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VIII. LA
CIUDAD Y SU
DE
MEXICO
VALLE
La ciudad de México ocupa el sureste del Valle del mismo nombre a más de 2 000 metros del nivel del mar y está construida sobre una antigua laguna rodeada por sierras excepto en la zona norte. La antigua Tenochtitlan la constituía un islote en medio de la laguna, donde los mexicas levantaron poco a poco una población siguiendo las órdenes de su dios tribal Huitzilopochtli: sobre el nopal donde un águila devoraba a una serpiente construyeron un pequeño templo —inicio del Templo Mayor— y a partir de allí se extendieron por los cuatro rumbos de la tierra, dando nacimiento a los barrios de Cuepopan, Moyotlan, Teopan y Atzacualco. Esta planificación repite el modelo radical de Teotihuacan y de Tula,
inspirado en un concepto cosmogónico dividido entre las fuerzas del bien y del mal, el cual se ve desvirtuado posteriormente por la adhesión de Tlatelolco al norte, barrio muy importante por su doble función ritual y comercial. A pesar de carecer de agua potable y de tierras para extenderse, Tenochtitlan tiene una vocación de metrópoli y la historia de su desarrollo demuestra la tenacidad de su pueblo para mantenerla como la cabeza del imperio mexica. El agua es un arma de dos filos; por una parte la laguna permite la comunicación entre Tenochtitlan y la tierra firme y en ciertas ocasiones actúa como de-
fensa natural contra las ofensivas enemigas. Por la otra, en época de lluvia, propicia severas inundaciones y engendra epidemias. Para contrarrestar el efecto de las inundaciones, los mexicas construyen primero la calzada de Iztapalapa que une al sureste del valle con Tenochtitlan y sirve de dique protector para retener el agua salada del lago de Texcoco. Moctezuma manda excavar los caños que llevan el agua potable de Chapultepec al corazón de la ciudad. El acueducto sigue el cauce del rio Consulado y en las orillas de Tacuba dobla hacia el oriente, uniendo a este pueblo con la metrópoli y al mismo tiempo sirviéndole de dique con compuertas y puen-
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Martine Chomel H. Víctor Hernández O.
tes de madera. Después de la inundación que sufre la ciudad en 1449, con la ayuda de Netzahualcóyotl se construye la primera albarrada sobre la laguna de Texcoco al este de Tenochtitlan, con la esperanza de que esta imponente cerca hecha de estacas amarradas con bloques de piedra, impida que el agua salada invada el agua dulce.
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Casi medio siglo después, Ahuizotl decide traer agua dulce desde Coyoacan y Huitzilopochco, para compensar la disminución de agua dulce en la capital, como resultado del aumento de la población y de chinampas. Esto provoca rápidamente una inunda-
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gando los manantiales del sur de la ciudad. LEVA N TE
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Esta lucha contra los elementos no impide el fortalecimiento de Tenochtitlan. El aumento constante de población ocasiona la división de parcelas que tienden al minifundismo, con el cultivo en chinam-
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T JE, En 1521 cae Tenochtitlan al cabo de un sitio heroico de noventa días, derrotada por Cortés y su ejército. Se impone el español y apenas un año después se emprende la reconstrucción de la ciudad insular sobre sus propias ruinas. Un gran número de indígenas es reclutado para el trabajo. No es sino hasta 1524 que se habla de traza, sin saber realmente si se
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Reconstrucción de la Ciudad de México en el Siglo XVI
