LA CONSOLIDACIÓN Y PACIFICACIÓN DEL IMPERIO ROMANO BAJO LA FIGURA DE AUGUSTO A TRAVÉS DEL ARA PACIS AUGUSTAE. Por María José Pascual*

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LA CONSOLIDACIÓN Y PACIFICACIÓN DEL IMPERIO ROMANO BAJO LA FIGURA DE AUGUSTO A TRAVÉS DEL ARA PACIS AUGUSTAE

Por María José Pascual*

* María José Pascual es estudiante de Licenciatura en Historia de la Universidad Adolfo Ibáñez. Contacto: [email protected]

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Con Cesar Octavio Augusto se inaugura una nueva etapa dentro de la historia de Roma denominada Principado y posteriormente Imperio del 27 a.C. al 476 d.C. 1, cuya base radica en una unidad territorial y política, de modo tal que el imperium recae tanto en el pueblo como en el emperador 2. La representación de estos cambios se pueden ver reflejados en la mayor manifestación del poder y la obra de Augusto 3: el Ara Pacis Augustae o Altar de la Paz, monumento que muestra los pilares en los cuales se centra la nueva organización del Imperio. Para comprender esto es necesario primero analizar qué es un monumento y luego, 1

Anterior a esta etapa, Roma estuvo organizada bajo el régimen republicano –basado en un par de cónsules anuales elegidos por una asamblea popular y gobernados con el consejo del Senado- por casi 400 años, el cual sucumbe tras la victoria de Julio César frente a Pompeyo por el poder de Roma y su posterior asesinato en reacción a la denominada “dictadura” que fue impuesta por César. Esta crisis institucional que afectó la organización misma de Roma, llevó a Augusto a luchar en cinco guerras civiles desde el 44 a. C. hasta el 29 a. C. antes de alcanzar la estabilización de su poder (la de Módena contra Marco Antonio, segundo al mando bajo el gobierno de César; la de Filipos contra Bruto y Casio, ambos participantes del plan de asesinato de César; la de Perusa contra Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio; la de Sicilia contra Sexto Pompeyo, hijo de Pompeyo quien integró el primer triunvirato junto con Julio César y Craso; y finalmente la de Accio, nuevamente con Marco Antonio), siendo el origen de todas estas vengar el asesinato de su tío Julio César, para lograr así la continuación de su legado, ya que este al no tener hijos nombra a Augusto como su heredero. Así, el gran logro de Augusto fue la instauración de la paz al controlar la amenaza de enemigos tanto internos como externos (pueblos bárbaros) mediante la continuación de todos los órganos tradicionales del Estado, mientras que él paralelamente tomó poderes con precedentes para mantenerse dentro del marco constitucional, lo que le permitieron controlar el Estado de una forma distinta, pero no ajena, a las costumbres romanas. 2 Cfr. BANCALARI, Alejandro, Orbe romano e imperio global: la romanización desde Augusto a Caracalla, Universitaria, Santiago, 2001, p. 31 3 Octavio no recibe el nombre de Augusto hasta el 27 a. C., pero como Suetonio se refiere a él con dicho nombre a lo largo de toda su obra, vamos a atenernos a este nombre. SUETONIO, Vida de los doce Césares, Libro II, Gredos, Madrid, 2001.

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a través de sus imágenes, ver a grandes rasgos las características de la obra de gobierno de Augusto. Un monumento, es una “estructura erigida en memoria de algo o de alguien” 4 dado que viene del latín monumentum, cuya raíz monere significa recordar, es decir, “traer a la propia memoria o hacer que otro piense de nuevo en” 5. En este sentido, se debe recalcar que como lo especifica Augusto en su propio testamento político, la Res Gestae Divi Augusti 6, el Ara Pacis fue erigido no en honor a su propia persona, sino que en honor a los logros de Roma, específicamente la pacificación, lo cual explica que Augusto rechazara también una entrada triunfal a Roma. Así, en lugar de la oferta que le hace el Senado de construir un altar personal en la sala de este en honor a su retorno, aprueba la construcción de un altar a la paz augusta a una milla del límite sagrado de la ciudad, el pomaerium, en el Campo de Marte. El Altar, por consiguiente, fue construido en la línea de demarcación entre el imperium militar y el doméstico 7. Para entender porqué el Senado decidió dedicarle este tipo de monumento debemos tener en cuenta dos consideraciones: primero, que la construcción de un monumento religioso, en el contexto de la época augusta a fines del s. I a. C., se explica en cuanto tanto César como Augusto crearon una serie de nuevos días festivos para destacar sus méritos y servicios a Roma, conmemorando estos días con la construcción o reconstrucción de algún edificio religioso 8. Segundo, hay que tener en cuenta el sentido que tiene el arte romano, de forma tal que este “quiere significar una cosa, evocar una idea, perpetuar un recuerdo, llamar a la emoción, transmitir al futuro una impresión de grandeza y belleza” 9. Así, un monumento como el Ara Pacis reúne estas dos características, porque no solo destaca por su belleza artística a partir del realismo logrado por el gran uso de detalles, sino que también se presenta como una manifestación del poder y los logros de Augusto. Por esto también que 4

