GOYA EL ARTISTA VISIONARIO

GOYA EL ARTISTA VISIONARIO. AUTORA: Mª del Carmen Alonso Ladrón. TITULAT UNIVERSITARI SENIOR. Tutor: Mª del Pilar Escuder Mollón. UNIVERSITAT JAUME

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GOYA
Contenido Visita al museo del Prado. COMENIUS. 2010-12 ...............................................................................................

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GOYA EL ARTISTA VISIONARIO.

AUTORA: Mª del Carmen Alonso Ladrón. TITULAT UNIVERSITARI SENIOR.

Tutor: Mª del Pilar Escuder Mollón. UNIVERSITAT JAUME I Castellón, mayo de 2.004

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INDICE:

- INTRODUCCIÓN. GOYA Y SU TIEMPO. - INFANCIA Y JUVENTUD. - EL VIAJE A ITALIA. - EL TALLER DE ZARAGOZA. - PRIMEROS EXITOS. TRASLADO A MADRID. - GOYA EN ZARAGOZA. - DE NUEVO EN MADRID. - GOYA PINTOR DEL REY. - CUADROS DE GABINETE. - CUADERNOS DE DIBUJO. - LOS CAPRICHOS. - LOS AÑOS DE LA GUERRA. - DE 1.814 A 1.828. - BIBLIOGRAFÍA.

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INTRODUCCIÓN

GOYA Y SU TIEMPO Francisco de Goya y Lucientes ( 1746- 1828) nace a mediados del siglo XVIII, llamado siglo de la Ilustración. Un periodo crucial de grandes cambios en la sociedad de aquel tiempo. Las creencia, costumbres, modas, incluso las Letras y las Artes sufren un movimiento convulso. Los moralistas y filósofos surgieron brillantemente; las ideas revolucionarias conmovieron los cimientos del entendimiento. En Francia principalmente, centro de estos movimientos, fueron figuras notables: - Montesquieu (1689 – 1755). Sus obras dedicadas al estudio de las instituciones jurídicas y sociales, levantaron gran disputa a primeros del siglo. - Voltaire (1694 – 1778). Fue figura principal del racionalismo escéptico y negativo, defensor de sus ideas sobre la tolerancia y la libertad. - Rousseau (1712 – 1778). Dedicó su vida a combatir las ideas tradicionales teniendo como base la creencia en la bondad natural del hombre. Lee sus “Confesiones” en varios salones antes de que se prohíban. - Diderot (1713 – 1784). A mediados del siglo publicó sus “Pensamientos Filosóficos” y toma la dirección y redacción de la famosa “Enciclopedia”, obra que más tarde fue perseguida y censurada. - Vauvenarques (1715 – 1747). Con su obra “Introduction à la connaissance de l´esprit humain”, de gran sensibilidad prerromántica.

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Estos personajes y otros más, dieron impulso al pensamiento sobre el hombre que surgía en la nueva sociedad. España no fue ajena a estas tendencias de los ilustrados, que influyeron mucho en Goya y en el carácter de su obra que sobresalió de los demás maestros pintores de aquel tiempo. Goya fue un genio extraordinario, cultivador de todos los géneros y todos los temas. Su mirada artística abarca lo mismo, lo trágico y lo cómico, lo real y lo fantástico, lo palaciego y lo plebeyo, lo brillante y lo tenebroso, la paz ingenua enfrentada a la locura; ¡y como olvidarnos de lo pintoresco!....... Un moralista diría “No hay cosa absolutamente perfecta en el ser humano ni en la naturaleza, así como no la hay absolutamente mala; en todo lo bueno siempre se encuentra alguna sombra, así como en todos los males se haya algún lado favorable que les hace menos perversos”. Un hombre adinerado y un desheredado de la fortuna, juzgan a la sociedad según su criterio, sus necesidades, sus costumbres de un modo opuesto. El primero con la fortuna siempre sujeta a sus deseos, cuenta con la adulación y el halago de quienes le rodean y afirma que este es el mejor de los mundos posibles. El pobre que desde la infancia ha pasado por privaciones dolorosas atormentado muchas veces por el hambre, la envidia y por la ignorancia, siente una ambición justa por tratar de mejorar su entorno; afirma que es necesaria una reforma en todos los ámbitos que le rodean. Estos criterios los plasmará Goya en innumerables ocasiones, en sus retratos, dibujos, gravados,...... La política también se deja influir por estos cambios, siendo a principios del siglo XVIII su forma de gobierno el absolutismo, a excepción de la monarquía británica. Cuando concluye el siglo, existe un proceso revolucionario en ambos lados del Atlántico. La independencia de Estados Unidos en 1776 y posteriormente la revolución francesa en 1792.

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En este periodo concluye la Edad Moderna, la historia ha dado un paso de gigante en muchos órdenes, al tiempo que en política se va perfilando un nuevo poder personal diferente al de las antiguas dinastías, que representado por Napoleón, pondrá pautas a muchos aspectos de las dictaduras de la Edad Contemporánea. Corre el año 1746, muere Felipe V y nace Francisco de Goya. Al Rey le sucede en el trono su hijo Fernando VI, que lleva a cabo una política acertada de prosperidad y desarrollo, además de proteger y fomentar las Bellas Artes; fundó Academias, Museos y Bibliotecas. Fue una cultura refinada, de minorías, a la que el pueblo no llegaba (sistema conocido en toda Europa como Despotismo Ilustrado). Pero su reinado se caracterizó por la paz con los demás países europeos y el final de la guerra contra Austria por la sucesión del trono, tras la firma del Tratado de Aquisgrán, en 1748. A su muerte, en el año 1759, sube al trono Carlos III, que reinaba en Nápoles. Como su hermano, era un príncipe culto, influido por las tendencias filosóficas de la época, en especial del enciclopedismo francés que había ensayado en aquel reino con el mayor éxito y que estaba decidido a implantar en España. Continuó impulsando las Bellas Artes y por este motivo llegan a Madrid muchos artistas, maestros pintores, arquitectos, etc. para tomar parte en las importantes obras que se están realizando en el Palacio Real. Invitados por el rey, se trasladan desde Roma el italiano Giambattista Tiépolo y el alemán Raphael Mengs, los pintores más célebres en aquellos momentos, a quien Goya llega a conocer y admirar, siendo su predilecto Tiépolo, por sus trabajos en la decoración de los techos de palacio, un estilo ligero, opulento y resplandeciente que caracterizaba la obra de este pintor. Sin embargo, la pintura de Mengs, aún siendo más academicista, tuvo más éxito en la corte al ser nombrado pintor del rey; pintando frescos en La Granja y retratos que entusiasmaron a los intelectuales de la Ilustración (Jovellanos, Menéndez Valdés,...). Su influencia en ocasiones no fue muy favorable para la pintura madrileña

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del último tercio del siglo XVIII (González Velásquez, los hermanos Bayeu, J. del Castillo, Maella y Goya).