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ción que alcanza el primer cuerpo del Templo Mayor, lo que obliga al Tlatoani a construir otra albarrada en el noreste de la ciudad: el albarradón conocido en la Colonia como el de San Lázaro. Desafortunadamente este intento resulta frustrado y es otra vez el rey de Texcoco, Netzahualpilli, quien salva la situación, ce-
pas cada vez más reducidas por la imposibilidad la ciudad de extenderse. Las casas conservan patrón tradicional pero si, se nota el aumento cuartos en torno al patio y cierto enriquecimiento el uso de materiales y decoraciones.1
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lago de messico. 1583
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Las parroquias sustituyen a los antiguos barrios prehispánicos: Santa María Cuepopan al noroeste, San Sebastián Atzacualco al noreste, San Pablo Zoquipan al sureste y San Juan Moyotlan al suroeste. Los cuatro barrios tienen forma de L, partiendo del centro y cada uno cede parte de su territorio al centro español. Por el norte sigue la cabecera indígena de Santiago Tlatelolco dividida a su vez en barrios y separada de la Ciudad de México por el canal Tezontlalli.3 Las parcialidades de San Juan Tenochtitlan y de Santiago Tlatelolco conservan sus gobernadores y cabildos indígenas separados durante toda la Colonia. Los límites de la ciudad corresponden a las calles actuales de Venezuela al este, Izazaga4 al sur, San Juan de Letrán al oeste y Leona Vicario al norte. Dentro de este cuadro, la traza es reticular y está formada por catorce calles intersectadas en ángulo recto, a la manera de un tablero de ajedrez con cuatro calzadas que convergen en la Plaza Mayor. Los canales sirven para el abastecimiento de la ciudad. El Cabildo controla el agua, la vigilancia, el tránsito de las carretas y carrozas, el mantenimiento del rastro y de los mercados, los graneros, las fuentes, puentes, calzadas y plazas. También reglamenta la alineación y el tamaño de las casas, lo que dota a la ciudad de
una armonía muchas veces comentada por ciudadanos y extranjeros. Al principio muchas casas están fortificadas por temor a alzamientos de indígenas. La preocupación de los colonos da lugar a construcciones que pueden servir de casa-muro en las calzadas que conducen a Tacuba y Tlatelolco, con vista de defensa contra los establecimientos nativos cercanos.5 Ahora bien ¿cómo se relaciona esta población tejida de tantos grupos raciales y sociales? Se trata básicamente de una relación de explotación de parte de los españoles sobre los indígenas, relación que repite el sistema prehispánico del pago del tributo y de préstamo de servicios. Hasta 1564 la población indígena no paga tributo en dinero ni en bienes materiales, sino que presta un servicio laboral forzado para las necesidades de la ciudad y de sus dirigentes. Este incluye los servicios de molienda, limpieza de las casas, acarreo del agua, de la leña, del forraje, para los virreyes y oidores, así como para la construcción de los edificios, obras públicas, calzadas, calles, canales, acueductos, puentes y suministro de agua. Se requiere de muchos brazos, especialmente para resolver los problemas de derrumbes y hundimientos causados por las crónicas inundaciones. La mano de obra indígena está reclutada mediante el repartimiento que se subdivide en oficiales y peones. A fines del siglo XVI esta división del trabajo se ve afectada por la despoblación gradual de la ciudad, lo que obliga al gobierno a buscar cooperación en el Valle de México y a utilizar prisioneros y esclavos. A partir de 1564, los indígenas están sometidos al pago del tributo a la comunidad y son varias las rebeliones al respecto, que son sofocadas por la autoridad. Los gobiernos indígenas de la ciudad recaudan el tributo de manera proporcional a la población, pero esto trae consigo muchas dificultades. A fines del siglo XVI, el gobierno indígena va perdiendo su autoridad sobre la vida económica que se va concentrando cada vez más en manos españolas. Se asiste a la
