haber asustado a cualquiera, pero no al pueblo de Israel, pues ellos servían a un Dios que les había probado lo que podía hacer. Dios había partido el Mar Rojo y los había alimentado por casi dos años en el desierto. Cuando nos enfocamos en los obstáculos, nuestra visión se distorsiona. Los problemas se hacen tan grandes que nos impiden dar el próximo paso de fe. Cuando Dios nos llama a hacer algo, podemos estar seguros de que también nos brindará su ayuda para vencer cualquier dificultad que esté frente a nosotros. Si imitamos a los israelitas y nos negamos a continuar adelante por el temor que sentimos, perderemos las bendiciones que el Señor ha preparado para aquellos que hacen su voluntad.

Leer: Deuteronomio 1:20-31 Cuenta un hombre de Dios que en 1991 predico un sermón en el que comparo la situación por la que atravesaba la iglesia con la del pueblo de Israel antes de entrar a la Tierra Prometida: “Necesitábamos un templo más grande y con este propósito adquirimos un terreno para la nueva construcción. Teníamos que completar dos objetivos en menos de tres años. Recaudar los fondos necesarios para la construcción y garantizar la culminación del tempo para la fecha prevista”. Lo que dijo a la congregación ese día también se aplica a la vida de cada individuo. Dios nos ha dado la Gran Comisión de hacer discípulos a toda las naciones (Mt 28.19). Y sabemos que nos da diferentes oportunidades para que podamos cumplir con este mandato. Nunca va a abrir una puerta si no desea que entremos por ella; así que cuando nos quedamos parados en el umbral estamos desobedeciéndole. Hay momentos en que lo que vemos al otro lado de esa puerta nos asusta; pero si el Señor nos ordena avanzar, no debemos quedarnos parados. Él nos va a equipar y a guiar apropiadamente para que podamos completar nuestra misión. Esto me lleva de vuelta a la historia del comienzo. Dios proveyó cada centavo que necesitábamos para hacer esta construcción sin que tuviéramos que solicitar ningún préstamo al banco. El edificio fue terminado a tiempo, y desde ese día se ha usado para extender el evangelio al resto del mundo. ¿Hoy en día muchos nos hemos quedado parados en el umbral de la puerta, porque estamos demasiados asustados para continuar avanzando? Demos un paso de fe, aprovechemos cada oportunidad que el Señor nos dé. No importa los obstáculos que tengamos que enfrentar, Él siempre nos va a proteger.

Lunes Enero 17, 2011

Martes Enero 18, 2011

Miércoles Enero 19, 2011

Jueves Enero 20, 2011

Viernes Enero 21, 2011

Fin de Semana Enero 22 - 23, 2011

La Vida Antes De La Gracia De Dios

Resultados De La Gracia De Dios

Como Lidiar Con Los Falsos Profetas

La Importancia De La Biblia

Tiempos De Dificultad

Como Conocer A Dios

Leer: Efesios 2:1-3

Leer: Timoteo 1:12-17

Leer: 2 Timoteo 4:3-4

Gracia es el amor inmerecido que Dios muestra a cada pecador. Éste es expresado por medio de la muerte de su Hijo, y llega a nuestra vida en el momento en que confesamos nuestros pecados y recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador. Es por la gracia de Dios que somos perdonados y adoptados como hijos de Dios. El pasaje de hoy describe cómo era Nuestra vida antes de que fuéramos alcanzados por esta gracia. Primeramente vemos que estábamos muertos en nuestras transgresiones y pecados. Es decir, que todos nacemos con una naturaleza pecaminosa, que nos aleja de las cosas de Dios y nos hace vivir egoístamente. En segundo lugar vemos que nuestra forma de pensar y actuar estaban de acuerdo a los preceptos del mundo. La Biblia nos enseña que Satanás es el príncipe de este mundo. Su plan siempre se opone al de Dios y nos guía a vivir en rebeldía hacia nuestro Señor. Antes de ser tocado por la gracia, el apóstol Pablo estaba ciego a la perspectiva y planes de Dios. Es por eso que se oponía a los que decidían seguir a Cristo (Hch 26.9-11). Se había propuesto destruir la iglesia y eliminar la fe cristiana, hasta que tuvo un encuentro con el Señor en el camino a Damasco (Hch 9.3-6). Fue en ese momento cuando sometió su voluntad a Jesús y se convirtió en uno de sus seguidores. Si usted todavía no ha depositado su fe en Jesús como su Salvador, aún se encuentra muerto espiritualmente. Es decir, está viviendo separado de Dios y en condenación. Puede que al igual que Pablo sea una persona religiosa, pero carece de una relación personal con Cristo. Hoy Dios le ofrece la salvación, por medio de la fe en su Hijo Jesús. ¿Cuál va a ser su respuesta a esta invitación?

