Javier Garrido Preguntas sobre Dios Aclarar malentendidos y abrir horizontes

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Javier Garrido

Preguntas sobre Dios Aclarar malentendidos y abrir horizontes

Preguntas sobre Dios

Javier Garrido

Preguntas sobre Dios Aclarar malentendidos y abrir horizontes

!

Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), España Teléfono: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 www.verbodivino.es [email protected]

Diseño de cubierta: Francesc Sala © Javier Garrido Goitia, 2010 © Editorial Verbo Divino, 2010 © Ediciones Arantzazu, 2010 Impreso en España - Printed in Spain Fotocomposición: NovaText, Mutilva Baja (Navarra) Impresión: GraphyCems, Villatuerta (Navarra) Depósito legal: NA. 2.251-2010 ISBN: 978-84-9945-117-6 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Contenido

Prólogo ...................................................................

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I. PREGUNTAS PRIMERAS 1. ¿A qué viene la pregunta de Dios en un mundo sin Dios? .......................................................... 2. ¿Por qué esta inquietud mía respecto a lo religioso? Quizá tu experiencia me dé algunas pistas 3. A veces lo religioso me parece pertinente. Otras, me suena a montaje. Preguntártelo a ti, que eres creyente, es bastante tonto, ¿no crees? 4. Estoy haciendo un proceso tímido de acercamiento a la fe. Voy viendo la importancia que tiene sentir el mundo como algo cerrado o abierto. ¿Qué opinas sobre esto? ..................... 5. ¿Sirve para algo creer? ....................................

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II. CONTEXTO 6. En el ambiente en que me muevo, es frecuente afirmar que la cuestión religiosa es de épocas superadas. ¿Qué piensas? ..................... 7. Me interesa el tema de Dios, pero, cuando veo cómo lo abordan los creyentes, me siento lejos. ¿Por qué este malestar? .......................... 8. Estamos en una cultura secular, en que la interpretación de la realidad ha tenido que dejar de lado la presencia y acción de Dios.

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¿No es incompatible creer en Dios y aceptar la cultura secular? ................................................ 9. ¿No está la madurez humana en que el hombre sea la medida y fin de todo, y no Dios? .... 10. Conozco amigos y amigas a los que inquieta el tema religioso. Me dicen que no saben con quién hablar del tema. ¿Qué pasa? .................

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III. LA PREGUNTA NO ES NEUTRAL IV. ¿POR QUÉ BUSCAR EL SENTIDO DE LA VIDA? 11. Para mí la vida se resume en una palabra: vivo. ¿Qué me dirías a esto? ........................... 12. Supongo que la vida tiene que ver con creer en algo; pero yo no sé si creo. Ésa es mi duda 13. A la vida le da sentido ser honrado y ayudar al prójimo. ¿Es que hace falta algo más? ............. 14. ¿Por qué la mayoría de las personas que conozco no se hacen las preguntas que a mí me atormentan? ..............................................

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V. LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD PERSONAL Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA 15. Creo en algo; pero no me interesa la espiritualidad cristiana, no me toca. ¿No puedo hacer desde ahí mi camino? ............................ 16. Cuando se cree en Dios a raíz de una crisis, ¿no será sólo una necesidad sicológica? .......... 17. ¿Hace falta creer en Dios para realizarse como persona? ........................................................... 8

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18. ¿A qué se debe la falta de interés de la juventud actual por la cuestión religiosa? ............... 19. ¿El ser de la persona no es acaso Dios? ...........

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VI. OFERTAS DIVERSAS DE SABIDURÍA 20. Yo soy poco creyente, pero siempre relaciono la sabiduría con Dios. Conozco personas que saben vivir a fondo y que dan un sentido a la vida sin Dios. ¿Por qué no ser humano y humanista, sin más? ............................................ 21. Cuando era adolescente, sabía qué era bueno y qué era malo, quién era Dios, dónde estaba la verdad... Ahora, tantos caminos religiosos me desorientan ................................................ 22. Si hay tantos modos de ser sabio, la cuestión de la verdad es secundaria. Pretender un camino que descalifique a los otros no sería digno de la riqueza del hombre ................................. 23. Desde hace un tiempo me atraen más las religiones orientales que la cristiana, precisamente porque me parecen caminos de sabiduría, y el cristianismo, no .................................

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VII. QUÉ OFRECE LA FE CRISTIANA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

La fe cristiana ofrece una historia .................. La fe cristiana ofrece a Jesús ........................... La fe cristiana ofrece una Iglesia .................... La fe cristiana ofrece la salvación .................. La fe cristiana ofrece sabiduría ....................... La fe cristiana ofrece una ética ....................... La fe cristiana ofrece una misión .................... La fe cristiana ofrece esperanza ......................

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VIII. ¿ES POSIBLE CONOCER A DIOS? 24. ¿Por qué la gente cree en algo que no se ha demostrado? .................................................... 95 25. En unas charlas sobre religión, oí que no se demuestra a Dios, porque Él se muestra. No lo entendí ............................................................ 100 26. ¿Por qué se relaciona a Dios con la figura masculina? ............................................................. 103 27. Un amigo me dice que se ha encontrado con Dios. Es una persona muy normal, no está loca; pero no sabe explicármelo. ¿Me podrías explicar qué significa esto? ............................. 104

IX. ¿ES QUE DIOS INTERVIENE? 28. En una cultura científica no se puede recurrir a la intervención de Dios para explicar lo que sucede. ¿Por qué la fe habla de “providencia”? 29. Aceptar un Ser Superior, ¿no limita la libertad? 30. La idea, que se atribuyen judíos y cristianos, de que “Dios elige” me resulta inadmisible. ¿No sería Dios de este modo injusto y arbitrario? .. 31. Que alguien me explique eso de que “Dios salva” ...............................................................

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X. DIOS, ¿PARA QUÉ? 32. ¿Por qué todas las culturas han buscado y creído en Dios? ¿Qué nos falta? ............................ 125 33. ¿Es Dios necesario? ¿No basta la ética? .......... 126 34. Si Dios es tierno y todo amor, como dicen actualmente algunos curas, ¿cómo ayuda? ...... 127 10

35. Otros curas nos presentan a un Dios todopoderoso, impasible ante el mal del mundo ....... 130 36. ¿Tiene que ver Dios con mi vida diaria? ........ 131

XI. CUESTIONES QUE PLANTEA LA BIBLIA 37. ¿Por qué los libros religiosos son tan distintos de los normales? .............................................. 38. En la Biblia encuentro historias parecidas a otras de otros textos religiosos que consideramos mitos. ¿No será la Biblia un libro de mitos? Tendríamos que aprender a distinguir entre sus enseñanzas y su carácter histórico ... 39. ¿Cómo podemos saber qué es verdad y qué es invención en la Biblia? ................................... 40. El Antiguo Testamento me resulta incomprensible. ¿Cómo es posible ese Dios violento y vengativo? .................................................... 41. ¿Por qué hay tantas interpretaciones de la Biblia? .............................................................

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XII. CREER EN JESÚS DE NAZARET 42. Si alguien me pregunta si creo en Jesús, le digo que sí; pero si me dicen que es Dios, me pierdo 43. He leído el libro de José Antonio Pagola sobre Jesús, me ha gustado mucho; pero ¿por qué ha sido condenado por algunos obispos? ............. 44. ¿Por qué las iglesias cristianas no aceptan los evangelios apócrifos? Me resulta sospechoso .. 45. ¿Por qué murió Jesús? Nunca he entendido eso de que murió por nuestros pecados ................

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46. ¿Cómo puede ser real que Jesús esté vivo? Habrá que decir que lo sentimos vivo, ¿no? ... 162 47. He leído recientemente que Jesús no tenía conciencia de su divinidad. ¿Cómo podía entonces ser Dios? ........................................... 167

XIII. RAZONAR Y CREER 48. Hay muchos dogmas que son incompatibles con la razón. ¿Cómo puedo ser honrada conmigo misma si los acato por obligación? ¿Dónde queda mi libertad de conciencia? ...... 49. El otro día, en la televisión, escuché a un profesor decir que no tiene sentido discutir sobre la verdad de la fe, porque una cosa es la “ciencia”, y otra, la “creencia”. ¿Me puedes aclarar estos conceptos? .............................................. 50. Para ser creyente, ¿hace falta creer en los milagros? ¿Por qué tienen tanta importancia en los evangelios? ...................................................... 51. ¿Por qué dice Jesús que el evangelio sólo lo entienden los sencillos? .................................. 52. ¿No es el cristianismo demasiado bonito para que sea real? ....................................................

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XIV. POR QUÉ SOY CRISTIANO 1. 2. 3. 4.

Soy cristiano por Jesús .................................... Soy cristiano por Pedro y Pablo ..................... Soy cristiano porque Dios me salvó de mí mismo Soy cristiano porque tengo una historia de relación con Dios ............................................ 5. Soy cristiano porque Jesús me llamó a ser suyo 12

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6. Soy cristiano porque mi experiencia concuerda con la Biblia y con los santos ............. 7. Soy cristiano porque mi elección es mi misión 8. Soy cristiano porque toda mi historia es gracia de Dios ............................................................ 9. Soy cristiano porque mi fe me ha ayudado a pensar mejor ....................................................

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XV. EL MODELO CRISTIANO DE SER PERSONA 53. ¿Cómo se integran la fe y la autonomía de la persona? ........................................................... 54. La historia de Jesús es impresionante; pero, en el día a día, ¿los cristianos no son tan torpes como todos? .................................................... 55. Un ideal tan elevado de vida como el cristiano, ¿no exige demasiado y, a largo plazo, no es contraproducente? ...................................... 56. El cristianismo habla de Gracia, de que Dios es el que nos libera. ¿Dónde queda mi responsabilidad? ......................................................... 57. ¿De qué me libera Dios, efectivamente? .........

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XVI. PRESUPUESTOS PARA SER CRISTIANOS

XVII. SOBRE LA ORACIÓN 58. Yo distingo entre rezar y orar. ¿Es correcta la distinción? ....................................................... 215 59. Cuando se reza, ¿por qué hay que pedir algo si somos nosotros los responsables de lo que pedimos? .......................................................... 216 13

60. ¿En qué se distingue la oración cristiana de otras formas de oración, por ejemplo, las que enseñan las religiones orientales? ................... 218 61. ¿Tiene que ver la oración con el modo de ser persona? ........................................................... 220

XVIII. EL ESCÁNDALO DEL SUFRIMIENTO 62. Si Dios existe y es bueno, ¿por qué permite tanto sufrimiento? ........................................... 63. Me rebelo contra el sufrimiento de cualquier inocente. ¿Cómo puede tener sentido? .......... 64. ¿Dónde está Dios cuando se te muere un hijo? 65. ¿Cómo transformar el sufrimiento en camino de esperanza? ...................................................

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XIX. SOBRE EL PECADO 66. Nunca he entendido el pecado original. ¿Cómo ha podido Dios hacernos así? ............. 67. Tanto hablar del pecado, ¿no provoca una imagen atormentada de la vida cristiana y de Dios? ................................................................ 68. ¿Qué es de verdad el pecado? ......................... 69. A veces tengo la impresión de que me hago preguntas sobre la fe porque no quiero creer. ¿Qué te parece? ...............................................

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XX. POR QUÉ Y PARA QUÉ LA IGLESIA 70. ¿Por qué tengo que creer en la Iglesia? Sólo creo en Jesús .................................................... 245 14

71. ¿Se puede creer en una Iglesia tan en contradicción con el modo de actuar y el mensaje de Jesús, y tan alejada de la realidad de las personas de hoy? ...................................................... 72. ¿Por qué la mujer es de segunda en la Iglesia? 73. ¿No cabría una Iglesia estructurada de modo distinto? ........................................................... 74. ¿Es compatible sentirse Iglesia y ser crítico? .. 75. ¿Para qué sirven los sacramentos? ..................

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XXI. EL CRISTIANISMO Y LAS OTRAS RELIGIONES 76. ¿Por qué se presenta el cristianismo como la única verdad de Dios? ¿No es acaso Jesús uno de tantos maestros religiosos, como Buda o Mahoma? ......................................................... 77. ¿Qué diferencia existe entre la experiencia religiosa cristiana y la de las otras religiones? 78. Manteniendo cada religión su identidad, ¿no tendríamos que crear un humanismo común? 79. En este mundo globalizado e interreligioso, ¿tiene sentido predicar a los no cristianos nuestra fe? .......................................................

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XXII. ¿HAY UN “MÁS ALLÁ”? 80. ¿No es la creencia de una vida en el más allá una ilusión? ..................................................... 269 81. ¿Qué se entiende por infierno? ¿No lo tenemos en este mundo? ........................................ 269 82. No puede ser que el cielo no sea para todos. Si Dios es un padre bueno, ¿cómo puede castigar para siempre? ................................................... 270 15

83. ¿No es más lógica la creencia oriental en las reencarnaciones que la creencia cristiana en la resurrección? ............................................... 272 Epílogo. ¿Cómo creer si no sabemos cómo? .......... 275

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Prólogo

Aunque mi tarea de evangelizador se haya centrado, más bien, en cristianos y cristianas que sienten la necesidad de personalizar su fe, siempre he estado preocupado por los no creyentes y los creyentes desorientados. La idea de este libro de preguntas y respuestas nace de esa preocupación. El método consistió en pedir a distinta gente que hiciesen preguntas sobre Dios. Al recoger las preguntas, constatamos que muchas eran repetidas y que representaban a personas que pertenecían a una educación cristiana recibida en la infancia y adolescencia. De ahí la incidencia en el tema de la Iglesia o, suponiendo la creencia en Dios, la presencia de dudas y dificultades respecto a la experiencia de la fe propiamente dicha. Nos hemos visto obligados a ofrecer una visión de conjunto, a completar aspectos y a formular de un modo nuevo preguntas que denotaban bastante confusión. Con todo, creemos que hemos sido fieles a los entrevistados; al menos, lo hemos intentado. *

*

*

El libro se mueve en el espacio de la frontera de la fe. Los hay que están en la frontera del lado de acá. Creen en Dios, alguna vez rezan; pero, en cuanto reflexionan, tienen mil dudas. Los hay que están fuera, 17

pero cerca de la frontera. Les queda una nostalgia que no saben interpretar; se han posicionado racionalmente en el agnosticismo, pero no terminan de asentarse vitalmente. Ambos grupos tienen “raíces creyentes”, pero no clarificadas. El subtítulo expresa el objetivo del libro: aclarar malentendidos y abrir horizontes. Para los que están “más allá de la frontera”, habría que pensar y escribir cosas distintas, previas. *

*

*

El lector o lectora advertirá que el libro comienza con una visión de conjunto y que, progresivamente, trata temas específicamente cristianos. Es importante que se lea entre líneas. El discurso es racional; pero en aquello que atañe al sentido de la existencia, no cabe pensar sin implicarse personalmente. Y cuando se trata del Dios cristiano, no cabe conocerlo sin relacionarse con Él, aunque sea entre sombras. Pamplona, 2010

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I PREGUNTAS PRIMERAS

1. ¿A qué viene la pregunta de Dios en un mundo sin Dios? Oñatz, hombre de entre 35 y 45 años Pregunta directa y certera; pero tiene su trampa, Oñatz. Porque lo que parece que no cuenta es lo que permite plantear correctamente la pregunta. Veamos. Si la pregunta de Dios depende del contexto social, es normal que te sientas bicho raro. El mundo se organiza sin Dios, la mayoría de la gente no habla del tema, la sensación que tienes es que Dios no interesa... ¿a qué viene, pues, la pregunta? Pero si la pregunta atañe a la conciencia personal, a la búsqueda de sentido de la vida, entonces no depende del contexto. Tiene que ver contigo, con lo íntimo de tu ser. Estamos en una época en que lo religioso ya no tiene relevancia social. Para algunos, es una pérdida grave. A otros nos parece que es el mejor medio para que Dios encuentre su verdadero sitio. Jesús se lo dijo a Pilato: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Y Pilato respondió: “¿Qué es la verdad?”. Cuando la verdad se busca fuera y no dentro, Dios está fuera de lugar.

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2. ¿Por qué esta inquietud mía respecto a lo religioso? Quizá tu experiencia me dé algunas pistas. Carmela, mujer de entre 25 y 35 años Hay muchas personas como tú, Carmela, que tienen inquietud religiosa, y no saben por qué. Me parece que no tener explicación es buena señal. Algunos te dirán que son los restos de la educación que recibiste en la infancia. Tienen su parte de razón, sin duda; pero tú sabes que es más, porque has crecido como persona, te has liberado de las ideas que recibiste de niña, y la inquietud permanece. Hay una inquietud malsana, cuando Dios tiene que ver con tu lado oscuro, por ejemplo, el miedo a tomar decisiones o el miedo a la eternidad. Pero hay una inquietud que tiene que ver con lo mejor de ti misma: el no contentarte con lo superficial, la búsqueda de valores incondicionales... Cuando la inquietud está asociada a la intuición de que sólo Dios puede ser la respuesta a las grandes preguntas... En este caso, si buscas respuestas explicativas, que satisfagan tus necesidades racionales, corres el peligro de quedarte más al aire. La respuesta te vendrá de vuelta, a través de un proceso en que tu inquietud encuentre cauce a través de la relación personal con Dios. Quizá te extrañe lo que te digo: sí, Carmela, hay que relacionarse con Dios, aunque sea entre dudas y balbuceando. Por eso, la inquietud que no sabe, pero se abre paso oscuramente, confiando, a pesar de todo, es el mejor camino. 22

3. A veces lo religioso me parece pertinente. Otras, me suena a montaje. Preguntártelo a ti, que eres creyente, es bastante tonto, ¿no crees? Luz, mujer de 30 años Sí y no, Luz. Por supuesto que, para mí, es más que pertinente. Es fuente de sentido e incluso de ser persona. En las respuestas a las preguntas que siguen creo que se verá con claridad. Aunque te extrañe, también a mí lo religioso me parece con frecuencia un montaje. • Cuando recurro a Dios en los momentos difíciles de la vida, y no me resuelve nada. He tenido que descubrir que la fe no es para solucionar problemas. • Cuando veo cómo se confunde lo religioso con cierto aparato de ritos y con la adhesión a creencias cuyo sentido ni siquiera se sospecha. • Cuando me sale ese hipercriticismo racionalista que pretende hacer de la fe la conclusión lógica de una serie de argumentos. La fe es razonable, Luz; pero no se impone a la razón por medio de demostraciones irrebatibles. • Cuando lo religioso aleja de lo real y no enseña a vivir. ¿Sabes? La gente no creyente tiene ideas muy peregrinas de cómo funcionamos los creyentes. 23

4. Estoy haciendo un proceso tímido de acercamiento a la fe. Voy viendo la importancia que tiene sentir el mundo como algo cerrado o abierto. ¿Qué opinas sobre esto? Guillermo, hombre de entre 30 y 35 años Has tocado un punto crucial, Guillermo. La verdad es que sentir el mundo como algo cerrado o abierto casi siempre depende de una actitud vital no razonada, que se da por supuesto. Hay personas plantadas en la finitud tan a gusto, que las preguntas por la trascendencia les parecen inútiles. No es que sean materialistas o superficiales, sino que su modo de vivir se atiene a lo dado y controlable. A veces, sienten la sacudida de lo no controlable (la muerte, situaciones límite...); pero se las arreglan, aceptando que la vida humana es así, sin más. Otras, por el contrario, no pueden asentarse en la finitud. A veces, por no sé qué incapacidad de vivir lo humano ordinario. Otras, porque su mirada a lo humano siempre ve más lejos. Hay agnósticos coherentes, que han llegado, por razonamiento, a la sabiduría de la finitud. Les basta la ética, la honradez de la conciencia personal y la solidaridad con el prójimo. Admirable, sin duda; pero no puedo evitar, Guillermo, el sentimiento de pena. No saben lo que se pierden. Me pregunto por qué someten la trascendencia a la sospecha, a la duda sistemática. 24

También hay agnósticos implicados a fondo por mejorar la condición humana, pero que no pueden evitar una nostalgia tenaz por ese más que rompe las fronteras de la finitud controlable. ¡Ay, si conociesen el don de Dios!

5. ¿Sirve para algo creer? Aitziber, mujer de entre 30 y 40 años La pregunta es altamente significativa, Aitziber. • Dios no sirve para explicar cómo funciona el mundo. Pero el mundo no existe sino porque Dios lo ha creado y lo sostiene. • Dios no sirve para triunfar en la vida. Pero sin Dios la vida sólo tiene como horizonte la muerte. • Dios no sirve para realizarme como persona. Pero Dios te concede realizarte de una manera tal, que desborda tus mejores sueños. • Dios no sirve para hacer que este mundo sea más justo. ¿Estás segura? Aitziber, creo que la pregunta está mal hecha. Creer en Dios no está entre las cosas útiles. Podríamos decir perfectamente que Dios no sirve para nada, porque tampoco la persona humana se realiza desde lo que sirve. ¿De qué sirve la pregunta que te haces? ¿De qué sirve un hijo? ¿De qué sirve leer 25

poesía u oír música? ¿De qué sirve la intimidad del amor? Los sentimientos básicos de lo humano, sin los cuales vivir es estar muerto, son los siguientes: agradecer, confiar, admirar... Y añado gustoso: creer en un amor primero e incondicional, el que Dios nos ha revelado en Jesús.

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II CONTEXTO

a fe es algo eminentemente personal; pero no se da fuera de un determinado contexto. Hace L años lo normal era ser creyente, y además creyente cristiano, porque la cultura y la sociedad estaban configuradas por la ideología cristiana. Lo raro era ser musulmán o budista, ateo o agnóstico. Nuestro contexto actual es secular: interpreta la realidad y se organiza sin Dios. Y además, plural: distintas culturas en convivencia, distintas ideologías religiosas enfrentadas o que aprenden a vivir en paz...

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6. En el ambiente en que me muevo, es frecuente afirmar que la cuestión religiosa es de épocas superadas. ¿Qué piensas? Esther, mujer de 42 años Efectivamente, hace unas décadas se generalizó la idea de que lo religioso tocaba a su fin, que había cumplido su misión, que ahora debía ser sustituido por una ética de carácter universal. La idea, Esther, viene de lejos, de algunos filósofos del siglo XIX, por ejemplo de Comte. Se suponía que lo religioso cumplía una función esencial mientras el hombre no podía valerse a sí mismo. La realidad no ha respondido a lo vaticinado. Es verdad que lo religioso no ocupa el papel central de otras épocas; pero permanece y rebrota de un modo u otro. ¿Por qué? Porque es cuestión radicalmente humana. La dimensión social de lo religioso ha disminuido y hasta desaparecido; pero es que lo religioso es más hondo y se da más allá. ¿Por qué no pensar que es una suerte purificar lo religioso de lo social para descubrir su verdad más auténtica? ¿Es entonces lo religioso algo meramente privado? En mi opinión, es personal, pero no privado; es social, pero de otra manera. Yo no puedo ser cristiano si no me preocupa el prójimo y no intento una sociedad más justa e igualitaria; pero, en la sociedad secular en la que vivo, debo comprometerme por los derechos humanos sin necesidad de per30

tenecer a ningún grupo de cristianos. Me basta una ética humanista. Sin embargo, Esther, me parece que la opinión que oyes en tu ambiente, de que la cuestión religiosa ha sido superada, no nace de un análisis serio del cambio cultural que implica la implantación de la secularidad en nuestra sociedad, sino de una actitud cómoda y superficial. Es más fácil recurrir a una opinión de moda que a una reflexión sincera sobre la dimensión religiosa de la persona humana.

7. Me interesa el tema de Dios, pero, cuando veo cómo lo abordan los creyentes, me siento lejos. ¿Por qué este malestar? Paula, mujer de entre 28 y 35 años No es fácil responder a tu pregunta, Paula. Creo que tiene que haber distintos factores que influyen en tu malestar. Si tú tuviste tu crisis de fe en relación con el aparato institucional y ahora estás haciendo un camino altamente personal, te cuesta conectar con “la gente de Iglesia”. Es normal. Aunque te extrañes, Paula, también a los creyentes nos produce malestar cómo algunas personas abordan el tema de Dios. Por ejemplo, cuando vemos que dan más importancia a los dogmas que a la experiencia personal de Dios, o cuando cumplir con las prácticas religiosas lleva tanta carga de ritualismo. 31

No es fácil sentirse integrado en la Iglesia cuando uno viene “de fuera”. Hasta el lenguaje utilizado en nuestras conversaciones ordinarias de creyentes, resulta chocante. Necesitarás, Paula, todo un camino de integración, en que seas fiel a ti misma, y, a la vez, discernir entre los creyentes de siempre, los que viven la fe con autenticidad (aunque su lenguaje sea clerical), y los que no. Si maduras en la fe, relativizarás tu malestar. Descubrirás, más allá de la fachada eclesiástica, una riqueza insospechada. Date tu tiempo, Paula, que el malestar no te separe de la comunidad cristiana.

8. Estamos en una cultura secular, en que la interpretación de la realidad ha tenido que dejar de lado la presencia y acción de Dios. ¿No es incompatible creer en Dios y aceptar la cultura secular? Juan José, hombre de 37 años ¡Menuda pregunta, Juan José! Permíteme bosquejar una respuesta en distintos momentos. a) La cultura secular obliga a entender de un modo distinto la presencia y acción de Dios; pero no las niega necesariamente. 32

Para los creyentes de la “vieja escuela”, pedir a Dios que llueva en tiempo de sequía, no les cuesta ningún problema. ¿Por qué a nosotros sí? Si la fe en la presencia y acción de Dios depende de comprobar la causa de la lluvia, nuestra cultura científica y secular dispone de la explicación; no se la atribuirá a Dios. Como te das cuenta, Juan José, la cuestión se centra en la explicación causal. Pero para mí, creyente, Dios está presente y actúa sin que explique causalmente nada. ¿Cómo es posible? b) La interpretación de los fenómenos atmosféricos depende de la cultura, pero la percepción de Dios depende de la fe. No son dos luces contrapuestas, sino la misma realidad vista en dimensiones distintas. La lluvia es un fenómeno controlable, que tiene su explicación mediante otros fenómenos. La presencia y acción de Dios no son controlables. Lo cual no quiere decir que no sean reales. El que confunde lo real con lo verificable, no ve más allá del fenómeno. El creyente ve toda la realidad bajo la soberanía de Dios, sin necesidad de verificar y controlar causalmente dicha soberanía. Cambia la interpretación cultural de los fenómenos. Permanece la fe en el Dios Señor del mundo. Más tarde, Juan José, volveremos a este tema, en la parte IX.

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9. ¿No está la madurez humana en que el hombre sea la medida y fin de todo, y no Dios? Domingo, hombre de 45 años Tocas, Domingo, una cuestión muy delicada. Hasta la etapa histórica que llamamos “la Modernidad”, la visión del mundo era claramente teocéntrica. El hombre tenía su sitio, por encima de las otras criaturas irracionales, pero por referencia a Dios, fin último del hombre mismo, horizonte propio de comprensión del conjunto del cosmos. Con la Modernidad llega el antropocentrismo. Es normal que el hombre actual sienta dicho antropocentrismo como signo de madurez: • Le ha permitido conquistar la autonomía, liberándose de las tutelas y autoridades religiosas, las verdaderas guardianas del orden sacral del mundo. • La dignidad de la persona humana, que se hace así sujeto y protagonista de su propia historia, dando cuenta de sí sólo ante la propia conciencia. • Dios no puede ser tal, si no promociona la autoliberación del hombre. ¡Cuánta verdad, Domingo, y cuánta confusión en lo que acabamos de afirmar! • En efecto, hay una autoridad que coarta la autonomía. Pero hay otra autoridad que la libera, precisamente, de la autonomía centrada en el yo. Y tal es la majestad del amor de Dios, que nos posibilita ser más allá de nosotros mismos. 34

Esto plantea otro tipo de madurez, cuyo criterio último no es la autonomía, sino el amor interpersonal. Este amor presupone la autonomía, pero se realiza en la pertenencia, en el don de sí al otro (“soy tuyo, dos en uno, sin dejar de ser dos”). • Hay una autonomía que no acepta la finitud, y otra, que, aceptándola, encuentra en ella su crecimiento. Tal es el pecado original: quedar fascinado por la grandeza de la libertad y vivir la finitud como limitación impuesta. La libertad humana o acepta sus límites, y aprende a crecer, o se hace megalomaníaca, y termina en la enfermedad. El antropocentrismo, en cuanto fenómeno cultural, es altamente valioso, porque se libera de la imagen autoritaria de Dios. Por eso, no se trata de volver al teocentrismo cultural, sino de vivir teologalmente el antropocentrismo. Tal es el camino actual para ser maduros humana y religiosamente. Teologalmente, quiere decir: ƒ Que se puede interpretar y vivir la realidad desde el hombre y para el hombre. Pero que Dios no puede ser una función del hombre, porque, en ese caso, dejaría de ser Dios y el hombre no alcanzaría a serlo en plenitud. ƒ Que la relación de amor entre Dios y el hombre no es ni antropocéntrica ni teocéntrica. Para un cristiano, para una cristiana, la referencia fundamental es Jesús de Nazaret, el Dios hecho hombre, un hombre libre por encima de toda instancia civil o religiosa, que es capaz de entregar su 35

vida voluntariamente y que, al mismo tiempo, todo lo hace en obediencia a su Padre. A esta madurez la llama el Nuevo Testamento, la obediencia filial, más allá de antropocentrismo y teocentrismo. Ya sé, Domingo, que la respuesta presupone todo un camino de experiencia. En páginas posteriores se aclararán algunos aspectos, espero; pero en verdad no se aclara hasta que la persona autónoma no vive una relación con Dios, en que se libera de la necesidad de tener la última palabra sobre sí misma. Dejemos así la respuesta, abriendo un horizonte nuevo de comprensión: no contraponer la autonomía de la persona a la fe en Dios, e indicando que sólo la relación con Dios posibilita una síntesis real. Ocurre también en lo humano: hasta que no se da el amor de verdad, adulto, hay personas que sienten que el otro les quita libertad y autonomía.

10. Conozco amigos y amigas a los que inquieta el tema religioso. Me dicen que no saben con quién hablar del tema. ¿Qué pasa? Merche, mujer de entre 35 y 45 años Supongo, Merche, que la imagen que damos los “hombres de Iglesia” no facilita las cosas. Estamos asociados a un determinado “sistema”, del cual se sienten muy distanciados tus amigos y amigas. 36

Por otra parte, hay que reconocerlo, los curas fuimos educados para adoctrinar a los de siempre y apenas si fuimos formados para acompañar los procesos interiores de las personas que buscan un sentido a la existencia. Me da pena decirlo, pero creo que actualmente en los seminarios tampoco se enseña la pastoral para los alejados o vacilantes. Fíjate bien, Merche, que he utilizado a propósito la palabra “alejados”. Significativo del modo en que los curas abordamos la pastoral de los no creyentes o apenas creyentes. Mi consejo es que tus amigos con inquietud religiosa, primero busquen un laico como ellos, a quienes consideren auténtico testigo de la fe. Que hablen y confronten. Más tarde se puede dar con un maestro espiritual que ayude a hacer un proceso interior.