decadencia del mercado de Tlatelolco y a la concentración de los intercambios de San Juan Tenochtitlan. La enorme población indígena que contaba entre 250,000 a 400,000 almas antes de la Conquista, ha disminuido a la quinta parte aproximadamente por consecuencia del sitio de Tenochtitlan y de las numerosas epidemias que trajeron los españoles. Auque la población indígena esté concentrada en sus barrios, existen muchos casos en que los indios viven junto a los españoles o viceversa. En cuanto a los artesanos, siguen viviendo en sus barrios, como en la época mexica.6 Se puede concluir que la vida en la ciudad favoreció la mezcla de razas y oficios. El primer plano que se conoce de la ciudad de México es ekde Nuremberg atribuido a Cortés en 1524. Este plano refleja la preocupación del dibujante de recalcar la situación de la ciudad, la traza reticular con las calzadas de Tacuba, Azcapotzalco, Tepeyac e Ixtapalapa, y la existencia del albarradón al este de la laguna. Además es el origen de numerosos mapas posteriores, hechos por una variedad de cosmógrafos y grabadores como Bordone, Ramusio, etc... Entre los pocos documentos cartográficos que quedan de la época sobre el Valle y la Ciudad de México, se encuentran varios códices y planos: El plano parcial en papel de maguey representa el barrio de Tlatelolco con sus calzadas, acequias, casas, templos, parcelas y chinampas. En el norte del plano, aparece el camino de Atzcapotzalco. En cuanto a la mayor diagonal en dirección este-oeste, parece indicar divisiones políticas, ya que la parte de arriba se debe de leer en sentido opuesto a la parte de abao. Existen ciertas discrepancias en el estilo que muestran la colaboación de por lo menos tres artistas en dos épocas distintas. La más antigua corresponde al período de la Conquista y recalca cómo los barrios indígenas estaban minuciosamente estructurados y organizados.7
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trata sólo de un registro de propiedades o de una especie de plano con calles y predios. Al parecer, Alonso García Bravo, autor de la traza, no empieza a partir de la nada, sino que reconstruye o modifica un plano existente, tomando como base las grandes arterias de Tenochtitlan: las calzadas de Iztapalapa, de Tacuba, de Azcapotzalco, etc... La traza española delimita una zona rectangular en el centro de la península al sur del centro ceremonial donde se construye la primera catedral, las casas de Cortés y el Cabildo. Ahí prevalece un riguroso control municipal, mientras en los alrededores se apiñan los indígenas que no estarán organizados con su propia traza hasta 1571.2
El Plano de Alonso de Santa Cruz (ente 1556 y 1562)
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El original, indebidamente atribuido al cosmógrafo español Alonso de Santa Cruz, se encuentra en la Universidad Sueca de Upsala. Su itinerario hasta Suecia siguie siendo una interrogante. Existe la posibilidad de que el cosmógrafo haya regalado el mapa al Emperador Carlos V, quien lo habría a su vez obsequiado a su hermano Fernando y que el nieto de éste lo haya heredado en Praga. Probablemente formó parte del botín del saqueo de la ciudad, consumado por el ejército sueco en 1648.
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El mapa tiene un doble carácter cartográficopaisajista con indicaciones de caminos y canales, en medio de escenas de la vida cotidiana de los nativos en las riberas de la laguna de Texcoco. Los habitantes están dibujados a la manera europea y están ahí para animar el mapa y servir de testimonio etnográfico a un pueblo que desconocía la vida indígena.
