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La frontera México-Estados Unidos en la era de Donald Trump Tony Payan*
Introducción El triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos el 8 de noviembre del 2016 fue una sorpresa para muchos dentro y fuera de ese país. En muchas capitales comenzaron los cálculos estratégicos anticipando las políticas que Trump pudiera impulsar. México no fue la excepción, particularmente por la retórica ampulosa de la campaña por parte del republicano. De hecho, el nivel de ansiedad evidente en las élites mexicanas no es ocioso. Durante décadas, el país se ha sometido voluntariamente a la hegemonía política, económica y cultural de Estados Unidos. Esta ruta estratégica de México, entendible a partir del posicionamiento geográfico e histórico del país vis-à-vis Estados Unidos, ha resultado en un nivel de dependencia que pone al país en jaque no sólo a partir de la retórica de Trump sino de las políticas advertidas. Adicionalmente, el equipo político del Presidente electo no se antoja ameno a los intereses de México. Un número de colaboradores de Trump ven el comercio internacional como algo desventajoso para Estados Unidos, mientras que México, por el contrario, ha convertido su política comercial en el principal valor en el desarrollo económico del país. Peor aún, este mismo equipo es hostil hacia la migración —que sigue siendo una importante válvula de escape para muchos mexicanos y beneficiosa para México en materia de remesas. Asimismo, ven la frontera como una fuente de amenazas a la seguridad nacional —amenazas que van más allá del flujo de migrantes y drogas ilícitas. Michael T. Flynn, el nuevo Consejero de Seguridad Nacional percibe la frontera como una zona insegura y hasta una entrada de
terroristas islámicos. De igual forma, Flynn cree que terroristas islámicos y cárteles de drogas colaboran en la frontera. James Carafano, quien jugará un importante papel en la administración Trump, ha dicho que la frontera con México es una zona en caos, donde las fuerzas federales de los Estados Unidos se encuentran situadas por organizaciones criminales y el nuevo gobierno debe invertir más en sellar la frontera con México. El general John F. Kelly, quien dirigirá la Secretaría de Seguridad Nacional, estuvo a cargo de SOUTHCOM el comando militar a cargo de Latinoamérica y responsable de la guerra contra las drogas. Su designación aumenta las posibilidades de una mayor militarización de la frontera. En su designación, el general Kelly manifestó que México y los demás países de Centroamérica tienen una responsabilidad de pagar por la seguridad fronteriza porque son corresponsables de los problemas que vienen de esa región hacia Estados Unidos. Es de esperarse entonces que México siga siendo el blanco de la retórica presidencial y de acciones políticas concretas difíciles de predecir, precisamente porque la impredecibilidad es la característica más pronunciada de Trump. Sea como sea, la frontera es la zona con mayores probabilidades de alto impacto negativo en la nueva relación binacional. La vulnerabilidad que hace posible este impacto negativo surge a partir de que la frontera es la zona que más se ha enganchado en una relación económica, manufacturera y comercial, con Estados Unidos. A partir de esto, la frontera posee una cualidad mercurial ante la relación entre los dos países; los cambios se sienten en ella primero y de manera más intensa.
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Fecha de recepción: 2016-12-06 Fecha de aceptación: 2016-12-08
Es importante anticipar los efectos de la nueva administración sobre la frontera, buscando soluciones adelantadas a escenarios y daños posibles a la habitabilidad de la franja. Este es tentativamente el objetivo de este ensayo. Pero antes, es necesario explorar la situación de la frontera en el delicado contexto binacional que se avecina. El contexto En las últimas décadas, el concepto dependencia ha sido abandonado a favor de la palabra interdependencia, en parte por la carga ideológica achacada al vocablo en los años 60 y 70. Para los años 80 era común leer libros y artículos que hablaban de interdependencia entre Estados Unidos y México. En las últimas dos décadas, particularmente después del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), las élites mexicanas prefieren utilizar el término interdependencia al referirse a la relación entre México y Estados Unidos. Ya en 1996, la Comisión Bilateral sobre el Futuro de las Relaciones Estados Unidos-México publicó un reporte, The Challenge of Interdependence: Mexico and the United States, sugiriendo una sociedad más igualitaria entre los dos países. La literatura sobre comercio, migración y otros temas de la relación binacional está llena de referencias a esta expresión.
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La sensibilidad consiste en el grado hasta que el país queda afectado a cambios en el ambiente internacional. La vulnerabilidad consiste en el grado de daño que se puede ocasionar al país a partir de cambios en el sistema, particularmente si éstos son de carácter adverso. La adaptabilidad consiste en la capacidad de reacción y cambio en las prácticas, proceso y estructuras nacionales para dar respuesta a cambios en el sistema y mitigar los daños, generando nuevas condiciones para el avance del desarrollo propio.