GÓMEZ DE SILVA, Guido, Breve diccionario etimológico de la lengua española, FCE, México, 2001, p. 467. 5 Idem. 6 Cfr. AUGUSTO, “Res Gestae Divi Augusti” (trad. Raúl Buono-Core), en Cuadernos de Historia, Nº 8, Ediciones Universidad de Chile, Santiago, 1988, XII. 7 Cfr. GALINSKY, Karl, Augustane Culture: an interpretive introduccion, Princeton University Press, 1998, p. 141, en: www.printgoogle.com 8 Cfr. GREEN, Steven, Playing with marble: the monuments of the Caesars in Ovid´s Fasti, Univerdity of Manchester, 2004, p. 224. 9 GRENIER, Albert, El genio romano en la religión, pensamiento y arte, Uteha, México, 1964, p. 321.

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podemos apreciar los detalles del Altar no como meramente decorativos, sino como ornamentales, es decir, el diseño aporta a la imagen un significado, en este caso relacionándose con la figura de Apolo 10. Dentro de la función que cumplen los monumentos estos se deben entender como “construcciones conmemorativas, servían a eternizar las gestas y hazañas de determinados personajes, contraponiendo escenas alegóricas, representaciones triunfales y apologéticas representaciones” 11, siendo un tema de constante representación en estas obras la celebración y la propaganda de los emperadores que han devuelto la paz imperial. Considerando que Augusto fue el primer emperador romano y, por lo mismo, el primero en instaurar la paz en el Imperio, analizar el Altar desde esta perspectiva resulta de suma importancia al plantearse como el primer monumento que refleja esta idea a través de imágenes alegóricas. La primera de éstas se puede ver expresada en la relación que hay entre la creación del Altar mismo y la fundación de Roma, siguiendo ambas un rito establecido, es decir, el ritual para la creación del Altar se presenta en la misma estructura que la fundación de Roma. Tal como lo relata Plutarco 12, el rito fundacional es el momento en que se consagra un lugar. Al fundar Roma, Rómulo primero define el interior al centro de la ciudad con un pozo donde deposita las primicias (ofrendas), siendo este el mundus. Luego hace un surco – surcus primigenium- señalando el primer espacio de la ciudad, de tal modo que este un espacio inviolable y constituyendo así el límite –limes-marcado por el primer muro – pomaerium- que protege el espacio propio de la ciudad. De esta misma forma hay una ordenación establecida por las ceremonias religiosas, de modo que los sacerdotes establecen el lugar y la orientación adecuada en función de los

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Dentro de estos hay que destacar la figura del cisne y las bayas de laurel, ya que el primero es una de las aves comúnmente consagradas a Apolo, mientras que el laurel se presenta como la planta apolinea por excelencia. Así, la fuerte vinculación de la imagen a la figura de Apolo se explica por el hecho de que Augusto adoptó a este dios como protector personal. Cfr. GRIMAL, Pierre, Diccionario de mitología griega y romana, Paidós, Barcelona, 1981, pp. 37-38. 11 HUIDOBRO, Mª Gabriela, “Propaganda política en Roma: la lucha por los espacios públicos”, en: IntusLegere, Anuario de Historia, Nº 9 vol. 1, Universidad Adolfo Ibáñez, 2006, p. 33. 12 Cfr. PLUTARCO, Vidas Paralelas, vol. I, Porruá, México, 1993.

