I CONCURSO LITERARIO INFANTIL Y JUVENIL CUENTO DE NAVIDAD BIBLIOTECA PÚBLICA DE ZARAGOZA

I CONCURSO LITERARIO INFANTIL Y JUVENIL CUENTO DE NAVIDAD BIBLIOTECA PÚBLICA DE ZARAGOZA índice Prólogo 3 El perrito de Santa Claus /Gabriela Ro

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I CONCURSO LITERARIO INFANTIL Y JUVENIL

CUENTO DE NAVIDAD BIBLIOTECA PÚBLICA DE ZARAGOZA

índice

Prólogo

3

El perrito de Santa Claus /Gabriela Román Mezón

4

Mi papá es Santa Claus /Heliodoro Román Mezón

5

La desaparición de los juguetes /Silvia Allepuz Alba

6

Sara y la Navidad /Victoria Falesna Aráosla

7

El regalo de Estela /Por Ana Klaiber Blasco

8

Papá Noel se pierde /Irene Hernández García

9

Una anécdota de Navidad /Junco de las Heras Valenzuela

10

Emili recuerda la Navidad /Vega de las Heras Valenzuela

12

La muñeca de Cuco /Irene Pardos Resa

14

La Navidad perfecta /Andrea García Ruiz

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© de los textos: sus autores © ilustraciones: Ana Klaiber Blasco (imagen de cubierta, primer premio del concurso de dibujo), Manuel Allepuz (5), Vica Verónica Leonte (6), Silvia Allepuz (8), Irene Chueca Castillo (9), Samuel Antón (10, 13 y 18), Iván Antonio Barra (15) y Sofía Guerrero Orte (20). Edita: Sección Infantil y Juvenil Biblioteca Pública de Zaragoza Dirección General de Cultura Departamento de Educación, Universidad, Cultura y Deporte Gobierno de Aragón Enero de 2013 Edición no venal

prólogo

La sección Infantil y Juvenil de la Biblioteca Pública de Zaragoza convocó el pasado mes de diciembre de 2012 su I Concurso literario infantil y juvenil bajo el lema “Cuento de Navidad”. Con esta iniciativa se pretende motivar la creación literaria y el gusto por la lectura y la escritura entre los niños y niñas de la sección. Los socios infantiles y juveniles participaron con cuentos originales, inventados por ellos y ambientados en la Navidad. Esta recopilación de cuentos está ilustrada con los dibujos participantes en el concurso de dibujo de la sección.

Sección Infantil y Juvenil de la Biblioteca Pública de Zaragoza

3

El perrito de Santa Claus Por Gabriela Román Mezón (5 años) Hola, me llamo Gabriela, tengo 5 años y soy una chica con mucha imaginación. Y este cuento que os voy a escribir es por un sueño que tuve la noche de antes de escribir este cuento. Era de noche y no podía dormir. Me asomé a la ventana para ver cuántas estrellas había y pasado un rato, una de ellas cayó al suelo y una luz muy grande hizo un dibujo de papá Noel. A su lado había un perrito cachorro muy pequeño y bonito al que Papá Noel le puso una condición: - “¡Yo me estoy haciendo muy viejecito, necesito a alguien que me ayude! Si tú me ayudas esta noche a repartir todos los regalos a todos los niños del mundo, te vendrás al Polo Norte a vivir conmigo”

El perro, que no se lo podía creer, empezó a ladrar de alegría, ya que la noche de antes, sus antiguos dueños le habían abandonado. En aquel momento, un gran trineo se acercó hacia ellos y los dos, como por arte de magia, volaron hacia él. Después de un rato de viendo tantas luces, me fui a la cama llena de sueño. A la mañana siguiente me levanté muy ilusionada y a lo que estaba llegando al árbol de Navidad de mi casa, vi a los nuevos amigos repartiendo todos los regalos de mi familia. Por eso el año que viene, la carta de Papá Noel se la escribiré a él y a su perrito. Por lo visto hicieron muy bien su trabajo porque en las noticias salieron todos los niños muy felices porque todos habían recibido todos sus regalos, pero había unos cuantos que habían visto que Papá Noel tenía un nuevo ayudante. Era pequeño pero muy listo y eficaz. Papá Noel le puso el nombre de “Claus”. FIN