El término interdependencia, sin embargo, obscurece los verdaderos matices de lo que es en realidad una relación desigual. Es decir, en la interacción cotidiana es evidente que la relación no es pareja ni en lo económico, ni en lo político, social, cultural o diplomático, algo que quedó evidenciado en la retórica de Trump, ante la cual el gobierno mexicano se vio incapaz de defender sus intereses y sólo atinó a invitarlo para “abrir canales de comunicación” porque lo advertían hostil al país. Es una ilusión pensar que ningún país puede prescindir del otro, cuando en realidad el 50% del PIB mexicano está ligado al comercio con Estados Unidos y
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sólo el 2.5% del PIB estadounidense está ligado al comercio con México. La disparidad económica derrama disparidad en lo político, diplomático, social y cultural. En este tenor, la escuela Realista de relaciones internacionales teoriza que el comercio nunca es igual ni produce beneficios iguales para todos los participantes. A strong trade is a free trader, pronuncia, sugiriendo que Estados Unidos comercia desde una postura fuerte, mientras que México lo hace desde una débil. Sin esquemas de redistribución de la riqueza producida por la actividad comercial, los dividendos fluyen hacia quienes estructuralmente se benefician de las características de los tratados comerciales y no necesariamente hacia los trabajadores, premisa que, obviamente, ayudó a impulsar al mismo Trump al poder. En México, no ha habido tal revolución política, a pesar de que esta misma concentración de los beneficios del comercio es obvia en el país. Así pues, México se ha enfocado de manera obsesiva sobre el libre comercio, haciendo al país altamente sensible a los cambios en la orientación de las políticas en Estados Unidos, sumamente vulnerable a políticas hostiles, y difícilmente adaptable a cambios adversos.1 Es decir, México se ha sometido a una política comercial que hoy queda vulnerada por su dependencia de las vicisitudes políticas de los Estados Unidos, evidenciando las debilidades de escoger una ruta comercial con un solo país como estrategia de desarrollo. La “interdependencia” en la frontera Simultáneamente a la implementación del Tratado de Libre Comercio en 1994, Estados Unidos desplegó una serie de operaciones militarizadas para sellar la frontera, anticipando la oleada de emigrantes que el propio tratado produciría sobre todo en las zonas rurales del país. El cálculo era correcto. Millones de mexicanos cruzaron la frontera de manera ilegal, empujados en parte por la quiebra del campo. Así
pues, desde entonces y más de dos décadas después, la frontera es sin duda más segura que nunca. Existen casi 1,000 kilómetros de muros y vallas; 20,000 agentes de la Patrulla Fronteriza; y un despliegue impresionante de tecnología para detectar, capturar y castigar a quienes intentan cruzar la frontera sin autorización. No hay tampoco evidencia de intentos por parte de grupos terroristas de utilizar la frontera como escenario de ataques. Y la migración mexicana ha llegado a niveles tan bajos que no se habían visto desde principios de los años 70; hoy más centroamericanos llegan a la frontera que mexicanos. Claramente, la frontera es, en la actualidad, una de las más defendidas del mundo y no hay señales de que esté sumida en el caos,que es lo que alegan muchos trumpistas que buscan militarizarla más. Seguridad en la era de Trump: la era de la Post-Verdad Nada de esto importa en la era del desencanto con el modelo económico, la globalización, el comercio “injusto,” la inseguridad, la desigualdad, etcétera. El mundo de Trump no es un mundo de hechos o datos; es un mundo de impresiones y de emociones. La retórica no se basó en evidencia empírica. La retórica se basó en miedos, sentimientos, opiniones, etcétera. La era de Trump es la era post-verdad, donde los hechos no cuentan y los sentires conforman la realidad; donde la realidad no modifica estos sentires. La frontera es insegura y una fuente de amenazas nacionales porque así se siente y se dice, no porque la evidencia así lo muestra. Con base en esta nueva orientación política, la frontera pudiera ver una transformación física todavía más radical de la que ya ha visto en los últimos veinte años. Y la política comercial, migratoria y de seguridad se hará sentir aún más profundamente. Lo que hace este pronóstico aún más probable es que la falta de claridad de Trump en sus posturas en materia de política pública y otros temas de suma impor-