Pablo se describe a sí mismo como el peor de los pecadores y como un hombre en quien la gracia y el amor de Dios se habían hecho realidad (1 Ti 1.16). Solamente por la gracia de Dios es que este hombre había recibido vida espiritual y la oportunidad de ser un hijo de Dios. Ahora tenía un propósito nuevo en su vida: Glorificar a su Padre celestial y trabajar en la edificación de su Reino. A partir de ese momento su actitud y su conducta cambiaron drásticamente. Por medio de la obra del Espíritu Santo el carácter de Pablo cambió de tal forma, que cada día podía expresar más la gratitud y la compasión que había en su corazón. Podemos leer en sus cartas lo agradecido que estaba hacia Dios y cómo exhortaba a los demás cristianos a vivir de esta manera. Sus palabras también revelan cuán humilde era. A pesar de ser un hombre influyente y con mucho conocimiento, consideraba que todo esto era “… pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús” (Fil 3.8). La manera de vivir de este hombre cambió desde el momento en que recibió a Jesucristo como su Salvador. Se preocupaba enormemente por aquellos que estaban aún separados de Dios y deseaba ayudar a los demás creyentes a crecer en su fe. Es por eso que el resto de su vida lo dedicó a predicar el evangelio, a dar ánimo a los creyentes, y a edificar espiritualmente a las iglesias. Estuvo dispuesto a sufrir por causa de Cristo. Mientras más leemos de la vida de Pablo, más podemos ver la gracia de Dios obrando en él. Fue usado para llevar el evangelio a los gentiles. Por medio de sus cartas, muchos cristianos han conocido las verdades bíblicas. El Espíritu Santo desea transformar nuestra vida de la misma manera que lo hizo con Pablo. ¿Está usted permitiendo que la gracia de Dios trabaje en su vida?

En cierta ciudad vivían dos cristianos insensatos. El primero se había negado a recibir las enseñanzas de la Biblia. Así que cuando alguien desafiaba sus creencias, nunca podía defenderlas con la Palabra de Dios. El segundo se sentía demasiado débil espiritualmente como para tomar las decisiones correctas. Es por eso que siempre prefería escuchar la opinión de otros, en lugar de confiar en el Señor. Al cabo del tiempo, un entusiasta predicador se mudó a la ciudad. Desgraciadamente este hombre no tenía una relación personal con Cristo, así que no estaba calificado para guiar a otros en su andar cristiano. Sus enseñanzas no estaban basadas en la Biblia, sino que se dejaba guiar por su propia opinión, que estaba basada en lo que más le convenía de acuerdo a sus necesidades del momento. A pesar de todo esto, sus enseñanzas fueron del agrado de estos dos cristianos insensatos, y comenzaron a dejarse guiar por sus palabras. Esto hizo que se alejaran cada vez más de Dios. En situaciones como estas los cristianos deben seguir el consejo de Juan cuando dijo: “… sino probad los espíritus si son de Dios” (1 Jn 4.1). Podemos hacer esto cuando comparamos lo que estamos escuchando con las enseñanzas bíblicas. También es importante que consultemos con otros hombres y mujeres que estén viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios. De esta manera vamos a mantenernos alejados de los falsos maestros. ¿En algún momento alguien se ha acercado a nuestra vida con una enseñanza que no parece estar de acuerdo a la Palabra de Dios? Para mantenernos firmes en nuestra fe, tenemos que estudiar diariamente la Biblia (Ef 6.17) y tener una vida de oración activa.