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Hace falta recalcar la importancia con la cual está repreentado el Colegio de Tlatelolco. Quizá el mapa fue dibujado para el convento por uno de sus miembros y su fin era interesar a la Corona española y la metrópoli en las obras del Colegio, para obtener de la península una mayor ayuda económica.8
Transformación de la Ciudad en el Siglo XVII El siglo empieza con graves inundaciones en 1604 y 1607 que obligan al virrey Don Luis de Velasco a enfrentar la situación. Después de difíciles deliberaciones, acepta el proyecto del desagüe del Valle de México elaborado por el hamburgués Enrico Martínez. Se trata de desaguar la laguna de Texcoco hacia
f PLAN DE L'ANCIENNE V1LLE DE MEXICO D'APRES LE PLAN ORIGINAL DRESSE SUR LES LIEUX PAR ORDRE DE MOCTEZUMA POUR FERNAND CORTES ET APPORTE EN ANGLETERRE PAR M BULLOCK EN ATLAS HISTORIQUE POUR SERVIR AU MEXIQUE AVEC L'EXPLICATION DES PLANCHES. 1824
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Vuelve a inundarse la ciudad en 1629. Mueren 30,000 indios por el hambre, las epidemias y entre ahogados y aplastados por los derrumbres. La inundación dura hasta 1634 y de 20,000 familias españolas y criollas, quedan 400. Otras inundaciones menos dañinas ocurren en 1647 y 1691. Durante todo este siglo se sigue luchando por encontrar una solución adecuada al problema del desagüe.9
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La población es cada vez más heterogénea con una mayoría de españoles, sus hijos criollos, algunos extranjeros y una mezcla de mestizos, indios, mulatos y negros, que forman las famosas castas. Es difícil tener una idea de la demografía de la capital, ya que los datos de los cronistas son inciertos. Un censo hecho en 1689 registra menos de 2,000 es-
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pañoles y millares de indios y negros, lo que da una población probable de más de 50,000 habitantes. La Iglesia tiene tanto o más poder que el virrey y el Ayuntamiento. Aparte de contar con una proliferación de conventos, maneja colegios, hospitales, así como la Pontificia Universidad. Entre las órdenes más importantes de la época, se encuentran dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios, carmelitas, dieguinos, jesuítas, benedictinos y finalmente, la Congregación de San Felipe Neri llamada "oratorianos" de reciente fundación. También funcionan dieciséis conventos de monjas, entre ellos: la Concepción, Jesús María, San José de Gracia, la Encarnación, San Bernardo, las franciscanas, Santa Isabel, San Juan de la Penitencia, las capuchinas, carmelitas, dominicas y jerónimas.
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la laguna de Zumpango al norte, para evitar que las mismas aguas invadan la Ciudad de México en época de lluvias. Para esto, hace falta desviar el río Cuautitlan hacia Huehuetoca y Nochistongo y darle salida por el rio Tula. Se empieza a excavar un socavón que se abandona luego, por las enormes dificultades técnicas que se encuentran y se abre un canal, a tajo abierto, con muchos esfuerzos que cuestan la vida a miles de indígenas.
Muchos conventos tienen filiales o se multiplican bajo cualquier pretexto. La mayoría existe desde el siglo XVI, pero las fachadas e iglesias han sido modernizadas o reconstruidas completamente. Al lado
de los conventos, florecen diez parroquias, cuatro para españoles y criollos y las demás para indios y castas. Once hospitales están en manos de los religiosos. \ v
De 1629 se tiene un plano de la Ciudad de México
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grabado que se conserva en Florencia, hecho por el arquitecto Gómez de Trasmonte. Otro muy importante por su calidad y tamaño es un biombo pintado al
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De la arquitectura civil de la época, no queda nada hoy día salvo el Palacio Nacional que ha sido transformado y una decena de arcos de los acueductos de Chapultepec. Ha desaparecido el aspecto feudal de las casas de los nobles y lo han sustituido fachadas renacentistas.10
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óleo por Diego Correa a fines del siglo XVII. Los dos, de sumo interés, muestran una ciudad cuya fisonomía va cambiando, debido al progreso de las técnicas constructivas. El primero ostenta casas bajas e iglesias de techos a dos aguas, mientras en el segundo aparecen cúpulas y casas de dos pisos. Las construcciones, ya sean religiosas o civiles, están revestí- * das de tezontle, y las fachadas decoradas con portadas barrocas de cantera de Chiluca. La ciudad ha perdido su aspecto austero y su elegancia hace de ella una joya arquitectónica.