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III LA PREGUNTA NO ES NEUTRAL

as preguntas sobre Dios nunca son neutrales, L sencillamente porque atañen a la persona en lo íntimo de su ser. Puede ser que Dios no interese vitalmente, hasta que aparece la pregunta, y ya no podrá ser tratada como un teorema matemático. El racionalista pensará que la respuesta exige, para que tenga garantías de verdad, el máximo de neutralidad. Pues no. Se conoce mejor la respuesta cuando uno se siente implicado personalmente. El conocimiento de Dios es un camino que despierta modos de conocer distintos a los que maneja la ciencia (ésta sí debe ser neutral). Por eso, ningún ateo o agnóstico se convence si no está dispuesto a ver más allá de lo que controla. ¿Que algunos son demasiado crédulos? Sin duda; pero sólo demuestran que hay una fe infantil, y otra, adulta. Cuando la fe en Dios ha sido importante en otra época de la vida y luego ha sido abandonada, es más difícil volver a ella racionalmente; pero más 41

fácil si la persona descubre la nostalgia de su corazón, atraído por aquello que niega o busca. Hay momentos en que Dios “aparece” en el claroscuro de la conciencia. Mil formas: ante el misterio de un hijo, en el duelo por la muerte de un ser querido, cuando la belleza sobrecoge, cuando la finitud desbarata los mejores proyectos... Aparece y desaparece. ¡Qué importante que esa luz tenue y fugaz no sea sometida a sospecha y suscite búsqueda! Según vas leyendo este librito, ya te estás implicando. Por supuesto, las respuestas no te convencerán al cien por cien; ni lo pretenden. En el mejor de los casos, te ayudarán a aclarar malentendidos o a mirar las cosas desde otro lado. Lo decisivo está en tu actitud vital, cuando se te dé una intuición que rompe tus esquemas mejor montados. Debes saber que, en este punto de las actitudes, no creyentes y creyentes coincidimos. Aunque yo sea cristiano, sé que cada día me juego el sentido de mi vida en la actitud que tengo ante Dios y ante los otros: si me cierro, defensivamente, o me abro, dando paso. Puedo incluso utilizar las creencias como un escudo para no implicarme, lo cual es monstruoso. ¿Me permites una pregunta descarada? ¿Qué actitud estás adoptando en la lectura de estas páginas? Ya ves, tampoco yo puedo ser neutral. No me cuesta respetar la conciencia y entender que no llegues a ser creyente, ya que a mí, cada día, me parece un milagro la fe; pero no sería honrado si no te hiciese semejante pregunta.

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IV ¿POR QUÉ BUSCAR EL SENTIDO DE LA VIDA?

11. Para mí la vida se resume en una palabra: vivo. ¿Qué me dirías a esto? Olivia, mujer de entre 26 y 35 años Me llama la atención que, siendo tan joven, hayas concentrado tu vida en vivir. Me admira. ¿Quiere decir que no te fías de los montajes que se hacen las personas para encontrar un sentido a la vida? Sí, hay mucha gente que, en vez de tomar la vida en las manos e implicarse a fondo, se dedican a buscar razones para vivir fuera de la vida misma. Entre creyentes ocurre con cierta frecuencia. No descubren la riqueza que es el vivir humano y necesitan añadir creencias. El sentido de la vida sería un añadido mental. Personas así funcionan más o menos bien, pero no se implican en la realidad que les toca vivir. Sin embargo, no se puede reducir la cuestión sobre el sentido de la vida al simple vivir, aunque sea a tope. ¿Qué entiendes por vivir, Olivia? Porque puede significar, precisamente, que no aceptas que la vida tenga un sentido, y además, que haya que buscarlo. ¿Merece la pena vivir si la vida no tiene sentido? No es posible vivir humanamente sin la pregunta sobre el sentido de la vida, aunque la respuesta sea muy variada. La persona no puede vivir sin preguntas, sin tomar decisiones, sin pensar en el futuro. 45

Puede ocurrir que una persona se plantee explícitamente la cuestión sobre el sentido de la vida; pero siempre está dando un sentido a su vida, irremediablemente. Si decido no hacerme preguntas, esa decisión ya es un modo de dar sentido a la vida. Evidentemente, este libro presupone varias cosas: • primero, que busco un sentido a la vida y lo busco conscientemente, porque no lo he encontrado; • segundo, que cualquier respuesta no es válida. Por ejemplo, que la vida consiste en vivir, no me convence; • tercero, que Dios tiene que ver con esa cuestión. ¿Sabías, Olivia, que en la Biblia hay un libro, Qohelet (llamado también Eclesiastés), que conecta admirablemente con tu propuesta? Escribe un judío creyente que está de vuelta. La religión le enseñó a soñar y tener grandes ideales; ahora todo lo aprendido no le sirve para vivir, y afirma que lo importante es disfrutar el momento presente. Sin embargo, al mismo tiempo, dice que le queda Dios, que la fe en Dios le da consistencia. ¿Se puede compaginar la fe con esa sensación de que lo importante es vivir y no darle al coco?

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12. Supongo que la vida tiene que ver con creer en algo; pero yo no sé si creo. Ésa es mi duda. Iker, hombre de entre 25 y 35 años A ver, ¿qué queremos decir con creer? No se puede vivir, Iker, sin creer en tus padres o en la persona a la que amas. Pero se puede vivir sin creer en Dios. Supongo que te refieres a la creencia religiosa, a creer en algo superior a nosotros. Mi opinión es que lo importante no es tener creencias religiosas, sino creer en Alguien que se merece nuestra fe, porque has tenido una historia con Él y te ha demostrado que es digno de fe. En temas religiosos suele haber muchas confusiones. Si yo me hago creyente porque necesito creer en algo, te confieso que se me hace sospechoso. ¿Qué pasa, que no soy capaz de valorar la vida humana, aunque no sea perfecta, o que la religión es un agarradero para no sentirme perdido? Volveremos, Iker, sobre este tema. Para mí, no se puede vivir sin creer, porque la base de cualquier relación humana es la fe. Más, no se puede vivir sin cierta fe en el futuro, es decir, sin esperanza. Pero yo no soy creyente porque creo en las personas, o porque espero, a pesar de todo, en un futuro mejor para los hambrientos y oprimidos. Creo porque Dios ha sido para mí realmente, en una historia concreta, el amor fiel e incondicional. 47

13. A la vida le da sentido ser honrado y ayudar al prójimo. ¿Es que hace falta algo más? Nekane, mujer de 46 años Como tú, Nekane, hay muchas personas que dan sentido a la vida desde la ética, desde la conducta fiel a la propia conciencia (honradez) y desde la solidaridad humanista. En muchos casos, porque la religión no les ha servido para vivir y, lo que es peor, porque las personas religiosas no han demostrado la coherencia ética que deberían haber tenido. No es poco dar sentido a la vida desde la ética. Me atrevo a decir, Nekane, que una religión que no promocione honradez y solidaridad, está viciada de raíz. Sin embargo, eso que es mucho es poco para la persona humana. Señalaré algunos puntos de reflexión: • La actitud ética no te hace percibir que la vida es don. Sin duda, eres muy responsable con tus hijos, les has dado lo mejor; pero ¿sientes un profundo agradecimiento por ellos? El agradecimiento te coloca en la vida de un modo distinto a la responsabilidad. • La ética se queda muda ante la finitud y la muerte. Y es que se mueve en este mundo, el que depende de nosotros. ¿Pero qué pasa ante la enfermedad grave, por ejemplo? Mejoramos la medicina, es verdad; pero nada ni nadie puede evitarnos el morir. 48

Conozco la respuesta de muchos agnósticos: la actitud que dignifica al otro no puede depender de resolver el problema de la finitud. Plenamente de acuerdo. La lucha de los derechos humanos no necesita de ninguna creencia religiosa; es verdad. Pero la cuestión sobre el sentido de la finitud y la muerte queda en pie, sin resolver. Algunos creen resolverla prescindiendo de la cuestión o afirmando que el único sentido de la vida es la ética, que lo correcto es aceptar la finitud, prescindiendo de las creencias religiosas. ¿Por qué, a pesar de todo, el amor quiere que el otro viva siempre, y cuando se te muere un ser querido, deseas que sea inmortal? La respuesta de algunos es implacable: se trata de un deseo ilusorio, al que hay que renunciar. ¿Te convence, Nekane? A mí me merece respeto y hasta admiración una ética tan consecuente; pero no me convence. Decía Pascal que “el hombre es más que el hombre mismo”. Lo has formulado en tu pregunta: “¿Hace falta algo más?”. Lo que a los humanos nos desazona es siempre ese más, que vuelve una y otra vez a nuestra conciencia, por más que nos empeñemos en tener respuestas cerradas, que no dejan lugar a ese más. Lo que pasa es que yo matizaría tu pregunta: “¿Qué quieres decir con eso de si hace falta algo más?”. Mi respuesta (quizá te resulte paradójica) es que, para que haga falta algo más, en la persona han de desarrollarse unos órganos interiores que puedan percibir ese más. 49

Si yo doy por hecho que sólo es real lo que es verificable científicamente, no cabe conocer nada fuera de la finitud. Pero es un a priori, nada científico, suponer que sólo es real lo verificable científicamente. • Para comenzar, el carácter incondicional de los derechos humanos no pertenece a la ciencia, pero es real. • La pregunta por la existencia de un ser trascendente, que las religiones llaman Dios, es perfectamente legítima, aunque no sea científica. • El amar a otra persona, de modo que te lo juegas todo por ella, es real, pero no entra en el método científico de conocimiento. Ya ves, Nekane, la respuesta a tu pregunta depende de la hondura con que la persona vive. La grandeza de la ética no está en ser coherente (que no es poco), sino en crear una actitud ante la persona humana. A mí, creyente, esa actitud me resulta muy cercana a la experiencia religiosa. Lo intuyes, ¿verdad?

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14. ¿Por qué la mayoría de las personas que conozco no se hacen las preguntas que a mí me atormentan? Jon, hombre de 23 años La pregunta es muy personal, Jon, y me imagino que has intentado encontrar la respuesta. Ya sabes, hay personas siempre insatisfechas. Algunos sicólogos dirían que “inadaptadas”. Supongo que tú no eres de éstas. Al revés: estás insatisfecho porque no encuentras respuesta a tus preguntas; no te haces preguntas porque seas un insatisfecho. También puede haber mezcla de las dos cosas: eres un inconformista, pero eres un apasionado por la verdad. Tampoco te empeñas en que los demás se cuestionen como tú. Les han dado una educación para vivir a ras de tierra, o prefieren no preguntarse para no sentirse incómodos. Sin duda, también conoces gente que ya ha respondido a tus preguntas de la manera más simple y superficial: que son inútiles tus preguntas, que te comes el coco para nada... A los 23 años, reflexiona si tus preguntas nacen primordialmente de curiosidad intelectual, o te cogen por dentro, te importan de verdad. Porque si sólo son deporte mental, en cuanto te toque implicarte en el amor y el trabajo, desaparecerán. Si dices que te “atormentan” es que te afectan vitalmente. Son lo mejor que tienes. A veces te asalta la tentación de prescindir de ellas para ser como los demás y no complicarte la vida; pero notas que no 51

serías fiel a ti mismo y que merece la pena seguir buscando. Espero, Jon, que este libro te ayude a encontrar respuestas.

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V LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD PERSONAL Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA

15. Creo en algo; pero no me interesa la espiritualidad cristiana, no me toca. ¿No puedo hacer desde ahí mi camino? Amparo, mujer de entre 35 y 50 años Por supuesto que sí, Amparo, hay muchos caminos de espiritualidad. Cualquier fe es para la persona, no al revés. Sin este primado de la persona, las creencias serían sistemas de opresión. Permíteme algunas observaciones. La primera: que hay muchos caminos de espiritualidad, sin duda; pero que todos los caminos no son iguales. Por ejemplo, una espiritualidad sin Dios no es igual a una espiritualidad con Dios. Hay que distinguir claramente entre el desarrollo de la propia interioridad y la experiencia religiosa de la relación con un Dios personal. Supongo que en tu infancia y adolescencia te educaron en la doctrina cristiana (dogmas y normas) y que quizá no te ofrecieron un camino de experiencia espiritual. Por desgracia, Amparo, así ha sido con frecuencia. También yo me pregunto por qué los curas y educadores cristianos adoctrinan tanto y acompañan tan poco a hacer el camino espiritual de la fe. Me atrevo a hacerte una segunda observación, con sumo respeto, desde luego. ¿Qué buscas en la espiritualidad, experiencia subjetiva o entrega de amor? ¿Te merece la pena una espiritualidad centrada en ti y que no despliegue lo mejor de ti, la capacidad de amar a Dios y al prójimo? 55

En este sentido, el cristianismo resulta extraño, porque considera que lo más espiritual es amar a Dios y al prójimo. Es posible, Amparo, que te parezca poco espiritual, porque eso de amar a Dios y al prójimo te suena a normas y obligaciones. En cuyo caso, tienes toda la razón. Haz la hipótesis de que no se trata de un mandato, sino de la transformación más honda del corazón humano. Los cristianos decimos que la hace el Espíritu Santo derramado en nuestro interior. Así lo dice san Pablo en la carta a los Romanos, capítulo 5. Tienes razón, Amparo, la experiencia religiosa no se aprende con la doctrina, sino en la relación con un Dios personal. ¿Has descubierto esta relación con el Dios de Jesús? Sospecho que has buscado en otras espiritualidades lo que no supimos ofrecerte en la comunidad cristiana.

16. Cuando se cree en Dios a raíz de una crisis, ¿no será sólo una necesidad sicológica? Aritz, hombre de entre 24 y 35 años Puede serlo, efectivamente; pero, en ese caso, Aritz, cuando pasa la crisis, desaparece el interés por Dios. Otra cosa es que la crisis puede ser la ocasión para que la vida aparezca bajo una luz distinta. Si creías que la felicidad está al alcance de la mano, y la crisis te revela la finitud y que no puedes 56

fundamentar el sentido de la existencia en algo caduco, entonces la crisis es un camino que te lleva a la verdad de ti mismo y de Dios. Los filósofos clásicos distinguían entre causa, condición y ocasión. Para A. B., Dios es sólo una necesidad sicológica, porque recurre a Dios para que le solucione problemas de los que él es el responsable. Para B. A., también, porque sus carencias afectivas las proyecta en Dios, alejándose de la relación con otras personas. C. D. ha necesitado experimentar el cáncer para volver a Dios, porque era un autosuficiente. D. C. tenía una nostalgia, a la que no sabía dar nombre. Entró en una iglesia, y sin razón alguna, comenzó a rezar (había dejado la fe hace veinte años). Es demasiado simplista reducir a necesidad lo que pasa en el corazón cuando da paso a Dios, ¿no te parece? En la tradición judeocristiana, Aritz, Dios se manifiesta desde su libertad, en cuanto don de sí mismo. No se niega la necesidad, pero la dinámica es, precisamente, la contraria: a Dios se le conoce cuando y como Él lo quiere. Lo hace siempre por amor, pero no se deja atrapar. Más tarde hablaremos sobre “qué ofrece el cristianismo”. Reflexiona sobre ello para entender esta idea: que el Dios cristiano sólo puede ser percibido como don, no como objeto de nuestras necesidades.

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17. ¿Hace falta creer en Dios para realizarse como persona? Andrés, hombre de 44 años La pregunta es capciosa. Para un no creyente está claro que la persona puede realizarse sin Dios. El verdadero creyente sabe que no puede realizarse sin Dios; pero lo sabe de vuelta, porque se le ha dado realizarse con Dios y en Dios. Subrayo eso de que se le ha dado. ¿Cómo va a negar el creyente lo que ve a diario, a tantos no creyentes que alcanzan plenitud humana sin Dios? Maduros, más solidarios que él mismo, honrados trabajadores, fieles en el amor, entregados... Sin embargo, no puede evitar el dolor que le produce, sobre todo, si son personas queridas, que no conozcan a Dios. ¿Qué es realizarse como persona? Muchos cristianos apelan a principios de su ideología, por ejemplo, que Dios es el fin último del hombre, que sólo Dios puede legitimar que la moral tenga un carácter incondicional, etc. En mi opinión, la persona puede realizarse sin Dios porque Dios no pertenece al orden de las necesidades humanas, ni al desarrollo de sus capacidades. Sospecho que considerar a Dios como necesario está ligado a la cultura en que es imposible pensar la realidad sin Dios. Pero nosotros estamos en una cultura antropocéntrica y secular, en que la persona no necesita de Dios. Que no sea necesario no quiere decir que sea aleatorio. Se puede vivir sin Dios; pero una vez que 58

te has encontrado con Dios, es más que necesario. Pondré un ejemplo: Kepa necesita amar para realizarse, pero no necesita de Miren; una vez que se ha encontrado con que Miren da sentido a su vida, ya no puede realizarse sin Miren. A este tipo de necesidad llamo la necesidad que se da “de vuelta”. Es vital cambiar la perspectiva para plantearse el tema de Dios. Soy creyente judeocristiano, y nuestro Dios, el de la Biblia, es el que sale libremente al encuentro en una historia de amor. Algún cristiano apelará a la famosa frase de san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón no puede descansar hasta que te encuentre”. Es verdad; pero hay que hacer una matización esencial. Un corazón así, que sólo puede descansar en Dios, es un corazón que ha sido ensanchado por Dios hasta hacerse deseo de Dios. En teoría, todo corazón humano es deseo del más, y en ese más, en el horizonte último, está Dios. Sí, lo afirmo como creyente; pero debo quedarme ahí, en el horizonte último de la realización. En la condición humana finita, si Dios no viene a mí a realizarme, puedo realizarme sin Él. Ya ves, Andrés, que la pregunta es embarazosa, y supone un pensamiento bastante complicado. En vez de plantear la cuestión a nivel teórico de grandes principios, me parece que tu pregunta quiere ser práctica, para andar por casa. Mi opinión se puede resumir así: • Efectivamente, la persona puede realizarse sin Dios. Pero no sabe lo que se pierde si cierra el horizonte de realización en el desarrollo de sus capacidades dentro de la finitud que controla. 59

• En vez de discutir sobre Dios como principio absoluto de toda la realidad, me parece mejor el camino que este libro sugiere una y otra vez: ¿por qué no dejarle a Él que se muestre y se acerque a nosotros? En vez de hablar de Dios como un fin necesario del hombre, hablemos del Dios que ha querido ser el gran regalo de nuestra vida. Me parece normal que alguien diga que estoy echando los balones fuera, que hablo desde mi fe. Tiene su parte de razón, sin duda; pero espero comprenda que mi planteamiento exige una racionalidad radical. La cuestión de fondo es la siguiente: ¿cómo pensar correctamente sobre Dios, desde una interpretación del mundo y del hombre, o desde su trascendencia absoluta y su libertad? No se oponen ambas perspectivas, pero el acento es muy distinto. Tal vez el lector esté pidiendo desde ahora que le indique los pasos que tiene que dar para encontrarse con este Dios. Espere un poco, por favor. Otro lector o lectora preguntará: “¿Qué añade Dios a la realización del hombre sin Dios?”. Vayamos por partes, no digamos todo desde ahora. Alguien sacará la conclusión de que, con este Dios, no hay nada que hacer, que sólo cabe cruzarse de brazos y esperar. En efecto, sólo Él toma la iniciativa para manifestarse; pero yo tengo que abrirme y estar dispuesto a acogerlo. Ciertamente, no es cuestión de esfuerzo para alcanzar una meta; pero tengo que aprender a confiar y estar atento a los signos que me da cuando Él se me muestra.

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18. ¿A qué se debe la falta de interés de la juventud actual por la cuestión religiosa? Ana, mujer de entre 27 y 35 años Hay cristianos y cristianas de mentalidad conservadora que juzgan a los jóvenes a los que no interesa la religión desde una perspectiva moral. Les atribuyen superficialidad y egoísmo. ¡Qué fácil, dicen, es vivir sin Dios, sin trabas! Pero tú conoces, Ana, a muchos jóvenes que participan en algunas ONG y que son altamente responsables, a los que Dios no preocupa en absoluto. Lo que les interesa son las personas y el futuro de la humanidad. En mi opinión la ausencia de Dios en las personas es consecuencia de distintos factores, por ejemplo: • Que sus padres, aunque fuesen practicantes, no eran realmente religiosos. • Que no les va una religión tan institucionalizada como la católica. Quieren algo más vivencial y personal. • Que no saben cómo integrar la autonomía individual con la autoridad de Dios. Esta integración exige un proceso no fácil de personalización de la fe. La consecuencia es que la fe no puede ni debe transmitirse como en otras épocas, como herencia 61

de padres a hijos o como parte de la educación. En la Iglesia, hemos de reconocerlo, estamos muy poco preparados para las exigencias actuales de la evangelización. Sin embargo, Ana, te confieso que en esto de la religión me preocupan más los adultos que los jóvenes.

19. ¿El ser de la persona no es acaso Dios? Amparo, mujer de entre 35 y 50 años Creo que esta pregunta tiene que ver con la 5. En cierta corriente del hinduismo, el Advaita, en particular, la espiritualidad es un intento de superación del yo para lograr la unidad originaria del Ser Uno. La diferencia entre esto y aquello, entre yo y tú, sería una ilusión por falta de iluminación de la Verdad. El ser de la persona es Dios, porque sólo es, en sentido propio, Dios, el Todo-Uno. No es éste un libro, Amparo, para meternos en discusiones filosóficas complicadas. Voy a permitirme sólo unas observaciones: • Fuera de las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo), no existe la idea de un Dios personal y creador de todos los seres, anterior al mundo y trascendente. • Según el cristianismo, el hombre no es divino, sino que Dios lo eleva hasta participar en la 62

vida divina por pura gracia, sin dejar de ser criatura. Lo cual implica una historia de amor, único modo de estar unidos en la diferencia. • La persona tiene un valor absoluto, pero no es el Absoluto. Tú sabes, Amparo, que el Oriente se siente incómodo con las categorías de libertad y de amor interpersonal. Habla del ser; pero el ser, en definitiva, es impersonal, aunque no sea material. ¿Puede ser espiritual algo impersonal? El Advaita subraya la grandeza del hombre y enseña un camino en que recupera su ser. Admirable, sin duda. Pero esta imagen del hombre contrasta con la contraria: que no somos más que cuerpo y fruto de la evolución de las especies, sin otro futuro que el polvo. ¿Por qué los humanos nos debatimos entre los extremos, ángeles o bestias? Pienso que la verdad de una religión, entre otras cosas, ha de hacer una síntesis coherente entre la grandeza y la miseria de la persona humana. Hay religiones que subrayan la grandeza del hombre, su dimensión más espiritual y divina; otras resaltan su miseria, el pecado y la necesidad de ser salvados. No sé qué idea tendrás del cristianismo, Amparo, pero a mí me parece que ofrece una visión muy realista: la vocación del hombre es divina; pero realizarla es don de Dios, y para ello hay que hacer un camino. Este camino exige esfuerzo, pero no depende del esfuerzo. La sabiduría reside en la relación con Dios: confiar, esperar, agradecer, pedir.

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VI OFERTAS DIVERSAS DE SABIDURÍA

n otras épocas, en nuestra sociedad, el Dios sobre el que se preguntaba era único, el cristiano, E y el camino, igualmente, el que enseñaba la Iglesia católica. Nuestra sociedad actual es plural en casi todos los campos. En el terreno religioso es evidente: caminamos no creyentes y creyentes de distintas religiones, incluso se desarrollan espiritualidades diversas sin Dios. Todos buscamos sabiduría. Ser sabio no es saber mucho; no depende de la información. Hay expertos en lo que se supone que es el saber sobre Dios, la teología, y tienen conocimientos enciclopédicos, y apenas tienen experiencia religiosa, y con demasiada frecuencia, por desgracia, su teología oscurece la sabiduría del espíritu. La sabiduría tiene que ver con el sentido de la vida, con la experiencia, con la pregunta que atraviesa nuestra existencia: “¿Cómo acertar en la vida?”.

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20. Yo soy poco creyente, pero siempre relaciono la sabiduría con Dios. Conozco personas que saben vivir a fondo y que dan un sentido a la vida sin Dios. ¿Por qué no ser humano y humanista, sin más? Roberto, hombre de 43 años La grandeza de la persona humana reside en que puede dar, libremente, un sentido a su vida. Lo hace según las ideas que tenga sobre el bien y el mal, sobre la vida y la muerte, sobre la existencia o no existencia de Dios; pero es él el que toma la vida en sus manos y se define. Por eso, se puede tener la idea de que Dios existe, pero es muy distinto hacer de Él el camino de la sabiduría. Tu misma pregunta, Roberto, da a entender que crees en Dios, pero que podrías vivir sin Dios, perfectamente, centrando tu vida en una sabiduría humanista que puede tener distintas formas (el cuidado de los tuyos, el ser solidario con los necesitados, la investigación científica, etc.). Sin embargo, ¿por qué relacionas la sabiduría con Dios? ¿Se trata de un resto de la educación recibida, o hay una intuición certera, irreductible? Tendrás que aclararte, Roberto.

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21. Cuando era adolescente, sabía qué era bueno y qué era malo, quién era Dios, dónde estaba la verdad... Ahora, tantos caminos religiosos me desorientan. Estíbaliz, mujer de entre 40 y 50 años Hay muchos y muchas como tú, Estíbaliz. La mayoría de los humanos necesitan vivir con ideas claras y seguras. No soportan dudas respecto a lo importante, a lo que atañe, precisamente, a la sabiduría de la vida. Así en la Iglesia católica, los que se aferran a los dogmas y a las normas, a la autoridad que garantiza su verdad. Pero es una trampa. Cristiano y católico que soy, acepto la autoridad de la Biblia y de la Iglesia, pero no vivo ni de los dogmas ni de las normas, porque mi fe no es un sistema doctrinal, sino una sabiduría de la vida (un poco peculiar, es verdad, como explicaré más tarde). Para ser sabio, hay que hacer un camino personal. Las distintas religiones ofrecen distintas sabidurías, y cuando se las conoce a fondo, son admirables, cada una con sus características. Lo malo es que la mayoría de sus adeptos se adhieren a sus doctrinas y las practican, pero no descubren su sabiduría de vida. Algunas personas la descubren, y son transformadas interiormente. No es extraño que otras intenten encontrar un común denominador, afirmando que las religiones no son más que expresiones diversas de una misma 69

búsqueda de sabiduría, el deseo de la plenitud humana que nunca alcanzamos. Seguramente, Estíbaliz, conoces libros y maestros de espiritualidad que hacen el esfuerzo de releer los lenguajes de las distintas religiones en esa clave de sabiduría común. ¿Conoces, por ejemplo, el movimiento de la New Age? Traduce el cristianismo a la experiencia subjetiva, al desarrollo de la interioridad. Elabora un conjunto de ideas entremezclando religiones orientales y religiones monoteístas. Este sincretismo religioso es profundamente atrayente, porque responde a nuestra cultura de la subjetividad, que se libera de toda referencia objetiva de verdad. ¿Sabes cuál es la consecuencia? No hay otra verdad que mi experiencia; la sabiduría no tiene que ver con Dios, sino conmigo. No es fácil, Estíbaliz, aclararse en este terreno. Por un lado, es innegable que hay muchos elementos comunes de la búsqueda de sabiduría en las diversas religiones. Por otro, las religiones hablan de la realidad de Dios (con nombres y contenidos distintos), y a partir de esa realidad de Dios es como trazan sus diversos caminos de sabiduría, no al revés. Lo chocante es que la fe cristiana no se presente, primordialmente, como sabiduría religiosa, sino como Revelación histórica de Dios. Hablaremos de ello.

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22. Si hay tantos modos de ser sabio, la cuestión de la verdad es secundaria. Pretender un camino que descalifique a los otros no sería digno de la riqueza del hombre. Estíbaliz, mujer de entre 40 y 50 años Me parece que confundes algunas cosas, Estíbaliz. Que hay muchos caminos de sabiduría no quiere decir que la verdad sea secundaria, sino que a los humanos nos cuesta mucho alcanzar la verdad, y no digamos, la Verdad con mayúsculas. Tu razonamiento es típico de nuestra cultura postmoderna, esta exacerbación de la subjetividad, en que lo único que cuenta es mi experiencia. Perdona que sea bruto, Estíbaliz: esa actitud pertenece a un narcisismo adolescente. Ninguna persona adulta considera la verdad como algo secundario. Es comprensible la reacción ante una verdad objetiva, cuando ésta ha sido confundida con el sistema autoritario de las religiones. Pero, exactamente, se trata de una reacción adolescente. Pretender ofrecer la verdad de Dios no tiene por qué implicar la descalificación de los otros. Los cristianos lo hemos hecho, por desgracia. Pero la actitud tolerante tampoco es la última palabra. La cuestión de la verdad permanece. No es la misma la sabiduría del Tao, que la de Krishna, que la del evangelio de Jesús. ¿Se oponen? No; pero son distintas. Es posible que a mí me den igual, porque todas son sabiduría; pero es porque he renunciado de 71

antemano a preguntarme por las diferencias. En el fondo, ya me he hecho a la idea de que son expresiones distintas de lo mismo, es decir, que no hay verdad sobre Dios, sino sólo experiencias subjetivas diversas. Tienes razón, Estíbaliz: la riqueza del hombre es mayor que ninguna religión particular, incluso mayor que todas las sabidurías. Pero olvidas lo más importante: que el infinitamente rico es Dios, mucho más que nuestra variedad humana de experiencias. Ahora bien, ¿si a Dios se le ha ocurrido darnos en Jesús su sabiduría personal, definitiva, eterna? Justamente porque el cristianismo no es sabiduría nuestra, sino don que Dios nos hace de su propia sabiduría, no necesita descalificar a ninguna otra y no puede negar el Don al mismo tiempo.

23. Desde hace un tiempo me atraen más las religiones orientales que la cristiana, precisamente porque me parecen caminos de sabiduría, y el cristianismo, no. Juan, hombre de 38 años ¡Si supieras qué bien te entiendo, Juan! También yo tuve la tentación de sustituir la fe por la sabiduría. 72

La fe parece adhesión sumisa a una palabra externa de una autoridad. La sabiduría es camino de crecimiento personal. Así es, hasta que descubres que la fe cristiana consiste en participar de una historia increíble de amor, la que Dios inició con Abrahán, alcanzó su plenitud en Jesús y ahora se actualiza en la Iglesia. La fe es la luz interior, por la que se te da ver en los acontecimientos, testimoniados en la Biblia y celebrados en la comunidad cristiana, la realidad de Dios autocomunicándose. La fe cristiana, ciertamente, es sabiduría, Juan, pero de otro modo: • Experiencia real de Dios, sin duda. • Fundamento de sentido, nada menos que el amor de Dios entregado en Cristo Jesús. • Camino de realización de la persona humana al modo de Jesús y su Evangelio. • Proyecto de transformación del mundo según el proyecto del Padre, anunciado por los profetas y puesto en marcha por Jesús, su Mesías. Cuando hablamos de sabiduría, Juan, el camino es el nuestro desde nosotros; cuando hablamos de la sabiduría de la fe, el camino es Jesús, verdad y vida del hombre, don de la libertad y del amor de Dios a los hombres. Podrás creértelo o no; podrá parecerte prepotencia o no; pero no elegimos nosotros el camino que Dios elige para nosotros. 73

VII QUÉ OFRECE LA FE CRISTIANA

El título de este apartado no nace de ninguna pregunta explícita; pero al entrevistado le ha parecido importante ofrecer una visión de conjunto, que subyace como respuesta a muchas preguntas.

1. La fe cristiana ofrece una historia “Aunque os lo cuenten, no lo creeréis”, decía el profeta. En nuestra pretensión de ser Dios, los humanos introdujimos el pecado y la muerte en nuestra existencia. Con formas innumerables: angustia de la finitud, incapacidad de amor desinteresado, deterioro de las relaciones interpersonales, injusticia y violencia... Pero Dios no nos abandonó a nuestra suerte. Fiel y misericordioso, se propuso restaurar su creación primera, y lo hizo a través de una historia sorprendente: eligiendo a un pueblo, que debía ser el signo de su amor eterno. Momentos espléndidos de su iniciativa salvadora: liberación de Egipto, alianza en el Sinaí, don de la tierra, elección de David, reforma de Josías, vuelta del destierro... Lo que él hacía debía pasar siempre por la libertad de Israel, la fidelidad de sus representantes y la respuesta agradecida del pueblo. Esta historia fue profundamente dramática; refleja con claridad las dificultades y resistencias que todos los humanos ponemos a su amor. Pero Dios se empeñó, una y mil veces, en educar el corazón y la conducta de sus elegidos. 77

Cuando se conoce esta historia, el Antiguo Testamento, no se puede evitar la sensación básica de fidelidad de Dios y de cerrazón incomprensible de Israel, es decir, de toda la humanidad. Hasta que llega Jesús, el bienamado, el Mesías que venía a cumplir lo anunciado por los profetas. Lo lógico hubiese sido que “el esperado” fuese creído y acogido. Pues no: el conflicto se exacerbó hasta el extremo. Rechazado y crucificado. Lo que jamás hubiésemos imaginado es que Dios, su Padre, lo iba a resucitar de entre los muertos, y así, cabalmente, iba a recrear la nueva humanidad, deseada y soñada durante siglos. Sin embargo, este comienzo nuevo no fue por un golpe de fuerza mágica. Lo hizo reuniendo a un grupo de discípulos, tan torpes e incrédulos como todos, a los que encomendó contar esta historia a toda la humanidad, y a los que ha prometido guardar fielmente hasta el fin de los tiempos. El último acto de esta historia será su segunda venida, como juez de vivos y muertos, cuando la humanidad entera sea emplazada ante su amor, revelado desde la creación del mundo. Los lectores y lectoras que tengan raíces cristianas de su infancia han leído sintéticamente cosas que les recuerdan la vieja “historia sagrada” y el credo cristiano. Es probable que se sientan desconcertados, porque dan por hecho que se trata de leyendas. Los que no tienen raíces cristianas se sentirán del todo extraños a esta historia. Todos deben saber que la fe cristiana encuentra su identidad aquí. Puedes creerte o no esta historia; pero tiene testigos. La Biblia, el pueblo de la antigua alianza y el pueblo de la nueva alianza lo corroboran. 78

Esta historia ha sido escrita de un modo peculiar, no científico; pero no puede ser reducida a mito (lo explicaremos en la parte XI). Si se te da creer en esta historia de amor, a la medida del corazón de Dios, disponte a cambiar radicalmente tu visión de Dios, del hombre y del mundo. Lo que no sospechas es la luz que se te regala.