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INFANCIA Y JUVENTUD

En este periodo crucial de la historia nace Francisco de Goya y Lucientes, el treinta de marzo de 1746, en Fuendetodos, una pequeña villa situada en la zona más árida de Aragón. Falleció en Burdeos en 1828. Su padre Braulio José Goya era un prestigioso maestro dorador en Zaragoza, actividad artesanal muy digna en aquella época. Su madre Engracia Lucientes pertenecía a la pequeña nobleza aragonesa. El nacimiento de Francisco en esta villa fue fruto de las circunstancias profesionales de su padre que le llevaban a viajar para desarrollar sus trabajos; si bien su madre era oriunda de aquella localidad. La ascendencia paterna era vasca aunque su abuelo ejercía de notario en Zaragoza. Su infancia transcurrió en esta ciudad junto con sus padres y hermanos, era el cuarto hijo de una familia de seis. Sin precariedades económicas familiares y muy especialmente unido a su padre, vivió en un entorno artístico profesional activo y abierto. De sus relaciones con diversos artesanos de su época, viendo las inclinaciones por el dibujo de Francisco, el padre le colocó, a los trece años, en el taller de José Luzán, a quien conocía por haber sido, en ocasiones, colaborador de él en su trabajo de dorador, para que se formara en su oficio de pintor. José Luzán estuvo al servicio de una familia noble, que le mandó a Italia para estudiar pintura y a su vuelta, aportó nuevas tendencias a la pintura española, con el estilo rococó de auge en aquel momento histórico. Había sido nombrado pintor del Rey pocos años antes del nacimiento de Goya, y esta circunstancia le daba mucho prestigio.

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En el taller de este pintor, coincidió Goya con Francisco Bayeu (nacido en 1.734), quien sería su futuro protector y cuñado. Luzán era tradicional en sus preferencias, inclinándose por los cuadros de temas religiosos. En un taller que lo principal era copiar grabados franceses e italianos de varios maestros, Goya no tenía ningún aliciente y acabó alternando los estudios con un modo de vida desordenado y de aventuras, sucediéndose riñas, fugas, pasiones por mujeres, etc. con lo que adquirió una fama muy poco respetable. Poco más se sabe de estas etapas de su juventud, pero su época de aprendizaje le valió para potenciar su talento y en los dibujos y pinturas de su propia invención se ven destellos de las nuevas tendencias, en contra de la concepción del arte clasicista de aquellos momentos. Goya, después de trabajar en el taller de Luzán, es posible que quisiera perfeccionarse en otro estilo, como la pintura mural, trasladándose a Madrid y sumándose al ambiente artístico de la corte, como otros pintores de la época, entrando a trabajar en el taller de su paisano Bayeu (doce años mayor que él). En el año 1764 se presenta al premio convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con resultado negativo. En 1766 vuelve a presentarse al concurso, nuevamente sin ningún éxito. Su amor propio estaría resentido por el fracaso, teniendo en cuenta que uno de los examinadores era el propio Francisco Bayeu. Por aquel momento, la pintura de Goya no gustaba, tardando unos años en ser reconocida su valía. Pronto se negó a seguir el modelo al uso y comenzó a mostrar su original concepto del arte, que revolucionó por completo la técnica llegando a ser uno de los primeros pintores del mundo y precursor del impresionismo pictórico. La singularidad de Goya no tiene en cuenta modelos ni épocas, su pintura se opone a los neoclásicos y a los románticos.

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Su maestro le introdujo en la corte para colaborar con él en la creación de cartones para tapices, muy del gusto de la época. Su destino quedó entonces, determinado. En 1765 Goya está de nuevo en Zaragoza donde realizó su primera pintura al fresco en el Colegio de la Compañía de Jesús de Alagón, titulada “Exaltación del Nombre de Jesús”. Un año más tarde realiza pinturas en la iglesia de los jesuitas de Calatayud y, en 1770, en Muel, sobre el mismo tema religioso.

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EL VIAJE A ITALIA

En este mismo año hace un viaje a Italia costeado seguramente con las ganancias de estos trabajos. Se estima que este viaje fue muy fructífero para su futura obra. El reciente descubrimiento de un cuaderno de viaje con anotaciones y dibujos, adquirido en el año 1993 por el Museo del Prado de Madrid, llamado “Cuaderno de Italia”, da buena fe de ello. Se deduce por dicho cuaderno que se dedicó a estudiar, con mucho, interés obras de la Antigüedad y del Renacimiento. Se tiene constancia de que participó en el año 1771 en un concurso de la Academia de Parma. El cuadro en cuestión, “Aníbal vencedor contempla Italia desde los Alpes”, se ceñía al tema establecido, sin embargo no le concedieron ningún premio, pero sí una mención especial; los miembros del jurado elogiaron su habilidad pictórica, pero los contrastes y la falta de precisión en la composición les dejaron, seguramente, sorprendidos.

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EL TALLER DE ZARAGOZA

Su viaje a Roma, donde vivió de sus trabajos pictóricos, tuvo su fin en octubre de 1.771; su vuelta tan precipitada se supone por alguna cuestión familiar (la enfermedad de su padre) o bien por enterarse de la convocatoria de un concurso para realizar unos frescos en una cúpula de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. En este año se establece en esta ciudad, creando su taller para ejecutar los bocetos y dibujos de esta obra. Durante el año 1.772 pinta un mural al fresco, cuyo tema es “Adoración del nombre de Dios” en la bóveda del Coreto de la Basílica citada. En estos primeros trabajos se le nota sus habilidades de composición, como también reminiscencias clásicas y barrocas de su reciente viaje a Italia muy del gusto de la época, que aún no dejan ver la genialidad que años después caracterizó su arte. Viaja a Madrid en 1.773 casándose con Josefa Bayeu, hermana de los artistas Francisco y Ramón, siendo el primero de ellos su protector. De este año es su primer Autorretrato, donde se refleja la personalidad del artista, acentuando sus rasgos faciales y su mirada penetrante, lo que contrasta con fondo oscuro y poco definido. Aún hace grandes pinturas en Zaragoza; los murales del Palacio de Sobradiel, que se dispersaron en distintas colecciones en 1915, han llegado a nuestros días bastante deteriorados; así como trabajos en la cartuja del Aula Dei, a las afueras de Zaragoza. Estos eran

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varios murales de grandes dimensiones, cuyo tema era la Vida de la Virgen, también sufrieron deterioros a causa de la guerra de la Independencia. De haberse conservado intacto el conjunto, observaríamos unas pinturas que se distancian de los estilos más habituales de la época, mezcla de clasicismo y barroco. Su estilo presenta una pincelada rápida y de grandes trazos, que será un gran logro, sobre todo en pinturas murales que se puedan observar a distancia.