Leer: 2 Timoteo 3:13-17

Leer: Salmos 46:2-11

Leer: Filipenses 3:8-14

Los falsos maestros usaran interpretaciones incorrectas para arrastrar a muchos en su error. Es por eso que atacan a los cristianos que, a pesar de haber escuchado muchas predicaciones, no han dedicado el tiempo necesario para estudiar la Biblia. De acuerdo a la explicación que Jesús hizo de la parábola del sembrador, estos son aquellos que no tienen raíces (Lc 8.13). Sin embargo, la semilla que cae en buena tierra representa a los cristianos que retienen la Palabra de Dios (v. 15). El verdadero creyente es aquél que basa su vida en las verdades bíblicas, de tal manera que las falsas enseñanzas no tienen cabida en su corazón. A pesar de lo que el mundo trate de hacernos creer, las verdades de la Biblia no están basadas en nuestras interpretaciones. Los cristianos tenemos la responsabilidad de refutar las falsas enseñanzas. De hecho, Juan nos exhorta a alejarnos de aquellos que estén predicando tales mentiras (2 Jn 10). No tenemos que sentirnos obligados a escucharles, sólo para demostrar nuestra amabilidad y buenos modales. Dios no nos ha llamado a esto, sino a aferrarnos firmemente en la verdad de su Palabra. Los engaños llegaran a nuestras vida por diferentes vías. Es por eso que debemos ser capaces de identificarlos rápidamente, para que no lleguen a formar parte de nuestras creencias y dañen nuestra fe. Estudiemos los principios bíblicos, para que podamos proclamar: “Conozco la verdad de Dios, porque he dedicado tiempo para leerla diariamente”.

Todos estamos expuestos a las dificultades de esta vida. Algunos sufren la pérdida de sus seres amados. Otros son acusados injustamente por algo que no han hecho. Hay muchos también que padecen enfermedades atroces. En fin, la lista de dificultades es inmensa, pero solamente podemos hallar consuelo en un lugar. El pasaje de hoy nos habla de grandes calamidades; algunas de ellas ocasionadas por la naturaleza y otras por la obra del ser humano (vv. 2,6). Nos sentimos desconcertados en medio de estas pruebas, pero el versículo 10 nos dice a quién tenemos que acudir: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. En nuestro mundo moderno lleno de tecnología y responsabilidades, nos es difícil hacer una pausa para orar. Sin embargo, la clave para vencer las dificultades radica en confiar en Aquel que está en control de todo. En lugar de tratar de resolver el problema nosotros mismos, o de culpar a otros, tenemos que aprender a esperar, mientras vemos cómo Dios actúa para rescatarnos de las dificultades (Is 64.4). Esto significa que debemos dedicar tiempo para estar a solas en oración con nuestro Señor, meditar en su Palabra y escuchar su voz. Nuestra naturaleza humana nos hace tratar de arreglarlo todo con nuestras propias manos, pero el Señor nos exhorta a ser pacientes y a esperar en Él. También nos dice que debemos someternos de tal forma que lleguemos a reconocer que su plan es mejor que el nuestro. ¿Cuál es su respuesta cuando la dificultad llega a su vida? Puede ver estos problemas como una oportunidad más para crecer en su fe y en la relación que tiene con el Padre celestial. Cualquiera sea la circunstancia que atraviesa, debe dedicar tiempo para escuchar la voz de Dios.

Es posible que una persona viva con su cónyuge por más de 50 años y jamás llegue a comprenderlo. Lo mismo sucede con muchos que pasan su vida reuniéndose en la iglesia, leyendo libros cristianos, hablando con otros que tienen la misma fe, pero nunca llegan a conocer verdaderamente a su Señor. La Biblia nos exhorta en repetidas ocasiones a dedicar tiempo para conocer más de Dios. Esto involucra leer más de su Palabra, para que podamos aprender lo que nos revela de Sí mismo, y dedicar tiempo para estar a solas con Él y así conocerle más. Por ejemplo, Mateo 1.23 usa la palabra Emanuel, que significa “Dios con nosotros” para describir al Señor. Jesús nos promete: “No os dejaré huérfanos…yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Jn 14.18- 20). Las Escrituras también lo describen como “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal 46.1). Dios no está alejado de nosotros, sino que es quien nos socorre en medio de las dificultades (Sal 32.7). Y no sólo esto, también nos defiende y es la Roca en la que podemos refugiarnos siempre (Sal 62.2). Por medio del sacrificio que Jesús hizo en la cruz, el Padre nos ofrece salvación y la oportunidad de tener un compañerismo personal con Él. Nos conduce de su mano por el camino de la santificación y usa las dificultades de la vida para enseñarnos santidad. Y finalmente nos da la oportunidad de servirle para así conocerle más. Aún cuando usted ya ha recibido el regalo de la vida eterna que Dios ofrece, es posible que no le conozca en verdad. Dedique tiempo para pedirle al Espíritu Santo que le ayude a conocer más de Cristo (Col 1.9).