2. La fe cristiana ofrece a Jesús Lo que dice la fe cristiana de Jesús es tan escandaloso, que no es extraño que se intente, incluso entre teólogos, evitar el conflicto que plantea a la razón humanista e incluso religiosa. Hace años, en una charla a universitarios, hablé yo de la centralidad de Jesús. Recuerdo la objeción de una chica que estudiaba biología: “¿Cómo puedes pensar que, en un punto del espacio y del tiempo, se concentra el cosmos y la evolución de las especies? Jesús no es más que una mota de polvo en el devenir del mundo y de la humanidad”. La respuesta que le di le desconcertó: “Tú has asistido a un concierto de un grupo de rock. Según me han dicho, estuvisteis unos 7.000 jóvenes. Dime si había 7.000 cuerpos, o si el cuerpo de tu novio concentraba el mundo”. Pensamos desde lo universal, consideramos como real lo que es universalizable; pero el judeocristianismo piensa que lo concreto contiene lo universal. Su clave es el amor, y su se79

creto, pensar desde la libertad del amor de Dios, que se manifiesta como absoluto en lo histórico contingente. No es problema pensar que Jesús es maestro de humanidad y una alta realización del hombre. Pero decir que es el enviado de Dios para transmitir la palabra de Dios y llegar nosotros a ser así, personas en plenitud... No es problema adherirnos a su causa, el primado de la persona sobre la ley, la promoción de los desfavorecidos, purificar la experiencia religiosa de su formalismo. Pero aceptar que su muerte es redentora, y que no hay salvación sin Él... No es problema afirmar que en Jesús se manifestó luminosamente lo divino, como en Buda o en Sankara. Cabe incluso aceptar que Jesús es un avatar de Dios, como Krishna. Pero adorar a este judío como el Hijo eterno y personal de Dios, de tal modo que sólo Él es la encarnación viva de Dios... No es problema aceptar que Jesús alcanzó la unión con la Divinidad hasta lograr una existencia que trasciende el espacio y el tiempo. Pero creer que estaba muerto y sepultado y que Dios lo resucitó y le dio su propia gloria divina, de tal modo que es el Señor de la historia, mi Señor, es decir, que yo le entrego mi vida a Él, el hijo de una aldeana buena de Nazaret, ahora, en el siglo XXI, afirmando que está vivo y que me ha salido al encuentro... Por eso, de Jesús se apropian todas las sabidurías humanistas y religiosas; pero todos intentan lo mismo, reducirlo a símbolo de nuestros sueños e ideales. La fe no hace de Jesús un símbolo. La fe es 80

adhesión y pertenencia, que concentra toda sabiduría y todo amor en Él, todo sentido de la existencia y toda realidad en Él. En la historia del cristianismo, por desgracia, esta concentración en Jesús, “camino, verdad y vida”, ha servido para descalificar a otros maestros humanistas y religiosos. Lo cual es injusto y, además, supone pensar poco y mal de Dios. Dios Padre es más que Jesús, y sus caminos para conducirnos a Él, incontables; pero sólo Jesús es la revelación definitiva de Dios; es más, todos los otros caminos se derivan de Jesús, aunque no tengan relación explícita con Él y aunque sea rechazado. Evidentemente, lo sé por fe y por el testimonio del Nuevo Testamento.

3. La fe cristiana ofrece una Iglesia “Con la Iglesia hemos topado”, dirá más de uno. Soy consciente de la problemática actual de creyentes y no creyentes sobre la Iglesia. A esto dedicaremos la parte XX de este libro. Pero aquí es necesario señalar el don que es la Iglesia, si se quiere saber qué ofrece la fe cristiana. De la Iglesia apostólica he recibido la Buena Noticia. Ella me ha contado la historia de la salvación, quién es el Dios de Moisés y los profetas, el Padre de Jesús... Me ha dejado la Biblia para que nunca me olvide de esta historia de amor, sin la cual estaría a merced de la muerte y la desesperación. 81

Con la Iglesia, celebro la Eucaristía. ¡Qué pasa para que para tantos creyentes sólo sea una obligación semanal o un rito social, ligado a ciertas fiestas o a funerales! Por la Eucaristía, sé lo realista que es mi fe: • Que el cuerpo entregado y la sangre derramada no son un recuerdo, sino Presencia, y además, comida y bebida. • Que la nueva humanidad es posible, a pesar de todo, pues a la Eucaristía vamos con lo que somos (preocupaciones, miserias, pecado, miedos), pero Él nos une con un amor que vence a la muerte y al pecado. No cambia nada, y todo es distinto. Muchas veces pienso que, si un no creyente escucha y ve lo que decimos y hacemos en la Eucaristía, diría que estamos locos. Y tiene razón, porque el que está loco es mi Dios, que sigue dándose siempre y de manera inagotable. ¿Qué le pasa a Dios? Leo la Biblia, lo celebro en la Iglesia, y efectivamente, ¿qué le pasa a Dios, que no cabe en sí mismo? ¿Estoy justificando lo no justificable de la Iglesia? De ningún modo. Lo que pasa es que lo que se me da en la Iglesia es tan grande e inaudito que me desborda. Me sigue admirando y sorprendiendo cada día cómo estas riquezas permanecen y coexisten con una organización autoritaria y machista, con la connivencia con el poder, con el abuso de poder en las conciencias... Con los años, he podido dar la vuelta al escándalo que me producía la Iglesia. ¿Por qué Jesús eligió a discípulos tan torpes, ambiciosos, cobardes? 82

La respuesta me parece un regalo de humanidad y de fe: porque, a través de esta Iglesia, no otra, Dios me revela que tal es su modo de amar, gratuito e incondicional. Lo diré a lo bruto: cuando me escandalizo de la Iglesia, me escandalizo del amor de Dios.

4. La fe cristiana ofrece la salvación La imagen que de la persona humana se hace el cristianismo es de máximo realismo. Por una parte, se complace en sus capacidades para dominar la naturaleza (ciencia y técnica), en su anchura de pensamiento hasta el infinito, en su deseo de trascendencia, en su conquista progresiva de una ética de la igualdad y de la solidaridad, en su libertad y dignidad... Por otra parte, ¡cuánta miseria! Libertad esclavizada por el egocentrismo radical, incapacidad para el conocimiento real de Dios, necesidad de dominar al otro, sentido como amenaza, miedo a la muerte, ética siempre condicionada por el interés... ¡Qué cerca siempre la grandeza y la miseria del hombre! Sobre todo, imposible autoplenitud. Para el cristiano es evidente la necesidad de que la salvación venga de fuera. Desde el momento en que hemos conocido quién es el que nos salva y cómo lo ha hecho, no sentimos dicha necesidad como humillante. Nos ha salvado haciéndose uno de nosotros, experimentando nuestra misma 83

condición humana. Descubrir nuestra verdad y sentirnos amados a un tiempo, nos hace vivir la salvación con agradecimiento gozoso. La salvación abarca dos dimensiones: • Por la primera, Dios en Cristo nos posibilita liberación y desarrollo de lo que nuestras capacidades no alcanzan. Son tantas: paz transicológica, perdón de los pecados, experiencia del amor incondicional, fundamentación de sentido, capacidad para amar, iluminación sobre la verdad del hombre, nuevo conocimiento de Dios, liberación de la muerte... • Nunca hubiésemos soñado la segunda: que Dios nos eleva hasta darnos su propia vida divina. Autorrealización en cuanto cristificación. Libertad en cuanto filiación. Amor en cuanto comunión del Padre y del Hijo. Somos criaturas y participamos de la gloria de Cristo resucitado. Nuestra salvación es vida de Dios en Dios. ¿Quién es este Dios que hace tales cosas? Lo extraño (para muchos, escandaloso) es que esta salvación no satisface nuestros deseos infantiles de poder y de felicidad inmediata. Se nos da con nosotros y contra nosotros. Nos pide entrega libre; pero es obra suya, sólo suya. Es real, pero sólo se percibe mediante la fe, la esperanza y el amor. Israel (todos nosotros) esperaba una salvación a la medida de sus fantasías. Llegó a la medida de Dios: el amor crucificado, la resurrección y el don del Espíritu Santo. ¿Por qué nos parece tan poco? 84

5. La fe cristiana ofrece sabiduría La sabiduría se refiere al modo de vivir la existencia. Señalaré algunos rasgos significativos de la sabiduría cristiana: 1) Agradecimiento humilde y gozoso, sentimiento fundante, fuente permanente del corazón. 2) Lucidez: lo que importa no es qué se hace, ni siquiera cómo, sino desde dónde. Por eso, la vida cristiana no consiste ni en oración, ni en acción, ni en pasión, sino en creer, esperar y amar en obediencia a la voluntad del Padre. 3) Paz. Cada día la estrena el cristiano al sentirse amado por gracia y poder abandonarse confiadamente en manos de Dios. En cuanto intenta controlar la existencia, la pierde. Cada día le maravilla cómo esa paz se compagina con la turbación sicológica y las tendencias egocéntricas. 4) El cristiano vive de dentro afuera y sabe que el secreto está en la relación con Dios, que no necesita tiempos ni lugares especiales. Cultiva esta relación como vida que le da vida, vida que lo transforma y le hace estar en la existencia con ojos nuevos. 5) Sin amor todo es nada: ni las experiencias espirituales más elevadas ni la generosidad ética más heroica. 85

Tiene órganos especiales para percibir lo esencial del amor. Pero en ningún momento olvida que es don de Dios. 6) No tiene explicación para lo que le pasa; pero no puede negarlo: • Cada vez se ve más pecador y cada vez tiene más paz. • Cada vez es más responsable y cada vez necesita menos controlar la existencia. • Cada vez es más libre y cada vez se posee menos a sí mismo. • Cada vez es más lúcido sobre la condición humana y cada vez es más niño. 7) Conocimiento interior de la Biblia. ¡Qué Dios descubre en ella! Los evangelios le resultan inagotables. La persona de Jesús, don de los dones del Padre... Un libro tan antiguo y tan actual, siempre nuevo. Ahora sabe que la Biblia es realmente palabra de Dios y que su luz es única, en cuanto se entrega a ella en obediencia de fe. 8) La Iglesia, que antes le creaba tantos conflictos, ahora se le ha hecho ámbito privilegiado para ser él mismo. No ha perdido sentido crítico; pero los conflictos, por fin, están resituados, y lo que antes era barrera, ahora se le ha hecho camino. Especialmente, cuando celebra la Eucaristía, lo más personal lo siente enraizado, vivificado por la Iglesia. Es que ya no vive de sí, sino del Don celebrado y creído en la Iglesia. 86

6. La fe cristiana ofrece una ética Es conducta y más que conducta. Bastaría leer Mt 5–7, el famoso “sermón de la montaña”. La ética cristiana se inspira directamente en la persona de Jesús. Antes que ley, es un estilo de ser y actuar. Las bienaventuranzas del evangelio de Mateo lo describen. Quien las ha vivido es Jesús: • Espíritu de pobreza y abandono de fe, en uno. • Opción por la no violencia, pero sin inhibición alguna. • Pacífico, pero implicado con obras y con sufrimiento. • Limpio de corazón y lúcido, a un tiempo. • Esperanza que lucha y esperanza que no depende de los resultados. La ética cristiana se caracteriza por la dinámica del más. En algunos suscita voluntad ideal de perfección. En otros, sospecha. ¿Cómo se puede mandar que seamos perfectos como Dios? Sin embargo, la ética del más no se alimenta de voluntarismo. Es llamada. ¿Qué es la ética cuando es llamada? • No se fundamenta en el propio esfuerzo, pero implica una decisión que compromete a la persona entera. • Requiere sabiduría para mantener el ideal y para respetar el proceso de transformación personal. 87

En la ética cristiana, hay referencias cruciales: • Amor preferencial y opción por los últimos. • Vigilar la mirada al prójimo, cuando nosotros tendemos a juzgar y condenar. • Reivindicar la justicia, pero saber que la transformación del corazón está en la capacidad de perdonar y amar gratuitamente, al estilo de Dios. • En lo material, primado de Dios, no asegurar la existencia. En la ética cristiana, el acento va en las actitudes, pero teniendo muy claro que no brotan de buenas intenciones, aunque adquieran formas espirituales. El criterio de verdad es la realización efectiva del bien obrar. La ética cristiana asume la tradición de los diez mandamientos del Antiguo Testamento; pero se inspira en Jesús, que los concentró en el amor a Dios y al prójimo. Hoy necesitamos releerlos en su trasfondo humanista; pero necesitamos especialmente que la luz del corazón nos guíe cada día en el trabajo y en la convivencia.

7. La fe cristiana ofrece una misión ¿Podríamos acaso ocultar la Buena Noticia debajo del celemín? Lo que hemos recibido gratis, hemos de darlo gratis. “¡Ay de mí si no evangelizara!”, decía san Pablo. 88

A muchos cristianos y cristianas les cuesta entender que el don de la fe no nos pertenece, y que hemos sido elegidos para que les llegue a los demás. No es una causa la que llevamos adelante, aunque sea la mejor de todas. Es un servicio de amor. Creernos superiores a los demás sería desvirtuarlo de raíz. Cuando la ofrecemos, tenemos que tener claro: • Que la persona está por encima de la fe, y que la misión, por lo tanto, comienza por discernir cuál es el camino del otro, que quizá no sea el mío. • Que mi misión consiste, nuclearmente, en darle paso al Señor, y por eso, en ser fiel a la Palabra que se me ha encomendado. Es normal que muchos no cristianos, cuando oyen hablar de misión, se sientan invadidos, amenazados por un mensaje que no han elegido. Lo cual nos exige mayor discernimiento a nosotros, los enviados: • Respetar la autonomía del otro. • Pero saber que es Dios, no yo, el que le ofrece la Buena Nueva de Jesús. • El cuándo y el cómo dependerá del proceso de búsqueda y de experiencia del otro. A través de la misión se realiza el Reino, el señorío del Resucitado. Para ello, la referencia esencial la tenemos en la misión realizada por Jesús, tal como nos la describen los evangelios. 89

Galilea representó la realización del Reino como había sido anunciado por los profetas. Expulsar demonios, curar enfermos, perdonar pecados, liberar de la ley, promover una nueva humanidad, mostrar el amor del Padre, llamar a la fe, promulgar la ética correspondiente, todo ello entraba en el mismo lote, la voluntad creadora y salvadora del Padre. La comunidad cristiana no deberá olvidarlo nunca: la misión evangelizadora implica la liberación integral; humanizar y suscitar la fe en Jesús, Mesías y Señor, van de la mano. La misión cristiana es espiritual y material, privada y pública al mismo tiempo. Sin embargo, tampoco debe olvidar que el estilo mesiánico de Jesús fue desconcertante. Respondía al deseo, a las aspiraciones de plenitud de Israel (en Israel estamos todos nosotros); pero no implantó un gobierno teocrático que garantizase la solución de los problemas humanos. El Reino no llegó suprimiendo la condición humana. Al poco tiempo, el rechazo al mesianismo de Jesús obligó a éste a un giro radical: el Reino iba a llegar a través del sufrimiento, del amor redentor, que asumía el fracaso y el pecado. La misión cristiana ha de recorrer las dos fases: la de los signos de eficacia salvadora (Galilea) y la de la entrega sacrificada sin eficacia aparente (Jerusalén).

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8. La fe cristiana ofrece esperanza La esperanza cristiana es peculiar. No es una esperanza en el vacío, tiene motivos y signos que la apoyan. Los signos han sido descritos en el punto 4, cuando hemos hablado de la salvación realizada. La esperanza cristiana mira al futuro. Tiene certezas que nacen de la fe: • Que Dios conduce y conducirá la historia hacia la plenitud, aunque sea a su modo. • Que nada está perdido (ningún sufrimiento, ninguna injusticia, ningún sinsentido), pues está guardado en el corazón del Padre y tiene como referente a Jesús crucificado. • Que resucitaremos con nuestro cuerpo a la vida eterna, por y con Jesús, para ser felices en comunión con Dios, cara a cara. • Que el juicio definitivo de Dios, al final de los tiempos, nos revelará sus admirables designios de salvación sobre cada uno y la humanidad entera, que su justicia dará a cada uno lo suyo y su misericordia brillará con luz inmortal. ¿Hay quien dé más? ¡Qué Dios tenemos!

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Entiendo que las páginas de esta parte sobrepasen a los lectores que están buscando y se hacen preguntas que tienen que ver, casi siempre, con dificultades para creer cabalmente. No importa. Toda búsqueda necesita un horizonte. Y mi experiencia de cristiano me dice que la mayoría de los creyentes y no creyentes no tienen mucha idea del cristianismo.

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VIII ¿ES POSIBLE CONOCER A DIOS?

24. ¿Por qué la gente cree en algo que no se ha demostrado? Penélope, mujer de entre 30 y 45 años No sé, Penélope, si confías en que te demuestre la existencia de Dios. Desde ahora me adelanto a decirte que no es posible. Voy a ser directo: si se demostrase científicamente la existencia de Dios, no sería Dios. Cuando Gagarin, el primer astronauta, dijo que en el espacio no había visto a Dios, demostró su estrechez de pensamiento. Para demostrar la existencia de algo o alguien no visible, lo que hacemos es fabricar y utilizar instrumentos que prolonguen nuestra capacidad normal de detectarlos. La demostración requiere el espacio y el tiempo, pues ninguna realidad puede ser verificada si no entra en dichas coordenadas. Así funciona la ciencia. Se demuestra la existencia de las moléculas porque hemos fabricado instrumentos que las pueden verificar, aunque no las veamos con nuestros ojos. Ahora bien, ¿puedes verificar la belleza de una obra de arte? Se puede verificar la longitud de onda y la frecuencia de los sonidos del concierto para clarinete de Mozart, pero su belleza, siendo real, no tiene espacio ni tiempo. Dios, por definición, no tiene ni espacio ni tiempo; por eso nunca podrá ser demostrado. Algunos creyentes recurren al esquema científico de “antecedente y consecuente”. Según avanzamos en el conocimiento del origen del mundo, 95

llega un momento en que el antecedente primero es el big-bang. La lógica exige que también éste tenga su propio antecedente, Dios, primera causa, principio sin principio. Pero el argumento es falaz. Porque si Dios fuese el antecedente del big-bang, pertenecería al mismo orden de realidad que el bigbang; no sería Dios; a lo sumo, sería el primer arquitecto del mundo. El principio sin principio no es antecedente, sencillamente porque no es el primer fenómeno que explica el segundo. La creación no es antecedente de un consecuente, sino el acto de Dios que trasciende absolutamente el espacio y el tiempo. Crea el espacio y el tiempo, y por ello, está más allá de la relación de antecedente y consecuente. ¿Entonces, qué, la existencia de Dios es sólo una creencia subjetiva, sin base racional? No. Hay que descubrir una racionalidad distinta de la científica. ¿Cuál? La filosófica, la que puede pensar la realidad sin espacio ni tiempo. Lo difícil, lo sé, Penélope, es pensar así. Nos imaginamos el acto creador de Dios, y en cuanto lo imaginamos, entra en el espacio y el tiempo, con lo cual bloqueamos el pensamiento que trasciende el espacio y el tiempo. Si el acto creador de Dios trasciende el espacio y el tiempo, ¡cuánto más Dios mismo! Prescindamos de la explicación del origen del universo. Formulemos un pensamiento más radical: ¿por qué existe el ser y no la nada? La pregunta es racional; pero presupone la percepción de la realidad “trascendentalmente”; es decir, por referencia 96

al ser, no al modo en que se manifiesta. Si la existencia del mundo nos parece eterna y absoluta, no hay Dios. Pero si la existencia del mundo es contingente, es decir, que no tiene razón absoluta de ser, entonces la razón se ve obligada a postular un fundamento absoluto, no contingente, de ser. He dicho que la razón postula, no demuestra. ¿Qué es postular? Que nuestra razón se mueve por principios, sin los cuales la realidad le resulta ininteligible. También las ciencias postulan que un fenómeno ha de tener un antecedente que lo explique. En consecuencia, ¿la existencia del mundo sería ininteligible sin Dios? Todo depende de la radicalidad del pensamiento. No todos alcanzan un pensamiento “trascendental”. Digamos, al menos, con coherencia racional, sin apelar a la fe, que la afirmación de la existencia de Dios no es irracional, aunque no sea científica. ¿Podríamos decir que es más que razonable para el pensamiento filosófico radical? Sin embargo, Penélope, dirás con toda razón que un postulado racional no mueve a nadie a buscar a ese Dios invisible, absoluto y trascendente. En efecto, las religiones han nacido por otra vía, la de la experiencia de una Presencia, de lo que algunos pensadores han llamado el encuentro con “lo sagrado”. ¿En qué consiste esta experiencia? Hay que hacer un rodeo: personas que perciben que su ser está sustentado más allá de sí, en un Tú que sienten como fundamento absoluto de la realidad. Esta experiencia es previa a todo razonamiento y se manifiesta como vida transformante. 97

Algunos la formulan como Dios personal; otros, como Energía primordial; otros, como Ser innombrable. Los ateos buscan una explicación racional a dicha experiencia: desamparo existencial, fantasía infantil de omnipotencia... Pero los que la tienen nunca se sienten identificados con semejantes explicaciones. Más, tales personas tienen una capacidad de vivir lo humano que es lo contrario a lo que las explicaciones racionales postulan. Entre mis 19 y 20 años, cuando tuve una crisis grave de fe, motivada por la filosofía, me acordaba de mi madre: “Sí, tengo todos los argumentos para negar la existencia de Dios, menos uno, lo real que es Dios para mi madre”. Y para ella, Dios no era una creencia ideológica, sino Alguien viviente. Hay que apelar a un tipo de pensamiento que no puede ser racionalizado para hacer ver que la experiencia religiosa es tan originaria como la científica o la filosófica. A nadie se le ocurre discutir que el momento en que percibo al otro como significativo para mí es perfectamente real, aunque no pueda ser objetivado científicamente ni filosóficamente. Es cosa curiosa que todas las experiencias que dan sentido a la vida son reales, pero no pertenecen a la racionalidad de lo demostrable. Que el otro tenga dignidad inviolable de persona es percepción real, pero no lo puedo demostrar. Ahora viene la respuesta en forma de pregunta implicativa: ¿la percepción de dicha Presencia es objetivamente neutral, o requiere una actitud personal de apertura al Misterio, a lo no controlable? 98

El libro bíblico de la Sabiduría, en su capítulo 1, dice lo siguiente: Amad la justicia los que regís la tierra; pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero. Lo encuentran los que no exigen pruebas y se revela a los que no desconfían. Los razonamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, sometido a prueba, pone en evidencia a los necios. No se me pasa por la cabeza, Penélope, que los que no creen en Dios son malos, orgullosos, autosuficientes. Tengo amigos y amigas, excelentes personas, que por diversos motivos no creen en Dios. El texto bíblico nos dice que no cabe conocimiento real de Dios sin implicarse personalmente en la búsqueda. Dios es una realidad que atañe al sentido de la existencia. Buscar en Dios una explicación del mundo no es el mejor camino para encontrarle. Pretender demostrar científicamente su existencia puede ser el mejor camino para ser ateo. Un libro como éste se presta a alimentar este equívoco: primero hay que demostrar la existencia de Dios; luego, cómo se llega a tener la experiencia de Dios; mientras tanto, para tener dicha experiencia, hay que aclarar dudas y superar dificultades... Como si el encuentro con Dios fuese fruto de un proceso que nosotros controlamos. El título del libro sugiere este camino. Lo aclararemos en el epílogo. Me adelanto a decir que la experiencia religiosa normalmente requiere un proceso previo, consciente o inconsciente, pero no es procesual. Muchas personas 99

la tienen cuando menos la esperan y sin pasos que la preparen. Lo cual no quiere decir que sea arbitraria. Es originaria, no se deriva de algo anterior, y menos de un proceso de racionalización.

25. En unas charlas sobre religión, oí que no se demuestra a Dios, porque Él se muestra. No lo entendí. Antonia, mujer de 42 años No es fácil entender, Antonia, que Dios se muestra. Hace falta haber experimentado lo real que es. Pero si nuestra experiencia de lo real es sólo lo que podemos comprobar físicamente, imposible. La filosofía, lo hemos visto en la pregunta anterior, vislumbra lo real metafísicamente, más allá del espacio y el tiempo, pero es algo tan abstracto, tan elaborado mentalmente, que no interesa de verdad. El camino de la experiencia religiosa se presenta como experiencia real, como Presencia misteriosa que atañe a lo íntimo de la persona. Hay que hacer un proceso de experiencia, y a posteriori se comprueba qué fuerza de verdad y de liberación contiene. Podríamos hablar aquí de que Dios se muestra y que no es fruto de una conquista desde nosotros. En este punto, revelación de Dios e iluminación interior se interrelacionan. 100

Pero me imagino, Antonia, que el conferenciante al que oíste era un cristiano. Para mí, que lo soy, este camino es el más directo: Dios, totalmente Otro, que habita en la luz inaccesible, ha querido revelarse en una historia particular, la de Israel y la de Jesús, haciéndose máximamente Tú para mí. Anota este matiz: no se trata de la experiencia religiosa de “revelación” del Misterio, sino de acontecimientos históricos, en los que Dios interviene personalmente y se pone libremente en relación con nosotros, porque quiere hacer una historia de amor, y para ello elige a los que Él quiere. Sólo en el judeocristianismo se habla, estrictamente, de revelación histórica de Dios. Ya lo sé, Antonia, es cosa de locos. El camino filosófico es plausible, si se radicaliza el pensamiento y alcanzamos a pensar “trascendentalmente”. El camino religioso es plausible si lo Divino toca el corazón humano en su apertura radical al Absoluto. Pero hacer la hipótesis de que a Dios, el absolutamente otro, se le haya ocurrido venir a nuestra historia humana, allí en el Próximo Oriente, y llamar a Abrahán y a Moisés, y comprometerse con amor de alianza con Israel, y que, al cabo de los siglos, nos haya enviado a su Hijo para realizar su plan de salvación sobre la humanidad, y que en su muerte trágica se ponga en juego el destino de cada uno y de todos los hombres y mujeres, y que lo haya resucitado de entre los muertos para ser el Señor de la historia... Pero es así como el judeocristianismo ha dado razón de sí, a partir de una historia determinada, que depende totalmente de la libertad soberana de 101

Dios. Si descartas esta historia como ilusión, la fe cristiana no tiene identidad propia. Si aceptas la posibilidad de que sea real, sólo podrás comprobarlo de vuelta, si haces la aventura de ver y escuchar lo que ocurrió en Palestina, y más en concreto, si te acercas a esta persona que se llama Jesús de Nazaret. Una observación importante: esta historia en que Dios decide mostrarse, tiene como presupuesto la experiencia religiosa, que la existencia humana se fundamenta más allá de sí, ante el Absoluto. Tal es el subsuelo de la fe judeocristiana. Pero la fuente de su identidad, como hemos dicho, adviene por voluntad misericordiosa de Dios. Éste toma la iniciativa en un tiempo y espacio particulares. No se discute con la libertad del amor de Dios entregándose a nosotros. Ahora puedes entender, Antonia, lo que hemos contado en la parte VII («Qué ofrece la fe cristiana»). Qué consecuencias trae esta historia a las religiones, y al humanismo, e incluso a la filosofía, lo trataremos más tarde. Pero hay que partir siempre de que el cristianismo no niega la experiencia religiosa humana. Al revés: la presupone como plataforma. Dios se muestra históricamente, porque, previamente, la persona es capaz de relacionarse con Él y escucharlo cuando Dios quiere dirigirle su Palabra.

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26. ¿Por qué se relaciona a Dios con la figura masculina? Jorge, hombre de 46 años Supongo, Jorge, que te refieres al Dios judeocristiano de nuestra cultura, ya que hay religiones en las que la figura primordial es femenina. Está claro, Dios tiene figura masculina porque la Biblia nace en una cultura patriarcal. Sin quitar un ápice a lo que acabo de formular, déjame hacerte algunas puntualizaciones. En primer lugar, que el Dios de la Biblia, a diferencia de todas las religiones de su contexto sociocultural, no tiene sexo. Lo cual es inaudito. Más, en el Antiguo Testamento Dios prohíbe hacer imágenes de Él. Está en juego su trascendencia, que Él no está hecho a nuestra imagen y semejanza. Esta paradoja me obliga a hacerme esta pregunta: ¿qué sentido puede tener un Dios sin sexo cuyo lenguaje primordial sea patriarcal? La sicología del inconsciente nos dice que las imágenes afectivas tienen un contenido principalmente simbólico y relacional. Padre, en consecuencia, no sería una imagen sexista, opuesta a madre, sino un símbolo que intenta expresar la relación con alguien que tiene autoridad y nos da vida. De hecho, todavía hoy, en nuestra cultura, no es lo mismo llamar a alguien madre o padre. “Madre” expresa confianza radical, seguridad sin amenaza, relación afectiva sin conflicto. “Padre” expresa amor incondicional, pero que pone límites. Implica la integración posi103

tiva de amor y conflicto en la relación interpersonal. Si dejamos a un lado la perspectiva sexista, no es problema llamar primordialmente a Dios “Padre”, como lo hizo Jesús. Con todo, el intento del feminismo de incorporar a la relación con Dios la imagen materna me parece legítimo y necesario.

27. Un amigo me dice que se ha encontrado con Dios. Es una persona muy normal, no está loca; pero no sabe explicármelo. ¿Me podrías explicar qué significa eso? Domingo, hombre de 34 años ¿Puedes tú, Domingo, explicarle a un ciego los colores, o a alguien que nunca se ha enamorado el enamoramiento? Usamos las mismas palabras para realidades muy distintas. Ayer te encontraste con un amigo. A Dios no se le encuentra de igual manera; pero es la mejor palabra para decir que has estado con un tú vivo. Supongo, además, que la experiencia de tu amigo fue inesperada, imprevisible. A mí me ocurrió igual, con Dios, a los 22 años. A veces es algo puntual, que ocurre en unos segundos y desaparece. Otras veces te cambia la vida entera y se te traduce en una relación que permanece. 104

Cuesta entenderlo, porque intentamos imaginar el encuentro con Dios como una experiencia similar a las que conocemos. No olvides, Domingo, que la experiencia, en cuanto sentimiento, es secundaria; lo importante se da en la relación; Él es percibido mediante la fe. La experiencia es variable; queda siempre la certeza interior de que Él es real. ¿Cómo es posible? Te va a extrañar lo que voy a decirte: Dios quiere y puede comunicarse con nosotros personalmente. ¿Lo vas a negar porque nunca te has encontrado con Él? Negar la posibilidad sería un prejuicio, el típico de una mentalidad que sólo considera real lo que puede ser verificado científicamente. Una advertencia: a ti no te toca planear cómo Él te va a salir al encuentro. Tú confía. ¿Te atreverías a rezar como Carlos de Foucauld: “Señor, si existes, revélate a mí”?

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IX ¿ES QUE DIOS INTERVIENE?