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PRIMEROS ÉXITOS.- TRASLADO A MADRID

Francisco de Goya se instala en Madrid en 1.775. Contaba 30 años de edad y aún le faltarían diez para completar su formación, alcanzar su plenitud artística y el éxito profesional tan anhelado. Llega a la Corte en un momento propicio y de gran animación artística. Siguiendo los usos de las reales casas europeas, en estos años las paredes de los palacios se adornaban con tapices. Para ello era necesario la colaboración de maestros pintores que realizaran composiciones pictóricas sobre cartones, que servirían de modelo a los artesanos tapiceros. De aquí tomaron el nombre de “cartones para tapices”. Muchos de estos cartones han llegado hasta nuestros días bien conservados y hoy ocupan un lugar preferente en los museos y colecciones de arte, preferentemente en el Museo del Prado. Su cuñado, Francisco Bayeu, es uno de los directores de la Real Fábrica de Santa Bárbara, donde se tejían los tapices para decorar los salones de las grandes residencias reales, como El Pardo, El Escorial, La Granja y el renovado Palacio Real de Madrid. La numerosa familia de Carlos III obliga a una ampliación de las estancias, sobre todo en el Palacio de los Borbones del Escorial, donde se amueblan nuevamente todas las habitaciones que daban al Patio de Coches y a la fachada oeste, hasta llegar a la Sala de las Batallas. Se tejen así mismo, tapices para el Salón de Audiencias, el comedor, los dormitorios, el oratorio del Rey, etc.

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Francisco Bayeu le presenta a Mengs, que por entonces es primer pintor del Rey Carlos III, quien opinando favorablemente de él, le proporcionó el primer encargo para realizar cuarenta “cartones” o diseños, que él fue ejecutando en varias etapas, desde 1.774 hasta 1.792, e intercalando con diversos trabajos y compromisos no tan sujetos a los deseos de la corte, que le permitieron realizar sus ideas renovadoras. - “Baile a orillas del Manzanares” (1.776-1.777) .- Descrito por el mismo Goya como dos parejas de “majos” bailando seguidillas. A su alrededor personajes tocando la guitarra, cantando; en segundo plano un militar acompañado por otra joven. Al fondo se ve la cúpula de San Francisco el Grande de Madrid. Toda la obra está ejecutada a partir de pinceladas cortas y trazos simples, aún se ciñe a los convencionalismos de Mengs, que le supervisa las pinturas. - “El Quitasol” (1.777 Madrid).- Este cartón, uno de los más admirados de la serie, está destinado al comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio del Pardo. Representa a una joven sentada en actitud seductora y sonrisa enamoradiza, con un perrito en su falda y un muchacho que le quita el sol con la sombrilla, elemento esencial en aquel tiempo. Parece un juego galante entre los dos personajes, sin embargo, lo que interesa más a Goya, es el contraste entre la luz que se refleja en el rostro de la muchacha protegida por la sombrilla y la luz directa del joven a pleno sol. El color verde de la sombrilla que sostiene el hombre resalta con el tocado rojo de la joven. Los colores hacen un conjunto entre los blancos, ocres y marrones de la capa de ella y blanco y azul de su corpiño, con una flor cerrando el escote, y el tono amarillo de su falda. En el delantalito blanco, resalta la mancha negra del perrito con su lacito rojo. El joven vestido con traje ocre y chaleco rojo, que coordina con el tocado de ella y contrasta con la falda amarillo brillante. Es entonces cuando descubre en los salones de Palacio la obra de Velázquez y Rembrans y admira el acento naturalista de sus

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cuadros, la importancia que daban a la figura humana y las posturas habituales que mostraban los modelos. Para agradar a tan distinguida clientela, introduce escenas populares intrascendentes, frívolas, eróticas (a la manera de Wateau o de Fragonard, coetáneos de él), donde capta perfectamente el ambiente cotidiano y festivo del momento. En esta época se investigaban los valores profundos de la tradición española a través de la indumentaria y el lenguaje colorista de las clases populares. Los alegres “majos” y “majas” de Madrid, hombre y mujeres jóvenes que a pesar de proceder de clases bajas de la sociedad, se desenvolvían en su trato con elegancia y dignidad. Goya con su ingenio, tomó de la vida real escenas de la vida cotidiana, muchachos que jugaban, que trepaban a los árboles, toreros, majas con galanes embozados, hombres con zancos, niños en columpios, temas alejados de los antiguos diseños con ideas mitológica, como hacían los imitadores franceses de Rubens. Los salones quedan entapizados con estos motivos tan conocidos que les confiere un aire alegre y de un bello colorido. Sus rivales le censuran, por envidia, la originalidad de los temas que escogía, la calidad decorativa de sus diseños, la perfecta combinación de grupos y posturas de los modelos, con el colorido de trajes y adornos. Él seguía con sus ideas, confiando plenamente en sus aptitudes artísticas, por lo que intentaba distintos medios de expresión, a la vez que participaba activamente en la vida de la ciudad. La fama le atrajo enemigos, su falta de tacto y su tozuda franqueza, molestaban incluso a sus más cercanos amigos. Su reputación iba envuelta en escándalos frecuentes con las

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damas de la alta sociedad que se disputaban sus favores. La propia Duquesa de Alba posó para él como veremos más adelante. El crítico inglés Michael Sevey, comenta que la razón por la cual los cartones de Goya despiertan una impresión tan fuerte en la actualidad, reside en que el pintor demuestra “ un poder de observación que se ve reforzado por una aparente ingenuidad. Cuando los demás ya dirigen su mirada hacia otra parte, Goya mira intensamente lo que él siempre cree ver por primera vez. Esta ingenuidad tendrá un efecto mucho mayor que la pasión más violenta....”. Por último, realizó una serie de siete cartones para tapices destinados al dormitorio de los Príncipes de Asturias, también en el Pardo. - “El Cacharrero” (1.778-1.779).- Descrito por el propio artista como un valenciano vendiendo vajilla a dos señoras, que eligen la loza. Dos jóvenes sentados miran con curiosidad el paso del carruaje con una dama en su interior. Los lacayos presentan sus forzadas posturas habituales. Y en todo una composición alegre y colorista, con sus contrastes en trajes. Sus delicados detalles en la decoración de los platos, el perro (animal que suele poner en muchas de sus composiciones) y las zapatillas del vendedor, típicas de la tierra valenciana. - “El Columpio” (1.779).- Un grupo de niños y criadas jugando, en un día campestre, mientras son observados por unos pastores al fondo y el carruaje que les espera. La escena del columpio es muy usual en la época rococó, con connotaciones eróticas, en las obras de Wateau o Fregonard, no así en esta obra de Goya, que más bien hace referencia a las edades de la vida, con las imágenes de los niños jugando, la joven en el columpio y la criada mayor observándoles. - “Jugadores de Pelota a pala” (1.779).

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En estos años aún no ocupaba ningún cargo en la corte, siendo nada más que un colaborador y aún de la mano de sus protectores. Hasta que no llegara a ser pintor de cámara, en el año 1.786, sus cartones para tapices le ayudaron a tener una holgada situación económica. También en estos años de su etapa madrileña, se iniciaría en el grabado. Realizó una serie de nueve estampas y dibujos al agua fuerte, sobre temas de cuadros de Velázquez, que le crearon bastantes problemas por las protestas del gremio de grabadores, entre otras. En el año 1.780 una pequeña crisis en sus tareas, cambió el trabajo de pintor de cartones. Por causa del conflicto bélico entre España e Inglaterra, por la colonia de Gibraltar. Se suspendió la producción de tapices, empezando a trabajar para la nobleza. Los Duques de Osuna y los de Medinaceli fueron sus principales mecenas y sus amigos del círculo de intelectuales que le rodeaban. Este mismo año, solicitó el ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid. Según los cánones de admisión, era necesario hacer una pintura que demostrara la maestría del aspirante. Presentó el “Cristo Crucificado”, siendo elegido por unanimidad. Esta obra magistral, representa a Cristo en los últimos momentos de la vida, su luminoso torso, sin señales de martirio, con los pies traspasados por dos clavos (y no por uno como era habitual), en contraste con el fondo oscuro, es de una gran emoción. Emplea una técnica que no volverá a utilizar, con dibujo perfecto y dominio de la anatomía, la requerida por los académicos.