Lunes Enero 24, 2011

Martes Enero 25, 2011

Miércoles Enero 26, 2011

Jueves Enero 27, 2011

Viernes Enero 28, 2011

Fin de Semana Enero 29 - 30, 2011

Las Riquezas De Su Gracia

Nuestras Riquezas En Cristo

Creados Para Alabarle

Los Beneficios De La Alabanza

Las Bendiciones De Dios

En Búsqueda De Lo Mejor

Leer: Efesios 1:3-8

Leer: Romanos 8:28-30

Leer: Salmos 103

Leer: Salmos 150

Leer: Salmos 81

Leer: Salmos 145:18-19

La Biblia nos enseña que Jesús escogió ser pobre, al rechazar todo lo que le pertenecía por ser el Hijo de Dios y que así nosotros pudiéramos ser enriquecidos (2 Co 8.9). Efesios 1 describe las riquezas de su gracia y nos dice que hemos sido: Escogidos por Dios. Contamos con propósito y con seguridad eterna porque le pertenecemos al Señor. Liberados. Todos nosotros éramos esclavos de nuestros pecados y no podíamos liberarnos a nosotros mismos. Nuestra naturaleza humana guiaba nuestros pensamientos, actitudes y conducta. Constantemente escogíamos hacer lo malo que no deseábamos y no lo bueno que tanto anhelábamos. Pero Jesús rompió las cadenas que nos mantenían atados a nuestra vieja naturaleza pecaminosa para que pudiéramos obedecerle. Redimidos. La muerte de Jesús satisfizo la justicia divina, pues durante su vida cumplió todos los requerimientos necesarios para hacer esto y nunca cometió pecado (Dt 17.1; Ro 6.23). Cuando depositamos nuestra fe en Cristo, somos reconciliados con Dios y la deuda de nuestros pecados es pagada. Hechos sus hijos. Desde el momento en que fuimos hechos salvos, comenzamos a disfrutar de un nuevo compañerismo con Dios. Él viene a ser nuestro Padre celestial, pues somos adoptados como sus hijos. Ciudadanos del Cielo. Somos hechos ciudadanos permanentes del Reino de Dios. También se nos dice que recibiremos una herencia incorruptible (1 P 1.4). Es cierto que los tesoros de este mundo nos ofrecen comodidades temporales, pero no tienen ningún valor espiritual, pues no son eternas. Debemos poner nuestra mirada en las riquezas que hemos recibido por medio de Jesús.

Jesús le dijo a sus discípulos que su partida beneficiaría a sus seguidores, pues iba a enviar a la tercera persona de la Trinidad para que morase en ellos (Jn 16.7). Junto con la salvación también se nos da el Espíritu Santo, quien nos sella como hijos de Dios, nos consuela en las pruebas y nos enseña cómo debemos vivir. Por medio de la obra de santificación del Espíritu somos hechos cada día más similares a Cristo. Transforma todo nuestro ser para que podamos dar el fruto que debe estar presente en la vida de cada creyente (Gá 5.22, 23). Y además nos guía para que nos apartemos de nuestras antiguas costumbres mundanas. El cristiano también tiene acceso al Trono de la gracia. Podemos venir en todo momento y entrar en la presencia de Dios por medio de la oración y la adoración. Y no solo esto, sino que se nos ha dado la promesa de la resurrección y de la glorificación. De la misma manera que el cuerpo de Jesús fue resucitado, los nuestros también serán levantados de la tumba. Luego van a ser perfeccionados y vamos a vivir libres de la presencia del pecado para siempre. No hay nada que este mundo nos ofrezca que se compare con las riquezas que hallamos en Cristo. No permitamos que los Pensamientos mundanos nos seduzcan; más bien disfrutemos de lo que el Señor nos ofrece. Si vivimos de esta manera vamos a poder disfrutar de su paz y su gozo.