28. En una cultura científica no se puede recurrir a la intervención de Dios para explicar lo que sucede. ¿Por qué la fe habla de “providencia”? Enrique, hombre de 30 años Comencemos, Enrique, por explicar el concepto de “providencia”, pues supongo que muchas personas no tendrán una idea clara. Según el diccionario, “providencia es la previsión y cuidado que Dios tiene de sus criaturas; presupone que Dios es considerado como gobernante del mundo”. Concepto típicamente judeocristiano. Que Dios gobierne el mundo es una idea intervencionista de Dios, que parece oponerse a la ciencia. Ésta ha avanzado, cabalmente, prescindiendo de la intervención de un poder sobrenatural. Los fenómenos se explican sin Dios. A muchos creyentes les resulta difícil integrar la ciencia y la fe. Para ello buscan distintas soluciones: • Dios interviene en lo espiritual, no en lo material. La consecuencia es la disociación entre lo material y lo espiritual. En mi opinión, el remedio es peor que la enfermedad: porque si Dios interviene en lo espiritual, ¿dónde queda la libertad (pregunta siguiente)? • Dios no interviene. Sólo da sentido trascendente a lo que tiene explicación inmanente, sin recurrir a fuerzas superiores. 109

En cuyo caso, no hay historia real de salvación, sino sólo interpretación religiosa de la historia. Deísmo camuflado: Dios sería el primer relojero, que pone en marcha el mundo y lo deja a merced de nuestra responsabilidad. • Dios interviene en todo y siempre, de modo que nuestra actividad responsable sólo es instrumento para sus planes. Objeción: ¿Qué consistencia de verdad tiene, en consecuencia, la interpretación científica de la realidad y nuestra libertad? Este tema es delicado y requiere un desarrollo que no es posible en este libro. Así que, Enrique, voy a centrarme en formular las tesis centrales. Ten en cuenta que las tesis te pueden parecer contradictorias; pero se iluminan complementariamente. Nacen de mi propia búsqueda de síntesis entre ciencia, fe y pensamiento filosófico.

Primera tesis: Dios no explica nada Me refiero a la causalidad de la que trata la ciencia, la de los fenómenos, siguiendo el esquema “antecedente-consecuente”. La causalidad de Dios, por definición, pertenece al orden no fenoménico, más allá de los parámetros del espacio y del tiempo. Por desgracia, muchos creyentes no se resignan a que Dios no pueda ser probado como una causa entre las causas. No se dan cuenta de que, si Dios 110

explicase un fenómeno, sería objetivable, no sería Dios. Dios no explica que llueva; llueve porque... (la explicación la da la meteorología). Autonomía de la explicación científica, sin restricción alguna. Trascendencia absoluta de Dios.

Segunda tesis: Dios da sentido a todo Fíjate, Enrique, en el giro que damos a la perspectiva: pasamos de explicación causal a sentido. Como es obvio, Dios da sentido a todo para un creyente. Para el no creyente, no hay sentido, sino azar, o a lo sumo, suerte. Haberme encontrado con la mujer de mi vida puede ser explicado por las circunstancias; pero el sentido de dicho encuentro no pertenece al orden explicativo, sino a cómo y desde dónde percibo y releo la realidad. En una cosmovisión religiosa, en vez de sentido se habla de providencia, de intervención de Dios. El cambio de perspectiva pertenece a nuestra cultura antropocéntrica y secular. Algunos creyentes sienten el giro como una negación de la fe en la acción de Dios. A mí me clarifica, una vez más, que la intervención de Dios tiene que ver con el sentido último de la realidad, no con lo verificable y controlable. En un accidente de coche, en que se sale ileso: • El creyente da gracias a Dios; pero deja la explicación al mecánico especialista. 111

• También el no creyente habla de “buena suerte”, dejando la explicación al experto. En ambos casos, creyente y no creyente viven el haber salido ilesos como experiencia de sentido.

Tercera tesis: Dios actúa y conduce toda la realidad Si hablásemos sólo de sentido, no habría intervención de Dios. Por eso, no hay fe judeocristiana si Dios no es el Señor de todo, creador y salvador. Cuando Jesús dice que, “ningún cabello de vuestra cabeza cae sin permiso del Padre” (Mt 10), no está explicando la calvicie; está expresando cómo percibe la realidad entera bajo el señorío de la Providencia. Una intervención de Dios de este tipo es la propia de Dios en cuanto Dios, es decir, metafísica, trascendental. Dios no es una causa (la última) entre las causas, sino la causa absoluta de todas las causas. Actúa en todo más allá de todo. Por eso respeta la causalidad de todas sus criaturas según sus dinamismos propios, sin interferir en ella; pero no sería la realidad absoluta de todo lo real si no fuese real en el ser y en el actuar. Este pensamiento supone que percibo la realidad a dos niveles simultáneamente: en el espacio y el tiempo, que puedo verificar; desde Dios, con los ojos de la fe. La fe atañe a otra dimensión de la realidad, la propia de la presencia y acción de Dios. 112

Cuarta tesis: La intervención de Dios es inobjetivable Las reflexiones anteriores están pidiendo un pensamiento capaz de dejar de lado la imaginación. En cuanto hablamos de intervención, nos imaginamos a Dios como una persona omnipotente que actúa en el espacio y el tiempo, con causalidad propia, distinta de la de sus criaturas, que con su omnipotencia impone su acción a la nuestra. Aquí está la trampa: Dios no sustituye, sino que actúa posibilitando nuestra acción. Por eso, su acción es creadora y sostenedora. Que la acción de Dios no sea objetivable quiere decir que, por la fe, percibimos su acción en todo, pero no podemos saber el cómo. Un ejemplo: ¿se puede pedir a Dios que llueva cuando se sufre una sequía? Por supuesto que sí: • La explicación causal la da la meteorología. • La fe percibe que Dios ha actuado y da gracias por ello. • Pero la misma fe impide que sepamos cómo. Hablar del cómo sería volver a la intervención espacio-temporal controlable. Si nosotros pudiésemos percibir la causalidad de Dios en sí misma, tendríamos percepción inmediata de Dios. Justamente, la fe consiste en tener relación inmediata con Dios a través, siempre, de mediaciones. Ni siquiera los místicos perciben a Dios sin mediaciones. 113

Ya sé, Enrique, que me he ido demasiado lejos en la respuesta; pero era necesario sugerir la diferencia entre fe y no fe en el tema de la intervención de Dios. Advierto que no estoy probando racionalmente nada; pero reconocerás que la fe manifiesta una coherencia racional que respeta el conocimiento científico y lo trasciende. Quinta tesis: Hay una intervención salvífica de Dios Una intervención que pertenece en exclusiva a la autocomunicación libre y amorosa que Dios hace de sí mismo al hombre. Esta intervención no está en la estructura universal de la relación entre Dios creador y sus criaturas. Tiene un orden propio de inteligibilidad, que Dios mismo establece. Diremos algo en las respuestas a las preguntas 29 y 30, a continuación.

29. Aceptar un Ser Superior, ¿no limita la libertad? Milagros, mujer de 27 años A la luz de las tesis formuladas en el texto anterior, espero que el lector encuentre camino de respuesta. A pesar de todo, convendrá clarificar los malentendidos que hay en la pregunta. El primer malentendido viene de presuponer que la acción de Dios interfiere en nuestra liber114

tad. ¿El Dios que crea la libertad se opone a la nuestra, será nuestro rival? Se piensa, imaginativamente, que lo que Él hace yo no lo hago. Pero Dios no es un Ente superior junto a mí. Sólo en el orden del mundo finito se cumple la ley de acción y reacción. Si yo muevo el bolígrafo, el bolígrafo es movido. Incluso habría que decir que dicha ley es propia del mundo inanimado de las cosas materiales. Porque, en el mundo interpersonal, lo más pasivo puede ser lo más activo. Pensemos en la receptividad del amor, en la libertad que se dispone a dar paso al otro. Segundo malentendido: ¿No habrá detrás de la pregunta un viejo prejuicio, que Sartre llevó a su exacerbación: “Si Dios existe, yo no puedo ser libre”? Más que problema filosófico de pensamiento, parece problema sicológico, dificultad de integrar autonomía de la persona y autoridad de Dios. Sin embargo, en la pedagogía de la fe, el problema es grave. ¿Cómo se integra la libertad de elección con el hacer la voluntad de Dios, de la que habla toda la Biblia como principio de realización de la persona humana? La clave de respuesta, teóricamente, es muy sencilla: distinguir niveles de libertad. • En la adolescencia hay que aprender a elegir. Pero si confundo la libertad con la capacidad de elegir, cuando no elijo me parecerá que no soy libre. Por eso, hay personas incapaces de amar, porque si eligen a otra persona, ya no pueden elegir a nadie más. 115

• La libertad se hace autonomía cuando se logra ser uno mismo y ser fiel a sí mismo. Un alto grado de libertad, pero que todavía está atado al yo. ¡Qué fácil es confundir la autonomía con la necesidad de autoafirmación! En este caso, la autonomía enmascara el miedo a la dependencia. Estas personas son incapaces de integrar su libertad con la autoridad. Lógicamente, cuando se encuentran con la autoridad de Dios, el Señor, la sienten como amenaza. Tienen su parte de razón, en cuanto el creyente, en la Biblia, se caracteriza por su obediencia al Señor. Sin embargo, en la Biblia la obediencia no es sumisión, sino pertenencia de amor. Jesús vive en obediencia al Padre, se repite en los evangelios. ¿Te parece que era un criado sumiso? Era el Hijo, y vino a traernos la libertad (“para la libertad habéis sido liberados”, dice san Pablo). • Para entender la libertad cristiana hay que entender la libertad que nace en la relación interpersonal del amor. Sólo en la pertenencia del amor (“soy tuyo/soy tuya”), la autonomía es liberada del yo. ¡Imagínate, Milagros, la libertad de alguien que vive bajo la iniciativa del amor de Dios!

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30. La idea, que se atribuyen judíos y cristianos, de que “Dios elige” me resulta inadmisible. ¿No sería Dios de este modo injusto y arbitrario? Itziar, mujer de 40 años A casi todos los no judíos y no cristianos, e incluso a bastantes judíos y cristianos, les resulta inadmisible la idea de elección. Hay muchas razones para ello. Se lo oí a un teólogo renombrado: “Un padre no elige entre sus hijos”. Te confieso, Itziar, que me extrañó que no tuviese más capacidad para ver lo que hay detrás de la palabra “elección”, que atraviesa toda la Biblia y atañe a la identidad judeocristiana. Veamos. Para comenzar, en la Biblia la elección no es exclusiva, sino inclusiva. Dios elige a Israel para que toda la humanidad contemple su amor concreto, apasionado, incondicional. Para una filosofía de lo universal, Dios ha de ser neutral, sin preferencias. Para la Revelación histórica, el amor de Dios se manifiesta y realiza en una relación particular, que la Biblia ha llamado “alianza”. El pensamiento filosófico no puede hacer la hipótesis de una decisión libre de Dios. Pero la Biblia cuenta que el camino de lo universal, por voluntad amorosa de Dios, pasa por la elección. Fíjate, Itziar, que Israel sólo llega a la fe en el Dios creador del mundo después de la experiencia histórica del Dios fiel, que libera a su pueblo de la opresión de otros pueblos. 117

¿Te parece arbitrario un Dios que no elige, precisamente, a las naciones poderosas (Egipto y Mesopotamia), sino a un pueblo insignificante? ¿Es arbitrario el amor de una madre que prefiere al hijo más desgraciado? ¿Dejará de amar a los otros? Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, porque sois el pueblo más pequeño, sino por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto (Dt 7,7-8). Otra cosa es que los judíos y cristianos hayamos utilizado la elección como un motivo de superioridad o nos hayamos creído con derecho a ser amados por Dios. En el Nuevo Testamento se medita ampliamente sobre este pecado de apropiación. Dad frutos válidos de conversión y no os imaginéis que basta decir: “Nuestro padre es Abrahán”; pues os digo que de esas piedras Dios puede sacar hijos para Abrahán (Mt 3,8-9). Creo que la idea de elección tiene resonancias afectivas, que tienen poco que ver con una filosofía del Dios universal. • Se supone que yo tengo derecho a ser amado por Dios. Lo que voy a decir extrañará a más de uno, pero hay que meditarlo mucho: “Dios no nos ama porque seamos sus hijos; somos sus hijos porque nos ama”. Si conoces, Itziar, a un verdadero judío o cristiano, siempre te dirá, humilde y agradecido, que el 118

amor de Dios no es un derecho, sino un regalo increíble. Y añadirá: “Me lo ha dado a mí para los otros”. En la Biblia es tan claro que todo don es misión... • Se supone que la elección de unos es la señal y motivo que Dios nos da para que nos fiemos de su amor todos los demás. ¿Qué nos pasa que se vuelve contra nosotros? ¿No será que tenemos envidia a los elegidos? ¿No será que sentimos la amenaza de no ser elegidos? No nos fiamos de Dios ni un pelo y exigimos pruebas controlables. A esto se llama pecado de incredulidad. Es como si el amor de Dios provocase nuestros fondos oscuros.

31. Que alguien me explique eso de que “Dios salva”. Arantxa, mujer de entre 35 y 45 años Frases como esa, del argot cristiano, crean muchos problemas, incluso entre creyentes. Les preguntas: “¿Has tenido la experiencia de ser salvado?”, y se quedan mudos. Todas las grandes religiones se presentan como oferta de salvación para los hombres, porque todas parten de la certeza de que el hombre no puede alcanzar su plenitud. La reflexión comienza aquí: ¿Puede el hombre alcanzar efectivamente su pleni119

tud, o termina constatando el vacío existencial, más allá de todos sus logros materiales, intelectuales y sociales? Algunas religiones ofrecen para salvarse el camino de la sabiduría, un proceso de autoliberación progresiva hasta alcanzar la iluminación, que libera del deseo (el nirvana del budismo, por ejemplo). La tradición judeocristiana habla del Dios salvador, que realiza su historia de salvación por etapas. La salvación es favor de Dios. Entran en juego la libertad del hombre y la iniciativa de Dios, y no se realiza sin conflictos, porque el pecado radical consiste en pretender la autoplenitud sin Dios. Génesis 3 lo describe admirablemente, y más admirablemente Romanos 7. Pero no hay que olvidar que esta historia, en que Dios saca al hombre de su esclavitud, es, simultáneamente, la historia en que Dios se autocomunica personalmente. Por eso, hemos hablado antes de que es una intervención especial de Dios, que va más allá de la providencia universal del Dios creador. No cabe hablar del Dios salvador sino a partir de sus propias acciones, decididas libremente en un espacio y tiempo determinados, es decir, en referencia a Israel, Jesús y la Iglesia. Esta historia tiene características únicas: 1) Dios interviene con acontecimientos realmente salvadores; es decir, que posibilitan que los humanos experimenten que han sido liberados en una situación sin salida y conozcan una situación de plenitud insospechada. Recordemos el Éxodo y los evangelios de Jesús. 120

2) Estas intervenciones son iniciativa de Dios, pero no son golpes de una varita mágica que solucione los problemas de la condición humana. De hecho, pasan por las circunstancias humanas más normales y no implantan ningún paraíso aquí en la tierra. 3) La iniciativa de Dios cuenta siempre con personas (llamados, enviados, testigos) que se ponen a disposición del Dios que salva. 4) A algunas de estas personas se les da transmitir la palabra con la que Dios mismo da sentido a lo que hace. La palabra misma es acontecimiento salvador. Siendo de Dios, dicha palabra es plenamente humana. No prosigo, Arantxa, porque todo esto es música china para quien no conoce la historia de la salvación consignada en la Biblia o la interpreta como mera sabiduría religiosa. Lo voy repitiendo: el judeocristianismo tiene su identidad en una revelación histórica de Dios. ¿Qué ofrece? Ofrece salvación a la medida de Dios, el Padre de Jesús, muerto y resucitado.

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X DIOS, ¿PARA QUÉ?

32. ¿Por qué todas las culturas han buscado y creído en Dios? ¿Qué nos falta? Marta, mujer de entre 40 y 55 años No es verdad, Marta, que todas las culturas han creído en Dios. A partir del siglo XIX se da un fenómeno nuevo: la cultura sin Dios, aunque dentro de dicha cultura haya creyentes. Hace unas décadas se decía que las religiones iban a desaparecer, desplazadas por la racionalidad autónoma del hombre. No ha sido así. El “fenómeno religioso” sigue siendo universal. ¿Por qué? Tú supones que es porque “nos falta algo”. ¿A qué te refieres? Ser persona es andar siempre con falta de algo. No merece la pena vivir si nos contentamos con cualquier cosa. Lo triste es que echamos en falta muchas cosas, pero no echamos en falta a Dios. • Nos falta Dios a los que lo hemos conocido. • La mayoría de los que no lo conocen se contentan con menos que Dios. • Algunos, aunque no lo conozcan, no pueden vivir con menos que Dios. La mayoría de las veces descubrimos a Dios a partir de necesidades; es verdad. Nuestra finitud es la plataforma privilegiada para buscar al Absoluto. Pero la fe no es adulta cuando Dios suple carencias. Al revés, la fe madura cuando Dios mismo es el don de nuestras vidas. 125

Lo diré a lo bruto, Marta: precisamente porque Dios no hace falta para nada, es lo mejor que tenemos. Más arriba lo hemos dicho: “Dios no es necesario porque es más que necesario”. Pero vivirlo así exige un camino de madurez.

33. ¿Es Dios necesario? ¿No basta la ética? Mía, mujer de entre 25 y 35 años Anteriormente, he intentado responder a la misma pregunta. Esta vez usaré una perspectiva distinta y complementaria:

a) ¿Qué aporta Dios a la ética? Si nos atenemos al contenido de las normas, poco o nada, pues la “regla de oro” resume la Ley y los Profetas según Jesús, y no hace referencia explícita a Dios: “Todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos” (Mt 7,12). Pero la ética es más que conducta. Depende especialmente del espíritu, desde dónde se obra. ¡Es tan distinto perdonar cuando hemos sido perdonados por Dios o porque el otro es persona con valor incondicional! Basta leer el discurso ético cristiano por excelencia, el “Sermón de la Montaña” (Mt 5–7), para comprender lo que añade Dios a la ética. 126

Habría que hacerse otra pregunta: ¿Qué es la ética, códigos para el comportamiento responsable, o un modo de estar en la vida, con Dios y con el prójimo? b) ¿Qué aporta la ética a la fe? La carta de Santiago 2 lo dice claramente: una fe sin ética está muerta. La ética hace que la fe sea existencia real, no cuestión meramente interior, de buenas intenciones. Sólo cuando la ética es amor realiza la fe. ¿Qué sentido puede tener creer en el amor de Dios si no amamos? Tanto es así que, cuando se ama de modo desinteresado, un agnóstico tiene la vida de Dios, aunque no lo sepa. “El que ama ha nacido de Dios”, dice la primera carta de Juan en su capítulo 4.

34. Si Dios es tierno y todo amor, como dicen actualmente algunos curas, ¿cómo ayuda? Mujer de entre 45 y 55 años Me parece que sé por dónde va la pregunta; pero creo que es algo confusa. Es lógico que, si Dios es amor, nos ayude, ¿no? La dificultad está en el cómo nos ayuda, pues si no constatamos su ayuda, no nos resulta claro que sea amor. 127

Esta señora tiene razón. No basta decir que Dios es amor; ha de ser ayuda efectiva. Hay dos referentes respecto a la ayuda de Dios: • El primero y más importante es la historia consignada en la Biblia, especialmente la historia de Jesús de Nazaret. Él es el que hizo presente y real la acción salvadora de Dios en el mundo. A esto se llama “el reino de Dios”. Sin embargo, no resultó tan evidente. Se cuenta en el evangelio lo siguiente: Juan, que había oído hablar en la cárcel de las obras del Mesías, envió a sus discípulos a preguntarle: –¿Eres tú el que tenía que venir, o hemos de esperar a otro? Jesús les respondió: –Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el que no encuentre en mí motivo de tropiezo! Mt 11,2-6 Los hechos están ahí, pero necesitan luz interior para verlos como reinado salvador de Dios. La ayuda/salvación definitiva es la muerte de Jesús que nos redime del pecado. Pero ¿qué contenido real puede tener esta frase? Espero que la señora comprenda que no es el momento de explicarlo. Digamos mejor, no se puede entender lo real que es que murió por nuestros pecados y lo que esto 128

supone en nuestra vida, si no se ha recorrido todo un camino de fe. • El segundo referente está en la vida diaria, y los creyentes lo llamamos “providencia de Dios”; es decir, que Dios nos ayuda de mil maneras, sin necesidad de milagros. La cuestión está en qué y cómo nos ayuda. Si yo le pido un día soleado para un fin de semana, y se produce efectivamente, ¿diré que Dios me ha ayudado? Y si sale lluvioso, ¿qué diré? Si le pido trabajo para un familiar parado, y tarda tres años en encontrarlo, ¿lo atribuiré a la ayuda de Dios? Tengo una hija drogadicta, asisto a las sesiones para familiares y a los meses descubro que soy yo el que tengo un problema serio conmigo mismo, que me lleva poco a poco a un nuevo planteamiento de la vida y retomo mi fe abandonada; ¿diré que Dios se ha servido de mi hija drogadicta para ayudarme? ¿Puede haber ayuda mediante algo que no es bueno? Los ejemplos ilustran que en esto de percibir la ayuda de Dios no sólo entran en juego los hechos, sino también la capacidad de darles sentido. Los fariseos y letrados percibían en los milagros de Jesús acciones de Beelcebú, y él afirmaba que actuaba con la fuerza de Dios; unos creían y otros no (cf. Lc 11,14-26). En los evangelios aparecen escenas en que la ayuda/salvación suscita la fe; otras, en que la fe es necesaria para que se dé la intervención de Dios; y otras en que Jesús se queja de que no creen en él si no hace milagros. 129

35. Otros curas nos presentan a un Dios todopoderoso, impasible ante el mal del mundo. La misma mujer No me extraña que, con frecuencia, los lenguajes de los curas resulten desconcertantes. ¿En qué quedamos, Dios es bueno y ayuda, o es tan lejano y grandioso, que no tiene que ver con nosotros? Esta contraposición da a entender el falseamiento de ambas posturas. Para que Dios sea bueno, ¿su ayuda tiene que responder a nuestros deseos y expectativas? Para que Dios sea todopoderoso, ¿tiene que ser impasible? La Biblia nos habla de un Dios todopoderoso y que, sin necesitar de nosotros, creó el mundo y a nosotros por amor, y que, habiendo nosotros estropeado su plan de felicidad para nosotros, respetó nuestra libertad y no nos abandonó, sino que recreó un nuevo plan para salvarnos. Esta salvación ha tenido distintas etapas; la última ha sido la de Jesús. Pero precisamente ésta, la expresión máxima de su amor, ha sido la más desconcertante de todas: • Intervino realmente con Jesús en crear una nueva humanidad, pero no arregló nuestros problemas como nosotros lo hubiésemos deseado, con una especie de varita mágica omnipotente y rápida. • Para colmo, nos salvó sufriendo con nosotros la injusticia y la crueldad y la muerte misma. Como si hubiese desaparecido su omnipotencia. 130

• Con la resurrección de Jesús, el Dios todopoderoso demostró que lo era; pero, en vez de arreglar los problemas de la humanidad, dio el Espíritu Santo a los que creyeron en él y convocó a un puñado de discípulos, la Iglesia, que no eran precisamente los más virtuosos, ni la élite más capaz de transformar el mundo. ¡No me digas que no es extraño este Dios de la Biblia! Pero ¿no ves lo maravilloso que es, rompiendo nuestros esquemas infantiles, incapaces de compaginar omnipotencia y amor, salvación real, mostrándose más grande de lo que jamás hubiésemos pensado? Evidentemente, un Dios así sólo puede ser conocido y aceptado si hacemos una historia de relación con Él y aprendemos a confiar en Él. Es en la relación con Dios donde se nos da luz para comprender cómo actúa y superar nuestros desconciertos.

36. ¿Tiene que ver Dios con mi vida diaria? Aitxuri, mujer de entre 26 y 35 años Supongo que la pregunta es de una creyente que tiene creencias, entre ellas, que Dios es real, pero a la que cuesta ver a Dios en su vida diaria. Da la impresión, Aitxuri, de que tu idea de Dios es tan elevada que no sabes cómo situarlo “entre los pucheros”, que diría santa Teresa. 131

La respuesta es muy sencilla: Dios está en todo y más allá de todo, al mismo tiempo, y el modo de percibirlo depende de la calidad de la fe. Te diré cómo lo percibo yo en mi vida diaria: • Al levantarme, me pongo en sus manos, sin más, con lo que soy y voy a vivir y hacer durante el día. • Procuro vivir con Él todo: lo que me gusta y lo que me disgusta, lo que me sale bien y lo que me sale mal. • Cuando miro a las personas, especialmente a las que tienen problemas, pongo interés en mirarlas como las mira Dios, sabiendo que no puedo amarlas como Él, evidentemente. • Si me cuesta querer a alguna persona, le pido por ella y le pido me dé mayor capacidad de amar. • Cuando fallo, y lo hago con frecuencia, confío en su misericordia, procurando no separarme de Él ni un centímetro. • Agradecimiento y confianza son los sentimientos más frecuentes que vivo en relación con Él, no porque las cosas me vayan bien, sino porque creo que Él es fiel, siempre fiel. Dirás que esto es ya tener mucha fe. No es cuestión, Aitxuri, de mucha fe, sino de lo que hace años descubrí: que el secreto de la vida está en cultivar la relación con Dios. No empeñarnos en hacer cosas importantes, en planear la vida espiritual, en alcanzar no sé qué metas; todo es tan sencillo 132

como saber que Él comparte nuestra existencia minuto a minuto. La relación crece con la relación. La afectividad se transforma afectivamente, no con ideas. Parece una perogrullada, pero se olvida demasiado. Una advertencia: dejarle que sea el Señor, en quien confías siempre, sin manipularlo nunca.

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XI CUESTIONES QUE PLANTEA LA BIBLIA

37. ¿Por qué los libros religiosos son tan distintos de los normales? Teresa, mujer de 38 años La historia de José (libro del Génesis) es una especie de novela corta. Tiene ingredientes clásicos: el hijo preferido por su padre en una familia numerosa, envidia de los hermanos, que llegan a venderlo; vicisitudes de todo tipo, desde ser criado a ser político de alto rango; reencuentro con los hermanos en circunstancias imprevisibles. El texto, antropológicamente tan rico, se presta a distintos niveles de lectura: el sicoanalítico, dramático-histórico, apto para una película, reflexión existencial, etc. El escritor bíblico lee esta historia en clave de fe, más en concreto, por referencia a un Dios providente, que guía la historia en función de una elección y promesa, la de Israel como pueblo de Dios. La experiencia religiosa consiste en poder ver la realidad desde Dios. El que no cree dirá que la interpreto; yo digo que la “veo” (con un ver particular, ciertamente). Volveremos más tarde sobre ello. El que escribe un libro científico se preocupa de verificar lo que afirma y explicar el método seguido para verificarlo. El que escribe una novela desarrolla imaginativamente una historia, sin otro fin que entretener, o con la finalidad de sugerir un mensaje. El escritor religioso se preocupa de las cuestiones de sentido, y parte de la certeza de que las cuestiones de sentido tienen que ver con Dios. 137

El escritor bíblico se mueve en el horizonte de lo religioso, pero su tradición religiosa es tan particular que su mirada a lo real desconcierta profundamente. El Dios del que habla es siempre el protagonista de los acontecimientos y el que da sentido a los mismos. Incluso la sabiduría existencial consiste en escuchar lo que Dios dice a través de los testigos que Él elige. Tú lo sabes, Teresa, esta fe normalmente necesita un camino con exigencias propias: 1) Hay una primera fase, en que la persona ha de hacerse preguntas que le implican. Y no cualquier pregunta: no cómo funcionar mejor, sino cómo andar en verdad y desprotegerse ante lo que nos sobrepasa. 2) Las preguntas sobre el sentido de la vida dejan de ser intelectuales para hacerse vitales. Han de aparecer el miedo y las resistencias. 3) Sin saber cómo, emerge la presencia de lo/el Absoluto. La persona resitúa sus preguntas existenciales más allá de sí misma, en Dios. Nada cambia de su vida ordinaria, y todo es distinto. 4) A algunas personas se les da encontrarse con el Dios de Abrahán, de Moisés, de los profetas, de Jesús. Novedad impensable, llamada personal a pertenecer a una historia de amor que Dios conduce. Estas personas han de hacer este camino con la Biblia en la mano. Libro demasiado humano, a primera vista, hasta que te revela secretos insospechados de Dios, del hombre y de la historia. 138

38. En la Biblia encuentro historias parecidas a otras de otros textos religiosos que consideramos mitos. ¿No será la Biblia un libro de mitos? Tendríamos que aprender a distinguir entre sus enseñanzas y su carácter histórico. Dulce María, mujer de 34 años No es difícil encontrar entre las distintas religiones relatos parecidos. Bastaría comparar, por ejemplo, cómo se cuenta el origen del mundo en la literatura mesopotámica y en la Biblia. Sin embargo, Dulce María, así como hay semejanzas hay grandes diferencias. La concepción de Dios en Israel, y en su relación con los hombres, es tan distinta... La cuestión es más radical. La Biblia parece un libro de mitos, porque lo que llamamos mito supone una concepción de los dioses que se ponen en contacto con los humanos. Relatos de interacción entre los seres celestes y los habitantes de la tierra. Recordemos la mitología griega. Ya los filósofos griegos se dedicaron a desmitificar su propia religión para afirmar la trascendencia de lo divino. Ellos mismos comenzaron a reinterpretar los mitos como expresión de la sabiduría existencial. A nadie actualmente se nos ocurre entender que unos dioses se ponían a favor de los aqueos y otros a favor de los troyanos, tal como nos lo cuenta Homero. Seguimos valorando los mitos en lo que contienen de expresión de la experiencia religiosa y de la vida humana. 139

Pero, digámoslo a lo bruto, Dulce María, si los relatos bíblicos no contienen historia real, no cuentan acontecimientos que ocurrieron efectivamente, vana es nuestra fe judeocristiana. ¿Por qué? Porque nuestra fe nace nuclearmente de la revelación de Dios en la historia de Israel y de Jesús. Hagamos una lista de acontecimientos que fundamentan nuestra fe: • La salida de Egipto, la alianza en el Sinaí y la entrada en la tierra de Canaán. • La ascensión al trono de David y la elección de Jerusalén como capital del reino de Israel y lugar del templo. • La presencia de profetas que hablan de parte de Dios en torno a los reyes y los acontecimientos históricos, especialmente, la destrucción de Jerusalén, a la vez que anuncian un futuro último, cuando Dios intervendrá de modo definitivo. • La historia de Jesús de Nazaret en las dos fases características de su misión en Galilea y Jerusalén. • Su muerte en la cruz bajo Poncio Pilato. • Su resurrección, que tuvo testigos, que dieron la Buena Noticia. Por eso, el credo cristiano no consiste en un conjunto de enseñanzas, sino, básicamente, en un relato. Alguien dirá que si la Biblia se limitase a contar dichos acontecimientos, no crearía problemas. Pero no se da cuenta de que lo escandaloso de la fe judeocristiana es que sea, cabalmente, historia y no 140

sabiduría religiosa. Otra cosa es por qué esos acontecimientos han sido contados así, con un lenguaje tan mitológico, lleno de leyendas y prodigios imposibles de ser aceptados como reales. Es verdad, llevamos más de doscientos años desmitificando la Biblia (anotemos la palabra “desmitificar”). Los métodos científicos de crítica histórica hace mucho que han superado la lectura literal de la Biblia. Sin embargo, la misma ciencia ha confirmado el carácter histórico del pensamiento bíblico y de la fe judeocristiana. Volvemos a la cuestión decisiva: ¿será verdad que a Dios se le ha ocurrido intervenir en la historia humana, eligiendo a Israel y manifestándose de manera personal en Jesús, de modo que existe, en medio de las naciones, un pueblo, el pueblo de Dios, precisamente, al que llamamos la “Iglesia”? La razón humana y las otras religiones han de enfrentarse a esta afirmación central de la fe cristiana: Dios se hizo hombre, y su nombre es Jesús. Ningún mito ha tenido ni tiene este realismo. Lo celeste y lo terrestre, lo divino y lo humano se encuentran en Jesús para siempre. Yo, cristiano, me lo creo. ¿Por qué?