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La Ciudad a Fines del Dominio Español
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Durante la primera mitad del siglo XVIII, la ciudad sigue floreciendo, a pesar de las periódicas inundaciones que causan a sus gobernantes las mismas inquietudes y que resuelven provisionalmente con la consolidación de los diques, presas, albarradas y calzadas. A veces, el mal viene del noreste y las aguas rompen el albarradón de Coyotepec, pasándose a Zumpango, de éste al lago de Xaltocan y San Cristóbal y, se derraman por el norte de la ciudad. Otras veces, el mal proviene del sur, es decir del lago de Chalco, el cual hincha el lago de Texcoco, que vacia sus aguas sobre los llanos de San Lázaro y la Candelaria.
SAN ANGEL, TLACOPAQUE Y TETELPA. 1709
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En el siglo de oro de la arquitectura barroca mexicana, la ciudad se vuelve cada vez más bella. Este estilo es la expresión de un lucimiento, derroche y ostentación no sólo cifrados en la fe sino en la vanidad de las clases privilegiadas. La nobleza, el clero y los hombres de fortuna hacen gala de poder mientras el pueblo sigue hecho de castas serviles y de indios tributarios.
sólo del norte sino también del sur. Aunque este proyecto no se hace realidad, es a partir de este momento que se está manejando la idea de un desagüe general del valle, obra que se llevará a cabo hasta el
Las nuevas construcciones responden a las nece-
ciudad. Se manda cerrar el nuevo canal y se pone en servicio el canal de Castera, por donde se da curso al río Cuautitlán.11
En cuanto al comercio, se encuentra monopoliza-
tivos Portales de Flores y de Mercaderes y del Arzobispado, sin olvidar la restauración de innumerables
Los empeños por la modernización afectan a la capital con nuevas disposiciones que promueven la
conventos, colegios e iglesias.
limpieza, el empredrado y la iluminación de las calles, así como un mayor control gracias a la reorganización de la policía. La Plaza Mayor es objeto de remodelación: se ciega parcialmente el canal que pa-
A partir de 1759, fecha que marca las Reformas Borbónicas impulsadas por Carlos III, se sienten en la Nueva España las repercusiones de este movimiento reformista. La finalidad de estas reformas consiste en sacudir una administración demasiado burocrática que, con el pasar de los años, ha convertido al territorio novohispano en un espacio autónomo de la metrópoli. En la ciudad de México se asiste a una ruptura en el terreno de las ideas y preocupaciones de sus dirigentes. Sobre ella se erigen instituciones nuevas como el Real Palacio de Minas, la Academia de San Carlos y la Fábrica de Tabaco. Estos edificios ejemplifican un nuevo estilo, el neoclásico, que varen contra de los excesos del barroco y regresa a los cánones austeros del clasicismo. También es cuando el virrey Bernardo de Gálvez construye el Castillo de Chapultepec, con la esperanza de hacer de él la residencia de los virreyes cosa que no va a suceder, por los disturbios que preceden a la Independencia. En lo que se refiere al desagüe, Don José Antonio Alzate y Ramírez, presbítero del arzobispado, literato y científico, presenta otro proyecto que tiene la novedad de querer evacuar el agua hacia las lagunas, no
sanos pertenecen a diferentes gremios (tejedor, curtidor, panadero,12 zapatero, platero, etc...), donde únicamente pueden ejercer su oficio. El maestro es propietario del taller del cual dependen oficiales y aprendices. Las reglas gremiales imponen la obligación de producir, vender y habitar en el mismo local, factor determinante para la ubicación espacial de la población
sa por delante de la Diputación, por ser motivo de falta de higiene. También se abren el Paseo Nuevo de Bucareli y el de Revillagigedo y se construye el cementerio de Santa Paula. La ciudad conserva su diseño original y queda como una urbe baja y bien trazada donde destacan primordialmente cúpulas y campanarios. A finales del siglo XVIII, está limitada de norte a sur por Santiago Tlatelolco y San Antonio Abad y, de oriente a poniente, por San Lázaro y San Cosme respectivamente, lo que hace de ella la ciudad más grande del continente americano con 150,000 habitantes. Los ciudadanos siguen organizados corporativamente. La posición de los individuos está determinada por su origen étnico y su riqueza, lo que se refleja en los diversos tipos de habitación que varían desde la casa señorial hasta la vivienda. La sociedad está regida por normas, que reglamentan tanto sus privilegios como sus obligaciones. De esta manera, los individuos utilizan las corpora-