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GOYA EN ZARAGOZA

La escasez de actividad artística en la corte, obligó a Goya y sus familiares, los hermanos Bayeu, a buscar nuevos encargos fuera de Madrid. En la Basílica del Pilar, en Zaragoza, faltaban por terminar cuatro cúpulas y dos techos y la familia se comprometió a pintarlas con las nuevas técnicas de pintura al fresco que traían de Madrid. Goya realizó una cúpula situada frente a la “Capilla de San Joaquín”, de doce metros de diámetro y una superficie de 212 metros cuadrados, además de los cuatro triángulos de la base. El tema elegido “Regina Martyrum”, que es presentado en varios bocetos a la curia, representa a la Virgen María que preside una reunión de santos mártires, entre nubes rosadas que se tornan más luminosas rodeando a María. La gran altura de la cúpula y su poca luz quedará muy bien resuelta con esta composición. Los cuatro triángulos de la base son alegorías de las Virtudes Teologales. En esta obra surgieron nuevos problemas con su cuñado y críticas por su forma de pintura. El cabildo se enfrentó con él, no estaban satisfechos con su trabajo en la cúpula. Goya, desanimado, decidió entonces retornar a Madrid.

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DE NUEVO EN MADRID

Después de los desaires y desgracias experimentados en Zaragoza, relacionado con los frescos que efectuó en la Basílica del Pilar, le surgieron dudas sobre su capacidad artística y técnica. Sufrió una época en que llegaría a pensar que su pintura no era bien comprendida por ciertos círculos. Su carácter complejo, su falta de tacto y su, a veces, ofensiva franqueza, le hicieron crearse enemigos. Pero sus amigos y admiradores eran muchos más. Con este bagaje vuelve a Madrid acrecentado con la crisis de edad, pues empieza a entrar en años y nota su decadencia física. Su esposa, después de varios hijos, que no sobrevivieron a la infancia, tuvo en 1.784 un hijo varón, que lograría mantener las futuras generaciones y con quién mantendría una gran relación, toda la vida. Pasó periodos económicamente irregulares y se quejaba de que su familia no hacía más que pedirle ayuda económica. Pero siempre tenía una especial atención con ella, al enviarles por medio de su amigo Martín Zapater, la ayuda solicitada. Tanto a su hermano Tomás ( seis años mayor que él) padre de seis hijos, como a su hermana Rita y a su madre, ya viuda. En su correspondencia con Martín Zapater, le pide lo haga discretamente para no herir su sensibilidad y acepten la ayuda de buen grado. La nueva etapa artística de Don Francisco, está centrada en encargos de retratos y cuadros religiosos para sus mecenas, entre los que se encuentran las Duques de Osuna, los de Medinaceli y , en especial, el Infante Don Luis, hermano menor de Carlos III, que se encuentra desterrado de la Corte por su matrimonio morganático, y con quien mantiene una estrecha relación.

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Uno de sus primeros encargos , al llegar a Madrid, es un cuadro de San Bernardino, para la iglesia de San Francisco el Grande. Representa al santo predicando ante el rey Alfonso de Aragón y su séquito. Tiene mucho interés en que la pintura guste, por lo que emplea su arte academicista para adecuarse al gusto imperante en la época. Aún mantiene el enfrentamiento con sus cuñados como resultado de su trabajo en El Pilar de Zaragoza, y tiene conocimiento que uno de ellos, Ramón, no está incluido en la lista de artistas que participaban en las pinturas de esta iglesia madrileña. Orgulloso de sus posibilidades, Goya se propuso hacer una gran composición empleando todos los medios a su alcance. Hace varios trabajos preparatorios, logrando una gran obra compuesta de diferentes planos que recoge la predicación del Santo ante el Rey de Aragón y varios personajes de su séquito, entre ellos se encuentra el autorretrato de Goya a la derecha del cuadro. Tiene mucho éxito con este trabajo. Su composición piramidal, un bello paisaje de fondo (que él no tenía en cuenta en muchas de sus obras) y, sobre todo, la fusión del género religioso y del retrato conmemorativo que se expresa bellamente en el cuadro. Juega las mismas cartas que los demás pintores. Se piensa pueda ser un antecedente de la cúpula de San Antonio de la Florida que pintaría más tarde. Este gran cuadro y el retrato de Floridablanca, ministro del Rey en aquella época, le hacen imprescindible para toda la Corte. El joven príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, y su mujer María Luisa manifestaron mucho interés por su arte. Comienza a pintar retratos. Su gran amistad con el hermano menor del Rey, el infante Don Luis, le lleva a viajar hasta Arenas de San Pedro donde reside éste, apartado de la Corte por su matrimonio morganático. Realiza varios retratos a la esposa, Maria Teresa de Villabriga, a sus hijos y una composición familiar que se llama “La Familia de Don Luis de Borbón”. Los principales personajes están

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rodeados de amigos y servidores, y parece que el pintor quiera participar en la escena. Su autorretrato se encuentra a la izquierda del cuadro. Esta composición recuerda a los interiores venecianos del siglo XVIII. En 1.782 se creó el Banco Nacional de San Carlos, entidad que ejerció sobre Goya su gran mecenazgo, encargándole multitud de obras desde finales de 1785. En estos años los encargos se sucedían sin parar. Tenía nuevos clientes, y sus amigos de siempre solicitando sus obras, pero no había perdido la esperanza de llegar a ser “pintor del Rey”. A pesar de contar con la amistad del infante Don Luis, los encuentros con el secretario de estado, el Conde de Floridablanca, no le favorecían mucho.

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GOYA PINTOR DEL REY

Goya empezaba a encontrarse a sus anchas en la Corte. Le parecía tener el mundo por delante. El, que era bastante gastador, no tenía deudas, ni le hacía falta solicitar trabajo. Aún no se había sentido víctima de la envidia de otros. Se encontraba apreciado por el Rey y los príncipes. Era feliz. A propuesta de Bayeu son nombrados pintores del Rey, él y su cuñado Ramón. Se ha reanudado la actividad en la Fabrica de Tapices. Corre el año 1786, “ ya soy pintor del Rey con 15.000 reales de sueldo”, escribe a su amigo Zapater. Vuelve a reanudar los trabajos de cartones para tapices que habían quedados suspendidos años atrás. Como agradecimiento a su cuñado Francisco Bayeu, le hace un retrato. En la Academia de Bellas Artes, en 1785, le nombran Teniente Director de Pintura, dándole “la Obligación de dirigir los Estudios de las Salas de Yeso, de Principios y de Geometría”. Ha de corregir a los alumnos en sus horas de clase, reprendiéndoles en caso de necesidad. Su categoría social mejora y sus gustos se modernizan. Se compra botas inglesas, gasta doce mil reales en un caballo y una berlina propiedad de un extranjero. Incluso empieza a escribir la letra erre al estilo británico.