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39. ¿Cómo podemos saber qué es verdad y qué es invención en la Biblia? José Luis, hombre de entre 50 y 60 años En un grupo de formación bíblica, es obligatorio hablar de los “géneros literarios”. Con este término nos referimos a los diversos modos que tienen los escritores bíblicos de hablar de la doctrina religiosa y, especialmente, de los acontecimientos que se cuentan. Por ejemplo, en el libro del Éxodo se cuenta la salida de Egipto con el género literario de la epopeya divina: Dios interviene con prodigios de carácter cósmico, dividiendo las aguas del océano. El bautismo de Jesús es relatado como “teofanía”: Dios habla desde el cielo y aparece el Espíritu Santo en forma de paloma. En cuanto dices que se trata de género literario, la pregunta espontánea es idéntica a la tuya, José Luis: “¿qué es verdad y que es invención en la Biblia?”. Pero la pregunta, José Luis, implica un prejuicio. Sería verdad lo que es verificado históricamente, e invención “el género literario”, el cómo es contado. Esta contraposición entre verdad/lo constatable e invención/lo no constatable, asociada al relato escrito, es fruto del prejuicio nada científico, como hemos dicho más arriba, de que sólo es real (y por lo tanto, verdad) lo verificable. Pondré un ejemplo. Muere en accidente un piloto famoso de fórmula 1 a las diez de la mañana. Tres modos de contarlo: 142

• El mecánico: murió a causa del aceite que se había derramado en la carretera, y eso le hizo derrapar. • El periodista aficionado: hemos perdido a un piloto maravilloso. • Su novia: esta mañana se ha oscurecido el sol en mi vida. Tres géneros literarios distintos, pero no contrapuestos. El primero expresa la causa mecánica verificable. El segundo da un marco social al acontecimiento. El tercero apela al sentido de la vida. Ahora bien, ¿cómo se puede expresar la historia de alguien que concentra el sentido de la existencia para todos y cada uno de los hombres? A nosotros nos gustaría saber qué ocurrió exactamente en el bautismo de Jesús. Pero los cristianos que escribieron los evangelios necesitaban expresar su sentido oculto, ya que, a la luz de la resurrección, descubrieron que Jesús era el Hijo amado de Dios. ¿Cómo podían contarlo: diciendo con máxima objetividad histórica lo que ocurrió en el Jordán, o relatando una escena que expresase la verdad íntima de lo que ocurrió, la relación entre Jesús y Dios y la misión que se le encomendaba, la del Mesías salvador? Aunque parezca paradójico, hay que decir que los géneros literarios no ocultan la historia, sino que revelan su verdad, su sentido. Por eso, mi madre leía el evangelio a la letra, creyendo que ocurrió lo que cuenta, aunque fuese milagroso, y yo lo 143

leo distinguiendo historia verificable y fe. Pero los dos creíamos en el evangelio y en Jesús. Cambia la lectura cultural y permanece la fe. Precisamente, por ser creyente, en una cultura de la racionalidad crítica, no puedo serlo sin integrar ciencia y fe de un modo plausible y coherente. En mi opinión, hay que hacer un proceso que implica distintos momentos: 1) Por honradez racional, debo preguntar qué es historia y qué es género literario. 2) A continuación, he de descubrir por qué la historia ha sido contada con este género literario. ¿Puedo hacerlo si no tengo una fe al menos inicial, ya que el género literario atañe al sentido de la historia, a esta historia que me atañe? 3) Al final, recupero la unidad originaria del texto, pues la realidad se me revela con el texto, uniendo historia y palabra, sin disociación posible. Evidentemente, en este tercer momento se da la conexión entre el texto, escrito por creyentes para suscitar la fe, y el lector que lo escucha desde la fe. Continuemos la reflexión, José Luis. ¿Quiere esto decir que todos los pasajes bíblicos contienen historia? De ningún modo. Queremos hacer la doble afirmación: • Que no hay fe judeocristiana sin una historia real. • Que al ser una historia que suscita fe y cuyo sentido sólo puede ser percibido en la fe, los géne144

ros literarios no atacan la fe, sino que son un cauce normal de expresión de la fe. Dicho lo anterior, ahora viene el trabajo paciente de los estudiosos para dilucidar qué pasajes contienen historia y qué pasajes contienen sólo enseñanza, e incluso qué pasajes fueron escritos como históricos, apoyados en mala información. A más de un lector se le habrá ocurrido la pregunta siguiente: la afirmación de que Jesús resucitó efectivamente, ¿no será, a su vez, un género literario? La respuesta es sencilla: los relatos de apariciones de Jesús resucitado parten del acontecimiento, pero usan géneros literarios variados según las intenciones de los escritores. En el origen de la fe en la resurrección de Jesús no están las apariciones, sino los testigos que cuentan la novedad inaudita del acontecimiento, sin más elaboraciones. No lo olvidemos: los apóstoles no son místicos que cuentan experiencias espirituales, ni maestros que enseñan sabiduría religiosa o moral, sino testigos, personas que cuentan lo visto, que Jesús, el crucificado, está vivo. Una cosa es que Jesús se apareció realmente, y otra, los relatos de apariciones tal como están escritos en los evangelios. De hecho, la aparición más significativa a Pedro (Lc 24) es afirmada como dato real, sin que se construya un relato. El judeocristianismo nació así, por referencia al acontecimiento, mejor, a la persona de Jesús muerto y resucitado. Yo, cristiano, lo he oído a los testigos, y me lo creo. ¿Por qué? 145

40. El Antiguo Testamento me resulta incomprensible. ¿Cómo es posible ese Dios violento y vengativo? Esperanza, mujer de entre 38 y 44 años Déjame decirte, Esperanza, que semejante apreciación del Antiguo Testamento es parcial e injusta. Di, más bien, que algunas páginas te resultan incomprensibles. La diferencia con el Nuevo Testamento es notable; pero se debe, igualmente, a la eliminación de algunas páginas. Hace poco oí a una mujer cristiana: “Jesús no condena a nadie”. Le respondí: “Las veces que Jesús condena a los letrados y fariseos; lee el capítulo 25 del evangelio de Mateo, cuando Jesús separa a buenos y malos, juzgándoles sobre el amor”. Intentaré aclarar, Esperanza, qué hay detrás de la ira y el castigo de Dios en el Antiguo Testamento. Hay que reconocer que ciertas escenas (por ejemplo, la matanza de Ex 32) tienen que ver directamente con el contexto religioso de Israel, la facilidad para mezclar la fidelidad a Dios con la violencia. Lo que comprobamos hoy en algunos musulmanes fundamentalistas, la yihad, ya existía en Israel. A nosotros nos cuesta entender que la idolatría, apostatar de Yahvé para adorar otros dioses, exigiese la muerte. ¿Por qué? Porque gracias al mensaje no violento de Jesús y a la cultura de la tolerancia, hoy no hacemos de la fe cuestión de vida o muerte 146

para la sociedad. Pero en Israel (como en Grecia o Roma) eso era impensable. La fidelidad al Dios del Estado era problema de supervivencia nacional. Al Antiguo Testamento, aunque lo intentó de mil maneras, le costó desprenderse de la “ley del talión”. Existía la idea de “justicia punitiva”, que la justicia exigía un castigo correspondiente al delito. Pero no nos escandalicemos demasiado pronto, porque hoy escuchamos todos los días en la televisión la reacción que tiene la gente ante el asesinato. Es muy tardía (gran conquista ética, a mi juicio) la idea de que el castigo debe ser rehabilitador, antes que represor. El que conoce bien el Antiguo Testamento sabe que el castigo es un momento de una historia de relación conflictiva con Dios, mediante el cual Dios corrige a su pueblo y le enseña a asumir las consecuencias de sus actos. Dios perdona siempre, porque es amor fiel, pero nos coloca siempre en nuestro sitio, en la verdad del daño que exige reparación. Ocurre igual en cualquier conflicto de relación interpersonal. Ella me puede perdonar incondicionalmente, pero soy yo el que tengo que reparar, hacer el propósito de no volver a hacerlo y rehacer la relación dañada. De lo contrario, el perdón no sería real, no integraría la realidad vivida. Lo inaudito es que en el Nuevo Testamento, es Jesús, el único inocente, el que asume las consecuencias de nuestro pecado. Es sorprendente, Esperanza, lo que ocurre a los creyentes cuando profundizan en el Antiguo Testamento: 147

• La ira no les parece un sentimiento indigno de Dios. ¿Sabes cómo la viven? ¡Cómo le importamos a Dios, qué amor apasionado nos tiene! • Pueden incluso agradecerle a Dios que les corrija con pruebas, porque lo necesitan, porque sólo así aprenden a amar. ¿Sabes la impresión constatada una y mil veces en los grupos de adultos a los que acompaño? La tremenda dificultad en muchas personas de integrar amor de Dios y conflicto con Dios. Como si el amor fuese un seguro afectivo del cual se puede disponer. Reconocerás, Esperanza, que un amor así es infantil y egocéntrico. Si fuese así, no podrías educar a tus hijos ni ayudarles a que sean personas maduras. Una vez más, sólo una relación adulta puede vivir, sin contradicción, el creer en el amor de Dios y sentir el conflicto grave con Él. Sin lazos afectivos hondos, el conflicto lo vivo como amenaza de ruptura. Cuando he experimentado lo fiel que es Dios, la amenaza no es ruptura, sino expresión de lo que le importamos.

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41. ¿Por qué hay tantas interpretaciones de la Biblia? Pilar, mujer de entre 55 y 60 años El problema no está en que haya muchas interpretaciones, sino en que la interpretación sustituya a la Palabra directa. Un libro tan rico en humanidad, en historia, en experiencia religiosa resulta inagotable. Cada época lee y relee la Biblia según sus propias preocupaciones existenciales. Lo cual quiere decir que es un referente permanente, al modo de los clásicos. Un judeocristiano tiene que integrar la lectura creyente, que este libro es palabra de Dios, con la interpretación, susceptible de variaciones. Cuando uno conoce las mil interpretaciones de la Biblia durante siglos, tanto más reconoce la autoridad señera de esta suma de libros. Hay interpretaciones que nacen de la variedad de métodos de acceso al texto. Hay interpretaciones que dependen de lo que uno, consciente o inconscientemente, proyecta en el libro. ¿Por qué hay tan profunda unidad de lectura en los que conectan con el texto con luz teologal, aunque sean de épocas y culturas lejanas? Un italiano y un vietnamita leen la Biblia con una luz interior semejante, aunque las aplicaciones del texto sean muy diversas. Pero todavía, Pilar, no es el momento de explicar qué es eso de “luz teologal”. 149

XII CREER EN JESÚS DE NAZARET

42. Si alguien me pregunta si creo en Jesús, le digo que sí; pero si me dicen que es Dios, me pierdo. Asier, hombre de 42 años ¿Qué es creer en una persona? Jesús resulta una persona fiable, veraz, coherente... Una fe así pertenece a la conciencia humana. En los evangelios, para creer en él, las autoridades religiosas le preguntan de quién recibe autoridad para hacer lo que dice y hace. La fe tiene que ver con la misión divina. Los judíos discuten a favor y en contra. En Cesarea de Filipo (Mc 8), Jesús pregunta a los discípulos: “¿Quién decís vosotros que soy yo?”. Y Pedro confiesa que es el Mesías, el enviado de Dios para realizar lo que habían anunciado los profetas. Pero, en cuanto Jesús le dice que su camino mesiánico es de sufrimiento, Pedro se escandaliza. En la última cena, cuando anuncia a sus discípulos que le ha llegado la hora de morir, Pedro le dice que no le abandonará. Bastará la pregunta de una criada para desmoronar su adhesión a Jesús. El relato de la Pasión de Jesús en Marcos 14–15 termina con la confesión de fe del centurión pagano. ¿Qué ha visto en este crucificado, que apenas tiene figura de hombre? En el relato de la aparición de Jesús resucitado al discípulo Tomás, encontramos el acto de fe más solemne de todo el Nuevo Testamento: “¡Señor mío y Dios mío!”. 153

¿Qué es creer, Asier? San Agustín distinguía entre creer en algo, creer en alguien y creer en Dios. Se puede aceptar la creencia en la divinidad de Jesús. Nada fácil, si se tiene un mínimo de crítica racional. Se puede creer en Pedro y Pablo cuando dicen que han visto a Jesús resucitado después de haber sido crucificado, muerto y sepultado. Nada fácil, tampoco, porque Pedro y Pablo nos pueden parecer veraces, pero lo que dicen es tan increíble... Pero creer en Jesús supone: • adhesión a su persona por encima de toda otra instancia, incluso la racional; • fiarme de su persona hasta ser el sentido de mi vida; • entregarme a él como el Señor de mi vida, como cualquier persona religiosa se entrega a su Dios; • seguirle hasta la muerte. Cuando hablamos de la divinidad de Jesús, lo solemos hacer desde una perspectiva dogmática: a ver si es o no Dios, tal como lo dicen las iglesias cristianas. En este caso, la fe en la divinidad de Jesús sólo sería cuestión de adhesión doctrinal, una creencia ideológica. Pero hoy ya no sirve esta transmisión de los dogmas. La persona necesita hacer un proceso hasta creer en Jesús, este hombre único, que siendo uno de nosotros es el hijo del Dios vivo y eterno. Así, también, los discípulos que caminaron con él desde Galilea a Jerusalén y, al verlo resucitado, lo reconocieron como Mesías y Señor. 154

Este proceso implica a la persona entera: • Conocerlo a la luz de los evangelios. • Descubrirlo en su humanidad y como maestro de humanidad. Sin este subsuelo antropológico de los evangelios, corremos el peligro de que la fe en Jesús y en su divinidad no se enraíce en nuestra existencia. • Relacionarse con él vitalmente, desde el corazón. • Dar paso a su autoridad, tan especial. • Entregarse a su amor, que nos da vida. • Y en su momento, encontrarme diciéndole cara a cara, con alegría incomparable: “Señor Jesús, ¿qué quieres que haga?”. El que hace este camino nota cómo cambia por dentro, se da cuenta del don que es la persona de Jesús; pero también de la desproporción entre la luz interior de la fe y las razones que tiene para que Jesús le convenza. Sabe por experiencia lo que se repite en el evangelio de Juan: “Si el Padre no atrae, nadie puede venir a mí”. De todos modos, Asier, en buena teología, decir que Jesús es Dios es correcto e incorrecto. Correcto, porque efectivamente, lo es; pero incorrecto, porque no lo es al modo del Padre, tal como se expresa en todo el Nuevo Testamento. Jesús es “Dios de Dios, luz de luz”. El matiz es muy importante, aunque este libro no es para tratar cuestiones de este tipo. 155

43. He leído el libro de José Antonio Pagola sobre Jesús, me ha gustado mucho; pero ¿por qué ha sido condenado por algunos obispos? Pregunta de Andrés Creo que la condena viene de que el libro no presenta a Jesús como Dios. Lo cual es injusto, porque la intención del autor es la “aproximación histórica” a Jesús, no una cristología o tratado dogmático. Actualmente, hay cientos de libros que se acercan al Jesús histórico, el que pasó haciendo el bien y murió crucificado en Jerusalén, que tendrían que ser igualmente condenados. La cuestión subyacente, Andrés, es la que preocupa al pensamiento conservador de la Iglesia: la distinción entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Desde hace más de un siglo, se ha impuesto esta distinción como consecuencia del análisis crítico de los evangelios. Porque los evangelios, sin duda, tienen un trasfondo histórico, pero nos hablan de la persona de Jesús y nos transmiten su mensaje y predicación a la luz de la fe de los discípulos con motivo de la resurrección de Jesús y el don del Espíritu Santo. No es la misma la imagen que los historiadores rastrean más allá de la letra de los evangelios, intentando averiguar quién fue realmente este personaje, que la elaborada por la fe, que es la que aparece en los evangelios. Hay muchos cristianos y cristianas que no tienen ni idea de estas cuestiones. De hecho, el Cate156

cismo universal de la Iglesia católica, publicado hace unos años, no trata esta cuestión y presenta a Jesús desde la perspectiva dogmática tal como se formuló en los concilios de los siglos IV-VI. La consecuencia es que los que están enterados de esta problemática están desconcertados. En mi opinión, hay que hacer una tarea delicada. Por una parte, asumir el cambio de imagen de Jesús, a la luz de la crítica histórica, que no está reñida con la fe. Por otra parte, revisar la pastoral de la fe en Jesús, insistiendo en un proceso de experiencia personal (tal como lo hemos sugerido en la pregunta anterior). Está claro que la fe permanece; cambia la imagen cultural de Jesús y la pedagogía para acceder a la persona de Jesús. Así pues, respecto al libro de Pagola, la crítica deberá venir de la historia, no de la dogmática. En mi opinión, el método que ha seguido Pagola resulta reductor, demasiado condicionado por las investigaciones sociorreligiosas. Hay otros métodos de acceso al Jesús histórico más ricos y fecundos, que, indirectamente, establecen un puente entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe.

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44. ¿Por qué las iglesias cristianas no aceptan los evangelios apócrifos? Me resulta sospechoso. Lourdes, mujer de entre 40 y 48 años A ver, Lourdes; las iglesias cristianas no aceptan los evangelios apócrifos como libros canónicos, es decir, que regulan la fe de los cristianos. Lo cual no quiere decir que no transmitan datos históricos sobre Jesús. Para un historiador, fiel al método científico, es lo mismo leer el evangelio de Marcos (considerado canónico por la fe de las Iglesias) que el evangelio de Tomás (considerado apócrifo). La preferencia por uno u otro depende de los criterios históricos. Apócrifo significa “oculto”, secreto no aceptado por las iglesias como canónico. Pero suele tener también un sentido peyorativo; equivale a “herético” o “deformado”. Como suele ocurrir en batallas ideológicas, es más fácil descalificar al enemigo que valorarlo objetivamente. ¿Por qué la Gran Iglesia, que estableció la ortodoxia (la recta doctrina), no aceptó más que los cuatro evangelios? La interpretación fácil es decir que, al ser la triunfadora, marginó a los otros grupos. La respuesta es más compleja: no aceptó ciertos escritos (los apócrifos), porque tuvieron que hacer un discernimiento entre unos textos y otros, y al cabo de cierto tiempo, la tradición creyente se sintió identificada con unos y no con otros. Lo cual no quita que, en este proceso de discernimiento, no se den, 158

simultáneamente, intenciones tendenciosas. En las cosas de la historia de la Iglesia, saber distinguir la dinámica de fidelidad a Jesús y su Evangelio y los elementos nada evangélicos que se entremezclan, me atrevo a decir que es un criterio de madurez. De todos modos, que el lector haga la prueba de leer los cuatro evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) y los apócrifos (hay ediciones recientes) y los compare. Notará en los últimos su tendencia a lo milagroso, en concreto, a rellenar los años previos al Jordán, y en bastantes casos, a considerar a Jesús desde la ideología gnóstica, es decir, como un personaje celeste con apariencia corporal, dedicado a una enseñanza esotérica sólo para “iniciados”; lo contrario a la predicación histórica de Jesús.

45. ¿Por qué murió Jesús? Nunca he entendido eso de que murió por nuestros pecados. Lucía, mujer de entre 26 y 35 años Las preguntas están suponiendo, cada vez más claramente, que hablan personas con un lenguaje de educación cristiana. No sé, Lucía, si eres practicante, si aceptas o no la confesión central de la fe cristiana, que Jesús murió por nuestros pecados, o estás revisando, por madurez, qué contenido real tienen expresiones que aprendiste desde niña. 159

Para que la respuesta sea adecuada, voy a distinguir perspectivas distintas. Todas intentan dar razón de la muerte de Jesús. a) No ha hecho ningún favor a la fe la idea de que Jesús vino a este mundo a morir. Enviado desde el cielo y predestinado a ese final trágico con un motivo claro: redimirnos de los pecados. Este pensamiento escamotea el realismo de la historia, por ejemplo, que el final de Jesús hubiese sido muy distinto si el pueblo judío hubiese aceptado su mesianismo y su modo de hacer presente el Reino. b) Desde el punto de vista histórico, Jesús murió porque era peligroso. Se enfrentó al sistema religioso, sus pretensiones mesiánicas eran una amenaza para el poder romano... De hecho, la causa de su condena fue clavada en la cruz: “Rey de los judíos”. El método histórico funciona por datos, buscando la explicación de la muerte violenta de Jesús. Desde esta perspectiva, apelar a designios divinos estaría fuera de lugar. ¿Se oponen ambas perspectivas? Todo depende de una hipótesis: si la muerte de Jesús fue como la de tantos líderes religiosos, antes y después de él, que terminaron a manos del poder, o si su muerte ha sido única, pues había sido llamado a realizar una misión única. En Juan 11 se cuenta cómo Caifás decidió la muerte de Jesús para evitar la masacre del pueblo, ya que “es mejor que muera uno solo, y no toda la 160

nación”. Pero el evangelista comenta: “No lo dijo por cuenta propia, sino que profetizó que moriría para congregar a los hijos dispersos de Israel”. El evangelista explicita cómo la muerte de Jesús puede ser percibida a distintos niveles. Sin duda, percibir el sentido redentor de la muerte de Jesús sólo es posible a partir de su resurrección. Sólo ésta obligaba a releer lo que Jesús hizo y enseñó y, especialmente, su muerte. Todo el Nuevo Testamento se centra en esta reflexión: la resurrección de Jesús transformó el fracaso en éxito, el escándalo de la muerte en signo del Reino. ¿Por qué murió Jesús? Porque en la persona de Jesús se reveló la cuestión central del rechazo de Israel a su mesianismo, el pecado y la obstinación. No había otra salida que la muerte redentora en favor de los asesinos (parábola de los viñadores homicidas en Marcos 12). Con la resurrección, Dios Padre confirmaba el sentido de la muerte de Jesús, el cumplimiento de su misión en forma de obediencia y de amor hasta el extremo. Alguien pensará que todo esto es pura especulación religiosa, que se hace a posteriori, sublimación racionalizada del fracaso de Jesús. Pero hay un dato histórico que hace de puente entre las razones objetivables (murió porque era peligroso) y el sentido redentor de esta muerte: la conciencia con que Jesús celebró su última cena con sus discípulos: Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo: –Bebed todos de ella, porque ésta es mi sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados (Mt 26,27-28). 161

Otra cosa es, Lucía, cuándo y cómo se llega a la experiencia de la muerte de Jesús como perdón de mis pecados. Hay que hacer un proceso de personalización de la fe, y, lógicamente, personalizar la muerte de Jesús, en cuanto salvación personal, exige tiempo, sabiduría y, sobre todo, luz de Dios.

46. ¿Cómo puede ser real que Jesús esté vivo? Habrá que decir que lo sentimos vivo, ¿no? José Enrique, hombre de 37 años ¡Menuda pregunta haces, José Enrique! Porque el cristianismo tiene como quicio la resurrección de Jesús, exactamente. “Si Jesús no ha resucitado, vana es vuestra fe” (1 Cor 15,17). La tentación permanente es la de racionalizar el acontecimiento, buscando explicación plausible, o espiritualizarlo para evitar su realismo escandaloso. La respuesta va a ir por pasos. Comencemos por distinguir: a) Lo importante no es el cómo, sino el acontecimiento. Los testigos, que lo vieron, no cuentan cómo resucitó, sino que resucitó efectivamente, porque está vivo. Todo intento de reducir el acontecimiento a experiencia delata la incapacidad de creérselo. 162

Puedo aceptar que la visión del Resucitado fue una especie de experiencia mística, aunque el Nuevo Testamento no me da pie para pensar así; pero es el Resucitado el que crea la experiencia, no al revés. Dicho con otras palabras: no es la fe la que ha creado la resurrección, sino que el Resucitado ha creado la fe y la capacidad de verlo. El cómo tiene que ver con nuestra necesidad de comprensión; pero el acontecimiento es previo, y por eso, el testimonio de los que lo vieron, también. b) Decir que el crucificado está vivo implica un realismo brutal: • Que el sepulcro se ha quedado sin cadáver. • Que el testigo ve a Jesús resucitado con su cuerpo; por eso, lo reconoce como el profeta de Galilea y el crucificado en el monte Calvario. También aquí es vital la distinción entre quién es el que está vivo y el cómo de su cuerpo. Lo decisivo es la identidad entre el crucificado y el resucitado; se trata del único y mismo Jesús de Nazaret. El cómo vive ese Jesús nos resulta extraño, y de hecho, los relatos de apariciones, escritos tardíamente, unas veces dicen que Jesús come alimentos físicos con sus discípulos, y otras veces, que aparece como un fantasma. c) Hay un cómo absolutamente especial, del cual dan testimonio los testigos: que Jesús se les aparece como SEÑOR, es decir, que su vida es divina, que vive de un modo totalmente distinto a 163

como vivió históricamente, que se muestra con el señorío propio de Dios, con la autoridad de quien da la vida nueva, la eterna. Es Jesús, el crucificado, pero ahora su presencia es gloriosa. Aquí viene la cruz del pensamiento. ¿Cómo un cuerpo espacio-temporal puede tener una vida no espacio-temporal, cómo alguien mortal se hizo celeste e inmortal? Pablo intenta explicarlo con imágenes y símbolos (cf. 1 Cor 15). Una vez más quiero subrayar la distinción entre lo percibido y lo explicado. Hay demasiados pensadores que, por encontrar una explicación, anulan la realidad de Jesús. Se trata de un acontecimiento único, que no tiene punto de comparación con todo lo que conocemos sobre el cosmos. Por eso, para un creyente, es referencia primordial para pensar a Dios, al hombre e incluso al cosmos. Prefiero quedarme así, sin explicar el cómo, pero afirmando el qué. Es normal, en consecuencia, que con la resurrección se me haga evidente lo que constato mil veces con las cosas esenciales del cristianismo: que donde ofrece su fuerza, sea inevitable percibir su debilidad. • ¿Cómo puedo entregar mi vida a un acontecimiento contingente, contado por testigos falibles? Porque, si está vivo, la fe ha dejado de ser una ideología y de estar a merced de la subjetividad religiosa. Dios deja de ser un postulado o un horizonte de sentido, y se ha mostrado, efectivamente, como Señor de la historia y persona real y concreta. 164

• Hay demasiada desproporción entre las pruebas de la resurrección y la fe que pongo en la persona de Jesús. Así es. Pero es que la fe no se deriva de razones controlables. Como la misma resurrección, es un acto único y originario, cuya estructura es la síntesis de tres aspectos que se compenetran y refuerzan. 1) Algunos indicios racionales de que lo contado por los testigos es real. Como dijimos de la existencia de Dios, aceptar el acontecimiento es razonable, aunque sea extraño. 2) Me implico en un proceso de conocimiento y relación con la persona de Jesús, que me permite ir más allá de la verificación de la resurrección, para fundamentar el sentido de la existencia en la persona de Jesús. Entenderás, José Enrique, que este paso es el que no quieren dar la mayoría de los que preguntan sobre la resurrección. 3) Cuando Él quiere y como quiere, me sale al encuentro y se me da percibir su persona y señorío, de modo que certeza interior y experiencia se me hacen confesión de fe: “Jesús, mi Señor Jesús”. No le demos vueltas: El encuentro con Jesús es real; pero no puedo disponer de Él. Termino la respuesta con una distinción necesaria: 165

• Los apóstoles vieron y creyeron, indisolublemente. Porque a ellos se les apareció para que lo viesen y fuesen testigos; pero, cuando se les aparecía, les daba luz interior, más allá de la visión física, para poder percibirlo en su vida de Señor, es decir, fe. • Nosotros oímos y creemos. “Porque la fe entra por el oído” (Pablo, Rom 10). En el acto de oír, cuando la fe no es creencia ideológica, se me da percibirlo real y viviente. No lo habéis visto y lo amáis. Sin verlo, creéis en él, y os alegráis con gozo indecible y glorioso (1 Pe 1,8). De nuevo, tenemos que apelar a la relación. Sin relación con Jesús, no podemos percibir lo real que es.

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47. He leído recientemente que Jesús no tenía conciencia de su divinidad. ¿Cómo podía entonces ser Dios? Carmelo, hombre de entre 50 y 60 años En un libro mío sobre Jesús, yo también defiendo la tesis de que no tenía conciencia de su divinidad hasta que resucitó y el Padre lo sentó a su derecha y le dio el nombre sobre todo nombre, el de Señor (Flp 2). Algunos creyentes, con la mejor intención, me han dicho que soy un hereje. Pero yo, en todo momento, afirmo que Jesús era Dios desde siempre. Porque una cosa es, Carmelo, la fe en su divinidad y otra decir que tenía conciencia de su divinidad. Una cosa es la fe, y otra, una opción teológica. Como yo, pensamos un gran número de teólogos y la mayoría de los estudiosos de los evangelios. ¿En qué nos apoyamos para dicha tesis? En la investigación sobre el Jesús histórico. De todos modos, mi posición es matizada, porque en mi libro hablo de un proceso en que Jesús, progresivamente, va adquiriendo conciencia de su ser personal. ¿Cómo es posible no tener conciencia de sí si se es? Entiendo bien, Carmelo, la dificultad. Es un viejo principio de filosofía que de los atributos se deduce la esencia y que de la esencia brotan los atributos. Si era Dios, tenía que ser omnisciente y omnipotente y, además, saber y disponer de su divinidad. El principio es lógico dentro de un determinado orden de realidad. Pero si hacemos la hipótesis de 167

que Jesús, siendo hijo de Dios, se hizo hombre, “en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado” (como dice la Carta a los Hebreos), nos encontramos ante una realidad única, que rompe nuestros esquemas de comprensión. ¿Puede uno despojarse de su condición divina, haciéndose hombre, obediente hasta la muerte y muerte de cruz? (cf. el mismo texto antes citado de Flp 2). Yo tampoco sé, Carmelo, cómo es. Pero el conjunto de los datos del Nuevo Testamento resulta más coherente si hacemos la hipótesis que a ti te desconcierta.

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XIII RAZONAR Y CREER

48. Hay muchos dogmas que son incompatibles con la razón. ¿Cómo puedo ser honrada conmigo misma si los acato por obligación? ¿Dónde queda mi libertad de conciencia? Estíbaliz, mujer de 29 años Tienes toda la razón: la libertad de conciencia está por encima de la obligación; la evidencia racional debe liberarse de los dogmas. Hemos de reconocer que a veces las iglesias han apelado a los dogmas para someter las conciencias. Con todo, Estíbaliz, déjame matizar tu formulación. Por ejemplo, si el dogma de la Trinidad (un solo Dios, Tres Personas distintas) afirma que 1 = 3, no cabe aceptarlo de ningún modo. Pero si conoces la historia de ese dogma, te sorprenderá comprobar el esfuerzo que el pensamiento cristiano (que se movía en la cultura griega, tan racional) hizo para hacer ver que no había contradicción entre razón y fe. Ten en cuenta que la formulación de la Trinidad, como ahora la hacemos, es tardía. La idea de que en Dios hay varias personas nació de una reflexión, al tomar conciencia de que el hombre Jesús de Nazaret venía de Dios y que era su Hijo eterno. Los judeocristianos tenían claro el monoteísmo, y por eso, en el Nuevo Testamento se llama Dios al Padre, y a Jesús, el Señor. Pero dejémoslo así, Estíbaliz, pues este libro no puede detenerse en un tema tan complicado. 171

Si te refieres a otros dogmas, por ejemplo, que en la Eucaristía el pan y el vino se transforman en cuerpo y sangre de Jesús, entiendo el escándalo que provoca nuestra fe, el mismo que provocó Jesús a los oyentes en la sinagoga de Cafarnaún (cf. Jn 6). Pero este escándalo no es propiamente racional, sino de fe: ¿Cómo puede amarnos Dios así? También a mí me escandaliza; pero no lo veo primordialmente en contradicción con mi razón, sino con la dificultad de mi corazón de aceptar un Dios así. Me parece, Estíbaliz, que la pregunta refleja una idea del dogma que se da en muchos creyentes, pero no en todos. El dogma es una verdad de fe, declarada así solemnemente, cuando la fe de la comunidad cristiana se ha sentido amenazada en algún punto esencial. La fe no se alimenta de dogmas, sino de la Palabra predicada y transmitida. Por ejemplo, pertenece esencialmente a la fe que Jesús es nuestro salvador; pero nunca ha sido declarado como dogma, porque no ha sido cuestionado. Los dogmas responden a momentos defensivos y necesarios en la historia de las comunidades cristianas.