do por el Consulado13 de la Ciudad de México, único distribuidor de los bienes importados. Está formado por españoles, quienes venden los artículos provenientes de la metrópoli y del oriente (a través de la nao de Manila) en el Parián, a la clase de mayores recursos económicos. En oposición, los indígenas venden sus mercancías —especialmente alimentos— en los tianguis localizados en las plazas públicas. En contraste con el siglo XVII, son muchos los planos de la capital que quedan hoy día del siglo XVIII. La mayoría son fechados, firmados y datan de mediados del siglo. En general presentan una vista global que permite evaluar los límites de la ciudad. Muchos están orientados al este, según la tradición de la época, la cual consideraba el oriente como el punto culminante. Entre tantos planos, se encuentran varios de gran dimensión, pintados al óleo sobre tela, unos acuarelados sobre papel y otros grabados por la famosa Academia de San Carlos que acaba de nacer. Entre los más conocidos, están los planos de Pedro Arrieta, Obrero Mayor de la catedral (1737), de Antonio Villaseñor y Sánchez (1753), del ingeniero Don Nicolás de Lafora (1770), de Don José Antonio de Alzate y Ramírez, presbítero del arzobispado de México (1772), de Don Ignacio Castera (1776), de Manuel Villavicencio (1782) y finalmente de Don Diego García
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sidades políticas, financieras, comerciales y eclesiásticas de la época con la edificación de las Casas de Diputación y de Moneda, del Parián, de los respec-
Porfiriato. En 1796 se abre el canal de Guadalupe y en 1798, el de San Cristóbal. Desafortunadamente no dan los resultados esperados, ya que en ocasiones, en agua revierte sobre las lagunas de Zumpango, San Cristóbal y Texcoco, poniendo en peligro a la
ciones que los agrupan por profesión o religión, como canal de expresión de sus necesidades. Asi como la Iglesia constituye una gran corporación, los arte-
Conde, Teniente Coronel de Dragones (1793). Muchos están hechos por orden de los virreyes al mando, tales son los dos planos de la Plaza Mayor
analizado todos los trabajos de las obras hidráulicas realizadas, desde Enrico Martínez (1607) hasta Cosme de Mier y Tres Palacios (1798). De esta manera ini-
realizados por Don Domingo de Trespalacios y Escandón, Superintendente del Desagüe de los Propios y Rentas de la Ciudad y de sus Obras Públicas, bajo el reino efímero del virrey Don Francisco Cajigal de la Vega, y demuestran el nuevo interés de la Corona por la modernización de la capital de la Nueva España.
cia una era diferente en la cartografía del Valle, en la que se incluyen todos los conocimientos geográficos contemporáneos. Un ejemplo al respecto es la
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La Ciudad y el Valle en la Epoca Independiente Al consumarse la independencia en 1821 desaparecen tres gilos de dominio colonial y se inicia un nuevo proceso de liberación; sin embargo, las posteriores etapas se tornan confusas y complejas. La inestabilidad política, ideológica, y militar de México Independiente, tiene como consecuencia que durante los primeros 25 años de formen siete congresos constituyentes y se haga un Acta de Reformas, lo cual propicia dos golpes de Estado y la realización de varios planes revolucionarios.,
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Por otra parte, la fuerza de trabajo se canalizó en
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guerras y guerrillas civiles y más tarde en la defensa del territorio ante las invasiones extranjeras; el ambiente de inseguridad en el país determinó que la economía se viera privada de atención y por otro lado que las actividades humanísticas, científicas y técnicas no recibieran el apoyo necesario para su desarrollo.14
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