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cuatro puntos cardinales, marcando el espacio con un bastón 13. Después, se levanta una empalizada para diferenciar este espacio de todos los demás, ya sagrado: es lo que ahora está hecho en piedra y tiene en el interior el altar, entendiendo por este “una estructura elevada para ofrecer sacrificios o quemar incienso” 14. Por lo tanto, la ciudad es fundada a la manera de inauguración de un templo, ya que en ambos se define un espacio sagrado delimitado que determina en su interior un espacio sacro y, por ende, inviolable. Para el caso específico del Ara Pacis, cuando el Senado en agradecimiento decide levantar el Altar el 4 de julio del 13 a. C., el día en que Augusto regresó victorioso, se celebró con una fiesta religiosa fijando el lugar en el que se pondrá el Altar y ofreciendo un sacrificio a Apolo sobre una construcción provisional, participando Augusto, su familia, magistrados, senadores y sacerdotes, siendo consagrada la edificación el 30 de enero del 9 a. C., quedando esta fecha para la celebración anual del Altar: “Preséntate, oh Paz, con tu pelo peinado rodeado de ramas de Accio – en alusión a la batalla de Accio que pone fin a la guerra civil – y quédate comprensiva en el mundo entero” 15. Con estas palabras Ovidio, al describir cada día del calendario de las festividades romanas, hace referencia a lo que se celebra, es decir, a Augusto y el logro de la paz. Como estructura general, el Altar

es un recinto rectangular sin techo, cuyas

medidas son 11,65 metros de largo por 10,62 m. de ancho y 6 m. de alto, construido en mármol blanco tallado con relieves en sus cuatro lados, mientras que en el interior hay una estructura en forma de u sobre una base rectangular con escalones. Los muros exteriores, conformados por distintos paneles, se dividen en dos niveles separados por una hilera de grecas: el superior donde se presentan distintos personajes y el inferior que muestra un motivo primordialmente vegetal, mientras que en el interior se presentan los mismos motivos vegetales, además de una sucesión de cabezas de bueyes dispuestas como una guirnalda. De todas estas nos centraremos sólo en las imágenes externas. 13

Cfr. CHORDÁ, Frederic, De lo visible a lo virtual: una metodología del análisis artístico, Antrophos, 2004, p. 120. 14 GÓMEZ DE SILVA, op. cit., p. 50. 15 OVIDIO, Fastos, Cultura, Barcelona, 1999, p. 51.

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Para esto debemos recordar la alusión mencionada anteriormente a la fundación de la ciudad, que a su vez coincide con la idea de Augusto de retomar los valores tradicionales del pueblo romano, es que las primeras imágenes alegóricas que podemos encontrar en los símbolos externos del Ara Pacis son de Eneas y de Rómulo y Remo. Eneas, quien según el relato de Virgilio en la Eneida 16, es el encargado de llevar los lares y penates (divinidades del hogar) después de la destrucción de Troya para mantener viva la tradición, conectando así el origen de Roma –ya que de su descendencia provienen Rómulo y Remo- con el pasado glorioso del mundo griego. Con esto se logra una conexión entre el pasado y el presente (considerando como tal la época de Augusto), ya que se muestra a Eneas en el momento que está haciendo una ofrenda en el templo de los Penates, el cual – siguiendo su política- había sido restaurado por Augusto. Continuando con los orígenes de Roma, la siguiente escena (de la cual no tenemos imagen al no estar reconstruida) mostraría al fundador de la ciudad, Rómulo junto a su hermano Remo, siendo amamantados por la loba, tal como lo relata Plutarco 17. En la parte posterior del Altar se muestra a los dioses telúricos, la particularidad de esta escena es que presenta tres sentidos: primero se refiere a la idea de fecundidad o madre tierra, representado por la diosa Tellus, complementada por los otros dos elementos a su lado, agua a la derecha, sentada sobre una oca y tierra a la izquierda, sentada sobre un monstruo marino; en otro sentido, la imagen sería una alegoría a Italia, presentada como una tierra fecunda (mujer central) de la cual se nutre Roma, siendo esta representada por el niño que busca amamantar; y en un tercero, a la paz misma por la armonía que existe entre los elementos de la naturaleza 18. A continuación se muestra la imagen reconstituida 19 de Roma asistida en armas, donde se ve a la diosa Roma sentada sobre un trofeo de armas, por lo que se relaciona con