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49. El otro día, en la televisión, escuché a un profesor decir que no tiene sentido discutir sobre la verdad de la fe, porque una cosa es la “ciencia”, y otra, la “creencia”. ¿Me puedes aclarar estos conceptos? Víctor, hombre de entre 26 y 40 años Se está convirtiendo en un lugar común la separación entre ciencia y creencia. La primera sería conocimiento verificable de la realidad. Para ello se cuenta con instrumentos precisos, controlables con rigor racional. Requiere neutralidad en el juicio, evita todo subjetivismo. La creencia pertenecería a la subjetividad, y no puede ser contrastada. Las religiones son sistemas de creencias: proyección de necesidades inconscientes, fruto de la mente que crea cosmovisiones para dar sentido a la realidad. Por eso, su lenguaje es simbólico. La distinción permite superar ese chato racionalismo que reduce todo conocimiento a ciencia. El agnóstico actual respeta las creencias, al modo del profesor que viste en la televisión, Víctor. Lo malo es que entre creyentes se alienta con frecuencia la misma disociación: • La fe es cuestión subjetiva. • A lo sumo, es una interpretación religiosa de la realidad. ¿Por qué entonces tiene tal capacidad de convicción? ¿Por qué considerar reales nuestras creen173

cias? Porque las creencias atañen a los deseos más hondos de los humanos, sin los cuales la vida no tendría sentido. Por lo que me has leído hasta ahora, Víctor, sabes muy bien que me opongo frontalmente a considerar mi fe cristiana como una creencia. Por varias razones: • La fe es un acceso a lo real, como la ciencia es otro acceso a lo real. La fe no es una interpretación subjetiva de la realidad, sino la posibilidad que Dios nos da de mirar la realidad desde Él, lo absolutamente real en todo. ¿Es real el amor que tienes por tu hijo y lo que significa para ti, Víctor, o es una creencia? ¿Es real que mi historia en su conjunto ha sido cuidada y conducida por Dios? No lo puedo probar científicamente, porque Dios no explica los fenómenos de mi vida; pero es que mi vida es una biografía personal, en que los fenómenos están articulados en una unidad de sentido y han dependido de mis decisiones y de mi conciencia. • La fe cristiana está referida esencialmente a una historia, y tal historia tiene acontecimientos controlables y testigos oculares. ¡Qué fácilmente se considera a la fe cristiana como experiencia religiosa entre otras! Nunca insistiremos suficientemente en que, en el origen de la fe cristiana, no está el deseo de trascendencia, sino una historia con testigos veraces. La resurrección de Jesús no es una creencia que expresamos con símbolos de experiencia religiosa, sino un aconteci174

miento que se nos impone en toda su fuerza de novedad. Los testigos primero dan la noticia; luego, en un segundo momento, recurren a símbolos del lenguaje religioso.

50. Para ser creyente, ¿hace falta creer en los milagros? ¿Por qué tienen tanta importancia en los evangelios? Ainhoa, mujer de 36 años Tu pregunta recoge cierta educación religiosa. Quizá te enseñaron, Ainhoa, que los milagros de Jesús eran pruebas de su divinidad, o, al menos, de su misión de enviado de Dios. En la apologética cristiana (estudio dedicado a defender la fe y a argumentarla con pruebas racionales), así se ha hablado de los milagros. Para evitar el conflicto entre la ciencia y los relatos de milagros, tan abundantes en los evangelios, algunos curas consideran a los milagros como parábolas de la doctrina de Jesús. Demasiado cómoda semejante escapatoria. El tema es más complejo de lo que parece. Así que te ofreceré algunas pistas que te ayuden a plantearlo correctamente. 1) Que el Jesús histórico hiciese curaciones extraordinarias, nadie lo duda hoy. Que fueron milagros en sentido científico (rupturas de las leyes de la naturaleza, atribuidas a un poder sobrenatural), es otra cuestión. 175

Los evangelios han sido escritos en una cultura precientífica, y en ningún momento piensan en pruebas científicas del poder divino de Jesús. Para saber con rigor científico si ha sido un milagro, tendríamos que conocer todas las leyes de la naturaleza. En el largo contencioso entre ciencia y fe, tantas cosas que en su momento se atribuyeron a la intervención milagrosa de Dios, después han tenido una explicación científica. 2) Los llamados “milagros de Jesús” en los evangelios se consideran intervención de Dios, pero en cuanto signos que apelan a la fe, y sólo desde la fe son percibidos como intervención de Dios. En aquel contexto religioso, en que resultaba evidente la intervención de poderes divinos, los fariseos y letrados interpretaron los milagros de Jesús como cosa de Beelcebú. Y los creyentes, como señal de que el Reino, anunciado por los profetas, había llegado. 3) Nosotros, que pertenecemos a una cultura secular, no atribuimos a Dios la explicación de los fenómenos. Por eso, distinguimos, sin oponer, la explicación científica de la percepción de la fe. De todos modos, Ainhoa, si quieres acercarte a la experiencia creyente del milagro, tendrías que hacer un proceso: • Primero, prescindir de la cuestión científica. • Vivir o haber vivido una situación sin salida, en que has pedido a Dios que te salve. 176

• De manera imprevista (“milagrosa”, en lenguaje coloquial), has experimentado que eres salvada. • Si no eres creyente, hablarás de suerte. Si eres creyente, de que Dios te ha salvado. La cuestión última es muy simple: ¿Qué capacidad tienes de percibir la realidad a distintos niveles? Si tienes un hijo enfermo de cáncer, lo inmediato es buscar la solución en la medicina. Si eres creyente y pides a Dios la curación, la leerás en distintas claves según la madurez de tu fe: 1) Si buscas la explicación, se la atribuirás a Dios, como si Dios fuese el médico. Pero Dios no explica el fenómeno, cómo se ha curado. 2) Si no necesitas la explicación, distinguirás entre la explicación científica y lo que tú percibes como salvación, ya que la experiencia de ser salvado está más allá de la explicación del fenómeno. La curación es cuestión médica; la salvación es cuestión existencial. Reconozco que esta capacidad de percibir la realidad a distintos niveles requiere haber hecho mucho camino de fe. Dejémoslo así, apuntado, sugerido.

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51. ¿Por qué dice Jesús que el evangelio sólo lo entienden los sencillos? Paco El texto evangélico dice así: Entonces Jesús dijo: –Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y al Padre no lo conoce más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Mt 11,25-30 Se puede saber mucho y ser sencillo; pero es necesario haber experimentado los límites de nuestra razón y reconocer que Dios siempre es más. Los autosuficientes se cierran a sí mismos todas las puertas. Sencillo es Jesús, a quien le brota del corazón, como lo más natural del mundo, alegrarse con que Dios sea Dios y haga lo que quiera. Sencillo es el que sabe situarse en su sitio de criatura agradecida y de hijo bendecido por la bondad de Dios. 178

Hay que hacer un camino de sencillez, cuyo secreto es hacerse al modo que Dios tiene de amarnos. Y para ello, la historia de su Revelación, consignada en la Biblia, se constituye en referencia primera. Sólo al cabo de cierto tiempo y a posteriori, lo que al principio te desconcierta termina siendo motivo de admiración y luz de verdad. Casi siempre, por no decir siempre, hay que pasar por la experiencia de la condición humana: sufrimiento, miseria y pecado. ¡Lo que nos cuesta desmontar nuestro afán por dominar la existencia!

52. ¿No es el cristianismo demasiado bonito para que sea real? Javier, hombre de 36 años No sé si la expresión “demasiado bonito” es la correcta; pero creo entenderte, Javier. En efecto, el cristianismo es “demasiado”. Es inconcebible: • Que Dios haya bajado de las nubes a hacer con nosotros una historia de amor. • Que haya muerto crucificado por mí. • Que Jesús esté vivo para siempre. • Que nos dé el Espíritu Santo, la vida que Él recibe de Dios Padre. 179

• Que ese poco de pan y de vino sean su Cuerpo y Sangre. • Que nos haya prometido una eternidad plena y feliz. Ya no es tan “bonito”: • Que tanto don no haya suprimido los sufrimientos básicos de los humanos: violencia, enfermedad, muerte. • Que su amor sea tan diferente al que a nosotros nos gustaría que fuese. • Que percibir su grandeza y belleza sólo sea posible mediante la fe y no sea inmediatamente evidente. • Que la ética cristiana sea tan exigente. A mí me ocurre, Javier, que percibo con tanta fuerza el contraste, que he necesitado muchos años para convencerme de que es el contraste, justamente, una de las razones que me convencen de lo real que es. Con los otros humanismos y religiones, me ha ocurrido que, en un momento, me resultaban más plausibles y razonables. El cristianismo me ha convencido de vuelta. He tenido que hacer la aventura de la fe cristiana para que me resulte plausible y razonable.

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XIV POR QUÉ SOY CRISTIANO

Varias personas, sabiendo que sus preguntas se dirigían a un cristiano convencido, me piden que les diga por qué soy cristiano. Procuraré responderles lo más honradamente posible; pero no me pidan, por favor, que desnude mi intimidad personal. La sugeriré entre líneas.

1. Soy cristiano por Jesús De niño y adolescente recibí una educación religiosa. Jesús era el referente central: verdadero Dios y verdadero hombre, ideal perfecto, salvador universal... Cuando escuché en las clases de teología cómo habían sido escritos los evangelios, la diferencia entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe, saltó en mil pedazos la imagen que tenía de él. Tuve que hacerme muchas preguntas. Me asaltó la idea de pasarme al budismo y también la de dejar de lado cualquier religión, y atenerme a lo que mi razón alcanzaba. Un día, con mis 22 años en plena ebullición, algo me ocurrió por dentro, que cambió radicalmente mi vida. Ha sido y es el antes y el después. Retomé mi relación con Dios, recobré mi afectividad religiosa de niño y adolescente, y sobre todo, comencé a entender la Biblia con una luz distinta. Recuerdo perfectamente cómo la contraposición entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe fue sustituida por una perspectiva nueva. Necesité todavía varios años hasta bosquejar una síntesis. Doy 183

por hecho que no hubiese sido posible sin esa luz interior y sin la búsqueda apasionada por conocer la persona de Jesús. ¿Qué es ahora Jesús para mí? • Maestro de humanidad. Sigue sorprendiéndome su talante de verdad y libertad, su modo de acercarse a las personas, su lectura de la realidad, su soledad sobrecogedora... • Su ser de Dios y para Dios. No lo veo desde esquemas dogmáticos, como el Hijo de Dios, sino como alguien que tuvo que aprender a ser creyente día a día, en plena disponibilidad a la iniciativa de Dios. Cuando le oigo hablar de Dios-Abbá, cuando rezo con él (y siempre lo hago así) el Padrenuestro, tengo una doble sensación: qué lejos estoy de él y, sin embargo, cómo conecto. • Cuando lo veo y escucho con toda su autoridad, ya no me despierta (como en otras épocas) necesidad de autoafirmación. Al revés, me coloco como discípulo, y es a través de su autoridad, justamente, como entreveo que él es único y que tiene una relación única con Dios. • Cuando lo veo colgado en la cruz y escucho lo que dice, me provoca, irremediablemente, silencio, un silencio que me lleva, estremecido, a Dios. Ha sido y es maravilloso oír a los testigos que está vivo y que es el Señor, el Hijo del Dios vivo. Me basta cerrar los ojos y ponerme en su presencia y decirle “¡Señor mío y Dios mío!”. 184

Entiendo tan bien a Pablo cuando dice: “Si alguno no ama al Señor Jesús, sea maldito. Ven, Señor” (1 Cor 16). Si la expresión suena a intolerancia, tradúzcase de este modo: “No sabe lo que se pierde el que no conoce y no ama a Jesús, el Señor”.

2. Soy cristiano por Pedro y Pablo Pedro y Pablo representan para mí a la comunidad judeocristiana del Nuevo Testamento y a la Iglesia hasta ahora. Cuando tuve mis dudas y busqué la sabiduría de otras religiones, recuerdo que lo que me retuvo en mi fe católica fue su carácter histórico. Siempre he vivido esta batalla entre el pensamiento de lo universal y el pensamiento que requiere realismo y concretización. Con los años, las cosmovisiones han cedido progresivamente y he preferido la Biblia, que relata acontecimientos que son contados y transmitidos por testigos. Pues bien, para mí, por encima de todo, Pedro y Pablo son los testigos del acontecimiento más importante que ha ocurrido en la historia humana: la resurrección de Jesús. No se trata de alguien que vuelve a la vida (revivir), sino de alguien que entra corporalmente en la vida de Dios y recibe la vida de Dios para dar a los hombres y mujeres mortales la misma vida de Dios, la que él tenía antes de la creación del mundo. Si no ha resucitado, “somos los más locos de los hombres” (1 Cor 15). Pero si ha resucitado, todo 185

tiene sentido, incluso el pecado y la muerte y el sufrimiento de los inocentes y las injusticias soportadas por los oprimidos... Con él, el futuro de la humanidad está garantizado por la fidelidad de Dios. Por él, sé lo Padre que es Dios para todos nosotros y que su proyecto es, para siempre, el de una humanidad verdaderamente fraterna. • Pedro vivió con Jesús, hizo su mismo camino desde Galilea a Jerusalén, lo negó cobardemente; pero él, Jesús, lo había elegido para ser su testigo principal. Testigo de su resurrección, testigo de su perdón y de su amor hasta la muerte. • Pablo, el perseguidor de los cristianos, testigo, igualmente, de que Jesús está vivo y es el Señor, elegido para romper las barreras entre judíos y paganos, esclavos y libres, mujeres y hombres. Las veces que recurro al capítulo 15 de su primera carta a los Corintios... Realismo de la fe, sin el cual yo no sería cristiano. El mismo realismo con que celebramos la Eucaristía.

3. Soy cristiano porque Dios me salvó de mí mismo Ya he aludido en el punto 1 de este apartado a lo que me ocurrió en el santuario de Arantzazu a mis 22 años. Me da mucho pudor describirlo. Sólo diré que se me dio de un modo imprevisto y que yo, ciertamente, no hice nada que lo facilitase. 186

• Me cambió la perspectiva de la realidad entera. • Me cambió el modo de plantearme la fe, que dejó de ser ideología para ser experiencia real. • Descubrí la importancia de vivir la relación con Dios, iniciando así el camino diario de la oración. • Poco a poco, sin ningún propósito ético, me cambió también la mirada al otro. • Descubrí lo que es vivir de dentro afuera. • Lo más importante: que la vida consiste en confiar, en dejarle a Dios la iniciativa. Y muchas más cosas, que necesitaron años para aclararse y ser formuladas. La salvación por la fe dejó de ser una expresión del argot cristiano y se constituyó en fuente de ser y de actuar. Hoy, analizando mejor la situación vital en la que se me dio este “nuevo nacimiento” (verdadera experiencia fundante), reconozco que mi desorientación existencial y mis conflictos de personalidad tenían que romper por algún lado. Un sicólogo lo llamará “abreacción”; pero los frutos no son primordialmente sicológicos, sino existenciales y espirituales.

4. Soy cristiano porque tengo una historia de relación con Dios Cuando la fe deja de ser ideología, Dios es alguien viviente. Comienzas a relacionarte con Él de modo personal. Mediante la oración, se me desplegó mi mundo afectivo (por la educación recibida, 187

mi afectividad llevaba un retraso notable). Conocí la intimidad amorosa con Dios. Tuve la intuición y el acierto de dedicarme a ello un par de años. Sobre ese eje, era necesario integrar la vida en su conjunto: las relaciones humanas, el trabajo, la creatividad personal... Esta historia de relación con Dios es rica y compleja, más rica y compleja que cualquier historia de amor humano. Tiene también sus fases, sus momentos oscuros, su sabiduría... Personas y libros te pueden dar pistas; pero la aventura es personal e intransferible. La afectividad se aprende y se desarrolla, se purifica y transforma, sólo a través de la relación misma. Intente intuir el lector y la lectura la historia que tiene que hacer un creyente que, a los 28 años, vive en una ermita, dedicado a la oración y al trabajo manual, que necesita interpretar la realidad, porque de lo contrario se pierde, que es acompañado espiritualmente por otros creyentes, pero que tiene que hacer su camino en solitario, y que ahora, a los 68 años, vive en un piso de Pamplona, dedicado a la evangelización de personas y grupos de adultos... Lo esencial, más allá de mi pensamiento, de mis tareas y de mis relaciones, ha sido Él, mi Dios, su amor y nuestra intimidad. No creerá el lector que por eso soy mejor que nadie. No puedo negar la obra de Dios en mí; sería ingratitud atroz. Pero diré con san Francisco a fray Maseo: “Si otro hubiese recibido las gracias que yo he recibido...”. Cada día le pido perdón a mi Señor, consciente de mi torpeza. 188

5. Soy cristiano porque Jesús me llamó a ser suyo En algunos cristianos, la vocación viene después de un proceso espiritual, a modo de fruto. La relación personal con el Dios vivo les lleva a tomar conciencia de que lo importante es dejarle a Dios la iniciativa y que la vida es llamada. A mí se me dio la experiencia vocacional (concretamente, la de ser franciscano) desde muy pronto. No sé cómo ha podido permanecer en el fondo de mi ser, cuando, simultáneamente, he tenido crisis de todo tipo. Es una de las razones por las que sé que soy de Jesús. Pero ahora me siento suyo de un modo nuevo. Me produce tanto agradecimiento... • Él me ha demostrado que me quiere a mí y como soy, más allá de mi conducta. • Le ha costado mucho enseñarme a vivir la relación con Él desde Él. Estaba yo (y todavía...) tan pendiente de mí... • Poco a poco, con infinita paciencia, su amor me ha ido ocupando el corazón. Puedo decir con Pedro: “¿A quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna” (cf. Jn 6). • El mayor regalo, lo confieso enternecido: que estoy condenado a amarle. ¡Por fin, Jesús, por fin! Pero el lector ya sabe que, en cosas de amor, cualquier cima que se alcance sólo es preparación para otra. 189

6. Soy cristiano porque mi experiencia concuerda con la Biblia y con los santos Me ocurrió cuando me convirtieron. Era tan nuevo, había sucedido tan de repente, que sospeché. Necesité un par de años para comprobar que no era invención mía, consciente o inconsciente. La carta a los Romanos daba nombre a mis luces interiores. Ignacio de Loyola y Francisco de Asís, tan distintos, expresaban lo que yo sentía. Releí la Biblia. El Antiguo Testamento me creaba cierto desconcierto en su presentación de la imagen de Dios. Con Jesús se me confirmaba luminosamente mi relación nueva con Dios. Las piezas iban encajando. Con los años, la concordancia entre mi experiencia, la Palabra (la Biblia) y la Iglesia (los santos) se me ha hecho argumento teológico e incluso racional. • Al fin y al cabo, es el mismo Espíritu Santo el que da testimonio de la verdad del Padre y del Hijo en mi interior, en la Iglesia y a través de toda la historia de la Salvación. • Tal es el milagro: cambian los tiempos y las culturas; permanece la misma vida de Dios comunicándose a los humanos. Ya sé que el argumento no es tumbativo; pero a mí me ayuda a comprender que, en el judeocristianismo, lo subjetivo y lo objetivo concuerdan. No es poco en estos momentos, en que predomina la ten190

dencia a hacer de la fe cristiana algo meramente subjetivo, por no decir utilitario, sin preocuparse por su verdad. Por si acaso, vuelvo a subrayar que la concordancia entre mi experiencia y la de los santos no es de igualdad. ¡Ojalá viviese yo como Francisco de Asís, con su inmediatez y transparencia ante el Evangelio!

7. Soy cristiano porque mi elección es mi misión También yo he estado siempre preocupado por compaginar elección y universalidad. Al principio, lo vivía como cuestión intelectual: ¿Cómo cabe afirmar la elección en el diálogo interreligioso?; ¿cómo cabe tener una imagen de Dios Padre si tiene preferencias injustificables? Mi proceso de experiencia creyente me ha permitido integrar vivencialmente piezas que en mi cabeza quedaban distorsionadas. • La elección sólo es don, no derecho, ni propiedad, ni superioridad. • La comunión de amor con Dios sólo es verdadera cuando descubro que la forma suprema del amor es la obediencia. • Toda obediencia es misión y, por eso, mi alegría mayor es hacer de mi elección amor de misión. 191

A mí no me toca saber por qué el camino de lo universal ha sido la elección particular de Israel, Jesús, la Iglesia. A posteriori, me resulta más lógica: cuestión de amor. ¿Cómo revelar mejor el amor a toda la humanidad que mediante el realismo concreto de un amor particular? Pero mi propia experiencia de elección, al percibirla como gracia, me ha hecho evidente que Dios es más grande que la religión cristiana, y que se autocomunica y salva de otras muchas maneras. ¿Se deduce, en consecuencia, que da lo mismo ser cristiano que musulmán, budista o hindú? No. Sólo Jesús es la Palabra personal y definitiva del Padre. ¿Por qué? Haz la prueba, compara... Mejor: atrévete a relacionarte con Él. Te basta muy poquito de fe... “Ven y lo verás”, le dijo Felipe a su amigo Natanael (Jn 1).

8. Soy cristiano porque toda mi historia es gracia de Dios A la letra, sin paliativos, puro favor de su amor. ¿En qué ha estado mi libertad? Básicamente, en aceptar ser amado por gracia. ¿Me he comprometido? Sin duda. Pero también mi esfuerzo ha sido Gracia. Ha tenido que hacerlo Él casi siempre contra mí. Me encantaría contarle al lector cómo me he resistido con uñas y dientes a dejarle hacer y cómo se ha salido con la suya. Así de misericordioso y fiel es. 192

9. Soy cristiano porque mi fe me ha ayudado a pensar mejor Con los años he llegado a esta tesis: el conocimiento de lo esencial (de Dios, especialmente) depende del proceso de transformación de la persona. Si el conocimiento depende de una racionalidad que necesita dominar la existencia, ¡qué poco sabrá de Dios y de la condición humana! Si el conocimiento depende de ser científicamente neutral, ¡qué poco sabrá de la poesía, de la belleza, del amor, de la religión! Si el conocimiento necesita hacerse una imagen de Dios a la medida del hombre, ¡qué poco sabrá del Dios de Moisés y de Jesús! • La fe me ha ayudado a hacer la hipótesis (perfectamente razonable) de que Dios es libre y puede mostrar su amor como Él quiera. Lo cual hace que piense de Dios mucho mejor. • La fe en Jesús muerto por nuestros pecados me ha ayudado a conocer la condición humana mucho mejor que todas las filosofías. • La fe en Jesús resucitado me ha ayudado a pensar el cuerpo y la tierra desde el futuro insospechado de “los cielos nuevos y la tierra nueva”. • La fe en la Eucaristía me ha ayudado a pensar que la solidaridad humana es más honda que la de la especie biológica y la de las relaciones interpersonales. 193

Como filósofo que soy, por carrera y por talante intelectual, estaba acostumbrado a pensar a Dios, al hombre y al mundo, desde el pensamiento universal del ser. Con la fe cristiana, pienso cada vez más el conjunto de la historia humana y del cosmos desde Jesús crucificado, Mesías y Señor, “locura para los griegos, sabiduría de Dios para los creyentes” (cf. 1 Cor 1).

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XV EL MODELO CRISTIANO DE SER PERSONA

53. ¿Cómo se integran la fe y la autonomía de la persona? Florentino, hombre de 38 años La pregunta presupone que hay un conflicto entre la fe y la autonomía de la persona. Tienes razón, Florentino. El conflicto es propio de nuestra cultura occidental, ya que hemos conquistado la autonomía liberándonos de sumisiones que estaban ligadas a la fe. Primero, fue la razón frente a la teología. Luego fue la ciencia frente a la Biblia. Más tarde, la sociedad frente a la Iglesia... Personalmente, creo que la autonomía es una de las conquistas más espléndidas del espíritu humano; más aún, creo que sin autonomía no hay verdadera fe. Pero reconozco que no es fácil su integración. Hay que hacer un proceso en que la persona descubre la obediencia de fe como la forma más elevada de la libertad. La autonomía nace de un proceso en que la persona se libera de las sumisiones que no le permiten ser ella misma. En la adolescencia tiene que aprender a elegir. Al ser adulta, tiene que tomar la vida en las manos, siendo fiel a sí misma. Esto repercute en la fe: que deja de ser un sistema ideológico de creencias e identificaciones con un grupo determinado, para iniciar la aventura de la personalización de la fe. ¿Conoces muchos creyentes, Florentino, que hagan este proceso? ¿Pero cuántas personas conoces, igualmente, que en otros campos (el cultural, el político, el social) se atrevan a distanciarse 197

críticamente de su mundo de adhesiones, para hacer un camino en que la verdad sea más importante que la seguridad? Pero si te fijas bien, esta autonomía está configurada por el yo y no se libera del yo. La libertad personal necesita descubrir una fuente más alta: la relación interpersonal del amor. Hay un amor infantil y adolescente que refuerza dependencias y no propicia la autonomía. Pero si la relación con el otro no me hace salir de mí y más bien la siento como amenaza (“amor de contrato”, habría que llamarlo), la libertad termina en la esclavitud del egocentrismo. El verdadero amor interpersonal une en la diferencia, saca lo mejor de cada uno, promoviendo al otro en cuanto otro; pero su fuente no es el yo, sino el amor, cabalmente. En este nivel de libertad ya no hablamos de autonomía ni de dependencia. Imagínate ahora, Florentino, que el Padre Absoluto te llama a una historia de amor inimaginable: 1) Te llama tal como eres. Si necesitas seguridad, lo utilizarás descaradamente. Si necesitas autoafirmación, lo sentirás como amenaza. 2) Este amor requiere fiarse incondicionalmente, tal como Él se te da, incondicionalmente. Aquí comienza la fe propiamente dicha: no es la adhesión a unas creencias, ni es la sumisión a una autoridad que se te impone desde fuera. Esta fe ya es amor inicial, y se nutre de la historia de la entrega de Dios en favor tuyo. Aparece198

rán resistencias de todo tipo, porque apelar a tu autonomía no sería más que una excusa para tener tú la última palabra. La libertad crece con la relación misma, no fuera de ella. 3) Cuando experimentes que el amor de Dios es salvador, que te libera de las esclavitudes radicales (el egocentrismo, las falsas seguridades, el miedo a la muerte, la necesidad de justificarte mediante el cumplimiento de normas...), entonces descubrirás la libertad como obediencia de fe. Porque la autonomía sólo es requisito necesario para que la fe sea libre. La libertad encuentra su horizonte de realización más alta cuando se entrega y adora la majestad del amor del Padre Absoluto. ¿Conoces a una persona más autónoma que Jesús de Nazaret? Sin embargo, su autonomía fue obediencia de amor al Padre hasta dar libremente su vida. El Padre me ama, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que la doy voluntariamente. Tengo el poder de darla y el poder de recobrarla. Ésta es la misión que he recibido de mi Padre (Jn 10,17-18).

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54. La historia de Jesús es impresionante; pero, en el día a día, ¿los cristianos no son tan torpes como todos? Loli, mujer de entre 51 y 65 años ¡Cuánta razón tienes, Loli! En tu pregunta subyace una afirmación cierta: que si la fe no es amor al prójimo de verdad y con obras, es mentira. Además, me parece percibir un matiz entrañable: efectivamente, ¡somos tan torpes! Pero déjame decirte que tu análisis es insuficiente. Una cosa es el cristiano bautizado y sociológicamente practicante, y otra el cristiano motivado de verdad por su fe. Torpes, Loli, lo somos todos. Quizá no sepas que la fe nos da cierta ventaja para ser buenos; pero también ciertas desventajas. Ni sospechas que conocer al Dios de Jesús provoca ciertos fondos oscuros, que en las personas normales suelen estar ocultos en la trastienda del corazón. Por otra parte, ¿cómo mides tú la verdad y la coherencia de las personas? ¿Qué obras exiges? La vida te habrá enseñado, sin duda, que siempre hay un desajuste entre lo que se hace y las motivaciones reales, entre lo que aparece socialmente y la calidad de nuestras vidas ocultas. De todos modos, por si te sirve, te diré que yo nunca justifico mi fe por mi coherencia ética, sino por Jesús. ¡Él sí que ha vivido lo que ha dicho! Me parece normal que una persona que busca mire a los cristianos; pero tendrá que ir más lejos y mirar 200

con más hondura a Jesús. De lo contrario, nunca llegará a la fe. Te habrás dado cuenta de que no he apelado a los santos cristianos. También fuera del cristianismo los hay. ¿Tienen el mismo modo de realizar lo humano que los de otras religiones y los agnósticos?

55. Un ideal tan elevado de vida como el cristiano, ¿no exige demasiado y, a largo plazo, no es contraproducente? Arantza, mujer de 42 años Tengo un amigo sicólogo que, entre bromas y veras, me dice que no se hace cristiano por la radicalidad y el ideal ético del Sermón de la montaña, por aquello de “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Me dice que ahí reside el principio de toda neurosis, en las fantasías de omnipotencia, en el voluntarismo moral que no acepta las limitaciones personales. Tu pregunta, Arantza, toca un punto neurálgico de la vida cristiana. Cuando se pide lo más, se termina en lo menos. Es la razón por la que muchos jóvenes idealistas, que durante años participan en nuestros grupos cristianos, cuando se casan y trabajan, no saben compaginar el ideal cristiano y la realidad diaria, y terminan dejando la fe o acomodándola a sus intereses. Cuando llega la crisis de realismo, a partir de los 40 años, esta crisis de ideales se agudiza y llega 201

a desorientar el sentido de la vida. Algunos mantienen con tesón y cabezonería sus compromisos de radicalidad, pero ya no se lo creen. Me atrevo a sugerirte, Arantza, un librito mío cuyo título responde a tu pregunta: Ni santo ni mediocre. Ideal cristiano y condición humana (Editorial Verbo Divino). Si no tienes un proceso personalizador de la fe, chocarás con mis planteamientos. La tesis de fondo es muy simple: el creyente no puede dejar de vivir con talante radical, pero tiene que descubrir que la realidad, con sus limitaciones, es más radical que sus ideales. Descubrirlo implica lo que en el argot cristiano se llama “la vida teologal”. La fe no es ni idealista ni realista, Arantza. Si no se produce esta vida nueva, en efecto, el ideal cristiano termina siendo contraproducente, y, en algunos casos, puede reforzar las tendencias neuróticas de algunas personas.

56. El cristianismo habla de Gracia, de que Dios es el que nos libera. ¿Dónde queda mi responsabilidad? Julen, hombre de 43 años Responsable es la persona libre con capacidad de respuesta. • Puedo responder desde mí, apoyándome en mi voluntad y esfuerzo. El Evangelio me propone 202

una conducta, y yo me comprometo a ponerla en práctica. • Puedo responder desde Él, consciente de mis limitaciones, y esperando que me ayude. Lo que pasa es que mi libertad está esclavizada. Por más esfuerzo que ponga, hay cosas, las más importantes, que no puedo, por ejemplo: amar desinteresadamente, olvidarme de mí, no pretender dominar la existencia, no asegurar el futuro, dejarle a Dios la iniciativa de mi vida, dejarme amar gratuitamente... Por eso, la Biblia habla de “salvación”. ¿Qué responsabilidad tengo ante la salvación? 1) Reconocer que mi libertad no puede. 2) Recibir, acoger que Dios me salve por gracia. 3) Descubrir que mi libertad liberada es incomparablemente mejor que mi libertad responsable. Mi responsabilidad no queda anulada, sino resituada, liberada y transformada. Por eso, Gracia y responsabilidad no se oponen. La Gracia resitúa la responsabilidad en la dinámica del don. Nada responsabiliza tanto como ser amado y que el que me ama no necesite correspondencia.