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Quiere adquirir más conocimiento sobre el idioma francés, hablado por muchos aristócratas españoles de entonces y muy necesario para los que se movían en aquellos círculos. En esta nueva etapa, realizó una serie de obras dedicadas a las cuatro estaciones del año, tituladas “Las flores”, “La era”, “La vendimia” y “La nevada”. Describe aspectos relativos a las composiciones: flores, trigo, uvas y nieve. - “La vendimia”.- Una obra muy lograda, donde se representa a los señores de la finca en la época de la recogida de la uva. El niño de la familia, intentando alcanzar el racimo que sujetan sus padres, mientras la sirvienta lleva sobre su cabeza el cesto lleno de fruto, con la mirada fija al frente. - “La nevada”.- Una alegoría sobre el invierno. Una crítica social a las malas condiciones de la población trabajadora española, abandonados a sus penalidades. El interés de los ilustrados por la reforma laboral y sanitaria, que tenía poco eco en política, se ve reflejada en este cuadro. En esta época, tan floreciente para él, muere Carlos III. Es el año 1788. Las monarquías francesa y española quedan resentidas por las circunstancias trascendentales del estallido de la Revolución Francesa. Carlos IV sube al trono con su esposa M.ª Luisa, encargando inmediatamente a Goya su retrato de corte. No era el primero que le hacía, pero si en su condición de rey. Aparece de cuerpo entero con su traje de gala y sus atributos de soberano: la banda de Carlos III, el Toisón de oro y la Bengala de Mando. El maestro se mostró cauto con el realismo siguiendo unas pautas ya trazadas por Velásquez. Escribe a su amigo Zapater anunciándole gozoso que ha tenido “la felicidad de haberle dado mucho gusto al rey de modo que no solo con expresiones de su boca me ha elogiado, sino con las manos

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por mis hombros medio abrazándonos”. La fortuna favoreciendo, siendo nombrado Pintor de Cámara.

le

siguió

En este año pinta el retrato de “Don Manuel Osorio de Zúñiga”, uno de los hijos del Conde de Altamira. A primera vista la pintura parece una llama de color. El increíble rojo del traje, realzado por la banda de raso que rodea la cintura del niño, resalta sobre el fondo luminoso de color neutro. El cuello de encaje precioso y el rosa pálido del rostro infantil, está enmarcado por el marrón de sus cabellos. Lo acompaña de gatos que miran acechantes al pájaro, que sujeta con un hilo. En el verano pasa dos meses con licencia en Valencia, donde tiene amigos y el encargo de los Duques de Osuna de pintar dos cuadros de episodios de la vida de San Francisco de Borja ( la duquesa era familiar directa del santo) para una de las capillas de la Catedral. “San Francisco de Borja despidiéndose de su familia” y “San Francisco de Borja asistiendo a un moribundo” son tan elogiadas que los miembros de la Academia de San Carlos, le nombran académico de honor, el 17 de octubre de 1.790. No queriendo ser menos, sus fervorosos partidarios aragoneses le honran con el nombramiento de académico por la Academia de San Luis, en Zaragoza, años después. La muerte de su cuñado Francisco Bayeu, en 1795, le brinda la posibilidad de nuevos ascensos. Pide a la Academia la plaza de Director de Pintura que este había dejado vacante, y escribe a Godoy solicitando la de Primer Pintor de Rey, con el sueldo que Bayeu percibía. Pasa a ser Director de la Academia, pero no logra la plaza de Primer Pintor, ni aumento de sueldo, hasta el 31 de octubre de 1.799. “Menos mal que sacó dos mil reales en premios del sorteo del Real Empréstito, en noviembre y diciembre de 1.797”. La situación oficial de Goya no es tan halagüeña, debe sentirse herido al comparase con Ramón Bayeu, al que se le aumentó el sueldo en “cinco mil reales”, mientras él solo ganaba catorce mil quinientos cincuenta reales mas tres mil de la Academia, al año.

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Al ser nombrado Pintor del Rey, llega a percibir cincuenta y cinco mil quinientos cuarenta y cuatro reales con veinticuatro maravedíes, añadiendo a esto, quinientos ducados “para coche”. Con la abundancia económica oficial se restableció su economía, pero lo que realmente le permitía vivir a gusto eran los retratos que le encargaban. Ahora le empezaban a inquietar los problemas de salud que empezaban a manifestársele. Al firmar un dictamen sobre el Plan de Estudios de la Academia, en 1.792, atribuye a sus años el hecho de que al hacerlo “no gobierna la pluma como él quisiera”, es posible que empezara a encontrarse mal teniendo que guardar cama durante dos meses. Pide licencia al Rey para ir a pasar la convalecencia en Andalucía. Reinaba en la Corte una gran inquietud política. El nuevo ambiente no es el mejor para un artista que pide libertad para las artes y las creaciones individuales. Se producían rápidos cambios en las altas esferas, caían en desgracia Floridablanca, Jovellanos, Cabarrús, entre otros. Cualquier idea liberal o ilustrada era atacada con gran fuerza como consecuencia de la cercana Revolución Francesa. La Inquisición toma partido contra las nuevas ideas, se empiezan a perseguir libros y escritos. Pero lo mas destacado es el ascenso de Godoy, con el favor de la reina M.ª Luisa, que acarrearía para España, trágicas consecuencias desencadenantes de la Guerra de la Independencia. Carlos IV fue la imagen de un rey débil y poco propenso a gobernar. Y la reina, con su fuerte carácter, hacía que de la Corte se ausentaran muchos mecenas y amigos del círculo del maestro a los que ella aborrecía. La propia Duquesa de Alba tuvo que retirarse temporalmente a su finca de Andalucía, por imperativo real. Goya hace dicho viaje acompañándola. Cuentan que en una parte del escarpado camino, se rompió el eje del coche. El pintor tomó parte activa en el arreglo con gran destreza, pero a consecuencia del esfuerzo realizado, tuvo una seria recaída de su anterior enfermedad, al llegar a Sevilla. Tras pasar unos días de suma gravedad, le trasladaron a Cádiz a casa de su amigo

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Sebastián Martínez, donde gracias a los cuidados de la familia, del benéfico clima y de los excelentes médicos de la Facultad, logró restablecerse. El resultado de esta crisis fue su conocida sordera, problemas de agudeza visual, dificultades para subir y bajar escaleras, pero fue recuperándose, tardando seis meses en volver a Madrid. Diversas opiniones médicas atribuyen la enfermedad al mal venéreo, otros a una trombosis, algunos al Síndrome de Menière ya que se le relacionaba con el problema del oído y equilibrio que sufrió. Estudios recientes abogan por la intoxicación por plomo, tan frecuente en los pintores de las épocas pasadas, e inevitable con las sustancias venenosas en los colores que usaban, en especial el nimio. Trabajaba hasta altas horas de la madrugada con un sombrero en el que colocaba velas, para ver mejor, y el calor que desprendían acrecentaban también el poder tóxico de las pinturas.