¿Alguna vez usted se ha preguntado el motivo de su existencia? Estamos tan envueltos por las actividades cotidianas y las preocupaciones que nos agobian, que rara vez nos detenemos a pensar en el propósito de nuestra vida. Dios nos ha creado con un propósito específico: ¡Que le glorifiquemos en todo momento! (Is 43.7). En su Palabra, Dios enfatiza que debemos glorificarle por su fidelidad y por sus grandes obras. Jesús también reconoció en todo momento la importancia de este tema. Es por eso que comenzó la oración modelo con palabras de adoración (Mt 6.9). ¿Por qué entonces dedicamos más tiempo pidiendo que adorando en oración? Quizás algunos creyentes sienten que están demasiado ocupados como para adorar a su Señor. Es posible que otros se sientan incómodos expresando su gratitud. Ninguna de estas excusas es aceptable. El salmo 103.2 nos recuerda los beneficios de adorar a nuestro Creador humildemente. Y nos explica cómo podemos exaltarle con nuestras palabras. Específicamente se nos dice que debemos alabarle por sus atributos y por sus obras (vv. 2-8,19). Podemos alabarle de otras maneras. Los tres términos que más se usan en el Antiguo Testamento para referirse a la alabanza están relacionados con la música, las palabras de nuestros labios y los gestos que podamos hacer con nuestras manos. Pero también podemos alabarle con nuestras acciones, pensamientos y creatividad. Puede que usted no esté muy familiarizado con el tema de la alabanza. Pero todo ser humano ha sido creado para alabar a Dios. Mientras dedique tiempo para estar en la presencia de Dios, adórele por medio de las alabanzas.

Considere por un momento su más reciente tiempo de oración. Aprovechó esa oportunidad para alabar a Dios, o sólo presentó sus peticiones? Vivimos en una sociedad egoísta. Es por eso que muchos se reúnen en la iglesia para satisfacer sus necesidades. Sienten que las alabanzas les animan, las predicaciones les edifican y el coro de la iglesia les entretiene. Dios nos ha creado con el propósito de exaltarle; no debemos darle más importancia a nuestros deseos personales que a este propósito. Cuando alabamos estamos glorificando y agradando a nuestro Señor, pero también estamos obteniendo beneficios. En primer lugar, cuando le alabamos aprendemos a ser humildes. No podemos exaltar a Dios sin antes humillarnos a nosotros mismos. Es por eso que reconocemos nuestros pecados, nuestra debilidad y nuestra dependencia de Él. La Biblia nos dice que el poder del Señor se manifiesta cuando mostramos una humildad genuina (2 Co 12.10). En segundo lugar vemos que al exaltarlo estamos fortaleciendo nuestra seguridad y fe en Dios. Esto nos permite quitar nuestra mirada de los problemas que nos rodean, para ver nuestra vida desde la perspectiva que Dios la ve. Finalmente también podemos mencionar un beneficio que obtenemos al adorarle que está relacionado con nuestro cuerpo físico. Cuando nos enfocamos en las bondades del Señor, dejamos de sentir estrés y somos fortalecidos. Sabemos que todo esto ocurre porque Dios está presente en medio de la alabanza de su pueblo (Sal 22.3). Piense por unos instantes en los atributos de Dios y en todo lo que ha hecho en su vida. ¿Por qué puede alabarle hoy?

Nuestro Padre celestial se complace en satisfacer las necesidades de sus hijos. Sin embargo muchos cristianos no logran experimentar las bendiciones de Dios. ¿Qué podemos hacer para no perder sus bendiciones? En el salmo 81 se nos enseña acerca de esto. El escritor se refiere a un período de tiempo en el que los israelitas no estaban disfrutando de las bendiciones de Dios. De acuerdo al libro de Éxodo ellos alabaron con gratitud por haber sido liberados de la esclavitud. Pero rápidamente se olvidaron de Dios y comenzaron a adorar otros ídolos, mientras se quejaban de las condiciones en las que estaban. Esta actitud estuvo presente a lo largo de la historia del Antiguo Testamento. Los versículos 8-10 nos revelan la perspectiva de Dios: “Israel, si me oyeres, no habrá en ti dios ajeno… Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo la llenaré”. Igualmente, en ocasiones, nuestras necesidades no son satisfechas porque somos desobedientes. Quizás no estamos adorando estatuas como lo hicieron los israelitas, pero tenemos otros ídolos. Cualquier cosa que estemos poniendo por encima de Dios como una persona, o nuestro trabajo, o nuestras posesiones, puede llegar a ser un ídolo en nuestra vida. Aún nuestras decisiones pueden caer en esta categoría. Es por eso que debemos permitir que el Espíritu Santo nos guíe para basar nuestras decisiones en la Palabra de Dios. Pídale al Señor que le muestre aquello que le está impidiendo recibir sus bendiciones. Escuche atentamente y permítale que obre en su vida para arrancar aquello que sea un estorbo. Nuestro Padre celestial siempre está listo para bendecirnos y guiarnos.