tancia hace de quienes tienen agendas ocultas —léase hostiles a México—, los migrantes, y la frontera, un grupo mucho más poderoso en su capacidad de llenar las lagunas sustantivas de Trump. La frontera y la seguridad nacional de Estados Unidos: la migración Durante décadas, México fue una fuente importante de migrantes hacia Estados Unidos. Esto comenzó a causar resentimiento entre ciertos grupos demográficos estadounidenses —lo cual se advertía ya en el discurso sobre migrantes desde los años 90. El trabajo de Samuel Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, advertía ya sobre la “disolución” del espíritu WASP en Estados Unidos. Este discurso se ha solidificado en las últimas dos décadas y hoy culmina con la promesa de deportar a millones de indocumentados y cerrar el paso incluso a la migración legal. Estas deportaciones tendrían sin duda un impacto sobre la frontera. De los 11 millones de residentes indocumentados en Estados Unidos, alrededor de 6 millones son mexicanos. La mayor parte de los deportados son entregados al Instituto Nacional de Migración (INAMI) en la frontera. Aunque sean dos o tres millones de deportados, el país se verá en una difícil situación al tener que recibir a esta población y reubicarla en sus lugares de origen. Entre tanto, las ciudades fronterizas, incluyendo Ciudad Juárez, pudieran verse invadidas por decenas de miles —y quizá cientos de miles— de deportados, sin la capacidad de recepción. Es muy posible también que muchos de ellos se queden en la zona fronteriza, rebasando la capacidad de absorción de los sistemas de empleo, vivienda, salud, educación, etcétera. Muchos deportados pudieran hacerse acompañar de sus familias, incluyendo ciudadanos estadounidenses, prefiriendo asentarse en la franja fronteriza para que sus hijos continúen teniendo acceso a ciertos beneficios en las ciudades fronterizas de Estados Unidos. Esto ya existe, pero pudiera agudizarse mucho más.
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Es decir, México pudiera verse presionado para actuar a favor de los intereses de Estados Unidos, por lo menos recibiendo a sus ciudadanos descargados por las autoridades migratorias de ese país en la frontera y entregados al cuidado de las autoridades mexicanas; esto sin necesariamente mencionar la presión a la cual pudiera estar sujeto para detener a los migrantes centroamericanos que transiten por el país. La frontera y la seguridad nacional de Estados Unidos: las drogas El tema de las drogas no fue central en la retórica de Trump. Es difícil encontrar referencias al tema durante la campaña. Pero las drogas han sido de interés para algunos de sus colaboradores, quienes han mencionado que los cárteles de droga colaboran activamente con grupos terroristas islámicos, sin ninguna evidencia. Además, quien será secretario de Seguridad Nacional manifestó que el narcotráfico es corresponsabilidad de México y que por tanto el país deberá colaborar en el combate y pagarlo. Este tema, si aumenta en prioridad dentro de la nueva administración, pudiera volverse otro punto de contención. La epidemia de heroína que hoy sufre Esta-
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dos Unidos pudiera verse asociada con México —en cierta manera ya lo está—, y el país pudiera ser presionado para actuar en contra del crimen organizado de manera violenta. Algunos colaboradores de Trump han sido claros: México es corresponsable del consumo de drogas en Estados Unidos por ser origen de las drogas ilícitas y debe pagar por combatirlas. La Iniciativa Mérida probablemente termine bajo la administración Trump y los fondos que el gobierno de Estados Unidos había prometido para la lucha antidrogas se evaporarían al mismo tiempo que la presión de combatir a los cárteles de la droga aumentaría. Es posible que México se vea forzado a hacer concesiones y costear una nueva guerra contra las drogas, esta vez con sólo el apoyo retórico de Estados Unidos. La frontera y la seguridad nacional de Estados Unidos: el muro fronterizo Existen ya 1,000 kilómetros de muros y vallas, además del muro virtual —tecnología desplegada para contener y monitorear los flujos. El problema del muro real siempre ha sido la imposibilidad de construirlo en la frontera texana, ya que ésta es el Río Bravo y no es posible invadir el cauce ni la llanura aluvial. Por lo tanto cualquier barrera física deberá ser construida sobre