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CUADROS DE GABINETE

Después de su terrible enfermedad, 1.793-1.794, su labor pictórica más interesante son los llamados por él mismo “Cuadros de Gabinete”. Se compone de una serie de doce pinturas realizadas en soporte de hojalata y de pequeño tamaño; se pueden considerar como el inicio de la contemporaneidad. Se trata de un capricho por puro deseo de representar temas que le interesaban. Era muy interesado a los temas taurinos y a otras diversiones nacionales. Con su cuñado Francisco iba a las corridas en Madrid, y los balcones de la plaza que aparece en sus cuadros recuerda a la plaza de toros madrileña, entonces al lado de la Puerta de Alcalá. Supo captar en las escenas de toros todo su dinamismo, tragedia y colorido. Otra de sus obras “Cómicos ambulantes” representa unos actores sobre un alto escenario haciendo “comedia italiana”. Uno de ellos enano, sostiene una botella de vino mientras otro compañero hace equilibrios con dos copas llenas de líquido, a los pies del tablado los espectadores siguen la escena divertidos. En el fondo del escenario, se deja ver la mano de un oculto observador. Se ha especulado que podría ser una crítica de lo que ocurría en la Corte, entre la Reina y Godoy, cuyos amoríos eran evidentes y no pasaban desapercibidos. El resto de la serie eran escenas de desesperación, se nota su gran imaginación que ya atravesaba por la secuela de su enfermedad(la sordera) y se encuentra en un mundo opresivo y tétrico. - “El incendio”, (1.794).- tragedia humana de una multitud que huye de una gran humareda; personas que salvan a familiares o

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amigos, madres a sus hijos, todo en medio del horror. Puede obedecer a un hecho real que fue el incendio del Teatro Principal de Zaragoza. - “El naufragio”.- Anticipa en veinte años “La balsa de la Medusa” de Giricault. Es muy trágico, el barco se hunde, un grupo de personas intentan salvarse, una mujer señala al cielo con todo su dolor, tiene tinte romántico por que muestra lo indefenso que se encuentra el hombre ante la Naturaleza. - “La hoguera”.- Muestra en esta obra lo más ínfimo del ser humano, una serie de caníbales, practicando la antropofagia, el colmo de la destrucción. Otras obras de la serie, “Interior de prisión” y “Corral de locos” captan el mundo opresivo de estos lugares marginales y en ellas hace patente la humillación, el castigo, la locura que se vive en ellos. Los interiores de manicomios los volverá a recrear en futuras composiciones, años después. La creatividad de Goya no puede quedarse estancada y a su vuelta a Madrid, realiza abundantes series de aguafuertes y dibujos, más retratos debidos a encargos de amigos.

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CUADERNOS DE DIBUJO

Hace una serie de Cuadernos de Dibujo para los Duques de Osuna, entre 1.795 y 1800. Destacan: - “El conjuro”.- Representa a un personaje sin camisa, arrastrado y amenazado por brujas. Una lleva fetos, otra está haciendo conjuros...... - “El aquelarre”. 1.797/98.- Sigue con su pintura libre e imaginativa con temática de brujería. Se inspira en un pasaje de Moratín titulado “Relación del Auto de Fe de Logroño”, trata la historia de dos hermanas que envenenaron a sus hijos para dárseles al diablo, ya que estaban endemoniadas según confesaron ante la Inquisición. Representa al demonio en forma de macho cabrío y unas viejas feas y con sus rostros como de pocas luces, que presentan unos niños famélicos y otros ya muertos. - “Vuelo de brujas”.- Es uno de los más siniestros. Tres brujas levitan en el aire mientras chupan la sangre a una víctima. Las brujas van tocadas con capirotes ya que están siendo castigadas por la Inquisición, tal vez simbolizan el miedo ancestral. Las figuras de abajo se tapan para no ver, lo que a su vez representan prácticas de brujería, a las alcahuetas..... Todas las escenas rozan la sátira. Continúa, al tiempo que estos Cuadernos, realizando retratos en la Corte. Su relación con la Duquesa de Alba es motivo de comentarios escandalosos. Fue la mujer más bella y admirada de la Corte, tenía una fuerte personalidad y la retrata vestida de maja en el cuadro “Duquesa de Alba”. Su rostro inexpresivo contrasta con el amor que simbolizan las iniciales “F G” que pueden leerse en la pulsera y así como en el anillo. Con el dedo índice señala una inscripción que hay en la arena “A la Duquesa de Alba de Francisco de Goya”. El vestido

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lleva un gran lazo rojo apretado a la cintura, un perrito la acompaña. La Duquesa contaba, por aquel entonces, treinta años de edad muriendo al poco tiempo. Siguiendo a su amada, pasa una temporada en Sanlucar de Barrameda, donde la Duquesa tenía un gran palacio, aprovechando la estancia para realizar un ciclo de pinturas, dibujos y aguafuertes que demuestran la importancia que esta mujer tuvo para él. Son imágenes femeninas, probablemente de la propia duquesa, que sabemos encarnaba su modelo ideal de mujer. Hace una serie de pequeños cuadros sobre tema de brujas y magia, para los Duques de Osuna. Poco después, a su vuelta a Madrid, realiza otro cuaderno llamado “Cuaderno de Madrid” o “Álbum B”. Lo mismo que el anterior, realizado a pincel y aguada gris. La novedad reside en que experimenta con los fondos oscuros y claroscuros y que numeró las páginas. También son de figuras humanas, pero la temática más social, majas, celestinas, prostitutas, frailes, parejas de enamorados. Van acompañadas de títulos irónicos y de doble significado. Goya pretendía ofrecer una visión subjetiva sobre los vicios de aquella sociedad.

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“LOS CAPRICHOS”

Entre 1.792 y 1.799 realizó una de sus series más célebres. Se trata de una sátira aguda y valiente en nombre de La Razón que critica la sociedad de su tiempo corrompida y llena de prejuicios. Ponía de manifiesto el erotismo y la fantasía. Realiza trescientas carpetas de ochenta estampas cada una, pero tan solo se vendieron sesenta y cuatro. Las pone a la venta consciente de que tendrán mas difusión y saldrán del círculo de sus amigos. Se venden en la calle de Desengaño nº 1, tienda de perfumes y licores. Pagando por cada colección de ochenta estampas, trescientos veinte reales de vellón. Su amigo Cean Bermúdez le hace un texto de presentación en el que alaba su trabajo que “ el autor está persuadido que la censura de los errores y vicios humanos puede ser objeto de la pintura”. Los temas van desde la viciosa educación, el cortejo amorosa, brujería, duendes y asnerías. Son temas muy sarcásticos, complejos que habían de ser leídos por un público mas o menos culto. Al meterse con el clero y ridiculizarlo en temas inconvenientes, la Inquisición investigó la obra. En 1.803 Goya retira de la venta sus láminas y los gravados que le quedaban, regalándolos a la Real Calcografía a cambio de una pensión real para su hijo. - “El sueño de la razón produce monstruos” (Capricho nº 43).- Es el más elaborado y trabajado. Se le ve al propio artista dormido sobre la mesa de dibujo, junto a un gato agazapado que simboliza el diablo, a la hipocresía, un revuelo de murciélagos y búhos, un lince que se supone un ser beneficioso. Su explicación, la fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles, unida con ella es madre de las Artes y origen de sus maravillas.