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Cfr. VIRGILIO, Eneida, (trad. Aurelio Espinosa Pólit), Cátedra, Madrid, 2004. Cfr. PLUTARCO, op. cit. 18 Cfr. ZANKER, Paul, The power of images in the age of Augustus, The University of Michigan Press, USA, 1990, pp. 172 y ss. 19 Basada en la imagen de Roma con Victoria del altar del santuario de la gens Augusta. Cfr. Idem. 17

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la imagen anterior de la diosa Tellus, ya que esta es un el símbolo de la prosperidad y la paz, la cual solo se logra si Roma es victoriosa. Es a través de esta relación de Roma victoriosa y pacífica que podemos entrar en la pacificación, una de las políticas centrales dentro del gobierno de Augusto 20, para lo cual hay que aclarar de modo general las reformas llevadas a cabo en el ámbito interno y externo. En el ámbito interno, Augusto mantuvo los dos grandes órganos de deliberación propios del régimen republicano: los Comicios y el Senado, ya que el concepto de Principado “desde el punto de vista administrativo, suponen junto al Princeps la presencia de una serie de órganos, de orden deliberativo o ejecutivo, destinados a colaborar con él” 21

, llevando a cabo una reforma interna de carácter político para delimitar las atribuciones

de estos órganos. De este modo, a partir del 27 a. C. Augusto funda el Principado basado en las figuras republicanas, devolviéndole todos los poderes al Senado, el cual le reconoce un conjunto de distinciones y potestades 22: Princeps y primus inter pares, Imperium, Poder Tribunicio, Jefe de los Pontífices y Pater Patriae. Este sistema inaugurado se designa como res publica restituta. En cuanto la reforma externa, esta es de carácter administrativo hecha con la finalidad mejorar el control de los vastos territorios que forman parte del Imperio, por lo que hace una división de las provincias dependiendo de su grado de pacificación. De este modo, el 27 a. C. Augusto clasifica las provincias en senatoriales e imperiales dependiendo

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Esto se puede ver reflejado en la costumbre que reinstauró Augusto de cerrar el templo al dios Jano, dios bifronte de los límites que se comunican, acto que se hacía cuando todos los territorios romanos se encontraban en paz. Hasta Augusto solo se había cerrado dos veces, primero durante el reinado de Numa (fines del siglo VIII, principios del siglo VII a. C.) y la segunda el 235 a. C. tras la primera Guerra Púnica. Augusto lo cerró tres veces: el 29 a. C. tras la derrota de Antonio; el 25 a. C. después de vencer a los cántabros y el 8 a. C. tras la victorias de Tiberio en Germania. Cfr. SUETONIO, op. cit., pp. 134-135. 21 HOMO, León, Augusto, Destino, Barcelona, 1949, p. 101. 22 Princeps, príncipe, siendo así el primero entre pares –primus inter pares- confiriéndole el título de Augusto como una distinción al ser el que inaugura una nueva época de auge, por lo que se presenta como el primero entre los ciudadanos, sin perder su condición como tal; Imperium, basado en el imperio proconsular, es el mando del ejército y sobre las provincias imperiales, siendo ilimitado temporal y territorialmente; Poder Tribunicio, carácter sacrosanto, es decir, su persona es inviolable en virtud del cargo que ostenta; Jefe de los Pontífices, condición sacerdotal; y Pater Patriae, padre de la patria, premunido con la autoridad de pater, siendo la familia toda la patria.

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si su gobierno y administración fuera del Senado (provincias pacificadas) o del emperador (con permanencia de legiones). Así quedan concretadas las dos bases del Imperio: primero, un sistema centralizado de poder; segundo, el territorio controlado de forma efectiva, logrando con estas reformas la paz augusta. A partir de esta última es que podemos entender el eje central de la organización social a través de la romanización, logrando una unidad política, social, económica, jurídica y cultural dentro de todo el territorio, lo que lleva a una integración y asimilación entre la sociedad romana y los pueblos anexados. Así esto es propio de la naturaleza del imperium Romanum, que si bien en un principio se logró por la fuerza, terminó por ser un proceso de adaptación e integración 23. Es la celebración de este logro lo que podemos ver reflejado en las últimas dos imágenes del Ara Pacis relativas a procesión, estando dividida en dos, cada una a un lado del Altar: el lado sur donde se muestra a la familia imperial, siendo posible reconocer a todos sus integrantes,