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57. ¿De qué me libera Dios, efectivamente? Lucía, mujer de entre 25 y 30 años San Pablo diría lapidariamente que hemos sido liberados del pecado, de la muerte y de la Ley. Pero lo que tú pides, Lucía, es que una frase así tenga contenidos concretos. Vamos a ver si puedo concretar lo real y eficaz que es la liberación que Dios nos ha traído con Jesús muerto y resucitado. a) Liberados del pecado • El perdón libera radicalmente. Pero para eso hace falta que yo sienta que he ofendido a Dios y me he opuesto a sus proyectos. Cuando no hay conciencia de pecado, tampoco la hay de liberación. • La experiencia de fiarse de Dios libera de la necesidad de controlar la existencia. • Poner en manos de Dios mi futuro, el de los míos y el de la humanidad entera, libera de la angustia de la finitud. • Experimentar que soy amado gratuitamente me dignifica como persona y me permite vivir al otro más allá de su conducta, de su cultura, raza o religión. • Puedo tener paz cuando experimento que no termino de liberarme del pecado. • Ser de Jesús y para Jesús... ¿cómo explicar que se trata de una vida de amor que vence al pecado y la muerte? 204

b) Liberados de la muerte • De la muerte como final de la existencia, de modo que el sueño de inmortalidad de los humanos se realice, efectivamente. Después de muertos, desde luego, hay vida eterna. • Liberados del miedo a la muerte, que nos atenaza consciente o inconscientemente, de mil formas: necesidad de acumular riqueza o fama, incapacidad de ver más allá de nuestros sentidos, apropiación compulsiva de lo que tenemos o pensamos... • La angustia y sinsentido que produce el sufrimiento. c) Liberados de la Ley • Cuando la obligación de cumplir las exigencias de Dios introduce una dinámica insoportable de culpabilidad. • Cuando estamos esclavizados por la necesidad de justificar nuestra vida ante nuestra propia conciencia. • Cuando nuestra relación con Dios está mediatizada por nuestra conducta, incapaces de creer que somos amados y salvados por Gracia. Te extrañará, Lucía, que una liberación así sea tan personal. En efecto, después de dos mil años, no parece que el cristianismo haya solucionado los problemas de la humanidad. Déjame decirte que la 205

liberación que trae Jesús no es meramente interior, ni privada, sino que, siendo personal, es privada y pública, interior y social. Por su propia radicalidad, necesita un tiempo para que se vean sus efectos en la humanidad. ¿Eres capaz de verlos tú, Lucía, después de dos mil años?

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XVI PRESUPUESTOS PARA SER CRISTIANO

El entrevistado añade este apartado, porque según avanzan las preguntas y las respuestas, cree que es necesario decir algo sobre estos presupuestos.

¿Hacen falta presupuestos sicológicos? Algunos son indispensables. Por ejemplo, para fiarse de Dios hace falta que la persona tenga capacidad para fiarse de otras personas sin necesidad de controlarlas. A ver, maticemos: la tendencia a controlar es normal; lo negativo es que la tendencia te domine de tal manera que bloquee las relaciones. La fe requiere que la racionalización no sea un mecanismo de defensa. Es de sentido común no entregarse a alguien si no te da motivos para ello. Pero hay personas que necesitan pruebas científicas, demostraciones irrebatibles, por ejemplo, sobre la persona histórica de Jesús. Esta necesidad da a entender que se refugian en lo racional para protegerse a sí mismos, para no aceptar la posibilidad de un nuevo planteamiento de la vida. Hay presupuestos sicológicos que no son indispensables, por ejemplo, ser equilibrado o tener tal autonomía personal que no se dependa de ninguna autoridad. Sin embargo, trabajar la madurez sicológica siempre ayuda a la madurez de la fe, con una condición: que no sea una trampa para centrarse en sí mismo, evitando aceptar la hipótesis de ser amado o amada por Dios. 209

Hacen falta, ciertamente, algunos presupuestos existenciales. 1) Actitud de autenticidad. Una persona es auténtica cuando prefiere verdad a seguridad. Porque hay personas intachables, a las que no cabe cogerles en falta; pero que utilizan la conducta ordenada para evitar el riesgo de equivocarse y para evitar preguntas que les produzcan inseguridad. Auténtica es la persona fiel a sí misma por encima de convenciones y de las normas de la autoridad, e incluso de la ideología del grupo de pertenencia. 2) Sensibilidad con el otro. Respetar y valorar a la persona en sí misma, compadecerse del necesitado, implicarse en las relaciones interpersonales... El mundo de la fe cristiana es el del amor. ¿Hacen falta presupuestos espirituales? 1) Capacidad de interioridad, desde luego. No cualquier interioridad, sino aquella que nos abre más allá de nosotros mismos, al Misterio que nos sobrepasa, a lo que las religiones llaman Dios, sea el Absoluto o lo Absoluto. 2) Si la persona que pregunta y busca a Dios tiene un mínimo de fondo afectivo (recibido quizá en la infancia y adolescencia), aunque ahora sólo esté latente en la trastienda de la conciencia, es un gran 210

presupuesto para la experiencia cristiana. Podrá rezar en relación real con Alguien viviente, aunque tenga dificultades. Para relacionarse con Dios, basta tener 0,000001 de fe. Se puede rezar incluso sin fe, con tal de que se acepte la hipótesis de que Dios quiere acercarse a nosotros y establecer relación con nosotros: “Señor, si existes, revélate”. A veces se dice que para rezar primero hay que creer. Pero habría que decir, igualmente: “Para creer, primero hay que rezar”. La verdad es que no hay un primero y un segundo. Creer y rezar van de la mano. Lo que importa es tener un punto de partida, una situación que propicie el inicio. ¿Qué situación vivida, no teórica, está siendo tu plataforma para que tus preguntas sobre Dios te afecten realmente? Si pudieses rezar desde esa situación, sin someter a sospecha tu oración... Una frase corta, que te salga del corazón, tuya, verdaderamente tuya.

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XVII SOBRE LA ORACIÓN

58. Yo distingo entre rezar y orar. ¿Es correcta la distinción? Aitxuri, mujer de entre 26 y 35 años Supongo, Aitxuri, que para ti “rezar” es recitar, decir oraciones aprendidas o leídas, y que orar es quedarse en silencio y meditar, algo más íntimo y personal. Para la fe cristiana, la cuestión es otra: tanto si rezas como si oras, con Quién te relacionas. Conocí a una religiosa contemplativa que su oración consistió, durante más de veinte años, en rezar el Padrenuestro despacio, muy despacio. Y conozco cristianos y cristianas que confunden el zen con la oración. La distinción que haces entre rezar y orar tiene máxima importancia cuando se avanza en la relación con Dios. La mayoría recita oraciones a la mañanita, al levantarse, o a la noche, al acostarse. Costumbre muy valiosa, si no es una repetición mecánica, sino relación viva con el Dios vivo. Algunos, no demasiados, por desgracia, han descubierto la oración como relación de intimidad con Dios. Lo hacen durante veinte minutos o una hora con variedad de métodos que ayudan al recogimiento. Para que la fe sea relación transformante con Dios, el camino es la oración. Santa Teresa la definió admirablemente: “Tratar de amistad con Aquel que sabemos nos ama”. Tradúcelo: “Vivir intimidad de amor con el Dios amante”. 215

Rezar y orar no son una obligación, ni siquiera una práctica religiosa, sino don, regalo que Dios nos hace de llamarnos a su presencia e intimidad.

59. Cuando se reza, ¿por qué hay que pedir algo si somos nosotros los responsables de lo que pedimos? Joseba, hombre de 43 años De nuevo, se opone acción de Dios y responsabilidad del hombre. Confusión grave, ya que Dios, como hemos explicado más arriba, no es la primera Causa omnipotente y omnisciente entre otras causas. Dios no está haciendo lo que nosotros tenemos que hacer; mejor, Dios hace todo, posibilitando que nosotros lo hagamos y haciendo lo que nosotros no podemos hacer. Cuando pido, Joseba, que desaparezca el hambre en el mundo, me comprometo en ello; pero reconozco que Dios es el Señor de toda la realidad y confío en su providencia. ¿Cómo lo hará? No lo sé. Que lo hará conmigo, sí lo sé. Y que lo hará a pesar mío, también. Pedir es reconocer que la última palabra pertenece a Dios y saber, con certeza de fe, que estamos en buenas manos. ¿Por qué tenemos la sensación de que no atiende a nuestras peticiones, que de nada sirve pedir, que lo que hay que hacer es actuar? Porque quere216

mos controlar la acción de Dios en función de nuestros intereses. Cuando te parece que te abandona y, a pesar de todo, confías, al cabo de cierto tiempo compruebas que lo ha hecho mucho mejor de lo que esperabas. ¿No lo has comprobado nunca? Te doy un referente fundamental, Joseba: Jesús pidió al Padre que lo liberase de la muerte; pero no lo hizo. Tuvo que pasar por el abandono y la noche más oscura. Dios, su Padre, hizo algo increíblemente mejor: lo resucitó y le dio el Reino. Hay cosas que pedimos y en las que se compromete nuestra responsabilidad; pero hay cosas que pedimos y que sólo Dios las hace. A nosotros nos toca pedir confiadamente. Eso es lo que Dios quiere, que se lo pidamos. Más, a veces subordina su intervención a que se lo pidamos. ¿Te lo crees? ¡Qué Dios tan Padre y tan libre al mismo tiempo! Por ejemplo, yo intento, Joseba, aclararte cosas; pero no puedo darte fe en la providencia de Dios. Todo este libro está atravesado por esta paradoja: conviene explicar quién es Dios y cómo actúa; pero, en definitiva, comprender ciertas explicaciones depende de la luz propia de la fe, al menos inicial.

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60. ¿En qué se distingue la oración cristiana de otras formas de oración, por ejemplo, las que enseñan las religiones orientales? Pregunta de Felipe, hombre de 46 años Se podría responder, Felipe, de modo resumido de esta manera: • La oración cristiana es escucha, fe que acoge la palabra de Dios que se autocomunica. • Y por esto mismo, un tipo de relación de amor con el Dios de Moisés, el Padre de Jesús de Nazaret. En cuanto experiencia religiosa, tiene muchísimas cosas semejantes con las religiones que presentan un Dios personal; por ejemplo, las distintas formas de la bakhti (“devoción”) en el hinduismo. La diferencia con el budismo theravada, el primitivo, es mucho mayor, porque éste no conoce la relación con un Dios personal. Hay también muchas semejanzas en el proceso de experiencia. Las religiones orientales hablan de purificación, iluminación y unión, como nuestros místicos. Pero ahí está la trampa, Felipe: • En valorar la experiencia y no la relación, que siempre es transexperimental. 218

• En que el contenido de la relación, en la fe cristiana, es el Dios revelado en la historia de Israel, Jesús, la Iglesia. Por ejemplo, cuando llamo a Dios Padre, encuentro el mismo nombre en otras religiones. Pero lo que cuenta no es el nombre, sino la relación que Jesús tuvo con Abbá. Cuando hablamos de unión con Dios, la descripción de la unión entre brahman y atman, que se hace en los Upanishads, y la que hace Juan de la Cruz en la Noche, tienen multitud de rasgos comunes. Pero la dinámica es muy distinta: el hinduismo busca trascender la multiplicidad para alcanzar la realidad del Uno; en el judeocristianismo, la unión con Dios se realiza en la obediencia de amor, que nos llama a entregar la vida, como Jesús, en favor de los hermanos. Lo hemos dicho más arriba: lo que diferencia al judeocristianismo de otras religiones es el carácter histórico de la revelación de Dios y, nuclearmente, la centralidad de la persona de Jesús. Lo cual se traduce en la oración. Jesús no es el símbolo de lo divino manifestado (Krishna), sino Dios hecho hombre. Toda la existencia, y por supuesto, la oración, se concentran en la relación con Él y en la relación que Él tiene con el Padre en el Espíritu Santo. Soy consciente, Felipe, de que aquí reside el escándalo de la oración cristiana. Es más plausible, a primera vista, una filosofía religiosa del hombre que penetra en el misterio de Dios por grados de iluminación interior. Pero ¿si a Dios se le ha ocurrido descender a nosotros y comunicarse con nosotros humanamente? 219

A Dios nadie lo ha visto, sino su Hijo único, y a quien el Hijo se lo comunique (Jn 1). Por ello, la oración cristiana es, esencialmente, escucha, y escucha de Jesús, la Palabra definitiva de Dios al mundo.

61. ¿Tiene que ver la oración con el modo de ser persona? Mikeli, mujer de entre 20 y 28 años Me parece, Mikeli, que tu pregunta da a entender sensibilidad e intuición. En efecto, hay una relación directa entre la oración y el modo de ser persona. • La oración significa que acepto mi finitud ante el Absoluto. • Pero que considero que el Absoluto es alguien vivo, no un ser abstracto, con el que puedo relacionarme, pidiendo, admirando, dando gracias... • Antropológicamente, la oración significa que descubro que las mejores capacidades de la persona humana se realizan en el ámbito no utilitario, en la receptividad: escuchar, comunicarse, amarse... Quizá conozcas lo que cuenta el evangelista Lucas de la visita de Jesús a Marta y María. Según iban de camino, Jesús entró en una aldea, y una mujer, llamada Marta, lo recibió 220

en su casa. Tenía Marta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, estaba atareada con los muchos quehaceres del servicio. Entonces Marta se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en la tarea? Dile que me ayude. Pero el Señor le contestó: –Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará. Lc 10,38-42 María nos resulta egoísta, hasta que descubrimos su secreto: ser discípula, recibir de Jesús la palabra que viene de Dios, fuente del corazón y de todo actuar. Lo importante no es qué se hace, ni cómo, sino desde dónde. El texto no opone oración a acción, ni considera que los activos son discípulos de segunda. Opone inquietud y necesidad de hacer cosas a la escucha y obediencia de fe, a recibir de Dios la vida. Con todo, Mikeli, la oración tiene sus propias trampas. • Se presta a que la persona se refugie en ella huyendo de la realidad. • Puede alimentar el narcisismo. • Reforzar la inmadurez, buscando bienestar sin conflicto. 221

Como en todo, la oración tiene por criterio la transformación de la persona, que, siendo interior, debe ser igualmente social. Ya sabes, en el judeocristianismo no cabe separar el amor de Dios y del prójimo.

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XVIII EL ESCÁNDALO DEL SUFRIMIENTO

62. Si Dios existe y es bueno, ¿por qué permite tanto sufrimiento? Ainara, mujer de entre 35 y 48 años La pregunta que atormenta a tantas conciencias... El sufrimiento escandaliza, es la piedra de tropiezo para quienes quieren creer. ¿Por qué? Pregunta racional y, a la vez, emocional, porque deja sin sentido nuestra comprensión de Dios. Aquel famoso argumento: “Si Dios existe, ha de ser bueno; si permite tanto sufrimiento, no tiene derecho a existir”. Exigimos respuestas, y nos encontramos con el silencio. Toda afirmación teórica sobre la bondad de Dios se estrella contra la realidad del sufrimiento. El sufrimiento existe, y, sin embargo, lo experimentamos como lo que no debe existir. No debe morir una madre joven que deja tres hijos pequeños y un marido desolado. No debe existir el corruptor de menores. No deben morir de hambre en África millones de hombres y mujeres, cuando sería tan fácil solucionar el hambre si los países del primer mundo nos lo propusiéramos. ¿Por qué la tortura que se ensaña con el prisionero de guerra? Con frecuencia, las ideologías religiosas han fabricado respuestas: el pecado primero de Adán y Eva, el equilibrio necesario del cosmos entre vida y muerte, el camino que debemos recorrer para ser purificados y alcanzar metas más altas del espíritu... Pero nada justifica que un niño de cuatro años vea violar y asesinar a su madre. 225

Ante el sufrimiento, la fe se calla y no busca respuestas lógicas. Confía y se aferra a la confianza sin entender nada. Si alguna religión ha tomado en serio el sufrimiento, Ainara, es el judeocristianismo. ¿Qué hace Dios? • A veces ha salvado del sufrimiento: a los esclavos de Egipto, a los deportados de Babilonia, a los enfermos y excluidos de Galilea... • Pero no lo ha suprimido, pues el Reino, que ya ha llegado con Jesús muerto y resucitado, pasa por el sufrimiento y lo transforma en camino de esperanza y de vida nueva. • Dios no se ha quedado en las nubes, viéndonos sufrir y actuando compasivamente a veces. Dios se hizo hombre, compartió nuestra condición humana hasta el final. Ahí está, en la Cruz, varón de dolores. Nuestra pregunta “¿por qué tanto sufrimiento?” se vuelve del revés: “¿Por qué el sufrimiento de Dios, del único inocente, Jesús, el Hijo?”. Quien tenga valor para mirar al Crucificado no encontrará la respuesta lógica; pero podrá mirar el sufrimiento con otros ojos. Como cristiano que soy, he tenido que hacer un largo camino. • Primero, tuve que aprender a aceptar la realidad. No hay vida humana sin sufrimiento. • Luego, aprendí a no entender, a confiar. 226

• Mirando el amor de Dios en la cruz de Jesús, poco a poco comprendí que el sufrimiento tenía que ver con el amor. • Ahora consiento en el sufrimiento, intentando ser discípulo de Jesús, “que siendo Hijo, tuvo que aprender la obediencia a base de sufrir” (Heb 5). A más de uno le parecerá resignación pasiva. No tiene nada que ver. Cuando miro al Crucificado (sé que murió por mis pecados y los del mundo entero), no puedo menos de preguntarme qué relación existe entre el sufrimiento, el amor y el pecado. Reconozco que he necesitado mucho tiempo para atisbar, entre luces y sombras, el misterio que los correlaciona. Permítanme el lector y la lectora interrumpir aquí la respuesta, ya que el tema del pecado se las trae y hablaremos de él más adelante.

63. Me rebelo contra el sufrimiento de cualquier inocente. ¿Cómo puede tener sentido? José, hombre de entre 26 y 38 años Yo también. Sin esta indignación ética, no somos personas. La vida de un inocente tiene sentido por su propio valor. Es normal que su sufrimiento provoque el sinsentido. 227

¿Qué decirte, José? Sólo puedo presentarte a Jesús, el hombre bueno que pasó haciendo el bien, que liberó a los oprimidos, que predicó la fraternidad universal y el amor no violento, y que fue torturado, befado y traicionado. Si te parece que su sufrimiento no tiene sentido, entiendo que ninguno lo tenga. Pero para mí, cristiano, es su muerte la que da sentido al sinsentido del sufrimiento de todos los inocentes. ¿Cuestión de fe? Evidentemente. Si la última palabra la tienen el sufrimiento y la muerte, ¿tendría sentido la existencia humana? Tampoco yo vería, José, el sentido de su muerte si no hubiese resucitado. Ante la muerte de un inocente o de un criminal, sólo nos queda el silencio del sinsentido y la fe en la resurrección de Jesús, el inocente.

64. ¿Dónde está Dios cuando se te muere un hijo? Paulino, hombre de 53 años, al que se le ha muerto de cáncer un hijo de 34 años Déjame callarme junto a ti, Paulino, sin darte ninguna respuesta. Necesitas tiempo para asumir semejante golpe y elaborar el duelo. 228

Más tarde, si eres creyente, dejarás en manos de Dios la muerte de tu hijo. Y más tarde, te atreverás a hablar con tu hijo, a quien no has perdido definitivamente. Si no eres creyente, te despedirás de él, te quedará un vacío hondo y doloroso, y tú seguirás dando vida. ¿Dónde está Dios? Acompañándote, Paulino, compartiendo contigo tu sufrimiento. También Él perdió a su hijo Jesús. Es verdad que lo recuperó al resucitarlo. Tú también lo recuperarás, Paulino, un poco más tarde. Mientras tanto, Dios te da paz, una paz que no te quita el dolor; pero que es el signo de que tu hijo vive de otra manera. Ya sé, Paulino, decir palabras de consuelo es fácil. Lo difícil es tener consuelo ante semejante pérdida.

65. ¿Cómo transformar el sufrimiento en camino de esperanza? Felisa, mujer de 47 años Espero que las reflexiones anteriores te ayuden, Felisa. Voy a completarlas con algunas observaciones. La elaboración positiva del sufrimiento no se hace sin ciertos presupuestos humanos, por ejemplo: 229

• La persona que necesita ser feliz sin frustraciones tiene que aprender a aceptar positivamente que la realidad no responda a sus deseos. • El sufrimiento pasa por momentos en que sólo se ve el túnel oscuro, sin salida. Hace falta esperar, dar tiempo, distanciarse por dentro de la sobrecarga emocional de la angustia. La cuestión central es la siguiente: ¿Dónde fundamento el sentido de la existencia? Precisamente, el sufrimiento obliga a dicha pregunta: • ¿Tiene sentido nacer pobre, sin apenas recursos económicos? Depende de si lo económico fundamenta o no el sentido de mi vida. • ¿Tiene sentido un hijo con el síndrome de Down? Depende de si el amor incondicional fundamenta o no el sentido de mi vida. • ¿Tiene sentido la muerte de un inocente? Depende de si fundamento o no el sentido de la vida en lo que nosotros controlamos. • ¿Tiene sentido el pecado? Depende de si fundamento el sentido de la vida en poder justificar mi vida o en ser amado y perdonado gratuitamente por Dios. Transformar el sufrimiento, Felisa, en camino de esperanza depende de cuál es, realmente, el fundamento de sentido. Porque hay creyentes que, ideológicamente, tienen claro que la esperanza cristiana tiene como horizonte la felicidad eterna; pero cuando les toca una enfermedad larga, apare230

ce con claridad que las ideas no les sirven. Hay agnósticos que fundamentan el sentido de la existencia en amar solidariamente y en compartir el sufrimiento, y es admirable su capacidad de esperanza; pero no saben qué hacer con la muerte. Y hay verdaderos discípulos de Jesús, que han hecho, cabalmente, del sufrimiento el camino del amor y de la esperanza.

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XIX SOBRE EL PECADO

66. Nunca he entendido el pecado original. ¿Cómo ha podido Dios hacernos así? Juan José, hombre de entre 30 y 40 años La creencia del pecado original se ha prestado y presta a muchas confusiones: • Los unos la asocian a la caída de Adán y Eva, descrita en el Génesis. Pero hoy sabemos que la página bíblica no cuenta lo que ocurrió, sino lo que ocurre permanentemente. Trata sobre la condición humana universal; no es historia, sino meditación. Muchas filosofías y religiones han llegado a esa conclusión: que la persona humana está lastrada por el pasado, por algún principio del mal, por el pecado... • Otros la confunden con una especie de “pecado estructural”. Así como hay situaciones, ante las cuales las personas no pueden hacer nada, porque las estructuras las condicionan, otro tanto ocurre a la humanidad ante Dios. Tu pregunta, Juan José, supone que nacemos con pecado original y que, en consecuencia, nuestra libertad no entra en juego y hay que atribuírselo a Dios. ¡Qué manera tan fácil de echar la pelota fuera! Voy a poner un ejemplo. Yo debo amar desinteresadamente, porque mi conciencia me lo pide; 235

pero no puedo. Si debo, es cuestión de libertad; no es cuestión de nacimiento. Pero no puedo. Me basta pensar lo difícil que me resulta amar al que no me interesa. Entonces, ¿qué pasa? ¿Recuerdas lo que dijimos de la libertad esclavizada? Mi opinión va por ahí. La libertad es buena; pero está “encorvada” sobre sí misma, incapaz de salir de sí hacia el otro libremente. No hace falta recurrir a una explicación sobre el origen de esta libertad esclavizada. Más importante es tomar conciencia de que el pecado original nos tiene a ti y a mí. Y esto se ve en: • Cómo hago de la libertad un motivo para sentirme como Dios. • Cómo no acepto la limitación como don, sino como una humillación. • Cómo el otro me resulta amenaza. • Cómo me fascina el deseo y me ciega para no aceptar la realidad. Pero hay que reconocer que la fuerza del pecado original sólo se experimenta cuando Dios llega a nosotros con su amor salvador y nos resistimos hasta la obcecación. Basta leer la relación entre Israel y el Dios de la alianza, o cómo Jesús fue rechazado (y es rechazado) porque no respondía (ni responde) a nuestros deseos. No, no es culpable Dios del pecado original. No es natural, sino antinatural, que yo quiera ser como Dios y que me rebele contra mi finitud, no aceptando límites a mi libertad. ¡Fascinación y autoen236

gaño ante el don más precioso de la persona, su libertad! ¡Qué incapacidad de recibir el amor de Dios! Me atrevo a hacerte una pregunta, Juan José, que quizá no tenga que ver contigo, pero sí con muchas preguntas que se hacen en este libro: ¿No crees que muchas preguntas ocultan el pecado original latente, la necesidad de controlar la existencia y la incapacidad de fiarnos de Dios?

67. Tanto hablar del pecado, ¿no provoca una imagen atormentada de la vida cristiana y de Dios? Pregunta de Lucía, mujer de 37 años Realmente, es llamativa la omnipresencia del pecado en la Biblia, y no sólo en el Antiguo Testamento. A primera vista, superficialmente, la religión judeocristiana produce una imagen negativa de Dios y de la existencia del creyente. Otras religiones parecen celebrar más y mejor la espontaneidad de la vida, de la naturaleza y del placer. No lo niego, Lucía. Pero habría que ahondar más en la realidad del pecado. • Cuando el pecado está asociado a la negación del placer y se confunde con la culpabilidad sicológica, si esta idea se proyecta en Dios, las 237

consecuencias son nefastas: un Dios castrante y una relación con Dios que promueve personas inhibidas. En la catequesis cristiana de hace décadas (y todavía en algunos contextos), no era rara esta experiencia neurotizante del pecado y de la relación con Dios. • Cuando la relación con Dios depende del cumplimiento estricto de sus normas, las que vienen directamente de Dios (como pueden ser los 10 mandamientos), o las impuestas por los códigos sociales que controlan a la persona en todos los ámbitos de su conducta (y encima, se dice que vienen de Dios), entonces la experiencia religiosa coarta la autonomía de la persona. No es extraño que las personas con una ética que se salta las normas, pero mantienen los valores y las actitudes y los grandes imperativos (ser justo y honrado, tomar decisiones en conciencia, valorar a la persona como fin y no como medio, etc.), hayan dejado la fe, porque la veían asociada a cierta iglesia reacia a una ética de la libertad. Pero cuando el pecado es la plataforma privilegiada para conocer el amor gratuito y absoluto de Dios, lejos de producir negatividad y actitudes malsanas, produce una paz inexplicable. Hay que hacer un proceso en dos movimientos, Lucía: 1) Descubrir qué es de verdad el pecado (para lo que recomiendo la lectura de la pregunta siguiente). 238

2) Descubrir la gracia salvadora de Dios revelada en Jesús “muerto por nuestros pecados”. Sin este proceso, el pecado se presta a las perversiones más dañinas de las conciencias y también de la imagen de Dios. ¿Conoces, Lucía, la “carta magna de la libertad cristiana”, que es la carta a los gálatas de san Pablo? Para entenderla por dentro, hace falta mucho más que madurez sicológica y ética.

68. ¿Qué es de verdad el pecado? Jon, hombre de entre 36 y 50 años La gente comenta “antes, todo era pecado; ya no sabemos qué es pecado”. No está mal liberarse de una concepción del pecado que se confunde con la culpabilidad sicológica, o del pecado en sentido de “falta” por haber roto ciertas normas (aunque los humanos siempre necesitamos una sabiduría sobre el bien y el mal). Lo malo es que, cuando la persona tiene un proceso de autoliberación, con frecuencia pierde el sentido del pecado y no descubre que el pecado de verdad siempre está con nosotros, y además, enmascarado. Me permito, Jon, darte una lista de los pecados de verdad, de los que no se confiesan y de los que los cristianos más adultos apenas tienen conciencia. 239

• Vivir lo que somos y tenemos como algo normal, de propiedad privada, y no recibirlo como don. • Evitar desprotegerse cara a cara con Dios. • No interesarse por la historia de amor que Dios ha hecho con nosotros. • Juzgar al prójimo en función de nuestros intereses, ideología, raza, religión... y no como personas valiosas en sí mismas. • Evitar la cercanía con el necesitado, prefiriendo la propia comodidad. • Escuchar la Biblia como si no tuviese que ver conmigo. • Utilizar el amor de Dios como un “seguro afectivo”, del cual podemos disponer. • Mirar a Jesús crucificado y no enterarme de que ha muerto a causa de mis pecados. • En vez de fiarme de Dios, controlar la existencia y justificar este control apelando a la responsabilidad. ¿Quieres que continúe, Jon? Ya ves que estos pecados son reales, pero no nos interesa verlos. Reconocerlos supone un cambio de actitud. Hay personas que, con la mejor buena voluntad, están aprisionadas por una educación malsana del pecado. Es preciso acompañarles en su proceso de liberación. Liberados de ciertas listas, descubren la verdadera lista, la que tiene que ver con la rela240

ción con el Dios del amor. Paradójicamente, el nuevo descubrimiento del pecado, mucho más radical que el aprendido por normas, no les quita la paz. Hay personas que racionalizan el pecado, lo explican apelando a las limitaciones humanas, y terminan tapando (reprimiendo, podríamos decir) la verdad de la condición humana de cada uno de nosotros. Ninguna liberación sicológica (ciertamente, necesaria) alcanza la liberación existencial y espiritual que produce la experiencia de la salvación por gracia, que se nos da por la fe en Jesús.

69. A veces tengo la impresión de que me hago preguntas sobre la fe porque no quiero creer. ¿Qué te parece? Arantxa, mujer de 38 años Ya es mucho, Arantxa, que descubras que puede ser así. En las cosas de Dios, ninguna pregunta es neutral. En efecto, hay personas que preguntan con plena honradez, buscando luz. Pero otras preguntan para defenderse, para seguir apoyándose en sí mismas, evitando que Dios entre en sus vidas.

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XX POR QUÉ Y PARA QUÉ LA IGLESIA

En este tema es donde se han volcado más preguntas. Hemos tenido que seleccionar la problemática y agrupar las preguntas.

70. ¿Por qué tengo que creer en la Iglesia? Sólo creo en Jesús. Alaitz, mujer de 36 años Yo también, Alaitz, sólo creo en Dios Padre, en Jesús y en el Espíritu Santo, no en la Iglesia. Pero creo: • Que la Iglesia es una, aunque haya muchas iglesias y muchas divisiones internas. • Que la Iglesia es santa, aunque cada uno de sus miembros seamos pecadores. • Que la Iglesia es católica, aunque sea tan latina y tan poco inculturada. • Que la Iglesia es apostólica, aunque esté tan alejada de sus orígenes. ¡Entiendo tan bien a los que sienten a la Iglesia como obstáculo para creer! Pero la solución no es disociar a Jesús de su Iglesia, porque éste es su cuerpo, como se repite tantas veces en el Nuevo Testamento. Sería separar la cabeza del cuerpo. En un primer momento, te tranquiliza, porque te parece que mantienes la fe. Pero no tardas en constatar que la fe se te muere, que confundes la fe con 245

una experiencia religiosa hecha a la medida de tus ideas. ¿De quién recibes la fe en Jesús, sino de la misma Iglesia? Ya te estoy oyendo, Alaitz: “No, lo que pasa es que no creo en la jerarquía, en los curas; sigo creyendo en los que son fieles a Jesús y viven el Evangelio, e incluyo ahí algunos curas”. Pero olvidas que Jesús escogió como jefe de sus discípulos a Pedro, el que lo negó cobardemente. Más bien, tendrías que preguntarte por qué esta Iglesia, que tiene de todo (discípulos admirables de Jesús e hipócritas indeseables), siempre ha sido así. Al cabo de un tiempo llegarás a la conclusión de que Dios la quiere así. No hacemos ningún favor a la Iglesia cuando intentamos justificar lo injustificable. Podríamos hacer una larga lista: el abuso de poder, sobre todo en las conciencias, la justificación de la violencia, la intolerancia religiosa, la connivencia con los poderosos, la cobardía ante la injusticia, la rigidez en cuestiones opinables, el afán de dinero, etc. Deberíamos ser testigos de Jesús, y no somos más que testigos de la miseria humana. Sin embargo, el problema de la fe es otro: si soy capaz de mirar más hondo. Porque no se cree en la Iglesia, pero la Iglesia es cuestión de fe. No veo otro camino más que el de educar la mirada, y efectivamente, la Iglesia es uno de los test más rotundos de la fe. Voy a ofrecerte, Alaitz, algunas pistas: 1) Si la mirada se te queda en el aparato institucional, tienes demasiadas razones para no aceptar 246

a la Iglesia. Pero si la mirada percibe que lo que recibes mediante la Institución son las riquezas de Cristo resucitado... Te basta pensar en la Biblia y en la Eucaristía. Sitúate en una Eucaristía del domingo. Una asamblea de viejos y viejas, qué falta de entusiasmo, el cura dice bastantes tonterías cuando comenta el evangelio... Bien; pero es ahí donde Dios, fielmente, se entrega, y lo que comemos y bebemos es el cuerpo y la sangre de Jesús resucitado. ¿Qué haríamos nosotros sin la palabra de Dios? Estaríamos perdidos, irremediablemente. De la Iglesia recibimos mucho más de lo que le damos. 2) Hay momentos e incluso temporadas largas, en que mi experiencia de fe se oscurece y no me sirve de nada aferrarme a mi experiencia. ¿Sabes lo que hago? Me voy a una iglesia y contemplo un retablo donde se me cuenta la historia del amor de Dios revelado en Israel, Jesús, la Iglesia, y contemplo las figuras de nuestros mártires y de nuestros santos... En esos momentos oscuros, cuando participo en la Eucaristía, me impresiona lo que allí se dice y se hace, el realismo de la fe que viene desde Pedro y Pablo... Mi fe personal se nutre, se enraíza en la fe de la Iglesia. En el corazón de esta comunidad, la de Jesús, hay alguien muy especial, su madre María, la que vivió su fe intacta en medio de la oscuridad, y a ella le pido me fortalezca en mi debilidad... A esto llamamos los cristianos “la comunión de los Santos”. Es real, maravillosamente real. 247

¿Con esto qué quiero decirte, Alaitz? Que vivir la Iglesia como don de Dios exige un proceso interior, el propio de la madurez creyente. En otras épocas, creer en Jesús y creer en la Iglesia formaban unidad indisoluble. Hoy, no, y me atrevo a decir: ¡gracias a Dios!, porque nos permite no sacralizar la Iglesia. Ésta es sólo una mediación para la fe, mediación querida por Dios y necesaria. Así que cierto distanciamiento crítico respecto a la Iglesia es positivo y favorece la madurez de la fe. Otra cosa es escudarse en la crítica a la Iglesia para justificar la actitud que no busca. Con todo y a pesar de todo, la Iglesia nos remite a Jesús. ¿Por qué algunas personas utilizan a la Iglesia para evitar a Jesús?