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- “Que viene el Coco” (Capricho nº 3).- Abuso funesto de la primera educación. Hacer que un niño tenga más miedo al Coco que a su padre, obligarle a temer lo que no existe. - “Todos caerán, ya van desplumados” (Capricho nº 19).- No escarmientan los que van a caer con el ejemplo de los que han caído, pero no hay remedio, todos caerán . Sobre las prostitutas y el cortejo introduce muchos elementos, como los hombre pájaros cortejando, pero al final caen en la trampa y son desplumados por las alcahuetas. Se ha dicho en la biografía de Goya que “Los Caprichos” representan, tras su enfermedad y su posterior sordera, una especie de catarsis del artista. Dimite de alguno de sus cargos oficiales, como el empleo de Director de Pintura de la Academia, no se encuentra con facultades, ya que tiene que seguir, a veces la conversación por escrito. Comienza el nuevo siglo, Goya está orgulloso de su posición de Pintor de Cámara del Rey. Está ante el mundo de la nobleza, que tanto deseaba y ahora iba a demostrar su valía, tenía que esforzarse contra críticas anteriores. Debió de sentir el deseo de adular a tan ilustres personajes que lo habían admitido en su círculo, pero al ir descubriendo con su pintura ese mundo de corrupción, su hipocresía, su lujuria, no tardó en revelarse contra él, despertando su crítica sarcástica. En los Retratos junto al esplendor aparente, el rostro de los poderosos se muestran llenos de ambigüedad y desconcierto que la suntuosidad de sus trajes no puede ocultar. El mayor exponente de ello es el “Retrato de la Familia Real”, que pintó en 1.801. Sin duda existe alguna referencia a “Las Meninas” de Velásquez pero da mas sensación de agobio; los personajes están ordenados sin ninguna concesión al protocolo que requiere la ocasión. Solamente él en su autorretrato, queda en penumbra. Los miembro masculinos llevan la banda de Carlos III y algunos también el Toisón de Oro. Las damas lucen la banda de la Orden de M.ª Luisa. Todos han sido identificados, únicamente la dama que aparece detrás del futuro Fernando VII, puede ser la próxima princesa de Asturias, de la que aún no se conocía su identidad.

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Acepta el encargo de decorar la cúpula de San Antonio de la Florida, ermita construida a expensas de la Casa Real. Tiene entera libertad par elegir la escena, que representa al Santo en el milagroso momento de resucitar un cadáver para que declare a favor de un inocente en una audiencia pública, rodeado de la admiración y estupor de los presentes. Escoge modelos de personas asiduas al templo, gente común y corriente, lisiados pedigüeños, mendigas, señoras y caballeros, todos vestidos a la usanza de la época. Aparecen asomados a la barandilla que rodea la cúpula, dando una sensación de naturalidad y movimiento que envuelve al espectador. La luz directa de la linterna central da gran claridad al cielo. En las lunetas y el ábside pintó los ángeles entre cortinas; todo con pinceladas amplias y vigorosas que hacen la escena creíble. A la vez, retrata a Jovellanos, Moratín, Cean Bermúdez y su esposa, Martín Zapater (su íntimo amigo), Iriarte...... con los que le unía una gran amistad, que están en su mejor momento político. Pero poco después, una fuerte oposición trama la caída de todos ellos. Jovellanos es destituido, salen desterrados de Madrid Meléndez Valdez y Cean Bermúdez, Iriarte es desterrado Málaga.... La pérdida de los amigos vuelve a despertar en Goya el sentimiento de inseguridad. Busca más encargos oficiales, retrata a Carlos y a la Reina a caballo, a Godoy, primer ministro, y su esposa, la Condesa de Chinchón, por la que sentía un especial aprecio, a los ministros entrantes, a diferentes damas de la alta nobleza..... De esta época se estima que recibiría un encargo de Godoy de hacerle un desnudo femenino, que sería muy propio de tan buen coleccionista de este tipo de cuadros. - “La Maja Desnuda” nos contempla con su mirada maliciosa e ingenua, su cuerpo gracioso y de piel transparente, los rizos sobre la frente.... no es la imagen de una diosa al estilo de Tiziano, si no la de

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una joven provocativa y sensual que incita al placer, recostada en el blanco de los cojines y el azul del diván. Algunos años antes pintaría “La Maja Vestida” (hacia 1.797-1.799). Ambas imágenes parecen ser una misma persona captada en el primero y último momento de su seducción. Si las colocamos la una junto a la otra, aparecen como una única maja. Se dice que el Príncipe de la Paz tenía “La Maja Vestida” como pantalla del otro cuadro que quedaba al descubierto mediante un juego de resortes. Tras la huída de Godoy, perseguido por la Inquisición, las dos pinturas fueron entregadas a la Academia de San Fernando, donde se mantuvo oculta “La Maja desnuda” durante casi un siglo, hasta 1.900. Goya cuenta con sesenta años. A esta edad realiza una segunda serie de Retratos que ocupan un importante lugar en su tarea artística. Hace de nuevo varios retratos a los reyes : “Carlos IV cazador” “Carlos IV a caballo” “La Reina M.ª Luisa” con traje de corte con banda y medallas, otro vestida a la usanza madrileña, de encaje negro con mantilla y un gran laza rosa en el pelo. Estos años del nuevo siglo fueron fecundos, parecen dar un primer paso hacia la pintura impresionista. Define su personalidad, da vida a sus personajes que asombran no tanto por su realismo y parecido como por una extraña sensación que les hace traspasar los límites del cuadro. De esta época es el retrato a Juan de Villanueva, arquitecto del Museo del Prado, al Marqués de San Carlos, al de San Adrián, a la Marquesa de Santa Cruz una de las hijas de los Duques de Osuna a la que retrata como a la musa de la poesía coronada de roble, que representa la virtud, la constancia, larga vida. A La Tirana (1.800) un monumento de la escena nacional en esos momentos. A los toreros José y Pedro Romero. A Marianito de Goya (1.813-1.814), su único nieto, al que pinta con exquisita dulzura, vestido de domingo y sombrero de copa. Pertenece a la Colección del Duque de Alburquerque.