La idolatría consiste en darle a una persona u objeto el lugar que sólo Dios merece, y que es una de las causas que le impiden al creyente disfrutar de lo mejor de Dios para su vida. La Palabra de Dios nos advierte acerca de los obstáculos que nos impiden recibir las bendiciones de Dios. Como seguidores de Jesús tenemos la oportunidad de orar y pedirle lo que necesitamos (Fil 4.6). Pero lamentablemente muchos cristianos no lo hacen. Algunos sienten que no tienen tiempo para orar y otros sólo hablan con Dios usando frases que se han aprendido de memoria y que no son genuinas, ni expresan sus deseos. Debemos acercarnos a su trono, trayendo ante Él nuestras necesidades con un espíritu humilde (1 P 5.5,6). Tenemos que anhelar hacer su voluntad por encima de todo, aún cuando pensamos que lo que deseamos es lo que más nos conviene. Dios siempre nos dará lo mejor. Además, la Biblia nos exhorta a venir ante el Señor llenos de fe (He 4.16; Stg 1.6). Esto significa que cuando oramos buscando la voluntad de Dios, tenemos que estar seguros de que va a contestarnos. En Isaías 64.4 se nos recuerda que nuestro Padre celestial siempre va a obrar en “…el que en Él espera”. El deseo de nuestro Dios es derramar bendiciones sobre la vida de sus hijos. No permitamos que una vida pobre de oración nos impida disfrutar de ellas. Expresemos nuestras necesidades en oración de una manera específica y llenos de fe. Sometamos nuestra voluntad a la suya y esperemos con paciencia. El Señor es fiel y usted va a comprobarlo en su vida.

Lunes Enero 31, 2011 La Gracia Sustentadora Leer: 2 Corintios 12:7-10 La gracia de Dios es sublime. No solamente borra nuestros pecados por el sacrificio hecho en la cruz, sino que también nos fortalece y sostiene cada día de nuestra vida. El Señor nunca cambia de parecer, ni se rinde. Su gracia sustentadora es la respuesta para: Nuestras circunstancias difíciles. Los cristianos no estamos exentos de problemas y sufrimientos. El apóstol Pablo lo supo perfectamente. Al predicar acerca del evangelio de salvación, algunos lo recibieron, mientras que otros se opusieron al mensaje. En Segunda de Corintios 11.23-27 escribió que había experimentado el peligro en todos los lugares en donde había estado. Había sufrido desprecio, golpes y prisiones, pero nada de esto le había hecho rendirse. La gracia de Dios le sostuvo y le fortaleció en medio de todas estas pruebas. Nuestros sufrimientos. Pablo también mencionó el aguijón que tenía en su carne, y que le atormentó en gran manera. En tres ocasiones le pidió al Señor que se lo quitara, pero su respuesta fue negativa. ¿Por qué? Porque le dijo que su gracia era suficiente para darle lo que necesitaba para vencer. Esta misma gracia era la que había permitido que este hombre fuera perdonado y aceptado como hijo de Dios. Desde el momento en que experimentó el inmerecido amor del Señor, este perseguidor de cristianos se convirtió en un misionero que llevó el mensaje de salvación a todas partes. Pablo declaró que había continuado adelante en medio de los insultos, las aflicciones y las debilidades, porque la gracia de Dios lo sostuvo en todo momento. Estuvo convencido de que el Señor le habría de ayudar en cada situación de su vida. ¿Es esto una realidad en su vida?

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.