4

Mi papá es Santa Claus Por Heliodoro Román Mezón (9 años) Me llamo Helio y yo y mi familia somos los protagonistas de esta historia. Tengo nueve años, bueno, casi diez y vivo en casa con mi padre. Se llama David, mi madre Amelia, mi hermana Gabriela y el recién llegado a casa y mi amigo preferido es Thor, un fantástico perrito que mi padre no sabe cuántas razas tiene. Ahora que ya me he presentado, empezamos con el cuento. Es diciembre y vamos a montar el árbol y el Belén. Y eso quiere decir que se acerca la Navidad “regalos y fiesta”. Mi padre recibe una llamada de un antiguo profesor suyo. Le invitamos a comer y cuando acabamos mi padre y su profesor, que se llama Andrés, pasan a un cuarto para estar más íntimos. Yo, con la curiosidad, le digo a mi madre que voy al baño y me acerco a la habitación en la que están. El profesor le está diciendo que necesita de su ayuda porque está perdiendo sus poderes y este año no va a poder repartir los juguetes a todos los niños. Mi padre, parece no entender lo que su “profe” le está contando y Andrés se lo explica con todo detalle. Le dice que esta noche iba a sufrir una serie de dolores por todo su cuerpo, ya que se le iban a traspasar todos los poderes del profesor. Yo todavía no podía creérmelo “mi padre Santa Claus”, repartiendo regalos toda la noche, imposible. Como si de nada hubieran hablado, los dos salen de la habitación y el profesor se despide de nosotros. A papá se le ve preocupado y mi madre no tarda en darse cuenta de que pasa algo. Al llegar la noche, no tengo sueño, y espero a ver lo que ocurre. Al pasar un buen rato, empiezo a escuchar unos ruidos, para como que están cayendo muchos truenos y relámpagos en la calle. Cuando nos levantamos por la mañana, paá parece estar muy contento y feliz. Yo le pregunto si ha dormido bien y él se ríe y me contesta que ha sido la mejor noche de su vida. Hoy es Nochebuena y no me quiero perder lo que ocurre con mi padre, por lo que me echo una siesta de tres horas para estar toda la noche en alerta. Después de cenar, mi padre habla conmigo y me cuenta toda la historia, me pide que le ayude y que no se lo cuente a nadie. Y así fue, mi padre y yo nos pegamos toda la noche repartiendo regalos a todos los chicos del mundo. FIN

5

La desaparición de los juguetes Por Silvia Allepuz Alba (7 años) Había una vez, en un país muy lejano de Oriente, vivían los Reyes Magos que iban repartiendo regalos montados en sus camellos en Navidad a los niños y a los adultos. Un día se dieron cuenta de que alguien les había robado los regalos. Los Reyes Magos estaban muy preocupados. ¿Qué podían hacer? Entonces se les ocurrió preguntar a Papá Noel, a ver si sabía él quién les había robado los regalos de Navidad. Él les dijo que no sabía. Después le preguntaron al Pajarito Pinzón. Éste les dijo que no lo sabía pero que había visto a una persona entrando en el almacén de juguetes. Luego le preguntaron al Pajarito Pinzón si había visto la cara del ladrón. El Pajarito les dijo que sí había visto su cara. Les dijo dónde vivía el ladrón. Al final los Reyes Magos fueron a casa del ladrón y recuperaron los juguetes.

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Sara y la Navidad Por Victoria Falesna Arrazola (8 años)

Érase una vez una niña llamada Sara, tenía siete años y le encantaba la Navidad y los regalos. Sara ayudaba a sus padres a poner el árbol de Navidad, el Belén, etc. Un día Sara y su madre se pusieron a hacer galletas, pero las galletas no era normales, eran mágicas. El día de Papá Noel, Sara se acordó y se las puso para picotear un rato. FIN

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El regalo de Estela Por Ana Klaiber Blasco Era 24 de diciembre y Estela estaba muy contenta. Mañana por la mañana podría desempaquetar su regalo deseado: una muñeca nueva. A la mañana siguiente, Estela madrugó y se levantó a las siete. Como era muy curiosa, abrió su regalo. Segura de poder jugar toda la tarde con la muñeca, quitó el papel. Pero en vez de una muñeca, había un cohete de juguete. “Esto no puede ser” –pensó Estela. Papá Noel ha debido confundirse. Estela vivía cerca del Polo Norte y todo el mundo sabe que Papá Noel también vive allí. Así que Estela ató a sus perros al trineo y se fue a buscar la casa de Papá Noel. No era fácil, de repente empezó a nevar, nevó y nevó. Nevó tanto que Estela ya no podía ver nada. Pero los perros siguieron corriendo hacia el Norte. Poco a poco dejó de nevar y Estela pudo ver la casa de Papá Noel. Era preciosa. Los duendes habían decorado con bodas de Navidad, velas, mini papás noeles y mucho más. Estela llamó a la puerta, enseguida abrió un duende y le acompañó a la habitación de Papá Noel, que acababa de regresar de repartir los regalos y estaba muy agotado. Estela le contó qué había pasado. Se montaron en el trineo de Papá Noel para buscar a la muñeca de Estela. Diez minutos más tarde oyeron a un niño llorar, despacio se acercaron y vieron a un niño muy triste con una muñeca en la mano. Esperaron hasta que el niño se metiera en la cama y Estela exclamó: “¡Es mi muñeca!”. Por eso el niño estaba así de triste. Sin hacer ruido, aterrizaron delante de la casa. Papá Noel entró por la chimenea y cambió la muñeca por el cohete y se montó en el trineo para llevar a Estela a casa. Eran las ocho cuando llegaron. Estela se tumbó en la cama y soñó con su aventura.