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LOS AÑOS DE LA GUERRA

En 1.808 sufrió una nueva crisis. Esta vez no se trataba solamente de una crisis individual, íntima, sino histórica. Era la invasión napoleónica. Era el fin del Antiguo Régimen. Su mundo se desmoronaba y con este las ilusiones propagadas por los ideales franceses; a su alrededor solo contemplaba cadáveres y miseria, pero halló nueva fuerza par reaccionar con su pintura. Se planteo el problema de la enfermedad de Carlos IV y nombraron heredero a Fernando VII. Al poco de producirse la abdicación del rey, Goya realizó un retrato ecuestre del sucesor, que muy pronto sería depuesto por Napoleón. Este en su intento de apartar a la Familia Real de Madrid, enardeció al pueblo que se alzó en guerra contra los invasores. Goya seguía siendo Pintor de Cámara del Rey y viviría estos sucesos de cerca, es natural que se pusiera del lado de sus compatriotas como lo indica en todas las pinturas y dibujos que hace a partir de entonces. Muestra de ello es la serie de gravados “Los Desastres de la Guerra” en aguafuertes y que termina en 1.823. Napoleón nombra a su hermano José, Rey de España, y la guerra se hizo salvaje. Los ejércitos de Napoleón atravesaron la península, comenzando los periodos más dolorosos para nuestra patria. En esta época, y como consecuencia de los pocos encargos por parte de la alta sociedad, realizó una serie de escenas costumbristas de mayores dimensiones, que figuran entre sus obras importantes. Entre ellas “Las majas en el balcón” (1.810), presenta en una atmósfera misteriosa, una orquesta de gestos insinuantes. Pone en evidencia la composición triangular de las figuras femeninas y divergentes de las masculinas, que se encuentran tras ellas. Los tonos de los colores

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utilizados corresponden a los dos “planos” de la composición: blancos y negros los de las “majas” enriquecidos por los amarillos – oro; y marrón oscuro para los “majos” envueltos en las capas. Alrededor de 1.808-1.812, trabaja en “El Coloso”, que aparece en el inventario con el número 18. Es importante señalar que fue realizado durante la guerra, aunque su concepción parece anunciar ya las “pinturas negras”. En esta escena dramática representa a un gigante que se yergue desnudo y amenazador, con el puño izquierdo cerrado. Representa quizás la guerra o el terror de la muchedumbre que huye del peligro, en medio del pánico y el caos. Goya es, posiblemente, el primer “pintor civil” de la historia, y lo es, sobre todo, con dos grandes telas con las que su nombre se asocia a los acontecimientos históricos “El dos de mayo o Asalto a los mamelucos en la Puerta del Sol” y “Los fusilamientos en la Moncloa” donde se anticipan el impresionismo y el expresionismo que triunfarían posteriormente en la pintura europea. Fueron pintados en 1.814, seis años después de que estos episodios tuvieran lugar, para decorar un arco triunfal con el que se pretendía conmemorar el regreso de Fernando VII. En estos cuadros hay una acción tan impactante que nos vemos envueltos en ella. Les da una fuerza resaltada a través del color, la luz, donde los rostros aparecen desencajados, donde la técnica empleada hace vibrar la composición. Entre 1.801 y 1.815, realizó una serie de treinta y tres gravados, sobre uno de los temas que le apasionaba: “La Tauromaquia”. Es una serie de escenas y episodios taurinos elegidos por el artista, en función de su carácter pintoresco, divertido o dramático, y que va desde las evocaciones libres de cariz histórico hasta la descripción de lances contemporáneos que Goya estimó dignos de recordar. Todo ello descrito con una capacidad de captación del movimiento, el ingenio, el humor y, a veces, el desgarro trágico de la fiesta.

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DE 1.814 A 1.828

En su última etapa, que comprende entre la llegada de FERNANDO VII y la muerte del pintor, es el momento en el que le aterrorizan más los fantasmas. Ha enviudado y se encuentra viejo y muy sordo Realiza un encargo para las Escuelas Pías, en la que nos muestra “La última comunión de San José de Calasanz” (1.819) que regala a este colegio de Madrid, por haber sido alumno de dicha congregación en Zaragoza. Es obra que emociona por la valentía de su pincelada, los contrastes cromáticos, los efectos de luz y, sobre todo, el sentimiento devoto que emana de la figura arrodillada del santo. Con él concluye su actividad como pintor religioso. En ese mismo año adquiere una casa en la afueras de Madrid, a la que se denominó La Quinta del Sordo. Al año siguiente empieza sus “pinturas negras”, enigmáticas, llenas de locuras y pobladas de fantasmas que decorarán las paredes de su Quinta y que dan una dimensión exacta del pesimismo y tinieblas donde se ve hundido. Son catorce pinturas que se distribuían en el comedor de la planta baja y en el salón de la principal. Hoy se sabe que en un principio compuso paisajes, pero después se enriquecieron con distintos temas cargados de intención satírica, con motivos de brujas, temas mitológicos o bíblicos y otros de difícil identificación. El conjunto impresiona por su técnica desgarrada, aunque la policromía es mucho más rica que la que podría deducirse del título de la serie. Las brujas de rostro deforme y los ojos endemoniados que rodean al diablo-cabra con sus ofrendas de niños, el infinito cortejo de figuras fantásticas y demoníacas que se

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repiten en las otras pinturas, Saturno que devora a su hijo. Su significado es un enigma para nosotros. La gran composición de “El aquelarre”, que se encontraba en uno de los lados más anchos de la sala de la planta baja, es sin duda la más impresionante del ciclo; la reunión de brujas, presidida por el diablo bajo la forma de macho cabrío, está llena de un terror supersticioso y de oscuros presentimientos. Goya septuagenario, nos brinda una patética visión de su mundo en vísperas de exilarse al reimplantar el absolutismo Fernando VII. Hallaría la paz en Burdeos (Francia), a donde se había visto obligado a escapar de la enésima persecución del rey y donde se reunió con Leocadia Weiss y su hijita Rosario. Nunca perdió su creatividad. Lo podemos admirar en el suave y melancólico rostro de “La Lechera de Burdeos” (1.827), que firmó a sus ochenta y un años. Es como si se tratara de un último homenaje del pintor a la juventud y a la belleza femenina, casi como un retorno a la atmósfera tierna y luminosa de los “cartones” y de las primeras pinturas. Compuso la figura de la muchacha a través de unas pinceladas pastosas y largas que parecen acariciarla. Una luminosidad que nace del empaste de los colores, de las tonalidades de las ropas azules, verdosas y blancas que contrastan con los tonos rosáceos del rostro. La madurez del pintor y la experiencia de una vida ya consumida, proporcionaron a sus ojos, a su corazón y a su mano, la capacidad de disolver la realidad en la luz y en la emoción. Fallece en Burdeos en 1.828, anhelando su vuelta a España. Fue un hijo de su tierra, aunque nunca quiso aceptar las reglas de su

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tiempo hasta el fondo, tanto en el arte como en la vida. Por ello puede considerarse que se anticipó al siglo XIX; porque su desvarío, su curiosidad por mirar, por ir siempre más allá, sin detenerse nunca ante el éxito fácil y efímero, sin someterse a la influencia de los grandes que le precedieron y acompañaron en el esforzado camino de la invención artística, le permitieron salir de una manera completamente original de la envolvente espiral del agradable siglo de las luces.

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BIBLIOGRAFÍA: - Enciclopedia Larrous Ilustrada. - “Goya. Genio del Arte” Autor: Juan Ramón Triadór Tur. Profesor titular de Historia del Arte, Universidad de Barcelona. Ed. Susaeta. Año: 2.000 - “Goya, la década de Los Caprichos. Retratos 1.792-1.804” Autor: Nigel Glendinning Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid 1.992 Central Hispano

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