territorio texano y hasta cinco millas al norte del cauce del río. Sin embargo, los estragos sobre la fauna y la flora que ya son evidentes, debido al muro en la zona oeste de la frontera, también pudieran verse en la frontera Texas-México. Pero ya sea que Estados Unidos construya muros adicionales o no, el impacto al medio ambiente es inevitable y el daño a los ecosistemas de los grandes desiertos y planicies de las zonas fronterizas se conocería sólo con el tiempo. Queda también pendiente el tema de los costos del muro fronterizo. Trump dijo que México pagaría el costo del muro. Es casi imposible obligar a nadie a pagar por la construcción de las barreras físicas sobre la frontera, pero la sugerencia de confiscar las remesas de los mexicanos en Estados Unidos, o imponer un impuesto sobre las mismas para canalizarlo a pagar el muro, pondría a México y a Estados Unidos en un conflicto difícil, que obligaría a México a defender los derechos de sus connacionales. Un muro de las dimensiones que prometió Trump constituiría un mensaje a México que no forma parte de Norteamérica y que no es bienvenido en una alianza con Estados Unidos. Esto rompería el imaginario de que México es parte de Norteamérica y lo forzaría a reconsiderar su ubicación geopolítica —después de haber cedido voluntariamente su liderazgo en LatAm a Brasil. De cualquier manera, un muro llevaría la frontera de una frontera todavía más o menos abierta a una frontera hípermilitarizada. El modelo económico de la frontera: insostenibilidad y advertencia La dependencia de la zona fronteriza no es eludible y tampoco sostenible. Desde los años 70, México exceptuó a la zona de regulaciones sobre derechos laborales, protección ambiental, etcétera, con la finalidad de tomar ventaja de la desventaja del lado mexicano ante el lado
estadounidense. Quizá no había opción ante las condiciones de desarrollo, pero esto generó un modelo económico maquilador que tuvo costos elevados para la frontera. Pero desde el TLCAN, la franja fronteriza comenzó a perder la ventaja de la desventaja ante el resto del país porque el modelo maquilador se extendió por todo el territorio. La frontera no pudo adaptarse y durante la última década ha pagado las consecuencias de una actitud laxa del gobierno central, que ha resultado en un colapso social. El extender esta apertura a todo el país significa que no se ha aprendido de la experiencia de la frontera. Es evidente que el posicionamiento de México en la llamada “plataforma manufacturera norteamericana” sigue siendo el eslabón de menor valor agregado, dependiente de insumos extranjeros, y por debajo de las economías de Canadá y Estados Unidos. Si el modelo maquilador que le apostó a los bajos costos laborales, al alto volumen de producción y a un posicionamiento productivo inferior, dentro de la cadena productiva norteamericana no funcionó, ¿qué es lo que hace pensar que el modelo puede hacerlo si se extiende a nivel nacional? La campaña de Trump deja al desnudo la vulnerabilidad del modelo económico mexicano y al descubierto la
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necesidad de buscar un modelo de desarrollo en donde el Estado mismo tome un papel más central en la búsqueda de soluciones, sin reducciones en las prácticas democráticas, los derechos humanos y constitucionales ni el libre mercado, y sin sacrificar un modelo de apertura económica, precisamente por la inevitabilidad de la globalización y la propia experiencia de aquellas economías fallidas que han buscado la autarquía y que han fracasado.
con fortalezas internas en vez de fragilidades propias de un modelo “interdependiente”, que resultó ser un modelo dependiente, incapaz de proteger el interés nacional. El resultado no sólo puede ser una humillación retórica del país, sino una condición de sometimiento, obligado a hacer concesiones graves, como pagar por el propio muro y reprimir los flujos de centroamericanos rumbo a Estados Unidos.
Conclusión Es claro que el viraje político de Estados Unidos dejó expuestas las vulnerabilidades del modelo mexicano, con un alto impacto sobre la frontera, precisamente porque ésta fue pionera de ese modelo de desarrollo; además es el paso obligado de flujos legales e ilegales y seguramente será el recipiente inmediato de muchas de las medidas drásticas que pueda tomar Trump. La sensibilidad y vulnerabilidad del país ante su vecino del norte fue evidente primero en la frontera y hoy en todo el país, y así como la frontera no mostró una capacidad de adaptación ante la erosión de sus ventajas por el TLCAN, el país no parece tenerla tampoco, lo cual coloca a México en la encrucijada de tener que intentar el rescate de esa dependencia para minimizar los daños. Pero ojalá busque nuevas rutas para el desarrollo nacional
Dr. Neil Harvey: Profesor-Investigador de la New Mexico State University. Lic. Omar A. Madero: Egresado de la Universidad Autónoma de Chihuahua en Relaciones Internacionales y residente mexicano en Phoenix, Arizona
Dr. José A. Girón Larrucea: Profesor-Investigador de la Universidad de Sevilla. Dr. José Francisco Parra Barbosa: Director de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón capítulo México y Profesor de la Universidad de Murcia. Dr. Luis Antonio Payán Alvarado: Director del Centro México en el Baker Institute for Public Policy de la Universidad de Rice en Houston, Texas y profesor de la UACJ.
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