8

Papá Noel se pierde Por Irene Hernández García (8 años) Había una vez una niña que se llamaba Desi y un niño que se llamaba Juan. El día de Navidad Papá Noel, cayó por la chimenea y Juan y DESI estaban sólo en casa, cuando entraron en el salón, vieron a Papá Noel y se asustaron mucho al verlo. Desi le preguntó a Papá Noel que qué hacía ahí. Papá Noel le contestó: - No sé, me he caído de mi trineo. Creo que mi trineo se ha ido sin mí. No tengo nada con qué volver a mi casa. - ¿Tienes otra cosa para ir a tu casa? –Le preguntó Juan a Papá Noel - No, no tengo nada para volver –Dijo Papá Noel - Nosotros tenemos coche pero somos aún muy pequeños para conducir y no nos dejan el coche. –Dijo Desi - La única manera de que vuelvas a tu casa es caminando, pero tardaremos mucho más que cuando vamos en coche. -Dijo Desi -Pero vale la pena. –Dijo Papá Noel -Vale, te acompañaremos. –Dijeron Juan y Desi -Pero piensa que vamos a pasar mucho peligro. –Dijo Juan. -Pero será divertido y nos los pasaremos bien y si vamos juntos no vamos a pasar peligro. – Dijo Papá Noel. Y al final fueron. Primero pasaron por las arenas movedizas. Después por un río con cocodrilos. Después por un puente muy estrecho. Y hasta pasaron por el mar y tuvieron que pasar nadando. Y por último, pasaron por una pista de hielo patinando. Cuando llegaron al Polo Norte, no fue tan fácil como creían encontrar la casa de Papá Noel y estaban muy cansados. Por fin encontraron la casa de Papá Noel y les invitó a chocolate caliente. Se lo pasaron muy bien ese día. Y Juan y Desi tuvieron muchos regalos por haber ayudad a Papá Noel. Fin ¡Feliz Navidad! ¡Ho, ho, ho!

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Una anécdota de Navidad Por Junco de las Heras Valenzuela (12 años) Cuenta la leyenda… ¡No! Érase una vez… ¡Eso no! Padre siempre me dijo cómo relatar su historia. Lo cierto es que ahora no sé lo voy a preguntar, pues está haciendo un viaje de negocios. Lo que él quería no era un principio sino lo que ocurrió aquel día. Ya han pasado unos años y me acuerdo muy bien como si hubiera pasado ayer. Era por la noche, un 24 de diciembre cuando madre le dijo a padre que era el momento. Padre cogió el megáfono y proclamó su discurso. No estaba muy preparado, pero era consciente. Todos los gnomos y los enanos estaban contentos. Sabían que había llegado su hora, en la que regalarían todo lo que habían construido. Yo lo vi todo y no entendí nada, era muy pequeño. Había un pasillo muy grande, dividido en habitaciones y cada habitación poseía numerosos trineos. Cada gnomo tenía el suyo asignado. A continuación cogieron unos látigos y golpearon rápidamente a los pobres renos. El techo de cada habitación se abrió de par en par y todos ellos salieron volando. Mientras tanto los enanos empaquetaban los regalos y se los enviaban a los gnomos mediante un sistema altamente complejo. Giré la cabeza y pude divisar a padre. Tenía un pinganillo con el que se comunicaba con los gnomos. No paraba de decir y de gritar lo que cada uno tenía que hacer. A diestro y siniestro fluía un intenso trabajo que no cesaba ni por un momento. Pasaron las horas y me quedé dormido. Lo siguiente que recuerdo es lo que le dije a padre de que mi amigo Luís había pedido dos libros de literatura. Padre me miró, se le puso la cara muy triste y comenzó a ponerse nervioso. Me habló de que el gnomo que tenía que repartir en su casa estaba enfermo y no lo habían repuesto. También me recordó que si no entregaban ese regalo a tiempo, la Navidad desaparecería para siempre. Justo en ese momento me acordé de que Luís tenía prohibido levantarse antes del mediodía. Dimos un suspiro. Padre llamó a madre y preguntó por los gustos de Luís. Madre le respondió que adora el Quijote. Padre no se lo pensó dos veces y mandó llamar todas las unidades de gnomos para construir el libro más voluminoso del Quijote. Miré despacio el reloj y me di cuenta de que era las 11:00 am. Corrí hacia mi habitación y encontré una gigantesca caja, debajo del libro de Navidad, envuelta a un papel rojo con formas geométricas. Mis manos, veloces como rayos, desenvolviendo aquel regalo que con tanto cuidado le habían depositado. No di crédito a tanto asombro. ¡Un tren entero con vías incluidas! Sólo me dio tiempo de unir las turbinas de vapor a la locomotora cuando oí un ruido en mi teléfono móvil y comprendí que era la alarma de las 4:00 pm. 10