siguiendo a Augusto, quien está rodeado de líctores y está

acompañado de su esposa Livia y seguidamente se presentan cuatro flamines. El lado norte muestra la procesión del pueblo que sigue a la primera, por lo que a pesar de que se distinguen claramente los rasgos propios de cada de participante, no hay referencia a quienes son. Finalmente, cabe ver cómo Augusto presenta su gobierno no como algo provisorio, sino que busca que la paz y grandeza que Roma adquiere bajo su gobierno sea continuada, idealmente de forma indefinida, dando a entender la idea de Roma como ciudad eterna: “en general, los historiadores y poetas del siglo de Augusto, coincidieron y colaboraron en la idea de la consagración de Roma como ciudad eterna; las historias de Livio aluden al valor de los forjadores de la Urbs y narran su ascenso progresivo; la Eneida de Virgilio ilustra la predestinación y la misión civilizadora y los fastos de Ovidio, buscan ennoblecer los antiguos ritos de origen agreste” 24.

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Cfr. BANCALARI, op. cit., pp. 65 y ss. Ibidem, p. 226.

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Esta idea de continuidad se infiere por la preocupación que Augusto muestra por asegurar a la persona indicada para ser su sucesor como medio para continuar su legado. La importancia de esto radica no sólo en la idea de continuidad, sino que plantea como problema de fondo la cuestión de la sucesión, lográndolo resolver gracias a una designación moral unida a una herencia adoptiva, quedando Tiberio como su sucesor 25. En relación al Altar, es interesante notar que esta idea de continuidad futura también se vería reflejada en la procesión imperial, al estar en la imagen y de forma reconocible, todos los posibles herederos del reinado de Augusto: Agripa, Druso y Tiberio. En conclusión, al analizar el Altar como conjunto, podemos presentarlo como una manifestación de la instauración del Imperio en cuanto no solo es una alegoría a la paz – mayor logro de Augusto y característica de su gobierno- sino que también muestra la continuidad de la historia de Roma que legitima y perpetúa la obra de Augusto. Así, se nos presenta una nueva dimensión del Altar al mostrar la grandeza y continuidad de Roma en todos sus momentos: pasado bajo la figura de Eneas y Rómulo, lo que marca los inicios y la fundación de la ciudad; presente pacífico y glorioso bajo la figura de Augusto; futuro al mostrar a los posibles candidatos de su legado; y, reuniendo todos estos elementos, la imagen de eternidad bajo las bases de la mantención del poder: las armas y los dioses. Esto a su vez explica la orientación de la procesión misma dentro del Altar, comenzando con los orígenes de Roma, luego el pueblo dirigido hacia las bases de esta, los dioses y las armas, para concluir con la familia imperial que vuelve mirando hacia los orígenes.

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Ya que mientras que en el sistema absolutista de César esto no era un problema, bajo el régimen del Principado muestra una situación distinta. Legalmente, los poderes de Augusto se basaban en una delegación expresa del pueblo romano, por lo que en principio esta soberanía era delegable, pero no transferible. Sin embargo, esto no le impedía emitir un voto previo a su muerte proponiendo así a un candidato para voto futuro del Senado como depositario de la soberanía del pueblo romano. Por lo tanto, lo único restante era asegurarse que dicho candidato tuviese éxito, quedando Tiberio como su sucesor. Todos los posibles candidatos para continuar con su obra recibieron el imperium proconsular: Agripa, amigo personal y de mayor confianza; Druso, hijo de Livia; y Tiberio, su hijo adoptivo. A la vez, como segundo paso le otorga a Agripa y Tiberio (Druso muere y posteriormente también Agripa) el poder tribunicio, pero no tienen el mismo grado de poder que Augusto, porque los poderes de estos son temporales, a diferencia de los de Augusto que son vitalicios.

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Finalmente, a través de lo expuesto podemos reafirmar la idea que este presenta: la paz imperial, pero no como algo momentáneo, sino como algo perpetuo y propio del Imperio: Roma como ciudad eterna. Por lo mismo, podemos reafirmar la idea de que este monumento, si bien hace mérito a la figura de Augusto como primer emperador e instaurador del Principado y la paz, su fin último no es mostrar la grandeza de Augusto como persona, sino que mostrar la grandeza de Roma como Imperio.

Ara Pacis Augustae, Museo dell´Ara Pacis, Roma. Foto: María José Pascual

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