71. ¿Se puede creer en una Iglesia tan en contradicción con el modo de actuar y el mensaje de Jesús, y tan alejada de la realidad de las personas de hoy? Patxi, hombre de entre 36 y 50 años Con lo dicho anteriormente, no resuelvo, Patxi, la dificultad que expresas, pero quizá te abra un camino de respuesta. Te encontrarás con más de un cristiano o cristiana que se empeña en demostrar la grandeza moral de la Iglesia. Sin duda, podemos apelar a nuestros santos; pero es demasiado evidente que tienes razón. 248

A pesar de todo, se puede creer en la Iglesia (con los matices que hemos explicado sobre el creer). Hay que hacer un proceso, cuyos momentos significativos son los siguientes: 1) Distanciamiento crítico. 2) Experiencia personal de la fe, que no necesita sacralizar la Iglesia, ni apoyarse en los curas. 3) Descubrir que la Iglesia sigue “la ley de la encarnación”, que nuestro Dios ha querido revelarse en lo humano tal como es lo humano, tan pecador. 4) Agradecer lo que recibimos de la Iglesia. 5) Sentirse Iglesia, sin creerse mejor que nadie. 6) Capacidad de integrar sentido crítico, agradecimiento y colaboración. También estoy de acuerdo, Patxi, en lo que dices sobre el desfase entre la Iglesia y el mundo actual. Este libro quiere subsanar, en parte, ese desfase. Lo que pasa es que la misión de la Iglesia es doble: por una parte, tiene que ser fiel a la tradición (que no quiere decir ser conservador ideológicamente), y con frecuencia le toca luchar contra corriente; por otra, no debe confundir la tradición con la reproducción del pasado, ha de actualizar el mensaje de Jesús de generación en generación.

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72. ¿Por qué la mujer es de segunda en la Iglesia? Teresa, mujer de 57 años ¿Qué decirte, Teresa? Que tienes toda la razón. Cuestión cultural, sin duda, porque la igualdad de la mujer ha sido y es fruto de una larga conquista. Sospecho que, también, cuestión de poder. ¿Qué sería de la Iglesia si mandasen las mujeres y no los clérigos célibes? Tampoco es dogmático que la mujer no pueda ordenarse y presidir las comunidades cristianas, aunque los Doce apóstoles fueron varones. Llegará un tiempo, Teresa, en que cambien las cosas.

73. ¿No cabría una Iglesia estructurada de modo distinto? Julen, hombre de 42 años Por supuesto, y es urgente, porque la organización actual tiene mucho de herencia medieval. Por ejemplo, el centralismo romano en su día fue bandera de libertad respecto a los poderes civiles. ¿Hoy? Yo suelo soñar, Julen, con una Iglesia: • Que se libera del poder social y opta por ser semilla pequeña, que da vida desde dentro y desde abajo en la sociedad. 250

• En la que los laicos recuperen la centralidad que tuvieron en el Nuevo Testamento. • En que la responsabilidad sea colegial, aunque sea necesaria una autoridad personal que tenga la última palabra. • Centrada en su misión en el mundo, sin preocuparse tanto de sí misma. • En diálogo permanente con el antropocentrismo secular y el pluralismo religioso. • Inculturada en las distintas regiones del mundo. • Obediente siempre al Señor Jesús y a su Evangelio. Sé de antemano que el sueño no se va a cumplir (ni siquiera se cumplió en los orígenes del cristianismo); pero inspira el camino de renovación que necesitamos.

74. ¿Es compatible sentirse Iglesia y ser crítico? Edurne, mujer de 31 años Por supuesto que sí; más aún, es la única manera de ser adulto en la Iglesia. El modo de vivirlo será distinto según el lugar que tiene cada uno y cada una en la Iglesia. No es lo mismo ser obispo, o párroco, o fraile evangeliza251

dor, o laico que tiene una responsabilidad en la comunidad parroquial, o laico catequista, o laico que participa en la Eucaristía dominical, y cuya misión se desarrolla en un ámbito totalmente secular. En este punto, Edurne, me permito remitirte a Pablo. Cuando estaba en juego el principio evangélico de la libertad cristiana respecto a la ley judía, se enfrentó a Pedro en Antioquía (Gal 2). Pero cuando algunos discípulos suyos, educados en la libertad, escandalizaban a los cristianos débiles de conciencia, les pedía subordinasen su libertad personal al amor fraterno (1 Cor 8–9). Esta síntesis, Edurne, es obra del Espíritu Santo; no está al alcance de la madurez racional.

75. ¿Para qué sirven los sacramentos? Luis, hombre de entre 27 y 38 años Tu pregunta me desorienta bastante, Luis. a) Si quieres preguntar si son necesarios, te diré que sí y que no. No son necesarios para relacionarse con Dios. Pero ¿es que era necesaria la historia humana que Dios ha hecho con nosotros, o que el Hijo de Dios se hiciese hombre, o que se diese corporalmente para ser nuestra comida? Los regalos no necesitan servir para nada. b) Si quieres decir que la práctica sacramental (confesarse y comulgar con frecuencia) alimenta 252

una fe externa, y que lo que importa es el corazón delante de Dios, totalmente de acuerdo. Pero esa contraposición delata que todavía no has descubierto la vida espiritual que se da en la celebración de un sacramento. c) Si te refieres, en concreto, al sacramento de la confesión, por qué es necesario confesar a un cura los propios pecados, tendríamos que matizar. • Primero, reconocer que este sacramento necesita una revisión a fondo, porque la forma actual es herencia de la Iglesia medieval tardía. • Crear nuevas formas de celebrarlo. • Descubrir que la mediación eclesial del perdón de Dios no es una exigencia clerical, sino una forma concreta de celebrarlo. Cuando tú, Luis, fallas a un amigo, no te contentas con un simple acto interior de confianza en su capacidad de perdonar, sino que le pides perdón (confesándole tu culpa) y os dais un abrazo de reconciliación. ¿No decís las parejas que lo mejor de un conflicto es el abrazo de reconciliación, que renueva el amor mutuo? De todos modos, la pregunta delata que vienes de una educación católica, ante la cual tuviste que distanciarte críticamente. Déjame decirte, Luis, que no tengas prisa por entender los sacramentos. Éstos, como la Iglesia misma, pasan por una etapa previa, a veces larga, de personalización de la fe.

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XXI EL CRISTIANISMO Y LAS OTRAS RELIGIONES

76. ¿Por qué se presenta el cristianismo como la única verdad de Dios? ¿No es acaso Jesús uno de tantos maestros religiosos, como Buda o Mahoma? Íñigo, hombre de entre 26 y 35 años En nuestra cultura occidental, verdadero se opone a falso. De hecho, Íñigo, en la historia del cristianismo ese esquema aparece con demasiada frecuencia en el modo de pensar y actuar: el Dios verdadero frente a los dioses falsos, persecución de los herejes, etc. Pero en la Biblia la verdad tiene que ver con la revelación que Dios hace de sí mismo. Y en este sentido, el judeocristianismo no puede renunciar a la afirmación de que Jesús es la verdad última y definitiva de Dios. Jesús no es un maestro religioso entre otros, sino la sabiduría de Dios que nos comunica la palabra personal de Dios Padre; más aún, es la Palabra encarnada. Bastaría leer el capítulo 1 del evangelio de Juan y también el inicio de la carta a los Colosenses. Entiéndase en todo su realismo histórico. Ese judío que vivió en un rincón del Imperio romano, a principios de nuestra era, hijo de una aldeana de Nazaret, es el camino, la verdad y la vida que Dios nos da, para que lo conozcamos en su intimidad innombrable y para vivir con nosotros una comunión de amor eterno. De aquí, Íñigo, no se saca la consecuencia de que las otras religiones sean falsas o que deban ser sustituidas por el judeocristianismo. Sólo decimos 257

que en Jesús se concentra la autodonación de Dios al mundo. Las otras religiones son caminos verdaderos para ir a Dios y tienen pleno sentido en la historia de la humanidad querida por Dios; más aún, son otros modos de revelarse de Dios. ¿De dónde nace nuestra pretensión? Hay distintas perspectivas para entenderlo. Señalaré tres: 1) De la tendencia de los monoteísmos a creerse superiores a las otras religiones, proclives a divinizar lo que no es Dios. 2) De la necesidad inherente a la experiencia religiosa a absolutizar su relación con el/lo Absoluto. Recuerdo lo que me contó un amigo que asistió a un encuentro interreligioso. Cada credo había colocado una figura representativa en una misma repisa: el Corán, la Torah, Visnú, Jesús, Buda... Llegó un budista, cogió la figura de Buda y la colocó en la repisa superior. A él le pareció una actitud intolerante, y yo le dije: “Con ese budista puedo entenderme, su experiencia religiosa es de absoluto”. En nuestra cultura occidental establecemos la igualdad indiferenciada en virtud de nuestro a priori racional de tolerancia. El precio que pagamos es grave: sustituimos la fe por la razón niveladora, y lo que es peor, consideramos que la fe es intolerante. Puedo entender muy bien al budista que considera a Buda superior a Jesús y no por eso es intolerante; sólo es fiel a su propia fe. La tolerancia o intolerancia es un segundo momento. Por desgracia, la fe ha llevado y lleva a la intolerancia, pero por ser poca fe. La fe que yo tengo en la centralidad absoluta de 258

Jesús no me lleva a no valorar el islamismo o el visnuismo hindú, sino a lo contrario. 3) Que a Dios se le ha ocurrido, en su decisión libre de amor, revelarse en Jesús definitivamente. ¿Se puede discutir con el Amor? ¿Tenemos nosotros que decirle cómo tiene que salvar a los hombres? La pregunta inmediata, Íñigo, viene espontáneamente: ¿Cómo lo sé? No es cuestión teórica, no nace de la filosofía religiosa, que pone en la balanza el valor de las distintas religiones. Todo depende de si a Dios se le ha ocurrido o no, es decir, de si la historia consignada en la Biblia es real o no.

77. ¿Qué diferencia existe entre la experiencia religiosa cristiana y la de las otras religiones? Aitxuri, mujer de entre 26 y 35 años Cuando hablamos de la oración, ya dije algunas cosas. Voy a intentar completar la respuesta. La pregunta, Aitxuri, es tan genérica que no cabe una respuesta común. Habría que preguntar, más bien, qué diferencia hay entre la experiencia religiosa cristiana y la del judaísmo, o la del islamismo, o la del hinduismo bakhti, o la del hinduismo advai259

ta, o la del budismo theravada, o la del budismo mahayana. Pero comprenderás que este librito no puede abordar esta temática tan compleja. Sólo voy a escoger unos cuantos puntos, en diálogo con otras religiones, que resuenan más entre nosotros. 1) El karma es una creencia muy común en el hinduismo. Significa “obrar”. Según la persona obra correctamente, así define su futuro. La existencia humana, dentro del cosmos, debe vivir en orden (dharma) con la verdad íntima del conjunto de la realidad. Si ha sido desordenada, tendrá que ser purificada en una reencarnación posterior. Si ha obrado correctamente y alcanza la unión íntima con Brahma, su futuro será de plenitud (el modo de entender esta plenitud es muy variada). En el judeocristianismo, el obrar se fundamenta en la gracia salvadora de Dios. El orden no es la categoría determinante, sino la historia y el encuentro interpersonal del amor. En el Oriente, la libertad es una categoría relativa; para nosotros es central. En el Oriente, la salvación es autoliberación; para nosotros, iniciativa misericordiosa de Dios. 2) Todas las religiones propugnan la paz. Pero hay muchos modos de vivirla y entenderla. ¿Sabrías distinguir, Aitxuri, entre la paz sicológica del equilibrio, la paz de la armonía interior, la paz del silencio de las facultades y la paz de la fe, cuando experimenta el amor gratuito de Dios? Evidentemente, estas formas de paz se complementan; pero suponen dinámicas distintas en el modo de plantearse la vida. 260

3) Sobre el conocimiento espiritual de Dios. La religión no tiene sentido sin esta búsqueda. El Oriente lo hace depender de un proceso de la conciencia, que llama “iluminación”. Se adquiere a través de la meditación, liberando la mente del discurso y de las emociones, del deseo e incluso del yo, para alcanzar el sí-mismo, donde lo divino y lo humano son uno en el Uno originario (que se entiende de modo diverso). También para nosotros la fe es iluminación; pero se da en el acto de fe, por el que acojo el amor de Dios en Cristo. Por eso, la espiritualidad del Oriente es tan atrayente y la cristiana parece tan pobre. La mística oriental es por elevación. La judeocristiana es por descenso: Dios se abaja para elevarnos. El Oriente necesita separarse del mundo. Nosotros no podemos separar el amor de Dios del amor al prójimo. No he hecho referencia al islam ni al judaísmo porque pertenecen a la misma tradición monoteísta. Los cristianos somos espiritualmente judíos. La única diferencia está en que, para nosotros, Jesús es el Mesías, con el que se ha cumplido lo anunciado por los profetas. Es una pérdida enorme para nosotros que hayamos olvidado nuestras raíces, y peor todavía, que hayamos creado el antisemitismo. Con los musulmanes tenemos muchas cosas en común; pero con algunas diferencias esenciales: • Ellos son una religión del libro, el Corán. Nosotros somos una religión de la persona, Jesús, y su historia. 261

• Debemos aprender mucho de su monoteísmo, ya que, efectivamente, entre los cristianos se da, larvadamente, cierto triteísmo; pero es una pena que Mahoma sólo conociese en Siria una rama herética del cristianismo, el monofisismo. En mi opinión, la mayor diferencia con el islam es que éste entiende la revelación de Alá a Mahoma como restauración de la fe originaria de la humanidad en un solo Dios. Las religiones posteriores serían desviaciones. La afirmación judeocristiana de que Dios se revela progresivamente choca con la paradoja constitutiva del islam: Dios se revela definitivamente en Mahoma, pero para restaurar la fe primitiva. La restauración no se refiere a la etnología, como que los primeros humanos fuesen monoteístas, sino a la verdad natural y esencial del espíritu humano: sólo Dios es y nosotros somos sus criaturas. Hablar por lo tanto de encarnación de Dios, de muerte del Hijo de Dios, de participación en la vida divina, sería atentar contra la trascendencia absoluta del único Dios. Fíjate, Aitxuri, que en ningún momento he intentado probar la verdad del cristianismo. Sólo expreso nuestra identidad. Lo cual no quita que la cuestión de la verdad no sea necesaria. Pero el cristianismo no puede demostrar nada. Lo suyo es dar la Buena Noticia de la revelación histórica de Dios en Cristo Jesús. Si es racionalmente plausible o no, sólo se ve de vuelta, después de hacer un camino de conocimiento y de encuentro con Jesús de Nazaret, Mesías y Señor. 262

78. Manteniendo cada religión su identidad, ¿no tendríamos que crear un humanismo común? Pregunta de Santiago Sería genial, Santiago, y tú y yo estamos en ello. Las consecuencias para la humanidad serían altamente beneficiosas: primado de la persona sobre la fe, universalización de los derechos humanos, criterios consensuados de ética privada y pública, supresión de la lacra de la intolerancia religiosa, posibilidad de sociedades igualitarias, etc. Pero para ello hay que dar pasos previos: • No oponer razón y fe religiosa. • Que la persona creyente distinga la razón humanista, respetando la autonomía del mundo secular, y el fundamento de sentido de la existencia, que se le da en la fe. • Que la sociedad no se organice desde las ideologías religiosas, sino desde el humanismo racional. • Que los estados laicos no introduzcan la ideología del laicismo en la educación (negación de la religión como conocimiento de la realidad). Estamos muy lejos todavía; pero hay que caminar en esa dirección. Muchas religiones e ideologías laicistas se opondrán. Entre nosotros, católicos, el Concilio Vaticano II abrió la posibilidad. ¿Qué nos ha pasado estas últimas décadas, que pa263

rece queremos recuperar el terreno perdido? Estoy convencido de que la fe cristiana y la Iglesia y la evangelización ganarían con este humanismo.

79. En este mundo globalizado e interreligioso, ¿tiene sentido predicar a los no cristianos nuestra fe? Lucas, hombre de 42 años La pregunta delata un razonamiento a priori: que predicar no es respetar al otro y valorar lo suyo. Ha sido y es demasiado frecuente el proselitismo religioso: predicar para que el otro sea de los nuestros, porque lo nuestro es superior (cuando no hemos pensado que lo del otro es error). Pero el proselitismo no conoce el amor de misión. Hace de la fe una causa, y subrepticiamente, un instrumento de poder. Pero el amor de misión puede hacer esta síntesis: 1) Por encima de todo, el primado de la persona sobre la fe. Si no respeto la libertad del otro, mi evangelización está pervertida. 2) Partiendo del primado de la persona, debo preguntarme con total seriedad que tal vez el camino que Dios quiere para el otro no es el cristiano. El amor cristiano me lleva a promocionar el suyo, distinto al mío. 264

3) Pero privarle al otro, bajo razón de respeto, del don que Dios quiere hacerle de su propio Hijo, es decir, de la fe cristiana, sería un robo injusto y una infidelidad a la misión que el Señor nos ha encomendado. Lucas, tiene pleno sentido ofrecer a los no cristianos semejante regalo, sencillamente porque no nos pertenece. El problema es el cómo y el cuándo. Déjame decirte que me da mucha pena que haya tantas personas que no conocen el amor de Jesús.

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XXII ¿HAY UN “MÁS ALLÁ”?

80. ¿No es la creencia de una vida en el más allá una ilusión? Manolo, hombre de 33 años Los filósofos han debatido sobre la inmortalidad del alma; incluso algunas religiones no ven claro lo del más allá, y menos según la imagen cristiana del cielo y del infierno. Los cristianos tienen un motivo para afirmar la realidad del más allá: el acontecimiento de la resurrección de Jesús. Nuestro credo no habla de almas inmortales, sino de “la resurrección de la carne”, con realismo brutal. Quizá pienses, Manolo, que la respuesta es menos creíble que la pregunta. Así es, a no ser que la especulación filosófica y religiosa sea menos importante que el testimonio de los que lo vieron y creyeron.

81. ¿Qué se entiende por infierno? ¿No lo tenemos en este mundo? Esperanza, mujer de 47 años No, Esperanza, en este mundo el infierno es relativo. No podemos experimentar la separación definitiva de Dios y la incapacidad absoluta para amar. En esto está el infierno, no en un lugar de fuego y 269

tormentos, al estilo de lo que cuenta Dante en su Divina Comedia y se imaginan los cristianos de la vieja escuela.

82. No puede ser que el cielo no sea para todos. Si Dios es un padre bueno, ¿cómo puede castigar para siempre? Inés, mujer de 50 años Hay una profunda intuición, Inés, en tu razonamiento, y un alto sentido de Dios. Pero algunos equívocos: • ¿Qué idea te haces de que Dios castiga? Si lo entiendes como justicia según la ley del talión (ojo por ojo, castigo por pecado), el Dios de la Biblia no actúa así. De hecho, en el Nuevo Testamento hay cierta vacilación para expresar el juicio definitivo de Dios. Unas veces se usa la imagen del tribunal, porque humanamente es la más común. Pero otras no es así; especialmente en el evangelio de Juan, se dice: No seré yo quien condene al que escuche mis palabras y no haga caso de ellas; porque yo no he venido para condenar al mundo, sino para salvarlo. Para aquel que me rechaza y no acepta mis palabras hay un juez: las palabras que yo 270

he pronunciado serán las que le condenen en el último día (Jn 12,47-48). • Sacas una conclusión demasiado rápida de que el cielo es para todos. ¿Puedes tener tú, Inés, la última palabra? No sé por qué, me parece que usas la fe en el amor de Dios como un “seguro afectivo” para evitar el miedo a no controlar el futuro. Cuando leemos el Nuevo Testamento, advertimos que se insiste repetidamente en que cada persona es emplazada ante la decisión definitiva de vida o muerte, salvación o condenación. Sentido de la libertad como capacidad de absoluto. Sobre todo, sentido de lo que ha llegado con Jesús. Quien conoce el amor absoluto de Dios, tiene que dar a su vida un sentido de absoluto. Voy a ofrecerte una parábola con la que intento aclararme y aclarar a los otros por dónde va eso del infierno. Imagínate una pareja maravillosa, de amor pleno. Si el amor es interpersonal, no anula, sino que promociona la libertad del otro. Por lo que sea, ella va con otro (imagen bíblica de la adúltera, que nos representa a todos). Esta separación no la plenifica ni de lejos como el primer amor. ¡Qué dolor de conciencia! Imagínate, Inés, que ella convive con su marido. Sólo verlo, estar con él, es causa de tormento. Imagínate que el marido sabe que ella se ha ido con otro, y que, en vez de separarse y reprocharle lo que hace, se vuelca y entrega más incondicionalmente... ¿No crees que ella preferiría ser castigada? El mayor sufrimiento es que el amor de su marido le provoca una cerrazón insoportable del corazón. 271

No creo que sea herejía decir que los condenados en el infierno experimentan la presencia y amor de Dios; pero que es su propia incapacidad para acoger el amor de Dios lo que les condena irremediablemente. Algo de esto existe en este mundo. Así interpreto yo las palabras de Jesús: Dios perdona todo, menos el pecado contra el Espíritu Santo. Así que, Inés, el problema no está en Dios, sino en nosotros.

83. ¿No es más lógica la creencia oriental en las reencarnaciones que la creencia cristiana en la resurrección? Pregunta de Pilar Comencemos por aclarar, Pilar, que la fe cristiana en la resurrección no es una creencia. Sobre si la creencia en las reencarnaciones es más “lógica”, depende: • Si es la persona la que tiene que alcanzar su plenitud, parece lógico que necesite varias vidas para ello. Pero si la existencia personal depende de la libertad de Dios que nos salva por gracia y la libertad de la persona que acoge o no dicha gracia, es más lógico jugarse la vida de una vez y para siempre. 272

• Si la persona humana sólo es una parte del cosmos, que se renueva cíclicamente y de modo permanente, es más lógico que se den varias reencarnaciones en forma de animal, de persona malograda, de persona lograda... Pero si cada persona, en su propia dignidad, es única y tiene un valor absoluto, y Dios es amor personal que se comunica personalmente con cada persona, es más lógico que Dios me resucite como persona única para toda la eternidad. La consecuencia es que no cabe creer en la resurrección y creer en las reencarnaciones. ¿Sabes, Pilar, por qué la diferencia entre el Oriente y el judeocristianismo en este punto? Para el Oriente el mundo es divino en su realidad última. Para el judeocristianismo, Dios es el creador de todas las cosas, también del hombre, que no es divino, sino espíritu capaz de recibir la vida de Dios, si Dios se la da porque quiere. Pregunta última y atrevida: ¿qué Dios es más Dios?; ¿qué hombre es más humano? Sin embargo, la respuesta no viene de una especulación sobre Dios. Para mí, judeocristiano, la respuesta sólo la tiene Dios, y ya la ha dado en su autorrevelación histórica, consignada en la Biblia.

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Epílogo

¿Cómo creer si no sabemos cómo? Al cabo de este libro-entrevista, esta pregunta apela a lo que está entre líneas en muchas de ellas. Por eso la tomo a modo de conclusión. 1) La pregunta indica búsqueda y deseo; pero revela, en mi opinión, ambigüedad. ¿Es que se puede saber el cómo? • La fe no depende del saber, no es algo que se aprende, ni una meta que se alcanza con medios y métodos y ejercicios pertinentes. La fe es un don, la luz que da Dios para ver la realidad desde Él, a su modo. • Pero la fe implica a la persona entera. Cuando se le da la luz, porque presupone libertad y experiencia. Mientras espera la luz, hay que disponerse a recibirla. De ahí, la sabiduría de la persona que busca tiene que poner los medios, pero sabiendo que no puede disponer de la luz. Al principio, casi siempre, pone medios para controlarla. Ha de tomar conciencia de una perogrullada que se le olvida: que el don se recibe, y por lo tanto, que el camino para la fe desarrolla, por encima de todo, los órganos de la “receptividad”: esperar, pedir, intuir la luz que brota en el claroscuro, escuchar... 275

¿Has notado algo de esto al leer el libro? Yo he intentado explicar algunas cosas; pero la tarea principal ha sido la de aclarar malentendidos. En los temas más importantes, las aclaraciones han consistido en cambiar el chip, en darle la vuelta a la pregunta para mirar la cuestión desde otro lado. Este otro lado no es propiamente fe; pero ésta no es posible sin un cambio del corazón. En toda pregunta hay una respuesta implícita. Mi labor ha consistido en resituar la respuesta implícita. Es lo que estoy haciendo ahora: “Cómo creer si no sabemos cómo” presupone, implícitamente, que lo importante es saber cómo. Y yo intento aclarar que no se trata de saber, sino de la sabiduría de recibir. Nada es más implicativo que el recibir; pero con un cambio radical, el de no controlar. Aquí conviene tener en cuenta lo que dijimos en el apartado sobre los “Presupuestos para ser cristianos”. 2) La fe cristiana es una experiencia que integra unitariamente, tres luces: a) Indicios racionales. Al ser una experiencia esencialmente referida a acontecimientos históricos, necesito saber si son reales o inventados. Para nosotros, judeocristianos, los relatos no son mitos, invenciones, expresiones imaginarias de la sabiduría religiosa. Si Jesús no ha resucitado efectivamente, vana es nuestra fe. Pero los indicios no son demostraciones o pruebas científicas irrefutables. Pascal decía con lucidez: “Tenemos razones para creer, pero no tales que nos 276

eviten el riesgo de la libertad”. Así son siempre las razones que fundamentan las decisiones que tienen que ver con el sentido de la existencia. Nadie se casa porque sabe con certeza científica que la otra persona lo quiere. Tiene signos suficientes para decidir y hacer la aventura. b) Libertad que confía. Los acontecimientos históricos son inseparables de la palabra con que han sido contados y del sentido que se les ha dado. La persona que busca ha de relacionarse con esa realidad mediante testigos y mediante la Biblia. Los testigos le hablan de la verdad de esa historia, la verdad que los ha transformado y salvado, fundamentando el sentido de su existencia. Le dirán que han descubierto el amor incondicional de Dios. La Biblia le pone en contacto directo con la historia originaria y la luz que surge de esa historia. Mientras lee, no puede quedar indiferente. Todas las grandes cuestiones de la existencia han de enfrentarse con el texto. Sentirá atracción y miedo, a un tiempo, esperanza y resistencias. Será esencial que pida luz, la luz de la fe. Es un camino en que mi libertad se siente emplazada y aprende a desprotegerse y confiar. El mejor modo de hacer este camino es con la persona de Jesús manifestada en los evangelios. Historia real y concreta, mensaje único, testimonio creyente de los que vivieron con él... Jesús tiene “algo”, sí, algo muy especial. La persona que busca lo va no277

tando mientras lee y medita en los textos evangélicos. Será muy importante que, en algún momento, se ponga en su presencia, pues está vivo. Todavía no cree que está vivo, no pasa nada. Puede hacerlo dando un voto de confianza a los que decimos (la Iglesia) que está vivo. c) Gracia del encuentro. Se da, es real; pero no se dispone de Él. Cuando se tiene, la fe lo sabe con certeza. El encuentro es tal cual: el Tú viviente de Dios es real y tú te relacionas con Él. Las formas del encuentro son infinitamente variadas. • Repentinas: presencia que se impone. • Procesuales: la presencia ha ido pasando de latente a manifiesta. • Sin preparación alguna. Sensación de gratuidad. • Después de un arduo camino y mil tentativas. Todas las formas evidencian que el encuentro no ha sido fruto del propio esfuerzo, sino iniciativa de Dios. Evidentemente, los tres elementos apuntados han sido diferenciados por necesidad de claridad formal. En la experiencia real de las personas que creemos, se combinan de modo distinto. A algunos se les da la gracia del encuentro, y luego buscan indicios racionales. Otros, por honradez racional, necesitan una plataforma humana previa. 278

Los tres elementos forman una unidad indisoluble en la conciencia del creyente. 3) ¿Es necesario o conveniente contar para este proceso con un acompañante? Normalmente, sí; somos ciegos que necesitan un lazarillo. La dificultad está en encontrar alguien adecuado. Tiene que ser testigo y acompañante a la vez, capaz de moverse en los vericuetos de la conciencia. Al principio, hay que hacer casi siempre una labor de desbroce, ya que cada persona busca desde una historia propia, desde unos condicionamientos sicológicos, desde unos prejuicios casi siempre latentes... Pero también desde intuiciones que se abren camino misteriosamente y flashes que iluminan. El acompañante debe respetar y valorar el proceso de la persona, sin imponerle esquemas preestablecidos. 4) ¿Qué lugar ocupa un grupo o una comunidad creyente en este camino? Depende de las personas. En algunas es determinante. Pero tarde o temprano, la fe personal pasa por la Iglesia, aunque ésta tenga una modalidad elemental: una reunión informal, en que el tema central sea Dios. Para hacer este camino, hay un itinerario espiritual llamado “proceso de personalización de la 279

fe”. Para ello hay un libro mío titulado Camino de transformación personal. Sabiduría cristiana (San Pablo, 2008). Este libro suele necesitar un acompañante. También hay “grupos de personalización” con acompañantes laicos. 5) Se me ocurre que este libro podría ser aprovechado para diálogo en grupo. Varias personas interesadas en la cuestión de Dios se reúnen cada quince días. Comentan entre ellas dos o tres preguntas escogidas previamente. Sería interesante recoger los puntos que el grupo quisiera aclarar con alguien. Lo harían cada dos o tres meses. Ese alguien no tiene por qué ser cura, pero sí capaz de aclarar temas, por su preparación, experiencia y capacidad de diálogo. 6) Como complemento de este libro, viene bien una bibliografía adecuada: • LÉGAUT, M., El hombre en busca de su humanidad (Asociación Marcel Légaut, Madrid 2001). • FRANKL, V., El hombre en busca de sentido (Herder, Barcelona 2007). • THEISSEN, G., La sombra del galileo (Sígueme, Salamanca 2006). • JACOMUZZI, S., Comenzó en Galilea (El Almendro, Córdoba 1998). • GARRIDO, J., Preguntar y buscar. Reflexiones para agnósticos y creyentes (Verbo Divino, Estella 2003). 280

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