Como todos los años, se hacía una reunión el 25 por la tarde para comentar lo que nos había regalado Papá Noel. Me puse mi camisa nueva y me animé hacia aquella extravagante reunión. El primero en hablar fue Luís. Lucía una gabardina y la sonrisa de su cara no podía ser mayor. Nos contó que fue a abrir sus regalos y se desilusionó: sólo había uno, aunque era muy grande. Se decidió abrirlo y vio un libro con la portada del Quijote. Los gritos de alegría que lanzó fueron tales que asustaron a todo el vecindario. Esto es lo que padre me pidió que escribiera y así lo he hecho.

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Emili recuerda la Navidad Por Vega de las Heras Valenzuela (8 años) Érase una vez, en un pueblo, que desde enero hasta hoy preparaban todo para la Navidad: guirnaldas, bombillas de colores en las farolas y lo más importante que era: un gran árbol de Navidad. Estaba en la plaza con muchos adornos, espumillones y gran iluminación multicolor. Os preguntaréis por qué necesitaba tanta iluminación. Pues porque al ser tan gigantesca la plaza, la luz de las farolas no daba suficiente claridad. Un día hubo un problema. Nadie sabía lo que había pasado hasta que un niño dijo: -“Yo lo sé, vino un ogro y robó la electricidad. Intenté llamar a la policía pero como el ogro había robado la electricidad no pude llamarlos”. La gente se reía y no le creyeron. El alcalde le preguntó si tenía pruebas. El niño dijo que sí porque lo grabó con una cámara que funcionaba con pilas y se lo enseñó. Todo el mundo se quedó boquiabierto y sorprendido al ver que las palabras del niño eran ciertas. El alcalde cogió un altavoz y anunció: -“Lo que ha dicho el niño es verdad. Ahora solo falta recuperar la electricidad y el gran árbol de la Navidad que también se lo ha llevado el malvado ogro a su cueva. ¿Quién se atreve a recuperarlos?” Nadie quería hablar hasta que una niña dijo: “Yo iré”. La familia de la niña llamada Emili no tenía dinero, iban de casa en casa para que les dieran algo de comer. Al día siguiente, Emili se fue del pueblo rumbo a la cueva del ogro. Pasó por un bosque lleno de árboles con unos frutos rojos apetitosos y los puso en una cesta que llevaba. Emili siguió andando y cayó en un tobogán que llegaba a la cueva del ogro (que estaba dormido). Vio el árbol de Navidad y la luz de la electricidad y un saco de monedas. Lo cogió y volvió al pueblo. Para Navidad estuvo todo preparado: les dio las monedas a los pobres, comieron los frutos que Emili había recogido y se lo pasaron genial.

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La muñeca de Cuco Por Irene Pardos Resa (9 años) Había una vez una niña llamada Paz. Era muy estudiosa y un día por error se estudio todo el libro de “cono”. Por eso en todas las clases se acababa durmiendo. Un día cuando dormía soñó que… ¡Era una muñeca de un reloj de cuco! Esa muñeca estaba triste porque pronto sería Navidad y no podía amar. Lo único que hacía era bailar cada media hora. Bailaba una canción alegre y eso le ponía cada vez más triste. Sólo pensaba en su soledad. Una mañana, el reloj se estropeó y se lo llevaron a la relojería junto a otros relojes. Llevaba un perrito junto a la muñeca y se había roto y el relojero no tenía más para sustituirlo. Puso en su lugar un muñeco y también le puso un corazón de verdad a la muñeca. Con el tiempo, los dos muñecos se fueron enamorando y al final de los bailes se daban un abrazo y sonreían. Alrededor de ellos aparecían corazones de madera. Ahora sí era feliz. Cuando terminó la clase se despertó, contó el sueño a sus amigos y juntas decidieron contárselo a la profesora. Al final del sueño había sido tan bonito que decidieron hacer una obra de teatro para Navidad. Paz era la protagonista y de muñeco, el chico del que ella estaba enamorada. Terminaron la obra y se enamoraron mucho más, como los muñecos del reloj de cuco. Fue la mejor Navidad para Paz. FIN

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La Navidad perfecta Por Andrea García Ruiz (10 años) Hace mucho tiempo, en un bonito y pequeño pueblo, vivían sus habitantes atemorizados por los soldados, continuamente vivían en guerra. Se odiaban unos a otros porque nadie era tolerante con los demás. Los vecinos no se hablaban, los niños en la escuela siempre estaban peleando y se insultaban unos a otros. Los maestros no cortaban las peleas por miedo a las represalias de los padres. No existía el orden, ni el respeto y los niños continuamente imitaban a sus mayores haciendo daño al más débil. Hacía unos años que en el pueblo se había instalado una familia, la familia Wusterg, que al contrario de los demás vecinos del pueblo que allí vivían, estos eran felices en su hogar, respetaban a los demás, e intentaban mediante el diálogo solucionar cualquier contratiempo que pudieran tener. Pero como era de esperar esto no duró demasiado, porque los demás habitantes corroídos por el odio y la envidia comenzaron a amenazarles haciéndoles la vida imposible. Pero estos correspondían dando amor donde había odio y siendo tolerantes con quien no lo era. Una dura labor pero no podía ser de otro modo ya que sus corazones eran puros. Aunque estaban en guerra todos los habitantes eran muy creyentes y todos los domingos acudían a la iglesia, para escuchar la palabra de Dios que Damián, el ermitaño del pueblo recitaba semanalmente en la Biblia, y sí, oían, oían, pero de nada les servía porque no escuchaban y nunca hacían caso de los consejos que les daba Damián gratuitamente en cada uno de sus sermones para convivir mejor en el pueblo. El pobre Damián era muy mayor. Era tal el odio entre los vecinos del pueblo que hasta los sacerdotes habían huido del pueblo. Pero Damián nunca cesaba en su empeño par que algún día llegara la paz entre sus vecinos, pero en cuanto salían de la iglesia, todos comenzaban a insultarse, empujarse y pelearse. Verdaderos fariseos. Se acercaba la Navidad, y Sara, la pequeña de la familia Wusterg quería que esa Navidad fuera distinta a todas la demás. Pensaba en cómo ella podría llevar la paz a su pueblo, a su colegio, a sus vecinos. Pensaba en cómo podría lograrlo. Pensando se quedó dormida, y tuvo un sueño. En el sueño el niño Jesús le decía que juntos pensarían en un plan y se le ocurrió una gran idea. Cuando Sara despertó estaba segura de que no había sido un sueño, que Jesús había estado con ella porque lo vio todo muy claro. Al día siguiente cada uno de los vecinos se había convertido en su peor enemigo. De ese modo todos pudieron ver cómo se sentía la otra persona cuando le atacaban y trataban mal.

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Los soldados se dieron cuenta de que la guerra no llevaba a ninguna parte; habló con el maestro del pueblo, con el ermitaño y con el alcalde. Y les contó su plan. Sacaron una ley en la que obligaba a todos los vecinos a portarse mejor y respetarse los unos a los otros. A partir de ese día las personas que no acataron las reglas estarían obligadas a hacer trabajos para la comunidad del pueblo y colaborarían dando una entrega de alimentos a los más pobres; de ese modo, ayudarían a las personas más desfavorecidas. El alcalde puso vigilantes que ayudaran a que se cumplieran las leyes, el maestro les enseñó a los niños el significado de la palabra empatía y todos fueron capaces de ponerse en el lugar de los demás cuando iban a insultar a alguien. Y el ermitaño a partir de entonces se dedicó a su huerta porque volvieron a celebrar misa los antiguos sacerdotes, y ahora sí que la gente escuchaba los consejos de los domingos en la Iglesia. Ese año la Navidad se celebró en la plaza del pueblo, cada uno aportó lo que pudo. Todos colaboraron en la preparación de un gran Belén, con un niño precioso que presidía el centro de la plaza. Todos adoraban al niño prometiendo convertirse en mejores personas. Cenaron, bailaron y cantaron alabanzas al señor. Y a partir de entonces siempre celebraron la Navidad entre amigos, formando una gran familia, sabiendo que cada día deberían luchar por convertirse en mejores personas. Entre todos podemos, si queremos. FIN

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